Arstemplum.digital El templo de la formación - Vocationem doccere


✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠




"ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE ESTUDIOS HISTÓRICO MEDIEVALES”.

“CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS TEMPLARIOS”.

“PRIORATO TEMPLARIO DE SAN BERNARDO DE CLARAVAL”.

"PRECEPTORÍA NACIONAL".

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠

Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠  Estudios y Análisis Históricos.

✠  Efemérides, personajes, lugares y hechos históricos. 

Los templarios: más allá de la leyenda. 

Acercarnos a los hechos que llevaron a la desaparición de los templarios puede servir para conocer mejor algunos rasgos de la historia de la Iglesia en el mundo medieval, y para evitar errores o tergiversaciones en las que se cae con cierta facilidad al tratar este tema. Para ello, haremos un rápido repaso del origen e historia de la Orden del Temple; a continuación, vere-mos en qué contexto histórico se produjo la disolución de los templarios; presentaremos luego los actos del drama, que se desarrolló a través de un complejo entramado que involucró a los poderes civiles y eclesiásticos de la época; terminaremos el trabajo con una breve reflexión valorativa.

✠ 1. La Orden del Temple.

Los templarios surgieron a inicios del siglo XII, tras la conquista de numerosos lugares de Tierra Santa y de Jerusalén por parte de la I cruzada (1095-1099). Los cruzados organizaron un reino propio, en el que Balduino I fue declarado rey de Jerusalén (1100-1118). 

✠ Balduino I de Jerusalén.




Con el nuevo rey, muchos cruzados decidieron quedarse en la zona para evitar que los sarracenos la conquistasen de nuevo. Entre quienes se ofrecieron a permanecer en Palestina, encontramos a Hugo (Hugues) de Payens, un caballero que deseaba unir en su vida dos ideales: los de la caballería y los de la vida monástica. Con 8 compañeros fundó en 1118, en la ciudad de Jerusalén, una Orden militar de caballeros (poco antes había sido fundada la primera, la Orden de San Juan de Jerusalén u hospitalarios).

✠ Hugo de Payens.




Parece que se autodenominaron “pobres caballeros de Cristo”, aunque también fueron conocidos con otros nombres: “Christi milites” (soldados de Cristo), “Milites Templi” (soldados del Templo, o del “Temple”, como todavía hoy se les conoce). Los templarios emitían, además de los tres votos religiosos de pobreza, castidad y obediencia, un voto especial de defender y escoltar a los peregrinos y viajeros que se trasladaban a Tierra Santa. Les fue dado, como lugar de residencia, una parte del edificio que ocupaba el segundo rey de Jerusalén, Balduino II (1118-1131), que, según se creía, estaba situado donde había sido levantado el templo del rey Salomón. 

✠ Balduino II de Jerusalén.




La Orden de los templarios tuvo como insigne amigo y promotor a san Bernardo de Claraval, por cuyo influjo adoptó una regla similar a la benedictina. Consiguió pronto el reconocimiento pontificio por parte del Papa Inocencio II, con la bula "Omne datum optimum" del año 1139: desde ese momento los templarios dependían directamente del Papa. El hábito que les distinguía era blanco (como el usado por los cistercienses) con una visible cruz roja. Entre sus miembros, existía una especie de jerarquía. Estaban, por un lado, los caballeros, que solían ser nobles o de familia noble, y se dedicaban a las artes militares. Había también un grupo reducido de sacerdotes o capellanes, para las misas y demás celebraciones litúrgicas. Además, había un numeroso grupo de escuderos, normalmente de la clase media, y de hermanos legos, dedicados al servicio doméstico. La dirección suprema de la orden corría a cargo de un “Maestre General”. 

✠ San Bernardo de Claraval.




✠ Papa Inocencio II.




Durante los siguientes decenios, la Orden del Temple tuvo un amplio crecimiento y expansión. Había templarios en Tierra Santa, Chipre, Francia, los reinos de España, Italia, Inglaterra, Alemania. En el año 1300 se calcula que había unos 4.000 caballeros de la Orden, a los que habría que sumar un buen número de servidores. Los templarios habían conseguido una fama merecida, sobre todo por el valor mostrado en acciones de combate. Sus gestas fueron cantadas por la poesía medieval, lo cual muestra el aprecio que recibieron de sus contemporáneos. Una de las últimas hazañas militares por la que se les distingue fue la defensa de la postrera plaza cristiana en Tierra Santa, Tolemaida (San Juan de Acre), que cayó en 1291 bajo el ataque de un numeroso ejército sarraceno, y que implicó la muerte, entre tantos otros templarios, del Maestre General de la Orden, Guillermo de Beaujeu. Por sus conocidos gestos de heroísmo, el Papa Bonifacio VIII no dudó de hablar de los templarios como de “atletas del Señor” y de “guerreros intrépidos”. 

✠ Guillermo de Beaujeu, 21º Maestre General.



No faltaron, sin embargo, momentos de tensión y de lucha entre las Órdenes de caballería, en los que los templarios se mostraron inclinados más a defender su propio cristianismo, arraigado en una profunda y estricta fe, que a colaborar con los demás cristianos de Tierra Santa cuando no estaban de acuerdo en su acérrima defensa de Cristo.

Es triste tener que recordar que incluso hubo una sangrienta “guerra civil” entre los templarios y los hospitalarios, con miles de muertes por ambas partes, en la segunda mitad del siglo XIII.

Otro aspecto a destacar es que la Orden del Temple fue adquiriendo, con el pasar del tiempo, un importante poder económico. Los templarios llegaron a ser importantes prestamistas y acaudalados “banqueros”, con lo que es comprensible que no faltasen envidias y críticas ante su ventajosa situación financiera. Pero no eran tan ricos como se sigue repitiendo una y otra vez: según algunos estudios, tenían muchos menos bienes inmuebles que los poseídos por los “austeros” cistercienses...

La pérdida de Tolemaida (Acre), implicó el inicio de una nueva fase en la vida de la Orden. Si los templarios habían nacido en función de la defensa de Tierra Santa, tenían ahora que asumir nuevas tareas en la vida de la sociedad y de la Iglesia católica, y tal vez no tenían una clara idea de lo que podían hacer por la cristiandad. Organizaron su cuartel general en la isla de Chipre, una especie de avanguardia cristiana en espera de la “reconquista” de Palestina; pero muchos templarios marcharon a vivir a Francia, una de las naciones que más vocaciones había dado a la Orden.  

(ESTUDIO INCONCLUSO)...

 




"ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE ESTUDIOS HISTÓRICO MEDIEVALES”.

“CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS TEMPLARIOS”.

“PRIORATO TEMPLARIO DE SAN BERNARDO DE CLARAVAL”.

"PRECEPTORÍA NACIONAL".

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠

Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠  Estudios y Análisis Históricos.

✠  Efemérides, personajes, lugares y hechos históricos. 

✠ La Forja de una Nación: Los cimientos de nuestra España.

✠ La Reconquista y el Medievo: Los cimientos de nuestra España. 



 

 ✠ INTRODUCCIÓN.

El presente trabajo trata la época de la Reconquista, vista como un proceso integrador, cuyo resultado fue formar una nación unificada, aglutinando a una serie de reinos cristianos hispánicos, cada uno de ellos con sus peculiaridades, tanto políticas como jurídicas; siendo el elemento nuclear de la formación de la identidad de España como nación y patria común de todos los españoles. Aunque recientes acontecimientos hayan podido modificar el soporte moderno de nuestra sociedad, los sólidos cimientos labrados durante los tiempos medievales, basados en la piedra de sus castillos y catedrales, en el esplendor cultural de la ruta jacobea y en su destacado ordenamiento jurídico, han permanecido incólumes. En una entrevista concedida a La Aventura de la Historia, D. José E. Ruiz-Domènech, destaca que Europa debe seguir fiel a la que ha sido desde el Medievo su seña de identidad: una Europa generadora de ideas, sin anclarse en ser meramente un patrimonio artístico o un lugar de turismo, puesto que, de ser así, terminará convertida en una colonia.

El conocimiento de las raíces medievales de España es imprescindible para comprender el presente, su identidad dentro del continente europeo. Dentro de esas raíces medievales están, por un lado, la capacidad de buscar soluciones ante las dificultades, así como la capacidad de adaptación a unos tiempos fluctuantes, observable ya desde el S. XII, con las Escuelas de Traductores (Toledo, Murcia…), que permitieron que penetrase en los reinos cristianos el legado de los sabios musulmanes y judíos, acompañado con la fundación de las primeras Universidades hispánicas, a comienzos del S. XIII (Palencia, Salamanca…).

A esto se le puede unir, sin problemas, la evolución histórica del ordenamiento jurídico hispano, que busca el paso del particularismo propio del localismo jurídico consuetudinario y foral a la uniformización regia, derivada del proceso de recepción de un Derecho común europeo.

✠ CAPÍTULO 1. Los orígenes de los reinos cristianos.

Como sucedió en otras regiones sometidas al impulso conquistador del Islam, en Hispania se vio favorecida su entrada mediante pactos con miembros de la aristocracia indígena visigoda. Estos miembros fueron los hijos del anterior rey, Witiza, apartados de la sucesión del trono por Don Rodrigo. En el conflicto civil, vencieron los descendientes de Witiza y sus aliados musulmanes en la batalla de Guadalete, en 711. Estos, quienes no son un ejército invasor, sino una facción vencedora que proclama su hegemonía, pronto rinden los centros visigodos de Granada, Sevilla y Toledo. Se establecerán durante siete siglos en la Península, tomándola por completo, a excepción de un pequeño reducto cristiano en las montañas: el futuro reino de Asturias y reductos de los Pirineos y el territorio vasco.

✠ Batalla de Guadalete.




✠ 1.1 El Reino de Asturias (718-914).

Año de Nuestro Señor de 718. El noble visigodo don Pelayo es coronado rey de Asturias. Tras repeler a los musulmanes durante la batalla de Covadonga, abre la posibilidad a los herederos de los reyes visigodos para tomar el territorio musulmán. Este reino astur, montañoso, semi despoblado, carente de ciudades o villas, donde es más común el trueque que el pago numerario, será el legitimista de la monarquía española, además de ser el más dinámico y destacado de los núcleos de resistencia hispánicos. 

✠ Don Pelayo.




En el año 813, durante el reinado de Alfonso II el Casto, el descubrimiento de los restos del apóstol Santiago tendrá una trascendencia inmediata para el reino de Asturias, pues atraerá un elevado flujo de peregrinos al reino astur, lo que se traduce en un aumento de los intercambios culturales con el resto de Europa. El Camino de Santiago tuvo hondas repercusiones en el mundo medieval hispánico, donde las autoridades siempre buscaron un beneficio político. Según M. Recuero, la historia del Camino surge para hacer frente a la invasión sarracena por parte de la tradición historiográfica leonesa. Otro de los beneficios de la ruta jacobea fue atraer pobladores, especialmente francos, para reactivar la vida socio-económica del área, mediante los cuales se desarrollaron los primeros núcleos de vida urbana en el espacio cristiano peninsular ; se dispuso así de enormes recursos económicos para la creación de infraestructuras viarias, militares y asistenciales. Es este mismo monarca, Alfonso II, quien restablece el "Liber Iudiciorum" en su territorio, una manifestación por parte de la monarquía asturiana de autoproclamarse continuadora del régimen visigodo, desaparecido en 711. La persistencia de la ley visigoda debe entenderse por la inercia de la aplicación cotidiana del Derecho. El "Liber Iudiciorum" es un código de leyes promulgado durante el reinado del visigodo Recesvinto, en el año 654, y constituye la obra cumbre de la legislación visigoda, que recoge los principales preceptos del Derecho Romano, adaptándolos a las nuevas circunstancias de la época visigoda. En el año 878, el rey astur Alfonso III el Magno comienza la expansión por territorio castellano, llevando la frontera hasta el Duero (norte de Portugal y ciudades de Zamora y Toro), fortificando profusamente la región fronteriza de Bardulia con castillos y fortalezas, derivándose de ahí el término Castilla.

✠ Asturorum Regnum, el sacro baluarte de Alfonso II.




✠ Alfonso II el Casto.




✠ 1.2 La continuación política de Asturias: El reino de León.

✠ Reino de León (914-1217).




Estos avances colonizadores meridionales propiciarán la aparición de una nueva entidad política, eligiéndose como sede la ciudad de León. Su sucesor, García I, pero especialmente su hermano y sucesor Ordoño II, en 914, establecen definitivamente la residencia real en León, trasladándola de la ordinaria residencia regia de Oviedo, por lo que el "regnum Legionis" sustituye al extinto y bicentenario "regnum asturum". Es una continuación del régimen anterior, por lo que no supone una fractura, ni institucional ni dinástica. Con el monarca Ordoño II surge la denominada “idea imperial leonesa”, al considerarse los monarcas leoneses como sucesores y legítimos herederos del reino godo de Toledo.

✠ Ordoño II de León.




En 1017 se inician las obras de la Real Colegiata Basílica de San Isidoro, el panteón real de los monarcas leoneses, destacado ejemplo del Románico español.

✠ Real Colegiata Basílica de San Isidoro.




✠ 1.3 Origen y cénit del reino de Navarra (820-1035).

Navarra surge como reino en el S. IX, con la familia Arista; pero es durante el reinado de Sancho Garcés III “el Mayor”, a principios del S. XI, cuando alcanza una posición preeminente en la estructura política de los reinos cristianos peninsulares, pudiendo decirse en 1023, que “reinaba desde Zamora a Barcelona”.

 ✠ Sancho Garcés III “el Mayor”.




Pero, tras su muerte, siguiendo la concepción germánica del reino como propiedad patrimonial , a ejemplo de Carlomagno, el monarca divide el reino entre sus tres hijos, lo quedará lugar, a los reinos de Castilla, Navarra y Aragón. Esta división generó conflictos, resueltos por la vía de las armas, que marcaron el declive del reino de Pamplona, que nunca volvería a poseer los niveles de poderío e influencia alcanzados de la mano de Sancho III. Las espectaculares conquistas cristianas y los posteriores ajustes territoriales convertirán, a comienzos del siglo XIII, al nuevo reino de Navarra en un espacio estrangulado ante los horizontes de la reconquista peninsular.

✠ 1.4 Castilla: De condado a reino.

Castilla era, hacia 930, un condado que rechazaba el centralismo del reino astur-leonés. Es entonces cuando el conde Fernán González, a quien se le ha adjudicado la forja de la personalidad castellana, hábil para aprovecharse de las discordias entre León y Navarra, llevará a cabo un proceso independentista, buscando el distanciamiento frente a las Cortes de León. Tras casi un siglo de condado independiente, en1035, se convierte en reino a la muerte del monarca navarro Sancho Garcés III el Mayor y se unió con León, siendo Fernando I el primer rey de Castilla y León. En este momento, Castilla y León se convierte en la potencia hegemónica peninsular.

✠ Conde Fernán González.




✠ Fernando I el primer rey de Castilla y León.




✠ 1.5 Aragón. El reino de la comarca de Jaca.

La segunda dinastía real surgida de la herencia patrimonial del rey de Navarra Sancho Garcés III es la del reino de Aragón, siendo Ramiro I su primer monarca (1035), gobernando con la fórmula "quasi pro rege" (supeditado al monarca pamplonés García, su hermano), con capital en Jaca. En sus ansias expansionistas llegará a enfrentarse a su hermano, rey de Navarra, en la batalla de Tafalla, saliendo derrotado.

✠ Ramiro I de Aragón.




✠ 1.6 Cataluña. La integración de los condados.

La expedición de Carlomagno, "Romanum gobernans Imperium", pese a ser derrotado en Roncesvalles, logra formar, en 811 un territorio fronterizo con el Emirato denominado “Marca Hispánica”, cuya capital era Barcelona, bajo elgobierno de un conde.

Los lazos con el Imperio se irían debilitando a lo largo del S. IX y los diferentes condados que integraban la Marca Hispánica se unieron en torno a Barcelona, en tiempos de Wifredo I el Velloso, primer conde independiente y fundador de una dinastía condal. Hacia 1035, sube al poder Ramón Berenguer I "el Viejo", y durante su gobierno se redacta el “Código de los Usatges”, normas legales que trataban de salvar las deficiencias de "Liber Iudiciorum", incapaz de atender las nuevas circunstancias de la sociedad feudal catalana de la segunda mitad del S. XI.

✠ Wifredo I el Velloso.




✠ Ramón Berenguer I "el Viejo".




✠ 2. La repoblación. Un fenómeno complementario a la expansión territorial.

Las escasas conquistas quedaron reducidas a un amplio territorio fronterizo despoblado de la meseta duriense, tierras consideradas inhóspitas por los musulmanes, que sería repoblado con gentes vascas, cántabras y mozárabes.

La repoblación se llevará a cabo mediante colonizaciones, tanto organizadas como espontáneas, de campesinos en la Bardulia, (posteriormente llamada Castilla), desde finales del S. VIII. Una vez ocupados, la Corona asturiana se encargará de organizar  estos nuevos territorios. Estos campesinos, colonizadores por propia cuenta y riesgo, no encontraron obstáculo por parte de los musulmanes para su asentamiento, realizado mediante el instrumento jurídico de la presura o escalio, por lo que no fue necesario, al principio, una conquista militar de los territorios que se iban anexionando los reinos cristianos.

✠ 3. Conclusiones del capítulo I. Relaciones con Al-Ándalus.

En el ámbito político, la Reconquista, entre los siglos VIII y XI será, en los distintos reinos cristianos, una larga y sangrienta sucesión de reyes emparentados y enemistados entre sí, casi siempre debido al concepto patrimonial de la monarquía. Por otro lado, la llegada de la dinastía Omeya de la mano de Abd al Rahmán I puede considerarse la creación de la España islámica. 

✠ Abd al Rahmán I.



Estas diferencias los hacían incapaces de centrar sus esfuerzos en la lucha contra el Islam, por lo que, a pesar de algunas victorias de renombre, como la batalla de Simancas, en 939, victoriosos frente a Abd al Rahmán III (891-961), quien se liberó del yugo lejano de los califas de Bagdag y sometió a vasallaje a todos los reinos cristianos; pero, en general, los reinos cristianos sufrirán constantes saqueos y derrotas militares, especialmente durante las razias de Almanzor (940-1002), que llevarán la desolación y la ruina a los pueblos del Norte peninsular, al tener enfrente una de las naciones más esplendorosas de la Europa altomedieval: el Califato Omeya de Córdoba (929-1031). Almanzor lleva a al-Ándalus a su máximo poder, con una belicosa política exterior, pero el sistema que había creado no fue capaz de sobrevivir mucho tiempo. De hecho, el 30 de noviembre de 1031, los notables de la ciudad de Córdoba decidieron, ante la inacabable guerra civil que asolaba el Califato, sustituir al destronado califa Hisham III y disolver la institución califal, hecho sin precedentes en toda la Historia del Islam medieval. El territorio musulmán se fragmenta en una treintena de reinos independientes, denominados “Reinos de Taifas”, de gran riqueza y cultura, pero que carecieron de la organización política necesaria para consolidarse. 

✠ Almanzor.




Podemos concluir que la Península Ibérica de los siglos IX y X es una sociedad de hombres libres, pequeños propietarios de tierras, agrupados en núcleos poblacionales denominados comunidades de aldea, en torno a una iglesia o un centro monástico, que hicieron de la difícil vida en la frontera su modus operandi.

✠ CAPÍTULO II: Ss. XI-XIII: Los reinos cristianos frente a las invasiones africanas. La expansión territorial en la Península.

A modo de introducción de este segundo capítulo, decir que, si bien los siglos VIII a X habían sido testigos de la aparición de diversos reinos cristianos en el Norte peninsular, el periodo comprendido entre los siglos XI-XIII será cuando los reinos hispánicos se construyan. Prueba de ello es que, a mediados del S.XI, aparecerán las primeras acuñaciones de moneda por parte de los reinos cristianos peninsulares.

La aparición de las Órdenes Militares o el renacer de la vida urbana indican que la primera fase de la Reconquista ha terminado.

✠ Órdenes Militares españolas.



✠ 1.- Los hombres de frontera. El Cid Campeador.

En el S. XII aparecen unas obras, "los cantares de gesta", que recogen con nitidez las condiciones de vida de los hombres de frontera, existentes en Castilla y Cataluña, durante el S. XI. Estos hombres de frontera estaban supeditados a una autoridad derivada de la aristocracia feudal, y solían llevar a cabo expediciones de castigo a poblaciones de frontera conocidas como "cavalgatas", así como frecuentes patrullas por el territorio sometido. Los hombres de frontera recogen el sistema de valores de la época, al ser hombres situados entre dos bloques antagónicos: el mundo cristiano y el musulmán. Las riquezas, promesas de botín existentes en las fortalezas fronterizas impulsaron las acciones de estos hombres de frontera. Puede ser entonces que fuera más fácil la vida luchando por el botín de frontera que cultivando los campos yermos. La llegada de los monjes cluniacenses, en la mitad del S. XI, supuso un modo religioso de entender la Reconquista, junto a la europeización en España de la liturgia, la vida monástica y el Derecho canónigo. Las "Órdenes Militares" prestaron servicios extraordinarios en la resistencia contra las oleadas almohades, por lo que se les concedieron fortalezas y zonas militarmente importantes, auge del espíritu de cruzada.

✠ Órdenes Militares internacionales.




Entre estos héroes, una figura destacará especialmente: Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador. Expulsado de la corte de Alfonso VI de Castilla, lleva a cabo con sus mesnadas una serie de victoriosas campañas militares, tanto contra los musulmanes como en defensa de ellos si las alianzas lo requerían.

✠ Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador.



El Cid es considerado el modelo ejemplar de vasallaje porque él logra restaurar la armonía en su relación con el rey Alfonso VI, así como conseguir reconocimiento y favores que son fruto de esta relación, mientras que el territorio del rey crece en tamaño y riquezas gracias a su buen vasallo heroico. Pero el Cid también retrasó el ritmo normal de la reconquista catalano-aragonesa en las capitales del Noreste hispánico. 

Don J. Camón Aznar, historiador aragonés, de hecho, considera al Cid como un retardatario y un inadaptado frente a la empresa nacional de la Reconquista. El mayor logro del Cid fue la toma de la ciudad de Valencia, en 1094, proclamándose príncipe. A su muerte, pronto fue imposible el mantenimiento de la ciudad frente al asedio musulmán. Sus hazañas serán recogidas en el poema épico castellano "El Cantar de Mio Cid" (aprox. 1140 d. C).

Los siglos XI y XII fueron la época dorada de los héroes épicos y de los aventureros individuales, la vida de frontera se caracterizaba por las iniciativas de los colonizadores, caballeros, señores y "Órdenes Militares". A partir del S. XIII, será una empresa más centralizada, llevada a cabo por los reyes.

✠ 2. Las invasiones musulmano-africanas de Al-Ándalus.

✠ 2.1 Almorávides.




La llegada de los almorávides (1085), modificará el statu quo peninsular, derrotando estos al monarca Alfonso VI en la batalla de Sagrajas/Zalaca (1086). Llegados para, teóricamente, salvar a las taifas de las ansias expansionistas cristianas, los almorávides llevaron a cabo una política de eliminación de las independencias taifales, anexionándolas a su Imperio, acabando así con los reinos de taifas (1031-1088). Hacia 1110, los almorávides habían absorbido todas las taifas. A partir de entonces, una serie de derrotas militares (Pérdida de Zaragoza, desastre de Cullera…), fueron debilitando el poderío almorávide en la Península.

El desmesurado aumento de los impuestos confirmó la decadencia almorávide. En febrero de 1145, fueron los almohades quienes ocuparon al-Ándalus.

✠ 2.2 Almohades.





Los almohades, liderados espiritualmente por Ibn Tumart, proclamado madhi, intérprete infalible del Corán, crearon un vasto imperio que llegaba, por la costa mediterránea, hasta la Tripolitania.

Los califas almohades debieron lidiar frente al empuje cristiano y contra la oposición de los musulmanes andalusíes.

Dentro del periodo caracterizado por el fanatismo almohade, sobresalió en Al-Ándalus Ibn Rushd, conocido como Averroes, gran filósofo, juez y médico. Cuando el radicalismo alcanzó su punto álgido, sufrió destierro y sus obras fueron prohibidas y quemadas.

Su dedicación a la filosofía le señaló elcamino para entrar en la Historia del pensamiento.

✠ Averroes.




Los almohades vencieron en Alarcos (1195), a Alfonso VIII, pero fueron duramente derrotados en la batalla de las Navas de Tolosa, en 1212. A partir de entonces, comenzó una imparable decadencia, que provocó un impulso independentista nacionalista andalusí, que desembocó en unas terceras taifas.

✠ 2.3 Benimerines. 




A finales del S. XIII, una nueva potencia africana aparece en el contexto político de la Península Ibérica: los benimerines. Aprovechando la debilidad de Castilla tras las regencias por minorías de edad, los granadinos y los benimerines se coaligan, apoderándose de Gibraltar, causando humillantes derrotas a los castellanos, asegurando así el control del Estrecho, que, unido a una concentración de efectivos militares en Algeciras, será el pilar básico de la estrategia benimerín.

✠ 3. Los reinos hispánicos.

✠ 3.1 Castilla. El logro de la hegemonía peninsular.

A finales del S. XI sube al trono castellano Alfonso VI, contemporáneo y señor del Cid. Este monarca conquista Toledo (1085), por asedio, al darse cuenta de la debilidad militar de las taifas, lo que permite la ocupación y repoblación de todas las tierras al norte del Tajo, debido a que grandes masas de campesinos abandonan las ciudades y campos del norte del territorio musulmán, en prevención a incursiones cristianas, facilitando de esta manera la expansión cristiana por la Península. Los reinos de taifas quedaron convertidos en simples tributarios (debían pagar parias); así, Alfonso VI se proclamó “Señor de Moros y Cristianos”.

✠ Alfonso VI de Castilla.



 

Alfonso VII (1105-1157), nieto de Alfonso VI, primer miembro de la casa de Borgoña en Castilla, se corona Emperador en 1135, en un intento de afirmar su superioridad ante los demás reinos cristianos, así como para alejar de sus Estados la influencia del Emperador alemán. Obliga a Alfonso Henriques de Portugal a renovar vasallaje, pero este, tras derrotar a los musulmanes en Ourique (1139), adopta el título de rey, independizándose totalmente de Castilla. 

✠ Alfonso VII de Castilla.



Estuvo Alfonso VII casado con Berenguela de Barcelona, hija de Ramón Berenguer III. La emperatriz de Castilla fue una catalana que piensa España trescientos años antes que los Reyes Católicos hicieran algo parecido, capaz de mantener a raya a los almorávides en Toledo y patrocinar un mecenazgo artístico para el fomento de las narraciones de las hazañas cidianas. 

✠ Doña Berenguela de Barcelona.




A su muerte, Alfonso VII dividió el reino entre sus hijos. En el reparto, se demostró la superioridad de Castilla frente a León, pero este reparto fue, por lo demás, absurdo, ya que debilitó el poder de los reinos cristianos, en un momento en el cual los almohades iniciaban la conquista de la Península. Alfonso VIII el de las Navas, nieto de Alfonso VII, comenzó de rey a los tres años, por lo que tuvo una infancia de tutorías. Se casó con Leonor de Plantagenet, hermana de Ricardo Corazón de León e hija de Leonor de Aquitania, una mujer que impulsó la lírica trovadoresca y el ciclo artúrico. 

Su vida será un constante guerrear. Pide ayuda a los demás reinos cristianos hispánicos para enfrentarse a la invasión almohade, mas estos no solo no le apoyarán, por lo que salió derrotado en la batalla de Alarcos (1195), sino que se aprovechan de su derrota, invadiendo algunos de sus territorios.

A petición del monarca castellano, el Papa Inocencio III predicará una cruzada contra el Islam, lo que sí logra aunar, esta vez, a los reinos cristianos peninsulares (exceptuando León), para llevar a cabo la batalla de las Navas deTolosa. La importancia de esta batalla, considerada como el ocaso de al-Ándalus, es posible que haya sido magnificada en exceso, pues la pérdida de un ejército no supondría la desintegración del Imperio Almohade, como las razzias de 1213 demuestran. 

✠ La carga de los tres reyes (obra de Augusto Ferrer-Dalmau). 




En cualquier caso, el triunfo fue rotundo, dejando quebrantado el poderío almohade de la Península; puede afirmarse que la batalla de las Navas de Tolosa cerró las puertas de Castilla-La Mancha a los musulmanes, abriendo las de Andalucía a los cristianos, lo que supuso un cambio trascendental en la Historia de España.

La posterior conquista de tierras andaluzas (Úbeda, Córdoba (1236), Jaén…) fue obra de Fernando III el Santo (1217), hijo del rey de León Alfonso IX y Berenguela I, hija de AlfonsoVIII, quien recibió primero la corona del Reino de Castilla y, posteriormente, en 1230, la del Reino de León, unificándolos definitivamente. Redujo a los musulmanes al reino de Granada. Durante su reinado se firmó el Tratado de Almizra, con Jaime I el Conquistador, rey de Aragón,mediante el cual la reconquista aragonesa llegaba hasta Denia.

✠ Fernando III el Santo.




Además, el Rey Santo mandó traducir el "Liber Iudiciorum" al romance castellano, con el nombre de "Fuero Juzgo". Pero, a pesar de un inicio de siglo XIII fulgurante en las conquistas, pronto Castilla frenó su expansión, a partir de Alfonso X, quien, aunque tomó Murcia, empleó demasiado tiempo y recursos materiales en su objetivo de ser nombrado Emperador del Sacro Imperio Romano-Germánico, durante el Gran Interregno, no consiguiéndolo debido al enfrentamiento del Papa con la familia Suabia o gibelinos, junto a la falta de medios.

Este fracaso mermó la autoridad real en Castilla.

✠ Alfonso X el sabio.




Alfonso X el Sabio (1252-1284), tomó el Reino de Murcia. Pero en el resto de intentos de expandir Castilla falló, tanto en África, el Algarve, Navarra o Gascuña. Pero esta labor política, inoperante, no da muestras de su trascendental papel en el ámbito cultural, Libros del Saber de Astronomía, (que serviría a Copérnico para dar su famoso giro), Crónica General de España o la obra legislativa de Las Siete Partidas, (donde se muestra partidario del Derecho romano absolutista). Dentro de su reinado se recogen también las primeras Ordenanzas de la Mesta (1273).

El reinado de su hijo, que le había derrotado en una guerra civil, Sancho IV el Bravo (1284-1295), casado con María de Molina (1265-1321), se caracteriza por la entrada de los benimerines en la Península. Mohammed II se alió con los benimerines, que entraron para atacar a los castellanos produciéndose la gloriosa defensa de la plaza de Tarifa por parte de Alfonso Pérez de Guzmán, que mantuvo la ciudad sin caer en el chantaje de los sitiadores, que le amenazaron con matar a su hijo, como efectivamente hicieron. 

✠ Sancho IV el Bravo.




✠ Alfonso Pérez de Guzmán "el bueno".




Sancho IV murió durante el asedio de Algeciras (1295). Su reinado estuvo marcado por las dificultades: las constantes sublevaciones y traiciones nobiliarias eran un problema a sumar a las enrarecidas relaciones internacionales, que culminaron en el enfrentamiento armado con los benimerines. Pero no todo fueron guerras, también fundó Sancho IV, en 1293, el Estudio General de Alcalá de Henares, contemporáneamente a la publicación del "Lucidario", una erudita compilación para escuelas catedralicias.

✠ 3.2 La creación de la Corona de Aragón. El inicio de la expansión mediterránea.

 Aragón estuvo unido a Navarra desde la muerte de Ramiro I (1063), hasta 1134; en este periodo se promulgó el "Fuero de Jaca" (1063), con una serie de libertades que favorecían el asentamiento de población ultrapirenaica, del que deriva el "Fuero de Estella" (1090), navarro, que terminarán expandiéndose por territorios de Aragón, Navarra y Guipúzcoa. 

✠ Ramiro I de Asturias.




También destacó la figura de Alfonso I el Batallador, quien arrebató Zaragoza (1118) a los almorávides, consolidando su dominio en el valle del Ebro. Este monarca dejó en su testamento el reino repartido a las Órdenes militares del Temple, del Hospital y del Santo Sepulcro, pero sus súbditos no querían contemplar un reino fraccionado.

✠ Alfonso I el Batallador.




Así, Navarra y Aragón se separaban para seguir caminos distintos durante el resto de la Edad Media.

Petronila de Aragón, casaría, en 1137, con el conde catalán Ramón Berenguer IV, formándose así la Corona de Aragón, tras la unión del reino de Aragón con el Condado de Barcelona, con unos territorios en Confederación, cada uno con sus peculiaridades específicas.

✠ Petronila de Aragón y el Conde Ramón Berenguer IV.



Alfonso II (1162-1192), convocó en Zaragoza las primeras Cortes de Aragón. Su sucesor, Pedro II el Católico (1196-1213), se hizo coronar por el Papa Inocencio III. Combatió en las Navas de Tolosa, pero se vio obligado a enfrentarse a la cruzada de Simón de Monfort, quien asedió con éxito la inexpugnable ciudad, baluarte del catarismo, que era Carcassonne, frente a la herejía cátara o albigense, que se desarrolló entre sus familiares Foix del Languedoc. Pedro II murió heroicamente en la batalla de Muret (1213).

✠ Simón de Monfort.


✠ Pedro II "el católico".



La victoria francesa unirá los destinos de Francia y Occitania. En el Languedoc destacaba el Paratge, “La igualdad en el honor”, por la cual se daba una situación jurídica inaudita en el mundo medieval: el rango de las mujeres no era, en absoluto, inferior a la de los hombres. Es por esto que los clérigos cátaros eran tanto “hombres buenos” como “mujeres buenas”.

El pecado que, según la Iglesia Católica, cometieron los cátaros, fue el dualismo gnóstico radical, es decir, la existencia de dos mundos enfrentados entre sí, el Reino de los Cielos y el mundo material, creado por Satán, por lo que fueron excomulgados. Pero las mayores diferencias existentes entre los cátaros y los católicos no eran dogmáticas, sino que residían en que los primeros hacían votos de obediencia, ascesis, pobreza, ayuno, prometiéndose que nunca caerían en la lujuria ni abandonarían la orden por temor a la hoguera, que contrastaba con la situación de corrupción, lujo y despilfarro de la corte vaticana, ya que los papas eran elegidos entre miembros de la nobleza, más interesados en el poder terrenal que en el eterno.

El Siglo XIII es, para la Corona de Aragón, sinónimo de expansión. El reinado de Jaime I el Conquistador, fue de gran importancia, pues este monarca tomó Baleares (1235) y Valencia (1238), abriendo así puertos al territorio de Aragón, tras lo cual estableció el "Llibre del Consolatde Mar", primer código marítimo.

✠ Jaime I el Conquistador.



Este monarca, educado por los Caballeros Templarios en el castillo de Monzón, llevó a cabo la unificación del Derecho aragonés, mediante los Fueros de Aragón, también conocidos como “Código de Huesca”,  para lo que se rodeó de relevantes juristas. Por estas y otras razones, Jaime I es considerado el prototipo de rey conquistador y caballeresco, cruzado de la fe y debelador de la morisma.

Pedro III el Grande (1240-1285), firmó el Privilegio General (1283), respetando así los fueros, usos, costumbres y privilegios del Reino de Aragón; otorgó el fuero aragonés a Valencia y confirmó los "Usatges" en Cataluña. Su reinado fue uno de los más gloriosos de laHistoria de Aragón, un monarca que tuvo perfecta conciencia del alcance de su política, trazando las líneas futuras de la expansión catalano-aragonesa.

La necesidad del rey de considerar los deseos nobiliarios y las Cortes desarrollaron un modelo de monarquía constitucional denominado pactista.

✠ Pedro III "el grande".



 

✠ 3.3 El reino de Navarra. De García Ramírez a las influencias francesas.

Desde la independencia, recobrada tras la muerte de Alfonso I el Batallador (1134), el reino de Navarra, otrora hegemónico, se vio encajonado entre Castilla y Aragón, precisando la alianza con Francia para conservar la autonomía política. Los monarcas de este periodo (1134-1234), no se resignaron a perder la frontera en “tierra de moros”, pero fue truncado por la intimidación de las monarquías vecinas. 

Sancho VII el Fuerte, combatiente en las Navas, fue el primero en adoptar el título de Rex, otorgado por el Pontífice.

✠ Sancho VII el Fuerte.




Perdió las provincias vascas frente a Castilla, muriendo sin herederos en 1234. En este momento, entra en la escena política navarra la familia francesa de Champaña, con Teobaldo I, apoyado por una clase nobiliaria que querrá ver satisfechos sus intereses, por lo que se verá obligado a firmar el Fuero Antiguo para reinar. Con las dinastías galas, la tendencia del reino de Navarra hacia Francia fue cada vez más pronunciada.

 ✠ 4.- La figura del monarca durante el Medievo.

La monarquía de los reinos peninsulares es hereditaria.

En la Corona de Castilla, la cuestión fue regulada mediante las Partidas, en Navarra mediante el Fuero General, mientras que en Aragón descansaba fundamentalmente en la costumbre, que se fue manifestando mediante los testamentos reales. El rey medieval es, durante toda la Edad Media, fundamentalmente un rey justiciero, un juez, aunque, a partir del S. XIII, esa potestad abarcaba también la capacidad legislativa. La figura teocrática del monarca, cuyo poder quedaba legitimado al proceder de Dios, podría ejercer entonces la "summa potestas".

 Conocida es la afirmación de Ulpiano al respecto: “Quod principi placuitlegis habet vigorem” (El Emperador tiene el vigor). El principal objetivo de los reyes medievales será alcanzar la independencia del resto de poderes, principalmente del Papa y del Emperador, mediante la doctrina "exemptio Imperii" (exención del imperio) , concebida durante el S. XIII.

✠ 5. Conclusiones del capítulo II. Expansión y crisis.

A mediados del S. XIII comienzan a hacerse perceptibles una serie de desajustes estructurales del feudalismo hispánico. Después de las Navas de Tolosa, Fernando III el Santo y Jaime I el Conquistador conquistan, ocupan y repueblan vastísimas regiones, a consecuencia del debilitamiento del mundo islámico peninsular (derrota almohade, reinos de taifas fragmentados), expandiendo enormemente los reinos cristianos por la Península. Pero, a partir de ese momento, finaliza de forma brusca una hegemonía expansionista destinada a la recuperación, por parte de los reinos cristianos, especialmente Castilla, de la totalidad del territorio peninsular. El dinamismo conquistador había servido para aunar esfuerzos e intereses en una empresa común, la Reconquista, relegando a un segundo plano las rencillas nobiliarias, contradicciones de un sistema, el monárquico, plenamente asentado en todos los reinos cristianos peninsulares. El ansia de tierra de los grandes señores quedaba encauzada por los avances territoriales. Cuando estos se paralizaron, las anteriores guerras de conquista se transforman en guerras de frontera, con evidentes connotaciones señoriales, destinadas a afirmar el poder dominical y jurisdiccional.

Esto, preludio de una crisis anunciada, tendrá sus consecuencias más duras en los siglos siguientes, con la configuración de una “nobleza nueva”, de la mano de la dinastía Trastámara.

El mundo medieval femenino fue sufriendo variaciones, moldeándose en un horizonte jurídico que hacía variar la situación de la mujer, dependiendo de la época y de la religión profesada, como apunta Dña. Mª Jesús Fuente. Las musulmanas, en los siglos finales del reino nazarí, tenían mayor presencia pública y no estaban obligadas a llevar velo; las mujeres judías vivían en una realidad difícil, debido a los malos tratos, la aplicación de la fuerza…

El cuidado de la fama de la comunidad, a través de la honra de sus mujeres, llevaba a las autoridades judías a dictar normas para evitar el lujo o los adornos en la indumentaria. Respecto a la mujer cristiana del Medievo, presentaba grandes diferencias según el estamento, pero se vivía, pese a las dificultades, en una etapa en la cual la conducta sexual difería notablemente de los preceptos recomendados por la Iglesia.

Por último, es destacable la figura de la mujer como transmisora de valores en el seno de la unidad familiar.


✠ 1. Castilla. Nueva dinastía, nuevo destino.

✠ 1.1 Continuación de la Casa de Borgoña. Del Emplazado a Pedro I el Cruel.

A comienzos del S. XIV, la invasión de los benimerines coincidió con el periodo final del reinado de Sancho IV. Tras su muerte, subió al trono su hijo Fernando IV el Emplazado (1295/1312), de nueve años, que quedó bajo la tutela de la reina madre María de Molina, quien destacó por su enorme capacidad para defender y asegurar la posición de poder de su familia. En este delicado momento, todas las ambiciones de los nobles, se desataron, y solo las excepcionales cualidades de María de Molina evitaron que el reino se sumiese en la más espantosa anarquía. Fernando IV, un príncipe débil y desconfiado, quien "juró de guardar los fueros a los fijosdalgo, e a todos los otros del su reyno", cuando se hizo cargo del gobierno desoyó los consejos de su madre, cediendo gran parte del Reino de Murcia a Aragón, en 1309, por el Tratado de Torrellas, que puso de manifiesto la superioridad de la Corona de Aragón y el grado de postración y anarquía a que llegó Castilla durante la primera mitad del reinado de Fernando IV, coincidiendo todo ello con la pérdida del viejo ideal colectivo de la guerra de Reconquista por parte de los reinos peninsulares. Murió el rey en 1312, cuando pretendía renovar la lucha contra Granada.

✠ Fernando IV el Emplazado.




✠ María de Molina.





Subió entonces al trono Alfonso XI el Justiciero, obligando a Castilla a soportar otra minoría. Las rebeliones de los nobles se unieron a las rivalidades entre los regentes. En tal ambiente, destacó, de nuevo, la figura de María de Molina, hasta su muerte, acaecida en 1321. La regencia se la disputaron una serie de infantes (entre los que podemos destacar al erudito Juan Manuel, segundo señor de Villena, autor de “El conde Lucanor”), que se adjudicaron en tutela los territorios del reino de Castilla, conscientes del imperativo feudal de acrecentar y extender sus nombres y linajes mediante la ampliación de sus propiedades. Los musulmanes sacaron partido, apoderándose de Baza (1324). Las Cortes proclamaron a Alfonso XI mayor de edad, rey de un reino empobrecido y desorganizado. Para combatir la alianza entre benimerines y nazaríes, fue necesario que los reinos cristianos peninsulares apelaran, nuevamente, a la unidad. “La unión hace la fuerza”. La coalición entre Alfonso XI de Castilla, Pedro IV de Aragón y Alfonso IV de Portugal derrotó, en el año 1340, en la batalla del río Salado, la última gran batalla de la Reconquista, tomando, posteriormente, Tarifa por asedio. La importancia de este acontecimiento de 1340 es que está bien documentado el empleo de cañones (bombardas), lo que sería el debut de las armas de fuego en un conflicto peninsular . Durante el reinado de Alfonso XI el Justiciero también se publicó el “Ordenamiento de Alcalá” (1348), que daba vigencia a las “Partidas” de Alfonso X, que adquirieron carácter oficial. Murió durante el asedio a Gibraltar, en 1350.

✠ Alfonso XI el Justiciero.





✠ 1.2.- La llegada de los Trastámara. Una continua guerra civil.

La sucesión de Alfonso XI recayó en su hijo Pedro I el Cruel (1350-1369). En sus inicios, convocó Cortes en Valladolid, corrigiendo los abusos de los magistrados.

✠ Pedro I el Cruel.




Para favorecer a su madre ejecutó a Leonor de Guzmán, ganándose así un enemigo mortal, el hijo Enrique de Trastámara, su hermano bastardo, que desató la guerra civil, acusando a Pedro I de tirano. Aragón prometió ayuda militar a Enrique, junto a las "Compañías Blancas" proporcionadas por el rey de Francia al pretendiente. Pedro I debió pedir ayuda a Inglaterra, el cual mandó al “Príncipe Negro”, que derrotó al bastardo en Nájera (1367), donde se impuso la eficacia del arco largo inglés. La victoria anglo-castellana fue completa. Una cruel represión, hizo que los soldados anglo-gascones, mal pagados, diezmados por las enfermedades y desprestigiados abandonaran Castilla en agosto de 1367. Volvió entonces a estallar la guerra, siendo Pedro I apuñalado en el sitio de Montiel por Enrique.

Tras haber eliminado a su adversario, el regicida Enrique será coronado con el nombre de Enrique II de Trastámara, "el de las Mercedes" (1369-1374). Su condición de usurpador le obligó a realizar numerosas concesiones a la nobleza.

✠ Enrique II de Trastámara.




Enrique II puso en marcha un nuevo orden nobiliario que desbancó casi por completo el que existía antes de la guerra, la “nobleza nueva” de los Trastámara, dividida en tres clases: epígonos, caballeros e hidalgos. Su reinado fue una continua guerra civil. Su sucesor, Juan I (1379-1390), se casó con la hija del rey de Portugal. Cuando murió este, el pueblo portugués se negó a reconocer a Juan como rey, subiendo así la dinastía Avís, por lo que el castellano invadió Portugal militarmente, siendo estrepitosamente derrotado en la batallade Aljubarrota (1385), fracasando así el intento de unir ambas coronas, en una época en la que hubiese podido efectuarse la unión de estos dos pueblos, con gran ventaja para ambos.

La derrota generó un progresivo desequilibrio, por parte de los epígonos o parientes reales, que conspiraban para ejercer el poder. Tras su deceso (1390), subió al trono Enrique III el Doliente, primer Príncipe de Asturias. Tras vencer a los granadinos en Baeza (1406), proyectaba la conquista del reino nazarí, pero falleció antes de poderlo llevar a cabo. Su reinado es un hito importante en la historia de la dinastía, en el juego de fuerzas de la política castellana, considerado por sus sucesores como un modelo a imitar, por su autoridad y equilibrio institucional.

✠ Enrique III el Doliente.




Juan II (1406-1454), sería su sucesor, con apenas dos años. La regencia recaería en Fernando, hombre capaz de mantener el orden, arrebatando Antequera a los granadinos. Era el monarca hombre débil de carácter, que fue secuestrado por sus primos, los infantes de Aragón, siendo liberado por Álvaro de Luna, quien se apoderó de su voluntad. Juan II, considerando que su poder proviene directamente de Dios, será el que mayor uso haga de la potestad de dictar Pragmáticas, capaces de derogar una ley de Cortes. En definitiva, el poder real no está representado por el monarca, sino por un excepcional sustituto, Álvaro de Luna. Pero la revuelta nobiliaria común a la monarquía Trastámara dio paso esta vez a una guerra civil, consiguiendo Álvaro una destacada victoria en la batalla de Olmedo (1445). Juan II, por influencias cortesanas hizo ejecutar a Álvaro de Luna, a pesar de que pocos nobles hubo que mayores servicios prestaran a la Corona, que más engordasen sus arcas; nadie como él manejo con tanta destreza la lanza, la intriga y el laúd, un genio. Obsesionado por la muerte de su favorito, Juan II fallecerá un año después (1454).

✠ Álvaro de Luna.



 

La culminación de la anarquía Trastámara llegará con Enrique IV "el Impotente" (1454-1474). Pese a los rumores que decían que su hija lo era del favorito Beltrán de la Cueva, Enrique IV lo tuvo siempre como consejero y como compañía preferida. Contra el rey, los nobles formaron la Liga de Tudela, pidiendo a Isabel como reina, por lo que una nueva guerra civil estallaba. Tras reunirse ambos hermanos para buscar una solución al conflicto, acordaron que Isabel sería su heredera, en el Tratado de los Toros de Guisando (1468), siempre y cuando se casara con el consentimiento de su hermano. Por eso, cuando ella se casó con el infante Fernando de Aragón, se sintió engañado, designando a su hija Juana como sucesora. Al poco, falleció, dejando gestada una nueva guerra civil que asolaría nuevamente Castilla. La dinastía Trastámara, fundada por un afortunado sin escrúpulos, dio a Castilla príncipes y reyes en cuyas manos parecía hundirse la institución real. Pero la anarquía y descomposición, causada por las guerras civiles, de estos nefastos tiempos, que establecieron el absolutismo real en Castilla, escondían una época gloriosa, que habría de levantar la nación y llevar al trono castellano a un grado de poder jamás alcanzado.

✠ Enrique IV "el Impotente".



✠ 2. El esplendor colonial aragonés. Expansión por el Mediterráneo.

En este periodo, la Corona de Aragón llevará a cabo una gran expansión por el Mediterráneo, no falta de reveses provocados por las potencias marítimas italianas (Venecia, Génova) y el papado. Superando estas dificultades, llega en el S. XV, a abarcar todo el Levante peninsular y francés, las islas Baleares, Córcega, Cerdeña, Nápoles, Sicilia y los ducados de Atenas y Neopatria, tomados estos por los mercenarios almogávares, liderados por Roger de Flor.

✠ Roger de Flor.





Alfonso III el Liberal (1285-1291). Teniendo enfrente los mismos problemas que su padre, Pedro III, otorgará el Privilegio de la Unión, un reconocimiento expreso de los privilegios nobiliarios, necesitado de paz dentro de sus fronteras. Conquista definitivamente Menorca. Hereda la corona su hermano Jaime II el Justo (1291-1327). Jaime II logra la posesión de Córcega y Cerdeña, pues era un consumado y sutil diplomático, uno de los más importantes de toda la historia de la Corona de Aragón, que manejó en su propio beneficio con enorme habilidad todo el complejo mundo de las relaciones diplomáticas entre los reinos peninsulares; aprovechando el debilitamiento de Castilla, tomará el Reino de Murcia.

✠ Jaime II el Justo.




✠ Alfonso III el Liberal.




Gran parte del S. XIV está marcado por el largo reinado de Pedro IV el Ceremonioso (1336-1387), enérgico y despiadado, hipócrita y guardador de apariencias. Envía a su flota a la batalla del Salado (1340), donde tiene una actuación decisiva. Durante su reinado, la peste negra sacude la demografía y el espíritu de las gentes, comenzando la crisis bajomedieval del periodo feudal.

Pero este rey no será el anulador de las libertades de Aragón, sino que se impondrá a la nobleza, cuyas exigencias tenían por objetivo el fermento de la anarquía en el reino. Rey ambicioso e ingrato, muere abandonado por sus familiares (1387).

✠ Pedro IV el Ceremonioso.




El reinado de Juan I el Cazador (1387-1395), destaca por la pérdida de Atenas y Neopatria. 

✠ Juan I el Cazador.




Le sucede su hermano, Martín I el Humano (1395-1410). Este monarca unirá, nuevamente, Sicilia a la Corona de Aragón. Este monarca será un gran negociador y hombre paciente, con una amplia experiencia política al servicio de su padre y su hermano. Martín I fue el  último eslabón de la casa condal de Barcelona y real de Aragón, lo que plantea una grave crisis sucesoria, al dejar el trono en herencia al que considerara que tuviera más derecho sobre él. 

✠ Martín I el Humano.




A pesar del riesgo de escisión, la corona de Aragón fue a manos de Fernando I de Aragón (1412-1416), tras la ratificación del Compromiso de Caspe (1412); por lo cual, la dinastía Trastámara entra también en Aragón. Tras jurar los fueros y libertades del reino, es reconocido en las Cortes de Zaragoza por el resto de pretendientes. Su reinado dejará una excelente memoria, por su justicia; tuvo una visión global de la política peninsular y supo desarrollar una estrategia que implicaba al conjunto de los reinos hispánicos, aunque ese ideal pasaba necesariamente por el engrandecimiento de su propia familia.

✠ Fernando I de Aragón.




Comienza así el reinado de Alfonso V el Magnánimo (1416-1458). Este monarca mantiene el control sobre Sicilia y asegura el dominio aragonés en Córcega y Cerdeña.

Tras diez años de inmersión en la política castellana, pone en sitio a la ciudad de Nápoles y entrará en ella en 1443. Su ausencia continuada de Italia propició la creación del cargo de virrey, delegado del poder real en los territorios italianos. Alfonso V concibió el Estudio General de Barcelona.

✠ Alfonso V el Magnánimo.




A su muerte, es entronizado su hermano Juan II de Aragón (1458-1479). Juan II nombra como heredero de Aragón a su hijo Fernando, que no era su primogénito. El pueblo catalán, ante lo que consideró una violación de la Concordia, se alzó en armas, durante la revuelta social de los payeses de remensa, que reivindicaban la abolición de los privilegios señoriales.

La lucha concluye en 1472, cuando Juan II entraba en Barcelona, aplicando medidas de benevolencia. Murió en Barcelona a los 82 años, en 1479.

Es destacable que, dentro de los principios por los cuales se regía el sistema de fuentes medievales jurídicas aragonés, el más importante sea la costumbre, recogida por escrito o no, que poseía preferencia frente a la ley, pudiendo, incluso, contradecirla, especialmente si la costumbre posee carácter inmemorial.

✠ Juan II de Aragón.



✠ 3.- Navarra. Reducto ultra pirenaico en la Península Ibérica. Las dinastías galas.

El primer monarca de la dinastía Evreux será Luis I el Hosco. Su nieto Carlos II el Malo (1349-1387), con un comportamiento más cercano al de un bandido que al de un monarca; será un rey desleal en los tratados y desconsiderado con sus súbditos. Le sucede, Carlos III el Noble (1387-1425), su hijo y antítesis, pues solucionó pacíficamente sus conflictos, manteniendo buenas relaciones con sus vecinos peninsulares.

Tras su defunción, será rey su yerno Juan I, mientras que su nieto Carlos es nombrado primer Príncipe de Viana, título reservado a los herederos del Reino de Navarra, que en la actualidad de suma al de Príncipe de Asturias para el heredero de la Corona española. 

✠ Carlos. Príncipe de Viana.




El Príncipe de Viana (1421-1461), fue un hombre pacífico y bondadoso, mecenas de cultura y arte. La más destacada de sus obras fue "Crónica de los reyes de Navarra". Debido a una serie de diferencias entre ambos, se inició una guerra civil, entre los partidarios del príncipe de Viana, los “beamonteses”, y los partidarios del monarca o “agramonteses”. Fue derrotado el príncipe en la batalla de Aibar (1451). Juan II reconocía entonces como herederos de Navarra a su hija Leonor y a su esposo Gastón de Foix, adviniendo de esta forma la dinastía de Foix alreino de Navarra. La división de la nobleza en dos bandos supuso el retroceso del desarrollo social, por lo que el abandono del feudalismo en Navarra, medio siglo después, supuso la pérdida de la independencia. Su nieta Catalina, casada con Juan de Albrit, fueron los últimos reyes privativos de Navarra, ya que en 1512 pasó Navarra a formar parte de Castilla.

✠ Juan II de Aragón y de Navarra.




✠ 4. Conclusiones del capítulo III.

Desde mediados del S. XIV, y hasta finales del S. XV, el aumento del territorio cristiano en la Península es nulo, debido a los fracasos militares por parte tanto de los reyes castellanos como aragoneses. A lo largo de la Edad Media, las realezas hispanas bajomedievales nunca tendrán necesidad de recurrir a la sacralización, algo imprescindible en las monarquías septentrionales europeas, puesto que en la Península pervivió el concepto de imperium romano, el poder ejercido por el rey durante los tiempos medievales y siempre hubo una estrecha relación entre la tierra y sus habitantes; esto ocurrió incluso con los Trastámara, una realeza de orígenes pobres. En su lugar empleará la reconquista como método legitimista, unido ello a la protección de la Iglesia y a la propaganda historiográfica.

Las cortes castellanas, desarrolladas durante el S. XIV, parecían que iban a imponer unos límites constantes y prácticos al poder real, en los apartados legislativo y financiero, pero pronto comienza la decadencia, debido a que la convocatoria de estas dependerá de la voluntad del rey, por lo que dejaron de ser relevantes, al estar su uso restringido. Otra problemática a la que se enfrentarán los monarcas es la prohibición por parte del Derecho Canónico de una práctica común entre la realeza, los matrimonios de consanguinidad,(Concilio de Letrán, 1215), llegando algunos a ser vetados por el Pontífice.

La vida y la obra del Papa Luna (Benedicto XIII), ocupan un lugar especial en este marco que comparten la historia eclesiástica y la política peninsular. Benedicto trata de poner en pie una iglesia nacional hispánica bajo su obediencia, aunque finalmente fracasará tras el concilio de Constanza (1414-1418), que triunfa al resolver el Gran Cisma de Occidente.

✠ Benedicto XIII (el Papa Luna).





✠ Capítulo IV: A modo de conclusión, la plenitud nacional.

La larga duración de la Reconquista (711-1492) se deberá a las divisiones internas de los reinos cristianos, incapaces de dejar a un lado sus disputas dinásticas y territoriales para lograr una unificación geográfica. Este enfrentamiento entre nobleza y monarquía, aparte de constituir un desafío al poder monárquico, poseía una serie de inconvenientes añadidos al mero hecho de la división de esfuerzos, como son los numerosos hombres que se perdían en las guerras civiles y conflictos internos, junto al tiempo y al dinero que costaban. Otro elemento que dificulta la tarea es la composición de los ejércitos medievales, formados principalmente por “mesnadas señoriales”; ha de añadirse también la imperiosa necesidad de una continua repoblación para asentar definitivamente las conquistas. Fernando II el Católico, rey de Aragón, dirigirá la expansión aragonesa hacia el Mediterráneo (Nápoles). Su matrimonio con Isabel de Castilla, quien usurpó el trono por tener un mayor apoyo político (aunque sus logros políticos la legitimaron después) y la ulterior unión geográfica tras la toma de Granada y la anexión de Navarra (1512), sentarán las bases de la unificación de España. Tras comprender lo ocurrido en reinados anteriores, ambos monarcas deciden actuar siempre de común acuerdo, sin permitir que los dividan. Uno de los acontecimientos más relevantes del reinado de los Reyes Católicos es la conquista de Granada (1492), completándose así la Reconquista.

✠ La conquista de Granada.


 



Pero esto no hará desaparecer el sustrato cultural andalusí de la Península, cuyo legado es parte indispensable de la identidad hispana. Pero si importante fue la consecución de la unidad territorial hispánica, no lo fue menos otro suceso acontecido también en 1492, el descubrimiento de América de manos del navegante genovés Cristóbal Colón.

✠ El descubrimiento de América.



Este hecho aportó enormes cantidades de oro y plata a las arcas del futuro Imperio español. La unión política, sin embargo, no trajo consigo una unificación de un Derecho que permaneció con principios jurídicos diferentes. No obstante, la mayor extensión y riqueza de Castilla hará que los nuevos territorios incorporados, especialmente las Indias, entraran en la órbita del Derecho castellano, que tendió, así, a aparecer como el Derecho español por antonomasia.

El resto de numerosos e importantes acontecimientos que acontecieron en el reinado de los Reyes Católicos: la expulsión de los judíos, la ocupación de las Canarias, el establecimiento de la Inquisición… supusieron la instauración de un orden nuevo, basado en una monarquía autoritaria unificada religiosamente en torno al cristianismo, que centralizaba el poder y la toma de decisiones. También se caracteriza por la desaparición de los conflictos nobiliarios entre los linajes, al hacerlos entrar en un régimen jurídico que garantizaba el status social.

Su reinado conjunto marcó definitivamente las pautas para el comienzo de la Edad Moderna en España.

FUENTES:

Asociación Reales Tercios.

LA FORJA DE UNA NACIÓN.

La Reconquista y el Medievo: Los cimientos de nuestra España.

Segundo Premio I Certamen Nacional de Historia.

Gonzalo Linares Matás. 


"ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE ESTUDIOS HISTÓRICO MEDIEVALES”.

“CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS TEMPLARIOS”.

“PRIORATO TEMPLARIO DE SAN BERNARDO DE CLARAVAL”.

"PRECEPTORÍA NACIONAL".

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠

Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠  Estudios y Análisis Históricos.

✠  Efemérides, personajes, lugares y hechos históricos. 

✠ “LA BATALLA DE MANTZIKERT, EL COMIENZO DE LAS CRUZADAS A TIERRA SANTA".

✠ El 26 de agosto de 1071: Cerca de Muş, en la Batalla de Manzikert (actual Turquía), los turcos selyúcidas bajo el mando de Alp Arslan, derrotan a las tropas bizantinas y capturan al Emperador Romano IV Diógenes, que es llevado ante Alp Arslán que se muestra magnánimo en la victoria y lo deja en libertad tras firmar un tratado de paz en condiciones aceptables: Romano pagará un millón de monedas y entregará Manzikert, Edesa, Manjib y Antioquía, lo que supondrá el comienzo de la caída del Imperio Bizantino al abrir las puertas de Anatolia al empuje turco y la repoblación de numerosas zonas de Asia Menor. A cambio de esto, ambos imperios permanecerán en paz. Una vez fallecido Romano IV, Alp Arslam considerará que el trato acordado por ambos tras la batalla de Manzikert, habrá caducado y se sentirá liberado para continuar atacando al Imperio Bizantino. (Hace 952 años).

La batalla de Mantzikert puede considerarse como uno de los mayores desastres sufridos por el Imperio de Bizancio en sus casi diez siglos de existencia. La humillación fue tan grande que un emperador, Romano IV Diógenes, acabó siendo capturado por los turcos selyúcidas de Alp Arslan al término de los combates. No se registraba un hecho parecido en los anales del estado romano desde el año 260 D.C., cuando otro emperador, Valeriano, había sido apresado por el rey persa Shapur. 

La derrota en esta batalla fue el detonante principal para que comenzasen las Cruzadas a Tierra Santa.

En el presente estudio realizamos un análisis exhaustivo de los sucesos que llevaron a los bizantinos hacia el abismo. ¿Pero fue Mantzikert la causa del mismo?

✠ "Parte I: Las invasiones selyúcidas". 

Introducción:

Batallas decisivas en la historia de la Humanidad hubo muchas. Desde la Antigüedad Clásica, pueden seleccionarse un centenar sin recurrir a un libro de Historia; recordemos algunas de ellas eludiendo detalles: Kadesh, Maratón, Salamina, Siracusa, Gaugamela, Zama, Cannas, Cartago, Carras, Alesia, Farsalia, Actio, Teutoburgo, Adrianópolis, Campos Cataláunicos, Tricameron, Yarmuk, Qadissiya, Nehavend, Balatista, Hastings, Navas de Tolosa, Hattin, Constantinopla (1204), Kalka, Kulikovo, Campo de los Mirlos, Nicópolis, Ankara, Crecy, Agincourt, Varna, Constantinopla (1453), Rodas, Moachs, Viena… la lista es interminable y eso que solo hemos alcanzado las postrimerías de la Edad Media. De todas ellas quizá sea Mantzikert una de las más dramáticas al mismo tiempo que una de las menos tenidas en cuenta por la historiografía occidental. Se puede llegar a afirmar sin temor a equivocarse que, inclusive, se le ha dado mayor trascendencia al enfrentamiento de Poitiers (Carlos Martel frente a una fuerza expedicionaria árabe) que, en honor de la verdad, nunca llegó a superar en cuanto a magnitud y trascendencia a una mera riña fronteriza de avanzadillas expedicionarias. Sin duda alguna, Mantzikert fue mucho más que eso y su legado aún en la actualidad sigue pesando sobre algunos pueblos al mismo tiempo que es celebrado por otros. Pero, ¿qué fue Mantzikert y qué se jugó en el campo de batalla?

✠ "La sensación de cada historiador respecto a la gran batalla: deshojando la margarita":

- Georg Ostrogorsky. “Historia del Estado Bizantino”. Pág. 338-339. “El 19 de agosto de 1071, cerca de la ciudad armenia de Mantzikert, no lejos del lago Van, el  ejército mercenario (bizantino), numéricamente superior pero heterogéneo e indisciplinado, sufrió una derrota aplastante frente a las tropas de Alp Arslan (turcos selyúcidas). El emperador mismo (Romano I Diógenes), cayó prisionero… Fue este feroz epílogo (el historiador se refiere aquí a la dramática sucesión de Romano IV Diógenes), el que convirtió la derrota sufrida en mantzikert en una verdadera catástrofe, ya que el tratado celebrado entre Alp Arslan y el emperador Romano había perdido ahora su validez y los turcos aprovecharon la ocasión para declarar una guerra ofensiva y de conquista. Tal como sucedió en tiempos de la gran invasión árabe, el Imperio enfrentaba nuevamente al peligro de ser conquistado por el enemigo. En aquella ocasión, sin embargo, el ataque agresor se había encontrado con la heroica voluntad defensiva de los sucesores de Heraclio e interiormente el Imperio estaba sano.

Pero en este momento todo estaba sumido en la más profunda desintegración, el fuerte sistema defensivo de los estratiotas campesinos estaba en la ruina y como contrincante de los poderosos sultanes turcos reinaba en la ciudad imperial, rodeado de cortesanos intrigantes y de letrados locuaces, el mísero discípulo de Miguel Psellos, un ratón de biblioteca que desconocía la vida real, cuyas energías físicas y psíquicas ya se habían agotado prematuramente (el autor se refiere a Miguel VII)”. 

- The History Collection. University of Wisconsin Digital Collections. Baldwin, M. W. 1969. Pág. 149. “La batalla de Mantzikert marcó el comienzo de un nuevo período”. Pág.192. “La campaña de 1071 fue el mayor esfuerzo realizado por Bizancio para detener las incursiones selyúcidas. Fuentes orientales cifran la fuerza liderada por Romano Diógenes tierra adentro de Armenia en 300.000 hombres, agregando además que se trataba de un ejército bien equipado, provisto de una amplia gama de armamento y de máquinas de asedio. Se trata, sin lugar a dudas, de una exageración por parte de aquéllas. Las tropas bizantinas eran ciertamente superiores en número respecto a las anteriores fuerzas conducidas por Romano en Asia Menor. En cuanto a moral, cohesión y equipamiento, en cambio, resultaban inferiores. Se trataba en esta ocasión de un ejército compuesto por griegos, alanos, eslavos, uzos, varegos, normandos, pechenegos, armenios y georgianos. E inclusive entre algunos de estos grupos, por ejemplo griegos y armenios, reinaba la más absoluta desconfianza. Otros, en cambio, como sucedía con los uzos, eran turcos emparentados con los selyúcidas a cuyo bando desertaron en el fragor de la lucha. Y aún el número del ejército fue sensiblemente inferior al estimado en el momento mismo del enfrentamiento; había destacamentos de normandos al mando de Roussel de Bailleul y contingentes georgianos liderados por Jorge Tarchaniotes que habían sido despachados a la fortaleza de Qalat, en el lago Van, mientras que otros tantos habían sido asignados a la recolección de provisiones”… Pág. 193. “Destituido Romano Diógenes, Alp Arslan dio libertad de acción a sus bandas (para pillar Asia Menor). Ellas pronto inundaron la región en la que estaban destinados a asentarse. Fueron ayudadas en la empresa por la anarquía reinante que se había desencadenado durante el reinado de Miguel VII”. 

- Alexander A. Vasiliev. “Historia del Imperio Bizantino”. “La batalla de Mantzikert tuvo grandes consecuencias para el Imperio. Aunque según el tratado - cuyas cláusulas no conocemos bien en detalle-, Bizancio no cediera probablemente territorio alguno a Alp Arslan, sus pérdidas eran considerables, ya que el ejército que defendía las fronteras de Asia Menor estaba aniquilado y el Imperio era incapaz de resistir una nueva invasión turca en aquella región. La deplorable situación del Imperio se agravó aun más con el gobierno antimilitarista del débil Miguel VII. La derrota de Mantzikert asestó un golpe mortal al dominio bizantino en Asia Menor, es decir, en comarcas esenciales para el Imperio. “Desde 1071 no hubo ejército bizantino para resistir a los turcos” (Laurent). El historiador Gfrorer llega a decir que aquella batalla entregó a los turcos el Imperio bizantino entero, y Gelzer considera que tan grave suceso fue “el toque de agonía del Imperio bizantino... y aunque sus consecuencias no se notasen inmediatamente en todos sus espantables aspectos, no por ello dejó de quedar en pie ésto: que el Oriente de Asia Menor, Armenia y Capadocia — que habían dado al Imperio tantos ilustres emperadores y soldados y eran la principal fuerza del Imperio —, se habían perdido para siempre y los turcos plantaban sus tiendas de nómadas sobre las ruinas de la antigua gloria romana. La cuna de la civilización se convirtió en presa de la fuerza bruta y de los bárbaros musulmanes”. 

- Franz Georg Maier. “Bizancio”. Pág. 229. “Fue entonces cuando Manzicerta se convirtió en una catástrofe. Los turcos, que habían apoyado al emperador Romano en su intento de volver al trono, anularon los acuerdos firmados con el desgraciado emperador (depuesto por Miguel VII), e invadieron de nuevo el territorio bizantino.

Miguel VII y sus consejeros no estaban ya en condiciones de levantar otro dique contra el torrente selyúcida. Toda Asia Menor sería en los próximos años una presa fácil para los invasores turcos”. 

- Carlos Diehl. “Grandeza y Servidumbre de Bizancio”. Pág. 22. “En 1081 tres emperadores se disputaban el poder, y los turcos, vencedores de Romano IV Diógenes en la desastrosa jornada de Mantzikert (1071), acampaban casi frente a Constantinopla. Parecía estarse en vísperas de la ruina”. 

- Claude Cahen. “El Islam”, pág. 278. “Todo terminó con el desastre de Mantzikert (1071), donde, por primera vez en la historia musulmana, fue hecho prisionero un Basileus. Alp Arslan no aspiraba a la conquista de Asia Menor donde, por falta de cuadros musulmanes, corría el peligro de no poder mantener el dominio sobre sus indisciplinados turcomanos; deseoso de emprender la conquista de Egipto y no creyendo, por ahora, en una posible destrucción del eterno Imperio Romano, deseaba una reconciliación entre los dos imperios. Pero el hecho de que Bizancio fuese incapaz de oponer ninguna resistencia a los turcomanos hizo que éstos y sobre todo los que no tenían deseos de obedecer al sultán, se quedasen allí. Los partidos bizantinos, recurriendo a ellos los unos contra los otros, hicieron el resto, abriéndoles las puertas de las ciudades. En pocos años fue ocupada toda el Asia Menor, y, si no fue organizado un nuevo estado, cosa de la que los turcomanos todavía eran incapaces, al menos se destruyó el antiguo y se sentaron las bases de una población, de un modo de vida, nuevos, que serían el origen de la futura Turquía”. 

- E. Platagean, A. Ducellier, C. Asdracha y R. Mantrán. “Historia de Bizancio”. Pág. 182. “La pérdida de Anatolia no es, en efecto, fatal inmediatamente después de Mantzikert. El vencedor, el sultán Alp Arslan, no tuvo en absoluto la intención de establecerse allí, pues el verdadero objetivo de este soberano muy ortodoxo era hacer desaparecer el califato herético de los fatimíes de Egipto. De hecho, las convulsiones internas del Imperio combinadas con un grave error de apreciación del peligro turco consolidaron el destino de Asia (Menor)”. 

- Warren Treadgold. “Breve Historia de Bizancio”, pág. 205. “Al no encontrar resistencia (tras la batalla de Mantzikert), los turcos prosiguieron su avance y pronto empezaron a plantearse no solo el saqueo, sino la conquista. La ausencia de Romano hizo que los soldados que quedaban aún en los themas abandonasen las armas”.

- No obstante, no es otro que Sir Steven Runciman en su trilogía “Historia de las Cruzadas”, Volumen I, págs. 74 y 75, quien, a nuestro juicio, emite la mejor sentencia acerca del resultado de la gran batalla. “La batalla de Manzikert fue el desastre más decisivo en la historia de Bizancio. Los bizantinos, por su parte, no se hicieron ninguna ilusión sobre el particular. Sin cesar aluden sus historiadores a ese día espantoso. A los cruzados posteriores les parecía que los bizantinos se habían jugado en el campo de batalla el título de protectores de la Cristiandad. Manzikert justificaba la intervención de Occidente. Los turcos sacaron poco provecho inmediato de su victoria. Alp Arslan había conseguido su objetivo. Su flanco estaba seguro y había alejado el peligro de una alianza bizantino-fatimita… Tampoco su hijo y sucesor, Malik Sha,… emprendería la invasión del Asia Menor. Pero sus súbditos turcomanos estaban en movimiento. No había querido asentarlos en las antiguas tierras del Califato; sin embargo, las llanuras centrales de Anatolia, despobladas y convertidas en pastos de ovejas por los magnates bizantinos, eran perfectamente adecuadas para ellos. Encomendó a su primo, Suleimán ibn Kutulmish, la tarea de conquistar el país para el pueblo turco”. 

Así, pues, hay un consenso general entre los principales historiadores en señalar la trascendental importancia que tuvo Mantzikert tanto para bizantinos como para turcos.

Pero tratemos de entender un poco más el alcance y las consecuencias de la legendaria batalla, partiendo de las fortalezas y debilidades de los bandos que se enfrentaban. 

✠ 1.- "Turcos selyúcidas. Desde Turkestán hasta Irak". 

La tarea de esbozar la aparición y encumbramiento de los turcos selyúcidas en unas pocas líneas es una misión harto complicada aunque necesaria para entender tanto el significado de Mantzikert como las consecuencias directas de la gran batalla. Hacia el año 1000 los turcos habían fundado algunos estados entre Europa y China y el de los qarajani había sido, sin lugar a dudas, el primero en adoptar el Islam. Sin embargo, no serían sino los selyúcidas quienes erigirían el primer estado turco, mahometano de religión, de características eminentemente no regionales.

El Turkestán, la comarca originaria de los pueblos turcos, siempre había cobijado dinastías y linajes con escasa o casi nula propensión hacia algún progreso cultural. En determinados momentos de la Historia llegaron a prender en su áspero suelo algunas ciudades e, inclusive, incipientes entidades políticas que quedaron a medio camino en su desarrollo institucional. Hacia el siglo X a la comarca le tocó el turno de asistir al advenimiento del Islam por obra de la dinastía persa de los samanidas, la misma que debió contemplar su propia extinción a manos de aquéllos a los que había llevado la palabra del Profeta. Triste paradoja del destino. Desde entonces, casi todas las poblaciones afincadas en el Turkestán voltearían sus miradas indefectiblemente hacia Mesopotamia y la cuenca del Mediterráneo Oriental, es decir, las mismas latitudes de dónde les había llegado el Islam.

A partir del establecimiento del estado islámico de los ghasnávida o raznevíes, que se extendía entre Lahore, al Este, e Ispahán, al Oeste, la presencia turca en Mesopotamia se fue consolidando progresivamente. Los emires de la región, e inclusive el propio califa, comenzaron a contratar bandas de turcos como guardia de corps o como mercenarios para sus ejércitos regulares. Con el paso del tiempo, los grupos de emigrantes empezaron a aspirar a algo mejor que conformar meros contingentes complementarios. Al promediar el primer cuarto del siglo XI, la familia de un viejo líder uguz llamado Selyuq, originaria de la zona de Djand (al este del Mar de Aral), sumándose al proceso migratorio, cargó sus petates a través de Transoxiana, adónde entró al servicio de un emir samani, primero, y de un qarajani después. Desde esa cómoda posición los recién llegados aventureros pudieron admirar los progresos que habían alcanzado algo más al Sur sus primos cercanos, los raznevíes de Ghazni. La visión de tales logros les hizo emigrar una vez más y establecerse en el Jurasán (1025), adonde ocuparon el espacio vacío que había dejado otra tribu de turcomanos que ahora viajaba rumbo a Mesopotamia.

Guiados por Sagri (Chagri) y Tugril Beg (Togrul o Tughru), los selyúcidas tuvieron la suficiente capacidad como para saber instalarse entre los solapamientos creados por la difícil dialéctica que mantenían la arcaica comunidad agrícola de la provincia y los acólitos oficiales del régimen razneví. El descontrol y la rapiña reinantes, padecidos de manera acuciante por la población sedentaria, fueron una invitación que Sagri y Tugril resolvieron aceptar con tal de despojar a los raznevíes de sus posesiones en Jurasán. Cuestión de oportunismo que les valió al cabo la captura de las grandes ciudades de Merv, Tus, Nisapur y Tabas. Cuando los raznevíes pretendieron reaccionar, su pesada caballería resultó aniquilada por los versátiles jinetes selyúcidas en Dandanqan (1040), al sudeste de Merv. 

Dandanqan fue en definitiva una lección que los bizantinos habrían tomado con gusto si hubiesen tenido la ocasión, con tal de evitar lo que les sobrevendría poco tiempo después en Mantzikert. Acobardados por la persecución de Sagri, los raznevíes buscaron refugio en el norte de India, regalando el Jurasán y parte de Sistan a sus vencedores. Tugril Beg, entretanto, iniciaba la conquista de Irán, tomando Ravy y Hamadán en 1046, e Ispahán, que se convertiría en su capital, en 1050. El siguiente paso de los selyúcidas, autoproclamados defensores de la ortodoxia sunni, fue acudir en defensa del Califa abasida contra el enemigo herético de los chiítas, personificados por los buwayhíes (buyíes), de Irak y los fatimíes de Egipto. La entrada en Bagdad de Tugril Beg, acontecida en 1055, fue saludada con júbilo por los sunitas, que se mostraron encantados ante el desmoronamiento de la autoridad de sus adversarios, acontecido sobre todo tras la derrota del despreciado visir al-Basasiri. 

Hacia 1058 Tugril Beg se había convertido, con la venia del Califa, en rey y sultán de Oriente y Occidente, mientras sus primos y tíos establecían precarios emiratos entre Yuryán y Azerbaiján. Lo que se abría a continuación delante de sus ojos no era otra cosa que una difusa línea tras la cual se escondían los territorios bizantinos de Armenia y Anatolia y las posesiones fatimíes de Siria y Palestina. 

✠ 2.- Bizantinos: en el sendero de la perdición. 

En la persona de Basilio II Bulgaróctonos (976-1025), el Imperio Bizantino encontró la figura de esos extraños personajes que cada tanto arroja la Historia, cuyas obras y logros obligan a establecer bisagras en la evolución de un estado. Como usualmente se suele decir, existió un Imperio antes de Basilio, que alcanzaría la cúspide de su poder con él y que radicalmente cambiaría en un breve lapso de tiempo tras su muerte. Hasta el año 1025, Bizancio se nutrió de la sabiduría de los grandes soberanos de la dinastía macedónica, aquéllos mismos que, legislación y justicia mediante, se consagraron a la tarea de mantener y consolidar la pequeña propiedad. 

Basilio II consideraba que los pequeños propietarios enrolados como estratiotas eran campesinos sujetos a servicio militar permanente. En tanto que labradores dueños de su propio tiempo y de su propia tierra, constituían una valiosa herramienta para frenar el mecanismo de leva feudal que el propio Basilio había tenido la oportunidad de conocer en los territorios de Eustacio Maleinos, un rico terrateniente de Capadocia. El poder de los terratenientes, en consecuencia, guardaba una relación directamente proporcional a la miseria de los soldados campesinos. Cuando ésta aumentaba como resultado de la desidia del poder central, el latifundio renovaba sus intentos por ocupar las tierras de los arruinados campesinos.

Al morir Basilio II Bulgaróctonos el 15 de diciembre de 1025, el Imperio Bizantino se hallaba en la cima de su esplendor. Sus fronteras se extendían desde la península de Crimea y el río Danubio, al Norte, hasta el mediodía de Siria, al Sur, y desde el Lago Van, al Este, hasta los principados de Salerno y Benevento, al Oeste.

Todos los enemigos externos, sin excepción habían sido vencidos sino humillados: el  Imperio Búlgaro del zar Samuel y los territorios servios hasta los límites con Hungría.

Era la primera vez en siglos que la península balcánica volvía a quedar unificada bajo el dominio de los emperadores. Al Este, entretanto, los musulmanes fatimíes de Egipto habían sido contenidos cerca de Emesa y Baalbek, en el Orontes, mientras las armas y la diplomacia bizantinas, en forma conjunta, sometían los reinos armenios ubicados al sur de Georgia. En el interior, la amenaza latifundista había sido momentáneamente conjurada, al contraponérsele una constelación de pequeñas propiedades a cargo de campesinos o estratiotas. Pero la bonanza no duraría mucho. 

Los sucesores del Bulgaróctonos fueron casi todos soberanos ineptos, sobre los cuales recayó la pesada herencia de resolver la contradicción interna surgida en torno al poder centralizado y los grandes terratenientes, o mejor dicho, entre la burocracia civil de la que formaban parte y la aristocracia militar que abastecía su poder merced a los minifundios, desvirtuando la naturaleza del esquema de themas. Pronto se dieron cuenta que el sistema económico y de distribución de tierras que tan celosamente habían defendido los emperadores del siglo X estaba siendo minado desde sus mismas entrañas por la ambición de la nobleza militar que el mismo sistema había engendrado. La miseria de muchos estratiotas, especialmente de las regiones fronterizas de Anatolia, había sido aprovechada por estos magnates, quienes a poco se apropiaban de sus tierras y los degradaban a la condición de colonos. Cada vez más encumbrados por tales maniobras, estos poderosos señores despertaron el recelo de los funcionarios civiles de la corte, que se sentían naturalmente amenazados en su privilegiada posición. Durante años habían manejado los asuntos administrativos del Imperio, y de ellos dependía en definitiva el erario, puesto que el enorme ejército de recaudadores de impuestos que recorría el país de un extremo al otro respondía a sus órdenes. 

La pronunciada cuesta abajo del Imperio, evidenciada en la desintegración de los themas y en el avasallamiento de la pequeña propiedad, obligaron a los sucesores de Basilio a adoptar medidas radicales. Si la consolidación del latifundio atentaba contra la autoridad del poder central entonces había que desmilitarizar al estado como una manera de atemperar la autonomía de los terratenientes. Curiosa medida que vino a tomarse justo cuando los selyúcidas golpeaban a las puertas de Armenia y Anatolia. 

✠ "Las consecuencias inmediatas del advenimiento turco". 

El establecimiento de los turcos selyúcidas como protectores del califato abasida, que tuvo lugar tras la entrada de Tugril Beg en Bagdad (1055), trajo nuevos motivos de preocupación a la gran mayoría de los estados vecinos. Hasta entonces, el debilitamiento de la autoridad califal había provocado esencialmente serios trastornos en las vías habituales empleadas para el intercambio comercial. Las principales rutas de comercio que atravesaban Irak permitiendo el intercambio de mercaderías entre Europa, por un lado, y China, India y Medio Oriente, por el otro, seguían prácticamente senderos paralelos con una escala en común que era Constantinopla. La meridional, que pasaba por Kirat, Ispahán y Bagdad cruzando luego la Alta Mesopotamia y el Jezireh, se bifurcaba más tarde en Antioquía, dónde los mercaderes podían optar por la opción terrestre que cruzaba Anatolia, o la marítima que se valía de los puertos del litoral mediterráneo. En ambos casos la seguridad estaba garantizada a través de la armada o del ejército imperial que, desde los días de Nicéforo II, guardaban celosamente los territorios reconquistados al Islam. La ruta septentrional, entretanto, procediendo del Lejano Oriente, cruzaba el Jurasán y el norte de Irak pasando por Herat, Rayy y Tabriz; en este punto se internaba en Azerbaiján y Armenia para alcanzar Trebizonda, a orillas del Mar Negro. Como ya se ha indicado, tanto una como otra confluían necesariamente en las radas de Constantinopla antes de acometer la etapa final de su recorrido hacia Occidente. 

Al detenerse el avance del Islam en el siglo X, los grandes estados que compartían frontera en Siria, Palestina y la Alta Mesopotamia, es decir, los califatos de Bagdad y Egipto y el Imperio Romano, tuvieron un marco de mayor certidumbre para trocar entre sí. Cierto es que ocasionalmente estallaban conflictos entre ellos que se cerraban tan pronto primaba la cordura y el buen tino. Sin embargo, la irrupción de los pueblos turcos en Irán e Irak vino a alterar el statu quo trayendo inestabilidad y levantando una nueva ola de fanatismo entre los seguidores del Profeta pertenecientes a la fe sunni. El desorden resultante fue una herida mortal para las tradicionales rutas comerciales al mismo tiempo que una tentación para pillar las atestadas caravanas que recorrían el país en una y otra dirección. No obstante, el golpe de gracia lo asestaron los selyúcidas cuando, tomándose a pecho las palabras del Califa, empezaron a perseguir a sus rivales chiítas, entre los cuales se hallaban los fatimíes de El Cairo. Las hostilidades entre Sagri Beg y los sucesores raznevíes de Mahmud, confinados entre Ghazni y Lahore, la conquista de Bagdad, y la ambición desmedida de los parientes de Selyuq por apropiarse de emiratos al sur del Mar Caspio, causaron graves problemas al flujo comercial que se canalizaba a través de los circuitos anteriormente descritos. La respuesta natural fue encontrar nuevas rutas y la que se valía del Océano Indico y del Mar Rojo para alcanzar Egipto y posteriormente Occidente resultó ser la mejor opción.

Por desgracia, no tenía en cuenta a Constantinopla, cuestión que, al promediar el siglo XI, agregaría mayores calamidades a las que ya cargaba el Imperio sobre sus hombros. 

✠ "Tugril Beg y las primeras invasiones selyúcidas". 

La aparición de los turcos selyúcidas en Medio Oriente, acontecida en la primera mitad del siglo XI, provocó profundas transformaciones en el ámbito del Islam y, como veremos a continuación, habría de dejar su impronta no solo en la esfera del Imperio Bizantino sino en la Cristiandad oriental en su conjunto (romeos, armenios, georgianos, cristianos jacobitas, etc.). Convertidos en ghazis (guerreros de la Fe), por voluntad propia y por que llevaban en la sangre el espíritu aventurero de sus antepasados escitas, estos grupos nómadas fueron pronto bautizados con el nombre de turcomanos por las poblaciones sedentarias que debían padecer sus vertiginosas razias (creando una primera confusión etimológica al respecto). La expulsión de los buyíes del corazón del califato no solo no aplacó a Tugril Beg y a sus secuaces sino que les abrió un nuevo campo de acción donde ejercitar la lucha contra el infiel trinitario y el hereje chiíta. Entretanto más y más bandas de turcomanos seguían convergiendo en Mesopotamia provenientes de sus territorios ancestrales emplazados entre el Turkestán y la zona de Jwarizm.

Ya en 1047 un príncipe selyúcida llamado Ibrahim Inal, hermanastro de Tugril, había probado suerte al oeste del lago Rezaye. En su avance por Armenia había llegado inclusive a saquear la ciudad bizantina de Teodosiópolis, aunque un ejército imperial acabó derrotándole en las inmediaciones de la ciudad. En los años siguientes, las incursiones sobre la frontera griega se intensificaron; en 1052 fue saqueada Melitene y dos años más tarde el mismísimo Tugril se animó a poner sitio a la fortaleza de Mantzikert tras tomar Arjish.

La reacción de Bizancio empezó con los primeros ataques turcomanos que se sucedieron durante el último tramo del reinado de Basilio II y consistió en incorporar algunos principados armenios para levantar una línea defensiva más cohesionada. En 1045 Constantino IX Monómaco consiguió que el Catolicós de Armenia le entregara Ani, la capital del reino, a sus delegados. Pareció un gran éxito pero en realidad fue una enorme equivocación. Al respecto, las palabras de Jean Pierre Alem no pueden ser más elocuentes: 

“los bizantinos, después de haber ocupado Armenia, fueron incapaces de defenderla. Los armenios, luchando a las órdenes de su rey y de sus generales, habían tenido en jaque, hasta entonces, a los turanios. Desorganizados por la invasión de los griegos, no pudieron paliar la falta de aquéllos, sino con una resistencia esporádica.

No habían pasado tres años aún desde el fin del reinado de Gaguic, cuando los selyúcidas acamparon en Armenia y cometieron las peores devastaciones”.

Para colmo de males, a poco de la incorporación de Armenia, la ortodoxia capitalina en uno de sus inoportunos arranques de intolerancia religiosa, desataba la persecución sobre las comunidades de creyentes armenios, aumentando la conmoción y la desorganización en los lejanos themas del Eúfrates. Anexionándose el reino de los Bagrátidas, Constantino IX había dejado expuesto su flanco oriental a los turcos selyúcidas, justo en el preciso momento en que la política “civilista”, echando mano a los recortes en el presupuesto militar, sacrificaba la seguridad del Imperio en aras de un renacimiento económico que nunca llegaría a eclosionar.

A los turcos poco le importaron los dislates cometidos por los gobernantes bizantinos. Por el contrario, se aprovecharon de ellos para seguir presionando sobre los themas orientales del Imperio, cada vez más descuidados por los burócratas civiles que mandaban en Constantinopla. En sus campañas contra los territorios armenios, georgianos y griegos, Tugril Beg empleó una y otra vez a los díscolos turcomanos, debiendo hacer equilibrio entre las ventajas y las desventajas que le otorgaba el uso de tales aliados: por un lado una fuerza numéricamente importante, siempre dispuesta a cumplir con el mandato ghazi que había prendido en ellos tras su conversión al islamismo, y, por el otro, la incertidumbre que suponía apoyarse en grupos extremadamente indóciles que en cualquier momento podían dar asilo a sus rivales políticos. Tal vez haya sido por ésta última razón que el líder selyúcida nunca accedía a que los turcomanos las emprendieran por su cuenta; siempre, en cada algarada, o participaba él mismo en persona o lo hacía a través de parientes de confianza: sus primos Asan e Ibrahim Inal. 

A la vez que Tugril, con la asistencia de los turcomanos, sostenía una política agresiva en el Noroeste, sus lugartenientes se preocupaban por consolidar su autoridad en las provincias islámicas de Irak e Irán. En estas latitudes se empleó básicamente una combinación de fuerza militar y diplomacia para neutralizar primero, y ganar para la causa selyúcida después, a los principales jefes tribales, lo que se evidenció sobre todo en regiones tan distantes como Kurdistán y Siria oriental.

El respaldo del califa de Bagdad, concedido a Tugril en 1055, jugó también un papel decisivo al momento de definir lealtades, aunque también generó desconfianza y descontento. Los chiítas, sintiendo la persecución fanática de los ghazis, cerraron filas en torno al desterrado visir al-Basasiri y empezaron a crear problemas desde sus bases en Siria. Los inconvenientes creados por algunas revueltas de turcomanos en el Norte y por la deserción de Ibrahim Inal, quien deploraba la política condescendiente de su amo hacia los caudillos turcomanos, casi hizo perder la jornada a los selyúcidas. En la coyuntura, al-Basasiri, asistido por refuerzos del califa de El Cairo, consiguió recuperar Bagdad y expulsar a la corte abasida, que fue acogida en el exilio por un jeque árabe.

No obstante, Tugril no se desesperó. Contaba aún con la aceptación de la mayoría de sus parientes (entre ellos, los hijos de su hermano Sagri Beg), y con el apoyo de algunos jefes turcomanos por lo que, valiéndose de este respaldo, se decidió a eliminar, de una vez y para siempre, las amenazas que se cernían sobre su liderazgo. Así, pues, marchó en primer lugar contra los revoltosos que habían subvertido el orden en Mesopotamia, empresa en la que contó con la cooperación de la maltratada población sedentaria del lugar. Luego, habiendo capturado a su otrora leal medio hermano, Ibrahim Inal, le mandó estrangular, con lo que pudo restablecer su ascendiente sobre gran parte de Irak. La cuarta y última fase de su campaña se cerró con una victoria rotunda sobre sus rivales chiítas: al-Basasiri fue perseguido hasta Siria y el Califa abasida restituido en su palacio de Bagdad. Fue entonces cuando Tugril, celebrando la restauración de sus dominios en Mesopotamia (1059), llevó a sus diestros jinetes hasta las murallas de Sebastea, en el corazón de Anatolia.

Tugril Beg murió en 1063. Había llegado a convertirse en el primer sultán de los grandes selyúcidas. Y en período que le tocó ejercer tal cargo desde su retorno a Bagdad (1059-1063), jamás pretendió incomodar la presencia o la investidura del Califa. Fue sucedido, no sin que antes mediaran luchas fratricidas, por uno de sus sobrinos, Alp Arslan.

✠ "Entre la retórica, la filosofía y la intelectualidad: Bizancio más vulnerable que nunca".

A medida que los enemigos y ocasionales adversarios de los sultanes selyúcidas iban cayendo uno tras otro en Irán e Irak, se hizo patente que el único dique que podría contener la marejada oriental en su camino hacia Occidente era el Imperio Bizantino. 

Pero hacia mediados del siglo XI, como ya hemos mencionado anteriormente, el estado romano no pasaba por su mejor momento. Al intento de la aristocracia militar por cambiar las tornas de una debacle que se anunciaba como segura le siguió la rápida reacción de la Iglesia y del partido civil, liderados por el primer ministro Miguel Psellos, el patriarca Constantino Leichoudes y la familia Ducas. El breve reinado de Isaac I Comneno (1057-1059), con el que la clase castrense pretendió apuntalar el poderío imperial acabó en el infortunio cuando el basileo, medio enfermo y medio intimidado por sus rivales, adoptó los hábitos religiosos y se retiró como monje al convento de Studion. Los burócratas civiles volvían a tomar las riendas del Imperio.

Bien pronto, Psellos y el patriarca capitalino se ocuparon de promover a Constantino Ducas como nuevo emperador. El flamante basileo, que asumió la púrpura con el nombre de Constantino X (1059-1067), era un miembro del partido civil que se había destacado al frente de la tesorería imperial. Así pues, se trataba de un hombre que había transcurrido su vida a la sombra de la ideología imperante en la corte bizantina del último cuarto de siglo, aquélla misma que según Gelzer había concebido una infortunada época signada por “el reinado de los burócratas, de los retóricos y de los sabios”. En tal condición el nuevo emperador sentía una especial animadversión hacia el bando militar y veía en los generales y terratenientes que le rodeaban, a potenciales conspiradores deseosos de provocar un cambio de régimen. Sin haber tomado nunca las armas ni servido en el ejército era de todo menos soldado y, en esa tónica, sus primeras medidas estuvieron en sintonía con su pensamiento.

Los recortes en el presupuesto militar, realizados bajo el reinado de Constantino X, pudieron obedecer a tales temores, aunque también es cierto que la conquista selyúcida de Irán e Irak había provocado un serio descalabro en las tradicionales arterias comerciales, afectando las rentas aduaneras del Imperio. Fuere una causa o la otra, o ambas a la vez, no cabe duda que la austeridad en el campo castrense resultó fatal.

Mientras en Constantinopla el basileo se dedicaba cómodamente a suprimir cargos, partidas y vituallas y a licenciar tropas, en Armenia los turcos selyúcidas cometían las peores atrocidades, saqueando, mancillando y asesinando a su población.

Las invasiones selyúcidas empezaron en serio tras la muerte de Tugril Beg en 1063. Su sucesor, un hijo de Sagri llamado Alp Arslan, había aprendido de su tío que cuanto mejor emplease a los turcomanos en las campañas contra el infiel, menores serían los desmanes que estas bandas causarían entre los grupos sedentarios que habitaban el recientemente instaurado sultanato. Por tanto, al frente de lo mejor de su estirpe y seguido de una interminable línea de jinetes nómadas, marchó presuroso a probar suerte en los territorios que los romeos habían adquirido en Armenia en tiempos de Constantino IX Monómaco (1042-1054).

Cuando el ejército selyúcida irrumpió al norte del lago Van, pillando y matando a diestra y siniestra, los bizantinos descubrieron el error que habían cometido al desarticular el baluarte armenio. De improviso, las avanzadillas turcas se encontraron con el campo deshabitado y, como un torrente descendiendo por la ladera de una montaña, se apoderaron de todo el país. Todas las grandes ciudades de la región fueron asaltadas y conquistadas: Kars, Ani y Dvin, e inclusive los georgianos fueron obligados a replegarse hacia el norte. Sin detener su inercia, Alp Arslan condujo luego a sus huestes hacia el corazón de Anatolia, donde se tomó el tiempo necesario para saquear el santuario principal de Cesarea, la Iglesia de Basilio el Grande, adónde se conservaban las osamentas del venerable santo. Fue un golpe de efecto formidable que empequeñeció la intensidad de los saqueos padecidos con posterioridad en Capadocia, Cilicia y el norte de Siria.

Entretanto, en Constantinopla, un enfermo y moribundo Constantino entregaba paulatinamente el manejo de la cosa pública a su hermano Juan  y a su esposa Eudocia Macrembolitissa. Miguel Psellos, que no tenía noción de lo que se estaba jugando en los themas orientales, se refiere al asunto con las siguientes palabras: “entonces confió todo a su mujer Eudocia, a la que como marido consideraba la más prudente de las mujeres de su tiempo y capaz de dar a sus hijos una estricta educación (…) Ignoro si alguna persona llevó alguna vez una vida más admirada que este emperador o asumió la muerte con más alegría”. Y más adelante no deja dudas en torno a la personalidad del emperador al aseverar: “como destacado estudioso de nuestras letras solía decir ojala se me reconociese por esto y no por mi condición de emperador” (“Cronografía”, págs. 432 y 433). 

✠ "La reacción bizantina: Romano IV Diógenes". 

A pesar de coincidir con lo peor de las devastaciones selyúcidas en Anatolia oriental (conquista de Ani en 1065, ataques sobre Edesa y Antioquía en 1066 y saqueo de Cesarea en 1067), la muerte de Constantino X, acontecida en mayo de 1067, dio a los bizantinos una oportunidad inigualable para recuperar el control de la situación, iniciativa incluida. En la elección del sucesor pesaban entre otras cosas el poderío del partido civil y la omnipresente figura del primer ministro, Miguel Psellos, quien no quería saber nada con un cambio de régimen. Además, a la emperatriz Eudocia le preocupaba sobremanera que la minoridad de sus hijos, Miguel, Andrónico y Constantino, diese motivos a un ulterior desconocimiento de sus derechos al trono si es que un regente debía hacerse cargo de la situación. Tenía el apoyo de su cuñado Juan Ducas, de Psellos y de la Iglesia capitalina, pero el tiempo era su peor enemigo. Por eso cuando el patriarca Juan Xifilinos, presionado por los altos mandos castrenses y consciente de lo que estaba en juego, decidió cambiar sus lealtades, el bando de los burócratas supo de inmediato que había perdido la partida. 

En la lucha contra los pechenegos, que Constantino X había librado con relativo éxito (1064 y 1065), se había destacado especialmente un magnate de Capadocia llamado Romano Diógenes. Dada la angustiosa situación militar que atravesaba el Imperio, las acciones de Romano no pasaron desapercibidas en los círculos de poder de

Constantinopla. Fue llamado de inmediato a la capital y presentado a la emperatriz como futuro soberano. A Eudocia no le quedó más remedio que prestar su consentimiento para la boda, tanto más por cuanto Juan Xifilinos no puso reparos en plegarse a los intereses del partido militar. Así, pues, el 1º de enero de 1068 Romano Diógenes fue coronado emperador con el nombre de Romano IV.

Apenas subido al trono, el nuevo basileo se encontró con que los recursos para hacer la guerra a los enemigos del Imperio eran dramáticamente insuficientes. De un lado, la tesorería padecía la estrechez del reflujo comercial provocado por las invasiones turcas en Medio Oriente, y del otro, el descuido de la legislación antilatifundista, el generalizado licenciamiento de tropas y los caprichosos recortes al presupuesto militar habían creado un caos en el otrora eficaz sistema de themas. Tal vez si la situación internacional hubiese estado más aplacada, la debacle del potencial bélico bizantino no habría quedado tan en evidencia. Pero hacia 1068 el Imperio soportaba el ataque sistemático de sus vecinos inmediatos. Aparte de los selyúcidas en el Este, había enemigos por todos lados. En los Balcanes, dos pueblos nómades, los uzos y los pechenegos, hacían de las suyas vadeando ocasionalmente el límite natural del Danubio e internándose en provechosas partidas de saqueo por la provincia de Bulgaria. Ya durante la década previa habían puesto en serios aprietos a las guarniciones griegas acantonadas a lo largo de ese curso de agua. El mismo Romano había tomado parte en tales enfrentamientos y, cerca de Sofía (1065), el por entonces ignoto general se había adjudicado los laureles al derrotar y poner en fuga a los pechenegos.

La posterior invasión de los uzos fue todavía más devastadora. Adelantándose a la migración de los cumanos, los uzos cruzaron el Danubio y, en bandas de cientos o miles, se dispersaron por Bulgaria pillando y asesinando a su antojo. De nada sirvieron los esfuerzos de los generales comisionados para detenerles; Basilio Apokapes y Nicéforo Botaniates fueron vencidos sin atenuantes y hechos prisioneros. La masiva migración de bárbaros, como los bizantinos se referían al asunto, dejó posiblemente estigmatizados a los “ciudadanos universales” que habitaban las provincias imperiales, desde Tracia hasta Larissa y la misma Tesalónica. Partícipe o cómplice de una conjura contra Constantino X, Romano Diógenes no participó en esta ocasión de la defensa de los territorios balcánicos. Poco tiempo después sería condenado a un efímero exilio que acabaría con el llamado de Eudocia para hacerle compañía en el trono. Entretanto, la incursión de los uzos había dejado al descubierto la ineptitud de Constantino X para defender a sus súbditos, primero, y la decadencia de la maquinaria bélica del Imperio (cuya principal manifestación devenía de sombríos indicadores: escaso o nulo adiestramiento, indisciplina, y paupérrimo equipamiento), después. Solo gracias a un oportuno brote de peste y a la hambruna que venía germinando desde los días de las invasiones pechenegas lograron los griegos hacer retroceder a los uzos. La falta de reflejo militar fue tan alarmante que los bizantinos no dudaron en atribuir a la Providencia la victoria circunstancial sobre sus ocasionales agresores. Diezmados por las enfermedades y el hambre, los uzos recibieron su merecido en pleno desbande: fueron perseguidos y asesinados en el camino por pechenegos y búlgaros. Aquéllos que se salvaron aceptaron de grado la indulgencia de las autoridades imperiales y fueron autorizados a establecerse en Macedonia para cultivar la tierra que ellos mismos habían dejado yerma y huérfana de propietarios (quizá la medida buscaba volver a recomponer en esas latitudes el tejido de pequeños labradores libres o soldados campesinos sobre los que se sustentaba el sistema de themas). La amenaza de los pueblos de las estepas, sin embargo, permaneció latente, personificada en los campamentos pechenegos emplazados al otro lado del Danubio y más allá, bajo los fieltros de otra tribu turca tanto o más belicosa que sus parientes meridionales, los cumanos.

El calamitoso cuadro que presentaba el Imperio se completaba con los desafortunados eventos que se estaban sucediendo a una velocidad vertiginosa en el sur de Italia. Allí, los indóciles y siempre inquietos príncipes lombardos de Salerno y Benevento habían descubierto demasiado tarde que las bandas de normandos contratadas para hacer las veces de mercenarios eran más dañinas que las milicias adeptas al emperador de Constantinopla. A poco, entre 1030 y 1040, se establecieron principados normandos como cuñas entre los territorios lombardos, las ciudades estado de Nápoles, Gaeta y Amalfi, y las provincias bizantinas de Longobardía y Calabria. Uno de ellos, fundado por miembros de la familia de los Hauteville y levantado en torno a la ciudad de Melfi, acabaría pronto engulléndose a los demás con la aquiescencia del Papa y del emperador occidental. Grueso error de cálculo que ambos potentados pagarían demasiado caro. Cuando en el verano de 1053 León IX y Enrique III llegaron a un acuerdo para enmendar su error, el ejército combinado ítalo-germano fue derrotado gravemente en la localidad de Civitella, en Apulia. A partir de entonces el Sumo Pontífice se desdijo de su anterior política y reconoció a Roberto Guiscardo, miembro del linaje de los Hauteville, el título de duque de Apulia y Calabria. Fue una medida desesperada que venía a dictaminar la carta de defunción para las posesiones bizantinas que todavía se mantenían en Italia. Por eso no deja de sorprender que, frente a tamañas adversidades, el Imperio todavía conservase Bari, Brindisi, Otranto y Tarento en vísperas de la ascensión al trono de Romano Diógenes (el mejor trabajo sobre esta época pertenece a Roberto Zapata Rodríguez: “Italia Bizantina, Historia de la Segunda Dominación Bizantina en Italia, 867-1071”). 

✠ "Romano Diógenes según la óptica de uno de los hombres más influyentes de su tiempo. La visión de Miguel Psellos". 

Con tantos enemigos dispuestos a tomar partido de la debacle del Imperio, la situación de Romano se tornó incómoda desde el primer día de su reinado. Para colmo de males, el nuevo emperador tampoco encontró paz puertas adentro, donde pululaban los conspiradores, casi todos burócratas y funcionarios civiles que no se resignaban a perder sus prerrogativas y derechos. Al referirse a él en su “Cronografía”, Miguel Psellos no le tiene misericordia: “No obstante, la mayor parte del tiempo su comportamiento no llamó la atención y solo durante el reinado de la emperatriz Eudocia (1067), cuyo relato acaba de trazar el párrafo precedente, desveló sus ocultos propósitos. Fue sin embargo detenido en seguida y habría pagado su audacia ante la justicia si no lo hubiera rescatado de la condena la clemencia de la emperatriz, que cometió con él un error de juicio. Creía en efecto que si nombraba emperador a aquél que había salvado cuando habría debido ejecutarlo, ella conseguiría asegurarse todo el poder, mientras que él no tendría nunca una opinión que fuera contraria a los deseos de ella. Sus razonamientos eran correctos, pero no logró su objetivo, pues después que él fingiera obedecerla durante no muchos días, enseguida actuó como era propio de su carácter, y cuanto más quería ella dominarlo y como domesticar al que era el soberano, más se rebelaba él a las bridas y miraba aviesamente, con ferocidad, a la mujer que le tiraba de las riendas. Al principio mascullaba entre dientes, pero después también hizo público su resentimiento”.

Habiendo perdido casi toda su influencia sobre la emperatriz, Psellos carga sus tintas contra la persona que había sido escogida para salvar al Imperio de la grave crisis política e institucional en la que se hallaba sumido. Escribiendo a posteriori de los  hechos que narra (léase Mantzikert), queda claro que lo que el distinguido funcionario pretendía era desligar a su partido y a su persona de la catástrofe que sobrevendría. Y lo que es más, adjudicando a Romano la culpa directa e indirecta de las faltas y desaciertos cometidos a lo largo de las últimas décadas, como si realmente hubiesen sido producto de la reconducción militar implementada por el nuevo basileo, Psellos además procuraba desentenderse de la responsabilidad que le cabía por las decisiones y consejos gestionados durante el reinado de los anteriores soberanos (Constantino IX Monómaco, Teodora, Miguel VI, Constantino X y Eudocia).

Veamos otro párrafo de su obra para corroborar lo dicho: “Él pretendía ser soberano absoluto y disponer en exclusiva del poder del Estado, pero como todavía no había realizado ninguna empresa noble durante su reinado, estaba reservándose la oportunidad para actuar. Justamente con este propósito, además de para salvar el Estado, declaró la guerra a los persas” (los turcos selyúcidas, cuyos territorios coincidían a la sazón con la superficie que otrora ocupara el imperio persa). No cabe duda pues que, al describir la manera con que Romano pensaba manejar la crisis (en tanto que soberano absoluto y disponiendo en exclusiva del poder del Estado), Psellos sangra por la herida. No se resigna a reconocer su caída en desgracia, lo mismo que la del partido que él representaba. Por otra parte, se refiere a la guerra contra los selyúcidas o persas según él les suele llamar, como un mal innecesario creado por el basileo en pos de una empresa noble necesaria para justificar una entronización al poder tan poco convencional como había resultado ser la de Romano. De manera increíble el notable consejero levanta una cortina de humo posiblemente para esconder detrás de ella la verdadera dimensión de los hechos que se estaban sucediendo en el otro extremo del Imperio: que los turcos estaban asolando las provincias orientales con tanta impunidad que se podía seguirles el rastro a través de la estela de asesinatos y destrucción que iban dejando tras de sí.

Más adelante Psellos acusa a Romano de temerario, incauto e improvisado. En su “Cronografía”, pág. 443, escribe sin temblarle el pulso: “Yo, que acostumbro a aconsejar a los emperadores de hacer lo que es más conveniente, intenté disuadir a este hombre. Le decía que en primer lugar debía considerar los efectivos militares disponibles, llevar un registro de las tropas y recurrir a los aliados extranjeros; y que luego, una vez dispuestas así las cosas, podría decidirse a ir a la guerra”. Extraño consejo que no se condice en absoluto con la mentalidad de uno de los exponentes más representativos del partido civil. Que Psellos aconsejara a Romano en el arte de preparar y hacer la guerra es tan ridículo como revelador: a nuestro entender sus palabras dejan entrever el “modus operandi” que habían venido aplicando los “civilistas” para imponerse a sus odiados rivales. Esto es, propiciar el establecimiento de un ejército insuficiente, desorganizado y desarticulado que asegurase mandos militares débiles y fácilmente manejables. En otras palabras, lo que hace el primer ministro luego de producirse la catástrofe de 1071 es enumerar las causas de la misma y, por cierto, atribuir el origen de todos los males al reinado de Romano.

En otro pasaje de su obra, Miguel Psellos da cuenta de la inestabilidad del basileus: “de nuevo pues se hicieron preparativos para una segunda campaña. Para abreviar mi relato, diré que en esta ocasión también yo tomé parte, aunque incidental, en la expedición. El emperador me presionó de tal modo para llevarme con él que no me fue posible negarme. La causa por la que se empeñó tanto en tenerme con él, no debería decirla ahora, ya que en mi historia prescindo de la mayoría de estos detalles, sino que la revelaré cuando en alguna ocasión escriba al respecto. Evito así mencionarla ahora, para no dar pie a que se me acuse de hostilidad hacia su persona y de querer arruinar completamente su prestigio”. Lo cierto es que Romano, en cada campaña, debía arrastrar literalmente tras de sí a sus adversarios políticos, entre los cuales Psellos era uno de los más importantes. Dada la estrecha relación que unía a la familia Ducas con el primer ministro, el emperador no se podía dar el lujo de dejarles instalados plácidamente en la corte capitalina. No era un secreto la antipatía que profesaban los Ducas, especialmente el césar Juan (hermano del fallecido Constantino X), por la persona que les había desplazado a segundo plano, como tampoco lo era el hecho de que dicha familia no dejaba de preparar el camino para su retorno, intrigando y comprando influencias.

El 13 de marzo de 1071 Romano Diógenes dejó Constantinopla por tercera vez para enfrentarse contra el invasor selyúcida. Ahora como antes estaba solo y peligrosamente vulnerable y ahora como antes volvió a hacerse acompañar por sus enemigos de puertas adentro. Psellos, sin embargo, consiguió eludir la convocatoria y permanecer en la capital. Demasiado tarde se daría cuenta el emperador del error que había cometido al dispensarle de unirse a la expedición. 

✠ "Las prioridades de Romano IV: el problema turco y la defensa de las provincias orientales del Imperio".

 Ya hemos mencionado cómo los enemigos del Imperio se aprestaban, desde sus respectivas posiciones, a arremeter contra el limes imperial hacia 1068 y cómo las necesidades acuciantes apremiaban al sucesor de Constantino X a establecer prioridades para evitar malgastar los magros recursos disponibles. Por fin en el momento más crítico, Romano IV, que era un eficiente soldado, tomó una decisión. Italia estaba demasiado lejos y en todo caso su pérdida no representaba una amenaza seria para Constantinopla (el tiempo demostraría a la larga lo errado de tal apreciación); la frontera danubiana, por su parte, seguía sufriendo intermitentemente las razzias de húngaros, pechenegos y uzos, aunque la situación no era ahora tan grave como la vivida entre 1065 y 1066. La población búlgara se mantenía obediente y pese a que muchas ciudades fortificadas yacían desprotegidas, todavía quedaba la opción de los sobornos para impedir nuevos ataques desde la antigua Dacia. Anatolia, en cambio, revestía una importancia capital que no pasaba desapercibida para el basileo quien, siendo originario de Asia Menor, conocía las bondades de la región en tanto que fuente natural de reclutamiento. Las continuas incursiones de los selyúcidas habían alterado el equilibrio del poder en Medio Oriente, y hacia 1068 estaban minando el orden y la viabilidad administrativa de los themas más expuestos a ellas: Capadocia, Carsiano, Sebastea, Melitene, Mesopotamia, Teodosiópolis y Lycandos, condición que ya se había perdido irremediablemente en otros como Vaspurakan, Taron, Teluc y las Ciudades Eufráticas.

Por tanto, cuando Romano empezó a planificar su primera campaña oriental, estaba claro que la pérdida de Italia era cuestión de tiempo. 

En relación con las operaciones militares resueltas por el basileo para frenar el avance selyúcida, Miguel Psellos en su “Cronografía” (págs. 443 y 444) da cuenta de supuestas fallas en su preparación. El primer ministro dice: “salió pues en campaña contra los bárbaros con todo el ejército, sin saber a dónde se dirigía ni que iba a hacer.

Anduvo así errante, decidiéndose a seguir un camino y tomando luego otro. Quizá le rondaba la idea de ir a Siria y Persia pero lo único que consiguió fue llevar al ejército tierra adentro y hacerlo acampar en las cumbres de unas montañas, para luego descender a la costa, dejarlo aislado en un paso estrecho y conseguir que murieran muchos soldados en esta maniobra” (Psellos se refiere aquí a la primera expedición de Romano, que tuvo lugar entre marzo de 1068 y enero de 1069 en territorio sirio). Más tarde, también hace alusión a la segunda campaña de Romano en estos términos: “tuvo lugar así la segunda campaña que no destacó en nada por encima de la primera, pues resultó en todo equiparable y equivalente. Aunque nosotros caímos por millares, apenas eran capturados dos o tres enemigos parecía que ya no estábamos vencidos y estallaba un gran aplauso por nuestra acción contra los bárbaros. De esta forma, su jactancia no hacía sino crecer y cada vez era mayor su arrogancia porque había conducido dos campañas. Perdió totalmente el sentido de la realidad y se apartó del camino correcto cuando recurrió a malos consejeros” (“Cronografía”, pág. 445).

Aunque Georg Ostrogorsky, en su “Historia del Estado Bizantino” asevera que “las primeras campañas tuvieron un cierto éxito” (pág. 338), lo que queda claro es que una vez más Psellos no pierde la oportunidad de remarcar que, mientras su consejo no fuera tenido en cuenta, nada bueno podría surgir de un soberano que se negaba sistemáticamente a escucharle. Y para atribuir a Romano la culpa de todo sin que quedasen dudas de ello, el destacado funcionario señala luego: “como acostumbraba a hacer en todos los asuntos ya fuesen civiles o militares, no solicitó a nadie su opinión de cómo actuar…”. Aludiendo a la tercer y última campaña, Psellos vuelve a insistir en la autosuficiencia y la intransigencia del emperador como factores determinantes de la tragedia que estaba a punto de sobrevenir. 

IMAGEN.- El Imperio Bizantino en el año 1180, a la muerte de Manuel I Comneno. Esta fue la última vez que el Imperio fue una potencia militar.




✠ "Aquél terrible día".

✠ "El ejército imperial en vísperas de Mantzikert".

Dignos depositarios del legado romano, los bizantinos nunca dejaron de concebir la guerra como un arte en permanente evolución. La aparición recurrente de enemigos o el incidental encumbramiento de los tradicionales obligaban a los estrategas griegos a trabajar a destajo en la innovación del equipamiento, en el desarrollo de nuevas tácticas de combate, en la planificación de la logística, en el establecimiento de un servicio eficiente de enfermería y en la implementación de modificaciones en el armamento, entre otras cosas. Así pues, del legionario tradicional empleado extensivamente por los cuerpos de infantería hasta bien entrado el siglo VI, el ejército imperial había ido alterando la dosificación de hombres de a pie y jinetes acorde al mandato de las circunstancias. A punto tal que, hacia finales del siglo X, durante el reinado de Basilio II, los regimientos de caballería pesada o catafractas habían desbancado de su puesto de honor a las viejas cohortes de legionarios de pilum y gladius.

De paso, la experiencia, adquirida con el transcurso de los años sirvió como una constante fuente de retroalimentación que se evidenciaba especialmente en el proceso de ensayo, prueba, y error, tornando siempre el consecuente aprendizaje en una lección inestimable para los futuros generales. Ostrogodos y visigodos, hunos, eslavos, persas, ávaros, lombardos, búlgaros, árabes, rusos y los más recientes y virulentos normandos, pechenegos, uzos y selyúcidas, todos sin excepción dejaron sin quererlo su impronta en los manuales bélicos de táctica y estrategia. Caballería o infantería, regimientos de arqueros a caballo o de a pie, verdaderas migraciones de pueblos o meras bandas de saqueadores, flotillas piratas o colosales armadas, cada combinación supuso una dura prueba para el ejército imperial y habrá que convenir que, como suele suceder, el aprendizaje devino generalmente de dolorosas derrotas. En este sentido, Adrianópolis, Yarmuk, Pliska y Anquialoz, dejaron lecciones mucho más jugosas que las fulgurantes victorias de Tricameron o Dorostolon, lo cual tiene su lógica a partir de la premisa imperecedera según la cual no hay que improvisar sobre aquello que funciona. Incansables observadores, los bizantinos se caracterizaron precisamente por su capacidad para aprender del fracaso; el mismo Psellos, arreciando las invasiones selyúcidas, realizó una interesante observación acerca de la táctica empleada por los selyúcidas para atraer a sus adversarios a una trampa: “Cuando éstos (los turcos) se enteraron de su avance, quisieron atraerlo hacia ellos para hacerlo caer en sus redes, y así se ponían a correr hacia delante con sus caballos y luego se daban de nuevo la vuelta como si quisieran huir, de forma que, después de hacer esto muchas veces, capturaron a algunos de nuestros generales y los retuvieron como prisioneros” (“Cronografía”, págs. 446 y 447. El autor hace alusión a la tercera campaña de Romano I Diógenes contra los selyúcidas).

El alto grado de movilidad de la caballería ligera enemiga, que es lo que en definitiva Psellos intenta subrayar no fue, sin embargo, un atributo exclusivo de los jinetes selyúcidas. Ya antes el Imperio había debido lidiar con formaciones similares; con los húngaros, por ejemplo, empleó catafractas en lugar de arqueros y el resultado de la refriega acabó incierto: ni las cabalgaduras griegas, pesadas y rígidas, lograban dar alcance a los veloces arqueros montados magiares ni éstos últimos se aventuraban a soportar la arrolladora carga de los caballeros bizantinos. Algo similar sucedió cuando los generales bizantinos formaron su vanguardia con una nutrida fila de hombres armados con largas lanzas. Inclusive el Strategikon es un compendio de definiciones acerca del modus operandi empleado por las tribus septentrionales que los bizantinos llamaban “escitas”, al mismo tiempo que una fuente de consulta inestimable para lidiar con tan peculiar enemigo. El legendario manual, refiriéndose a los invasores avaros, magiares y turcos, estipula que sus jinetes prefieren las batallas de rango amplio, emboscadas y maniobras envolventes; retiradas fingidas y súbitos contraataques.

La diferencia con el caso que nos ocupa es que, luego de escalar hasta la cima de su esplendor, el Imperio de Oriente se había habituado al empleo extensivo de catafractas. La seguidilla de victorias obtenidas desde los días de Nicéforo II Focas (963-969), había consagrado a la espada, el arco, la lanza, el yelmo, el escudo y la coraza de escamas, es decir, a las catafractas, como el arma ideal para entrar en batalla. En parte por que la adopción de un modo de vida sedentario había cambiado los hábitos del enemigo: ya no se guerreaba para obtener botín a través del pillaje sino que se peleaba para conservar las hijuelas conquistadas frente a nuevos pueblos nómadas que avanzaban desde el núcleo central de Asia. Así, la gran victoria de los selyúcidas en Dandanqan fue la victoria de la caballería ligera de los nómadas sobre los pesados jinetes gasnávidas aportados por una población, también turca, que se había hecho sedentaria. Habituados, pues, a conflagraciones con adversarios que habían adoptado sus mismos métodos, técnicas y tácticas, a los bizantinos les faltó reflejo para contrarrestar la mayor movilidad que proponían los recién llegados selyúcidas.

Perseveraron en el empleo de las catafractas, lentas, pesadas y carentes de resistencia para acometer largas persecuciones. Para colmo de males, los complementos de caballería ligera suministrados por las naciones vasallas resultaban por lo general insuficientes o no eran de fiar al momento de entrar en combate. Así pues, salvo que un accidente natural intercediera para cerrar el paso de la caballería ligera, las catafractas únicamente servían si el rival accedía a mantener su posición pese a la carga frontal de aquéllas. Pero nada más.

Ya durante sus dos primeras campañas Romano IV había tenido la oportunidad de probar la escasa efectividad de su caballería pesada. En Siria, por ejemplo, una fuerza expedicionaria turca consiguió escabullírsele delante de sus narices y saquear Neocesarea, en 1068. El premio de consuelo llegó para el basileo cuando sus tropas consiguieron sorprender a una segunda hueste cerca de la ciudad de Tefrica (Divrig), al norte de Melitene. Al año siguiente la historia se volvería a repetir con Romano asediando un punto estático, la ciudad árabe de Menjib, mientras la partida selyúcida a la que había salido a perseguir asolaba el corazón de Capadocia.

Por cierto, ya hemos mencionado cómo Psellos y sus partidarios denostaban todos los esfuerzos realizados por el basileo para lidiar con el invasor. En ningún momento, no obstante, Romano se sintió desanimado. Pese a las burlas y al escarnio permanente al que era sometido por sus pueriles enemigos de la corte, el emperador siguió adelante con sus intentos de frenar el avance de los turcos. Ya durante sus campañas del verano y otoño de 1068 se había dado cuenta que un destacamento estratégicamente ubicado en  el Eufrates superior condicionaba el rango de dispersión de los saqueadores dentro del territorio imperial. Volvió a probar suerte con la misma estrategia hacia comienzos de 1069, comisionando primero a un general normando, Roberto Crispín, y después, a uno armenio, Filareto Bracamo. En ambos casos la aventura terminó en fracaso. Crispín y sus normandos se rebelaron y saquearon la provincia, mientras que Filareto fue derrotado por los selyúcidas y debió ser auxiliado por Romano. La retirada del basileo hacia Constantinopla se produjo justo cuando Alp Arslan sitiaba la fortaleza armenia de Mantzikert, cerca del lago Van.

Tampoco 1070 fue un año auspicioso para los bizantinos. Manuel Comneno, un sobrino al que Romano había encomendado la defensa de las provincias orientales, fue derrotado y hecho prisionero por Arsiaghi (o Er-Sighun, un cuñado de Alp Arslan). En su celda, Manuel recibió la visita de Arsiaghi, que estaba interesado en derrocar a su señor; al cabo ambos se desplazarían hacia Constantinopla para negociar una alianza con el emperador. El cese de hostilidades era mutuamente beneficioso para los complotados, pero no pasó de ser una mera promesa cuando Alp Arslan descubrió la maniobra. Volvió pues a prevalecer la opción de la guerra, tanto más por cuanto en Constantinopla se negaron a entregar al príncipe traidor. 

✠ "Los preparativos para la campaña de 1071". 

Lejos de emular aquél ejército victorioso que siguiera a Belisario en África e Italia, la hueste que Romano empezó a reunir en 1071 para acometer su siguiente expedición poseía cualidades diametralmente opuestas. El armazón sobre el que la misma se sustentaba volvió a erigirse, como en las empresas anteriores, sobre los escuadrones de catafractas, pesados y poco versátiles. Dotadas de escudo, casco y coraza escamada, y provistas de espada y arco, las catafractas también se valían del estribo, incorporado hacia el siglo VI, para aprovechar la sinergia de su movilidad en las cargas frontales. En este caso, la lanza era el arma ofensiva ideal para acometerlas ya sea contra formaciones cerradas de infantería o núcleos de caballería. El desarrollo de los cuerpos de caballería pesada se había ido perfeccionando a lo largo de los años y en las postrimerías del siglo X sus integrantes eran griegos nativos en su gran mayoría, verdaderos profesionales que debían someterse diariamente a largas horas de adiestramiento (como los legionarios de antaño). Los tágmatas eran la elite de la caballería pesada (y de la infantería) y, por lo general, poseían sus bases de adiestramiento cerca de Constantinopla.

Junto a las catafractas, la caballería ligera hacía las veces de fuerza complementaria, generalmente de apoyo. Los jinetes que la conformaban, mercenarios de origen turco en su gran mayoría, portaban una cota de malla liviana, escudo, un arco compuesto y una aljaba con treinta o cuarenta flechas. Para los enfrentamientos cuerpo a cuerpo se valían además de una pequeña aunque eficaz hacha. En 1071, durante los preparativos, Romano acudió a sus vasallos pechenegos, cumanos y uzos; ellos conformarían el nervio central de la caballería ligera y, por tanto, serían los encargados de neutralizar el ataque de los arqueros montados selyúcidas. Junto a las catafractas y a los jinetes pechenegos, uzos y cumanos, había también regimientos de caballería integrados en su totalidad por mercenarios normandos (cuya eficacia los bizantinos habían conocido en Italia), alemanes y francos. En conjunto era una fuerza temible, de probada efectividad, aunque la experiencia indicaba que, al igual que los turcos de las estepas del Norte, estos grupos foráneos solían recurrir a la traición cuando las ventajas pecuniarias que obtenían por este medio superaban con creces (y no tanto), la paga del emperador. Los bizantinos habían descubierto además que peleaban mejor bajo las órdenes de un lugarteniente de su misma nacionalidad, lo que los hacía doblemente peligrosos en términos de lealtad, cosa que había quedado patente con Hervé y Crispín.

La infantería, por su parte, distaba mucho de ser aquél cuerpo legionario, homogéneo e híper profesionalizado, de los tiempos de Julio Cesar, Trajano o Marco Aurelio. Las reformas implementadas desde el siglo VII la habían supeditado a la organización y a las necesidades de los themas recientemente instaurados. Integrada por los estratiotas o soldados campesinos, ocupaba un papel secundario en el campo de batalla, formando en segunda línea, tras la caballería pesada. Su misión consistía precisamente en abalanzarse sobre las líneas enemigas una vez que éstas eran perforadas por los jinetes acorazados. Después de la muerte de Basilio II, el encumbramiento de los terratenientes, la indiferencia de los burócratas civiles y el elevado coste del equipamiento, determinado por una inflación creciente, habían ocasionado su debacle.

Con el aditamento de que, para esta nueva campaña, Romano dependía cada vez más de los mercenarios extranjeros: rusos, servios, armenios, jázaros, alanos y georgianos.

Mejor pagados inclusive que los tágmatas, la guardia varega, el célebre cuerpo instituido por Basilio II, también aportaría su grano de arena en la campaña de 1071 (todavía hoy los historiadores siguen debatiendo al respecto: mientras que algunos niegan enfáticamente su participación total o parcial en la campaña, otros, en cambio, sostienen lo contrario), siendo tal vez el contingente más homogéneo y confiable entre los tantos que integraban el ejército del basileo.

En cuanto al número de efectivos que conformaba la hueste reunida por Romano, las fuentes no se ponen de acuerdo al respecto. Aquéllas que proceden del bando victorioso tienden a insuflar el número a los efectos de sobredimensionar un resultado de por sí concluyente: 200.000, 300.000 y hasta 400.000 soldados, una cifra imposible de reunir para un Imperio en franco proceso de decantación y retroceso; lo único que consiguen con ello es el efecto contrario dado que, al mismo tiempo, minimizan la magnitud de las fuerzas selyúcidas. El monje y cronista armenio Mateo de Edesa, por su parte, aventura el increíble cálculo de 1.000.000 de hombres, agregando búlgaros, godos y crimeanos al largo listado de reclutas de la Babel bizantina. Tal vez lo más adecuado sería quitar un cero a las cifras de los historiadores musulmanes para llegar al número probable de efectivos: 30.000, 40.000 o 50.000 incluyendo los no combatientes: ingenieros, zapadores, escuchas, sirvientes, forrajeadores… Pero, ¿Cuántos eran griegosde nacimiento? A juzgar por el grado evidente de descomposición del viejo sistema de themas que había dado al Imperio sus mejores días de gloria no parece descabellado arriesgar un porcentaje ubicado en el orden del 30 al 40% (entre combatientes y no combatientes). Una cifra que sigue siendo respetable sino fuera por que el grado de preparación y adiestramiento dejaba mucho que desear: la gran mayoría de los soldados nativos no disponía de un equipamiento adecuado, se caracterizaba además por la falta de disciplina y tenía poco en común con aquellos guerreros que habían integrado las clásicas formaciones de los siglos VII, VIII, IX y X (bandas, turmai, y themai). 

✠ "La expedición se pone en marcha". 

Cuando los preparativos para la campaña estuvieron listos, Romano comenzó a concentrar sus fuerzas en la orilla asiática del Bósforo. Habían acudido a su campamento los contingentes comprometidos por las naciones vasallas y los estados aliados, además de las tropas mercenarias conformadas casi en su totalidad por jinetes normandos, germanos y francos. Siguiendo al basileo también llegaron las tropas nativas conformadas por la infantería (Numeri) y la caballería de los tágmatas (Vigla, Etairia, Excubitores y Scolas), la guardia varega y los regimientos thematicos. Los refuerzos provistos por los themas asiáticos, por su parte, se irían sumando a medida que el gran ejército fuese avanzando hacia el Este. Sin embargo, el basileo no dio la orden de partida hasta estar completamente seguro de que casi todos sus adversarios políticos le acompañarían en la empresa. A su llamado acudieron, entre otros, el magíster y duque de Teodosiópolis Nicéforo Basilacio, los generales Nicéforo Brienio y José Tarchaniotes, el patricio, juez y procónsul Miguel Ataliates, el comandante normando Roussel de Bailleul, el Domésticos Andrónico Ducas, el estratego del thema de Capadocia Teodoro Alyattes y el caudillo uzo Tames o Tamis. Nicéforo Botaniates y Miguel Psellos, entretanto, permanecieron en Constantinopla. El emperador desconfiaba de ellos y temía que le causasen contratiempos en el fragor de la lucha o que malquistaran a sus hombres en plena travesía.

El 31 de marzo de 1071 el ejército imperial se puso finalmente en movimiento por la ruta que, saliendo de Nicomedia, cruzaba los themas de Bucelarios, Capadocia y Carsiano. Al decir de Psellos, no obstante, parece ser que la formación en algún momento alcanzó Cesarea Mazacha, a orillas del Halys: “como acostumbraba a hacer en todos los asuntos, ya fuesen civiles o militares, no solicitó a nadie su opinión sobre cómo actuar, sino que, poniéndose en marcha enseguida, se apresuró a llegar a Cesarea con el ejército” (Cronografía, pág. 446). El objetivo de Romano era sin ninguna duda recuperar el control del valle del Araxes (Armenia), por dónde precisamente los selyúcidas solían ingresar al territorio imperial para luego dispersarse por el corazón de Anatolia. El basileo había sido advertido, además, de que el sultán se hallaba luchando en Siria contra la guarnición fatimita que custodiaba la estratégica ciudad de Alepo. Su ausencia era una ventaja que hasta el estadista más bisoño no se podía dar el lujo de desaprovechar. Inclusive antes de salir el emperador había tomado la precaución de enviar una embajada a Alp Arslan para renovar los términos de un acuerdo de paz que ambos habían firmado en 1069. Gracias al ardid los bizantinos consiguieron salvar Edesa, a la que los turcos habían puesto sitio, mientras que el sultán, con su retaguardia protegida por el pacto, se sintió confiado para probar suerte en los territorios meridionales que pertenecían al califa de El Cairo.

Desde Cesarea, Romano condujo a su hueste siguiendo el curso del Halys, hasta Sebastea (Sivas) y desde allí, hasta Teodosiópolis (Erzurum). En esta ciudad los bizantinos se tomaron el tiempo necesario para recoger provisiones. Sabían que el camino que tenían por delante cruzaba un territorio áspero y difícil, una región que hacía largo tiempo, casi veinte años, venía padeciendo el infortunio de la guerra: pillajes, saqueos y matanzas.

Psellos, ausente en la empresa, vuelve a estas alturas a incurrir en contradicciones:

“Luego tuvo dudas acerca de si avanzar o no y buscaba un pretexto que tanto a él mismo como a los demás les permitiera justificar el regreso. Pero como no era capaz de soportar esta vergüenza, a pesar de que habría sido preciso firmar la paz con los enemigos y contener así sus ataques anuales, él, bien porque considerase la situación desesperada, bien porque confiase más de los debido en su audacia, sin darse la vuelta marchó contra los enemigos” (Cronografía, pág. 446). Para agregar más adelante: “… pues no quería la paz (Romano), sino que creía que podría tomar al primer asalto el campamento enemigo” (Cronografía, pág. 447). El hábil y versátil primer ministro no vacila, pues, en insistir con su estratagema de manipular la capacidad militar del basileo con tal de sindicarle como el único responsable del gran desastre que estaba a punto de sobrevenir. Una artimaña que por otra parte tenía como objetivo limpiar la lastimosa imagen que dejarían sus “hijos predilectos”, los Ducas, en el campo sangriento de Mantzikert. Tampoco se percata Psellos que una tregua no libraría al Imperio de la ferocidad de los saqueos: aunque Alp Arslan tenía el control directo de la mesnada selyúcida, no podía garantizar, sin embargo, que los indóciles turcomanos se ajustaran a las cláusulas pacifistas de un tratado. Ellos seguirían saqueando el campo en tanto y en cuanto sus rebaños tuvieran hambre. 

✠ "Teodosiópolis, Taron y Vaspurakan. Algunas referencias del entorno".

Hacia 1071 Mantzikert (Malazgirt), era una fortaleza de mediana importancia que, junto con los bastiones de Arjish y Ahlat (Jilat) conformaban una imaginaria línea defensiva cuyo aparente propósito era proteger la meseta que se abría paso entre la ciudad de Teodosiópolis, al Norte, y las orillas septentrionales del lago Van, al Sur. A lo largo de los siglos había formado parte de una extensión de tierra en permanente disputa primero entre bizantinos y persas, y luego, entre bizantinos y árabes. La consolidación de un poderoso reino armenio (denominado “Gran Armenia”), en la segunda mitad del siglo VIII había determinado la incorporación de la región a esta nueva entidad política que el cristianismo no tardaría en homogeneizar.

EEn tiempos de Basilio II Bulgaróctonos el otrora poderoso estado de Armenia se había fragmentado en pequeños reinos, algunos de los cuales terminaron sucumbiendo a la influencia de los hamdaníes de Alepo: el emirato de Kaysid, los pequeños principados de Mascatsont, Kangark, Kotayk, Varaznunik, Tasir, Sirak, Mazaz, Bagrevand, Havunik, (emplazados entre Kars y Lorí) y los reinos de Vaspurakan, Kars y Lorí (la Armenia Bagrátida). A esta época corresponde la frontera en común emplazada entre tales estados y los themas griegos de Caldea, Colonea y Mesopotamia.


Y si bien a la muerte de Basilio II habían surgido nuevos themas en Oriente con el fin de circunscribir las provincias recientemente anexionadas (Teodosiópolis, Taron y Vaspurakan), la flamante frontera había traído al Imperio más desventajas que beneficios: desde una población mayoritariamente armenia que no se resignaba a la dominación griega hasta una Iglesia autónoma que se resistía a permitir las injerencias de la jerarquía clerical ortodoxa. El bastión armenio era apenas una puerta desvencijada cuando las primeras bandas selyúcidas arremetieron contra el valle del Araxes.

Ubicada a unos 1050 kilómetros al este de Constantinopla, Teodosiópolis, hoy Erzurum, era en 1071 la capital del thema homónimo, dirigido a la sazón por un competente general, Nicéforo Basilacio. La ciudad, sin ser muy grande, constituía junto con Colonea, Tefrica, Melitene, Sebastea, Trebizonda y Erzincan, uno de los mayores centros urbanos de la región. Emplazada a orillas del Karasu, un afluente del Eufrates, Teodosiópolis era la llave occidental del valle del Araxes; una meseta surcada en forma diagonal por cordones montañosos irregulares la separaba de las fortalezas de Mantzikert, Ahlat y Arjish. El camino serpenteaba entre cerros de picos nevados que iban desde los 2000 hasta los 4000 metros de altura, por un territorio agreste y especialmente duro durante la canícula del estío. Ciento cincuenta kilómetros al sudeste de Teodosiópolis, Mantzikert o Malazgirt se hallaba edificada a unos 1500 metros sobre el nivel del mar, cerca de las riberas del Murat, otro de los tantos afluentes del Eufrates.

Flanqueada por montañas, el terreno de Mantzikert juntaba la humedad de los valles cercanos lo que hacía que el clima fuera allí un poco más moderado que el de las tierras altas de las inmediaciones. Sin embargo, su ubicación mediterránea por excelencia se hacía notar a través de la amplitud térmica, con temperaturas mínimas y máximas que en épocas estivales saltaban entre los diez y los treinta grados Celsius (50 y 86 Fahrenheit) respectivamente. Hacia el sur otra cadena montañosa separaba la comarca de Mantzikert de las riberas septentrionales del lago Van, dónde se hallaban las mayores ciudades de la región: Van, al Este, y Ahlat, al Oeste.

A mediados de 1071 todos los centros urbanos de la provincia se encontraban en manos de los selyúcidas, mientras que el campo era tierra de los nómades turcomanos y de sus rebaños. Existía todavía una población armenia considerable, aunque una gran parte había sido trasladada a Sebastea, Cesarea y Melitene. El plan que había pergeñado el basileo para restablecer la dominación bizantina era sencillo: aprovechar la distracción de Alp Arslan en Siria para expulsar las guarniciones turcas que el sultán había dejado en las fortalezas armenias. Sus servicios de espionaje y algunos renegados armenios le habían avisado que dichas guarniciones eran numéricamente pobres, por lo que el emperador tenía puestas las mejores expectativas en esta tercera y decisiva campaña.

✠ "El juego del gato y el ratón". 

En Teodosiópolis, adonde llegó a principios de julio, Romano IV se procuró provisiones para dos meses de campaña pues estaba al tanto de que la región que tenía delante había sido esquilmada hasta los cimientos por los algareros selyúcidas. De acuerdo al plan que se había trazado oportunamente en Constantinopla, la etapa venidera estaba entre las más difíciles del largo viaje: el gran ejército debía virar hacia el sudeste, en dirección al lago Van, y, atravesando una serie de cadenas montañosas cortadas por amplios valles, aparecer ante las murallas de la fortaleza de Mantzikert.

Los pesados vagones con la maquinaria de asedio, las provisiones, el agua y el forraje para los animales harían la marcha aún más complicada que lo acostumbrado. Acorde con las fuentes árabes (Fath ibn Alí al-Bundari e Ibn al-Jawzi), junto al ejército imperial viajaba un enorme trabuco capaz de arrojar piedras de hasta noventa y seis kilogramos.

Este y aquél que había fabricado Basilio II para sus campañas asiáticas habrían de constituir de lejos la mejor artillería pesada del siglo XI. Romano pensaba utilizar el descomunal trabuco para intimidar las guarniciones turcas que controlaban las fortalezas de Armenia, entre ellas Mantzikert y Arjish. Las mismas fuentes dan cuenta de cientos de vagones usados para trasportar las partes de la enorme maquinaria, empujados por no menos de mil doscientos hombres, quienes también tuvieron que vérselas con una tonelada y media de proyectiles (alrededor de quince grandes piedras). Alp Arslan, entretanto, tenía en su poder el pedrero de Basilio II, que su pariente, Tugril Beg Muhammad ya había empleado en 1054 contra Mantzikert, luego de apoderarse de él en la ciudad de Bitlis (Mateo de Edesa, Patmut`iwn, Jerusalén, 1869, 142-145), no muy lejos de aquella fortaleza. No obstante, ninguna fuente da cuenta de dónde se hallaba el mismo en los albores de la batalla. 

Especulando con que el sultán, empantanado en el sitio de Alepo, no aplazaría su campaña siria para defender Armenia, Romano se apresuró a avanzar con sus tropas desde Teodosiópolis. Pronto su optimismo se vio reforzado por una misiva que le enviaba el protovestiario León Diabatenos, según la cual Alp Arslan, alarmado por el tamaño de la armada bizantina, se había evadido hacia Bagdad. En consecuencia, el basileo creyó oportuno dividir sus fuerzas para precipitar la reconquista de Armenia pese a la oposición de algunos de sus mejores generales, para quienes la mejor opción era permanecer unidos cerca de Teodosiópolis y en control de las provisiones. Así, pues, un destacamento al mando del normando Roussel de Bailleul, integrado por escuadrones auxiliares latinos y turcos, fue despachado para correr la provincia hasta el fuerte de Ahlat. El cuerpo principal, por su parte, tomó la ruta de Mantzikert para sitiar el castillo, emplazado en un terreno repleto de monumentos con inscripciones cuneiformes (procedentes de los lejanos días de Urartu).

No muy lejos de allí, Alp Arslan remontaba el Eufrates aunque no en el sentido que le refiriera León Diabatenos a su señor. Habiendo abandonado el cerco de Alepo, el sultán se había desplazado sin pérdida de tiempo hacia el norte, pasando primero por Mosul para conseguir refuerzos. Su ejército en estas instancias no era muy numeroso; apenas unos diez mil hombres, aunque lograría reclutar otro tanto entre las tribus kurdas de la zona. Apremiado por el avance de su enemigo desechó de plano la idea de internarse hacia el Este para buscar ayuda en Bagdad y el Jurasán. En cambio, resolvió despachar a su lugarteniente, un turco llamado Soundaq, al frente de un regimiento de 5000 hombres para auxiliar a la guarnición de Ahlat, dado que sus espías le habían informado que una segunda fuerza había sido enviada por los cristianos para asistir a Roussel de Bailleul. Se trataba en efecto de José Tarchaniotes con la mitad del ejército imperial: francos y rusos (caballería pesada) y uzos y cumanos (arqueros montados), destinados a acoplarse al destacamento del general normando por expresa indicación del basileo. 

✠ "La captura de Mantzikert".

Los trabajos de inteligencia desplegados por ambos bandos fueron la característica principal de la antesala de la batalla. En éstos, los turcos se mostraron mucho más prácticos y eficaces que sus oponentes. Y no es que los superaran en habilidad, experiencia o capacidad. La verdadera razón estaba en el exceso de confianza que se había apoderado de los altos mandos del ejército imperial, un exceso imbuido sin lugar a dudas por la falsa noción de invulnerabilidad que daba el enorme tamaño de la hueste reunida por Romano para la campaña.

Las fallas de la inteligencia bizantina se manifestaron tan pronto como los bizantinos dejaron el campamento de Teodosiópolis. Hasta entonces, Romano había seguido a pie juntillas todas las recomendaciones de los manuales de guerra escritos por sus antecesores. Una embajada suya, por ejemplo, se había presentado ante Alp Arslan durante el cerco de Alepo para sembrar el disenso y la confusión entre los selyúcidas a través de promesas de paz que ni siquiera estaban en los planes del emperador. Más tarde, en Teodosiópolis, los griegos volvieron a dar otra muestra de excesiva planificación al asegurase el aprovisionamiento para las siguientes ocho o diez semanas de campaña. Inclusive la correspondencia mantenida por León Diabatenos con el basileo era un indicio de que los imperiales seguían apelando a la inteligencia y al espionaje para determinar los puntos flacos del enemigo antes de entrar en batalla. Sin embargo, después de tomar el camino de Mantzikert, todo cambió dramáticamente en favor de la impericia y la imprevisión. Hasta demasiado tarde Romano no se preocupó por recurrir a su servicio de escuchas, al punto que jamás llegaría a conocer ni el número de enemigos ni su posición exacta. Inclusive antes de que el combate se cobrase las primeras víctimas tampoco sabría el emperador si lo que tenía al frente era una fuerza secundaria, habitualmente empleada para tareas de reconocimiento o distracción, o el cuerpo principal dirigido por el sultán en persona.

A diferencia del basileo, Alp Arslan se aplicó con esmero a las tareas de inteligencia. Había tenido dificultades para reunir un nuevo ejército luego de que el anterior, aquél que emplease en el sitio de Alepo, se desbandara fastidiado por el botín malogrado. Luego del levantamiento del cerco y seguido por una mínima fracción de la fuerza original, unos diez o quince mil hombres, el sultán se dio con que la guerra contra los avezados bizantinos no resultaba tan tentadora para sus subalternos como la atracción ejercida por las riquezas de una ciudad como Alepo. Desde ese mismo instante supo que las mejores posibilidades para compensar su inferioridad numérica estaban en el espionaje y en lo que mejor se podía extraer de él, el factor sorpresa.

La división del ejército imperial, dispuesta por Romano como una manera de acometer mejor el alcance de la campaña, resultó a la larga determinante para el ulterior desarrollo de la batalla. Hacia Ahlat partieron Roussel de Bailleul, primero, y José Tarchaniotes, después, seguidos por un número considerable de efectivos. Y si bien entre éstos últimos había tágmatas, la mayoría eran regimientos mercenarios compuestos principalmente por caballería latina y rusa y arqueros a caballo, en su mayor parte cumanos o uzos. Miguel Psellos se refiere a este hecho de la siguiente manera: “Su desconocimiento de la estrategia le llevó a dividir nuestras fuerzas y así mantuvo a una parte junto a él y envió al resto a otro lugar”. Si bien el notable bizantino atinaba identificando a una de las causas de la debacle, no es menos cierto que a Romano lo abandonaron sus lugartenientes en un momento crucial. En efecto, ni Bailleul ni Tarchaniotes mostraron solidaridad para con el emperador al enterarse de lo que estaba sucediendo a escasa distancia de allí. Al menos eso es lo que se puede inferir a partir de las fuentes que se encargaron de registrar la batalla: Ataliates en su “Historia” se encarga de remarcar que José Tarchaniotes, dejando inconcluso el asedio de Ahlat, se evadió cobardemente hacia el interior de Anatolia llevándose consigo a todos los hombres bajo su mando. En la “Skylitzes Continuatos”, la obra que describe la vida de Bizancio entre los años 1057 y 1079 y que se atribuye a Juan Skylitzes, tampoco se deja bien parado al general armenio, a quién además se acusa de convencer a Roussel de Bailleul para emprender juntos la retirada. El cronista y teólogo bizantino Juan Zonaras, por su parte, se refiere al episodio de una manera similar; en su “Extractos de Historia” señala que, ni bien conocida la llegada del sultán, ambos generales se pusieron de acuerdo para abandonar Mesopotamia en busca de la seguridad del limes imperial. En todo caso, las coincidencias son abrumadoras: antes de que Romano y Alp Arslan se trenzaran a sablazos en Mantzikert, al primero ya lo habían abandonado la mitad de sus fuerzas.

A principios de agosto, no obstante, la posición del basileo en Armenia comenzó a dar muestras de mejoría. Para entonces el ejército imperial se había plantado delante de los muros de Mantzikert, tras lo cual los ingenieros griegos empezaron a ensamblar la pesada maquinaria de asedio. En el ínterin, antes de que el trabuco vomitara la primera piedra contra los defensores, el emperador autorizó la razzia acostumbrada sobre los alrededores del enclave, mientras él en persona inspeccionaba a caballo sus paredes para hallar los puntos débiles. Con todo, no hizo falta esforzarse demasiado para reducir a la guarnición. Una decidida carga ejecutada por los mercenarios armenios contra la acrópolis decidió la suerte de la jornada. Superada ampliamente en número y aislada del exterior, la guarnición turca optó por negociar la rendición de la fortaleza a cambio de un salvoconducto (16 de agosto de 1071). Con respecto a este incidente, Ataliates describe consternado la conducta temeraria demostrada por el emperador frente a los selyúcidas, que acudieron a verle con sus venablos y espadas en mano mientras él permanecía desarmado. En la tienda imperial la delegación musulmana fue colmada de honores y regalos y dejada en libertad de acción para retornar, sana y salva, donde sus compatriotas. Con las actividades de espionaje reducidas a su mínima expresión, los bizantinos no sabían aún que Alp Arslan se hallaba apenas a un par de jornadas de distancia, al otro lado del lago Van. Tampoco tenían noción de que la fuerza comandada por Roussel de Bailleul y José Tarchaniotes estaba replegándose dentro del territorio imperial sin haber prácticamente arrojado una flecha. Otra habría sido su actitud si hubieran estado al tanto de los acontecimientos que tenían lugar no muy lejos de allí.  

✠ "Brienio es herido y Basilacio tomado prisionero". 

Tras la conquista de Mantzikert se tornó imperioso para los bizantinos reponer la dotación de vituallas que habían ido consumiendo desde la partida de Teodosiópolis, en julio. Los soldados estaban molestos por la prohibición que había establecido Romano de despojar a los turcos de la guarnición y de saquear las pertenencias de la castigada población nativa. Lo último que necesitaba pues el basileo era insuflar aún más los ánimos de quienes le acompañaban con inconvenientes en el suministro regular de provisiones. En consecuencia, se conformaron patrullas de forrajeo para recorrer las inmediaciones del lugar, algunas de las cuales llegarían inclusive a alcanzar en su desesperada búsqueda los bordes del reino de Georgia y lugares tan distantes como Ardanuji y Oltis. Los turcos de Soundaq, que componían las avanzadas del ejército del sultán, advirtieron de inmediato las ventajas que les ofrecía la dispersión del enemigo y se separaron en pequeñas bandas para emboscar a los forrajeadores. Fue entonces cuando comenzaron los problemas para Romano.

La noticia de que una de las patrullas había sido atacada cuando regresaba de una misión de reconocimiento encendió la alarma en el campamento imperial. Hasta entonces el Basileo había dudado de todos los reportes que le habían acercado sus espías acerca de la real ubicación de la fuerza principal selyúcida. Del mismo modo, tampoco estaba al tanto de los últimos movimientos de Bailleul y Tarchaniotes, a quienes suponía aún acantonados en Ahlat para salvaguardar los accesos occidentales del Lago Van. Por tanto, resolvió encomendar a Nicéforo Brienio la misión de limpiar de turcos los caminos utilizados para forrajear. Acorde con las instrucciones dadas por el emperador, Brienio debía barrer una zona muy extensa, que iba desde el monte Ararat, al Norte, hasta la fortaleza de Arjish, ubicada a orillas del lago Van, al Sur. Romano, en cambio, no puso el mismo empeño en proteger el distrito que tenía hacia el Oeste (entre Bitlis y Ahlat), al que consideraba erróneamente libre de turcos gracias a la acción de Tarchaniotes y Bailleul.

A poco de internarse hacia el Este, Brienio se dio cuenta de que los ataques turcos no procedían de meros algareros a juzgar por su modus operandi. En realidad se trataba de bandas conformadas por pequeños grupos de arqueros montados, que empleaban senderos paralelos para hostigar a las patrullas bizantinas. Cada una, sin excepción, se valía de una eficiente técnica merced a la cual atraían sobre sí a sus ocasionales perseguidores para luego rodearlos y emboscarlos. El proceso mediante el cual lograban fragmentar a las formaciones enemigas comenzaba con un intercambio de flechas con los arqueros enemigos, que acaba súbitamente tan pronto picaban espuelas simulando una desesperada retirada. Era el momento en que, actuando como inermes señuelos, conseguían apartar a la caballería pesada de la infantería y de los vagones de forraje. En la persecución que tenía lugar entonces los arqueros montados selyúcidas atraían al enemigo hacia un territorio previamente escogido, adónde se consumaba la emboscada.

Atribulada por el calor, agotada bajo el peso del metal y extenuada por la alocada carrera, la caballería pesada perseguía a su presa hasta agotar la fuerza de su inercia. Dispersa y sin el menor hálito de energía quedaba a partir de ese momento expuesta a un demoledor contraataque.

Sin poder lidiar con las pequeñas bandas turcas que lo azuzaban sin descanso y sintiéndose impotente para proteger a los forrajeadores, Brienio solicitó refuerzos a Romano. La respuesta del emperador, a juzgar por las palabras de Juan Skylitzes y de Miguel Ataliates, fue precipitada y descortés; el general fue acusado de cobarde y al principio se le negó de plano la ayuda solicitada. Miguel Psellos se refiere de nuevo en este punto a los errores de inteligencia cometidos por el Basileo, quien todavía se negaba a aceptar que lo que tenía en frente era la vanguardia del ejército selyúcida. Al respecto el primer ministro bizantino escribe: “hubo un hecho que aunque a él le pasó inadvertido, yo sí advertí entonces: que el sultán en persona, el rey de los persas y los curdos, estaba allí con su ejército y era el responsable de la mayoría de sus éxitos. Pero si alguien le hubiese advertido de su presencia, el emperador no hubiera creído en sus palabras, pues no quería la paz, sino que creía que podría tomar al primer asalto el campamento enemigo” (Cronografía, pág. 447).

Romano finalmente cambió su decisión y despachó al duque de Teodosiópolis, Nicéforo Basilacio, con una numerosa fuerza, para sostener la posición de Brienio aunque también con el encargo de confirmar los rumores que circulaban en su campamento, según los cuales Alp Arslan en persona se hallaba en la zona. Ante la llegada de Basilacio, Soundaq y sus tropas se retiraron hacia el Sur. En este punto no está del todo claro si las fuerzas combinadas de Brienio y Basilacio establecieron contacto con Soundaq o con el ejército principal turco. Lo cierto es que en la refriega que siguió, Brienio fue herido y su asistente tomado prisionero. La falta de noticias procedentes de Ahlat y el revés sufrido por Brienio finalmente obligaron a Romano a abandonar la seguridad del campamento y salir en busca del enemigo.

✠  "Alp Arslan propone una incómoda e inoportuna tregua". 

La captura de Basilacio por los turcos despertó ansiedad en Romano. El emperador no tenía idea todavía de que la restante sección de sus tropas, bajo el mando del armenio Tarchaniotes y del normando Roussel de Bailleul, había sufrido un número considerable de bajas a manos de Soundaq y ahora se hallaba en pleno desbande, camino a Melitene. Por tal motivo, se apresuró a salir de su campamento, cerca del fuerte de Mantzikert, y confiado, se internó hacia el Este con el fin de interiorizarse de la situación. La ruta se hallaba flanqueada hacia ambos lados por montañas no muy altas cuyas colinas permitían una visual detallada de la meseta que se encontraba debajo. Sin deseos de exponerse innecesariamente a una emboscada, Romano escaló la ladera de uno de esos montes para otear el horizonte. De momento no descubrió turcos a la distancia, por lo que permaneció allí hasta el crepúsculo, cuando la penumbra le obligó a retornar a sus bases en Mantzikert.

Luego de burlar todos los esfuerzos realizados por Romano para conocer la ubicación geográfica del enemigo, Alp Arslan fue capaz de trasladar sus tiendas a muy escasa distancia de donde se hallaba aquél. Entonces, con la caída del sol, ordenó a sus arqueros disparar contra las carpas del ejército imperial, ataque que se prolongó casi hasta el amanecer. Al salir el sol, Romano, reunido en consejo militar con sus generales, trató de establecer el curso de acción a seguir; algunos de los presentes trataron de convencerle de la necesidad de salir cuanto antes a confrontar al agresor aprovechando la superioridad numérica, mientras que el resto bregaba por aguardar la llegada de Tarchaniotes y Bailleul, cuya confluencia reforzaría aquella ventaja permitiendo cerrar filas contra un enemigo que en el mejor de los casos disponía de no más de treinta mil hombres. Todo era por entonces confusión y ansiedad en el campamento bizantino y nadie acertaba a predecir el siguiente movimiento del enemigo. Por esta razón, la repentina aparición de una embajada con una propuesta de paz remitida por el sultán les dejó boquiabiertos aunque ojialegres: una propuesta como esa no podía esconder otra cosa que no fuera una evidente sensación de debilidad.

La tregua solicitada por el sultán no hizo más que convulsionar los ánimos en el campamento cristiano. Y si antes el consejo de guerra había deliberado en torno a la estrategia a seguir ahora se aplicó a considerar las ventajas y desventajas del inesperado ofrecimiento. Es muy probable que, en el debate resultante, se tuvieran en cuenta especialmente las dificultades que se habrían de enfrentar para reunir una nueva hueste si, como el sultán deseaba, se llegaba a dar por finalizada la presente campaña. Por otra parte, como contrapartida, se barajó la posibilidad de aceptar la tregua como una manera de ganar tiempo para permitir el arribo de Tarchaniotes y sus fuerzas. Lo que también conllevaba el riesgo de que Alp Arslan recibiera refuerzos procedentes de Mesopotamia e Irán. Sin mencionar el hecho de que la dilación de la campaña podría traducirse además en una crisis anímica para las tropas cristianas que, para colmo de males, ya mostraban claros síntomas de indisciplina. Fue en definitiva una decisión que, en última instancia, recayó sobre el emperador. La embajada selyúcida fue convocada en la tienda imperial donde recibió una desdeñosa contestación: Romano y Alp Arslan se verían las caras en el campo de batalla.

Al día siguiente, 18 de agosto, mientras los selyúcidas se aprestaban a la oración y a celebrar el próximo Sabbath, los griegos afrontaron los preparativos entre desilusiones y lamentos. Y no era para menos; con el transcurso de las horas se confirmaron las peores sospechas acerca de lo que realmente había acontecido con las tropas enviadas para ocupar Ahlat, si bien Romano se siguió aferrando a la esperanza de que Tarchaniotes no se hallaba muy lejos de allí. Y si el desconcierto por la actitud del general armenio cayó como un balde de agua helada en el campamento griego, no fue menor el estupor que causó la noticia de que los cumanos, a instancia de Tames, se habían pasado como un solo hombre al enemigo. Quizá fueron las soldadas adeudadas o el mayor apego que sentían los mercenarios cumanos respecto a sus parientes selyúcidas lo que determinó el deplorable comportamiento de tan volátiles aliados; lo cierto es que la decisión de Tames se produjo justo cuando Alp Arslan recibía refuerzos de las guarniciones de Ahlat, Arjish y Van, y de las poblaciones kurdas cercanas al Lago Urmia.

✠ "Romano forma a sus tropas en orden de batalla". 

Hasta el 18 de agosto la idea de Romano IV había sido establecer contacto con el enemigo en un combate cuerpo a cuerpo dónde sus tropas, provistas de mejores defensas y numéricamente superiores al adversario, tenían mejores posibilidades de vencer. Sin embargo, en los días previos, la gran fuerza griega se había separado por lo que resultaba indispensable volver a reunirla para que una de las premisas de dicho plan, la ventaja numérica, se cumpliera. Hasta el último momento las patrullas de escuchas bizantinas recorrieron las inmediaciones de Ahlat para dar con el paradero de José Tarchaniotes y Roussel de Bailleul. Todos sus esfuerzos fueron en vano.

En la mañana del viernes 19 de agosto, advirtiendo que su campamento había sido cercado por el ejército del sultán, Romano decidió no esperar más y dar batalla, aunque siguió aferrado a la esperanza de que aquéllos todavía acudirían en su ayuda. Abandonó pues el perímetro fortificado de sus tiendas y en un punto al este de Mantzikert formó a sus hombres en dos líneas. Lamentablemente para su causa, el terreno escogido era una trampa mortal: abierta y sin obstáculos naturales de relevancia, la planicie constituía el escenario ideal donde los turcos podían echar mano a su táctica predilecta de huidas fingidas y contraataques demoledores.

Cerca del mediodía, la primera línea bizantina compuesta exclusivamente por caballería pesada, tomó posiciones en la campiña: a la izquierda se formaron los contingentes provistos por los themas occidentales, en su mayoría griegos procedentes de Macedonia, Tracia y Tesalia, además de escuadrones suministrados por los príncipes eslavos vasallos. En el otro extremo de la línea, el estratego del thema de Capadocia, Teodoro Alyattes, debía coordinar los movimientos de una división integrada por caballería de los themas asiáticos de Armenia, Carsiano y Capadocia, aunque también había jinetes armenios y georgianos. Ambas alas fueron reforzadas mediante caballería liviana, pechenega y uza, posiblemente con el fin de neutralizar cualquier maniobra envolvente que pudiera desplegar el enemigo. En el centro, entretanto, Romano en persona se preparó para dirigir a un selecto grupo de combatientes, quince mil soldados aproximadamente, suministrados por los restantes themas asiáticos y por los tágmatas.

Dada la función primordial de guardia personal que venía desempeñando la guardia varega desde lo tiempos de Basilio II, es muy probable que ésta marchara a la zaga del emperador para protegerle durante el fragor de la lucha. Detrás de la caballería pesada se formó la segunda línea, haciendo las veces de reserva: soldados de infantería, jinetes francos y normandos, y la mayor parte de la Etairia, conformada por mercenarios. El poco fiable Andrónico Ducas fue elegido para comandarla con la asistencia de numerosos integrantes de la nobleza capitalina. A sus espaldas, el campamento quedó a cargo de unos pocos oficiales, que debían velar por la seguridad de los heridos y convalecientes que habían dejado los enfrentamientos de los días anteriores.

A diferencia de Romano, Alp Arslan se estableció en una colina cercana, para observar la batalla desde lo alto. Sus tropas no representaban un serio desafío para los acorazados bizantinos en el combate cuerpo a cuerpo, pero él no se mostraba preocupado. Había instruido a sus lugartenientes de no aventurarse a un enfrentamiento de esas características y sabía por experiencia que en la movilidad de sus jinetes se encontraba su mayor ventaja. Quizá por eso se mantuvo tranquilo y confiado, pese a que debajo sus súbditos se formaban paralelamente a la vanguardia imperial, como si fuesen a amortiguar con su estoicismo la carga frontal de la caballería cristiana. 

✠ “Aquél terrible día”: la batalla de Mantzikert. Primera fase. 

Bajo el sol canicular los arqueros montados selyúcidas, guiados por el eunuco Taranges, dieron inicio a la batalla con una descarga interminable de flechas que aguijoneó a hombres y bestias por igual en el lado romano. El ataque fue respondido desde los flancos por los aliados turcos del emperador, aunque su inferioridad numérica resultó determinante a la hora de medir la efectividad de tal acción. En ese preciso instante el Basileo debió advertir el error que había cometido al enviar a su infantería liviana y al grueso de sus arqueros junto con José Tarchaniotes. Los bizantinos permanecieron inmóviles durante algún tiempo, aguardando a que los turcos se acercaran un poco más para tenerlos al alcance de sus lanzas. Pero los arqueros selyúcidas, con buen tino, no se movieron más allá de la distancia prudencial señalada por el rango de tiro de sus arcos. Por fin, harto de ser vapuleado por las saetas musulmanas, Romano dio la orden de avanzar, a lo que el centro de la línea turca replicó retrocediendo con el mismo entusiasmo que ponían sus perseguidores en darles alcance. En lo alto Alp Arslan debió frotarse las manos con confianza, al ver cómo los desprevenidos romanos caían en la trampa.

Cuando Romano y sus caballeros picaron espuelas corriendo detrás del núcleo central de la formación enemiga, no advirtieron que las alas del ejército turco en lugar de retroceder se movían hacia delante. Si tal vez se hubiesen percatado de ello, la reacción instintiva habría sido retrasar inmediatamente los flancos para conformar una cuña contra la media luna envolvente propuesta por el enemigo. Habrían podido con esta maniobra romper las líneas enemigas por el centro sellando la victoria merced a un oportuno despliegue de la reserva a cargo de Andrónico Ducas. Tal movimiento habría persuadido a los selyúcidas de la conveniencia de volver grupas hacia las montañas perimetrales que cerraban el paso hacia el Norte y el Sur. Pero la caballería bizantina mantuvo el paso sin romper la formación lineal. A poco, persiguiendo lo que parecía ser un espejismo que se desvanecía tan pronto como los turcos del centro volvían a retroceder, la vanguardia bizantina fue cercada por los flancos y acribillada a flechazos.

Si bien los jinetes acorazados de ambos extremos soportaron con bastante aplomo la estocada turca, muchos perdieron a sus cabalgaduras y quedaron rezagados debido al peso de sus armaduras. Al término de la batalla, la estela de los cadáveres, ya sea que estuvieren apiñados o dispersos, revelaría la manera en que estos caballeros, privados de sus corceles, habían resuelto terminar sus días, si luchando o dándose a la fuga.

Cada arremetida propuesta por Romano impregnó a la vanguardia bizantina de una inercia que, con el correr de las horas, se fue diluyendo hasta finalmente detenerse en el mismo campamento del sultán. En otras circunstancias, la posesión de las tiendas del enemigo habría significado una victoria incuestionable. Mas este campamento estaba vacío, y lo que era peor, la sed comenzaba a voltear jinetes y animales tanto como los proyectiles turcos, que no cesaban de caer desde todos lados. Comprendiendo lo endeble de su posición y con todas las fuentes de agua cercanas en poder del enemigo, Romano no tuvo más remedio que hacer correr la voz de retirada. 

✠ “Aquél terrible día”: la batalla de Mantzikert. Segunda fase. 

Lo que sucedió después fue una sucesión de hechos confusos recogidos de manera disímil por las fuentes de la época. Así pues, mientras algunas sostienen que la orden de retirada dada por el emperador fue seguida a pie juntillas por la división central e ignorada por las alas, no tanto por indisciplina sino por fallas en la comunicación, otras afirman que los flancos interpretaron mal dicha orden, confundiéndola con una señal de derrota. En todo caso, los selyúcidas advirtieron el revuelo en la formación griega y presionaron sobre las brechas que comenzaban a aparecer entre el centro, comandado por Romano, y las alas, donde Teodoro Alyattes soportaba la peor parte del ataque. En este punto Alp Arslan decidió que había llegado la hora de jugarse la jornada en un contraataque masivo y envió a 10.000 jinetes de refresco para apoyar a Taranges. La medialuna que antes había ido retrocediendo gradualmente frente a cada arremetida imperial ahora avanzaba a medida que los bizantinos retornaban a su campamento.

Fue tal la intensidad y la virulencia de la persecución que desataron los turcos sobre la vanguardia imperial en retirada que Romano se vio obligado a dar media vuelta para detener lo que amenazaba convertirse en un desbande generalizado. Allí se vio lo mejor de las selectas tropas que guiaba, pese al escarceo de las cabalgaduras y a los estertores que comenzaban a inundar la planicie. A su derecha, mientras tanto, Teodoro Alyattes se debatía con la esperanza de que Andrónico Ducas no tardara en llegar para reforzar el flanco. Nada de ello sucedió. El comandante de la reserva, puesto en aviso de lo que sucedía más allá del alcance de su visión, resolvió que sería mejor conservar intacta la retaguardia si, como algunos fugitivos aseguraban, Romano había muerto en el campo de batalla. Aunque Mantzikert y la gloria estaban más cerca, en Constantinopla le aguardaba un trono vacío. Volviendo grupas hacia el Oeste, picó espuelas y defeccionó sin que le remordiera la conciencia.

La huida del césar tuvo un efecto desolador sobre la moral de aquéllos que, acatando las órdenes del Basileo, se habían vuelto para afrontar la carga masiva de Taranges y sus tropas de refresco. Pronto, el espacio vacío dejado por la reserva bizantina en franco repliegue fue ocupado por una nueva línea de jinetes selyúcidas, que acabó encerrando al centro del ejército imperial en un amplio círculo, con Romano en medio del caos de mandobles, proyectiles y estocadas. De uno y otro lado quedaron Brienio y Alyattes, aislados de la columna central, y con sus divisiones separadas en pequeños grupos que acabarían siguiendo el ejemplo de la reserva.

✠ “Aquél terrible día”: la batalla de Mantzikert. Tercera y última fase.

Mientras las alas del ejército bizantino se disgregaban bajo la presión de la caballería turca, la batalla alcanzaba su punto culminante en el centro, con Romano ultimando enemigos a diestra y siniestra como un avezado legionario de mil guerras. La valentía del emperador fue inclusive destacada por uno de sus mayores detractores, Miguel Psellos, quien al respecto escribió: “lo que ocurrió después es algo que no puedo alabar, pero que soy también incapaz de censurar. El emperador asumió en persona todo el peligro. En efecto, si alguien valorase al emperador por ser un guerrero intrépido y arrojado, tendría en ello material suficiente para un encomio".

Pero si, por el contrario, considerase que él se expuso a los peligros de manera irreflexiva, a pesar de que habría sido preciso que se mantuviera apartado del frente de acuerdo con la estricta lógica militar por su condición de comandante en jefe del ejército, para dar las oportunas órdenes a sus tropas, encontraría entonces mucho que censurar en su comportamiento. Yo por mi parte estoy con los que lo alaban, no con los que lo censuran” (Cronografía, pág. 447 y 448).

En cierta manera Psellos parece con este párrafo querer limpiar su conciencia por los hechos que tendrían lugar tiempo después y en los que su opinión jugaría un papel determinante. Tanto más por cuanto a renglón seguido continúa ensalzando la valerosa defensa dirigida por el Basileo: “Así pues, se puso toda su armadura de guerrero y desenvainó su espada contra los enemigos. Diré tal como se lo oí a muchos, que a muchos mató de nuestros enemigos y obligó a los otros a huir”.

Gracias a Miguel Ataliates, que fue el único testigo ocular de la batalla, sabemos que el emperador continuó luchando con fiereza, montado sobre su destrero, y flanqueado por la guardia varega. Cada vez más cercado, hizo un último esfuerzo por reagrupar bajo su égida a aquéllos que habían comenzado a defeccionar desde los flancos, donde la resistencia de Brienio y Alyattes había terminado con los comandantes lanzados en una frenética carrera en busca de la salvación. Pero ni siquiera los tágmatas que peleaban a espaldas de los varegos se detuvieron a escuchar sus gritos. Viendo cómo las alas cedían y anticipándose a una posible carnicería, abandonaron toda resistencia y rompieron filas imitando en el desorden a las tropas temáticas. Su frenética retirada abrió algunas brechas entre las líneas turcas, por dónde salieron disparados algunos rezagados.

Acerca de lo que sucedió después, las fuentes se tornan monocordes adoptando una inusual uniformidad para describir los últimos instantes de la batalla. Tanto Miguel Ataliates como Brienios, Zonaras, Skylitzes (Skylitzes Continuatos) y el propio Psellos, comparten los mismos elogios ante la actitud temeraria demostrada por Romano Diógenes en los momentos previos a su caída en desgracia. “Atacado por el sultán, el emperador instruyó a sus hombres para que no se rindieran ni mostraran una actitud cobarde. Pelearon así, con bravura, durante largo tiempo… A pesar de estar rodeado, él no se rindió fácilmente; tratándose de un soldado experimentado, luchó valientemente contra sus asaltantes, matando a muchos de ellos, hasta que, cortado en una mano por una espada enemiga, fue obligado a desmontar y seguir peleando a pié”. (Miguel Ataliates, Historia, 162 y 163). “Arengando a sus hombre para no rendirse, peleó con arrojo durante largo tiempo, matando a muchos e impidiendo que le apresaran; herido luego por una espada, fue obligado a desmontar cuando su caballo resultó lesionado y siguió batiéndose en tierra” (Skylitzes Continuatos, 149 y 150).

“Pero después, cuando los que le hacían frente se dieron cuenta de quién era, se vio rodeado por un círculo de enemigos, cayó del caballo al ser herido y fue capturado”. (Miguel Psellos, Cronografía, pág. 448). “Él (Romano) y sus hombres tomaron parte en la batalla y resistieron tanto como pudieron, hasta que la captura de unos y la muerte de otros posibilitaron que fuera rodeado; aún así no se rindió” (Juan Zonaras, Extractos de Historia o Epítome, 18, 14, 19). “Desenvainó, cargó contra las filas enemigas, mató a muchos y puso en fuga a otros; pero fue herido en una mano y, reconocido y rodeado, acabó capturado cuando su caballo, habiendo recibido el impacto de un proyectil, cayó sobre él. Encadenado, fue conducido ante el sultán” (Nicéforo Brienio, 117).

Anochecía ya cuando cubierto de sangre y sudor y cargado de cadenas, Romano fue conducido en presencia de Alp Arslan. Nunca antes, ni siquiera durante los gloriosos días del Califato, un emperador romano había padecido semejante escarnio. Y si bien el Imperio había soportado humillantes derrotas en el pasado, jamás había tenido que hincarse de hinojos ante el Islam para implorar por la vida de un Basileo. 

IMAGEN.- Batalla de Mantzikert.


✠ Parte III: Triunfo de los burócratas y senadores. En presencia del sultán. 

“Entonces, mientras el emperador de los romanos es conducido hacia el campo enemigo como un prisionero de guerra, nuestro ejército se dispersa. Sólo una pequeña parte escapó, mientras que la mayoría, o bien fueron hechos prisioneros, o bien cayeron bajo las espadas rivales” (Miguel Psellos, “Cronografía”, pág. 448). 

En el campo sangriento de Mantzikert Bizancio perdió todo excepto su honor, el que únicamente fue salvado gracias al arrojo y a la valentía de Romano. Pero nada más.

Enardecidos por la estupenda victoria y arengados por los imanes, los turcos se dispersaron por la comarca persiguiendo la larga estela de fugitivos que tomaba el sendero de Melitene. Entretanto, el Basileo y algunos de sus oficiales eran conducidos al campamento de Alp Arslan para ser presentados en tanto que curiosas e inesperadas preseas ante el sultán. Miguel Ataliates da cuenta en su “Historia” que el sultán, reacio aún a tomar por cierto el rumor de la cautividad del emperador quiso estar seguro de la verdadera identidad de su prisionero, la que finalmente pudo ser confirmada por los embajadores que dos días antes habían visitado el campamento cristiano para solicitar una tregua. Entonces, saltando a los pies de Romano, el potentado musulmán se apresuró a calmarle diciéndole que no debía temer por su vida y asegurándole que sería tratado con todos los honores, acorde a lo que dictaba su rango. La Skylitzes Continuatos refiere, en cambio, una versión diferente respecto al proceso de identificación del prisionero. Según dicha fuente fue otro cautivo, Nicéforo Basilacio, quien tuvo a su cargo la indigna tarea de reconocer a su señor ante la algarabía de los presentes, aunque también menciona el episodio de los embajadores turcos tal cual lo hace Ataliates en su “Historia”. Con todo, Romano tuvo aún su momento de gloria personal cuando, interpelado por el sultán en persona acerca de cuál habría sido su reacción de haber salido airoso en la batalla, el Basileo respondió orgulloso que le hubiese matado en el fragor de la lucha.

Una vez que se hubieron calmado los ánimos y luego de que la euforia inicial diera paso a la cordura, Alp Arslan invitó a Romano a su tienda para iniciar las negociaciones. No estaba en los planes del sultán explotar su gran triunfo ya que tenía la intención de partir cuanto antes hacia el Sur, dónde le aguardaban las riquezas de Egipto. Fue tal vez por ese motivo que las conversaciones de paz se realizaron en un ambiente cordial y distendido.

✠ "Balance de la batalla". Una consideración acerca del número de bajas.

Mantzikert fue sin lugar a dudas uno de las victorias más espectaculares obtenidas por las armas del Islam frente a Bizancio, y, excluyendo a Yarmuk y a la batalla por Constantinopla (mayo de 1453), podríamos aseverar también que se trató de uno de los triunfos más decisivos. ¿Qué errores cometieron los romanos para sufrir tan espantoso descalabro a manos de un ejército que en los papeles no parecía superior ni cuantitativa ni cualitativamente? ¿Cuáles fueron las fallas que condujeron a Romano hacia el umbral de una catástrofe que pudo ser evitada? ¿Hasta qué punto los turcos selyúcidas fueron artífices de la victoria y cuánto tuvieron que ver en ella las traiciones y defecciones acaecidas en el bando imperial? ¿En qué punto de la campaña sintieron los bizantinos que Mantzikert empezaba a transformarse en una espina clavada en la carne? ¿Cómo o de qué manera Romano podría haber neutralizado la medialuna envolvente propuesta por el enemigo en el campo de batalla? ¿Estuvo el Basileo a la altura de las circunstancias en la elección de los mandos militares? ¿Cuáles fueron las razones que le llevaron a elegir a Andrónico Ducas para comandar la reserva mientras dejaba en Constantinopla a un militar de mayor experiencia como era Nicéforo Botaniates? ¿Porqué uno de los enemigos declarados de Romano, Miguel Psellos, permaneció en la capital imperial cuando habría sido aconsejable llevarle a Oriente tal como había sucedido en las dos campañas previas? ¿Tanto era el optimismo del Basileo que ni siquiera se adoptaron medidas para prevenir un golpe de estado en Constantinopla? ¿Si Romano era la auténtica expresión de triunfo del partido militar frente a la aristocracia civil a la vez que garantía de continuidad, entonces como se explica que los burócratas recuperaran el control durante la ausencia y posterior cautividad del emperador? Todos estos interrogantes y aquéllos que pudieran ir surgiendo a partir de un estudio más detallado explican en cierta forma la trascendencia asignada a Mantzikert por uno y otro bando. Nos limitaremos en esta sección a una consideración primaria: las pérdidas humanas.

En un análisis de las consecuencias inmediatas de la batalla no se debe pasar por alto el número de bajas sufridas por el ejército imperial si se desea determinar hasta qué punto la derrota afectó la capacidad de reacción de los bizantinos. Con este propósito se hace imperioso establecer como presunción que el contingente que abandonó Teodosiópolis hacia mediados de julio estaba compuesto por aproximadamente sesenta mil hombres, de los cuales poco más de la mitad eran en realidad soldados; el resto, como ya se hemos señalado oportunamente, era una mezcolanza de criados, sirvientes y advenedizos dedicados a tareas de soporte de la fuerza de choque: acarreadores, armadores, cocineros, mozos de cuadra, palafreneros, bruñidores, ingenieros, armeros y artilleros. Aclarada esta cuestión, habría que determinar después como el número de evadidos afectó la magnitud del ejército imperial desde la salida de Teodosiópolis hasta el desenlace mismo de la batalla. En primer lugar y si hacemos caso de las fuentes, Romano dispuso la separación de su hueste antes de forzar la captura del castillo de Mantzikert; la mitad de sus hombres de armas, asistidos por un porcentaje similar de no combatientes partieron bajo las órdenes de Roussel de Bailleul y José Tarchaniotes con la misión de tomar Ahlat y fortificar sus accesos. Ninguno de ellos retornó para el enfrentamiento decisivo, de modo que hacia el 15 de agosto las tropas griegas acantonadas en el campamento de Mantzikert no superaban las treinta o cuarenta mil almas en el mejor de los casos (incluyendo a los no combatientes).

Por otra parte, en el lapso de tiempo que va desde el 15 al 19 de agosto, las patrullas de forrajeadores despachadas por Romano sufrieron numerosas bajas en cada una de las emboscadas que les tendió el habilidoso Soundaq. Inclusive el contingente destinado por el emperador para conjurar de manera definitiva dicho problema fue vencido y uno de sus comandantes, Nicéforo Basilacio, hecho prisionero. Todo lo cual necesariamente redujo la masa de efectivos disponibles en un par de miles. Con tantas defecciones es muy probable que, al momento de sonar los címbalos y timbales, el ejército imperial apenas superase en número a su adversario. Pero tampoco se puede ser tan categórico al respecto, tanto más por cuanto la noche anterior a la batalla, los aliados cumanos de Tames se pasaron como un solo hombre al enemigo. Veinticinco mil griegos (en total) y treinta mil turcos (contabilizando a los traidores cumanos y a unos cuantos pechenegos y uzos), parecen ser las cifras más realistas de los bandos que intercambiaron golpes en la planicie de Mantzikert.

Así, pues, el número de bajas debe ser estimado a partir de una fuerza sustancialmente inferior a aquélla reclutada originalmente, lo que dicho de otra manera significa que treinta mil hombres ya habían defeccionado y se hallaban de camino a Constantinopla, sanos y salvos. Luego habría que considerar lo sucedido en el campo de batalla: cómo en determinado momento la reserva (cinco mil o seis mil hombres) se evadió tras la figura de Andrónico Ducas y cómo dicha visión puso fin a la resistencia de las alas (cinco mil soldados cada una), empujando a sus integrantes a una alocada huída. Si estimamos que el centro fue el único segmento que luchó hasta el final (junto con Alyattes en el ala derecha), entonces se hace evidente que el grueso de las bajas se produjo durante la luz crepuscular, cuando Romano intentaba salvar la jornada volviendo a formar a sus hombres de espaldas al campamento imperial. ¿Diez o a lo sumo quince mil bajas? De seguro no más. Lo que nos lleva nuevamente a poner en tela de juicio las aseveraciones de Psellos: “Entonces, mientras el emperador de los romanos es conducido hacia el campo enemigo como un prisionero de guerra, nuestro ejército se dispersa. Sólo una pequeña parte escapó, mientras que la mayoría, o bien fueron hechos prisioneros, o bien cayeron bajo las espadas rivales” (Miguel Psellos, “Cronografía”, pág. 448). Tal cual parece, al minimizar la cuestión de los evadidos, Psellos pretende por un lado hacer recaer sobre Romano todas las culpas de la tragedia y por el otro, levantar una cortina de humo tras los indignos pasos de Andrónico Ducas. 

✠ "El precio de la liberación".

Si se asume que la fuerza original reclutada por Romano alcanzaba las sesenta mil almas y que el número de bajas al término de la batalla rondó las diez mil, entonces habría que concluir que Bizancio perdió una sexta parte de su armada. ¿Por qué entonces Mantzikert marcó para siempre la impronta imperial a partir de “aquél terrible día”? ¿Cuánto tuvieron que ver en ello las condiciones exigidas por Alp Arslan como contrapartida para la liberación de su valioso prisionero?

A decir verdad las condiciones impuestas por el sultán durante las negociaciones que tuvieron lugar mientras duró la cautividad de Romano fueron por demás benignas.

“La catástrofe de Manzicerta pareció leve en un principio teniendo en cuenta sus consecuencias: el Basileo firmó con Alp Arslan un tratado por el que se comprometía a pagar un rescate y a devolver a los prisioneros turcos, al tiempo que contraía la obligación de proporcionar en el futuro un contingente militar para el ejército de los vencedores. Sin embargo, el imperio quedó libre de pérdidas territoriales” (Franz Georg Maier, “Bizancio”, págs. 228 y 229). Claude Cahen en “El Islam” (I. Desde los orígenes hasta el comienzo del Imperio otomano), pág. 278, es un poco más general aunque no menos preciso: “El vencedor, Alp Arslan, no aspiraba a la conquista de Asia Menor, donde por falta de cuadros musulmanes corría el peligro de no mantener el dominio sobre sus indisciplinados turcomanos; deseoso de emprender la conquista de Egipto y no creyendo por ahora en una posible destrucción del eterno Imperio romano, deseaba una reconciliación entre los dos Imperios”. Steven Runciman, por su parte, se refiere al tema con las siguientes palabras: “Los turcos sacaron poco provecho inmediato de su victoria. Alp Arslan había conseguido su objetivo. Su flanco estaba ahora seguro, y había alejado el peligro de una alianza bizantino-fatimita. Todo lo que exigió del emperador cautivo fue la evacuación de Armenia y un fuerte rescate por su persona. Después partió para la campaña de Transoxiana, donde murió en 1072.

Tampoco su hijo y sucesor, Malik Sha, cuyo imperio se extendía desde el Mediterráneo hasta los límites de China, emprendería la invasión de Asia Menor” (“Historia de las Cruzadas”, tomo I, págs. 74 y 75). Algo muy parecido señala Georg Ostrogorsky en su “Historia del Estado Bizantino”, pág. 337: “Estando cautivo, Romano Diógenes firmó un tratado con los selyúcidas que, a cambio de la promesa de pago de tributos, de un rescate por su persona y de la obligación de proporcionar tropas auxiliares, le devolvía la libertad”.

✠ "Mantzikert después de Mantzikert". 

Cabizbajos y con la ropa cubierta por la sangre de amigos y enemigos, los fugitivos griegos dejaron el campo de batalla tan pronto como lograron colarse entre las filas de los arqueros montados selyúcidas. La reserva, dirigida por el inefable Andrónico Ducas, se había replegado sin esperarles, de modo que sus probabilidades de evadirse sanos y salvos estaban estrechamente relacionadas con la manera en que abandonaban la planicie. Aquéllos que lo hicieron cabalgando y mejor aún, en grupos compactos y cerrados, lograron rápidamente poner distancia con sus ocasionales perseguidores, que preferían volver grupas en dirección a los fugitivos que iban dispersos y de a pié.

Gracias a sus cabalgaduras, Miguel Ataliates y un puñado de senadores y cortesanos consiguieron abrirse paso hacia el Norte y llegar a Trebizonda, dónde más tarde se embarcarían rumbo a Constantinopla. Otros, entretanto, picaron espuelas hacia el corazón de Anatolia, refugiándose algunos en el castillo de Mantzikert mientras que el resto siguió de largo hacia Melitene, Sebastea o Cesárea (Mazacha). Detrás quedaron los elementos más valiosos del ejército imperial: la guardia varega y los regimientos tágmatas que se batieron valerosamente junto al emperador. Al cabo, los varegos, unos quinientos en total, sucumbieron bajo las saetas y los venablos turcos, que también  dieron cuenta de algunos notables como León, un habilidoso espadachín miembro de la nobleza y el protonotario Eustracio Koirosfactes.

La noticia de la derrota llegó a Constantinopla cuando aparecieron en sus embarcaderos los primeros fugitivos procedentes del Este. De inmediato la confusión se apoderó de la corte a medida que los mensajeros entregaban diferentes versiones sobre la suerte corrida por el emperador y sus más altos dignatarios. La atmósfera capitalina pronto se convulsionó especialmente porque nadie podía confirmar la muerte o cautividad de Romano. Fue entonces cuando Mantzikert adquirió ribetes de catástrofe.

Miguel Psellos es quien mejor refleja el clima de caos y consternación que se apoderó de Constantinopla no bien se conocieron los pormenores de la desafortunada batalla: “Cuando no habían transcurrido aún muchos días, uno de los que habían escapado de la batalla, tomando la delantera, llegó como mensajero a la Ciudad y anunció la catástrofe. Enseguida vino un segundo y a continuación un tercero, al que siguió otro. Traían solo informaciones confusas e interpretaban cada uno a su modo la catástrofe acaecida. Unos anunciaban de hecho la muerte del emperador, otros decían que solo había sido hecho prisionero, otros que lo habían visto herido y caído en tierra, otros finalmente que se lo había conducido encadenado al campamento enemigo. Los acontecimientos fueron valorados en la Ciudad por los consejeros de la corona. La emperatriz (Eudocia), preguntaba qué debía hacerse. A todos les pareció conveniente dejar por el momento de lado al emperador, ya hubiese sido capturado, ya estuviese muerto, y reafirmar en el poder a la emperatriz y a sus hijos”. Las palabras del influyente funcionario, no obstante, dejan entrever cuáles eran las aspiraciones imperantes en el seno del partido de los burócratas, entre los cuales Psellos se destacaba como uno de los más férreos defensores de los derechos de Eudocia. Nadie mejor que él se había percatado de la inmejorable oportunidad que se presentaba en el horizonte, traída de los pelos por los avatares de la batalla, y que ahora colocaba a los civilistas a un paso de su reivindicación en el poder. Muerto o no, Romano estaba demasiado lejos, tan lejos como desperdigados sus secuaces, de modo que Psellos resolvió jugárselo todo en una sola movida. Usó todas sus influencias para restituir a Eudocia y a su prole en el trono. No tenía idea que Alp Arslan, en un arrebato de incomprensible indulgencia, liberaría al emperador cautivo sembrando las semillas de la disensión en el seno de la corte griega. 

✠ "El ave negra".

Apenas terminada la batalla y tras ser identificado entre una compacta masa de ensangrentados y polvorientos prisioneros, el Basileo no la pasó nada bien y hasta seguramente debió de temer por su vida. Tanto más por cuanto la reacción inicial del exultante sultán estuvo generada por los altos niveles de adrenalina generados por una batalla que durante largos pasajes se había mantenido con resultado incierto. En este punto las fuentes son contradictorias; mientras algunas ensalzan la relativa compostura del potentado musulmán, otras ponen énfasis en la manera como inicialmente abochornó a su prisionero, obligándole a postrarse y colocando luego un pie sobre su cabeza. A pesar de las asperezas y luego de que se hubieron calmado los ánimos en el campamento turco, Alp Arslan y Romano IV Diógenes hablaron en términos cordiales,  tratándose mutuamente con el “afecto de hermanos” (Miguel Ataliates). Durante la semana siguiente, el emperador se movió libremente entre las tiendas de sus captores, desprovisto de cadenas e invitado con frecuencia a comer en la mesa del sultán. En ese distendido clima finalmente se consumó el acuerdo entre ambos soberanos, cuyas cláusulas ya han sido reseñadas en los párrafos precedentes.

Al cabo, cuando Alp Arslan manifestó su satisfacción por las promesas arrancadas al orgulloso Basileo, los prisioneros cristianos recuperaron la libertad. Vestido a la usanza sarracena y acompañado por una escolta musulmana galantemente cedida por aquél, Romano abandonó con presteza la planicie de Mantzikert. Su primera medida fue tomar la calzada de Teodosiópolis, donde pasaría los siguientes dos días recuperándose de las heridas del combate, en especial de aquélla que, producida por el mandoble de una cimitarra, casi le había costado una mano. La estancia en la ciudad no pudo ser más ajetreada. Constantemente desde el Oeste llegaban noticias inquietantes acerca de los hechos que se estaban sucediendo en la capital imperial, rumores que indujeron a la desesperación y la ansiedad entre los partidarios del emperador. Acuciado por la incertidumbre, a Romano no le quedó más remedio que dar la orden de partida.

Mientras tanto, en Constantinopla, la excitación había ganado las calles, insuflada por los adversarios de la aristocracia latifundista y alimentada desde la retórica por un Miguel Psellos que, insufrible, parecía no entender lo que el imperio se estaba jugando.

Es indudable que al prestigioso funcionario bizantino le interesaba por sobre todas las cosas recuperar la influencia perdida sobre los asuntos estaduales, privilegio que había detentado hasta la exaltación al trono de Romano Diógenes. Para hacer valer tal pretensión Psellos necesitaba de manera imperiosa desplazar de su puesto al actual Basileo en beneficio de un personaje débil y propenso a la manipulación. Y habrá que convenir que las circunstancias eran harto favorables en ese instante, con Romano tan lejos y el partido militar paralizado por la confusión.

En un principio Miguel Psellos no ofreció resistencia cuando los cortesanos propusieron el gobierno conjunto de Eudocia y Miguel Ducas, su hijo. El notable dignatario griego hubiera preferido en todo caso la regencia de Eudocia en solitario, ya que así habría contado con mejores perspectivas para apropiarse de una tajada de poder. Habituado a laborar desde las sombras, el retorno de un Ducas al trono era una opción que atentaba contra sus ambiciosos planes al concentrar sobre la figura de Miguel (Ducas), toda la atención de la poderosa familia. Psellos se refiere al asunto de la siguiente manera: “Entonces unos quisieron entregar el poder al joven hijo de la emperatriz para neutralizar por completo a la madre, pero otros pedían que se le devolviera a ella de nuevo todo el gobierno”. Moviéndose con la cautela de un equilibrista caminando en las alturas, el destacado funcionario apela a una aparente neutralidad para no quedar expuesto a la ira de la dinastía en general y de su gran amigo, el césar Juan Ducas, en particular. Con ese fin escribe: “A mi no me complacía ninguna de las dos propuestas –pues no voy a mentir acerca de mi opinión- sino que prefería que ambos actuasen de consuno, el uno mostrando la debida obediencia hacia la madre y la otra compartiendo con el hijo la administración del estado (como si a Alp Arslan y a sus secuaces les interesaran los vericuetos de la política bizantina). Esto mismo es desde luego lo que pensaba el emperador Miguel que coincidía con este propósito. Pero aquéllos que querían apoderarse del imperio e intervenir en los asuntos de gobierno para provecho propio, incitaban a la emperatriz a que asumiese sola el poder y presionaban al hijo para que se opusiese a su madre” (“Cronografía”, pág.449).

En el otro extremo del Imperio, entretanto, Romano Diógenes abandonaba Teodosiópolis urgido por los rumores que seguían llegando desde la capital imperial.

Deteniéndose solo lo necesario para juntar acólitos, el basileo se internó a continuación en el tema de Armeniakos hasta que, cerca de Colonea, fue alcanzado por el ex catepán de Edesa, Paulo. De boca de su colaborador, Romano se enteró al fin de que Juan Ducas, secundado por Miguel Psellos, había resuelto destituirle en beneficio de su  esposa y de su hijastro. Indignado, se volvió entonces hacia la fortaleza de Dokeia, donde levantó su campamento para meditar su siguiente movimiento.

✠ "La caída de Eudocia y el encumbramiento de Miguel VII Ducas".

Los efectivos que consiguieron huir sanos y salvos de Mantzikert se dispersaron por la planicie anatólica siguiendo el derrotero dictaminado por los lazos de lealtad que cada cual había profesado hasta el desenlace de la batalla. Aquéllos que se habían agrupado alrededor de los líderes civilistas, con Andrónico Ducas a la cabeza, retornaron con prontitud a Constantinopla, sabedores de que el siguiente acto del drama tendría lugar en los pasillos palaciegos de la capital. Y como es obvio, ningún Ducas deseaba perderse el circunstancial “convite” que tendría como frutilla del postre la consabida deposición de Diógenes. Por el contrario, los regimientos que respondieron hasta último momento a las órdenes de Romano se fueron congregando en torno a la tienda del Basileo, en la campiña de Dokeia, adonde también acudieron algunos contingentes francos y normandos. Más tarde mudarían su base de operaciones a la gran ciudad póntica de Amasea, hoy Amasya, emplazada a orillas del Iris.

En Constantinopla, mientras tanto, el deterioro de la situación se iba devorando alianzas, lealtades, tramas, conjuras y cuanto subterfugio sacaban a luz los complotados.

El mismo Psellos, que se había desentendido de la suerte de su antiguo soberano (Romano) con una frialdad sorprendente (llegándole a atribuir la responsabilidad por todos los males y “la causa última de muchos desastres”), acabó desbordado por el ritmo vertiginoso de los acontecimientos. Y aquéllos a los que debía aconsejar (o que al menos él creía que le escucharían sin chistar), empezaron pronto a adquirir alas propias.

De sus valiosos consejos de otrora, dados a Miguel VII Ducas (1071-1078): “Puesto que sobre todo, mi querido emperador me presionaba y apremiaba, yo declaré que no se debía acoger ya más a Romano en el imperio, sino que había que deshacerse de él y enviar a todas partes órdenes excluyéndolo del gobierno”, el destacado funcionario pronto pasó a berrinches y lamentaciones que no eran otra cosa que la manifestación más nítida de la indiferencia de sus pupilos.

A través de Miguel Ataliates es posible corroborar la autonomía creciente que iba adquiriendo el César Juan Ducas a la vez que la estrella de Psellos comenzaba a apagarse en tanto que personaje influyente de la corte: “Habiendo entregado el cetro en las manos de su sobrino (Miguel VII), el César (Juan), empezó a disponer las cosas en la ciudad de la manera que más le convenía. Él atrajo a su causa a los senadores y empezó a honrarlos, mientras se ganaba la simpatía del resto de la población mediante promesas pecuniarias...”24. Al cabo, la influencia de Juan Ducas llegó a ser tan grande que la mismísima emperatriz debió padecer el rigor de la inagotable ambición del César.

Miguel Psellos nos refiere dicho suceso apelando intencionalmente a una tangente para no poner en riesgo su propia cabeza: “Estando así las cosas, el emperador Miguel, temiendo por su vida y desconfiando del hijo de Diógenes por su crueldad, adopta sin duda la decisión más segura para su persona y uno diría que la más sensata: se separa de la madre y se emancipa. Tomando entonces como consejeros a sus primos (Andrónico y Constantino), me refiero a los hijos del César, consigue ganarse el apoyo de la guardia de palacio... Mientras aquéllos actuaban de este modo, las personas que estaban con la emperatriz, entre las que me contaba yo mismo, ignorantes como estábamos de lo que sucedía, nos quedamos casi como paralizados pensando que se nos venía encima una catástrofe”. Al cabo, Eudocia fue primero recluida en el convento de La Madre de Dios, en cuya fundación ella misma había colaborado, y poco después obligada a tomar los hábitos monásticos. 

✠ "Parte Final: Epílogo, desenlace y conclusión. La guerra civil". 

Que la Historia de Bizancio, larga y tortuosa, estuvo plagada de episodios de flagrante traición o inquina no es motivo de sorpresa. Sin embargo, a juzgar por los hechos que tuvieron lugar en el campo sangriento de Mantzikert y después, en los pasillos palaciegos de la capital, no cabe duda de que la clase senatorial y burócrata cometió un acto de suprema torpeza, primero, al abandonar al emperador a su suerte en el fragor de la batalla y, segundo, al resolver su destitución. Por boca de Psellos sabemos que, a poco de hacerse cargo del trono, los Ducas, Miguel y Juan, empezaron a adoptar una serie de disposiciones con la intención de consolidar el nuevo gobierno, una de las cuales fue obviamente convocar al ex funcionario de Eudocia, a colaborar con el usurpador: “No obstante, el emperador, una vez a salvo, se preocupó de mí antes que de ningún otro y envió emisarios a que siguiesen mi rastro y me buscasen por todos los rincones del Palacio”.

Miguel Ataliates, más solidario en la tragedia y a diferencia de Psellos, aún trata de reivindicar el papel de Romano IV Diógenes, mencionando sus cualidades de guerrero osado y valiente y experto en el arte de la guerra. Está claro que en lo concerniente a Ataliates existe una postura mucho más crítica y reñida con la posición acomodaticia de muchos burócratas que se revela completamente equidistante a la asumida por el otro historiador contemporáneo, Miguel Psellos. Lo que es más, en las páginas 161.18 y 162.1, la “Historia” menciona un complot encabezado por el hijo de Juan Ducas, Andrónico, al afirmar que el comandante de la reserva esparció entre sus subordinados el rumor de que Romano había sido vencido para precipitar la derrota de los romeos. Al respecto de la liberación del Basileo, el historiador escribe: “Los rumores de esta noticia me llegaron cuando estaba a poco de abordar una embarcación en Trapezunte (la actual Trabzon)”. Y es que muchos de los evadidos de la batalla salieron disparados hacia el Norte, rumbo al litoral del Mar Negro, a los fines de llegar lo más pronto posible a Constantinopla, dónde tendría lugar el siguiente acto del drama.

Entretanto, Romano Diógenes seguía reclutando leales en Amasea, con la  esperanza de retener el poder merced a un enfrentamiento con el partido civilista encabezado por la familia Ducas. Era obvio que una nueva guerra civil estaba en ciernes. Para entonces el grado de descalabro en las provincias orientales del Imperio había alcanzado tal magnitud, que los emisarios del derrocado Basileo iban y venían apropiándose a voluntad de las recaudaciones de impuestos para sufragar la campaña contra los golpistas.

Gracias de nuevo tanto a Psellos como a Ataliates podemos reconstruir por un lado los movimientos del desposeído Basileo desde su llegada a la ciudad de Amasea y, por el otro, la secuencia del accionar de sus enemigos civilistas. “Entonces el emperador confía el mando del ejército al más joven de los hijos del César -Juan Ducas- (se refiere a Constantino, el primo de Miguel)… Una vez que llegó cerca de la ciudad en la que Diógenes se había establecido, al principio contuvo al ejército, pero luego empezó a lanzar constantemente proyectiles, a simular ataques y a intentar por todos los medios o tomar la ciudad o forzarle a una salida”. “Decidido a enviar tropas contra Diógenes, comisionó a Constantino, uno de los hijos del César Juan, estratego autócrator de los soldados, y le despachó junto con éste para enfrentar a su rival”. Miguel Ataliates sindica al César Juan como artífice de dicha decisión, en tanto que Miguel Psellos alude al mismísimo emperador. Ya sea que fuese uno o el otro, o ambos a la vez, lo cierto es que en un momento dado el cerco alrededor de Amasea se tornó tan asfixiante que, por fin, Romano IV resolvió salir de su guarida y presentar batalla. Psellos se refiere a los combates con lujo de detalles, les define como muy encarnizados y exalta el valor del general Constantino, quien en un acto de arrojo consiguió perforar las líneas de Romano y separarlas. “A partir de ese momento, parte de nuestros adversarios cayó luchando en combate, parte fue hecha prisionera y solo unos pocos huyeron, el primero Romano Diógenes, que espoleó a su caballo todo cuanto pudo. Esta primer victoria fue el primer episodio que nos infundió ánimos”.

Psellos a estas alturas ya se refiere a Romano y sus seguidores como “nuestros adversarios”. Por su parte, Miguel Ataliates nos cuenta que en la batalla uno de los vencidos caído en desgracia fue el general de Romano y ex estratego del thema de Capadocia, Teodoro Alyattes: “Habiendo derrotado a las tropas de Diógenes, comandadas por Teodoro Alyattes, que fue capturado y cegado, Constantino Ducas regresó a Constantinopla mientras su ejército era licenciado a causa del invierno”.

Entretanto, Romano Diógenes había emprendido la huida con algunos de sus más leales sirvientes y en una fortaleza de Capadocia, Tyropoion, encontró finalmente refugio. Allí fue a rescatarle un oscuro personaje que él, antaño, había designado gobernador de Antioquía y del que Psellos dice que tuvo la habilidad de mantener en secreto su animadversión hacia el bando civilista: el armenio Catatures o Khacatur.

✠ "Cilicia, nuevo teatro operacional".

Aunque la misión encomendada por Miguel Ducas había sido cercar y capturar a Romano en la fortaleza de Tyropoion, Catatures bien pronto se libró de sus órdenes privilegiando su gratitud para con su otrora benefactor (Ataliates, “Historia”, pág. 172.1-8). La deserción del funcionario armenio es recogida también en la Skylitzes Continuatos, según la cual Constantino Ducas había solicitado sin resultados la alianza del duque de Antioquia.

Lo que siguió después fue la reorganización de las fuerzas de Romano en los valles y las llanuras de Cilicia, adónde Catatures condujo sano y salvo al Basileo desposeído. En tal reorganización el gobernador de Antioquia jugó un papel preponderante suministrando hombres y pertrechos a la causa de Romano. Así, pues, mientras las fuerzas de Miguel Ducas se disgregaban licenciadas por motivos meramente climáticos, Catatures y Romano se entregaron a la tarea de planificar la restauración del orden imperante previo a la batalla de Mantzikert, perdiendo una valiosa oportunidad de sorprender a sus rivales en pleno desbande. Entretanto, no muy lejos de allí, los turcos empezaban a preguntarse sobre los motivos del incumplimiento de las cláusulas firmadas tras la gran victoria de agosto de 1071. La reciente catástrofe de los romanos en las adyacencias del lago van estaba a punto de convertirse en tragedia para el Imperio.

Es aquí cuando Miguel Psellos vuelve a lavar la conciencia del partido civilista con otro oportuno golpe de pluma. En sus propias palabras, Miguel Ducas convocó a su consejo para evaluar los pasos a seguir, surgiendo en el seno de las deliberaciones dos posturas nada conciliatorias entre sí: una que sostenía la necesidad de entablar negociaciones con el Basileo depuesto y circunstancialmente resignarle prebendas (léase autoridad o tierras) y la otra, que bregaba literalmente por la eliminación de Romano y sus secuaces. La preeminencia lograda por los partidarios de la paz y que Psellos recoge en su obra con las siguientes palabras resulta hoy tan cínica como cuestionable: “Las primeras medidas que se tomaron fueron por la paz. El emperador envió una esquela solidaria y clemente, pero Romano…insistió en sus reclamaciones y ni renunció al imperio ni se conformó con pedir una modesta participación en el poder, sino que se mostró arrogante en sus respuestas, aunque quizá en sus propósitos no lo era tanto”.

Y más adelante, casi sin inmutarse, vuelve a la carga con lo mismo: “Yo lo vi muchas veces llorar por Romano (se refiere al emperador Miguel Ducas), y querer comprar su inmunidad a costa, inclusive, de su propio riesgo. Estaba en efecto unido a este hombre por amistad, tal como decía, y por ciertos pactos que tenía miedo de contravenir”. La descarada pretensión de mostrar a Miguel Ducas y a los civilistas como dueños de la verdad y del derecho, deslizada con premeditación por Psellos en su obra, no parece más que un ardid por limpiar de culpa y cargo a aquéllos de los hechos que sobrevendrían en los años siguientes. John Julius Norwich se da cuenta de ello al evidenciar la miopía de los burócratas con la siguiente sentencia: “Sin embargo, la tragedia real no estribó en la batalla misma sino en su epílogo. Si le hubieran permitido a Romano conservar su trono, habría respetado el tratado que había alcanzado con Alp Arslan, quien habría reanudado su expedición contra el Egipto fatimita” -y por ende, dejado en paz a los bizantinos- (“Breve Historia de Bizancio”, pág. 238).

No queda margen para la especulación por que lo que sucedió después, en definitiva, terminó fagocitándose a casi todos los protagonistas con una velocidad vertiginosa. En Constantinopla, Miguel Ducas volvió a costear un nuevo ejército que puso bajo las órdenes de su primo, Andrónico Ducas, el mismo sobre quién se decía, había traicionado a Romano en el fragor del combate, durante Mantzikert. Para cumplir con su cometido, Andrónico se había propuesto dos objetivos: primero, desarticular la red de suministros logísticos y financieros de Romano y su aliado Catatures y, segundo, irrumpir en las llanuras cilicias de improviso, para tomar por sorpresa a sus adversarios.

Le acompañaba en esta campaña el normando Roberto Crispín, un antiguo rival de Romano Diógenes y del Imperio, y que ahora se iba a revelar como un elemento de capital importancia para las aspiraciones del bando civilista 

✠ "El final de Romano Diógenes". 

Tal como lo había planificado, el hijo mayor del César Juan arribó con sus tropas a través de la ruta de Kleisoura de Podandus, por el norte de las Puertas Cilicias. Fue una difícil travesía por riscos escarpados y traicioneros precipicios que, no obstante, le permitió ubicarse a espaldas de Romano, a la sazón, acuartelado en la ciudad de Adana.

Gracias a Miguel Psellos sabemos que la reacción de Romano no se hizo esperar; mientras el Basileo se atrincheraba dentro de la gran ciudad cilicia, un gran ejército “integrado en su gran mayoría por hombres de espíritu intrépido y de cuerpo vigoroso” fue despachado bajo las órdenes de Catatures el armenio para batirse con Andrónico Ducas. En el enfrentamiento que tuvo lugar acto seguido, la participación del normando Roberto Crispín resultó decisiva; el comandante mercenario se jugó la jornada en una arremetida de caballería que acabó por dividir en dos a las fuerzas enemigas y las puso en fuga. La victoria se redondeó con la captura de Catatures el armenio y de su plana mayor, a la que Miguel Psellos se refiere de un modo muy particular en su obra: “Éste, al huir, se había caído del caballo sobre un foso y, según decía, ocultado luego debajo de unos arbustos. Cuando uno de los perseguidores lo descubrió, se abalanzó sobre él para matarlo. Pero como lo vio llorar, le quitó el vestido y se fue dejándolo desnudo bajo los arbustos. Luego otro, al verlo desnudo, se lanzó a su vez sobre él para matarlo, pero él le dijo: si me perdonaras la vida y me condujeras ante este general, -y le indicó su nombre-, te colmará de regalos la mano derecha”.

La derrota de su lugarteniente y principal sustento no dejó muchas opciones a Romano, que pronto fue sitiado en Adana por las fuerzas victoriosas de Andrónico Ducas. O se avenía a negociar o resistía hasta el final en ese remoto punto del imperio, esperando tan solo a que un milagro le liberase de las manos de sus tenaces perseguidores. Y ese milagro radicaba nada menos que en la buena voluntad de sus antiguos vencedores, los turcos selyúcidas, llamados persas por Psellos, y que debían acercarse para ayudarle. Sin embargo otra vez medió la traición como antes lo había hecho en los previos de la batalla de Mantzikert: aquéllos en los que Romano todavía confiaba acabaron por entregarle a sus enemigos una vez que se hubieron asegurado un salvoconducto.

Así, pues, las puertas de Adana fueron abiertas desde dentro y en su interior los sitiadores se encontraron con un hombre desolado que caminaba nerviosamente sin saber qué hacer ni qué decir. Lo que sucedió luego es descrito prácticamente con las mismas palabras tanto por Psellos como por Ataliates, Zonaras y Skylitzes: el desgraciado Basileo fue compelido a la renuncia de sus derechos al trono y a la tonsura como condición para salvar su vida. Por fin, encadenado, fue conducido de regreso a Constantinopla.

No bien Romano hubo aceptado su derrota se hizo patente que el bando civilista no cumpliría con las promesas hechas en Adana al vencido. La suma de todos los miedos, para desgracia del desventurado Basileo, lamentablemente tomó cada día que la tropa tardó en cubrir la distancia existente entre Adana, en Cilicia, y Cotyaeum, a orillas del Tembris, y que el cautivo debió soportar con estoicismo a lomo de una mula. En este último poblado Romano fue cegado por sus captores (que le reventaron los ojos), pese a la intercesión del obispo de Calcedonia (29 de junio de 1072). Desde Cotyaeum el trayecto final hasta Constantinopla es narrado por Juan Skylitzes con las siguientes palabras: “Transportado sobre una bestia de carga barata como un cadáver en descomposición, con los ojos arrancados y el rostro y la cabeza cubiertos de gusanos vivió unos cuantos días presa del dolor y rodeado de hedor, hasta que entregó el espíritu, siendo enterrado en la isla de Proti –la más septentrional de las islas de los Príncipes, en el Mar de Mármara–, donde había erigido un monasterio”.

Compadeciéndose de la desgraciada suerte corrida por su antiguo compañero de armas, Miguel Ataliates, por su parte, le da un adecuado trasfondo bíblico a los últimos días de Romano: “Tal como Job, dio a todos un extraordinario ejemplo de valor. Aún viéndose sometido a tan arduas pruebas, se erigió como un modelo de valentía para todos y, a pesar de sus incomparables desgracias, no dejó escapar ni un grito de injuria o de cobardía”. Miguel Psellos, a su vez, se refiere a los últimos días de Romano en los siguientes términos: “después que le sacaron los ojos, Diógenes fue conducido al lugar de meditación y retiro que él había fundado en la isla que se llama de Prote, donde después de vivir poco tiempo murió sin haber cumplido cuatro años enteros al frente del Imperio. Miguel fue entonces el dueño incontestable del poder”. 

Habría que añadir en este punto un comentario cargado de agudeza y brillantemente irónico, imperdible en cualquier caso, que hace John Julius Norwich refiriéndose a Miguel Psellos: “Unos días antes de su muerte en el verano de 1072, Romano recibió una carta de su antiguo enemigo Psellos, en la cual le felicitaba por su buena fortuna al haber perdido los ojos, signo seguro de que el Todopoderoso le había encontrado merecedor de una luz superior. Cuando yacía en su agonía final, este pensamiento debe de haberle reconfortado mucho”.

No se sabe a ciencia cierta quién mando a cegar a Romano IV Diógenes, contraviniendo todas las garantías dadas al desventurado reo en la ciudad cilicia de Adana. Miguel Psellos se apresura a exonerar de culpa y cargo a Miguel Ducas cargando directamente contra su entorno, algo que también proclama Juan Zonaras. Este último va mas lejos aún y, al igual que Brienio y Ataliates, apunta su dedo acusador hacia la figura del César Juan Ducas.

✠ "De cuando Mantzikert se transformó verdaderamente en desastre".

Si la miopía del clan Ducas fue la regla, la práctica de misericordia no fue ni siquiera la excepción entre sus miembros. Así, mientras el verdugo conducía por los campos solariegos de Cotyaeum a un desconsolado Romano rumbo a los hierros candentes que habrían de fundirle órbitas y párpados en un guiñapo de carne ahumada, en Constantinopla nadie atinaba a adivinar el sombrío panorama que la destitución de Diógenes iba a acarrear sobre el Imperio y más precisamente, sobre sus provincias orientales.

Que Miguel VII Ducas se viera rápidamente libre de la acechanza de su antecesor no significó que el camino quedase allanado para un ejercicio pleno y placentero del gobierno por parte del bando de los burócratas y senadores. Bien pronto, el hijo de Constantino X debió vérselas con otros candidatos que como él, apelaban a las mismas excusas de siempre para justificar su comportamiento golpista. Aunque algunos, tal cual veremos a continuación, llegaron al colmo de los colmos, como el desertor normando Roussel de Bailleul.

Al descalabro de la autoridad imperial que tuvo lugar en Anatolia tras Mantzikert y luego del breve interregno de guerra civil, siguió un período de franca efervescencia caracterizado por las revueltas y el descontrol. En el Este, los selyúcidas y las tribus turcomanas que usualmente les seguían a regular distancia, empezaron a comprender el real estado de cosas imperante allí donde antes habían proliferado los estratiotas bizantinos. Aunque Alp Arslan había fallecido en 1072, los invasores hallaron en la figura de uno de sus primos, Suleimán ibn Kutulmish, a la persona que habría de liderarlos en la conquista de los antiguos themas orientales. Pero además de Suleimán había entre los recién llegados otros príncipes menores con ambiciones que no lo eran tanto: Danishmend, Chaka y Menguchek. Con tantos postulantes dispuestos a quedarse con los territorios de Asia Menor, a Miguel VII no le quedó otra alternativa que llamar en su ayuda al poco confiable general Roussel de Bailleul. Y como antes sucediera en Mantzikert con Romano, ahora tendría lugar una nueva y flagrante traición por parte del experimentado normando.

Con el refuerzo de un pequeño contingente bizantino liderado por los hermanos Isaac y Alejo Comneno, Roussel se internó en Capadocia tan solo para declarar allí su independencia y revelar sus verdaderas intenciones, que no eran otras que las de crear un principado al estilo del de sus primos italianos. Corría entonces el año 1073 y no habían pasado más que un puñado de meses desde la muerte de Romano IV, cuando Miguel VII se dio cuenta de que su única oportunidad para neutralizar al general sedicioso dependía de que los invasores turcos le prestaran ayuda militar. Fue un error de cálculo gravísimo por parte de la corte de Constantinopla pensar que el normando era un enemigo mucho más formidable que el selyúcida y turcomano. Una equivocación que pondría literalmente en manos de las principales dignidades de este pueblo recién llegado a todas las ciudades ubicadas al otro lado del Mar Egeo en un brevísimo lapso de tiempo comprendido entre 1074 y 1081. Es en este punto dónde las palabras de John Julius Norwich vuelven a cobrar singular crudeza e inusitada razón: ya las hemos esbozado antes: “Sin embargo, la tragedia real no estribó en la batalla misma sino en su epílogo. Si le hubieran permitido a Romano conservar su trono, habría respetado el tratado que había alcanzado con Alp Arslan, quien habría reanudado su expedición contra el Egipto fatimita” -y por ende, dejado en paz a los bizantinos- (“Breve Historia de Bizancio”, pág. 238). Solo era cuestión de tiempo para que semejante sucesión de desaciertos y errores se hiciera patente a través de una nueva regresión en los límites territoriales del Imperio. 

✠ "El corolario de Mantzikert". 

Las consecuencias del grave desastre sufrido por los romeos en las adyacencias del lago Van están tan entrelazadas entre sí que es imposible referirse a una de ellas sin mencionar a las demás. Inmediatamente la noticia con el desenlace de la batalla se esparció por Asia Menor y llegó a Constantinopla bajo la forma de rumores en muchos casos contradictorios, que paralizaron primero a la corte aunque muy pronto la opción del derrocamiento pareció llevar todo a su cauce normal. Luego, a medida que las noticias empezaron a ser más claras con la llegada del primer grupo de evadidos, se  comprendió en el palacio imperial que una guerra civil empezaba a tomar forma en el horizonte ya que, tal como se decía, los turcos habían liberado a Romano a cambio de una serie de prerrogativas territoriales y monetarias. Que las nuevas autoridades bizantinas se atragantaran únicamente con la primera parte de dicho estamento viene a convalidar la poca clarividencia de los Ducas en el campo de la política exterior. De haberse respetado los derechos de Diógenes, las costas de la batalla quizá no habrían resultado tan altas para el Imperio. Y una sucesión garantizada con buenos candidatos al trono hasta habría finalmente neutralizado los efectos negativos del enfrentamiento.

Pero nada aconteció así. Por lo pronto, la guerra fratricida desatada entre los romeos tras la liberación de Romano IV Diógenes vino a convalidar lo que en los hechos estaba sucediendo al otro extremo del Imperio: los nómadas turcos que habían ingresado al Imperio en cuenta gotas antes de Mantzikert, ahora no hallaban obstáculos en reclamar pasturas en el mismísimo corazón de Capadocia. Y es que el tratado firmado entre el depuesto Basileo y Alp Arslan era para finales de agosto de 1072 tan solo papel mojado. Lo que es más, cuando Miguel Ducas se apresuró a conjurar el peligro que suponía Roussel de Bailleul llamando en su ayuda a Suleimán ibn Kutulmish, una de las condiciones que se apresuró a ofrecer a los turcos fue la cesión formal de todos los territorios ya ocupados por éstos.

Con el paso del tiempo, a la vez que las dotes de administrador efectivo y soldado eficaz nunca tomaban forma bajo la silueta de Miguel VII, la situación en Asia comenzó a tornarse desesperada. Las comunicaciones entre las grandes ciudades estaban cortadas y la autoridad imperial solo se remitía allí donde había una guarnición numerosa para garantizar la gobernabilidad de una gran ciudad. Fue ni más ni menos lo que acontecía en Antioquia, donde gobernaba el general Isaac Comneno y en un puñado de urbes tales como Trebizonda, Nicea, Sínope y Esmirna. Entretanto, en las tierras del interior de la península ya no quedaban trazas de la autoridad del Basileo. Como tampoco había ya un ejército regularmente constituido para frenar la oleada de selyúcidas y turcomanos que a diario se infiltraba en los antiguos themas orientales.

Al cabo, los urgidos funcionarios de Anatolia comprendieron que su supervivencia no dependía tanto de otros sino de ellos mismos. El primero en rebelarse contra el gobierno central fue Nicéforo Botaniates, al decir de Steven Runciman, motivado en parte por ambición personal y en parte por legítima desesperación ante la incapacidad de Miguel VII. En su camino hacia Constantinopla, el estrategos del thema de Anatolikon debió apelar a una mesnada de turcos, parte de los cuales fue dejando en calidad de guarnición allí por donde pasaba, para asegurar su autoridad. Fue el epílogo de Mantzikert y el principio del fin para la dominación bizantina en grandes extensiones (en realidad casi la totalidad) del Asia Menor.

✠ "Diez años después de aquél fatídico día".

Corre agosto del año 1081. Diez años han pasado desde Mantzikert. En Constantinopla Miguel Ducas hace casi tres que ha dejado de ser emperador; muy por el contrario, ahora se encuentra abocado a tareas monásticas y por méritos propios ha llegado a ocupar el cargo más alto en una sede archiepiscopal. El general golpista que le reemplazó, Nicéforo Botaniates también es a la sazón una traza apenas perceptible de un recuerdo borroso. Habiéndose enemistado con sus aliados de la aristocracia militar, la familia Comneno, no tardó en seguir el camino de Miguel hacia el ostracismo. El emperador es ahora Alejo I Comneno, un experimentado soldado que en los años anteriores se había batido valerosamente contra todos los postulantes al trono imperial, ostentando siempre una virtud extraña para la mayoría de sus contemporáneos: la lealtad. Alejo hace apenas cuatro meses que está en el poder; tiene menos de 30 años pero a través de sus venas exuda una voluntad inquebrantable por ayudar a su patria a sobreponerse del colapso acontecido aquél fatídico día de agosto de 1071.

En las tierras europeas del Imperio todo es un caos. Los normandos de Roberto Guiscardo, el señor de toda Italia meridional, luego de conquistar la isla de Corfú, han puesto sitio al importante enclave de Durazzo o Dirraquio, en la costa de Epiro. Más al Norte, entretanto, se espera una inminente invasión por parte de los pueblos de las estepas, los pechenegos. La situación es en extremo complicada, pero al menos los territorios aún responden a las órdenes de Constantinopla. Al otro lado del mar Egeo, en cambio, el cuadro es diametralmente opuesto al que subyace en el Oeste. En Antioquia, aunque respondiendo aún a los designios del emperador, un armenio de nombre Filareto ha sucedido en el cargo al asesinado Isaac Comneno. Bajo la férula de su autoridad se encuentra un vasto territorio que se extiende desde Tarso, en la llanura cilicia, hasta más allá de los campos del Eufrates y comprende, amén de su capital, las importantes ciudades de Edesa, Mamistra y Anazarbo. Aunque los invasores turcos le hacen la vida imposible, el funcionario armenio se las ha arreglado muy bien para mantener cristiana a la gran ciudad siria. Hay otros armenios enseñoreándose de las comarcas adyacentes a sus tierras. Por ejemplo están Oshin y Roupen en las colinas al noroeste de Cilicia y otros más que, habiendo sido antiguos funcionarios bizantinos, conservan sus puestos en regiones tan distantes como Melitene.

Sin embargo, el caos de la otrora unificada Anatolia se puede apreciar con más nitidez un poco más hacia el corazón de la península, donde los selyúcidas han impuesto su autoridad y donde los turcomanos han llevado sus rebaños. En las proximidades del litoral egeo, el emir Chaka se ha hecho fuerte en su capital de Esmirna y ha conquistado numerosos poblados cercanos como Éfeso, Fócea y Magnesia. No muy lejos de allí, el sultán Suleimán ibn Kutulmish ha establecido su residencia en la gran ciudad de Nicea, desde donde gobierna sobre un vasto territorio comprendido entre Bitinia y Siria. No obstante su soberanía no es uniforme a lo largo de toda esa extensión pues de manera intercalada se suceden algunos poderes independientes: Danishmend, que gobierna en Sebastea, Cesárea y Amasea, y Menguchek que lo hace en Colonea y Erzindjan son los más importantes. “Los jefes turcos habían establecido una especie de tranquilidad en torno a sus ciudades principales; pero el campo era víctima de las correrías de las hordas nómadas de turcomanos, mientras la confusión aumentaba por la presencia de refugiados griegos y armenios. Gran número de cristianos se vio obligado a  adoptar el Islam para poder sobrevivir y quedó gradualmente absorbido por la raza turca… Pero la población griega, en su mayoría, se abrió camino, lo mejor que pudo, hacia las costas del mar Negro y el Egeo” (Steven Runciman, “Historia de las Cruzadas”, Vol. I, pág. 81). Este fue en definitiva el legado de Mantzikert. ¿Pero fue Mantzikert la causa o meramente una consecuencia, al igual que todo lo anterior?

✠ "Conclusión".  

A la distancia y luego de todas las consideraciones hechas, no parece descabellado afirmar que Mantzikert más que causa de la debacle bizantina fue una consecuencia, otra más, al igual que la debacle misma, de un proceso que se había iniciado muchos años antes. Tal vez habría que remontarse hasta la muerte de Basilio II el Bulgaróctono (1025), para empezar a recopilar pequeños detalles que, conformando al cabo un mosaico, podrían sindicarse como la clave para entender el colapso que tuvo lugar al promediar la segunda mitad del siglo XI. La decadencia del sistema de soldados estratiotas, el encumbramiento de los terratenientes en Asia Menor, la falta de un candidato al trono con las mismas cualidades del Bulgaróctono, la irrupción en el poder del partido civilista, los recortes en el presupuesto militar que sobrevinieron poco después, la anexión de los estados armenios que servían como tapón o dique de contención en el Este (y en la que tuvo que ver Basilio II), el incremento de la presencia de mercenarios entre las fuerzas imperiales, todo, ayudó a desencadenar la tragedia aquel terrible día de agosto de 1071. En otras palabras, Mantzikert fue el corolario de una serie de gruesos desaciertos y al mismo tiempo constituyó el resultado de una secuencia de errores tácticos cometidos en el campo de batalla por Romano IV Diógenes. A estas alturas, la traición de Andrónico Ducas es solo una anécdota que, no obstante, no deja de convalidar el grado de animadversión existente entre los dos partidos que se disputaban el Imperio, en vísperas de la crucial batalla.

Que los turcos selyúcidas y las hordas de turcomanos que les seguían hayan sido la mano visible que precipitó los hechos con la ocupación de gran parte de Asia Menor no debería ser motivo de aprensión si se considera cómo los bizantinos actuaron para con el desafortunado Romano IV. Sin mencionar la manera en que luego desperdiciaron sus recursos en una cruenta guerra civil que terminó vergonzosamente con la muerte de aquél. Otro tal vez habría sido el desenlace si se hubiese aceptado el retorno de Romano a Constantinopla con el subsiguiente cumplimiento de los tratados firmados con Alp Arslan. Hablar luego de la sucesión de Romano en beneficio de otro candidato de la estatura de Nicéforo II Focas, Juan I Zimisces o del mismísimo Basilio II Bulgaróctono permite obviamente soñar con una restauración a la usanza de los macedonios. Pero todo ello solo es motivo para la especulación.

Como conclusión final se puede decir que en el campo sangriento de Mantzikert los bizantinos se jugaron el destino de su Imperio. Los hechos, sin embargo, pusieron en evidencia que fueron muy pocos los que realmente se dieron cuenta de ello al momento de empuñar las armas y levantar los escudos. Un motivo más para reivindicar y rescatar del oprobio la actitud de Romano IV Diógenes, aunque Miguel Psellos se empecine en demostrar los beneficios de la nueva era Ducas con bonitos golpes de pluma.

De todo este desastre e intentando prevenir un final mayor y fácil de imaginar, vino la solicitud de Ayuda a Europa y al Papa, y el inicio de la preparación de la Primera Cruzada, pero esto ya es otra historia...

IMAGEN .- Romano IV Diógenes.


IMAGEN .- La batalla de Mantzikert (1071).


FUENTES:

Guilhem W. Martín: "Imperio Bizantino"

FUENTES DOCUMENTALES:

Miguel Psellos, Vida de los Emperadores de Bizancio o Cronografía, Editorial Gredos

S.A., 2005, ISBN 84-249-2754-0.

Miguel Ataliates, Historia, versión digitalizada en griego.

Ana Comneno, La Alexiada, Editorial Universidad de Sevilla, traducción a cargo de

Emilio Díaz Rolando, ISBN 84-7405-433-8.

Steven Runciman, Historia de las Cruzadas, Vol. I, Alianza Universidad, versión

española de Germán Bleiberg, 1980, ISBN 84-206-2059-9.

Franz Georg Maier, Bizancio, Siglo Veintiuno Editores, 6ta. Edición, 1983, ISBN

(volumen trece) 988-23-0496-2.

E. Patlagean, A. Ducellier, C. Asdracha y R. Mantran, Historia de Bizancio, Crítica

Barcelona, 2001, ISBN 84-8432-167-3.

Warren Treadgold, Breve Historia de Bizancio, Paidós, 2001, ISBN 84-493-1110-1.

Carlos Diehl, Grandeza y Servidumbre de Bizancio, Espasa-Calpe SA, Colección

Austral, 1963.

John Julius Norwich, Breve Historia de Bizancio, Cátedra Historia Serie Mayor, 1997,

ISBN 84-376-1819-3.

Jean Pierre Alem, Armenia, Editorial Universitaria de Buenos Aires (Eudeba), 1963.

Johannes Lehmann, Las Cruzadas, Los Aventureros de Dios, Ediciones Martínez Roca

S.A., 1989, ISBN 84-270-1352-3.

Mijail Zabarov, Historia de las Cruzadas, Biblioteca de la Historia, Akal Editor, 1985,

ISBN 84-7291-8205.

Claude Cahen, El Islam, desde los orígenes hasta los comienzos del Imperio Otomano,

Editorial Siglo Veintiuno, 1975, ISBN 83-323-0020-9

Joseph M. Walter, Historia de Bizancio, Edimat Libros S.A., ISBN 84-9764-502-2.

Emilio Cabrera, Historia de Bizancio, Ariel Historia, 1998, ISBN 84-344-6599-X.

Georg Ostrogorsky, Historia del Estado Bizantino, Akal Editor, 1984.

Alexander A. Vasiliev, Historia del Imperio Bizantino, Libro dot.com, versión digital.

Norman H. Baynes, El Imperio Bizantino, Breviarios, Fondo de Cultura Económica,

1974.

Roberto Zapata Rodríguez, “Italia Bizantina, Historia de la Segunda Dominación

Bizantina en Italia, 867-1071”, Asociación Cultura Hispano-Helénica, versión revisada

por Eva Latorre Broto, 2007, ISBN 9788487724022.

Salvador Claramunt, Las Claves del Imperio Bizantino 395-1453, Universidad de

Barcelona, 1992, ISBN 84-320-9227-4.

The History Collection, University of Wisconsin Digital Collection, Crusades.

http://digicoll.library.wisc.edu/.../History/History-idx....

Medieval History. Debacle at Mantzikert, 1071: Prelude to the Crusades. Versión

digital.

Rosemary, The Battle of Manzikert, Clio, Journal of Ancient and Medieval History at

Dickson College.

Jack D. Andersen, What Went Wrong at Manzikert?, Texas A & M University, version

digital.

Paul E. Chevedden, The Invention of the Counterweight Trebuchet: A Study in

Cultural Diffusion, Dumbarton Oaks papers Nro. 54, 2000.

Paul Magdalino, The Byzantine Background to the First Crusade, Canadian Institute of

Balkan History, 1996.

Abbas Hamdani, A Possible Fatimid Background to the battle of Manzikert,

Mihvaukee, versión digital.




"ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE ESTUDIOS HISTÓRICO MEDIEVALES”.

“CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS TEMPLARIOS”.

“PRIORATO TEMPLARIO DE SAN BERNARDO DE CLARAVAL”.

"PRECEPTORÍA NACIONAL".

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠

Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠  Estudios y Análisis Históricos.

✠  Efemérides, personajes, lugares y hechos históricos. 

✠ Las Vírgenes Negras y El Temple.

✠ Las Vírgenes Negras no son negras.

Solo pueden ser realmente negras las tallas realizadas con materiales oscuros como podrían ser la ebonita, el mármol negro o la caoba. Dado que la mayoría de las vírgenes que se consideran negras, no están talladas en estos materiales, todas deben su color a la pintura, barniz, betún de judea o lacado, todo sin motivo aparente alguno. Sobre el color oscuro de las tallas, que en algunos casos es de un negro brillante y en otros un simple oscurecimiento, nos han dado muchas explicaciones si bien hay tres que se podrían considerar como las más extendidas.

✠ Virgen de Palladuc - Francia.




La primera de estas explicaciones, que durante muchos años ha sostenido la Iglesia ante las preguntas de sus feligreses, aseguraba que se debía al humo desprendido de los cirios que, de tan cerca que los habían colocado de la imagen, ésta se había ennegrecido. Sería una explicación muy válida si no fuese que existen cientos de vírgenes con idénticas características, extendidas a lo largo y ancho de Europa, ya que 500 son demasiadas tallas para sufrir idéntico deterioro. Como hemos dicho antes, que no creemos en la casualidad sino en la causalidad, 500 casualidades son demasiadas para ser casuales y no causales. Muchas, aún conservan parte de la policromía que tuvieron de origen y ésta no se ha visto afectada más que por el lógico paso del tiempo y algún que otro acto vandálico. Por lo tanto, no podemos dar por válido el deterioro de la policromía y / o la mala calidad de la pintura utilizada, pues hubiese quedado la talla deteriorada por un igual con el humo o cuando menos la parte inferior de la imagen, la más próxima al cirio.

Al seguir consultando con la Iglesia un porqué menos pueril, obtuvimos una respuesta que era solo un vano intento de hacer creíble lo increíble. El argumento está pensado para feligreses con un cierto nivel de cultura, pero escasos conocimientos de química. Nos explica que estas tallas habían estado recubiertas de plata y que debido a la oxidación de la plata, la madera se ennegrecía. Si el recubrimiento de plata, hoy en día ha desaparecido, pero el fervor popular no, sería lógico preguntarse porqué lo quitaron en 500 tallas a la vez, como si fuese una consigna de suma importancia. Detengámonos un momento a hablar sobre la plata. Elemento químico con el símbolo Ag, pertenece al grupo III de los elementos de transición en la Tabla Periódica. A este grupo pertenecen también el cobre y el oro. Estos tres elementos han sido utilizados desde la antigüedad porque suelen encontrarse en estado puro en la naturaleza y, por sus propiedades anticorrosivas, se usaron para la fabricación de monedas. Tienen bajo potencial de oxidación lo que los hace escasamente reactivos. La plata pura no es de color plata, sino casi blanca y lo que la hace brillar es su aleación con cobre o en el caso de los “baños de plata” en disolución, como amonio de plata. La plata desde hace miles de años ha sido utilizada por sus propiedades antibacterianas y bactericidas, de ahí que las familias ricas de la antigua Roma ya utilizaran vasijas de plata para poner agua, pues en poco tiempo las bacterias que contuviese eran destruidas por la plata. Este uso, que conocían, no lo podían explicar con los conocimientos químicos que hoy tenemos, pero con ella fabricaban la mayoría de los utensilios para comer como platos, copas, cubiertos, etc. Lógicamente solo las familias con elevado poder adquisitivo podían tener en sus hogares vajillas y cuberterías de plata, por lo que su uso quedaba restringido a la nobleza. El contacto continuado con la plata tiñe la piel de un tono azulado y éste es el origen de la famosa “sangre azul”, distintivo de la nobleza.

Sin embargo, esta reacción que la plata tiene sobre la piel humana, no la tiene sobre la madera ni la piedra por lo que la explicación del recubrimiento de las imágenes de plata deja de tener sentido. Solo mirando cientos de imágenes, sean blancas o negras, nos damos cuenta de que el fervor popular no quiere empobrecerlas sino enriquecerlas. Las vemos coronadas de oro y plata, con gemas, collares de perlas y mantos ricamente bordados que, en muchas ocasiones, triplican el tamaño de la imagen; pero la talla, para los fieles, tiene ese especial carisma de lo intocable, de lo divino, de lo puramente celestial que manos humanas no se atreverían a tocar.

✠ Virgen de la Regla - Chipiona. (Natural y vestida).




Por muchas explicaciones que nos den en este sentido, seguiremos sin comprender porqué quedaron deterioradas por la plata o los cirios y es que ese porqué no existe; nunca los cirios ennegrecieron las tallas y no todas las imágenes tuvieron recubrimientos de plata, serían demasiadas imágenes y demasiada plata para poner y quitar por toda Europa; estamos hablando de aproximadamente unas 500 tallas.

La tercera explicación, más moderna, mejor elaborada y lógica es la que determina que estas tallas son representaciones de diosas-madre o madre-tierra, reminiscencias de antiguos cultos a la fertilidad. Esta teoría se sustenta fuertemente por la zona en que se encuentran, generalmente sobre o cerca de templos pre-cristianos y a la relación que su culto tiene con la familia, felicidad, salud, fertilidad, etc. No todas estas tallas, llevan el niño sentado o presentado sino que algunas solo son ellas las fértiles. La mayoría muestran al niño como producto de su fertilidad resaltándose ellas como reinas y la figura principal del conjunto. Sino hubiesen unos puntos que las relacionaran entre sí y otros que las separan de cultos primitivos, esta teoría sería absolutamente válida, creíble y lógica. Algunas de las vírgenes que se consideran negras, pertenecen a este grupo de representación de diosas pre-cristianas simbolizando principalmente a Isis, Artemisa o a cultos celtas o íberos.

La coloración negra vendría condicionada por el color oscuro de la tierra fértil, buena para elcultivo y la vida humana en los primeros asentamientos recolectores y posteriormente agrícolas. Esta idea no es en absoluto descabellada, ya que daría una explicación a muchas de las “advocaciones” de estas vírgenes. Las diosas madre o madres tierra, eran diosas lares, cercanas a la familia, regentes del hogar, la salud, la enfermedad, la felicidad y todo lo relacionado con la vida del hombre en la tierra y como miembro de una sociedad o entidad familiar. ¿Por qué estas tallas aparecían a las afueras de las poblaciones y no eran el centro de ellas para proteger a toda la comunidad? Las poblaciones, crecen de forma concéntrica desde un punto que generalmente lo ocupa el lugar de culto, la fuente de agua para proveer a la población y la plaza en donde se reunían para decidir sobre sus problemas comunes y celebrarlos grandes acontecimientos.

Si desde tiempos remotos las diosas lares, fértiles y madres eran oscuras y ese culto debería haber perdurado en la población, el porqué la mayoría de las vírgenes negras de idénticas características solo aparecen tras la primera cruzada, es algo en lo que debemos poner atención. No estamos hablando de tallas similares en lugares cercanos sino de alrededor de 500 imágenes que han de ser la representación de esos cultos pre-cristianos con las mismas proporciones e idénticas características en lugares tan alejados entre sí como Malta de Cádiz o Bélgica de Chipiona. Los cultos pre-cristianos, efectivamente, están relacionados con las grandes diosas madres y si seguimos atentamente el desarrollo de estos cultos, como bien explica Francisca Martín-Cano, veremos que las advocaciones eran astronómico-agrícolas y seguían la evolución de las estaciones para la recolección. La posición de los astros en el firmamento, son la clave para definir las estaciones y solsticios; el tiempo de la recolección o la caza, actos que siempre llevaban a cabo las mujeres del clan familiar o tribal.

✠ Las vetas telúricas de Francia y la Península Ibérica.




Los templos o centros de culto, desde tiempos inmemoriales se han construido sobre zonas telúricas y en ellas siempre han existido grandes templos. No solo las grandes vetas telúricas son fácilmente detectables por el ser humano, sino que otras, de menor intensidad también lo son, aunque muchas veces no seamos conscientes de ello. Algunos lugares, nos hacen sentir paz, sosiego y hasta a veces un escalofrío que nos recorre el cuerpo. No es nada que la ciencia no pueda explicar, son las cargas eléctrico-magnéticas o telúricas. Las corrientes de agua subterráneas, tienen una carga eléctrica importante ya que el agua es un gran conductor de la electricidad, por lo que en cualquier zona en la que exista agua subterránea, el flujo de electrones será mucho más rápido que a través de la roca. Las vetas telúricas no son más que pliegues o corrientes subterráneas que canalizan el flujo eléctrico bajo la corteza terrestre. En los puntos en que estas vetas confluyen o se cruzan, el flujo de electrones es mucho más intenso y éstos chocan entre sí creando efectos de reverberación. Son, los grandes enclaves religiosos del mundo, de cualquier religión y en cualquier época. Allí en donde nos sentimos agusto con nosotros mismos nos sentimos más cerca de la divinidad, sea ahora o en los tiempos más remotos de nuestra historia.

✠ El Temple. Una gran empresa de la Edad Media.

Abordaremos el tema de la Orden del Temple desde un punto de vista diferente del que hemos leído y estudiado, pues no tocaremos nombres, fechas, hechos concretos, juicios, tesoros ni baphomets. No pensemos en los románticos caballeros de capa y espada que defendían la cristiandad ante los sarracenos como monjes-guerreros, que han llenado páginas de historia e historias y centrémonos en lo que representó y fue la Orden del Temple con la mirada puesta en las cosas más simples de la cotidianeidad.

Sabemos que nueve caballeros emprendieron una aventura y que en poquísimo tiempo llegaron a tener en sus filas a miles de hombres, dinero, posesiones y la mayor flota naval de la época. Crear y mantener una institución tan enorme desde Jerusalén hasta Finisterre, tenía forzosamente que contar con una infraestructura sólida y una organización extraordinaria. Las primeras donaciones al Temple se convirtieron esencialmente en Encomiendas agrícolas para alimentar a las tropas de ultramar pero en muy poco tiempo ya ocupaban zonas tan lejanas entre sí que ineludiblemente tenían que desarrollar un sistema de jerarquías e intercambio de información muy sofisticado.

El hambre y la pobreza no suelen ser buenos compañeros de la honestidad y si en algo destacó la Edad Media fue en las diferencias abismales entre ricos y pobres. Los caballeros andantes en busca de fama y fortuna, que tan románticamente nos describen las novelas caballerescas, muchas veces eran meros nobles empobrecidos, salteadores de caminos a la caza de la primera oportunidad para hacerse con dinero. Otros, se ponían a las órdenes de un noble o rey teniendo como deber no tan solo defender con las armas sus posesiones sino informar de cuántos asuntos acontecieran en los alrededores y en la corte. Las intrigas, los tratados, los acuerdos, eran temas sumamente importantes ya que directa o indirectamente mediaba en ellos poder y dinero.

La economía de una enorme empresa como era el Temple, no es tan fácil como llevar la contabilidad familiar en una libreta que ponga Debe-Haber-Saldo siendo nuestra preocupación el que “siempre debe haber saldo”. Conocer qué había en metálico en cada Encomienda, cuáles eran sus gastos previstos y su previsión de gastos, qué gastos o entradas eran las habituales y cuáles podrían aparecer por imprevistos, no es tarea fácil cuando entre ellas habían distancias enormes, diferentes monedas, idiomas y acuerdos locales. Si extrapolamos la economía de las Encomiendas a la financiación de grandes viajes, batallas, construcción de castillos y barcos, armas, caballos, vituallas y todo el cúmulo de gastos imprescindibles, la estructura financiera del Temple podría equipararse a la de cualquier multinacional de grandes proporciones.

Forzosamente la estructuración de un plan financiero/contable tenía la máxima importancia ya que no es práctico adquirir un millar de sacos de harina en Extremadura y llevarlos hasta Jerusalén, cuando en Malta podían comprarla sin tantos gastos de transporte. Lo lógico es vender la harina extremeña en Extremadura y de alguna forma “enviar” el dinero a Malta para comprar allí la harina. Transportar dinero no era viable y de ahí que inventasen las letras de cambio, forma de llevar dinero sin llevarlo físicamente; avisar con antelación del “dinero” disponible y que se hicieran los tratos comerciales de compra y venta, sin dilaciones ni demoras pues los estómagos no esperan y las batallas tampoco.

Los Templarios, no tan solo tenían que crear y mantener su inmensa organización sino conocer de antemano los planes que tramaban nobles y reyes, pues la Orden del Temple sabemos que estaba extendida por toda Europa y parte de Asia y África. Esto significa que en cada corte y castillo, era necesario tener a un espía, un simpatizante o mercenario quien tras conocer la información la transmitiese a alguien cercano y éste último se encargase de hacerla llegar al lugar y persona adecuada, por muchas millas que distara un punto de otro. La organización jerárquica es de todos conocida, con un Maestre General a la cabeza y Maestres Provinciales en todos sus enclaves, por lo que sería muy similar a la de una gran empresa de hoy en día, pero sin las facilidades de aviones, teléfono, fax o e-mail, aunque la velocidad y seguridad en la transmisión de la información fuese igual de imprescindible. Pero sigamos con la lógica que no deja nunca de la mano a quien con ella piensa.

¿Cómo llevar la información y las órdenes de un sitio a otro con seguridad?

Un caballero con armadura, era una fortaleza inexpugnable siempre y cuando no se cayera del caballo, puesto que una armadura pesa tanto que una vez en el suelo era presa fácil para cualquiera. El pergamino en que llevase escrito el mensaje se lo podían quitar de las manos antes de que se pusiese en pie. Podemos pensar que el mensaje fuese oral y no escrito y que el caballero podía aprendérselo de memoria. Para cumplir con estos requisitos necesitamos muchos hombres-correo de gran fortaleza física, valentía, memoria y una notable resistencia. Esos hombres con tan buenas cualidades para el campo de batalla, no podían quedarse sentados en una Encomienda agrícola esperando el día en que fuesen necesarios sus servicios. Por lo tanto el sistema del caballero-correo, no es útil y si en algo se caracterizó la Edad Media fue en los tan sofisticados sistemas de tortura que ingeniaron. El umbral del dolor es algo físico que poco o nada tiene que ver con la valentía, el honor, los votos y juramentos, aunque condicionan psicológicamente el comportamiento del ser humano ante el dolor, solo lo hacen hasta cierto punto. El mecanismo del dolor, estudiado médicamente, es una de las defensas que tiene el organismo ante las agresiones externas. Nos avisa que una parte de nuestro cuerpo está en peligro y ante ello el cerebro reacciona inmediatamente intentando por todos los medios suprimir la fuente causante del dolor. El umbral del dolor no se conoce hasta que no se pone a prueba y confiar en un supuesto no es viable a la hora de asegurar la transmisión de un asunto importante.

De lo anteriormente dicho, podemos deducir que lo más inadecuado para la transmisión de información es un caballero joven, fuerte, valiente y con memoria. El mejor mensajero sería alguien que pasara desapercibido y que tuviese la libertad de andar y desandar caminos sin levantar sospechas de ningún tipo, con periódicos relevos en la ruta. Es la misma historia de la Orden del Temple la que nos facilita la respuesta. El motivo de su fundación fue la protecciónde los peregrinos a los lugares santos y de culto. ¿Qué mejor que un peregrino, para llevar y traer información por los caminos sin levantar sospecha alguna? ¿Qué mejor lugar para traspasar su mensaje que una ermita o monasterio en su ruta de peregrinaje? Los caminos de los peregrinos son conocidos y hay muchos que cruzan el continente hasta Jerusalén.

Sabemos que a los peregrinos los asaltaban y les robaban sus escasas pertenencias y aunque en la Edad Media, pocos eran los que sabían leer y escribir, un pergamino aún ignorando su contenido, podía ser moneda de cambio.

Eliminemos nada que esté escrito y centrémonos en las tesis del historiador e ingeniero aeronáutico José Antonio Hurtado. Él ha demostrado sin lugar a dudas, que Colón utilizó las cartas de navegar Templarias para llegar a América y que la Orden del Temple conocía las tierras americanas cuando aún el resto del mundo creía que la tierra era plana y que tras Finisterre se abría el abismo.

Con este dato tan crucial e importante, se revisó la bibliografía que pudiese existir al respecto siendo el libro de mayor utilidad “La Leyenda de los Dioses Blancos” de Pierre Honoré,  en el que se hace una recopilación de muchas leyendas americanas sobre la llegada a sus tierras de hombres blancos, con barba y sabios que les enseñaron el cultivo de muchos cereales. La compenetración que llegó a existir entre estos “dioses blancos” y los nativos, la estancia entre ellos de estos hombres, nos indicó que allí llegaron a haber  verdaderos asentamientos, por lo que esos “dioses blancos” no eran otra cosa que Templarios.

Nuestro siguiente paso, nos llevará directamente a las vírgenes negras y no es casualidad haber unido a los templarios con América ya que de ella sacaremos más conclusiones sobre las vírgenes negras.

✠ Las Vírgenes Negras y El Temple.

Nuestra investigación se inició con la idea de conocer el porqué de la existencia de las vírgenes negras, saber qué hizo que aparecieran tantas tallas similares en tan corto espacio de tiempo y en lugares tan distantes entre sí, pero sobre todo una justificación lógica. Puesto que ninguna de las explicaciones que se nos daba, nos convencía comenzamos a recopilar cuantas vírgenes negras encontramos. Con un buen número de ellas y la información que aún se conserva, comprobamos sus características en el patrón identificativo 11 "Test para Catalogar VN" que consta de 14 puntos:

1.- Facciones negras, no de raza negroide.

2.- Realizadas siempre en madera (extraña).

3.- Hierática Majestad.

4.- Aspecto oriental acusado.

5.- Los rasgos de la Virgen muy cuidados mientras que los del niño menos.

6.- Color de vestuario: blanco, rojo, azul ( a veces negro o verde).

7.- Dimensiones específicas constantes:

70x30x30 cm. en etapa inicial, en etapa tardía desde 30 cm. como talla reducida, hasta 1m. talla aumentada. Conservándose la proporción 7 a 3.

8.- Lugar de emplazamiento - continuidad con un entorno dedicado a la Gran Madre.

9.-Elemento oriental, sea autoría, transporte, santuarios, otros (íconos).

10.- Objeto de peregrinaciones importantes y famosas - camino de Santiago, desviación del camino para visita.

11.- Edificaciones que conservan restos de carácter esotérico e iniciador.

12.- Milagros asociados:

- peligro.

- fe cristiana.

- fecundidad.

- niños enfermos.

- comerciantes.

- navegantes en peligro.

- constructores en peligro.

- grupos de 3 o parientes entre sí.

13.- Personajes acompañantes:

- santos.

- ángeles.

- profetas.

- otras Vírgenes Negras.

14.- Rituales con procesiones, culto, ofrendas extrañas.

Cuando llevábamos cientos de vírgenes recopiladas, algo comenzó a fallar en nuestra teoría. No todas las vírgenes negras cumplían las 14 características y sin un patrón determinado no podíamos establecer relaciones. Además, habíamos encontrado que las que cumplían todas las características, estaban estrechamente vinculadas con la Orden del Temple, enclaves, castillos y/o a los monjes benedictinos. Podíamos añadir sin temor a equivocarnos nuevas características:

15.-Relacionadas con Benedictinos, Antonianos, Dominicos, Franciscanos,Mercedarios, Regulares de San Agustín, etc.

16.-Leyenda asociada a su aparición siempre similar.

17.- Agua, sea en forma de fuente, río, manantial, pozo, etc.

18.- Relación directa con la Orden del Temple.

Época: Edad Media (s. XI-XIII).

Aún así, seguíamos sin un patrón, sin una fórmula que seguir, o al menos no la sabíamos ver.

Afortunadamente, el poder compartir ideas, hallazgos y fracasos con personas que tienen la misma pasión por la historia y por conocer el fondo de las cosas, no permitió que todo quedara en nada y noches enteras de interminables estudios, finalmente dieron su fruto. Separamos las vírgenes negras que no cumplían de las que sí; era lógico pensar que no estaban relacionadas pero no sabíamos el porqué. Releyendo una noche “El Misterio de las Catedrales” de Fulcanelli, una frase apuntaba que, los alquimistas muchas veces daban pistas falsas a sus discípulos para que, si éstos no eran verdaderos iniciados, se perdiesen por el camino y no llegaran jamás a la maestría. Este pequeño comentario está en la parte del libro que Fulcanelli dedica a las vírgenes negras. ¿Qué tenían que ver los alquimistas medievales con las vírgenes negras? ¿Qué “pistas falsas” podía dar un alquimista a sus discípulos? ¿De qué camino guiaba o desviaba la pista falsa del alquimista?

Preguntas, muchas preguntas, pero ninguna respuesta. La frase seguía viva y las preguntas también, por lo que seguimos buscando respuestas, hasta que dimos con la existencia de falsificaciones de época relacionadas a documentos, cuadros, etc. ¿Cómo no se nos había ocurrido antes pensar que algunas de aquellas vírgenes, las que no cumplían, eran las pistas falsas de las que nos habla Fulcanelli? Todo parecía encajar, pero se tenía que demostrar y sobre todo averiguar porqué tanto misterio, tanta falsificación y tanto trabajo. Tanta molestia tenía que ser para tapar algo importante, algo relacionado con la Orden del Temple, pero no teníamos idea de qué podía tratarse.

Nos quedamos con el grupo de vírgenes negras que sí cumplían las características y empezamos a completar los datos y analizarlos, tal y como haremos ahora:

1.- Facciones negras, no de raza negroide. Esas tallas, por el color diríamos que imitan a una mujer negra, pero la rectitud de su nariz, lo delgado de sus labios, no deja lugar a dudas que se trata de facciones blancas y que han sido oscurecidas a propósito, para diferenciarlas de las blancas, una marca que las hacía fácilmente reconocibles. Ya teníamos algo por lo que empezar, quien fuese que las buscase, las encontraría sin esfuerzo por su color.

2.- Realizadas siempre en madera (extraña).

Esta clasificación o característica no siempre es cierta, puesto que algunas se tallaron en maderas locales, pero casi siempre, si se trata de la talla original, ciertamente la madera no es estrictamente local aunque no tenga que ser forzosamente una madera asiática.

✠ Virgen de Torreciudad- España.




3.- Hierática Majestad.

La posición de la virgen es siempre estática y un despego afectivo a la figura del hijo. Son ellas las que mandan en el conjunto escultórico, pues son el eje central de la escultura y la figura más representativa que mantiene la proporcionalidad.

4.- Aspecto oriental acusado.

Ciertamente, no se parecen a la imagen de una mujer europea, lo que nos señala un lugar en el mapa del mundo conocido, el cercano Oriente. Si consideramos que Jerusalén fue el lugar templario por definición, la imagen concordaría con la zona de referencia.

5.- Los rasgos de la Virgen muy cuidados mientras que los del niño menos.

Este punto, aunque parece ser muy diferente que el tercero, no lo es tanto si vemos que son las proporciones de la talla lo que la diferencian de otras tantas vírgenes negras. Nuevamente se nos avisa que es ella, la talla de la virgen en lo que nos tenemos que fijar.

6.- Color de vestuario: blanco, rojo, azul ( a veces negro o verde).

Son combinaciones de colores con simbología alquímica que nos lanzan hacia la aventura de lo iniciático, del conocimiento superior. La talla “habla” de iniciados de alquimia, como lo hace Fulcanelli, siguiendo la policromía entenderemos que estamos ante una de las tallas auténticas.

✠ Virgen de Les Saintes Maries de le Mer- Marsella, Francia- 




7.- Dimensiones específicas constantes: 70x30x30 cm en etapa inicial, en etapa tardía desde 30cm como talla reducida y hasta 1m talla aumentada, conservándose la proporción 7 a 3.

Si bien al principio este dato nos pareció que carecía de importancia, después nos dimos cuenta que numerológicamente esta proporción tenía un enorme significado.

Si la proporción de las Vírgenes Negras, por definición, es de 7 x 3 x 3 y el "juego de la oca"–de origen templario -está representado por la doble díada: 3,4; 4,5 la suma de los dos primeros es 7, y la de los segundos es 9; 3,4 es la díada de la ruta "T y D" y 9 es el cuadrado de 3 que son las otras dos proporciones de las vírgenes negras.

Paralelamente, el número 1.142, que se encontraba en el cuello de la Virgen de Candelaria, virgen negra son las leguas que Colón dice que ha navegado, leguas de 4 millas, ésta la distancia sobre la Línea de Poniente que sitúa sobre un portulano el meridiano de las ruinas de Palenque. Matemáticas que comienzan por Euclides y prosiguen con Arquímedes. Esta relación aunque pueda parecer compleja y poco comprensible, nos da una serie de coordenadas que después nos llevarán directamente sobre el mapa a América, en donde ya prácticamente es evidente hubieron enclaves templarios.

A la única conclusión lógica que podemos llegar es que las vírgenes negras, marcaban una ruta y que ésta llevaba desde Jerusalén hasta América, pasando por los enclaves templarios.

Recordemos, que “oficialmente” América no existía, lo que nos hace pensar que los Templarios no tan solo viajaban a América sino que se establecieron en ella.

8.- Lugar de emplazamiento - continuidad con un entorno dedicado a la Gran Madre.

En este punto, las vírgenes que se pudieron localizar en su enclave auténtico, no siempre la invocación es a la Gran Madre, sino que son zonas telúricas en las que previamente habían existido templos.

9.-Elemento oriental, sea autoría, transporte, santuarios, otros (íconos).

La mayoría de las leyendas que se cuentan sobre la aparición de estas pequeñas tallas, se refieren a que vinieron con “los cruzados”, las esculpió san Lucas o fueron regalo de Santa Elena, madre de Constantino el Grande, quien en el s. IV cambió totalmente la concepción del cristianismo al convocar y asistir al 1er Concilio de Nicea.

10.- Objeto de peregrinaciones importantes y famosas - camino de Santiago, desviación del camino para visita.

Las mayores festividades y peregrinaciones son las que se organizan en torno a las vírgenes negras y la devoción que reciben es siempre muy importante entre los fieles que esperan el día de su santa patrona con antelación para rogarle por sus familias. Lo que nos parece algo incompresible es esta “desviación” del camino de Santiago y por lo que hemos podido comprobar de otros “caminos” igualmente importantes como son la ruta de la Plata ¿Por quéno poner el santuario a la virgen en el camino y buscar para ella un emplazamiento alejado y a la vez cercano?


 

ESTUDIO INCONCLUSO...

 

Paralelamente, el número 1.142, que se encontraba en el cuello de la Virgen de Candelaria,virgen negra son las leguas que Colón dice que ha navegado, leguas de 4 millas, ésta ladistancia sobre la Línea de Poniente que sitúa sobre un portulano el meridiano de las ruinas dePalenque. Matemáticas que comienzan por Euclides y prosiguen con Arquímedes. Estarelación aunque pueda parecer compleja y poco comprensible, nos da una serie decoordenadas que después nos llevarán directamente sobre el mapa a América, en donde yaprácticamente es evidente hubieron enclaves templarios.

 

 A la única conclusión lógica que podemos llegar es que las vírgenes negras, marcaban unaruta y que ésta llevaba desde Jerusalén hasta América, pasando por los enclaves templarios.

 

Recordemos, que “oficialmente” América no existía, lo que nos hace pensar que los Templarios

no tan solo viajaban a América sino que se establecieron en ella.



 

 


 



 

 








"ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE ESTUDIOS HISTÓRICO MEDIEVALES”.

“CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS TEMPLARIOS”.

“PRIORATO TEMPLARIO DE SAN BERNARDO DE CLARAVAL”.

"PRECEPTORÍA NACIONAL".

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠

Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠  Estudios y Análisis Históricos.

✠  Efemérides, personajes, lugares y hechos históricos. 

✠ EL CÍSTER Y LA FUNDACIÓN DE LA ORDEN DEL TEMPLE.

✠ 1.- Primeros pasos del Císter en Bourgogne y Champagne.

La Orden del Císter y la Orden del Temple, dos órdenes religiosas tan distintas, por no decir tan opuestas, en sus actividades exteriores, la primera buscando la santificación de sus miembros a través de la oración, del trabajo y del apartamiento del mundo, la segunda buscando también la santificación de sus hijos a través de la oración, pero por medio de la actividad militar y guerrera contra los infieles en defensa y protección de los peregrinos primero y del reino de Jerusalén más adelante, van a nacer y tener su primer desarrollo y expansión casi simultáneamente y dentro del mismo clima de exaltación religiosa que puso en marcha la Primera Cruzada.

✠ IMAGEN I.- Primera Cruzada.




El 27 de noviembre de 1095 el papa Urbano II hacia un llamamiento en Clermont a los caballeros de Occidente a tomar las armas en socorro de su hermanos, los cristianos de Oriente y en defensa de los peregrinos oprimidos y masacrados por los turcos y ponerse en marcha hacia Jerusalén. El 15 de agosto de 1096 se ponía en marcha el ejercito de los cruzados, que en el otoño e invierno de ese mismo año se concentraba en Constantinopla, cruzaba el estrecho de los Dardanelos en la primavera del 1097 y por fin el 14 de mayo de 1097 iniciaban el cerco de la ciudad de Nicea, ya en Asia Menor. Más de dos años de duros combates se necesitarán para alcanzar las murallas de Jerusalén, que finalmente, tras más de un mes asedio, será tomada al asalto el 15 de julio 1099; cinco días antes había muerto en Valencia el héroe castellano Rodrigo Díaz de Vivar, "el Cid Campeador".

✠ IMAGEN II.- El discurso de Urbano II, que dio origen a Las Cruzadas.



Por los mismos días, el 21 de marzo de 1098, un monje, gentilhombre de Borgoña, abad de San Miguel de Tonnerre primero y luego fundador y abad del monasterio de Molesme, se traslada con un grupo de sus monjes a un lugar salvaje e inaccesible llamado Citeaux (Císter en castellano), sito a unos 22 kilómetros al sur de Dijon, la capital de Borgoña, en busca de mayor pobreza y más estricta observancia de la regla de San Benito. Obligado Roberto por el arzobispo de Lyon y legado pontificio a retomar su oficio de abad de Molesme, los monjes del Císter eligieron como nuevo abad a Alberico que el 19 de octubre del año 1100 obtenía una bula del papa Pascual II que colocaba bajo la protección apostólica a la nueva abadía y aprobaba su carácter de exento de cualquier otra dependencia.

✠ IMAGEN III.- San Roberto de Molesmes.





Alberico, segundo abad del Císter, rigió el nuevo monasterio hasta su muerte el 26 de enero de 1108; durante esos ocho años de su abaciazgo, se instituyó y se llevó a la práctica un nuevo género de vida más acorde con la letra y el espíritu de la regla de San Benito. A la muerte de Alberico, fue elegido tercer abad del Císter el inglés Esteban Harding, que había tenido parte importante en la misma fundación del Císter, que mantuvo fielmente el espíritu y los ideales de sus predecesores y de los primeros monjes fundadores y que redactó, con la aprobación de sus hermanos, la "Carta Caritatis", que completaba los estatutos primitivos de Alberico y venía a regular las relaciones mutuas de las abadías madres con las abadías filiales, que de ellas iban a nacer y de todas entre sí, unidas por el vínculo de la caridad fraterna.

✠ IMAGEN IV.- San Esteban Harding.




El año 1112, a los catorce años de su fundación, llamaba a sus puertas un joven borgoñón de 22 años acompañado de una treintena de compañeros; se trataba del futuro San Bernardo de Claraval. La infancia o etapa fundacional del Císter había acabado; se habría ante la nueva Orden una nueva época de crecimiento y expansión prodigiosa, iniciada con la fundación de cuatro nuevas abadías en tan sólo los tres años siguientes: La Ferté (Saône-et-Loire) en 1113, Pontigny (Yonne) en 1114 y Claraval (Aube), a donde pasará Bernardo como primer abad, y Morimond (Haute-Marne) en 1115, las cuatro en Bourgogne y Champagne.

✠ IMAGEN V.- San Bernardo de Claraval.




A la muerte de Esteban Harding, el año 1136, eran ya setenta y cinco las abadías nacidas del frondoso árbol del Císter. Diecisiete años más tarde, en 1153, los monasterios cistercienses en Occidente eran ya unos 350, de los cuales 160 procedían de Claraval y sus filiales.

✠ 2.- El conde de Champagne y Hugo de Payns en los orígenes de la Orden del Temple.

Al mismo tiempo que en la Cristiandad occidental nacía, arraigaba y se expandía la Orden del Císter en Oriente, en Tierra Santa, sucedía algo parecido con otra Orden religiosa, llamada también a grandes destinos, aunque en límites temporales mucho más reducidos; nos referimos a la Orden del Temple.

El origen de la Orden del Temple está íntimamente ligado a la persona de su fundador e inspirador, un noble caballero llamado Hugo de Payns, que si no pertenecía a las filas de la primera nobleza francesa, sí que destacaba en el segundo rango de los señores feudales, dotados de un valioso señorío, al inmediato servicio de los duques y condes de esa primera nobleza casi soberana.

✠ IMAGEN VI.- Hugo de Payns, fundador y primer Maestre de la Orden del Temple.




Hugo de Payns era señor de Montigny-Lagesse y gozaba también de abundantes posesiones en la comarca de Tonnerre (Yonne), en Champagne, lindando con Bourgogne, los dos condados que fueron la cuna y la tierra de la primera expansión del Císter; probablemente los Payns eran una rama segundona derivada de los condes Troyes y emparentada por matrimonio con los Montbard, la familia de la madre de Bernardo de Claraval, pues resultaba usual en esta época que las familias de un mismo rango, a un lado y otro de la frontera que separaba Champagne de Bourgogne, enlazasen matrimonialmente.

Alrededor del 1100, el año siguiente a la conquista de Jerusalén, Hugo de Payns se hallaba integrado en el séquito caballeresco de Hugo, conde Champagne, al que pudo muy bien acompañar el año 1104 en su peregrinación a Tierra Santa. Habiendo regresado a su tierra de Champagne, el conde, y con él Hugo de Payns, volvían, pasado el año 1113, de nuevo a Oriente que, el conde debió abandonar rápidamente reclamado por su esposa, que requería su presencia en Champagne. Será este mismo conde Hugo I de Champagne o de Troyes el que generosamente en junio de 1114 donará al Císter el lugar de Claraval con todas sus pertenencias campos, prados, viñas, bosques y aguas, donde se instalará el monasterio que tendrá por primer abad a San Bernardo.

✠ IMAGEN VII.- Hugo, conde Champagne.




Hay datos para mantener que fue entre los años 1113 y 1115 cuando en el séquito del conde de Champagne madura la decisión de fundar una nueva Orden, como nos consta por una carta que Ivo de Chartres, fallecido el 23 de diciembre del año 1114 ó 1115, dirigía al susodicho conde, abriéndole su opinión contraria a que se uniera a una "militia evangelica", a una "militia Christi", ya que todavía se encontraba obligado por su estado matrimonial.

Parece lógico pensar que esta "militia Christi" de la que habla ya Ivo de Chartres el año 1114 o 1115, y a la que el conde de Champagne pretendía unirse, era la misma Orden del Temple, que en 1118, obtendría la aprobación oficial del Patriarca de Jerusalén. y en la que el mismo conde Hugo ingresaría finalmente el año 1125.

La idea de fundar una Orden religiosa en la que sus miembros, además de consagrar su vida a la oración y a la penitencia, dedicasen su actividad a la defensa y protección de los peregrinos, surgió y maduró en la mente de Hugo de Payns al contemplar cómo los peregrinos eran víctimas de toda clase de robos, vejaciones, heridas y muertes que les infligían los musulmanes durante sus desplazamientos entre los Santos Lugares.

También pudo acelerar la fundación de la Orden la reacción provocada por el desastre sufrido por un numeroso grupo de peregrinos que hacia la Pascua de 1118 se dirigían desde Jerusalén a las riberas del río Jordán, y que fueron asaltados y asesinados muchos de ellos, y el resto apresados y vendidos como esclavos, hecho que causó profunda impresión entre todos los latinos del reino de Jerusalén.

El caso es que el año 1118, según las últimas investigaciones, tuvo lugar el nacimiento de la Orden del Temple, cuando el Patriarca de Jerusalén Gormundo de Piquigny recibía y aceptaba los tres votos religiosos de pobreza, obediencia y castidad que Hugo de Payns con ocho compañeros más había pronunciado en su presencia.

Tanto la Orden del Císter como la Orden del Temple coinciden en sus orígenes, no sólo en un mismo ambiente de cruzada y entrega al servicio divino, sino también en hombres de una misma área geográfica el condado francés de Champagne y en su conde Hugo I, donante del solar y tierras de Claraval y de cuyo séquito saldrá Hugo de Payns, el fundador del Temple y templario finalmente el mismo conde, sin olvidar los vínculos familiares que unían a las familias de San Bernardo y Hugo de Payns.

✠ 3.- Primer contacto de San Bernardo con la Orden del Temple.

Dada la proximidad geográfica, la pertenencia a una misma clase social, su amistad coincidente con el conde Hugo de Champagne, los vínculos familiares existentes entre San Bernardo y el fundador del Temple Hugo de Payns, y los profundos sentimientos religiosos de ambos grandes hombres resultaba casi imposible que no entrasen pronto en relación directa o indirecta.

El primer contacto de San Bernardo con el Temple será a través del conde Hugo de Champagne al que el año 1125 dirige una carta felicitándole por haber profesado en la nueva Orden del Temple: "Si por causa de Dios te has convertido de conde en soldado raso y de rico en pobre en este tu aprovechamiento, te felicitamos como es justo y glorificamos a Dios en ti porque se trata de una conversión, obra de la diestra del Excelso"; a continuación no olvida los muchos beneficios recibidos del conde por su monasterio de Claraval y le expresa su más profundo agradecimiento.

Tampoco le oculta en su felicitación y, entre muy educadas formas, su desilusión porque la Orden elegida no haya sido la propia de San Bernardo cuando le escribe: "Oh, con qué alegre ánimo hubiéramos proveído lo mismo a tu cuerpo que a tu alma, si nos hubiese sido dado que estuvieses entre nosotros, pero porque ya no es posible, sólo nos queda que oremos siempre por aquel que no podemos tener con nosotros".

Con todo, en la felicitación expresada en la carta, se deja sentir una como tibieza o reserva, que San Bernardo expresa con estas palabras referidas al ingreso del conde Hugo en la Milicia del Temple y que ya hemos citado anteriormente: "Si causa Dei factus es ex comite miles, et pauper ex divite, in hoc profecto tibi, ut justum est, gratulamur", esto es, "Si por causa de Dios te has convertido de conde en soldado raso y de rico en pobre en este tu aprovechamiento, te felicitamos como es justo". Se deja sentir en toda la frase una duda acerca de si la tal profesión es la verdadera causa de Dios, como si San Bernardo, por esas fechas, no viera clara esa mezcla de monje y soldado, como si todavía no estuviera convencido que la actividad militar fuera el camino de la perfección religiosa y no estuviera ganado para la nueva Orden.

Porque a las obligaciones religiosas de la vida monacal y a la exquisita guarda de los tres votos de pobreza, obediencia y castidad, había añadido Hugo de Payns, con la aprobación del Patriarca, la plena y preferente dedicación a la defensa y protección de los peregrinos, defensa y protección que exigía el uso de las armas, si se le quería dar algún sentido y eficacia. Esta unión o fusión de los deberes monacales y del uso de las armas en unas mismas personas era lo nuevo y lo inusitado en el modo de vida inaugurado por Hugo de Payns y sus compañeros: "Pauperes commilitones Christi Templique Salomonici".

Además, esta novedad venía a chocar con toda la tradición de la Iglesia que, repugnando el derramamiento de sangre, declaraba irregular y suspenso de cualquier oficio clerical no sólo a cualquier clérigo que, aun en defensa propia, hubiera provocado heridas o muerte de otro ser humano, sino que incluso cualquier lugar sagrado donde se hubiera derramado sangre humana quedaba profanado y debía ser purificado antes de poder celebrar los oficios divinos.

Dada esta secular doctrina y práctica de la Iglesia frente a cualquier derramamiento de sangre por parte de clérigos y religiosos, nada tiene de particular que San Bernardo participando de este mismo espíritu, meditara una y otra vez su decisión antes de tomar postura pública en favor de la forma de vida de la nueva Orden del Temple, como él mismo nos lo indica en su carta "De laude novae militiae Christi", dirigiéndose a Hugo de Payns:

"Una, dos y tres veces, si no me equivoco, me pediste, mi queridísimo Hugo, que os escribiese a ti y a tus conmilitones una misiva que os alentase y que contra la hostil tiranía, ya que no me era lícito con la lanza, emplease la pluma, asegurándoos que os será de no poca ayuda, si a los que no puedo con las armas, os ayudo con las letras. Me retrasé ciertamente un tanto, no porque me pareciese rechazable vuestra petición, sino para que no se tachase de precipitada y ligera mi aquiescencia"....

Aunque San Bernardo justifica muy educadamente su no repuesta a las reiteradas peticiones de Hugo de Payns para que expresase públicamente su aprobación de la nueva Orden, este retraso del santo puede ocultar más bien las dudas que en un primer momento lo embargaban y la necesidad de una mayor clarificación.

✠ 4.- Viaje de Hugo de Payns a Europa.

Durante los primeros siete años de vida de la Orden fundada por Hugo de Payns, esta había limitado su presencia y actividades al limitado escenario de Tierra Santa, pero llegado el año 1127, su fundador y primer Maestre decidió emprender un viaje por los reinos cristianos de Europa, acompañado de otros cinco caballeros templarios: Godofredo de Saint-Omer, Payen de Montdidier, Archibaldo de Saint-Amand, Godofredo Bisol y Rolando. A juzgar por los resultados de este viaje parece que este fue emprendido con dos objetivos igualmente principales:

Primero, dar a conocer en Europa a la nueva Orden y, consecuentemente, promover la recluta de nuevos miembros y poner en pie en Occidente las estructuras económicas que permitieran el mantenimiento de aquellos luchadores que en Tierra Santa consagraban su vida a la defensa de los peregrinos y de los Santos Lugares. El Occidente cristiano debía proporcionar los medios, tanto humanos como económicos y materiales, que permitieran a la Orden del Temple cumplir sus fines en Oriente.

En segundo lugar poner fin a cualquier crisis de identidad, a cualquier duda sobre el carácter espiritual y religioso de su vocación; acabar con las vacilaciones que podían frenar y aun impedir el desarrollo de la nueva Orden. Esta ayuda o colaboración, que podemos calificar de doctrinal o teológica cabía buscarla en el Papa Honorio II, o en el hombre más influyente de todo Occidente, en San Bernardo, que ya aparecía como el oráculo de la Cristiandad. Parece que fue esta segunda vía la elegida por Hugo de Payns.

No tenemos ninguna noticia de que en el curso de su viaje, a su paso por Italia, el fundador del Temple se entrevistara con el Sumo Pontífice; con todo, tenemos como muy posible, e incluso como muy probable que esa entrevista tuviera lugar, pues, como investido con la representación del rey Balduino, con que este le había investido, parecía obligada la visita al papa para darle cuenta de la situación del reino de Jerusalén y de los problemas, deseos y peticiones de auxilio de su monarca; además Honorio II era un pontífice que seguía muy atento todo los relacionado con Tierra Santa.

✠ IMAGEN VIII.- Rey Balduino II de Jerusalén.




En esta ocasión es lógico que el Maestre de la nueva Orden expusiera al Papa el género de vida que habían profesado con la aprobación del Patriarca de Jerusalén, del alto clero del reino de Jerusalén y solicitara la aprobación y confirmación pontificia, pero no hay noticia de ningún pronunciamiento del papa, ni positivo ni negativo. Es muy probable que difiriera la respuesta para un estudio más detenido o se emitiera a un concilio a celebrar en tierra francesa.

No conocemos el itinerario completo de Hugo, pero muy pronto las grandes donaciones que va a comenzar a recibir nos señalan el éxito de su misión en el aspecto económico. Su pertenencia a la nobleza francesa le abrían las puertas de todas las grandes casas condales del país franco; así encontramos una primera donación sin datar del conde de Flandes, otra del conde de Blois el 30 de octubre de 1127; una tercera del conde de Anjou, Fulco, el mismo que en su peregrinación en 1120 se había hospedado en el convento del Temple de Jerusalén, otorgada en presencia de Hugo de Payns antes de marzo de 1128.

El 31 de mayor de 1128 el Maestre templario se encontraba en Le Mans actuando como árbitro en cierto litigio. Más tarde visitaba en Normandie al rey Enrique I, que le colmaba de dones y regalos; a continuación pasaba a Inglaterra y Escocia; de regreso al continente, el 13 de septiembre de 1128, recibía personalmente una nueva donación.

Si grande era el éxito de la campaña del Maestre en lo económico, no menor lo era en el ámbito del reclutamiento de caballeros y sargentos de armas para el nuevo género de vida que les proponía, pues ya en los documentos del año 1128 aparecen varios nombres de caballeros templarios recientemente aceptados por Hugo de Payns en Francia.


✠ 5.- El concilio de Troyes: el día de San Hilario, 14 de enero de 1129.

Pero el mayor éxito de todo su viaje los va a obtener Hugo en el concilio de Troyes, donde va a lograr ver aprobado el nuevo modo de vida de la Orden plasmado en la regla; de este modo vería cumplido el segundo gran objetivo del viaje. En efecto en el mes de enero de 1129 va a celebrarse en Troyes un concilio provincial conjunto de Bourgogne y Champagne, los dos condados francos del primer desarrollo del Císter y lugares de origen de San Bernardo y del fundador del Temple.

✠ IMAGEN IX.- El concilio de Troyes.




El concilio fue convocado y presidido por un legado pontificio, el cardenal Matero de Albano, y a él asisten los arzobispos de Reims y Sens con diez obispos sufragáneos de sus provincias eclesiásticas juntamente con abades y magnates laicos. Entre los abades figuran Esteban Harding de Citeaux, Hugo de Mâçon de Pontigny, San Bernardo de Claraval, Rainaldo de Vezelay, Rogerio de Trois-Fontaines, Guido de Molesme, Heriberto de San Esteban de Dijon y Guido de San Dionisio de Reims; y entre los laicos Teobaldo, conde de Champagne , en quien había recaído el condado por la renuncia de su tío, el conde Hugo, al profesar este en el Temple, el senescal de Champagne Andrés de Baudement y el conde de Nevers, que había tomado parte en la Primera Cruzada.

También asistió a las sesiones conciliares Hugo de Payns con algunos de su hermanos en la Orden, ya que allí se iba a examinar, corregir o aprobar la primera redacción de "la regla del Temple", la que había redactado y acordado su Maestre fundador con sus compañeros. Hugo expuso ante los Padres conciliares la regla, las observancias y usos por los que venía rigiendo el Temple.

Los Padres examinaron cuidadosamente la regla que se les presentaba, hicieron algunas correcciones y la aprobaron y ordenaron que fuera puesta por escrito, lo que llevó a cabo Juan Miguélez, que era el escribano del concilio, pero no consta que la redacción de esta primera regla fuera obra de San Bernardo. El contenido literal de la regla aprobada por el concilio de Troyes no ha llegado hasta nosotros; sabemos que casi toda ella estaba tomada literalmente de la regla de San Benito, con sus mismas palabras, y que constaba igualmente de 72 capítulos.

Además de la presencia personal de San Bernardo, como abad de Claraval, es de notar la asistencia a este concilio de Troyes de otros cuatro abades íntimamente ligados con los orígenes del Císter, como son los de Molesme, el propio del Císter y el de Pontigny y el de Trois-Fontaines, que no dejarían de pesar decisivamente en las decisiones conciliares, sin contar con el influjo tan favorable al Temple del conde de Champagne, presente también en el concilio y en cuya capital se celebraba la asamblea episcopal.

Un indicio de este influjo cisterciense en las decisiones del concilio, reflejado en esta primera regla del Temple, es la distinción que ella se hace de dos clases de miembros: caballeros y sirvientes; estos últimos podían ser sargentos de armas o simples auxiliares para los servicios manuales o artesanales de las casas. Sólo los primeros, los caballeros, podían usar el manto o capa blanca, que les había dado como hábito en el Concilio de Troyes; los sirvientes usarían un manto pardo.

✠ 6.- El concilio de Troyes y la regla del Temple.

La primera regla de la que tenemos noticia, la presentada por Hugo de Payns ante el Concilio de Troyes en 1129, probablemente había sido redactada por el mismo Hurgo, de acuerdo con el Patriarca de Jerusalén, y correspondía a la experiencia vivida hasta esa fecha por los Templarios de Palestina.

El concilio, tras detenido examen artículo tras artículo, la aprobó con los retoques pertinentes, añadiendo probablemente las normas referentes al reclutamiento y a la aceptación de donaciones y una rudimentaria normativa penal. Otros artículos quedaron en suspenso, remitiéndose el concilio al Papa o a la mayor experiencia en Oriente del Patriarca Ierosolimitano.

El texto de esta primera regla no ha llegado a nosotros; la primera redacción que que contamos procede del año 1131 y está escrito en latín; contiene ya un revisión de la regla y la modificación de la misma por el patriarca Esteban de la Ferté, que refuerza la dependencia de la Orden de la autoridad patriarcal. Esta dependencia del patriarca, comprensible cuando la Orden se limitaba a Tierra Santa, va a mostrarse inconveniente cuando esta adquiera un carácter universal, y será eliminada en la revisión de la regla del año 1139, pasando la Orden a depender directa y exclusivamente del Sumo Pontífice.

Según esta regla, dividida en setenta y seis capítulos, los templarios, como monjes plenos que eran, además de la observancia de los tres votos y de la vida en común más estricta, estaban obligados al rezo completo del oficio divino en el coro, según la ley canónica y las costumbre de los Maestres regulares de la Ciudad Santa de Jerusalén, esto es, de los canónigos regulares de la iglesia del Santo Sepulcro, rezos que sólo eran sustituidos cuando estaban en campaña o por razones de fuerza mayor por un número señalado de padrenuestros por cada hora del oficio divino.

La regla latina regulaba con todo detalle la práctica de la más estricta pobreza, tanto en el vestir, como en la ropa de cama, en la comida, en los ayunos y en las abstinencias; durante la comidas, siempre en el refectorio común, se guardaría riguroso silencio, oyendo devotamente en la comida y en la cena la lectura de las Sagradas Escrituras. También se regulan las penitencias que correspondían a las diversas faltas según la gravedad de las mismas.

En 1139, ya bajo el Maestrazgo de Robert de Craon (1136-1149), sucesor inmediato de Hugo de Payns, esta regla latina salida aprobada en su casi totalidad en el concilio de Troyes, fue objeto de una revisión en algunos puntos importantes con la aprobación del papa Inocencio II por la bula "Omne datum optimum"; como resultado se redactó la tercera regla, ahora en lengua francesa, por ser la lengua materna de la mayoría de los Templarios.

✠ IMAGEN X.- Robert de Craon.




Dos fueron las modificaciones más notables introducidas en esta nueva revisión de la regla: la Sede Romana recibía a la Orden del Temple bajo su autoridad directa inmediata, eximiéndola de cualquier clase de dependencia del Patriarca de Jerusalén, de los obispos diocesanos o de cualquiera otras autoridades eclesiásticas locales con parecidos privilegios respecto a la retención de diezmos y percepción de limosnas a los que gozaban otras ordenes religiosas igualmente exentas como los cluniacenses o los cistercienses.

La segunda gran novedad de esta regla francesa fue la creación dentro de la Orden de una tercera clase o categoría de hermanos, los capellanes para la atención espiritual de las casas de templarios, lo mismo en Tierra Santa que en Europa. Estos hermanos capellanes eran miembros de pleno derecho de la Orden y gozaban de privilegios especiales en la vida cotidiana. Podían oír confesiones y absolver a los hermanos con poderes, en nombre del Papa, más amplios que los que gozaba un arzobispo.

Con estas dos grandes modificaciones: dependencia directa y única del Romano Pontífice y disponer de capellanes propios, miembros de la Orden, se puede decir que se superaba la regulación salida del concilio de Troyes y se abría un nuevo período en la configuración jurídica de la Orden del Temple.

Sin duda que San Bernardo recibió antes y después del concilio de Troyes y durante los tres años de presencia de Hugo de Payns en Europa (1127-1130), numerosas representaciones y peticiones en favor de la nueva "Militia Christi", y entre ellas nada menos que una carta de Balduino II (1119-1131), recomendando a dos caballeros del Temple, Andrés y Gondemaro, y pidiéndole que obtuviera la aprobación papal para la Orden. Es muy posible que esta misiva hubiese sido inspirada al rey de Jerusalén por el exconde de Champagne, que había renunciado a su dignidad para convertirse en un pobre Caballero Templario. También durante estos mismos años fue cuando Bernardo de Claraval recibía las insistentes peticiones del Maestre y fundador de la Orden para que escribiese a los miembros de esta una "Sermo exhortatorius" que les diese ánimos para seguir su especial vocación religiosa.

✠ 6.- La carta de San Bernardo "De laude novae militiae Christi".

Habiendo precedido tantos y tan poderosos ruegos como habían llegado hasta el abad de Claraval, y con el apoyo de los acuerdos tomados en el concilio de Troyes a favor de la Orden, se decidió por fin Bernardo a deponer las reservas y reticencias que hasta ese momento había mantenido y declarar públicamente su aprobación y apoyo al nuevo género de vida iniciado por el Temple, escribiendo una carta abierta a su Maestre Hugo de Payns.

No consta la fecha en que fue escrita esta célebre carta; todo apunta a que fue redactada en data posterior al concilio de Troyes, 14 de enero de 1129, y antes de la muerte de Hugo el 24 de mayo de 1137; dentro del ámbito temporal comprendido entre estas dos fechas ciertas todo apunta a que la carta es muy poco posterior al concilio de Troyes, muy probablemente de los años 1130 ó 1131.

Muy laboriosa había sido la maduración de esta carta; para llegar hasta ella había tenido San Bernardo que superar anteriores dudas y vacilaciones sobre la legitimidad cristiana de la figura del monje-soldado; no logrará el santo esta superación sin una profunda reflexión acerca de la guerra justa y de la teología tradicional sobre el uso de las armas.

Por fin en la carta abierta "De laude novae militiae", esto es "Elogio de nueva milicia" ya no duda San Bernardo en admitir y alabar la vocación de los nuevos monjes-soldados del Temple, contraponiéndolos a los caballeros seculares entregados a toda clase de excesos y crímenes. El uso de las armas por los caballeros de la nueva milicia lo justifica San Bernardo con un doble argumento.

Para ello invoca el abad de Claraval en primer lugar el estado de necesidad o la prevalencia del mal menor, escribiendo: "Ciertamente que no hay que matar infieles, si existe algún otro modo con el que se les pudiera apartar de los intolerables daños y opresión que ejercen sobre los cristianos. Pero hoy es mejor que pierdan la vida, que no dejar que el poder de los pecadores marque el destino de los justos, no sea que acaso los justos extiendan sus manos a la iniquidad".

El segundo argumento se apoya en la propiedad de Jesucristo sobre la Tierra Santa que él ganó derramando su propia sangre y no debe ser abandonada ni entregada a los infieles y paganos. La defensa de Tierra Santa no era lo mismo para San Bernardo que la de otra cualquier tierra; se trata de la defensa de los Santos Lugares y especialmente del Santo Sepulcro, que no puede ser puesto en manos de los infieles.

La defensa de Tierra Santa debe correr a cargo no de caballeros mundanos, ávidos de ganancias o de sangre, sino de "milites Christi", soldados de Cristo, que proceden guiados por los motivos más nobles, con fe profunda y desinterés absoluto. Estos son los Templarios.

Por lo tanto, los nuevos "milites Christi" deberán reñir una doble batalla: una primera contra el espíritu del mal y contra sus propias pasiones como monjes que son, y otra segunda, como valientes soldados, contra los enemigos de Cristo, contra los infieles que amenazan a los cristianos, a los peregrinos y al Santo Sepulcro.

Con su carta "De laude novae militiae Christi" respondía San Bernardo implícitamente a las advertencias que Guido, prior de la Gran Cartuja, había dirigido a Hugo de Payns en una misiva probablemente del año 1128:

"Nosotros no podemos realmente impulsaros a duras guerras y ostensibles combates, ni tampoco estamos en situación de inflamaros en la lucha espiritual, que constituye nuestra ocupación cotidiana, pero al menos sí que podemos avisaros. para que penséis en esto: Resulta en realidad apresurado acometer a los enemigos exteriores si antes no ha subyugado y señoreado a los interiores... Venzámonos nosotros primeramente a nosotros mismos, queridos amigos, sólo después podremos nosotros luchar con seguridad contra los enemigos exteriores. Purifiquemos nuestras almas de todos sus vicios y podremos después limpiar la tierra de los infieles".

A favor de su doctrina el prior de la Gran Cartuja aduce la cita de un pasaje de la carta de San Pablo a los Efesios, que sólo conoce una clase de lucha, la dirigida contra el Espíritu del mal, contra los demonios:

"Revestíos de las armas de Dios para poder resistir a las acechanzas del diablo. Porque nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los Principados, contra las Potestades, contra los Dominadores de este mundo tenebroso, contra los Espíritus del Mal que están en las alturas".

La carta "De Laude novae militiae Christi" representa un gran cambio en el pensamiento de San Bernardo respecto de la guerra justa y la defensa de la Cristiandad y una nueva reflexión acerca del misterio de la muerte; con ella se abre una nueva etapa de su teología que, progresando en la línea esbozada en su carta, conducirá años después al abad de Claraval a proclamar por orden del papa Eugenio III el día Pascua, 31 de marzo de 1146, la segunda cruzada en Vézelay e iniciar la predicación de la misma cruzada por Borgoña, Lorena y Flandes así como por Renania y el resto de Alemania.

✠ 7.- Influjo de la carta de San Bernardo en la expansión del Temple.

La inequívoca toma de posición de San Bernardo a favor de la nueva Milicia del Temple resonó en toda la Cristiandad como un gran clarinazo de alistamiento, levantando oleadas de entusiasmo y provocando que muchos jóvenes caballeros acudieran a enrolarse en la Orden Templaria y, otros muchos, que no querían o no podían asumir las obligaciones monacales de pobreza, castidad y obediencia, se ofrecieran a la defensa de los Santos Lugares por tiempo limitado como cruzados.

Entre las nuevas vocaciones templarias que respondieron al llamamiento de la carta de San Bernardo hay que contar a un tío materno del mismo santo, hermano de su madre Aleth, de nombre Andrés de Montbard, que nacido el año 1103 ingresó en la Orden el año 1129, marchando inmediatamente para Palestina, donde primero se convertiría en el Senescal de la Orden y más adelante, de 1153 a 1156, llegaría a ser Maestre de la misma. Tío y sobrino estuvieron toda la vida unidos por una estrecha amistad como lo demuestra la carta de San Bernardo que ha llegado hasta nosotros rebosante de expresiones de cariño y afecto y del deseo de poder ver y abrazar a su tío antes de morir:

"Tu carta, que me enviaste recientemente, me encuentro postrado en el lecho; la recibí con mis manos tendidas; la leí con gusto, la releí con deleite, pero con mucho más gusto te hubiera visto a ti. Leí en ella el deseo que tienes de verme y leí también el temor que te embarga por el peligro de esa tierra, que el Señor honró con su presencia... Deseas verme y de mi voluntad, según tú dices, depende que el deseo se cumpla, pues sólo esperas mi mandato para ello. Y qué quieres que te diga: deseo que vengas y temo que vengas. Puesto así entre el querer y el temor, no sé qué elegir, lo que no satisface por igual a tus deseos y a los míos. No sé si atenerme a la gran opinión que reina acerca de ti, según la cual eres necesario en esa tierra y que tu ausencia acarrearía no poca desolación. Así no sé que mandarte, sin embargo deseo verte antes de morir; tú puedes mejor juzgar y calibrar, si puedes venir sin daño y sin escándalo de esas gentes... Una cosa te digo: si has de venir, ven pronto, para que no vengas y ya no me encuentres, pues yo ya estoy acabado y creo que ya no me quedaré mucho en este mundo... Al Maestre y a todos vuestros hermanos templarios y a los del Hospital los saludamos a través de ti".....

✠ IMAGEN XI.- Andrés de Montbard.


Como ya preveía Bernardo, tío y sobrino no llegaron nunca más a encontrarse, pues el abad de Claraval fallecía en su abadía, poco después de escrita la mencionada carta, incluso aun antes de que su tío fuera elegido quinto Maestre general del Temple ese mismo año 1153, sucediendo a Bernardo de Tremelay.

Del mismo modo que muchos jóvenes caballeros se enrolaban en la Orden del Temple o prometían participar en la defensa del Santo Sepulcro durante un tiempo determinado, muchos más que, por su edad o condición, no podían seguir este camino, se sintieron impulsados a contribuir a la misma empresa con la entrega de granjas completas y diversas heredades donadas a los templarios, para que con sus productos sostuvieran a los hermanos templarios que luchaban en Palestina. Así, en los años siguientes al concilio de Troyes y a la carta de San Bernardo, van a surgir centenares de Encomiendas Templarias en toda Francia, en Flandes, en Inglaterra, en Escocia y también en la Península Ibérica.

Si Hugo de Payns pudo alcanzar, más allá de toda previsión o esperanza, los objetivos de su viaje a Europa de ver aprobada la nueva Orden del Temple por una asamblea episcopal como el concilio de Troyes y conseguir para ella nuevas y abundantes vocaciones y, junto con esas vocaciones, los medios económicos para su sustentación en Palestina, en gran parte fue debido a la inestimable ayuda que recibió de San Bernardo que, tras la publicación de la carta "De nova militia Christi" ya no regateó su apoyo a los nuevos monjes-soldados.

A pesar de estos lazos de íntima amistad y vínculos familiares de San Bernardo con el fundador del Temple y con varios de los primeros y más notables templarios nunca esa relación pasó más allá de revestir un carácter meramente personal, sin que nunca llegara a plasmarse en una vinculación orgánica ni de filiación entre la Orden del Císter y los Hermanos de la milicia de los pobres caballeros de Cristo, como solía llamarse inicialmente la Orden del Temple.

La relación entre el Císter y el Temple pasa toda ella por la avasallante personalidad de San Bernardo en los años en que este había alcanzado la cumbre de la fama y se había convertido en el oráculo de la Cristiandad, incluso con un influjo en la sociedad europea de su tiempo superior al del propio Pontífice de Roma.. Hoy día apenas resulta posible apreciar el tremendo impacto que la personalidad de Bernardo causaba en todos aquellos que lo conocieron. Desde que el año 1115 con tan sólo veinticinco años de edad fue designado como abad de Claraval hasta su muerte en 1153, durante casi cuarenta años, Bernardo fue el poder determinante en la vida religiosa y aun política de la Europa Occidental.

Es mucho ciertamente lo que el Temple le debió a Bernardo de Claraval; incluso es muy bien posible que, sin el apoyo del santo cisterciense. el grupo de caballeros dirigidos por Hugo de Payns no hubiera ido mucho más allá de aquellos nueve caballeros que Jacques de Vitry, obispo de Acre, nos presenta en su "Historia orientalis sive Hierosolymitana", prometiendo un día, en manos del Patriarca de Jerusalén, vivir en pobreza; castidad y obediencia, conforme a la regla de los canónigos regulares, consagrando su vida a la defensa y protección de los peregrinos contra los ladrones y los salteadores de los caminos.

✠ 8.- Influjo cisterciense en la regla y usos del Temple.

Aunque nunca se estableciera ningún lazo orgánico entre el Císter y el Temple, resulta evidente que las ideas religiosas y monásticas, que triunfaron y se expandieron en Europa con las centenares de nuevas abadías afiliadas a la gran familia cisterciense, no podían por menos de ejercer un fuerte influjo en la nueva Orden militar que había nacido y estaba creciendo al mismo tiempo que el Císter.

Hugo de Payns y sus compañeros tenían desde un principio una serie de ideas claras cuando pronunciaban los tres votos religiosos de pobreza, castidad y obediencia en manos del Patriarca de Jerusalén: aspiraban a ser plenamente religiosos, hombres consagrados al servicio divino con un compromiso de por vida, y al mismo tiempo gastar su vida en la defensa y protección de los peregrinos, aun acudiendo, si era preciso, al uso de las armas. Querían ser monjes plenos, sin renunciar por eso al uso de las armas cuando la necesidad lo exigiera; el Patriarca de Jerusalén y su clero aprobaron esta nueva forma de vida.

Como monjes adoptaron como primera norma básica de su vida la regla de los canónigos regulares del Santo Sepulcro, que constituían el cabildo de la iglesia del Patriarca de Jerusalén que había aceptado sus votos. En este primer momento el influjo del Císter, sólo presente en Occidente, no alcanzaba todavía a este grupo de caballeros acogidos a la sombra del Patriarca.

Pero a partir de 1127, durante todo su viaje por Europa y a lo largo de sus años y especialmente durante la preparación del concilio de Troyes y el esbozo de la regla que Hugo de Payns debía presentar ante los padres conciliares para obtener su aprobación, el aire y las ideas de la ascética cisterciense y su modo de entender la vida religiosa, que comenzaban a respirarse en toda la Cristiandad y especialmente en Bourgogne y Champagne, alcanzaron también al fundador del Temple en un momento crucial como era el de la redacción de la primera regla, de tal modo que en la regla redactada hacia el año 1139 no se encuentra ninguna alusión a la regla de san Agustín seguida por los canónigos del Santo Sepulcro, conforme a la cual Hugo de Payns y sus compañeros habían pronunciado sus votos, según expresamente nos declara el arzobispo de Tiro, Guillermo, en su historia del reino de Jerusalén:

"En el mismo año se pusieron en manos del señor Patriarca ciertos nobles caballeros, devotos de Dios, religiosos y temerosos del Señor, entregándose al servicio de Cristo según el estilo de los canónigos regulares y haciendo profesión de querer vivir perpetuamente en castidad, obediencia y sin nada propio".

Cabe dividir los 68 capítulos normativos de la primitiva regla en dos secciones fundamentales: por una parte los referentes a la guarda de los votos, a la vida en común, a la penitencia y a la vida religiosa y de piedad y por otro lado los referentes a su preparación para la misión militar y uso de las armas.

En el primer bloque no hay nada que desentone de una vida monástica rigurosa y ascética; si acaso alguna pequeña mitigación destinada a mantener las fuerzas corporales necesarias para su misión militar, como la prohibición de mantenerse de pie en la capilla durante todo el rezo del oficio divino o la mitigación de la abstinencia de carne autorizándola a tomarla tres veces a la semana.

La inspiración de todo este bloque hay que buscarla en la regla del patriarca del monacato occidental, San Benito de Nursia, que era también la regla de la gran familia del Císter, ya que los cistercienses no eran otra cosa que unos benedictinos reformados, y es en esta inspiración donde hay que buscar tanto el influjo personal de San Bernardo como el más general del Císter. Schnürer en un examen meticuloso, artículo por artículo, ofrece un elenco de hasta 30 artículos que formulan diversos preceptos tomados de la regla de San Benito, referentes todos ellos, como es natural, a la vida monástica.

✠ IMAGEN XII.- San Benito de Nursia.




Pero una vez muerto San Bernardo el año 1153, los distintos caminos seguidos por el Císter y el Temple: el primero en Oriente embebido en una angustiosa lucha por mantener la presencia cristiana en Tierra Santa y el segundo expandido con centenares de abadías por todo el Occidente y consagrado a una vida de recogimiento, oración y trabajo, hicieron que esos caminos se separaran. No hemos encontrado ni en la regla latina ni en la última formulación de los usos y costumbres del Temple, en la llamada regla francesa, ni una sola referencia al Císter ni a ninguna otra Orden religiosa, si no es al Hospital, bajo cuyo estandarte debían agruparse los templarios, que en la confusión del combate no fueran capaces de localizar el suyo propio.

Existe sí, el capítulo 429 de la regla francesa, que al tratar del templario que ha cometido una falta por la que debe ser expulsado del Temple, puede evitar la expulsión ignominiosa solicitando el paso a otra Orden. Algunos opinaban que sólo podía autorizarse el paso a la Orden de San Benito o de San Agustín y no a ninguna otra; el capítulo susodicho corrige esta opinión autorizando el paso a cualquier otra Orden más estricta: ..."pero no estamos de acuerdo con ellos, pues puede entrar en cualquier otra Orden más estricta para salvar su alma, si los hermanos de esa Orden así desean consentirlo"....

Evidentemente este capítulo de la regla no se refiere bajo la fórmula Orden de San Benito únicamente a los benedictinos vinculados a Cluny o que han aceptado la reforma cluniacense en sus diversas formas, sino a todos los que invocaban a San Benito como inspirador de su regla y modo de vivir, como era el caso de los monjes cistercienses, a los que ya hemos calificado de benedictinos reformados.

✠ 9.- La Orden del Temple inspiradora y modelo de las demás Órdenes militares.

La novedad introducida por Hugo de Payns, el monje-soldado, y aprobada por Bernardo de Claraval, no sólo condujo al nacimiento de una nueva Orden con esas características en el seno de la Iglesia, sino que, a imitación del Temple, muy pronto otras nuevas Órdenes siguieron el mismo camino e imitaron la nueva forma de vida, tanto en Oriente como en España. El Temple no sólo fue la primera de las Órdenes militares, sino que a su imagen y semejanza se fundaron las demás; únicamente, más tarde, la Orden de Santiago en España se apartó de ese camino; la primera en imitar al Temple fue la otra gran Orden militar oriental, la del Hospital.

La Orden del Hospital había sido iniciada hacia el año 1048, antes del nacimiento del Temple, por ciertos mercaderes de Amalfi que fundaron en Jerusalén un hospital destinado a la acogida y hospedaje de los peregrinos y enfermos, al que colocaron bajo la advocación de San Juan, el Limosnero, obispo de Alejandría del siglo VII, muy célebre por su misericordia para con los pobres y cuya festividad se celebraba el 23 de enero. El albergue estaba a cargo de piadosos varones, que emitían los habituales votos monásticos y vivían bajo la dirección de un Prior, el cual a su vez dependía de las autoridades benedictinas establecidas en Palestina.

Con la llegada de los cruzados a Tierra Santa en 1099, el Hospital de Jerusalén tendrá un espectacular desarrollo y se convertirá en el gran centro de acogida con capacidad para albergar a más de 2.000 peregrinos; al gran hospital se le añadió una iglesia dedicada a San Juan Bautista.

A la vista del desarrollo e importancia adquiridos por la obra, su prior, el provenzal Gerardo de Tom, separará al Hospital de la tutela o dependencia de los monjes benedictinos de Jerusalén, fundando de este modo una nueva congregación con el nombre de Hermanos Hospitalarios de San Juan o también de Hermanos del Hospital de San Juan de Jerusalén. El mismo prior Gerardo de Tom redactará para sus hospitalarios una nueva regla inspirada en San Agustín, que fue aprobada por el Papa Pascual III el año 1113, confirmando con esta aprobación la total independencia del Hospital como nueva Orden religiosa.

Hasta aquí la nueva Orden no contemplaba ni en su regla ni entre sus actividades la necesidad de ofrecer a los peregrinos protección armada; su misión se limitaba a las tareas caritativas, como la asistencia y cuidado de los enfermos y el hospedaje de los peregrinos. El primer prior del nuevo Hospital, Gerardo de Tom, se cree que falleció hacia el año 1118.

Fue el siguiente prior del Hospital, Raimundo de Puy (1118-1160), el que amplió el campo de actividades de la Orden; respondiendo a las mismas necesidades que habían dado lugar al nacimiento del Temple e imitando a los caballeros de la nueva Orden, decidió que no era suficiente hospedar y asistir a los peregrinos en sus necesidades materiales y sanitarias, sino que también era necesario protegerlos frente a los bandoleros que los asaltaban en su camino desde el puerto de Jaffa a Jerusalén.

En una nueva regla, que dio entrada a numerosos capítulos inspirados directamente en la regla templaria, se admitió junto a los hermanos, que prestaban su asistencia en el Hospital de San Juan, la existencia en la Orden de caballeros, que habiendo pronunciado también los tres votos religiosos de pobreza, castidad y obediencia, se encontrasen preparados para combatir y proteger a los peregrinos con la fuerza de las armas, si fuere preciso.

Nacía así, después del Temple y a su imitación, la segunda Orden militar, que no dejaba por eso de ser al mismo tiempo asistencial y hospitalaria. La nueva orientación militar, que haría de sus caballeros, émulos de los del Temple, se detecta ya en un documento de 1137 donde se constata la existencia en la Orden de un condestable, oficio estrictamente militar.

Años más tarde, también en Oriente, nacería otra tercera Orden militar, que seguiría una trayectoria muy parecida al Hospital. Fundada primero bajo la tutela de esta última Orden con carácter puramente hospitalario, en una casa de Jerusalén hacia 1128, por un piadoso matrimonio alemán para acoger a los peregrinos, en 1190 adoptará nuevos estatutos, inspirados en su mayor parte en los de los templarios, donde aun conservando sus prácticas asistenciales dio plena cabida a la actividad militar. Su carácter militar será plenamente confirmado por el Papa Inocencio III el 19 de febrero de 1199.

Las dos Órdenes, la del Hospital de San Juan y la así llamada Orden Teutónica, habían nacido en Oriente a imitación y con fuerte inspiración templaria, pero sin ningún influjo ni contacto directo con el Císter, ya que este sólo estuvo representado en Tierra Santa por dos abadías de muy poca importancia y relativamente tardías, las de San Jorge de Jubín, cerca de Antioquía, y Belmont, en las proximidades de Tripoli, instaladas tardíamente, hacia 1210, por el antes abad cisterciense Pedro de Locedio, patriarca de Antioquía.

Muy distinto es el caso de las Órdenes de Calatrava y Alcántara en España, donde, aunque nazcan como Órdenes hispánicas, su imitación del Temple es a todas luces evidente, al mismo tiempo reciben también en sus orígenes el directo influjo cisterciense, no sólo el indirecto del Temple.

La penetración del Temple en España arranca de los años del viaje de Hugo de Payns con cinco compañeros a Francia, 1127-1130; ya en una fecha tan temprana como el 19 de marzo de 1128, diez meses antes del concilio de Troyes, nos encontramos en Portugal con un templario, Raimundo Bernardo, sin duda ganado para el Temple por el Maestre Hugo meses antes ya en Europa, que recibe de la reina doña Teresa la donación del castillo de Soure con todo su término, 15 kilómetros al sur del río Mondego.

✠ IMAGEN XIII.- Castillo de Soure.




Tres años más tarde en Aragón, en el condado de Barcelona, el 14 de julio de 1131 su conde Ramón Berenguer III, "el Grande", se entregaba en cuerpo y alma al Temple en manos de Hugo de Rigaud, Maestre templario de Provenza, al mismo tiempo que hacía donación a la Orden del fortísimo castillo de Grañena, a unos seis kilómetros al sur de Cervera.

✠ IMAGEN XIV.- Ramón Berenguer III.




✠ IMAGEN XV.- Castillo de Grañena.




Ese mismo año de 1131 el rey de Navarra y Aragón Alfonso I "el Batallador", dictaba su testamento nombrado sucesores y herederos suyos en el reino a las tres Órdenes orientales: Hospital, Temple y Santo Sepulcro: A estos tres les otorgo todo mi reino y también el señorío que tengo en todo el territorio de mi reino, e igualmente el principado y los derechos que tengo sobre todos los hombres de mi tierra, tanto sobre clérigos como sobre laicos....

✠ IMAGEN XVI.- Alfonso I "el Batallador".




En el reino castellano-leonés de Alfonso VII tenemos que esperar hasta el año 1146 para encontrar el primer signo de la presencia del Temple en su territorio. Esta demora creemos que es debida más a nuestra falta de información que a una real falta de implantación templaria en el reino de Alfonso VII, ya que este monarca había asistido en Braga a la donación de Soure a los templarios el 19 de marzo de 1128 por su tía, la reina doña Teresa.

✠ IMAGEN XVII.- Alfonso VII de Castilla y León.




El Temple se implantaba en los reinos hispánicos al calor del entusiasta movimiento de apoyo que había suscitado la carta "De laude novae militiae Christi" del abad de Claraval; antes de la llegada del Temple a la Península no se conocía la unión en una misma vocación la de monje completo y la de soldado perfecto.

Sí que se conocían y habían nacido a partir de 1122 en el reino de Aragón las llamadas cofradías militares de Belchite, Monreal, Barbastro y Uncastillo, sociedades religiosas que agrupaban a sus miembros, para la lucha contra el Islam, pero sin que llegaran nunca a formar verdaderas Órdenes religiosas, porque entre el Temple de Hugo de Payns y las cofradías aragonesas existían diferencias muy notables.

Porque Hugo de Payns desde un primer momento escogió el camino de convertir a sus templarios en auténticos monjes al exigir de ellos la profesión monástica con los tres votos tradicionales de pobreza, castidad y obediencia y un género de recogimiento, oración y penitencia de acuerdo con su profesión de monje, aunque al mismo tiempo empuñaran las armas en defensa y protección de los peregrinos y la cristiandad.

En cambio en las cofradías aragonesas sus miembros o socios no eran monjes ni religiosos, ni consagraban su vida con los tres votos monásticos; eran simples cofrades de una cofradía o hermandad, que en lugar de comprometerse a unas determinadas prácticas de piedad, de caridad o de limosnas, adquirían voluntariamente la obligación de defender con las armas las fronteras zaragozanas del reino de Aragón.

Cuando veinte años más adelante surja también en España, a imitación del Temple, la primera Orden militar hispánica, la Orden de Calatrava, también aquí encontraremos la guía y el patrocinio del Císter a través de San Raimundo, abad del monasterio cisterciense de Fitero, pero tratar de las relaciones entre el Císter y las Órdenes hispánicas corresponde a otros de los ponentes de este curso.

✠ IMAGEN XVIII.- San Raimundo, abad del monasterio cisterciense de Fitero.





"ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE ESTUDIOS HISTÓRICO MEDIEVALES”.

“CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS TEMPLARIOS”.

“PRIORATO TEMPLARIO DE SAN BERNARDO DE CLARAVAL”.

"PRECEPTORÍA NACIONAL".

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠

Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠  Estudios y Análisis Históricos.

✠  Efemérides, personajes, lugares y hechos históricos. 

✠ EL TRIBUNAL DEL SANTO OFICIO DE LA INQUISICIÓN (I).

Pocas instituciones a lo largo de la Historia han sido tan vilipendiadas como la Inquisición española, pero, ¿está justificada esa inquina?

Para poder llegar a alguna conclusión es menester el estudio del asunto, pero nos encontramos con un inconveniente: Los archivos fueron destruidos de forma metódica., siendo hoy inexistentes los de Barcelona, Córdoba, Valencia, Zaragoza, Mallorca, Logroño, Murcia, Toledo, Valladolid, Madrid, Lima, México, Cuba y Cartagena de Indias… pero a pesar de ello, la labor de destrucción, forzosamente, y dada la magnitud documental generada, no podía cumplirse en su totalidad, existiendo diseminados por todo el mundo libros que ayuden a recomponer la Historia.




Además, el archivo del tribunal de Cuenca existe y es accesible casi en su totalidad, gracias a un alma anónima que lo rescató en 1808 tras haber sido diseminado por el suelo por las tropas francesas, que lo utilizaron como cama y lo dejaron en el sitio al haber sido desalojados militarmente de la ciudad. 




Además, hubo ediciones de libros que relataban el completo desarrollo de determinados Autos de Fe, y cuyo expolio total era difícil de llevar a cabo, siendo que hoy están al alcance de los curiosos.

Todo ello nos permite tener acceso a la realidad y determinar con un grado de precisión cercano al 100% qué fue y qué hizo el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición.

La Inquisición fue creada en 1229, en Languedoc, como medio de combatir la herejía cátara, y como medio de protección de la población. Y posteriormente se extendió por toda Europa, menos por Castilla, que la implantaría el año 1478, momento en que toda Europa se felicitó por el hecho.

Y es esta Inquisición, que se extendería por todo el Mundo Hispánico, la que venimos a tratar.




¿Y por qué acabó imponiéndose?… La España del siglo XV reclamaba la unidad del Estado, y la religión era lo único que podía unir estados tan dispares como los reinos que componían la nación que sería la garantía del derecho internacional: España. 




En esos momentos, un atentado a la religión era observado como un atentado al Estado. Algo nada nuevo, por cierto, siendo que con la nueva Inquisición se garantizaba una paz social desconocida en otros lugares, y era un claro elemento vertebrador. Tengamos en cuenta por ejemplo, que en esos mismos tiempos, la guerra de religión de Francia causó muchas más muertes que todas las Inquisiciones juntas. Igual ocurrió en Alemania. España salió prácticamente ilesa de esta plaga gracias a la Inquisición. 




También es necesario considerar que el empleo de la fuerza para combatir a los disidentes ha sido algo corriente en todas las culturas y confesiones. Basta pensar en la intolerancia de Lutero contra los campesinos alemanes, que produjo decenas de miles de víctimas; o en las leyes inglesas contra los católicos; o en la suerte de Miguel Servet, quemado por los calvinistas en Ginebra. Hay que decir, para ser justos, que ése era el trato normal que se daba en aquella época a casi todos los delitos. En esto coincidían tanto Lutero como Calvino, Enrique VIII, Carlos I o Felipe II. Y fuera de Occidente ocurría algo muy parecido.

¿Qué diferencia a España, y a la Inquisición, de todos ellos? Que la Inquisición daba unas garantías jurídicas inexistentes en los otros casos, lo que posibilitó que el número de víctimas de las inquisiciones europeas fuese escalofriantemente superior al número de víctimas de la Inquisición española, implantada en los cinco continentes.

Los motivos que indujeron a la instauración del santo tribunal se hunden en las últimas décadas del siglo XIV y en las primeras del XV, cuando eran constantes los alborotos. Los años que precedieron el reinado de los Reyes Católicos no fueron precisamente tranquilos, y los artífices de la Unidad Nacional se propusieron zanjar la cuestión con un instrumento que lograría calmar todos esos excesos.




Durante todos estos años, las confrontaciones, también doctrinales, se prodigaron. Pablo de Santa María, antiguo rabino mayor de Burgos, argumentaba en 1432 a favor del cristianismo, sin fomentar odio alguno contra sus antiguos correligionarios, que le respondieron considerándolo traidor y apóstata. 




El siglo continuó con esas tiranteces, finalmente resultó aprobado el Santo Tribunal por el Papa Sixto IV el 1 de noviembre de 1478, pero no comenzó a actuar hasta 1480, no contra los judíos, sino contra los falsos conversos del judaísmo, cuyo nombre, “marranos” es una derivación de la palabra judía “mahram” justamente aplicada por los judíos militantes a quienes renegaban de la religión mosaica.

Sin embargo, y a pesar de no actuar nunca contra los judíos, la Inquisición ha sido presentada como una institución de persecución racial. Esa creencia se ve manifiestamente negada por la realidad de la ingente cantidad de personajes que trufan la historia de España, y que desde el mismo Fernando el Católico llevaban sangre judía.

La inquisición no entendía de sangre, sino de sentimiento, y si en algún momento llegó a exigirse estatuto de limpieza de sangre, aparte de no tener explicación, tampoco se llevó a rajatabla en toda la institución ni en todas las instituciones del estado.




Y es que, contra lo que comúnmente se cree, el Santo Oficio no juzgaba judíos, musulmanes  o gentes  de otras religiones, sino que procesaba  a católicos, libremente bautizados como tales, que renegando de la fe retornaban  a sus cultos y llevaban un catolicismo aparente.

Juzguemos con la mente del siglo XVI… Antes de la existencia del Santo Oficio los apóstatas, como en toda Europa, eran sancionados por las autoridades civiles con pena de muerte por hoguera, lapidación, o decapitación así como con la confiscación  de sus bienes. La Apostasía también es castigada por el derecho musulmán. La Inquisición acabó con todo eso.




Y la Inquisición es acusada de utilizar el secreto como arma. Pero es que el uso del secreto fue aplicado al objeto de alcanzar la verdad. Tengamos bien en claro que a lo que más se parece un juicio o a una inquisición del Santo Oficio es a una confesión… llevada a cabo por un confesor terco… de acuerdo, pero con la voluntad de absolver al reo. Para ello se hacía necesario que el inquisidor no comunicase al mismo que era conocedor de aquellos asuntos que le habían hecho actuar. Bien al contrario, pretendía que el reo, motu propio, los confesase, se arrepintiese, y como consecuencia, fuese absuelto.

Pero es que ese secreto se aplicaba también ante los testigos, que debían denunciar no sabían qué ni de quién… y que acababan haciéndolo cuando el reo era culpable de aquello por lo que había sido detenido, sin ellos saberlo. Cuando menos, método llamativo, que tenía el objetivo de proteger tanto al reo, del que previamente se conocía con certeza su culpa, como a los propios testigos, que de otro modo eran perseguidos por los herejes.




En cualquier caso, no se aplicó la Inquisición exclusivamente a perseguir a los falsos conversos del judaísmo; también persiguió los otros tipos de herejía así como la sodomía o el contrabando de caballos.

Hemos dicho que los reos eran culpables de aquello que eran acusados, y es que la Inquisición no procesaba a nadie de quién no estuviese segura de su culpabilidad, ya que antes de proceder contra él había sido meticulosamente estudiado su caso, que se había producido, no por una denuncia, que nunca podía ser anónima, sino por varias denuncias efectuadas por personas distintas, o por pública actuación herética.

También procesó a inocentes, cierto, entre ellos a Carlos I… por poner un ejemplo. Y a Santa Teresa de Jesús… por poner otro ejemplo… Y resultaron absueltos…

✠ EL TRIBUNAL DEL SANTO OFICIO DE LA INQUISICIÓN (II).

Además, debemos tener en cuenta que la Inquisición no nació contra el pueblo sino para responder a una petición de éste como protección ante amenazas externas. Para el hombre medieval, el hereje es el "Gran Contaminador", la persona que atrae el castigo divino sobre la comunidad.

Y esa alarma social fue esencial para la supervivencia en los siglos XVI, XVII y XVIII, cuando las potencias europeas disponían armadas piratas para combatir a España.

En esas circunstancias, la Inquisición fue un arma de doble filo, pues a ella recurrían muchos piratas, conocedores de la benevolencia del tribunal, que no iba a condenarlos por sus actuaciones delictivas, sino por su herejía. El mismo primo de Francis Drake se libró de la horca al caer en manos de la Inquisición en Lima, y como él un buen número de piratas.

Otra pregunta que surge es si la Inquisición era un tribunal político. Por supuesto la pregunta puede producir respuestas divergentes; por nuestra parte, a pesar de todo, entendemos que la respuesta debe ser afirmativa; tan afirmativa como cuando la misma pregunta se efectúa sobre el tribunal constitucional. De hecho, ambos tribunales cubren una misma función, con objetivos radicalmente distintos, por supuesto, pero en definitiva una misma función.




La Inquisición es un instrumento religioso al servicio del estado, y sobre todo es un instrumento del estado al servicio de la iglesia… o al revés.

La semejanza material y sólo material entre la Inquisición y el Tribunal Constitucional, alejadas no sólo en el tiempo sino en los principios, nos hace observar que si la Inquisición tenía unos inquisidores y unos familiares, la democracia tiene unas referencias, pie de rey de democracia, a las que se deben ajustar todas las ideas, y unos palmeros que, como el caso de los familiares de la Inquisición, no tienen en principio beneficios reconocidos, si bien su categoría de familiares les abre determinadas puertas. Sí, también entonces había corrupción… más medida y arriesgada, pero había corrupción.

Pero más que la corrupción hay una cuestión que caracteriza a la institución. La Inquisición resultó ser un elemento esencial en la unificación del derecho procesal español, que venía a consolidar la reforma de los institutos religiosos, y venía a ser una institución situada por encima de todos los fueros, por encima de todas las leyes particulares de cada reino; igual para todos los españoles, con una estructura única y con un mando único. La Inquisición representó por tanto la vertebración de España, la columna vertebral del estado moderno. 




Sin embargo, la imagen transmitida y generalizada por la Ilustración nos presenta a la Inquisición como una máquina de matar, pero la realidad se encarga de contrariar esa alegación distorsionadora que cae por su propio peso no sólo al ver la cantidad de casos y la variedad de los mismos tratados por 20 escasos tribunales, sino también por el control y la centralización a que estaban sometidos. 

En el siglo XVII la centralización fue tan extrema que llegó a disponerse, en 1647, que todas las sentencias debían ser ratificadas por el Consejo antes de la correspondiente ejecución. Los gastos de los tribunales, a su vez, habrían de estar autorizados por el poderoso organismo, y ello hasta tal punto que, según sabemos, necesitando el tribunal de Valencia un reloj, hubo de solicitar permiso a la Suprema para adquirirlo; la autorización sólo llegó «tres años más tarde.”  Parece que si de algo se puede acusar a la Inquisición es de exceso de burocracia, si bien también es encomiable que no multiplicase el número de funcionarios. 




En cuanto al número de ajusticiados, los estudios realizados por Paul Heningsen y Contreras sobre las 44.674 causas abiertas entre los años 1540 y 1700, concluyeron que fueron quemadas en la hoguera 1346 personas (algo menos de 9 personas al año… en todo el imperio).

También se habla que las primeras actuaciones en Sevilla fueron feroces y hablan de miles de víctimas… pero esas víctimas no son achacables a la Inquisición… sino a la peste, que se llevó por delante a 15.000 personas.

Aparte las relajaciones, por cierto, muchas en efigie, las penas se cumplían… cuando se cumplían. Las flagelaciones no llegan a efectuarse en muchas ocasiones al considerar el Tribunal que el reo no podría superarlas, y figura en el propio Auto de Fe que el castigo no se inflige… Las condenas a cárcel perpetua en su propio domicilio, o en su propia ciudad… son habituales, y al tratarse de personas que están en relación directa con su confesor, conocen las limitaciones de las sanciones de forma que la “perpetuidad” de muchas sanciones, en realidad se ve reducida a muy breves periodos de tiempo. 




¿Y qué podemos decir de su organización y extensión? Constaba solamente de dos o tres inquisidores y de un grupo de empleados en cada uno de los 20 tribunales que se encargaban de toda España. Tenían poder en los pueblos y ciudades, es verdad, pero su poder era limitado, con frecuencia controlado por asociaciones civiles, otras autoridades eclesiásticas y magistrados locales. En el campo, en el que vivían cuatro de cada cinco españoles, tenía poco poder. Los historiadores aseguran que la gran mayoría de los campesinos de las áreas rurales nunca habrían visto a un inquisidor en su vida. Y si hablamos de América… Con esos medios debían controlar millones de kilómetros cuadrados…

Forzosamente, la actividad del tribunal fue baja, siendo que hubo periodos en los que fue nula.

El periodo de mayor actividad es el comprendido entre 1478 y 1520, en el que se solventaron el 50% de los procesos llevados a cabo en toda la vida del tribunal, siendo que desde principios del siglo XVIII la actividad era puramente testimonial. 




Y en cuanto a la formación de los inquisidores… No estamos hablando de un cualquiera cuando hablamos de un inquisidor, sino por lo general de un hombre con una preparación cultural, jurídica y teológica de primerísimo orden. Una preparación intelectual que dio lugar al Siglo de Oro de las letras y las Artes.

Con todo lo comentado, es llamativa la atención novelística, que no histórica, que disfruta la Inquisición española en el mundo, cuando sin embargo es posible realizar un cuadro como el siguiente:

Víctimas:

Inquisición (en 350 años y en toda la Hispanidad)……………1.600 (4,5 por año, para veinte tribunales).

Inquisición protestante. Durante Enrique VIII (en Inglaterra); 70.000.

Durante Isabel I, trescientos o cuatrocientos al año.

Caza de brujas en Alemania, Francia o Inglaterra,  durante el siglo XVII y mitad del XVIII, 70.000. 

Anabaptistas, año 1525; 100.000.

Judíos año; 240.000.

Liberalismo desde 1792; 8.000.000.

Islam siglo XX; 1.130.000.

Comunismo, siglo XX; más de 120 millones.

Aborto (sólo en un año) en España; 100.000.

Para entender la realidad, pongamos ejemplos de otros ámbitos, por ejemplo el geográfico. Así, El río Escabas, en Cuenca, tiene una cuenca de 706 km2. El Mekong la tiene de 810.000 km2;  el Nilo de tres millones de km2; el Amazonas, de 6,2 millones de km2, o el Misisipi, de 3,2 millones de km2. 




Si equiparamos la Inquisición al río Escabas y observamos las citas que cada uno tiene en Internet, veremos que el Escabas tiene 19.500 citas, y la Inquisición 818.000.

¿Qué sucede si hacemos la misma operación con los otros ríos citados, emparejados con persecuciones que les pueden ser equiparables? Veamos:

Amazonas; 5.100.000  citas. Inquisición protestante; 25.500.

Misisipi; 24.100.000 citas. Genocidio Bolchevique; 59.300.

Nilo; 26.200.000 citas. Genocidio musulmán; 441.000.

Evidentemente, algo falla. Y probablemente, lo que falla es el mismo pueblo español, que no se da cuenta de su grandeza y agacha la cerviz cuando sólo tiene motivos para llevar bien alta la cabeza.

FUENTES:

Cesáreo Jarabo. 

España en la historia.



"ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE ESTUDIOS HISTÓRICO MEDIEVALES”.

“CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS TEMPLARIOS”.

“PRIORATO TEMPLARIO DE SAN BERNARDO DE CLARAVAL”.

"PRECEPTORÍA NACIONAL".

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠

Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠  Estudios y Análisis Históricos.

✠  Efemérides, personajes, lugares y hechos históricos. 

✠ CÁTAROS, LOS HEREJES EXTERMINADOS POR LA INQUISICIÓN.

Durante siglos los cátaros llevaron una vida cristiana en sus castillos al margen de la "corrupta" Iglesia oficial, hasta que el papa decidió aniquilar la "peste" que amenazaba su poder.

IMAGEN I.- Desde su castillo, los condes de Foix fueron ardientes partidarios del catarismo. 



A principios del siglo XIII, Inocencio III, el papa más importante de la Edad Media, dedicó gran parte de sus energías a exterminar una «peste» que se había instalado en el corazón mismo de la Cristiandad. Era el catarismo, un movimiento cristiano disidente que desde hacía dos siglos había surgido en diversos puntos de Europa. Muy pronto, la aparición más o menos simultánea de las comunidades de cátaros, considerados herejes, se convirtió en una auténtica pesadilla para el Papado y para la Iglesia de Roma. 

✠ IMAGEN II.- Visión del papa Inocencio III - Colección - Museo Nacional del Prado.




Desde muy pronto Inocencio III instruyó a los príncipes cristianos acerca de cuál debía ser la conducta a seguir contra los cátaros: «Si alguno recibe, defiende o favorece a los herejes deberá ser inmediatamente considerado como infame, y no podrá ser admitido para los oficios públicos ni podrá recibir herencia alguna. Si fuera juez, sus sentencias serán consideradas nulas; si clérigo, será inmediatamente degradado y perderá todo oficio y beneficio, y, en todo caso, los bienes del hereje serán confiscados...»

¿Qué tenían esas Iglesias esparcidas por Europa para motivar un celo y una persecución tan notables? ¿Hasta qué punto podían constituir una amenaza para la Iglesia Católica? ¿Cuál era su funcionamiento y grado de penetración en la sociedad de su tiempo? 

DE BIZANCIO AL LANGUEDOC.

No puede hablarse, en rigor, de una única «Iglesia cátara», con una organización estructurada y una doctrina compartida y uniforme. Hay que pensar, más bien, en varias Iglesias dispersas, extendidas de forma desigual, unidas no tanto por estructuras jerarquizadas como por vínculos de hermandad y solidaridad, al estilo de las Iglesias cristianas primitivas. Y, en el plano ideológico, con posiciones doctrinales que, partiendo de algunos rasgos comunes, presentaban, sin embargo, diferencias y matices significativos.

Para empezar hay que recordar la existencia en Oriente de un conjunto de Iglesias surgidas de forma más temprana, a mediados del siglo X en Bulgaria, y más concretamente en la actual Macedonia, bajo el reinado del zar Pedro I (927-969). Este movimiento sería conocido como bogomilismo, por el nombre del primer propagador de la herejía, el pope Bogomilo (palabra que significa «amigo de Dios»).

✠ IMAGEN III.- Carcasona fue gobernada desde finales del siglo XI por la familia de los Trencavel, que erigieron un imponente circuito de murallas. En 1209 Simón de Montfort conquistó la plaza en el contexto de la cruzada contra los cátaros.




En cuanto al Imperio bizantino, la herejía se extendió a comienzos del siglo XI prácticamente por toda Asia Menor. El jefe más reconocido de esta última Iglesia fue un médico, Basilio, que murió en 1111 quemado en una hoguera levantada en el hipódromo de Constantinopla: fue la primera pira del Imperio de Oriente.

Pero la nueva religión mantendría su vitalidad a lo largo del siglo XIII, durante el cual tenemos constancia de la existencia de dos Iglesias cátaras en Constantinopla, la griega y la latina, más otras cuatro en regiones próximas. Por último, cabe destacar el caso de los territorios eslavos de Dalmacia y Bosnia, que fueron manifiestamente cátaros a lo largo de tres siglos y llegaron a tener el catarismo como religión de Estado.

Otras comunidades cátaras surgieron de forma más tardía en el reino de Francia y sus territorios vasallos (Champaña, Borgoña, Flandes), Aquitania, Alemania (sobre todo en Lieja y en Renania), Italia (con numerosas y activísimas Iglesias, sobre todo en el norte), los condados catalanes al norte de los Pirineos y, naturalmente, en lo que más tarde sería conocido con el nombre de Languedoc.

✠ CÁTAROS, LOS HOMBRES BUENOS.

Nos referimos, concretamente, a las tierras comprendidas dentro de los lindes del condado de Tolosa, los vizcondados de Carcasona, Béziers y Albi, el vizcondado de Narbona y el condado de Foix. En estos últimos territorios occitanos, sin duda los más importantes en cuanto a implantación de la Iglesia de los "bons homes", está atestiguada la presencia de cátaros ya en el siglo XI y, sobre todo, durante los siglos XII y XIII. Sabemos que en todo su conjunto se formaron cinco «obispados» y más de cincuenta «diaconados», aparte de numerosísimas casas o conventos en multitud de pueblos y ciudades.

✠ IMAGEN IV.- El dominico Bernard Délicieux es juzgado en 1319 por denunciar los abusos de la Inquisición en su represión del catarismo. (Óleo de J. P. Laurens. 1887. Toulouse).




La extensión numérica del catarismo occitano ha dado pie a algunas controversias y resulta difícil de establecer con un cierto grado de fiabilidad. Aun así, no parece descabellado cifrarla alrededor de una quinta parte de la población total del Languedoc.

El número relativamente reducido de personas ordenadas por la Iglesia disidente –otra cosa sería la masa de creyentes y seguidores– no podría explicar un desasosiego tan enorme por parte de la Iglesia de Roma si no fuera por una circunstancia muy relevante: el arraigo del catarismo en todas las capas sociales y su especial penetración en algunos sectores dominantes de la sociedad, en particular entre los nobles y los terratenientes.

El caso concreto de Toulouse, estudiado por Michel Roquebert, resulta significativo a ese respecto. En la oleada represiva de 1246-1248, sobre una población de unas 40.000 almas, la Inquisición tan sólo condenó a prisión perpetua a 185 creyentes, es decir, menos del 5% de los tolosanos.

Sin embargo, muchos de ellos eran miembros de las grandes familias ciudadanas, notables que eran asimismo terratenientes o castellanos arruinados de la zona del Lauragais y que tenían casa propia en Toulouse. Y concluye Roquebert: «Multipliquemos la cifra de habitantes por diez; es como si hoy fueran encarcelados, por un delito de opinión, 1.850 personajes notables tolosanos...».

✠ LOS BUENOS CRISTIANOS.

¿Cuál era la organización de esas comunidades cátaras? En el plano inferior de su estructura estaban los creyentes, es decir, la masa de los seguidores de la Iglesia que no habían recibido aún el bautismo, el "consolament", pero que seguían con devoción los ritos y las predicaciones, y aspiraban a que dicho sacramento no les faltara en el momento de la muerte: de este modo tenían la seguridad de que el espíritu que anidaba en su cuerpo carnal, aprisionado, podría salvarse y ascender al paraíso.

En un segundo plano, el más relevante de todos, cabe situar a los miembros propiamente dichos de la Iglesia, aquellas personas que, tras un período de noviciado, que solía durar entre uno y tres años, habían recibido en vida el "consolament" como sacramento de ordenación y seguían al pie de la letra las prescripciones de su fe.

✠ IMAGEN V.- Abadía de Saint-Hilaire. Este monasterio benedictino fue fundado a finales del siglo VIII y recibió la protección de los condes de Carcasona. Durante la cruzada albigense se acusó a los monjes de herejía, y la abadía fue saqueada y donada a la comunidad de Prouille.




Ellos se llamaban a sí mismos simplemente «cristianos» y en el Languedoc el pueblo los llamaba "bons homes" o "bones dones"; la Iglesia católica, por su parte, los denominaba «herejes revestidos» (haeretici induti) o, en menor grado, «perfectos», es decir, herejes «completos» o «consumados». El conjunto de esos buenos cristianos constituía la Iglesia de Dios, "la Gleisa de Dio", como se la llamaba en occitano. Su misión principal era predicar, efectuar las oraciones rituales, dar el "consolament" y garantizar la sucesión apostólica –la continuidad de la Iglesia– de acuerdo con las llamadas reglas de justicia y verdad.

Residían en comunidad y trabajaban con sus manos, vivían en la pobreza y con total austeridad, y se atenían a estrictas normas de continencia alimentaria y abstinencia sexual. También vestían con humildad: en tiempos de paz llevaban un hábito negro de burel, los cabellos largos y barba; en tiempos de clandestinidad usaban vestimentas de color oscuro, generalmente azul negro, a menudo con capuchón.

✠ IMAGEN VI.- Castillo de Peyrepertuse en el Languedoc. A principios del siglo XIII el señor de la fortaleza, Guillaume de Peyrepertuse, se distinguió por su apoyo a los cátaros, hasta que en 1217 hubo de someterse a Simón de Montfort. El castillo cayó bajo dominio real en 1239.




Las mujeres también vestían de oscuro y ocultaban siempre sus cabellos con una toca, algo muy usual en esa época. Iban por el mundo en parejas del mismo sexo, a menudo integradas por un buen cristiano y un neófito (sòci). Llevaban consigo el Libro con los textos del Nuevo Testamento y algunas glosas para sus sermones, así como algo de ropa y de comida, y, a menudo, una escudilla para asegurarse de que en todo momento comían en un plato incontaminado de carne. 

Al frente de toda comunidad de buenos cristianos estaba un anciano o, en el caso de las comunidades femeninas, según los documentos, una "anteposita", es decir, una priora o superiora. Solía ser la persona más antigua en la fe de todos los miembros de su colectivo, y presidía los actos comunitarios y litúrgicos, dirigía la plegaria y ejecutaba el rito cotidiano de la partición del pan. Era, también, responsable de la administración de la casa. 

✠ UNA VIDA DE FE Y POBREZA.

En un grado inmediatamente superior se encontraba la figura del diácono, la persona que, en tiempos de paz, visitaba las casas religiosas de su zona, era responsable de tutelar su disciplina y buena administración y realizaba todos los meses en cada comunidad el ritual del "servici" o "apparelhamentum" (preparación, puesta en disposición), una especie de penitencia colectiva. No sabemos de la existencia de ninguna diaconesa, a pesar de que es sumamente conocido el protagonismo de las mujeres en la "Gleisa de Dio", muy superior al de las monjas en la Iglesia de Roma.

Siguiendo el orden jerárquico cabe hablar, asimismo, del hijo mayor y el hijo menor, coadjutores del obispo. El hijo mayor sustituía al obispo en caso de muerte o incapacidad, y era reemplazado, a su vez, por el hijo menor. Más tarde, un nuevo hijo menor era elegido por todos los asistentes en la correspondiente asamblea y consagrado.

✠ IMAGEN VII.- Albi, a orillas de río Tarn, fue uno de los principale focos del catarismo, hasta la toma de la ciudad por los cruzados en 1209. La catedral de Santa Cecilica se erigió a finales del siglo XIII, a modo de fortaleza sobre una población aún hostil.




Por último, en el máximo nivel –puesto que entre los cátaros no existían ni arzobispos, ni cardenales ni papas– estaba la figura del obispo. Era el responsable de su diócesis y la persona que poseía la facultad de conferir la ordenación a los nuevos religiosos. No conocemos tampoco la existencia de obispos de sexo femenino.

Normalmente, todos los miembros de la Iglesia vivían en comunidad –hombres y mujeres por separado–, en una casa religiosa u ostal situada siempre en el interior de los pueblos, en contraste con los monjes católicos que solían buscar lugares lo más alejados posible de la gente para, así, establecer –según se decía– una mejor comunicación con Dios. Allí, los cátaros trabajaban con las manos, compartían el rezo de sus numerosísimas plegarias y practicaban sus ritos. En algunas ocasiones, dichas casas ejercían también funciones de hospedaje u hospital.

Eran, pues, establecimientos religiosos equivalentes a lo que más tarde serían los conventos católicos de las órdenes mendicantes, aunque más pequeños y numerosos, y mucho más abiertos en su concepción puesto que, muy a menudo, vivían o trabajaban en ellos no sólo las personas ordenadas o los novicios, sino también simples creyentes que pasaban allí una temporada, a menudo en compañía de sus hijos.

✠ UN SACRAMENTO SALVADOR.

El hecho de que los cátaros propiamente dichos constituyesen una minoría y que sus seguidores tan sólo aspirasen, mayoritariamente, a recibir el consolament a las puertas de la muerte plantea la interesante cuestión de cuáles podían ser los vínculos que los mantenían unidos a su Iglesia. Como es natural, estos nexos, más allá de las relaciones personales o la asistencia a las predicaciones y a algunos otros ritos, existían de forma natural en la vida cotidiana. Dos instituciones originales dan prueba de la persistencia de dicha unión: el "melhorier" y la "convenensa".

En cuanto al "melhorier", denominado en las fuentes católicas "melioramentum" o "adoratio", consistía en una práctica –muy visible a los ojos de cualquier espectador y, por lo tanto, arriesgada– por la cual los creyentes mostraban su respeto hacia los miembros de la Iglesia y solicitaban su bendición e intercesión. El rito incluía tres prosternaciones por parte del creyente, y un diálogo que incorporaba varias fórmulas estereotipadas y dos invocaciones finales. Así, el feligrés que efectuaba el "melhorier" decía: «Señor, ruega a Dios por este pecador y que Él me conduzca a un buen fin», mientras que el cátaro que lo recibía respondía: «Dios te bendiga, te convierta en un buen cristiano y te conceda un buen fin». La ceremonia acababa con un beso de la paz o caretas.

✠ IMAGEN VIII.- Un cátaro impone el "consolamentum" a un fiel moribundo ante el horror de dos frailes franciscanos que se alejan. Biblia moralizada del siglo XV.




Por su parte, la "convenensa" (llamada en latín convenientia, o sea, «acuerdo, convención») era en sus inicios la promesa, el pacto, que efectuaba todo buen cristiano de respetar las reglas de su Iglesia. En tiempos de persecución, el pacto se convirtió en la garantía que tenía cualquier creyente, como resultado de su firme compromiso con la Iglesia y de la Iglesia con él, de recibir el "consolament" en la hora de su muerte, incluso en el caso de que, a causa de la gravedad de sus heridas, no fuese capaz de hablar ni de rezar el Padrenuestro o, lo que venía a ser lo mismo, de pronunciar las respuestas del ritual. 

En la etapa final de la vida de la Iglesia cátara, la "convenensa" acabó sirviendo para dar respuesta a un angustioso interrogante que se planteaban muchos creyentes: si ya no quedan "bons homes" ¿Cómo salvaremos nuestras almas? La respuesta de los últimos miembros de la Iglesia, concretamente de Guilhem Belibasta –el último cátaro conocido de Occidente– cuando se hallaba en la diócesis de Tarragona, fue la siguiente: en el momento de la muerte, incluso si se hallaba en la más completa soledad, si el creyente había efectuado en conciencia la "convenensa" –es decir, se había comprometido a ella de todo corazón–, recibiría la visita «de un bon home espiritual, es decir, un ángel», que le conferiría el "consolament".

Cuanto hemos descrito hasta aquí era aplicable en una situación de normalidad, cuando las armas de combate de la Iglesia católica contra la imparable herejía eran únicamente de carácter pacífico. El panorama cambió por completo cuando los pontífices romanos, apurando su enorme capacidad de presión sobre los nobles católicos, impusieron sucesivamente sobre las tierras del actual Midi francés dos mecanismos represivos: la cruzada contra los "albigenses o cátaros" (1209-1229), y los tribunales de la Inquisición (a partir de 1231), creados, precisamente, para combatir la herejía.

✠ La cruzada contra los cátaros.

“¡Matadlos a todos! Dios reconocerá a los suyos” (Arnaldo Amalrico, legado papal y líder de la cruzada albigense). 

A principios del siglo XIII los frutos de la política de intervención de la Corona de Aragón en el sur de Francia eran muy evidentes, hasta el punto de gozar allí de mucha mayor influencia que el propio rey de Francia. Fue entonces, en 1209, cuando el papa Inocencio III hizo un llamamiento a una cruzada para erradicar a los herejes cátaros del sur de Francia y reemplazar a quienes, desde su punto de vista, los protegían (la nobleza occitana). Lo que empezó siendo una guerra religiosa se convirtió en un conflicto internacional por la hegemonía regional.  

Cuando en marzo del año 1208 el pontífice Inocencio III tuvo noticia del asesinato de su legado papal, no le cupo duda de que el conde Raimundo VI de Tolosa era el culpable de la muerte de Pedro de Castelnau. Este y otros argumentos convencieron al pontífice de la idoneidad de lanzar una cruzada en Occitania que erradicara la herejía cátara y a sus seguidores y depusiera a los nobles que los amparaban. Tiempo más tarde el propio Inocencio quiso parar la matanza de cátaros que había iniciado, pero ya era demasiado tarde.

En la primavera del año 1209 partió una expedición militar dirigida por un legado pontificio contra una región del sur del reino de Francia. La empresa guerrera tenía como objetivo erradicar por la fuerza un movimiento disidente del cristianismo que, según Roma, amenazaba a la Iglesia católica y a sus fieles. Puesto que los reyes y príncipes se desentendieron del asunto, el papa Inocencio III se comprometió a hacer una “guerra justa” contra los cátaros, equivalente a la que se desarrollaba en Tierra Santa para la liberación de la tumba de Cristo. Pero las causas del conflicto no fueron exclusivamente espirituales sino también políticas. 

El inicio del reinado de Pedro II de Aragón señala un cambio de rumbo radical con la política ultrapirenaica seguida hasta entonces por su predecesor, Alfonso el Casto, el monarca que había llevado la expansión de su reino por Occitania a su momento culminante con la conquista de Niza y la incorporación del condado Forcalquier. En febrero de 1198, Pedro II sellaba una sorprendente alianza con quien hasta entonces había sido su principal enemigo: el conde Raimundo VI de Tolosa. 

Lo que comenzó como una más de las muchas incursiones militares que sufría una región caracterizada por su inestabilidad interna y constantes invasiones exteriores dio paso, a partir de la década de 1220, al establecimiento del control directo del territorio por parte del monarca y la administración real, y a un dominio eclesiástico que se tradujo en una serie de investigaciones inquisitoriales. Fueran o no conscientes de las enormes implicaciones históricas que iba a tener el fenómeno, no cabe duda de que quienes vivieron la llegada de los cruzados, en 1209, sabían que la “limpieza” que pretendían imponer iba a ser muy severa. 

A finales de agosto de 1213 el rey de Aragón, Pedro el Católico, concentraba su ejército en Huesca. Tras controlar las tierras del vizconde Trencavel, los cruzados de Simón de Montfort llevaban meses tratando de aislar las ciudades de Tolosa y Montauban, últimas grandes plazas en manos de Raimundo VI. Tomando Huesca como base, la hueste real podría alcanzar Tolosa por la ruta más corta, rompiendo el bloqueo cruzado. Todo quedaba dispuesto para una gran batalla que determinaría el futuro de Aragón, de Occitania y de los cruzados. La batalla de Muret.

En 1208 cuando el clima de tensión llegó al máximo, el papa Inocencio III excomulgó al conde de Tolouse, cuñado de Pedro II, y promulgó una cruzada contra los cátaros. Soldados franceses, liderados por Simón de Monfort, acudieron rápidamente a la llamada de cruzada del papa, comenzando una serie de asaltos de ciudades y señoríos y produciéndose una persecución y quema de cátaros por parte de la Inquisición.

Pedro II, como rey católico y como protector de sus vasallos occitanos, intercedió entre el papado y sus súbditos proclives al catarismo, aprovechando que tras su participación en la batalla de Las Navas de Tolosa su prestigio se había engrandecido. Pedro II lo intentó todo, llegó a concertar un matrimonio entre su hijo y único heredero, el futuro Jaime I el Conquistador, y la hija de Monfort, entregándole a este como garantía.

Pero todo fue inútil, pues se reanudaron las hostilidades y a pesar de que era católico y de que su hijo estaba en las manos de Monfort, no podía abandonar sus obligaciones con sus vasallos occitanos ni permitir que Francia se hiciera con el dominio de la zona.

Finalmente, en 1213, murió en la Batalla de Muret enfrentándose a los cruzados de Simón de Monfort. 

✠ IMAGEN IX.- LA BATALLA DE MURET.




✠ EL FINAL DE LOS CÁTAROS.

La cruzada significó la muerte en la hoguera de miles de cátaros, y tuvo una enorme trascendencia en los planos político y militar, pero no logró su teórico objetivo de acabar con la herejía. En cierta forma ocurrió más bien todo lo contrario: aun diezmados en sus filas, los cátaros se beneficiaron de la identificación que se produjo, en contra de «los franceses», entre las tierras invadidas por los cruzados y la Iglesia perseguida, así como de la fama de mártires que se ganaron a pulso por los reiterados testimonios de su inamovible fe llevada hasta las últimas consecuencias.

✠ IMAGEN IX.- Expulsión  de los cátaros de Carcasona en 1209. Miniatura de las Grandes Crónicas de Francia, 1415.




La Inquisición ya fue otra cosa. Su implacable y sistemática labor en todas y cada una de las poblaciones, a lo largo de todo un siglo, fue destruyendo paulatinamente no sólo las vidas de los "bons homes", sino, y más importante aún, las bases sociales de la Iglesia herética. 

✠ IMAGEN X.-Santo Domingo de Guzmán fue el fundador de la inquisición y el principal predicador de la destrucción de los cátaros. En este retablo de Pedro Berruguete pintado en 1499, los libros católicos saltan milagrosamente del fuego mientras que los herejes se queman en una ordalía para demostrar la falsedad del catarismo. Museo del Prado, Madrid.




Sus miembros tuvieron que ocultarse, cortarse las barbas y cambiar sus hábitos, y adoptaron la práctica de pronunciar sus sermones y celebrar sus ritos en los claros de los bosques o en las eras de las casas de labranza; de esta forma evitaban a sus huéspedes que las autoridades demolieran hasta los cimientos de sus hogares y los convirtieran en un depósito de basura por haber sido «receptáculo de perfidia». Desde luego, los últimos cátaros pagaron con sus vidas su contumacia en la fe que predicaban y su fidelidad al principio de no mentir jamás.

Así finalizó la Iglesia de los cátaros su paso por la historia: en la década de 1320 en el Languedoc, algo más tarde en Italia y a mediados del siglo XV en Bosnia. Una Iglesia cristiana disidente que, en definitiva, no tenía otro objetivo que volver a las fuentes del cristianismo originario, a la autenticidad del mensaje evangélico que un día predicó, en las tierras de Galilea y de Judea, Jesús de Nazaret.

Cuenta la leyenda que en el año 1321, el último cátaro de Occidente, Guilhem Belibasta, pronunció la siguiente profecía antes de morir en la hoguera: «Después de seiscientos años, el olivo volverá a reverdecer sobre las cenizas de los mártires», vaticinio que ha inspirado durante muchos años una visión romántica del catarismo. Sin embargo, estas palabras no se encuentran en los documentos de la época; en realidad, el texto pertenece a un poema occitano de August Teulié titulado Mountsegur y publicado en 1905. Este es uno de los muchos mitos del catarismo, la mayoría de los cuales nació durante el siglo XIX. Aparecieron en una época marcada por la interpretación esotérica de la historia de los cátaros que se realizó en el marco del movimiento felibre. Lo formaron escritores provenzales para proteger y cultivar la lengua occitana, que se hablaba en la Francia meridional, la antigua Occitania (y de la que el provenzal era una variante). Los felibres veían en el catarismo un símbolo de la identidad de esta región, cuya cultura e historia se proponían recuperar. Y es que fue allí, en el sur de Francia, donde en el siglo XII arraigó aquel movimiento herético.

✠ IMAGEN XI.- Parsifal y el Santo Grial. Óleo por Seymour Millais Stone (1877-1957).




✠  ¿Fueron cátaros los templarios?

Con esta pregunta el escritor e historiador francés Michel Lamy, en su libro “La otra historia de los templarios”, da su opinión sobre este controvertido asunto. Y es que, los cátaros aunque fueron cristianos, la Iglesia los persiguió y los excomulgó por herejes; por entender que se habían alejado de las creencias convencionales sobre el cristianismo que defendía y promulgaba la Iglesia en occidente.

✠ IMAGEN XII.- Caballero cátaro, con la cruz cátara en el escudo y la estrella y la luna, símbolos propios del catarismo.

 


Al dar a conocer esta opinión de Michel Lamy, nos guardamos la nuestra propia, manteniéndonos al margen sobre si esta idea es cierta o simplemente infundada. Aún así, siguiendo nuestra idea de ofrecer libremente distintos puntos de vista sobre el Temple, queremos publicarla, y deseamos que sea de vuestro agrado. 

El hecho es que templarios y cátaros parecen a veces asombrosamente próximos. ¿Cuántos elementos creenciales les unen? Así, esa concepción según la cual existe un dios malvado que, sólo, ha creado a los seres animados de una existencia material, que preside su conservación, que puede favorecer y enriquecer a sus fieles y que ha dotado a la tierra de la virtud de hacer germinar y florecer los árboles y las plantas, expresión que encontramos tanto en la investigación realizada a propósito de los templarios como en la llevada a cabo respecto a los cátaros. Sin embargo, si los templarios hubieran sido, hablando con propiedad, convertidos al catarismo, si su fe hubiera sido tan fuerte como la de los perfectos occitanos ¿no se les habría visto acaso reivindicar sus creencias en la hora de la muerte? ¿No hubieran reafirmado, ciertamente, una vez en la hoguera, su ortodoxia y su fe en esa rama del cristianismo? En cualquier caso, no tenían nada que perder en ese momento. Esto, en particular, impide creer en un Temple parcialmente herético y consciente de esta herejía. 

Cabe pensar en una simpatía de los templarios por los cátaros. Cabe también pensar en una doctrina propia de un círculo interno lo bastante próximo a ciertas creencias cátaras como para que hubieran tenido lugar algunos intercambios, algunas discusiones. No es posible pensar en hacer de la Orden del Temple una especie de quinta columna del catarismo en la Iglesia. Es cierto que existe una gran distancia entre la actitud de los templarios y la de San Bernardo frente a los cátaros, el cual había fracasado en convencer a las poblaciones occitanas y no creía ya más que en un arreglo militar del problema.
Los templarios sintieron por los cátaros mucha más simpatía y sufrieron sin duda alguna influencia de ellos. En efecto, Louis Charbonneau- Lasay señala que, en los grafitos dejados por los dignatarios templarios en Chinon, es posible reconocer los instrumentos de la pasión de Cristo. Ahora bien, no hay más que tres clavos y esta innovación (antes, se le representaba siempre con cuatro clavos), habría sido, según él, introducida por los cátaros. Este elemento no tiene una gran importancia en cuanto al fondo, pero sí viene a demostrar, sin embargo, que hubo entre templarios y cátaros suficientes contactos como para que se trasluciera algo de ello. 

Hasta 1136 estaba prohibido acoger en la Orden del Temple a caballeros excomulgados. Sin embargo, a partir de dicha fecha, la Regla fue modificada. La Orden fue habilitada en adelante para dar acogida en su seno a excomulgados así como a todos los que habían pecado gravemente, con la única salvedad de que hubieran dado muestras de arrepentimiento. El nuevo texto estaba muy claro. Algunos han visto en la modificación de la Regla un error de copista, pero éste cabe descartarlo, al haber sido añadidos, por otra parte, elementos en el mismo sentido, como el adenda de la absolución previa. Por otra parte, a partir de 1143, se vio a los templarios ingleses inhumar en tierra cristiana el cuerpo de Geoffroi de Mandeville, conde de Essex, muerto excomulgado.

Esto permitió, pues, a los templarios acoger cátaros en su seno y tanto más fácilmente cuanto que no habían mostrado gran celo en ayudar a los barones del norte en su cruzada contra los albigenses.

Así, Pierre de Fenouillet, que fue desposeído de sus bienes en tanto que hereje, se retiró a la casa de los templarios de Mas Deu, en el Rosellón. Fue enterrado allí hacia 1242. Ello no impidió, por otra parte, a los inquisidores hacerle exhumar, volverle a juzgar y condenarle de nuevo de forma póstuma en 1262. De igual modo, Pons III de Vernet, cátaro, se retiró a Mas Deu. Tampoco él tuvo derecho al descanso que cabe esperar para los muertos. Los siniestros inquisidores dominicos hicieron exhumar y quemar sus restos. Citaremos también a la familia de Aniort. Sus vínculos con el catarismo y la resistencia de sus miembros contra los barones del norte les acarrearon muchos problemas, pero al mismo tiempo contó con varios de sus miembros en la Orden del Temple.

Algunos otros cátaros o simpatizantes fueron también templarios. Cuesta creer que esto no tuviera ninguna influencia sobre la Orden. Pero hay muchas maneras de dejar una huella sin convertir por ello a una institución semejante por entero a una herejía. Y una vez más, bueno será recordarlo, si bien los cátaros fueron capaces a menudo de dirigirse a la hoguera cantando y proclamando su fe, no se vio a ningún templario morir afirmando su creencia en una doctrina que no fuera la de la Santa Iglesia católica.

No se puede, así pues, inferir de ello una Orden del Temple masivamente convertida a la fe cátara, sino más bien una simpatía por los caballeros languedocienses faydits que tenían a numerosos parientes y amigos en la Orden. No obstante, más allá, cabe sin duda imaginar contactos más secretos entre el círculo interno del Temple y los cátaros occitanos, y ello en el marco de lo que se ha dado en llamar la búsqueda del Grial.

En la anterior investigación que llevamos a cabo sobre los cátaros, nos ocupamos de la posible implicación de los caballeros templarios en la lucha contra la herejía albigense –también llamada cátara– y asimismo indagamos si en la Orden del Temple se produjo alguna herejía. Encontramos una primera referencia en un libro del estudioso francés Alain Démurger, titulado "Vida y muerte de la Orden de los Templarios", donde, en relación con Guillermo de Nogaret, figura clave en la supresión de la Orden del Temple, se indicaba lo siguiente: «Se ha explicado con anterioridad que el odio de Nogaret hacia el Temple se debió a que el abuelo hereje de este 'patarino' (así se denominaba a los cátaros en el norte de Italia), había muerto en la hoguera por culpa de los templarios». 

Según Osvaldo Carigi y Stefania Tavanti: "Es posible que Nogaret fuera cátaro o, por lo menos, que hubiese recibido el dogma herético por parte de su familia. Sin embargo, tenemos serias dudas de que tal doctrina herética fuera el detonante que lo llevara a perseguir sin descanso a la Orden del Temple, mediante métodos de persuasión poco limpios e incluso crueles y terribles, con el fin de suprimirla". 

Gabriele Petromilli: "En primer lugar, hay que recordar que Guillermo de Nogaret estaba al servicio de Felipe el Hermoso y que, cátaro o no, perseguía la supresión del Temple. Pudiera ser que por cuestiones familiares hubiera inquina personal en sus acciones contra esta Orden, pero no lo sabemos a ciencia cierta. En cambio, sí sabemos con certeza que Nogaret era oficialmente cristiano".

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠


FUENTES:

✠ Antoni Dalmau. 

✠ National Geographic Historia.

✠ Desperta Ferro.

✠ Preceptoría del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.


"ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE ESTUDIOS HISTÓRICO MEDIEVALES”.

“CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS TEMPLARIOS”.

“PRIORATO TEMPLARIO DE SAN BERNARDO DE CLARAVAL”.

"PRECEPTORÍA NACIONAL".

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠

Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠  Estudios y Análisis Históricos.

✠  Efemérides, personajes, lugares y hechos históricos. 

✠ TRILOGÍA DE LOS VALORES TEMPLARIOS Y 7 VALORES HUMANOS.




No existe Orden de Caballería que haya cautivado tanto la imaginación como la de los monjes guerreros conocidos popularmente como ‘los Caballeros Templarios’. Su legendario heroísmo en las cruzadas y en la Reconquista, siempre en los lugares fronterizos más peligrosos, siempre en la vanguardia de las batallas, la disciplina espartana de sus monjes-guerreros, la influencia económica y política internacional que llegaron a alcanzar, el secretismo que envolvió muchas de sus actuaciones, y su incalculable poder económico, social y religioso, todavía hoy son objeto de estudio. Tan poderosos llegaron a ser, que el Papado (en Aviñón-Francia), y el rey de Francia debieron de conspirar vilmente para destruirlos y apropiarse de sus bienes. Siete años debieron de pasar desde las primeras detenciones en 1307 hasta las últimas ejecuciones en la hoguera de los líderes de la Orden siete años después; mucho se debió de disfrazar legalmente aquel atropello, para tratar de justificar uno de los mayores e injustos expolios de la historia. Por ello siguen resultando fascinantes. 

"Creían que habíamos muerto, pero somos semilla, somos la eterna Blanca Milicia de Cristo".

"Alba militum Christi ad perpetuam milites Dei, ad maiorem Dei Gloriam!!!  Semper fidelis, in aeternum." 

A pesar de todo, hoy en día, sigue existiendo la Orden del Templo, nunca murió del todo, diversificada en distintas Organizaciones repartidas por todo el mundo. Fieles cristianos que, leales a ultranza a sus caballeros ancestros, siguen defendiendo esa filosofía de vida que les caracterizó y les hizo legendarios:

La defensa a ultranza de sus estrictas reglas, de la fe cristiana, de las tradiciones seculares y valores caballerescos, tales como la lealtad, la educación, el respeto, la disciplina militar, la entrega, la obediencia, la humildad, la caballerosidad, la ayuda y el servicio a los mas necesitados... son las señas de identidad. "Ora et Labora" (San Benito).

✠ TRILOGÍA DE VALORES TEMPLARIOS.

✠ Honor, disciplina y lealtad.

✠ HONOR. 

Cualidad moral de la persona que actúa de acuerdo con las normas establecidas, de forma justa y diciendo siempre la verdad.

Respeto y buena opinión que se tiene hacia una persona por sus buenas cualidades morales.

¿Qué es el Honor? 

Vivir con honor, es un tema de actitud y no de aptitud. 

Es el sentimiento de dignidad moral que se basa en el respeto propio y que también es considerado como una virtud en la que se halla investido la grandeza espiritual del ser humano, su integridad diáfana y transparente, lo conceptúa a una persona como ser: justo, leal, caballero, generoso, valiente, austero, honrado, subordinado y con una vida de abnegación, sacrificio y esfuerzo, mirando más allá de su persona, preocupándose siempre por los demás en su bienestar personal y de grupo.

✠ DISCIPLINA. 

Actitud de las personas que acatan estas normas. 

Actuar de forma correcta de acuerdo a cada situación siguiendo las reglas y normas establecidas en todo momento.

¿Qué es Disciplina?

Es la actitud personal que permite reconocer los deberes y derechos como normas de comportamiento. 

El hombre debe estar dispuesto a cumplir con sus deberes, sin esperar órdenes, con iniciativa y voluntad creadora; realizando lo realmente útil y necesario, sin detenerse ante ninguna clase de dificultades ni obstáculos.

✠ LEALTAD. 

La lealtad es el cumplimiento de aquello que exigen las normas de la fidelidad y el honor. 

Según ciertas convenciones, una persona de bien debe ser leal a los demás, a ciertas instituciones y organizaciones y a su nación.

¿Qué es Lealtad?

Es un sentimiento noble de fidelidad y franqueza que permite un ambiente de confianza y seguridad en las relaciones entre los miembros de una comunidad. 

La persona leal es capaz de mantenerse firme en su respaldo a una causa, a un ideal, a una institución, a una persona, sin que interesen las circunstancias. 

La persona leal no encuentra nunca excusas para justificar la deserción a una causa noble, al abandono de una meta, ni al retiro de una amistad..

✠ HONOR, DISCIPLINA Y LEALTAD. 

Estos tres valores - el conjunto - abarcan de manera integral a todos los demás. 

Se interrelacionan con muchos otros valores y por ello esta trilogía abarca todos los otros de forma integral y completa.

"SOLO QUIEN OBRE CON HONOR, DISCIPLINA Y LEALTAD SERA DIGNO DE SER UN CABALLERO TEMPLARIO".

En nuestro caso, como Caballeros Templarios

✠ LA FE.

Es secular en los Caballeros Templarios, desde nuestra fundación en Tierra Santa en 1118, nuestra inquebrantable fe en Cristo, nuestro Señor,  "Non nobis Domine, non nobis, sed Nomini Tuo da gloriam", no por nosotros Señor, no por nosotros, siempre en Tu Nombre la Gloria".

La Fe es la base y el pilar de nuestra amada Orden.

✠ LOS 7 VALORES HUMANOS.

Cada uno de nosotros tenemos Valores Humanos diferentes y entre los más importantes destacan...

✠ LA HONESTIDAD.

Supone que como cristianos debemos ser un ejemplo y decir siempre la verdad. No significa ser hirientes, ya que la honestidad debe ir acompañada siempre de otro valor fundamental que es el respeto. Ser honesto significa ser objetivo, hablar con sinceridad y respetar las opiniones de otras personas.

✠ LA SENSIBILIDAD.

Debemos ser sensibles ante otras personas. Esto nos permitirá ayudar, ser compasivos, utilizar la empatía y entender el dolor ajeno. Una persona sensible comprende las miradas y los gestos más allá de las palabras y sabe cuando otra necesita algo sin que lo pida. Un Caballero Templario siempre está dispuesto a ayudar a quien le necesite.

✠ LA GRATITUD.

Estamos acostumbrados a un mundo que se mueve muy deprisa. Nos quejamos de lo que no tenemos o de lo que tenemos sin darnos cuenta de que debemos ser agradecidos, pues en nuestra vida hay muchos motivos para la alegría y para decir “GRACIAS”.

✠ LA HUMILDAD.

Nos permite conocernos a nosotros mismos, saber que tenemos defectos y aceptarlos, entender que siempre se puede sacar una lección de todo lo que ocurre a nuestro alrededor.

✠ LA PRUDENCIA.

En la vida, actuar con prudencia significa saber evaluar los riesgos y controlarlos en la medida de lo posible. Es importante ser prudente cuando no se conoce a otra persona o cuando no se sabe cuáles son las circunstancias de un caso.

✠ EL RESPETO. 

Como decíamos antes, se relaciona con la HONESTIDAD. El respeto conlleva atención o consideración hacia una persona u otras. Es uno de los valores humanos más importantes, ya que fomenta la buena convivencia entre personas muy diferentes 

✠ LA RESPONSABILIDAD.

Supone el cumplimiento de las obligaciones, el tener cuidado a la hora de tomar decisiones o llevar a cabo una acción. Es una cualidad que poseen las personas que son capaces de comprometerse y actuar de forma correcta.

Aplicar cada una de estos Valores Humanos a diario nos hará mejores personas y una convivencia con el Prójimo más armónica.


"ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE ESTUDIOS HISTÓRICO MEDIEVALES”.

“CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS TEMPLARIOS”.

“PRIORATO TEMPLARIO DE SAN BERNARDO DE CLARAVAL”.

"PRECEPTORÍA NACIONAL".

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠

Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠  Estudios y Análisis Históricos.

✠  Efemérides, personajes, lugares y hechos históricos. 

✠  EL PEREGRINO EN LA EDAD MEDIA.



San Isidoro de Sevilla, que fue el gran transmisor por excelencia de la tradición  cristiana medieval, define al peregrino como el que “se encuentra fuera de su casa”. No hay un lugar de peregrinación como Santiago. Durante la Edad Media será el peregrino el que se expatria para hacer el viaje: "visitare loca sacra".

Las reliquias, según la antigua tradición de Roma, debían permanecer en el lugar en el que habían sido depositadas o encontradas; por ello se prohibía el traslado de todo tipo de restos, incluso del sepulcro.



Uno de los elementos más importantes de las peregrinaciones, fue la herencia del renacimiento carolingio. Europa estaba dividida en multitud de reinos y territorios feudales, pero sus pueblos estaban unidos por la misma fe, y la Iglesia fue la argamasa de la unión cultural y religiosa.

Para el surgimiento de las peregrinaciones fue relevante la importancia que la Iglesia le dio a las reliquias, o restos en general de santos, mártires y milagros. Entre los siglos IX y XI se sucedieron con un ritmo muy acelerado, sobre todo en Occidente por la escasez en comparación con los territorios de Oriente. En la Península proliferan los restos de los mártires y santos recuperados según se iba retirando el islam: san Isidoro, san Zoilo, san Facundo, etc., pero ninguno de la categoría de un apóstol.



A mediados del siglo XIII, podemos leer en las Partidas de Alfonso X el Sabio que romero” es el que “va a Roma” a visitar las tumbas de san Pedro y san Pablo y que “pelegrino tanto quiere decir, como ome estraño, que va a visitar el sepulcro de Hierusalem (…) o que andan en peregrinación a Santiago (…), o a otros lugares de luenga e de estraña tierra”

Tres fueron los centros de peregrinación que hubo en la Edad Media para rendir culto a las reliquias de: Jesucristo en Jerusalén, san Pedro en Roma y Santiago el Mayor en Compostela. La peregrinación a Santiago es menos antigua y sus reliquias menos importantes en jerarquía eclesiástica, pero acaba eclipsando a las otras dos: la peregrinación jacobea termina por ser sinónimo de peregrinación cristiana desde el siglo XII. Peregrino es el que va a la tumba del Apóstol en el fin del mundo.



En la Vita Nuova de Dante Alighieri, medio siglo después de las Partidas, se puede leer que “es peregrino quien se halla fuera de su patria”, y añade “sólo se llaman peregrinos a quienes van a Santiago o de allí vuelven (…), pues la sepultura de Santiago está más lejos que de cualquier otro apóstol.”

El afianzamiento de Santiago de Compostela como foco principal de la peregrinación medieval es consecuencia de la consolidación religiosa, política y social de los herederos del Imperio Romano occidental frente al oriental y el musulmán. La peregrinación a Compostela triunfó por sus ventajas respecto de los otros centros de atracción de peregrinos por su capacidad de satisfacer la nueva religiosidad, como necesidad de movilidad, apertura y libertad, comercio y vida urbana de la nueva sociedad feudal.



Podríamos resumir en tres factores el carácter idóneo del Camino de Santiago para impulsar la espiritualidad de la Edad Media:

Primero porque Santiago el Mayor se adapta al ideal de vida apostólica, evangelización y predicación, que retorna con fuerza en el siglo XII, animando el culto a las reliquias de los apóstoles y los primeros mártires. El apóstol Santiago estaba entre los más admirados porque se decía que había predicado en las tierras más inhóspitas, en los confines del mundo.

Segundo porque el deseo colectivo de austeridad y pobreza evangélicas se plasman en la peregrinación. Penitencia y ascesis, rigor y voluntad de superación son las señas de identidad del Camino.



Tercero porque el Camino de Santiago conduce al peregrino al fin del mundo conocido. Muchos prolongan unos kilómetros más su viaje para llegar a Finisterre, encontrándose así donde la tierra se acaba, el lugar del mundo que más se asemeja a la patria celestial (anunciado en el Juicio Final del Pórtico de la Gloria de la Catedral de Santiago).

En el siglo XIII se consagra la catedral compostelana, a la ceremonia en 1211 asistió el rey Alfonso IX (1188-1230). A partir de aquí fueron los monjes de la orden de Cluny los principales promotores de las peregrinaciones, y son los reyes Sancho el Mayor de Navarra y Alfonso VI de León los que determinan el trazado del Camino Francés. Lo verdaderamente importante, desde el punto de vista histórico, es que la creencia colectiva en la leyenda de Santiago fue determinante en lo religioso y cultural, en lo económico y lo político, para la España cristiana y para el desarrollo de la Europa medieval. Sin el Camino de Santiago, España y Europa serían distintas a como las conocemos.



Gran parte de las naciones europeas contribuyeron a la creación de los caminos y rutas que llevaban a Compostela. En el "Codex Calixtinus" del siglo XII ya se plasma lo esencial y significa el fin del aislamiento que España tenía de Europa en la Alta Edad Media. Se construyeron hospitales, puentes y calzadas, ciudades, iglesias y catedrales que reanimaron la religiosidad y la economía europeas. Se fundaron órdenes militares para garantizar la paz en “el camino de las estrellas”.

Los reyes cristianos fomentan la vida monástica y crean hospederías donde se da cobijo a los peregrinos. Por otro lado, y gracias al Camino, se extendió por España el arte románico de forma brillante en lugares como Jaca, Fromista, León, Santiago y Lérida.



El papa Calixto II en 1126 instituye el Año Santo Jacobeo, y su sucesor, Alejandro III dicta en 1179, la "bula Regis Aeterna", por la que se otorga la indulgencia plenaria a quienes visiten el templo compostelano los años que el 25 de julio coincidiese en domingo, lo declaró perpetuo y lo equiparó a Roma y Jerusalén.

¿Qué es en realidad ser peregrino?, la acción peregrina es una opción abierta a todos los cristianos: pobres y ricos, plebeyos y nobles, laicos y clérigos; tiene un carácter temporal que lo hace compatible con todas las ocupaciones y trabajos. La peregrinación supone la forma renovada de religiosidad más extendida en el mundo medieval. "El Codex Calixtinus" insta a “que los peregrinos, tanto pobres como ricos, han de ser caritativamente recibidos y venerados por todas las gentes cuando van o vienen de Santiago”



"El Codex Calixtinus" fue escrito por un monje francés, Aymeric Picaud, que finalizó en 1139. Se puede decir que es la primera guía turística de la humanidad. Da multitud de consejos para recorrerlo y gran cantidad de detalles del itinerario.

A finales del siglo XIV el Camino empieza a declinar, la peste negra que asoló Europa hizo que las peregrinaciones se redujesen de forma significativa. Esta decadencia se acrecentó en el siglo XVI con la aparición del protestantismo y el temor a un ataque de los piratas de Francis Drake. Los siguientes siglos presentarían una atonía de tal modo que en el año 1867 cuentan las crónicas que tan solo habían acudido a Compostela unas pocas decenas de peregrinos. La segunda edad dorada de la peregrinación a Santiago ocurre en la segunda mitad del siglo XX.

Con la finalidad de proteger al peregrino se aprobaron cantidad de normas, civiles y eclesiásticas que darán lugar al “Ordenamiento jurídico, o código de Peregrinos”. Y dado que muchos peregrinos proceden de tierras lejanas, la peregrinación jacobea dará lugar a una especie de derecho internacional que protegerá al peregrino hasta el siglo XIX.



Una de las primeras manifestaciones jurídicas para la protección de los peregrinos la constituye el canon IV de las Leyes de León de 1114. De igual forma el rey Alfonso IX de León establece sanciones para quienes atenten contra la seguridad personal de los peregrinos. El rey Alfonso X, introduce en las Partidas una legislación encaminada a defender el derecho a ser guardado y protegidos durante el viaje.

 


El peregrino debía portar los certificados de peregrinación expedidos. Para la vuelta convenía que dispusiesen de la “compostelana”, documento que servía al peregrino como salvoconducto.

Muchos fueron los peregrinos que durante la Edad Media emprendieron el viaje, forzados por una penitencia canónica o una sentencia civil. Santiago de Compostela fue, desde siempre, destino preferido como una meta impuesta a los sancionados por la iglesia o la autoridad civil.



La tradición de perdonar determinados delitos siempre que el infractor se comprometa a realizar el Camino, tuvo un mayor desarrollo en Bélgica y Francia. Dicha práctica se sigue manteniendo hoy en día en Bélgica, se conoce como “proyecto oikoten” y permite a jóvenes condenados por delitos menores hacer el Camino para evitar ir a la cárcel. En España algunos jueces han valorado esta solución al modo belga para determinadas sentencias. De servir el Camino para educar en prácticas más humanas y razonadas, cobran actualidad las palabras del escritor Paulo Coelho: “Santiago no es el final del camino, es el principio”

FUENTES:

✠ José Carlos Sacristán Abad.

✠ España en la Historia.


"ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE ESTUDIOS HISTÓRICO MEDIEVALES”.

“CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS TEMPLARIOS”.

“PRIORATO TEMPLARIO DE SAN BERNARDO DE CLARAVAL”.

"PRECEPTORÍA NACIONAL".

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠

Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠  Estudios y Análisis Históricos.

✠  Efemérides, personajes, lugares y hechos históricos. 

  Castillos Orden del Temple.

✠  Los castillos de la orden de Montesa en el contexto del siglo XIV.

1.- Introducción.

Carlos de Ayala decía sobre las fortalezas santiaguistas y su vinculación al territorio conquense, cuando se integró a la Corona de Castilla a fines del siglo XII, que participaban de tres realidades, «la defensa fronteriza, organización estratégico militar del territorio y explotación económica del mismo»

El autor se refería a una situación estructural y coyuntural en pleno medievo, donde la frontera, la definía como «un amplio espacio socialmente desestructurado (o pendiente de feudalización), que debe ser objeto de consolidación y especial intención integradora, independientemente de que su ubicación geoestratégica le confiera la categoría de lugar militarmente expuesto o no»

Si esta efectividad también la podemos trasladar a otras Órdenes Militares hispánicas como Alcántara y Calatrava e incluso a las denominadas internacionales del Temple y el Hospital en la península, no podemos decir lo mismo dela única Orden Militar valenciana, la Orden de Santa María de Montesa, ya que las razones de su fundación y coyuntura política a principios del siglo XIV participaban de unas características peculiares, no pudiéndose equiparar con las actuaciones y objetivos de otras Órdenes Militares. Esta milicia carece todavía de profundos estudios y revisiones rigurosas sobre el papel desempeñado en el reino de Valencia, no sólo en la baja Edad Media sino también en épocas posteriores. Vacíos referentes a su funcionamiento y organización, eran cuestiones de las que ya se lamentaba E. Guinot Rodríguez y que ha tratado de subsanar.

Pero hay un tema que sufre prácticamente un abandono total y es el referente a la actividad militar de esta Orden, hecho en el que se corre el peligro de caer en una fácil generalización, pues al ser una institución religiosa y militar parece implicar automáticamente actuaciones ofensivas y defensivas en beneficio del reino. Esta es una cuestión que habría que matizar, o al menos reflexionar, pues no existen muchos estudios que analicen de forma crítica y profunda el papel desempeñado por esta milicia y el de sus fortalezas a partir de un estudio comparativo de las fuentes documentales.

Para empezar nuestra reflexión, podemos partir de tres aspectos: observar los objetivos de la bula de fundación y en qué medida los castillos y encomiendas de la Orden se involucraron en tales fines; analizar el contexto político y social en que se creó la Orden y, finalmente, acercarnos a estas fortalezas desde el punto de vista material, para obtener una visión global y analizar las diferencias y semejanzas entre ellas, así como las posibles facturas constructivas que pudieran ser características de la Orden de Montesa. Esta milicia creada por el monarca aragonés Jaime II en 1317 legalmente, aunque no entró en funcionamiento hasta 1319, surgió ante la posibilidad de que la Orden del Hospital concentrara bajo su poder un inmenso patrimonio en bienes y castillos cuando se disolvió el Temple en el año 1312. Al monarca, no debió gustarle que una Orden internacional extendiera sus largos tentáculos sobre numerosos territorios y castillos en la Corona de Aragón, por lo que, tras una serie de negociaciones con el papado, Jaime II logró la creación de una milicia para el reino de Valencia, cuyos objetivos debían ser, tal y como se expresaban en la bula de fundación, defender las fronteras del reino y luchar contra los musulmanes.

2. La fundación y el contexto histórico.

La Orden de Montesa surgió en un contexto, el Trescientos, en el que el reino de Valencia veía la consolidación de señoríos y el crecimiento del sistema feudal. Por otro lado, en el siglo XIV se plasmó casi definitivamente la configuración territorial del reino con la incorporación en 1304, aunque no fue definitivo hasta cuatro años después, de las comarcas del Alacantí, el alto y bajo Vinalopó y el bajo Segura, conociéndose esas tierras como dellá Xixona.

Esto suponía la aportación de una importante población musulmana, concentrada en destacados núcleos de las comarcas de Elche, Crevillente, los valles de Elda y Novelda y las huertas de Alicante y Orihuela con sus morerías urbanas. Santa María de Montesa recibió un patrimonio Templario basado en rentas, castillos y territorios que anteriormente habían pertenecido a la extinguida Orden Templaria, más otros bienes del Hospital, que a su vez, fueron fortalezas de pasado islámico y que, tras la conquista de las tierras valencianas, habían formado parte de otros dueños y señoríos. Por tanto, Montesa percibió unos bienes que ya estaban establecidos de antemano, concentrados principalmente en el norte del reino de Valencia o lo que es actualmente la provincia de Castellón, siendo las fortalezas principales: los castillos de Ares, Coves de Vinromà, Cervera, Culla, Peñíscola, Xivert, Pulpis, Onda y Vilafamés. En Valencia destaca la fortaleza y sede de la Orden por concesión del rey, el castillo y villa de Montesa y sólo un castillo situado al norte de la actual provincia de Alicante, la fortaleza de Perputxent. La mayoría de sus posesiones estaban configuradas por unas unidades territoriales y administrativas conocidas como Encomiendas, que tomaban el nombre del castillo y villa que las encabezaban. Así, cada Encomienda se componía de varios lugares o pueblos y /o de otros castillos, como las fortalezas de Boy y Corbó en la Encomienda del castillo de Culla, o el castillo de Pulpis, perteneciente a la encomienda del castillo de Xivert. La Orden también percibió algunas torres de alquerías islámicas como las de Silla, Montroy y Moncada además de los lugares de Sueca, Valencia, Dénia, Ademús y Castielfabib, donde la milicia administraba algunas rentas pero no eran Encomiendas autónomas. También percibió algunas casas y tierras en Burriana, lugar donde a veces se menciona la existencia de un Comendador.

✠  IMAGEN I.- Castillo de Ares.




✠  IMAGEN II.- Coves de Vinromà.




✠  IMAGEN III.- Castillo de Cervera.



Las tierras que pasaron a la Orden de Montesa se habían caracterizado por su anterior adscripción a diversas manos (el realengo, clases nobiliarias y militares), con la consiguiente agrupación o desmembración de los territorios en distintos señoríos. El reparto del territorio desde la reconquista, entendido como unidades administrativas consistentes en una cabecera o castillo junto con un amplio término que podía estar configurado por alquerías, ciudades u otros castillos, procedían de unas anteriores divisiones musulmanas. El reparto de estas unidades o distritos castrales ya preocupó a Jaime I, pues gran parte del reino de Valencia podría haber quedado en manos de la iglesia si se hubieran cumplido las promesas del rey en donar a la diócesis de Tortosa en 1224, los términos que ésta exigía como suyos desde época visigoda, por tanto, hubiera implicado la cesión de todo el sector oriental de la actual provincia de Castellón y la mayor parte de los futuros castillos de Montesa. Lo mismo hubiera sucedido si se hubiera efectuado la donación al obispo de Segorbe en 1236, de la mitad sur de Castellón y el norte de la actual provincia de Valencia, pero esto no se cumplió porque Jaime I prefirió la distribución de estos castillos y sus términos entre diferentes manos, esto es, entre diversos nobles como las familias de Blasco de Alagón y Guillem de Anglesola y diferentes Órdenes Militares (el Temple, el Hospital y Calatrava), hasta que a finales del siglo XIII las futuras posesiones de Montesa fueron concentrándose hasta desembocar en dos señoríos principales: el Temple y el Hospital. Por tanto, a principios del siglo XIV, cuando el Temple se extinguía y el Hospital, no sólo como institución militar sino también religiosa, podía ser la heredera y la única dueña de una gran parte del reino de Valencia, provocó que Jaime II movilizara la fundación de una nueva milicia.

✠  IMAGEN IV.- Castillo de Culla.




✠  IMAGEN V.- Castillo de Peñíscola.




A primera vista, llama la atención la ilógica distribución de estas posesiones concentradas principalmente en el norte valenciano, sabiendo Jaime II cuando creó la Orden para proteger las fronteras del reino que el verdadero peligro se encontraba en el sur, tanto por las incursiones granadinas como por el potencial de población musulmana en las tierras dellà Xixona y los temores a posibles coaliciones entre éstas. Por otro lado, hay que recordar que la frontera con el reino de Granada no era directa, pues por las sentencias de Torrellas y Elche (1304-1305), se dividió el reino de Murcia en dos partes, la septentrional, que comprendía las citadas comarcas del Alacantí, el alto y bajo Vinalopó y el bajo Segura se incorporaron a la Corona catalano-aragonesa, mientras que la zona meridional quedó en manos castellanas. La frontera, por tanto, estaba lo suficientemente alejada de las principales fortalezas y Encomiendas montesianas para hacer frente a un peligro siempre latente. También hay que destacar que el dominio político cristiano a principios del siglo XIV era ya una realidad consolidada en el Levante peninsular. De esta manera, a pesar de los temores e incursiones granadinas, no implicaban un factor de alto riesgo, ya que siempre que éstas se producían, afectaban principalmente a las tierras dellà Xixona.

✠  IMAGEN VI.- Castillo de Xivert.



De todas formas, las noticias sobre incursiones y asaltos resultaban preocupantes como los saqueos de Villajoyosa, Xàtiva y Dénia entre 1304-1305, procedentes de la armada nazarí, además de otros incendios y saqueos terrestres en Cocentaina y Alcoy o las ofensivas de los jinetes granadinos en Orihuela y Guardamar en 1314 para tomar cautivos y cabezas de ganado.

✠  IMAGEN VI.- Castillo de Pulpis.




3. La actividad de la Orden y el papel de sus castillos.

Sin embargo, resulta curioso que, una vez creada la Orden, la población más expuesta a estos ataques fronterizos, las tierras dellà Xixona, encontraban la protección en la movilización, avituallamiento y preparativos de guerra en los castillos de los feudatarios y de realengo situados en este sur. La defensa se encontraba en manos de la nobleza laica, alcaides y municipios y, en muy contadas ocasiones se requirió la presencia de la Orden de Montesa, junto con la del Hospital, poniéndose en evidencia, además, la escasez numérica en contingente humano que aportaba la recién creada milicia. Así sucedía, por ejemplo, a finales de 1317, año en que se creó la nueva Orden y aunque se había firmado por aquellas fechas una tregua con Granada, se respiraba un ambiente intranquilo y desconfiado ante posibles incursiones musulmanas, por lo que no es de extrañar que Jaime II solicitara la actuación del consejero Gonçalvo García para que vigilara la frontera y tuviera las armas y vituallas necesarias, además de que los alcaides de los castillos de Alicante y la Mola se prepararan para custodiar las fortalezas. Por entonces, aunque ya estaba fundada la Orden de Montesa, no entró en actividad hasta 1319, pero, aun así, no se tienen noticias sobre sus movilizaciones hasta mucho después, a pesar de los temores y amenazas sarracenas, tal y como ocurrió en los años 1331y 1332 ante el inevitable ataque del caudillo Ridwan, contra las plazas de Guardamar y Elche debido a la política hostil del rey Alfonso hacia Granada. Bien planeada debió ser la incursión y mal preparadas debían estar las fortalezas ya que les sorprendió desprovistas de víveres y defensas. Otras noticias se sucedían, como los saqueos de 1337 al lugar de Benissa por galeras benimerines ayudadas además por sarracenos valencianos, hecho que pondría en evidencia la colaboración de la población musulmana del reino respecto a los musulmanes del exterior. 

✠  IMAGEN VII.- Jaime II.




Hasta dos años después no se empieza a tener conocimiento de la participación de la Orden en los asuntos fronterizos, como se menciona en algunas referencias que aporta Mª. T. Ferrer. Así ocurrió en mayo de 1339, año en que Pedro "el Ceremonioso" convocó a las Órdenes Militares para que enviaran sus tropas a las preocupantes tierras dellà Xixona. El Maestre de Montesa, Fr. Pere de Thous, enviaría cincuenta caballeros para apostarse en Castalla frente a los sesenta o setenta caballeros que el Castellán de Amposta enviaría a la ciudad de Valencia. El maestre de Calatrava aportaría treinta hombres en Biar, el Comendador de Montalbán de la Orden de Santiago debía ir con diez hombres a Jijona y el lugarteniente del maestre del Hospital con veinte caballeros a Alicante. 

✠  IMAGEN VIII.- Pedro IV "el Ceremonioso".




También se movilizó a los nobles que poseían feudos cerca de la frontera (los lugares de Alcoy, Cocentaina, Mogente, Tibi, Albaida, Ondara, Tous y Llutxente entre otros), para que prepararan sus tropas. Los alcaides de los castillos importantes tampoco eran ajenos a la situación, como sucedía en Xàtiva. Se ordenaba la vigilancia de torres y atalayas, así como la inspección de castillos que habían sido abandonados más allá del Júcar, como Garmoixén, Rugat, Vallada, Carbonera y otros. En junio de 1342 volvieron a convocarse las Órdenes Militares para defender la frontera, pues se extendía el rumor de que el sultán de Marruecos podía atacar el reino por mar y por tierra. Esta vez se solicitó que el Castellán de Amposta iría con setenta caballeros.

En cuanto al resto de los castillos de la Orden podemos decir que se mantuvieron como se heredaron, pues no se efectuaron obras de envergadura que indicaran unas características constructivas de la Orden (como así hubiera sucedido si se hubieran colocado escudos o blasones de la misma, Maestres o Comendadores tal y como vemos hoy en el castillo de Montesa o como se desprende del inventario del siglo XVI del castillo de Xivert). Tampoco hay que desechar las posibles reparaciones puntuales que la Orden pudiera haber realizado, pero actualmente, debido al estado ruinoso de la mayoría de sus castillos, además de las alteraciones que éstos sufrieron durante las guerras Carlistas del siglo pasado, hace prácticamente imposible afirmar qué reformas o reparaciones fueron éstas, si es que las hizo.

✠  IMAGEN IX.- Castillo de Montesa.

 

El estudio de estos castillos permite reflexionar hasta qué punto primó la religiosidad o militarización de la Orden, ya no sólo desde la perspectiva de sus campañas militares, la cuales eran discutibles tal y como se desprende de unas sorprendentes afirmaciones de Pedro el Ceremonioso, sino también mediante la comparación de la planta del castillo de Montesa con los castillos templarios, ya que éstos eran igualmente de filiación cisterciense. Salta a la vista el espacio conventual de Montesa perfectamente articulado y armonizado con el área militar, tal y como ocurre en Calatrava. Sin embargo, en los castillos templarios de Peñíscola y su homólogo de Miravet no encontramos esta distribución tan perfectamente diferenciada.

5. Conclusión.

Podemos afirmar que el objetivo de Montesa ya no consistía en expandir una causa religiosa a favor de la Corona en la conquista de nuevas tierras, pues ese papel lo representaron el Temple y el Hospital en el reino de Valencia en el siglo XIII. Tampoco tuvo Montesa la necesidad de consolidar o proteger con verdadero celo unos territorios cristianos, sino que su función se reveló como un elemento más dentro del peligroso equilibrio de poderes de la trifuncionalidad en la Edad Media. En la mentalidad de Jaime II primó la creación de una Orden al servicio de la Corona, como alternativa para evitar, o al menos contrarrestar a otros grupos de poder, como eran la nobleza laica, la iglesia y los crecientes municipios. Por tanto, volviendo a lo que decía C. de Ayala al inicio del presente estudio, nosotros debemos afirmar muy a nuestro pesar, que las fortalezas de Montesa, a principios del siglo XIV, no participaban de una defensa fronteriza militarmente expuesta y tampoco cumplían con las características de una organización estratégico militar del territorio, sin embargo, las fortalezas de Montesa sí fueron una referencia jurisdiccional y de percepción de rentas si lo enlazamos con los trabajos de E.Guinot respecto al desarrollo del modo de producción feudal en las tierras valencianas.

Sus castillos participaban de una gran diversidad constructiva debido a su peculiar adquisición, una herencia Templaria que ya implicaba una distribución establecida de antemano, siendo el castillo de Montesa el único que se levanta como sede con todas las características de un castillo-convento para justificar la fundación de la nueva Orden, pero en la que se hacía patente su ineficaz e ilógico patrimonio ante las supuestas responsabilidades que se le encomendaron ante el Islam y la frontera.

FUENTES:

UNIVERSIDAD DE ALICANTE

Myriam Navarro Benito




"ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE ESTUDIOS HISTÓRICO MEDIEVALES”.

“CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS TEMPLARIOS”.

“PRIORATO TEMPLARIO DE SAN BERNARDO DE CLARAVAL”.

"PRECEPTORÍA NACIONAL".

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠

Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠  Estudios y Análisis Históricos.

✠  Efemérides, personajes, lugares y hechos históricos. 

✠  "LOS SANTOS GUERREROS EN LA EDAD MEDIA"

La violencia y la sacralidad nunca estuvieron divorciadas en la época de cristalización de la sociedad feudal

1.- Ya hacia 940 el abad Odón de Cluny había compuesto, a petición del obispo y del abad de San Marcial de Limoges, una biografía de Gerardo de Aurillac donde preconizaba un modelo de santidad que esperaba sirviese de espejo para la aristocracia de la época: un laico, vasallo regio y dueño de inmensos dominios cultivados por lacayos y colonos, que practica rigurosas formas de ascetismo y gusta de retirarse de cuando en cuando al monasterio que él mismo ha fundado. El texto no condena la riqueza ni el poder, pero los santifica en los casos en que son empleados en causas justas, como lo es abstenerse de la guerra ofensiva y hacer que reine la paz para mejor servicio de la iglesia, la romana en particular (Barthélemy, 2005: 54-77). Tuvo, pues, poco éxito entre la aristocracia laica, ya que, como todas las vitae dedicadas a personajes convertidos después de un periodo de uso de las armas, era un modelo "de cómo evitar cualquier ideal de santidad militar"

2.- En los medios eclesiásticos se abrió paso la idea de que era preciso obligar a los mílites a deponer las armas de manera legal, y en la segunda mitad del siglo X no había otra forma para ello que el juramento pronunciado ante las reliquias.

3.- La Paz de Dios fue, así, decretada en asambleas de clérigos que intentaban contener la violencia de los señores, entre otros medios, exhibiendo ritualmente los restos corporales de los santos.



Cuando en 994 se celebró el primer concilio de la Paz de Dios, la estatua-relicario de San Marcial fue sacada en procesión extramuros de Limoges para presidir el pacto jurado por el duque de Aquitania y sus príncipes vasallos. La antigua biografía de este santo, que lo hacía compañero de Cristo y evangelizador del SW galo, fue actualizada (en momento anterior a la consagración de la nueva basílica, en 1028), en una versión que lo presentaba como comensal de la Última Cena y testigo de la Pasión de Cristo, a la que asistió al lado de "su tío" el apóstol San Pedro. El texto, producto del taller de San Marcial, ha podido ser presentado como "una entusiasta descripción del movimiento de Paz, proyectada al pasado evangélico" (Bonnaissie, 1994: 298). En él los guerreros deponen sus agresiones para adoptar un comportamiento penitencial, y el "duque" Esteban (transposición de Guillermo V), se pone al servicio del santo y promulga decretos que hacen acallar la violencia. En ese mismo medio el cronista Adhémar de Chabannes compone unos sermones para silenciar las críticas que ponían en duda la condición apostólica del santo patrón, y no contento con ello, reseñará de manera tendenciosa los concilios celebrados en 1039 y 1031.
En la última de estas reuniones se produjo una contraofensiva destinada a neutralizar el control por los monjes de la Paz de Dios, operación necesaria porque este movimiento se debatía entre la mediación aristocrática y la herejía. El obispo de Limoges, Jordán, encargó al escolástico Hildegario que investigara sobre el eremita Leonardo, sobre cuya tumba se había constituido una comunidad de canónigos de la que él mismo procedía. El resultado es una vitae que lo presenta como un oficial palatino familiar de Clodoveo, educado y bautizado por San Remigio, que optó por el yermo en el Berry, donde lo hallaría la corte real de los francos y donde obraría sus milagros. En ellos aparece ya la virtud de romper las cadenas de los cautivos, prisioneros de unos pérfidos caballeros e inicuos tiranos, y todo ello en la misma atmósfera de guerras feudales condenada por el concilio de 1031. La enorme difusión de esta serie hará de él el precursor del gran santo liberador de prisioneros en Castilla, Domingo de Silos.

Santo Domingo de Silos.




Durante la primera mitad del siglo XI se compone en el santuario de Conques, en el Macizo Central francés, la colección de los "Milagros de Santa Fe", la antigua mártir de Agen, cuyas reliquias fueran robadas por sus monjes en un episodio al parecer irreprochable por su objeto sacro ("furtasacra"). Junto a las curaciones y otras formas menores de intervención sobrenatural, destacan en esta serie 23 liberaciones de prisioneros y 50 "castigos", categorías que tienen a menudo como protagonistas a violentos milites que son fulminados por haber atentado contra el orden salvaguardado por el aura de la santa (Bonnaissie, 1994:303; Pérez-Embid, 2017: 248-256). Las reliquias del antiguo obispo de Saintes Viviano fueron también objeto de un robo a fin de ser trasladadas al monasterio de Figeac, en el Quercy, y su estatua-relicario sería exhibida procesionalmente en tres asambleas de paz celebradas entre Cahors y Limoges entre 989 y 1010. En el trayecto, los cortejos fueron violentamente agredidos por bandas de caballeros impíos, al tiempo que la virtud del santo se manifestaba en la curación de enfermos. En el territorio más oriental del Gevaudan, por otra parte, este mismo procedimiento de conjurar sacralmente la violencia se registra en el hallazgo y difusión de los milagros de Santa Enimia (una hermana de Dagoberto II) y de San Privato, cuyas reliquias se blandirán en los concilios de Mende y Le Puy: en ambos casos el santo se manifiesta en sus "miracula" ejerciendo, a veces de manera atroz, la venganza contra unos "milites" malhechores que actúan fuera de todo control. Idéntica función puede hallarse en el dosier hagiográfico de San Mario, el eremita, presunto evangelizador de la Auvernia durante la era apostólica. Las reliquias, pues, sirven para confirmar los pactos de paz, y lo hacen en majestad, como si de un rey se tratara, ya que en parte están asumiendo su función.

Las reliquias no se usaron en la Alta Edad Media solamente para jurar sobre ellas, desde el siglo XIII son sustituidas en ese papel por los evangelios, sino también como ayuda en la guerra, defensiva u ofensiva. A las de San Andrés y Timoteo, trasladadas a Constantinopla en el siglo IV, las llamaba Paulino de Nola las "torres gemelas" de la ciudad, y en la ciudadela aún abierta de Antioquía las de Simeón el Estilita eran tenidas por su verdadera muralla. Hay episodios de asedios conjurados con el desfile procesional de reliquias (las de San Vicente en el de Zaragoza por los francos, de 541, o el de Autun en 676 con variedad de ellas). Pero también podían ser llevadas como talismanes en las campañas militares, tal como hacían los emperadores y generales de Bizancio con los iconos de la Virgen María: en Occidente, el caso más famoso es la cappa de San Martín, custodiada por los "capellani" de los francos. El relicario de Columba fue llevado a la guerra por el clero de Escocia y Guillermo el Conquistador llevó a Hastings precisamente aquellas reliquias sobre las que Harold Godwinson juró falsamente su renuncia al trono de Inglaterra. La narración más completa del empleo militar de unas reliquias quizás sea la relativa a la expedición que el obispo de Lieja dirigió en 1141 llevando las de Saint Lambert contra la fortaleza de Bouillon, que le había arrebatado el conde de Bar. El texto que la relata señala la participación ciudadana y campesina en la decisión de transportar las reliquias por el rio Mosa hasta el lugar del asedio, el olor de multitud con que ello se acompañó, los milagros ocurridos en el camino, el dispositivo ritual dispuesto por el clero en el cerco, y el efecto psicológico que la procesión causó entre los defensores, hasta el punto de disuadir la llegada de refuerzos. Tras recuperar su derecho de propiedad, Saint Lambert fue transportado de vuelta a Lieja. Pero con la definitiva cristianización del orden caballeresco durante el período de la Reforma Gregoriana, los santos pasaron, de constituir la instancia que sofrena los desafueros de los mílites, o que inflama el ardor bélico de sus patrocinados, a representar la posibilidad de encarnar la figura ideal, el paradigma o arquetipo, del buen caballero. El poder del santo, de ejercerse de manera directa, ha venido a adquirir una función mediática. 

✠ Reliquia: Lanza de Longinos. 




✠ El pie de Santa María Magdalena que se venera en Roma y el relicario con el Cráneo de Santa María Magdalena que se venera en Francia.

 



✠ Reliquias de Jesús: Columna de la Flagelación. Basílica de Santa Práxedes. Roma. Maderas de la cuna de Jesús en Santa María Mayor. Roma. Corona de Espinas. Notre Dame. Francia. Huellas de Jesús. Capilla del Quo Vadis, Roma.

 



✠ La formación del prototipo de santo guerrero. 

La constitución del perfil del santo guerrero hunde sus raíces en el imperio Bizantino. Ya en el 380, según Gregorio de Nissa, una aparición de San Teodoro el Recluta había ayudado a repeler un ataque escita en Asia Menor. Resulta natural que los santos que habían sido soldados fueran invocados en tiempo de guerra. Aunque el confesor San Martín, al decir de Sulpicio Severo, era más monje que soldado antes de abandonar la milicia -que dejó por la oración en el yermo y la difusión del cristianismo- ciertos mártires habían sido militares durante toda su vida. Es el caso del palestino (de Lydda, actual Lod). San Jorge, que había alcanzado en el ejército el grado de tribuno cuando, confesándose cristiano, se negó a participar en la persecución de Diocleciano y fue por ello  torturado y ejecutado. Los Cuarenta Mártires de Sebaste, soldados que servían en la famosa Legión XII, se contaron entre los últimos mártires de la última gran persecución. Cuando se negaron a renegar del cristianismo, fueron arrojados desnudos en la noche a un lago helado, mientras un baño caliente los tentaba en la orilla. Uno de ellos sucumbió, pero los demás mantuvieron el tipo y al dia siguiente se los quemó vivos, siendo sus cenizas distribuidas posteriormente por todo el mundo cristiano. Otros mártires, que no habían formado parte en vida del ejército, serían incorporados a las filas de los santos militares siglos después de su muerte. Es el caso del diácono Demetrios, sepultado en Tesalónica, a quien cuando los eslavos empezaron a asediar esta ciudad se lo vio aparecer sobre la muralla para defenderla. Cuentan sus "miracula" que en el momento en que estos bárbaros comenzaban a subir las escalas de asalto que habían apoyado en sus muros, el santo ensartó con una lanza al primero que subía y lo arrojó contra el resto de los asaltantes. En adelante se lo representó enteramente como soldado, pintado a menudo con las mismas armas y armadura de San Jorge.


(ESTUDIO INCONCLUSO, CONTINUARÁ)...

FUENTES:

Javier Pérez-Embid 

Universidad de Huelva



"ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE ESTUDIOS HISTÓRICO MEDIEVALES”.

“CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS TEMPLARIOS”.

“PRIORATO TEMPLARIO DE SAN BERNARDO DE CLARAVAL”.

"PRECEPTORÍA NACIONAL".

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠

Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠  Estudios y Análisis Históricos.

✠  Efemérides, personajes, lugares y hechos históricos. 

✠  IGLESIA Y CULTURA ENTRE LOS SIGLOS XII Y XV. FIGURAS PREEMINENTES (I).




Durante la Edad Media la principal responsable de impartir la cultura y la educación fue la Iglesia. Se produce una continuación de la Iglesia en la época visigoda, la mozárabe y la de los reinos cristianos. La invasión musulmana impulsó la traducción de obras árabes y griegas de filosofía, medicina y ciencias por parte de la Iglesia. Dichas traducciones se realizaron en lenguas romances lo que contribuyó de manera decisiva al desarrollo del gallego, castellano y catalán. El latín quedaría relegado a las liturgias y a la Universidad.

En los primeros siglos de la Edad Media la principal actividad cultural quedó reducida a los monasterios. Durante la segunda mitad del siglo XI, a partir de la reforma gregoriana, las actividades culturales se van desplazando de los monasterios a las ciudades por medio de las órdenes mendicantes y el clero secular. El siglo XIII supone el apogeo de la cristiandad medieval y se manifiesta con el florecimiento de las universidades y en la promoción de la predicación para la evangelización.



La Iglesia se preocupó siempre por la formación, no solo de los clérigos, sino también de los fieles. En sus escuelas se enseña el Quadrivium y sobre todo el Trivium (gramática, retórica y dialéctica), la Biblia, ortografía, interpretación de autores latinos, leyes métricas, etc.

Entre los distintos tipos de escuelas destacamos desde su carácter más básico las escuelas de primeras letras en las que impartían clase maestros seglares. Se empiezan a instalar en el siglo XV con el fin de enseñar a los niños la cartilla donde están los mandamientos, los artículos y cosas santas y buenas. En Las escuelas parroquiales, siglos XIV y XV, los párrocos se preocupan por la formación elemental, enseñan la doctrina cristiana por medio de la catequesis.

Los Concilios III (1179), y IV (1215), de Letrán, imponen la obligación de enseñar en todas las catedrales, bajo el control del obispo. Desde finales del siglo XI uno de los oficios capitulares es el de "magister scholarum". En la segunda mitad del siglo XII en las diócesis españolas se menciona a los "maestrescuelas" que enseñan a los clérigos las primeras letras y el canto. Estamos ante las escuelas episcopales o catedralicias. Los cargos de "maestrescuela" lo desempeñaban clérigos hispanos formados en algún estudio general, o clérigos italianos o franceses.

Son de destacar las escuelas de Santiago de Compostela con Diego Gelmírez, y las de León, de Toledo (sobresale por su relación con la cultura oriental), de Salamanca, de Oviedo, de Palencia (con san Julián, Domingo Guzmán y Pedro González Telmo). En Cataluña existen escuelas de este tipo en Urgel, Gerona, Barcelona, Vic y Tortosa.



En la Alta Edad Media tienen influencia las escuelas monásticas y conventuales, la cultura radica en los monasterios, en ellos se copian numerosos manuscritos y destacan en la narración del pasado como cronística altomedieval.

La aparición de la órdenes mendicantes, principalmente dominicos y franciscanos, supone una aportación importante al desarrollo de los estudios teológicos en estudios generales y universidades. Ambas órdenes establecen sus propios estudios y organizan sus colegios (San Gregorio en Valladolid, Santo Tomás de Aquino en Sevilla, Santiago de Pallars en Lérida, etc.), y estudios generales. Participan en universidades prestigiosas como la de Salamanca. Las órdenes religiosas crean estudios propios para que los futuros misioneros aprendan el hebreo, el árabe y el caldeo para poder evangelizar a judíos, árabes y paganos.



La mayoría de los estudios generales o universidades surgen a partir de las escuelas catedralicias. El Estudio General de Palencia se desarrolla desde 1208 a partir de la escuela catedralicia, por obra de Alfonso VIII y del obispo Téllez de Meneses. El de Salamanca nace en 1218 por iniciativa de Alfonso IX y Alfonso X, obtiene del papa Alejandro IV en 1255 el título de universidad pontificia, con la facultad de dar títulos equiparables a los de Paris y Bolonia. La Universidad de Valladolid recibe de Clemente VI el carácter de estudio general a petición de Alfonso XI. Estudios generales se crean también en Santiago de Compostela, Sevilla, Alcalá de Henares (proyecto de Sancho IV que en realidad no funcionará hasta el siglo XV), Sahagún y Sigüenza



En la Corona de Aragón surgen estudios generales en Montpellier (protegido por Jaime I, fue famoso por la Medicina, aprobado en 1289 por Nicolás IV), el de Lérida en 1300 (Martín V concede en 1430 la Facultad de Teología), el de Perpiñán en 1350, el de Huesca en 1354, el de Calatayud a finales del siglo XIV, el de Gerona en 1446, el de Barcelona en 1450, el de Zaragoza en 1474, el de Valencia en 1500 (iniciado por san Vicente Ferrer) y el de Palma de  Mallorca en 1483 creado por Fernando el Católico.

Junto con las universidades se crean colegios con el fin de dar alojamiento a estudiantes pobres. Posteriormente estos colegios también harán la función de completar la formación impartida por la universidad. Se puede decir que las universidades españolas eran eclesiásticas en las que los profesores fueron mayoritariamente religiosos, en ellas se formaban los puestos más altos de la jerarquía como cardenales, arzobispos y obispos.

En las universidades se enseña la filosofía dentro de las Artes Liberales, posteriormente los estudios de lógica y dialéctica adquieren autonomía y constituyen la Facultad de Filosofía. Uno de sus principales retos fue la recepción del pensamiento aristotélico para adecuarlo al cristianismo. Uno de los estudios más prestigiosos en las universidades hispanas fue el derecho romano y el derecho canónico. En las universidades españolas en general, predominan los estudios jurídicos lo que se manifiesta en su organización que imita a la universidad de Bolonia y no a la de París, en la que predominaban los estudios teológicos.

Las autoridades eclesiásticas promueven la promoción de los estudios de Teología y de Derecho Canónico. Para ello se acogen al método escolástico y estructuran jurídicamente los Estudios Generales, desarrollando los estatutos de los profesores y estudiantes, los géneros literarios para la docencia y los accesos a los grados de bachiller, licenciado y doctor.



La principal preocupación de la Iglesia es la formación de los fieles a través de la catequesis. De esta forma se componen diversos catecismos como el Doctrinal docto para instruir la rudeza de los ministros (1325), de Pedro de Cuéllar, obispo de Segovia, el de Pedro Gómez Barroso, arzobispo de Sevilla (1369), etc.

La formación de los fieles cristianos se completa por la predicación, este género se cultiva en las universidades en el siglo XIII. Obras de este tipo escriben Raimundo Lulio, Francisco de Eximenis, Vicente Ferrer y otros. En ellas se recogen las partes del discurso, las técnicas para captar la atención de los oyentes por medio de la palabra, del silencio y gestos, etc.

La Iglesia además trata de mejorar la formación religiosa de los seglares fomentando formas de religiosidad populares como el culto a los difuntos a y Jesucristo (festividades de Cristo Rey y Corpus Christi), a la Virgen María y a los santos. Hay seglares que reclaman formas de vida religiosa más plena dando lugar a las cofradías.



Los seglares son especial objeto de la educación, tanto caballeros como mujeres. Debido a esto se componen obras dedicadas a un público más popular a través de "Mester de clerecía". Un claro ejemplo de este género lo representan Gonzalo de Berceo y el Arcipreste de Hita. Durante el siglo XIII proliferan obras para fomentar la formación del pueblo, se escriben en lengua romance para ser más asequible a ellos y por haber alcanzado este tipo de lenguas un notable desarrollo literario.

Un grupo especial lo constituyen la serie de obras destinadas a la educación de los príncipes como los "Castigos e Documentos" de Sancho IV de Castilla, el Libro de los doce sabios o Nobleza y Lealtad, el Espéculo y las Siete Partidas de Alfonso X el Sabio y los Espejos de príncipes de Santo Tomás de Aquino.

Para conseguir la conversión de musulmanes, judíos y paganos se estudian los argumentos y métodos a seguir. En este sentido san Raimundo de Peñafort manda escribir la "Summa contra gentiles" a Santo Tomas de Aquino.

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠

Continuará...

FUENTES:

José Carlos Sacristán Abad 

España en la Historia 



“ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE ESTUDIOS HISTÓRICO MEDIEVALES”.

“CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS TEMPLARIOS”.

“PRIORATO TEMPLARIO DE SAN BERNARDO DE CLARAVAL”.

"PRECEPTORÍA NACIONAL".

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠

Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠  Estudios y Análisis Históricos.

✠  Efemérides, personajes, lugares y hechos históricos. 

✠ El Códice Calixtino (Codex Calixtinus): 




El Códice Calixtino (Codex Calixtinus), es una joya manuscrita del siglo XII, considerada la primera y más célebre guía del Camino de Santiago. El volumen está integrado por sermones, himnos, milagros, textos litúrgicos, piezas musicales y relatos sobre el apóstol Santiago y la ruta jacobea.

Constituye el de Compostela el ejemplar más antiguo y completo de la obra conocida como "Liber Sancti Iacobi", de la que existen cerca de 200 copias repartidas por toda Europa. Los textos fueron redactados en diversas épocas y de forma independiente, pero la autoría del último de los libros que completan el "Códice Calixtino", en el que se habla concretamente del Camino de Santiago, fue atribuida a un monje francés "Aymeric Picaud".

Los 225 pergaminos que componen el "Códice Calixtino" se dividen en cinco libros y dos apéndices. El Códice se abre con dos folios en los que el pontífice Calixto II relata, a través de una carta dirigida a «la muy santa asamblea de la basílica de Cluny» y a «Diego Gelmírez, arzobispo de Compostela», los testimonios relacionados con los milagros realizados por el apóstol Santiago recogidos «recorriendo las crueles tierras y provincias durante 14 años».

El Libro I del "Códice Calixtino" es una compilación de textos litúrgicos para las celebraciones religiosas en Santiago que acapara casi todo el grueso del manuscrito medieval. Le sigue el Libro de los Milagros, la narración de 22 prodigios de la mano del apóstol Santiago. No es hasta el tercer libro cuando la obra comienza a introducir la tradición de la peregrinación a través del relato de la etapa de evangelización del Apóstol y el traslado de su cuerpo hasta Galicia.

El Libro IV aborda la aparición de Santiago a Carlomagno en sueños para incitarlo a liberar el sepulcro compostelano de la invasión musulmana. Para ayudarlo a tal empresa le mostró, a través de un camino de estrellas, la dirección que debía seguir.

Cierra el "Códice Calixtino" el quinto libro, el más conocido, traducido y ensalzado de todo el volumen. Se trata de una extensa y completa guía destinada al peregrino que describe la ruta del Camino Francés, sus enclaves, las costumbres de los pueblos y ciudades por los que pasa el itinerario y los santuarios que el caminante no debe dejar de visitar. Incluye, además, una serie de consejos prácticos para el viajero y advertencias sobre los peligros que podría encontrarse en su aventura hasta Compostela, además de anécdotas que vivió durante su viaje.

A lo largo de 11 capítulos, el "Iter pro Peregrinis ad Compostellam" repasa las jornadas, los hospicios, los accidentes naturales que se cruzan en el recorrido, los santos que «descansan» en él, la ciudad de Santiago de Compostela -la catedral, el sepulcro, otras iglesias de la capital gallega- y las indicaciones sobre cómo acoger a los peregrinos.


Los cinco libros se completan con un apéndice que incorpora al códice un repertorio de cantos litúrgicos para las grandes ceremonias en conmemoración del apóstol Santiago, 21 composiciones polifónicas que, desde el punto de vista musical, constituyen la parte más importante del manuscrito.

El Códice fue robado, pero ya se encuentra de nuevo en la Catedral de Santiago.

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠

FUENTES:

✠ Vive Camino.



“ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE ESTUDIOS HISTÓRICO MEDIEVALES”.

“CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS TEMPLARIOS”.

“PRIORATO TEMPLARIO DE SAN BERNARDO DE CLARAVAL”.

"PRECEPTORÍA NACIONAL".

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠

Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠  Estudios y Análisis Históricos.

✠  Efemérides, personajes, lugares y hechos históricos. 

✠  NAVAS DE TOLOSA: LA MAYOR BATALLA DE LA RECONQUISTA.


✠ 1.- Introducción:

Una de las creencias fundamentales de los islamistas radicales de hoy en día consiste en creer que España debe ser parte de su futuro califato: ser de nuevo Al-Andalus. Y es que nuestro país es uno de los pocos lugares en los que los musulmanes han retrocedido y han sido derrotados, tras una época de expansionismo. Pues bien: el momento que los historiadores consideran como el fin del ímpetu expansionista musulmán en la Península, y el principio del fin de su presencia en España, es esta batalla de las Navas de Tolosa




Este año se cumplen 800 años de esta batalla, que cambió la historia de Europa. La carga de caballería de tres reyes españoles lo cambió todo. Fue un 16 de julio de 1212, lunes, cuando el ejército almohade de Miramamolín Al Nasir, que había jurado colocar la media luna en Roma- fue destrozado cerca de Despeñaperros. Al Nasir había proclamado la yihad (guerra santa), contra los infieles, y a tal fin había cruzado con su ejército el estrecho de Gibraltar, resuelto a conquistar para el Islam toda la España cristiana, antes de invadir una Europa debilitada e indecisa. 




En la batalla se le enfrentaron las tropas de Castilla, de Aragón y de Navarra, además de toda una serie de europeos que llegaron ante la llamada del Papa Inocencio III.

 ✠ Papa Inocencio III.


Enfrente, el potente ejército musulmán, estaba compuesto por tropas almohades, beréberes e hispano-musulmanasde toda al-Andalus; además se sumaba un cuerpo de arqueros kurdos, enviados por el califato de Bagdad al monarca almohade. En ese momento, la situación en la Península Ibérica era la siguiente: el Norte, hasta la línea del Tajo, se dividía en cuatro reinos cristianos: León, Castilla, Navarra y Aragón. El Sur y Levante formaban parte del extenso Imperio Almohade, que no sólo comprendía al-Andalus, sino también Marruecos, Mauritania, Túnez y Argel. La actual Castilla-La Mancha era en buena parte una extensa frontera, prácticamente despoblada y jalonada por una serie de castillos defensivos, a la sazón en poder de los musulmanes. El rey de Castilla, Alfonso VIII, había sufrido unos años antes (1195), una grave derrota en Alarcos. Por si esto fuera poco, el único baluarte cristiano al sur del Tajo, el castillo de Salvatierra, que había sido la segunda sede de los Caballeros de Calatrava, cayó tras una heroica resistencia en poder de Al-Nasir, cuarto califa almohade, en el año 1211. 

✠ 2. Antecedentes.

En el año 1031 el califato de Córdoba llegaba a su fin, y su territorio quedaba fragmentado en decenas de reinos de taifas incapaces de frenar la expansión hacia el sur de los reinos cristianos. Así que los almorávides fueron llamados a socorrer a los presionados soberanos islámicos. Eran intransigentes en la aplicación de las reglas coránicas y críticos con la relajación de costumbres en que, según ellos, habían incurrido los reinos de taifas. Llegaron a la Península Ibérica en 1086, logrando detener a los cristianos y unificando de nuevo Al-Ándalus. Sin embargo, en la primera mitad del siglo XII el poder volvió a fragmentarse en la España musulmana, lo que aprovecharon los monarcas cristianos para reemprender el avance hacia el sur. En esta ocasión fueron los almohades, más radicales aún que sus predecesores, los que vinieron desde África a socorrer al islam. Hacia 1146, forzaron una progresiva unificación política bajo su cetro que obligó a los cristianos a retroceder de nuevo. El nuevo imperio se extendía hasta la actual Libia, y al frente del nuevo entramado político figuraba un califa que adoptó el título de Príncipe de los Creyentes: era Amir ul-Muslimin,

✠ 3. Los almohades.

A comienzos del siglo XII aparece en el norte de África y en la zona del Magreb un imperio unificado en torno a diversas tribus de bereberes. Este movimiento tenía un claro trasfondo de profunda renovación religiosa del Islam, era una secta islámica reformista. Los almohades, “los unitarios” -en lengua árabe “los que reconocen la unidad de Dios”-, nacen en la actual Marruecos como reacción a la supuesta relajación moral de los almorávides, rechazando a los santones y defendiendo la unidad bajo Alá. Su fundador es el mahdib (el guía, el Imán que ha de venir), Muhammad ibn Tumart. Con la voluntad de volver al Corán, se enfrentaban a los almorávides: estos habían instaurado una rígida ortodoxia, pero no habían cambiado aquellas costumbres populares poco acordes con el Corán. Como curiosidad, antes de combatir se afeitaban la cabeza. 

Desde el Atlas se extendieron por el norte de Marruecos con Abl Al-Mumin, que se proclamó califa, llegando a controlar Túnez. Se expandieron por España en el año1147, a costa de los reinos de taifas almorávides, que intentaron resistirse: contando incluso, en algunos casos, con el apoyo de los reinos cristianos. Puesto que querían unificar las taifas almorávides utilizando como elemento de propaganda la resistencia frente a los cristianos y la defensa de la pureza islámica, su yihad se dirigió tanto contra los cristianos como contra los musulmanes. Al final tuvieron éxito: controlaron casi toda la España musulmana, y pusieron la capital hispana en Sevilla, aunque la sede central de su imperio siguió establecida en Marraquech. Llegaron a controlar un territorio que iba desde Lisboa hastaTrípoli, incluyendo la mitad de España. Detuvieron el avance cristiano en 1195, en la batalla de Alarcos. A pesar de estos éxitos los almohades no lograron la adhesión de los nativos: la causa, la excesiva rigidez de sus planteamientos, la lejanía de Al-Andalus a muchas tradiciones bereberes, y la dureza con la que trataron a los almorávides vencidos. Esta desafección acabó generando continuas tensiones internas.

Pero entre tanto, la unidad política y religiosa se tradujo en victorias sobre los cristianos, que temían perder los territorios más preciados que tenían: Castilla era la más amenazada por. Y por la secesión de León -que había llevado a diferentes enfrentamientos entre los dos reinos cristianos- se decidió crear las órdenes militares de Calatrava, Santiago y Alcántara. Y se las alentó para combatir. 

Como hemos comentado, los almohades vencen en la batallade Alarcos, y el ejército del rey castellano Alfonso VIII es casi diezmado. El vencedor, el califa Yusuf II, adoptó el nombre de Al-Mansur, "el Victorioso"; para conmemorar su triunfo mandó levantar la Giralda de Sevilla. Después, en 1197, se pactó una tregua de diez años que alivió la situación de Castilla. Tras la tregua volvieron las escaramuzas; era sólo cuestión de tiempo que se produjese una batalla de gran magnitud. Toledo estaba amenazada, al igual que  los territorios aragoneses y catalanes de Zaragoza y Tarragona. Como consecuencia de la derrota se pierden las ciudades de Calatrava, Plasencia, Huete y Uclés. Alfonso VIII desde 1208 pactó una serie de alianzas con las coronas de Aragón y Navarra, pero esto no impidió que en 1211 Salvatierra cayese en manos musulmanas. 

La importante plaza estaba sitiada por un ejército poderosísimo, dotado de grandes maquinas de guerra y asedio. El castillo de Salvatierra resistió sin embargo, durante dos meses. Aunque al final sus defensores tuvieron que rendirse, aunque pudieron salir dela plaza y refugiarse en Castilla. Era septiembre 1211. La caída del castillo de Salvatierra en manos de los Almohades produjo una profunda conmoción en toda la España cristiana y va a precipitar no sólo la unión de los Reyes españoles para defenderse de la amenaza musulmana, sino también, la predicación de una nueva Cruzada en occidente. Así es como el navarro Rodrigo Ximénez de Rada, Arzobispo de Toledo, salió para Roma (1212), con la finalidad de que el pontífice expidiese las letras apostólicas necesarias a la predicación de una Cruzada en occidente. Todo indica que luego recorrió Italia, llegó al Norte de Francia e incluso a Alemania y a su regreso, pasó por las regiones francesas del Mediodía, predicando en todas partes la Cruzada contra los Almohades. Fue en la Provenza y comarcas vecinas donde el Arzobispo de Toledo despertó gran entusiasmo. De hecho, la nueva Cruzada no dejo de preocupar a Simón de Montfort, que ocupado en la suya propia frente a los Albigenses, temió que aquella le quitase combatientes. Tenía razón: la Cristiandad empezaba a inquietarse ante la amenaza almohade, y no fueron pocos los trovadores provenzales que se sintieron solidarios de la misión europea que suponía detener en España el empuje del Islam: Gravaudan la comparaba a las Cruzadas de Oriente.

Rodrigo Ximénez de Rada centró sus esfuerzos en esta cooperación, logrando del Papa Inocencio III la proclamación de una cruzada en España. Lo que significaba que ningún reino cristiano le atacaría (eso habría significado la excomunión), y además estimularía a cristianos de toda Europa a sumarse a la campaña. Por ello intervinieron varios obispos como los de Narbona, Burdeos y Nantes, e importantes caballeros del centro y del sur de Francia. Se proclamaron con rapidez las indulgencias plenarias por toda Europa, causando especial efecto en Francia. 

En el otro lado, árabes, turcos, senegaleses y bereberes, movidos por el principio de "la guerra santa", cruzaron el estrecho en enero de1212 sumándose a las tropas de Al-Ándalus, dirigidas por Al-Nasir, hijo del vencedor de Alarcos.

Alfonso VIII ordenó a Ximénez de Rada, además de Arzobispo de Toledo Canciller del Reino y Primado de España, que predicara dicha Cruzada. Y lo hizo, con gran éxito. Y no sólo eso: se ocupó directamente de la complicada logística de la operación. Mover un ejército de más de diez mil hombres durante un mes por La Mancha, despoblada y sometida al calor del pleno verano no fuer tarea fácil. Sin embargo, pese al llamamiento de la Cruzada, no todos los reinos cristianos acudieron. Alfonso IX de León, primo y vasallo del rey de Castilla, se negó a prestar su ayuda y aprovechó la salida de las tropas castellanas hacia el sur para invadir la Tierra de Campos. Sancho el Fuerte de Navarra, también primo del rey castellano, tampoco quiso colaborar, pues era amigo de Al-Nasir, que le había proporcionado grandes sumas de dinero. Todo lo contrario que Pedro II de Aragón, quien fue incondicional colaborador de Alfonso VIII y, junto a él, todos los nobles de su reino. A la concentración de Toledo llegaron además numerosos cruzados de toda Europa, especialmente del Mediodía francés, pero también de Alemania e Inglaterra. Son los llamados ultramontanos en la Crónica del Arzobispo. 

Así, durante la octava de Pentecostés se reunieron en Toledo caballeros y peones franceses, provenzales italianos y de otros países, en número que parece llegó hasta los 70.000. Entre los señores ultramontanos que accedieron figuraban, además de los Prelados citados, el Conde Centulo de Astarac, el Vizconde Ramón de Turena, encargado del abastecimiento de los Cruzados y de proveerles de armamento y caballos, ya que muchos venían sin ellos. Cuando ya había en la ciudad numerosísimos cruzados extranjeros, llego a Toledo el Rey de Aragón, quien, con su brillante hueste de catalanes y aragoneses, plantó sus tiendas en la vega; con él llegaban Berenger, Obispo electo de Barcelona, y García, Obispo de Tarragona. Por causa de los preparativos para la reunión de su hueste, Alfonso VIII de Castilla solo pudo incorporarse a los demás Cruzados pasada ya la Pascua de Pentecostés. Sancho VII "el Fuerte", de Navarra se retrasará aun más y se unirá al ejercito cristiano cuando este se encuentre ya en campaña.

El ejército había crecido. Sólo la hueste castellana de Alfonso VIII parece que sumaba más de 60.000 hombres; a sus tropas se añadían las catalanas y aragonesas de Pedro II; las ultramontanas; los caballeros de las Ordenes de Calatrava y Santiago, del Hospital y del Temple; y los portugueses, leoneses, gallegos y asturianos que fueron a Toledo por su propia iniciativa. Existen muchas fuentes diferentes sobre la cantidad de combatientes, es muy difícil saber cuántos soldados había en realidad. Lo más fiable es que fuesen: 50.000 castellanos, 20.000 aragoneses y 30.000 franceses.  

✠ 4. La batalla.

La batalla se libró el 16 de julio de1212: fue la mayor de todo el período de la Reconquista, marca el fin del ímpetu expansionista del Islam, y el principio del fin de su presencia en territorios hispanos. Además, es una de las mayores batallas que se hayan producido en Europa  durante ese período. El desarrollo de la batalla aún sigue siendo muy controvertido dentro del mundo de los historiadores: casi cada provincia y cada comunidad autónoma han dado su versión diferenciada de lo que supone esta batalla en la historia de España. Hay algunos historiadores que consideran que las Navas de Tolosa no fue tan fundamental en la historia de España, sin embargo, otros muchos historiadores, la gran mayoría, afirman que esta batalla fue el fin del avance musulmán. Para los historiadores navarros es fundamental la actuación del rey Sancho VII de Navarra, otros afirman que  Al-Nasir no suponía una amenaza para el mundo cristiano. Historiadores aragoneses afirman que la fama dela batalla se debe a la manipulación propagandística de Alfonso de Castilla y del arzobispo navarro Ximénez de Rada.

Lo fundamental es lo más sencillo: tres reyes españoles batieron juntos, en las Navas de Tolosa, al ejército almohade. El 19 de junio de 1212 salieron de Toledo las huestes cristianas; aunque pronto comenzaron las desavenencias entre los cristianos. Los cruzados franceses querían botín y no estaban interesados en aplicar las medidas que facilitasen la posterior ocupación, que era lo que pretendía el rey castellano. En su camino tomaron las plazas musulmanes de Malagón (la primera fortaleza que encuentran en su camino, el 24 de junio pasando a todos sus moradores a cuchillo); y de Calatrava (tras ella se produce la ruptura y los cruzados franceses abandonan el ejército en dirección a Francia sin dejar de asaltar todas las juderías que encontraron por el camino, quedando solamente el obispo de Narbona y 150 caballeros franceses leales a la expedición. 

La fortaleza de Calatrava se toma el 1 de junio gracias al acuerdo entre Abén Cadis, guerrero andaluz, y los españoles del otro bando; éstos no querían perder sus fuerzas en pequeñas batallas, querían guardarlas y no perderlas en ataques pequeños. Abén Cadis pagó cara su rendición: fue degollado por el califa almohade. 

En Caracuel se les unió el ejército de Sancho de Navarra, con 200 caballeros y unos 8.000 hombres. No eran demasiados: las tropas españolas tenían en total 15.000 soldados a caballo. No fueron ni el rey de Portugal ni el de León, que tomó ciudades castellanas, aprovechando la ausencia de Alfonso VIII. Ante la posición estratégica de Despeñaperros en manos almohades, el avance del ejército cristiano parecía una maniobra suicida. Entre las deliberaciones cristianas, el rey aragonés Pedro II y el rey navarro Sancho VII 'El Fuerte' se inclinaban por retroceder para buscar un paso más seguro. Por el otro lado, el rey castellano Alfonso VIII se negaba, convencido de que una retirada causaría una deserción masiva en el ejército cristiano. Finalmente, se decidió avanzar de frente hacia Despeñaperros. Aqu ílas crónicas narran un suceso providencial: un pastor de la comarca se ofreció a guiar al ejército cristiano por un paso que los almohades no podían atacar. El paso actualmente recibe elnombre de 'Paso del Rey', que desemboca entre las poblaciones de Miranda del Rey y Santa Elena.

El ejército cristiano lo atravesó sin dificultad y acampó en espacio abierto. Tras una breve escaramuza en el Puerto del Muradal, el choque definitivo se producirá junto al lugar llamado Mesa del Rey. Los ejércitos cristianos llegan el viernes 13 de julio de 1212, y se producen pequeñas escaramuzas durante el sábado y domingo siguientes. El principal campamento almohade estaba en Baeza: sus fuerzas eran de 120.000 hombres, aunque otras fuentes exageradas hablen de 300.000. Entre las tropas almohades había dos cuerpos de élite: el de los agzaz, los arqueros turcos mercenarios, armados con un potentísimo arco compuesto, capaces de disparar en cualquier dirección, y montados en corceles pequeños, rápidos y manejables. Los agzaz habían venido de Egipto para luchar contra los almohades, pero al ser derrotados se unieron a los almohades. El otro cuerpo formado por subsaharianos, la guardia negra, armada con largas lanzas, era la guardia personal de Miramamolín.El domingo 15, los musulmanesse presentaron en orden de batalla y provocaron a los cristianos para que atacasen. Los cristianos aguantaron, estudiaron a las fuerzas enemigas y prepararon minuciosamente la batalla. En la batalla de Alarcos las milicias situadas en las alas habían cedido ante el ataque almohade, así que esta vez Alfonso VIII decidió poner intercaladas tropas profesionales y órdenes militares. Las alas las confió a los mejores: derecha (Navarra), e izquierda (Aragón). El lunes 16 de julio a primeras horas del día se inicia el combate principal. Diego López de Haro mandaba la vanguardia cristiana en la batalla. El centro estaba dominado por el rey castellano, y como se ha dicho, el rey de Aragón mandaba el ala izquierda, y la derecha el rey navarro. En primera línea estaban las respectivas vanguardias, con los ejércitos y costaneras en el centro y las zagas mandando las retaguardias. En cuanto a la disposición, había cuatro líneas en el centro:

1.- Mandada la primera por Diego López de Haro

2.- La segunda con González Núñez de Lara con las órdenes militares

3.- la tercera con Felipe Díaz de Cameros; y 

4.- la última era la reserva con el rey y el arzobispo de Toledo. El final de la cuarta línea era fundamental, puesto que se sabía desde Tierra Santa que ésta debía ser ágil para movilizarse allí donde hubiese problemas.

En el bando contrario, los musulmanes instalan su campamento en el Cerro de las Viñas, con la infantería al frente y la caballería ligera en los flancos.El jefe almohade creía en la victoria por su superioridad numérica y por su táctica, que en principio era superior a la cristiana; movilidad y retirada, hostigamiento continuo, y al final búsqueda de una brecha en las defensas de sus enemigos. A tal fin, detrás quedaba la caballería pesada almohade, con la zaga musulmana guardando el campamento del Califa. El centro musulmán estaba formado por cuatro líneas: 

1.- Tropas ligeras árabes y bereberes del desierto; 

2.- Voluntarios de todo el Islam y andaluces; 

3.- La infantería almohade y los agzaz; y 

4.- La guardia de Miramamolín con10.000 hombres, aguardaba en una colina, defendida por estacas y cadenas; de entre ellos, los más fanáticos guerreros, estaban encadenados, armados con largas lanzas y enterrados hasta la media rodilla, preparados para luchar hasta la muerte. Se trataba de los Imesebelen, "los desposados".

Con las primeras luces del día 16 de julio de 1212 se puso en marcha el avance cristiano, hostigado por una lluvia de flechas. Los almohades, que doblaban ampliamente en número a los cristianos, llevaron a cabo la misma táctica que años antes les había dado tanta gloria: los voluntarios y arqueros de la vanguardia, mal equipados pero ligeros, simulaban una retirada inicial frente a la carga, para contraatacar luego con el grueso de sus fuerzas de élite del centro y hostigarlos sin descanso. A su vez, los flancos de caballería ligera almohade, equipada con arco, trataban de envolver a los atacantes. Se trataba de idéntica táctica que en la batalla de Alarcos. En el cerro de los Olivares, cerca de Santa Elena, los cristianos dieron el asalto ladera arriba bajo una lluvia de flechas de los almohades. Querían alcanzar el palenque fortificado donde Al Nasir había plantado su tienda roja y donde leía sobre su escudo el Corán. Como estaba previsto, a la vanguardia cristiana la comandaba el vasco López de Haro, que con jinetes e infantes castellanos, aragoneses y navarros, deshizo la primera línea enemiga, quedando frenada en sangriento combate con la segunda. Milicias enteras, como la de Madrid, fueron aniquiladas.

Al verse rodeados éstos por las fuerzas almohades, acude la segunda línea de combate cristiana. Tras ella atacó la segunda oleada, con los veteranos y experimentados caballeros de las órdenes militares como núcleo duro: pero sin lograr romper tampoco la resistencia almohade. Pero habiendo avanzado mucho, y rodeados por los enemigos, los cristianos comenzaron a sufrir una situación crítica: Junto a López de Haro, a quien sólo quedaban cuarenta jinetes de sus quinientos, los caballeros templarios, calatravos y santiaguistas, revueltos con amigos y enemigos, se batían luchando hasta el final. Todo es insuficiente, la batalla parece perdida, varias veces durante la batalla parece que se vence y que se pierde. Rodeados, los cristianos no podían maniobrar: y ya no peleaban por la victoria, sino por la vida. Las tropas de López de Haro habían sufrido terribles bajas: sólo el capitán y su hijo, junto a Núñez de Lara y las Órdenes Militares resisten como pueden. Al ver retroceder a los cristianos, los musulmanes rompieron exultantes su formación para perseguirles: fue un grave error táctico, que los cristianos no desaprovecharon. 

Los flancos de la milicia cargaron contra los flancos del ejército almohade, estirados hacia el centro, igualándose ambos bandos en apuros. Fue entonces cuando, según conocida anécdota, AlfonsoVIII, visto el panorama, desenvainó la espada, hizo ondear su pendón, se puso al frente de la línea de reserva, tragó saliva y volviéndose al arzobispo Ximénez de Rada gritó: «Aquí, señor obispo, morimos todos». Y picando espuelas, cabalgó hacia el enemigo. Los reyes de Aragón y de Navarra, viendo esto, se lanzaron al galope desde ambos flancos. Los tres reyes cabalgaron por las lomas de Las Navas, con su exhausta infantería gritando de entusiasmo mientras abría sus filas para dejarles paso. Los tres reyes, con sus mesnadas-que eran lo más granado del ejército cristiano- se lanzaron por el centro que la caballería enemiga había dejado abierto al lanzarse tras los cristianos. Por si fuera poco, para los musulmanes produjo la retirada de los guerreros andalusíes como venganza por la muerte de Abén Cadis. La carga de los reyes y caballeros cristianos infunde ánimos que hacen renovar el brío de la infantería contra los musulmanes. Según algunas fuentes, fue cuando el propio rey Sancho VII de Navarra aprovechó la ocasión y se dirigió directamente a la tienda de Al-Nasir. Los caballeros navarros, junto con parte de su flanco, atravesaron su última defensa.

Después, el desastre musulmán: el ejército almohade se hundió, e inició una retirada a la desesperada con Al-Nasir a la cabeza. La victoria estaba ya del lado del bando Cristiano. En el momento que los arqueros musulmanes no pudieron maniobrar ante las líneas tan juntas, su táctica se vino abajo, y la carga de la caballería pesada cristiana se volvió imparable.

✠ 5.- Las consecuencias de la derrota musulmana en las Navas de Tolosa.

En la batalla, 25.000 cristianos murieron; 50.000 fueron los muertos musulmanes. Tras la batalla los cristianos toman Baeza, Úbeda y Jaén, mientras el califa Al-Nasir decapita a los príncipes andalusíes por su retirada del campo de batalla. Pero más allá de lo inmediato, la victoria en las Navas de Tolosa aumentó la presión cristiana sobre los musulmanes. Como consecuencia de esta batalla, el poder musulmán en la Península Ibérica comenzó su declive definitivo y la Reconquista tomó un nuevo impulso que produjo en los siguientes cuarenta años un avance significativo de los reinos cristianos, que conquistaron casi todos los territorios del sur bajo poder musulmán. La victoria habría sido mucho más efectiva y definitiva si no se hubiera desencadenado, en aquellos mismos años, una hambruna que hizo que se demorara el proceso de reconquista. La hambruna duró hasta el año 1225. Al-Nasir nunca se repuso del desastre de las Navas. Abdicó en su hijo, se encerró en su palacio de Marrakech y se entregó a los placeres y al vino. Murió, quizá envenenado, a los dos años escasos de su enorme derrota. A partir de ésta se produjeron divisiones entre los almohades. Al final, ellos mismos serían derrocados por otras tribus bereberes opuestas. Para la Cristiandad, los estandartes musulmanes se llevaron a Toledo, las cadenas a Navarra y el estandarte de Miramamolín fue a las Huelgas. 

En términos militares, hay que tener en cuenta en primer lugar la importancia logística de un movimiento de tropas enorme para esa época, que recorrió cientos de kilómetros. En las Navas de Tolosa se puede ver la importancia logística: encontrar lugares para comer los hombres y beber los caballos no era cuestión menor, ya que el número de soldados fue superior a la media de los soldados que luchaban en Europa en diferentes batallas. 

En segundo lugar, la clave del combate fue la adecuada ejecución de la carga sobre el centro musulmán, obligando a los musulmanes a no poder realizar sus técnicas de combate. La disciplina y el control de los cristianos ante el desarrollo de la batalla no fue asunto menor. Por otro lado, la estrechez del campo de combate favoreció a los cristianos. Y sobre todo, las Navas de Tolosa demostraron que la unión de los reinos cristianos era rentable tanto en términos bélicos como en territoriales. La victoria dió a los cristianos el control del camino que iba de Córdoba a Toledo. Les demostró la posibilidad de derrotar a los musulmanes de manera inapelable.

ESTUDIO INCONCLUSO... 


FUENTES:

Jesús María Ruiz Vidondo

Boris Ortiz

Academia Edu

BIBLIOGRAFÍA:

“La Reconquista. Moros vs. Cristianos”, en Historia de Iberia Vieja, Revista de Historia de España, nº 73, pp. 34-45. 

LOSADA, J. C., Batallas decisivas de la Historia de España, RBA, Barcelona, 2006. 

MERCIER, Ernest, Histoire del'Afrique septentrionale (Berbérie), depuis les temps les plus reculés jusqu'à la conquête français (1830), Leroux, 1888. 

NICOLLE, David, La España Islámica y la Reconquista, Osprey, RBA, Barcelona, 2011. 

O´DONNELL (dir.), Hugo, Historia Militar de España, Tomo II, 

LADERO QUESADA, Miguel Ángel, Edad Media, Laberinto, Ministerio de Defensa, Madrid, 2010.



“ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE ESTUDIOS HISTÓRICO MEDIEVALES”.

“CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS TEMPLARIOS”.

“PRIORATO TEMPLARIO DE SAN BERNARDO DE CLARAVAL”.

"PRECEPTORÍA NACIONAL".

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠

Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠  Estudios y Análisis Históricos.

✠  Efemérides, personajes, lugares y hechos históricos. 

✠  LOS SEÑORÍOS ECLESIÁSTICOS EN LA EDAD MEDIA (y II).



✠ Monasterio de Santo Domingo de Silos.

La capacidad jurisdiccional de los señoríos eclesiásticos se basada en dos conceptos iguales que a los de los señoríos solariegos: la inmunidad que se adjudica al señorío frente a las intervenciones de los oficiales del rey, a quienes se restringe la entrada en el territorio, y la capacidad que asume el señor de desempeñar las funciones de carácter público, judicial, militar o tributario que hasta ese momento desempeñaban los agentes del rey. La facultad jurisdiccional incluía la percepción de tasas judiciales y la facultad de nombrar representantes (vilicos, merinos y sayones) con funciones similares a las de los agentes del rey.

Los abades y obispos tuvieron también cierta potestad normativa, según la cual otorgaban en ocasiones fueros y ordenanzas a los lugares situados bajo su autoridad. Llegaron incluso a desarrollar la capacidad de nombrar a los oficiales de las localidades de señorío que estaban bajo su jurisdicción. Carecieron de atribuciones para fundar ferias y mercados.



Alfonso VI incentivó la fundación de una villa junto al monasterio de Sahagún, con mercado propio, y los intentos del abad de interferir en su funcionamiento provocaron la sublevación de los burgueses que la habitaban. Entre las competencias señoriales no estaba la capacidad para acuñar moneda. No obstante, fue concedida de forma excepcional en dos ocasiones, por Alfonso VI al obispo de Santiago de Compostela Diego Gelmírez, en 1107, y por la reina Urraca al monasterio de Sahagún en 1116. Ambas concesiones se enmarcan dentro de la etapa culmen del señorío medieval clásico.

Con el paso del tiempo los señoríos quedaron diferenciados en dos modos claros: aquellos que potenciaron el desarrollo del orden territorial frente a los que potenciaron el jurisdiccional. En la baja Edad Media la segunda modalidad prevalece sobre la primera, sobre todo porque las nuevas formas de explotación se deciden de forma contractual, cosa que ya se generalizó en la Edad Moderna.



Para la expansión del régimen señorial monástico tuvieron un papel fundamental la Órdenes de Cluny y Císter, protagonistas de las sucesivas reformas del monacato benedictino en Europa occidental. Los cluniacenses contaron con el apoyo inicial de Sancho III el Mayor y luego de sus descendientes en León y Castilla, Fernando I y Alfonso VI. La orden incorporó cantidad de monasterios que introdujeron el estilo de vida (mores) cluniacense. Algunos de ellos son San Isidoro de Dueñas ― primer priorato cluniacense de Castilla, concesión de Alfonso VI en 1073 ―, Santiago de Astudillo, Santa María de Nájera, Carrión, etc. Los monasterios cluniacenses, a cuya cabeza se colocaban priores de procedencia francesa, incrementaron su patrimonio de forma importante debido a las dádivas de sus protectores. 



La entrada de los cistercienses se inició en 1140, se caracterizó por la fundación de abadías nuevas, cerca de sesenta en la Península, que solían estar ubicadas en zonas aisladas o fronterizas. Su expansión coincidió con la política de consolidación fronteriza realizada por Alfonso VIII. Destacaron por su extensión y patrimonio Huelgas en Burgos y Poblet en Cataluña. Los dominios cistercienses tuvieron una robusta estructura señorial, con un sistema explotado de granjas y un extenso y cuidado coto. 



Comienza el siglo XIII y la expansión de los señoríos se estanca, en los nuevos territorios reconquistados Toledo y Andalucía se fundan muy pocos monasterios benedictinos. Las nuevas órdenes, como las mendicantes de franciscanos y dominicos, o las monásticas como los cartujos y los jerónimos, no tuvieron la vocación agraria que caracterizó el modo de vida benedictino, se basaron en criterios de estricta pobreza. Con el avance de la reconquista en la baja Edad Media se inicia el proceso de restauración diocesana, y debido a esto surgen los dos grandes señoríos episcopales de Toledo y Sevilla. El de la Mitra de Toledo se constituyó de forma temprana nada más tomar la ciudad Alfonso VI, el cual nombró a su primer titular el cluniacense don Bernardo de Sauvetat en 1086. El señorío de Sevilla fue dotado de forma muy generosa, a partir de los repartimientos que ordenaron la repoblación del valle del Guadalquivir en torno a 1253.

En el paso de los siglos XIII al XIV y coincidiendo con el desarrollo de las ciudades y de los nuevos modos de producción y de comercio, los señoríos monásticos se resienten. Sahagún y San Millán sufren un repliegue, de igual manera sucede con la observancia y la calidad de vida monástica, se produjo en relajamiento fue época de crisis de vocaciones.



Las comunidades monásticas sufren fuertes presiones, sobre todo de la nobleza que aspira a extender su poder sobre la administración territorial y dispuesta a alzarse con los bienes de los monasterios. Los señoríos episcopales se ven afectados de igual manera, en el año 1295 los obispos de Toledo y Palencia acudieron al rey Fernando IV pidiendo amparo; en tiempos de Alfonso XI, las Cortes de Burgos de 1315 adoptaron el acuerdo de que se restituyese sus bienes a obispos y abades que habían sido “despojados de sus sennorios e de sus logares e de sus derechos e de sus bienes”.

Bien entrado el siglo XIV, bastantes monasterios, incluidos algunos muy importantes, como San Millán, quedaron en la ruina total. La situación mejoraría con los Trastámara, especialmente con Juan I, que manifestaron especial inquietud por la reforma monástica, a través de la Fundación de San Benito en Valladolid se atendió a la renovación al modo de vida de los monjes benedictinos. Tuvo éxitos de alcance importante que se consolidaron en la época de los Reyes Católicos.

Según se aproxima la Edad Moderna, las relaciones entre señor y vasallo, en las tierras de señorío, tienden a reducirse a lo económico. La tendencia será la de transformar la condición de vasallo a una renta foral, mediante la incorporación a escrituras de foro.



Durante el siglo XVI el señorío eclesiástico conoció un repliegue sensible. El contexto financiero era muy delicado debido a lucha frente al protestantismo y los turcos, que la Monarquía Española asumió en defensa de la Cristiandad. De este modo Carlos I y Felipe II consiguieron de los papas autorizaciones para vender tierras de señorío eclesiástico, mediante las correspondientes compensaciones. Las bulas aludidas fueron otorgadas por Julio III en 1551 y Gregorio XIII en 1574. Las órdenes militares también se vieron afectadas. El resultado fue el incremento del señorío laico frente al detrimento del abadengo.


 

Durante el siglo XVIII los señoríos eclesiásticos fueron sometidos a nuevas desamortizaciones, promovidas por los juristas de tendencia regalista. Al menos seis señoríos eclesiásticos fueron incorporados al realengo durante los reinados de Carlos III y Carlos IV. El más importante fue el de Brihuega que provocó el retraimiento del de Toledo. En 1798 se puso en marcha la llamada “Desamortización de Godoy”, cuyas cédulas preveían la enajenación forzosa de una séptima parte de los bienes propios de personas y cuerpos eclesiásticos. No se llegó a realizar por la entrada de las tropas francesas en 1808.

El final de los señoríos eclesiásticos se produjo en la primera mitad del siglo XIX con las leyes abolicionistas y desamortizadoras de 1811 y 1837, obra de los liberales que ignoraron cualquier distinción entre los distintos elementos del señorío eclesiástico. Al contrario, sucedió con los señoríos laicos cuyos propietarios pudieron conservar, a título de propiedad privada, gran parte de sus antiguos dominios señoriales.

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠

FUENTES:

✠ José Carlos Sacristán Abad. 

✠ España en la Historia.



“ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE ESTUDIOS HISTÓRICO MEDIEVALES”.

“CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS TEMPLARIOS”.

“PRIORATO TEMPLARIO DE SAN BERNARDO DE CLARAVAL”.

"PRECEPTORÍA NACIONAL".

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠

Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠  Estudios y Análisis Históricos.

✠  Efemérides, personajes, lugares y hechos históricos. 

✠  ARQUEOLOGÍA: Unas excavaciones en la muralla localizan el origen de Soria en el Siglo XI.



Las excavaciones que se están realizando en la muralla en el Castillo, en Soria, han puesto de manifiesto que se trata de un yacimiento en el que han aparecido ya vestigios judíos y confirman el origen de la ciudad, en el siglo XI, según los especialistas del plan director.

El responsable del plan director de la muralla, Fernando Cobos, acompañado de los arqueólogos Luis Alejandro García y Olmo de Diego, y el alcalde de la ciudad, Carlos Martínez, han presentado este lunes las principales conclusiones de las excavaciones que se están llevando a cabo en el tramo de muralla, en la zona del Castillo. Cobos ha confirmado que se trata de una muralla “ex novo”, ya que no había nada previamente, y la puebla se llevó a cabo de forma simultánea a la fortaleza.

Además ha resaltado que se trata de un yacimiento de un potencial extraordinario y excepcional, ya que apenas se han excavado yacimientos medievales y, por otro lado, ha señalado que han aparecido vestigios judíos como una januquia, una lámpara de siete velas para la celebración de una fiesta judía, que pueden hacer que se intuya la existencia de un castro judío en su fundación.

Cobos ha explicado que la actuación que están llevando a cabo en el Cerro del Castillo en tres tramos presenta una primera zona en la barrera más exterior defensiva, una segunda que incluye la parte más antigua y fundacional y una tercera que conecta ambas.

Estas fases han permitido “ver que la muralla se construye con las salidas de agua, lo que significa que a la vez que se construye la muralla se está planificando el urbanismo y esto es la primera vez que se documenta en una ciudad cristiana”.

Cobos ha señalado que estos hallazgos apuntan a que han encontrado la ciudad fundacional de Soria, con lo que ya se sabe dónde está la primera prueba medieval de Soria, lo “que nos coloca ante uno de los yacimientos medievales con más potencialidad”.

FUENTES:

Agencia EFE

✠  Los templarios en Soria.

San Polo es seguramente el cenobio templario más conocido por la proximidad a la capital. También lo es el enclave de Ucero, que unos quieren San Juan de Otero, pero que, en realidad, no tenemos ningún motivo serio para no seguir llamándolo "San Bartolomé". Otros enclaves, no tan conocidos, los tenemos en Castillejo del Robledo, Agreda, San Pedro Manrique (San Pedro El Viejo), Yangüas, etc. 



Tradiciones, leyendas y consejas nos hablan de la presencia de templarios en las ruinas de San Adrián (Sierra del Madero) y Morón de Almazán, donde hubieran excavado un largo pasadizo.

Templarias pudieran ser unas ruinas cerca de Peñalba de San Esteban que en el mapa 1:50.000 se denominan "Coto del Prior" y que en el de Tomás López vienen señaladas con una crucecita y un lacónico "Fue de Templarios". Por su parte Teógenes Ortego en su libro sobre Agreda habla de templarios en Almazán, Rioseco y Caracena y Miguel Moreno cita algunas habladurías populares que los quieren en Velamazán. No olvidemos también los restos que aún se conservan, irreconocibles, en la cumbre del Cerro de la Trinidad, entre La Rubia y Fuentelárbol, donde bien pudiera encontrarse ese San Juan de Otero, que otros buscan en el cañón del Río Lobos.

El suma y sigue, que agrupa evidentes restos arquitectónicos junto a leyendas intangibles, alcanza, al menos, los 14 enclaves, ninguno de los cuáles debió de ser encomienda propiamente dicha a excepción de ese "San Juan de Otero", fuera el que fuese, que Campomanes cita en su famoso libro sobre la orden como uno de los 12 conventos más importantes de España… 

Otros debieron ser meras granjas, como el enclave de Agreda, cuando no escuetos eremitorios como el de San Adrián en la Sierra del Madero.

Castillos de algún fuste sólo se conserva el de Castillejo, aunque algunos autores harían templario el de Ucero…

En cuanto a Leyendas con caballeros mitad monjes mitad guerreros como protagonistas, hay al menos tres.

La más conocida es, desde luego, la Becqueriana del "Monte de las Animas", que todos los sorianos han leído antes o después con un nudo en la garganta. En ella se nos habla de una hipotética batalla entre los monjes y los nobles linajes de la capital por la posesión del Monte de las Animas, que se saldó en tablas y con una sarracina por ambos bandos. Desde entonces, cada noche de Todos los Santos vuelven los espectros a repartir estopa bajo las carrascas y mejor para todos si nadie se aventura a darse un garbeo en esa noche por las umbrías del Monte de las Animas.

La segunda leyenda está ambientada en el monasterio, hoy una pura ruina, de San Adrián, en la Sierra del Madero y habla de espectros de ectoplasmas de templarios que recorren la sierra en las noches sin luna. Por fin, en Castillejo del Robledo, se sitúa una tradición algo más elaborada que tiene por protagonistas a los caballeros del Temple. Todas ellas pueden leerse completas en el tomo de LEYENDAS DE SORIA recopiladas por Florentino Zamora, cuya lectura, por lo demás, recomiendo.

Mientras en Francia, cuna de esta orden religiosa, la bibliografía existente es numerosa, no ocurre lo mismo en España, o al menos no ocurría hace unos años, ya que la floración de títulos ha sido considerable en los últimos años, aunque en muchos casos verdaderos desvaríos.

Los asentamientos templarios en la península ibérica comienzan cuando ya la orden estaba firmemente establecida en Francia y en otros países. Su presencia en España está justificada por su participación en la Reconquista contra el Islam, misión esta que tenía la categoría de verdadera Cruzada para la Cristiandad. El desarrollo de esta orden será en España bien distinto y, por ejemplo, también lo será su final.

Mientras que en Francia los templarios son víctimas de una confabulación de la monarquía y de la Iglesia, en España logran mantener su integridad y enfrentarse con éxito a las maniobras contrarias hasta el punto de que los procesos incoados contra ellos no consiguen prosperar y se les permite integrarse en otras órdenes religiosas, algunas creadas ex profeso para ellos. Podríamos, incluso, decir que el florecimiento de órdenes religioso-militares en la España de la reconquista (ahí están las de Calatrava, Montesa, Alcántara, Santiago, San Jordi de Alfama y la Orden del Cristo en Portugal) sería muy difícil de explicar sin la presencia e influencia de los templarios.

Desde principios del siglo XII los templarios comienzan a implantarse en los diversos reinos peninsulares, sobre todo Aragón, aunque también Castilla y Portugal. Generalmente los monarcas les concedían territorios que todavía no habían sido tomados a los árabes y que los templarios podían conservar para sí y lograban reconquistarlos, lo que no siempre alcanzaban. Los monarcas conseguían así favorecer la religión sin perjuicio de sus intereses a la vez que ponían a gente de armas en las zonas fronterizas y, por tanto, más peligrosas.

Sabemos que en el año de 1176 entre las huestes que acompañaban al monarca castellano Alfonso VIII, gran favorecedor de Soria, a la conquista de la ciudad de Cuenca, se hallaban caballeros templarios, como también estuvieron, años después, en la batalla de las Navas de Tolosa.

En cuanto a Soria, que por aquellos años es reconquistada también (me refiero a la capital), se debate entre su adscripción a tres reinos cristianos, a saber: Navarra, cuyos límites llegaban hasta el cercano pueblo de Garray y cuyo rey Sancho repobló la ciudad, Aragón, que con Alfonso el Batallador llega a ocupar buena parte de la provincia y, por fin, Castilla, que finalmente mantendrá para sí y desde entonces a Soria y su Tierra. Son años fundacionales y a la ciudad de Soria, entonces rodeada completamente por una muralla de respetables dimensiones afluyen cristianos de diversas partes de la montaña cántabra y de Euzkadi, también, como hemos dicho, navarros y aragoneses. Para afincar a esta gente en sus nuevos asentamientos se les ofrecen Cartas Pueblas, verdaderos catálogos de privilegios que hacían hombres libres, no lo olvidemos, en un mundo que era esencialmente feudal. La ciudad de Soria recibe su Fuero, a imitación y modelo del de Sepúlveda, en la mejor tradición foral y democrática de Castilla y recibe también los primeros nobles, que inspirándose en la fabulosa Tabla Redonda crean una institución aristocrática y caballeresca denominada De los doce linajes que perdurará con altibajos hasta el siglo XIX. Es también el momento de la llegada de las órdenes militares: templarios y sanjuanistas.

Ambos se sitúan a otro lado del Duero, donde aún hoy día subsisten las ruinas de sus dos monasterios, el de San Polo y el de San Juan de Duero. Piénsese que la ciudad estaba mucho más orientada hacia el Duero y que, por ejemplo, terminaba en la calle Puertas de Pro¸que eran unas de las que taladraban la muralla, y aún pueden verse restos de la misma y un par de cubos o torreones.

Además de este convento de San Polo, la provincia de Soria tuvo buen número de asentamientos templarios, muchos de los cuales no conocemos sino por la leyenda mientras que de otros se conservan restos más o menos sugerentes.

Hay constancia histórica o al menos tradición de enclaves templarios en los siguientes puntos de Soria: la ermita de San Bartolomé de Ucero en el Cañón del Río Lobos, no lejos del Burgo de Osma. En Almazán, junto al Duero. En Rioseco de Soria. En las proximidades de San Pedro Manrique, en un lugar llamado San Pedro el Viejo. En la villa fronteriza con Aragón, Agreda. En Castillejo del Robledo, en el confín con Burgos y Segovia. En el llamado Cerro de la Trinidad o de San Juan, cerca del puerto de Oncala. En las ruinas próximas a Peñalba de San Esteban, llamadas hoy La cerrada del Prior y que figuran en un mapa del siglo XVIII con la expresión Fue de Templarios. En la villa de Yanguas, cercana a la Rioja. En la Sierra del Madero, donde se pueden ver las ruinas del convento de San Adrián. También en Morón de Almazán.

FUENTES:

Antonio Ruiz Vega 



“ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE ESTUDIOS HISTÓRICO MEDIEVALES”.

“CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS TEMPLARIOS”.

“PRIORATO TEMPLARIO DE SAN BERNARDO DE CLARAVAL”.

"PRECEPTORÍA NACIONAL".

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠

Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠  Estudios y Análisis Históricos.

✠  Efemérides, personajes, lugares y hechos históricos. 

✠  LOS SEÑORÍOS ECLESIÁSTICOS EN LA EDAD MEDIA (I).

El señorío eclesiástico constituyó una extensión más de los señoríos eclesiásticos generales, comenzaron a partir de los siglos IX y X a raíz de la expansión de los núcleos cristianos de resistencia frente al emirato cordobés. Estos nuevos señoríos compartían semejanzas con los ya instaurados señoríos laicos o nobiliarios, denominados también solariegos. Los titulares de los señoríos eclesiásticos ― alguna vez denominados abadengos ― fueron monasterios y obispos. A partir del siglo XII tuvieron especial relevancia los señoríos propios de las órdenes militares, denominados maestrazgos. Los señoríos eclesiásticos perduraron hasta el periodo de las desamortizaciones a principios del siglo XX.

Las principales similitudes que tuvieron los señoríos nobiliarios, eclesiásticos y seculares fueron dos. Por un lado, la explotación de las tierras con el aprovechamiento de los recursos humanos que abarcaba la extensión, normalmente de respetable de la entidad. Por otro lado, la prorrogativa jurisdiccional de que disfrutaban los titulares sobre los habitantes de los mismos.



El inicio de la formación de los regímenes señoriales se enmarca en el proceso de expansión territorial y poblamiento que se inició desde el norte. Fue probablemente desde la Marca Hispánica por donde se produjo la penetración en España de las primeras instituciones señoriales, inspiradas en la ya existentes en el imperio carolingio. De esta manera surgen monasterios que serán de gran importancia en el futuro tales como Santo Domingo de Silos (Burgos), San Millán de la Cogolla (La Rioja), San Salvador de Leire (Navarra), San Juan de la Peña (Huesca) y Ripoll (Gerona). Digno de mención fue el señorío de Santiago de Compostela que fue el más extenso de todos los del siglo XII, con dos factores singulares: su condición de gran centro de peregrinación y la ambición política de su primer arzobispo, Diego de Gelmírez. 

Las abadías importantes agregaron a su dominio monasterios menores, es el caso de San Millán de la Cogolla que incorporó a su señorío dieciocho monasterios secundarios entre los siglos IX y XI. El modo más frecuente de ampliación de los dominios monásticos fueron las donaciones otorgadas por el rey, miembros de la nobleza o de pequeños propietarios. 

Las donaciones solían deberse a motivos de índole espiritual, relacionados con el perdón de los pecados y a la salvación del alma del donante; si el donante es el rey, éste lo hace con motivo de su obligación de proteger a la Iglesia. Las variantes más frecuentes de donación fueron las "donationes post obitum", la cual se produce sólo después de la muerte del donante, y las "donationes reservato usufructo", que prevén el derecho de los hijos y nietos del donante al libre usufructo de lo donado.

Las compras o permutas son otros medios de ampliación de los monasterios. Hay excepciones como la protagonizada por el monasterio de Sahagún, el cual en su primera fase de expansión en el siglo X, compra posesiones en la sierra con el deseo de promover la ganadería para su economía.

Hay que tener en cuenta que la razón de ser de los señoríos monásticos es la función religiosa y de beneficencia, así como cultural muy destacada en los siglos altomedievales. Además de su contribución al aprovechamiento agrario, al poblamiento y a la defensa del territorio.

En cuanto a la estructura de los dominios podemos definir dos áreas diferenciadas: un sector interior (intus), donde se concentran las instalaciones, iglesia y si hubiese los huertos, y un espacio externo (foris) y más extenso, de aprovechamiento agropecuario. Los molinos eran una solución costosa que sólo estaba al alcance de los grandes propietarios o de una comunidad campesina libre. También podíamos encontrar salinas, imprescindibles para la conservación del pescado, muy presente en la dieta monástica, y las viñas, cuya importancia fue creciendo con el tiempo. 

El modo de explotación agrícola propio de los dominios señoriales, supuso la división del terrazgo en dos espacios bien diferenciados, la reserva señorial situada en torno al coto del monasterio, y los mansos. Los mansos estaban localizados de forma muy dispersa, los campesinos asentados en los mansos, de cuyo cultivo vivían con sus familias, dedicaban el excedente de su trabajo a faenar en las tierras de la reserva señorial en determinados días del año. Los campesinos, además, contribuían al sustento de los titulares del dominio – monasterio o iglesia episcopal-, a través del pago de rentas normalmente reducidas. Al conjunto de esos impuestos denominados foros o usos, se sumaban otros derechos señoriales, como los monopolios de los molinos, las fraguas y los hornos, que los habitantes podían utilizar a cambio de un precio. 

Los pobladores de los mansos solían proceder de núcleos ya existentes en el entorno de los monasterios y que estaban bajo la autoridad del abad. En una primera etapa se distinguen dos clases de mansos: libres (solares) y serviles (casares o casales). Los primeros eran más extensos, mejor dotados y cultivados por hombres libres vinculados al monasterio, los collazos. Tenían libertad de movimiento, pero si abandonaban el señorío perdían sus bienes raíces.  Los mansos serviles, de menos tamaño, eran ocupados por siervos adscritos a la tierra. Una categoría distinta, tenían los hombres que desempeñaban oficios de cierta especialización en las dependencias del coto, solían ser civiles, cuya adscripción al monasterio era rigurosa, incluso hereditaria. 

Otra forma de explotación del dominio fue la de formalizar un contrato agrario para la explotación agrícola de territorios cedidos al monasterio u obispado. En los señoríos episcopales abundaban lotes de terrenos cedidos a vasallos para su explotación a cambio de una renta.

Los titulares de los dominios eclesiásticos comenzaron a recibir, además de propiedades territoriales, capacitaciones jurisdiccionales en virtud de las cuales, las tierras y los hombres dependientes de su perímetro, y que hasta entonces habían dependido del rey, quedaban supeditados a ciertos efectos a la autoridad de la comunidad monástica, o del obispo. Por influencia del modelo francés, las concesiones de este tipo se generalizaron a lo largo del siglo XI y XII.

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠

FUENTES:

✠ José Carlos Sacristán Abad. 

✠ España en la Historia.



“ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE ESTUDIOS HISTÓRICO MEDIEVALES”.

“CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS TEMPLARIOS”.

“PRIORATO TEMPLARIO DE SAN BERNARDO DE CLARAVAL”.

"PRECEPTORÍA NACIONAL".

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠

Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠  Estudios y Análisis Históricos.

✠  Efemérides, personajes, lugares y hechos históricos. 

✠  ORIGEN Y EXPANSIÓN DE LA SANTA INQUISICIÓN (y III).

✠  La Inquisición hispanoamericana.

A pesar de tratarse de una misma institución, las particularidades propias de las colonias hispanoamericanas originó no pocas diferencias con el funcionamiento del Santo Oficio peninsular. Entre las más importantes debemos mencionar la exclusión del fuero inquisitorial de la mayor parte de la población al haberse exceptuado a la masa indígena de la jurisdicción del Tribunal. La razones básicas eran dos: la primera, que los pobladores nativos recién estaban siendo instruidos en la religión católica y, en su mayoría, no podían entender aun claramente los dogmas ni mucho menos distinguirlos de las herejías. La segunda, estrechamente relacionada con la anterior, es que la intención declarada del monarca no era que el Tribunal fuese odiado sino querido y respetado como ocurría en la Península Ibérica, por lo cual se buscaba dar ejemplo a los aborígenes controlando la conducta y doctrina de los españoles.



Esta inimputabilidad de los indios hizo que el Santo Oficio en América tuviera un carácter eminentemente urbano mientras que en la metrópoli era fundamentalmente rural. Recordemos que los conquistadores hispanos venidos a estas tierras vivían en los denominados «pueblos de españoles» por razones políticas, en cumplimiento de las órdenes emanadas de la autoridad civil. En estos poblados se concentró la acción de la Inquisición, la cual sólo comprendía a las minorías blanca, mestiza o negra.

Además de las particularidades mencionadas de la inquisición indiana podemos señalar como otros rasgos distintivos de ella la mayor extensión de los distritos inquisitoriales, su relativa independencia con relación al Consejo de la Suprema y la tipicidad de los procesos. Respecto a lo primero, la delimitación jurisdiccional estaba definida originalmente en relación a las de los respectivos virreinatos. Ello conllevó a que cada distrito inquisitorial indiano alcanzara millones de kilómetros cuadrados de extensión, amplitud territorial que superaba en varias veces la de España. Lo segundo era fruto de las dificultades de comunicación con la Suprema, organismo central del Santo Oficio, a pesar de lo cual en los pocos casos en que fueron entregados los reos al brazo secular se requirió la previa ratificación del Consejo. Por último, el contenido de los procesos propició el desarrollo de una temática muy típica y peculiar, diferenciada de la peninsular, por discurrir en una realidad distinta.

✠  Causas de la extensión de la Inquisición en las Indias Occidentales.

La segunda mitad del siglo XVI fue bastante complicada para España tanto en la esfera interna como externa. En la década de los sesenta se produjo la sublevación morisca de las Alpujarras, la presión de los hugonotes sobre Cataluña, la rebelión de los Países Bajos, el avance turco por el Mediterráneo, las guerras religiosas en Francia, la restauración anglicana y la persecución contra los católicos en Inglaterra; asimismo, los ataques de los piratas protestantes, la revisión pontificia sobre los títulos que legitimaban la dominación hispana en las Indias, etc.

La mencionada conducta de la Santa Sede se debió a que consideraba que España no había cumplido el rol evangelizador al cual estaba comprometida y se manifestó en documentos como la Bula In coena domini de León X, de 1568. Para enredar más aún la situación las colonias hispanoamericanas, es decir los virreinatos del Perú y México, se encontraban en un profundo desasosiego social. En ambos se habían producido las rebeliones de los encomenderos con las consiguientes guerras civiles entre los propios conquistadores. Además, los hugonotes lograron establecerse en Brasil y Florida afectando los intereses hispanos. Felipe II reunió una comisión denominada Junta General, presidida por el Cardenal Espinosa, para que analizase la situación descrita y propusiese las correspondientes soluciones. En ella estuvieron presentes los miembros de los consejos de Estado, Indias, Órdenes, de la Cámara de Castilla y de Hacienda; igualmente, algunas autoridades eclesiásticas y don Francisco de Toledo, recién nombrado Virrey del Perú. Sus reuniones se celebraron entre los meses de agosto y diciembre de 1568 y en ellas se decidió el establecimiento del Santo Oficio en las capitales de los dos virreinatos existentes en Indias (Lima y México).

Entre las principales motivaciones para el establecimiento del Santo Oficio, cabría destacar las siguientes:

✠  A raíz de la conquista se había producido un relajamiento de la moral pública y privada. La vida de los hispanos en Indias resultaba escandalosa y se daban muchos casos de poligamia, blasfemia, idolatría, brujería, etc. Ante ello, las autoridades virreinales así como los cabildos, las autoridades eclesiásticas y numerosos personajes – entre ellos fray Bartolomé de las Casas – solicitaron al Rey de España el establecimiento de la Inquisición para que se corrigiesen tales desviaciones.

✠  El antisemitismo imperante en aquella época en España se trasladó a las colonias indianas junto con los primeros conquistadores peninsulares e indiscutiblemente, con el transcurso del tiempo, los judaizantes llevaron la peor parte en el funcionamiento del Tribunal. Muy a pesar de que la corona había prohibido, desde los primeros momentos de la conquista, que los judíos y los judeoconversos así como sus descendientes pasasen a sus dominios indianos muchos de ellos habían logrado burlar tales restricciones. Una instrucción dirigida en 1501 al gobernador de Tierra Firme le ordenaba que no permitiese la presencia de judíos, moros, conversos, herejes o reconciliados por el Santo Oficio. Después de la composición de Sevilla (1509) se permitió a los conversos penitenciados venir a las Indias, autorizándoseles también a comerciar. En 1518 fue dejada sin efecto tal licencia y se renovaron las prohibiciones en su contra aunque la repetición periódica de dichas medidas dice bien a las claras de su incumplimiento. Las sanciones que se imponían a los infractores eran la confiscación de sus bienes y el destierro de las Indias.

✠  Al decretarse la expulsión de los judíos de España (1492) muchos de ellos se refugiaron en Portugal. Tiempo después, al producirse durante el reinado de Felipe II la unificación de las coronas de España y Portugal, se multiplicó su presencia en las colonias hispanoamericanas atraídos por la búsqueda de las legendarias riquezas que estas ofrecían así como de mayor libertad para seguir practicando sus ritos, creencias y costumbres ancestrales.

✠  Otra de las razones esenciales, tanto por motivaciones religiosas como políticas, fue evitar la propagación de las sectas protestantes. Desde el punto de vista religioso, podrían ocasionar un grave perjuicio a la población indígena dificultando, cuando no impidiendo, su conversión a la Religión Católica, con el consiguiente detrimento de sus almas. Desde un enfoque político, si estas sectas se lograban difundir en las colonias hubiera llevado al estallido de revueltas religiosas, semejantes a las que enfrentó el Emperador Carlos V en Alemania, que hubiesen puesto en riesgo el dominio español. No era otra la intención de los continuos ataques de los corsarios y piratas protestantes -principalmente ingleses, holandeses y franceses- en los cuales las atrocidades que cometían eran alimentadas por sus convicciones religiosas anticatólicas.

✠  Los corsarios y piratas no sólo atacaban las embarcaciones españolas para adueñarse de estas y sus mercaderías, también secuestraban a las tripulaciones y a los pasajeros para exigir rescates -en otros casos los vendían como esclavos-, a los que se añaden innumerables abusos y asesinatos.

Por si fuera poco, ninguna población costeña o cercana a la costa se hallaba segura. Así, lo demuestran los ataques realizados en Veracruz, Cartagena, Maracaibo, Santa Marta, Rancherías, Río de la Hacha, Santa María de los Remedios, Nombre de Dios, Callao, Paita, la Habana, Puerto Rico, Santiago de Cuba, Santo Domingo, Jamaica, etc. Los piratas tenían como común denominador ser protestantes extranjeros animados por una insaciable sed de riquezas sólo comparable a su odio a España y a la Iglesia Católica. La enorme mayoría de los enjuiciados por tales motivos fueron reconciliados y tratados benignamente.

Por tal sólo mencionar algunos nombres, recordemos a John Hawkins, Francis Drake, Oxenham, Grenville, Raleigh, George Clifford, Winter, Francis Knollys, Martin Frobisher y Barker (ingleses); Jean Terrier, Jacques Sore y Francois le Clerc (franceses); Spielbergen y Piet Heyn (holandeses).

Dicho sea de paso, toda organización religiosa ― protestante, evangélica, budista, musulmana, etc. ― tiene su propia inquisición bajo distintos membretes, la cual es una entidad encargada de mantener la fidelidad de los miembros de la respectiva organización a sus creencias.

También se daban ocasiones en que algunas personas, voluntariamente, se presentaban a confesar, en cuyo caso eran tratadas con benevolencia, sancionándolas tan sólo con alguna pena espiritual y reconviniéndolas para que no reincidiesen en este tipo de faltas.

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠

Fuentes:

✠ Carolina Campillay.

✠ España en la Historia.


“ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE ESTUDIOS HISTÓRICO MEDIEVALES”.

“CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS TEMPLARIOS”.

“PRIORATO TEMPLARIO DE SAN BERNARDO DE CLARAVAL”.

"PRECEPTORÍA NACIONAL".

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠

Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠  Estudios y Análisis Históricos.

✠  Efemérides, personajes, lugares y hechos históricos. 

✠  ORIGEN Y EXPANSIÓN DE LA SANTA INQUISICIÓN (II).

En la Edad Media, se explicaba el origen y el sustento del poder político como una consecuencia directa de la voluntad divina. La religión era el sustento de la sociedad y del Estado, la moral era la base del ordenamiento jurídico. Las luchas religiosas solían darse alimentadas por pugnas políticas. Así, las autoridades católicas veían en cada musulmán o judío, no sólo un hombre de otra religión sino también un conspirador potencial contra su poder, contra el régimen y sus fundamentos, contra la paz social y la tranquilidad pública; por ende, un enemigo político. Además, este supuesto doctrinal se veía confirmado por hechos históricos: la invasión y los continuos ataques de los musulmanes; las alianzas entre estos y los judíos contra los Reyes Católicos; el apoyo de los moriscos a los ataques musulmanes contra las costas de Andalucía; las conspiraciones de los moros para propiciar una invasión turca a la Península Ibérica, etc.

Por otro lado, durante la reconquista en la Península Ibérica se formaron dos grandes reinos católicos: Castilla y Aragón. Isabel de Castilla se casó con Fernando, príncipe heredero de la corona de Aragón; cinco años después, Isabel se convirtió en Reina de Castilla y, en otro lapso igual, Fernando fue coronado como Rey de Aragón.

El matrimonio de ambos no originó la unificación de España porque ambos reinos seguían siendo independientes el uno del otro. Isabel y Fernando concibieron el proyecto de centralizar en ellos el poder político, anteriormente disperso en la nobleza, llevando, a la postre, a la a unión de sus coronas en un solo Estado. Para ello, entre sus primeras medidas, procedieron a crear cinco consejos reales, uno de los cuales fue el Consejo de la Suprema y General Inquisición. Esta es la primera institución que con un solo jefe común – el Inquisidor General – para ambos reinos, tuvo bajo su poder toda España y sus colonias. Así, los reyes emplearon la unificación espiritual con una finalidad claramente política: la unidad española. De esta manera nació España, forjada en la milenaria lucha contra los infieles, consolidada en las pugnas contra los judaizantes, alimentada en las guerras con los protestantes, confirmada en la vasta tarea de evangelizar todo un nuevo mundo; baluarte de la Fe Católica; siempre defensora de la cristiandad y de la fidelidad a la Iglesia, siempre devota.



Creación:

La creación del Santo Oficio o Inquisición fue consecuancia la intención de poder suprimir la herejía que asolaba al seno de la Iglesia Católica y para ello, se decidió crear una jurisdicción especial ejercida por los delegados del Papa.

El origen de la Inquisición no fue española, como muchos piensan, sino que fue creada en el siglo XII por el Papa Lucio III como instrumento para combatir la herejía cátara en el sur de Francia. A lo largo de toda la Edad Media hubo distintos tribunales de la Inquisición Pontificia en Europa, siendo los más activos los del norte de Italia y sur de Francia.

El origen del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición o Inquisición española tuvo su origen en 1478 fijada por los Reyes Católicos en el reino de Castilla.

Don Tomás de Torquemada fue designado en 1485 Inquisidor General por la Corona, posteriormente le seguirían otros inquisidores en Zaragoza, Valencia y Barcelona. Pero sería Sevilla, donde el Santo Oficio tendría una importancia primordial.

Aunque para muchos autores la Santa Inquisición acabó convirtiéndose en “un arma de la xenofobia” como es el caso de Juan Gil. El caso es que para la política de cohesión que querían implantar los Reyes Católicos en la Península Ibérica, entre el poder político, civil y religioso, el Tribunal de la Santa Inquisición ayudó muchísimo a la Corona, en un momento de grave crisis económica, tras las distintas conquistas del último reinado nazarí de Granada o las conquistas de ultramar.

Durante el periodo de la Santa Inquisición en España se luchó fervientemente contra el Islam, los cuales mantuvieron resistencia en el último reino nazarí de Granada, derrotados en enero de 1492. Además de los herejes musulmanes, la Corona española empezó en necesitar una mayor presión sobre el empuje o conquista económica por parte de los judíos, es por ello por lo que el Santo Oficio procedió a confiscar casas y pertenencias de familias acaudaladas judías, de tal manera que las ganancias que obtenían eran mucho mayores.

La Inquisición española fue creada, previa autorización del Papa Sixto IV, por los Reyes Católicos en 1478. Dos años después inició sus acciones en la ciudad de Sevilla para expandirse posteriormente por el resto de España y sus colonias. Por aquel entonces, la monarquía española, para centralizar y organizar su poder, tenía constituidos cinco consejos reales: Castilla, Aragón, Hacienda, Estado y el de la Suprema y General Inquisición. La corona empleó a este último como un organismo de control social, dirigiendo sus esfuerzos tanto a la defensa de la fe y la moral pública y privada, así como a la de la fidelidad a los monarcas y la paz social. 

Procedimiento:

Cuando una persona era denunciada ante el Santo Oficio por algún delito que estuviera comprendido en sus competencias este iniciaba la respectiva investigación. El Tribunal tenía competencia sobre los siguientes tipos de delitos:

✠ Contra la fe y la religión: herejía, apostasía, blasfemia, etc.

✠ Contra la moral y las buenas costumbres: bigamia, supersticiones (brujería, adivinación, etc.).

✠ Contra la dignidad del sacerdocio y de los votos sagrados: decir misa sin estar ordenado; hacerse pasar como religioso o sacerdote sin serlo; solicitar favores sexuales a las devotas durante el acto de confesión, etc.

✠ Contra el Santo Oficio: en este rubro se consideraba toda actividad que en alguna forma impidiese o dificultase las labores del tribunal así como aquellas que atentasen contra sus integrantes.

✠ El Tribunal actuaba asimismo como censor. Mientras que las autoridades civiles ejercían la censura previa a la publicación de cualquier escrito, la Inquisición ejercía la censura posterior. La realizaba a través de dos modalidades: la purgación o la prohibición.

✠ Se pedía al denunciante que aportase pruebas u otros testimonios que avalasen sus declaraciones. De existir al menos tres realizados por personas honorables y que no tuviesen ninguna animadversión contra el denunciado, se daba inicio al proceso, para lo cual detenían a este. Las denuncias eran cuidadosamente revisadas por los inquisidores, quienes disponían investigaciones complementarias. Generalmente consultaban el caso con los calificadores -especie de asesores con los que contaba el Tribunal- quienes hacían el papel de instancia previa al inicio del proceso inquisitorial y su fallo podía dar lugar a archivar el expediente. En este caso, quedaban la denuncia y lo actuado en una especie de suspensión indefinida, que podría ser resuelta en el futuro, ante una nueva denuncia o reiteración de las anteriores así como en el caso de la presentación de pruebas o testimonios adicionales.

Los calificadores eran designados entre expertos en materia teológica y jurídica; generalmente, eran autoridades eclesiásticas del más alto nivel o catedráticos especialistas en el tema. La opinión de ellos era tomada como de gran valor pero, al decidir, primaba el criterio de los inquisidores. Después de reunidas las pruebas, el encausado era apresado y conducido a las cárceles secretas de la Inquisición, en las cuales se le solicitaba en forma reiterada que se arrepintiese y confesase el motivo de su detención. Asimismo, se le incomunicaba completamente, no permitiéndosele ningún tipo de visitas, ni siquiera la de sus familiares más cercanos. A los detenidos se les proveía de una ración alimenticia adecuada -superior a la de las prisiones comunes de la época- en la que se incluía carne, leche, frutas y vinos. Si el procesado tenía recursos económicos se le deducía el valor de sus alimentos de sus bienes, los cuales eran secuestrados; en caso contrario, su costo era asumido por el Tribunal.

Se exigía al reo guardar total reserva de los hechos sucedidos durante su permanencia en las instalaciones inquisitoriales. Su habitual aislamiento sólo era interrumpido por los funcionarios del Tribunal quienes, cada cierto tiempo, lo visitaban para persuadirlo a confesar sus culpas. El motivo de la insistencia en la confesión voluntaria se originaba en que el Tribunal no buscaba la sanción del hereje sino su salvación. Para ello, era fundamental el arrepentimiento del procesado, lo que se manifestaría en su predisposición a confesar los hechos que habían dado origen al proceso. En los casos en que los reos se auto inculpaban las sanciones solían ser benignas; en la mayoría de dichos casos las acciones culminarían en el pago de alguna multa o en escuchar, vestido de penitente, misa en la Iglesia mayor; en realizar peregrinaciones, rezar algunas oraciones, etc. Si existían pruebas -entre ellas tres testigos por lo menos- pero el reo no reconocía las faltas que se le atribuían o si había cometido perjurio en sus declaraciones, después de haber utilizado sin resultado todos los mecanismos posibles para obtener su confesión, previas advertencias del caso, se le podía aplicar tormento, en conformidad con los procedimientos de los tribunales civiles de la época.

El Tribunal tenía entre sus atribuciones la capacidad de confiscar las propiedades de los acusados. El secuestro de bienes era dispuesto por los inquisidores al iniciarse el proceso, quienes, en los casos más graves -siempre y cuando se demostrase la culpabilidad del reo-, podían ordenar su confiscación. El dinero captado no ingresaba en el patrimonio de la Iglesia sino de la monarquía y se destinaba a financiar las acciones del propio Tribunal. Durante los primeros años de su funcionamiento la Inquisición española tuvo una ingente cantidad de recursos pero, al menos desde el siglo XVIII, no eran suficientes para cubrir sus propios gastos. Esto la llevó a recurrir constantemente al apoyo de la corona.

El proceso se realizaba en el mayor secreto posible y tanto los procesados como sus acusadores y los propios funcionarios y servidores del Santo Oficio se veían obligados a no revelar nada de lo sucedido. En caso de que violasen esta prohibición se les trataba con una severidad similar a la usada con los herejes. Este secreto absoluto de los procedimientos inquisitoriales fue uno de los orígenes de la muy extendida leyenda negra sobre el Santo Oficio ya que la población solía inventar las historias más inverosímiles sobre el mismo, las que eran transmitidas de generación en generación. Estos cuentos eran enriquecidos por los añadidos que hacía cada nuevo narrador, cuando las refería a sus amistades de mayor confianza o a sus familiares cercanos. La gente buscaba, a través de sus conjeturas, entender el funcionamiento y fines de tan misterioso Tribunal, ante el cual habían visto comparecer a algunos de sus allegados y a otras personalidades de la época.

Los juicios no tenían una duración predeterminada y consistían en una serie de audiencias a las cuales se sometía al procesado con la intención de llegar a determinar sus responsabilidades. Los acusados eran llevados a la llamada sala de audiencias, en las cuales encontrarían a los inquisidores y al fiscal. Este sólo acusaba al sospechoso en términos genéricos, sin precisar en ningún momento hechos o circunstancias que le hicieran conocer la identidad de sus acusadores. Se hacía así para evitar posteriores represalias contra los testigos. Si los inquisidores consideraban necesaria la utilización de instrumentos de tortura para el esclarecimiento de los hechos, fracasadas las reconvenciones al reo para que confesase, dispondrían, mediante la respectiva sentencia, su sometimiento a la cuestión de tormento.

Entre los instrumentos de tortura utilizados por la Inquisición, los principales fueron:

✠ La garrucha: consistía en sujetar al reo con los brazos en la espalda, mediante una soga movida por una garrucha y subirlo lentamente. Cuando se encontraba a determinada altura se le soltaba de manera brusca, deteniéndolo abruptamente antes de que tocase el piso. El dolor producido en ese momento era mucho mayor que el originado por la subida.

✠ El potro: colocaban al preso sobre una mesa, amarrándole sus extremidades con sogas unidas a una rueda. Esta, al ser girada poco a poco, las iba estirando en sentido contrario, causando un terrible dolor. En la época era el instrumento de tortura más empleado en el mundo.

✠ El castigo del agua: estando el procesado totalmente inmovilizado sobre una mesa de madera le colocaban una toca o un trapo en la boca deslizándolos, en cada caso, hasta la garganta. Luego el verdugo procedía a echar agua lentamente, produciendo al preso la sensación de ahogo.

La persona que utilizaba estos instrumentos de tortura era el verdugo, trabajador rentado del Tribunal. En numerosas ocasiones se usaba al mismo verdugo de los tribunales civiles. Sólo podían ingresar a la cámara de tormentos, además del verdugo, los inquisidores, los alguaciles, el notario, el médico y el procesado. Al contrario de lo que generalmente se cree, la Inquisición no inventó la tortura como parte del procedimiento jurídico ni tampoco era el único tribunal que la utilizaba. Su uso era genérico a todos los tribunales de la época. Al respecto, podemos sostener que era más benigna en su empleo que los tribunales civiles porque, a diferencia de aquellos, sólo en casos excepcionales la autorizaba, el tiempo de duración máxima del tormento era una hora y cuarto, estaba prohibido producir derramamiento de sangre o la mutilación de algún miembro y el médico junto con los propios inquisidores  ―para evitar los abusos de los verdugos ― supervisaban su aplicación.

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠

Fuentes:

✠ Carolina Campillay.

✠ España en la Historia.



“ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE ESTUDIOS HISTÓRICO MEDIEVALES”.

“CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS TEMPLARIOS”.

“PRIORATO TEMPLARIO DE SAN BERNARDO DE CLARAVAL”.

"PRECEPTORÍA NACIONAL".

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠

Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠  Estudios y Análisis Históricos.

✠  Efemérides, personajes, lugares y hechos históricos. 

✠  ORIGEN Y EXPANSIÓN DE LA SANTA INQUISICIÓN (I).

“La palabra Inquisición viene del latín inquisitio, inquisitonis. Se trata del nombre de acción derivado del verbo inquirere, prefijado con apofonía radical de quaerere (buscar, preguntar). De inquirere viene inquirir. La palabra inquisitio significa interrogatorio”.



✠  La Inquisición Medieval:

La Inquisición surgió lentamente como un instrumento destinado a la defensa de la fe y de la sociedad amenazada por la acción de los herejes. Herejía es por definición el error en materia de fe sostenido con pertinacia. La Iglesia vio en los herejes un grave peligro para su propia existencia y, sobre todo, para la salvación de las almas de los creyentes, los que podrían ser confundidos con sus enseñanzas. Además, los herejes atentaban contra la Iglesia, el Estado, el orden público y las autoridades constituidas. En consecuencia, los reales alcances del delito de herejía se explican no sólo por factores estrictamente teológicos sino también por factores políticos, sociales, jurídicos y económicos; sin esa consideración no tendríamos una visión clara de su significación.

Desde los comienzos del cristianismo se presentaron los primeros grupos heréticos. Algunos pretendían que la ley judaica era necesaria para la salvación de las almas; otros no atribuían a la Segunda Persona de la Santísima Trinidad sino un carácter divino inferior al de Dios Padre (subordinacianos) o una divinidad por adopción (adopcionistas); hubo, asimismo, quienes no distinguían a las Personas de la Santísima Trinidad, no viendo en ellas sino modos diferentes de la misma divinidad (modalistas). Los gnósticos, por su parte, constituyeron otra forma de herejía: afirmaban poseer conocimientos profundos inaccesibles a la gente común. A su turno, los partidarios de Montano pretendían la inminencia de la venida de Cristo y se preparaban para ella; los milenaristas sostenían que entre el fin del mundo y el juicio final, nuestro Señor Jesucristo volvería a la Tierra a pasar mil años con los escogidos.

Durante la cuarta y quinta centuria nuevas herejías turbaron la tranquilidad de la Iglesia y de la sociedad cristiana. Dos de ellas centraron sus ataques en la Santísima Trinidad (el arrianismo y el macedonismo); mientras otras lo hicieron en la encarnación de Cristo (los pelagianistas y los semi-pelagianistas). A finales del siglo XII surgieron en Europa dos nuevos grupos de herejes particularmente violentos: cátaros y valdenses. Los cátaros rechazaban los ritos católicos y los sacramentos, dedicando sus mayores esfuerzos a una prédica y práctica totalmente anticatólica, la que incluyó numerosos hechos de sangre; entre ellos, el asesinato del nuncio papal.

En cuanto a los valdenses, el iniciador de su movimiento fue Pedro Valdo, acaudalado comerciante de Lyon quien, después de hacerse traducir los evangelios, buscó vivir conforme a sus enseñanzas: vendió sus bienes, dejó a su familia y se dedicó a predicar (1170). Sus discípulos también eran conocidos como los pobres de Lyon. Sostenían los valdenses el derecho de las mujeres y los laicos a predicar; negaban el valor de la misa, las ofrendas y las plegarias por los muertos; algunos, inclusive, discutían la existencia del purgatorio y predicaban la ineficacia de ir a rezar a los templos. Al parecer, por sus ataques a las propiedades de la Iglesia, atrajeron la opinión favorable de mucha gente, logrando expandirse por toda Europa.

La represión inicial de los herejes estuvo a cargo del poder civil, el cual se veía amenazado por la inestabilidad generada por las revueltas. Por dicha razón las autoridades laicas, antes de la existencia de la Inquisición, en aplicación de las normas del Derecho Romano, disponían la pena de hoguera, en razón de que la herejía era conceptuada como un delito contra Dios y contra el Estado y debía ser castigada con igual rigurosidad que los demás delitos de lesa majestad.

Ante la rápida expansión lograda por los albigenses y, en menor grado, por los valdenses, se precisaba uniformar la legislación de los diferentes reinos cristianos, por lo cual diversas autoridades solicitaron el apoyo de los pontífices. Lucio III dispuso, en el Concilio de Verona (1184), que los obispos realizasen inquisición en los sitios en los que se sospechase la presencia de herejes. Así se dio nombre al Tribunal de la Fe. Pero esto no fue suficiente. Inocencio III hizo esfuerzos notables, con el apoyo de los monarcas y nobles católicos, para llamar a los herejes paternalmente al arrepentimiento; fracasados estos intentos se convocó a una cruzada en su contra (1209-1229). La victoria militar de las huestes católicas se consolidó con la actuación inquisitorial. En la mayor parte de Europa occidental surgieron tribunales inquisitoriales dependientes de los obispos respectivos. La incansable actividad desempeñada por la Orden de Frailes Predicadores (los dominicos) contra los herejes así como la mejor preparación de sus miembros y su organización internacional -que escapaba a las limitaciones territoriales de las diócesis- hizo que se les delegara la mayor parte de las labores inquisitoriales.

Originalmente, la Inquisición no era un tribunal permanente; constituía más bien una atribución de los obispos en el ámbito de sus diócesis; sin embargo, lo recargado de su labor impedía que se dedicaran a tales tareas. Por ello, los papas designaron inquisidores pontificios quienes ejercían sus funciones ante indicios de la existencia de grupos de herejes para una determinada zona. Antes de actuar, publicaban un edicto de gracia – especie de indulto general – que otorgaba el perdón a todos los que voluntariamente se presentasen a confesar sus culpas y se arrepintieran de su conducta herética. Vencido el plazo, comenzaban a realizar los respectivos procesos. A los inquisidores sólo les correspondía la aplicación de sanciones espirituales, tales como el rezo de oraciones, la realización de ayunos, ordenar la colocación de sambenitos y, la peor de todas, la excomunión de los pertinaces. Estos últimos eran entregados a las autoridades civiles para que les aplicasen las sanciones dispuestas por los respectivos monarcas: la confiscación de sus bienes y la quema en hoguera. Cabe precisarse que fueron pocas las personas condenadas a esta última sanción.

Recordemos que, por entonces, el fundamento de la sociedad y del Estado era la religión, la cual constituía la base del ordenamiento político y jurídico. En una sociedad que se preciaba de cristiana, donde la Revelación tenía carácter divino, esta venía a ser la ley social fundamental cuya violación entrañaba un grave delito. En un Estado católico, el príncipe estaba obligado a proteger la única religión verdadera. De dicha obligación dimanaba el derecho de dar leyes penales contra los perturbadores del orden y la unidad religiosos y, por eso mismo, del orden público. Como consecuencia de este entrecruzamiento de motivaciones religiosas y políticas las pugnas entre católicos y herejes se daban en ambos terrenos – contra la Iglesia y las autoridades establecidas – constituyendo, de hecho, no solamente actos subversivos sino verdaderas guerras civiles. Cabe destacar que en la época que nos ocupa, era normal que los laicos fueran más rígidos que los propios clérigos en el castigo de los herejes ya que estos eran repudiados por la gente común y corriente. A su turno, el Papa se mostraba mucho más indulgente que el clero local, que solía ser impulsado por los fieles a un mayor rigor.

La organización de la Inquisición medieval no fue la obra de un solo papa sino la resultante de un largo proceso, iniciado durante la gestión de Lucio III, continuado en el pontificado de Inocencio III y culminado por Gregorio IX quien, a través de tres diferentes bulas – entre los años 1231 y 1233 – le dio su estructuración definitiva. La Inquisición fue, al igual que la mayor parte de las instituciones de la Edad Media, el producto de una práctica inicialmente restringida y, luego, gradualmente extendida y perfeccionada.

✠  La Inquisición Española:



La actual España, a inicios del siglo VIII, estaba constituida por los pueblos visigodos, mayoritariamente católicos y, asimismo, por diversos grupos religiosos, entre los cuales cabe destacar la presencia de la mayor comunidad judía del mundo. Dichos pueblos coexistían en medio de una reconocida libertad religiosa, sin más limitaciones que algunos incidentes esporádicos. Como es sabido, el año 711 se produjo la invasión musulmana a la Península Ibérica. Dicha invasión tuvo, a un mismo tiempo, carácter religioso, político, social y económico. La conquista, el dogmatismo, la intolerancia, el fanatismo y los abusos de los musulmanes hicieron surgir los odios y la intolerancia religiosos. Los católicos, por su parte, no renunciaron a su fe, se refugiaron en el norte de la Península Ibérica, en el llamado Reino de Asturias y desde allí se enfrentaron a los invasores musulmanes en una larga y cruenta guerra que, con intervalos de paz, duró desde el año 711 hasta 1492 en que, con la toma de la ciudad de Granada, cayó el último baluarte moro en España. Fácil es comprender que la intolerancia religiosa fue el común denominador de la época, que cada persona veía en las otras de diferente creencia a un enemigo de Dios y del Rey, con las que estaba en una lucha constante por la sobrevivencia y el dominio absoluto de los territorios.

✠  Causas:

Explicada brevemente la compleja trama que se teje en este período, superando los simplismos unilaterales, podemos agregar entre las principales causas las siguientes:

La «amenaza judía»

Indiscutiblemente la causa más importante que directamente motivó la creación del Tribunal hispano fue la denominada «amenaza judía». Las graves crisis económicas que sacudieron Europa durante los siglos XIV y XV, a las cuales contribuyeron las pestes y epidemias que originaron una caída demográfica sin precedentes, condujeron al empobrecimiento masivo de la población y a restricciones económicas de la corona. En medio de la crisis, los únicos que consolidaban sus posiciones económicas eran los prestamistas y los arrendatarios de los tributos reales, oficios virtualmente monopolizados por los judíos. Estos prácticamente se habían convertido en dueños de las finanzas hispanas. Una de las razones de tal situación era el hecho de que los préstamos con intereses se consideraban moralmente cuestionables por estar incursos en el pecado de usura, mientras que los judíos los consideraban perfectamente lícitos. Además, se les cuestionaba por la administración que realizaban del cobro de los tributos reales – oficio de por sí poco comprendido en todas las épocas – responsabilizándoseles por su falta de transparencia en el manejo de las cargas impuestas por los soberanos. Por si fuera poco, los judíos eran vistos como un Estado dentro del Estado pues, antes que buenos y leales súbditos de la corona eran, por sobre todo, judíos: una nación sin territorio y, por ende, en busca de uno propio.

Estas razones y las diferencias religiosas alimentaron el antisemitismo, el cual surge así como una expresión de la animadversión a una burguesía que se enriquecía en medio de la pobreza generalizada; el resentimiento con los cobradores deshonestos de impuestos y el odio a los usureros. En ese contexto, se produjeron diversos sucesos y protestas antijudías que echaban la culpa de todos los males de la época a la benevolencia de las autoridades para con el «pueblo deicida» por lo cual supuestamente Dios castigaba a la población.

Por su parte, los judíos también protagonizaron algunos sucesos sangrientos contra los católicos, lo cual contribuyó a exacerbar los ánimos. Adicionalmente, a fin de ascender en la pirámide social y lograr posiciones reservadas a los católicos o por evitar los prejuicios y las restricciones en su contra, muchos judíos se convirtieron falsamente al cristianismo recibiendo el bautismo y participando externamente de su culto mientras, en privado y casi públicamente, seguían con sus anteriores prácticas religiosas. Esta conducta dual hizo que se ganaran las iras de los verdaderos cristianos que veían a los judeoconversos alcanzar las más altas dignidades y cargos de la sociedad, el Estado y la propia Iglesia -constituyéndose en una especie de infiltrados- con la finalidad de conquistar el poder e imponer en beneficio propio su religión y su organización política, social y económica.

Al ser establecida la Inquisición, durante los primeros años de su existencia se encargó principalmente de controlar a los judeoconversos ya que, para que alguien fuese procesado tenía que haberse hecho, libre y voluntariamente, católico. Sin embargo, la situación de los conversos se complicó pues se veían presionados por sus familiares y allegados judíos para que retornasen a su antigua religión y, al hacerlo, incurrían en apostasía y, por ende, se sujetaban al control de la Inquisición. Después de haber fracasado todos los intentos de los monarcas por asimilar a los judíos pacíficamente, terminaron por decretar la expulsión de todos aquellos que no se convirtiesen al cristianismo. Por entonces -desde mucho tiempo antes- el antisemitismo era un sentimiento común en la mayor parte de Europa. Así, antes que de España, los judíos habían sido expulsados de Inglaterra, Francia y otros reinos; además, habían sido víctimas de crueles matanzas y persecuciones en Alemania.

Continuará...

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠

Fuentes:

✠ Carolina Campillay.

✠ España en la Historia.



“ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE ESTUDIOS HISTÓRICO MEDIEVALES”.

“CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS TEMPLARIOS”.

“PRIORATO TEMPLARIO DE SAN BERNARDO DE CLARAVAL”.

"PRECEPTORÍA NACIONAL".

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠

Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠  Estudios y Análisis Históricos.

✠  Efemérides, personajes, lugares y hechos históricos. 

✠  LA FANTÁSTICA "LEYENDA" DEL SANTO GRIAL.

 ¿Qué será lo que tenemos que buscar?

"En País lejano, inaccesible a vuestros pasos,

había un castillo de nombre Monsalvado;

un luminoso templo se alza allí en el medio,

así precioso, cual nada semejante se conoce en la tierra. 

Y en él una copa de milagrosa virtud,

se guarda como la más sagrada de las reliquias:

ella fue para que los más puros entre los hombres la cuidasen,

en tierra por una formación de ángeles llevada;

cada año desciende del cielo una paloma,

para dar nueva fuerza a su milagrosa virtud: 

ese es el Grial; y beata purísima fe

para Él se comparte a toda su corte.

Quien entonces es elegido para servir el Grial,

a este Él suministra un sobrehumano poder;

en contra de Él se pierde el engaño de todo malvado; 

cuando Él Lo contempla, se le disipa la noche de la muerte.

 También quien del Grial es en lejano País enviado,  

y elegido a campeón a defensa de la virtud, 

no es por cierto despojado de su santa fuerza,

hasta que como su caballero allí no sea reconocido.

De tal augusta naturaleza en efecto es la virtud del Grial,

que, descubierto… Él debe huir de los ojos de los profanos. 

Y por ello ninguna duda debéis nutrir acerca de su caballero;

pero si los reconocéis… entonces se debe de ustedes partir…

¡Ahora oíd, como yo recompenso la vedada pregunta! 

Del Grial fui yo entonces cerca de ustedes mandado: 

Parsifal mi padre lleva su corona, 

Y su caballero yo soy… llamado Lohengrin". 

Tercer Acto, Escena Tercera del Lohengrin de Richard Wagner, 1847.


"El Grial, tallado en la esmeralda de setenta y dos facetas despegado de la frente de Lucifer durante la caída, perdido por Adán, recuperado por Set y extraviado de nuevo, fue salvado durante el diluvio por Noé y sucesivamente fue utilizado por Melchisedek para bendecir Abraham y Sara".


Diversa leyendas, frecuentemente contradictorias, narran que un barco, sobre el que viajaban muchos seguidores de Jesús de Nazaret, en fuga de la Palestina: María Magdalena, María Salomé (madre de Juan y Santiago), María Jacob (hermana de la madre de Jesús y madre de Santiago el Menor y Tadeo), Marta y su hermano Lázaro, Maximino y Sidonio (el ciego de Jericó) además de Sara (¿sierva o princesa?), convertida en la patrona de los gitanos. Aproaron en un campo romano, anteriormente Gallo:

“Oppidum Rá”, hoy Le Saintes Maries de la Mer, capital de La Camargue. María Magdalena desembarcó con un hijo de Jesús, estableciendo así una dinastía mesiánica. Desde este punto de vista el Santo Grial sería una copa que recoge la sangre de Cristo. La conversión de la palabra santo grial en sangreal  (sangre real), identifica la genealogía de los descendientes de Jesús (linaje de David), hasta hoy. Tras las primeras persecuciones en la patria fue aquí que estos personajes llevaron el credo cristiano. Aconteció esto, en el ‘48. Mientras Magdalena se habría dirigido hacia Sainte Beaume , Lázaro a Marsella, Marta a Tarascón, María Salomé, María Jacob y Sara se abrían establecido cerca del oppidum evangelizando la región.

Según el "Codex Askewianus" (más conocido como "Pistis Sophia"), tras la resurrección, Cristo, al fin de instruir a los apóstoles sobre los misterios, se entretuvo en la tierra once años. Como otros evangelios gnósticos de entonces, este contiene una supuesta “revelación secreta” de Jesús resucitado a los discípulos reunidos en asamblea (incluidas cuatro mujeres: María Magdalena, Salomé, la Virgen y Marta). Durante estos once años, como se indica en el primer capítulo de la obra, Jesús habría llevado a sus discípulos solo hasta un cierto nivel de conocimiento, para llevarlos posteriormente a grados superiores de conocimiento, describiendo que la transmisión de un conocimiento (gnosis), superior, le requirió (a Jesús), la ascensión al cielo con la relativa transfiguración. Una famosa versión de esta historia se encuentra en la "Leyenda Áurea" de  Jacobo de Varazze (siglo XIII). La primera citación referente al habitado gallo se remonta al siglo I, por parte del poeta y geógrafo Festo Avieno que señalaba un oppidum priscum Ra , una antigua fortaleza dedicada a Ra, el dios egipcio, posiblemente en una isla del delta cenagoso del Ródano. En era cristiana se habría traducido como “ratis”, o sea “barcaza” o “islote”. De aquí, el antiguo nombre de Notre Dame de Ratis, luego Notre Dame de Radeau (islote), y por fin Notre Dame de la Mer. El origen del título “Estrella del Mar”, dado a la Virgen María, estaría en los versículos del Primer Libro de los Reyes 18,41-45. Sobre esta base, San Jerónimo, San Isidoro de Sevilla, Alcuino, Pascasio Radberto y Rabano Mauro, habrían animado el uso de este título. La leyenda quiere también que las ciénagas de Camargue estuvieran habitadas por el terrible monstruo “La Tarrasque”, que se pasaba el tiempo aterrorizando a la población. Santa Marta, solo con las plegarias, lo hizo achicar a un tamaño tan pequeño de convertirlo en inofensivo, y lo condujo a la ciudad de Tarrascón. Desde hace varios siglos la Iglesia de las Santas Marías es una etapa del peregrinaje a Santiago de Compostela. La Estrella Maris o Virgen del Mar es La Kundalini, que según los alquimistas medievales representa la correspondencia astral del esperma sagrado. 

“En su aspecto psicológico, en la anatomía oculta del ser humano, La Kundalini se encuentra enroscada tres veces y medio dentro de un cierto centro magnético ubicado en el hueso coccígeo.

En el centro de aquel chakra existe un triángulo hembra o Yoni, donde se establece un Lingam  macho. En este Lingam anatómico o mágico que representa el poder creador sexual de Brama, se enrolla la sublime serpiente Kundalini…

 …El poder hipnótico de la serpiente descendente mantiene la humanidad sumergida en la inconciencia. Solo la serpiente ascendente por oposición, nos puede despertar. Esta verdad es un axioma de la Sabiduría Hermética. Ahora comprenderemos mejor el  profundo significado de la sagrada palabra: Kundalini.

 La voluntad sagrada está siempre representada por la Mujer Sacra, María, Isis, que aplasta la cabeza de la serpiente descendente…

 …Es la Doble Serpiente del Caduceo de Mercurio, es la serpiente tentadora del Edén;  pero es también, sin la menor duda, la Serpiente de Cobre de Moisés, entrelazada en el TAU, o sea en el Lingam generador.

 Es el Macho Cabrío del Sabbath y el Bephonet de los Templarios gnósticos; l’Hyle del gnosticismo universal; la doble cola de serpiente que forma las garras del Gallo Solar de los Abraxas.

En el Lingam Negro ebutido en el Yoni metálico, símbolo del dios Shiva, la divinidad hindú, se encuentra la llave secreta para el despertar y desarrollar la serpiente ascendente o Kundalini, a condición de no derramar Jamás en la vida el vaso de Hermes Trimegisto, el tres veces grande dios Ibis de Coth.” 

Abraham, nacido en Ur, la ciudad mesopotámica donde el diluvio universal se narra ya en la Epopeya de Gilgamesh por boca de Utnapishtim, de vuelta de la guerra contra los reyes de Sodoma y Gomorra, en una fortaleza encuentra a Melkisedék, el Genio de la tierra. Celebra en su presencia la unción gnóstica del "cum panis et vini" y recibe de él, el vaso de Hermes, el Santo Grial.

"Noé y Nir le miraron mucho, diciendo: “Esto (llega) del Señor, hermano mío.” Y pronto el sello del sacerdocio (era) sobre su pecho y (era) de aspecto glorioso. Noé dijo a  Nir. “Hermano, ya el Señor renueva la demora de la santificación después de nosotros.”  Nir y Noé se apresuraron y bañaron el infante y lo revistieron con las vestes del sacerdocio. Nir le dio los paños benditos y él comió. Y lo llamaron con el nombre de  Mellkisedék".

La figura de Melkisedék representa, probablemente, el más complejo enigma del Viejo y, sobre todo, del Nuevo Testamento. 

“Tú eres sacerdote en eterno según el orden de  Mellkisedék.” 

(Hebreos 5:6).

“Este Melkisedék, rey de Salém, era sacerdote del Dios altísimo. Él se acercó a Abraham, mientras que este volvía tras haber derrotado a unos reyes, y lo bendeció. Y  Abraham les dio un décima de cada cosa. Él es antes de todo, traduciendo su nombre, Rey de justicia; y pues también rey de Salém, es decir Rey de paz. No tiene padre, ni madre, sin genealogía, sin inicio ni fin de vida, similar entonces al Hijo de Dios. Este  Melkisedék se queda sacerdote en eterno.” 

Hebreos 7:1).

“Hay que notar que la palabra “Salém”, en contra de la opinión común, en realidad nunca ha designado una ciudad, sino que, si se toma como nombre simbólico de la residencia de “Melki-Tsedek”, puede considerarse como un equivalente del termino “Agarttha”.

De todos modos es un error ver en ella el nombre primitivo de Jerusalén, porqué aquel nombre era “Jebus”; al contrario, si el nombre de Jerusalén fue dado a aquella ciudad cuando allí los hebreos fundaron un centro espiritual, fue para indicar que de aquel momento ella era como una imagen visible de la verdadera “Salém”; es necesario observar que el Templo fue edificado por Salomón cuyo nombre (“Shlomoh”), derivado el también da “Salém”, significa el “Pacifico.”

Aquí se pierden de momento las huellas de la copa, alegoría de lo Yoni femenino que contiene “el néctar de la inmortalidad, el Soma de los místicos, la suprema bebida de los Dioses Santos.” 

La pista se reanuda con la mediación de la Reina de Saba, presunta amante del Rey Salomón.

Según la Biblia, la homónima reina de la tierra de Saba vino a conocimiento de la gran sabiduría del rey de Israel Salomón, y se puso en viaje hacia su tierra llevando consigo como dones: especias, oro y piedras preciosa (1 Rey 10,1-13;2 Crónicas 9,1-12). La preciosísima copa fue probablemente consignada, junto con 4,5 toneladas de oro, al tercer rey de Israel, sucesor de Rey David y conservada en su palacio, en cuyos parajes inútilmente la fueron buscando los caballeros cruzados. El Templo de Salomón fue destruido por el babilónico Nabucodonosor II en el 586 a.C. 

Se puede presumir que la santa copa viajo junto con los hebreos exiliados en Babilonia y luego devuelta de nuevo desde donde había llegado. El Segundo Templo se completó en el 515 a.C., tras el exilio babilónico, así como cuenta el Libro de Neemia, y destruido en el 70 d.C. por el general romano Tito. Según fuentes rabínicas de la Tora Oral, el Templo fue destruido 420 años tras su construcción. Admitiendo que allí hubiera sido redepositada la reliquia, cayó entonces en las manos de los invasores romanos. Herodes el Grande, a partir del 19 a.C., realizó un ampliación importante del Segundo Templo; por esta razón el Templo de Jerusalén desde aquella fecha viene también llamado Templo de Herodes. En el año ’46 Herodes, segundo hijo de Antipater , gobernó Galilea por orden de Caesar.

Herodes residía en el palacio de la capital galilaica Tiberiade, situada cerca del lago de Jenezarét, antes de la ampliación del palacio de Jerusalén, donde con toda probabilidad se custodiaba el tesoro sustraído y las armas. Podría tratarse también del palacio de los Asmonei, cuya ubicación relativamente cierta sería el centro de la Ciudad Santa, un poco más a occidente con respeto al templo.

“Había de la misma manera un tal Judas, hijo de Ezequías, aquel temible caudillo de los bandoleros que precedentemente Herodes no consiguió detener tras las mayores dificultades. Este Judas reunió en las cercanías de Sepphoris, en Galilea, un tropa de desesperados y llevó a cabo una incursión en el palacio real. Se apoderó de todas las armas que allí se encontraban, equipó con ellas todos los que lo rodeaban y se llevó todas las riquezas que habían recogido en dicho lugar.” 

(Flavius Josephus, Antigüedades Judaicas, XVII,10).

Según Aberlain, aquel “bandolero”, es decir Ezequía, era el jefe de estirpe real, un “hijo de David”. Un “rey en potencia que ya había recibido la unción y su bandolerismo era, de echo, la manifestación de la resistencia judía.” 

El saqueador del palacio, hijo de Ezequía y por ende rey también ¿encontró en el botín el Santo Grial? ¿Podría él, Judas de Gamála, haberlo consignado en las manos de su hijo, también rey de Israel, descendiente de la estirpe de David ben Yeshay, el Gran Kabír Jesús el Cristo? Jesús bebió de esta copa en la sagrada ceremonia de la última cena y José de Arimatea la llenó con la sangre que emanaba de sus heridas en el monte Calvario.

Volviendo a nuestra increíble tripulación de las “Santas Marías”, “casualidad” manda que el propietario y comandante de la embarcación se llamase José de Arimatea, propietario también del sepulcro donde fue depuesto el cuerpo de Jesús tras la crucifixión (Mateo, 27,57-61). El cual, José, había sido encarcelado por los judíos, acusado de haber sustraído el cuerpo y robado varias pertenencias suyas, y seguidamente librado. “Por lo tanto es evidente que el seudo pueblo de Arimatia, inexistente en la época de  Jesús, forma su nombre basándose en un barbarismo trivial que reposa en el hebreo har’math, que significa tanto un cementerio como una sepultura.

En una palabra, José de Arimatea es José el sepulturero, el guardián del cementerio, si Jesús fue inhumado en la necrópolis ritual de Los Olivos (sureste de Jerusalém), o el  guardián de la fosa infame si fue inhumado en el Gólgota. 

(R. Ambelain, Ob. Cit.).

Nuestro “enterrador” desembarcó el también en Oppidum Ra, y desde allí podemos seguir por lo menos tres versiones principales de la continuación de la leyenda: la española, la francesa y la británico-americana.

✠ ESPAÑA: 

Arimatea continuó su viaje por mar inspirado por la aparición en sueños de un ángel que le ordenó sepultar el cáliz en un templo ubicado en Montserrat, Cataluña, España. El monasterio es el centro de la leyenda del Sacro Grial: en la ópera de Wolfram von Eschembach, el Grial fue puesto a salvo en el castillo de Munsalvaeshe (mon salvationis), o Montsalvat, al cuidado de Titurel, el primer rey del Grial. Algunos han identificado el castillo con el monasterio de Montserrat; Richard Wagner dice en su Parsifal que Montsalvat está: “en las montañas del norte de España.” En 1940 el comandante de las SS Himmler, hizo una breve visita al monasterio para pedir datos sobre la posibilidad que allí fuese custodiado el Grial. Esta leyenda no encuentra tradición en Montserrat; la tradición hispánica del Grial lo sitúa en el monasterio de San Juan de la Peña (Huesca), y sucesivamente en el palacio de Barcelona y finalmente en la catedral de Valencia, donde se halla actualmente.

✠  FRANCIA:

Después de que los soldados del emperador Tito saquearan y destruyeran el Templo de Jerusalén en el 70 d.C., el botín, el tesoro del Templo de Salomón fue trasladado a Roma, donde se quedó por más de tres siglos, hasta que el Imperio empezó a desmigarse. En 410 los Visigodos, bajo el mando de Alárico, saquean Roma, tomando “El Tesoro del Templo”.Dos años después desembarcan en la costa meridional de la Galia. Tras la llegada de los Visigodos a Rennes hubo dos siglos de relativa estabilidad, hasta que en el siglo IV vinieron del Norte los Merovingios, que extendieron sus dominios sobre el reino visigodo. Estos invasores eran portadores de una sofisticada cultura y sepultaban sus gobernantes con joyas y tesoros. Uno de estos reyes, Dagoberto II, casó en Rennes-le-Chateau con la  princesa visigoda Giselle de Razas. Sobra decir que la legendaria riqueza de los Merovingios, bien documentada por la arqueología, ha dado vida a fabulosas historias de tesoros aún sin descubrir en la región de Rennes. Entre ellos "la preciosa copa". Otra versión que reconduce al mismo lugar de Francia es aquella de los Caballeros Templarios de los cuales se decía que hubiesen dirigido las excavaciones en el interior del monte del Templo de Jerusalén y que hallaron el Grial que ocultaron en su vuelta en la región de Rennes-le-Chateau. 

Nos desplazamos en 1885, precisamente el primero de junio, cuando se convirtió en curado de Rennes-le-Chateau, Berenguér Sauniére. Un curado muy particular, interesado por los fenómenos exotéricos. La iglesia estaba casi destruida y completamente por reestructurar. Iniciaron las obras de la pavimentación; unos obreros encontraron en una cazuela, “cosas que destellaban. ”Sauniére dijo que solo eran medallitas de la Virgen de Lourdes sin valor, pero regaló el mismo año al abad Grassaud un cáliz esplendido, de plata dorada, con símbolos de los Cuatro Evangelistas y una figura de mujer más arriba...” 

El Priorato de Sión empezó a producir, entre 1964 y 1967, toda una serie de documentos, bajo el nombre de <Dossiers secretos de Henri Lobineau>, a menudo de distribución limitada y publicados en ediciones privadas. Los argumentos de estas cartas eran de lo más genéricos, pero en todos ellos estaban insertadas referencias, más o menos explicitas, de un presunto pasado milenario del Priorato; muchos de estos documentos además conectaban este oscuro pasado con el misterio del curado Berenguér Sauniére. Los documentos fueron depositados en la Biblioteca Nacional de París bajo varios seudónimos.

Y más o menos del mismo periodo es la publicación de "Le tresór maudit" (1967), una novela best-seller escrita por Gerad de Séde en el cual se afirma que el abad Sauniére habría encontrado unos misteriosos pergaminos indicantes de un tesoro del que procederían sus misteriosas riquezas.

La notoriedad del Priorato de Sión se iniciará precisamente en el periodo en que Pierre Plantard entra en contacto con Gerard de Séde, ya escrito enr un libro sobre la historia de la ciudad de Grisos: <Los templarios están entre nosotros> (1962).

Este encuentro determinará la publicación de un sucesivo libro de De Sede, El oro de Rennes (1967), que constituirá la base del best-seller de Dan Brown: El código da Vinci.

 En el libro se cuenta el hallazgo, por parte de Sauniére, de unos pergaminos compuestos  por algunos testimonios.

 En realidad, los pergaminos reproducidos en el libro del de Séde habían sido redactados  por el marques Felipe de Chérisey (1923 – 1985), humorista de la radio francesa y actor (bajo el nombre de Amédée), amigo de Plantard que en 1979 declararó: <Les parchemins ont été fabriques par moi, dont j’ai pris le texte en oncéale à la Bibliothèque Nationale sur l’auvre de Dom Cabrol, l’Archéologie chrétienne> (Los  pergaminos han sido fabricado por mi tomando el texto en gótico de la obra de Dom Cabrol en la Biblioteca Nacional).

El mensaje escondido en los pergaminos hacía referencia a un tesoro que pertenecía a Sión (entonces al Priorato), y a Dagoberto II y a alguien que había <muerto allí> (en Rennes-le-Chateau).

 El personaje que habría muerto en Rennes era, según Plantard, Sigisberto IV. Presunto hijo de Dagoberto que históricamente se considera fallecido muy joven y sin hijos junto con el padre, mientras que en el cuento de Plantard se convierte sin embargo en el anillo de conjunción entre los Merovingios y los señores de Rennes, de los cuales, a su vez, el afirmaba descender.

Rennes-le-Chateau se encuentra justo en el medio del epicentro geográfico, donde nos conducen las infatigables búsquedas del Grial:

Languedoc. 

Las tierras comprendidas entre los confines del contado de Toulouse, los vizcondados de Carcassone, Bézier y Álbi, el vizcondado de Narbonne y el condado de Foix. Esta tierra poco distante de la región de La Camargue y entonces de Le Sanintes Maries de la Mer o

Oppidum Rá. 

Es la tierra donde se implanta la Iglesia de los "bons hommes", es decir donde se atestigua la presencia de los Cataros ya en el siglo XI. Que el Grial estuviese en manos de los Templarios y sobre todo de los Cataros es tesis sostenida por Otto Rahn.

Desde su juventud se interesó en la busqueda del Santo Grial, sosteniendo que los Cataros lo hubiesen conservado en Montsegur, la última fortaleza catara en caer en las manos de la Inquisición durante la cruzada albigense. En 1929 se realizaron varias investigaciones arqueológicas en Provenza y Languedoc, donde se supone se que desarrolla la leyenda de Parsifal, que creyó ser esencialmente alineada a la historia de los Cataros. Montsegur, Monsalvat (Munsalvaesche), y Montserrat es probablemente el mismo lugar, o sea Montsegur. La confusión con Montserrat se crea por Wagner que dice a su Parsifal que Montsalvat está “en las montañas del Norte de España.” La Ocitania francesa efectivamente formó parte ya en 1910 del Contado de Barcelona y más tardes de la Corona de Aragón, ello ha engendrado la confusión.

René Guenon en su “El Rey del Mundo” nos habla de este sitio:

“Pues hay un símbolo que se conecta a otro aspecto de la leyenda del Grial, y merece de especial atención: aquello del <Montsalvat> (literalmente “Monte de la salvación”), el pico situado <en los lejanos confines donde ningún mortal se aproxima>, representado como surgente del mar, en una región inaccesible y detrás del cual se elevaría el sol. Es al mismo tiempo <la isla sagrada> y la <montaña polar>, dos símbolos equivalentes de los cuales volveremos a hablar más adelante; es la <Tierra de inmortalidad>, que se identifica naturalmente con el Paraíso terrenal.” 

En 1244 cae la fortaleza de Montsegur decretando el fin del Catarismo. Doscientos veinticinco cataros fueron quemados en la hoguera. Aquello que deja un misterio es la relación Cataros y Caballeros  Templarios, ambos guiados por una visión gnóstico-maniquea procedentede Oriente, ambos residentes en la misma zona, ambos perseguidos al mismo tiempo, pero que no parecen tener puntos de contacto relevantes. Han circulado últimamente en la Red (www), falsos documentos que han traído el engaño por varios ciberautores.

Reenviamos al lector a los estudios de Michel Roquebert y de Edmond Bergheaud, además de aquellos de Alessandro Lorenzoni.

No podemos resistirnos, a mero titulo informativo, de establecer una cronología comparativa de los principales eventos históricos que interesan... Cataros y Templarios:

✠ 1118 – Hugues de Payns crea la Orden del Templo. 

✠ 1131 – Alfonso de Aragón, El Batallador, muere dejando su reino a las órdenes de la Orden del Templo. 

✠ 1167 – Primer concilio de la Iglesia Catara en St. Felix (Languedoc). 

✠ 1206 - Domenico de Guzmán inicia su predicación en contra de los Cataros en Languedoc. 

✠ 1208 - El Papa Inocencio III llama a la cruzada en contra de los Cataros Albigenses. 

✠ 1209 - Comienza al cruzada albigense (contra los Cataros de Languedoc). 

✠ 1244 - Toma de Montsegur. 

✠ 1255 - Última intervención armada y final de las revueltas cataras. 

✠ 1307 - Felipe IV El Hermoso, rey de Francia, decide suprimir la Orden de los Caballeros Templarios. En un solo día por orden del inquisidor de Francia, Guillermo Imbert, y del consejero del Rey, Nogaret, son detenidos todos los Caballeros Templarios de Francia.

✠ 1312 - En el Concilio de Viena, el Papa Clemente V, condicionado por Felipe IV El Hermoso, rey de Francia suprime la Orden. 

✠ 1314 - El último Maestre de los Caballeros Templarios, Jaques de Molay, por haberse retractado de las confesiones que se le habían obligado bajo torturas insoportables, es quemado vivo en París junto con Geoffroy de Charnay.

✠ 1321 - Muere en la Hoguera Guillermo Belibasta, último “perfecto” cátaro de Languedoc.

Alfonso I en 1131 asedió Bayonne, donde redactó el testamento que dejaba todos sus reinos a la Orden del Templo del Santo Sepulcro y que conquistó tras un año de sitio. Bayonne es Gascuña o País Vasco Francés, en aquel entonces Condado de Equitania, en el Camino Primitivo a Santiago de Compostela hacia St.Jean Pied de Port. Territorios estos pertenecientes, junto con Languedoc de la llamada Occitania. La Occitania, según algunos autores, caso emblemático de nación-nonación o nación prohibida (es decir existente como realidad que va más allá de los estados legalmente constituidos que su territorio atraviesa), comprende el sur de Francia (hasta el límite del Macizo Central), parte de España (Val d’Arán y zonas circunscritas de Cataluña), incluyendo las regiones de Languedoc y Roussillon, que inicialmente fueron demarcaciones administrativas del Imperio Carolingio. El Rey de Francia Felipe El Hermoso, durante un consistorio en Poitiers el 28 de mayo de 1308, afirmó reinar sobre dos naciones, una de lengua gala y otra de lengua occitana; y todavía en 1381 Carlos VI de Francia observa: “Quas in nostro Regno occupare solebar tam in linguae Occitanaequam Ouytanae.” A pesar de las “demostraciones” de Maurice-René Maziéres, los misteriosos hallazgos de Rennes-le Chateau, las leyendas sobre Rennes-les-Bains y sobre Le Bezú, o Blanchefort, o Lavaldieu; todas localidades limítrofes a Montsegur, están fuertemente puestas en duda por los testimonios documentales conservados hoy en los archivos del Templo de Douzens y de Mas Déu, y entonces la misma presencia de los mismos Templarios en Languedoc y todavía más sus relaciones con los Cataros.

“…El echo de que un templario fuese también el señor de Reddas o de Alberdun no prueba en absoluto que en Reddas o en Albendun hubieras Encomiendas. Esto es lo que los exegetas modernos no comprenden, quizás más por obstinación que por incapacidad. Nunca fueron los Templarios en ir a los señoritos, al contrario eran precisamente estos señoritos que se desplazaban hacia el Templo. Los papeles demuestran que los Templarios nunca se establecieron en Bezú o en Rennes, sino que Petri y Boneti de Reddas, además de Bernard Sesmundi, se movieron hacia aquellos que se habrían convertidos en vida, o tras la muerte, en sus hermanos.

“También está la presunción según la cual los Templarios dieron asilo a los “buenos hombres” cataros nos parece algo sospechosa., y nos hace pensar que podríamos estar frente a la enésima tradición mistificadora, porqué fueron los Hospitalarios, gracias a lazos muy  fuertes con las familias de la zona, en dar su apoyo indirecto a la resistencia en contra de los cruzados. Por otra parte, la confusa amalgama entre Hospitalarios y Templarios y entre Monjes Guerreros y Ordenes Religiosas de otro género es cosa bastante común en el imaginario colectivo. Entonces, si tal vez hubo una presencia catara en la Orden del Templo, esto se explica simplemente con el hecho objetivo que el Templo encontraba nuevos adeptos en primer lugar entre la pequeña y mediana nobleza. En el Midi, y sobretodo en la región de Albi, la probabilidad de que un señorito local o un noble fuesen cataros o adherido al catarismo era muy alta. Pero hay que subrayar que los templarios sostuvieron a los señores del norte durante la cruzada albigense y, cosa aún más importante, si la Orden se corrompió por la presencia catara, nada autoriza a opinar que los Templarios fuesen los únicos en reclutar en sus filas a algunos herejes. En suma: atribuir una cierta exclusividad a los Templarios en el fenómeno de reclutamiento de herejes, nos parece, no solamente anti histórico, sino dictado más que otra cosa por fútiles sofismas y  paralelismos (a escoger entre las dos posibilidades…). 

✠ GRAN BRETAÑA Y AMERICA: El simbolismo del que habla Guenón en relación con Montsalvat, la “isla sagrada” y la “montaña polar”, son reconocibles en la leyenda bretona de la Isla de Avalon. Lugar mágico, la Isla de Avalon (Glastorbury Tor), según la leyenda de Rey Arturo y los Caballeros de la Tabla Redonda. Se establece así de nuevo la conexión caballeresca real que vincula el Santo Grial con los Caballeros Templarios. Glastorbury Tor es una colina cerca de Glastorbury, en el condado de Somerset, Inglaterra; en la cumbre del cerro se encuentra la Torre de San Miguel. A partir de comienzo del siglo XI, tomó cuerpo la tradición según la cual Arturo fue sepultado en la Glastorbury Tor, que antaño estaba rodeada de agua, precisamente como una isla. Famosa por sus bellas manzanas, desde luego, su nombre, literalmente quisiera decir Isla de las Manzanas (también si según algunas teorías, lapalabra “avalón” podría ser una transliteración inglesa del término celta Annwyn, es decir reino de las hadas o Neverworld). La isla de Nunca-jamás de Peter Pan. El primer documento escrito que nos habla de Avalon asignándole el significado de Isla de las Manzanas se encuentra en “Historia Regnum Britanniae” de Gofredo de Monmouth; esta es la traducción más probable, visto que en bretón y en crónico el término utilizado para indicar manzana, es Aval, mientras en galés es Áfal, pronunciado aval. Además el concepto de un “isla de los beatos”, ubicada en el extremo occidental (el lugar del tramonto), está presente también en otro lugar en la mitología europea, especialmente en el Tir na nÓg y en el mito de las griegas Hespérides (famosas ellas también por sus manzanas). En 1892 allí se hallaron los restos de un antiguo asentamiento de la edad del hierro.

En la misma zona se encuentra Stonhenge cerca de Amesbury en Wiltshire. Wiliam Blake, poeta místico inglés, creía en la profecía Biblica de la “Nueva Jerusalén” según la cual una nueva era hubiera dado inicio a “Engelland” (la “Tierra de los Ángeles”, nombre que con el tiempo setransformó en “England”), irradiándose desde el “Templo de los druidas”de Stonehenge y Avebury. Otro sitio señalado en aquella que llamaremos: “Geografía Sacra”. Directamente conexa con la visión de la “Nueva Jerusalén” es Glastobury (definida la “Tierra Santa” de Inglaterra). También Glastombury como Avebury está situada sobre una de las antiguas Ley Lines (líneas de energía). Según otra teorías, (sin fuentes), Avalon sería l’Ile Aval o Daval, en la costa de la Bretaña, o Burgh-by-Sands nel Cumberland, que en el tiempo de los romanos era la fortaleza de Aballava, a lo largo del Valle de Adriano, y cerca de Camboglanna, por encima del río Edén, ahora Castlesteads. Por una coincidencia el sitio de la última batalla de Arturo se llamaría Camlan. Por otros Avalon se debería ubicar sobre el Monte de San Miguel, en Cornualles, que se encuentra cerca de otras localidades asociadas con las leyendas artúricas. Este monte es en realidad una isla que se puede alcanzar cuando hay baja marea. La cuestión es confusa por leyendas similares y topónimos presentes en Bretaña. La Isla de Avalon era llamada también “Inis witrin” (isla de cristal) por la abundancia de guado, planta que esfuma sobre el azul y que los guerreros celtas usaban para teñirse el rostro antes de la batalla.

Según algunas leyendas (ved el poeta Robert de Boron), Avalón sería el lugar visitado por Jesús y José de Arimatea y aquel donde, precisamente José de Arimatea, después de haber recogido la sangre de Cristo en una copa de madera (el Santo Grial), se refugió en el año sesenta y tres, fundando también la primera iglesia de la Bretaña. Aquí el Grial vino custodiado y utilizado como cáliz durante la celebración de la misa, de la cual participaba la comunidad entera. Probablemente José no estaba solo, sino acompañado por Nicodemo, el discípulo que le había ayudado a bajar el cuerpo de Cristo en el Golgota:

“Nicodemo, que anteriormente había ido con Jesús de noche, vino el también, llevando una mixtura de mirra y de aloe de cerca de cien libras. Ellos entonces cogieron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en fajas con los aromas, según la manera de sepultar en uso por los judíos. En el lugar donde Él había sido crucificado había un jardín, y en aquel jardín un nuevo sepulcro, donde nadie había sido todavía enterrado. Allí entonces pusieron a  Jesús,a modo de la Preparación de los Judíos, porqué el sepulcro estaba cerca.” (Juan 19,39-42).

Este desdoblamiento de la figura de Arimatea con Nicodemo devendrá, gracias a la suplantación del mito, lo mismo que Rey Arturo y Merlín, en otras palabras,el poder regio y el sacerdotal. Arturo y Merlín formaron las tercera Mesa del Grial, llamada Mesa Redonda. La primera Mesa fue construida por el mismo Arimatea en el exilio con un pequeño grupo de fieles (Oppidum Rá), debía adornar el cenáculo, de hecho, había trece puestos de los cuales uno era ocupado por un pez, que representaba a Jesús, y otro que representaba el escaño de Judas, era llamado “Escaño peligroso”. Las etapas históricas que la reliquia habría seguido están descritas en un texto medieval del escritor Robert de Boron, titulado Joseph d’Arimathie. Resumimos esquemáticamente este minestrón de mitos y leyendas, asociándolo a las reciprocas superposiciones e interpretaciones paleodemólogicas 

✠ 1.- José partió para las tierras inglesas, donde en Glastonbury fundó la primera iglesia cristiana, que dedicó a la Madre de Cristo. Anu, Danu o Dana, la gran diosa Madre de los celtas, de la divina raza de Irlanda: “el pueblo de la Diosa Danu”, es decir los Tuatha De Danann. En el cristianismo ha devenido en la Santa Brigida Irlandesa, la Santa Ana de la Bretaña, la Black Annis en Inglaterra (espantapájaros para los niños), la dócil Ana en Escocia, que rige el poder sobre las tempestades. Vease más arriba la descripción del mito de la Kundalini.

✠ 2.- A la muerte de José la custodia pasó a Bron, el cual se hizo famoso con el nombre de “Rico pescador”.

La elección del nombre “Rey Pescador” puede estar vinculada a una serie de posibles implicaciones: en la simbología cristiana, el pez simboliza a Cristo; los primeros apóstoles fueron “pescadores de hombres”; en la simbología celta, el pez (el salmón), está ligado con la sabiduría; una implicación sería dada también por la asonancia entre las palabras francesas pèsceur y pésceur (“pescador” y “pecador”).

✠ 3.- A la muerte de Bron se convirtió en tercer custodio del Grial un hombre de nombre Alain. Se construyó un castillo en Muntszlvach, la Montaña de la Salvación (cuya ubicación es desconocida), precisamente para custodiar el Grial, y nació una específica Orden caballeresca, llamada Orden de los Caballeros del Grial, surgida con motivo de defender el cáliz. Ellos se sentaban a la Segunda Mesa del Grial. El guardián del Grial asumió el titulo de Rey y Sacerdote. Se ha tratado profusamente sobre el tema de Montsalvat y del significado iniciatico que le ha dado Guenón. A el acudimos también para explorar las raices de la figura del rey-sacerdote del Brahatma de las Upanishad:

“…al Brahatma (vérticedel triangulo iniciativo), pertenece la plenitud de los dos poderes sacerdotales  y regios, considerados principalmente y en cierto sentido, en estado diferenciado; los dos poderes se distinguen luego para manifestarse, el Mahatma (principio mediador), representa entonces en particular el poder sacerdotal y el Mahanga (base del triangulo), el poder regio.”

Cristo es homenajeado por los Reyes Magos , soberanos de la Agarttha, y saludado como Rey (oro), y Sacerdote (incienso), Incorruptible (mirra).

✠ 4.- Tras unas generaciones ascendió al trono un hombre llamado Anfortas, el cual recibió una herida misteriosa que lo convirtió en estéril. El rey se hizo celebre con el nombre de Rey Herido, y la tierra de su reino fue golpeada por un periodo de sequía: se habla, a propósito de este periodo de Tierra Desolada (Waste Land). La terre gaste de los poemas épicos medievales, o sea un territorio devastado, estéril y mortal que deben cruzar los caballeros para llegar al Grial, “La tierra desolada” es probablemente la obra más famosa del poeta americano T. S. Helliot, que vivió entre los siglos XIX y XX, y está considerada como una de las obras maestras de la literatura modernista. The Wast Land es un prestito de Jessie L. Weston, autora de “From Ritual to Romance”, obra a la cual Helliot debe mucho, donde la antropóloga analiza el amplio material sobre mitos y leyendas de la edad medieval, en particular sobre el Sacro Grial y la baraja de los tarot. En From ritual to romance, obra de 1920, Weston identifica las analogías entre los antiguos ritos mistéricos y naturales, es el tema fundamental de la “búsqueda del Sacro Grial”. La primera analogía por ella encontrada es la presencia de elementos masculinos (la lanza), y femeninos (la copa), susfusión en vista del tema arquetípico de la fecundidad. La lanza con la que el rey fue penetrado fue identificada con la Lanza de Longinos, el soldado romano que, según la tradición bíblica,habría perforado el costado de Cristo en la cruz. Como nos ilustra René Guenón:

“El nombre Longinos es emparentado con el nombre de la lanza, en griego loghé (que se pronuncia, lonké); en latín lancea, del resto tiene la misma raíz… el simbolismo de la lanza está a menudo en relación con el <Eje del Mundo>; en este sentido la sangre que brota de la lanza tiene el mismo significado del rocío que emana del <Árbol de la Vida>; como es notorio, todas las tradiciones son unánimes en afirmar que el principio vital está íntimamente ligado a la sangre.” 

✠ 5.- Con el fin de encontrar el Grial, el Mago Merlín fundó la "Tercera Mesa del Grial", llamada "Tabla Redonda". Tras haber educado al joven Arturo, este último devino rey de Camelot y se rodeó de una compañía de doce caballeros, que tomaron el nombre de“Caballeros de la Mesa Redonda”. En el ciclo arturiano, la Mesa Redonda era la mesa del castillo de Camelot donde se sentaban los Caballeros y el Rey Arturo para discutir cuestiones de importancia crucial para el reino. En algunas versiones, también el Mago Merlín tenía un asiento. El fin de la Mesa Redonda era evitar conflictos de autoridad, entre otros. En efecto, al no haber nadie como cabeza de mesa, cada caballero tenía su puesto igual que todos los demás y también el Rey  Arturo se sentía como cualquier otro caballero. El uso de soluciones similares en los grupos célticos antiguos estádo cimentado también por otras fuentes. Según la tradición, un sitio en la mesa, dicho siège périlleux (escaño peligroso), estaba reservado por Merlín al caballero de purísimo corazón destinado a encontrar el Grial; cualquier otro que allí se sentase era condenado a muerte instantánea. La silla se quedó por largo tiempo vacía, hasta ser ocupada por Galahad. Hijo ilegitimo de Lancelot. La misma estructura la encontramos en el “consejo circular del Dalhai-Lama,constituido por doce Nome-khan, los doce miembros del circulo interno del Agarttha, los doce signos del zodiaco, los doce Aditya que representan también los doce meses, los doce meridianos principales de la medicina china en los cuales discurre el Ch’i oenergía vital, los doce grandes dioses del Olimpo, los doce apóstoles… Saynt-Yves describiendo los distintos grados o círculos de la jerarquía iniciatica dice que :

“El círculo más alto y más cerca del centro misterioso se compone de doce miembros, que representan la iniciación suprema y se corresponden, entre otras cosas, a la zona zodiacal.” 

 ✠ 6.- El día de Pentecostés el Grial apareció en el centro de la Mesa envuelto en un nimbo de luz, desapareciendo en breve. Los caballeros entonces, se empeñaron en una búsqueda iniciática del Cáliz: Los más celebres fueron Lancelot, Galván, Bors, Parsifal y Galahad. Lancelot estuvo a la altura de acercarse al Grial, pero fue afectado de ceguera a causa de su adulterio con la mujer de Arturo, Ginebra. Galván alcanzó el Castillo del Grial, pero no consiguió cogerlo a causa de su naturaleza demasiado atada a las cosas mundanas; el estaba falto de aquella sencillez requerida al investigador. Solamente tres lograron alcanzar el Grial y fueron capaces de participar a sus misterios: Galahad, caballero virgen, Parsifal, el Inocente y Bors, el hombre común, que fue el único en volver a la corte de Arturo llevando la noticia del hallazgo.Ninguno de ellos, sin embargo, pudo apoderarse de él. Parsifal, tras haber errado por cinco años, encontró el camino al castillo del Rey Herido (también llamado Rey Pescador), y después de dirigirle una extraña pregunta: “¿Quién sirve el Grial?” saneó la herida del soberano. El agua volvió a fluir en la Tierra Desolada haciéndola florecer. Galahad, Parsifal y Bors retomaron la búsqueda, llegando a la ciudad oriental de Sarras, la Ciudad del Paraíso, donde el Grial había sido trasladado. 

Desde ahora en adelante, la caballería fantástica deja lugar a los caballeros cruzados y sobre todo a las Órdenes caballerescas de los Hospitalarios de San Juan de Jerusalén y a los Pauperes commilitonis Christi templique Salomonis, que identificarán Sarras con la Jerushalaim celestial y por ende con la terrenal. Pero ¿Qué debemos pensar cuando descubrimos que Sarras es un municipio francés de 2.140 habitantes en el departamento del Ardèche de la región del Rodano-Alpes a menos de trescientos kilómetros en la perpendicular norte con respeto a Notre Dame de la Mer? 

Quizás la Jerusalén celestial se encuentre en la ruta recorrida por José de Arimatea en su viaje hacia Inglaterra. O quizás, siempre por asonancia de nombres, por historia y por localización, ¿podría Arras, otra localidad francesa situada en el departamento del Paso de Calais, ser la localidad miseriosa? 

En el siglo IX fueron frecuentes las de incursiones vikingas (más adelante veremos el nexo), Arras es citada en el reportaje del itinerario de Singerico de Canterbury el cual, en torno al 900 se fue a Roma para recibir el Palio de las manos del Pontífice Juan XV; tal recorrido en los siglos siguientes se habría llamado Vía Francigena. La penúltima etapa antes del trans-tiber. 

San Pedro en Roma era la iglesia de San Juan Bautista de los Florentinos, lugar de adoración del “pié” de  La Magdalena. Uno de los principales caminos por tierra que convergían hacia Santiago de Compostela y que se describen el "Codex Callistinus" (Liber Sancti Jacobi). En el detalle la localidad de Arras, representaba la etapa LXXV de aquel itinerario ya mencionado el el Prefacio: “El recorrido más antiguo partía probablemente de la iglesia de St. Andrew, en Escocia, destruida por los protestantes, pasando en época templaría, por la misteriosa capilla de Rosslyn, al sur de  Edimburgo…” La tradición masónica esta repleta de referencias sobre la supervivencia de los Templarios en Escocia.

La Orden del Templo fue abolida el veintidós de marzo de 1312, con la bula Vox in excelso, por Clemente V, “no sin amargura y tristeza de animo, no por sentencia de juicio, sino por medida o decisión apostólica.” 

La presencia de los Caballeros del Templo en la batalla de Bannockburn (23-24 junio, 1314), al lado del futuro Rey de Escocia, durante la primera guerra de independencia escocesa (1296-1328), no está suficientemente documentada. La relación del líder de la revuelta Robert I Bruce con el Templo puede ser avalada por sus orígenes normandos y por la leyenda local, por la cual, según el deseo de Robert Bruce, su corazón debería de ser enterrado en Jerusalén en la Iglesia del Santo Sepulcro. 

En 1330 al menos cinco Caballeros Templarios se embarcaron para cumplir la aspiración de Robert Bruce. Durante el viaje la comitiva fue bloqueada por los sarracenos. Según la leyenda local, uno de los caballeros, llevó el corazón en batalla como talismán. Parece que el corazón fue llevado de vuelta a Escocia y enterrado en la abadía de Melrose. Bruce estuvo frecuentemente en contacto con el héroe escocés William Wallace.

Michael Baigent, Richard Leight, en sus libro “The temple and the Lodge”, y después juntos con Henry Lincoln, intentan ofrecer una respuesta de lo que habría sucedido tras la supresión de la Orden a la flota templaría anclada en La Rochelle. La autoridad de esta fuente es por lo menos dudosa, vista la biografía de los mencionados señores y las sucesivas vicisitudes legales de los primeros dos, ligadas al libro “El código da Vinci” de Dan Brown, acusado de haber plagiado sus “The Holy Blood and the Holy Grail”, más comúnmente conocido como “El Santo Grial”.

Los mismos operaron unas investigaciones en Francia respecto al misterio de Rennes-le-Chatteau, sobre el guión de “Le trèsor maudit” (1967), la novela escrita por Gérard de Sède.

Seguidamente ellos escribieron “El Santo Grial”, publicado el 18 de enero de 1982. Umberto Eco, en la rubrica “La bustina di Minerva” en “L’Espresso” de 23 agosto de 2001, p. 166, listando los libros que cuentan más fanfarronadas sobre los Templarios, indicaba: “El Santo Grial” de Baigent, Leigh y Lincoln como el modelo de historia-ficción más descarado, afirmando con respecto a los autores que sus mala fe es tan evidente que el lector vacunado puede divertirse como si hiciera un juego de rol.

No es posible a estas alturas no unir la trayectoria de la Orden y del Grial con la historia de la familia Sinclair (St. Clair). Según una genealogía que mezcla miembros realmente existidos con otros de no comprobada existencia, Henry Sinclair, Conde de Orkney (Orcadas), descendía del normando Guillermo el Conquistador y del príncipe vikingo Rollón.

Catherine de St. Clair se casó (¿?) en 1101 con Huges de Payens, fundador con Gofredo de Saint-Omer,de la Orden de los Templarios, según el historiador alemán R. Hiestand, entre enero y septiembre de 1118. Esta unión no está confirmada, parece que Hugens tuviera una mujer y al menos un hijo, Teobaldo, luego abad del monasterio de Sainte-Colombe en Troyes. Como se casó antes de ser sometido a los votos monásticos, podía hacerse una excepción. A pesar de ello, por ser de veras guía de sus caballeros, Hugens abandonó a su esposa y tomó los mismos votos de los demás caballeros. El sobrino (¿?) de Henry Sinclair era Jean Gisors, un personaje realmente existido (1133 – 1220), que fue un señor normando fundador de la ciudad de Portsmouth. Según “Les Dossiers Secret de le Prieuré de Sion”, fundó en 1188 la Orden de la Rose-Croix (Rosacruz). Sobre este punto es necesario puntualizar dos cosas. La primera es que la Antigua y Mística Orden de la Rosa Cruz, mundialmente conocida bajo las siglas A.M.O.R.C., afirma sobre si misma que no es un movimiento filosófico de reciente creación, remontando su fundación al faraón Thutmosis III (1504-1447 a.C.). “Su origen se remonta a la escuela de los misterios del antiguo Egipto.”  Y todavía: “En ciertas tesis relativas a la historia rosacruz, se habla de un personaje de nombre <Christian Rosenkruz> (1378- 1484), mostrándolo como fundador de la Orden, por lo que algunos deducen que la Orden de la Rosa-Cruz no empezó su desarrollo hasta el siglo XIV. Esto es un error…Este anuncio era alegórico y las iniciales >C.R.C.> no designan a una persona que hubiese existido. Eran un titulo simbólico que algunos dirigentes habían recibido de la Orden.” 

La segunda es que el único Priorato de Sion de que se tienen noticias históricas ciertas es una pequeña asociación fundada el 7 mayo de 1956 en Annemasse por Pierre Plantard (¿de St. Clair?).

El origen del titulo St. Clair está vinculado, como requiere esta genealogía, a los reyes de Noruega y a los vikingos. Rollón se casó con Gisele (¿?), hija del Rey Carlos El Simple, que le cedió la actual Normandía, con el tratado de Saint-Claire-sur-Epte, de donde procede el nombre de la familia. Hay dos versiones sobre el matrimonio. Una es aquella que Rollón fue bautizado y que casó con Gisele, hija ilegitima de Carlos, convirtiéndose en su vasallo. Una segunda narra que sería casado more danico (unión pagana de uso vikingo), con Popa de Bayeux, hija del conde franco de Bayeux y marques de Neustria, Berengario, que él mismo había matado en la toma de la ciudad. Le sucedió el hijo Guillermo "Larga-espada", asociado al poder desde 927, mientras que la hija, Gerloc (917-926, rebautizada Adela), de Normandía, fue esposa de Guillermo III, Conde de Poitiers y Duque de Aquitania.

Volvamos a las nobles familias que forman sus propios blasones en las orillas del Río Epte, zona que, a pesar de hallarse en el actual territorio de Francia, posee un fuerte ligado con la Isla Británica, los Saint Clair y los Gisors. En efecto en 911 Rollón sitió Chatres y el rey carolingio con el citado tratado le cedió parte de la Neustria, es decir los condados de Rouen, Lisieux y Evreux más la porción de territorio entre los ríos Epte, un afluente a la derecha del Sena, Bresle y el mar. La Nustria es una región histórica nacida en 511, situada entre Aquitania y el Canal de la Manga, aproximadamente la mayor parte del norte de la hodierna Francia con Paris y Soisson como ciudades principales. La Neustria constituye la parte más occidental del Reino de los Francos durante la dinastía de los Merovingios desde el siglo VI hasta el VIII.

“El confin mas atormentado, fue el que está separado hoy por la línea del Río Epte, afluente del Sena, al noroeste de París. Sobre estas orillas se observaban y enfrentaban varias estructuras militares y fortificaciones menores de propiedad de los condes normandos locales, ahora fieles a la corona francesa, ahora fieles a la inglesa. Por la naturaleza poco clara de la política conducida por estos potentados, Enrique I (¿?) decidió edificar una serie de castillos reales dependientes directamente de él…Uno de los  primeros castillos en ser construido, de naturaleza puramente defensiva, fue el Castillo de Grisors.

La novedad que nos ha convencido en estudiar Grisors, es la fama de este, por ser el  primer castillo construido en piedra, y no más en madera. Tal era la fama y la potencia de este castillo entre los caballeros, que en seguida se alimentaron una serie de extraordinarias vicisitudes que lo han investido hasta nuestros días.

La excepcionalidad de esta construcción devino focal e inspiró la más clásica iconografía castrense hasta el setecientos.

La fecha de fundación acertada por Mesquí, ronda el 1089, y las sucesivas manipulaciones se atestan en torno al 1123-1124.” 

Por coherencia de fechas hubiera sido Guillermo II "El Rojo", predecesor de Enrique, en confiar el proyecto a Roberto de Bellème.

Pasa a la Orden delos Templarios en 1158; es aquí que en 1188 fue proclamada la tercera cruzada y en este periodo probablemente toma el nombre de Grisors. Los subterráneos del castillo, nunca completamente explorados, están hoy interdictos a los visitantes a causa de las excavaciones abusivas de Roger Lhomoy, hombre empleado por De Sede. En 1956 De Sede se convirtió en factor de finca, y fue durante este periodo de su vida que conoció a Roger Lhomoy que era su porquero. Lhomoy había trabajado como  anterioridad como guía turístico en el Castillo de Gisors en Normandía y declaraba haber descubierto un acceso secreto a un sótano de treinta metros largo, ancho nueve y alto cerca de cuatro y medio, bajo el torreón interno al castillo. En el interior de este sótano Lhomoy sostenía haber visto diecinueve sarcófagos de piedra, cada uno de dos metros y largo sesenta centímetros, pero Lhomoy fue considerado un mentiroso; no obstante, este episodio sirvió de inspiración a Gérard de Sède para escribir un articulo sobre Gisors, lo cual le hizo conocer a Pierre Plantard. De Sède, que en su libro habla de los Templarios (que efectivamente ocuparon Gisors, pero solo por tres o cuatro años), de sus fuga de París el día de la detención masiva de los caballeros, y del tesoro que habrían transportado en la noche también a Grisors. Hipótesis probables, pero no verificables, así como la presencia, en los subterráneos de Gisors, de una supuesta Capilla de Santa Catarina, cuya descripción, tomada de un boceto de  Alexandre Bourdet, fechado en 1696, lleva, que casualidad, a la descripción echa por Lhomoy. Según De Sède la cripta no solamente contenía el tesoro, ¡sino también el mítico Santo Grial! 

Un descendiente reciente, Andre Sinclair (Oxford, 21 de enero de 1935), escritor, historiador, critico literario y director británico, publica en 1993 “The sord and the Grial”. Esta obra trata de las relaciones del antepasado Henry con la flota templaria que viajó y estableció una colonia en 1398 en Massachuttes, en el actual costa noreste de los Estados Unidos de América. Figura clave es precisamente el Conde William de St. Clair, príncipe de las Orcadas, enterrado en la cripta de la Capilla de Rosslyn, que mandó construir entre 1446 y 1450. En la capilla se encontraría (¿?) también la tumba de Henry St. Clair, abuelo de William. Richard de Saint-Clair y Brittel de Saint-Clair son ambos mencionados en el Domesday Book.

Guillermo de Saint-Clair acompañó a Santa Margarita de Escocia, hija de Hedard, en el exilio en aquel País en 1068, donde se casó con Malcom III. A cambio de sus esfuerzos el rey, presumiblemente concedió en el sigloXII a los Saint-Clair/Grisors la baronía de Rosslyn, en Midlothian. El Príncipe Enrique de Sinclair nació en 1345 en el Castillo de Rosslyn, y era descendiente de los Saint-Clair/Grisors.

“El Príncipe Enrique en 1379 se ganó también el condado de Orkney. El condado comprendía Shetland, las islas Faroer y probablemente también Islandia. En total cerca de doscientas islas del Norte Atlántico. La familia Sinclair había formado parte de los Templarios desde 1118, y mientras que Bruce era Soberano Gran Maestre del Arte y de las Corporaciones, Sir Guillermo Sinclair (padre de Enrique), era Gran Maestre Heredero. Sir Guillermo murió en España cuando intentaba transportar el corazón de Bruce en Tierra Santa. El Príncipe Enrique en 1365 se asoció a la Cruzada de Rey Pedro, y mientras se hallaba en Venecia, encontró a la famosa familla Zeno.

Los venecianos fueron los ganadores de esta campaña, pero sus puertos en la región estaban cerrados por los enemigos. Esta podría haber sido la razón por la cual Antonio y  Nicolás se unieron al Príncipe Enrique. Los ciudadanos de Venecia eran mercaderes, y con sus puertos cerrados, se hacía necesario y vital abrir nuevas vías de comercio. 

En 1391 Nicolás se fue a Orkey desde donde, inmediatamente después, invitó a su hermano Antonio a alcanzarle. A la edad de cincuenta y tres años, el Príncipe Enrique navegó hacia occidente de Orkey a Islandia.” 

En 1558 otro Nicoló (1515-1565), descendiente del navegador, publicó en Venecia un mapa del Norte Atlántico junto con una serie de cartas que declaró haber encontrado en un almacén de familia en la ciudad lagunar. Hay muchas dudas sobre la autenticidad del mapa, mientras según unos estudiosos, el viaje de los hermanos Zeno hecho a finales de 1300 tras petición de un principe de las Orcadas, llamado Zichmini (¿Saincaire?), se desarrolló de verdad (el libro describe bien el territorio y las gentes deIslandia). Según algunas interpretaciones, Nicolás y Antonio Zeno alcanzaron el Norte de América. En el mapa están además ilustradas también muchas tierras inexistentes, entre las cuales Frislandia que quedó en los mapas del Atlántico por más de un siglo. Quien ha visto y estudiado el mapa, nutre serias dudas en su propósito. Demasiado preciso en la demarcación de Islandia y Groenlandia gracias a la técnica de las proyecciones cónicas, técnica descubierta tres siglos después. Alguien se atreve a decir que aquel mapa haya sido recabado de otros, mucho más antiguos, trazados por antiguas poblaciones de norte, como aquella del almirante turco Piris Reis, sobre el cual parece haberse basado Colón. En algunos casos también de mapas mitológicos, como Thule, Iperborea, etc.

Roger D. Macleod (Rumford, Maine – 9/11/1937-Lowell 21/03/2012), asistente catedrático en la Universidad Lowell en Massachuttes, sugiere la idea de una colonia escocesa, entre 1003 y 1403, a causa del nombre que seda a la tribu Passmquoddy-Zeebayen-geeling, que en gálico (lengua celta extinta) se traduce como “Los escoceses de las tierras altas que pescan salmones con cañas”.

Según un mito precolombino recogido en México por el cronista español del siglo dieciséis, Juan de Torquemada (Valladolid, 1388-Roma, 26 de septiembre 1468), el dios de los nativos, Quetzacoatl era “un hombre rubio de  piel clara y larga barba”.

Louis Charpentier en “El misterio de los templarios” (1971), propone como explicación por el interés de los templarios hacia América, una razón muy básica: La plata. Por otra parte aparecen por lo menos inquietantes los relieves de la columna del aprendiz masón, en la Capilla de Rosslyn, erigida en1446, que representan cactus y maíz americano. Así como inquietante es la leyenda del homicidio del aprendiz que la realizó, asesinado por su propio Maestro Masón, envidioso por aquella perfecta maravilla del artesonado. Muerte que está en directa relación simbólica con la del arquitecto del Templo de Salomón, Hiram Abif. En la masonería el concepto de Hiram resucitado está en identificar el logro de la Iluminación. La pequeña capilla no termina de sorprender todavía hoy en día. El 14 de mayo de 2011 se ha tenido un encuentro en el Grand Hotel Mediterráneo, en Florencia, con la participación del Gran Maestre del GOI, Gustavo Raffi, de Lord Malcom Ian Sinclair, archivista e historiador del Clan Sinclair, en la convención internacional del Gran Oriente de Italia, del presidente del Collegio Circoscrizionale della Toscaza, Stefano Bisi, del doctor Paolo Corallini y de numerosas autoridades masónicas y civiles.

“Allí abajo – ha subrayado Lord Sinclair al nutrido público – hay algo muy importante que quizás pueda dar muchas respuestas” también sobre los últimos secretos de los Caballeros del Templo. “Estamos rescribiendo la historia de la Capilla de Rosslyn  – explicó – y por hacerlo debemos adquirir pruebas ciertas que después serán presentadas a los estudiosos en cuanto tengamos confirmaciones”. En el trasfondo, otros importantes hallazgos, entre los cuales los restos de un caballero, en Cumbría (Noroeste de Inglaterra), que prometen clamorosas revelaciones.

“Debajo de la piedra roja – ha explicado Lord Sinclair – podría quizás esconderse un pergamino, en un contenedor de madera, posiblemente sellado con pez. Una pista sobre la cual ahora se concentra la investigación de los estudiosos, esperando tiempos y confirmaciones. “Cuando vayáis a Rosslyn, sentaos allí y dejad que la Capilla de Rosslyn venga a vosotros”, ha sido la invitación de Lord Sinclair.

La Orden de los Hospitalarios recibió todos los bienes de los Templarios cuando este última Orden fue abolida el veintidós de marzo de 1312, con la bula "Vox in excelso", por Clemente IV. Quizás algunos de estos tesoros y entre ellos la famosa Copa, fueron salvados. Podría el Grial haber sido ocultado en diversos lugares siguiendo un itinerario de sur a norte de Francia?, como en Montsegur pasando por Sarrat o Arrat o por la vecina Gisors, para zarpar siguiendo la Vía Franquigena hacia las costas inglesas y finalmente a Rosslyn, mientras que con una maniobra diversiva la flota templaría llegaba vía mar. Precisamente cerca de Rosslyn, en la diminuta isla de May en el Firth of Forth, la profunda ría creada en la costa oriental escocesa por el estuario del Río Forth, según una tradición masónica ,habrian sido trasladados inicialmente a bordo de tres navíos, los documentos y las riquezas de los últimos templarios en fuga del puerto de La Rochelle. ¿Y desde allí haciendo escala en Portugal, cruzando el océano haber sido llevado a América? Son solamente hipótesis.

Alguien hace notar que el nombre Portugal sea algo del tipo Port-O-Grial, el puerto del Grial, y se pueden comprobar también analogías del rol que la masonería tubo en la formación de los Estados Unidos de América y en la independencia del Brasil, colonia portuguesa. 

“¿Porqué los templarios siempre han querido su independencia? Quizás parte de la explicación se halla en los orígenes masónicos de los Estados Unidos, así como en la obra <Utopía> de Francis Bacón, o en la historia de la trama masónica conocida como la <estrecha observancia escocesa>, muy fuerte en los EE. UU. Es interesante saber que la ciudad de Washington se erige sobre un plan donde los principales monumentos, edificios públicos, administrativos y de gobierno, así como todas las áreas representativas de la ciudad, las antiguas y las modernas, se encuentran en los cruces exactos de líneas que dibujan serie de cruces templarías, el hexagrama y el pentagrama.” 

El punto exacto donde habría surgido la nueva capital fue escogido por elmismo George Washington y el proyecto confiado a un arquitecto (¿como no?) francés, Pierre Charles L’enfant en 1791. Es curioso notar que también la famosa estatua de la libertad en Nueva York, fue proyectada por los franceses Fréderic-Auguste Bartholdi y Gustav Eiffel. L’enfant no fue pagado por su trabajo y cayó en desgracia, murió en la pobreza y fue enterrado en las posesiones de un amigo en Prince George Country en el Maryland.

El origen celta que se le reconoce al Grial, deja entender que los Druidas deben ser considerados entre los custodios de la tradición primordial.

La copa de la vida de los celtas es el “Calderón de Dagda”, portado en el mundo material por los Tuatha De Danaan, representantes ultra terrenales del “pequeño pueblo”. Capaz de alimentar un número ilimitado de personas sin vaciarse nunca, recoge en si el simbolismo del inagotable  conocimiento, la gnosis perfecta. Calderón, noto por los comics de Astérix y Obelix, en los quel el druida Panoramix, mezclaba la poción mágica que daba la victoria en batalla. Algo a que se hace alusión en todas las tradiciones, que a partir de una cierta época se habrían perdido. El Soma védico de los hindúes en el Haoma mazdeo de los persas, el néctar de la inmortalidad.

La pronunciación del Nombre de Dios entre los hebreos o la búsqueda de la palabra perdida de la masonería. Palabra que es Lógos o Unidad antes de la dialéctica entre el apolíneo y el dionisiaco. El Andrógino anterior a la división entre varón y hembra. El estado primordial “más allá del bien y del mal”. Para los alquimistas representa el conocimiento, y su búsqueda equivale a aquella de la Piedra Filosofal o del Elixir de larga vida. Un conocimiento olvidado que se transmite en forma secreta solo a los iniciados mediante un complicado y hermético lenguaje simbólico. Así como los maestros masones transmitían el secreto de las catedrales, comunicando sus pensamientos sin ser entendidos por los profanos. Y lo hacían en Argot.

“Para nosotros <arte gótica> no es otra cosa que una deformación ortográfica de la  palabra <argótico>, cuya homofonía es perfecta, de acuerdo con la ley fonética que disciplina, en todos lo idiomas y sin tener en cuenta la ortografía, la Cabala tradicional…Los <agotiers>, o sea aquellos que utilizan este lenguaje son descendientes herméticos de los argonautas, que gobernaban la nave <Argos> y hablaban las lengua argótica.” En torno a 1210, en el poema Pasifae, el alemán Wolfram Von Eschenbach confirió al Grial ulteriores connotaciones. No se trata de una copa, sino de “una piedra del género más puro… llamada lapis exillis".

El termino lapis exillis ha sido interpretado como “Lapis ex coelis”, es decir "la piedra del cielo". Wolfram escribe que la piedra era una esmeralda despegada de la frente de Lucifer en el momento de su caída y llevada en tierra por los ángeles que se quedaron neutrales durante la rebelión y con la cual tallaron la preciosa copa. Algunos dicen de otra forma, caída de la corona de Lucifer, siendo este el Ángel de la corona, en hebraico Hakatiel, nombre que en la Cabala corresponde al número 666. René Guenón nos sugiere que “Tal esmeralda recuerda de forma sorprendente la <urna>, la perla frontal que en el simbolismo hindúes (del cual ha pasado al budismo) a menudo ocupa el sitio del tercer ojo de Shiva, representando el sentido de la eternidad.” 

“Hic lapis exillis estat precio coque vilis, spernitur a stultis, amatur plus ab edoctis.” 

 (Esta piedra se encuentra a demasiado bajo precio en el mercado, depreciada por el tonto, es amada por el más docto). El Gris tiene el doble significado de vaso (grasale) y libro (gradale). Una scutella lata et aliquantulum prufunda. En suma una taza, una vasija, un cáliz, un cuenco.

FUENTES:

✠  Michele Santonastaso 

✠  Academia Edu



“ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE ESTUDIOS HISTÓRICO MEDIEVALES”.

“CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS TEMPLARIOS”.

“PRIORATO TEMPLARIO DE SAN BERNARDO DE CLARAVAL”.

"PRECEPTORÍA NACIONAL".

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠

Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠  Estudios y Análisis Históricos.

✠  Efemérides, personajes, lugares y hechos históricos. 

✠  LAS RELIQUIAS, EL GRIAL Y LOS TEMPLARIOS.

Una reliquia es un objeto que se venera por su relación con alguna persona santa o sagrada, pudiendo ser de tres clases:

✠ Partes del verdadero cuerpo, por ejemplo, un hueso, cabellos, etc.

✠ Partes de sus vestiduras o un objeto que se considera vinculado personalmente al santo. De gran importancia ya desde el siglo II, adquirieron en la centuria siguiente un prestigio taumatúrgico, teniendo como fin primordial estimular la emulación de las virtudes de los santos y obtener su intercesión.

✠ La costumbre de celebrar la Misa sobre la tumba de algún mártir, dio lugar a la tradición que requiere que la Misa se celebre, para que sea lícita y válida, sobre un ara que descanse sobre alguna reliquia. Entre las innumerables reliquias existentes, son famosas las astillas procedentes de la Cruz de Cristo o Vera Cruz, también conocidas como “Lignum Crucis”, los Clavos de la Crucifixión, la Santa Lanza y el Santo Sudario, algunas de ellas "descubiertas" en Jerusalén hacia el año 325 por la emperatriz Santa Elena, madre del emperador Constantino el Grande.

✠ UN NEGOCIO PRÓSPERO.

Ahora bien, es el culto y veneración de las reliquias la idea que está presente en el origen de las peregrinaciones a los lugares o a los sepulcros sagrados. Tras ser construida en Jerusalén la basílica del Santo Sepulcro, en el 335, se inició un flujo de peregrinos occidentales tan grande hacia Tierra Santa que se hizo necesario instalar posadas y hospitales para acogerlos. Esta situación continuó en aumento durante todo el periodo bizantino. Los musulmanes, dueños de Tierra Santa desde finales del siglo VII, fueron tolerantes por regla general con los peregrinos, aunque cobraban una especie de impuesto. Pero la llegada de los turcos seldyukies (seldyucidas), en 1077  inició un periodo de opresión grave, lo que llevó a la cristiandad occidental al planteamiento de las cruzadas y a la toma de Jerusalén en 1099,  con lo que se inició un periodo de libre acceso a Tierra Santa, organizada políticamente en una serie de dominios territoriales regidos por príncipes cristianos europeos que duraría hasta 1187.

Esta es la etapa de formación de las grandes órdenes Militares de la cristiandad occidental, como el Hospital de San Juan de Jerusalén o la Caballería del Templo (La Orden del Temple, (Pauperes commilitones Christi Templique Salomonici), nacidas para albergar los primeros y proteger los segundos, a los peregrinos que llegaban a Tierra Santa, puesto que seguían expuestos a asaltos y violencias en los caminos por parte de los musulmanes. También en este periodo histórico se inicia un gigantesco tráfico de reliquias, o supuestas reliquias, procedentes de Medio oriente que a veces llega a hacer intervenir a los Papas para limitar lo que se llega a convertir en algún momento en situaciones propias de la picaresca y del timo más burdo.

No obstante, el número de reliquias pintorescas que se veneran en diversos lugares del mundo es ciertamente elevado. Entre las que se custodian en España pueden mencionarse:

✠ Cámara Santa de la Catedral de Oviedo: Cinco espinas de la corona de Cristo;  leche de la Virgen María (¡!); un santo Sudario del Rostro y la caña que Pilato dio a Jesús como cetro.

✠ Catedral de Valencia: Un Santo Grial de ágata, en competencia con el que se conserva en la ermita del alto del Cebrero, entre otros; la toalla con la que Jesús secó los pies de los apóstoles antes de la cena pascual; un manto de Jesús y el manto de púrpura que Herodes le impuso cómo “rey”.

✠ Santa María de Arriaga (Valladolid):  Otro Manto de Jesús.

✠ Coria (Cáceres): el Mantel de la Última Cena.

✠ Catedral de Sevilla: La mesa de la última cena y cuatro espinas de la Corona de Cristo.

✠ Catedral de Jaén: Un velo de María (existe otro en la catedral de Chartres.

✠ Sangüesa (Navarra): Otro velo de María; un cabello de María; un cabello de la Magdalena y una Santa Síndome.

✠ Liria (Valencia): Una pluma del ala del arcángel San Miguel (no se sabe si del ala izquierda o derecha).

✠ Santiago de Compostela: El santo prepucio, de Jesús.

✠ Velilla de Ebro: Una campana de cobre hecha con una de las 4 monedas de Judas Iscariote.

Sin ánimo de ser iconoclastas, debemos decir que existen varias Sábanas Santas repartidas por diversos santuarios europeos, de las cuales la más famosa es la de la Catedral de Turín, y que hay varias Santas Lanzas, o que juntando todos los “lignum crucis”, se podría recomponer una cruz imposible, de unos seis metros de longitud o que existen múltiples clavos de la crucifixión, más de tres. La relación no es exhaustiva, sino meramente indicativa del grado de credulidad que se pudo alcanzar durante el medievo con este comercio. Cada cual saque sus propias conclusiones.


✠ Clavos de la crucifixión.




✠ La Santa Laza (lanza de Longinos).




✠ El Santo Sudario de Turín (La Sábana Santa).



✠ LA CORONA DE LUCIFER.

Pero algunas reliquias tienen entretejida sobre si y vinculadas, toda una serie de leyendas que se engarzan con mitos y tradiciones aún mucho más antiguas. Tal sucede con el llamado Santo Grial, un objeto cuya búsqueda constituye uno de los temas más apasionantes del cristianismo, no sin antes señalar que se conservan varios "santos griales", todos ellos supuestamente auténticos, que se reparten entre Génova, Lucca, Gorionda, Lyon o Reims, además de los mencionados de Valencia o el Cebrero, en la ruta jacobea.

Según la leyenda el Grial fue el recipiente utilizado por Cristo durante la Última Cena, tallado tal como lo refiere la tradición griálica, sobre una esmeralda que se desprendió de la corona-diadema que portaba Lucifer sobre la frente y que se desprendió en el momento de su caída a los infiernos al ser derrotado por el arcángel Miguel.

✠ El Santo Grial de Valencia (España).


Resulta significativo que antes de su caída, según la tradición de la Kabbala, Lucifer era el ángel de Kether, la Corona, la primera de las séfiras, y que su nombre hebreo sería Ha kathriel, la Corona de Dios, cuyo valor numérico es 666.

Este recipiente es mencionado ampliamente en la literatura neotestamentaria, aunque hay discrepancias entre si fue un cáliz, un plato o una fuente. Otras tradiciones afirman que este recipiente, un plato o vasija de arcilla, además de ser utilizado durante la Última Cena, contuvo la mezcla de sangre  y de agua, recogida por José de Arimatea, procedente de la herida del costado de Jesús, que produjo la lanza. De aquí que otras tradiciones aludan al recipiente como Sangreal  (Sangre Real). Pero acaso no era Jesús de estirpe real? En cualquier caso, José de Arimatea, quien pudo ser tío de Jesús, según algunas leyendas recogidas en los evangelios apócrifos, lo recuperó de Poncio Pilato, a cuyas manos había ido a parar, y lo llevó a la isla de Britania, quedando oculto o perdido en algún lugar próximo a Glastonbury, el centro cristiano más antiguo de Britania, no lejos de Salisbury.

✠ UNA VISITA A BRITANNIA.

Las "evidencias" circunstanciales son, en principio, incitantes. El "hecho histórico", a secas, registrado en los textos de los evangelios sinópticos, es que José de Arimatea y Nicodemo recogieron el cadáver de Jesús y lo enterraron. Hay sugerencias en la literatura apócrifa que hacen plausible que José de Arimatea fuera tío o un pariente muy cercano de Jesús, como por ejemplo que Pilato accediera a entregarle el cadáver del ajusticiado. Recordemos que Jesús fue condenado por los romanos como reo de un delito de lesa majestad. Así lo recalcaba la sentencia oficial, el "titulus" colocado en la cruz según era costumbre en las ejecuciones, "Iesous Nazare (tha)nus  Rex 'ludaeorum", y los romanos carecían de sentido del humor cuando aplicaban la ley. Tampoco hacían frases rimbombantes para las especulaciones de exégetas venideros. En disposición de esta ejecución debía haber sido enterrado en la fosa común preservada para los criminales, a extramuros de Jerusalén, a menos que, según las leyes romanas y judías, un pariente reclamara el cadáver para disponer de él.

San Mateo da a entender en su evangelio, sin que haya razones para dudarlo, que José era un  hombre rico o, al menos, que tenía una buena posición social. Además de que parece haber sido quien puso a disposición de Jesús y los discípulos el lugar donde se celebró la Última Cena, desde luego, si pudo poner los medios para dotar a Jesús con una sepultura individual excavada en la roca, debió haber contado con una fortuna apreciable. También hay tradiciones que sugieren que hizo su fortuna particular con el comercio del estaño. O la ruta legendaria que siguió para llevar el Grial hasta Britania, concuerda de una forma notable con la ruta comercial del estaño que, seguían los púnicos, muy vinculados histórica y lingüísticamente con los judíos, hacia las islas Casitérides, fuente de este metal.

Tradiciones independientes procedentes del norte de Francia, Irlanda occidental, Gloucester y de la región minera del estaño en Cornualles, muy concretas y específicas estas, coinciden todas en las vinculaciones de José de Arimatea con el comercio del estaño. Un viejo minero de la región, rememorando las antiguas tradiciones, comentaba a principios del siglo XX: "Los trabajadores de la metalurgia constituimos una antiquísima fraternidad y, como otros artesanos, conservamos nuestras propias tradiciones. Una de estas, cuya memoria está preservada en esta invocación, es la de que José hizo viajes a Cornwall con sus propios barcos, y en una ocasión le acompañaron el Niño y su Madre y desembarcaron en el monte Saint Michael, en el extremo más suroccidental de Britania.”

Si bien nada se conoce con certeza de Jesús entre los doce y los treinta años, siendo posible toda especulación, se supone que viajó con cierta frecuencia, dados los medios de la época. Ahora bien, una visita a Britania emprendida por un joven y acomodado Jesús acompañando a José de Arimatea, armador judeo-fenicio, es históricamente factible y, aunque con grandes reservas, se asienta en un cierto número de leyendas locales. Por ejemplo, en la desembocadura del río Camel, en Cornualles, en el camino de Glastonbury, hay un Jesus Well (Manantial de Jesús). En la pequeña aldea de Priddy, a unos doce kilómetros al norte de Glastonbury, está firmemente arraigada la leyenda de que Jesús estuvo allí cuando era niño, lo que se vincula con la historia de cierta energía que emana de una cavidad bajo la iglesia del lugar. Incluso una locución muy utilizada para recordar alguna aseveración consiste en decir: "Tan cierto como que nuestro Señor estuvo en Priddy."

✠ DRUIDAS: EL RESURGIR PAGANO.

En el texto medieval de la "Demanda del Santo Grial", terminado hacia 1230, al ser presentado Galaz, "el puro entre los puros", esperado durante siglos por todos como el salvador, cuya vida es paralela a la de Jesús, el anciano dice así: "Rey Arturo, te traigo al Caballero Deseado, del alto linaje del rey David y emparentado con José de Arimatea. Con Él culminarán las maravillas de este país y de tierras extrañas." Más adelante se encuentra el relato que hace a Galaz el caballero de las armas blancas, aquel por cuyo mandato Galaz ha recibido un escudo prodigioso, blanco con una cruz roja: "Cuarenta y dos años después de la Pasión de Jesucristo, sucedió que José de Arimatea, el gentil caballero que bajó a nuestro Señor de la Santa Vera Cruz, se fue de la ciudad de Jerusalén acompañado de muchos de sus familiares." Tras vagar por múltiples lugares y después de diversas peripecias, José de Arimatea y su hijo Josofes llegaron a Gran Bretaña en donde difundieron el cristianismo.

Dejando aparte leyendas, que no corresponde tratar aquí, qué duda cabe de que hay vínculos y conexiones entre Britania y los relatos evangélicos. Se apoyan en fuentes tanto histórico-literarias como arqueológicas. Y resulta un hecho innegable que la religión cristiana fue practicada en Britania casi inmediatamente después de la muerte de Cristo. Gildas, que escribió en el siglo VI, decía que su difusión comenzó durante el último año del reinado de Tiberio, es decir, cuatro años después de la fecha de la crucifixión. Junto al muro de Adriano se halló un recipiente metálico usado como vaso que se ha datado en el siglo I de la era cristiana y muestra un símbolo cristiano inconfundiblemente primitivo. Hay antiguos textos religiosos que mencionando a Glastonbury por su anterior nombre de Glastonia, sitúan en ella una iglesia antes de que en el siglo VI llegaran a la isla los misioneros cristianos.

¿Guarda relación el nombre de Glastonia con algún recipiente de piedra, glass-stone? Más aún ¿Está o estaba allí oculto o enterrado –bury, en inglés- algún recipiente de piedra?  Se cuenta que la acacia que crece en la abadía, de la variedad espino blanco (cratageus osycantha), procede de la que plantara José de Arimatea, desarrollándose al instante. No da frutos, pero florece en Mayo y, más raramente, a principios de enero, la Navidad según el calendario juliano, fecha en que la celebra la Iglesia Ortodoxa.

Es cierto que las leyendas griálicas, tal como las conocemos, fueron confeccionadas en el siglo XII por clérigos errantes y por bardos que usaron materiales procedentes de fuentes célticas, a los que disfrazaron con ropajes cristianos. Como demostró Robert Graves en "La diosa blanca", en el momento en que se estaban desarrollando las narraciones sobre el Grial hubo un resurgir del druidismo en Gales, es decir, un renacimiento de la religión pagana y sus ideas quedaron reflejadas cuando el grial entra a formar parte de la literatura arturiana de Gales en el siglo XI o hacia 1135 en Francia con Chretién de Troyes.


✠ UNIDOS ¿EN LA POBREZA?

En la época en que se daban a conocer los relatos del Grial, se desarrollaba otro acontecimiento: el nacimiento de una poderosa organización conectada, ciertamente, con el Grial: la Militia Christi o Caballería del Templo, conocidos vulgarmente como los Templarios. según el arzobispo Guillermo de Tiro, que escribió en el siglo XII una "historia de las gestas de Ultramar", la Orden del Templo de Salomón fue fundada en Jerusalén en 1118 por nueve caballeros, de discutido origen, que siguiendo inicialmente la regla agustiniana de los canónigos del Santo Sepulcro, tomaron los tres votos canónicos (pobreza individual, castidad y obediencia a sus superiores) ante Gormond de Piquigny, Patriarca de Jerusalén, unidos a la promesa de defender con las armas a los peregrinos en los pasos de los Santos Lugares: "Ut vias et itinera, ad salutem peregrinorum contra latronum et incursantium insidias, pro viribus conservarent." ("Para guardar los caminos y veredas, para la seguridad de los extraños, contra las emboscadas de ladrones y asaltantes, para la fortaleza), lo que les convertía en algo absolutamente nuevo, en monjes guerreros, monjes que tomaban las armas para defender a los cristianos. En sus sellos pusieron, como símbolo de identificación en la pobreza, a dos caballeros cabalgando sobre un mismo caballo. Se denominaban así mismos  "los pobres conmilitones de Cristo" (compañeros soldados), y cuando el rey Baldwin les cedió como alojamiento una parte de su palacio -que después les cedió totalmente- asentado sobre lo que se consideraba haber sido el Templo de Salomón, comenzó a llamárseles "Milicia del Templo" o "Caballería del Templo."

Para saber cómo era la ciudad de Jerusalén al comenzar la segunda mitad del siglo XII,  leamos el interesante relato que hace el judío español Benjamín de Tudela, quien inició un viaje hacia 1160 que, recorriendo las costas mediterráneas europeas, le llevó Pasta Palestina:

“Desde allí (Gibón la Grande), hay tres leguas hasta Jerusalén, que es una pequeña ciudad, fortificada bajo tres murallas. Hay en ella muchas personas; los ismaelitas les llaman jacobitas, armenios, griegos, georgianos y francos, así como gentes de toda lengua... hay como unos doscientos judíos habitando al pie de la Torre de David, al extremo de la ciudad. En la muralla, que está junto a la Torre de David, está la primitiva obra de basamiento -como unos diez codos- construcción de los antiguos muros que edificaron nuestros padres. El resto es obra de los ismaelitas. No hay en toda la ciudad un lugar más fuerte que la Torre de David. Allí hay dos casas; una, el Hospital  -de él salen cuatrocientos caballeros-, allí reposan todos los enfermos que acuden... La segunda casa, que llaman Templo de Salomón, es el palacio que hizo el rey Salomón -la paz sea sobre él: Allí descansan los Caballeros Templarios, y de él salen trescientos caballeros diariamente para guerrear, además de los caballeros que vienen del país de los francos y de tierra de cristianos, comprometiéndose mediante voto que servirán allí, días o años, hasta el cumplimiento de su voto. Allí está la iglesia que llaman Sepulcro; allí está sepultado aquel hombre al cual acuden todos los peregrinos... La puerta de Josafat, delante del Templo que había en los días de antaño. Allí está el Templum Domini , que era el sitio del Templo. Sobre él construyó Umar ibn al-Jattab una enorme y hermosa cúpula. Los gentiles no introducen allí ninguna cruz ni imagen, sino que allí se acude a rezar. Frente a ese lugar está el muro occidental, que es uno de los muros que había en el Santo de los Santos y le llaman puerta de la Misericordia.... Allí en Jerusalén, en la casa que fue de Salomón, están las caballerizas que hizo construir. Es un edificio muy fuerte, de grandes piedras, no se ve construcción como ella en todo el país. Allí se ve, aun hoy día, la pileta donde los sacerdotes degollaban las víctimas”.

Hay aspectos enigmáticos en torno a la Orden del Templo, y sobre su leyenda se han escrito muchas cosas, la mayoría divagaciones absurdas y sin rigor histórico o documental. Pero han dejado tal huella en la historia de occidente que, después de su abolición en 1310, se han visto surgir una multitud de organizaciones que se han proclamado sus continuadores y herederos, algunas de ellas ramas de la francmasonería nacida en el siglo XVIII.

En teoría estaban sujetos al papa, aunque no ejercía sobre ellos la influencia de facto que le correspondía y que imponía sobre otras organizaciones similares. De hecho los Templarios estaban dirigidos exclusivamente por su Maestre (el Maestre de Ultramar), quien actuaba aconsejado por el Capítulo General.

La Orden creció con inusitada rapidez, reclutando miembros no solo entre la nobleza sino entre personajes ciertamente oscuros y turbios: excomulgados, criminales, perjuros, adúlteros, etc., aunque arrepentidos y buenos para la guerra.

En menos de cien años después de su fundación poseían inmensas riquezas en rentas, tierras, ganados, granjas, molinos, alquerías, iglesias, aldeas y fortalezas y se habían convertido en prestamistas de los reyes de Francia, Inglaterra y Aragón. Mantener sus castillos y tropas en Tierra Santa se llevaba la gran mayoría de sus beneficios.

Finalmente el rey de Francia Felipe IV “el hermoso”, después de intentar convertirse, sin éxito, en Gran Maestre de una Orden unificada de Templarios y Hospitalarios, presionó al Papa Clemente V, un cardenal francés (Bertrand de Got), muy temeroso del rey, (llevó la sede papal de Roma a Avignón, en Francia), hombre débil y enfermizo, elegido por las influencias e intereses del monarca francés, a quien se doblegó en su intento para conseguir la condena y abolición de la Orden del Temple. Así Felipe IV, al mismo tiempo que eliminaba de su territorio una poderosa milicia armada independiente, no sometida a su soberanía, podía apoderarse de sus riquezas y evitar el pago de la fastuosa deuda que tenía contraída con los Templarios.

✠ EL SECRETO QUE LIBERA.

Una de las herejías que se imputaron a los templarios, en el vergonzoso, cruel e injusto proceso que se siguió contra ellos, es particularmente notable y sobre ella se ha especulado notablemente, habiéndosele visto entre otras muchas, relaciones con el Grial: la adoración de un ídolo llamado Bafomet, que se describe habitualmente, y así figura en el acta de inquisición papal, como un cráneo, una cabeza humana o una cabeza de triple rostro a la que se atribuían virtudes "mágicas". Pero lo que resulta paradójico es que ese culto del que se les acusaba estaba arraigado en la religión céltica y es posible que los templarios, que servían ostensiblemente al pontificado por una parte, por otra fueran defensores secretos de otros cultos o tradiciones, en un espíritu de tolerancia que ya se manifestaba por aquella época ampliamente en Hispania, a causa de la convivencia entre tres religiones supuestamente hostiles con las que los templarios supieron convivir en Tierra Santa.

En otras palabras, los templarios buscaban el cristianismo más puro, el más cercano a Dios, no estando de acuerdo, a veces, con las decisiones de la Iglesia y pudieron haber protegido algún elemento heterodoxo dentro del catolicismo ortodoxo. Algo más allá, desconocido y olvidado en Roma. Recordemos que durante la Edad Media no hubo unos claros límites separadores entre la magia blanca y la brujería, la brujería de los cultos pre-cristianos, o de los propios cultos de otras herejías más oscuras del cristianismo. A la brujería se la llamaba la "Antigua Religión". El Grial pasó a través de todo esto con notable facilidad y curiosas transiciones.

Existe un secreto liberador que  ha sido transmitido desde los comienzos del mundo. La posesión del secreto que libera, de la llave que abre las puertas del Reino, constituía el objetivo de los Misterios. Existía algo, conocido de unos pocos y que debía ser transmitido a los nuevos elegidos. El secreto ha caminado a través de las edades. El burgundio Robert de Boron, autor del relato más antiguo y destacado sobre el Grial, escribió: "Entonces Jesús enseñó a José de Arimatea las palabras secretas que nadie puede pronunciar ni escribir, a menos que haya leído el Gran Libro en que están consignadas. Son las palabras que pronunció en el momento de la consagración del Grial."

✠ LA CRUZADA CONTR A EL GRIAL.

En el entretejido de las leyendas griálicas o sobre su trasfondo de realidad, si es que la leyenda oculta algún secreto, faltan por dilucidar las relaciones entre la Caballería del Templo, la Iglesia de los Cátaros y entre ambas el Grial.

El rey Pedro II de Aragón, quien murió en 1213, durante el sitio de la ciudad de Muret, defendiendo a sus vasallos cátaros frente a las hordas de los cruzados francos, encomendó a su hijo, el futuro Jaime I “el Conquistador”, bajo la custodia del Temple en la fortaleza de Monzón, bastión de la última resistencia templaria en Aragón. Apenas setenta años separan la tragedia del exterminio definitivo de los templarios, exponentes de un cristianismo puro y esotérico, del asedio y rendición de la última fortaleza donde resistieron los cátaros en 1243: el castillo de Montsegur, identificado por algunas fuentes con el castillo de Montsalvatge, donde los caballeros templarios custodiaban el Grial. No podemos dejar de sorprendernos  cuando comparamos algunas creencias de la Iglesia Cátara -negación de la Encarnación, de la Pasión, de la Resurrección y del símbolo de la Cruz- con las acusaciones mantenidas durante el proceso seguido contra los templarios, casi coincidentes punto por punto. Al igual que los predicadores del catarismo -los Perfectos- que viajaban siempre de dos en dos, los templarios tienen por honra cabalgar dos caballeros en un mismo caballo y así son representados en algún sello de la Orden. Teniendo en cuenta que la teogonía de los cátaros se remonta hasta el dualismo mesopotámico, no es nada raro que haya ciertos nexos entre la Leyenda del Grial y algunas leyendas babilónicas. Wolfram von Eschenbach, que escribió el Parsifal en el siglo XIII, afirma, sin lugar a dudas, que el Grial era una piedra a la que llama “lapsit exillis”, que procedía de la Corona de Lucifer y la relaciona con la caída de los ángeles. Esta leyenda pertenece al Oriente; la versión babilónica sustituye a Lucifer por el dragón.

Pero el simbolismo, las interpretaciones alegóricas, el conjunto de "la búsqueda" en la literatura griálica, llevan generalmente a una visión cisterciense del mundo, la doctrina en definitiva de San Bernardo de Claraval, el gran mentor de los templarios y creador de su Regla monástica.

✠ San Bernardo de Claraval.


FUENTES:

Justo A. Navarro "Wakán"

Academia Edu.



“ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE ESTUDIOS HISTÓRICOS MEDIEVALES”.

“CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS TEMPLARIOS”.

“PRIORATO TEMPLARIO DE SAN BERNARDO DE CLARAVAL”.

"PRECEPTORÍA NACIONAL".

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠

Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠  Estudios y Análisis Históricos.

✠  Efemérides, personajes, lugares y hechos históricos. 

✠  El lago Tana (Etiopía), las aguas que esconden el cofre dorado de las tablas de la ley.

Según algunas creencias, el cofre dorado que contiene las tablas de la ley que Moisés recibió de Dios se halla en la zona.

El Arca de la Alianza era un cofre sagrado que contenía las tablas de piedra donde figuraban los Diez Mandamientos que Dios entregó a Moisés en el monte Sinaí. Dicho cofre estuvo custodiado en el Templo de Jerusalén construido por Salomón. (Templo donde nació la Orden del Temple, siglos después).

El Arca de la Alianza es un cofre de madera cubierto de oro descrito en relatos bíblicos que, según la tradición judía, fue diseñado y creado por mandato divino para guardar las tablas de los diez mandamientos. 

En ellas venía escrito contundentemente un decálogo o lista de diez mandamientos que el pueblo judío debía seguir para conservar un pacto que Moisés le había implorado al Señor a cambio del perdón por la idolatría de su pueblo.

✠  Un pescador a bordo de una 'tankwa', una embarcación típica, en el lago Tana. (Getty Images). 




Según los monjes coptos etíopes y, sorprendentemente, algunos investigadores históricos reputados se atreven a apoyarlo, el cofre dorado que contiene las tablas de la ley que Moisés recibió de Dios se halla en su país. Concretamente, en el lago Tana.

Sería tan fácil como acercarse allí y comprobarlo. Pero el caso es que el templo que se halla sobre una de las 37 islas del Tana está custodiado y vedado a las visitas. Solo el guardián del tesoro sabe lo que contiene, y él no alberga duda alguna: el arca que contiene directamente la palabra de Dios y todo su poder asociado está allí.

El lago Tana es la superficie lacustre más grande de Etiopía y la quinta más importante de África. Es el lugar de nacimiento del río Azul que, al fundirse con el Nilo Blanco a la altura de Jartum (Sudán), da pábulo al segundo cauce fluvial más largo del mundo tras el Amazonas, superando los 6.500 kilómetros de recorrido.

Mientras que las fuentes primigenias del Nilo fueron un quebradero de cabeza para los europeos hasta bien entrado el siglo XIX, en que John Hanning Speke fijó que se hallaban en el lago Victoria, las del Nilo Azul eran bien conocidas desde mucho antes. El misionero español Pedro Paéz fue el primer europeo en llegar allí, en el año 1618.

✠  Iglesia Ura Kidane Mehret, uno de los numerosos templos que salpican las islas de lago Tana. (Ivan Vieito Garcia). 




El lago Tana es uno de los buenos motivos por los que viajar a Etiopía. En sus 2.100 kilómetros cuadrados se registra una vida interesantísima. No solo es un paraíso para los aficionados a la ornitología, sino también para los interesados en las culturas de la zona y las historias y leyendas que los rodean.

Por ser lugares sagrados y de acceso relativamente difícil, algunas de la treintena larga de islas e islotes sirven como tumba para los reyes de Etiopía. En la mayoría hay iglesias y monasterios coptos, ricamente decorados. De hecho, siempre se dice que la iglesia etíope suele relatar la historia sagrada como si de un cómic se tratara. Las escenas bíblicas y los pasajes más destacados de la vida de los santos se hallan dibujados en vivos colores en paredes y techos. Normalmente, hay un religioso guardián de cada cenobio y templo, y de él depende exclusivamente que se pueda acceder al interior.

En el monasterio de Qirqos se hallaría la roca donde la Virgen María se sentó a descansar tras un viaje a Egipto.

El asunto de las leyendas no se detiene en el arca de la Alianza que, según cuentan gustosos los monjes, estuvo guardada en el monasterio de Qirqos durante 800 años gracias a que Menelik I, hijo de Salomón y la reina de Saba, se hiciera con ella (sin especificar cómo). También en el mismo lugar se hallaría la roca donde la Virgen María se sentó a descansar tras un viaje a Egipto. Hay más: San Frumencio de Axum, el introductor del cristianismo en Etiopía, estaría enterrado en el mismo cenobio.

En la isla Dagase hallan las tumbas de los emperadores Dawit I, Fasilides, Za Dengel y Zara Yaqob.

✠  El lago Tana se encuentra al sur de Gondar, la mítica ciudad fortaleza etíope. (Getty Images/iStockphoto). 




Navegar por el lago Tana e ir desembarcando en sus islas representa un gran viaje. Algunas, como Dek, están pobladas por miles de personas y albergan bonitas iglesias levantadas con arcilla tomada prestada de la orilla y techadas con palma vegetal. Las embarcaciones clásicas son las tankwas, que los autóctonos utilizan para desplazarse de islote en islote. Están fabricadas con una conjunción de cuerda de cáñamo, papiro y bambú, por lo que son extremadamente frágiles. Los turistas utilizan chalupas de madera o aluminio, mucho más seguras y rápidas.

El lago Tana se encuentra al sur de Gondar, la mítica ciudad fortaleza etíope, antigua capital imperial. Los desplazamientos por todo el país son siempre fatigosos, con carreteras en mal estado que obligan a la utilización de vehículos todoterreno. Y, aun así, las travesías son largas y azarosas, así que vale la pena calcular por lo menos tres días para ir desde Gondar a navegar por el lago Tana y conocer algunas de sus misteriosas historias, amén de observar de primera mano el nacimiento del Nilo Azul.  

FUENTES:

SERGI RAMIS.

LA VANGUARDIA. 

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠


“ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE ESTUDIOS HISTÓRICOS MEDIEVALES”.

“CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS TEMPLARIOS”.

“PRIORATO TEMPLARIO DE SAN BERNARDO DE CLARAVAL”.

"PRECEPTORÍA NACIONAL".

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠

Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠  Estudios y Análisis Históricos.

✠  Efemérides, personajes, lugares y hechos históricos. 

✠  CRUZADOS Y PEREGRINOS LEONESES Y CASTELLANOS EN TIERRA  SANTA. ( SS. XI-XII).

✠  3ª PARTE.

Durante estos turbulentos años, coincidiendo con la muerte de Doña Urraca en  1126, peregrina a Jerusalem el conde gallego Fernando Pérez de Traba,  acompañado de su hermano Vermudo.

Al igual que ocurre con los Lara, nos encontramos con dos individuos estrechamente vinculados con la dinastía reinante en León y Castilla pues, si  el conde Pedro de Lara mantuvo relaciones adúlteras con la soberana Doña Urraca y su hermano Rodrigo desposó con la infanta Sancha, hija también de Alfonso VI, por su parte Fernando de Traba, fallecido Enrique de Borgoña, hará lo mismo con Teresa, hermana de las anteriores, y, para completar el estrecho círculo que vinculaba a estos magnates con el linaje regio, Vermudo Pérez de Traba casa con Urraca Henríques, hija de la anterior y su primer esposo (véase árbol genealógico adjunto).

Fruto de estas relaciones con la condesa-rainhaTeresa de Portugal, y de su presencia en Tierra Santa en los años inmediatos a la creación de la Orden del Temple, (1118),  es la donación conjunta, el 19 de marzo de 1128, vuelto Fernando de Traba a sus tierras, del castillo de Soure con sus términos.

Una fortaleza que pertenecía al magnate gallego y que entregan a “Deo et militibus Templi Salomonis”.

Desde esta fecha, y durante las décadas siguientes, aumentan las concesiones a la neonata orden militar en Portugal, de tal manera que ésta se convierte en la garante de uno de sus más peligrosos sectores de frontera.

No será la única vez en la que se crucen los nombres de los Traba, o los Lara, con el del Temple, como veremos a propósito de Rodrigo González de Lara y de sus intervenciones militares en Tierra Santa.

Resulta de sobra conocida la tirante relación que Alfonso Henríques, primer monarca portugués, mantuvo con su madre y con el conde Fernando que, perdida su posición preeminente en los estados de la infanta Teresa, retorna a Galicia desde donde jugará un destacado papel en la política intervencionista de Alfonso  VII,  garantizando la estabilidad del limes y frenando a menudo las ambiciones del luso, capaz de adentrarse en territorio galaico y desafiar allí a los principales magnates al servicio del emperador.

Estos leales servicios se vieron recompensados con la entrega de las tenencias, no sólo de Traba y Trastámara, sino de Galicia, entre 1140- 1147. Año éste en el que tiene lugar la campaña de Almería, empresa en la que tomó parte el magnate al frente de la hueste reclutada en las tierras al oeste del Cebrero indicándonos, además la misma fuente, que Fernando de Traba ejerce las funciones de ayo de Fernando II al igual que, antaño, su padre Pedro Froilaz de Traba se ocupó del joven Alfonso Raimúndez,  más tarde Alfonso VII.

Poco después de la toma de la ciudad mediterránea, en la cima de su poder, peregrina el conde por segunda vez a los Santos Lugares acompañado de su hermano Vermudo, tal y como recoge un diploma del monasterio de Sobrado, datado en 1153, en el que el propio caballero recuerda que «...ego comes Fernando secundo Ihemsolimam perrexi...»*.

Dos años más tarde fallece en Galicia, siendo sepultado en Santiago de Compostela aunque a Iniciativa de Vermudo de Traba, será trasladado al cenobio de Sobrado.

Abandonemos Galicia y detengámonos otra vez en León y Castilla pues, entre ambas peregrinaciones de los Traba, en 1137, se produce una nueva aventura en Ultramar protagonizada por un miembro de la Casa de Lara: Rodrigo González hermano de Pedro.

Regresemos algo más de una década atrás en el tiempo. El mismo año en el que se data la primera peregrinación a los Santos Lugares del conde Fernando de Traba, fallecía en Saldaña (Palencia),  la reina Urraca, la gran favorecedora del linaje de Lara.

Debido, quizás, a la nueva situación o, posiblemente, por la marcada animosidad mostrada por el sucesor Alfonso VII hacia el amante de su madre, Pedro González de Lara, el hecho es que ambos, Pedro y su hermano Rodrigo se niegan a acatar la autoridad del joven monarca.

En principio éste se encuentra incapaz de hacer sentir todo su poder a estos dos magnates que mantienen sus tenencias arrogantemente libres de toda intervención real y osan, incluso, desafiar al rey desde ellas,  llegando a aliarse con Alfonso I de Aragón, como es bien sabido.

La muerte del conde Pedro en el sitio de Bayona en combate personal con Alfonso Jordán, señor de Tolosa, no impide que su hermano Rodrigo de Lara mantenga su altanera posición desde sus territorios de Castilla y las Asturias de Santillana.

Capturado el conde, encarcelado por orden de Alfonso VII y liberado pocos días después, recibe de manos del monarca grandes dominios en la frontera:

Castilla y aún la misma Toledo, circunstancias que evidencian, fuera de toda duda, la destacada posición que ocupa Don Rodrigo de Lara.

Sin embargo, sus cada vez más prolongadas ausencias de la corte, unidas a la callada labor en su contra llevada a cabo por sus enemigos, le llevan, aprovechando la magnífica oportunidad brindada por el concilium convocado por Alfonso VII en Burgos, en  septiembre de 1136, a devolver al soberano las tenencias recibidas de él y después de besar las manos del rey y despedirse de sus gentes y amigos, marchar en peregrinación a Jerusalem.

La última mención documental del magnate en Castilla se data en febrero de 1137 por lo que suponemos que abandonaría la Península poco después.

Su presencia en el reino latino de Oriente coincide con los años del reinado de Fulko de Anjou. En 1137, momento de su llegada, se producen diversas incursiones árabes contra los territorios cruzados. Entre ellas debemos destacar el ataque a Homs, llevado a cabo por Zengi  (Junio),  y más tarde el asedio de Montferrand finalizado en Agosto.

Según la Crónica del Emperador Alfonso,  el conde de Lara combatió en diversas ocasiones a los musulmanes en Tierra Santa, especialmente en el sector sur de la frontera,  cerca de la plaza de Ascalon, y será precisamente entre los meses de Junio y Julio de 1137 cuando se documenta la dura campaña emprendida por la guarnición árabe de esta ciudad contra la de Lydda, aunque sin resultados fatales para los cruzados.

La auténtica amenaza encubierta en estas empresas militares se encuentra en la cercanía de los mismos con la capital del reino latino: Jerusalem.

Por ello, a iniciativa de Fulko de Anjou se refuerza la frontera sur donde existían ya tres castillos que defendían la ciudad santa de los ataques procedentes de Egipto: Ibelin, Blanche-garde y Bethgibelin.

✠ Fulko de Anjou, rey de Jerusalem.




Será en este momento cuando se date la construcción de la fortaleza  de Toron des Chevaliers, que, según las referencias proporcionadas por la Crónica del Emperador Alfonso, mandó edificar a sus expensas el conde de Lara para, una vez bien dotada de hombres e impedimenta donarla a la Orden del Temple en cuyas manos permanecerá en adelante, pues no hay que olvidar que la defensa del sector sur de frontera es una más de las causas que motivan la aparición de esta orden militar.

La documentación hispana nos demuestra que Rodrigo González, terminada su aventura en Ultramar, decidió regresar a sus estados en1139, aunque el emperador Alfonso VII se negó a recibirle, no así a algunos de sus vasallos como Pedro Núñez de Fuente Armegil que aparece en los diplomas del monarca en febrero de ese año.

La última noticia constatada del conde se data en 1140 cuando, junto con otros miembros de su propio linaje, dona una villa al monasterio de Arlanza (Burgos).

La actitud del soberano hacia el magnate le forzó, de nuevo, a abandonar el reino y buscar amparo en las cortes de Ramón Berenguer de Barcelona, García de Navarra y finalmente, en Valencia donde «...los musulmanes le dieron un brebaje y cayó enfermo de lepra...».

✠ Ramón Berenguer, conde de Barcelona.




✠ Rey García de Navarra.




Siempre según la Crónica del Emperador, Rodrigo salvó milagrosamente la vida y por ello decidió regresar a Jerusalem donde «...permaneció hasta el día de su muerte...».

En esta ocasión tan sólo tres caballeros le acompañaron en su última aventura siguiendo el deseo del propio conde: Pedro Núñez de Fuente Armegil, Rodrigo González de Ceballos y Gutierre Rodríguez de Langueruella quienes, a su muerte en 1140 en Tierra Santa, según Don Juan Manuel, regresaron con el cadáver del magnate y en esta oportunidad si fueron recibidos por el emperador en los alrededores de Osma  (Soria).

Sin duda éste fue el postrero honor que se rindió al conde Rodrigo González de Lara.

✠ Conde Rodrigo González de Lara.




Un año más tarde, en 1141, los diplomas castellanos conservan la memoria de algunos de sus vasallos: Pedro de FuenteArmegil, Guillen Rendol, Gualter Alesmes y Gonzalo Pérez de Sión.

Así terminó la segunda aventura cruzada de un miembro de la Casa de Lara.

Como hemos podido comprobar a lo largo de las páginas precedentes los testimonios conservados en los que se nos relata la participación de nobles leoneses y castellanos en la empresa de Ultramar se ciñen básicamente a tres estirpes: Lara, Traba y a la familia del conde Suero Vermúdez, es decir: Rodrigo Vela

Descendiente de este último caballero será el conde Rodrigo Álvarez,  tenente de Sarria y Montenegro, desde 1167 a 1175, en quien se unen las sangres de dos peregrinos: Rodrigo Vela y Fernando Pérez.

Llevado de un singular fervor religioso este magnate abandonó sus estados para profesar en la Orden del Temple aunque pronto desechó tal idea y optó por el hábito de Santiago al tiempo que su esposa ingresaba en el Císter siendo seguida en tal decisión por el propio caballero que, sin ningún consentimiento previo,  comenzó a utilizar la cruz blanca y roja por mitades.

Santiaguista pero bajo la observancia del Císter el conde obtuvo la aprobación de Roma de esta nueva orden que desde su nacimiento mantuvo continuos roces con la milicia del apóstol hasta el extremo de trasladarse a Aragón y a finales de la década de los años setenta de la duodécima centuria peregrinar a Jerusalem donde el conde Rodrigo adquiere la Iglesia y cenobio sitos en Montegaudio junto a la Ciudad Santa.

Su llegada coincide con el momento de mayor debilidad del reino latino.

La muerte de Amalarico propició la entronización de un joven de trece años marcado por la lepra, Balduino, bajo la tutela de Raimundo de Trípoli, regente durante tres años .

✠ Amalarico I de Jerusalém.




La temprana desaparición de este soberano dejó el gobierno en manos de un niño de apenas seis años cuyo fallecimiento convirtió en nuevo monarca al segundo marido de su madre la princesa Sibila: Guido de Lusignan.

✠ Guido de Lusignan.




Las campañas de Nurai-Din primero, y el arrollador empuje de Saladino, invirtieron la balanza de poder entre los estados cruzados y sus vecinos musulmanes creando un estado de ansiedad entre los cristianos que hacía presagiar la propia caída de la capital del reino, como así ocurrió en 1187.

✠ Saladino.


La llegada del conde Rodrigo Álvarez no podía acontecer, pues, en peor momento. Su obra, como el propio estado latino de oriente, tampoco estaba llamada a perdurar en el tiempo pues, si bien en 1180 el papa Alejandro confirma todas las posesiones de la milicia en los reinos de León, Aragón y en Tierra Santa, en 1186, casi coincidiendo con la toma de Jerusalem por las fuerzas de Saladino (1187), se desata la crisis en la milicia de Montegaudio ya que el Maestre peninsular entrega al Temple todos los bienes de la Orden.

La muerte de Rodrigo Álvarez, la pérdida de la Ciudad Santa y por tanto, de la sede en Palestina, propicia el principio del fin de la obra de este último cruzado del XII.

En 1215 parte de sus bienes se incorporan al Temple y en 1221,sus caballeros se funden con los de Calatrava.

Si recapitulamos sobre lo expuesto podemos extraer una serie de conclusiones: en primer lugar la presencia constante de peregrinos procedentes del noroeste peninsular en Tierra Santa reducidos en número si pero no lo olvidemos hemos de ceñirnos a las referencias documentales conservadas pues la parquedad de las fuertes no siempre nos permiten recomponer la totalidad del cuadro social ni siquiera completar el panorama cronológico que aquí intentamos abordar.

Seguidamente podríamos establecer la estrecha relación existente entre estos cruzados de las primeras décadas del s XII y la implantación de la Orden del Temple en los reinos de León,  Castilla y Portugal.

Quizás el ejemplo más destacable sea la concesión de 1128 a esta milicia por parte de Fernando de Traba y la infanta Teresa poco tiempo después del regreso del caballero desde Jerusalem.

Vínculos que unen a los milites Templi y esta nobleza cruzada y que se mantienen no sólo en la Península sino también en los Santos Lugares.

Buena prueba de ello resulta la entrega del castillo de Toron des Chevaliers,  construido por Rodrigo de Lara a la mencionada Orden del Temple.

Esta fortaleza dotada edificada y con una guarnición completa es cedida por el magnate para contribuir a la protección de la capital del reino.

Asimismo nos parece relevante que estos peregrinos y cruzados cuya vida hemos podido recomponer pertenezcan mayoritariamente a los primeros linajes del reino y además resulten personajes estrechamente unidos a la propia dinastía:

Fernando de Traba a través de la rainha Teresa, Vermudo de Traba desposado con la infanta Urraca Henríques,  Rodrigo de Lara marido de Sancha de León, Pedro de Lara  fiel apoyo y compa ñero de la misma reina Urraca o el conde Rodrigo Álvarez,  nieto de los primeros y en quien confluyen sus sangres.

No quisiéramos poner punto y final sin recordar la necesidad de establecer lazos de cooperación con los centros de Investigación del antiguo Este Latino,  pues sólo mediante una estrecha interrelación,  podremos avanzar en el estudio de las mutuas influencias que han unido ambos territorios y que aguardan un estudio en profundidad.

 

FUENTES:

Margarita C. Torres Sevilla-Quiñones de León.

Historia Medieval – Universidad de León.


“ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE ESTUDIOS HISTÓRICOS MEDIEVALES”.

“CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS TEMPLARIOS”.

“PRIORATO TEMPLARIO DE SAN BERNARDO DE CLARAVAL”.

"PRECEPTORÍA NACIONAL".

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠

Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠  Estudios y Análisis Históricos.

✠  Efemérides, personajes, lugares y hechos históricos. 

✠  CRUZADOS Y PEREGRINOS LEONESES Y CASTELLANOS EN TIERRA  SANTA. ( SS. XI-XII).

✠  2ª PARTE.

Sabedor de los deseos de su ahora yerno y buscando, probablemente, garantizar la seguridad de su hija la infanta Elvira al tiempo que participar en esta empresa europea con un contingente armado, Alfonso VI formaría un grupo de caballeros a los que encomendaría tales líneas de actuación.

Apoya nuestra hipótesis la desaparición documental del propio alférez de la hueste real leonesa, Pedro González de Lara, personaje experimentado en la guerra contra el infiel, hombre joven y,  sin duda, de la confianza del monarca ya que a él había encargado la dirección del ejército de León y Castilla durante los difíciles momentos posteriores a Sagrajas.

Consideramos que, al frente de este grupo, se encontraría Pedro de Lara ya que los diplomas silencian su presencia en la corte, en Burgos y Palencia, donde se hallan las tierras de su linaje, en Campos, la Frontera oriental, Galicia, y las distintas Asturias, sin olvidar el Área portuguesa.

Tal desaparición sólo puede deberse a una partida del magnate del territorio cristiano peninsular o a una prolongadísima prisión en manos de los musulmanes hispanos que, sin embargo, jamás aparece reflejada e ningún acto jurídico posterior ni en las crónicas, pese a la importancia que este caballero llegará a alcanzar en tiempos de Doña Urraca y su hijo y sucesor Alfonso VII.

✠ Alfonso VII.




Fue precisamente este silencio documental el que nos llevó a considerar la posibilidad de que, si su regreso a los diplomas leoneses y castellanos se producía poco después de la muerte del conde de Tolosa o acompañando el regreso de la infanta Elvira a Europa, entonces Pedro de Lara habría participado en la Primera Cruzada que culminó con la conquista Jerusalem el 15 de julio de 1099.

En efecto, tal y como sospechábamos, esa parece ser la evidencia derivada de la ausencia documental del magnate. Pero sigamos detenidamente el final del proceso. El 28 de febrero de 1105 fallece Raimundo de Saint-Gilíes en Tierra Santa, dejando estipulado en su testamento que la tutoría de su único hijo legítimo, Alfonso Jordán, quede en manos de la infanta Elvira, madre del muchacho y de su primo Guillermo conde de Cerdaña que se confirmará como el auténtico regente de los territorios adquiridos por el señor de Tolosa durante la empresa de Ultramar.

✠ Guillermo, conde de Cerdaña.




S. Runciman considera, partiendo de las fuentes documentales y cronísticas del este latino y el sur de Francia, que, al poco tiempo, se conoció en el feudo tolosano la noticia del fallecimiento de Raimundo y que todos aceptaron la sucesión de Beltrán, habido por el conde en Berta de Provenza, pero que, al saber que dejaba de su unión con la infanta Elvira de León un hijo legítimo, enviaron emisarios a Oriente para pedir a la condesa viuda que se hiciera cargo de la herencia francesa del muchacho.

En los primeros meses de 1108 la infanta embarcó rumbo a Francia. Poco después, en el verano de ese mismo año, su hijastro Beltrán partió para Oriente dispuesto a regir el señorío de Trípoli.

En palabras de Runciman «...la condesa Elvira no puede ser culpada por preferir para su hijo las ricas tierras del sur de Francia a un precario señorío en Oriente...»

Pues bien, siete meses después del fallecimiento de Raimundo de Tolosa, el 22 de septiembre de 1105,  reaparece,  en la documentación real de Alfonso VI, Pedro de Lara junto a su padre Gonzalo Núñez de Lara, su hermano Rodrigo y otros miembros de la “schola regís”.

Si suponemos que muerto el conde en Oriente y encomendados sus territorios latinos de Ultramar a Guillermo de Cerdaña como regente, la infanta Elvira hubiera necesitado de alguien de su confianza para garantizar los derechos sucesorios de su hijo, entonces podríamos considerar como una posibilidad, digna de ser tenida en cuenta, que al poco de perder la vida Raimundo de Saint Gilíes, Pedro de Lara embarcara hacia Tolosa y la Península Ibérica para comunicar su desaparición tanto a los vasallos franceses del conde como al propio emperador.

En su aceptación de la muerte del conde por aquellos hay dos fases:

Por una parte alguien recién llegado de los Santos Lugares informa del fallecimiento a los tolosanos y éstos confirman a Beltrán como sucesor. 

Poco después otra persona debió de indicarles que en Oriente aguardaba el hijo legítimo de Raimundo y Elvira de León: Alfonso Jordán.

✠ Alfonso Jordán.



A continuación,  conocedores de los derechos del niño nacido en Palestina,  los tolosanos solicitan a la condesa viuda la merced de su pronto regreso.

Todo este proceso, evidentemente, sirve para confirmar la posición de Elvira y su hijo que, de no haber enviado a un emisario de su plena confianza a Tolosa, deberían de haber afrontado la inevitable permanencia, en sus feudos del reino Latino de Oriente, bajo la no siempre generosa regencia de Guillermo de Cerdaña. Tal vez nos movemos en el peligroso campo de las suposiciones, la infanta necesitara de algo más que la confirmación verbal de los derechos de Alfonso Jordán y por ello notificara esta nueva de la muerte del conde de Tolosa  y de la existencia de un vástago de ambos a su progenitor el rey de León y Castilla,  uno de los monarcas más considerados de la cristiandad occidental del momento y vinculado por matrimonio a las tierras francesas.

En cualquier caso no deja de sorprendernos que después de trece largos años de ausencia documental Pedro González de Lara reaparezca en fechas tan acordes con el devenir de los mencionados acontecimientos en Ultramar y además reciba la dignidad condal en 1106 de forma tan repentina y extraña para alguien que no ha tomado parte en la vida del reino durante tan extenso período.

Queda valorada, por tanto, la posible existencia de un contingente armado procedente de León y Castilla en la primera Cruzada, grupo de dimensiones desconocidas, pero sin duda no excesivamente significativas, ya que apenas si se escapan algunos retazos de su presencia en las fuentes coetáneas, y cuya jefatura creemos que debió de recaer en el alférez real Pedro González de Lara, quien seguiría el camino emprendido por el conde Raimundo de Saint-Gilíes y su esposa la infanta Elvira de León.

✠ Infanta Elvira de León.




De ser así las noticias facilitadas por la Gran Conquista de Ultramar en la que se nos habla de «...una compañía de caballeros españoles que allí había...», en Nicea, una de las principales batallas de la primera Cruzada,»... que aguardaban al conde de Tolosa, de que él hiciera caudillo a Don Pero González "el Romero", que era muy buen caballero de armas, y era natural de Castilla...», reflejarían acontecimientos referidos a Pedro González de Lara.

Este mismo caballero, ¿Pedro de Lara?, aparece también en esta fuente a propósito de un incidente ocurrido en Antioquía en el cual el conde de Flandes quedó, debido a una imprudencia suya, a merced de los musulmanes quienes le mataron el caballo obligándole a defenderse a riesgo de perder la vida allí hasta que, a su socorro, llegaron dos caballeros, el uno procedente de Francia, el segundo Don Pedro González «...más el español que llegó primero, dio tan gran golpe a un moro por las espaldas con una lanza que traía a sobre mano que se la sacó por los pechos más de un codo y dio con él muerto en tierra...».

El mismo M. Fernández de Navarrete, de quien hemos tomado las dos referencias anteriormente citadas, mantiene que el papado, en concreto Pascual II,  se vio forzado por Alfonso VI a amonestar a los vasallos del leonés para que no acudieran a Tierra Santa los unos y volvieran de ella los otros.

✠ Papa Pascual II.




Antes de la Bula, expedida en San Juan de Letrán el 8 de abril de 1109, en la que constarían estas llamadas de atención a los caballeros leoneses y castellanos, a instancias del emperador, el pontífice advirtió a los hombres de Alfonso VI en el mismo sentido por dos veces: en 1100 y 1105. 

Precisamente en este último año, 1105, datamos el regreso de Pedro de Lara.

De su posterior “cursus honorum”  en la corte, una vez nombrado conde por el monarca,  podemos destacar su matrimonio, entre 1108-1109, con Eva, hija del vizconde Almanricus de Rochechouart, que acudiera con los demás caballeros franceses al llamamiento de Alfonso VI, después de la derrota de Sagrajas.

Poco después fallece el monarca y es sucedido por Doña Urraca comenzando una turbulenta relación personal que unirá de forma estrecha a la Casa de Lara con la dinastía real.

Pero regresemos a Tierra Santa después de la Primera Cruzada.

La situación en el oriente latino, tras la rápida conquista franca, proporcionó, en inicio, los suficientes años de tranquilidad como para permitir el asentamiento de aquellos que participaron en la aventura de Ultramar y de todos los recién llegados que acudían a visitar los Santos Lugares de la Predicación de Jesucristo.

Afianzado en el trono de Jerusalem Balduino I, recompensados los principales caballeros que se destacaron en esta empresa, debilitados los musulmanes ante sus propios problemas internos, todo hacía presagiar un largo período de paz y estabilidad que, sin embargo, resultaría tan fugaz como la vana ilusión sobre la que se asentaba.

✠ Balduino I de Jerusalem.




La desaparición de los primeros jefes cruzados, la sucesión de éstos en cada uno de sus feudos, así como la incipiente recomposición de las fuerzas ismaelitas, llevarán a los cristianos a asegurar su posición en el Este Latino, especialmente después del desastre de la batalla conocida por los cronistas como “Ager Sanguinis”, Campo de Sangre, en la que las fuerzas de Ilghazi consiguieron destrozar al ejército de Roger de Antioquía 1119.

✠  “Ager Sanguinis”, Campo de Sangre.




El norte y la frontera cercana a Ascalon resultaban los dos sectores más débiles del organigrama político-militar de los primeros  monarcas de Jerusalem por lo que sus más destacadas actuaciones siempre tuvieron como objetivo estas dos áreas geográficas sin descuidar, por supuesto, el reconocimiento de su propia soberanía entre los demás señores.

Poco después de la triste jornada en la que perdió la vida Roger de Antioquía,  según las fuentes documentales gallegas , tuvo lugar la peregrinación a los Santos Lugares del  conde Rodrigo Vela, hijo de Vela Ovéquiz, conde de Lemos Sarria y Montenegro, uno de los principales magnates del reinado de Doña Urraca, que, a su muerte, aparece calificado en la Crónica del Emperador Alfonso VII como «...Rodrigo Vela, conde de Galicia...».

En 1120, cuando el noble leonés decide emprender el camino a Tierra Santa, mientras Hugo De Payns reclutaba para la neonata Orden del Temple (1118),  combatientes por la Fe en Europa, el rey Balduino II regresaba a Antioquía, sector por el que Bulaq, gobernador de Athareby, hombre de Ilghazi, realizaba incursiones con el objetivo de apoyar los ataques de su señor en Edesa.

✠ Hugo De Payns, fundador y 1º Maestre de la Orden del Temple.




✠ Balduino II de Jerusalem.




Aunque ambas campañas terminaron en rotundos fracasos, el temor a la llegada de los musulmanes forzó al monarca a dirigirse hacia el norte para socorrer a los cristianos de estos territorios.

Acompañaba a este ejército la Vera Cruz, la sagrada reliquia en la que confiaban los miembros de la hueste, y cuya custodia le correspondió durante el viaje al patriarca Gormundo.

Esta expedición culminó en una tregua entre Ilghazi y Balduino que permitió a ambos fijar las fronteras.

✠ Ilghazi ibn Artuk, gobernador turcomano artúquida .




En 1121 el monarca cruzaba el Jordán y asolaba la fortaleza de Jerash para garantizar la estabilidad de su pacto y evitar posibles razzias sureñas que pusieran en peligro la misma capital o, en su defecto, la rica región de la Galilea.

Ciertamente las conquistas militares de la Primera Cruzada se habían ceñido, en esencia, a una estrecha franja costera, circunstancia que aumentaba el peligro de aislamiento de los distintos territorios cristianos en caso de una campaña musulmana lo suficientemente arriesgada como para seccionar los estados latinos.

La protección del reino y de sus fronteras forzó a los primeros monarcas de Jerusalem a promover la llegada de peregrinos y colonos europeos con el único objetivo real de aumentar los ingresos de las no demasiado pujantes arcas regias al tiempo de facilitar el asentamiento de estos contingentes humanos creando una reserva militar.

Pero el camino no estaba exento de dificultades y peligros. Así, por ejemplo, en 1118 se documenta un ataque ismaelita a un grupo de peregrinos que sufrieron cuantiosas bajas.

Esta inseguridad sirvió como base a la creación de la Orden del Temple,  cuyo objetivo inicial  será, precisamente, garantizar la integridad física de los devotos europeos que acudan a los Santos Lugares.

Continuará…

FUENTES:

Margarita C. Torres Sevilla-Quiñones de León.

Historia Medieval – Universidad de León.


“ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE ESTUDIOS HISTÓRICOS MEDIEVALES”.

“CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS TEMPLARIOS”.

“PRIORATO TEMPLARIO DE SAN BERNARDO DE CLARAVAL”.

"PRECEPTORÍA NACIONAL".

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠

Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠  Estudios y Análisis Históricos.

✠  Efemérides, personajes, lugares y hechos históricos. 

✠  CRUZADOS Y PEREGRINOS LEONESES Y CASTELLANOS EN TIERRA  SANTA. ( SS. XI-XII).

✠  1ª PARTE.

Los investigadores que se han ocupado hasta el presente de analizar el así llamado fenómeno de las Cruzadas consideran que la participación en ellas de los nobles procedentes del noroeste peninsular fue mínima, mencionando, tan sólo los nombres de un puñado de caballeros la mayoría de ellos originarios de las tierras de Aragón, Navarra y Cataluña.

La invasión musulmana del 711, la posterior llegada de los almorávides y después, los almohades, marcarán un largo período de enfrentamientos constantes entre los reinos de León y Castilla y al-Andalus primero y los estados taifas más tarde.  Luchas que servirán para justificar la ausencia de esta aristocracia norteña de Tierra Santa,  empeñada como se encontraba en su propia y particular Cruzada hispana. 

Pero, más allá de esta aparente y continua oposición de fuerzas,  ni los reyes leoneses y castellanos siempre consideraron a los musulmanes como el único enemigo a combatir ni sus estados dejaron de enviar representantes al Este Latino.

Si a lo largo del siglo X y primeras décadas del XI los escasos períodos de paz interna permitieron a los monarcas norteños aumentar sus territorios y consolidar la frontera, durante los breves intervalos de paz que las frecuentes rebeliones nobiliarias les ofrecían, no es menos cierto que esta dura dinámica terminó por desgastar a la propia corona y servir como plataforma para el afianzamiento territorial y político de la aristocracia descendiente de aquellos viejos linajes condales que realmente desgarraron las tierras cristianas con sus Intrigas y alianzas con el Islam.

La entronización de la dinastía navarra en León supuso el principio de una nueva etapa en las relaciones entre ambos grupos de poder: nobleza y monarquía.

Alrededor de  la figura del soberano a su servicio  comienza a prosperar un grupo de estirpes todas ellas  derivadas de  los troncos  magnaticios  asturleoneses que a  su vez  terminarán  por convertirse en el referente genealógico de las principales casas bajomedievales.

La conquista de Toledo por Alfonso VI en 1085 representó el mayor avance de la undécima centuria: la antigua capital del reino visigodo retornaba a poder cristiano y los reinos taifas, la mayoría ya vasallos de este monarca, temían al cada vez más poderoso vecino del norte y parecían entrever su posible final.  Pero apenas si un año más tarde la invasión almorávide de la Península sentencia esta evolución política en la derrota de Sagrajas, batalla que casi le cuesta la vida al soberano de León.

✠ Alfonso VI.




Sin duda asistimos a un antes y un después marcados por esta victoria musulmana. 

El rey, previendo una dura campaña, solicita la ayuda de todos los caballeros europeos dispuestos a defender la cristiandad frente al enemigo norteafricano.

Su llamamiento llegó sin duda en el momento oportuno y desde Francia acuden a esta petición los condes Raimundo de Saint Gilíes y Enrique y Raimundo de Borgoña.

 Como es sabido los tres fueron recompensados, por su ayuda, con la mano de las hijas del monarca:

Raimundo de Saint Gilíes desposó a Elvira,  Enrique a Teresa, ambas nacidas de las relaciones extramaritales de Alfonso VI y Jimena Muñiz , y Raimundo de Borgoña fue premiado con la mano de Urraca, algunos años más tarde, heredera del trono.

✠ Raimundo de Saint Gilíes.




✠ Raimundo de Borgoña.




Parece una conclusión evidente que, con tales problemas en el interior, los caballeros leoneses y castellanos difícilmente podían mostrar interés en el llamamiento papal de Clermont al que sí acudió Raimundo de Saint Gilíes, poco tiempo después uno de los caudillos de la Primera Cruzada.

Sin embargo, si bien la lógica nos lleva a considerar que en las huestes del conde de Tolosa debieron encontrarse caballeros al servicio de la infanta Elvira,  su esposa, la evidencia documental nos permite probar que las noticias de la caída de Jerusalem,  el 15 de julio de 1099, alcanzaron León  en fechas relativamente tempranas pues, en breve, asistimos a la peregrinación a Palestina de ciertos nobles del noroeste peninsular y durante el reinado de Doña Urraca, a la misma asistencia militar de algunos de éstos a las huestes cruzadas.

✠ Doña Urraca (Museo del Prado).


Entre la abundante bibliografía que se ha ocupado de abarcar el estudio del marco cronológico comprendido entre la caída de Jerusalem y la tercera cruzada, apenas si algunos estudios refieren, siempre de forma escueta y parca, la presencia,  ya como peregrinos, ya como fuerza militar de caballeros procedentes de León y Castilla.

Enfrentarse a este vacío nos llevará a rastrear las breves notas de situación y los retazos procedentes de crónicas y documentos hispanos y del este latino, referencias en ocasiones lo suficientemente ricas como para justificar algunas reconstrucciones prosopográficas.

Pero antes debemos regresar de nuevo a 1087.

Como dijimos, ese año, después del desastre de Sagrajas, nobles procedentes de allende los Pirineos llegaron al reino de Alfonso VI acudiendo a su llamamiento de ayuda.

En 1087 es alférez real de la hueste leonesa y castellana Pedro González de Lara, hijo de Gonzalo Núñez, dignidad palatina que mantiene hasta finales de 1091, siendo sustituido en este oficio por Gómez González.

En 1092 se data el matrimonio entre Doña Urraca y el conde Raimundo de Borgoña y,  posiblemente , también el de su hermana la infanta Elvira con Raimundo de Saint-Gilíes.

Poco después, en 1095, en el Concilio de Clermont, el conde de Tolosa decide emprender la aventura cruzada, empresa en la que le acompañan un grupo de caballeros hispanos.

Deseamos reclamar la atención sobre este punto por cuanto resulta de inestimable ayuda para la futura comprensión de los acontecimientos.

ESTUDIO INCONCLUSO…CONTINUARÁ…

 

FUENTES:

Margarita C. Torres Sevilla-Quiñones de León.

Historia Medieval – Universidad de León.


“ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE ESTUDIOS HISTÓRICOS MEDIEVALES”.

“CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS TEMPLARIOS”.

“PRIORATO TEMPLARIO DE SAN BERNARDO DE CLARAVAL”.

"PRECEPTORÍA NACIONAL".

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠

Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠  Estudios y Análisis Históricos.

✠  Efemérides, personajes, lugares y hechos históricos. 

✠ EL CALENDARIO GREGORIANO.

Una de las glorias de España es la creación del calendario gregoriano, el que rige hoy mismo en el mundo.

Por supuesto no se trata del primer calendario, que siempre ha existido en diversas versiones. 

En tiempos remotos la medida del tiempo se basaba en la luz, siguiendo el curso del Sol y de la Luna. Fue la civilización la que dio lugar a la utilización de calendarios; así nos encontramos con calendarios budistas, chinos, musulmanes, persas, egipcios, helénicos, mayas, romanos…

En busca de la exactitud de medición, el año 46 a.C., vio la luz el calendario juliano, proclamado por Julio César, que tendría aplicación en el Imperio Romano y que vería prolongado su uso, tras la caída del Imperio en parte de Europa y América.

La aplicación del calendario juliano, en sustitución del calendario egipcio, provocó un desfase que alargó la duración del 46 a.C. hasta los 455 días, dando lugar a la creación de dos meses extraordinarios (enero y febrero).




Con el calendario Juliano se determinó que todos los años constaran de 365 días, y cada cuatro años se contarían 366, para ajustar el desfase que significaba la duración real del año, que se estimaba, ya en el precedente calendario egipcio, en 365,25 días.

Pero esa estimación era errónea, ya que como siglos después señalaría la Universidad de Salamanca, la duración del año es de 365,242189 días, error de 11 minutos y 14 segundos que hacía que se acumulara un día cada 128 años que tenía como consecuencia que las estaciones y las fiestas móviles del catolicismo (como la Semana Santa) tuviesen lugar en una estación y momento diferente.. Las modificaciones aplicadas por el calendario gregoriano hacen que el desfase sea de un día cada 3300 años.

La preocupación por la exactitud del calendario juliano tuvo una importante expresión en el Concilio de Trento, donde se instaba a adecuar los cambios de estaciones y las fiestas religiosas móviles, como la Pascua. Y al estudio del asunto se dedicó la Universidad de Salamanca, que presentó dos estudios científicos en 1515 y en 1578.

Para la corrección de errores provenientes del tiempo que tarda la Tierra en dar la vuelta al Sol: 365 días, 5 horas, 48 minutos y 46 segundos, señala un año bisiesto cada cuatro.

Con base en el estudio de 1578, Gregorio XIII, mediante bula Inter Gravissimas,  implantó el calendario que lleva su nombre, eligiendo el momento de su aplicación en unas fechas con pocas festividades: entre el 5 y el 14 de octubre. Así, en 1582 se eliminaron 10 días y en la noche del 4 de octubre desaparecieron los días comprendidos entre el 5 y el 14 de octubre, pasando directamente al día 15.

Aún así hay una ligera diferencia, ya que el calendario gregoriano es 26 segundos más largo que el año astronómico, lo que implica un día de diferencia cada 3323 años, es decir que el año 4000 y el 8000 no serán años bisiestos para arreglar esta discrepancia.

Toma como referencia el año supuesto de nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, lo que da lugar a dos grandes períodos históricos: antes de Cristo (a.C) y después de Cristo (d.C). El año del nacimiento de Jesús sería el año 1 d.C, mientras que el año anterior a su nacimiento se considera el año 1 a.C.

La implantación fue muy rápida. España Portugal e Italia lo implantaron inmediatamente, con lo que medio mundo lo adoptó. Inglaterra y sus colonias, como Estados Unidos, todavía tardaron doscientos años en hacerlo. A finales del siglo XIX, Japón comenzó a utilizarlo, y a principios del siglo XX lo hicieron China y Turquía.


FUENTES:

Cesáreo Jarabo 

España en la historia.


“ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE ESTUDIOS HISTÓRICOS MEDIEVALES”.

“CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS TEMPLARIOS”.

“PRIORATO TEMPLARIO DE SAN BERNARDO DE CLARAVAL”.

"PRECEPTORÍA NACIONAL".

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠

Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠  Estudios y Análisis Históricos.

✠  Efemérides, personajes, lugares y hechos históricos. 

✠  BERNARDO DE CLARAVAL Y LA ORDEN TEMPLARIA.

✠ INTRODUCCIÓN:

Bernardo de Clairvaux (Claraval en español) fue un monje cisterciense francés y Abad del Monasterio de Claraval. Con él la Orden del Císter se expandió por toda Europa y personalmente pasó a ocupar el primer plano de la influencia religiosa. Participó en los principales conflictos doctrinales de su época y se implicó en los asuntos importantes de la Iglesia Católica.




Es una personalidad esencial en la historia de la iglesia y la más notable del siglo XII, llegando incluso a ser el principal impulsor de la naciente Orden Templaria y un apasionado predicador de la Segunda Cruzada. Ejerció una gran influencia en la vida política y religiosa de Europa en el siglo XII. Sus contribuciones han perfilado la religiosidad cristiana, el canto gregoriano, la vida monástica y la expansión de la arquitectura gótica.

Bernardo falleció en el Monasterio de Claraval el 20 de agosto de 1153 y la Iglesia Católica lo canonizó el 18 de enero 1174 por el Papa Alejandro III, y Pío VIII le declaró Doctor de la Iglesia en 1830.

✠ INFANCIA Y JUVENTUD:

Bernardo nació en el año 1090 en Fontaine-les-Dijon, en la Borgoña, Francia. Sus padres, Tescelín, señor de Fontaine, y su madre Aleth de Montbard, pertenecían a la alta nobleza de Borgoña.

Bernardo, tercero de una familia con siete hijos, entre ellos una sola mujer, fue educado con un cuidado especial porque, aún antes de nacer, un hombre devoto había anunciado a su madre que el hijo al que iba a dar a luz iba a tener un gran destino.

A los nueve años de edad Bernardo fue enviado por su padre a la famosa escuela de Chatillon- sur-Seine, que seguía la antigua regla de San Vorles. Bernardo tenía una gran inclinación por la literatura y se dedicó durante algún tiempo a la poesía.

Ganó la admiración de sus maestros con su éxito en los estudios, y no menos destacable fue su crecimiento en la virtud. El gran deseo de Bernardo fue el de progresar en el campo de la literatura con vista a abordar a fondo el estudio de la Sagrada Escritura.

Bossuet, clérigo, predicador e intelectual francés, decía que todo en Bernardo era piedad. Tenía una devoción especial a la Santísima Virgen y nadie ha hablado de Ella de manera más sublime.

Bernardo tenía 19 años cuando en 1109 murió Aleth de Montbard, su madre. Fue un momento muy difícil para él y durante algún tiempo se enfrió su fervor y empezó a inclinarse hacia lo mundano. Pero las amistades mundanas, por más atractivas y brillantes que fueran, lo dejaban vacío y lleno de hastío. Después de cada fiesta se sentía más desilusionado del mundo y de sus placeres.

Incluso en medio de la vida mundana que llevaba, Bernardo poseía un extraordinario carisma de atracción personal. Era amable, simpático, inteligente, bondadoso y alegre. Incluso muy apuesto, puesto que su hermana Humbelina le llamaba cariñosamente con el apelativo de ojos grandes.

✠ SU LLAMADO:

Bernardo no se hallaba feliz dentro de la vida mundana; él deseaba salirse de ella y encontrar el camino que le condujera a la paz personal y espiritual que anhelaba. Y por fin llegó. Una noche de Navidad y en plena celebración litúrgica en el Templo, Bernardo se quedó dormido y le pareció ver al Niño Jesús en Belén en brazos de María, y que la Madre le ofrecía a su Hijo para que lo amara y le hiciera amar por los demás.

Desde ese día Bernardo ya no pensó en otra cosa que no fuera consagrarse a la religión y al apostolado. Fue al Monasterio de monjes benedictinos del Císter y pidió ser admitido en la orden. El superior, Esteban Harding, lo aceptó con profunda alegría.

Bernardo regresó con su familia para contarles la noticia, pero todos se opusieron a su decisión. Sus amigos le decían que eso era desperdiciar una gran personalidad para ir a sepultarse vivo en un monasterio. Su familia no aceptaba su decisión de ninguna manera. Pero Bernardo les habló tan acertadamente sobre las ventajas y cualidades que tiene la vida religiosa, que logró llevarse al convento a sus cuatro hermanos mayores, a su tío y a treinta compañeros de la nobleza local, que dejaron todo para unirse a Cristo.

Cuando le dijeron a Nirvardo, su hermano menor, que iban al Císter para convertirse en religiosos, el muchacho les respondió: ¡Ajá! ¿Con que vosotros vais a ganaros el cielo y a mí me dejáis aquí en la tierra? ¡Esto no lo puedo aceptar! Y un tiempo después también Nirvardo se hizo religioso del Císter.

Pero antes de entrar al Monasterio, Bernardo llevó a su finca a todos los que deseaban entrar en la Orden para prepararlos durante varias semanas, entrenándolos acerca del modo de cómo debían comportarse para llegar a ser unos monjes fervorosos.

En el año de 1112, a la edad de 22 años, Bernardo entra al monasterio benedictino del Císter acompañado por el grupo al que había preparado. Más tarde entra en la orden Tescelín, su padre, que era viudo, su hermana Humbelina, su cuñado y su hermano Guido, quien estaba casado y tenía dos hijas. Humbelina ingresó en el convento de Jully, en que ya estaban su cuñada Isabel y su sobrina Adelina.

Pero en 1115, ante el doble problema que representaba la masiva presencia del clan de los Fontaine encabezados por Bernardo, y el repentino hacinamiento que habían provocado en el Monasterio, el Abad Esteban Harding decidió enviar a Bernardo y a su grupo a fundar el Monasterio de Claraval, cerca de la frontera suiza (actual Clairvaux-les-Lacs), que fue una de las primeras fundaciones cistercienses.

Bernardo fue designado Abad del nuevo Monasterio, puesto que desempeñó hasta el fin de su vida. Fue el Obispo de Chalons-sur-Marne, el filósofo Guillermo de Champeaux, quien ordenó sacerdote a Bernardo y le bendijo como Abad de Claraval. Guillermo de Champeaux vió siempre en Bernardo al hombre predestinado, al siervo de Dios. Desde este momento nació una fuerte amistad entre el Abad Bernardo y el Obispo Guillermo, quien fue profesor de teología en Notre Dame de París y fundador del monasterio de San Víctor.

✠ LA ORDEN DEL CÍSTER:

En el siglo III los primeros monjes cristianos provenientes de Egipto y Siria eran en gran parte ascetas solitarios, anacoretas que posteriormente pasaron a vivir en comunidad por razones de supervivencia. Estas congregaciones fueron organizándose hasta establecer determinadas reglas monásticas que asegurasen la convivencia y que con el tiempo se fueron perfilando y difundiendo. Las premisas para los monakos (solitarios) consistían en dejar atrás todos sus vínculos para adaptarse a una nueva comunidad que les ofrecía una vida dedicada a la oración y al ascetismo.

En el siglo IV Benito de Nursia fundó entre Roma y Nápoles el Monasterio de Monte Cassino, donde aplicó la práctica de la Regla del Maestro, principal referente de la vida monástica cristiana del Occidente medieval. Tras la invasión lombarda, que supuso la destrucción del Monasterio y su posterior reedificación, la orden benedictina se tomó como modelo ideal de vida monástica y proliferaron fundaciones del mismo orden religioso en diferentes países. La importancia de los oratores (monjes) aumentó hasta el punto de convertirse en uno de los pilares imprescindibles de la sociedad, junto con los laboratores (trabajadores) y los bellatores (guerreros).

Con el tiempo las costumbres iniciales se fueron degenerando. Los objetivos de los primeros ascetas quedaban prácticamente irreconocibles ante las prácticas y el modo de vivir de aquellos monjes. Tras el intento de reforma de la Abadía de Cluny en el año 910, nació en muchos monjes la necesidad de aplicar de nuevo los principios de “ora et labora” (reza y trabaja).

En el año 1075 el Monasterio de Molesmes regresaba a los ideales de Monte Cassino. Desde Molesmes 21 monjes fundaron en un bosque cercano a Dijon, llamado Citeaux, una nueva comunidad que potenciaba la caridad y el voto de pobreza. La Orden se fue configurando durante medio siglo (1075 al 1125) y en el 1119 se celebró el primer Capítulo y se aprobó la Carta de la Caridad, los preceptos de la organización del monasterio. Ahí dio inicio lo que sería conocida como la Orden del Cister.

Para ellos, el monje había descuidado su labor y su lugar en la iglesia. Según ellos los abades no encarnaban la imagen propuesta por la regla benedictina y se dedicaban a la vida mundana, pasando demasiado tiempo en las Cortes e interviniendo demasiado tiempo en política. Acumulaban demasiadas tierras y riquezas y hacían excesos en el comer y en el beber, todo ello muy alejado de la pobreza, penitencia y soledad que debían practicar para seguir fielmente la Regla de San Benito. El monje debía llevar una vida de oración, trabajo y acogida de peregrinos, y poseer una razonable medida de lo material.

La Orden del Císter forma parte de ese movimiento renovador. Conocida como el Císter, es una orden religiosa fundada por Roberto de Molesmes en 1098. Debe su nombre a la Abadía del Císter, donde se originó (la antigua Cistercium romana, localidad próxima a Dijon, Francia). En la Edad Media se les llamó los monjes blancos por el hábito blanco que usaban bajo sus escapularios negros, lo que les diferenciaba de los monjes negros, que eran los benedictinos.

Del Císter salieron en poco tiempo más de sesenta mil monjes que se diseminaron por Francia, Italia, España y la Europa Central fundando nuevos monasterios, siempre en zonas yermas o inhóspitas pero con abundancia de agua.

Durante el siglo XII, considerada su Edad de Oro, los cistercienses constituían la Orden con más influencia dentro de la Iglesia católica. Alcanzaron obispados y desempeñaron diversas funciones eclesiásticas. También tuvieron un fuerte protagonismo en la economía de la Edad Media, en especial en el desarrollo de técnicas para hacer utilizables terrenos baldíos, y en la creación de métodos de producción, distribución y venta de granos y de lana. Fueron en gran parte los responsables de la expansión de la arquitectura gótica por toda Europa y dedicaron mucho tiempo y esfuerzos en la recogida y copia de manuscritos para sus bibliotecas.

Cuando Roberto de Molesmes, primer Abad de la Orden, dejó la Abadía del Císter en Citeaux para regresar a su Molesmes natal, dejó el gobierno de la nueva Abadía a Alberico, quien falleció en 1109. Esteban Harding le sucedió en 1113 como tercer Abad y fue quien propició el ingreso de Bernardo de Claraval en la Orden del Císter.

Posteriormente Esteban Harding envió al joven Bernardo al frente de un grupo de monjes para fundar una comunidad en el valle de Absinthe, o Valle de la Amargura, en la Diócesis de Langres.

✠ LA ABADÍA DE CLARAVAL:

Para erigir la Abadía Bernardo eligió un lugar apartado en el bosque donde sus monjes tuvieran que derramar el sudor de su frente para poder cosechar lo que habían sembrado por sí mismos, y le puso el nombre de Clairvaux (Claraval), que significa valle claro ya que allí el sol ilumina con fuerza todo el día.

Los comienzos de Claraval fueron confusos y penosos. El régimen impuesto por Bernardo era muy austero y afectó a su salud. Cuando el Capítulo General del Císter se enteró de sus dificultades delegó en el Obispo Guillermo de Champeaux la resolución de las mismas. El Obispo, al darse cuenta de la deplorable salud de Bernardo, le obligó a suavizar la falta de alimentación y la implacable mortificación que se imponía a sí mismo. Bernardo se vió obligado a dejar la comunidad temporalmente y a trasladarse a una cabaña que le servía de enfermería y donde era atendido por otras personas ajenas a la Orden.

Sin embargo el Monasterio progresó rápidamente y acudieron gran número de discípulos deseosos de ponerse bajo la dirección de Bernardo. Con ello Claraval pronto quedó pequeño para la gran cantidad de religiosos que acudieron, siendo por ello necesario enviar diferentes grupos a fundar nuevas comunidades.

En el año 1118 se fundó el Monasterio de las Tres Fuentes, en la Diócesis de Chalons; en 1119 el de Fontenay, en la Diócesis de Dijon y en 1121 el de Foigny, cerca de Vervins, en la Diócesis de Soissons. A partir de 1130 se extienden las primeras abadías por Alemania, Inglaterra, Italia y España.

A pesar de esa prosperidad Bernardo, Abad de Claraval, tuvo sus pruebas. Durante una ausencia suya de Claraval, el Gran Prior de Cluny, Antonio de Blé, Barón de Uxelles, influyó para atraerse al sobrino de Bernardo, Roberto de Chatillon, lo cual fue motivo de la más larga y sentida carta del Abad de Claraval. El Barón de Uxelles logró su objetivo y, ante la ausencia de Bernardo, Roberto de Chatillon junto con otros monjes salió de la Abadía de Claraval y fundó la Abadía de Noirlac, cerca de la ciudad de Saint-Amand.

Sin embargo posteriormente, Bernardo dio su bendición a su sobrino y a su fundación y, en un momento de gran apuro económico para la Abadía de Noirlac, fue el propio Bernardo quien hizo las gestiones necesarias ante el Abad Suger, consejero del Rey Luis VII, quien cubrió las necesidades de la Abadía enviándoles una remesa de trigo.

✠ EL ABAD BERNARDO DE CLARAVAL:

En la historia de la Iglesia es difícil encontrar otro hombre que haya sido dotado por Dios de un poder de atracción tan grande para atraer a personas a la vida religiosa como el que recibió Bernardo.

En las universidades, en los pueblos y hasta en los campos, los jóvenes al oírle hablar de las excelencias y ventajas espirituales de la vida monástica, se iban en grupos a que él les instruyera y formara como religiosos. Incluso las muchachas tenían terror de que su novio hablara con Bernardo.

Durante su vida fundó más de trescientos monasterios e hizo llegar a la santidad a muchos de sus discípulos. Le llamaban el cazador de almas y vocaciones y con su apostolado consiguió que más de novecientos monjes hicieran vocación religiosa.

Las gentes llamaban a Bernardo doctor melifluo (el doctor boca de miel). Su inmenso amor a Dios y a la Virgen María y su deseo constante de salvar almas lo llevaban a estudiar durante horas cada sermón que iba a pronunciar y, como sus palabras iban precedidas de mucha oración y de grandes penitencias, el efecto era fulminante entre los oyentes. Escuchar al Abad Bernardo de Claraval era sinónimo de mejoría espiritual.

Bernardo fue el gran enamorado de la Virgen María. Se adelantó en su tiempo a considerarla como mediadora de todas las gracias y poderosa intercesora nuestra ante su Hijo Jesús. A Bernardo se le deben las últimas palabras de la Salve: “Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María”. Las dos ideas fundamentales transmitidas por Bernardo en cuanto a la Virgen María son: la mediación universal de María y la necesidad de invocarla en todas las circunstancias.

El mayor deseo de Bernardo era el de permanecer en su Monasterio de Claraval dedicado a la oración y a la meditación junto con los demás monjes. Pero tanto el Papa como los obispos, los pueblos y los gobernantes le pedían continuamente su ayuda y asesoramiento, y él siempre estuvo dispuesto a dársela.

Con una salud sumamente débil por habérsele dañado el aparato digestivo en los primeros y austeros días como monje cisterciense, Bernardo recorrió toda Europa poniendo paz donde habían guerras, deteniendo las herejías, corrigiendo errores, animando a desanimados y hasta reuniendo ejércitos para defender la fe católica. Era el árbitro deseado y aceptado por todos.

Espiritualmente hablando, Bernardo fue un místico y se le considera uno de los fundadores de la mística medieval. Tuvo una gran influencia en el desarrollo de la devoción a la Virgen María.

Bernardo habitualmente se desplazaba a pie, acompañado siempre de un monje que hacía de secretario y que escribía sus dictados durante los desplazamientos. Predicó en la región del Languedoc a los cátaros o albigenses, por quienes fue elogiado. Sin embargo, en Verfeil, cerca de Toulouse, los mismos cátaros que en un principio le elogiaban, le abuchearon. Después de la muerte de Bernardo los cátaros fueron declarados herejes por el Vaticano y su comunidad fue disuelta a la fuerza. Posiblemente debido a los abucheos infringidos contra Bernardo unos años antes, muchos cistercienses se pusieron al frente de la cruzada que reprimió el movimiento cátaro.

✠ LA ACTIVIDAD PÚBLICA DE BERNARDO DE CLARAVAL:

Debido a su gran capacidad histriónica Bernardo era requerido donde se suscitaba cualquier tipo de situación que pudiera ser perjudicial para la Iglesia. Ello significó que Bernardo tuviera distintas intervenciones públicas en cualquier país europeo.

A continuación se detallan algunas de las más importantes intervenciones suyas.

✠ 1.- ORGANIZACIÓN DE LA ORDEN DEL TEMPLE.

(1127): En el año 1099 los cruzados recuperaron Jerusalén y los lugares santos de Palestina. Los peregrinos eran atacados y robados en los caminos y algunos caballeros decidieron prolongar su voto y dedicar su vida a la defensa de los peregrinos. En 1127, Hugo de Payens, fundador de los Templarios, solicitó al Papa Honorio II el reconocimiento de su organización.


Recibieron el apoyo del Abad Bernardo, sobrino de uno de los nueve Caballeros fundadores y a la postre quinto Maestre de la Orden, André de Montbard. Así se reunió un Concilio en Troyes para regular su organización.

En el Concilio solicitaron a Bernardo que redactase su regla, que fue sometida a debate y con algunas modificaciones fue aprobada. La Regla del Temple fue pues una regla cisterciense, pues contiene grandes analogías con la misma; no podía ser de otra forma ya que el abad era su inspirador.

Era típica de las sociedades medievales, con estructuras jerarquizadas y poderes totalitarios. Regula la elección de los que mandan y estructura las asambleas para asistirlos y, en su caso, controlarlos. Después de esta primera redacción hubo una segunda debida a Esteban de Chartres, Patriarca de Jerusalén, denominada regla latina y cuyo texto se ha mantenido hasta nuestros días.

Bernardo escribió en 1130, el “Elogio de la nueva milicia templaria”, que asoció a los lugares de la vida de Jesús con infinidad de citas bíblicas. Intentó equiparar la nueva milicia a una milicia divina.

✠ 2.- INTERVENCIÓN EN EL CISMA DE ANACLETO EN DEFENSA DE INOCENCIO II (1139):

Fallecido el Papa Honorio II, se produjo una doble elección papal. La mayoría de los cardenales apoyaron al cardenal Pietro Pierleoni, que adoptó el nombre de Anacleto II, mientras que una minoría de cardenales se decantó por Gregorio Papareschi, quien se llamó Inocencio II.

La aparición de dos papas provocó el cisma y enfrentó a media cristiandad, que apoyaba a Anacleto II, con la otra media, que defendía a Inocencio II. Este último contaba con el apoyo de Bernardo, que se recorrió Europa desde 1130 a 1137 explicando sus puntos de vista a monarcas, nobles y prelados.

Su intervención fue decisiva en el Concilio de Estampes, convocado por rey francés Luis VI. Así mismo, la influencia de Bernardo favoreció la confirmación de Inocencio II, consiguiendo los apoyos de Enrique I de Inglaterra, el emperador alemán Lotario II, Guillermo de Aquitania, los reyes de Aragón y de Castilla, Alfonso VII, y las repúblicas de Génova y Pisa. Finalmente, Anacleto fue rechazado como papa y fue excomulgado.

✠ 3.- CONTROVERSIA CON ABELARDO (1139):

Abelardo, uno de los primeros escolásticos, se había iniciado en la dialéctica y mantenía que se debían buscar los fundamentos de la fe con similitudes basadas en la razón humana. Así argumentaba: Me dispuse a explicar los fundamentos de nuestra fe mediante similitudes basadas en la razón humana. Mis alumnos me pedían razones humanas y filosóficas y me reclamaban aquello que pudiesen entender y no aquello sobre lo que no pudiesen discernir. Decían que no servía de nada pronunciar muchas palabras, si no se hacía con inteligencia; que no se podía creer nada que previamente no se hubiese entendido; y que es ridículo que alguien predique nada que ni él ni sus alumnos no puedan abarcar con el intelecto.

(Pedro Abelardo/HistoriaCalamitatum)

Estas nuevas ideas de Abelardo fueron rechazadas por los que pensaban de forma tradicional, entre ellos el Abad Bernardo. Así en 1139, Guillermo de Saint-Thierry encontró 19 proposiciones supuestamente heréticas de Abelardo y Bernardo de Claraval las remitió a Roma para que fuesen condenadas. En el sínodo de Sens exigieron a Abelardo retractarse y al no hacerlo, el Papa confirmó al Sínodo de Sens y lo condenó por hereje a perpetuo silencio como docente.

Bernardo en carta a Inocencio II (Contra errores Petri Abaelardi), refutó los supuestos errores de Abelardo, pues consideraba que la fe sólo debe ser aceptada. La opinión de Bernardo, acerca del mal empleo que hacía Abelardo de la razón, se ganó el apoyo de místicos e irracionalistas, que estuvieron de acuerdo con él.

✠ 4.- PREDICACIÓN DE LA SEGUNDA CRUZADA.

(1145): En la Segunda Cruzada Bernardo asumió el papel político más importante de su vida al convertirse en el predicador de la nueva guerra santa. El fracaso de la misma le supuso el declinar de su influencia política.

Cincuenta años antes, durante la Primera Cruzada, se estableció en Palestina un reino feudal gobernado por nobles franceses. En 1144, los ejércitos del Islam tomaron la ciudad cristiana de Edesa y Jerusalén y Antioquía estaban amenazadas con parecido desastre.

Delegaciones de los obispos de Armenia solicitaron ayuda al Papa y el Rey de Francia también envió embajadores. En 1145 Luis VII de Francia propuso la cruzada y pidió a Bernardo que la predicase. Este respondió que sólo el papa le podía encargar esa predicación. El Rey realizó la petición al Papa y fue entonces cuando Eugenio III, que había sido monje en Claraval y discípulo de Bernardo, pidió al Santo que predicase la cruzada y las indulgencias que de ella sederivaban.

El Bernardo que predicó la Cruzada mostró una personalidad diferente a lo que había sido hasta entonces. Él entendía la vida interior como unión del alma humana con Dios e identificaba la vida interior con la vida de toda la iglesia, de todo el cuerpo místico, siendo su concepción de la cruzada básicamente mística.

Bernardo consideraba que la Iglesia Católica podía llamar a las armas a las naciones cristianas para salvaguardar el orden establecido por Dios. Según él, si Dios juzgaba necesario que los ejércitos defendieran su reino, si el mismo Papa le ordenaba predicar la Cruzada, estaba claro para él que se trataba de una misión divina. Por tanto transmitió a los cristianos que se trataba de una guerra santa, pues así la concebía él.

En un escrito posterior dirigido al Papa así reflexionó sobre la cruzada: Me lo ordenasteis y obedecí. La autoridad del que me mandaba hizo fecunda mi obediencia. Abrí mis labios, hablé y se multiplicaron los cruzados, de suerte que quedaron vacías las ciudades y castillos, y difícilmente se encontraría un hombre por cada siete mujeres.

La predicación realizada en Alemania lo fue en contra de la voluntad del Papa y ganó para la causa al emperador Conrado III y a numerosos príncipes.

Según Maschke, Bernardo es mucho más fogoso como predicador que como hombre de Estado y, como político de la Iglesia, electriza a los pueblos de Occidente infundiéndoles la sola voluntad de acudir a la Cruzada.

Los cruzados fueron derrotados por el Islam, lo que provocó un gran pesimismo en toda la cristiandad. Bernardo de Claraval, quien había sido el principal animador y el que había encendido a los pueblos, fue llamado embaucador y falso profeta. El fracaso de la Segunda Cruzada dañó profundamente la confianza en el pontificado y se habló abiertamente de que la fe cristiana había sufrido un duro revés.

Bernardo quedó muy afectado, aunque le consoló en parte el pensar en que por lo menos había sido criticado él y no Dios. Así lo escribió en “De Consideratione”, dirigido al Papa Eugenio III.

✠ IMPULSOR DE LA ARQUITECTURA CISTERCIENSE:

Su Apología a Guillermo estableció también los criterios teóricos que luego se emplearían en la construcción de todas las abadías cistercienses. En este escrito, Bernardo criticó duramente la escultura, la pintura, los adornos y las dimensiones excesivas de las Iglesias de los cluniacenses. Partiendo del espíritu cisterciense de pobreza y ascetismo riguroso, llegó a la conclusión de que sus monjes, que habían renunciado a las bondades del mundo, no precisaban de nada de esto para reflexionar en la ley de Dios. La crítica la desplegó sobre dos ejes. En primer lugar, la pobreza voluntaria: las esculturas y adornos eran un gasto inútil; despilfarran el pan de los pobres. En segundo lugar rechazaba también las imágenes porque distraían la atención de los monjes y los apartaban de encontrar a Dios a través de la Escritura.

Cuando en 1135 tenían unas 90 abadías y aumentaban a un ritmo de 10 nuevas por año, Bernardo debió pensar que la Orden estaba consolidada y con un crecimiento desmedido, siendo urgente un modelo de abadía que garantizase la uniformidad de la Orden. También debió reflexionar que la Orden no podía seguir con las efímeras construcciones de madera y adobe, precisando monasterios en piedra que sirviesen a las generaciones futuras de monjes.

Ello lo concretó en la construcción en piedra de las dos primeras abadías, Claraval II (a partir de 1135), y Fontenay (comenzada en 1137), que se construyeron de forma simultánea. En las dos intervino de forma decisiva, ya que de Claraval era su Abad y Fontenay era filial suya. Él fue el inspirador de ambas construcciones y de sus soluciones formales. Para él, la arquitectura cisterciense debía reflejar el ascetismo y la pobreza absoluta llevada hasta un desposeimiento total que practicaban a diario y que constituía el espíritu del Císter. Así terminó definiendo una estética de simplificación y desnudez que pretendía transmitir los ideales de la orden: silencio, contemplación, ascetismo y pobreza.

Estas primeras abadías se construyeron en estilo románico borgoñés, que había alcanzado toda su plenitud con la bóveda de cañón apuntada y bóveda de arista.

Posteriormente, cuando en 1140 surgió el estilo gótico en la benedictina abadía de Saint Denis, los cistercienses aceptaron rápidamente algunos conceptos del nuevo estilo y empezaron a construir en los dos estilos, siendo frecuentes las abadías donde conviven dependencias románicas y góticas de la misma época. Con el paso del tiempo, el románico se abandonó.

Al prescindir de todo lo superfluo, el estilo cisterciense consiguió unos espacios desnudos, conceptuales y originales que lo hace plenamente identificable.

✠ NFLUENCIA EN EL PAPA EUGENIO III.

Eugenio III era hijo espiritual de Bernardo. Antes de ser elegido Papa, Eugenio estuvo durante diez años en Claraval siendo monje cisterciense, bajo la autoridad espiritual de su Abad Bernardo. Después, durante otros 5 años, fue abad de un monasterio filial de Claraval, el de las Tres Fuentes y por lo tanto, seguía manteniendo esa relación de dependencia espiritual.

Ya siendo Papa, mantenían frecuente correspondencia entre ellos, pidiéndole Eugenio que le escribiera un tratado sobre las obligaciones de ser Papa. El Abad así lo hizo y escribió el tratado “De Consideratione” en cinco libros. El primero lo escribió en 1149, el segundo en 1150, el tercero después del desastre de la cruzada en 1152 y los dos últimos a continuación. Es su tratado más conocido y aunque lo escribió para el Papa Eugenio, en la práctica lo estaba haciendo también para todos los papas posteriores. De hecho se conoce la importancia que muchos papas han dado a este texto.

Bernardo seguía sintiéndose el padre espiritual del papa Eugenio III y así lo manifestó repetidamente en el prólogo de “De Consideratione”:

“El amor que os profeso no os considera como Señor, os reconoce por hijo suyo entre las insignias y el esplendor de vuestra excelsa dignidad. Os amé cuando eras pobre, igual os he de amar hecho padre de los pobres y de los ricos. Porque bien os conozco, no por haber sido hecho padre de los pobres dejáis de ser pobre de espíritu”.

En este escrito Bernardo insiste en la necesidad de la vida interior y de la oración para aquellos que tienen las mayores responsabilidades de la Iglesia. Escribió sobre el peligro de dejarse llevar por los asuntos de Estado y descuidar la oración y las realidades de lo alto.

Sobre los poderes del Papa le escribió defendiendo la supremacía del poder espiritual y el derecho de la Iglesia a emplear los ejércitos seglares. Se basaba en las palabras que los apóstoles dijeron a Jesús cuando lo apresaron, recogidas en el Evangelio de san Lucas y que él interpretó para fundamentar de nuevo la doctrina de las dos espadas, presente en el pensamiento cristiano desde los inicios de la Edad Media:

“Si la espada material no perteneciese a la Iglesia, el Señor no habría replicado? Es bastante? a los apóstoles cuando le dijeron? Aquí hay dos espadas?, sino ?Es demasiado? Por tanto, de la Iglesia son la espada espiritual y la espada material, pero ésta ha de ser manejada para la Iglesia, y aquella, por la Iglesia”.

“De consideratione”.

También le escribió que el poder del papa no es ilimitado: Yerras si, como creo, piensas que tu poder apostólico es el único instituido por Dios. Dice el apóstol: ?No hay poder que no proceda de Dios…Todos han de estar sometidos a las autoridades superiores?. No dice? la autoridad superior?, como si se refiriese a una, sino ?las autoridades superiores?, como si se refiriese a varias. Por tanto, tu poder no es el único que procede de Dios, también proceden de? Él?, el poder de los medianos y de los pequeños.

“De consideratione”.

Estaba convencido de que todos los cargos de la Iglesia procedían directamente de Dios y así lo escribió al Papa: La santa Iglesia romana no es la señora, sino la madre de las iglesias. Vos no sois el señor de los obispos, sino uno de ellos.

“De consideratione”.

✠ BERNARDO Y SU DOCTRINA:

Sus fuentes fueron fundamentalmente las Sagradas Escrituras y también las fuentes de la tradición cristiana. Ambas fueron siempre sus grandes argumentos.

Bernardo creía en la revelación verbal del texto bíblico. Esta creencia, considerada hoy errónea por la teología católica, la heredó de Orígenes, su maestro en Exégesis.

Así, en cada palabra de la Biblia buscaba interpretaciones y sentidos desconocidos y ocultos. Cuando no comprendía unas frases o un sentido del texto, se humillaba y pedía a Dios que le iluminara, pues entendía que si Dios había puesto esa palabra o esa frase y no otra, lo hacía por una razón concreta. Esta fe en la revelación verbal le originó importantes periodos místicos que quedaron recogidos en sus escritos.

Su búsqueda de la interpretación del texto sagrado, sin limitarse al sentido pretendido por el escritor sagrado para obtener de él la justificación de sus experiencias personales, profundiza en la reflexión y en la contemplación de la misma forma que la Iglesia primitiva y siguiendo la tradición mística de los padres griegos de la Escuela de Alejandría.

Resulta esclarecedor lo que pensaban de él los dos principales artífices de la Reforma Protestante.

Martín Lutero dijo que "Bernardo supera a todos los demás Doctores de la Iglesia", y Juan Calvino lo alabó: "El abad Bernardo habla el lenguaje de la mismaverdad".

Los libros de la Biblia que más citó y por lo tanto con los que más se identificaba son: el libro de los Salmos: 1519 veces; las Cartas de Pablo: 1388 veces; el Evangelio de Mateo: 614 veces; el Evangelio de Juan: 469 veces; el Evangelio según san Lucas: 465 veces; el Libro de Isaías: 358 veces y el Cantar de los Cantares: 241 veces.

La segunda fuente para él era la Tradición. En su tiempo había dos escuelas teológicas contrarias: la escuela antigua o tradicional, de la que él era el principal exponente, y la escuela moderna, patrocinada por Abelardo y basada en especulaciones y en la crítica filosófica de las ideas. Bernardo consideraba estéril la filosofía, pues argumentaba que en nada sirve al hombre para alcanzar su fin último.

Despreciaba a Platón y Aristóteles. En cierta ocasión dijo: "Mis maestros son los apóstoles; ellos no me han enseñado a leer a Platón ni a ejercitarme en las disquisiciones de Aristóteles".

Sin embargo Bernardo tenía una concepción neoplatónica del alma humana, que consideraba estaba creada a imagen y semejanza de Dios y destinada a una unión perfecta con Él.

Los Padres de la Iglesia que más seguía eran los que entonces se consideraban los maestros más autorizados de la Iglesia: se declaró fiel discípulo de San Ambrosio y de San Agustín de Hipona, los llamó las dos columnas de la Iglesia y escribió que difícilmente se apartaría de su parecer (Tratado sobre el bautismo).

En moral su referencia era Gregorio Magno. Copió con frecuencia, aunque sin citarlo, a Casiodoro en sus comentarios sobre los Salmos. Muchos bellos pensamientos que describió Bernardo en realidad son de Casiodoro. Entre los Padres griegos, citó a menudo a Orígenes y a Atanasio. Tenía una gran devoción a Benito de Nursia y a su única obra, la “Régula monasteriorum” (la regla de los monjes).  Esta obra era la maestra de su corazón y de su intelecto, y estaba convencido que, como la Biblia, era un libro directamente inspirado por Dios.

Cuatro de sus obras tienen similitudes con otras de la literatura patrística:

Los sermones sobre el Cantar de los cantares.

En el Concilio de Sens, Berenguer de Escocia le recriminó haber copiado descaradamente a Orígenes, Ambrosio, Rexio de Autun y Beda el Venerable.

Los 17 sermones sobre el salmo 90 están copiados de la doctrina de San Agustín.

Las 4 homilías de alabanzas de la Virgen María tienen plagios de Ambrosio y de San

Agustín

Su escrito Sobre la gracia y el libre albedrío es un resumen de la doctrina de San

Agustín.

Misticismo: Bernardo de Claraval fue el primero que formuló los principios básicos de la

mística, contribuyendo a configurarla como cuerpo espiritual de la Iglesia católica.

Su devoción a la humanidad de Jesús se trató de una innovación basada en el Cristo de los

Padres y de San Pablo. Su forma de relacionarse con Cristo llevó a nuevas formas de espiritualidad basadas en la imitación de Cristo.

Su teología mística tuvo como fin principal mostrar el camino de la unión espiritual con Dios. Su doctrina de búsqueda de unión a Dios se inspiró en el estudio de las escrituras y de los Padres de la Iglesia, así como en su propia experiencia religiosa.

El esquema de la mística bernardiana propone ascender desde lo más profundo del pecado original hasta lo más elevado del amor, la unión mística con Dios. En este ascenso enumeró cuatro grados de amor, descritos en su tratado Del amor de Dios:

En primer lugar, pues, se ama el hombre a sí por sí mismo, pues es carne, y no puede gustar nada fuera de sí. Mas cuando ve que no puede subsistir por sí, comienza a buscar a Dios por la fe y a amarle, como que le es tan necesario. Ama, pues, en el segundo grado a Dios, pero por sí, no por Él mismo. Ya después que comenzó, con ocasión de la propia necesidad, a reverenciarle y frecuentarle, meditando, orando, obedeciéndole, poco a poco en virtud de este género de familiaridad, se da a conocer Dios y consiguientemente se hace también más dulce, y así pasa al grado tercero, para amar a Dios no ya por sí, sino por Él mismo En este grado se está mucho tiempo y desde entonces, juntándose a Él, será con Él un espíritu. Cuando se entra en estas grandezas espirituales y divinas habría de ser despejado de todas las enfermedades de la carne.

Del amor de Dios.

Devoción mariana: En el occidente cristiano y a partir de finales del siglo XI, se desarrolló masivamente el culto popular a la Virgen María. Bernardo tuvo un papel importante en la propagación de ese culto mariano. Su teología sobre María fue rápidamente aceptada por los fieles y sus sermones se difundieron por toda la cristiandad.

La figura de María no se entendía como hoy. Así el abad mostró sus dudas sobre la Inmaculada Concepción: Con toda certeza, sólo la gracia hizo limpia a María del contagio original. La fiesta de la Inmaculada Concepción es una fiesta que desconocen los ritos de la Iglesia, ni recomienda la tradición antigua.

Inclusivo no se puede afirmar que patrocinara la Asunción de María, lo cual coincidía con la corriente antiasuncionista que por aquel entonces predominaba. La influencia del pensamiento de Bernardo de Claraval sobre misticismo y devoción mariana en las órdenes religiosas europeas fue muy importante.

✠ LOS ESCRITOS DE BERNARDO:

Sus escritos no son numerosos, ocupan solo los tomos 182 y 183 de la Patrología latina de Migne (compilación de los escritos de los Padres de la Iglesia y de otros escritores eclesiásticos publicados entre 1844 y 1865). Esta cifra es pequeña comparada con otros Padres de la Iglesia. Sus numerosas actividades no le permitieron un trabajo extenso. Por lo general, son obras de ocasión, rápidas, solicitadas por terceros. Muestran al hombre de acción, al renovador del Císter, a un reformador de la sociedad laica y religiosa y defensor del papado. También reflejan la seguridad de la personalidad religiosa más influyente del siglo XII, como San Agustín en el siglo V o Santo Tomás en el siglo XIII. Dejó una producción de unas 500 cartas, del orden de 350 sermones y varios tratados doctrinales.

Sus escritos más conocidos son los sermones (el sermón en los monasterios de la Edad Media tenía mucha influencia en la formación religiosa e intelectual del monje). Después los tratados, breves pero de enorme valor espiritual para la Iglesia católica, desarrollando una doctrina precisa y coherente. Empleó un elegante latín y fue de los escritores más notables de su época, junto a Abelardo y Gilberto de la Porée.

✠ LOS ÚLTIMOS AÑOS DEL ABAD BERNARDO DE CLARAVAL.

Los últimos años de la vida de Bernardo se vieron entristecidos por el fracaso de la Cruzada que había predicado, cuya completa responsabilidad recayó sobre él. Bernardo había acreditado la empresa con milagros, pero según él mismo dijo, la empresa había fracasado debido a la falta de disciplina y presunción de las tropas alemanas, las intrigas del príncipe de Antioquía y de la reina Leonor, la avaricia y evidente traición de los nobles cristianos de Siria al impedir la toma de Damasco y, finalmente, los infortunios y las desgracias ocasionadas por los pecados de los cruzados y de los hebreos (Libro de Meditación, dirigido al Papa Eugenio III).

La muerte de sus contemporáneos sirvió de aviso a Bernardo de su próximo fin. El primero en morir fue Suger en1152, sobre quien el Abad escribió a Eugenio III: Si hay algún vaso precioso adornando el palacio del Rey de Reyes, es el alma del venerable Suger. Thibaud, Conde de Champagne; Conrado, emperador de Alemania, y su hijo Enrique, murieron ese mismo año. Desde el comienzo del año 1153, Bernardo sintió aproximarse su muerte. El fallecimiento del Papa Eugenio le dio el golpe fatal al apartarle del que consideraba su mejor amigo y consolador.

Fruto aún de las severas restricciones monásticas que él mismo se había autoimpuesto al principio de su vida monacal, en 1153 Bernardo sufrió una grave enfermedad estomacal y digestiva y por ello no podía retener la comida y las piernas se le hinchaban. Ello le ocasionó una gran debilidad y, finalmente falleció el 20 de agosto del 1153 a la edad de

63 años, de los cuales 40 habían transcurrido dentro de la vida monacal.



“ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE ESTUDIOS HISTÓRICOS MEDIEVALES”.

“CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS TEMPLARIOS”.

“PRIORATO TEMPLARIO DE SAN BERNARDO DE CLARAVAL”.

"PRECEPTORÍA NACIONAL".

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠

Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠  Estudios y Análisis Históricos.

✠  Efemérides, personajes, lugares y hechos históricos. 

✠  LOS TEMPLARIOS: LAS JERARQUÍAS.

El Maestre era el soberano, aunque en asuntos de gravedad debía someter su decisión al Capítulo, en cuyo cuerpo sólo tenía un voto. Los símbolos jerárquicos eran el bastón o ábaco y el látigo o vara. Algunos han querido ver en el bastón a la unidad de medida. Con el Maestreen batalla, iba siempre el estandarte o baussant/gonfalon, bandera/estardarte compuesto por los colores blanco y negro y la cruz roja en el centro y todos debían seguirlo y protegerlo hasta la muerte.

✠  Baussant templario.




El baussant jugaba un papel muy importante en las batallas, ya que una vez comenzada, el polvo de la tierra envolvía a los combatientes, y el griterío en el fervor de la batalla, hacía imposible comunicarse hablando, aquí es donde entra la función del baussant.

Señalaba el lugar de concentración de las tropas de la Orden mientras durase la batalla, dentro de un grupo formado no por más de diez caballeros, se debía mantener alzado, no pudiendo ser bajado para cargar contra el enemigo cuando se llevara sujeto posiblemente en una lanza. 

Considerado un objeto santo, era protegido por los más distinguidos caballeros, como depositario del honor de la Orden, y portado por un caballero.

Mientras permaneciera ondeando, la batalla no debía pararse y mucho menos abandonar el campo de batalla;  marcaba el ritmo y la movilidad de los miembros templarios en combate.



“Algunos dignatarios poseían en permanencia un gonfalón: el Maestre, el Senescal, los Comendadores de Jerusalén, de Trípoli y de Antioquía, y el Gonfalonero”.

     En el caso que el baussant cayera o fuera apresado por el enemigo, el Comendador  llevaba otro de repuesto, si cayera de nuevo obedecerían la bandera de los hospitalarios, si también sucumbiera, seguirían la de cualquier otro pendón cristiano.

 “El abandono del gonfalón que se tenía a cargo, para huir por temor al enemigo, conllevaba la pérdida de la casa; soltarlo para golpear al enemigo o para cargar sin permiso conllevaba la pérdida del hábito, una sanción a la que a veces se añadía la prohibición de portar en adelante el gonfalón”.

El Gran Consejo, compuesto por 13 miembros elegía al Maestre. El Consejo se constituía de esta manera: el Senescal y el Mariscal escogían otros dos Hermanos para componer el primer núcleo. Los cuatro escogían otros dos y eran seis. Los seis otros dos y eran ocho, los ocho dos más y eran diez, los diez otros dos para reunir el número de los Apóstoles. De los doce, ocho debían ser caballeros -de nuevo ocho- y cuatro escuderos y en conjunto elegían al Capellán -decimotercer miembro- que representaba a Cristo.

El Gran Consejo procedía entonces a nombrar de la nómina al Maestre. Y el Senescal, una vez elegido, le decía: «Hermano ¿prometes ser obediente cada día de tu vida al convento, conservar las buenas costumbres de la casa y garantizar el buen uso de sus bienes?» Entonces, cantando el Te Déum los electores tomaban en sus brazos al Maestre recién elegido y lo llevaban triunfalmente dentro de la capilla para presentarlo ante Dios. El Senescal era la segunda autoridad, aunque el cargo representara a lo que hoy llamaríamos Jefe de Logística. Al igual que el Maestre debe tener un compañero de rango, función que se explica más adelante. El Mariscal es el comandante militar y por ende responsable del entrenamiento y la disciplina. Da las órdenes en cada jornada, aún en presencia del Maestre

En combate, el Mariscal es quien lleva el baussant como señal de reunión y cuando la caballería carga le corresponde hacer de punta de lanza. En ausencia del Maestre y del Senescal, corresponde al Mariscal celebrar el Capítulo. Cuando van armados «todos los hombres de la Casa están a las órdenes del Mariscal». No puede ser designado Comendador de una Provincia a menos que haya sido relevado de esas funciones. El Pañero se ocupa de la ropa de los hermanos, la indumentaria y la ropa de cama. Además debe «procurar que todos los hermanos lleven el pelo cortado pulcra y honestamente». 

Los Comendadores, especie de gobernadores zonales, tenían a su vez un Mariscal y un pañero bajo sus órdenes. Respondían al Maestre y al Capítulo General. Eran los tesoreros del convento. Todo lo ganado en la guerra debía ir a parar a sus manos para su postrer distribución y utilización según necesidades, excepto las armas y pertrechos de uso militar que se ponían a disposición del Mariscal. Estaban también bajo su jurisdicción todos los navíos atracados en el puerto de San Juan de Acre. En Jerusalén tenían a sus órdenes a diez caballeros para protección de los peregrinos, volviendo así a la primitiva función. Llevaban también animales y víveres adicionales para quienes lo necesitaran. Otra función es el privilegio de custodiar la Vera Cruz. 

El Gonfalón o Gonfaloniero era un sargento que mandaba a los escuderos y celebraba capítulo para juzgar y castigar sus faltas. A su vez el Turcopliero hacía lo propio con los turcoples. Reportaba en forma directa al Maestre y al Mariscal. Se llamaba compañero de rango al caballero que debía acompañar, en temas de importancia, en todo momento y circunstancias al Maestre, Comendador o Bailío. Además de los caballeros la Orden tenía «sargentos», que eran combatientes no nobles y que combatían a la par de los caballeros. Se distinguían por el color de su túnica: mientras era blanca para los caballeros, era parda o negra para los sargentos. A los Capellanes les correspondía el cumplimiento de los deberes religiosos... 

Eran elegidos, debían cumplir un noviciado con el Temple y si no conformaba su actuación podían ser despedidos. Otra categoría existente era la de Hermano Templario de Oficio (HTO) y como su nombre indica cumplían con las indispensables labores y abastecimientos en herrería, armas, carpintería, telares, etc. Los escuderos cumplían la función tradicional del cuidado y portación de armas y el servicio de los guerreros. 

Fuentes: 

Los Caballeros Templarios. Dr. Horacio Della Torre. 

Víctor Hugo Bassino  

 

“ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE ESTUDIOS HISTÓRICOS MEDIEVALES”.

“CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS TEMPLARIOS”.

“PRIORATO TEMPLARIO DE SAN BERNARDO DE CLARAVAL”.

"PRECEPTORÍA NACIONAL".

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠

Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠  Estudios y Análisis Históricos.

✠  Efemérides, personajes, lugares y hechos históricos. 

✠  LA PENÍNSULA IBÉRICA EN TIEMPOS DE LAS NAVAS DE TOLOSA.

✠  LAS NAVAS DE TOLOSA: CRISTIANDAD E ISLAM.

✠  LAS NAVAS  DE TOLOSA Y EL PARADIGMA BÉLICO MEDIEVAL.

✠  PARTE 2.-  LA ESPADA Y LA PALABRA: POSTURAS FRENTE AL “OTRO”  DURANTE LA ÉPOCA ALMOHADE.

✠ ALMORÁVIDES Y ALMOHADES FRENTE AL YIHAD, (GUERRA SANTA).

Los movimientos que dieron lugar a los así llamados imperios beréberes – el de los almorávides y los almohades– están estrechamente asociados en la bibliografía existente a la práctica del ŷihād. Esto es especialmente así en el caso de los almorávides. Basta pensar en títulos de libros en distintas lenguas y procedentes de distintos mundos académicos como Dawr al-murābiṭīn fī l-ŷihādbi-l-Andalus 468-530/1086-1147, Les almorávides. Le djihad andalou (1106-1143), o The Almoravids and the meanings of jihad, en los que la asociación con el ŷihād ocupa un lugar prominente. Es una asociación que tiene que ver con los propios orígenes del movimiento almorávide, pero también con la rapidez con la que el movimiento almorávide se vio involucrado en la lucha contra los cristianos en la Península Ibérica y lo decisivo que fue ese factor en el hecho de que los almorávides acabasen extendiendo sus dominios a al-Andalus sin encontrar una oposición fuerte. En efecto, los almorávides podían alardear de que su intervención había sido requerida por los reyes de taifas para frenar el avance cristiano y que había sido la incapacidad y mal gobierno de estos –ejemplificados en el abandono de la lucha militar contra los cristianos y en la imposición de impuestos ilegales– los que habían legitimado su sustitución en la dirección de los asuntos de la comunidad musulmana andalusí. 

La intervención almohade en la Península estuvo en cambio determinada por otros factores. Contrariamente a lo que ocurre en el caso almorávide, en los estudios dedicados a los almohades se insiste más en su programa de reforma religiosa dirigida hacia los musulmanes, o mejor dicho, contra ellos. No faltan naturalmente estudios dedicados a destacar el papel de los almohades en la práctica del ŷihād contra los cristianos, estudios que son obra fundamentalmente de investigadores musulmanes. Posiblemente fue en época almohade–pero sólo a partir de un determinado momento, como veremos– cuando más poemas y más obras de distinto tipo se escribieron sobre el tema, aparte de que siguiese circulando la literatura procedente de épocas anteriores. Pero esos poemas y esa literatura no caracterizan a los orígenes del movimiento almohade, surgiendo en una etapa posterior a la de formación del imperio almohade en la que el principal objetivo fue acabar con los no almohades. Piénsese que en el Kitāb, atribuido a Ibn Tūmart (m. 524/1130) –el fundador del movimiento almohade– no hay una parte específica dedicada al ŷihād, ya que la sección dedicada a éste se añadió en una época posterior, en concreto, en época del segundo califa almohade Abū Yaʽqūb Yūsuf (r. 558/1163-580/1184). Este “desinterés” de Ibn Tūmart se explica si se tienen en cuenta cuáles eran las prioridades de los almohades de la primera época.

✠ El ŷihād interno de los Almohades. 

El movimiento almohade se inició con las actividades de un personaje llamado Ibn Tūmart, un beréber Masmuda nacido en Igilliz, al sur de Marrakech. Según la biografía oficial, su trayectoria política y religiosa fue una combinación de la palabra y la espada. A su regreso de Oriente donde habría estudiado con el reformador más famoso de la época, al-Gazālī (m. 505/1111), nuestro Algacel–relación esta que ha sido puesta en duda con sólidos argumentos–, censuró de palabra aquellas prácticas que le parecieron reprobables entre los musulmanes con los que tuvo contacto: que no se enterrase como a los demás musulmanes a un judío converso, que los hombres vistiesen como las mujeres, que se empleasen instrumentos musicales, que se consumiese vino, que se cobrasen impuestos ilícitos, así como que se castigase de forma reprobable, por ejemplo, crucificando a personas vivas. Al tiempo que ordenaba reconstruir mezquitas abandonadas y fundaba otras nuevas a lo largo de su periplo por núcleos urbanos norteafricanos, Ibn Tūmart debatía con los ulemas locales en cruces dialécticos de los que siempre salía triunfante. No se limitó a la palabra. En Bugía, atacó físicamente a un grupo mixto de hombres y mujeres que celebraban juntos el final del ayuno de ramadán. En Tremecén, paró la procesión de una boda, rompiendo los tambores que se tocaban y sacando a la novia de la silla en la que la transportaban. Esta conducta llamó la atención de las autoridades, quienes o bien lo expulsaban o bien le obligaban a marcharse temiendo por su vida. Fue en Marrakech donde su censura le enfrentó a los emires almorávides.

✠ Ibn Tūmart.





Ibn Tūmart llegó a Marrakech en el año 514/1120. En plena capital almorávide, censuró que los hombres llevasen velo –los hombres almorávides eran conocidos por su costumbre de llevar un velo que les cubría la cara, al estilo de los modernos tuaregs– y que las mujeres, en cambio, fuesen desveladas. Los seguidores de Ibn Tūmart fueron a los mercados, cumpliendo con el precepto de ordenar el bien y prohibir el mal, llegando incluso a arrojar piedras a una hermana del emir almorávide porque no iba velada. Los debates que Ibn Tūmart tuvo con los ulemas locales en presencia del emir almorávide sirvieron para alertar del peligro que representaba desde el punto de vista doctrinal, aparte de que se habría reconocido en él a una figura mesiánica conocida como el hombre del ‘dirham cuadrado’ (los almohades acuñarían más tarde monedas de plata de forma cuadrada). Los ulemas aconsejaron al emir que lo expulsase de la ciudad e incluso que le diera muerte. El emir almorávide –a pesar de la gravedad dela censura– se limitó a ordenar que expulsasen a Ibn Tūmart de su territorio, momento en el que nuestro personaje se instaló en un cementerio de la ciudad, dando a entender que ése no es propiamente dominio del emir.

La presión, sin embargo, acabó obligándole a abandonar Marrakech, dirigiéndose finalmente a su pueblo natal, de donde emigraría luego hacia el norte, a Tinmal, en el Alto Atlas. Esta huida de la ciudad impía almorávide y las subsiguientes ‘emigraciones’ señalan el momento en el que la palabra y la espada empiezan a cobrar igual importancia en la trayectoria de Ibn Tūmart, así como también el momento en el que, de ser un reformador, nuestro personaje se convierte en un “mahdī ”, una figura mesiánica a la que se caracterizará por su impecabilidad e infalibilidad. Ibn Tūmart predicó a los beréberes de su tribu y de otras tribus vecinas del Sūs y del Atlas, enseñándoles aleyas coránicas y la verdadera profesión de fe, pero también los pasó por la espada para asegurarse su obediencia. En tanto que mahdī o Mesías, conocía con certeza quiénes eran verdaderos creyentes y quiénes no, conocimiento que servía para reforzar su poder, ya que aquellos que lo rechazaban demostraban de esa manera su verdadera naturaleza religiosa haciéndose así merecedores del castigo que se les imponía y que solía ser la muerte. Desafección política, infidelidad religiosa y eliminación física iban estrechamente unidas y lo seguirían estando también bajo su sucesor ʽAbd al-Muʼmin, el primer califa almohade.

✠ Califa almohade Abd al-Muʼmin.


 



Ibn Tūmart y sus seguidores empuñaron la espada no sólo para asegurar la obediencia y la fe correcta de aquellos que se habían unido al movimiento, también para luchar contra el ‘otro’ por antonomasia, los almorávides. Estos debían ser derrotados no solo en tanto que enemigos políticos, sino fundamentalmente porque no eran verdaderos creyentes: descalificados como antropomorfistas, su infidelidad servía para proclamar que los verdaderos creyentes en la unidad divina (tawhīd) –o dicho de otra manera, los verdaderos unitarios, los muwahhidūn, de dónde viene nuestro término “almohades”– eran quienes les combatían. La desviación religiosa de los almorávides era la prueba de que los almohades luchaban por imponer la creencia verdadera en un Dios único en los territorios que a ellos se sometían. La herejía de los unos confirmaba la ortodoxia de los otros. Los almorávides en tanto que antropomorfistas habían sido declarados infieles por los almohades o, mejor dicho, eran infieles porque habían sido acusados de antropomorfistas. Por ello era legítimo arrebatarles el poder y sustituirles –a ellos y otros emires locales que no seguían la verdadera religión– como soberanos del Occidente islámico. Esta visión negativa de los almorávides se construyó de mil maneras, pues los almohades fueron maestros en la agitación propagandística y en la demonización del adversario. Además de acusarles de antropomorfismo, los almohades llamaron a los almorávides zarāŷina, término beréber local que hacía referencia a un pájaro que es a la vez blanco y negro por fuera, pero en su interior el corazón es negro: si los almorávides tenían algo de blanco como los zarāŷina era porque habían contribuido a la defensa de al-Andalus, pero su verdadera naturaleza era negra. Por todo ello, los almorávides fueron combatidos con saña y con una gran violencia, pudiendo hablarse de una política de terror por parte de los almohades contra sus oponentes musulmanes, sobre todo en la primera época. Sobre esta violencia revolucionaria almohade en la que se hace una representación maniquea de la realidad se han escrito ya varios estudios. Precisamente porque en sus orígenes fue un movimiento legitimado por la lucha contra otros musulmanes acusados de haberse desviado del camino recto, cabe preguntarse hasta qué punto su verdadero espíritu de lucha estuvo siempre más dirigido hacia el interior que no hacia el exterior. En una de las obras que se escriben hacia el final de la primera época almohade y que refleja cuestiones centrales en el devenir del movimiento como es el Filósofo autodidacta de Ibn Ṭufayl (m. 581/1185), la preocupación central sigue siendo con aquellos ‘musulmanes’ o incluso con aquellos monoteístas receptores de una Revelación a través de un profeta–como los judíos y los cristianos ḏimmíes– incapaces de acceder al verdadero conocimiento de Dios.

En tanto que herejes, aun más, infieles, los almorávides podían y debían ser combatidos por los almohades en una lucha que se asimilaba al ŷihād: si no se convertían a la verdadera religión traída por el Mahdī Ibn Tumart, a los almorávides y, en general, a los habitantes de los territorios conquistados se les podía no solo dar muerte, sino también reducirles a esclavitud, aunque se llamasen musulmanes. En el derecho islámico, los musulmanes derrotados en un combate armado no pueden ser esclavizados, a diferencia de los no musulmanes. Sin embargo, los califas almohades consideraron esclavos suyos (ʽabīd), a las poblaciones de los territorios por ellos conquistados, algo que todavía se les recordaba muchas décadas después, cuando el movimiento había sufrido grandes cambios que lo habían ido alejando cada vez más de sus orígenes mesiánicos y revolucionarios. Muchas de las decisiones tomadas en aquellos primeros momentos no encajaban bien en la trayectoria posterior del movimiento y se empezó a someterlas a una política de silencio y de olvido.

Eran decisiones que tenían que ver con el uso de la coerción: coerción universal porque afectó a los musulmanes que no eran almohades, pero también a los demás monoteístas. Judíos y cristianos, en efecto, fueron también obligados a convertirse a la religión de los almohades. La conversión consistía fundamentalmente en el aprendizaje de una profesión de fe –la ʽaqīda de Ibn Tūmart– que afirmaba sin concesiones la unicidad divina, así como en el reconocimiento del liderazgo y del mahdismo de Ibn Tūmart. La figura del Profeta Muḥammad tenía escasa cabida entre estos dos polos. Es verdad que el Profeta aparece en la fórmula tripartita de las monedas almohades (Allāhu rabbu-nā Muhamma dnabī-nā al-Mahdī imāmu-nā: Dios es nuestro Señor, Muhammad es nuestro profeta, el Mahdī es nuestro imán), pero esas monedas comenzaron a ser acuñadas en época de ʽAbd al-Mu’min y deben ser entendidas dentro de los cambios que tuvieron lugar bajo su mandato en la orientación del movimiento con objeto de asegurar su control y la sucesión dinástica dentro de su familia. Uno de esos cambios fue la incorporación de las tribus árabes –derrotadas en Sétif en el año548/1153– al ejército almohade, incorporación que trajo consigo nuevas prácticas, como fueron los banquetes de los que se hablará a continuación, así como la integración cada vez mayor de la figura del Profeta Muḥammad entre el Dios almohade y su Mesías impecable, ya que, en los orígenes del movimiento, ese Mesías se entiende mejor como un nuevo profeta –profeta esta vez beréber, no árabe como lo había sido Muḥammad, con un mensaje en beréber dirigido a los beréberes que les unía para construir un imperio que les librase de su dependencia de los árabes.

✠ El ŷihād almohade contra los cristianos.

La campaña de Ifrīqiya llevada a cabo por ʽAbd al-Mu’min en el año 553/1158 señala el momento en que el califa se enfrenta directamente a un poder cristiano, el de los normandos, a quienes arrebató Mahdiyya. Las tropas cristianas con las que había combatido anteriormente eran soldados mercenarios a sueldo de los almorávides. Teniendo en cuenta que el movimiento almohade había comenzado hacia 510-511/1116-7 (cuando Ibn Tūmart desembarcó en el Norte de África), o mejor dicho, hacia 514/1120 (cuando Ibn Tūmart abandona Marrakech, preludio de la actividad militar contra los almorávides), los almohades tardaron más de cuarenta años en hacer propiamente ŷihād al estilo sunní, es decir, en combatir contra poderes cristianos. Unos años antes, tropas almohades habían intervenido en la Península Ibérica, cruzando el Estrecho en 541/1147, pero lo hicieron no como los almorávides para enfrentarse a un ejército cristiano, sino para arrebatar sus dominios a los almorávides, aunque naturalmente se produjeron enfrentamientos en los que combatieron contra cristianos.

La práctica del ŷihād contra los no musulmanes empezó a adquirir cada vez mayor importancia a medida que la legitimidad otorgada inicialmente por la lucha contra los descalificados como infieles o herejes entre los musulmanes disminuía. Esa práctica estuvo determinada no sólo por el peligro real representado por los avances cristianos en la Península, sino también porque el primer califa almohade –y sobre todo sus sucesores– vieron en ella la solución a varios problemas.

En primer lugar, la integración en el ejército almohade de las tribus árabes derrotadas en Sétif en el año 548/1153 no era fácil –de ahí esos banquetes en los que corrían arroyos de arrope de los que nos hablan las fuentes almohades y con los que se buscaba crear vínculos de obligación entre los árabes y el califa almohade–, al tiempo que tenerlas inactivas habría constituido un grave problema de seguridad interno. La solución fue el ŷihād: a los árabes se les tendría ocupados en combatir a los cristianos con las consiguientes oportunidades de botín, combate que servía a la vez para justificar su entrada en el ejército tribal beréber. La incorporación de los árabes fue unida a la reivindicación de una genealogía árabe por parte de ʽAbd al-Muʼmin. Este era un beréber Zanata que se esforzó por limitar el poder de la familia de Ibn Tūmart y de su tribu, los Harga, que eran Masmuda. La incorporación al ejército de las tribus árabes permitió a ʽAbd al-Mu’min reducir su dependencia militar de las tribus beréberes que se habían unido a Ibn Tūmart, obteniendo gracias a los árabes una mayor autonomía que se concretó sobre todo en su adopción del título de califa y, en estrecha relación con ello, de una genealogía árabe.

Contrariamente a los almorávides, los almohades irrumpieron por tanto en la Península Ibérica teniendo a su frente a un califa –es decir, a un “árabe”– y con un ejército imperial que, en tanto que tal, constaba de soldados de distintas procedencias étnicas. Los almorávides muy pronto se habían dado cuenta de que el ŷihād por sí solo no garantizaba su legitimidad política. En efecto, los oponentes de los almorávides plantearon si era lícito el ŷihād llevado a cabo bajo el mando de quien no pertenecía a la tribu de Qurayš. Este problema es mencionado en la carta en la que el califa ʽabbāsí nombraba delegado (nāʼib) suyo al sultán almorávide, poniendo fin de esta manera a las burlas que este último sufría cuando afirmaba que era un “servidor” (jādim), del imām ʽabbāsí. 

El califa ʽAbd al-Muʼmin empezó a organizar el traslado de las tribus árabes de Ifrīqiya a al-Andalus “para que con la guerra santa se redimiesen de sus pasadas faltas”, es decir, se redimiesen por el hecho de haberse enfrentado a los almohades durante sus campañas en el Magreb central y en Ifrīqiya. Esas tribus árabes –que habían sido enviadas al Norte de África por los califas fatimíes para castigar a los ziríes cuando estos abandonaron la obediencia a los califas de El Cairo– estaban asociadas además al pillaje y a la destrucción de las regiones en las que se movían. Los árabes tenían, pues, mucho que redimir. También mucho que ofrecer, sobre todo, la oportunidad ya mencionada para los mu’miníes de encontrar una base militar que les diese cierta autonomía frente a las tribus beréberes originales del movimiento, cuyos jeques –los shaykhs almohades– gozaban de un gran poder y, sobre todo, no querían perderlo. Un factor decisivo en el eventual colapso del imperio almohade será precisamente la lucha interna entre los mu’miníes y los jeques almohades.

Parte del fracaso militar almorávide había sido debido a la aparición de un peligroso enemigo interno, el Mahdī Ibn Tūmart quien, aunque no consiguió conquistar Marrakech, sí obligó a los almorávides a invertir grandes recursos y soldados en la defensa de su capital. Había sido ʽAbd al-Muʼmin quien logró finalmente conquistar Marrakech en el año 541/1147 tras haber dominado el norte y el centro de Marruecos en una campaña que duró varios años y que supuso nuevamente una fuente de debilidad militar para los almorávides en su lucha contra los cristianos. A partir del año 535/1140 y especialmente en 539/1144, los andalusíes se rebelaron contra los almorávides bajo el liderazgo en el Algarve de un sufí, Ibn Qasī, mientras que en ciudades como Córdoba, Jaén, Málaga, Granada, Murcia y Valencia eran los cadíes quienes se ponían al frente de las revueltas, mientras un jefe militar, Ibn Hūd (m. 540/1146), intentaba hacerse con el liderazgo del levantamiento. Hubo regiones de al-Andalus que lograron darse un gobierno autónomo, en otras los almorávides mantuvieron el control. En el año 546/1151 –tras una primera sumisión que había tenido lugar en 542/1147–, los gobernantes de las regiones occidentales de al-Andalus cruzaron el Estrecho para prestar obediencia a ʽAbd al-Muʼmin, con la excepción de Ibn Qasī, quien –aunque había establecido contacto anteriormente con los almohades– se había aliado luego con el rey de Portugal, alianza que acabó costándole la vida. Las alianzas con los cristianos, sin embargo, eran tan frecuentes entre los distintos bandos y facciones musulmanas que sólo se recordaban en el contexto de la propaganda y la lucha ideológica. De hecho, los almohades también acabaron incorporando cristianos a su ejército y de igual manera que había pasado en época almorávide, los intentos por activar una versión individualizada del ŷihād también fracasaron en época almohade.

Cuando ʽAbd al-Muʼmin cruzó el Estrecho en el año 555/1160 –tras varios años de lucha por controlar el territorio andalusí por parte de las tropas almohades y tras la victoriosa campaña de Ifrīqiya–, recibió a los poetas, a los alfaquíes, a los notables (kubarāʼ), a los almohades y a los santos puros (al-awliyāʼ al-ṭuharāʼ), celebrando con ellos la Fiesta del sacrificio y anunciando la dedicación almohade al ŷihād contra los cristianos. Como recoge Ibn Ṣāḥib al-ṣalāt, entonces se “satisficieron las demandas de la gente y sus necesidades y deseos, y se hizo al ofendido justicia de su ofensor y se les prometió una atención continua en su defensa contra los infieles”. Además, el califa excitó y arengó a la gente y les recordó los premios que Dios les ofrecía por luchar en la guerra santa contra los cristianos. Entre los poemas que los poetas andalusíes recitaron en aquella ocasión, no faltaron las referencias a la guerra santa. ʽAbd al-Muʼmin no pudo, sin embargo, llevar a cabo la gran campaña que organizaba para acabar con los almorávides y atacar a los cristianos, pues murió antes de volver a cruzar el Estrecho.

Fue durante el reinado del sucesor de ʽAbd al-Muʼmin, su hijo Abū Yaʽqūb Yūsuf (r. 558/1163-580/1184), cuando la incitación al ŷihād cobró mayor impulso, hasta el punto que se añadió el opúsculo sobre el ŷihād ya mencionado al Kitāb de Ibn Tūmart, opúsculo que habría sido escrito por el propio califa. Se trataba de una compilación de tradiciones proféticas que habría hecho copiar con objeto de animar a sus seguidores en la lucha contra los infieles. Es también durante este reinado cuando Ibn Ṭufayl escribe –por orden del califa– su largo poema incitando a la guerra santa, en el momento (año 565/1170), en que el califa convocaba a las tribus árabes para atacar a los cristianos. Lo mismo hará ʽAyyās b. ʽAyyāš, entre otros muchos poetas que escribieron poemas sobre el ŷihād. También se compusieron obras recordando las expediciones militares del Profeta y de los primeros califas. A pesar de esta incitación, el fracaso en la desastrosa campaña de Huete del año 567/1172 será atribuido por el cronista Ibn Ṣāḥib al-ṣalāt a la incompetencia, desorganización y carencia de espíritu de ŷihād. En cualquier caso, la prioridad que va adquiriendo el combate contra los cristianos y que se refleja en tantos poemas de la época –en al-Andalus como en las regiones del mundo islámico afectadas por las Cruzadas– se concreta en el hecho de que Abū Yaʽqūb Yūsuf, a diferencia de su padre, encontró la muerte en el trascurso de la expedición que dirigió con objeto de arrebatar Santarén a los cristianos.

El tercer califa almohade Abū Yūsuf Yaʽqūb (r. 580/1184-595/1198), reaccionando ante la presión cristiana y sobre todo del rey castellano Alfonso VIII (r.1158-1214), proclamó en 585/1189 el ŷihād en al-Andalus, y no se limitó a recurrir a su ejército sino que convocó a los voluntarios. Averroes (m. 595/1198) –quien formaba parte de las elites político-religiosas almohades– predicó el ŷihād en la mezquita de Córdoba y se mostró partidario de una guerra agresiva en sus escritos. Poco después, Abū Yūsuf Yaʽqūb tomará el título de al-Manṣūr por su victoria en la batalla de Alarcos (591/1195) contra el rey de Castilla. Antes de esa batalla, el cadí Abū ʽAlī b. Ḥaŷŷāŷ predicó un elocuente sermón, exhortando a todos a hacer la guerra santa con la más pura y ardorosa intención. Al recibir la noticia de la victoria, Averroes se prosternó en la mezquita en acción de gracias.

✠ Abū al-WalīdʾMuhammad ibn Aḥmad ibn Muḥammad ibn Rušd (Averroes).


 

 


En la expedición contra los cristianos del año 592/1196, al-Manṣūr hizo acudir a  gentes piadosas que le precedían en la marcha y a los que llamaba el verdadero ejército; a su regreso los recompensó. Parece, pues, que el ŷihād almohade no se santifica por sí mismo y por estar dirigido por el califa, necesitando añadir la santificación de aquellos ‘santos’ y hombres virtuosos cuya piedad religiosa les aproxima a Dios. De hecho, es entre los años 565/1170-610/1213 cuando D.Urvoy registra un número mayor de ulemas muertos en combate. Un miembro de una conocida familia de sufíes sirios, los Awlad al-shaykh, fue en 593/1197 al Magreb y sirvió durante siete años en el ejército de los califas almohades. Uno de los maestros del místico murciano Muḥyī al-dīn Ibn ʽArabī, Abū l-ʽAbbās al-Šaqqāq, marchó a la zona de Jerumenha (Portugal), para luchar allí.

El interés del califa por el ŷihād se limitó, sin embargo, a la zona occidental del orbe islámico. En el año 585/1189-90, Saladino mandó una petición de ayuda a al-Manṣūr frente a la amenaza cruzada, en una carta en la que relataba el gran triunfo que había sido la toma de Jerusalén y el peligro que amenazaba nuevamente a la dār al-islām.

✠ Saladino. 





✠ al-Manṣūr.





El califa almohade no dio una respuesta favorable: si los cruzados estaban ocupados en Tierra Santa, eso quería decir que la presión sería menor en sus territorios; por otro lado, Saladino había estado apoyando hasta hacía poco a sus enemigos, los almorávides Banū Gāniya, y además reconocía al califa ʽabbāsí. La carta y la embajada no tuvieron ningún eco.

Tras la muerte de al-Manṣūr en el año 595/1198, la amenaza de los Banū Gāniya en Baleares y en Ifrīqiya distrajo a los almohades de la lucha contra los cristianos, aunque no faltaron poetas que siguieron cantando la necesidad de la guerra santa. Fue sobre todo tras la batalla de las Navas de Tolosa y con el avance cristiano posterior cuando se incrementaron los poemas que urgían al cumplimiento del ŷihād, tal y como ha señalado Teresa Garulo en un excelente artículo del que tomamos gran parte de lo que sigue. El famoso poeta Ibn Sahl (m.649/1151), compuso un poema en el año 640/1242 con motivo de la llegada a Sevilla del jefe militar de las tribus árabes de Ifrīqiya:

“Acudid a la aguada de la guerra, su éxito es seguro;

es alcanzar la gloria en este mundo 

y conquistar la vida eterna …

Dejad los aduares por la morada eterna 

y navegad por el mar agitado hacia el verde paraíso.

Dejad las turbias aguadas … 

y abrevad en las límpidas aguas de las albercas,

exponeos a los peligros del mar salobre

por cuya causa llegaréis al río Kawṯar.

Soportad el ardor del mediodía 

y tendréis una sombra en la otra vida.”

También hace referencia a la nobleza inherente al hecho de ser árabe y de haber apoyado al islam en sus comienzos: 

“Árabes que habéis heredado el honor 

a través de antepasados ilustres …

Bien merecéis la victoria de la fe del Profeta 

que por vosotros fue poderosa en épocas antiguas:

construisteis sus pilares, 

apuntalad ahora el edificio con las oscuras lanzas,”

así como a la situación de la fe musulmana en la península y el alivio de tantos males que supondrá la intervención de los árabes: 

“La religión se queja de sed y vosotros 

sois sombra y agua como una primavera lluviosa.

La oscuridad se cierne sobre la península 

y vuestras vainas guardan la mañana radiante.”

Tras insistir en las pérdidas territoriales y en las consecuencias de un gobierno cristiano sobre tierras que eran del islam, Ibn Sahl se lamenta: 

“no le queda al Islam más que un poco de tierra…

Los infieles extienden sus posiciones… 

¡Cuántas veces han abolido 

las leyes consuetudinarias del Profeta 

y robado la joya de la confesión de un único Dios

de la cima de los almimbares!,”

y vuelve a increpar a los musulmanes que no parecen interesarse por sus correligionarios,

“¿Dónde está la cólera que no se ha despertado con esto? 

¿Dónde las decisiones que no se han tomado? 

¿Acaso hay entre vosotros quien pueda empuñar 

la espada y la religión de Mahoma no recibe ayuda?”

Y termina representando al islam como un suplicante, ligado a estos árabes para los sagrados vínculos del parentesco,

“y si fuese a pedir ayuda, a vosotros recurriría 

y os llamaría, familia y tribu mías”.

En el dīwān de Ibn al-Abbār (595/1199-658/1260), se encuentran no menos de cinco poemas incitando a los gobernantes –en su caso, los sultanes hafsíes de Túnez–, a socorrer a los musulmanes de la Península: uno es compuesto tras la caída de Valencia en el año 635/1238 y otro tras la caída de Sevilla en 646/1248. A partir del siglo VII/XIII se componen numerosas elegías llorando la pérdida de las ciudades de al-Andalus que, con frecuencia, también incluyen una llamada a la guerra santa. En ellas se tocan temas que ya habían aparecido en poemas anteriores, especialmente los compuestos tras la caída de Toledo en poder de Alfonso VI en 478/1085: el desconsuelo por la pérdida sufrida, semejante a la de la madre privada de sus hijos, la comparación con otros edificios famosos en la literatura, el dolor de ver las mezquitas convertidas en iglesias (“Ahora sus mezquitas son iglesias, ¿Qué corazón conservará la calma?¿qué mente la razón?”) … Naturalmente, la situación era mucho peor ahora y ello se refleja en los poemas como el recogido por Ibn ʽIḏārī al dar cuenta del asedio de Sevilla en el año 645/1247-8, comentando que, en su opinión, se trata de versos capaces de conmover el corazón más duro. Se describe así la ciudad perdida:

“Tu hermosura

era la seductora juventud,

mas, cuando te alcanzó la suerte, 

se convirtió

en la decrepitud y la fealdad.

Oh paraíso

cuya ornamentación destruyeron nuestras culpas,

dejándonos tan sólo,

la pesadumbre y el remordimiento.”

Se da cuenta también del desacuerdo entre los dirigentes musulmanes, avivado por los cristianos, quienes

“se dirigieron a Sevilla en tan gran número

que no había espacio capaz de contenerlo, 

y cubrieron los valles y colinas;

el mar en sus bajeles de velas desplegadas

tembló el espanto,

la tierra con sus bestias de enjutos costillares 

se ocultó aterrada…”

y se pasa a describir la suerte de los habitantes de la ciudad recién conquistada:  

 “¡Cuántos cautivos, a la cadena atados!...  
¡Cuántos niños de pecho,

arrebatados a sus madres, fueron 

en las ondas del río destetados! 

Llamaba el hijo al padre que, abstraído

en su copioso llanto, no escuchaba. 

¡Cuántas mujeres y hombres, consternados,

no volvían la vista si se les dirigía la palabra! …”

Finalmente, se recoge el lamento por lo que se ha perdido: 

“aquella vida que ha pasado,

dejando tras de sí tristezas, 

como si hubieran sido un sueño …

Ojos, llorad por la ciudad; 

decidle que el llanto que vertéis son lágrimas de sangre.”

La caída de Sevilla inspiró también el poema más famoso, la elegía por las ciudades de al-Andalus de Abū l-Baqāʼ de Ronda (m. 683/1285), de la que disponemos de una conmovedora versión al castellano por Juan Valera a partir de la traducción alemana, en la que aparece el tema del ubi sunt:

“El decoro y la grandeza

De mi patria, y su fe pura,

Se eclipsaron;

Sus vergeles son maleza,

Y su pompa y hermosura

Desnudaron.

Montes de escombro y desiertos

No ciudades populosas,

Ya se ven; ¿Qué es de Valencia y sus huertos? 

¿Y Murcia y Játiva hermosas? 

¿Y Jaén? 

¿Qué es de Córdoba en el día,

Donde las ciencias hallaban

Noble asiento,

Do las artes a porfía

Por su gloria se afanaban

Y ornamento? 

¿Y Sevilla? ¿Y la ribera

Que el Betis fecundo baña

Tan florida?...

Cada ciudad de éstas era

Columna en que estaba España

Sostenida.

Sus columnas por el suelo, 

¿Cómo España podrá ahora

Firme estar?

Con amante desconsuelo

El Islam por ella llora

Sin cesar.

Y llora al ver sus vergeles,

Y al ver sus vegas lozanas

Ya marchitas,

Y que afean los infieles

Con cruces y con campanas

Las mezquitas.”

También Ibn Sahl había hecho mención de la conversión de mezquitas en iglesias (“¡ … cuántos templos cambiados!), tema recurrente éste –el de la transformación de los templos– en los escritos tanto de musulmanes como de cristianos. Abū l-Baqāʼ de Ronda invoca asimismo a los musulmanes del norte de África para que auxilien a los andalusíes:

“Y vosotros, caballeros

Que en los bridones voláis

Tan valientes,

Y cuál águilas ligeros,

Y entre las armas brilláis

Refulgentes;

Que ya lanza ponderosa 

Agitáis en vuestra mano,

Ya, en la oscura

Densa nube polvorosa,

Cual rayo, el alfanje indiano

Que fulgura;

Vosotros que allende el mar 

Vivís en dulce reposo,

Con riquezas

Qué podéis disipar, 

y señorío glorioso

Y grandezas;

Decidme: los males fieros 

Que sobre España han caído 

¿No os conmueven? 

¿Será que los mensajeros

La noticia a vuestro oído

Nunca lleven?”.

✠ Un ŷihād estatalizado.

Sin quitarle la importancia que tuvo, es preciso recordar que la ideología del ŷihād que promovieron los almorávides se mantuvo restringida dentro de unos límites bien señalados por Dominique Urvoy.  Este investigador – hace ya casi cuarenta años– puso de relieve la ausencia en al-Andalus de una ideología activista relativa al ŷihād, señalando que, en la doctrina mālikí, el ŷihād no ocupa un lugar destacado en la jerarquía de las obligaciones, además de ser una obligación que no incumbe al individuo directamente (farḍ ʽayn). La preponderancia del mālikismo y la ausencia de un medio jurídicamente más diversificado habrían impedido la aparición de un repensar ‘activista’ de la guerra santa. Los almorávides no parecen haberse planteado en ningún momento enrolar en la lucha contra los cristianos a la población andalusí, con la que habrían podido compartir la responsabilidad en caso de fallar en dicha lucha, mientras que si el peso del ŷihād recaía tan sólo sobre ellos, el fracaso socavaría inevitablemente su legitimidad. Es cierto que hubo casos individuales de ulemas andalusíes que, como Abū Bakr b. al-ʽArabī, incitaron a gobernantes y gobernados al ŷihād ; también los hubo que tomaron parte en expediciones militares. Urvoy cree que el escaso número de ulemas combatientes durante la época almorávide indicaría que los alfaquíes se reservaban para la defensa de la ortodoxia, dejando la guerra santa en manos de los norteafricanos. La falta de activismo ‘yihadista’ pudo haberse debido, pues, a los propios ulemas, aunque parece que se produjo una confluencia entre la renuencia de los gobernantes almorávides a armar a la población indígena y la doctrina malikí que veía al ŷihād como un precepto que incumbía a la comunidad musulmana en su conjunto, de manera que si había un grupo que se ocupaba de su puesta en práctica el resto quedaba exento (farḍkifāya). Los escasos intentos por parte de algunos ulemas ‘activistas’ por “universalizar” el ŷihād fracasaron y ese fracaso habría sido decisivo en la incapacidad musulmana para hacer frente a los cristianos, cuya organización político-social potenciaba su expansión militar. La caída de Zaragoza en 512/1118, la derrota de Cutanda en 514/1120, la incursión de Alfonso el Batallador por tierras andalusíes en el año 519/1125 y otras derrotas, todo ello terminó produciendo un sentimiento de desesperanza y de hostilidad hacia los almorávides, que se refleja en una de las cartas escritas por el secretario de la corte almorávide, el andalusí Abū Marwān b. Abī l-Jiṣāl. Pierre Guichard señaló hace tiempo su sorpresa ante el tono crítico tan duro de esta carta y se pregunta hasta qué punto fue fruto del “patriotismo” del andalusí o bien si Ibn Abī l-Jiṣāl se olvidó de que los soldados almorávides, a los que criticaba por haber sido derrotados por los cristianos, eran del mismo grupo de los gobernantes para los que escribía. La hostilidad andalusí hacia los beréberes se encuentra también en la maqāma bar - bariyya de al-Aštarkuwī, donde los beréberes son calificados de “bestias, hienas, acémilas, serpientes, indóciles y primitivos”, ataques que serán retomados por al-Šaqundī (m. 629/1232) ya en época almohade. En esa misma maqāma barba-riyya de al-Aštarkuwī, la mala imagen de los beréberes se compensa con la conciencia de que son absolutamente necesarios para los andalusíes, ya que son ellos quienes los defienden frente a los cristianos.

Pero el fracaso del ŷihād contra los infieles, la progresiva utilización de milicias cristianas contra los musulmanes disidentes o rebeldes y el hecho de que las necesidades militares (tanto ofensivas como defensivas), llevaron a un incremento de esos mismos impuestos ilegales que los almorávides habían prometido abolir, todo ello provocó una pérdida de legitimidad del gobierno almorávide que alimentó la hostilidad en su contra, insistiéndose en los rasgos ‘foráneos’ que caracterizaban al grupo dirigente, sobre todo la distinta forma de vestirse. Ahora bien, según Guichard, en el caso de Valencia, la oposición a los almorávides no parece que fuese ideológica ni fruto de una hostilidad fundamental contra el régimen, sino derivada de la propia crisis del estado almorávide. En otras palabras, si los almorávides hubiesen tenido éxito en la defensa contra el enemigo exterior, los andalusíes habrían continuado aceptándolos como gobernantes, tal y como hicieron sus correligionarios orientales con otros gobernantes ‘extranjeros’, los ayyubíes, porque estos sí lograron frenar el avance cruzado. El éxito militar podría haber asegurado la legitimidad almorávide como lo hizo con Saladino, el conquistador de Jerusalén en el año 583/1187.

Mientras que algunas fuentes árabes hablan de la ausencia de virtudes militares entre los andalusíes, Guichard ha señalado cómo los historiadores “tradicionalistas” españoles han querido interpretar la ausencia de espíritu de guerra santa por la antipatía andalusí hacia los beréberes norteafricanos, que les habría llevado a aceptar la idea de una cohabitación pacífica de todos los hispanos en la Península. Esta común “hispanidad” habría unido a los habitantes del norte y del sur de la Península más profundamente que la diferencia de religión y cultura. Guichard no acepta esta tesis, y puesto que no parece que hubiese inferioridad técnica, cultural o política o administrativa por parte de los musulmanes, piensa que la organización feudal de los reinos cristianos dio a éstos una ventaja importante, así como una demografía más vigorosa. Por otro lado, a la hora de explicar por qué no surgió en al-Andalus una dimensión cultural del ŷihād, piensa Guichard que la razón hay que buscarla en el concepto de estado predominante en al-Andalus, con un poder central fuerte o que multiplica los signos exteriores de su fuerza, percibe los impuestos y los redistribuye a las clases dirigentes, extremando su función de representación y de dirección de la comunidad, lo cual llevó a los andalusíes a no disponer ni de los instrumentos intelectuales ni de las concepciones políticas que les habrían permitido repensar su sistema político-militar y sus relaciones con los cristianos en términos nuevos. Resumiendo: ideológicamente, el medio andalusí no era receptivo como el medio oriental a una reelaboración efectiva de la noción de guerra santa. Esta permanece como un deber colectivo, que sólo atañe individualmente en caso de peligro inminente. Los andalusíes confiaban en el estado para llevara cabo la lucha contra los cristianos, pero aunque orgullosos de su cultura y siempre dispuestos a reivindicar el andalusismo frente a los magrebíes e incluso a los orientales, no tenían verdadero patriotismo político, pues la noción misma de estado territorial o dinástico no era justificable en las concepciones jurídico-religiosas de los alfaquíes mālikíes. La ausencia de espíritu de ŷihād, el debilitamiento del poder estatal centralizado del final de la época almohade y después de la crisis post almohade, la incapacidad de los andalusíes, a causa precisamente del ambiente cultural en el que vivían, de concebir una respuesta conjunta a la amenaza cristiana, la ausencia de autonomía de la aristocracia con respecto al estado, favorecieron la conquista cristiana de mediados del s. XIII. Sivan, por su parte, cree que en los andalusíes emigrados se nota una sensibilidad especial a propósito del ŷihād, de manera que podría parecer que fuera de al-Andalus, los andalusíes ponen mayor énfasis en el deber individual y colectivo del ŷihād que el que ponían cuando vivían en el territorio peninsular.

✠ El ŷihād de los santos.

Se ha mencionado antes cómo el califa al-Manṣūr hizo marchar con su ejército a los ‘santos puros’ en una campaña contra los cristianos. A medida que la amenaza cristiana aumentaba y en un contexto de fracasos e impotencia de los musulmanes, se refuerza el recurso a los milagros para explicar lo que está pasando. Hemos analizado este último aspecto en un estudio anterior, por lo que nos vamos a limitar a recordar los puntos principales de dicho análisis. Para el cronista almohade Ibn Ṣāḥib al-ṣalāt, las victorias almohades contra los cristianos y contra los rebeldes musulmanes son milagros, āyāt Allāh. Con objeto de contrarrestar el poder cristiano, se necesitan soldados, pero estos no pueden conseguir nada sin la ayuda de Dios. En el campo militar, Dios hace esos milagros, pero estos solamente tienen lugar si los líderes musulmanes se han hecho merecedores de ellos al no desviarse del camino indicado por Dios. Si no, ocurrirá lo que ocurrió en Huete, donde Dios pareció ayudar a los cristianos en vez de a los almohades.

Si esta es la situación en el campo militar, ¿qué pasa cuando la amenaza cristiana afecta a los individuos? Se necesita la ayuda de musulmanes virtuosos y santos. Es precisamente en el s. VI/XII cuando surge una tradición hagiográfica en al-Andalus. Para Ibn Baškuwāl (m. 578/1183), la autoridad religiosa de los ulemas no deriva solo de su conocimiento religioso (ʽilm), sino de su capacidad para manipular las fuerzas divinas. Los sufíes Ibn Ṭāhir al-Ṣadafī (vivo entre 552/1157-572/1177) y Muḥyī al-dīn Ibn ʽArabī (m. 638/1240) escribieron diccionarios biográficos de sufíes y santos, género este que no tenía apenas precedentes en al-Andalus. 

¿Qué pueden hacer estos hombres santos para contrarrestar la amenaza cristiana? Pueden librar a los musulmanes del cautiverio, convertir a cristianos al islam y participar en el ŷihād, participación de la que ya se ha hablado. Por lo que se refiere a los otros dos puntos, el papel de los hombres piadosos y de los santos en la liberación milagrosa de los cautivos musulmanes ya está atestiguado en siglos anteriores, pero el material es mucho más abundante en los siglos VI/XII-VII/XIII, época de la que procede una anécdota recogida por Muḥyī al-dīn Ibn ʽArabī en la que el gobernante ideal es asociado con aquél bajo cuyo gobierno no hay cautivos y los caminos están seguros. El asceta andalusí al-Šarafī logró librarse de las cadenas que lo mantenían sujeto por el cuello y con un amigo hacer en tan solo una hora el camino que habían tardado en hacer un día entero cuando fueron capturados y llevados a territorio cristiano. Otro piadoso andalusí que vivió también en el s. VI/XII, al-Šāṭibī, ofreció resistencia a cien soldados cristianos que querían capturarlo y en otra ocasión logró que un barco cristiano que llevaba cautivos musulmanes acabase en la orilla. Los musulmanes fueron liberados y los cristianos obtuvieron lo que se merecían. Otro hombre santo lograba que cautivos musulmanes fuesen liberados milagrosamente. El cronista Ibn Ṣāḥib al-Ṣalāt tuvo una experiencia parecida. Unos parientes suyos habían sido hechos prisioneros por los cristianos en al-Anda-lus y viajó a Marrakech para intentar conseguir su liberación. Marchó luego a Azemmour y entró en la mezquita del sufí Abū Šuʽayb Ayyūb b. Saʽīd al-Ṣanḥāŷī (m. 561/1166), quien estaba sentado, cabizbajo, rezando. Ibn Ṣāḥib al-Ṣalāt empezó a rezar con él y de pronto oyó un sonido como de lluvia cayendo sobre la esterilla en la que estaba sentado, pero se dio cuenta de que era el sonido de las lágrimas del santo. Ibn Ṣāḥib al-Ṣalāt le contó el cautiverio de sus parientes y Šuʽayb rezó por su liberación. Antes de que transcurriese un año pudo reunirse con ellos en Marrakech.

Lo que los hombres santos podían hacer también era predecir las victorias musulmanas y contrarrestar la conversión de los musulmanes al cristianismo con la conversión cristiana al Islam. Otro maestro de Muḥyī al-dīn Ibn ʽArabī,Abū Muḥammad Majlūf al-Qabāʼilī, quería cavar un pozo en su casa y le dieron un prisionero cristiano para que le ayudase a hacerlo. El šayj dijo: “Este hombre ha sido enviado para que nos ayude, por lo que debemos rezar a Dios para que se convierta al islam”. Cuando llegó la noche, el šayj se retiró para rezar. Cuando el prisionero llegó a la mañana siguiente, anunció que era musulmán. Al preguntarle al respecto, el hombre dijo que el Profeta se le había aparecido durante el sueño y al ordenarle que creyese en él, había obedecido. Entonces el Profeta le informó que gracias a la intercesión de Abū Muḥammad Majlūf, le aceptaba en el islam. La conversión de un cristiano fue también atribuida a un contemporáneo de al-Qabāʼilī, el sufí magrebí Abū Muḥammad ʽAbd al-Ŷalīl b. Wihlān (m. 541/1146). Un día, un hombre le dio una túnica que valía diez dinares y ʽAbdal-Ŷalīl se la dio a un cristiano, causando gran escándalo por ello. Pero antes de que hubiesen pasado siete días, el cristiano se había convertido al islam. Un seguidor de la doctrina de la wahdat al-wuŷūd, Abū ʽAlī al-Ḥasan b. Hūd al-Ŷuḏāmīal-Mursī (633/1235-699/1300), después de asentarse en Damasco donde judíos y cristianos asistían a sus clases, convirtió a algunos al islam.

✠ Palabras para debatir "con el otro" y palabras para ver la unidad religiosa.

Fue en época almohade cuando floreció la literatura de polémica religiosa. En general, esa literatura servía más para reforzar las concepciones ya pre-existentes sobre el ‘otro’ que para conocerlo y ello incluso cuando se producían debates en los que participaban miembros de distintas religiones. En último término, lo que animaba a entrar en esas polémicas y debates –en general, dirigidos sobre todo a un consumo interno– era la convicción de que la religión a la que uno pertenecía era la verdadera y que los demás erraban al no aceptar dicha verdad.

Durante la primera etapa del gobierno de los almohades se había producido la conversión forzosa –de judíos y cristianos, pero también de los musulmanes no almohades– impuesta por los nuevos gobernantes. De otro tipo eran las conversiones mediante la palabra y los actos por parte de los hombres santos que acabamos de ver. Pero los hombres santos no sólo tenían el poder de convertir, sino también de ver la unidad religiosa más allá de las diferencias confesionales o, dicho de otra manera, de ver a las distintas religiones como caminos todos ellos válidos que conducían a un mismo destino. Quienes se caracterizaban por esta creencia eran los sufíes que seguían la doctrina de la wahdat al-wuŷūd. La idea de una unidad que une de manera inextricable a Dios, al mundo y a la humanidad permitía un enfoque universalista en el que las diferencias religiosas entre seres humanos eran consideradas como irrelevantes. También influía la importancia que los místicos daban al combate espiritual contra el yo más bajo del hombre, el ego humano (nafs), pues era necesario librarse del orgullo y la arrogancia para purificarse espiritualmente y poder unirse a Dios. Por eso muchos místicos no criticaban ni a los demás musulmanes ni a los no musulmanes. Al mismo tiempo, casi todos expresaban una visión del mundo jerárquica en la que el islam era superior a las otras religiones y en la que los santos eran superiores al resto, de ahí que los místicos entrasen a veces en encarnizadas polémicas con sus oponentes.

Uno de los máximos representantes de esta tendencia fue el místico murciano Muḥyī al-dīn Ibn ʽArabī (m. 638/1240). Para él, el islam era como el sol y las demás religiones como estrellas. De la misma manera que las estrellas permanecen cuando se levanta el sol aunque no se vean, las otras religiones siguen siendo válidas después de la aparición del islam. Los seres humanos perfectos aceptan la verdad de toda creencia, pero sólo creen en Dios tal y como Él se ha revelado a la humanidad a través de un profeta determinado. Es verdad que IbnʽArabī a veces no reconoce la validez de las otras religiones en su época, pero según W. W. Chittick, ello se debe a que él había tenido poco contacto real con los cristianos y los judíos en su entorno andalusí (recuérdese que se había producido una conversión forzosa), y que posiblemente nunca se había encontrado con un representante ‘santo’ de ninguna de esas religiones, así como nunca habría leído nada acerca de esas dos religiones excepto lo que estaba escrito en las fuentes islámicas. Por ello no hay razón para que hubiese aceptado la validez de esas religiones excepto en principio, pero esta cualificación es importante. Mantener la excelencia particular del Corán y la superioridad de Muḥammad sobre los demás profetas no implica negar la validez universal de la revelación ni la necesidad de que la revelación aparezca en expresiones particularizadas o específicas. Muḥyī al-dīn Ibn ʽArabī fue muy influido tanto por el legado sufí como por un tipo de misticismo ismāʽīlí neoplatónico próximo al de las Epístolas de los Hermanos de la Pureza. Para Muḥyī al-dīn Ibn ʽArabī, aunque todas las creencias difieren entre sí, todas tienen el mismo objetivo y son caminos que conducen a Él. Según su ontología mística, la creación es un proceso en curso de manifestación divina a través del cual Dios se revela a sí mismo (taŷallī), en las diversas formas del universo. Cada ser creado es un objeto de esta auto-manifestación divina. Lo mismo ocurre en la esfera de la religiosidad humana: la diversidad en las creencias se debe a la diversidad de la auto-manifestación divina. Cada creyente y cada grupo religioso adoran a su Dios de acuerdo con la forma en la que Dios se ha manifestado a ellos. Está aquí el fundamento de la posición de Ibn ʽArabī con respecto a la controversia religiosa: los teólogos no pueden percibir la unidad divina que subyace a las diferentes formas adoradas por el ser humano, por eso niegan las creencias de los demás, se dedican a polemizar e incurren en takfīr (declarar infieles a los demás). Los místicos, en cambio, reconocen a Dios en cada forma en la que es adorado por los seres humanos y por eso no descalifican a los demás como infieles. Como dice Corán 2:115: “hacia donde quiera que te dirijas, está el rostro de Dios”. Los místicos, por tanto, tienen una actitud abierta que deriva de tres perspectivas: la relativa, la esotérica y la neoplatónica, analizadas por Ebstein. La perspectiva relativa se refiere a que cada creyente adora a su propio Dios, es decir, el aspecto o atributo divino que se manifiesta en una forma específica para ese creyente. Todas las religiones son pues relativas, en el sentido de que son el producto de circunstancias específicas humanas, pero al mismo tiempo toda forma de adoración es divina, ya que representa una de las infinitas auto-manifestaciones de Dios. La perspectiva esotérica se refiere a que la diversidad y el desacuerdo en la religión afectan sólo al aspecto exterior, no al interior en el que la religión es siempre la misma a través del tiempo. Para Ibn ʽArabī, las acusaciones de antropomorfismo –que como hemos visto fueron cruciales en la justificación de la toma del poder por parte de los almohades– derivan del empleo de la razón humana frente a la Revelación, ya que textos religiosos que pueden ser considerados antropomorfistas se encuentran en todas las Revelaciones divinas y los profetas no vieron problema alguno en ellos. La perspectiva neoplatónica es que la creación emana del Uno que es Dios. En ese proceso de emanación, los diferentes niveles del universo se van desplegando uno tras otro en un orden descendente: todos los seres creados tienen su origen en Dios y derivan de Él. Como la luz del sol, las bendiciones y las gracias de Dios manan constantemente hacia el mundo; la forma en que los seres existentes reciben ese flujo depende de sus capacidades personales. Son como las letras en el habla del ser humano–difieren según el lugar de articulación.

A partir de estas perspectivas, señala Ebstein, Ibn ʽArabī recomienda la compasión hacia los seres humanos y considera de forma negativa la violencia y el derramamiento de sangre, aunque se lleven a cabo en nombre de Dios y según las normas legales religiosas, por ejemplo, llevando a cabo el ŷihād. Su concepción de la escatología es también relativa, ya que las líneas que separan a los del paraíso y los del infierno se difuminan por la compasión de Dios y la unidad divina que subyace a la diversidad del universo. Si la creación es producto de la auto-manifestación divina, si todos los seres son manifestaciones de los nombres y atributos de Dios y actúan de acuerdo con su Voluntad, los pecadores también tienen un lugar en el plan divino. Incluso los que acaban en el infierno acabarán disfrutando de alguna manera del paraíso.

Dentro de este espíritu, el sufí Abū al-ʽAbbās al-Sabtī, quien predicaba la caridad y la renuncia de todas las posesiones mundanas, recomendó a uno de sus seguidores que entregase el dinero que tenía con él a la primera persona que encontrase, incluso si se trataba de un cristiano o de un judío. Por su parte, el sufí al-Ḥarrālī (m. 637/1240) se dirigió a las autoridades eclesiásticas de Tarragona, ciudad en la que varios miembros de su familia se encontraban cautivos. En la carta que les envió insistía en la unidad de la raza humana y les incitaba a ver más allá de las fronteras religiosas a las que negaba un significado religioso verdadero. Tenemos aquí otra de las paradojas aparentes de la época almohade: un movimiento que había traído consigo la conversión forzosa de judíos y cristianos acabó generando un ambiente propicio a la indagación de lo que las religiones tenían en común y de su esencial unidad más allá de la aparente diversidad.

FUENTES:

Sociedad Española de Estudios Medievales.

Maribel Fierro.

Preceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

ESTUDIO INCONCLUSO, EN PROCESO DE ANÁLISIS Y PUBLICACIÓN.



“ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE ESTUDIOS HISTÓRICOS MEDIEVALES”.

“CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS TEMPLARIOS”.

“PRIORATO TEMPLARIO DE SAN BERNARDO DE CLARAVAL”.

"PRECEPTORÍA NACIONAL".

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠

Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠  Estudios y Análisis Históricos.

✠  Efemérides, personajes, lugares y hechos históricos. 

✠  LA PENÍNSULA IBÉRICA EN TIEMPOS DE LAS NAVAS DE TOLOSA.

✠  LAS NAVAS DE TOLOSA: CRISTIANDAD E ISLAM.

✠  LAS NAVAS  DE TOLOSA Y EL PARADIGMA BÉLICO MEDIEVAL.

✠  PARTE 1.

✠ 1.- Introducción.

Aproximadamente un cuarto de siglo después de que tuviera lugar la batalla de Las Navas de Tolosa, Lucas de Tuy, que en 1212 debía de tener entre diez y treinta años y que, por lo tanto, había sido contemporáneo del acontecimiento, resumía en su “Chronicon Mundi” lo que había sucedido en el verano de aquel año en unos términos largamente expresivos: tuvo lugar esta felicísima guerra en el lugar que llaman Navas de Tolosa. Nunca en España hubo una guerra igual”.

Por supuesto desconocemos si la fuerte impresión que se desprende de estas palabras fue el resultado de las noticias que circularon por el reino de León inmediatamente después de la victoria cristiana y que Lucas alcanzó a conocer en su juventud o su temprana madurez, o si por el contrario tan categórica expresión es una opinión aquilatada con la distancia y formulada desde la perspectiva histórica que el cronista tenía al escribir su crónica, dos décadas después del choque. Como quiera que fuese, de lo que no cabe duda es que para este contemporáneo la batalla había sido un hecho de guerra extraordinario para el que no encontraba comparación posible en toda la historia hispánica.

Varias décadas más tarde, ya a finales del siglo XIII o quizás a principios del XIV, los compiladores alfonsíes daban un paso más y no dudaban en colocar a la batalla de Las Navas entre los más grandes hechos que habían acontecido no ya en la historia hispánica, sino en la historia del mundo desde su creación: “uno delos mas grandes fechos que en el mundo contesçieran de quando el mundo fuera criado fasta en aquella sazon, la batalla que dizen de Hubeda fue”.




Sirvan estas dos evaluaciones para demostrar que tanto los contemporáneos como las generaciones posteriores a la batalla de Las Navas tuvieron plena conciencia de la excepcionalidad de lo que había ocurrido el 16 de julio de 1212. Por supuesto fueron diversas las razones que confluyeron para que llegaran a forjarse unos puntos de vista tan contundentes sobre la magnitud histórica de dicho acontecimiento.

Pero sin duda a ello no fue ajeno la singularidad de aquel hecho bélico dentro de las pautas habituales de hacer la guerra. Y es que hay que reconocer, desde el principio, que si los contemporáneos se sintieron tan impresionados fue –insistimos que entre otras razones– porque el enfrentamiento que había tenido lugar en Las Navas de Tolosa desbordaba los cauces ordinarios por los que discurrían normalmente las operaciones y usos militares. O dicho de otra forma, porque contrastaba con el paradigma bélico de la época. Se entiende, pues, que para calibrar en su justa medida el carácter extraordinario que, desde un punto de vista estrictamente militar, tuvo la batalla de Las Navas de Tolosa, resulte necesario conocer previamente el perfil habitual de la conflictividad bélica y responder, en consecuencia, a dos cuestiones básicas: ¿hubo realmente un paradigma bélico durante la Edad Media? Y si lo hubo, cuáles fueron las características estratégicas y tácticas de este patrón de comportamiento militar? La primera pregunta creemos que tiene una respuesta relativamente simple: todos los especialistas que se han acercado al análisis de los usos militares durante la Edad Media parecen estar de acuerdo en que, tras el fin del Imperio Romano de Occidente y hasta la formación de los “estados modernos” y la aparición de los primeros ejércitos permanentes y profesionalizados, los guerreros medievales actuaron siguiendo unas pautas diferentes a las que caracterizan el modo de actuación de los ejércitos que les precedieron en época romana y de los que les sucedieron a partir del siglo XV.

Estos usos y prácticas de combate, estas formas de hacer la guerra, presentarían no solo una identidad específica o cuanto menos unas particularidad es que los harían fácilmente reconocibles y distinguibles de otros anteriores o posteriores, sino que además se atendrían a unos modelos lo suficientemente uniformes a lo largo de toda Europa y del Mediterráneo como para hablar de un paradigma bélico propio del Occidente medieval. El consenso sobre esta cuestión en la literatura especializada es tan amplio que nos exime de remitir a ningún autor en particular. Más complicado resulta, en relación con la segunda cuestión que planteábamos anteriormente, dar una respuesta clara y establecer cuáles fueron los rasgos característicos de aquel modelo, puesto que ello nos obliga a enfrentarnos con un problema de carácter historiográfico: desde el siglo XIX hasta nuestros días, la opinión de los historiadores o de los especialistas sobre lo que hemos denominado “el paradigma bélico medieval”  ha cambiado sustancialmente, pudiéndose señalar al menos dos grandes propuestas de interpretación o, si se quiere, dos paradigmas bien distintos.

✠ 2.- El paradigma bélico medieval según la historiografía decimonónica.

El más antiguo lo encontramos en algunos de los textos clásicos de la historiografía decimonónica y de la primera mitad del siglo XX sobre “el arte dela guerra” en la Edad Media, aunque su eco llega –si bien de manera bastante atenuada– hasta nuestros días. Según esta primera propuesta, tres serían los rasgos fundamentales que, resumidamente, habrían identificado a lo que hemos denominado como el “paradigma bélico medieval”.

✠ 2.1. - La ausencia de principios tácticos y estratégicos.

Según este punto de vista, el patrón de comportamiento militar predominante habría estado caracterizado por la ausencia de principios o de pensamiento estratégico y táctico, lo que llevaría consigo actitudes y conductas tales como la falta de planificación, la carencia de entrenamiento colectivo, la irreductible e incontrolable individualidad del caballero, la indisciplina, los comportamientos impulsivos que se guiaban más por el impulso de la sangre caliente o del honor que por la experiencia, la prudencia y la inteligencia.

En este sentido, hay que reconocer que el punto de vista de uno de los más importantes e influyentes historiadores militares del siglo XIX, Charles Oman, marcó profundamente la imagen de la guerra medieval hasta bien entrado el siglo XX. A su juicio, la Edad Media occidental –más específicamente el período comprendido entre los siglos XI y XIII, lo que obviamente incluye a la época de Las Navas– contempló la práctica desaparición de las nociones de táctica y de estrategia: los ejércitos feudales, subrayaba Oman, eran agrupaciones temporales de guerreros, lo que imposibilitaba la instrucción colectiva y el aprendizaje de maniobras conjuntas y coordinadas; estaban dirigidos por nobles que no necesariamente eran comandantes experimentados y que habitualmente se dejaban llevar por unas consideraciones de valor, de honra o de gloria que muchas veces anulaban el buen juicio; las cadenas de mando eran inexistentes, discutidas o articuladas según criterios de preeminencia social y no de conocimiento de los usos militares. Así las cosas, la torpeza, la desorganización, la insubordinación y la indisciplina estaban a la orden del día. Por utilizar sus propias palabras, inicialmente publicadas en 1885:

“Cuando el simple coraje toma el lugar de la destreza y la experiencia, la táctica y la estrategia desaparecen igualmente. La arrogancia y la estupidez se combinan para dar cierto color característico a la manera de proceder de una hueste feudal normal”.

Unos años más tarde, en 1898, ampliaría sus consideraciones en uno de los grandes hitos historiográficos de la historia militar medieval –su “A history of the Art of War” –, pero su juicio sobre el modo de actuación regular de los ejércitos feudales no cambió en absoluto. Baste recordar, si no, su apreciación sobre la falta de planificación y de liderazgo militar efectivo de los contingentes de la Primera Cruzada:

“Los ejércitos de la 1ª cruzada demostraron todos los defectos de la hueste feudal en su más alta expresión. No estaban encabezados por un único jefe, con un rango lo suficiente mente alto como para garantizar la obediencia de las tropas… Si para un rey medieval era difícil gobernar sus propias levas feudales y no podía contar nunca con una obediencia incuestionable por parte de sus barones, qué clase de disciplina o subordinación podría esperarse de una hueste reclutada en todas partes de Europa?”.

Partiendo de estas consideraciones, Oman no podía más que expresar su perplejidad ante el hecho de que aquellos contingentes pudieran alcanzar algún éxito:

“Quizás resulta más sorprendente que los cruzados lograsen algo, a que no llegasen a conseguir más de lo que realmente lograron. Cuando nos fijamos en la naturaleza del consejo de guerra, numeroso e incontrolable, que dirigía el ejército que tomó Jerusalén, sólo nos sorprende el hecho de que no se saldara con más desastres y con menos éxitos”.

Podría decirse que, siempre según Oman, los comandantes y ejércitos medievales no alcanzaban sus objetivos gracias a su habilidad, sino a pesar de su incapacidad. Respecto a las metas militares de la Primera Cruzada –acabar con la presión de los turcos contra Constantinopla y conquistar Tierra Santa–, reconoce que se consiguieron en buena medida, pero concluye que “estos fines fueron logrados de la manera más costosa, mediante los métodos más sangrientos y con el máximo coste de vida y materiales”.

Y por si todavía quedara alguna duda añade, al referirse a las difíciles circunstancias que tuvieron que sufrir a lo largo de su viaje:

“La mayoría de los problemas fueron creados por ellos mismos y tuvieron como causas sus descuidos, presunción, improvisación y soberbia. Incluso cuando estaban en el buen camino, eran capaces de extraviarse por su vanidad ciega o su carencia de disciplina”.




Como decíamos, estas ideas de Oman tuvieron un enorme peso en la historiografía, que durante décadas repitió los mismos tópicos en torno a los comportamientos irracionales o estúpidos de los guerreros y comandantes medievales. Algunos especialistas llegaban a reconocer que quizás aquí o allá se podía encontrar algún atisbo de inteligencia, de planificación o de prudencia en los dirigentes militares de la Edad Media, pero todo ello no dejaba de ser una excepción en un mar de disparates. Así lo creía un autor cuyas ideas sobre estrategia militar estaban llamadas a tener una gran influencia en el pensamiento militar británico de la primera mitad del siglo XX,  Basil H. Liddle Hart, cuando consideraba que “en el Occidente europeo, el espíritu bélico de la caballería feudal se mostró durante toda la Edad Media rebelde a toda teoría del arte de la guerra, aunque la obscuridad de su estúpido desarrollo se ilumine a veces con algunos fulgores brillantes”.

La raíz de todo ello la encontraban estos autores en el colapso que sufrió el sistema militar romano como consecuencia de las invasiones germánicas, que vino a suponer un cambio radical en la consideración del mando, de la actitud y del comportamiento de los comandantes y de los guerreros: el orden, la disciplina, el adiestramiento colectivo, la planificación y los principios tácticos y estratégicos fueron sustituidos por valores mucho más primarios, como la fuerza bruta, la habilidad en el combate individual y el uso de las armas, el coraje ciego... Hans Delbrück, por ejemplo, uno de los historiadores de la guerra con mayor repercusión en el ámbito alemán y anglosajón durante las primeras décadas del siglo XX, sostenía al respecto que “la decisión en las batallas medievales no llegaba, como en el caso de las legiones romanas, por el estricto mantenimiento de las formaciones, las maniobras inteligentes y la fuerza de unidades disciplinadas y tácticamente entrenadas, sino por la habilidad personal y el coraje de los individuos”.

No puede extrañar que, al reflexionar sobre la estrategia de los ejércitos medievales, concluyera que “las técnicas y con ellas el arte de las tácticas y estrategia no tenían [en la Edad Media] , una sustancia real”,  de ahí la importancia trascendental que atribuía a la personalidad de los líderes en la resolución de los conflictos. En fin, por no alargar este listado de testimonios, baste recordar que el coronel Fuller, otro bien conocido historiador militar de la primera mitad del siglo XX cuyos ecos todavía resuenan en la historiografía porque algunas de sus obras aún son objeto de reediciones en colecciones especializadas, sostenía, en la misma línea, que en Occidente, “al desaparecer la organización militar, el valor en su forma más primitiva poseyó al soldado”,  mientras que por el contrario en Oriente una organización militar mejorada apelaba a la inteligencia.

Por mucho que estas formas de interpretar los comportamientos bélicos medievales estén muy superadas, al menos en el ámbito de la producción medievalista, este tipo de consideraciones todavía tienen hueco en la historiografía dela segunda mitad del siglo XX, de modo que la ruda imagen del guerrero o del dirigente que antepone la fuerza y el valor a la inteligencia aún resulta relativamente frecuente. Cuando un gran medievalista, como Georges Duby, afirma de Guillermo el Mariscal que ascendió socialmente “gracias a este gran cuerpo infatigable, poderoso, hábil en los ejercicios de caballería,  gracias a ese cerebro aparentemente demasiado pequeño como para estorbar con razonamientos superfluos el desarrollo natural de su vigor físico: pocos pensamientos, y cortos, un testarudo apego, en fuerza limitada, a la muy zafia ética de las gentes de guerra cuyos valores se resumen en tres palabras: proeza, largueza y lealtad”, o cuando un reconocido historiador de la guerra, Archer Jones, sostiene que los comandantes medievales, al tomar parte personalmente en los combates, no solo mostraban que tenían corazones de roble, sino que además actuaban como si sus cabezas –sus cerebros– también fueran de madera, no hacen sino realimentar los viejos tópicos decimonónicos, los mismos que llevaban a un conocido especialista en la historia del Derecho a escribir a finales del siglo XX que “la batalla muchas veces carecía de estrategia, salvo la de matar los más enemigos posibles”.




✠ 2.2.- La superioridad de la caballería pesada.

El segundo rasgo que viene a caracterizar al paradigma bélico creado por la historiografía decimonónica es la absoluta superioridad de la caballería pesada, la consecuente irrelevancia de la infantería y,  por supuesto, la incapacidad para combinar ambas armas. El asunto podría resumirse con la famosa consideración expresada por Lynn White a propósito de las consecuencias de la invención del estribo:

“El Hombre a caballo, tal como lo hemos conocido durante el milenio pasado, fue posible gracias al estribo, que unió al hombre y a su cabalgadura en un solo organismo combatiente. La Antigüedad imaginó el Centauro; la temprana Edad Media lo convirtió en el amo de Europa”.

Por supuesto, los especialistas nunca dejaron de consignar la presencia en los combates de otros actores que no luchaban a caballo y ninguno de ellos puso en duda que jinetes y peones, caballería e infantería, constituían las dos armas básicas de cualquier hueste medieval. El problema radica en la importancia y el papel que los estudiosos del siglo XIX y buena parte del XX quisieron adjudicar a cada una de estas ramas: por decirlo con pocas palabras, básicamente lo que vino a ocurrir es que, en este paradigma bélico, la imagen del caballero pesadamente equipado llenaba completamente el escenario de los conflictos armados, hasta el punto de que llegó a sintetizar, en sí misma, la naturaleza de la guerra y de los ejércitos medievales, al menos durante buena parte del período. 




Ello era consecuencia de la absoluta superioridad táctica que atribuían a la caballería pesada frente a cualquier otro tipo de brazo o de arma, tal como la caballería ligera o la infantería. Para Hans Delbrück, por ejemplo, la caballería pesada –feudal– llegó a constituir una rama del combate realmente única en comparación con lo que había sido en el ejército griego o romano, o con lo que llegaría a ser la caballería moderna, puesto que ninguna de las demás armas existentes en el mismo período – jinetes ligeros, caballería pesada desmontada y arqueros– podía aisladamente enfrentarse a ella con éxito: la decisión en el campo de batalla dependía, a juicio de este autor, solo de su actuación, de ahí que el caballero se convirtiera en el armazón del ejército medieval, en tanto que el resto de las armas no habrían sido sino meras fuerzas auxiliares.

De nuevo la opinión de Charles Oman, cuya influencia en el terreno de la historiografía especializada, ya hemos señalado, puede servirnos para resumir este segundo rasgo de lo que hemos denominado el “paradigma bélico decimonónico” de la guerra medieval. No en balde fue el primero en considerar que el período histórico comprendido entre mediados del siglo XI y las primeras décadas del XIV fue la época de la “supremacía de la caballería feudal”, identificándose a esta última con el concepto de caballería pesadamente armada. Sus palabras no pueden ser más elocuentes: “entre el último combate de la infantería anglo-danesa [en Hastings, 1066], y el ascenso de los piqueros y arqueros del siglo XIV se extiende el período de la supremacía del caballero feudal enmallado… la infantería fue en los siglos XII y XIII absolutamente insignificante: los peones acompañaban al ejército con el propósito de desarrollar deberes poco importantes en el campo o para prestar asistencia en alguno de los innumerables cercos del período. Ocasionalmente ellos eran empleados como tropas ligeras, para abrir las batallas con demostraciones inefectivas”.

Ajustándose a estas ideas, la imagen convencional de la guerra medieval durante este período presenta a las batallas, al menos las que tuvieron lugar con anterioridad al siglo XIV, como una sucesión de cargas de la caballería pesada. Tales combates habrían respondido principalmente a un único modelo táctico: el formado por dos o tres líneas de caballeros –acies– que, organizadas en pequeñas formaciones de 10 o más hombres –denominadas conrois–, chocaban frontalmente contra otras formaciones. Esta táctica trataría de aprovechar el ímpetu de la carrera del caballo y la solidez del conjunto formado por la montura, el jinete enmallado –apoyado en los estribos y sujetado por una silla alta– y la larga lanza fuertemente asida bajo su brazo –lance couched–, a fin de destrozar las filas enemigas. Se ha llegado a considerar que la inmensa potencia de choque de una formación de caballeros acorazados era capaz de superar la resistencia de cualquier otro cuerpo armado y que el efecto visual de la carga sería tan terrorífico que difícilmente un enemigo tenía la prestancia suficiente como para esperar el impacto, a no ser, claro, que dicho enemigo también presentara una formación táctica similar.

✠ 2.3.- La centralidad de la batalla campal.

Estas últimas consideraciones nos colocan ante la tercera característica básica que define, en este paradigma que estamos comentando, el perfil de los comportamientos bélicos de los hombres de la Edad Media: la centralidad de la batalla campal en los usos militares de la época. La historiografía que creó este primer paradigma no ignoraba que, en el panorama bélico medieval, las batallas campales eran sucesos muy poco frecuentes y que, por el contrario, las campañas se desarrollaban habitualmente a base de incursiones devastadoras, cabalgadas de diverso radio y de asedios de castillos y ciudades amuralladas. En palabras de Charles Oman, que de nuevo puede servir como ejemplo de este modelo historiográfico, "muchos años de hostilidad producían solo unas cuantas escaramuzas parciales; comparadas con las campañas modernas, los combates generales eran increíblemente pocos. Federico el Grande o Napoleón I lucharon en más batallas en un año que un comandante medieval en diez”.

Sin embargo, puestos a analizar la forma de los combates, el único escenario en el que encontraban algún elemento digno de interés era en la batalla. A este respecto, cabría recordar, con Philippe Contamine, que muchos de estos autores eran militares profesionales interesados en buscar en el estudio de las guerras del pasado enseñanzas útiles para la formación que se impartía en las academias militares: dada la experiencia personal de aquellos autores y el tipo de guerra característico del Occidente europeo en el siglo XIX y primera mitad del XX, fuertemente marcado por las grandes batallas, se entiende que sólo en los choques frontales en campo abierto, en sus planteamientos tácticos y en sus carencias encontraran algún tipo de lección, aunque solo fuera porque iluminaban sobre las actitudes y comportamientos que todo buen oficial debía evitar. Por su parte, los historiadores académicos que no se ajustaban al perfil biográfico de los estudiosos militares, tampoco dudaron en seguir sus planteamientos.

En consecuencia, “el paradigma bélico” resultante quedaba en estas obras completamente deformado, puesto que precisamente aquellas operaciones y formas de actuación más comunes en el panorama militar permanecían en la penumbra, reducidas a la mera constatación de su existencia, tratadas de manera superficial –al menos en comparación con la que dedicaban a las batallas– o despectiva. En el peor de los casos, simplemente desaparecían de los libros de historia militar medieval. 

Los ejemplos que podríamos traer a colación para ilustrar esta actitud historiográfica son muy numerosos, pero creemos que, por su relación directa con el tema que nos ha reunido –el tiempo de Las Navas de Tolosa–, bastaría recordar el punto de vista de algunos de aquellos especialistas. Por ejemplo, el de Ferdinand Lot, un historiador francés de la primera mitad del siglo XX cuya obra sobre “el arte militar y los ejércitos en la Edad Media en Europa y el Próximo Oriente” es bien conocida y que tuvo el acierto de tomar en consideración la realidad bélica hispánica, algo muy poco frecuente en la historiografía europea –en la de aquella época y en la actual–. Sus estudios sobre el ámbito peninsular le llevaron a comprender y subrayar la importancia de la cabalgada estacional –la algarada–, entre las prácticas militares ibéricas, pero no las convirtió en objeto de su atención y a veces sus comentarios revelan con claridad sus prejuicios sobre “l’art militaire” de la época: por ejemplo, al referirse a la implantación almohade en la Península y a su lucha contra almorávides y cristianos, indicaba que “entrar en el detalle de estas luchas sería aburrido y la historia del arte militar obtendría de ello sin duda poca cosa”, lo cual no es ajeno a la ausencia de grandes batallas durante aquel proceso histórico. Pero quizás nada más indicativo para ilustrar la perspectiva historiográfica dominante en la primera mitad del siglo XX sobre estas cuestiones que la frase lapidaria con la que resume la anexión por Castilla del valle del Guadalquivir y con la que al mismo tiempo justifica la escasa atención que le dedica: “La conquête de l’Andalousie fut une guerre de sièges et non de batailles. C’est pourquoi elle ne nous retiendra pas”. (La conquista de Andalucía fue una guerra de asedios y no de batallas. Es por eso que ella no nos detendrá).  En consecuencia, frente a las apenas dos páginas que le dedica a estas cuestiones, encontramos otras treinta en las que detalla las principales batallas, esto es, Zalaca, Uclés, Alarcos y, especialmente, Las Navas de Tolosa.

En 1956, en la introducción de su magistral obra sobre "Las grandes batallas de la reconquista", Ambrosio Huici Miranda proporcionó una de las claves de esta postura historiográfica, al menos por lo que respecta al tratamiento del “hecho militar en el mundo ibérico medieval: reconoce que durante la reconquista hubo sucesos bélicos quizás más decisivos”, pero sostiene que son los grandes choques campales los que proporcionan los hitos que señalizan el perfil de los acontecimientos y el balance de fuerzas en la Península. Además, dado que en torno a las batallas se multiplican los testimonios que permiten un estudio más detallado, considera que queda justificado que su estudio se centre en ellas.

Seguramente John Beeler no conoció la obra de Huici –al menos no la cita ensu bibliografía–, pero su presentación de las formas de hacer la guerra en la “España cristiana” se ajusta al modelo que ya hemos comentado: alude en apenas un párrafo a las constantes cabalgadas que caracterizaban a la guerra en la frontera, a la importancia de la movilidad de la caballería ligera, de la forma de montar a la jineta y de las tácticas basadas en el ataque rápido (“hit-and-run tacticts of frontierwarfare”), (tácticas de ataque y retirada de la guerra fronteriza ); también redacta dos párrafos resaltando la trascendencia de la guerra de asedios y de bloqueos de grandes ciudades, indicando algunos de los más significativos... y, en contraste, dedica diez páginas completas a detallar lo ocurrido en las batallas de Sagrajas y Las Navas. 

Como resultado de todo lo que hemos indicado hasta ahora, según estas propuestas de interpretación el modelo de actuación militar de los guerreros medievales parece reducirse a un combate ajeno a principios organizativos básicos, a veces bastante estúpido, entre caballeros pesadamente armados y en el marco de una batalla campal.

✠ 3.- El paradigma bélico medieval según la historiografía reciente.

Este paradigma bélico medieval, creado por la historiografía decimonónica y vigente en los círculos académicos hasta mediados del siglo XX, comenzó a cambiar en la década de los años cincuenta del siglo XX, a raíz sobre todo del trabajo de R.C. Smail sobre la guerra en las campañas cruzadas de finales del siglo XI y del XII. La profunda revisión historiográfica que se ha producido en el ámbito de la historia militar medieval durante toda la segunda mitad del siglo XX ha permitido crear un nuevo paradigma que viene a ser el reverso del que acabamos de comentar. De hecho, creemos que frente a los tres rasgos básicos que caracterizaban a este, pueden presentarse otros tres claramente opuestos.

✠ 3.1.- Estrategia y táctica en los usos bélicos medievales: la “estrategia vegeciana”. 

En primer lugar, frente a la idea de la inexistencia de estrategia y de táctica en la guerra medieval, y en contra de la imagen de unos comandantes arrogantes o estúpidos y unos guerreros descerebrados, el nuevo paradigma sostiene que las nociones de tácticas y de estrategia no solo son perfectamente aplicables al comportamiento de los combatientes medievales, sino que además sin ellas la guerra medieval simplemente no puede entenderse.

Por resumirlo, los dirigentes medievales “emplearon y distribuyeron conscientemente todos los medios diplomáticos y militares –con su consiguiente trasfondo de recursos económicos, financieros, humanos, institucionales e ideológicos– que tuvieron a su disposición para imponer su autoridad a sus adversarios y para conseguir un objetivo político” , y “además, supieron dominar los problemas que planteaba ese duelo dialéctico de voluntades enfrentadas. Ya esto, desde hace más de medio siglo, se le llama Estrategia” . Por otra parte, también se ha podido demostrar ampliamente que “valores militares como la disciplina, el respeto a la jerarquía de mandos, la prudencia, la reflexiva evaluación de las fuerzas y de las posiciones, el orden, la organización, la previsión, el aprovechamiento del terreno, la división de las huestes en cuerpos o la coordinación de sus movimientos en el campo, todos ellos elementos esenciales para enfrentarse a un enemigo con ciertas garantías cuando éste estaba a la vista, fueron apreciados y puestos en práctica por los dirigentes militares. Y a esto, desde hace más de dos siglos, se le llama Táctica”.

Ciertamente la historiografía tradicional, como hemos tenido ocasión de comentar en anteriores párrafos, se había centrado especialmente sobre los movimientos tácticos de los ejércitos medievales en el marco de las batallas campales, pero básicamente había encontrado en ellas la imprevisión, desorganización, indisciplina y falta de liderazgo que cualquier comandante debía evitar. Por lo que respecta a la estrategia, tampoco erraron al identificar las formas características de plantear las campañas de los guerreros medievales, pero en vez de ver en ellas una manera específica de planificación de la guerra que se adaptaba de manera natural –y muchas veces eficientemente– a los medios disponibles, se limitaron a interpretarlas en términos de incompetencia militar. Baste recordar, si no, que Charles Oman ya había puesto acertadamente de manifiesto tanto los rasgos básicos de la guerra medieval como las razones bélicas que los explicaban: durante aquellos siglos, indicaba este autor, hubo una neta superioridad de las técnicas de fortificación sobre las de ataque y expugnación, especialmente después de que se extendiera el uso de la piedra en las edificaciones defensivas y antes de que se introdujera la artillería de pólvora en los usos militares. Ante la seguridad que les proporcionaban los recintos fortificados, las poblaciones agredidas preferían encerrarse en vez de arriesgar su suerte en una batalla en campo abierto, en la certeza o con la esperanza de que los enemigos carecían de los recursos organizativos, económicos y logísticos necesarios para sostener la presión durante mucho tiempo. Como resultado de ello las campañas tendían a convertirse en incursiones de saqueo que prescindían de tomar los puntos fuertes o en largos bloqueos de alguno de ellos.


  

 

Sin embargo, a pesar de lo acertado del diagnóstico de Oman, ya conocemos su opinión sobre la inexistencia de pensamiento estratégico durante la Edad Media, aspecto éste que se esforzó en demostrar al analizar “the grand estrategy of the crusades”, un capitulo que parece más dedicado a exponer la ignorancia, la torpeza, la incompetencia, la indisciplina y la estupidez de los líderes cruzados, que a explicar su forma y sus criterios de actuación, como tuvimos ocasión de ejemplificar en anteriores párrafos.

Como en otras cuestiones ya señaladas, también en esto su influencia sobre la historiografía militar de la primera mitad del siglo XX es notable, de modo que hay que esperar hasta los años cincuenta para encontrar valoraciones más ajustadas en torno a las estrategias de los ejércitos medievales. Quizás sea la pionera obra de Verbruggen, publicada originalmente en 1954, la primera en la que se dedica un apartado específico al estudio de las cuestiones estratégicas –todo un capítulo completo titulado precisamente “Strategy”–, ofreciendo un panorama bastante amplio de las mismas y desarrollando las conclusiones que ya habían sido esbozadas por Oman: la debilidad numérica de los ejércitos y las dificultades para su reemplazo –es decir, sus limitaciones organizativas, financieras y logísticas– explican el comportamiento estratégico predominante, basado en la elusión de los combates en campo abierto, la preferencia por la utilización de maniobras indirectas y la prioritaria búsqueda de protección tras las murallas. Con todo, el grueso de la obra seguía centrada en la batalla campal.




El giro definitivo se produciría dos años después, cuando R. C. Smail publicara un libro en el que ya se prestaba atención prioritaria a la estrategia empleada por los cruzados en Tierra Santa y no a las tácticas de batalla en campo abierto. Smail era consciente de las limitaciones de los estudios que le habían precedido: se habían centrado casi exclusivamente en las tácticas empleadas en las batallas campales, lo que convertía el análisis de la guerra en una mera sucesión de choques frontales que ignoraba cualquier otro acontecimiento militar por importante y trascendente que fuera, simplemente porque supuestamente no aportaban nada al estudio de las tácticas. Por ello su propuesta es mucho más amplia y parte de la idea de que la batalla era solo uno –no siempre el más decisivo y muchas veces evitado–, de los medios de que disponía un comandante para alcanzar los fines de la guerra, de modo que el estudio de la historia militar de los cruzados exigía no solo abarcar todas aquellas otras operaciones –lo que incluía las campañas sin batalla y el papel de las fortificaciones–, sino también las condiciones, influencias y realidades organizativas y bélicas que explican el comportamiento estratégico.

Una década más tarde, al analizar el “arte militar” en el principado de Lieja y el condado de Looz, Claude Gaier se atrevía expresamente a conceptualizar estas formas de actuación entendiéndolas como una auténtica estrategia a la que otorgó el calificativo de “obsidional”, estrategia que habría caracterizado a las formas de hacer la guerra en la Edad Media: “ante todo pillajes, a menudo cercos, a veces batallas”.

Tales puntos de vista en torno a la existencia de un pensamiento y una actuación estratégica durante el período medieval han sido ampliamente corroborados por la historiografía posterior: a título de ejemplo, baste recordar cómo una de las más ambiciosas síntesis sobre la guerra medieval publicada a mediados de los años noventa –los dos volúmenes del "Medieval Warfare Source Book", de David Nicolle–, dedica un apartado específico al estudio de la estrategia y de las tácticas de cada uno de los períodos y entidades históricas que analiza, tanto occidentales como orientales, abarcando sistemáticamente cuestiones tales como “la gran estrategia”, los tipos de tropas, las tácticas de batalla, los estilos de combate y la fortificación de los campamentos.

Es necesario indicar que recientemente los especialistas han puesto el énfasis sobre el hecho de que estas nociones estratégicas aplicadas durante toda la Edad Media respondían al modelo teórico esbozado por Vegecio en el siglo IV de nuestra era. Aunque pueda señalarse algún precedente, creemos que fue John Gillingham el primer especialista que, en dos antológicos artículos sobre Guillermo I y sobre Ricardo Corazón de León, subrayó las estrechas conexiones existentes entre los consejos militares ofrecidos por Vegecio y la práctica militar característica de la Edad Media, hasta el punto de afirmar, como conclusión al análisis de la forma de combatir del rey Ricardo, que “la realidad medieval de la guerra era bastante parecida a la teoría medieval de la guerra tal como fue resumida por Vegecio".

El debate desarrollado durante la última década entre diversos especialistas, sobre el que volveremos con detalle más adelante, ha terminado por consagrar el concepto de “estrategia vegeciana” –o alguna variante, como “The Vegetian, "Science of Warfare"o "Vegetian Warfare”–, para referirse a la forma característica de plantear y de hacer la guerra en la Edad Media o, si se quiere, al paradigma bélico dominante en el Occidente medieval.

Desde luego, basta con acercarse a la obra del autor tardorromano para comprobar que sus propuestas están en las antípodas de un comportamiento alocado e irreflexivo y que tanto la planificación estratégica de las campañas como la preparación y el adiestramiento en los movimientos tácticos están en el centro de sus preocupaciones, y basta igualmente con seguir el impacto de sus ideas en los tratadistas y comandantes medievales para constatar su influencia a lo largo de toda la Edad Media.

✠ 3.2.- La relativización del papel de la caballería pesada.

El segundo rasgo de este nuevo paradigma de interpretación de la realidad bélica medieval, representado por la historiografía más reciente, viene a poner de manifiesto que, frente a la imagen de absoluto predominio de una caballería feudal, cuya carga no encontraría rival en los campos de batalla, existieron y se valoraron no solo otras formas de actuación puestas en práctica por la propia caballería, sino también las acciones de otros cuerpos cuya importancia militar se ha reconsiderado y rescatado del olvido.

A este respecto, nos gustaría llamar la atención sobre algunos aspectos tácticos relevantes. Decía Anna Comneno, a propósito de la potencia de choque de la caballería de los cruzados, que “un celta [un caballero franco], a caballo es imposible de resistir en su ataque y capaz de horadar una muralla babilónica”. Sirva la opinión de la princesa bizantina para ilustrar un modelo de interpretación que acabó convirtiendo a la caballería acorazada y a su carga en un verdadero mito no siempre coincidente con la realidad de la guerra ni de las batallas. Después de todo, como ha recordado Bennett, un caballo no es un tanque, sino un animal “de carne y sangre” incapaz de aplastar a un cuerpo bien formado de peones.






Los especialistas han subrayado que la carga de la caballería pesada no fue nunca el único movimiento desplegado por los jinetes feudales –entre otras razones por los inconvenientes y la dificultad de su ejecución–, siendo muy frecuente que realizaran otros desarrollos tácticos más propios de la caballería ligera o, incluso, de la infantería pesada que de la caballería acorazada. Por centrarnos únicamente en el período histórico que la historiografía tradicional consideraba como la época de predominio absoluto de la caballería pesada en los campos de batalla, que por otra parte es la época de Las Navas de Tolosa, cabría recordar que el triunfo de los jinetes normandos sobre la infantería anglo-sajona en Hastings, vino en parte determinado por la exitosa puesta en práctica de una retirada fingida, un movimiento que, en todo caso, es característico de la caballería ligera y contrasta con el tópico comportamiento que se le atribuye a los combatientes montados acorazados.

Igualmente, es necesario tener en cuenta que en ningún momento resultó raro que una fuerza de caballería pesadamente armada desmontase para luchar a pie formando un dibujo táctico –una formación cerrada– propio de la infantería pesada: por no alejarnos del anterior contexto –recuérdese que la caballería normada ha sido presentada en muchas ocasiones como un verdadero modelo de actuación militar de los jinetes acorazados–, baste indicar que los especialistas han llamado la atención sobre el hecho de que en algunas de las más importantes batallas libradas por jinetes normados durante las primeras décadas del siglo XII –así en Tinchebrai (1106), Brémule (1119), Bourgthéroulde (1124), Standart (1138) y Lincoln (1141)– la elite de la caballería desmontó y luchó a pie, formando una línea de infantería bien armada y cohesionada, que combatió frecuentemente en combinación con una fuerza de arqueros y una reserva de caballeros.




Precisamente esta última constatación viene a demostrar también que las cargas de caballería difícilmente tenían éxito si no venían precedidas por la actuación de arqueros o ballesteros, es decir, de fuerzas de infantería que castigasen, desconcertasen, desgastasen o, si era posible, rompiesen las formaciones enemigas mediante el lanzamiento masivo de flechas. En consecuencia, los choques frontales en campo abierto rara vez se resolvían exclusivamente con una sucesión de cargas: “cavalry, no matter how well-equipped or motivated, [ha llegado a indicar Bennett], could make no impression upon foot soldiers who kept their formation”. De nuevo la batalla de Hastings puede servir de modelo de esta forma común de actuación, pero pueden encontrarse ejemplos tanto en Europa como en el ámbito cruzado oriental, donde la combinación de caballería e infantería llegó a convertirse en tópico habitualmente resaltado por la historiografía. 

A ello habría que sumar, por supuesto, la importancia que tradicionalmente se le ha reconocido a la infantería y a su estrecha colaboración con la caballería en determinados contextos específicos, como los urbanos de Flandes y del norte de Italia, así como la aportación de contingentes de mercenarios –estos utilizados en casi todos los ejércitos europeos de la Plena Edad Media– que habitualmente luchaban a pie. En estos casos los peones no solo daban seguridad y protección a los caballeros hasta el momento en que estos podían entrar en liza –en este caso mediante formaciones cerradas de lanceros o piqueros protegidos por escudos–, sino que también pasaban eficazmente a la ofensiva, a veces incluso de manera autónoma y sin concurrir junto a la caballería, empleando armas cortas propias del combate cuerpo a cuerpo fundamentalmente contra otros peones, aunque también se constatan casos de lucha de peones contra caballeros.

Quizás sería matizable la rotunda conclusión de que “la caballería nunca fue militarmente superior a la infantería, ni siquiera en la Edad Media cuando esto hubiera sido posible”, pero hay que reconocer que el nuevo paradigma ha modificado  mucho la imagen de la forma de actuación de la caballería y la importancia de la infantería: respecto a esta última, tal como han hecho notar John France, Bernard Bachrach o Andrew Ayton, entre otros, su irrelevancia puede estar motivada más por la propaganda, los prejuicios y distorsiones de unos cronistas, de unos poetas o de unos artistas que dirigían sus obras a un público caballeresco, que a la ausencia o inoperancia de los peones en el campo de batalla. 

Por lo demás, y adelantando algunas de las consideraciones que detallaremos a continuación, debe tenerse en cuenta que la batalla campal era un acontecimiento poco frecuente en los usos militares de la época y en las biografías de los guerreros, de modo que era mucho más habitual que el caballero desplegara sus habilidades militares en el marco de una cabalgada o de un asedio que en el de una batalla en campo abierto.

Por supuesto esto no cuestiona el liderazgo bélico de la caballería pesada cuando la consideramos como grupo social, pero sí su predominio táctico en la guerra cuando la consideramos técnicamente, esto es, cuando hablamos de la caballería como arma de combate. Después de todo, como ha recordado Morillo, los caballeros dominaron la guerra durante los siglos centrales de la Edad Media porque dominaron todos los aspectos de la sociedad, y lo hicieron porque se convirtieron en una elite de guerreros bien entrenados y bien armados, pero no porque luchasen a caballo, puesto que de hecho no siempre lo hacían: “they dominated battlefields whether they fought on horseback or on foot”.








3.3.- El lugar de la batalla campal en los usos estratégicos medievales: el debate en torno al “paradigma Gillingham”. 

En tercer lugar, y esto resulta especialmente relevante en la configuración de lo que hemos llamado el nuevo paradigma bélico medieval surgido a mediados del siglo XX, la guerra medieval ya no se identifica con la batalla campal. En esto lo que cambia respecto al paradigma decimonónico no es la consideración de que la batalla resultaba un hecho raro y extraordinario en los usos de los guerreros medievales –recuérdese que esto también lo constataron los historiadores del siglo XIX y de la primera mitad del XX–, sino el hecho de que ahora los especialistas son consecuentes con esta realidad y también estudian aquellas prácticas bélicas que eran más frecuentes, de tal manera que las batallas aparecen enmarcadas en contextos más amplios en los que se considera el complejo panorama de la actividad militar de una forma más equilibrada. 

A este respecto, quizás convenga recordar brevemente algunos de los rasgos característicos de la guerra medieval para encajar adecuadamente en ellos el lugar de las batallas campales. Como es bien conocido, las limitaciones organizativas, logísticas y financieras a las que tenía que hacer frente cualquier ejército en el curso de una campaña, que hacían difícil el desarrollo de campañas muy prolongadas en el tiempo, unidas a las de la tecnología bélica disponible–al menos hasta que la introducción de la artillería de pólvora cambió el panorama–, otorgaban una evidente superioridad militar a cualquiera que pudiera refugiarse en un recinto fortificado mínimamente acondicionado, abastecido y bien situado. La constatación de esta realidad es una las razones que explica una proliferación de puntos fuertes que permitía a cualquier población agredida renunciar a la confrontación en campo abierto y defenderse de una manera eficaz y no necesariamente costosa en términos militares. Es a este comportamiento al que Claude Gaier denominó "estrategia obsidional",

Así planteada, la guerra –al menos todos aquellos conflictos en los que una de las partes aspiraba a hacerse con el control efectivo del territorio enemigo y de los hombres que lo habitaban– se convertía en un lucha por el dominio del espacio que acababa girando en torno a la posesión de las fortificaciones, en la que los objetivos últimos –la anexión de los puntos fuertes– se alcanzaban no solo mediante campañas de asedio o de bloqueo de los núcleos fortificados, sino también con la puesta en práctica de todas aquellas operaciones previas que desgastasen su capacidad de resistencia –cabalgadas, incursiones, etc.–. 

En un contexto militar como el descrito, con aquellos objetivos y aquellas fórmulas para alcanzarlos, se entiende que la prioridad militar y estratégica rara vez pasara por la destrucción de las fuerzas armadas del enemigo en campo abierto: lo fundamental era, para unos, defenderse adecuadamente y resistir detrás de las murallas hasta conseguir la retirada del adversario y, para otros, debilitar a sus enemigos y conquistar los puntos fuertes. Lo relevante, desde el punto de vista que aquí interesa destacar, es que para alcanzar estos objetivos no siempre era necesario buscar una batalla, de ahí su rareza en comparación con las mucho más frecuentes cabalgadas y cercos.

Por supuesto, quienes tenían la responsabilidad de tomar la decisión de buscar o de aceptar una batalla podían verse animados a ello por las extraordinarias posibilidades que podrían derivarse de un éxito en campo abierto: se podía acabar con un enemigo de forma rápida; en unas horas podían quedar resueltos conflictos que, de otra manera, hubieran durado meses o años; el paso de dominios de unas manos a otras o el avance territorial podía llegar a ser colosal y casi inmediato. Sin duda, estas consideraciones eran las que les motivaban para desear y buscar la batalla, pero hay que tener en cuenta que nada de eso estaba garantizado ni siquiera en caso de éxito: la experiencia demostraba que una victoria en campo abierto ciertamente podía suponer ganancias considerables para el vencedor, pero también había ejemplos en los que un triunfo contundente en el campo de batalla no implicaba ni el fin de un adversario ni una conquista relevante, de modo que las ganancias derivadas de ellas se podrían haber obtenido por otros medios sin asumir los peligros implícitos en el choque campal. Y es que la batalla era una opción que siempre conllevaba enormes riesgos personales y a veces podía llegar a tener consecuencias políticas irreversibles y de muy largo alcance, no solo por el número de bajas, heridos o cautivos que pudiera conllevar, sino también porque la suerte de una dinastía, de un reino o de todo un sistema social quedaba al albur de un resultado que nunca estabaa segurado de antemano.

Ya Vegecio había advertido sobre estas dos caras de la batalla: ciertamente sobre su resultado podía asentarse la plenitud de una victoria –”in eventu aperti Martis victoriae plenitudo consistit”–, pero también podía ser un día fatal para naciones y pueblos –”ad fatalem diem nationibus ac populis”–. Hacer una equilibrada evaluación de posibilidades, poniendo en un brazo de la balanza las potenciales ganancias derivadas de un éxito y en el otro la magnitud del drama que se podía llegar a desencadenar y padecer en caso de derrota, debía de ser un ejercicio realmente complicado y siempre arriesgado, porque a la postre lo que definía a la batalla era lo incierto de su desarrollo, de su conclusión y de sus consecuencias: “publici conflictus incertum”, la había llamado el tratadista romano.

Así pues, el problema para la búsqueda o la aceptación de una batalla campal, radicaba en la incertidumbre que rodeaba a su resultado o, como la llamó Jiménez de Rada, en “la dudosa suerte del combate”. Por supuesto, si la superioridad numérica, posicional o moral era manifiesta, si objetivamente la situación era muy favorable o si, por el contrario, simplemente no quedaba mejor opción, los comandantes arriesgaban su destino en una batalla. En caso contrario, y dado que los objetivos militares podían alcanzarse mediante operaciones menos arriesgadas, la batalla se soslayaba, no se buscaba o directamente se evitaba… aunque siempre existía la posibilidad o el infortunio de encontrar lo que no se buscaba o de chocar de frente con lo que quería evitarse. De cualquier manera, la victoria nunca estaba asegurada y sus ganancias, en caso de que la operación terminara con éxito, tampoco: los riesgos y peligros en la batalla eran ciertos, el triunfo y su recompensa eran dudosos. No parece que estos cálculos sean ajenos a la infrecuencia de las batallas. 

Además, al contrario de lo que ocurría con los cercos o las cabalgadas, una batalla solo podía librarse si ambas partes estaban dispuestas a aceptar el riesgo y esta aceptación dependía a su vez del cálculo de posibilidades que cada uno realizara. En consecuencia, por mucho que quien se sintiera en superioridad de condiciones buscara activamente la batalla, difícilmente podría lanzarla si su adversario, al considerarse en inferioridad, la evitaba, a no ser, como antes hemos apuntado, que este último no tuviera otra salida. Otra razón, pues, para explicar la rareza de este tipo de operaciones. En la última década, los especialistas se han acostumbrado a designar a este modelo de comportamiento bélico como “el paradigma Gillingham” o “el paradigma Smail”, en honor de estos grandes historiadores de la guerra medieval, un paradigma que se ha convertido en la interpretación dominante, ortodoxa, en la historiografía especializada de la segunda mitad del siglo XX.




Sin embargo en la última década algunas facetas de este paradigma han empezado a ser cuestionadas o, cuanto menos, matizadas. En 2002, el primer número del "Journal of Medieval Military History", publicaba un artículo de Clifford J. Rogers sobre “la ciencia de la guerra” en Vegecio durante la Edad Media, en la que mostraba sus dudas sobre algunas de las afirmaciones sostenidas en los últimos lustros por la “ortodoxia” historiográfica. En este mismo número y en los siguientes, así como en otras publicaciones recientes, se ha ido desarrollando un debate en torno al paradigma dominante en el que han participado diversos historiadores, como Stephen Morillo, Andrew Villalon, Gouveia Monteiro y elpropio Gillingham, como ya hemos tenido ocasión de mencionar.

En realidad, a nuestro juicio, la revisión propuesta por Rogers, Villalon y Monteiro no afecta a todo el paradigma Smail-Gillingham, sino únicamente a una faceta del mismo: básicamente lo que se cuestiona es la actitud que, según este modelo de interpretación –el que arranca de la obra de Smail–, habrían tenido los comandantes medievales ante la batalla, esto es, su interés supuestamente prioritario por evitarla. De lo que se duda, en fin, es de que, en palabras de Philippe Contamine, uno de los principios “predominantes en la estrategia medieval ”fuese “el temor a la batalla formal, al enfrentamiento en campo abierto”.

Antes al contrario, lo que viene a afirmarse ahora es que realmente buscar la batalla y desear que un conflicto se resolviese en un choque campal formaba parte de los usos militares comunes de los comandantes militares: la certeza de que una victoria podía tener enormes repercusiones político-militares y podía llegar a ser decisiva para alcanzar los objetivos estratégicos propuestos, era precisamente lo que los animaba a buscarla y a disputarla si las condiciones eran las adecuadas. Especialmente esto era cierto para quienes lideraban una operación ofensiva, interesados en alcanzar el éxito de la manera más rápida y contundente posible –hasta Vegecio había observado que en caso de que las condiciones fueran propicias había que provocar la batalla a la mayor celeridad–, mientras que quienes adoptaban una actitud defensiva estaban, generalmente, mucho menos dispuestos a afrontar una batalla campal, si bien bajo determinadas circunstancias para estos la batalla también era una opción aceptable. 

Si había pocas batallas, observan los críticos de la actual ortodoxia, no era porque los comandantes prefiriesen evitar los gravísimos riesgos implícitos en este tipo de combate, sino por el hecho de que, como ya apuntamos anteriormente, para que el choque tuviera lugar era necesario que las dos partes lo aceptasen: en la medida en que para hacerlo –para aceptar la batalla– ambas partes procuraban estar en condiciones tácticas, físicas o anímicas ventajosas, se entiende que la confrontación campal rara vez ocurriese, puesto que pocas veces las dos partes consideraban al mismo tiempo que su situación era más favorable que la de su contrincante. La frustración de Pedro III de Aragón durante la última fase de la Guerra de los Dos Pedros, empeñado en lanzar una batalla contra Pedro I de Castilla, que sistemáticamente esquivó esta posibilidad, podría ser un buen ejemplo de lo que decimos.

✠ Pedro III de Aragón.





✠ Pedro I de Castilla.





El debate ha venido bien para matizar o modificar algún aspecto importante del paradigma historiográfico moderno sobre la guerra medieval: consideramos que el deseo o la búsqueda de la batalla debe reintegrarse entre los comportamientos bélicos comunes y que determinados comandantes –caso de Enrique II de Castilla estudiado por Villalon– fueron más “buscadores” que “evasores” de batalla. Pero también creemos que esto no cuestiona muchos de los aspectos de fondo de la propuesta Smail-Gillingham, tales como consideración de que la guerra medieval era fundamentalmente una lucha por el control del espacio, la centralidad estratégica de la guerra guerreada y de los cercos en los usos militares de la época, la evidente rareza de la batalla, cuyo carácter inusual y extraordinario no ha sido cuestionado: sobre esto último, basta con repasar las biografías de los grandes comandantes o el desarrollo de largas campañas ,como propone Gillingham, para comprobar que las grandes batallas apenas representan unos cuantos hitos dentro del incesante entramado de la guerra. 

 ✠ Enrique II de Castilla.





Por otra parte, dado que la forma habitual de la guerra, especialmente de aquella organizada para conquistar o para defender un territorio, se presentaba como una sucesión de cabalgadas, incursiones devastadoras, asedios y bloqueos de lugares fortificados, no puede extrañar que cuando dos fuerzas armadas llegaban finalmente a enfrentarse en una batalla campal normalmente esta tuviese lugar en el transcurso de una de aquellas operaciones, ya fuera porque una guarnición decidiese abandonar la seguridad de las murallas para enfrentarse a los asediantes o porque un ejército de socorro se acercara para ayudar a los asediados –ambas situaciones posibles en el contexto de un cerco–, ya porque una de las partes se aprestase a atajar una incursión antes incluso de que los enemigos llegasen a entrar en profundidad en sus tierras o porque, si la incursión ya se había materializado, decidiese ponerle fin para evitar más destrozos en su tierra o para recuperar el botín.

Como puede deducirse de lo que hemos comentado, en ninguno de los modelos descritos el enfrentamiento directo y abierto entre dos ejércitos para acabar con el potencial militar del enemigo se planteaba inicialmente como un objetivo estratégico y prioritario: en general, cuando finalmente una batalla tenía lugar en el marco de un asedio podía formar parte de la estrategia de unos para alcanzar una conquista o de la de otros para evitar la pérdida de una plaza, de modo que para todos lo fundamental seguía siendo la aprehensión o el mantenimiento del espacio controlado. En tal supuesto la batalla y la destrucción de la fuerza del adversario en una colisión en campo abierto solo era un medio para conseguirlo o una posibilidad táctica, no un fin en sí mismo ni un objetivo previamente planificado. Cuando el choque se desarrollaba en el transcurso de una incursión, lo normal es que una de las dos partes se planteara prioritariamente recuperar el botín, castigar a los agresores o defenderse y evitar una invasión, mientras que la otra aspirara a continuar o finalizar la campaña con la mayor cantidad posible de beneficios, de modo que también ahora encarar abiertamente al adversario podía ser una opción, incluso deseada por las partes –como ha demostrado Villalon– o, llegado el caso, una necesidad, pero no se presentaba necesariamente como una meta planificada o mejor dicho, como “la” meta de la campaña.

En conclusión, la batalla podía llegar a ser un instrumento útil para alcanzar un objetivo estratégico –ampliar o mantener el espacio dominado, detener o proseguir una incursión–, pero rara vez el choque frontal en campo abierto entre dos ejércitos se concebía en sí mismo como un objetivo estratégico, fruto de una decisión expresa y previamente planificada con el objetivo de aniquilar a las fuerzas armadas del enemigo o de quebrar su potencial militar. Cuanto menos, conviene precisarlo, este es el escenario que encontramos en el conflicto entre cristianos y musulmanes en la Península Ibérica.  

✠ 4.- La batalla de las Navas de Tolosa en el marco del paradigma bélico medieval. 

A tenor de todo lo indicado cabe preguntarse, haciendo nuestro el planteamiento de João Gouveia Monteiro sobre Aljubarrota, hasta qué punto, a la luz del debate historiográfico desarrollado en torno a las propuestas de Gillingham, la batalla de Las Navas encaja en este paradigma de comportamiento bélico.

Ya tuvimos ocasión de señalar, al comienzo de este trabajo, que autores como Lucas de Tuy o como los compiladores de la "Crónica de España alfonsí" consideraron a lo ocurrido en el campo de batalla de Las Navas como algo insólito y sin precedentes, y ya apuntábamos entonces que quizás a ello no fuera ajeno no solo la excepcionalidad del choque dentro del contexto militar de la época, sino también la singularidad de algunos de los planteamientos que propusieron y aplicaron determinados protagonistas de la batalla.

Hay que reconocer, no obstante, que hasta cierto punto los movimientos que observamos en algunos contendientes se ajustan a lo que podría considerarse como el comportamiento habitual y ortodoxo de un dirigente ante la perspectiva de una batalla campal y, en consecuencia, a los rasgos que definen al último de los paradigmas bélicos que hemos glosado. Cuanto menos la actitud de una de las partes, la almohade, parece atenerse al modelo estratégico vegeciano que, como se recordará, proponía evitar la batalla y buscar alternativas para derrotar a los enemigos sin tener necesariamente que afrontar el riesgo de la colisión frontal. 

Por supuesto, no podemos ignorar que existe un buen número de indicios que ponen de manifiesto que, en contra de los axiomas que definen la estrategia vegeciana y el paradigma Gillingham, las intenciones del califa, desde antes de que se iniciara la campaña que culminaría en Las Navas, no habían sido otras que buscar un enfrentamiento directo y en campo abierto con las tropas cristianas. Así se desprende de todos aquellos testimonios, magistralmente estudiados por Martín Alvira Cabrer, que hacen referencia al desafío lanzado por el Miramamolín contra toda la Cristiandad a fin de resolver el conflicto en una batalla campal. Sin embargo, son muchas las dudas que existen sobre el origen y la verosimilitud de dicho reto, y de hecho no sabemos si llegó a lanzarlo –ya fuera con una intención preventiva o con un ánimo propagandístico para amedrentar al contrario y reforzar la moral de los suyos–, si se trató únicamente de un rumor muy difundido, y mucho menos si el califa realmente llegó a plantearse la posibilidad de destruir el culto cristiano mediante una batalla campal contra todos los adoradores de la Cruz, como diría el propio Alfonso VIII un año después de la batalla.

En todo caso, si alguna vez aquella había sido su verdadera intención – cosa que, conviene insistir, realmente no sabemos–, lo cierto es desde que comenzó la campaña, o al menos desde que los cruzados se acercaron a Calatrava, todos los movimientos del ejército musulmán estuvieron destinados no a buscar una batalla, sino por el contrario a evitarla o a retrasarla hasta que las fuerzas enemigas comenzaran a desorganizarse. 

Aunque no conocemos detalladamente los pasos dados por el ejército musulmán ni tampoco tenemos una constancia expresa de sus intenciones, lo cierto es que todas las decisiones del califa tomadas antes de la batalla y las consiguientes acciones de sus tropas, al menos tal como son narradas por los testimonios más cercanos y las fuentes mejor informadas, nos colocan frente a un dirigente que, de forma prudente y, podríamos decir, “vegeciana”, no estaba dispuesto a encarar una batalla campal a menos que las condiciones le fueran netamente favorables. De hecho, en todo momento el objetivo estratégico que los comandantes almohades se propusieron y persiguieron fue impedir la progresión del ejército cruzado por tierras islámicas, bloquear su internamiento en al-Andalus, provocar su retirada y, solo entonces, buscar el choque, de modo que la precaución, la cautela y la contención parecen dictar los comportamientos del ejército almohade. 

Es verdad que nos podríamos plantear si esta forma de actuación no fue tanto consecuencia de un principio estratégico que descartaba la batalla campal como primera opción, cuanto la adaptación a unas circunstancias no del todo propicias para el choque frontal. Tal vez podría haber sido posible que el califa realmente deseara la batalla y habría estado dispuesto a buscarla –tal como se desprende del supuesto desafío– pero que determinados imponderables le obligaran a renunciar a este propósito. A este respecto, podría sospecharse que aun anhelando destruir a su enemigo en campo abierto, finalmente no fue en su búsqueda porque no tuvo tiempo material para hacerlo. 

Un breve repaso a la cronología de los movimientos de ambas partes podría arrojar algo de luz sobre esta cuestión: por lo que sabemos, el ejército califal salió de Sevilla, donde se había acuartelado tras la campaña de Salvatierra (verano de 1211), en cuanto tuvo noticias de que Alfonso VIII estaba concentrando en Toledo un gran contingente para dirigirse hacia el sur. Según la crónica magrebí temporalmente más cercana a la batalla –el Kitāb al-Mu`ŷib de al-Marrakušī–, el contingente islámico se movilizó y se trasladó de Sevilla a Jaén a principios de junio de 1212. No es posible saber con certeza en qué momento las tropas musulmanas llegaron a esta última localidad y, por tanto, desconocemos si para el 20 de junio, cuando los cruzados salieron de Toledo, el ejército califal estaba en condiciones de ir a su encuentro, avanzar hacia el norte y atravesar Sierra Morena. Los plazos, hay que reconocerlo, son demasiado ajustados para que esta acción hubiera podido realizarse. No obstante, quizás lo hubiera podido hacer a lo largo de las dos semanas siguientes, cuando los cristianos comenzaron a expugnar algunos de los castillos situados a lo largo de su camino –caso de Malagón, asaltado el 24 de junio, Calatrava, que se entregó el 1 de julio, Alarcos, Piedrabuena, Benavente y Caracuel, que se tomaron entre los días 5 y 6 de julio–. No cabe duda de que en estas fechas el contingente islámico había tomado posiciones al sur de Sierra Morena: antes del 3 de julio – pero no sabemos desde cuándo– ya estaba en Jaén, e inmediatamente después del 3 de julio, día en que se produjo la retirada de los ultramontanos, el grueso del contingente islámico se adelantó hasta Baeza y fuerzas de vanguardia se posicionaron en las cimas de Sierra Morena. La llegada de los cruzados a los pies de la sierra no tuvo lugar hasta el día 12, de modo que el califa, de haber querido salir al paso de sus enemigos para enfrentarse a ellos en batalla campal, habría tenido al menos una semana para hacerlo. Pero lo cierto es que no lo hizo y prefirió esperar.

✠ Alfonso VIII.




Ciertamente las fechas, como dijimos, no le dejaron demasiado margen de maniobra, pero varios indicios permiten sospechar que la prudente actitud del califa no estuvo únicamente forzada por las circunstancias, sino que también respondía a un plan de actuación deliberado. Sabemos, por ejemplo, que el ejército musulmán se detuvo durante un tiempo en Jaén en vez de seguir el camino hacia el norte, como hubiera sido lógico si lo que se buscaba era el duelo campal. Al-Marrakušī atribuye esta demora a la necesidad de organizar las tropas, mientras que el propio califa, en la carta que dirigió a sus súbditos explicándoles lo ocurrido en la batalla, confirma que su ejército se mantuvo “muchos días ”en las inmediaciones de Jaén“ esperando vadear el Guadalquivir, cuyo curso había crecido y se había desbordado por la izquierda y por la derecha”. Según el califa, la campaña solo pudo continuar después de varias jornadas –no sabemos cuántas–, cuando el rio decreció. No podemos pronunciarnos sobre la veracidad de estas informaciones, pero que la detención del contingente en Jaén fuera consecuencia de una crecida del Guadalquivir a finales de junio o principios de julio resulta, cuanto menos, sorprendente.

Por ello cabe pensar que tal vez hubiera otro tipo de razones para retrasar el avance, razones que responderían a una estrategia deliberada, netamente vegeciana, y no a un mero infortunio. Al menos eso es lo que afirma con toda rotundidad alguien tan bien informado de los pormenores de la campaña como el Arzobispo de Toledo, Rodrigo Jiménez de Rada. Según su testimonio, el califa al-Naşir “había concentrado sus fuerzas en las montañas cercanas a Jaén y allí aguardaba al ejército cristiano. No tenía intención de combatir, ya que recelaba de los refuerzos extranjeros, sino de sorprenderlos a su vuelta, cuando quizás los cristianos, agotados por el esfuerzo, diezmados por las bajas, carecieran de recursos para hacerle frente”.

✠ Arzobispo de Toledo, Rodrigo Jiménez de Rada.



 

✠ Califa al-Naşir.




Para conseguir su propósito bastaba con dificultar y retrasar el avance de los cruzados, detenerlos si resultaba posible, en espera de que, una vez cansados y faltos de avituallamientos, comenzaran a disolverse o iniciaran la retirada, durante la cual los musulmanes podrían perseguir y atacar a un enemigo desmoralizado o frustrado por la falta de resultados, y seguramente asustado y desorganizado. 

Muchas de las decisiones tomadas por el califa se entienden a la luz de estos planes. En primer lugar, antes del 27 de junio los defensores musulmanes de Calatrava sembraron de abrojos –unas piezas de hierro con varias puntas que se clavaban en los pies de los hombres y las pezuñas de los caballos– los vados del río Guadiana para entorpecer el avance de sus enemigos. Ciertamente estos superaron con éxito la dificultad y demostraron la fortaleza y efectividad de su empuje conquistando Calatrava, pero ya comenzaron a manifestarse algunos síntomas que el califa interpretó como pruebas de debilidad: en el ejército cristiano se hicieron patentes problemas de abastecimiento y, sobre todo, un nutrido grupo de cruzados, la mayoría de los ultramontanos, desertó y volvió sobre sus pasos. Fue entonces –poco después del 3 de julio– cuando el dirigente almohade mandó a algunos contingentes que se situasen en las cimas de Sierra Morena, con el doble objetivo, según Jiménez de Rada, de vigilar los movimientos de los cruzados, a fin de tener información en caso de que se produjese su retirada, y de impedir o dificultar la subida a Sierra Morena en caso de que decidieran seguir adelante, tal como de hecho ocurrió. También Alfonso VIII, en su informe de campaña enviado a Inocencio III, alude expresamente al objetivo de los musulmanes cuando tomaron los altos de la Sierra: “uolentes nobis transitum impedire”, (deseando impedir nuestro paso).

El intento de frenar el ascenso fracasó cuando los cristianos consiguieron desalojar a los musulmanes del castillo de Ferral, situado en la cima de la sierra, pero el califa todavía tenía la posibilidad de alcanzar sus objetivos si conseguía que los cruzados no pudieran descender de las alturas ni, consecuentemente, acercarse al campamento almohade, que estaba plantado a los pies de la sierra. Tal era su pretensión cuando ordenó controlar el llamado Paso de Losa: “Saracenis autem, [informa Alfonso VIII al papa] uidentes quod transitum illum occupare non possent [la cima del monte], alium transitum qui erat in descensu montis, arctis- simum et inuium occuparunt; talis quippe erat quod mille homines possent defendere omnibus hominibus qui sub celo sunt ”, "(Pero los sarracenos (informa Alfonso VIII al papa), viendo que no podían tomar posesión de aquel paso [la cima del monte], ocuparon otro paso que estaba en la bajada de la montaña, muy estrecho e inaccesible; porque era tal que mil hombres podían defender a todos los hombres debajo del cielo)" . Esto colocó a los cristianos en la disyuntiva de arriesgarse a una bajada peligrosísima o de iniciar la retirada, porque en aquellos puertos era imposible mantenerse por falta de agua. Como es bien conocido, la aparición del famoso pastor de Las Navas fue clave para que encontrasen un camino que les permitió colocarse, esta vez sin mayores dificultades, frente al campamento islámico.

La estrategia de contención del califa, destinada a evitar o, cuanto menos, a retrasar la batalla hasta adquirir la superioridad, había fracasado y se veía obligado a luchar en campo abierto, no porque lo hubiera deseado ni buscado, sino porque no tenía otra opción. Para los almohades, la batalla fue su último recurso para derrotar a un enemigo al que ya no podían evitar. No sabemos si el califa o sus consejeros militares conocían de primera mano los principios bélicos vegecianos, pero la lectura de algunos de ellos recuerda de manera tan cercana a los planteamientos que inspiraron los movimientos de los dirigentes almohades, que no resistimos la tentación de reproducirlos:

“Además hay que estudiar antes que nada si conviene diferir el momento final, o adelantar el combate, pues a veces el enemigo espera poder concluir rápidamente la expedición y si se alarga más de lo previsto, o le abate la penuria o bien la añoranza de los suyos le hace regresar a su patria, o bien, al no adelantar nada, se ve forzado a marcharse llevado de la desesperación. Entonces muchos, quebrantados por la fatiga y el cansancio, desertan; otros hacen traición, otros se pasan al enemigo, porque en las situaciones adversas la lealtad escasea, y empieza a quedarse solo el que había llegado con grandes efectivos”.

“su falta [de provisiones], acaba con un ejército más a menudo que la batalla, y el hambre es más cruel que la espada... si se mantienen reunidos [una vez que su desabastecimiento es una realidad], pasarán hambre, y, en cambio, si se dispersan, serán vencidos con facilidad mediante continuos ataques”.

“Una batalla campal se decide en un enfrentamiento de dos o tres horas, tras el que desaparecen todas las esperanzas para la parte que haya resultado vencida. Por lo tanto, antes de llegar a este riesgo extremo, debe pensarse en todas las posibilidades, intentarlo todo y realizar todo cuanto sea posible. Y, así, los buenos generales acometen la acción, no con un combate abierto en que el que todos se exponen al peligro, sino siempre mediante guerrillas, salvando de los suyos a todos cuantos sea posible, dando muerte a los enemigos o al menos aterrorizándolos”.

“Y si [tras recabar información],  encuentra que le aventaja en mucho [al enemigo], no retrasará entrar en combate, que le será favorable. Si, en cambio, ve que el enemigo es superior, evitará el enfrentamiento abierto; pues muchas veces los que eran pocos en número e inferiores en fuerzas, consiguieron la victoria con escaramuzas y emboscadas, si los mandaban buenos generales”.

Valgan dos últimos axiomas como conclusión de los planteamientos del tratadista tardorromano sobre la batalla campal:

“Es mejor someter al enemigo con la escasez, con ataques por sorpresa o con el miedo, que en combate, pues en éste suele jugar un papel más importante la fortuna que el valor ”.

“Los buenos generales nunca entran en combate abierto, sino porque lo pida la ocasión o apremie la necesidad”.

En fin, habrá que reconocer, a la vista del análisis del comportamiento de los líderes musulmanes, que su forma de actuación se ajustó estrictamente al modelo vegeciano y que encaja en el llamado paradigma Gillingham. Por el contrario, y marcando un agudo contraste con lo anterior, la actitud de Alfonso VIII y de quienes le apoyaron fue muy distinta, y lo fue porque, en contra de los preceptos vegecianos y en contra de los usos militares habituales en la época, la campaña, que comenzó a proyectarse a finales de 1211, fue organizada, desde elprimer momento, con el objetivo de librar una batalla campal.

Como hemos indicado en páginas anteriores, los especialistas que en los últimos años han sometido a revisión el paradigma Gillingham, han señalado la necesidad de reincorporar el deseo y la búsqueda del choque frontal entre las formas ordinarias de hacer la guerra. Desde este punto de vista, nada extraordinario habría en el hecho de que, una vez puesta en marcha la campaña y a la luz del desarrollo de los acontecimientos, los dirigentes de la cruzada hispánica de1212 mostrasen reiteradamente su voluntad de batirse en campo abierto con los musulmanes y que maniobrasen expresamente para conseguirlo.

Que, una vez sobre el terreno, este fue su deseo y que hicieron todo lo posible para alcanzarlo, está fuera de toda duda: después del 27 de junio, día enque habían llegado ante los muros de Calatrava, cuando tras varias jornadas de asedio comprobaron las dificultades de asaltar la fortaleza, “bastantes consideraban más provechoso marchar directamente a la batalla [itinere ad bellum procedere, en la expresión latina del arzobispo de Toledo, traducida por los compiladores alfonsíes como “yr su carrera que auien començada pora la batalla”] que demorarse en atacar castillos”, entendiendo que entretenerse en esta empresa no haría sino desgastar las fuerzas y que, en todo caso, el destino de aquellos castillos quedarían al albur del resultado de la guerra [“pendeat ex fine belli”, escribe Jiménez de Rada, aunque Juan Fernández Valverde no duda en traducirlo directamente como “a expensas del desenlace de la batalla”]. No obstante, al final triunfó la idea de mantener el cerco y, al menos, intentar su conquista antes de seguir adelante. 

En aquellos momentos el enemigo todavía estaba demasiado lejos –en Jaén, a no menos de siete u ocho jornadas de marcha–, pero unos días más tarde, cuando llegaron a Salvatierra –el 8 de julio–, la situación había cambiado: el califa había adelantado su posición hasta Baeza, quizás para entonces incluso podía encontrarse ya al otro lado de los pasos de Sierra Morena, y su vanguardia ya controlaba su cima, lo que quiere decir que entre los dos ejércitos no habíamás de dos jornadas de distancia. Si en Calatrava se pudo resistir el impulso de ir directamente a buscar al enemigo, en Salvatierra su cercanía lo hizo irresistible: según Blanca de Castilla, frente a quienes opinaban que el ejército cruzado debía detenerse a asediar Salvatierra –entre ellos se encontraba el propio Alfonso VIII–, se impuso el criterio, defendido por el rey de Navarra y apoyado por el de Aragón y por el obispo de Narbona, Arnaldo Amalarico, a la sazón la cabeza visible de los ultramontanos, de atravesar el puerto, internarse en la sierra y buscar al Miramamolín hasta encontrarlo. El propio Alfonso VIII, en la carta que dirigió al Papa dándole cuenta de la batalla, ratifica que no atacaron Salvatierra “porque el rey de los sarracenos estaba cerca de nosotros”.

✠ Blanca de Castilla.




La voluntad de ir al encuentro no podía ser más clara y todavía volvería a mostrarse una vez más cuando, dificultada por el Paso de Losa la bajada desdela cumbre hasta el lugar donde se encontraba el campamento almohade, Alfonso VIII se negó a dar la vuelta y concluir la campaña, como algunos sostenían, o a retroceder y localizar un nuevo paso, en este caso por el riesgo de que lo suyos lo interpretaran como una retirada y se produjera una desbandada. A esas alturas, tal como las cosas habían evolucionado, buscar el choque masivo había dejado de ser una elección para convertirse en una necesidad: “ad eos necesse uteamus. Sicut autem fuerit uoluntas in celo, sic fiat ”, (usémoslos según sea necesario. Pero así como hay una voluntad en el cielo, así sea), declaró solemnemente el rey de Castilla.

En consecuencia, puede concluirse que, una vez puesto en marcha, el ejército cruzado buscó la batalla de manera decidida, evitando los retrasos en la medida de lo posible. Pero, como apuntábamos en anteriores párrafos, no siendo este un comportamiento cotidiano en los usos militares de la época, sin embargo no era del todo desconocido y los especialistas se han encargado se mostrar y analizar algunos ejemplos de “batallas buscadas”. Lo que resulta extraordinario en Las Navas, pues, no es que una de las partes buscara el choque frontal, sino que toda la campaña se proyectase, desde el primer momento, para alcanzar esta meta.        

Unas décadas después de la batalla, al rememorar los antecedentes inmediatos de la batalla de Las Navas de Tolosa, Lucas de Tuy aludía a la repoblación dela villa de Moya, “in confinio barbarorum”, (en los confines de los bárbaros), por parte de Alfonso VIII, y señalaba este hecho como la causa directa de la ruptura de la tregua hasta entonces existente entre almohades y castellanos, ruptura que provocaría la posterior campaña musulmana contra Salvatierra en 1211 y, como respuesta a esta, la cruzada de Las Navas en 1212. La repoblación de Moya tuvo lugar, pues, en 1210 y según el cronista leonés el ánimo del rey de Castilla al tomar esta iniciativa no era otro que “tener ocasión de librar una batalla con los sarracenos, con los cuales en aquel momento estaba en paz”. La expresión utilizada por Lucas de Tuy –”gerendi preliumcum Sarracenis”, (librando batalla con los musulmanes)–, no deja lugar a dudas: Alfonso VIII quiso romper la tregua y provocar la guerra contra los musulmanes, y ya entonces –en 1210– su plan no era otro que dirimir el conflicto mediante una batalla campal.

Se podría argumentar que Lucas de Tuy interpretaba los hechos de 1210 a la luz de lo ocurrido en el verano de 1212, pero existen suficientes testimonios fiables para afirmar que, en efecto, esta última campaña fue organizada, desde el momento mismo en que fue concebida, con el objetivo de derrotar al ejército almohade en un choque en campo abierto. Así se lo indicó Alfonso VIII al papa Inocencio III a finales de 1211, cuando le informó de su proyecto de emprender una campaña contra los musulmanes en la siguiente primavera. No nos ha llegado el testimonio directo del rey de Castilla, pero sí el del pontífice quien, al dirigirse a los obispos franceses para que predicasen la cruzada en sus respectivas diócesis –un documento fechado el 31 de enero de 1212– aludía, sin ambigüedad alguna y recogiendo la voluntad que el rey le había expresado, a las intenciones de este de luchar contra sus enemigos en un batalla campal –”campestri bello”–, (guerra campal). Esta era la única manera, a juicio del rey, de detener a los musulmanes, para lo cual había señalado a la octava de Pentecostés como momento del encuentro– “campestre illis bellum indixit”–, “prefiriendo morir antes que ver que se hace daño al pueblo cristiano”:

“Attendens ergo prefatus rex [Alfonso VIII], [quod] nisi eis campestri bello fortiter resistatur, ipsi [los almohades], tum propter innumerabilem multitudinem personarum, tum propter irruptionem machinarum durissimam, universas munitiones sue possint nefande sublicere ditioni, campestre illis bellum indixit in octavis Penthecosten proximo adfuturis, eligens mori potius quam christiane gentis mala videre ".

✠ papa Inocencio III.




Cuatro días después de que enviara este llamamiento a los obispos franceses y provenzales, el Papa le comunicaba al rey de Castilla que ya había cursado la petición de ayuda y, una vez más, se refería a la voluntad del monarca de librar una batalla campal contra los musulmanes en la próxima octava de Pentecostés: “cum sarracenis in octavis Penthecosten proximo ad futuris campestre bellum indixeris”.

Además, algún indicio permite sospechar que en el curso de la predicación de la cruzada los propagandistas hicieron expresa mención a la batalla como objetivo último de la campaña, razón por la cual aquellos que se adhirieron a la expedición conocían perfectamente cuál era la meta propuesta antes incluso de que la campaña se pusiera en marcha: eso explicaría, por ejemplo, que un mes antes de que los cruzados se reunieran en Toledo –el 2 de abril–, un caballero al que el documento llama Peregrinu hiciera testamento ante la posibilidad de morir durante la guerra “o en cualquier momento hasta la culminación de la batalla” – ”si ego in hoc bello finiero, vel usque ad transactum praelium–”. Más explícito aún, una de las razones que adujeron los cruzados ultramontanos que abandonaron la expedición tras la toma de Calatrava fue que ellos habían ido a la guerra contra el rey de Marruecos “según a ellos les fue predicado”, y que como aquel no hacía acto de presencia –por tanto, si no había posibilidad de enfrentarse a él en un duelo campal–, preferían volver a sus patrias: “quod ad bellum uenerantcontra regem Marroquitanum, sicut eis fuerat predicatum, quem cum non inueniebant, uolebant modis omnibus repatriare”.

 Hay que reconocer, pues, que en el “universo” de las cruzadas la de Las Navas representa un caso insólito. Es necesario reproducir, a este respecto, un párrafo verdaderamente antológico de Martín Alvira Cabrer:

“En la cruzada de 1212 no hubo una Jerusalén que recuperar, ni un Egipto que conquistar, ni una Provenza herética que purificar y someter; ni siquiera hubo una intención explícita de conquista territorial sobre los musulmanes... Así pues, la cruzada de Las Navas de Tolosa comenzó y terminó como se había concebido en septiembre de 1211: como una empresa dirigida a librar una batalla campal en la que destruir el potencial bélico almohade. Fue la batalla y sólo la batalla el motivo que bastó para movilizar a buena parte de la Cristiandad en 1212. En este sentido, la campaña que culminó en Las Navas de Tolosa es, seguramente, la primera y la única cruzada de la Edad Media cuyo objetivo explícito fue librar una batalla campal”.

Pero si lo ocurrido en Las Navas resulta insólito en el marco general del movimiento cruzado, no menos lo es en el contexto de los usos bélicos de la época. Incluso aceptando la necesidad de modificar el llamado "paradigma Gillingham", en el sentido propuesto por sus críticos, esto es, admitiendo –aunque sea matizadamente– que, como dice Rogers, “at least some medieval commanders did view battle as one of the main weapons in their strategic arsenals”, (al menos algunos comandantes medievales vieron la batalla como una de las principales armas en sus arsenales estratégicos), y que “we must rankdirect battle on the same plane with siege and devastation as one of the main tools of the strategists of the Middle Ages”, (debemos situar en el mismo plano la batalla directa con el asedio y la devastación como una de las principales herramientas de los estrategas de la Edad Media). o aceptando que, como sostiene Monteiro, “devemos, desde já, estar disponíveis para aceitar a batalha campal não como um corpo estranho no exercício da guerra medieval, mas antes como um entre outros recursos de que dispunham os respectivos generais, e como um recurso de extraordinário valor”, habrá que reconocer al menos una evidencia: al contrario que la mayor parte de las batallas de la época –no nos atrevemos a decir que todas–, la de Las Navas, tal como fue concebida por Alfonso VIII, no fue consecuencia de una decisión táctica adoptada a la vista del enemigo con el objetivo de alcanzar un objetivo estratégico diferente, tal como obligarle a levantar un asedio, impedir una invasión o atajar una cabalgada. Así fue, ciertamente, en las batallas de El Cuarte, Uclés, Alarcos, Porto Pí, El Salado, Nájera o Aljubarrota, por recordar únicamente algunas ocurridas en el ámbito hispánico.

John Gillingham ya advirtió de que el hecho de que un comandante estuviera tácticamente dispuesto a arriesgarse en una batalla no significaba que estuviera desarrollando una estrategia de búsqueda de la batalla o, dicho de otra manera, que en un momento determinado de una campaña un dirigente se decidiera a ofrecer o a amenazar a su enemigo con una batalla no quería decir que se hubiera embarcado con el objetivo de librar una batalla. Señala Andrew Villalon, al hilo de las ideas de Gillingham, las dificultades que tienen los especialistas para conocer el pensamiento estratégico o las verdaderas intenciones de un comandante y saber si cuando iniciaba una campaña lo hacía realmente decidido a luchar en una batalla, añadiendo que para etiquetar a un comandante medieval como “buscador de batallas” sería necesario algo así como “a written, strategic plan”, (un plan estratégico escrito), de la campaña: “Unfortunately [concluye], few if any, such“ smoking gun ”documents survive from the Middle Ages. In fact, in probability few, if any, ever existed”. (Desafortunadamente, pocos o ninguno de estos documentos sobreviven de la Edad Media. De hecho, probablemente pocos, si es que algunos, existieron alguna vez). 

Y, sin embargo, esto último, o al menos algo muy similar, es lo que encontramos al analizar el plan de campaña de Alfonso VIII –expresamente explicado al Papa y, a través de los predicadores, a los cruzados–, y al estudiar el desarrollo de sus movimientos durante la campaña. Para Alfonso VIII la batalla no fue un último o inevitable recurso para derrotar a sus enemigos, como sostiene el paradigma Gillingham, ni tampoco uno entre otros posibles, como matizan sus críticos, sino que fue el primero y el único. Si el comportamiento militar del califa almohade encaja perfectamente en la ortodoxia bélica de la Edad Media, por e lcontrario, tal como proyectó y llevó a cabo la empresa el rey de Castilla, planteada al modo clausewitziano con el objetivo estratégico de liquidar de una sola vez en campo abierto el potencial militar de sus enemigos, la expedición que culminó en Las Navas está fuera de rango y no se atiene a ningún paradigma: que sepamos, nunca antes y nunca después, al menos en el ámbito peninsular, se había proyectado y buscado tan conscientemente el combate directo y masivo como instrumento para dirimir un conflicto armado.

FUENTES:

Sociedad Española de Estudios Medievales.

Francisco García Fitz.

Preceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.



“ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE ESTUDIOS HISTÓRICOS MEDIEVALES”.

“CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS TEMPLARIOS”.

“PRIORATO TEMPLARIO DE SAN BERNARDO DE CLARAVAL”.

"PRECEPTORÍA NACIONAL".

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠

Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠  Estudios y Análisis Históricos.

✠  Efemérides, personajes, lugares y hechos históricos. 

✠ EL MERIDIANO DE TOLEDO.

Con el descubrimiento de América en 1492, para fijar el rumbo, se hizo acuciante la necesidad de determinar la posición de los barcos en alta mar, ya que el no hacerlo podía comportar importantes retrasos que podían acarrear el peligro cierto de graves enfermedades, como el escorbuto.

Los científicos españoles se pusieron en la labor, y en 1535, Alonso de Santa Cruz presentaba instrumentos y cartas náuticas así como un instrumento para medir la longitud por las distancias de la Luna y los planetas, siendo que en su  “carta abierta por los meridianos desde la Equinocial a los Polos” fue capaz de apreciar el fenómeno de la deformación que sufría la figura de la Tierra al ser trasladada al plano. 



Los análisis de este científico venían a dar luz a la hora de fijar la posición de cualquier punto de la Tierra, con lo que se podía determinar el rumbo que debía seguirse, y para ello determinaba el uso de las coordenadas de longitud y latitud, que ya fue desarrollado por los griegos y recogido por Claudio Ptolomeo.


Durante siglos, los meridianos fueron utilizados dependiendo de la zona de cada lugar.  Ptolomeo utilizó un meridiano situado medio grado al oeste de Canarias. Posteriormente, los árabes tomaron como referencia el Estrecho de Gibraltar, y en el siglo XIII, época de Alfonso X el Sabio, el meridiano fue el de Toledo, por el que se rigió la  geografía del Nuevo Mundo.

«La grandeza de esta cuarta parte … que es un hemisferio y mitad del mundo de 180 grados comenzando a contar por Occidente desde un círculo de Meridiano que pasa 39 ó 40 grados de longitud Occidental del Meridiano de Toledo», nos dice López de Velasco al que copia Herrera»; «México está distante del Meridiano de Toledo, en longitud 97 grados y 45 minutos», nos dice el médico y botánico doctor Hernández»; «Panamá tiene 89 grados de longitud del Meridiano de Toledo y la distancia entre los dos lugares por arco del círculo mayor es de 1.660 leguas», escribe el cosmógrafo Juan Bautista Gessio «. » … la ciudad de Valdivia [Chile] … en 40 grados que es la misma que tiene la imperial ciudad de Toledo», señala Vázquez de Espinosa.

Los avances científicos de España permitieron la navegación por el Pacífico, y siendo secretos de estado, hicieron que los demás fuesen a remolque de España. Siendo así, hasta el siglo XIX, cada país utilizó su propio meridiano, siendo que España utilizaba en esta fecha el meridiano de Cádiz.


Al objeto de unificar criterios de ámbito mundial, y cuando el mundo se debatía en la necesidad de unificar los pesos y las medidas en todos los ámbitos, el año 1884 se celebró en Washington la Conferencia Internacional del Meridiano, donde 25 países fijaron que el meridiano cero sería el que pasa por el Observatorio de Greenwich, en Londres.

Se trataba, en este caso de un asunto de intereses, y de intereses políticos, porque no existía razón científica que justificase identificar el meridiano de Greenwich como el meridiano cero, mientras que razones históricas justificaban que tal título fuese llevado por el meridiano de Toledo. Pero dada la situación de España, vencida por Inglaterra en todos los campos, no cabía esa posibilidad.


No obstante, Francia estaba interesada en el asunto. Era evidente que lo normal, Toledo, no saliese triunfante, por lo que propusieron como meridiano cero el de la isla de El Hierro, coincidente con la propuesta de Ptolomeo…, pero tampoco podía ser, y es que, aunque en 1634 el cardenal Richelieu llegó a esa misma conclusión, había un escollo importante: el Hierro es España. 

Todos los países surgidos de la diáspora de España, fieles a la metrópoli, se manifestaron favorables a la propuesta británica. Todos…, menos República Dominicana, que en 1861 se había reincorporado a España hasta 1865.


FUENTES:

Cesáreo Jarabo.

España en la historia.

Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.


“ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE ESTUDIOS HISTÓRICOS MEDIEVALES”.

“CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS TEMPLARIOS”.

“PRIORATO TEMPLARIO DE SAN BERNARDO DE CLARAVAL”.

"PRECEPTORÍA NACIONAL".

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠

Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠  Estudios y Análisis Históricos.

✠  Efemérides, personajes, lugares y hechos históricos. 

✠ CORTES DE LEÓN DE 1188 (29 ABRIL 1188).

✠ Alfonso IX de León.

 

Ante todo, una disculpa. Puede que la fecha no sea exacta. El documento que se conserva de este acontecimiento no está fechado y todo se basa en estimaciones de sesudos historiadores, pero como este hilo de “efemérides” está basado en fechas concretas, tengo que tomarme esta licencia, ya que el hecho merece la pena.

En 2013, la UNESCO incluyó en los registros del  Programa Memoria del Mundo (Memory of the World Programme), “Los Decreta de León, de 1188”, reconociendo que era el testimonio documental más antiguo del sistema parlamentario europeo. Ello da prueba de la importancia del acontecimiento y del impacto que tuvo en la gobernanza de los pueblos europeos.


En 1017, la Curia Regia, convocada por Alfonso V de León, legisló el Fuero de León, incluyen preceptos como la inviolabilidad del domicilio, la libertad de comercio y primeros derechos de las mujeres. En 1135, Alfonso VII de León, se coronó en dicha ciudad con una acogida multitudinaria. La Reconquista había sufrido un frenazo y las guerras con los reinos de Portugal y Castilla habían provocado la implantación de nuevos impuestos y un alza generalizada de precios. El recién llegado Alfonso IX de León, tiene que demandar un nuevo esfuerzo económico, pero se encuentra con una clase ciudadana organizada que exige poder para limitar y regular el gasto de la corona. 


Alfonso IX se ve obligado a consensuar las decisiones y como paso previo convoca a la Curia Regia del Reino de León. En esta curia y por primera vez, las ciudades más importantes envían representantes electos que tendrán voz y voto en las deliberaciones. Es la primera vez en la historia del parlamentarismo moderno en la historia de la Europa Occidental, que en un parlamento de un reino europeo, fuerzas que no pertenecieran a la nobleza o al clero, podían votar.

Mucho se ha escrito sobre las asambleas del Althing islandés del 930, pero eran reuniones exclusivas de magnates. Parecidas a los Concilios Visigóticos. Además, en el caso del Althing, nunca llegaron a producir textos legislativos.


Las cortes se constituyeron en dos estamentos. Los privilegiados, que incluían a el clero y la nobleza. Los no privilegiados, donde se encontraban los representantes de las ciudades.

La legislación que produce las Cortes de León, no es innovadora ni intenta introducir novedades importantes, solo desea profundizar en las normas anteriores para mejorar las condiciones de vida de los habitantes del reino y se reafirman en anteriores decisiones. Se decreta la injusticia de atentar contra la propiedad ajena, las querellas deben resolverse ante la justicia o la promesa real de no entrar en guerra sin contar con todos los que deben dar su opinión.

Todas son hoy reglas reconocidas de forma mundial, pero es la primera vez que aparecen de forma escrita, a consecuencia de una reunión de representantes de un reino y que dentro de esta representación habían personas que hablaban en nombre de gentes que no pertenecían ni a la nobleza, ni al clero.


Las actas de las Cortes de León de 1188, reflejan un nuevo modelo de gobierno en Europa, en las que la plebe participa por primera vez, tomando decisiones del más alto nivel, junto con el rey, la iglesia y la nobleza, a través de representantes elegidos de pueblos y ciudades».

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠

FUENTES:

España en la Historia.

Manuel de Francisco Fabre.

Preceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.



“ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE ESTUDIOS HISTÓRICOS MEDIEVALES”.

“CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS TEMPLARIOS”.

“PRIORATO TEMPLARIO DE SAN BERNARDO DE CLARAVAL”.

"PRECEPTORÍA NACIONAL".

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠

Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠  Estudios y Análisis Históricos.

✠  Efemérides, personajes, lugares y hechos históricos. 

✠  Documento medieval. Acuerdo entre el obispo de Lérida y la Orden del Temple. Año de 1173. 

✠ INTRODUCCIÓN.

El documento escogido para esta práctica está fechado el 3 de mayo de 1173. Actualmente se encuentra en el Archivo Diocesano de Lérida, en el Libro Verde de la Catedral de Lérida, folios 52 y 53. Setrata de un acuerdo entre el obispo de Lérida, Guillem Pérez de Ravidats, y el maestre del Temple en Provenza y las España, Arnau de Turre Rubea. El documento, que está escrito en latín, muestra la concordia suscrita entre el obispado de Lérida y la Orden del Temple en relación a varios lugares ubicados en la Encomienda Templaria de Monzón (Huesca), y lo podemos situar en el marco de las discusiones que tuvieron lugar entre los prelados ilerdenses y los templarios montisonenses (Castillón Cortada, F.: 1975). La elección de esta fuente viene condicionada por dos factores. El primero radica en nuestra inclinación investigadora hacia la Encomienda Templaria de Monzón en la Edad media, tema en el que llevamos trabajandodesde hace varios años en distintos ámbitos y disciplinas. El segundo factor está relacionado con la admiración que sentimos hacia las órdenes militares y su actuación en la península ibérica. Como objeto de estudio, las fuentes relacionadas con las órdenes militares y su preponderancia feudal, espiritual y militar en la península nos parecen un tema de estudio apasionante.

✠ ANTECEDENTES.

A la muerte del primer maestre del Temple, Hugo de Payns, en 1136, la orden se había extendido por toda Europa: las donaciones se multiplicaban, las Encomiendas florecían y su poder crecía a pasos agigantados. El embrión argumental de las diferencias habidas entre el obispado de Lérida y la Encomienda Templaria de Monzón a lo largo de los siglos XII y XIII, y, por ende, el de este documento, tiene suprecedente en la bula "Omne datum optimum", promulgada por el papa Inocencio II en 1139. Esta bula permitía la escisión de los conventos de la Orden con respecto a los obispados de los que dependían. Las Encomiendas y posesiones templarias alcanzaban así la autonomía económica y tributaria; ya no dependerían de los obispados; solo rendirían cuentas ante al papa (Corral Lafuente, J. L.: 2006, 68; Pérsico, L: 2007, 59). Las bulas promulgadas en las décadas siguientes vinieron a reforzar y a ampliar todos estos privilegios (SanzLedesma, J.: 2007). La entrada de la Orden del Temple en el reino de Aragón y los condados catalanes hemos de situarla a inicios de la década de los treinta del siglo XII. En el año 1131, antes de su muerte, el conde de Barcelona, Ramón Berenguer III, ingresaba en la orden y les concedía el castillo fronterizo de Granyera de Segarra. En1132 sería Ermengol IV de Urgell quien les concedería el castillo de Barberá (Sans i Travé, J. M.: 2010,202). Pero el hito fundamental fue el testamento redactado en Bayona en 1131 por Alfonso I el Batallador, en el que legaba el reino de Aragón, a partes iguales, a las órdenes religiosas del Temple, del Hospital de San Juan de Jerusalem y del Santo Sepulcro. En 1135, García Ramírez, rey de Navarra, donaría al Temple lo que sería más adelante la primera Encomienda templaria en Aragón: Novillas (Lapeña Paúl, A. I.: 2007, 218). Tras la ayuda que diez caballeros templarios prestaron al conde de Barcelona y princeps de Aragón, Ramón Berenguer IV, en 1149 en la conquista de Lérida y Fraga (Corral Lafuente, J. L.: 2006, 69), la Orden del Temple ocuparía numerosos feudos en Aragón y Cataluña; territorios ricos y florecientes. Asimismo, el comites barchinonensis haría también entrega a los Templarios de otros privilegios, como el diezmo de todas las rentas del reino, mil sueldos anuales en Zaragoza y Huesca, y un quinto del botín de las cabalgadas, algo que el papa ratificaría tiempo después (Sanz Ledesma, J.: 2007, 59). Sin lugar a dudas, estas concesiones se hicieron para resarcir a la Orden por haber renunciado al testamento de Alfonso I el Batallador. Entre las donaciones del conde de Barcelona se incluían los castillos de Monzón, de Mongay (o Montegaudio, tambiénen Monzón) y de Chalamera; se constituía de ese modo la Encomienda Templaria de Monzón.

✠ Castillo de Monzón.




Con respecto al obispado de Lérida, se tiene constancia de la diócesis ilerdensis desde el siglo V, y tuvo vigencia durante toda la Hispania visigoda. Extinguido el obispado con la llegada del Islam, surgirá durante la reconquista la sede episcopal de Roda de Isábena, situada en el prepirineo aragonés. Con la reconquista de Lérida, en 1149, la sede de Roda de Isábena se establecerá en esta ciudad de manera definitiva. El primer obispo de Lérida será Guillem Pérez, uno de los firmantes del documento que es objeto de estudio.

✠ CONTEXTUALIZACIÓN DEL DOCUMENTO.

A partir de 1192 la Encomienda de Monzón queda totalmente formada en las tierras del Cinca. La componían veintiocho iglesias con sus distintos lugares. A saber: Iglesia de San Juan (Monzón), Crespán (Fonz), Cofita, Ariéstolas, Castellón Ceboller (Castejón del Puente), Pomar, Estiche, Santalecina, Larroya (Santalecina), Castellflorite, Alcolea, Castaillén (Castellflorite), Sena, Sijena, Ontiñena, Torre de Cornelios (Alcolea), Chalamera, Ballobar, Ficena (Belver), Calavera (Belver), Casasnovas (Binaced), Valcarca, Ripol, Alfántega, San Esteban de Litera, Almunia de San Juan, Binahut (Castejón del Puente), Morilla y Monesma (Castillón Cortada, F.: 1981). Los Templarios ejercían la jurisdicción civil, criminal y religiosa en tales territorios. Junto a las poblaciones arriba mencionadas, se sabe que la orden disponía de una red de explotaciones ganaderas distribuida por las partidas de la Armentera (Monzón), el Cascallar (Monzón), Benahut (Castejón del Puente), Torregrosa, Valonga, Alfages, Coscollola, Serralada, Conill y Casasnovas. A la cabeza de la encomienda se situaba el Comendador, que tenía su sede en el castillo de Monzón. Era asistido por el resto de frares, que constituían el Cabildo Templario; entre ellos estaban los caballeros, los sargentos, los capellanes y los donados. Para la gestión de la Encomienda, el Comendador de Monzón se apoyaba en otros subcomendadores alternos que operaban en La Litera, La Ribera (del Cinca), Cofita y Chalamera (Castillón Cortada, F.: 1981, 13; 2001a, 166). La ciudad de Monzón disponía de almudín, justicia (alcalde), bayle (administrador) y adenantati (concejales), todos ellos nombrados por el Comendador (Castillón Cortada, F.: 1981, 33; 2001a, 188). Desde el año 1149 tenemos a la Orden del Temple organizando lo que en las décadas posteriores se convertiría en la Encomienda templaria más próspera de la Corona de Aragón. En el tiempo que transcurre de esa fecha a la del documento, 1173, se tiene noticia de múltiples fricciones entre los templarios montisonenses y la diócesis de Lérida. Castillón Cortada destaca tres momentos clave: en 1149, en 1154 y en 1160 (Castillón Cortada, F.: 1975). Los documentos que atestiguan las discusiones habidas entre el prelado ilerdense y los Templarios muestran que el núcleo de las desavenencias reside en los derechos tributarios y de explotación de distintos lugares e iglesias de la Encomienda, que antaño pertenecieron al obispado de Roda de Isábena, sede anterior a la de Lérida. La jurisdicción espiritual de los territorios feudales europeos, hasta la proliferación de las órdenes militares, correspondía únicamente a la iglesia. La aparición de la Orden del Temple (y otras órdenes), supuso una injerencia que los prelados de las distintas diócesis no vieron con buenos ojos. A los Templarios, también miembros de la iglesia, se les había donado grandes cantidades de tierra, desplazando a las diócesis que, en la gran mayoría de casos, habían ostentado la propiedad espiritual, tributaria y económica de las mismas hasta su llegada. En la diócesis ilerdense sucedió lo mismo, y mantuvieron un pulso constante con la Encomienda Templaria de Monzón en referencia a los derechos y tributos que correspondían a una o a otra. Los Templarios quisieron siempre ostentar el poder total de las poblaciones que estaban incluidas en sus Encomiendas, y eso atañía, qué duda cabe, a los derechos de las propias iglesias (Lapeña Paúl, A. I.:2006, 222). La actividad económica resultaría, a la sazón, el poder más sobresaliente de los Templarios. Favorecidos por las disposiciones reales y papales, los templarios amasaron verdaderos imperios en pocas décadas. En el armazón económico que sostenía a la orden, hay que destacar las múltiples donaciones de reyes y nobles, pero también de personas de escaso nivel adquisitivo. Sus ingresos fundamentales venían através de las rentas, limosnas y legados piadosos. Eran dueños de propiedades básicas de producción como hornos, molinos, acequias, almazaras, lagares, etc., lo que les erigía como los verdaderos señores feudales de todo un territorio. Asimismo, los diezmos y primicias de las iglesias que administraban también les reportaban pingües beneficios. Y junto a todo esto, llevaron a cabo el sistema de permutas de bienes. Las posesiones de las encomiendas se administraban por medio de los denominados censos enfitéuticos, mediante los cuales los Templarios cedían un bien en concepto de feudo a sus vasallos para que lo mantuvieran y/o lo mejoraran (Lapeña Paúl, A. I.: 2006, 224).

✠ ANÁLISIS DEL DOCUMENTO.

Aunque no existen datos que lo confirmen, cree Castillón Cortada que el documento fue realizado en Monzón (Castillón Cortada, F.: 2001a, 203). Este muestra el pacto suscrito entre el obispo de Lérida, Guillem Pérez, y el maestre de la Orden del Temple en Provenza y las Españas, Arnau de Torre Rubea, para sellar las diferencias surgidas por los diezmos y primicias de las almunias de la Litera y el término de Monzón, junto al Cinca, y desde el término de Tamarite a San Esteban, hasta el de Albalate y Zaidín. Les acompañan en la redacción y firma del documento sus respectivos Cabildos. Asimismo, por consejo de Pedro de Turre Rubea, obispo de Zaragoza, y otros probos hombres, clérigos y laicos, acuerdan que el obispo de Lérida tenga las iglesias de Arrafals y Esplús, con sus bienes, diezmos y primicias. Los Templarios recibirán las iglesias de Calavera y Casasnovas, del mismo modo con sus bienes, diezmos y primicias. Los diezmos y primicias de las restantes almunias deberán dividirse por la mitad y repartirse entre las dos partes. No obstante, las iglesias de esas almunias quedarán bajo jurisdicción del obispo Guillem. Según el documento, la repartición a partes iguales también deberá hacerse de los diezmos y primicias de las heredades que fueron del rey, de la reina, de la condesa, de Eiximén Garcés y Eneco Sanz Menaia. Quedarán para los Templarios todas las almunias de la huerta de Monzón y Pueyo, con todos sus términos, tanto de secano como de regadío, y Alfántega, Ripol y Ripollet, más Urseia, Ficena, Valcarca, Calavera y Casasnovas. Para el obispo serán los términos de Estiche, Fontealcher, Albalate, Osso y Zaidín, más los de Esplús y Arrafals. La parte final del documento muestra las firmas de los protagonistas, así como de los testigos y el escribano.

✠ Personas que firman el documento.

A lo largo del documento queda claro que son dos las personas sobre las que recae el protagonismo de lo pactado: el obispo de Lérida y el Maestre del temple; pero también se nombra a otras personalidades que ejercerán como testigos presentes, conciliadores de lo firmado o como consejeros de una u otra parte. Vamos a entrar en detalle:

✠ Arnau de Turre Rubea: Maestre de temple de Provenza y España. 

Cuenta Jerónimo Zurita que era hermano de Pedro de Turre Rubea, obispo de Zaragoza, testigo del pacto, y Guillem de Torre Rubea, arzobispo de Tarragona. Fue uno de los presentes en la boda de Alfonso II, rey de Aragón, con doña Sancha, hija del rey de Castilla, el 18 de enero de ese mismo año de 1173 (Canellas López, A.: 2003, Libro II, Capítulo XXXIII).

✠ Guillem Pérez de Ravidats:

Nació en 1143 y murió en 1176. De origen ribagorzano, fue educado en las escuelas monacales de Obarra. Hijo de Pero Gauzpert y Urraca. Fue obispo de la sede rotense antes de su traslado a Lérida (Castillón Cortada, F.: 1977, 14).

✠ Guillem de Annima:

El escribano del documento. Al final del mismo firma como capellán del maestre Arnau.

Resulta revelador el sello que utiliza para dar fe de lo escrito. Es una estrella de cinco puntas; según él mismo: … signum Salomonis. La simbología templaria relacionada con Tierra Santa queda patente a la hora de dar fe a este documento.

✠ Pero de Turre Rubea:

Hermano de Arnau de Turre Rubea y obispo de Zaragoza. Del documento se desprende que ejerce como conciliador entre ambas partes.

✠ Ramón de Cubells:

Se sabe de él como Comendador Templario de la Encomienda de Monzón desde 1163 (Castillón Cortada, F.: 1981, 13).

✠ Frares que acompañan al Maestre:

Son el Comendador, el escribano y siete Templarios: fray Ponç de Balaguer, fray Bernard de la Segriva, fray Nunonis, fray Americ de Turrellulis, fray Ponç de Berniz , fray Berenguer de Molnels y fray Pero de Aura (firma al final).

✠ Canónigos que acompañan al obispo:

Trece en total: Pero, prior de Roda; Ramón, archidiácono de Benavente; Guillem, archidiácono de Lérida; Ramón, archidiácono de Tarrentana; Odón, cillerero; Guillem, prior del claustro; Arnau de Barravés; Ramón Dantinac; R. Pero; Arnau, prior ilerdense; Pero de Faucibus; Martín, sacristán ilerdense; Gombau de Camporrells y Arnau de la Guda.

✠ Rentas y derechos.

Sabemos que la Orden, en la Corona de Aragón, quedó exenta de tributos reales y señoriales y, como se ha indicado antes, también de la jurisdicción episcopal. Gozaban de múltiples derechos, entre ellos el de asilo en sus recintos. Así las cosas, es lógico inferir que los obispos mostraran reticencias cuando de repartirse la jurisdicción espiritual y tributaria de los templos se tratara. En concreto, el documento habla de dos tributos, aplicados por la iglesia en toda la cristiandad: diezmos y primicias.

✠ El diezmo.

Era la décima parte de la producción ganadera y agrícola. Era un impuesto cobrado por la iglesia, aunque podían exigirlo los señores laicos que hubieran comprado los derechos de recaudación de alguna demarcación eclesiástica.

✠ Las primicias.

Consistían en la cuadragésima y sexagésima parte de los frutos primeros que daba la tierra y el ganado. Viendo los pingües beneficios que una rica y fértil comarca podía reportar (como es toda la ribera del Cinca), parecen lógicas las discusiones habidas entre el obispo y los templarios.

✠ Términos y lugares.

Los términos y lugares de los que da constancia el documento abarcan toda la Encomienda Templaria de Monzón, por lo que analizar cada territorio nos ocuparía demasiado tiempo. Sí hemos creído conveniente detenernos en los lugares concretos que cita el documento, pues se infiere que estarían en el centro de las disputas que llevaron a la redacción y firma del mismo.

✠ Splux: 

Actual Esplús. Se trata de una localidad de 500 habitantes, sita en la comarca oscense de la Litera, a 5 km de Binéfar. Tras su conquista en 1089 por Sancho Ramírez, formó parte del reino de Monzón, cuyo soberano fue el infante Pedro. Perteneció al cabildo de Roda de Isábena, dependiente del obispado de Lérida. Su castillo, ubicado en la parte alta del pueblo, donde se sitúa la iglesia parroquial en la actualidad, formó parte de una red de atalayas que jugaron un papel fundamental en la vertebración de la ribera del Cinca.

✠ Arrafals:

Posiblemente haga referencia a las huertas de la partida de Ráfales, cerca de Esplús.

✠ Casas Novas:

 Población no localizada. Debió ubicarse en algún lugar del actual municipio de Binaced.

✠ Calavera:

Despoblado situado en un altozano, entre las poblaciones de Albalate de Cinca y Binaced. Tenemos noticas de restos arqueológicos encontrados, los más antiguos datan de época ibérica (Castillón Cortada, F.: 2003, 87).

✠ Ficena:

Antiguo poblado no localizado. Se cita por primera vez tras la conquista de Monzón por parte de Sancho Ramírez, en 1089. Cabría situarlo en las inmediaciones de Belver de Cinca.

✠ Urseia:

Sus ruinas se ubican en un entorno denomina la mezquita, muy cerca de Belver de Cinca. Según Castillón Cortada, debemos emplazar aquí la ceca ibérica de Ursicerda (Castillón Cortada, F.: 2003, 87).

✠ Alfándega:

Alfántega. Localidad de 113 habitantes situada a 15 km de Monzón.

✠ Ripol y Ripollet:

Lugares que debieron localizarse cerca de Alfántega, en la margen izquierda del Cinca.

✠ Balcarcar:

Valcarca. Localidad de 180 habitantes perteneciente al municipio de Binaced. Fue reconquistadaen el año 1089. Destaca su iglesia de San Salvador, levantada por los templarios en los siglos XII-XIII.

✠ Esches:

Estiche de Cinca. Localidad de 200 habitantes que pertenece al municipio de San Miguel de Cinca, en la margen derecha del río.

✠ Fontealcher:

No localizada, aunque existen indicios de que pueda tratarse de una partida que se ubica en el término de Alabalate de Cinca. En 1223 se fundaría allí un monasterio cisterciense, denominado monasterio de Fonclara, hoy desaparecido.

✠ Albalad o Albalath:

Se trata de Albalate de Cinca. Población que en la actualidad cuenta con 1300 vecinos. Aparece por primera vez en 1089, en una donación hecha por el rey Sancho Ramírez.

✠ Ozo:

Osso de Cinca. Localidad situada en la margen izquierda del río, en la comarca del Bajo Cinca.

✠ Zeidi o Çeidi:

Zaidín. Población de 1500 habitantes. Sería el punto que quedaría más al sur de la Encomienda.

✠ Heredades de personas.

En el documento podemos leer:

"In ista vero concordia et divisione ponuntur decime illarum quinquehereditatum que fuerunt regis et regine et comitisse et semeni garsez et enexanz menaia, ut dividantur permédium".

En este caso, el pacto suscrito entre ambas partes habla de heredades y feudos que pertenecieron al rey, a la reina, a la condesa, a Eiximén (o Jimeno) Garcés y a Eneco (o Íñigo) Sanz Menaia. Parece evidente que el rey al que alude el documento se trata de Pedro I. La conquista de Monzón tuvo lugar el 24 de junio de 1089, reinando Sancho Ramírez. Pedro había alcanzado una autonomía notable en los asuntos de estado aun siendo infante, algo que quedaría plasmado con la ordenación del territorio montisonense en el denominado reino de Monzón. Pedro actuará como rey de Monzón, y así lo atestiguará la donación de honores sucesiva a la conquista (Laliena Corbera, C.: 1996, 127 y ss.). Es de suponer que las heredades reales pasarían a ser feudos donados a los templarios en las donaciones que realizara Ramón Berenguer IV como príncipe de Aragón. De ser así, la reina bien podría ser Inés, hija de Guillermo VIII, conde de Poitou y duque de Aquitania, primera esposa de Pedro I, con quien contrajo nupcias en enero de1086, poco antes de la conquista de Monzón. Estos territorios, al igual que las anteriores, habrían formado parte de las tierras de realengo de los soberanos posteriores, pasando a componer el lote otorgado por Ramón Berenguer IV. Más complicado resulta establecer una hipótesis en referencia a la condesa a la que alude el documento. La poca información al respecto nos induce a obrar con cautela en este sentido. En cuanto a los dos personajes que se citan, podemos establecer conclusiones más certeras. CastillónCortada, en su monográfico sobre la historia de la fortaleza montisonense, elabora una lista de tenentes del castillo tras su conquista, y Eiximén Garcés y Eneco Sanz Menaia aparecen como los dos primeros, poseyendo la honor del castillo entre 1089 y 1104 (Castillón Cortada, F.: 2001a, 139 y ss.). Esta bicefalia se debería a que el segundo representaría a Sancho Ramírez y el primero, más joven, al infante Pedro. En cualquier caso, Eiximeno Garcés seguirá firmando en la conquista de Lérida de 1149, y Sanz Menaia dejará de hacerlo a partir de 1099 (Castillón Cortada, F.: 2001a, 139). Pedro I llama en un documento a este último "mea annaia" (Laliena Corbera, C.: 1996, 109), palabra que proviene del euskera y significa hermano, algo que podría equipararse a la relación de eitán. Se puede deducir que estas tierras, ochenta años después de ser asignadas por el rey Pedro a sus tenentes, formaron parte del lote que Ramón Berenguer entregó a los templarios y que fue objeto del litigio que muestra el documento.

✠ CONCLUSIONES:

Esta fuente documental trasciende el umbral de información que puede aportar una fuente que atestigua un hecho puntual (el pacto entre el obispo de Lérida y los Templarios de Monzón), para convertirse en un argumento fundamental que permite conocer el devenir histórico de la Orden del Temple, no solo en la península ibérica, sino a nivel europeo. La fuente muestra unas relaciones complicadas entre una influyente sede episcopal y una de las Encomiendas más poderosas de la Corona de Aragón (…Ad noticam cunctorumvolumus pervenire quod maxime et difficiles conquestiones atque contentiones…), algo que marcaría la tónica general de las relaciones entre templarios y otros poderes feudales (obispos, nobles, reyes), en toda la cristiandad. Y como de estos barros vinieron estos lodos, este documento es imprescindible para entender lo sucedido en Europa a partir de 1307, cuando los reyes cristianos emprendieron medidas para capturar y juzgar a todos los miembros de la Orden del Temple. De hecho, el obispado de Lérida se erigió como uno de los principales enemigos de los templarios en el proceso que el rey de Aragón Jaime II inició en la Corona; sin duda, las ásperas relaciones que los obispos mantuvieron con los templarios montisonenses durante los siglos XII y XIII contribuyeron a esta posición antagónica en el interior de las instituciones eclesiásticas. Y este difícil pacto conforma la primera piedra de ese final abrupto.

FUENTES:

Darío Español Solana.

Academia Edu.

Preceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

BIBLIOGRAFÍA:

BOIX i POCIELLO, J. C. (1998):

 De Roda a Lleida. La fi d’un somni heroic, Fraga. CANELLAS LÓPEZ, A. (2003):

 Anales de Aragón de Jerónimo Zurita, Zaragoza.CASTILLÓN CORTADA, F.:-

 (1970): “La población templario-hospitalaria de Chalamera y su monasterio de Santa María”.

 Argensola, 65-70, pp. 19-86.-

 (1975): “Discusiones entre los obispos de Lérida y los templarios de Monzón”.

 Ilerda, 36, pp. 41-96.-

 (1977): “La iglesia de Santa María de Monzón (Huesca)”.

Cuadernos de Historia Jerónimo Zurita, 27-28, pp. 7-61.-

 (1980): “Política hidráulica de templarios y sanjuanistas en el valle del Cinca (Huesca)”.

Cuadernos de Historia Jerónimo Zurita, 35-36, pp. 381-44.-

 (1981): “Los templarios de Monzón (Huesca), siglos XII-XIII”.

Cuadernos de Historia Jerónimo Zurita, 39-40, pp. 7-99.-

 (1984): “La población altoaragonesa de Esplús y su dependencia de la catedral de Roda deIsábena”.

 Argensola, 97, pp. 5-56.-

 (2001a):

 El castillo de Monzón, Zaragoza.-

 (2001b): “Las órdenes militares en el Cinca Medio”.

Colección Territorio, 26, pp. 99-111.-

 (2003): “Templarios y sanjuanistas de Monzón en la fundación y desarrollo de Belver de Cinca”.

Cuadernos Cehimo, 30, pp. 83-136.CORRAL LAFUENTE, J. L. (2006):

 Breve historia de la Orden del Temple

, Barcelona. ESPAÑOL MUZÁS, I. (1951): “Binaced bajo las órdenes del Temple y de San Juan”,

 Argensola, 5, pp. 43-47.FOREY, A. J. (1973):

The templars in the Corona de Aragón,

 Durham.

✠ ANEXO DOCUMENTAL.

Transcripción del documento

Notas: En la transcripción se han intercalado algunos signos:

• … Palabra indescifrable.

• Cursiva y paréntesis para intercalar detalles del documento.

In nomine domini nostri ihesu christi et ius divina clementia. Ad noticam cunctorum volumus pervenirequod maxime et difficiles conquestiones atque contentiones inter guillelmum episcopum ylerdensem etrotensem eiusque canonicus, et magistrum templi militie a. scilicet de turre rubea et fratres eius de monço,exorte et diucius agitate fueron super decimis et primitiis almuniarum de littera et de termino de monço quesunt in flumine de Sincha usque ad illam … et a termino de tomarid et de sancti stephani usque ad termino dealbalad et de çeidi. Super hoc autem diutius contendentes, consilio et laudamento domini Petricesaraugustani episcopi et consilio canonicorum tam ylerdensium quam retensium nec nos et consiliofratrum templi milicie magistre videlicet A. de turre rubea iam dicti et suorum fratrum de Monzo,aliorumque proborum virorum tam clericorum quam laicorum inter se convenerunt episcopus ylerdensis iamdictus et fratres templi pretaxati amicabilitier composuerunt, tali namque modo ut episcopum ylerdensis etrotensis eiusque canonici ecclesias de arrafals et de splux habeant cum ómnibus suis pertinetiis, decimis etprimitiis et oblationibus tan vivorum quam defenctorum. Fratres quoque templi militie habeant acclesiam decalavera cum omnibus suis terminis et pertinetiis, cum omnibus decimis et primitiis et oblationibus atquedefunctionibus tam vivorum quam defunctorum, et ecclesiam de casis novis eodem modo quo ecclesiam decalavera habent, cum decimis et primitiis et oblationibus tam viorum quam defenctorum, dum ipsi almuniamde casis novis suis propriis sumptibus eam excoluerint et eam in proprietate tenuerint. Si autem forte illamlaboratoribus ad excolendum dederint vel de iure eorum et potestate exierit decimas, per medietates inter sedividant. Sane omnes decime aliarum omnium almuniarum preter quatuor supradictas que sunt infrasupradictos terminos a baiulis tam episcopi quam scilicet ut fratres templi decime fideliter congregentur etequaliter per medium inter se dividantur, ita scilicet ut fratres templi inde medietatem habeant et episcopusaliam medietatem. Preterea omnes ecclesie que sunt vel in antea fuerint in almuniis unde decime dividintur,sint iuris episcopi suorumque succesorum cum primitiis et defunctionibus tam vivorum quam mortuorum, itaut episcopus et sui succesores ad servitium dei libere possint eas ordineare et stabilire. In ista vero concordiaet divisione ponuntur decime illarum quinque hereditatum que fuerunt regis et regine et comitisse et semenigarsez et enexanz menaia, ut dividantur per médium. Preter illas que sunt in orta de monzo et preter pódium cum ómnibus suis terminis, regano et secano, et alfandega cum suis terminiis et riupol et riupolet, com suisterminiis, regano et secano et et urseia et ficena cum suis terminiis et balcarcar et calaveram et casas novascum eorum terminis sicut superius scriptum est. Iste namque supradicte almunie sunt fratrum templi.Episcopus quoque supradictus sibi retinet esches cum omnibus suis terminis tam regano quam secano,fontealcher et albalath et ozo et zeidi cum suis terminis et esplux et arrafal cum suis terminis. Statutum estetiam inter eos ut omnes scripture vel carte que iam antea facete fuerant inter iam dictum episcopum etfratres templi de monzo plenam obtinent firmitatem. Decretum est ut nulli alicui hominum liceat hanc cartampacis et concordie tenuere, perturbare set firma et stabilis maneat in pepetuum et omnia supradicta secura etillibata per …Ego guillelmus dei gratia sancte terrachonensis ecclesie, apostolice sedis legatus

✠ Encomienda templaria de Monzón según Castillón Cortada (Castillón Cortada, F.: 2001, 185).




“ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE ESTUDIOS HISTÓRICOS MEDIEVALES”.

“CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS TEMPLARIOS”.

“PRIORATO TEMPLARIO DE SAN BERNARDO DE CLARAVAL”.

"PRECEPTORÍA NACIONAL".

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠

Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠  Estudios y Análisis Históricos.

✠  Efemérides, personajes, lugares y hechos históricos. 

✠ Hallazgo inesperado en la catedral de Toledo: llevaba oculto cinco siglos.

El uso de una tecnología puntera ha permitido acceder a un altar gótico. 

A través de una pequeña rendija, usando una tecnología de última generación, el equipo de Los Pilares del Tiempo, (La 2), ha dado con un altar gótico que llevaba oculto más de cinco siglos en la catedral de Toledo. Juan Pedro Sánchez Gamero, Dean de la Catedral castellanomanchega, les sugirió que colocaran su escáner a través de un hueco de difícil acceso. Así lograron radiografiar una arquitectura inesperada. 

El descubrimiento se encuentra en un hueco de cerca de un metro de ancho por veinte de alto, tras el altar mayor actual, construido por el Cardenal Cisneros en el siglo XVI. "Algunas de las imágenes que hemos rescatado no existen en los libros de historia", comentaban para el citado medio los directores del programa, Aitor Antépara Zura y Antonio López Pulido. El episodio del programa, La Mancha: tras los pasos del Quijote, se podrá ver este jueves 28 de abril, (La 2).

La tecnología lídar (Light Detection And Ranging; detección y alcance de la luz), es la misma con la que se empleando para las obras de reconstrucción de la catedral de Notre Dame, en París. "Aplicada al lenguaje audiovisual, puede suponer una revolución narrativa", explican los directos del programa, que esta semana emitirá su segundo capítulo. En el primero de ellos, se adentraron en la Alhambra de Granada y la mezquita de Córdoba.

Esta tecnología también es usada por National Geographic en algunos de sus documentales. Es un sistema puntero, capaz de captar más de dos millones de puntos cada segundo, con un detalle que ni una cámara convencional ni el ojo humano podrían alcanzar.


 



“ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE ESTUDIOS HISTÓRICOS MEDIEVALES”.

“CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS TEMPLARIOS”.

“PRIORATO TEMPLARIO DE SAN BERNARDO DE CLARAVAL”.

"PRECEPTORÍA NACIONAL".

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠

Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠  Estudios y Análisis Históricos.

✠  Efemérides, personajes, lugares y hechos históricos. 

✠  REDESCUBREN UN ALTAR OLVIDADO POR SIGLOS EN EL SANTO SEPULCRO DE JERUSALÉN.

PERDIDO HACE MÁS DE 800 AÑOS, EL ALTAR PRINCIPAL DEL SANTO SEPULCRO EN LA EDAD MEDIA QUEDÓ ESCONDIDO EN UNA ESQUINA OSCURA DEL RECINTO. HASTA AHORA…

A primera vista, el pedazo de piedra podría pasar desapercibido. Aunque supera el metro de altura, ha sido intervenido por rayones de crayola, lápiz y pluma por turistas que visitan el Santo Sepulcro, en Israel. Sin conocimiento de su valor histórico único, estaban marcando una parte del antigua altar principal del recinto, olvidado en alrededor del siglo XII en la Edad Media.




De acuerdo con la cobertura de Reuters, esta pieza de piedra caliza fue alguna vez «el frente decorado de un altar medieval«. De hecho, todavía conserva los ornamentos originales que, aunque han sido deslavados por el paso de los siglos y el impacto de las personas, mantienen restos de sus colores originales.


Sobre la superficie de piedra caliza, todavía se pueden apreciar los grabados que vestían a aquel pedazo de altar en el Santo Sepulcro originalmente. En general, son formas orgánicas: círculos y canales que los conectan. De acuerdo con los arqueólogos que estudiaron el recinto, formó parte del altar principal de la Iglesia del Santo Sepulcro en la Edad Media, el recinto más sagrado para la cristiandad en el mundo.




Esto es así porque, según cuenta el mito, es en este espacio donde se crucificó y enterró a Jesús, el mesías de las religiones cristianas. En el recinto hay dos espacios principales que conmemoran estos eventos, ya que son pasajes fundacionales para estas creencias.


A pesar de la relevancia histórica de esta pieza, en algún momento se perdió. No fue hasta inicios de 2022 que fue redescubriera por el equipo en Jerusalén:


«[El altar principal del Santo Sepulcro] fue olvidado en el torrente del tiempo por décadas«, explica Amit Re’em, especialista del Israel Antiquities Authority, «hasta que lo redescubrimos hace un par de años».


De acuerdo con el especialista, el altar principal del Santo Sepulcro se dejó en «una esquina oscura» de la iglesia, donde pasó desapercibido por siglos. Esto dio pie a que se deteriorase significativamente. En consecuencia, algunos turistas curiosos lo intervinieron con marcas personales, que todavía se aprecian sobre la superficie de piedra.


DE ALTAR PRINCIPAL A ‘PIEDRA DE GRAFITIS’


Según Re’em, este fragmento se dejó boca abajo. Por esta razón, «Nadie sabía cuál era el propósito de esta piedra, ni quién la había traído hasta acá». Sin embargo, según el testimonio que dio a la agencia, «todo el mundo sabía que era la ‘piedra de grafitis’ del Santo Sepulcro», admite con ironía.


En este contexto, cualquier valor sagrado que tuviera en la Edad Media quedó reducido a un espacio para que los visitantes ‘dejaran su marca’: nombres, frases y garabatos visten hoy lo que fue el altar principal del Santo Sepulcro medieval. Durante una renovación reciente, explica Re’em, fue que los arqueólogos voltearon el pedazo de piedra y se dieron cuenta de que era mucho más que eso.


El experto detalla que, antiguamente, este fragmento estuvo decorado con mármoles preciosos y vidrios artesanales. Lo más probable es que combinara el estilo bizantino con tintes de arte islámico, por la región en la que fue diseñado en la época de las cruzadas, hacia el año 1149.


Aunque el hallazgo ya tiene un peso significativo en sí mismo, el equipo de arqueólogos que trabajó con Re’em sigue inmerso en trabajos de renovación. Por lo cual, el estudio completo se publicará más adelante este mismo año, por parte del Israel’s Exploration Society.


FUENTES:
NATIONAL GEOGRAPHIC.


Alba militum Xristos, ad perpetuam milites Xristos, ad maiorem Dei Gloriam.

 ✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠


“ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE ESTUDIOS HISTÓRICOS MEDIEVALES”.

“CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS TEMPLARIOS”.

“PRIORATO TEMPLARIO DE SAN BERNARDO DE CLARAVAL”.

"PRECEPTORÍA NACIONAL".

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠

Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠  Estudios y Análisis Históricos. 

✠  Efemérides, personajes, lugares y hechos históricos.

Tal día como hoy, 18 de Marzo, pero del año 1314...

✠  Jacques de Molay, el último Maestre de la Orden del Temple, es quemado en la hoguera, frente a Notre Dame de Paris, falsa e injustamente acusado de sacrilegio y herejía, por el rey francés Felipe IV "el hermoso" y con la aprobación del cobarde y pusilánime papa Clemente V, bajo las órdenes del rey frances. Con esta cruel y despiadada condena del Maestre y su Orden, la Iglesia cometió la mayor injusticia de su historia.


✠  IMAGEN I.- Jacques de Molay, el último Maestre de la Orden del Temple.




En 1307 el papa Clemente V y el rey de Francia Felipe IV se unieron para derrotar a los Caballeros Templarios. Muchos de ellos fueron arrestados, torturados hasta límites insoportable y quemados en la hoguera. Jacques de Molay, acusado de sacrílego y hereje, se declaró, bajo tortura, culpable de los cargos, aunque luego se retractó. En 1314, el último Maestre de la Orden del Temple fue quemado vivo frente a la Catedral de Notre Dame, no sin antes lanzar una maldición: "¡Pagarás por la sangre de los inocentes, Felipe, rey blasfemo! ¡Y tú, Clemente, traidor a tu Iglesia! ¡Dios vengará nuestra muerte, y ambos estaréis muertos antes de un año!". Según datos históricos, un año después fallecieron el Monarca galo y el Papa que toleró la aniquilación de una de las Órdenes más cristianas, leales, misteriosas y poderosas de la historia. 

✠  IMAGEN II.- Papa Clemente V.




✠  IMAGEN III.- Rey Felipe IV "el hermoso".





✠ Juicio contra los Templarios.

A finales de 1306, el Papa Clemente V convocó a los Maestres para organizar con ellos la próxima cruzada e intentar unir las dos órdenes en una sola, (Templarios y Hospitalarios).

Jacques de Molay advierte al Papa que es inútil enviar pequeños ejércitos a combatir con los musulmanes y sugiere que se debe enviar un ejército unido de varias naciones con el apoyo de la flota italiana para el transporte. Respecto a la unión de las Órdenes, Jacques rechaza cualquier opción de fusión.

Poco después llegaron noticias de que el rey de Francia Felipe IV estaba preparando acusaciones contra la Orden Templaria.

Felipe IV buscaba controlar la iglesia y por ello, ordenó al Papa instalarse en Francia y colocaba a los religiosos afines a él para hacerse con las propiedades de la iglesia.

A su vez, Felipe IV había endeudado a Francia con la Orden de Temple, con créditos prácticamente impagables, para financiar sus continuas guerras y sus fastos desproporcionados y buscaba salvar su deuda de la forma más rápida posible, sin pensar en el daño y la locura que iba a obligar a realizar.

En 1307, Jacques de Molay solicita al Papa Clemente V una investigación para descartar las acusaciones pero Felipe IV no esperó los resultados de la investigación y arrestó al Maestre y a varios líderes Templarios.  

El Papa Clemente V se apresuró a celebrar el juicio y oponerse al rey para salvaguardar la independencia de la Iglesia y de los Templarios.

La inquisición torturó a más de 138 templarios en toda Francia y publicó las confesiones, logradas bajo insoportables torturas, para lograr más apoyos al rey Felipe IV.

En 1309, la iglesia sigue torturando e interrogando a Jacques de Molay y sus caballeros templarios. Las declaraciones van cambiando con el paso del tiempo y se muestran inconexas hasta que, finalmente, el Papa Clemente V se sometió al rey de Francia, bajo amenazas, y declaró culpables a los Templarios.

En diciembre de 1313, se llevó a cabo el juicio contra Jacques de Molay y varios Caballeros Templarios.

En 1314, los jueces condenan a Molay y Godofredo de Charnay a la hoguera y el rey Felipe IV los ejecutaría ese mismo año.

Clemente V, un Papa francés afincado en Aviñón y demasiado sometido al Rey de Francia, absolvió de herejía a los Caballeros Templarios en 1308, pero no pudo evitar la disolución de la Orden bajo la tremenda presión de Felipe IV el Hermoso para incautar las propiedades del Temple en Francia, y financiar con ellas su guerra contra los ingleses. Los documentos que reflejan la inocencia de los Templarios y la absolución del Papa (Pergamino de Chinón), fueron presentados por el Archivo Secreto Vaticano, que publicó una edición facsímil de 799 ejemplares en pergamino idéntico al de los originales.

La investigadora Bárbara Frale, quien descubrió en 2001 el documento original redactado por los tres cardenales que interrogaron a los Caballeros Templarios, manifestó ayer que «el proceso fue una enorme intriga internacional en torno a acusaciones inventadas por Felipe IV de Francia para desmantelar la Orden».

A pesar de que los Templarios dependían sólo del Papa, Felipe IV de Francia impidió a Clemente V interrogar a los jefes arrestados, a los que torturaba salvajemente para arrancarles confesiones falsas. El Papa amenazó en vano con excomulgarle si le negaba el acceso pero, al final, tuvo que enviar secretamente a tres cardenales que interrogaron a los detenidos y redactaron, en el castillo de Chinon, el documento exculpatorio.

El original conserva todavía anotaciones al margen del Papa y sus colaboradores durante el estudio del caso de los Templarios, a quienes los tres cardenales absolvieron en nombre del Pontífice. Aun así, la ofensiva propagandística de Felipe IV de Francia apoyada en unos juicios «estalinianos» obligó a Clemente V a suspender la Orden, que sería disuelta en 1312 por un concilio celebrado en Vienne. El Maestre Jacques de Molay fue injustamente quemado vivo, y en ese mismo año de 1314 fallecieron también los otros dos grandes protagonistas: Felipe IV de Francia y el Papa Clemente V, enfermo y debilitado desde hacia ya tiempo. 

✠ El Pergamino De Chinón: La Absolución Papal.

El documento contiene la absolución impartida por Clemente V al último Maestre del Templo, el fraile Jacques de Molay, y a los demás jefes de la Orden después de que estos últimos hicieran acto de penitencia y solicitaran el perdón de la Iglesia; tras la abjuración formal, obligatoria para todos aquellos sobre los que recayera la sospecha de herejía, los miembros del Estado Mayor templario serían reintegrados en la comunión católica y readmitidos para recibir los sacramentos. 

El acto de Chinón, supuesto necesario para la reforma, sin embargo, se quedó en papel mojado. La monarquía francesa reaccionó poniendo en marcha un verdadero mecanismo de chantaje que obligará seguidamente a Clemente V a dar un paso definitivo durante el concilio de Vienne (1312): al no poder oponerse a la voluntad de Felipe IV el Hermoso, rey de Francia, que imponía la eliminación de los Templarios, el papa, una vez escuchado el dictamen de los padres conciliares, decidió suprimir la orden «con norma irreformable y perpetua» ("bula Vox in excelso, 22 de marzo de 1312").

✠  IMAGEN IV.- Pergamino de Chinon.



 

Habría disuadido a cualquiera, según el pontífice, de llevar la vestimenta templaria y, por otra parte, una dilación en la decisión sobre tales cuestiones habría producido la dilapidación de ingentes riquezas ofrecidas por los cristianos a la Orden, encargada de correr en ayuda de la Tierra Santa para combatir a los enemigos de la fe.
La atenta consideración de estos peligros, junto con las presiones por parte francesa, convenció al papa a suprimir la Orden de los Caballeros del Templo, al igual que en el pasado, y por motivaciones menores, había sucedido a órdenes religiosas de importancia mucho menos relevante.

No es fácil desentrañar el significado del Pergamino de Chinón.
Si nos atenemos a su datación histórica, parece claro que está redactado en un momento de duda del Papa Clemente V, en un momento en que decidió paralizar todo el proceso contra los templarios.

Sin embargo, atendiendo a la siguiente cronología se puede reconstruir el fondo de los hechos históricos:

✠ 5 de julio de 1308: Clemente V emite la bula "Subit assiduae" por la que restituye a los inquisidores en los poderes que les había "sustraído". No obstante se reserva el juicio de la Orden en conjunto y la audiencia al Maestre general y los cinco dignatarios presos en Francia.

✠ 12 de agosto de 1308: Clemente V emite la bula "Facians misericordiam" por la que confirma la devolución de jurisdicción a los inquisidores para que instruyan la causa seguida contra cada uno de los templarios y como deberá seguirse ésta. Envía a las distintas diócesis el documento donde se exponen los 87 artículos de acusación formulados contra la Orden sobre los cuales deberán ser interrogados los templarios. Emisión de la bula "Regnans in coelis" por la que se convoca un concilio a celebrar en Vienne el 1º de octubre de 1310 que a la vista de los resultados obtenidos pronunciará sentencia sobre la continuidad o disolución de la Orden.

✠ 30 de diciembre de 1308: Clemente V escribe a Jaime II de Aragón urgiendo la captura de los últimos templarios que aún resisten y su entrega a los respectivos obispos para ser interrogados, designando como delegado a Beltrán, prior de San Casiano de Beziers.

✠ 3 de abril de 1312: "Bula Vox in Excelso", aprobada en la segunda sesión del Concilio de Vienne:
 [...]Por lo tanto, con corazón triste, no por sentencia definitiva, sino mediante provisión apostólica u ordenanza, Nos, suprimimos, con la aprobación del sacro concilio, la Orden de los templarios, y su regla, hábito y nombre, mediante un decreto inviolable y perpetuo, y prohibimos enteramente Nos que nadie, en lo sucesivo, entre en la Orden o reciba o use su hábito o presuma de comportarse como un templario. Si alguien actuare en este sentido, incurre automáticamente en excomunión.

✠ 2 de mayo de 1312. "Bula Ad providam", de 2 de mayo de 1312, disponiendo los bienes de la Orden del Temple en favor de la Orden del Hospital, o de Malta.
De todo ello cabe inferir que el documento de Chinon fue redactado en un momento en el cual el Papa estaba inmerso en una serie de dudas. Meses antes había dejado sin poderes a los inquisidores y de forma contemporánea al Pergamino de Chinon, se los devolvió. No obstante, las presiones que debió recibir por parte de los Reyes de la Cristiandad, lo llevaron a que al final no publicase oficialmente dicho pergamino.


✠  IMAGEN IV.- Jacques de Molay, el último Maestre de la Orden del Temple, es quemado en la hoguera.

 

 

✠  Un descubrimiento en el Archivo Secreto Vaticano revoluciona siete siglos de calumnias.

 El día 13 de septiembre de 2001, dos días después del desastre de las torres gemelas de New York, la historiadora y paleógrafa Bárbara Frale encontraba en los archivos secretos del Vaticano, mal archivado un precioso documento que revolucionaría la historia de la Orden.

Se trata de un Acta original, aparentemente de una investigación conducida por autoridad del propio Papa Clemente V que contiene la única confesión del Maestre Jaques de Molay frente a la autoridad pontificia. Y tras ello nada más ni nada menos que la absolución fechada en el verano de 1308, a todos los cargos de herejía y apostasía de que habían sido objeto Jaques de Molay y los altos dignatarios.

El documento fue hallado en un lugar impensado, por un error de catalogación.
Lo importante del documento es que restituye la absolución con fórmula plena, impartida por el Papa Clemente V a ese Maestre y a los grandes dignatarios del Temple, quienes habían hecho contrición y enmienda, logrando así el perdón de la Iglesia.

El Maestre Molay y algunos otros altos dignatarios de la Orden se encontraban prisioneros en Chinon hacia 1308. De esa fecha es la absolución papal y sin embargo Molay fue ejecutado en 1314. ¿Por qué el desfasaje?

Trataremos de transmitir lo informado por la Dra. Frale, publicado además en su libro (L´ultima Battaglia dei Templari, Ed. Viella, Roma). Desde que fueron detenidos, tanto el Maestre como sus hermanos no cesaron de solicitar ver al papa y la confesión papal. Recordemos, por si es necesario, que la Orden estaba únicamente subordinada al papa.

Por diversos motivos, Clemente no estaba dispuesto o no podía trasladarse a entrevistar a los detenidos. Finalmente, algunos de los prisioneros son trasladados hacia la sede papal en Avignon.

Al parecer Molay y los demás representantes de quienes se habla, enferman en el camino (o al menos ese es el argumento esgrimido para que queden allí), y por ende son derivados, de buena o mala fe, hacia el castillo de Chinon, donde quedarán detenidos por largo tiempo.

Es entonces cuando el Papa Clemente V envía a tres Cardenales a tomar la confesión solicitada. Es posible que sean los cardenales Berenguer Fredol, Esteban de Suisy (que ya había estado con el Maestre Molay en el Temple de París) y Landulfo Brancaccio.

La misma es llevada en forma escrita a Clemente V, quien tras algún tiempo vuelve a enviar a esos cardenales con la absolución, por escrito, de los prisioneros, liberándolos de los cargos de apostasía herejía y otras calumnias e injurias de que habían sido objeto.

¿Por qué no fueron liberados de inmediato? 

En el lapso transcurrido entre octubre de 1307 y el verano de 1308 Felipe IV había llegado muy lejos; pues se había apoderado de cuantos bienes de la Orden del Temple había podido.
Es muy probable que haya recibido de muy mala gana y pésimo talante la infausta noticia (para él), de la absolución de Molay y la cúpula templaria.

Se encontraba imposibilitado de liberarlos sin caer en el más majestuoso ridículo. Más aún, desde el punto de vista material ya no contaba seguramente con los bienes que había incautado a la Orden. El dinero, los papeles, las monedas o las joyas (nunca se sabrá a ciencia cierta), se habían hecho humo.
Recordemos que Felipe IV es reconocido en la historia como falsificador de moneda, una vil estafa al reemplazar en la moneda metal noble (plata), por níquel.

Es de menor calidad y precio. Poco le costaba entonces, si como muestra basta un botón, no falsificar sino simplemente esconder un documento.

Es muy probable, al decir de la Dra. Frale, que ante esa imposibilidad y el riesgo que significaba la liberación de todos los (dolidos) templarios, Felipe haya reaccionado mal y haya amenazado a Clemente con un Cisma en el cristianismo si insistía en la inocencia de Molay y la cúpula templaria.

Es probable también que entonces Clemente haya procedido como quien juega al ajedrez y sacrifica un par de peones para salvar la reina.

✠  Conclusión final.

Sin duda no podremos resolver estos y otros interrogantes.
Pero por la razón que fuere, y cualesquiera fueran las respuestas, el descubrimiento efectuado por Bárbara Frale se transforma en el hecho más importante en la Orden del Temple, desde el 18 de marzo de 1314, es decir en el curso de los últimos 688 años transcurridos.

Entendemos que la cristiandad entera y quienes bien quieren a la Orden del Temple festejarán con íntima y profunda alegría, con todos nosotros, templarios, este descubrimiento que espanta los fantasmas agitados de la apostasía y herejía que han levantado desde siempre algunos grupos esotéricos y ocultistas.

Alba militum Xristos, ad perpetuam milites Xristos, ad maiorem Dei Gloriam.

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠

 


“ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE ESTUDIOS HISTÓRICOS MEDIEVALES”.

“CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS TEMPLARIOS”.

“PRIORATO TEMPLARIO DE SAN BERNARDO DE CLARAVAL”.

"PRECEPTORÍA NACIONAL".

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠

Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠  Estudios y Análisis Históricos. 

✠  Efemérides, personajes, lugares y hechos históricos.

Tal día como hoy, 18 de Marzo, pero del año 1229…

✠  En el marco de la Sexta Cruzada, Federico II, Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, se declara a sí mismo rey de Jerusalén. 



Federico II. Emperador del Sacro Imperio y Rey de Sicilia (1194-1250).

Emperador de Alemania y rey de Sicilia, nacido en Iesi (Italia) el 26 de diciembre de 1194 y fallecido en el castillo Fiorentino, en la Apulia (Italia), el 13 de diciembre de 1250.

✠ IMAGEN I.- Federico II, Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico.




✠ Minoría de edad.

Hijo del emperador germánico Enrique VI y de doña Constanza de Hauteville, hija de Roger II y heredera del reino de Sicilia, Federico Roger de Hohenstaufen fue confiado en el momento de su nacimiento a Conrad von Urslingen, duque de Spoleto, que lo llevó a Foligno, cerca de Asís. A los dos años su padre, utilizando el tesoro de los reyes normandos, consiguió que los príncipes alemanes designaran a Federico sucesor legítimo a la cabeza del Sacro Imperio y Rey de Romanos y un año después Enrique VI murió y la reina Constanza asumió la regencia del reino de Sicilia en nombre de su hijo; el 17 de mayo de 1198 Federico fue coronado en Palermo rey de Sicilia, duque de Apulia y príncipe de Capua. Desde este momento, su madre trató de colocarlo bajo la tutela del papa Celestino III, pero las muertes sucesivas del papa y de doña Constanza dejaron a Federico sin protección, de momento, porque la petición de la reina fue recogida por el nuevo papa, Inocencio III.

✠ IMAGEN II.- Papa, Inocencio III.




Durante la minoría de Federico, éste quedó bajo el cuidado de un tal Gentile de Manupello, que en absoluto defendió los derechos del niño ante las ambiciones del antiguo consejero del emperador, Markward von Anweiler. Federico, a pesar de contar tan sólo con siete años de edad, envió una carta a Inocencio III poniendo al papa al corriente de los vejatorios tratos a que se veía sometido. El papa no hizo nada por ayudarle inmediatamente, pero en 1206 reconsideró el asunto y ofreció a Gaultier de Palaglia el cargo de canciller, desde el que éste suavizó la corrupción, restituyendo a los condes italianos frente a los barones alemanes y devolviendo a los funcionarios eclesiásticos a los puestos claves de la administración. Pero desde ese momento Inocencio III consideró Sicilia como un feudo pontifical. Federico vivió su niñez educado por un equipo designado por Gaultier de Palaglia: Gregorio Galgano, delegado del papa en Sicilia, Giovanno Trajetto, notario apostólico y Pietro de Nicola, arzobispo de Tarento; completaron su educación los cadíes musulmanes de Palermo, con los que aprendió árabe y los rudimentos de la lógica, del cálculo y del álgebra, recién introducida en Italia por Leonardo de Pisa. Estos conocimientos constituyeron las bases de la cultura universal que ostentaría en su madurez. Poco antes de decretarse su mayoría de edad, Federico hablaba latín, griego, árabe, provenzal y el dialecto siciliano; no hablaba, sin embargo, una palabra de alemán.


✠ Federico, rey de Sicilia.

Federico II alcanzó su mayoría de edad el 26 de diciembre de 1208 e inmediatamente declaró que ejercería el poder por sí mismo. Sus primeros actos fueron informar al papa de que su regencia había terminado y disolver el Consejo de Familia que había ejercido su tutela. Después reunió un consejo de juristas para que realizaran un inventario de todas las expoliaciones de que Sicilia había sido víctima desde la muerte de Enrique VI. Inocencio III reaccionó ante el ímpetu político del nuevo rey y aceleró los trámites para casarlo con doña Constanza, hermana de Pedro II de Aragón, evitando así que Federico casase con una princesa germánica, lo que hubiera llevado a un relajamiento de la influencia pontificia sobre Sicilia. Federico acudió a Siracusa a principios de 1209 para firmar el contrato matrimonial y en agosto del mismo año recibió en Sicilia a su futura esposa. La boda se celebró en Palermo el 19 de agosto. Rápidamente la reina ganó una notable influencia sobre Federico. Al año siguiente ambos esposos huyeron de Palermo y se refugiaron en Catania ante la epidemia de peste que diezmó la ciudad.

✠ IMAGEN III.- Pedro II de Aragón.




En cuanto al gobierno de Sicilia, Federico transformó la cancillería real en una "oficina de control" que supervisó la legitimidad de la posesión de las propiedades de la isla y desposeyó de las tierras a aquellos prevaricadores que se habían apoderado de ellas mediante la falsificación de sus títulos de propiedad. El rey ordenó restituir a la Corona las tierras enajenadas y se encontró con la oposición de los condes Paolo y Ruggiero de Gerace y con el poderoso Anfuso de Roto, señor de Tropea. Pero Federico apenas contaba con efectivos militares para obligar a cumplir su mandato, por lo que resolvió la situación con un método que emplearía con frecuencia en lo sucesivo: hizo partícipe a la opinión pública de la legitimidad de su acción mediante una circular destinada a la abadía de Montecassino y a todos lo prelados y nobles de su reino (1210). También recuperó el rey los principales puertos de la isla, retenidos por los pisanos en virtud de un acuerdo firmado con Markward von Anweiler, recurriendo a la alianza con los genoveses. La expulsión de los pisanos supuso la reanudación de las relaciones comerciales con las ciudades marítimas de Italia, que trajo un cierto esplendor a la corte de Palermo.

Y si en el interior el poder de Federico se acrecentaba, pronto tuvo, sin embargo, que hacer frente a una amenaza exterior: la conquista de Sicilia iniciada por el duque de Brunswick, Otón, que había sido elegido emperador por la facción güelfa (1199). 

✠ IMAGEN IV.- Otón IV, duque de Brunswick.



De nada había servido la excomunión de Otón por parte de Inocencio III; en el otoño de 1211 ya había conquistado toda la parte continental del reino siciliano y comenzó a trabar relaciones con los pisanos y los árabes de Palermo en orden a acometer la conquista de la isla. La situación era tan crítica que Federico ordenó preparar una galera para la huida, pero Otón abandonó la campaña precipitadamente porque los asuntos de Alemania tomaban un grave cariz: Inocencio III había conseguido el apoyo de los reyes de Francia e Inglaterra y convocó una asamblea en Nuremberg en la que se proclamó a Federico emperador de Sacro Imperio. El rey de Sicilia conoció la noticia a principios de 1212, cuando una comitiva de príncipes alemanes acudió a Palermo para rogarle que viajara inmediatamente a Alemania, donde debía ser coronado. Antes de partir, Federico hizo coronar a su hijo Enrique, de un año de edad, y le puso bajo la regencia de la reina, con el consejo de Gaultier de Pagliara. En febrero Federico viajó a Mesina, donde formalizó su sumisión a la Santa Sede, y después embarcó rumbo a los Estados Pontificios, llegando a Roma a principios de abril. Inocencio III le hizo firmar nuevas clausulas de sumisión a la Iglesia. A finales de mes el Rey de Romanos tomó el camino de Alemania, acompañado del legado pontifical, Berardo de Castacca. Durante el viaje fue espléndidamente acogido en Génova, pero atacado por tropas milanesas y por el duque de Merania, que le hizo desviar su camino, hasta que finalmente llegó a territorio imperial. Encontró cerradas las puertas de Constanza y tuvo que ser Berardo de Castacca quien, apelando a la excomunión lanzada por el papa sobre Otón de Brunswick, persuadió a sus habitantes para que dejasen entrar a la comitiva dentro de las murallas, dado el caso de que el ejército del güelfo se encontraba cercano a la ciudad, con la intención de capturar a Federico. Durante los meses siguientes Federico siguió su ruta hacia el norte, ganando la adhesión de las ciudades por las que pasaba y engrosando su ejército con efectivos de cada una de ellas. En Alsacia se instaló en el castillo de Haguenau, donde estableció su corte.

Otón había comprendido que los apoyos de Federico eran demasiado poderosos y, como medio para eliminar a su rival, decidió terminar primero con el más importante de ellos: el rey de Francia, Felipe Augusto. Federico conoció las intenciones del duque de Brunswick gracias a Conrad von Scharfenberg, ex-canciller de Otón, al que entregó los obispados de Metz y Spira. El güelfo contaba con la alianza de Juan Sin Tierra, que se había convertido en su sobrino, y de los duques de Flandes y Bravante. Federico informó al delfín, Luis, de los planes de Otón en una entrevista en Vaucouleurs, en diciembre de 1212; aquel mismo mes Federico fue proclamado único emperador legítimo en una asamblea en Frankfurt. El 9 de diciembre Federico fue coronado en la catedral de Maguncia, aunque la ceremonia tuvo un carácter simbólico. Durante el año siguiente Otón ultimó los preparativos de la invasión de Francia. El encuentro decisivo tuvo lugar en Bouvines el 27 de julio de 1214, donde la victoria francesa sobre la coalición internacional supuso el fin de las aspiraciones de Otón, porque después de la derrota perdió todas sus alianzas.

Y para Federico la victoria de Bouvines, en la que no participó directamente, supuso la apertura de los caminos del Imperio. Recibió el vasallaje de la ciudad de Colonia (en la que se había refugiado el duque de Brunswick), y marchó hacia Aquisgrán, donde fue de nuevo coronado (esta vez con los atributos imperiales auténticos; los de Maguncia habían sido copias), el 25 de julio de 1215.


✠ Emperador de Sacro Imperio.

Al día siguiente de su coronación. Federico anunció su intención de tomar la Cruz y partir hacia Tierra Santa. Inocencio III ratificó el ascenso de Federico a la dignidad imperial en el concilio celebrado en Letrán en noviembre de 1215 y enseguida envió una delegación a Estrasburgo para asegurarse de la manera en la que el nuevo emperador pensaba renunciar al trono siciliano (una de las condiciones de la primera entrevista entre Inocencio III y Federico II, en 1212). Y aunque Federico contestó positivamente a las peticiones del papa, éste nunca llegó a saberlo, porque murió antes de conocer la respuesta del emperador. La muerte del poderoso pontífice había liberado a Federico de sus compromisos anteriores. En 1213 Federico promulgó en Egber "la Bula de oro", por la que trató de agrupar la infinidad de principados de que se componía el Imperio alrededor de los príncipes más poderosos, con la intención de fortalecer la estructura feudal del Imperio, y a pesar de que en esa bula Federico dejaba parte de sus regalías.

Después del ascenso al solio pontificio de Honorio III, Federico quiso eliminar todas las concesiones que su madre y él habían hecho a la Santa Sede y convocó una asamblea en Frankfurt en la que, por unanimidad, se eligió a su hijo Enrique Rey de Romanos. Después viajó a Roma con su esposa para recibir la corona imperial de manos del papa (22 de noviembre de 1220), y con ella la prebenda de canónigo en el cabildo de San Pedro, que le confería el mismo poder espiritual que un obispo. En el transcurso de la ceremonia Federico ratificó su intención de tomar la Cruz en el mes de agosto siguiente.

✠ IMAGEN V.- Honorio III.




✠ Los asuntos en el reino de Sicilia.

El emperador y la emperatriz se dirigieron al sur y llegaron a Capua a finales de año. En la primavera de 1221 Federico reunió una asamblea de notables, la "Audiencia de Capua", en la que se promulgó una nueva "constitución" para Sicilia, cuyo objetivo era restablecer el poder real en aquellos lugares en los que hubiera sido usurpado por las ciudades, los nobles y la Iglesia. Creó una universidad en Nápoles para la formación de los nuevos funcionarios, cuya novedad estribaba en que dependía por entero del Estado, que subvencionaba los estudios de los alumnos, a los que luego se incorporaba a la administración. Posteriormente Federico procedió a reformar su Cancillería para optimizar sus funciones. Formaron parte de ella Berardo de Castacca, Conrad von Scharfenberg, Hermann von Salza, Gran maestre de los Caballeros Teutónicos, y más adelante Pedro de Vigne, un importante jurista. Gracias a las reformas, Sicilia se convirtió en el primer reino centralizado de Europa y conoció un espectacular auge económico. También fundó Federico una escuela de Medicina en Salerno, que pronto adquirió una alta reputación.

Cuando regresó a Palermo, Federico hubo de ocuparse de frenar los abusos que los nobles habían hecho durante sus ocho años de ausencia, y en esta ocasión usó la fuerza. Instituyó la figura del "justiciero", cargo militar pagado, que significaba que su actuación no respondía a los intereses del rey, sino de la Justicia. A continuación sometió todos los puertos de la isla bajo su autoridad, pero con esto no terminó de pacificar Sicilia, ya que los musulmanes de la isla también se habían rebelado contra la Constitución, porque las Leyes de Capua les colocaban en una situación de inferioridad respecto a los cristianos. La revuelta de los árabes, encabezada por el emir Ibn Abbad, fue sofocada en otoño de 1222 con la toma de su centro de operaciones, la fortaleza de Jabo, pero resurgió el mismo invierno con la reconquista del castillo por parte de los musulmanes. La guerra se prolongó durante casi tres años, reavivada por grupos aislados de las montañas, pero la capitulación de los jefes sarracenos en 1224 calmó de nuevo la situación y llevó a la disolución de las estructuras de la comunidad musulmana de Sicilia y a su expatriación en Lucera, al noroeste de Foggia, en una ciudad construida para el efecto. El rey restituyó a los musulmanes todos sus derechos y de entre los guerreros de Lucera formó dos ejércitos y una guardia personal de seiscientos caballeros.

El trato que el emperador daba a los árabes alarmó al papa, que no dudó en hacerle responsable del desastre de Damietta durante la Quinta Cruzada, ya que por dos veces había prometido tomar la Cruz y aún no lo había hecho. Federico pudo suavizar sus relaciones con Honorio III gracias a la mediación de Hermann von Salza, que mantuvo conversaciones con el pontífice en varias ocasiones, excusando a Federico de la Cruzada por causa de los problemas internos de Sicilia. El papa aceptó las prórrogas solicitadas por el Maestre de los Caballeros Teutónicos, pero urgió a Federico a que tomase la Cruz, como muy tarde en 1225. Como llegó tal fecha y Federico aún no había partido hacia Tierra Santa, Honorio III convocó una conferencia en Foggia para exigir responsabilidades al emperador; de nuevo fue von Salza quien logró eludir el anatema con el que el papa amenazaba, pero esta vez Federico debió consignar por escrito sus compromisos, que le obligaban a estar en Tierra Santa para el 27 de agosto (Tratado de San Germano, firmado a finales de julio de 1225). Y además se conjuró una nueva circunstancia para apremiar a Federico a emprender la Cruzada: Juan de Brienne, rey de Jerusalén acudió ante Honorio III para proponer el matrimonio de su hija, Yolanda, con Federico (que había enviudado en junio de 1222); casando con la heredera del reino de Jerusalén, Federico se convertía en rey de Jerusalén, razón que le obligaba a no retrasarse más en la reconquista de los Santos Lugares. 

✠ IMAGEN VI.- Juan de Brienne, rey de Jerusalén.




El emperador aceptó y la boda se celebró por poderes en Acre, a finales de agosto de 1225. Luego Yolanda viajó a Italia y se encontró con Federico en Brindisi, en cuya catedral se celebró la boda imperial el 9 de noviembre. Después se hizo coronar en Foggia. Federico nunca prestó atención a su nueva esposa, a la que recluyó tras los muros del palacio de Palermo; incluso se llegó a decir que nunca mantuvieron relaciones sexuales, lo cual fue desmentido por el nacimiento de una hija en 1226; esta niña sólo vivió un día.


✠ Rey de Jerusalén.

Desde el día siguiente a su casamiento, Federico encargó a Bailán de Sidón y a Tomás de Aquino, conde de Acerra, que le representasen en Tiro de forma permanente, en orden a afirmar su autoridad y servir de observadores para la preparación de la Cruzada. La ciudad de Jerusalén estaba a la sazón dominada por el más joven de los hijos de Saladino, el sultán Malik al-Moazzine, que en 1226 lanzó a los guerreros mongoles Khwaresmianos contra el sultanato de Egipto, en manos de su hermano mayor, Malik al-Khamil. Éste pidió a Federico que acudiese a Siria y le prometió la devolución de Jerusalén si le ayudaba a vencer a su hermano. Las relaciones entre el sultán y el emperador se hicieron fluidas y proliferaron las embajadas y los intercambios mutuos de regalos y correspondencia. Mientras tanto, Hermann von Salza recorría Alemania reclutando guerreros para la cruzada. Federico, por fin, envió la primera avanzada de caballeros hacia San Juan de Acre en abril de 1227, bajo el mando de Enrique de Limburg, que recuperó Sidón y Cesarea, lo que sirvió para convencer al sultán de El Cairo de las buenas intenciones del emperador. Pero Federico no pudo llegar a Siria porque cayó enfermo de cólera y, al no cumplir las estipulaciones de San Germano, fue puesto en entredicho por el nuevo papa, Gregorio IX, que además incitó a las ciudades lombardas a sublevarse y finalmente lo excomulgó el 17 de noviembre de 1227. Desde entonces Federico aceleró los preparativos para partir a la Cruzada y a finales de abril de 1228 reunió a su corte en Barletta para prevenir las dificultades que pudieran producirse durante su ausencia y nombró rey de Sicilia a su hijo segundo, Conrado. El emperador zarpó de Brindissi el 28 de junio de 1228.


✠ IMAGEN VII.- Gregorio IX.



La más importante de las escalas tuvo lugar en Chipre. Allí Federico invitó a un banquete a Juan de Ibelin, señor de Beirut, que detentaba el gobierno de la isla en nombre de la reina Alix de Lusignan, viuda de Amauri II, que años antes había rendido vasallaje a Enrique VI por la posesión de Chipre. El emperador exigió a Juan de Ibelin que le abonara los impuestos desde la muerte de Amauri II y que abandonase su feudo de Beirut; ante la negativa de de Ibelin, aceptó someter el asunto al juicio de la Corte de Jerusalén y le dejó marchar. El bailío de la isla fortificó sus castillos y Federico pidió refuerzos a San Juan de Acre para hacer frente a de Ibelin. Sitió el castillo de Dios de Amor, donde se refugiaba el rebelde, pero terminó por rendir el sitio mediante negociaciones y obtuvo el reconocimiento de la soberanía sobre Chipre como heredero que era de Enrique VI.

La flota cruzada llegó a San Juan de Acre el 7 de septiembre de 1228 y allí el emperador recibió el homenaje de los maestres de las Órdenes Militares, los poderosos del reino y los jefes cruzados. Posteriormente envió una embajada a Roma para apaciguar la cólera de Gregorio IX (Federico no se había sometido ante él, como había sido la intención del papa al excomulgarle), y otra a Nablús para reivindicar la posesión de Jerusalén, como había acordado con al-Khamil. El sultán de Egipto se negó a entregar los Santos Lugares; ya no necesitaba la ayuda de Federico, porque su hermano, el sultán de Damasco había muerto poco antes y la amenaza de los mongoles se había desvanecido. En respuesta el emperador se lanzó sobre Jaffa (noviembre de 1228), pero no fue necesario iniciar el asedio, porque la simple demostración de fuerza hizo que el sultán se aviniese a pactar: en febrero de 1229 se firmó en Jaffa un tratado por el cual el emperador recibía Jerusalén, Galilea, el señorío de Torón y una parte de Fenicia por diez años; a cambio Federico permitiría la libertad de cultos en los Santos Lugares. Federico entró en Jerusalén el 14 de marzo y dos días después se coronó a sí mismo Rey de Jerusalén. En marzo regresó a Acre, donde encontró una revuelta contra él (instigada por el papa), en la que participaron los Templarios, hospitalarios y la mayor parte de los barones francos; además el patriarca Giraldo estaba armando un ejército para tomar Jerusalén por las armas. Comenzó entonces una batalla propagandística por parte de los partidarios de Federico por un lado y del papa por otro. Y Federico, comprendiendo que la verdadera batalla debía librarse en Italia, confió el bailazgo del reino a Balián de Sidón y apresuró los preparativos para su regreso.

Cuando llegó a Sicilia, el emperador debió pacificar la isla, ya que durante su ausencia la anticruzada de Gregorio IX había progresado gracias a la iniciativa de Juan de Brienne. El regreso del emperador como "Liberador del Santo Sepulcro" le hizo recuperar rápidamente la fidelidad de sus súbditos y, en cambio, el papa quedó aislado y hubo de recurrir a pedir ayuda a los soberanos extranjeros, que no se la prestaron. La destrucción de Sora por parte del emperador fue el hecho definitivo que volvió a poner bajo su mando el resto de las ciudades disidentes, que se rindieron sin condiciones. Gracias a la mediación de von Salza, la paz entre el emperador y el papa fue firmada en San Germano a finales de agosto de 1230.


✠ La época de esplendor.

Los años siguientes fueron un periodo de paz. Federico patrocinó la construcción de numerosos castillos en sus amplios dominios, en los que sorprende su unidad estilística. La paz permitió al emperador dedicarse al cultivo de la poesía; muchas de sus obras se han perdido, aunque han llegado hasta nosotros algunos poemas de cierta calidad. Y también se preocupó Federico de la ciencia, en una época en la que magia y ciencia aún no estaban separadas. Gracias a su patrocinio se incrementaron los intercambios científicos entre el mundo cristiano y el musulmán. La ingente correspondencia con los sabios musulmanes y la constante afluencia de ellos a la corte de Federico II le valieron ataques, casi siempre formulados por miembros de la Curia romana, que proclamaron de Lombardía a Sicilia que el emperador era el Anticristo. En mayo de 1231 se publicó a instancias de Federico una recopilación de leyes que ha llegado hasta nosotros como "Constituciones de Melfi", cuya finalidad era constituir en Sicilia un Estado laico y centralizado.

A primeros de mayo de 1235 Federico abandonó su corte de Foggia y partió hacia su segunda estancia en Alemania. Aquel año se decretó la mayoría de edad de su primogénito, Enrique VII, que ya había dado muestras de rebelión contra su padre en la asamblea que éste había convocado en Aquilea en 1232 y después había buscado la alianza con las ciudades lombardas. El emperador había solicitado al papa en 1234 que relevara del trono a su hijo y éste había decretado el destronamiento de Enrique en junio de aquel año. La idea de Federico era sustituir en el Imperio a su hijo Enrique por su hijo Conrado (IV). Enrique reaccionó estrechado su alianza con las ciudades lombardas, pero no pudo conseguir apoyos en Alemania, lo que le llevó a abandonar sus pretensiones y someterse a la autoridad del emperador; Enrique VII fue condenado a reclusión perpetua en una dieta celebrada en Worms en julio de 1235. Aquel mismo mes y en la misma ciudad, Federico tomó esposa por tercera vez (Yolanda de Brienne había muerto en mayo de 1228). Su nueva esposa fue Isabel de Angulema, hermana de Enrique III de Inglaterra.

Para subsanar los estragos causados por el autoritarismo de su hijo, Federico convocó una asamblea general en Maguncia de todo los príncipes alemanes para el mes de agosto. Dio un Edicto de paz perpetua, considerando la multiplicidad de Estados alemanes y definiendo el Imperio como un organismo vivo cuyo principal factor de unificación era la lengua; además amplió el derecho de los príncipes a firmar alianzas entre ellos.

En 1237 Federico se sintió lo bastante fuerte para someter las ciudades lombardas e inició una campaña para tal fin. Después de Mantua cayó Montechiaro y a continuación derrotó a los milaneses en Cortenuova el 27 de noviembre. Esta victoria imperial significó la disolución de la Liga y el punto álgido del reinado de Federico, que, por primera vez reunía en sus manos Alemania, Sicilia y la Italia del norte. Pero el papa seguía sin ceder y Federico preparó a su hijo Enzio, a quien nombró rey de Córcega y Cerdeña (1238), para enfrentarse a él en Italia Central. A este enfrentamiento lo conocemos como Guerra de las Dos Espadas. Gregorio IX, después de conocer el nombramiento de Enzio como Vicario general de Italia, excomulgó a Federico por segunda vez (marzo de 1239). Federico respondió enviando a Enzio a conquistar los territorios pontificios de Ancona y Spoleto, que cayeron sin problemas, pero entonces hicieron su irrupción los mongoles de Batú, nieto de Gengis Kan, y el emperador debió ocuparse de ellos: envió a Enzio a Pomerania, pero en 1241 un ejército cristiano compuesto por tropas de Silesia, Polonia y Hungría fue masacrado por los mongoles en Mahlstadt. El emperador, consciente del peligro, hizo una llamada a los reyes de la cristiandad. Pero la amenaza oriental se desvaneció cuando Batú y sus tropas dieron media vuelta para sofocar la rebelión encendida en Asia Central tras la muerte del Gran Kan.

Inmediatamente se reanudó la Guerra de las Dos Espadas. Al sitio de Faenza respondió el papa convocando un Concilio general en Roma para hacer firme la excomunión. No se celebró porque la flota imperial interceptó las naves genovesas en las que viajaban los prelados españoles y franceses, que fueron trasladados a Bari y finalmente liberados. Federico tomó entonces la iniciativa, poniendo sitio a la Ciudad Eterna y la muerte repentina de Gregorio IX el 22 de agosto de 1241 le evitó tener que saquear la ciudad. Las tropas imperiales dieron media vuelta.


✠ La decadencia.

La sustitución de Gregorio IX por Celestino IV (que murió enseguida), y después por Inocencio IV no detuvo la guerra y las acciones de Federico trajeron la alianza de genoveses y venecianos, que empezaron a dominar los mares, apresando las naves imperiales del Adriático y bloqueando los puertos hostiles a Federico. Inocencio IV mantuvo la sentencia de excomunión sobre el emperador y éste, gracias a la mediación de Luis IX de Francia, se avino a evacuar ciertos territorios que había ocupado, a liberar a los prisioneros capturados y a compensar a los príncipes de la Iglesia, a cambio de que se le levantase el anatema; luego fue el papa el que cambió de opinión.

✠ IMAGEN VII.- Inocencio IV.



Mientras tanto había prescrito el tratado firmado en 1229 con Malik al-Kahmil, que, por otra parte, había sido frecuentemente violado por los Templarios, lo que había causado la reacción de los musulmanes y había sustituido la paz por un estado de guerra larvado, primero, y por una matanza de cristianos en Gaza (agosto de 1244), después. El patriarca de Antioquía requirió la presencia de Federico en Oriente para restablecer la situación. El emperador escribió al papa prometiéndole encabezar una nueva Cruzada si levantaba la sentencia de excomunión; también ofrecía evacuar sus tropas de los Estados de la Iglesia y dejar la cuestión lombarda en manos del papa. Federico consiguió una audiencia con el papa para finales de junio de 1244. Y éste ni siquiera se presentó, pero en cambio convocó un Concilio en Lyon para junio de 1245, cuyo objetivo era destronar al emperador. Federico preparó sus tropas para apoderarse del papa en Lyon, pero no actuó por consejo de Luis IX. En cambio Inocencio IV decretó la bula de deposición, que fue leída en todas las iglesias y catedrales. Federico envió cartas a los reyes de la cristiandad, reconociendo el derecho del pontífice a coronar emperadores, pero no a deponerlos, y pidiéndoles que se unieran a su causa, pero no obtuvo respuesta, por lo que comenzó una campaña de descrédito en la que denunciaba la corrupción de la Iglesia. Y ésta dio tan buen resultado que Inocencio sólo vio como modo de deshacerse de su rival el asesinato de Federico y de su hijo Enzio. Federico supo de la conjura contra su vida en marzo de 1246 y los planes papales llegaron a ser tan meticulosos que incluso corrieron rumores de que Federico ya había muerto y se produjeron agitaciones en muchas ciudades. Se procedió al ajusticiamiento de los conjurados y Federico consiguió pruebas de la participación de Inocencio IV gracias a la intercepción de una misiva en la que el papa mandaba ánimos a los habitantes de Capaccio.

Habiéndose mostrado insuficiente la excomunión y habiendo fracasado la conjura papal, Inocencio eligió un anticésar en la persona de Heinrich de Raspe, landgrave de Turingia, que el 22 de mayo de 1246 fue elegido Emperador del Sacro Imperio y Rey de Romanos por los arzobispos de Maguncia, Colonia y Treves. Federico envió a su hijo Conrado a luchar contra Raspe, pero fue vencido cerca de Frankfurt en el mes de agosto; entonces el emperador marchó en persona a enfrentarse a su rival, pero no fue necesario luchar porque éste murió al caer de un caballo, en febrero de 1247. El papa no desistió e hizo nombrar emperador a Guillermo de Holanda, que fue coronado en Aquisgrán en noviembre de 1248. Pero Guillermo, débil y anodino, no supuso ningún rival para Federico II.

Desde principios de noviembre los güelfos se habían apoderado de Parma, llave de los puertos de los Apeninos, por lo que el emperador se centró en este asunto. Federico mandó a Enzio a poner sitio a la ciudad y se dispuso a acudir en persona en ayuda de su hijo, llegando a Parma a finales de año. En febrero de 1249 descubrió un complot que, según las evidencias, había sido dirigido por Pedro de Vigne, protonotario de la cancillería, su hombre de confianza desde la muerte de von Salza; el emperador cegó personalmente a Pedro de Vigne y lo hizo encerrar en la fortaleza de Borgo San Donnino. Pocos meses después Enzio fue capturado por los boloñeses, que lo encerraron en prisión. De nada sirvieron las amenazas de Federico, exhortando a los boloñeses a que liberaran a su hijo, porque éste permaneció en prisión veintitrés años. En primavera de 1250 cayó Parma y la fortuna del emperador pareció aumentar cuando Brescia, Módena, Piacenza, Faenza y Alejandría se pasaron al bando gibelino; Guillermo de Holanda fue derrotado en Alemania y los genoveses fueron vencidos en Savona, terminando con el bloqueo de Sicilia.

Pero en verano su salud empezó a resentirse. Y aunque se recuperó, volvió a recaer en invierno, cuando viajaba de Foggia a Lucera e inconsciente, fue trasladado al Castel Fiorentino. Federico, comprendiendo que se moría dictó su última voluntad: legó el Imperio y el reino de Sicilia a su hijo Conrado; rogó a Berardo de Castacca que regularizara su unión con la que había sido su amante, Bianca Lancia, legitimando a su vez a los hijos que había tenido con ella; dio orden de restituir a la Iglesia todas las zonas de los Estados Pontificios que había ocupado; por último, prescribió que todos los súbditos del reino se convirtiesen en hombres libres, sujetos sólo a los pagos regulares de impuestos. Antes de su muerte le fue administrada la extremaunción con el hábito blanco de los cistercienses, como había sido su voluntad. Murió a las seis de la tarde y fue enterrado en la catedral de Palermo, junto a Constanza de Hauteville y Constanza de Aragón, su primera esposa.

✠ FUENTES:

Juan Miguel Moraleda Tejero

MCN biografias

✠ Bibliografía:

KANTOROWICZ,E. Frederick the Second. Londres, 1931.

THOMPSON, J.W. Feudal Germany. Chicago, 1928.



“ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE ESTUDIOS HISTÓRICOS MEDIEVALES”.

“CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS TEMPLARIOS”.

“PRIORATO TEMPLARIO DE SAN BERNARDO DE CLARAVAL”.

"PRECEPTORÍA NACIONAL".

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠

Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠  Estudios y Análisis Históricos. 

✠  Efemérides, personajes, lugares y hechos históricos.

Tal día como hoy…pero del año 1537…

✠  “Se funda El Cuerpo Real y Glorioso de Infantería de Marina ”.  Es la infantería de marina más antigua del mundo, creada el 27 de febrero de 1537 por el rey Carlos I. (Hoy se cumplen 485 años de la fundación de tan distinguido y heroico Cuerpo).




✠  La Infantería de Marina tiene su origen en los Tercios Viejos, unidades de infantería inicialmente destinadas a ir embarcadas en navíos, cosa que se hacía de forma temporal, para realizar campañas o combates específicos. La diferencia surge cuando se decide que estas tropas debían tener una dedicación exclusiva a la guerra naval. Fue creada por Carlos I el 27 de febrero de 1537 al asignar de forma permanente a las escuadras de galeras del Mediterráneo las compañías viejas del mar de Nápoles. Sin embargo, fue Felipe II el que creó el concepto actual de Fuerza de desembarco.



Resumir en este reducido espacio la historia de la Infantería de Marina Española es empresa harto difícil. Lo que sí puede decirse, sin fantasías de ningún género, es que la hoja de servicios de un Soldado de Marina de los siglos XVI al XXI es un extracto de la Historia de España. En sus filas sirvieron hombres como Miguel de Cervantes, soldado de marina en Lepanto y las Terceras; Pablo Murillo, soldado en Tolón, San Vicente y Trafalgar; Martín Álvarez, Albacete Fuster, Rama y Cancela...y otros mucho, muchísimos hombres que sería imposible nombrar.


A lo largo de casi cinco siglos, la Infantería de Marina ha pasado por distintas vicisitudes, pudiendo distinguirse en su trayectoria histórica, cinco Épocas perfectamente diferenciadas, cada una con una función predominante que la caracteriza.

✠  PRIMERA EPOCA 1537-1717.

Creada la Infantería de Armada por Carlos I en 1537, al asignar de forma permanente a las Escuadras de Galeras del Mediterráneo las Compañías Viejas del Mar de Nápoles, es sin embargo Felipe II el que crea el concepto actual de Fuerza de Desembarco.

Esto era la proyección del Poder Naval sobre la costa por medio de fuerzas que partiendo de las naves, fueran capaces de asaltarla sin menoscabo de la capacidad de combate. A la época pertenecen los famosos Tercios:

✠  Tercio Nuevo de la Mar de Nápoles.

✠  Tercio de la Armada del Mar Océano.

✠  Tercio de Galeras de Sicilia.

✠  Tercio Viejo del Mar Océano y de Infantería Napolitana.




De éstos Tercios, el primero es el "alma mater" de la Infantería de Marina, llevando en su escudo dos anclas cruzadas que fueron el emblema del Cuerpo hasta 1931.




Hacia 1704, los Tercios se convierten en los Regimientos de Bajeles, Armada, Mar de Nápoles, y de Marina de Sicilia, parte de los cuales pasa al Ejército de Tierra y el resto sigue en la Armada, constituyendo el Cuerpo de Batallones de Marina.

Durante ésta época se efectuaron, entre otras, las siguientes acciones:

✠ Expedición a Argel. 1541.

✠ Batalla Naval de Lepanto. 1571

✠ Expedición a Túnez. 1573

✠ Conquista de las Terceras y Azores. 1582.

✠ Expedición a Inglaterra. 1599.

✠ Expedición a San Salvador (Brasil). 1625.


✠ SEGUNDA EPOCA.

Organizado en 1717 el Cuerpo de Batallones de Marina, llegó a tener hasta doce de ellos, siendo los primeros en constituirse los denominados: Armada, Bajeles, Marina, Océano, Mediterráneo y Barlovento. Su misión se centró en la "Guarnición de los Buques" en los que predominaba el fuego de fusilería durante los abordajes, además de formar parte de las dotaciones de la artillería y de las "Columnas de Desembarco".

Algunas de las acciones en las que participó fueron

✠ Conquista de Cerdeña, 1717

✠ Conquista de Nápoles y Sicilia, 1732

✠ Expedición a Pensacola (Florida), 1770

✠ Defensa de la Habana, 1762

✠ Expedición a Argel, 1775

✠ Desembarco en Tolón, 1793

✠ Defensa de Ferrol, 1800

✠ Reconquista de Buenos Aires, 1806


✠ TERCERA EPOCA.


Las necesidades de las guerras carlistas cantonales y ultramarinas dan a la Infantería de Marina un carácter de fuerza expedicionaria, casi permanente.

Las campañas de Cochinchina (1858), Méjico (1862), Santo Domingo (1804) Cuba y Filipinas (1898), África (1911), son escenarios de los Batallones Expedicionarios, alguno de los cuales llegó a pasar diez años en ultramar.

Los acontecimientos del Norte de África, en las primeras décadas del presente siglo, reclaman la intervención de las unidades de la Infantería de Marina que se distinguen en numerosas acciones: Desembarco y ocupación de Tánger(1901), desembarco en Larache (1911), combates de Bu-Maiza, T`Zaletza, el Fondak, Kudia Rapta y el desfiladero de Afarmun... En 1925 tiene lugar el desembarco de Alhucemas, brillante acción de los ejércitos de nacionales en que un Batallón expedicionario del Cuerpo toma parte, en vanguardia de la columna del General Fernández Pérez.


✠ CUARTA EPOCA.

Al finalizar la I Guerra Mundial y como consecuencia del fracaso en Gallipoli, se abandona por parte de casi todas la Potencias la Táctica del Asalto Anfibio. Todas las Infanterías de Marina del Mundo entran en crisis, y la Española no fue una excepción (a pesar de haberse efectuado con gran éxito el asalto anfibio de Alhucemas, 1925, donde se hace uso por primera vez del apoyo aéreo a las tropas de tierra por medio de aviones basados en tierra y en buques).

Además, por el carácter expedicionario que en los últimos 100 años había sostenido, es tildada de "fuerza colonialista" y se declara a extinguir por el gobierno de la II República en 1931.

La Guerra Civil Española la hace figurar en ambos bandos, efectuando misiones de guarnición en Buques y Trozos de Desembarco y presa, así como dotación de montajes y piezas antiaéreas. Con la finalización de la Guerra Civil, se revoca el decreto de extinción, volviéndose a aumentar sus efectivos.


✠ QUINTA EPOCA.

En 1957, con la creación del Grupo Especial Anfibio, la Infantería de Marina recupera de nuevo su carácter de Fuerza de Desembarco como misión principal, justo a tiempo para en 1958 durante las Operaciones en Ifni y Sáhara establecer la Primera Cabeza de Playa en la Zona de Operaciones, mereciendo la distinción del Alto Jefe del Gobierno General de aquella época.

Se lleva a cabo la creación del GRUPO ESPECIAL y posteriormente en 1969 se recupera la tradición con el nombre de TERCIO DE ARMADA.

A partir de esas fechas, aumentan las capacidades y los efectivos de la Infantería de Marina, incorporándose material específico para realizar su misión anfibia: Vehículos Anfibios, material de Artillería y Armas Contra-Carro, equipo individual, etc.

En 1969, tropas de Infantería de Marina desembarcan en Guinea Ecuatorial para proteger la evacuación de súbditos españoles residentes en la antigua provincia africana.

En 1975, unidades de IM pertenecientes al TEAR embarcan en Buques del GRUPO DELTA para desembarcar en el Sahara Occidental, pero la evolución de los acontecimientos hacen innecesaria su intervención.

A partir de 1989 y con la caída del muro de Berlín, y en un escenario estratégico que se caracteriza por la incertidumbre, las FUERZAS ANFIBIAS adquieren una mayor importancia y con ellas las de Infantería de Marina. El alto grado de alistamiento, la interoperabilidad, la acción conjunta y multinacionalidad, son características de las Fuerzas Anfibias y necesarias para el ámbito estratégico.

A lo largo de los años se sufren sucesivas reestructuraciones en cuanto a la organización de la IM, que concluyen con la promulgación del Plan E-01, que define las necesidades y estructuras de la Infantería de Marina que se adentra en el siglo XXI.

Como acciones más destacadas en los últimos años, señalar la participación del 2º Batallón como IFOR en la antigua Yugoslavia, durante cuyo despliegue el Sgto IM Luna tras una arriesgada persecución detiene a un criminal de guerra que pretendía iniciar un golpe de estado. Su detención evitó el recrudecimiento de la guerra en los Balcanes. Por su acción el Sgto. Luna fue felicitado por el Comandante de la Fuerzas del Flanco sur de la OTAN, y condecorado por la Armada.

Durante la crisis desarrolada por motivo de la Isla del Perejil, la Infantería de Marina, embarcaba en menos de 24 horas en las Fragatas  de la Armada listos para proporcionar capacidad de acción tanto en la mar como en tierra. La UOE, estaba lista para efectuar cualquier tipo de mision que se le asignara dentro de las primeras 24 horas de conocerse los hechos.

Otras unidades de Infantería de Marina pertenecientes a la BRIMAR, tuvieron su misión asignada: embarcaciones de asalto, misiles AA, unidades de fusiles...fueron enviadas inmediatamente a las plazas de soberanía española, y otras se mantenían embarcadas listas para actuar.

Entre los asaltantes a la Isla de Perejil, se encontraban cinco infantes de Marina pertenecientes a la UOE y ACAF, cuya misión era proporcionar capacidad de control de apoyo de fuegos, tanto aéreos (CAS), como navales (Fuego Naval), o de Artillería. 

Es famosa la foto de un helicóptero de la Tercera Escuadrilla, AB-212, sobrevolando la isla antes de ser desocupada. Los pilotos, eran Infantes de Marina.




También destacar la presencia de un subgrupo Táctico en Albania durante la intervención internacional en dicho país, la presencia permanente como IFOR y luego SFOR en la frontera Serbobosnia con Macedonia (manteniendo permanentemente un subgrupo táctico desde 1996), inicialmente en TREBINJE y ahora en MOSTAR AEROPUERTO.


Mapa mundial con las acciones de la Infantería de Marina desde 1537.




Detalle de la zona de Europa y Norte de África. No están reflejadas todas las acciones, sino las más relevantes.



Hoy la Infantería de Marina española celebra su 485 aniversario.

Para los infantes de marina este es un día grande y rinden culto a su historia y  tradiciones reafirmando su compromiso con los valores que la han conformado desde hace 485 años al servicio de su Patria y de su Rey.

“Infantes de marina marchemos a luchar

La patria engrandecer y su gloria acrecentar

Nobleza y valentía nuestros emblemas son

No abandonar la enseña al ruido del cañón”...





“ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE ESTUDIOS HISTÓRICOS MEDIEVALES”.

“CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS TEMPLARIOS”.

“PRIORATO TEMPLARIO DE SAN BERNARDO DE CLARAVAL”.

"PRECEPTORÍA NACIONAL".

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠


✠  ¿Por qué somos Templarios?

✠  Razones para una caballería del siglo XXI.


✠  En la imagen el rey Balduino II cede las caballerizas del Templo de Salomón a Hugues de Payns y Gaudefroy de Saint-Homer hace más de 900 años, en 1118 / Grabado del manuscrito de Guillaume de Tyro, siglo XIII, Histoire d’Outre-Mer.


 



Hace tiempo atrás, luego de una solemne ceremonia de Investidura de Caballeros, sentimos la necesidad de explicarnos a nosotros mismos qué nos llevaba a todos estas personas reunidas en la capilla de un convento a jurar perpetuar, bajo el manto de la Cruz, los nobles ideales del honor, la integridad, la caridad, el alivio del sufrimiento y la unidad religiosa en la imitación personal de Dios Nuestro Señor. ¿Qué era ser un caballero? ¿Qué hacía que en esa capilla nos convocáramos para conjurar la decadencia del mundo del que apenas nos separaba un muro de piedra? ¿Cómo haríamos para sostenernos firmes en un modelo que aspiraba –nada menos– que a emular a los Pobres Caballeros de Cristo del Templo de Jerusalén? Escribimos, entonces, algunas líneas que reproducimos más abajo, tratando de comprender la naturaleza de esta caballería del siglo XXI. 


Los novecientos años que nos separan de la fundación de la Orden del Temple,  representan un abismo de tiempo en el que el mundo occidental ha sufrido profundas mutaciones. Podemos, sin dudas, entender que muchas de dichas mutaciones obedecen a los avances en el derecho igualitario de los individuos, al advenimiento de sistemas democráticos que, paradójicamente, encuentran mayores antecedentes en el mundo medieval que en la antigüedad clásica. Incluso podemos alegrarnos de que el derecho a la vida y a la libertad se haya consagrado como fundamento de nuestra cultura. Sin embargo, al mismo tiempo que la humanidad –especialmente el espacio cultural cristiano, como lo definiría el teólogo catalán Raymon Panikkar– ha logrado dichos avances, hay signos alarmantes de un deterioro moral sin precedentes, en paralelo con una vertiginosa decadencia espiritual y, principalmente, un discurso violento en contra del cristianismo, impulsado por un relativismo llevado a los extremos, en el que más que la vida se celebra la muerte. El papa Francisco lo definiría como la política del descarte. Nos, liberado de la diplomacia vaticana, afirmaría que se trata de un plan hábilmente delineado para socavar la fortaleza espiritual del ser humano, la única que lo hace diferencia de las bestias. 


En términos de nuestra visión espiritual del hombre y del cosmos, la humanidad se ha vuelto menos humana. Y esa deshumanización que nos rodea y nos lanza a la soledad propia del individuo que –negador de la paternidad de Dios– no reconoce al otro como Hermano, es a la vez el motor que nos impele a buscar ese juramento que nos esperanza.


En aquel estudio escrito hace dos años recordabábamos la plegaria de un escudero, la noche de vigilia, previa a ser armado caballero:

Entre aquellos muchachos –que apenas superada su pubertad velaban las armas ante la imagen de María– y nosotros, hombres sacudidos por el vendaval de un mundo en perpetua mutación, hay un elemento en común: Formamos parte del mismo hilo que, atravesando siglos y mareas, invasiones y guerras, infortunios y felicidades, creemos que hay principios inmutables a los que ni la posmodernidad, ni el hombre líquido de Zigmunt Bauman, ni todo el aparato conjurado en contra de las bases cristianas de la sociedad  podrían quitarnos el honor, la dignidad, la fe y el servicio al que nos atamos en solemne juramento. 


“…Te saludo Virgen María, que has derrotado al mal, esposa del Altísimo y madre del más dulce cordero. Reina eres de los cielos, Salvadora de la Tierra; 


los hombres suspiran por Ti y los malvados te temen.”


           “…Tú eres la ventana, la puerta y el velo, el patio y la casa, el templo, la tierra, lirio por Tu virginidad y rosa por Tu martirio.”


“Tú eres el huerto cerrado, la fuente del jardín que lava a los mancillados, purifica a los corrompidos y da vida a los muertos...”


         “…Tú eres la dueña de los tiempos, la esperanza, después de Dios, de todos los siglos,pabellón de reposo del rey y asiento de la divinidad.”


     “…Tú eres la estrella que brilla en el oriente y disipa en el occidente las tinieblas, la aurora que anuncia el sol y el día que ignora la noche…”


   “…Tu que has engendrado al que no engendra, confiada como madre que ha cumplido su misión, reconcilia al hombre con Dios. Ruega, Madre, al Dios que diste a luz, para que nos absuelva y, después de perdonarnos, nos confiera la gracia y la gloria. Amen…”


“…Te saludo Virgen María, que has derrotado al mal, esposa del Altísimo y madre del más dulce cordero. Reina eres de los cielos, Salvadora de la Tierra; los hombres suspiran por Ti y los malvados te temen.”

“…Tú eres la ventana, la puerta y el velo, el patio y la casa, el templo, la tierra, lirio por Tu virginidad y rosa por Tu martirio.”

“Tú eres el huerto cerrado, la fuente del jardín que lava a los mancillados, purifica a los corrompidos y da vida a los muertos...”

“…Tú eres la dueña de los tiempos, la esperanza, después de Dios, de todos los siglos,pabellón de reposo del rey y asiento de la divinidad.”

“…Tú eres la estrella que brilla en el oriente y disipa en el occidente las tinieblas, la aurora que anuncia el sol y el día que ignora la noche…”

“…Tu que has engendrado al que no engendra, confiada como madre que ha cumplido su misión, reconcilia al hombre con Dios. Ruega, Madre, al Dios que diste a luz, para que nos absuelva y, después de perdonarnos, nos confiera la gracia y la gloria. Amen…”


Difícil imaginar a un adolescente de diecisiete años, en el siglo XXI, rezar esta plegaría en la penumbra de una iglesia, iluminado apenas por un pábilo, frente a un altar desnudo, acompañado de su padrino. Lejano a nuestra cultura ha quedado el sagrado ritual de la “vela de armas”, en la que hombre dejaba atrás, definitivamente, el mundo de los niños para asumir su papel y su destino frente a Dios, su Iglesia y la comarca sobre la que tendría responsabilidad sobre vidas y bienes. 

Pero este ritual era muy común en el siglo XII. Frente al escudero se colocaba su espada, aquella que lo acompañaría el resto de su vida, para la salvación o la condenación de su alma. Su alma y su espada serían reflejo una de la otra. Si el alma era pura la espada se empuñaría con pureza en una causa justa. Si el alma era impura el acero se volvería negro, dominado por las tinieblas de la ambición y el orgullo.


El siglo XII era un mundo en blanco y negro, sin demasiado lugar para tantos matices. La duda era una pesada carga que los espíritus evitaban a toda costa. Resultaba casi inhumano darle lugar a la angustia existencial en un entorno donde todo era rudo, tanto para el siervo, que a duras penas cosechaba su siembra, como para el castellano que debía proteger su terruño, y con él a sus gentes con sus huertos y pastoreos y también a su propio Señor. En la pirámide feudal todo era un equilibrio en constante riesgo. Un universo tan inestable necesitaba reglas certeras, firmes, permanentes.


Es cierto que la caballería puede vislumbrar antecedentes en el mundo clásico, especialmente en Roma. Pero fue en la Edad Media, y en particular en el siglo XII donde encontró sus modelos más perfectos y alcanzó la cumbre de la aspiración virtuosa. Fue un largo proceso surgido de la necesidad de encontrar un orden justo, en armonía con la fe que ocupaba todos los espacios de la sociedad. Un devenir de transformación en transformación, producto del pensamiento colectivo de señores y clérigos, reyes y abades, que perseguían el sueño de recuperar Jerusalén, perdida a mano de los infieles en el siglo VII. Pero, a su vez, se trataba de la búsqueda de la propia Jerusalén, una que existía en la conciencia profunda de cada cristiano y que encarnaba la esperanza de la vida eterna, el sentido escatológico de la tragedia humana.


Eran tiempos difíciles, ciertamente. Pero en términos de fe corrían con cierta ventaja respecto de nosotros. Los ideales estaban atados a esa fe; y a ningún padre le faltaba el coraje para educar a sus hijos en el amor y en el temor a Dios, enseñando la prudencia antes que la liviandad; la humildad antes que la ostentación; el respeto al anciano y a las mujeres antes que la vaguedad irresponsable que conduce a nuestra sociedad a la deriva. Se veneraba a los héroes y más aún a los que habían muerto por sostener los juramentos de la caballería. Los niños sabían que sus días de juegos estaban contados y serían escasos. Que la vida no era un paseo gratuito y prolongado sino uno corto en el que cada jornada sería examinada en el final, cuando cada quien fuese sometido al juicio en las puertas del cielo.


La libertad era un bien amado al que sólo unos pocos se les otorgaba como gracia. Aún así nadie era verdaderamente libre, porque la conciencia pesaba tanto como el contexto. Era un mundo en donde el corrupto, el traidor, el malviviente y el cruel no podían mimetizarse tan fácilmente como ocurre en nuestro mundo pleno de anonimato. Quien era libre sentía una gratitud de tal magnitud frente a la Providencia que, cuando un caballero renunciaba a ella para vestir el hábito de monje se producía a su alrededor un silencio reverencial, como si hubiese nacido un santo. Aquél que teniendo el don de la libertad renunciaba a ella para someterse a una Regla en donde el único destino era la pobreza, la abstinencia y la obediencia en eterna observancia del servicio a Dios, era sin dudas de los más valientes entre los hombres. Así lo narran las crónicas y así lo atestiguan miles de nombres de grandes guerreros enterrados en los camposantos de las abadías de toda Europa y Tierra Santa.


En el siglo XII -en el que dos frentes de batalla se libraban contra los sarracenos, en España y en el Levante- surgió con potencia inusitada el deseo de reunir ambos órdenes, el de la caballería y el de la vida monástica, y nació un  nuevo tipo de caballero, mitad guerrero mitad monje. La caballería ocupó entonces la cúspide del modelo cristiano. Estas órdenes monástico militares amalgamaron, en un solo corpus, el humus de muchas tradiciones forjadas entre Finisterre y las estepas del Este. Desde tiempos romanos, invasión tras invasión, los bárbaros habían moldeado el sincretismo entre las tradiciones de Roma –a las que no querían renunciar sino abrazar- y las propias, que terminarían enriqueciendo a las viejas instituciones del antiguo Imperio. 


De todos los libros que se han escrito sobre la caballería hay uno que destaca, tanto por su originalidad como por el rumbo que traza. Lo debemos a la pluma de Ramón Llull (1235-1315), teólogo, filósofo y místico catalán, publicado en 1276 con el nombre “Libro de la Orden de Caballería”. Se cree que fue escrito para un escudero que debía ser armado caballero. Su lectura es materia obligatoria para todo aquél que pretenda comprender esta condición; permítasenos citar cuatro párrafos de su Primera Parte titulada “Del Principio de la Caballería” 


“…Faltó en el mundo la caridad, lealtad, justicia, y verdad; empezó la enemistad, deslealtad, injuria y falsedad; y de esto se originó error y perturbación en el Pueblo de Dios, que fue creado para que los hombres amasen, conociesen, honrasen, sirvieren y temiesen a Dios. Luego que comenzó en el mundo el desprecio de la justicia por haberse opacado la caridad, convino que por medio del temor volviese a ser honrara la justicia: por esto todo el pueblo se dividió en millares de hombres y de cada mil de ellos fue elegido y escogido uno, que era el más amable, más sabio, más leal, más fuerte, de más noble ánimo de mejor trato y crianza que todos los demás…”

“…Se buscó también entre las bestias la más bella, que corre más, que puede aguantar mayor trabajo, y que conviene más al servicio del hombre; y porque el caballo es el bruto más noble y más apto para servirle, por esto fue escogido, y dado a aquel hombre que entre mil fue escogido; y este es el motivo por el que aquel hombre se llama caballero…”

“…Habiéndose destinado para el hombre más noble el bruto más generoso, convino que entre todas las armas  se escogiesen y tomasen las que son más nobles y conducentes para combatir y defenderse de las heridas y de la muerte; y estas son las que se apropiaron al caballero…”

“…Al que quiere entrar en la Orden de la Caballería le conviene considerar y meditar el noble principio de la Caballería; y es menester que la nobleza de su corazón y buena crianza lo haga concordar y avenir con el principio de la Caballería, porque si no lo hace así, es contrario al Orden de Caballería y sus principios; por esto no conviene que la Orden de Caballería admita en la participación de sus honras a los que la son enemigos, contrarios a sus principios…”


Ramón Llull describe en su olibro al oficio del caballero, cómo debe ser examinado el escudero que será armado caballero, al modo en el que debe ser recibido en la caballería, a la significación de las armas y de sus costumbres. Finalmente habla de la honra que se debe hacer al caballero. Afirma Llul que así como un Príncipe o Rey o Señor de un Estado no puede serlo sin haber sido armado caballero, por esa misma razón le debe respeto y honra al caballero, pues es a quien, en definitiva, tendrá a su lado en el campo de batalla.


Pero, en estos primeros párrafos, encontramos la justificación del caballero: el mundo que ha engendrado la injusticia, la enemistad, la deslealtad, la injuria y la falsedad y necesita de hombres que reparen ese desorden, poniendo en juego todo lo que sea necesario. ¿No es acaso la descripción del mundo que nos rodea? El escudero recitaba la divida de la Orden de Caballería: Mi alma a Dios, mi vida al rey, mi corazón a mi dama, mi honor a mí. Pero todo se resumía en el honor, que dependía de mantener vivo el oficio de caballero, y ejercerlo. 


El siglo XXI adolece de todas las faltas de las que se lamenta Llull, y que dieron lugar a la creación de la Orden de la Caballería; pero a diferencia del siglo XII, en este siglo son muy pocas las personas que pueden asumir este compromiso. El honor es relativo, entonces todo se ha vuelto mucho peor, pues el alma está en interdicto, la vida se reserva para el único y propio beneficio, el corazón ha cedido el amor a la simplicidad del vínculo frágil, efímero, y a nadie importa qué significa exactamente la honorabilidad.


Es justamente por esta carencia, que la Orden de la Caballería ha perdurado, aún en una mínima y desapercibida existencia, y comienza a sacudirse del profundo letargo al que había quedado relegada en los últimos dos siglos. Nos toca vivir en un mundo donde los valores de la fe, el honor y la justicia se guardan en la intimidad por temor a desentonar con los tiempos. La cultura se convierte en multicultura, es decir, en todas y ninguna. La vaguedad de conceptos en cuanto a temas sensibles como “familia”, “religión”, “tradición” y “deber” son inmediatamente sospechados de ideologismos vinculados con el oscurantismo, la segregación, la discriminación y el ataque a la libertad de conciencia.


Durante décadas, especialmente luego de terminada la Segunda Guerra Mundial, Occidente vio crecer un movimiento libertario que vino a poner en la picota a todos estos valores que conformaban la sociedad construida durante siglos. El mayo francés, el existencialismo, el deconstructivismo y el relativismo como conjunto del abandono radical del modelo cristiano nos ha dejado un vació de valores tan extremo que nos lleva a una sociedad al borde de su extinción cultural. Bernadr Tschumi –se dice que es uno de los arquitectos que mejor ha interpretado a la filosofía decontructivista de Jaques Derrida- afirma que La forma no sigue más a la función. Si la respectiva contaminación de todas las categorías, las constantes substituciones y confusiones de géneros son las nuevas directivas de nuestra época, lo mejor sería tomarlas en nuestro provecho. 


Si Tschumi está en lo cierto (me asombra su frase “las iglesias se convierten en discotecas”), ya no deberían existir pilares, ni principios, ni siquiera cimientos, porque cualquier cosa puede ser sustituida por otra. Sin embargo, la experimentación intelectual está lejos de representar al grueso de una sociedad confundida. 


En la medida en que tomemos conciencia de esta confusión entenderemos que el rol de la Caballería en el Siglo XXI sigue siendo el mismo que en el siglo XII, con la sola diferencia de que no tiene el monopolio de las armas, que han pasado a manos de los Estados Nacionales. La Caballería sigue representando la búsqueda de todo aquello que Ramón Llull expresaba cuando, al principio de su libro describe como la crisis de ausencia de valores que dio sentido a la existencia del Caballero. 

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠

FUENTES:

Eduardo R. Callaey.

Preceptoría Templaria del Priorato de San Bernardo de Claraval.





Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠  Estudios y Análisis Históricos. 

✠  Efemérides, personajes, lugares y hechos históricos.

 

✠  “El Pilar Katskhi, la iglesia impenetrable."


Los monjes suben a lo alto del Pilar Katskhi por una pequeña escalera de metal asida a la roca. (© Getty Images/iStockphoto).


 



Una de las imágenes más sorprendentes que el viajero percibe al recorrer la remota región de Imereti, en el oeste de Georgia, resulta, a primera vista, algo confusa. Un inmenso monolito de piedra caliza se perfila a lo lejos coronado por un edificio a todas luces inalcanzable dominando uno de los paisajes más pintorescos de la zona. Con la proximidad, la figura adquiere mayor nitidez, confirmando la primera impresión: en la cima destaca una construcción de tejado rojizo que, con toda probabilidad, debería tratarse de una iglesia. 

Estamos frente al Pilar Katskhi, una roca que se eleva 40 metros y sobre la que se encuentra uno de los templos más aislados del mundo. Llegar hasta sus pies ha obligado a hacer una caminata de 20 minutos, pero ha valido la pena.

✠  “La construcción recuerda vagamente a Meteora, pero su acceso es todavía más intrincado."

La construcción recuerda vagamente a Meteora, los monasterios griegos suspendidos en el aire en la llanura de Tesalia, aunque su acceso se nos antoja todavía más intrincado. Mil preguntas sobre sus orígenes, el porqué de su construcción, el cómo fue erigida, cómo lograban llegar hasta lo más alto, o su uso a lo largo de la historia se arremolinan en la mente de quien los observa. Sin embargo, no todas ellas tienen respuesta.

✠  “Una construcción milenaria."

Los orígenes del Pilar Katskhi, denominado el "pilar de la vida" por los lugareños, siempre han estado rodeados de un halo de misterio. Hasta 1944, cuando una expedición escaló la roca con el objetivo de estudiar en profundidad el complejo -era la primera vez que alguien de fuera de la localidad subía a lo más alto-, existían muchas dudas sobre su antigüedad.

Sin embargo, tras analizarlo a fondo, los expertos determinaron que fue construido entre los siglos IX y X. Los primeros habitantes fueron monjes estilitas -religiosos que vivían dedicados a la oración y a la penitencia en lugares apartados y solitarios-, y se instalaron en él entre los siglos X y XI. 

El complejo consta de dos partes: la base y la cima. En la base del pilar permanece en pie una pequeña capilla -la iglesia del estilita Simeón- todavía en uso, que atesora una serie de frescos y un altar, junto al que los fieles pueden rezar. A poca distancia del templo, fuera del alcance del público, se encuentra un pequeño  monasterio ocupado por un reducido grupo de monjes. Son ellos quienes a diario ascienden los 40 metros que los separan de la cima por una escalerita de metal atornillada a la roca. Están al cuidado de la iglesia y su propósito no es otro que el de acercarse a Dios y orar. 

Son los únicos que pueden hacerlo. Una orden del patriarca y líder espiritual de la Iglesia ortodoxa de Georgia limita completamente el acceso al Pilar de Katskhi, excluyendo a cualquier laico y más aún si se trata de una mujer. La prohibición no es nueva: nunca en la historia una fémina ha subido a lo alto, un veto que se practica en otros templos de zonas montañosas de Georgia.

La cima permanece sin ocupantes fijos desde 2015. El último morador fue Maxime Qavtaradze, un fraile que vivió en soledad durante 20 años con el propósito de expirar los pecados de su pasado y rezar. Fue él quien construyó la iglesia actual, con ayuda de algunos vecinos, ya que a su llegada solo encontró las ruinas de un templo antiguo, tres celdas, una cámara funeraria, una bodega y un pequeño muro exterior.   

✠  “Foto aéra del Pilar Katskhi. (© Getty Images/iStockphoto). 




 

Los primeros indicios de la religiosidad del complejo, considerado uno de los más sagrados del mundo, es una cruz del siglo VI grabada en la roca que todavía se aprecia en la actualidad. Está situada en el primer nivel del pilar, en un lugar todavía accesible por el público, por lo que, junto a ella, se ha habilitado un área para la oración.

No es previsible que en los próximos años el Pilar Katskhi experimente grandes cambios, más allá de algunos trabajos de mantenimiento y de habilitar un punto de interpretación para visitantes. No se incluye en los circuitos turísticos internacionales, no tiene carreteras de acceso, y la lejanía de las ciudades más importantes del país convierten el viaje hasta aquí en un periplo algo dificultoso.

Llegar a la zona desde Tiflis -la capital- o desde Batum -la segunda ciudad de Georgia- es toda una aventura, por lo que todo apunta a que lejos de convertirse en un enclave turístico, el Pilar Katskhi continuará siendo un rincón reservado exclusivamente a viajeros fervorosos.

FUENTES:

✠ Magda Bigas.

✠ La Vanguardia.

✠ Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠ ✠ ✠nnDnn✠ ✠ ✠




Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠  Estudios y Análisis Históricos. 

✠  Hechos, personajes, hallazgos y efemérides históricas.


✠  "Samuráis". los legendarios guerreros medievales de Japón.


Los samuráis (también llamados "bushi") eran una clase de guerreros que surgieron en el siglo X en Japón y que prestaron servicio militar hasta el siglo XIX. Soldados de élite y altamente entrenados, expertos en el uso del arco y la espada, los samuráis eran un componente esencial de los ejércitos japoneses en la época medieval.

Puede que los samuráis y la cultura samurái hayan sido excesivamente romantizados desde el siglo XVIII como epítome de la caballerosidad y el honor, pero hay muchos ejemplos documentados de que mostraban un gran valor y lealtad a sus amos, en particular, al llegar a cometer un suicidio ritual en caso de derrota o muerte de su señor. Sin embargo, la guerra en el Japón medieval era tan sangrienta e inflexible como en cualquier otra región, y el dinero era a menudo el principal motivo para que muchos samuráis participaran en la batalla. A partir del siglo XVII, y cuando ya no se les necesitaba con fines militares, los samuráis se convirtieron a menudo en importantes maestros de moral y consejeros dentro de la comunidad.

✠ Un grabado en madera d. C. de mediados del siglo XIX de Utagawa Kuniyoshi del samurái Onikojima Yatarô Kazutada (1522-1582 d. C.). (Colección privada).



 


✠ Desarrollo y estatus.

El sistema gubernamental de reclutamiento en Japón terminó en el año 792, por lo que en el siguiente periodo Heian (794-1185) se formaron ejércitos privados para proteger los intereses de las tierras (shoen), de los nobles que pasaban la mayor parte de su tiempo fuera de la corte imperial. Este fue el comienzo de los samuráis, un nombre que significa "asistente", mientras que el verbo samurau significa servir, por lo que el término era originalmente de clase y no la profesión militar que más tarde llegó a significar. También había otras clases de guerreros, pero la clase samurái era la única con una connotación de servicio a la corte imperial.

Los samuráis eran contratados por los señores feudales (daimyo), por sus habilidades materiales para defender los territorios del señor contra sus rivales, para luchar contra los enemigos identificados por el gobierno y para luchar contra las tribus hostiles y los bandidos. Por esta razón, los samuráis podían vivir en cuarteles, en un castillo o en sus propias casas privadas. Dado que los samuráis acabaron organizándose en grupos dirigidos por señores de la guerra con poder político, pudieron tomar el relevo de una débil corte imperial en el siglo XII bajo el gobierno de señores de la guerra como Minamoto no Yoritomo. Así, a partir del periodo Kamakura (1185-1333) se fundó un nuevo sistema de gobierno militar dominado por los guerreros y dirigido por un shogun (dictador militar) y así se mantendría hasta el siglo XIX.

✠ Samurai a caballo.

 




Muchos samuráis procedían de la llanura de Kanto y habían adquirido una valiosa experiencia en las campañas contra las tribus emishi (ainu) del norte. En estas batallas, los guerreros empezaron a desarrollar un código de conducta que les daba la posibilidad de ganarse una reputación y aumentar su estatus entre sus compañeros y maestros. Naturalmente, la valentía en el campo de batalla era primordial, y se desarrolló la tradición de que los samuráis entraran en batalla gritando su linaje y sus hazañas pasadas y desafiando a cualquier enemigo a un combate individual. Estos pronunciamientos vocales serían sustituidos posteriormente por el uso de estandartes en la cultura samurái.

No fue hasta el periodo Edo (1603-1868) cuando se desarrolló un sistema completamente estandarizado de estatus y rangos para los samuráis. Había tres rangos principales:

  • gokenin (criados), los más bajos y vasallos de un señor feudal.
  • goshi (guerrero rústico), podían cultivar sus tierras pero no podían tener las dos espadas del rango de samurái completo.
  • hatamoto (abanderados), el rango más alto. Solo estos guerreros debían morir para proteger los intereses de su señor.


Todos los samuráis eran supervisados por sus señores, pero a partir de 1180 se formó el Samurai-dokor nacional (Consejo de Retenedores) para supervisar especialmente a los gokenin y aplicar medidas disciplinarias por cualquier falta cuando fuera necesario. A partir de 1591, a los samuráis ya no se les permitía ser a la vez agricultores y guerreros y tenían que elegir una u otra vida, con la idea de que esto les haría más dependientes y, por tanto, más leales a sus señores. 

Muchos samuráis contaban con sus propios ayudantes o baishin, que también trabajaban las tierras que poseía su señor. Los samuráis representaban solo entre el 5 y el 6% de la población total (18 millones en 1600), y ninguno de ellos era mujer (aunque había una clase guerrera separada y muy pequeña de mujeres conocidas como onna bugeisha o "mujeres hábiles en las artes marciales"). 

✠ Armas samurái.

Entrenados desde los 10 años o incluso antes en habilidades marciales, los samuráis montaban y luchaban a caballo a principios del periodo medieval, utilizando principalmente un arco, pero también una espada larga curva cuando era necesario. Tenían una segunda espada más corta, y un decreto del gobernante Hideyoshi en 1588 establecía que solo los samuráis de pleno derecho podían llevar dos espadas, lo que se convirtió en un importante símbolo de estatus. Los samuráis también aprendían artes marciales, de las que había 18 en el periodo Edo, pero las habilidades más preciadas de los samuráis eran siempre la equitación, el tiro con arco y, después, el manejo de la espada. A partir del siglo XVII, la espada sustituyó al arco como arma samurái por excelencia (en gran parte gracias a que el arco era mucho más barato y accesible para los soldados de a pie), por lo que la espada, más exclusiva, pasó a ser conocida como el "alma del samurái". Ambas armas se ajustaban al ideal samurái de que la batalla debía consistir en duelos personales.

✠ Un pergamino pintado que muestra a los samuráis del período Muromachi (1333-1573 EC). 1538 d.C. (Musée Guimet, París).





Los arcos se fabricaban normalmente con tiras de bambú laminadas alrededor de un núcleo de madera. También se le podía añadir caña para darle mayor resistencia y se barnizaba el conjunto para protegerlo de la lluvia. La longitud de las flechas variaba en función de la habilidad del arquero, pero la longitud típica en la época medieval era de 86-96 cm (34-38 pulgadas). Las astas se fabricaban con bambú joven, las cabezas eran de hierro o acero, y se utilizaban plumas de ave para hacer tres o cuatro emplumadas que dieran estabilidad a la flecha en vuelo. Al disparar a caballo, la pesada silla de montar de madera con estribos de cuero estaba diseñada para proporcionar una plataforma estable y permitir al jinete permanecer de pie mientras disparaba.

Las espadas samurái eran curvas y se fabricaban con acero, una combinación de diseño que se remonta al siglo VIII en Japón. El acero era trabajado por maestros artesanos que controlaban cuidadosamente el contenido de carbono en varias partes de la hoja para obtener la máxima resistencia y flexibilidad. Por esta razón, es justo decir que las espadas japonesas se encontraban entre las más finas y afiladas jamás producidas en el mundo medieval. Las hojas variaban en longitud, pero era habitual que los samuráis de élite llevaran dos espadas: una larga y otra corta. La espada más larga (katana) tenía una hoja de unos 60 cm (2 pies) y la más corta (wakizashi) tenía una hoja de 30 cm. Ambas espadas se llevaban con el filo hacia arriba. La tachi, una espada anterior e incluso más larga que la katana (con una hoja de hasta 90 cm), se llevaba con el filo hacia abajo, colgada del cinturón, mientras que los otros tipos se clavaban en el cinturón. Los mangos de las espadas eran de madera y estaban recubiertos de la resistente piel de la raya gigante (same), y luego se ataban con una trenza de seda. La hoja estaba separada del mango por un pequeño guardamano circular. Un samurái también podía llevar una daga corta (tanto), como arma de último recurso. Las espadas y dagas se guardaban en vainas lacadas que podían ser muy decorativas.

Los primeros samuráis también utilizaban armas que posteriormente se asociaron más a la infantería ordinaria. Eran la lanza (yari), y el arma de asta (naginata). La longitud de las yari variaba, pero las hojas eran de doble filo y medían entre 30 y 74 cm (12-29 pulgadas), de longitud. Algunas hojas tenían forma de L y se utilizaban para enganchar a los jinetes enemigos de sus caballos. Las lanzas no solían lanzarse en la guerra japonesa, sino que se utilizaban para pinchar al enemigo. La naginata era una larga pértiga con una larga hoja curva de un solo filo unida a ella. La parte de la pértiga medía de 120 a 150 cm y la hoja de acero podía medir hasta 60 cm. El arma se utilizaba para barrer, cortar y empujar al enemigo, y su uso se convirtió en una de las artes marciales, una que aprendían especialmente las hijas de los samuráis.

✠  Dos espadas samurái japonesas con hoja de acero : la katana más larga y el wakizashi más corto. Siglo XVIII-XIX d.C. (Museo de Arte del Condado de Los Ángeles). 





Las armas de pólvora eran conocidas por los japoneses a través de su contacto con China, pero fue la llegada de los primeros europeos a mediados del siglo XVI la que acabó introduciendo las armas de fuego en la guerra japonesa. A finales de ese siglo, quizá un tercio de los ejércitos de campaña estaban equipados con armas de fuego (el arcabuz de cerillas), y algunos samuráis posteriores llevaban pistolas.

✠ Armadura samurái.

Las corazas de placas metálicas cosidas y protegidas con barniz se remontan al periodo Kofun (c. 250-538). Posteriormente, se fabricó una armadura más flexible con tiras estrechas de bronce o hierro que se unían con cordones o ataduras de cuero. El revestimiento de cuero fue otro material común para las armaduras durante todo el periodo medieval, ya que era ligero y flexible. A partir del periodo Heian (794-1185), los samuráis solían llevar una capa de seda (horo), sobre la armadura que se sujetaba al cuello y a la cintura mientras cabalgaban. Estaba diseñada para inflarse con el paso del aire y desviar las flechas o actuar como identificador del portador.

También había armaduras con forma de caja como el oyoroi, que colgaba de los hombros. El traje haramaki, más sencillo y flexible, tenía una coraza más ajustada para el torso y una falda corta formada por ocho secciones. Los muslos podían estar protegidos por guardas (haidate), la parte inferior de las piernas estaba protegida por grebas o suneate, y las manos y los antebrazos por mangas de media armadura o kote. Una vez que aparecieron las armas de fuego en el campo de batalla, se popularizó una armadura sólida para el pecho, que a menudo se importaba o copiaba de Europa. Curiosamente, a pesar de toda esta protección corporal y quizás sin haber oído aún la historia de Aquiles, los samuráis no se protegían los pies y solo llevaban calcetines y simples sandalias de cuerda.

El casco del samurái (kabuto) solía estar hecho de placas de hierro o acero remachadas y tenía la forma de un casquete con solapas que sobresalían a los lados y en el cuello para una mayor protección. En ocasiones, se llevaba una máscara facial o menpo (un tipo de mengu), con rasgos fieros esculpidos y bigotes. Algunos cascos llevaban crestas impresionantes en forma de media luna, penachos de crin o cuernos y astas de animales (reales o estilizados), pero los solían llevar los daimyo. Para aumentar la comodidad bajo el casco, los samuráis solían afeitarse la parte delantera del cabello, lo que se convirtió en una moda en el siglo XVI. El resto del pelo se llevaba largo y se ataba en la parte posterior de la cabeza en un moño (chasen-gami), o en un cilindro de pelo doblado tres veces (mitsu-ori). En la batalla, los samuráis se soltaban el pelo (en todos los sentidos). 

✠ Mascarilla samurái y armadura del período Sengoku ( Período de los Reinos Combatientes ), 1467-1568 CE. (Museo Ann y Gabriel Barbier-Mueller, Dallas, EE. UU.). 





Las armaduras y los cascos medievales solían indicar el rango, la división y la región de origen de un samurái a través de sus costuras de colores, insignias heráldicas y símbolos pintados, algunos de los cuales estaban asociados a sus familias o a su casa militar (buke). Las libélulas eran un símbolo popular en las armaduras porque este insecto no puede volar hacia atrás y, por tanto, representaba la mentalidad de no retirada de los samuráis. Los estandartes también se utilizaban para identificar quién era quién en el campo de batalla, aunque su tamaño estaba controlado y vinculado al estatus particular del samurái.

✠ Bushido.

El bushido o shido, que significa "camino del guerrero", es el famoso código de conducta guerrera que seguían los samuráis, pero no fue recopilado hasta finales del siglo XVII por el erudito Yamago Soko (1622-1685), momento en el que los samuráis ya no eran activos militarmente, sino que funcionaban más como guías y asesores morales. Por lo tanto, es difícil determinar el nivel de caballerosidad que los samuráis practicaron realmente a lo largo de su historia. Parece probable que, al igual que cualquier guerrero de cualquier otra cultura, el pragmatismo se impusiera a la hora de luchar. No cabe duda de que los samuráis hacían gala de mucho valor y pericia marcial, pero a menudo se violaban las promesas y las treguas, se quemaban las aldeas y se masacraba a los derrotados, ya que el honor provenía de la victoria y de ninguna otra parte. Los samuráis estaban motivados, sobre todo, por el beneficio económico y la promoción de su posición social, de ahí la desagradable obsesión por recoger las cabezas cortadas de sus víctimas. También es cierto que, a pesar de la reputación caballeresca de los guerreros superpuesta en tiempos posteriores a la historia medieval japonesa, sobre todo en lo que respecta a la austeridad, la lealtad y la autodisciplina, no era nada raro que se produjeran deserciones masivas durante las batallas, lo que incluía a los generales. En la batalla de Sekigahara en 1600, por ejemplo, no menos de cinco generales y sus ejércitos cambiaron de bando en medio de la batalla.

Los samuráis tampoco fueron siempre muy nobles con el campesinado. Los guerreros se hicieron famosos entre los visitantes europeos posteriores por decapitar a desconocidos en el camino solo para comprobar que sus espadas seguían afiladas, una desagradable costumbre conocida como tsujigiri o "cortar en el cruce". Sin embargo, los samuráis tenían la ley de su lado, ya que el shogunato Tokugawa (1603-1868), les había concedido específicamente el derecho a matar a cualquier persona de rango inferior al suyo si consideraban que esa persona actuaba de forma grosera, definida vagamente como "actuar de forma inesperada".

✠ Seppuku.

Se esperaba que los altos mandos de los samuráis lucharan hasta la muerte, incluso si esto significaba suicidarse para evitar la captura. El método honorable era el seppuku (también conocido como hara-kiri), o autodestripamiento, ya que se consideraba que el estómago contenía el espíritu, no el corazón. El guerrero se ponía primero una túnica blanca, símbolo de pureza, y luego se cortaba el abdomen con un golpe de cuchillo de izquierda a derecha. Al no ser un método de suicidio especialmente rápido o eficaz, solía haber un ayudante con una espada especial, conocida como kaishakunin, para decapitar al samurái. Al igual que un samurái solía suicidarse cuando lo hacía su señor, los seguidores y criados de un samurái también debían suicidarse al perder a su señor en un código conocido como junshi o "muerte por seguimiento".

✠ Una estatua moderna del samurái legendario Yoshitsune (1159-1189 EC). Parque Mimosusogawa, Shimonoseki, Japón . 





✠ Samuráis como héroes: Yoshitsune.

Muchos héroes de la mitología japonesa son guerreros samuráis y ninguno es más famoso que el legendario Yoshitsune (1159-1189). Minamoto-no-Yoshitsune, nacido Ushiwakamaru, fue el hermano menor del shogun y un exitoso general en la Guerra de Gempei (1180-1185). Su estatus legendario se debe a que es la personificación del guerrero leal, honorable e imperturbable. De joven aprendió esgrima, libró al campo de varios ladrones y obligó al monje guerrero Benkei a convertirse en su fiel servidor. Ganó muchas batallas, especialmente liderando una carga de caballería en Ichinotani y saltando un puente de barco en Danno-Ura, pero acabó despertando los celos de su hermano. En consecuencia, Yoshitsune huyó al norte de Japón, y solo pasó los controles fronterizos cuando Benkei le golpeó fingiendo que Yoshitsune era un desventurado sirviente. Sin embargo, no hubo un final feliz para el héroe, ya que el shogun acabó encontrando y bloqueando a Yoshitsune en un castillo que luego fue quemado hasta los cimientos. En algunas versiones del mito, Yoshitsune escapó para convertirse en el príncipe mongol Temujin, que más tarde sería conocido como Gengis Kan. La historia de Yoshitsune se convirtió en un tema básico del teatro Kabuki y Noh.

✠ Los 47 Ronin.

Quizás el samurái más famoso de la vida real, episodio de seppuku masivo y ejemplo por excelencia de mantener el honor a través de la muerte es la historia de los 47 Ronin (Shijushichishi), que ocurrió en enero de 1703 (aunque se conmemora hoy en día cada 14 de diciembre). El señor de Ako, Asano Naganori (1665-1701), se encontraba un día en el castillo del shogun en Edo cuando fue insultado por el jefe de protocolo del shogun (no tan diplomático), Kira Yoshinaka (1641-1701). Naganori desenfundó tontamente su espada, un acto que suponía un delito capital dentro de los muros del castillo, por lo que fue obligado por el shogun a cometer seppuku. Sin embargo, sus 47 seguidores samuráis, conocidos ahora como ronin ("vagabundos" o "samuráis sin amo"), juraron vengarse de Yoshinaka. Esperando su momento durante dos años, finalmente consiguieron a su hombre y pusieron su cabeza decapitada en la tumba de su maestro caído. Los ronin fueron castigados por su crimen tras un gran debate público y se les dio la opción de ser ejecutados o de hacer seppuku. Fueron 46 (la cifra que falta es imprecisa), de entre 15 y 77 años de edad, los que decidieron aceptar el seppuku y garantizar así su legendario estatus como los mayores seguidores de la letra del código samurái. Los ronin fueron enterrados junto a su maestro en el templo Sengakuji.

✠ Una fotografía de un guerrero samurái c. 1860 d.C. 





✠ Decadencia y posterior mitologización.

La importancia de los samuráis y de los ejércitos locales se redujo en gran medida tras las políticas estabilizadoras del shogunato Tokugawa, que trajo una relativa paz a todo Japón. Esto continuó el proceso iniciado medio siglo antes, cuando se desarmó a la población rural. Además, muchos samuráis, ante la necesidad de convertirse en pacíficos agricultores o en criados de los señores locales cuando no había guerra de la que hablar, se convirtieron en maestros, administradores (especialmente en finanzas), y guías morales. Los samuráis seguían gozando de un elevado estatus social, al ser miembros del rango shi, que los situaba por encima de comerciantes, artesanos y agricultores dentro del sistema de clasificación shi-no-ko-sho. En 1872 se reintrodujo el reclutamiento en el ejército japonés, y en 1876 los samuráis fueron formalmente destituidos, aunque los descendientes de antiguos samuráis siguieron siendo distinguidos con el título de shizoku hasta la Segunda Guerra Mundial.

Los samuráis y sus hazañas marciales fueron temas populares en los gunkimono o cuentos de guerreros de los siglos XIV y XV, que miraban con nostalgia a los tiempos medievales anteriores. En el siglo XVIII se produjo en Japón una romantización aún mayor de los samuráis. Por ejemplo, la famosa frase inicial del Hagakure de Yamamoto Tsunetomo, una colección de 1300 anécdotas relacionadas con los samuráis recopilada en 1716 en tiempos de paz, afirma con rotundidad que "el Bushido es una forma de morir". La reputación de los samuráis ha seguido floreciendo hoy en día gracias a los cómics, los juegos de ordenador y otros medios de comunicación, lo que ha asegurado su estatus como uno de los grandes grupos guerreros de la historia medieval mundial.

FUENTES:

Mark Cartwright. 

World History.

Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠

Bibliografía:

  • Ashkenazi, M. Handbook of Japanese Mythology. Oxford University Press, 2008.
  • Beasley, W.G. The Japanese Experience A Short History of Japan. University of California, 1999.
  • Bryant, A.J. Samurai 1550-1600. Osprey Publishing, 1994.
  • Bryant, A.J. The Samurai. Osprey Publishing, 1989.
  • Buckley Ebrey, P. Pre-Modern East Asia. Cengage Learning, 2013.
  • Deal, W.E. Handbook to Life in Medieval and Early Modern Japan. Oxford University Press, 2007.
  • Henshall, K. Historical Dictionary of Japan to 1945. Scarecrow Press, 2013.
  • Mason, R.H.P. A History of Japan. Tuttle Publishing, 1997.
  • Turnbull, S. Samurai Armies 1550-1615. Osprey Publishing, 1979.
  • Turnbull, S. The Mongol Invasions of Japan, 1274 and 1281. Osprey Publishing, 2010.
  • Whitney Hall, J. The Cambridge History of Japan, Vol. 2. Cambridge University Press, 2007.
  • Yamamura, K. (ed). The Cambridge History of Japan, Vol. 3. Cambridge University Press, 2001.




Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠  Estudios y Análisis Históricos. 

✠  Hechos, personajes, hallazgos y efemérides históricas.


✠  Un hallazgo paleontológico en el Madrid andalusí.


Madrid fue fundada a mediados del siglo IX por el emir Muḥammad I como parte de su plan de reforzamiento de la Frontera Media frente al reino de León.

✠  "Muhammad I". 




En una referencia a esta ciudad por parte de geógrafo magrebí al-Himyari en el siglo XV, quien cita al historiador andalusí Ibn Hayyan, nos informa del que, probablemente, sea el primer hallazgo paleontológico conocido en el territorio de la Península Ibérica:

Ibn Hayyan ha mencionado en su "Historia", el foso que fue excavado en el exterior de la muralla de Madrid, y dice a propósito de él: “Cavándolo, se encontró una tumba que contenía un cadáver gigantesco, de 51 codos de largo, es decir 102 palmos mayores, desde el cojín que sostiene la cabeza hasta la punta de los pies. Esto fue confirmado por una carta del cadí de Madrid, que había ido a verlo en persona, así como por sus testigos instrumentarios. Este magistrado declaró que el volumen de la caja craneana de este cadáver podía calcularse en 8 arrobas, poco más o menos. ¡Gloria a Aquel que ha puesto Su señal en todas las cosas!”.

(Gaspariño García, Sebastián: Historia de Al-Andalus según las crónicas medievales. El gobierno del emir Muḥammad, vol. VIII, pág. 411).

Tenemos pues datos sobre el tamaño del gigantesco esqueleto. La longitud desde la base craneana a la punta de los pies era de 51 codos o 102 palmos mayores. De entre las diversas medidas de longitud utilizadas en al-Andalus, el codo antiguo, geométrico o manual (dirá` al-yad) andalusí consta de 2 palmos mayores (sibr) de 12 dedos cada uno. Un dedo de longitud equivalía a 0,017 metros, luego un sibr a 0,204 m. y un codo manual a 0,417 m. Según estas medidas, el esqueleto mediría un total de 20,8 metros.

Tenemos también una estimación del volumen craneal: unas 8 arrobas. La arroba (الرُّبع arrúb‘) es una unidad de medida de volumen, peso y hasta de superficie que equivale a la cuarta parte de un quintal (qinṭár, قِنطَار) que el sistema métrico decimal son 46 kg. Luego como medida de peso, una arroba es 11,5 kg.

Como medida de volumen dependía del líquido que se estaba midiendo, ya que no eran los mismos litros de aceite o de vino por ejemplo. Así, para el aceite, la arroba son 12,563 litros, para el vino 16,133 litros y para el agua 16,263 litros.

Si tomamos como aproximación 16 litros, 1 arroba equivale aproximadamente a 16.000 cm3. Luego el cráneo hallado sería de unos 128.000 cm3. Teniendo en cuenta que el cráneo humano tiene una capacidad máxima de en torno a 1.800 cm3, equivale a más de 70 cráneos humanos.

Con estos datos estaríamos ante los restos fósiles de un animal enorme. Una longitud de casi 21 metros y un cráneo con un volumen unas setenta veces más grande que el de un humano actual.

No sé a qué tipo de animal prehistórico puede referirse. Hay que destacar que en el entorno de la ciudad de Madrid existen varios yacimientos paleontológicos como el de la Estación de Metro Carpetana, el del Intercambiador de Príncipe Pío y el de Somosaguas. Pero el más cercano a la antigua ciudad andalusí es el del parque de San Isidro, donde se hallaron restos de animales del Terciario y del Cuaternario como elefantes antiguos, rinocerontes lanudos, mamuts y tortugas gigantes.

✠  Elefante antiguo hallado en Orcasitas. Museo de San Isidro (Madrid).




✠  Zona del yacimiento paleontológico de San Isidro en 1872 Foto: Instituto Geológico y Minero de España. 



FUENTES:

Condado de Castilla.

Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.




Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠  Estudios y Análisis Históricos. 

✠  Efemérides, personajes, lugares y hechos históricos.

 

✠  “EXCOMUNIÓN Y CONDENA DEL COMUNISMO POR LA IGLESIA CATÓLICA”. (Papa Pío XI).


CARTA ENCÍCLICA "DIVINI REDEMPTORIS" DEL SUMO PONTÍFICE PÍO XI SOBRE EL COMUNISMO ATEO.

A los patriarcas, primados, arzobispos, obispos y otros ordinarios, en paz y comunión con la Sede Apostólica.

✠ IMAGEN I.- “Papa Pío XI”.





1.- La promesa de un Redentor divino ilumina la primera página de la historia de la humanidad; por esto la confiada esperanza de un futuro mejor suavizó el dolor del paraíso perdido (Cf. Gén 3,23) y acompañó al género humano en su atribulado camino hasta que, en la plenitud de los tiempos (Gál 4,4), el Salvador del mundo, apareciendo en la tierra, colmó la expectación e inauguró una nueva civilización universal, la civilización cristiana, inmensamente superior a la que el hombre había hasta entonces alcanzado trabajosamente en algunas naciones privilegiadas.

2.- Pero la lucha entre el bien y el mal quedó en el mundo como triste herencia del pecado original. y el antiguo tentador no ha cesado jamás de engañar a la humanidad con falaces promesas. Por esto, en el curso de los siglos, las perturbaciones se han ido sucediendo unas tras otras hasta llegar a la revolución de nuestros días, la cual por todo el mundo es ya o una realidad cruel o una seria amenaza, que supera en amplitud y violencia a todas las persecuciones que anteriormente ha padecido la Iglesia. Pueblos enteros están en peligro de caer de nuevo en una barbarie peor que aquella en que yacía la mayor parte del mundo al aparecer el Redentor.

3.- Este peligro tan amenazador, como habréis comprendido, venerables hermanos, es el comunismo ateo, que pretende derrumbar radicalmente el orden social y socavar los fundamentos mismos de la civilización cristiana.

I. POSICIÓN DE LA IGLESIA FRENTE AL COMUNISMO.

Condenaciones anteriores.

4.- Frente a esta amenaza, la Iglesia católica no podía callar, y no calló. No calló esta Sede Apostólica, que sabe que es misión propia suya la defensa de la verdad, de la justicia y de todos aquellos bienes eternos que el comunismo rechaza y combate. Desde que algunos grupos de intelectuales pretendieron liberar la civilización humana de todo vínculo moral y religioso, nuestros predecesores llamaron abierta y explícitamente la atención del mundo sobre las consecuencias de esta descristianización de la sociedad humana. Y por lo que toca a los errores del comunismo, ya en el año 1846 nuestro venerado predecesor Pío IX, de santa memoria, pronunció una solemne condenación contra ellos, confirmada después en el Syllabus. Dice textualmente en la encíclica "Qui pluribus": «[A esto tiende] la doctrina, totalmente contraria al derecho natural, del llamado comunismo; doctrina que, si se admitiera, llevaría a la radical subversión de los derechos, bienes y propiedades de todos y aun de la misma sociedad humana». Más tarde, un predecesor nuestro, de inmortal memoria, León XIII, en la encíclica "Quod Apostolici numeris", definió el comunismo como «mortal enfermedad que se infiltra por las articulaciones más íntimas de la sociedad humana, poniéndola en peligro de muerte», y con clara visión indicaba que los movimientos ateos entre las masas populares, en plena época del tecnicismo, tenían su origen en aquella filosofía que desde hacía ya varios siglos trataba ele separar la ciencia y la vida de la fe y de la Iglesia.

✠ IMAGEN II.- “Papa Pío IX”.





Documentos del presente pontificado.

5.- También Nos, durante nuestro pontificado, hemos denunciado frecuentemente, y con apremiante insistencia, el crecimiento amenazador de las corrientes ateas. Cuando en 1924 nuestra misión de socorro volvió de la Unión Soviética, Nos condenamos el comunismo en una alocución especial dirigida al mundo entero. En nuestras encíclicas "Miserentissimus Redemptor", "Quadragesimo anno", "Caritate Christi", "Acerba animi", "Dilectissima Nobis". 

✠ IMAGEN III.- “Papa León XIII”.





Nos hemos levantado una solemne protesta contra las persecuciones desencadenadas en Rusia, México y España; y no se ha extinguido todavía el eco universal de las alocuciones que Nos pronunciamos el año pasado con motivo de la inauguración de la Exposición Mundial de la Prensa Católica, de la audiencia a las prófugos españoles y del radiomensaje navideño. Los mismos enemigos más encarnizados de la Iglesia, que desde Moscú dirigen esta hucha contra la civilización cristiana, atestiguan con sus ininterrumpidos ataques de palabra y de obra que el Papado, también en nuestros días, ha continuado tutelando fielmente el santuario de la religión cristiana y ha llamado la atención sobre "el peligro comunista" con más frecuencia y de un modo más persuasivo que cualquier otra autoridad pública terrena.

Necesidad de otro documento solemne.

6.- Pero, a pesar de estas repetidas advertencias paternales, que vosotros, venerables hermanos, con gran satisfacción nuestra, habéis transmitido y comentado con tanta fidelidad a los fieles por medio de frecuentes y recientes pastorales, algunas de ellas colectivas, el peligro está agravándose cada día más por la acción de hábiles agitadores. Por este motivo, nos creemos en el deber de elevar de nuevo nuestra voz con un documento aún más solemne, como es costumbre de esta Sede Apostólica, maestra de verdad, y como lo exige el hecho de que todo el mundo católico desea ya un documento de esta clase. Confiamos que el eco de nuestra voz será bien recibido por todos aquellos que, libres de prejuicios, desean sinceramente el bien de la humanidad. Confianza que se ve robustecida por el hecho de que nuestros avisos están hoy día confirmados por los frutos amargos cuya aparición habíamos previsto y anunciado, y que de hecho van multiplicándose espantosamente en los países dominados ya por el mal y amenazan caer sobre los restantes países del mundo.

7.- Queremos, por tanto, exponer de nuevo en breve síntesis los principios y los métodos de acción del comunismo ateo tal como aparecen principalmente en el bolchevismo, contraponiendo a estos falaces principios y métodos la luminosa doctrina de la Iglesia y exhortando de nuevo a todos al uso de los medios con los que la civilización cristiana, única civitas verdaderamente humana, puede librarse de este satánico azote y desarrollarse mejor para el verdadero bienestar ele la sociedad humana.

II. DOCTRINA Y FRUTOS DEL COMUNISMO.

Doctrina.

Falso ideal.

8.- El comunismo de hoy, de un modo más acentuado que otros movimientos similares del pasado, encierra en sí mismo una idea de aparente redención. Un seudo ideal de justicia, de igualdad y de fraternidad en el trabajo satura toda su doctrina y toda su actividad con un cierto misticismo falso, que a las masas halagadas por falaces promesas comunica un ímpetu y un entusiasmo contagiosos, especialmente en un tiempo como el nuestro, en el que por la defectuosa distribución de los bienes de este mundo se ha producido una miseria general hasta ahora desconocida. Más aún: se hace alarde de este seudo ideal, como si hubiera sido el iniciador de un progreso económico, progreso que, si en algunas regiones es real, se explica por otras causas muy distintas, como son la intensificación de la productividad industrial en países que hasta ahora carecían de ella; el cultivo de ingentes riquezas naturales, sin consideración alguna a los valores humanos, y el uso de métodos inhumanos para realizar grandes trabajos con un salario indigno del hombre.

Materialismo evolucionista de Marx.

9.- La doctrina que el comunismo oculta bajo apariencias a veces tan seductoras se funda hoy sustancialmente sobre los principios, ya proclamados anteriormente por Marx, del materialismo dialéctico y del materialismo histórico, cuya única genuina interpretación pretenden poseer los teóricos del bolchevismo. Esta doctrina enseña que sólo existe una realidad, la materia, con sus fuerzas ciegas, la cual, por evolución, llega a ser planta, animal, hombre. La sociedad humana, por su parte , no es más que una apariencia y una forma de la materia, que evoluciona del modo dicho y que por ineluctable necesidad tiende, en un perpetuo conflicto de fuerzas, hacia la síntesis final: una sociedad sin ciases. En esta doctrina, como es evidente, no queda lugar ninguno para la idea de Dios, no existe diferencia entre el espíritu y la materia ni entre el cuerpo y el alma: no existe una vida del alma posterior a la muerte, ni hay, por consiguiente, esperanza alguna en una vida futura. Insistiendo en el aspecto dialéctico de su materialismo, los comunistas afirman que el conflicto que impulsa al mundo hacia su síntesis final puede ser acelerado por el hombre. Por esto procuran exacerbar las diferencias existentes entre las diversas clases sociales y se esfuerzan para que la lucha de clases, con sus odios y destrucciones, adquiera el aspecto de una cruzada para el progreso de la humanidad. Por consiguiente, todas las fuerzas que resistan a esas conscientes violencias sistemáticas deben ser, sin distinción alguna, aniquiladas como enemigas del género humano.

A qué quedan reducidos el hombre y la familia.

10.- El comunismo, además, despoja al hombre de su libertad, principio normativo de su conducta moral, y suprime en la persona humana toda dignidad y todo freno moral eficaz contra el asalto de los estímulos ciegos. Al ser la persona humana, en el comunismo, una simple ruedecilla del engranaje total, niegan al individuo, para atribuirlos a la colectividad, todos los derechos naturales propios de la personalidad humana. En las relaciones sociales de los hombres afirman el principio de la absoluta igualdad, rechazando toda autoridad jerárquica establecida por Dios, incluso la de los padres; porque, según ellos, todo lo que los hombres llaman autoridad y subordinación deriva exclusivamente de la colectividad como de su primera y única fuente. Los individuos no tienen derecho alguno de propiedad sobre los bienes naturales y sobre los medios de producción, porque. siendo éstos fuente de otros bienes, su posesión conduciría al predominio de un hombre sobre otro. Por esto precisamente, por ser la fuente principal de toda esclavitud económica, debe ser destruida radicalmente, según los comunistas, toda especie de propiedad privada.

11.- Al negar a la vida humana todo carácter sagrado y espiritual, esta doctrina convierte naturalmente el matrimonio y la familia en una institución meramente civil y convencional, nacida de un determinado sistema económico; niega la existencia de un vínculo matrimonial de naturaleza jurídico-moral que esté por encima de la voluntad de los individuos y de la colectividad, y, consiguientemente, niega también su perpetua indisolubilidad. En particular, para el comunismo no existe vínculo alguno que ligue a la mujer con su familia y con su casa. Al proclamar el principio de la total emancipación de la mujer, la separa de la vida doméstica y del cuidado de los hijos para arrastrarla a la vida pública y a la producción colectiva en las mismas condiciones que el hombre, poniendo en manos de la colectividad el cuidado del hogar y de la prole. Niegan, finalmente, a los padres el derecho a la educación de los hijos, porque este derecho es considerado como un derecho exclusivo de la comunidad, y sólo en su nombre y por mandato suyo lo pueden ejercer los padres.

Lo que sería la sociedad.

¿Qué sería, pues, la sociedad humana basada sobre estos fundamentos materialistas? Sería, es cierto, una colectividad, pero sin otra jerarquía unitiva que la derivada del sistema económico. Tendría como única misión la producción de bienes por medio del trabajo colectivo, y como fin el disfrute de los bienes de la tierra en un paraíso en el que cada cual «contribuiría según sus fuerzas y recibiría según sus necesidades».

12.- Hay que advertir, además, que el comunismo reconoce a la colectividad el derecho o más bien un ilimitado poder arbitrario para obligar a los individuos al trabajo colectivo, sin atender a su bienestar particular, aun contra su voluntad e incluso con la violencia. En esta sociedad comunista, tanto la moral como el orden jurídico serían una simple emanación exclusiva del sistema económico contemporáneo, es decir, de origen terreno, mudable y caduco. En una palabra: se pretende introducir una nueva época y una nueva civilización, fruto exclusivo de una evolución ciega: «una humanidad sin Dios».

13.- Cuando todos hayan adquirido, finalmente, las cualidades personales requeridas para llevar a cabo esta clase de humanidad en aquella situación utópica de una sociedad sin diferencia alguna de clases, el Estado político, que ahora se concibe exclusivamente come instrumento de dominación capitalista sobre el proletariado, perderá necesariamente su razón de ser y se «disolverá»; sin embargo, mientras no se logre esta bienaventurada situación, el Estado y el poder estatal son para el comunismo el medio más eficaz y más universal para conseguir su fin.

14.- ¡He aquí, venerables hermanos, el pretendido evangelio nuevo que el comunismo bolchevique y ateo anuncia a la humanidad como mensaje de salud y redención! Un sistema lleno de errores y sofismas, contrario a la razón y a la revelación divina; un sistema subversivo del orden social, porque destruye las bases fundamentales de éste; un sistema desconocedor del verdadera origen, de la verdadera naturaleza y del verdadero fin del Estado; un sistema, finalmente, que niega los derechos, la dignidad y la libertad de la persona humana.

Difusión.

Deslumbradoras promesas.

15.- Pero ¿a qué se debe que un sistema semejante, científicamente superado desde hace mucho tiempo y refutado por la realidad práctica, se difunda tan rápidamente por todas las partes del mundo? La explicación reside en el hecho de que son muy pocos los que han podido penetrar la verdadera naturaleza y los fines reales del comunismo; y son mayoría, en cambio, los que ceden fácilmente a una tentación hábilmente presentada bajo el velo de promesas deslumbradoras. Con el pretexto de querer solamente mejorar la situación de las clases trabajadoras, suprimir los abusos reales producidos por la economía liberal y obtener una más justa distribución de los bienes terrenos (fines, sin duda, totalmente legítimos), y aprovechando principalmente la actual crisis económica mundial, se consigue atraer a la zona de influencia del comunismo aun a aquellos grupos sociales que por principio rechazan todo materialismo y todo terrorismo. Y como todo error contiene siempre una parte de verdad, esta parte de verdad que hemos indicado, expuesta arteramente en condiciones de tiempo y lugar, aptas para disimular, cuando conviene la crudeza repugnante e inhumana de los principios y métodos del comunismo bolchevique, seduce incluso a espíritus no vulgares, que llegan a convertirse en apóstoles de jóvenes inteligentes poco preparados todavía para advertir los errores intrínsecos del comunismo. Los pregoneros del comunismo saben aprovecharse también de los antagonismos de raza, de las divisiones y oposiciones de los diversos sistemas políticos y hasta de la desorientación en el campo de la ciencia sin Dios para infiltrarse en las universidades y corroborar con argumentos seudocientíficos los principios de su doctrina.

El liberalismo ha preparado el camino del comunismo.

16.- Para explicar mejor cómo el comunismo ha conseguido de las masas obreras la aceptación, sin examen, de sus errores, conviene recordar que estas masas obreras estaban ya preparadas para ello por el miserable abandono religioso y moral a que las había reducirlo en la teoría y en la práctica la economía liberal. Con los turnos de trabajo, incluso dominicales, no se dejaba tiempo al obrero para cumplir sus más elementales deberes religiosos en los días festivos; no se tuvo preocupación alguna para construir iglesias junto a las fábricas ni para facilitar la misión del sacerdote; todo lo contrario, se continuaba promoviendo positivamente el laicismo. Se recogen, por tanto, ahora los frutos amargos de errores denunciados tantas veces por nuestras predecesores y por Nos mismo. Por esto, ¿puede resultar extraño que en un mundo tan hondamente descristianizado se desborde el oleaje del error comunista?

Amplia y astuta propaganda.

17.- Existe, además, otra causa de esta tan rápida difusión de las ideas comunistas, infiltradas secretamente en todos los países, grandes y pequeños, cultos e incivilizados, y en los puntos más extremos de la tierra; una propaganda realmente diabólica, cual el mundo tal vez nunca ha conocido; propaganda dirigida desde un solo centro y adaptada hábilmente a las condiciones peculiares de cada pueblo; propaganda que dispone de grandes medios económicos, de numerosas organizaciones, de congresos internacionales, de innumerables fuerzas excelentemente preparadas; propaganda que se hace a través de la prensa, de hojas sueltas, en el cinematógrafo y en el teatro, por la radio, en las escuelas y hasta en las universidades, y que penetra poco a poco en todos los medios sociales, incluso en los más sanos, sin que éstos adviertan el veneno que está intoxicando a diario las mentes y los corazones.

Conspiración del silencio en la prensa.

18.- La tercera causa, causa poderosa, de esta rápida difusión del comunismo es, sin duda alguna, la conspiración del silencio que en esta materia está realizando una gran parte de la prensa mundial no católica. Decimos conspiración porque no se puede explicar de otra manera el hecho de que un periodismo tan ávido de publicar y subrayar aun los más menudos incidentes cotidianos haya podido pasar en silencio durante tanto tiempo los horrores que se cometen en Rusia, en México y también en gran parte de España, y, en cambio, hable relativamente tan poco de una organización mundial tan vasta como es el comunismo moscovita. Este silencio, como tosdos saben, se debe en parte a ciertas razones políticas, poco previsoras, que lo exigen —así se afirma—, y está mandado y apoyado por varias fuerzas ocultas que desde hace mucho tiempo tratan de destruir el orden social y político cristiano.

Efectos dolorosos.

Rusia, México y España.

19.- Mientras tanto, los dolorosos efectos de esta propaganda están a la vista de todos. En las regiones en que el comunismo ha podido consolidarse y dominar —Nos pensamos ahora con singular afecto paterno en los pueblos de Rusia y de México—,se ha esforzado con toda clase de medios por destruir (lo proclama abiertamente) desde sus cimientos la civilización y la religión cristiana y borrar totalmente su recuerdo en el corazón de los hombres, especialmente de la juventud. Obispos y sacerdotes han sido desterrados, condenados a trabajos forzados, fusilados y asesinados de modo inhumano; simples seglares, por haber defendido la religión, han sido considerados como sospechosos, han sido vejados, perseguidos, detenidos y llevados a los tribunales.

Horrores del comunismo en España.

20.- También en las regiones en que, como en nuestra queridísima España, el azote comunista no ha tenido tiempo todavía para hacer sentir todos los efectos de sus teorías, se ha desencadenado, sin embargo, como para desquitarse, con una violencia más furibunda. No se ha limitado a derribar alguna que otra iglesia, algún que otro convento, sino que, cuando le ha sido posible, ha destruido todas las iglesias, todos los conventos e incluso todo vestigio de la religión cristiana, sin reparar en el valor artístico y científico de los monumentos religiosos. El furor comunista no se ha limitado a matar a obispos y millares de sacerdotes, de religiosos y religiosas, buscando de un modo particular a aquellos que precisamente trabajan con mayor celo con los pobres y los obreros, sino que, además, ha matado a un gran número de seglares de toda clase y condición, asesinados aún hoy día en masa, por el mero hecho de ser cristianos o al menos contrarios al ateísmo comunista. Y esta destrucción tan espantosa es realizada con un odio, una barbarie y una ferocidad que jamás se hubieran creído posibles en nuestro siglo. Ningún individuo que tenga buen juicio, ningún hombre de Estado consciente de su responsabilidad pública, puede dejar de temblar si piensa que lo que hoy sucede en España tal vez podrá repetirse mañana en otras naciones civilizadas.

Frutos naturales del sistema.

21.- No se puede afirmar que estas atrocidades sean un fenómeno transitorio que suele acompañar a todas las grandes revoluciones o excesos aislados de exasperación comunes a toda guerra; no, son los frutos naturales de un sistema cuya estructura carece de todo freno interno. El hombre, como individuo y como miembro de la sociedad, necesita un freno. Los mismos pueblos bárbaros tuvieron este freno en la ley natural, grabada por Dios en el alma de cada hombre. Y cuando esta ley natural fue observada por todos con un sagrado respeto, la historia presenció el engrandecimiento de antiguas naciones, engrandecimiento tan esplendoroso que deslumbraría más de lo conveniente a ciertos hombres de estudios que considerasen superficialmente la historia humana. Pero, cuando se arranca del corazón de los hombres la idea misma de Dios, los hombres se ven impulsados necesariamente a la moral feroz de una salvaje barbarie.

Lucha contra todo lo divino.

22.- Y esto es lo que con sumo dolor estamos presenciando: por primera vez en la historia asistimos a una lucha fríamente calculada y cuidadosamente preparada contra todo lo que es divino (cf. 2Tes 2,4). Porque el comunismo es por su misma naturaleza totalmente antirreligioso y considera la religión como el «opio del pueblo», ya que los principios religiosos, que hablan de la vida ultraterrena, desvían al proletariado del esfuerzo por realizar aquel paraíso comunista que debe alcanzarse en la tierra.

El terrorismo.

23.- Pero la ley natural y el Autor de la ley natural no pueden ser conculcados impunemente; el comunismo no ha podido ni podrá lograr su intento ni siquiera en el campo puramente económico. Es cierto que en Rusia ha contribuido no poco a sacudir a los hombres y a las instituciones de una larga y secular inercia y que ha logrado con el uso de toda clase de medios, frecuentemente inmorales, algunos éxitos materiales; pero no es menos cierto, tenemos de ello testimonios cualificados y recientísimos, que de hecho ni siquiera en el campo económico ha logrado los fines que había prometido, sin contar, por supuesto, la esclavitud que el terrorismo ha impuesto a millones de hombres. Hay que repetirlo: también en el campo económico es necesaria una moral, un sentimiento moral de la responsabilidad, los cuales, ciertamente, no tienen cabida en un sistema cerradamente materialista como el comunismo. Para sustituir este sentimiento moral no queda otro sustitutivo que el terrorismo que presenciamos en Rusia, donde los antiguos camaradas de conjuración y de lucha se eliminan mutuamente; terrorismo que, por otra parte, no consigue contener, no ya la corrupción de la moral, pero ni siquiera la disolución del organismo social.

Recuerdo paterno de los pueblos oprimidos en Rusia.

24.- Sin embargo, no queremos en modo alguno condenar globalmente a los pueblos de la Unión Soviética, por los que sentimos el más vivo afecto paterno. Sabemos que no pocos pueblos de Rusia gimen bajo el duro yugo impuesto a la fuerza por hombres, en su mayoría, extraños a los verdaderos intereses del país, y reconocemos que otros muchos han sido engañados con falaces esperanzas. Nos condenamos el sistema, a sus autores y defensores, quienes han considerado a Rusia como el terreno más apto para realizar un sistema elaborado hace mucho tiempo y desde Rusia extenderlo por todo el mundo. 

III. OPUESTA Y LUMINOSA DOCTRINA DE LA IGLESIA.

25.- Expuestos los errores y los métodos violentos y engañosos del comunismo bolchevique y ateo, es hora ya, venerables hermanos, de situar brevemente frente a éste la verdadera noción de la civitas humana, de la sociedad humana; esta noción no es otra, como bien sabéis, que la enseñada por la razón y por la revelación por medio de la Iglesia, Magistra gentium.

Suprema realidad: ¡Dios!

26.- La afirmación fundamental es ésta: por encima de toda otra realidad está el sumo, único y supremo ser, Dios, Creador omnipotente de todas las cosas, juez sapientísimo de todos los hombres. Esta suprema realidad, Dios, es la condenación más absoluta de las insolentes mentiras del comunismo. Porque la verdad es que no porque los hombres crean en Dios, existe Dios, sino que, porque Dios existe, creen en El y elevan a El sus súplicas todos los hombres que no cierran voluntariamente los ojos a la verdad. 

El hombre y la familia según la razón y la fe.

27.- En cuanto a lo que la razón y la fe católica dicen del hombre, Nos hemos expuesto los puntos fundamentales sobre esta materia en la encíclica sobre la educación cristiana. El hombre tiene un alma espiritual e inmortal; es una persona, dotada admirablemente por el Creador con dones de cuerpo y de espíritu; es, en realidad, un verdadero μιχρός χόσμος, como decían los antiguos, un «pequeño mundo» que supera extraordinariamente en valor a todo el inmenso mundo inanimado. Dios es el último fin exclusivo del hombre en la vida presente y en la vida eterna; la gracia santificante, elevando al hombre al grado de hijo de Dios, lo incorpora al reino de Dios en el Cuerpo místico de Cristo. Por consiguiente, Dios ha enriquecido al hombre con múltiples y variadas prerrogativas: el derecho a la vida y a la integridad corporal; el derecho a los medios necesarios para su existencia; el derecho de tender a su último fin por el camino que Dios le ha señalado; el derecho, finalmente, de asociación, de propiedad y del uso de la propiedad.

28.- Además, tanto el matrimonio como su uso natural son de origen divino; de la misma manera, la constitución y las prerrogativas fundamentales de la familia han sido determinadas y fijadas por el Creador mismo, no por la voluntad humana ni por los factores económicos. De estos puntos hemos hablado ampliamente en la encíclica sobre el matrimonio cristiano y en la encíclica, ya antes citada, de la educación cristiana de la juventud.

Lo que es la sociedad.

Derechos y deberes mutuos entre el hombre y la sociedad.

29.- Pero Dios ha ordenado igualmente que el hombre tienda espontáneamente a la sociedad civil, exigida por la propia naturaleza humana. En el plan del Creador, esta sociedad civil es un medio natural del que cada ciudadano puede y debe servirse para alcanzar su fin, ya que el Estado es para el hombre y no el hombre para el Estado. Afirmación que, sin embargo, no debe ser entendida en el sentido del llamado liberalismo individualista, que subordina la sociedad a las utilidades egoístas del individuo, sino sólo en el sentido de que, mediante la ordenada unión orgánica con la sociedad, sea posible para todos, por la mutua colaboración, la realización de la verdadera felicidad terrena, y, además, en el sentido de que en la sociedad hallen su desenvolvimiento todas las cualidades individuales y sociales insertas en la naturaleza humana, las cuales superan el interés particular del momento y reflejan en la sociedad civil la perfección divina; cosa que no puede realizarse en el hombre separado de toda sociedad. Pero también estos fines están, en último análisis, referidos al hombre, para que, reconociendo éste el reflejo de la perfección divina, sepa convertirlo en alabanza y adoración del Creador. Sólo el hombre, la persona humana y no las sociedades, sean las que sean, está dotado de razón y de voluntad moralmente libre.

30.- Ahora bien: de la misma manera que el hombre no puede rechazar los deberes que le vinculan con el Estado y han sido impuestos por Dios, y por esto las autoridades del Estado tienen el derecho de obligar al ciudadano al cumplimiento coactivo de esos deberes cuando se niega ilegítimamente a ello, así también la sociedad no puede despojar al hombre de los derechos personales que le han sido concedidos por el Creador —hemos aludido más arriba a los fundamentales— ni imposibilitar arbitrariamente el uso de esos derechos. Es, por tanto, conforme a la razón y exigencia imperativa de ésta, que, en último término, todas las cosas de la tierra estén subordinadas corno medios a la persona humana, para que por medio del hombre encuentren todas las cosas su referencia esencial al Creador. Al hombre, a la persona humana, se aplica lo que el Apóstol de las Gentes escribe a los corintios sobre el plan divino de la salvación cristiana: Todo es vuestro, y vosotros de Cristo, y Cristo de Dios (1Cor 3,23). Mientras el comunismo empobrece a la persona humana, invirtiendo los términos de la relación entre el hombre y la sociedad, la razón y la revelación, por el contrario, la elevan a una sublime altura.

El orden económico -social.

Ha la sido nuestro predecesor, de feliz memoria, León XIII quien ha dado, por medio de su encíclica social, los principios reguladores de la cuestión obrera y de los problemas económicos y sociales; principios que Nos personalmente, por medio de la encíclica sobre la restauración cristiana del orden social, henos adaptado a las exigencias del tiempo presente. En esta encíclica nuestra, prosiguiendo la trayectoria de la doctrina secular de la Iglesia sobre el carácter individual y social de la propiedad privada, Nos hemos definido claramente el derecho y la dignidad del trabajo, las relaciones de apoyo mutuo y de mutua ayuda que deben existir entre el capital y el trabajo y el salario debido en estricta justicia al obrero para sí y para su familia,

31.- Hemos demostrado, además, en la mencionada encíclica que los medios para salvar al Estado actual de la triste decadencia en que lo ha hundido el liberalismo amoral no consiste en la lucha de clases y en el terrorismo ni en el abuso autocrático del poder del Estado, sino en la configuración y penetración del orden económico y social por los principios de la justicia social y de la caridad cristiana. Hemos advertido también que hay que lograr la verdadera prosperidad de los pueblos por medio de un sano corporativismo que respete la debida jerarquía social; que es igualmente necesaria la unidad armónica y coherente de todas las asociaciones para que puedan tender todas ellas al bien común del Estado, y que, por consiguiente, la misión genuina y peculiar del poder político consiste en promover eficazmente esta armoniosa coordinación de todas las fuerzas sociales.

Jerarquía social y prerrogativas del Estado.

32.- Para lograr precisamente este orden tranquilo por medio de la colaboración de todos, la doctrina católica reivindica para el Estarlo toda la dignidad y toda la autoridad necesarias para defender con vigilante solicitud, como frecuentemente enseñan la Sagrada Escritura y los Santos Padres, todos los derechos divinos y humanos. Y aquí se hace necesaria una advertencia: es errónea la afirmación de que todos los ciudadanos tienen derechos iguales en la sociedad civil y no existe en el Estado jerarquía legítima alguna. Bástenos recordar a este propósito las encíclicas de León XIII antes citadas, especialmente las referentes a la autoridad política y a la constitución cristiana del Estado. En estas encíclicas encuentran los católicos luminosamente expuestos los principios de la razón y de la fe, que los capacitarán para defenderse contra los peligrosos errores de la concepción comunista del Estado. La expoliación de los derechos personales y la consiguiente esclavitud del hombre; la negación del origen trascendente supremo del Estado y del poder político; el criminal abuso del poder público para ponerle al servicio del terrorismo colectivo, son hechos radical y absolutamente contrarios a las exigencias de la ética natural y a la voluntad divina del Creador. El hombre, lo mismo que el Estado, tiene su origen en el Creador, y el hombre y el Estado están por Dios mutuamente ordenados entre sí; por consiguiente, ni el ciudadano ni el Estado pueden negar los deberes correlativos que pesan sobre cada uno de ellos, ni pueden negar o disminuir los derechos del otro. Ha sido el Creador en persona quien ha regulado en sus líneas fundamentales esta mutua relación entre el ciudadano y la sociedad, y es, por tanto, una usurpación totalmente injusta la que se arroga el comunismo al sustituir la ley divina, basada sobre los inmutables principios de la verdad y de la caridad, por un programa político de partido, derivado del mero capricho humano y saturado de odio.

Belleza de esta doctrina de la Iglesia.

33.- La Iglesia católica, al enseñar los capítulos fundamentales de esta luminosa doctrina, no tiene otro fin que el de realizar el feliz anuncio cantado por los ángeles sobre la gruta de Belén al nacer el Redentor: Gloria a Dios... y paz a los hombres (Lc 2,14), y procurar a los hombres, aun en esta vida presente, toda la suma de paz verdadera y auténtica felicidad que son aquí posibles como preparación para la bienaventuranza eterna; pero solamente para los hombres de buena voluntad. Esta doctrina está igualmente alejada de los pésimos efectos de los errores comunistas y de todas las exageraciones y pretensiones de los partidos o sistemas políticos que aceptan esos errores, porque respeta siempre el debido equilibrio entre la verdad y la justicia, lo defiende en la teoría y lo aplica y promueve en la práctica. Cosa que consigue la Iglesia conciliando armónicamente los derechos y los deberes de unos y otros, como, por ejemplo, la autoridad con la libertad, la dignidad del individuo con la dignidad del Estado, la personalidad humana en el súbdito, y, por consiguiente, la obediencia debida al gobernante con la dignidad de quienes son representantes de la autoridad divina; igualmente, el amor ordenado de sí mismo, de la familia y de la patria con el amor de las demás familias y de los demás pueblos, fundado en el amor de Dios, Padre de todos, primer principio y último fin de todas las cosas. Esta doctrina católica no separa la justa preocupación por los bienes temporales de la solicitud activa por los bienes eternos. Si subordina el bien temporal al eterno, según la palabra de su divino Fundador: Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura (Mt 6,33), está, sin embargo, bien lejos de desinteresarse de las cosas humanas y de perjudicar el progreso de la sociedad y sus ventajas temporales; porque, todo lo contrario, esta doctrina sostiene y promueve esta actividad del modo más racional y más eficaz posible. La Iglesia, en efecto, aunque nunca ha presentado como suyo un determinado sistema técnico en el campo de la acción económica y social, por no ser ésta su misión, ha fijado, sin embargo, claramente las principales líneas fundamentales, que si bien son susceptibles de diversas aplicaciones concretas, según las diferentes condiciones de tiempos, lugares y pueblos, indican, sin embargo, el camino seguro para obtener un feliz desarrollo progresivo del Estado.

34.- La gran sabiduría y extraordinaria utilidad de esta doctrina está admitida por todos los que verdaderamente la conocen. Con razón han podido afirmar insignes estadistas que, después de haber estudiado los diversos sistemas económicos, no habían hallado nada más razonable que los principios económicos expuestos en las encíclicas "Rerum novarum" y "Quadragesimo anno". También en las naciones cristianas no católicas, más aún, en naciones no cristianas, se reconoce la extraordinaria utilidad que para la sociedad humana representa la doctrina social de la Iglesia; así, hace ahora apenas un mes, un eminente hombre político no cristiano del Extremo Oriente ha opinado sin vacilación que la Iglesia, con su doctrina de paz y de fraternidad cristiana, aporta una contribución valiosísima al establecimiento y mantenimiento de una paz constructiva entre las naciones. E incluso los mismos comunistas —cosa que sabemos por relaciones fidedignas que afluyen de todas partes a este centro de la cristiandad—, si no están totalmente corrompidos, cuando oyen la exposición de la doctrina social de la Iglesia reconocen la radical superioridad de ésta sobre las doctrinas de sus jerarcas y maestros. Solamente los espíritus cegados por la pasión y por el odio cierran sus ojos a la luz de la verdad y la combaten obstinadamente.

La Iglesia ha obrado conforme a esta doctrina.

35.- Pero los enemigos de la Iglesia, aunque obligados a reconocer la superior sabiduría de la doctrina católica, acusan, sin embargo, a la Iglesia de no haber sabido obrar de acuerdo con sus principios, y por esto afirman que hay que buscar otros caminos. Toda la historia del cristianismo demuestra la falsedad y la injusticia de esta acusación. Porque, limitando nuestra breve exposición a algún hecho histórico característico, ha sido el cristianismo el primero en proclamar, en una forma y con una amplitud y firmeza hasta entonces desconocidas, la verdadera y universal fraternidad de todos los hombres, de cualquier condición y estirpe, contribuyendo así poderosamente a la abolición eficaz de la esclavitud, no con revoluciones sangrientas, sino por la fuerza intrínseca de su doctrina, que a la soberbia patricia romana hacía ver en su esclava una hermana en Cristo.

36.- Ha sido también el cristianismo, este cristianismo que enseña a adorar al Hijo de Dios hecho hombre por amor de los hombres y convertido en hijo del artesano, más aún, hecho artesano El mismo (Mt 13,55; Mc 6,3), el que elevó el trabajo del hombre a su verdadera dignidad; ese trabajo que era entonces tan despreciado, que el mismo M. T. Cicerón, hombre prudente y justo por otra parte, calificó, resumiendo la opinión general de su tiempo, con unas palabras de las que hoy día se avergonzaría cualquier sociólogo: «Todos los trabajadores se ocupan en oficios despreciables, porque en un taller no puede haber nada noble».

37.- Basándose en estos principios, la Iglesia regeneró la sociedad humana; con la eficacia de su influjo surgieron obras admirables de caridad y poderosas corporaciones de artesanos y trabajadores de toda categoría, corporaciones despreciadas como residuo medieval por el liberalismo del siglo pasado, pero que son hoy día la admiración de nuestros contemporáneos, que en muchos países tratan de hacer revivir de algún modo su idea fundamental. Y cuando ciertas corrientes obstaculizaban la obra de la Iglesia y se oponían a la eficacia bienhechora de ésta, la Iglesia no cesó nunca, hasta nuestros días, de avisar a los equivocados. Baste recordar la firme constancia con que nuestro predecesor, de feliz memoria, León XIII reivindicó para las clases trabajadoras el derecho de asociación, que el liberalismo dominante en los Estados más poderosos se empeñaba en negarles. Y este influjo de la doctrina de la Iglesia es también actualmente mayor de lo que algunos piensan, porque el influjo directivo de las ideas sobre los hechos es muy grande, aunque resulte difícil la medida exacta de su valoración.

38.- Se puede afirmar, por tanto, con toda certeza, que la Iglesia, como Cristo, su fundador, pasa a través de los siglos haciendo el bien a todos. No habría ni socialismo ni comunismo si los gobernantes de los pueblos no hubieran despreciado las enseñanzas y las maternales advertencias de la Iglesia; pero los gobiernos prefirieron construir sobre las bases del liberalismo y del laicismo otras estructuras sociales, que, aunque a primera vista parecían presentar un aspecto firme y grandioso, han demostrado bien pronto, sin embargo, su carencia de sólidos fundamentos, por lo que una tras otra han ido derrumbándose miserablemente, como tiene que derrumbarse necesariamente todo lo que no se apoya sobre la única piedra angular, que es Jesucristo.

Necesidad de recurrir a medios de defensa.

39.- Esta es, venerables hermanos, la doctrina de la Iglesia, la única doctrina que, como en todos los demás campos, también en el terreno social puede traer la verdadera luz y ser la salvación frente a la ideología comunista. Pero es absolutamente necesario que esta doctrina se proyecte cada vez más en la vida práctica, conforme al aviso del apóstol Santiago: Poned en práctica la palabra y no os contentéis sólo con oírla, engañándoos a vosotros mismos (St 1,22); por esto, lo más urgente en la actualidad es aplicar con energía los oportunos remedios para oponerse eficazmente a la amenazadora catástrofe que se está preparando, Nos albergamos la firme confianza de que la pasión con que los hijos de las tinieblas trabajan día y noche en su propaganda materialista y atea servirá para estimular santamente a los hijos de la luz a un celo no desemejante, sino mayor, por el honor de la Majestad divina.

40.- ¿Qué es, pues, lo que hay que hacer? ¿De qué remedios es necesario servirse para defender a Cristo y la civilización cristiana contra este pernicioso enemigo? Como un padre con sus hijos en el seno del hogar, Nos queremos conversar con todos vosotros en la intimidad acerca de los deberes que la gran lucha de nuestros días impone a todos los hijos de la Iglesia; avisos que deseamos dirigir también a todos aquellos hijos que han abandonado la casa paterna.

Renovación de la vida cristiana.

Remedio fundamental.

41.- Como en todos los períodos más borrascosos de la historia de la Iglesia, así también hoy el remedio fundamental, base de todos los demás remedios, es una sincera renovación de la vida privada y de la vida pública según los principios del Evangelio en todos aquellos que se glorían de pertenecer al redil de Cristo, para que sean realmente de esta manera la sal de la tierra que preserve a la sociedad humana de la total corrupción moral.

42.- Con ánimo profundamente agradecido al Padre de las luces, de quien desciende todo buen don y toda dádiva perfecta (St 1,17), vemos por todas partes síntomas consoladores de esta renovación espiritual, no sólo en tantas almas singularmente elegidas que en estos últimos años han subido a la alta cumbre de la más sublime santidad, y en tantas otras, cada día más numerosas, que generosamente caminan hacia esta misma luminosa meta, sino también en el reconocimiento de una piedad sentida y vivida prácticamente en todas las clases de la sociedad, incluso en las más cultas, como hemos hecho notar en nuestro reciente «motu proprio» "In multis solaciis", del 28 de octubre pasado, con ocasión de la reorganización de la Academia Pontificia de las Ciencias.

43.- No podemos, sin embargo, negar que queda todavía mucho por hacer en este camino de la renovación espiritual. Porque incluso en los mismos países católicos son demasiados los católicos que lo son casi de solo nombre; demasiados los que, si bien cumplen con mayor o menor fidelidad las prácticas más esenciales de la religión que se glorían de profesar, no se preocupan sin embargo, de conocerla mejor ni de adquirir una convicción más íntima y profunda, y menos aún de hacer que a la apariencia exterior de la religión corresponda el interno esplendor de una conciencia recta y pura, que siente y cumple todos sus deberes bajo la mirada de Dios. Sabemos muy bien el gran aborrecimiento que el divino Salvador siente frente a esta vana y falaz exterioridad, Él que quería que todos adorasen al Padre en espíritu y en verdad (Jn 4,23). Quien no ajusta sinceramente su vida práctica a la fe que profesa, no podrá mantenerse a salvo durante mucho tiempo hoy, cuando sopla tan fuerte el viento de la lucha y de la persecución, sino que se verá arrastrado miserablemente por este nuevo diluvio que amenaza al mundo; y así, mientras prepara su propia ruina, expondrá también al ludibrio el honor del cristianismo.

Despego de los bienes terrenos.

44.- Y aquí queremos, venerable hermanos, insistir específicamente sobre dos enseñanzas del Señor, que responde de modo particular a la actual situación del género humano: el desprendimiento de los bienes terrenos y el precepto de la caridad. Bienaventurados los pobres de espíritu; éstas fueron la primeras palabras pronunciadas por el divino Maestro en su Sermón de h Montaña (Mt 5,3). Esta lección fundamental es más necesaria que nunca en estos tiempos de materialismo, sediento de bienes y placeres terrenales. Todos los cristianos, ricos y pobres, deben tener siempre fija su mirada en el cielo, recordando que no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos la futura (Heb 13,14). Los ricos no deben poner su felicidad en las riquezas de la tierra ni enderezar sus mejores esfuerzos a conseguirlas, sino que, considerándose como simples administradores de las riquezas, que han de dar estrecha cuenta de ellas al supremo dueño, deben usar de ellas cono de preciosos medios que Dios les otorgó para ejercer la virtud, y no dejar de distribuir a los pobres los bienes superfluos, según el precepto evangélico (cf. Lc 11,41). De lo contrario, se cumplirá con ellos y en sus riquezas la severa sentencia del apóstol Santiago: Vosotros, ricos, llorad a gritos sobre las miserias que os amenazan. Vuestra riqueza está podrida; vuestros vestidos, consumidos por la polilla; vuestro oro y vuestra plata, comidos del orín, y el orín será testigo contra vosotros y roerá vuestras carnes como fuego. Habéis atesorado [ira] para los últimos días (St 5, 1-3).

45.- Los pobres, por su parte, en medio de sus esfuerzos, guiados por las leyes de la caridad y de la justicia, para proveerse de lo necesario y para mejorar su condición social, deben también ellos permanecer siempre pobres de espíritu (Mt 5,3), estimando más los bienes espirituales que los goces terrenos. Tengan además siempre presente que nunca se conseguirá hacer desaparecer del mundo las miserias, los dolores y las tribulaciones, a los que están sujetos también los que exteriormente aparecen como más afortunados. La paciencia es, pues, necesaria para todos; esa paciencia que mantiene firme el espíritu, confiado en las divinas promesas de una eterna felicidad. Tened, pues, paciencia, hermanos —os decimos también con el apóstol Santiago—, hasta la venida del Señor. Ved cómo el labrador, con la esperanza de los frutos preciosos de la tierra, aguarda con paciencia las lluvias tempranas y las tardías. Aguardad también vosotros con paciencia, fortaleced vuestros corazones, porque la venida del Señor está cercana (St 5,7-8).Sólo así se cumplirá la consoladora promesa del Señor: Bienaventurados los pobres. Y no es éste un consuelo vano, corno las promesas de los comunistas, sino que son palabras de vida eterna, que encierran la suprema realidad de la vida y que se realizan plenamente aquí en la tierra y después en la eternidad. ¡Cuántos pobres, confiados en estas palabras y en la esperanza del reino de los cielos proclamado ya como propiedad suya en el Evangelio, porque vuestro es el reino de los cielos (Lc 6.20)—, hallan en su pobreza una felicidad que tantos ricos no pueden encontrar en sus riquezas, por estar siempre inquietos y siempre agitados por la codicia de mayores aumentos.

Caridad cristiana.

46.- Más importante aún para remediar el mal de que tratamos es el precepto de la caridad, que tiende por su misma naturaleza a realizar este propósito. Nos nos referimos a esa caridad cristiana, paciente y benigna (1Cor 13,4), que evita toda ostentación y todo aire de envilecedor proteccionismo del prójimo; esa caridad que desde los mismos comienzos del cristianismo ganó para Cristo a los más pobres entre los pobres, los esclavos. Y en este campo damos las mayores gracias a todos aquellos que, consagrados a las obras de beneficencia, tanto en las Conferencias de San Vicente de Paúl como en las grandes y recientes organizaciones de asistencia social, han ejercitado y ejercitan las obras de misericordia corporal y espiritual. Cuanto más experimenten en sí mismos los obreros y los pobres lo que el espíritu de caridad, animado por la virtud de Cristo, hace por ellos, tanto más se despojarán del prejuicio de que la Iglesia ha perdido su eficacia y de que está de parte de quienes explotan el trabajo del obrero.

47.- Pero cuando vemos, por una parte, a una innumerable muchedumbre de necesitados que, por diversas causas, ajenas totalmente a su voluntad, se hallan oprimidos realmente por una extremada miseria, y vemos, por otra, a tantos hombres que, sin moderación alguna, gastan enormes sumas en diversiones y cosas totalmente inútiles, no podemos menos de reconocer, con un inmenso dolor, que no sólo no se respeta como es debido la justicia, sino que, además, no se ha profundizado suficientemente en las exigencias que el precepto de la caridad cristiana impone al cristiano en su vida diaria.

48.- Queremos, por tanto, venerables hermanos, que se exponga sin descanso, de palabra y por escrito, este divino precepto, precioso distintivo dejado por Cristo a sus verdaderos discípulos; este precepto, que nos enseña a ver en los que sufren al mismo Jesús en persona y que nos manda amar a todos los hombres como a nuestros hermanos con el mismo amor con que el divino Salvador nos ha amado; es decir, hasta el sacrificio de nuestros bienes y, si es necesario, aun de la propia vida. Mediten todos con frecuencia aquellas palabras, consoladoras por una parte, pero terribles por otra, de la sentencia final que pronunciará el juez supremo en el día del juicio final: Venid, benditos de mi Padre..., porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber... En verdad os digo que cuantas veces hicisteis eso a uno de estos mis hermanos menores, a mí me lo hicisteis (Mt 25,34-40). Y, por el contrario: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno..., porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber... En verdad os digo que, cuando dejasteis de hacer eso con uno de estos pequeñuelos, conmigo no lo hicisteis (Mt 25, 41-45).

49.- Para asegurar, por tanto, la vida eterna y para socorrer eficazmente a los necesitados, es absolutamente necesario volver a un tenor de vida más modesto; es necesario renunciar a los placeres, muchas veces pecaminosos, que el mundo ofrece hoy día con tanta abundancia; es necesario, finalmente, olvidarse de sí mismo por amor al prójimo. Este precepto nuevo (Jn 13,34), de la caridad cristiana posee una virtud divina para regenerar a los hombres, y su fiel observancia infundirá en los corazones una paz interna desconocida para la vida de sentidos de este mundo y remediará eficazmente los males que afligen hoy a la humanidad.

Deberes de estricta justicia.

50.- Pero la caridad no puede atribuirse este nombre si no respeta las exigencias de la justicia, porque, como enseña el Apóstol, quien ama al prójimo ha cumplido la ley. El mismo Apóstol explica a continuación la razón ele este hecho: pues «no adulterarás, no matarás, no robarás...», y cualquier otro precepto en esta sentencia se resume: «Amarás al prójimo como a ti mismo» (Rom 13,8-9) . Si, pues, según el Apóstol, todos los deberes, incluso los más estrictamente obligatorios, como el no matar y el no robar, se reducen a este único precepto supremo de la verdadera caridad, una caridad que prive al obrero del salario al que tiene estricto derecho no es caridad, sino nombre vano y mero simulacro de caridad. No es justo tampoco que el obrero reciba como limosna lo que se le debe por estricta obligación de justicia; y es totalmente ilícita la pretensión de eludir con pequeñas dádivas de misericordia las grandes obligaciones impuestas por la justicia. La caridad y la justicia imponen sus deberes específicos, los cuales, si bien con frecuencia coinciden en la identidad del objeto, son, sin embargo, distintos por su esencia; y los obreros, por razón de su propia dignidad, exigen enérgicamente, con todo derecho y razón, el reconocimiento por todos estos deberes a que están obligados con respecto a ellos los demás ciudadanos.

51.- Por esta razón, Nos nos dirigimos de un modo muy particular a vosotros, patronos e industriales cristianos, cuya tarea es a menudo tan difícil, porque habéis recibido la herencia de los errores de un régimen económico injusto que ha ejercitado su ruinoso influjo sobre tantas generaciones; tened clara conciencia de vuestra responsabilidad. Es un hecho lamentable, pero cierto: la conducta práctica de ciertos católicos ha contribuido no poco a la pérdida de confianza de los trabajadores en la religión de Jesucristo. No quisieron estos católicos comprender que la caridad cristiana exige el reconocimiento de ciertos derechos debidos al obrero, derechos que la Iglesia ha reconocido y declarado explícitamente como obligatorios. ¿Cómo calificar la conducta de ciertos católicos, que en algunas partes consiguieron impedir la lectura de nuestra encíclica "Quadragesimo anno" en sus iglesias patronales? ¿Cómo juzgar la actitud de ciertos industriales católicos, que se han mostrado hasta hoy enemigos declarados de un movimiento obrero recomendado por Nos mismo? ¿No es acaso lamentable que el derecho de propiedad, reconocido por la Iglesia, haya sido usurpado para defraudar al obrero de su justo salario y de sus derechos sociales?

Justicia social.

52.- Porque es un hecho cierto que, al lado de la justicia conmutativa, hay que afirmar la existencia de la justicia social, que impone deberes específicos a los que ni los patronos ni los obreros pueden sustraerse. Y es precisamente propio de la justicia social exigir de los individuos todo lo que es necesario para el bien común. Ahora bien: así como un organismo viviente no se atiende suficientemente a la totalidad del organismo si no se da a cada parte y a cada miembro lo que éstos necesitan para ejercer sus funciones propias, de la misma manera no se puede atender suficientemente a la constitución equilibrada del organismo social y al bien de toda la sociedad si no se da a cada parte y a cada miembro, es decir, a los hombres, dotados de la dignidad de persona, todos los medios que necesitan para cumplir su función social particular. El cumplimiento, por tanto, de los deberes propios de la justicia social tendrá como efecto una intensa actividad que, nacida en el seno de la vida económica, madurará en la tranquilidad del orden y demostrará la entera salud del Estado, de la misma manera que la salud del cuerpo humano se reconoce externamente en la actividad inalterada y, al mismo tiempo, plena y fructuosa de todo el organismo.

53.- Pero no se cumplirán suficientemente las exigencias de la justicia social si los obreros no tienen asegurado su propio sustento y el de sus familias con un salario proporcionado a esta doble condición; si no se les facilita la ocasión de adquirir un modesto patrimonio que evite así la plaga del actual pauperismo universal; si no se toman, finalmente, precauciones acertadas en su favor, por medio de los seguros públicos o privados, para el tiempo de la vejez, de la enfermedad o del paro forzoso. En esta materia conviene repetir lo que hemos dicho en nuestra encíclica "Quadragesimo anno": «La economía social estará sólidamente constituida y alcanzará sus fines sólo cuando a todos y a cada uno se provea de todos los bienes que las riquezas y subsidios naturales, la técnica y la constitución social de la economía pueden producir. Esos bienes deben ser suficientemente abundantes para satisfacer las necesidades y honestas comodidades y elevar a los hombres a aquella condición de vida más feliz que, administrada prudentemente, no sólo no impide la virtud, sino que la favorece en gran número».

54.- Y si, como sucede cada día con mayor frecuencia, en el régimen de salario los particulares no pueden satisfacer las obligaciones de la justicia, si no es con la exclusiva condición previa de que todos ellos convengan en practicarla conjuntamente mediante instituciones que unan entre sí a los patronos —para evitar entre éstos una concurrencia de precios incompatible con los derechos de los trabajadores—, es deber de los empresarios y patronos en estas situaciones sostener y promover las instituciones necesarias que constituyan el medio normal para poder cumplir los deberes de la justicia. Pero también los trabajadores deben tener siempre presente sus obligaciones de caridad y de justicia para con los patronos, y deben convencerse de que de esta manera pondrán a salvo con mayor eficacia sus propios intereses.

55.- Quien considere, por tanto, la estructura total de la vida económica —como ya advertimos en nuestra encíclica "Quadragesimo anno"— , comprenderá que la conjunta colaboración de la justicia y de la caridad no podrá influir en las relaciones económicas y sociales si no es por medio de un cuerpo de instituciones profesionales e interprofesionales basadas sobre el sólido fundamento de la doctrina cristiana, unidas entre sí y que constituyan, bajo formas diversas adaptadas a las condiciones de tiempo y lugar, lo que antiguamente recibía el nombre de corporaciones.

Estudio y difusión de la doctrina social.

56.- Para dar a esta acción social mayor eficacia es absolutamente necesario promover todo lo posible el estudio de los problemas sociales a la luz de la doctrina de la Iglesia y difundir por todas partes las enseñanzas de esa doctrina bajo la égida de la autoridad constituida por Dios en la misma Iglesia. Porque, si el modo de proceder de algunos católicos ha dejado que desear en el campo económico y social, la causa de este defecto ha sido con frecuencia la insuficiente consideración de las enseñanzas dadas por los Sumos Pontífices en esta materia. Por esto es sumamente necesario que en todas las clases sociales se promueva una más intensa formación en las ciencias sociales, adaptada en su medida personal al diverso grado de cultura intelectual; y es sumamente necesario también que se procure con toda solicitud e industria la difusión más amplia posible de las enseñanzas de la Iglesia aun entre la clase obrera. Que las enseñanzas sociales de la Iglesia católica iluminen con la plenitud de su luz a todos los espíritus y muevan las voluntades de todos a seguirlas y aplicarlas como norma segura de vida que impulse al cumplimiento concienzudo de los múltiples deberes sociales. Así se evitará esa inconsecuencia y esa inconstancia en la vida cristiana que Nos hemos lamentado más de una vez y que hacen que algunos católicos, aparentemente fieles en el cumplimiento de sus estrictos deberes religiosos, luego en el campo del trabajo, de la industria y de la profesión, o en el comercio, o en el ejercicio de sus funciones públicas, por un deplorable desdoblamiento de la conciencia, lleven una vida demasiado contraria a las claras normas de la justicia y de la caridad cristiana, dando así grave escándalo a los espíritus débiles y ofreciendo a los malos un fácil pretexto para desacreditar a la propia Iglesia.

57.- A esta renovación de la moral cristiana puede contribuir extraordinariamente la propagación de la prensa católica. La prensa católica debe, en primar lugar, fomentar el conocimiento más amplio cada día de la doctrina social de la Iglesia de un modo variado y atrayente; debe, en segundo lugar, denunciar con exactitud, pero también con la debida extensión, la actividad de los enemigos y señalar los medios de lucha que han demostrado ser más eficaces por la experiencia repetida en muchas naciones; debe, por último, proponer útiles sugerencias para poner en guardia a los lectores contra los astutos engaños con que los comunistas han intentado y sabido atraerse incluso a hombres de buena fe.

Precaverse contra las insidias que usa el comunismo.

58.- Aunque ya hemos insistido sobre estos puntos en nuestra alocución de 12 de mayo del año pasado, juzgamos, sin embargo, necesario, venerados hermanos, volver a llamar vuestra atención sobre ellos de modo particular. Al principio, el comunismo se manifestó tal cual era en toda su criminal perversidad; pero pronto advirtió que de esta manera alejaba de sí a los pueblos, y por esto ha cambiado de táctica y procura ahora atraerse las muchedumbres con diversos engaños, ocultando sus verdaderos intentos bajo el rótulo de ideas que son en sí mismas buenas y atrayentes.

59.- Por ejemplo, viendo el deseo de paz que tienen todos los hombres, los jefes del comunismo aparentan ser los más celosos defensores y propagandistas del movimiento por la paz mundial; pero, al mismo tiempo, por una parte, excitan a los pueblos a la lucha civil para suprimir las clases sociales, lucha que hace correr ríos de sangre, y, por otra parte, sintiendo que su paz interna carece de garantías sólidas, recurren a un acopio ilimitado de armamentos. De la misma manera, con diversos nombres que carecen de todo significado comunista, fundan asociaciones y publican periódicos cuya única finalidad es la de hacer posible la penetración de sus ideas en medios sociales que de otro modo no les serian fácilmente accesibles; más todavía, procuran infiltrarse insensiblemente hasta en las mismas asociaciones abiertamente católicas o religiosas. En otras partes, los comunistas, sin renunciar en nada a sus principios, invitan a los católicos a colaborar amistosamente con ellos en el campo del humanitarismo y de la caridad, proponiendo a veces, con estos fines, proyectos completamente conformes al espíritu cristiano y a la doctrina de la Iglesia. En otras partes acentúan su hipocresía hasta el punto de hacer creer que el comunismo, en los países de mayor civilización y de fe más profunda, adoptará una forma más mitigada, concediendo a todos los ciudadanos la libertad de cultos y la libertad de conciencia. Hay incluso quienes, apoyándose en algunas ligeras modificaciones introducidas recientemente en la legislación soviética, piensan que el comunismo está a punto de abandonar su programa de lucha abierta contra Dios.

60.- Procurad, venerables hermanos, con sumo cuidado que los fieles no se dejen engañar. El comunismo es intrínsecamente malo, y no se puede admitir que colaboren con el comunismo, en terreno alguno, los que quieren salvar de la ruina la civilización cristiana. Y si algunos, inducidos al error, cooperasen al establecimiento del comunismo en sus propios países, serán los primeros en pagar el castigo de su error; y cuanto más antigua y luminosa es la civilización creada por el cristianismo en las naciones en que el comunismo logre penetrar, tanto mayor será la devastación que en ellas ejercerá el odio del ateísmo comunista.

Oración y penitencia.

61.- Pero si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan sus centinelas (Sal 126,1). Por esto os exhortamos con insistencia, venerables hermanos, para que en vuestras diócesis promováis e intensifiquéis del modo más eficaz posible el espíritu de oración y el espíritu de mortificación.

62.-Cuando los apóstoles preguntaron al Salvador por qué no habían podido librar del espíritu maligno a un endemoniado, les respondió el Señor: Esta especie [de demonios], no puede ser lanzada sino por la oración el ayuno (Mt 17,20). Tampoco podrá ser vencido el mal que hoy atormenta a la humanidad si no se acude a una santa e insistente cruzada universal de oración y penitencia; por esto recomendamos singularmente a las Ordenes contemplativas, masculinas y femeninas, que redoblen sus súplicas y sus sacrificios para lograr del cielo una poderosa ayuda a la Iglesia en sus luchas presentes, poniendo para ello como intercesora a la inmaculada Madre de Dios, la cual, así como un día aplastó la cabeza de la antigua serpiente, así también es hoy la defensa segura y el invencible "Auxilium Christianorum". 

V. MINISTROS Y AUXILIARES DE ESTA OBRA SOCIAL DE LA IGLESIA.

Los sacerdotes.

63.- Tanto para la obra mundial de salvación, que hemos descrito hasta aquí, como para la aplicación de los remedios, que hemos indicado brevemente, Jesucristo ha elegido y señalado a sus sacerdotes como los primeros ministros y realizadores. A los sacerdotes les ha sido confiada, por especial voluntad divina, la misión de mantener encendida y esplendorosa en el mundo, bajo la guía de los sagrados pastores y en unión de filial obediencia con el Vicario de Cristo en la tierra, la lumbrera de la fe y de infundir en los fieles aquella confianza sobrenatural con que la Iglesia, en nombre de Cristo, ha combatido y vencido en tantas batallas a lo largo de su historia: Esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe (1Jn 5,4).

64.- En esta materia recordarnos de modo particular a los sacerdotes la exhortación, tantas veces repetida por nuestro predecesor, de feliz memoria, León XIII de ir al obrero; exhortación que Nos hacemos nuestra complementándola con esta aclaración: «Id especialmente al obrero pobre; más todavía, id en general a los necesitados», como mandan las enseñanzas de Jesús y de su Iglesia. Los necesitados son, en efecto, los que están más expuestos a las maniobras de los agitadores, que explotan la mísera situación de los necesitados para encender en el alma de éstos la envidia contra los ricos y excitarlos a tomar por la fuerza lo que, según ellos, la fortuna les ha negado injustamente. Pero, si el sacerdote no va al obrero y al necesitado para prevenirlo o para desengañarlo de todo prejuicio y de toda teoría falsa, ese obrero y ese necesitado llegarán a ser fácil presa de los apóstoles del comunismo.

65.- No podemos negar que se ha hecho ya mucho en este campo, especialmente después de las encíclicas "Rerum novarum" y "Quadragesimo anno"; y saludamos con paterno agrado el industrioso celo pastoral de tantos obispos y sacerdotes que, con el uso prudente de las debidas cautelas, proyectan y experimentan nuevos métodos de apostolado más adecuados a las exigencias modernas. Sin embargo, todo lo hecho en este campo es aún demasiado poco para las presentes necesidades. Así como, cuando la patria se halla en peligro, todo lo que no es estrictamente necesario o no está directamente ordenado a la urgente necesidad de la defensa común pasa a segunda línea, así también, en nuestro caso, toda otra obra, por muy hermosa y buena que sea, debe ceder necesariamente el puesto a la vital necesidad de salvar las bases mismas de la fe y de la civilización cristianas. Por esta razón, los sacerdotes, en sus parroquias, conságrense naturalmente, en primer lugar, al ordinario cuidado y gobierno de los fieles, pero después deben necesariamente reservar la mejor y la mayor parte de sus fuerzas y de su actividad para recuperar para Cristo y para la Iglesia las masas trabajadoras y para lograr que queden de nuevo saturadas del espíritu cristiano las asociaciones y los pueblos que han abandonado a la Iglesia. Si los sacerdotes realizan esta labor, hallarán, como fruto de su trabajo, una cosecha superior a toda esperanza, que será para ellos la recompensa del duro trabajo de la primera roturación. Es éste un hecho que hemos visto comprobado en Roma y en otras grandes ciudades, donde en las nuevas iglesias que van surgiendo en los barrios periféricos se van reuniendo celosas comunidades parroquiales y se operan verdaderos milagros de conversión en poblaciones que antes eran hostiles a la religión por el solo hecho de no conocerla.

66.- Pero el medio más eficaz de apostolado entre las muchedumbres de los necesitados y de los humildes es el ejemplo del sacerdote que está adornado de todas las virtudes sacerdotales, que hemos descrito en nuestra encíclica "Ad catholici sacerdoti"; pero en la materia presente es necesario de modo muy especial que el sacerdote sea un vivo ejemplo eminente de humildad, pobreza y desinterés que lo conviertan a los ojos de los fieles en copia exacta de aquel divino Maestro que pudo afirmar de sí con absoluta certeza: Las raposas tienen cuevas, y las aves del cielo, nidos; pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar su cabeza (Mt 8,20). Una experiencia diaria enseña que el sacerdote pobre y totalmente desinteresado, como enseña el Evangelio, realiza una maravillosa obra benéfica en medio del pueblo; un San Vicente de Paúl, un Cura de Ars, un Cottolengo, un Don Bosco y tantos otros son otras tantas pruebas de esta realidad; en cambio, el sacerdote avaro, egoísta e interesado, como hemos recordado ya en la citada encíclica, aunque no caiga, como Judas, en el abismo de la traición, será por lo menos un vano bronce que resuena y un inútil címbalo que retiñe (1Cor 13,1), y con demasiada frecuencia un estorbo, más que un instrumento positivo de la gracia, entre los fieles. Y si el sacerdote, lo mismo el secular que el regular, tiene que administrar bienes temporales por razón de su oficio, recuerde que no sólo debe observar escrupulosamente todas las obligaciones de la caridad y de la justicia, sino que, además, debe mostrarse de manera especial como verdadero padre de los pobres.

La Acción Católica.

67.- Después del clero dirigimos nuestra paterna invitación a nuestros queridísimos hijos seglares que militan en las filas de la Acción Católica, para Nos tan querida, y que, como en otra ocasión hemos declarado, constituye «una ayuda particularmente providencial» para la obra de la Iglesia en las difíciles circunstancias del momento presente. En realidad, la Acción Católica realiza un auténtico apostolado social, porque su finalidad última es la difusión del reino de Jesucristo no sólo en los individuos, sino también en las familias y en la sociedad civil. Por consiguiente, su obligación fundamental es atender a la más exquisita formación espiritual de sus miembros y a la acertada preparación de éstos para combatir en las santas batallas de Dios. A esta labor formativa, hoy día más urgente y necesaria que nunca, y que debe preceder siempre como requisito fundamental de toda acción directa y efectiva, contribuirán extraordinariamente los círculos de estudio, las semanas sociales, los cursos orgánicos de conferencias y, finalmente, todas aquellas iniciativas dirigidas a solucionar con sentido cristiano, en el terreno práctico, los problemas económicos.

68.- Estos soldados de la Acción Católica, así preparados, serán los primeros e inmediatos apóstoles de sus compañeros de trabajo y los valiosos auxiliares del sacerdote para extender por todas partes la luz de la verdad y para aliviar las innumerables y graves miserias materiales y espirituales en innumerables zonas sociales refractarias hoy día muchas veces a la acción del ministro de Dios por inveterados prejuicios contra el clero o por una lamentable apatía religiosa. De esta manera, los hombres de la Acción Católica, bajo la dirección de sacerdotes experimentados, realizarán una enérgica y valiosa colaboración en la labor de asistencia religiosa a las clases trabajadoras, labor que nos es tan querida, porque consideramos esta asistencia religiosa como el medio más idóneo para defender a los obreros, nuestros queridos hijos, de las insidias comunistas.

69.- Además de este apostolado individual, muchas veces oculto, pero utilísimo y eficaz, es también misión propia de la Acción Católica difundir ampliamente, por medio de la propaganda oral y escrita, los principios fundamentales, expuestos en los documentos públicos de los Sumos Pontífices, para la administración de la cosa pública según la concepción cristiana.

Organizaciones auxiliares.

70.- En torno a la Acción Católica se alinean, como fuerzas combatientes, algunas organizaciones que Nos hemos calificado en otra ocasión como auxiliares de aquélla. Con paterno afecto exhortamos también a estas organizaciones a participar en la gran misión de que tratamos, y que actualmente presenta una trascendencia no superada por cualquier otra necesidad.

Organizaciones de clase.

71.- Nos pensamos también en las organizaciones integradas por hombres y mujeres de la misma clase social: asociaciones de obreros, de agricultores, de ingenieros, de médicos, de patronos, de hombres de estudio, y otras semejantes, compuestas todas ellas por personas que, teniendo un idéntico grado de cultura, se han unido, impulsadas por la misma naturaleza, en agrupaciones sociales acomodadas a su situación. Juzgamos que estas organizaciones tienen un papel muy importante que realizar, tanto en la labor de introducir en el Estado aquel orden equilibrado que tuvimos presente en nuestra encíclica "Quadragesimo anno" como en la difusión y en el reconocimiento de la realeza de Cristo en todos los campos de la cultura y del trabajo.

72.- Y si, por las transformaciones que han experimentado la situación económica y la vida social, el Estado ha juzgado como misión suya la regulación y el equilibrio de estas asociaciones por medio de una específica acción legislativa, respetando, como es justo, la libertad y la iniciativa privadas, sin embargo, los hombres de la Acción Católica, aunque deben tener siempre en cuenta las realidades de la situación presente, deben también prestar su prudente contribución intelectual a la cuestión, solucionando los nuevos problemas según las normas de la doctrina católica, y consagrar su actividad participando recta y voluntariamente en las nuevas formas e instituciones con la intención de hacer penetrar en éstas el espíritu cristiano, que es siempre principio de orden en el aspecto político y de mutua y fraterna colaboración en el aspecto social.

Llamamiento a los obreros católicos.

73.- Una palabra especialmente paterna queremos dirigir aquí a nuestros queridos obreros católicos, jóvenes o adultos, los cuales, como premio de su heroica fidelidad en estos tiempos tan difíciles, han recibido una noble y ardua misión. Bajo la dirección de sus obispos y de sus sacerdotes, deben trabajar para traer de nuevo a la Iglesia y a Dios inmensas multitudes de trabajadores que, exacerbados por una injusta incomprensión o por el olvido de la dignidad a que tenían derecho, se han alejado, desgraciadamente, de Dios. Demuestren los obreros católicos, con su ejemplo y con sus palabras, a estos hermanos de trabajo extraviados que la Iglesia es una tierna madre para todos aquellos que trabajan o sufren y que jamás ha faltado ni faltará a su sagrado deber materno de defender a sus hijos. Y como esta misión que el obrero católico debe cumplir en las minas, en las fábricas, en los talleres y en todos los centros de trabajo, exige a veces grandes sacrificios, recuerden los obreros católicos que el Salvador del mundo ha dado no sólo ejemplo de trabajo, sino también ejemplo de sacrificio.

Necesidad de concordia entre los católicos.

74.- A todos nuestros hijos de toda clase social, de toda nación, de toda asociación religiosa o seglar en la Iglesia, queremos dirigir un nuevo y más apremiante llamamiento a la concordia. Porque más de una vez nuestro corazón de Padre se ha visto afligido por las divisiones internas entre los católicos, divisiones que, si bien nacen de fútiles causas, son, sin embargo, siempre trágicas en sus consecuencias, pues enfrentan mutuamente a los hijos de una misma madre, la Iglesia. Esta es la causa de que los agentes de la revolución, que no son tan numerosos, aprovechando la ocasión que se les ofrece, agudicen más todavía las discordias y acaben por conseguir su mayor deseo, que es la lucha intestina entre los mismos católicos. Después de los sucesos de estos últimos tiempos, debería parecer superflua nuestra advertencia. Sin embargo, la repetimos de nuevo para aquellos que o no la han comprendido o no la han querido comprender. Los que procuran exacerbar las disensiones internas entre los católicos incurren en una gravísima responsabilidad ante Dios y ante la Iglesia.

Llamamiento a todos los que creen en Dios.

75.- Pero en esta lucha entablada por el poder de las tinieblas contra la idea misma de la Divinidad, esperamos confiadamente que colaborarán, además de todos los que se glorían del nombre cristiano, todos los que creen en Dios y adoran a Dios, los cuales son todavía la inmensa mayoría de los hombres.

76.- Renovamos, por tanto, el llamamiento que hace ya cinco años hicimos en nuestra encíclica "Caritate Christi", para que también todos los creyentes colaboren leal y cordialmente para alejar de la humanidad el gravísimo peligro que amenaza a todos.

77.- Porque —como entonces decíamos— , «siendo la fe en Dios el fundamento previo de todo orden político y la base insustituible de toda autoridad humana, todos los que no quieren la destrucción del orden ni la supresión de la ley deben trabajar enérgicamente para que los enemigos de la religión no alcancen el fin tan abiertamente proclamado por ellos».

Deberes del Estado cristiano.

Ayudar a la Iglesia.

78.- Hemos expuesto hasta ahora, venerables hermanos, la misión positiva, de orden doctrinal y práctico a la vez, que la Iglesia ha recibido como propia en virtud del mandato a ella confiado por Cristo, su autor y apoyo, de cristianizar la sociedad humana, y, en nuestros tiempos, de combatir y desbaratar los esfuerzos del comunismo, y hemos dirigido, en virtud de esta misión, un llamamiento a todas y a cada una de las clases sociales.

79.- Pero con esta misión de la Iglesia es necesario que colabore positivamente el Estado cristiano, prestando a la Iglesia su auxilio en este campo, auxilio que, si bien consiste en los medios externos que son propios del Estado, repercute necesariamente y en primer lugar sobre el bien de las almas.

80.- Por esta razón, los gobiernos deben poner sumo cuidado en impedir que la criminal propaganda atea, destructora nata de todos los fundamentos del orden social, penetre en sus pueblos; porque no puede haber autoridad alguna estable sobre la tierra si se niega la autoridad de Dios, ni puede tener firmeza un juramento si se suprime el nombre de Dios vivo. Repetimos a este propósito lo que tantas veces y con tanta insistencia hemos dicho, especialmente en nuestra encíclica "Caritate Christi": «¿Cómo puede tener vigor un contrato cualquiera y qué vigencia puede tener un tratado si falta toda garantía de conciencia, si falta la fe en Dios, si falta el temor de Dios? Quitado este cimiento, se derrumba toda la ley moral y no hay remedio que pueda impedir la gradual pero inevitable ruina de los pueblos, de la familia, del Estado y de la misma civilización humana».

Disposiciones exigidas por el bien común.

81.- Además, los gobiernos deben consagrar su principal preocupación a la creación de aquellos medios materiales de vida necesarios para el ciudadano, sin los cuales todo Estado, por muy perfecta que sea su constitución, se derrumbará necesariamente, y a procurar trabajo especialmente a los padres de familia y a la juventud. Para lograr estos fines, induzcan los gobiernos a las clases ricas a aceptar por razón de bien común aquellas cargas sin cuya aceptación no puede conservarse el Estado ni pueden vivir seguros los mismos ricos. Pero las disposiciones que los gobiernos adopten con este fin deben ser tales que pesen efectivamente sobre los ciudadanos que tienen en sus manos los grandes capitales y los aumentan cada día con grave daño de las demás clases sociales.

Prudente y sobria administración.

82.- Pero la administración pública del propio Estado, de la cual es responsable el gobernante ante Dios y ante la sociedad, debe necesariamente desenvolverse con una prudencia y una sobriedad tan grandes, que sirva de ejemplo para todos los ciudadanos. Hoy más que nunca, la gravísima crisis económica que azota al mundo entero exige que los que disfrutan de inmensas fortunas, fruto del trabajo y del sudor de tantos ciudadanos, pretendan exclusivamente el bien común y procuren aumentar lo más posible este bien común. También los altos cargos políticos del Estado y todos los funcionarios públicos de la administración deben cumplir sus deberes por obligación de conciencia con fidelidad y desinterés, siguiendo los luminosos ejemplos antiguos y recientes de tantos hombres insignes que con un trabajo infatigable sacrificaron toda su vida por el bien de la patria. Y en las relaciones mutuas de los pueblos entre sí deben suprimirse lo más pronto posible todos esos impedimentos artificiales de la vida económica que brotan principalmente de un sentimiento de desconfianza y de odio, pues todos los pueblos de la tierra forman una única familia nacida de Dios.

Libertad de la Iglesia.

83.- Pero, al mismo tiempo, el Estado debe dejar a la Iglesia en plena libertad para que ésta realice su divina misión sobre las almas, si quiere colaborar de esta manera en la salvación de los pueblos de la terrible tormenta de la hora presente. En todas partes se hace hoy día un angustioso llamamiento a las fuerzas morales del espíritu, y con razón, porque el mal que hay que combatir es, considerado en su raíz más profunda, un mal de naturaleza espiritual, y de esta corrompida fuente ideológica es de donde brotan con una lógica diabólica todas las monstruosidades del comunismo. Ahora bien: entre las fuerzas morales y religiosas sobresale incontestablemente la Iglesia católica, y por esto el bien mismo de la humanidad exige que no se pongan impedimentos a su actividad. Proceder de distinta manera y querer obtener el fin espiritual indicado con medios puramente económicos o políticos equivale a incurrir necesariamente en un error sumamente peligroso. Porque, cuando se excluye la religión de los centros de enseñanza, de la educación de la juventud, de la moral de la vida pública, y se permite el escarnio de los representantes del cristianismo y de los sagrados ritos de éste, ¿no se fomenta, acaso, el materialismo, del que nacen los principios y las instituciones propias del comunismo? Ni la fuerza humana mejor organizada ni los más altos y nobles ideales terrenos pueden dominar los movimientos desordenados de este carácter, que hunden sus raíces precisamente en la excesiva codicia de los bienes de esta vida.

84.- Nos confiamos en que los que actualmente dirigen el destino de las naciones, por poco que adviertan el peligro extremo que amenaza hoy a los pueblos, comprenderán cada vez mejor la grave obligación que sobre ellos pesa de no impedir a la Iglesia el cumplimiento de su misión; obligación robustecida por el hecho de que la Iglesia, al procurar a los hombres la consecución de la felicidad eterna, trabaja también inseparablemente por la verdadera felicidad temporal de los hombres.

Paterno llamamiento a los extraviados.

85.- Pero Nos no podemos terminar esta encíclica sin dirigir una palabra a aquellos hijos nuestros que están ya contagiados, o por lo menos amenazados de contagio, por la epidemia del comunismo. Les exhortamos vivamente a que oigan la voz del Padre, que los ama, y rogamos al Señor que los ilumine para que abandonen el resbaladizo camino que los lleva a una inmensa y catastrófica ruina, y reconozcan también ellos que el único Salvador es Jesucristo Nuestro Señor, pues ningún otro nombre nos ha sido dado bajo el cielo, entre los hombres, por el cual podamos ser salvos (Hech 4,12).

CONCLUSIÓN:

San José, modelo y patrono.

86.- Finalmente, para acelerar la paz de Cristo en el reino de Cristo, por todos tan deseada, ponemos la actividad de la Iglesia católica contra el comunismo ateo bajo la égida del poderoso Patrono de la Iglesia, San José.

87.- San ,José perteneció a la clase obrera y experimentó personalmente el peso de la pobreza en sí mismo y en la Sagrada Familia, de la que era padre solícito y abnegado; a San José fue confiado el Infante divino cuando Herodes envió a sus sicarios para matarlo. Cumpliendo con toda fidelidad los deberes diarios de su profesión, ha dejado un ejemplo de vida a todos los que tienen que ganarse el pan con el trabajo de sus manos, y, después de merecer el calificativo de justo (2Pe 3,13; cf. Is 65,17; Ap 2,1), ha quedado como ejemplo viviente de la justicia cristiana, que debe regular la vida social de los hombres.

88.- Nos, levantando la mirada, vigorizada por la virtud de la fe, creemos ya ver los nuevos cielos y la nueva tierra de que habla nuestro primer antecesor, San Pedro. Y mientras las promesas de los falsos profetas de un paraíso terrestre se disipan entre crímenes sangrientos y dolorosos, resuena desde el cielo con alegría profunda la gran profecía apocalíptica del Redentor del mundo: He aquí que hago nuevas todas las cosas (Ap 21,5).

No nos queda otra cosa, venerables hermanos, que elevar nuestras manos paternas y hacer descender sobre vosotros, sobre vuestro clero y pueblo, sobre la gran familia católica, la bendición apostólica.

Dado en Roma, junto a San Pedro, m la fiesta de San José, Patrono de la Iglesia universal, el día 19 de marzo de 1937, año decimosexto de nuestro pontificado.

PÍO PP XI

FUENTES:

Vatican news.

Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠




Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.


✠  Estudios y Análisis Históricos. 

✠  Efemérides, personajes, lugares y hechos históricos.

 

✠  “ALFONSO VIII DE CASTILLA Y LA INCORPORACIÓN DE NAVARRA”.

 

El rey de Castilla Alfonso VIII, con independencia de su activa participación en la batalla de las Navas de Tolosa, tuvo especial importancia en la conformación de los reinos hispanos. En el siglo XII España estaba dividida en varios reinos. En la parte norte estaban los reinos cristianos, y en la mitad sur mandaban los musulmanes, en aquel momento los almohades del califa de Marraquech, en el norte de África. En el norte de la península, además del reino de Portugal, estaba el reino de León con su posesión de Galicia y de Asturias. También el reino de Aragón con su dominio sobre su condado de Cataluña. Entre ellos estaba el reino de Navarra, que comprendía las provincias de la actual Navarra y las provincias vascas. En algún momento también comprendía parte de Aquitania, la que llamamos Iparralde o País Vasco francés.

 

Alfonso VIII nació en Soria el año 1155. Era hijo del rey de Castilla Sancho III y de Blanca Garcés de Pamplona. Su padre murió en agosto de 1158 y, al haber fallecido su madre en 1156, Alfonso se quedó huérfano con tres años. Tuvo varios ayos y educadores que le iniciaron en los principios morales, religiosos y militares de aquellos tiempos.

✠ IMAGEN I.- “Alfonso VIII  de Castilla en la batalla de las Navas de Tolosa”.





Con 14 años fue coronado rey de Castilla, para contraer matrimonio en 1179 con Leonor de Plantagenet de 10 años, hija del rey de Inglaterra y de la reina de Aquitania. De dicho matrimonio nacieron diez descendientes, de los cuales se tiene constancias documental, aunque, posiblemente, hubiese más hijos, entre ellos el sucesor, Enrique I de Castilla, nacido en abril de 1204. 

✠ IMAGEN II.- “Leonor de Plantagenet”.





Subió al trono Alfonso y se ocupó en recuperar los dominios que habían usurpado sus educadores de la casa de Castro y de la casa de Lara. Pronto entró en guerra contra los musulmanes. Perdió algunos castillos y tierras tras la batalla de Alarcos, recuperando los territorios de la meseta en la batalla de las Navas de Tolosa. Entró en varias operaciones en Andalucía y también en el Mediterráneo. Para contar con sus conquistas obtenía normalmente del apoyo de la Santa Sede. Así como los musulmanes proclamaban la yihad o guerra santa, Roma también proclamaba la Cruzada y otorgaba indulgencia plenaria a los contendientes cristianos.

Igualmente, Alfonso VIII atacaba al reino de Navarra. Pretendía atravesar dicho reino para conectar con la Aquitania francesa a la que aspiraba su esposa Leonor. Todos los años por primavera mandaba una expedición contra el sur de Guipúzcoa. Pasada la sierra de Aizkorri llegaba los expedicionarios cerca del pueblo de Segura. Allí, en un alto del monte se domina el rio Oria y el camino de entrada a dicho pueblo. Había una torre de piedra que vigilaba la entrada en Segura. En cuanto llegaban los castellanos, desde la torre avisaban con la txalaparta y el cuerno para que subieran a la torre los ballesteros bien armados. Desde lo alto recibían a los expedicionarios y les solían hacer abandonar sus pretensiones. Si algunos conseguían pasar adelante enseguida se encontraban con la torre pétrea de Cerain. Allí también se vigilaba la entrada al pueblo y se terminaba de convencer a los castellanos para volver a sus tierras. En otra ocasión los castellanos entraron por el valle del Urola y llegaron casi hasta el mar. En el alto de Garate les esperaban los de Guetaria detrás de una gran torre de piedra para impedirles el paso al puerto pesquero.

Pero llegó el año 1200 y Alfonso VIII de Castilla, al que apodaban “el Noble”, decidió atacar a Navarra como hacia siempre. Esta vez enviaría un gran ejército y con él mismo al frente. Entró en el País vasco y sitió a Vitoria. Entonces llegó la noticia de que el rey de Navarra para defenderse de Castilla había viajado a África para obtener ayuda militar y personal de los Musulmanes. Alfonso VIII decidió abandonar el asedio de Vitoria y reunió a doce caballeros del mismo número que los doce apóstoles y se puso a dar un paseo por Guipúzcoa con todos sus miembros a caballo. Al cabo de un tiempo se acercaron los vascos y guipuzcoanos para dialogar. Naturalmente se daban cuenta que detrás de Alfonso el noble y de sus acompañantes estaba todo el reinado de Castilla.

En el país vasco se vivían tiempos de tensión y de enfrentamiento entre los Parientes mayores, oñacinos y gamboinos. Las crónicas de la época relataban cómo en Álava un señor de una localidad había sufrido el ataque de los guipuzcoanos. Le mataron y le tomaron su braguero y lo llevaron a vender en la feria de Vitoria. Pero el hijo pequeño del asesinado se fue con su aña a Navarra. Allí estuvo hasta que fue mayor y entonces formó una expedición para vengar a su padre en Álava.  Allí pasó a cuchillo al jefe de los oñacinos y luego le cortó la cabeza y la mandó a vender. Mientras tanto,  los nobles se hallaban en desacuerdo con la decisión del rey de Navarra de ir a pedir ayuda a los musulmanes.

Así, se encontraron los asediantes y los asediados y pactaron oralmente un acuerdo por el que los guipuzcoanos y alaveses   se incorporarían a Castilla, siempre que Castilla les respetase sus fueros y sus costumbres. Con tal acuerdo, Alfonso el noble se volvió a Burgos con el pensamiento de haber triunfado y de haber realizado una buena misión.

Este pacto verbal fue cumplido durante muchos años. Incluso un par de veces las Juntas Generales de Guipúzcoa declararon la guerra a Inglaterra y el rey castellano confirmó la resolución de la Junta. Luego vino el Imperio de Carlos I y de Felipe II, creándose un Consejo de Navarra que actuaba de consejero del Emperador.  Más tarde las doctrinas liberales de la Revolución francesa proclamaban la igualdad de todos los ciudadanos y territorios del Estado. Y los fueros vascos se fueron arrinconando hasta el momento actual de la Constitución de 1978 y del Estado de las Autonomías. 

FUENTES:

Alfonso Mujica Brunet.

España en la historia.

Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠ ✠ ✠nnDnn✠ ✠ ✠



Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠  Estudios y Análisis Históricos. 

✠  Efemérides, personajes, lugares y hechos históricos.

✠  “LA BIBLIA DE OÑA (943), DE FLORENCIO DE VALERÁNICA”.


La Biblia de Oña fue compuesta por orden del abad Silvano en el scriptorium de San Pedro de Valeránica (Tordómar, Burgos) finalizándose el 10 de junio del 943, siendo Ramiro II rey de León y Fernán González conde de Castilla. Su autor fue el insigne Florencio de Valeránica.

✠ IMAGEN I.- “Folios. I v y II r de la Biblia de Oña”.




 

Aunque fue una Biblia completa, desgraciadamente hoy en día solo se conservan 13 folios de esta obra. Once folios y un fragmento del duodécimo se conservan en el Noviciado “Maestro Ávila” de la Hermandad de Operarios Diocesanos de Salamanca y contienen Luc. 22, v. 67b-24, v. 53, prólogos y elementos extrabíblicos del IVº Evangelio, Evangelio de San Juan, prólogo de S. Peregrino a las Epístolas de San Pablo incompleto y fragmentos de los cánones de Prisciliano; otro folio suelto se conserva en el monasterio de Santo Domingo de Silos y contiene Luc. 19, v 22-21, v. 15.

✠ IMAGEN II.- “Folio conservado en Silos de la Biblia de Oña (S. Lucas, cap. XIX v. 22-cap. XX v. 17)”. 





Referencias antiguas a la Biblia de Oña.

Se tenía conocimientos de la existencia de dos Biblias antiguas en Oña pues el códice del Escorial R. 11-7 del siglo XII o del XIII procedente del archivo de Oña, en los fols. 113, 146 v. y 147 r., trae una lista de códices y libros del archivo de dicho monasterio y en primer lugar menciona «Dos Bibliotecas», es decir, dos Biblias.

Se le llama Biblia de Oña porque allí se encontraba cuando fue mencionada en el siglo XVI por el cronista Ambrosio de Morales, quien transcribió su colofón, hoy perdido:

"No habiendo cosa notable que se pueda contar por estos años, solo puedo ir continuándolos por las memmorias que dellos se hallan. Como dixe atrás, que habiendo sido fundado el Monesterio de Oña algunos años adelante destos, tiene escrituras mucho mas antiguas; así también tiene libros escritos de hartos años ántes de su fundación como es una Biblia de muy grande pargamino y letra Gótica, que se acabó de escrebir á los diez días de Junio año novecientos y quarenta y tres. Así lo dexó por memoria al cabo del libro el que lo escribió, y prosigue: teniendo la sublime cumbre del Reyno de Oviedo y de León el glorioso y Serenísimo Príncipe Don Ramiro , y siendo su Cónsul el insigne Conde Fernán González, que tenia el Condado de Castilla. Que estas son las palabras del escritor trasladadas fielmente del latín sin nombrarse él, ni nombrar el lugar donde, ni para quien escribió , como en los otros libros destos tiempos comunmente se halla".

(Coronica General de España que continuaba Ambrosio de Morales coronista del rey nuestro señor don Felipe II. Tomo VIII, Libro XVI, Córdoba, 1586, (Edición Madrid, 1791), pág. 226-227). 

Gregorio de Argaiz, monje y archivero de Oña, también menciona esta biblia y aporta más datos como quién fue su autor y algunos fragmentos del comienzo de la Biblia. Hablando sobre el supuesto obispo Jimeno de Osma (realmente un arcipreste), nos detalla que: 


"Pruébase también en el Monacato y Obispado y que residía en San Pedro de Arlanza, porque en la librería de Oña está una Biblia de pergamino, escrita de mano de Florencio, Monje, de quién hablaré luego, y en unos versos acrósticos, que puso en ella, da a entender que él vivía en San pedro, que era Abad Silvano, a quien le dedica la obra de la Biblia, y que allí estava el Obispo D. Ximeno, a quien llama Archisacerdote, y son estos":


Silvano Abbati Sanctissimo
Florentio memorare Scriptor
In honorem Sanctissimi Petri
Vit a Monachorum ibidem fruens
Eximinonis Archisacerdotis


"Acabóse la Biblia en la era de novecientos noventa y uno , que es el año de Christo novecientos cincuenta y tres, bien señalado, porque en él entró Abderraghmen, Rey de Córdoba, contra Castilla, llegó a San Esteban de Gormaz, y habiendo talado la tierra hasta Burgos, le salió el Conde Fernán González al encuentro" […]

(La soledad laureada por San Benito y sus hijos de las iglesias de España y Teatro monástico de la provincia cartaginense, Madrid, 1675, f. 289r-290r).


Poco más adelante se refiere al propio Florencio y a su obra mencionando de nuevo esta Biblia:

Escribió también toda la Biblia en pergamino de letra muy menuda, imaginando las principales Historias del testamento viejo: y aunque con pinturas diferentes del pincel de ahora; pero estimadas de los curiosos de entonces, que se preciaban de Apeles, y Timantes: pues el pincel era la punta de la espada. Dejó en los folios unos versos Acrósticos, que son los cinco que he puesto. En cinco órdenes dice lo que quiere, y por ser bárbaros no pondré más de la explicación. Habla, pues, con la Virgen y con su Hijo. Del dicho Convento de Valeria, confiesa, que en él había muchos monjes ocupados en la elección de los libros sagrados. Da a entender que el Abad Silvano, le había mandado escribir para ellos aquella Biblia, y por orden del Obispo Don Ximeno, que vivía en el monasterio de Valeria, y dice le a la Virgen lo siguiente:

“Virgen Santa y flor que engendraste al Señor, que está en lugar de Valeriana, donde hay Monjes ocupados en leer continuamente la Sagrada Escritura juntamente con su Abad, que los está alimentando con el manjar verdadero de la palabra Divina, Estudiad (ó Religiosos) con atención de vuestros ánimos la obra tan bien ordenada de esta Biblia escrita tan hermosamente. El nombre de el que me la mandó copiar está en las primeras letras y versos de la primera columna. El Escritor en las primeras de la segunda. Uno de los Santos, a quien está dedicada la Iglesia, en las primeras de la tercera. El nombre, Dignidad, Episcopal y profesión Monástica, en las primeras y postreras de la cuarta. Coged buenos y olorosos frutos. Así comenzó Moisés los escritos del principio del Mundo. Así los Prophetas lo cantan en sus misteriosos versos, y profundos, también los Evangelistas y Apóstoles en estilo semejantes parecieron en las gentes los misterios de la Fe, dando a los Españoles olorosa y fragante doctrina, como Pedro a todos los Gentiles, Iacobo a Iudea. Luego con el mesmo estilo Iuan, Iacobo, Thomas, Bartholome, Andres, Matheo, Philipo, Simon Zelotes. De esta suerte pues lo ha escrito Florencio en la era novecientos noventa y uno, estando debajo de la obediencia del Abad Silvano, y por mandado suyo, Prelado bien aventurado.”

(La soledad laureada por San Benito y sus hijos de las iglesias de España y Teatro monástico de la provincia cartaginense, Madrid, 1675, f. 289r-290r). 

Vemos sin embargo una incoherencia con la fecha. Ambrosio de Morales daba el 10 de junio del 943 pero Argaiz la data en el 953. Existe otra mención posterior a la Biblia por parte de Fray Íñigo de Barreda, quien fue monje en Oña a fines del siglo XVIII recogida por Constancio Gutiérrez en su artículo ¿Cuándo se escribió la llamada “Biblia de Oña”? por la cual se puede asegurar que el año real fue el 943.


Contenido de la Biblia de Oña.

Compuesta por un pergamino de gran calidad, está escrita con letra visigótica, en tinta negra en su mayoría con algunos segmentos en tinta roja. El texto sigue la edición del obispo Peregrino, del siglo V, y tiene conexiones con un ejemplar iluminado en Lyon por encargo del diácono hispano Floro. El trabajo de Florencio se presenta así como una traslación literal del texto lionés al que se le añaden elementos originales hispanos.

Apenas conserva miniaturas, salvo el Incipit del Evangelio de San Juan, donde se combinan hasta seis colores: negro, amarillo, verde, encarnad, azul y oro. También hay algunas letras iniciales decoradas. Según las noticias anteriores, las partes más iluminadas serían las correspondientes al Antiguo Testamento, hoy perdidas.

Está muy relacionada con la Biblia del 960 conservada en San Isidoro de León.

✠ IMAGEN III.- “Incipit Folio III r Biblia de Oña 943”.






El redescubrimiento de la Biblia de Oña.

La historia de cómo ha llegado hasta nuestros días esta obra es peculiar. Y es que no fue hasta los años 40 del siglo XX cuando se identificó. Resulta que Teófilo Ayuso Marazuela, organizador de una exposición bíblica en Zaragoza en 1940 examinó unas páginas de pergamino que habían sido cedidas e identificó la misma como de estilo visigótico.

Ante su importancia decidió investigar su procedencia. Resulta que la biblia había pertenecido a Vicente Pereda, sacerdote de la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos quien lo había conseguido en la localidad de Pereda, cerca de Espinosa de los Monteros, donde el cura local, Bonifacio Cárcamo, le había encuadernado un libro con uno de los folios de pergamino. El cura regaló a Vicente el resto de las páginas que conservaba. El cura también le dijo que se lo había regalado el escribano del pueblo, fallecido en torno a 1880. El resto de la obra parece ser que ¡había sido quemado para asar chorizos!.

Teófilo Ayuso Marazuela investigó los fragmentos y llegó a la conclusión de que era una de las obras hasta entonces desparecidas de Florencio de Valeránica, tal y como defendió en su ora La Biblia de Oña : notable fragmento casi desconocido de un códice visigótico homogéneo de la Biblia de San Isidoro de León, Zaragoza: C.S.I.C., 1945. En dicha obra también se puede ver una reproducción facsímil de la obra.

Por esas mismas fechas A. Andrés publicó el hallazgo de otro folio en Santo Domingo de Silos (Fragmento de la Biblia visigoda del siglo X, 1941) que había sido donado al monasterio por M. Gómez Moreno en 1940.

FUENTES:

Javier Iglesia Aparicio.

Condado de Castilla. 

Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠ ✠ ✠nnDnn✠ ✠ ✠



Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.


✠  Estudios y Análisis Históricos. 

 

✠  Efemérides, personajes, lugares y hechos históricos.

 

✠  “La Batalla Naval en la que Francia fue humillada tras robar una reliquia templaria gallega”.

La historia de una batalla naval en aguas gallegas donde se recuperaron tesoros saqueados en la Costa de la Muerte.

En la Europa medieval se creía firmemente que el contacto con los restos de los santos tenía propiedades sanadoras y espirituales. De ahí que se desarrollara un intenso tráfico de reliquias en el que no faltaron los casos de fraude, llegando a extremos disparatados en algunas ocasiones. Entre aquellos que veneraban las reliquias, con auténtica fe cristiana, se encontraba una de las Órdenes militares católicas más poderosas de todos los tiempos: La Orden de los Pobres Caballeros de Cristo del Templo de Salomón, los Templarios. Y entre todas las reliquias que poseyeron a lo largo de sus casi 200 años de vida se encontraba una extraordinaria pieza que trajeron a Galicia, donde le erigieron un santuario, y que siglos más tarde una flota francesa profanó. Esta es la historia la Batalla Naval de Muros, la primera batalla naval moderna del Atlántico, y en donde Francia fue humillada tras robar el brazo de plata de San Guillermo de Finisterre.

IMAGEN I.- Varias reliquias de la Pasión de Cristo. 





Guillermo I de Tolosa (Toulouse/Francia), nacía en el año 750 y poco se sabe de su infancia o de su lugar de nacimiento en algún lugar del territorio francés. Su nombre vuelve a aparecer en la historia como Conde de la ciudad de Toulouse cuando, en el año 793, los sarracenos invaden Francia.

✠ IMAGEN II.- “Guillermo I de Toulouse”.





Guillermo reunió un fabuloso ejército con el que consiguió derrotar a los árabes y expulsarlos. Además, en el año 801 colaboró en la reconquista de Barcelona. Durante estos años de luchas, ni reyes, ni príncipes, ni nobles, ni caballeros apoyaban a Guillermo, ya que creían que los cristianos nada tenían que hacer frente a los árabes.

Regresó a su patria para reconstruir su tierra tras la destrucción que la guerra había dejado tras de sí. El Emperador Carlomagno le recompensó con el título de Duque de Aquitania y quiso darle otros terrenos por su heroica lucha, pero él se negó: "No quiero honores, ya que nada más cumplí con mi deber. Como los árabes han sido definitivamente rechazados de nuestras tierras, quiero ponerme ahora la armadura de Dios". Guillermo fundó una abadía en el año 804, San Salvador de Gellone, y allí se retiró con otros monjes en el año 806. Durante su retiro plantó viñas, fundó una extraordinaria biblioteca y enriqueció su iglesia con multitud de reliquias como un trozo de la cruz de Jesucristo, hasta que el 28 de mayo de 812 fallecía.
✠ IMAGEN III.- “Abadía de San Salvador de Gellone”.






Guillermo fue canonizado por el Papa Alejandro II y su festividad es muy celebrada en Francia y Alemania. Sus proezas le convirtieron en uno de los héroes de la épica francesa, y su ejemplo consiguió que, en la época de las Cruzadas, muchos nobles europeos dejaran su familia y su patria para luchar y morir en Tierra Santa.

✠ IMAGEN IV.- “La caída de Acre, evento que marcó el fin de las Cruzadas”.





Los Templarios, aquella legendaria Orden de monjes guerreros, estaban habituados a reunir reliquias de santos por su “poder” divino y su inquebrantable fe. Por ese motivo en el año 1151, el abad de San Salvador de Gellone, donde Guillermo estaba enterrado, hizo entrega a la Orden del Temple de un extraordinario y poderoso regalo: Un relicario de plata con uno de los brazos de San Guillermo

No se sabe exactamente por qué, pero los Templarios trajeron a Galicia esa magnífica reliquia entre los años 1154 y 1199 y levantaron en el fin del mundo conocido, “Finisterre”, un santuario en su honor, que se convirtió en el destino de una legendaria peregrinación que hacían sus miembros. Tanto la capilla como la peregrinación fue registrada en varios textos foráneos en los que se hablaba tanto de Finisterre como de su santo.

Pero a partir de 1543, 231 años después de la disolución de la Orden del Temple, el brazo guarnecido en plata fue robado, y la capilla fue abandonada y olvidada. Pero los culpables de aquella situación recibieron su castigo.

España e Inglaterra estaban en guerra contra Francia, y ese mismo año el rey francés, Francisco I, encargó al Vicealmirante De Burye armar una flota para atacar a los españoles.

Para evitarlo, el Emperador Carlos I envió al Cantábrico al Capitán General de las galeras de España, Alvaro de Bazán “el Viejo”, para disponer de una escuadra e impedir el ataque francés. Álvaro designó Laredo como base principal y formó una flota de 40 naves de las que 24 tuvieron que zarpar para escoltar a varios convoyes de tropas.

✠ IMAGEN V.- “Álvaro de Bazán “el Viejo”.






✠ IMAGEN VI.- “Carlos I de España y V de Alemania.






La flota francesa, formada por 30 buques y al mando de Jean de Clamorgan, el mejor marino francés de su época, y con el pirata argelino Hallebarde como segundo al mando, pasaba por aguas de Laredo el 10 de julio de 1543 sin percatarse de la presencia de la escuadra española. Bazán no podía intervenir porque aún no había recibido los refuerzos que había solicitado tras quedarse sin parte de sus navíos, así que los dejó pasar.

Pocos días después varios emisarios le hicieron llegar las noticias del saqueo de las villas gallegas de Laxe, Corcubión y Finisterre. En la costa gallega no había tropas para hacerles frente porque el Gobernador había decidido internarse en Santiago de Compostela en previsión de que los franceses intentaran hacerse con el tesoro de la Catedral.

Los refuerzos llegarían a Laredo con el último mensaje recibido, el 18 de julio. Alvaro de Bazán partía inmediatamente a toda velocidad. Mientras se abrían paso a través de la costa gallega iban reconociendo los posibles lugares en los que se podría haber escondido la escuadra enemiga, hasta que una lancha a remo procedente de Noia se acercó al buque insignia de la flota para informarles de que los franceses estaban en la Ría de Muros, dispuestos a atacar la villa.

✠ IMAGEN VII.- “Ría de Muros y Noia”.






Era el 25 de julio, Día del Apóstol, y Álvaro arengó a los suyos con una célebre frase: “¡Señores, España no puede perder una batalla en tan señalado día! ¡Sin refuerzos y en inferioridad numérica nos batiremos y ganaremos!”.

Jean de Clamorgan negociaba con los vecinos de Muros un rescate bajo amenaza de saquear la localidad como ya había hecho con Finisterre o Laxe. Pedía 12.000 ducados, mostrando un comportamiento más propio de un pirata que de un soldado. Pero, en medio de las negociaciones, 16 barcos españoles irrumpían en la ría a toda vela. Los pilotos eran de la zona y por tanto no tuvieron problemas en enfilar rumbos precisos y veloces contra los incrédulos franceses.

La flota enemiga estaba fondeada y ante la sorpresa de ver aparecer a toda velocidad a los españoles trataron de cortar los cabos de sus anclas para poder plantar batalla. Pero no lo consiguieron.

Bazán se les echó encima a todo trapo, directo a por la nave insignia francesa, que embistió por el centro mandándola a pique inmediatamente, tras lo cual abordó la nave del corsario Hallebarde, capturándola.

✠ IMAGEN VIII.- “El buque insignia francés, la “Capitana de La Saane”.





La conocida como Batalla de Muros duró dos horas. Los españoles no perdieron ni un solo barco, aunque sí a 300 soldados. Provocaron 3.000 bajas francesas y capturaron 23 buques, más el que enviaron a pique, y otro que logró escapar. Los buques capturados fueron llevados al puerto de La Coruña, donde se desembarcó un botín de 200.000 ducados que se clasificó y devolvió a sus legítimos propietarios.

Álvaro de Bazán lamentó que, con el hundimiento del buque insignia francés, se hubiera ido al fondo del mar la mayor parte del botín saqueado en Laxe, Corcubión y Finisterre. El brazo de plata de San Guillermo estaba entre ese botín, por lo que no podría ganarse ya el favor del santo devolviéndolo a su santuario. Así que decidió agradecer a Santiago la ayuda por la victoria. Para ello acudió a la Catedral, donde fue recibido como un héroe, con su parte del botín capturado para ser entregado como donativo.

El 19 de enero de 1901, una comisión de vecinos de Finisterre se dirigió al Prelado de la Diócesis con la petición de restaurar la antigua capilla de San Guillermo, pero su solicitud fue denegada. Hay que recordar que la Orden del Temple que durante tanto tiempo custodió la reliquia,  fue disuelta por el Papa, y que la capilla parece que fue erigida sobre un sepulcro pagano del Siglo VII. Todos estas “razones” quizá podrían explicar la negativa de la iglesia a reconstruirla.

✠ IMAGEN IX.- “Restos de la ermita de San Guillermo”.






Jean de Clamorgan, el mejor marino francés de su tiempo, se retiró para siempre a sus posesiones, donde escribió un libro sobre la caza del lobo. Su buque insignia sigue en el fondo del mar con el brazo de San Guillermo en su interior, dentro de su relicario de plata, y se desconoce su posición y su estado. 

La Batalla de Muros pasó a la historia como la primera batalla naval moderna del Atlántico y en ella participó un joven marino que aún no había cumplido los 18 años y que pronto sería conocido como el mejor Almirante de la Armada Española de todos los tiempos, el Márques de Santa Cruz, el legendario Álvaro de Bazán y Guzmán, el que nunca fue derrotado. 

✠ IMAGEN X.- “La batalla naval de Muros”.




FUENTES:

IVÁN FERNÁNDEZ AMIL. 

El Español/Historia.

Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠ ✠ ✠nnDnn✠ ✠ ✠



Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval. 

 

✠  Estudios y Análisis Históricos. 

 

✠  Efemérides, personajes, lugares y hechos históricos.

 

✠  “TEMPLARIOS ESPAÑOLES MÁS CONOCIDOS: UN BREVE RECORRIDO POR LA ORDEN EN LA PENÍNSULA".


Los templarios son la orden religiosa y militar más estudiada a lo largo de la historia, fascinando tanto a novelistas como historiadores. Hablar de la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo del Templo de Salomón, conocida como la Orden del Temple, es hablar de una de las órdenes militares cristianas más poderosas de la Edad Media. 

Fue fundada en 1118 para proteger a los fieles y rescatar Jerusalén de la ocupación turca. Aunque la mayoría de ellos tuvieron un trágico final, con hoguera incluida, los templarios españoles apenas sufrieron castigo gracias a que contaban con la protección de monarquías locales. El refugio que tenían en la península era la corona de Aragón, y también el norte de España, donde tuvieron siempre una situación privilegiada.

Alrededor de los estos caballeros existe un gran halo de esoterismo, leyendas y enigmas. En España la Orden del Temple tuvo una gran importancia. Su legado aún sigue vivo en castillos, iglesias, monumentos y en numerosas novelas donde se cuentan sus hazañas gracias a los templarios españoles más populares.

Ramón Berenguer III, el primer templario español.





En 1127 los templarios llegaron a Aragón, manteniendo desde entonces una estrecha relación con el conde Ramón Bereguer III, casado con una de las hijas del Cid Campeador. Este colaboró con numerosas donaciones y privilegios para la Orden y accedió a ella en 1130.

El Conde de Barcelona, cerca de morir, decidió ingresar a los templarios por dos motivos principales. En primer lugar, para limpiar sus pecados y ser acogido por Dios. El segundo motivo fue que así los templarios se asentasen en la Península y expulsaran a los musulmanes. Así se convirtió en el primer templario español.

En su testamento, cedió el castillo de Grañena de Cevera a los templarios. Esta acción lo convirtió en un personaje de gran importancia histórica por su ayuda a la Orden, colaborando así en su asentamiento en España.


Guillem de Montredon, Maestre provincial de la orden en el Castillo de Monzón.

Baluarte frontal del Castillo de Monzón. | Shutterstock. 





Guillem de Montredon fue uno de los templarios más importantes en la península. Ingresó en la Orden del Temple en 1203. Años más tarde, fue nombrado Comendador de Gardeny, uno de las Encomiendas templarias de la Corona de Aragón. Después fue nombrado Comendador de Masdeu en la corte del rey Pedro II, acompañándole en sus campañas militares.

Cuando falleció el rey fue nombrado Maestre provincial de Aragón, Cataluña y Provenza en 1213, adquiriendo entonces un papel esencial. El infante Jaime estaba retenido por Simón IV de Montfort, consiguiendo su liberación tras negociar en Roma con el papa Inocencio III, quién lo liberó y lo entregó a la Orden.

Desde entonces, el templario Guillem de Montredon fue el protector y educador de Jaime I y de su primo hermano Ramón Berenguer V en el Castillo de Monzón. Permaneció siempre al lado de Jaime, siendo su fiel consejero hasta su fallecimiento en Barcelona.


Arnaldo de Torroja, templario aragonés de gran importancia.

Vista de Tortosa desde el Castillo de Suda | Shutterstock.






Arnaldo de Torroja, conocido como Arnau de Torroja fue un caballero catalán, procedente de una noble familia de Solsona. Ingresó a la Orden en 1180 y fue el noveno Maestre. Perteneció a la corte de Ramón Berenguer IV y participó en la conquista a los árabes de Lleida y Tortosa.

Debido a esto accedió a la Orden del Temple, elegido para suceder a Eudes de Saint-Amand como Maestre en la provincia de Aragón y Provenza. Viajó a la Tierra Santa en tres ocasiones para diferentes campañas militares y negoció una tregua con Saladino, uno de los grandes gobernadores en el mundo islámico.

En 1184, era la máxima autoridad de la Orden. Viajó entonces a Verona para reunirse con el papa Lucio para conseguir apoyo en los estados Latinos debido al creciente poder militar de Saladino. Sin embargo, durante el viaje cayó enfermo y falleció, en Verona, en 1184. No hace mucho tiempo que fue descubierta su tumba.


Gilbert Hérail, uno de los templarios más jóvenes.

Alfambra | Shutterstock. 





El templario Gilbert Hérail nació en Aragón, descendiente de una familia militar noble. Ingresó muy joven, siendo nombrado Comendador. Años más tarde, en 1193, fue elegido Maestre de la Orden, siendo así el duodécimo.

Estuvo envuelto en una gran disputa con el papa Inocencio III. El papa confirma los privilegios otorgados al Temple, pero Gilbert decide mantener la paz entre musulmanes y cristianos. Debido a esto, las tensiones entre los Templarios y Hospitalarios se incrementan, aprovechando estos últimos para recuperar castillos y algunas tierras.

Además, durante su mandato la Orden participó en la Reconquista de la península. Como consecuencia de esto, el rey Alfonso II de Aragón, agradeciendo a los templarios los servicios prestados, donó la fortaleza de Alfambra. En 1200 Gilberte fallece, justo al comienzo de la Cuarta Cruzada.


Pedro de Montaigú, Maestre en la Tercera Cruzada.

Castillo Templario de Miravet.






Pedro de Montaigú nació en Aragón e ingresó a la Orden en 1218, cuando llegó a Acre durante la Tercera Cruzada. Fue el decimoquinto Maestre de los templarios. Además, perteneció a la Cruzada de las Navas de Tolosa y fue Maestre provincial de Provenza, Aragón y los Condados catalanes.

Junto con el rey Juan de Brienne, regente de Jerusalén, conquistó Damieta, ingresando así a la Orden. Fue templario hasta su muerte en 1232, teniendo una gran importancia debido a su habilidad para el combate.


Berenguer de Cardona, penúltimo maestre provincial de Aragón.

El templario Berenguer de Cardona fue el penúltimo Maestre provincial de la Corona de Aragón, gestionó todas las posesiones de la Orden en esta zona de la península hasta que el Papa Clemente V la suprimió debido a las presiones del rey francés Felipe IV.

Castillo de Caravaca, defendido por Berenguer de Cardona | Shutterstock. 





Participó en las conquistas a los musulmanes en Murcia y supervisó la defensa de los castillos de Caravaca y Cehegín. En 1294 fue nombrado alcaide de los cristinanos en Túnez, pero renunció en nombre de los templarios a todos los derechos. A cambio, pidió los derechos en Peñíscola, Ares y Cuevas de Vinromá. Viajó en varias ocasiones a Chipre, pues era un punto estratégico para la Orden para conquistar Jerusalén. Falleció aquí, en 1307.

Ese año, el rey de Francia acusó a los templarios de herejía, llevándolos a la hoguera y acabando con ellos. Sin embargo, en España el final de la Orden fue muy distinto. Aunque, a pesar de no creer las denuncias, acataron las órdenes por obediencia a Roma. Confiscaron los bienes templarios, pero no los quemaron en la hoguera, Siguieron actuando con ellos para ganar la lucha contra los musulmanes en la península, pero sin usar el nombre de la Orden del Temple. La gran mayoría de caballeros templarios se unieron a otras órdenes existentes, (Hospital, Calatrava, Santiago, Montesa...).

FUENTES:

España fascinante.

Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval. 

✠ ✠ ✠nnDnn✠ ✠ ✠       



Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval. 

 

✠  Estudios y Análisis Históricos. 

 

✠  Efemérides, personajes, lugares y hechos históricos.

 

Tal día como hoy, 27 de Enero de nuestro Señor, pero del año…

 

✠  “1336 Pedro IV es proclamado rey de Aragón tras la muerte de su padre Alfonso IV."


✠ IMAGEN I.- “Pedro IV de Aragón”.





Pedro IV de Aragón. El Ceremonioso, el del puñalet. Balaguer (Lérida), 5.IX.1319 – Barcelona, 5.I.1387. Rey de Aragón (1336-1387), rey de Valencia (Pedro II), conde de Barcelona (Pedro III).

Hijo segundo de los condes de Urgell, el infante Alfonso (después Alfonso IV el Benigno) y Teresa de Entenza; ésta heredó por vía femenina el importante condado de Urgell y el vizcondado de Áger. Nada hacía prever que aquel niño sietemesino y enfermizo, nacido el 5 de septiembre de 1319, pudiese algún día ser Rey. Pero la renuncia de su tío, Jaime, primogénito de Jaime II, el 22 de diciembre de aquel mismo año, convirtió a su padre, el conde de Urgell, en heredero al Trono. Después, la muerte, al cabo de un año de nacer, de su hermano primogénito, el infante Alfonso, convirtió a Pedro en el heredero de la Corona, y como tal jurado como sucesor de su padre.

La muerte de su madre en 1327 y el nuevo casamiento de su padre dos años después con Leonor de Castilla, la infanta castellana que había rechazado su hermano diez años antes, cambiaron totalmente la vida del heredero al Trono. En pocos años Leonor consiguió un importantísimo y estratégico patrimonio para sus dos hijos habidos con el Rey, logrando que el mayor, el infante Fernando, fuese nombrado marqués de Tortosa, convirtiéndose en el señor más importante de todos los reinos. Esta política de su madrastra y la debilidad de carácter demostrada por su padre hicieron que Pedro tuviera odio hacia Leonor de Castilla; especialmente cuando fracasó el intento de suprimirle junto con su hermano el conde de Urgell. Los dos infantes se hubieron de refugiar en Zaragoza, en donde fueron protegidos por diversos nobles aragoneses, entre los que destacan el arzobispo Pedro López de Luna y Jiménez de Urrea, creciendo y siendo educado entre aragoneses, mientras su madrastra estaba generalmente en Valencia o Barcelona.

✠ IMAGEN II.- “Leonor de Castilla”.




Pero, temerosos de las intrigas de la Reina, el grupo de fieles de los dos infantes, entre los que destacaba Ot (Odón) de Montcada, su padrino, y Vidal de Vilanova, comendador de Montalbán, los llevaron al alto Aragón en las montañas de Jaca, en espera de que menguara la enemistad de la Reina. Esta enemistad, que en ocasiones llegó a ser odio, produjo en el joven heredero de la Corona una hostilidad a todo lo que venía de Castilla. Por eso, tomando como excusa los tratos iniciados para contraer matrimonio con la hija del rey de Navarra, Felipe III Evreux, quiso mostrarse beligerante en la guerra que este monarca sostenía con Castilla, enviando quinientos hombres a caballo, mandados por Miguel de Gurrea, en ayuda de los navarros contra los invasores castellanos, pero fueron fácilmente derrotados y hechos prisioneros. Era el preludio de las largas guerras que tendría después, siendo ya rey, con Castilla.

✠ IMAGEN III.- “Felipe III Evreux”.




Esta humillación influyó en su intento de detener a la Reina, que regresaba a Castilla con sus dos hijos, cuando su padre ya estaba muy enfermo. Definitivamente había ganado la partida a su madrastra, que huía por miedo a su vengativo hijastro. La muerte de Alfonso IV el Benigno, abandonado por su esposa, en Barcelona en enero de 1336, dejó a los distintos reinos en una difícil situación, ya que tres poderosos partidos se disputaban el poder: por un lado el de los fieles al príncipe heredero Pedro, por otro el de los fieles a la reina viuda Leonor de Castilla, de momento huida a su tierra natal, y un tercero en discordia era el liderado por dos hermanos del rey difunto, los infantes Ramón Berenguer y Pedro. Para el nuevo rey Pedro IV el Ceremonioso, que acababa de cumplir los diecisiete años, se iniciaba un duro período, que su instinto político y de supervivencia acabaría por resolver.

La coronación celebrada en Zaragoza el domingo de Pascua de Pentecostés de 1336 fue un acto solemne y esplendoroso, donde ya el joven rey demostró su amor por las ceremonias y los símbolos, como muestra de poder.

En 1338, Pedro el Ceremonioso llevó a cabo el proyecto matrimonial que preparaba desde hacía dos años. La escogida fue María de Navarra, hija del rey de Navarra y emparentada con el rey de Francia. María le dio cuatro hijos a su esposo, de los cuales únicamente sobrevivieron dos hijas: Constanza y Juana.

✠ IMAGEN IV.- “María de Navarra”.





La muerte al poco de nacer de una tercera hija, en 1345, indujo al Monarca a pretender cambiar el secular sistema de transmisión de la Corona a favor de su hija Constanza, al figurarse que ya no podría tener hijos varones. En su Crónica, Pedro el Ceremonioso justifica la decisión que le enfrentó a la nobleza aragonesa y valenciana, pero muy especialmente con su hermano Jaime de Urgell. Para Zurita, esta decisión real se debió a las diferencias familiares con este último, aunque de hecho los conflictos de interés nobiliario arrastrados desde el siglo precedente también habían alcanzado a la primera familia noble de la Corona de Aragón.

En abril de 1347, la Reina tuvo en Valencia un hijo varón, Pedro, que murió a las pocas horas de nacer.

La consternación fue grande en la Corte, y llegó al máximo cuando cinco días después murió la reina María de Navarra a consecuencia del parto.

La complicada situación política no permitió que el Rey permaneciera mucho tiempo viudo, y nada más ser sepultada la Reina, se iniciaron las negociaciones para encontrar una segunda esposa; la elegida fue Leonor, hija del rey Alfonso IV de Portugal, de diecinueve años.

Las bodas se celebraron en Barcelona en noviembre de 1347, en pleno enfrentamiento con los movimientos unionistas, y después de haberse visto obligado el Rey, pocos meses antes en Zaragoza, a ceder a todas las pretensiones de los nobles aragoneses, habiendo quedado prácticamente prisioneros de ellos, obligándole a revocar el nombramiento de heredera a favor de su hija Constanza. Gracias a la habilidad negociadora del vizconde Bernardo II de Cabrera, que había podido permanecer cerca del Soberano, se pudo romper el frente nobiliario y obtener algunas adhesiones para el Rey, que pudo huir de Aragón e instalarse en Barcelona.

En esta inestable situación, el Monarca, con su nueva esposa, sufrió amargas humillaciones en la primavera de 1348 en Valencia, quedando un tiempo a merced del pueblo, tal como cuenta en su propia Crónica. El estallido de la “peste negra” en Valencia y la propagación por los restantes territorios de la Corona ayudaron a solucionar los graves problemas internos.

Pocos meses después, el 21 de julio de 1348, el Rey venció al Ejército de la Unión en Épila, batalla que supuso el fin del fenómeno unionista y en la que resultaron muertos algunos de los principales del Reino. La victoria de Épila fue seguida de una dura represión en todo el Reino de Aragón, así como en el de Valencia, donde el alzamiento había tomado un importante carácter social. El Soberano victorioso entraba en Zaragoza el 7 de agosto, castigando a rebeldes y restituyendo lugares a sus antiguos señores.

Ante el pueblo zaragozano rasgó con un puñal el Privilegio de la Unión, por lo que fue llamado Pedro “el del Puñalet”. Poco después, camino de Jérica, la reina Leonor de Portugal, ya enferma, murió víctima de la peste, antes de llevar un año de casada y sin haber tenido descendencia. Su entierro no tuvo solemnes ceremonias; las únicas preocupaciones del Rey eran alejarse de las áreas infectadas por la peste y liquidar los restos de la rebelión nobiliaria valenciana, cosa que sucedió el 10 de diciembre del mismo año con la victoria de Mislata sobre los unionistas valencianos.

✠ IMAGEN V.- “Leonor de Portugal”.




El Rey revocó todos los privilegios concedidos a la Unión y castigó a los culpables de la rebelión, especialmente en Valencia, en donde la represión fue muy dura. En su misma Crónica, cuenta el Monarca que hizo fundir la campana que llamaba a consejo, e hizo beber el metal a los jefes más destacados.

En agosto de 1349, Pedro el Ceremonioso se casó por tercera vez, ahora con su prima segunda, Leonor de Sicilia, en Valencia. Hija de Pedro II de Sicilia y Leonor de Carintia, fue una mujer decidida, llamada por sus súbditos catalanes la “reina grossa” en comparación con sus dos predecesoras. Leonor de Sicilia fue una mujer de pasiones, vehemente, capaz de odios eternos y sangrientas venganzas, que coincidía plenamente en estos planteamientos con su esposo, al que substituyó brillantemente en numerosos actos oficiales, llegando a presidir Cortes y a tener su propia cancillería.

✠ IMAGEN VI.- “Leonor de Sicilia”.





Leonor dio al Rey tres hijos varones, dos de los cuales estuvieron destinados a ceñir la Corona de Aragón, y una hija, Leonor, que sería reina de Castilla como esposa de Juan I, y madre de futuros reyes de Castilla y Aragón. A los dieciséis meses de su matrimonio, el 27 de diciembre de 1350, nacía en el palacio de los reyes de Mallorca en Perpiñán, el primer hijo varón que sobreviviría al rey Pedro, el infante Juan. Un mes después su padre le creaba, como título y señorío, el ducado de Gerona, que desde entonces irá siempre adscrito al primogénito y heredero de la Corona de Aragón.

Pedro el Ceremonioso, con la creación del ducado de Gerona, rompió toda la base jurídica de las antiguas entidades nobiliarias catalanas. Hasta entonces el fundamento de los antiguos títulos nobiliarios del principado se basó en la división en condados y vizcondados de la Alta Edad Media. A partir de ahora, ya no fue la Monarquía carolingia la justificación emisora, sino el propio Rey que, actuando como Soberano de todo el conjunto, creó nuevas entidades con finalidad de dotar a miembros de la Familia Real o de reconocer personajes muy allegados.

Esta actuación iniciada por Pedro el Ceremonioso comportó la aceptación del Monarca como verdadero señor superior de Cataluña, incluso planteó con ella una cierta paradoja formal: es el rey de Aragón y conde de Barcelona, pero cuando actuaba como señor de toda Cataluña podía otorgar cualquier tipo de títulos superiores, por encima de la misma categoría condal, como eran los títulos de duque o marqués.

La reina Leonor de Sicilia murió en 1375, después de haber traído a este mundo la tan ansiada por su esposo descendencia masculina, a la vez que introdujo los refinamientos de la Corte palermitana.

Pedro el Ceremonioso heredó de su padre la guerra de Génova, que él cerró momentáneamente el mismo año en que empezó a reinar. En 1338, ante la noticia de que en el norte de África se preparaba un gran Ejército para pasar a la Península en socorro del sultanato de Granada, ayudó a Castilla ante el peligro común. Por el pacto de Madrid de 1339, una flota catalana fue enviada al estrecho bajo el mando de Jofre Gilabert de Cruïlles, quien, al morir en Algeciras, fue substituido por Pedro de Montcada. Esta flota patrulló el estrecho de 1342 a 1344 y supuso una importante ayuda para Alfonso XI de Castilla en la campaña de Algeciras. A pesar de la tregua de diez años solicitada por los granadinos, durante el sitio de Gibraltar en 1349, Pedro el Ceremonioso colaboró con el envío de algunas naves, hasta que desistió de dicho asedio el rey castellano-leonés.

Mientras esto sucedía en el Sur, Pedro el Ceremonioso fue acumulando agravios y pruebas contra su vasallo y cuñado, el rey Jaime III de Mallorca, con la intención de desposeerlo de dicho Reino. Tales agravios fueron: la incomparecencia del rey de Mallorca en la Corte de Barcelona de 1341, haber acuñado moneda barcelonesa en Perpiñán, la circulación por el Rosellón de moneda francesa. La presentación en 1343 de Jaime III en Barcelona ante su cuñado todavía complicó más las cosas, al acusar al rey Pedro de haber intentado secuestrarle. Jaime III, de regreso a Mallorca, sin su mujer y sus hijos, retenidos por el Ceremonioso, rompió el vasallaje. El mismo año, el rey de Mallorca fue declarado culpable en un proceso y desposeído de sus bienes y estados. En cumplimiento de dicha sentencia Mallorca fue invadida y las tropas de Jaime III derrotadas en Santa Ponsa, teniendo que huir al Rosellón. El archipiélago balear fue sometido rápidamente, mientras que dos campañas, separadas por una tregua, en 1343 y 1344, permitieron a Pedro el Ceremonioso dominar el Rosellón, la Cerdaña y el Conflent, a la vez que Jaime III se rendía en el mes de julio de 1344, poniendo como únicas condiciones que se le respetara la vida, la libertad y el señorío de Montpellier. A pesar de todo, Jaime III no perdió la esperanza de recuperar su Reino privativo por la intercesión del rey de Francia y del Papa, pero todo fue inútil. Sus intentos desesperados en incursiones con partidarios suyos, en 1344 la Cerdaña y, en 1347 en el Conflent, fueron un fracaso; su último intento en 1349 al desembarcar en Mallorca, fue un desastre al ser derrotado y muerto en la batalla de Llucmajor, mientras su hijo Jaime era hecho prisionero. Pedro el Ceremonioso incorporaba a su Corona el Reino de Mallorca-Rosellón sin gran resistencia popular y prometiendo que nunca más se separaría de la Corona.

Mientras, se había producido en Cerdeña la revuelta dirigida por los Doria, señores de Alghero, que atacaron Sassari y derrotaron en Turdo a las tropas catalanas en 1346. Mariano IV, juez de Arborea, favoreció la rebelión bajo mano, mientras que Génova lo hizo abiertamente. Lo que provocó que Pedro el Ceremonioso entrase en 1351 en la guerra que desde 1350 tenían Venecia y Génova, a favor de la primera. La Serenissima República de Venecia defendía frente a Génova sus posiciones en el Imperio Bizantino, mientras que la Corona de Aragón defendía las suyas frente a Génova en el Mediterráneo Occidental, y cuyo epicentro era el control de la isla de Cerdeña. Una flota catalano-véneta se enfrentó a la genovesa en 1352 en el Bósforo, con resultado desastroso para ambos bandos.

En las campañas posteriores, la flota de la Corona de Aragón se limitó a actuar en torno a Cerdeña; en 1353, mandada por Bernardo II de Cabrera, venció a los genoveses en una batalla naval frente a Alghero, ciudad que los Doria acababan de ceder a Génova. Las repercusiones favorables de dicha victoria fueron anuladas por la nueva rebelión del juez de Arborea, Mariano IV, aliado ahora abiertamente con Génova, y que hasta entonces había mantenido una posición incierta o más disimulada. En 1354, una nueva flota aragonesa, a cuyo frente estaba el propio Rey, se apoderó definitivamente de Alghero, que fue repoblada por catalanes, pasándose a denominar Alguer, mientras que por tierra la lucha continuó contra los rebeldes. En 1355, la reconciliación del juez Mariano de Arborea con Pedro el Ceremonioso, permitió a éste reunir un parlamento en la isla para establecer un sistema de gobierno estable. Precisamente, cuando los genoveses derrotaban frente a las costas de la península de Morea a los venecianos, se firmaba el final de dicha guerra entre ambas repúblicas marineras.

La guerra entre Génova y la Corona de Aragón continuó, aunque sólo con ataques de corso, ya que el inicio de la guerra con Castilla en 1356, obligó a Pedro el Ceremonioso a concentrar todos sus esfuerzos en este nuevo conflicto. El final de la guerra con Génova se dejó en manos de un arbitraje del duque de Montferrato, el cual lo dio en 1362, pero que no fue aceptado por el rey Pedro, ya que se estipulaba la devolución de la ciudad de Alguer a los genoveses, por lo que la guerra continuó con continuos ataques corsarios por ambas partes, hasta una paz acordada en 1378, pero que fue continuamente rota hasta su renovación en 1386.

Si el conflicto casi permanente con Génova fue causado por su intervencionismo en Cerdeña, el enfrentamiento de las facciones existentes en dicha isla marcó una dinámica interna muy peculiar en su inestable equilibrio interior. Mientras, una nueva insurrección de los Doria en 1358, seguida por otra de Mariano de Arborea en 1364, a quien el papa Urbano V quería infeudar la isla en 1360, en caso de que Pedro el Ceremonioso no pagase el tributo debido a la Santa Sede por el feudo de Cerdeña, puso en serio peligro el dominio aragonés en la isla. El Rey Ceremonioso tuvo que pagar el tributo al Pontífice para evitar un nuevo peligro, mientras tanto las naves enviadas para dominar la revuelta, mandadas en 1358 por Gilabert de Centelles y en 1368 por Pedro de Luna no tuvieron mucho éxito, a la vez que los partidarios de Mariano de Arborea se apoderaban de toda la isla, menos de Cagliari y de Alguer. También fracasó el intento de enviar al condottiero inglés Walter Benedict con sus tropas en 1371. La compleja y cambiante situación de Cerdeña mejoró algo para la Corona de Aragón cuando se firmó la paz con Génova en 1378, aunque no se pudieron aprovechar las favorables ocasiones proporcionadas por el asesinato del sucesor de Mariano de Arborea, Hugo III de Arborea, por sus propios súbditos en 1383, y por las luchas civiles que siguieron entre los partidarios de Leonor de Arborea y los republicanos. También fracasaron los contactos entre Pedro el Ceremonioso y Brancaleone Doria, esposo de Leonor, por desconfianza del Rey, que le retuvo como rehén. Finalmente, se llegó a un acuerdo con Leonor de Arborea, que entró en vigor en 1388, para poner fin a la tan interminable revuelta.

La causa principal del desmesurado alargamiento del conflicto sardo fue su coincidencia, en parte, con la llamada Guerra de los Dos Pedros, entre Pedro el Ceremonioso y Pedro el Cruel de Castilla (1356-1369). Las principales áreas de enfrentamiento fueron las tierras aragonesas y valencianas. Castilla quiso recuperar la zona de Orihuela, que había pasado a la Corona de Aragón durante el reinado de Jaime II, mientras que Pedro el Ceremonioso, aprovechando el conflicto familiar entre Pedro el Cruel y su hermanastro Enrique de Trastámara, reivindicaba territorios en el Reino de Murcia. La ayuda prestada a éste y el incumplimiento de las compensaciones territoriales que el Trastámara había prometido al Ceremonioso, en caso de ocupar el Trono de Castilla, hicieron que las hostilidades se prolongasen ahora entre el nuevo rey Enrique II y Pedro IV, que se aferró a la ciudad de Molina como último recurso para obtener compensaciones del monarca castellano. Por los Tratados de Almazán de 1374 y de Lérida de 1375, se llegó a un acuerdo definitivo con Castilla. Pedro el Ceremonioso cedió Molina, además de Murcia, que ni tan sólo se mencionaba, a cambio de una indemnización de 180.000 florines y de la integridad territorial de los Reinos de Aragón y Valencia. También se acordó que la infanta Leonor de Aragón se casase con el infante Juan, hijo de Enrique II.

✠ IMAGEN VII.- “Pedro el Cruel de Castilla”.





Estas guerras supusieron un grave quebranto para la economía de la Corona de Aragón, por la destrucción de cosechas y de poblaciones, a la vez que obligó al Ceremonioso a enormes dispendios para fortificar muchas de sus ciudades ante el temor de la invasión de Ejércitos castellanos. Si a ello se añaden los gastos en las campañas sardas y contra Génova, los daños comerciales ocasionados por éstas, la serie de calamidades naturales —como la mala cosecha de 1346, la devastadora epidemia de la peste negra a partir de 1348, las mortalidades en 1351, 1362-1363, 1371 y 1381, una plaga de langosta en 1358, sequías y el gran terremoto de 1373—, así como la inflación constante durante la segunda mitad del siglo XIV, se entiende que la Monarquía se encuentre completamente empobrecida, por lo que el Rey insistió en la insuficiencia de las fuentes tradicionales de ingresos, que le obligó a pedir varias ayudas extraordinarias entre 1359 y 1365, a la vez que tendió a crear un verdadero sistema fiscal.

Las relaciones entre el Rey y los estamentos reunidos en las Cortes fueron muy a menudo tensas, ya que las Cortes aspiraban a compartir el gobierno, imponiendo incluso la obligación de una periodicidad en las convocatorias, que nunca se respetó. En las Cortes celebradas en Cervera en 1359 se creó la Diputación del General de Cataluña o Generalitat, como un organismo permanente de las Cortes encargado inicialmente de establecer un constante control de las sumas cedidas al Soberano, y que pronto evolucionó hacia una institución representativa de los estamentos del condado de Cataluña. Este ejemplo fue pronto seguido por los reinos de Aragón y Valencia, en donde aparecieron la Diputación General de Aragón y la Generalidad de Valencia.

Frente al grave conflicto religioso que supuso el Cisma de Occidente en 1378, Pedro el Ceremonioso, que ya tenía bastantes problemas, optó por una indiferencia o neutralidad. También hubo de ocuparse de la situación de Sicilia a la muerte de Federico III, ya que se le presentó la ocasión de reincorporar el reino, como había hecho con el de Mallorca, o hacer valer sus derechos a dicho Trono, como heredero por línea masculina de Federico II de Sicilia. La situación económica y los conflictos mantenidos impidieron la materialización del envío de una escuadra, optándose por el matrimonio de la nieta del Ceremonioso, la reina María de Sicilia, con el hijo del infante Martín (después rey Martín el Humano), Martín el Joven.

En 1379, aceptó la soberanía de los ducados de Atenas y Neopatria, que hasta entonces estaban vinculados al Reino de Sicilia si bien pudo hacer muy poco por socorrerlos, excepción hecha del envío de una pequeña flota al mando del vizconde de Rocabertí.

Los últimos años del reinado de Pedro IV se vieron enturbiados por sus relaciones con Sibila de Fortiá, dama recién enviudada, que a finales de 1375, el mismo año en que murió la reina Leonor de Sicilia, se convirtió en su amante y un año después le dio una hija, Isabel. La nueva situación personal del Rey parece que no disgustó a sus hijos, hasta que cambiaron radicalmente de actitud cuando Sibila consiguió casarse con el Rey en 1377, en el momento que esperaba un segundo hijo. Los favores dispensados por la nueva Reina a sus familiares, así como su falta de categoría social y de lustre cultural le granjeó la enemistad de sus hijastros, especialmente del heredero de la Corona, el infante Juan, duque de Gerona. Este cuarto matrimonio fruto de una pasión de madurez, ya que el Rey tenía cincuenta y seis años, dividió a la Corte entre un grupo aristocratizante en torno al heredero Juan y su esposa Violante de Bar, y otro más popular en torno a Sibila de Fortiá. Cuando en 1386 el Monarca estaba ya gravemente enfermo, Sibila, temerosa de la venganza del futuro Rey, huyó y se encerró en el castillo de San Martín de Sarroca. Asediada, tuvo que rendirse, siendo acusada de lesa majestad por abandonar al Rey enfermo, así como también de robos en Palacio. Estas luchas familiares coincidieron con la llamada guerra del Ampurdán contra el conde Juan I de Ampurias, que se inició en 1384 y acabó ya en el reinado de Juan I en 1388.

Pedro el Ceremonioso llevó una política interna que favoreció a la pequeña nobleza contra los grandes barones, sobre todo después de su casamiento con Sibila de Fortiá, y protegió a los estamentos menestrales de las ciudades, especialmente a los de las grandes como Barcelona y Valencia, que querían tener acceso al gobierno municipal, y que el Rey facilitó mediante una reforma en el sistema electivo de los cargos.

A pesar de todas las crisis, Pedro el Ceremonioso impulsó una gran obra constructora; muestra de ella son las murallas de Valencia, Morella, Montblanc, la construcción de las Atarazanas de Barcelona y de su nuevo recinto amurallado, etc. Su gusto por las ceremonias y la pompa le hicieron construir los sepulcros reales de Poblet, a imitación de los de Francia en Saint Denis, a la vez que organizó con todo detalle el funcionamiento de su Corte, de la Cancillería y del Tribunal Real, por medio de sus famosas "Ordinacions".

Protector de las artes y de las letras, se le atribuye la redacción de un Tratado de caballería. Su preocupación por la enseñanza superior le llevó a la fundación del Estudio General de Perpiñán en 1349, una vez que Montpellier ya no estaba dentro de la Corona de Aragón, por haber vendido dicha ciudad al rey de Francia Felipe VI, el último rey soberano de Mallorca, Jaime III. También fundó el Estudio General de Huesca en 1354, con los mismos privilegios que gozaban los de Tolosa, Montpellier y Lérida. Con estas fundaciones, el rey Ceremonioso rompió con el monopolio educativo de nivel superior que tenía la ciudad de Lérida, desde que Jaime II fundó en 1300 su Estudio General. Hizo redactar su famosa Crónica en catalán, a imitación de la de Jaime I y también para justificar sus acciones. Escrita en forma autobiográfica, comprende su vida, excepto sus últimos años, y la de su padre.

Pedro IV el Ceremonioso fue un Rey al que le tocó vivir en tiempos muy azarosos. Se mostró siempre como hombre calculador, cruel y falto de escrúpulos, que llevó dignamente la majestad real y que se empeñó en recuperar los Reinos privativos que formaban la Corona de Aragón, como fueron los casos de Mallorca y Sicilia. Su reinado de cincuenta y un años, solamente superado por el de Jaime I, no es solamente uno de los más largos de la historia de la Corona de Aragón, sino también uno de los más conflictivos y a la vez apasionantes.

FUENTES:

Salvador Claramunt Rodríguez.

Real Academia de la Historia. 

 Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

Bibl.: R. Tasis i Marca, La vida del rei Pere III, Barcelona, Dalmau, 1961; Pere el Cerimoniós i els seu fills, Barcelona, Dalmau, 1962; F. Soldevila, Història de Catalunya, Barcelona, Alpha, 1963; A. Canellas, “El reino de Aragón en el siglo XIV”, en Anuario de Estudios Medievales, Barcelona, VII (1970-1971), págs. 119-152; F. Soldevila (ed.), “Crónica de Pere el Ceremoniós”, en Les quatre grans cròniques, Barcelona, Selecta, 1971; E. Sarasa, Sociedad y conflictos sociales en Aragón. Siglos XIII-XV, Madrid, Siglo XXI de España, 1981; F. C. Casula, Profilo storico della Sardegna catalano-aragonese, Cagliari, Edizione della Torre, 1982; T. Bisson, Història de la Corona d’Aragó a l’Edad mitjana, Barcelona, Crítica, 1988; C. Batlle, “L’expanió Baixmedieval, segles XIII-XV”, en Història de Catalunya, vol. III, Barcelona, Salvat, 1988; G. Meloni, Mediterraneo e Sardegna nel Basso Medioevo, Cagliari, Consiglio Regionale della Sardegna, 1988; VV. AA., “Pere el Cerimoniós i la seva època”, en Anuario de Estudios Medievales, Annex 24 (1989), págs. 209-243; M.ª B. Urban, Cagliari aragonese, Topografia e insediamento, Cagliari, CNR, Istituto sui Rapporti italo-iberici, 2000; S. Claramunt, “La política matrimonial de la casa condal de Barcelona y real de Aragón desde 1213 hasta Fernando el Católico”, en Acta Historica et Archaeologica Mediaevalia, 23-24 (2003), págs. 196-235.

✠ ✠ ✠nnDnn✠ ✠ ✠



Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval. 

 

✠  Estudios y Análisis Históricos. 

 

✠  Efemérides, personajes, lugares y hechos históricos.

 

✠  “Diez mujeres del cristianismo primitivo que merecen ser famosas".


Las mujeres ocupan un lugar destacado como seguidoras del ministerio de Jesús en los Evangelios y el libro de los Hechos de los Apóstoles del Nuevo Testamento. La más famosa de ellas es María Magdalena, (a la que estudiaremos en un capítulo aparte), muy probablemente una mujer acomodada de clase alta en lugar de la etiqueta de prostituta que todavía se le atribuye erróneamente, pero también están María y Marta, las hermanas de Lázaro, María la madre de Jesús, la mujer en el pozo de Samaria, la mujer sorprendida en adulterio y muchas otras de quienes a veces se hace cálida referencia en las epístolas, incluso cuando las mujeres, en general, reciben un estatus de segunda clase.

Las primeras personas de quienes se tiene registro de haber visto al Cristo resucitado fueron mujeres, y las mujeres son parte integral de la primera comunidad cristiana, como se describe en el Libro de los Hechos de los Apóstoles. El mismo Jesús no tiene nada que decir sobre la igualdad de sexos; a lo largo de los evangelios parece asumir como evidente que no hay nada inherentemente superior en ninguno de los dos. Sin embargo San Pablo (c. 5 - c. 67 d. C.), y otros escritores de las epístolas que componen el Nuevo Testamento, introdujeron la misoginia cristiana que vinculaba a la mujer con Eva y la caída del hombre.





Eva, como escribe Pablo, fue engañada y luego tentó a Adán a pecar; Pablo insinúa que, de no haber sido influenciado, Adán habría permanecido feliz en el Jardín del Edén, y lo mismo hubiera pasado con todos los descendientes que hubiera tenido con Eva. Las mujeres, por lo tanto, no eran dignas de fiar, no podían tener autoridad sobre los hombres y debían aprender en silencio de los hombres para que no tentaran más a los descendientes de Adán (1 Timoteo 2: 11-14). Aun así, el propio Pablo parece hacerse eco de la visión de Jesús sobre la igualdad de los sexos cuando escribe:

"No hay Judío, ni Griego; no hay esclavo, ni libre; no hay varón, ni hembra [en el Cristianismo]: porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús". (Gálatas 3:28).

Los muchos otros pasajes del Nuevo Testamento que apoyan la superioridad masculina fueron (y todavía son), citados con mucha más frecuencia que la línea de Gálatas, y a las mujeres todavía les son negados puestos de liderazgo en varias denominaciones y hermandades cristianas. Sin embargo, esto no siempre fue así, y hubo muchas mujeres en la Iglesia primitiva que ocuparon puestos de autoridad, establecieron órdenes religiosas y escribieron obras teológicas influyentes antes de su supresión.

Las mujeres en el cristianismo primitivo.

Cualquiera con un conocimiento superficial del cristianismo ha escuchado el término "Padres de la Iglesia", pero con mucho menos frecuencia se escucha "Madres de la Iglesia", y sin embargo, en los primeros días del cristianismo, las mujeres estaban a la vanguardia de la religión. Las mujeres romanas fueron las primeras en tomarse en serio el cristianismo y hay muchas historias, conservadas en los escritos de los mismos Padres de la Iglesia y en los relatos de mártires, de mujeres fuertes que convierten sus hogares a la nueva fe.

Algunas de estas primeras Madres de la Iglesia abrazaron el cristianismo de manera tan completa que dieron todo lo que tenían, a menudo sumas sustanciales de dinero y grandes propiedades, para ayudar a los pobres, los enfermos y los necesitados; según la directriz de Jesús de que "Cuanto lo hicisteis a uno solo, el más pequeño de estos mis hermanos, a mí lo hicisteis "(Mateo 25:40). El servicio a los demás, especialmente a los necesitados, era el servicio a Cristo mismo.

Varias de estas mujeres llegaron a ser conocidas como Madres del Desierto, fundadoras de órdenes monásticas en los desiertos de Egipto, Siria, Persia y Asia Menor. Conocidas como Ammas ("madres"), eran la contraparte femenina de los más conocidos Abbas ("padres") como San Antonio el Grande (también conocido como San Antonio de Egipto, 251-356 d. C.), a quien se le atribuye el establecimiento del monasticismo cristiano. Otras mujeres fueron escritoras famosas que combinaron la literatura y la filosofía precristianas con los preceptos bíblicos, mientras que otras contribuyeron a proyectos de construcción, programas sociales y esfuerzos evangélicos, al mismo tiempo que apoyaban a hombres cuyas contribuciones hoy en día son bien conocidas. 

"LA IDEA DE LA TRADUCCIÓN DE LA BIBLIA AL LATÍN VINO DE UNA MUJER LLAMADA PAULA QUE NO SOLO INSPIRÓ LA OBRA, SINO QUE LA CORRIGIÓ Y LA EDITÓ PARA SU PUBLICACIÓN". 

Cualquier estudiante de la Biblia sabe que San Jerónimo (c. 347-420 d. C.), tradujo la obra del hebreo y el griego al latín, creando la traducción de la Vulgata que sería utilizada por la Iglesia durante los siguientes 1000 años; sin embargo, pocas personas saben que la idea de esa traducción vino de una mujer llamada Paula que no solo inspiró el trabajo, sino que lo revisó y editó para su publicación.

Cambio de poder.

El papel de la mujer en la Iglesia siguió siendo más o menos el mismo incluso después de que el cristianismo fuera elevado por Constantino el Grande (272-337 d. C.), en el año 313 d. C. a través de su Edicto de Milán, que proclamaba la tolerancia para la nueva fe. Sin embargo, después del Concilio de Nicea de 325 d. C. la situación cambió. Constantino convocó al concilio en su villa de Nicea para estandarizar la fe y la práctica cristianas. El tema más importante fue decidir sobre el estatus de Cristo como Dios, dios-hombre o profeta, pero había muchos otros aspectos del cristianismo que estaban lejos de ser uniformes. Había, de hecho, muchas versiones diferentes del concepto religioso central de un Dios Único y Verdadero que redime al mundo.

IMAGEN: Ícono del Monasterio Mégalo Metéoron en Grecia , que representa el Primer Concilio Ecuménico de Nicea en 325 EC, con el condenado Arrio en la parte inferior del ícono. 





Al estandarizar la visión cristiana, Constantino también quería que la práctica religiosa reflejara esa uniformidad. El Papa Clemente (c. 35-99 d. C.) decretó que solo los hombres podían servir como sacerdotes o tener autoridad en la Iglesia porque Cristo había elegido solo a varones como sus apóstoles. El escritor eclesiástico Eusebio (263-339 d. C.), registra que el concilio, siguiendo el ejemplo de Clemente (y muy probablemente influenciado por las advertencias de Pablo sobre la inferioridad femenina), decretó a las mujeres como laicas que podían servir en posiciones subordinadas pero no podían tener autoridad sobre los hombres. Sin embargo, para el momento del Concilio de Nicea, muchas mujeres ya habían demostrado ser líderes religiosas capaces e inspiradoras y muchas más lo iban a demostrar en el futuro.

Diez mujeres del cristianismo primitivo que merecen ser famosas.

Las diez mujeres enumeradas aquí son escogidas de ambos extremos del espectro: aquellas cuyos nombres pueden ser familiares para algunos y aquellas de las que pocos o nadie ha oído hablar. Estas diez son solo una muestra muy pequeña de las muchas mujeres que contribuyeron al desarrollo del cristianismo primitivo, y se anima a los lectores a explorar el tema más a fondo a través de los libros que se enumeran en la bibliografía al final. Las diez mujeres son:

  • Tecla la Apóstol
  • Perpetua la Mártir
  • Amma Sinclética de Alejandría
  • Santa Marcela
  • Macrina la Joven
  • Proba
  • Santa Paula
  • Melania la Mayor
  • Eudocia
  • Egeria

Tecla (siglo I d. C.), es conocida por la obra apócrifa Los Hechos de Pablo y Tecla que narra su conversión al cristianismo por parte de San Pablo y sus posteriores viajes con él, el rescate divino de varias persecuciones y muerte, y su carrera como sanadora, predicadora e inspiradora líder religiosa. La historia de Tecla ha sido regularmente descartada en el pasado como ficción cristiana, pero los eruditos modernos creen que, aunque sin duda hay algo de exageración en los eventos, el relato se basa en una mujer real. En sus epístolas, Pablo menciona regularmente a mujeres que lo han ayudado, y la historia de Tecla no es muy diferente de muchas otras, salvo por sus repetidos rescates milagrosos de la muerte. Un aspecto de su historia que se sabe cierto sobre las mujeres de su época es su voto de castidad, que mantuvo desde su conversión hasta el final de su vida. Que las mujeres eligieran una vida casta, incluso estando casadas, era una declaración dramática de individualidad al reclamar derechos sobre sus propios cuerpos y, por extensión, sobre la dirección de sus vidas.

IMAGEN: Fresco de Santa Tecla en la Catedral del Salvador de Chernihiv, Ucrania. 





Perpetua (181-203 d. C.) es famosa como una mártir del cristianismo primitivo que, junto con su esclava Felicitas, se negó a renunciar a su fe y fue ejecutada por ello. El erudito I.M. Plant señala que "en casi todos los casos, las historias de mártires cristianos son ficticias ... el martirio de Perpetua, sin embargo, generalmente se considera una excepción a esta regla" (164). Ciudadana de Cartago, Perpetua fue arrestada durante una persecución de cristianos bajo el emperador romano Septimus Severus c. 202-203 d. C. Tenía 22 años en ese momento y estaba amamantando a su hijo recién nacido cuando la llevaron a prisión. Su padre, un pagano en buenos términos con las autoridades, le suplicó que renunciara a su fe, pero ella se negó y fue ejecutada junto con Felicitas. Con base en los detalles de la narrativa original sobre la maternidad, los estudiosos creen que el relato fue escrito por una mujer (la primera parte, tal vez, por la propia Perpetua), lo que, como señala I. M. Plant, haría de su historia "la literatura cristiana existente más antigua escrita por una mujer "(165).

Amma Sinclética de Alejandría (c. 270 - 350 d. C.), es una de las Madres del Desierto más conocidas y una de las fundadoras de la tradición monástica. Sinclética era la hija de una adinerada pareja de Alejandría, Egipto, cuya belleza atrajo a muchos pretendientes. Sin embargo, los rechazó a todos debido a su devoción a Cristo. Después de la muerte de sus padres, se cortó el cabello, dio su herencia a los pobres y dejó la ciudad con su hermana menor (que era ciega), para vivir una vida de castidad, pobreza y soledad cerca de la cripta de un familiar. En soledad, se dice que luchó con demonios que intentaron convencerla de que reanudara su vida anterior de riqueza y placer, pero se mantuvo fiel a su fe. Al haber alcanzado la iluminación y la cercanía a Dios que buscaba, consintió en enseñar a otras que se acercaron a ella y proporcionó pautas para esta primera orden monástica de mujeres. Estas reglas, registradas por su biógrafo (posiblemente el obispo Atanasio de Alejandría, 296-373 d. C.), influirían más tarde en el monasticismo europeo.

IMAGEN: Una representación del siglo X d. C. de Amma Syncletica de Alejandría (c. 270 - c. 350 d. C.), una de los primeras líderes del monacato cristiano. (Bibliotecas del Vaticano). 





Santa Marcela (325-410 d. C.), fue una cristiana romana adinerada quien, después de la muerte de su esposo, se dedicó a su fe a través de una vida de castidad y servicio a los demás. Abrió su lujosa casa en el monte Aventino de Roma a otras personas que buscaban una vida de abnegación, oración, ayuno y mortificación de la carne. Fue amiga de la futura Santa Paula y mantuvo correspondencia con San Jerónimo. Marcella, quien había sido una de las mujeres más ricas de la ciudad, regaló y vendió sus bienes mundanos, incluida toda su ropa, joyas y costosos cosméticos para beneficiar a los pobres y vivir libre de posesiones en comunión con Cristo. Como muchas mujeres del cristianismo primitivo, Marcella reclamó su identidad a través de la castidad, negándose a volver a casarse a pesar de que la ley dictaba que debía hacerlo, y se dedicó a su improvisada orden monástica que luego inspiraría a otras mujeres a seguir su ejemplo. Murió en el saqueo visigodo de Roma del año 410 d. C. 


Macrina la Joven (c. 330-379 d. C.), fue una asceta cristiana cuya devoción a Dios inspiró la vida y obra de sus mucho más famosos hermanos menores, San Basilio el Grande (c. 329-379 d. C.), y San Gregorio de Nisa (c. 335 - c. 395 d. C.). Macrina, como muchos de los otros en esta lista, nació de padres acaudalados en Anatolia (la actual Turquía), y había acordado un matrimonio ventajoso. Cuando murió su prometido, se negó a casarse con nadie más y eligió una vida de castidad y oración, afirmando (como hicieron muchas otras místicas), que Cristo era su esposo y que no necesitaba a ningún otro. Macrina practicó un rígido ascetismo y se dedicó a la educación de los demás, especialmente de sus hermanos menores. Después de la muerte de su padre, ella y su madre se mudaron a una finca en el río Iris en Pontus, donde estableció una comunidad cristiana dedicada a perfeccionar su relación con Dios y era consultada con frecuencia por los peregrinos que acudían a buscar su consejo. 


Proba (c. 322-370 d. C.), ostenta la distinción de ser la primera mujer escritora cristiana sólidamente atestiguada por la documentación. Es conocida por el género de trabajo literario llamado cento ("retazos") en el que un autor usa líneas de obras poéticas establecidas, tejidas con las suyas, para crear una obra de arte completamente nueva. En la actualidad, esto sería como el uso del sampling en la música popular, cuando un artista toma prestada una melodía conocida, en su totalidad o en parte, para formar su pieza original. Proba provenía de una familia romana adinerada, y fue probablemente educada en la tradición pagana romana antes de convertirse al cristianismo, en algún momento previo a embarcarse en su carrera literaria. Combinó la poesía de Virgilio con temas bíblicos para enfatizar los aspectos eternos y heroicos del cristianismo. Sus obras se utilizaron más tarde en las aulas romanas para enseñar a los niños de clase alta, ya que combinaban sutilmente la historia pagana del pasado con los ideales cristianos.


Santa Paula (347-404 d. C.), fue la cercana colaboradora de San Jerónimo que lo alentó a traducir la Biblia del hebreo y del griego al latín, para crear así la traducción de la Vulgata que continuó en uso durante los siguientes 1500 años como la escritura autorizada de la Cristiandad. Paula fue otra aristócrata romana acomodada que, tras la muerte de su marido, se sintió atraída por la comunidad monástica de mujeres establecida por Marcela en el monte Aventino. Conoció a San Jerónimo a través de Marcela y viajó ampliamente en su compañía, estableció un centro religioso en Belén y practicó un estricto ascetismo, incluida la abstinencia. Ayudó a Jerónimo a traducir la Biblia, corrigió su trabajo y lo editó para su publicación. Cuando murió, la comunidad cristiana lamentó profundamente su fallecimiento y fue declarada santa en un año.

IMAGEN: Santa Paula enseñando a sus monjas, mediados del siglo XVII d.C., por André Reinoso. Actualmente en el Monasterio de los Jerónimos (Mosteiro dos Jerónimos), en Lisboa, Portugal. 





Melania la Mayor (c. 350-410 d. C.), fue una Madre del Desierto honrada por su devoción a Dios y su apoyo a las órdenes cristianas. Pertenecía de una de las familias más ricas de la Hispania romana, y cuando se mudó de regreso a Roma con su esposo procónsul y su familia, vio morir a todos menos a uno de sus hijos a causa de la peste. Después de perder a su familia, se convirtió al cristianismo, renunció al mundo y viajó a Egipto para vivir en un monasterio. A diferencia de otros conversos cristianos, Melania no regaló sus bienes terrenales y usó su riqueza sustancial para apoyar comunidades e iniciativas cristianas. Cuando los monjes de su orden fueron exiliados a Palestina, ella los acompañó y los apoyó hasta que pudieron regresar. Fundó dos órdenes monásticas en Jerusalén, que ella administraba, y es considerada como una Madre del Desierto por su estricto ascetismo y devoción a la oración solitaria.


Eudocia (c. 400-460 d. C.), fue una de las escritoras más prolíficas de su tiempo y creó numerosas obras sobre temas cristianos que, como la obra de Proba, se inspiraron en la literatura precristiana. Nació en Atenas y se llamó Athenais hasta alrededor de los 20 años de edad, cuando se convirtió al cristianismo y tomó el nombre de Aelia Eudocia después de su bautismo. Sus obras fueron bastante populares y abarcaron desde un centón inspirado en Homero, pasando por poesías sobre la vida y victorias militares de su marido, hasta vidas de santos e historia de la Iglesia. Probablemente sea mejor conocida por su obra "El martirio de San Cipriano", que cuenta la historia de la casta cristiana Justa, los intentos del sabio pagano Cipriano por seducirla, su conversión al cristianismo y el martirio por su fe.

IMAGEN: Icono de Aelia Eudocia de la iglesia del monasterio de Lips (Mezquita Fenari Isa), Fatih, Estambul. 





Egeria (también conocida como Etheria, c. 380 d. C.), fue una viajera y escritora cristiana conocida solo por su obra "Itinerarium", también conocida como "Itinerarium Egeriae" = Viajes de Egeria. Según el texto, ella era una mujer de clase alta que fue en peregrinación a lugares importantes mencionados en la Biblia. Viajó a través de las regiones de la actual Turquía, Egipto, Israel, Líbano, Jordania, Siria, Irak, Irán, Kuwait, Arabia Saudita y de regreso a la región de Anatolia. Su trabajo fue lo suficientemente popular como para ser copiado y se reconoce en la actualidad como completamente único para su época, ya que es un relato profundamente personal de los viajes de Egeria, al tiempo que brinda información sobre el estado de los sitios que visitó, los viajes en esa época, y, dado que está escrito en latín, cómo se escribía ese idioma en aquel tiempo.

Conclusión.

Las contribuciones de estas mujeres fueron reconocidas por sus contemporáneos masculinos que incluyeron relatos de sus vidas en sus obras sobre santos varones. Amma Sinclética era tan admirada que le dieron su propia biografía y San Jerónimo elogió a Paula en sus obras. Las obras de Proba y Eudocia parecen haber sido ampliamente leídas, a juzgar por las copias, y aunque la obra de Egeria no se descubrió hasta el siglo XIX, se reconoció entonces que aparecía en forma de extracto en otras obras poco después de su época.

Varios académicos debaten por qué estas mujeres fueron borradas de la historia oficial de la Iglesia y la respuesta siempre depende de los valores políticos, religiosos o de género del escritor que hace la afirmación. En casi todos los casos, los argumentos en estos debates dicen mucho más sobre el escritor moderno que sobre el tema en cuestión. Sin embargo, la académica Laura Swan resume la situación de manera suscinta cuando escribe:

"La historia de las mujeres a menudo ha sido relegada al mundo de las sombras: se siente pero no se ve. Muchos de nuestros Padres de la Iglesia se hicieron prominentes gracias a las mujeres. Muchos de estos padres fueron educados y apoyados por mujeres fuertes, y a algunos incluso se les atribuye el mérito de haber fundado movimientos que en realidad fueron iniciados por las mujeres en sus vidas". 

A medida que la Iglesia se desarrolló desde su legitimación por Constantino hasta la Edad Media, las mujeres fueron perdiendo cada vez más terreno en cuanto a igualdad de derechos y dignidad básica. La Iglesia medieval consideraba a las mujeres peligrosas tentadoras que debían ser evitadas por cualquier hombre piadoso, manchadas por el pecado original de la engañosa Eva, e incluso su asociación con la Virgen María no podía redimir completamente su naturaleza. La causa más probable para excluir de la historia de la Iglesia a mujeres de grandes méritos, es simplemente porque no encajaban en la narrativa de la Iglesia de hombres devotos y piadosos versus mujeres tortuosas y pecadoras, y enfrentados a la elección entre cambiar esa narrativa o cambiar la historia, el pasado fue borrado silenciosamente. 

FUENTES:

World History.

Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval. 


BIBLIOGRAFÍA:

  • Amma Syncletica: A Spirituality of Experience.
  • Brooke, R & C. Popular Religion in the Middle Ages. Barnes & Noble Books. 
  • Cantor, N. F. The Civilization of the Middle Ages. Harper Perennial.
  • Deanesley, M. A History of the Medieval Church 590-1500.
  • Deen, E. All of the Women of the Bible. Harper One.
  • Eusebius. Eusebius' History of the Church. Kregel Academic & Professional.
  • Gies, F. & J. Women in the Middle Ages. Ty Crowell Co.
  • Kateusz, A. Mary and Early Christian Women: Hidden Leadership. Palgrave Macmillan.
  • McManners, J. The Oxford Illustrated History of Christianity. Oxford University Press.
  • Plant, I. M. Women Writers of Ancient Greece and Rome. University of Oklahoma Press.
  • Power, E. Medieval Women. Cambridge University Press.
  • Schmitt-Pantel, P. A History of Women: From Ancient Goddesses to Christian Saints. Harvard University Press.
  • Swan, L. The Forgotten Desert Mothers: Sayings, Lives, and Stories of Early Christian Women. Paulist Press.
  • Various Ancient Authors. The Bible, King James Translation. Nelson Bibles.



Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval. 

 

✠  Estudios y Análisis Históricos. 

 

✠  Efemérides, personajes, lugares y hechos históricos.

 

✠  “DESCUBRIENDO LA FASCINANTE HISTORIA DE JERUSALÉN (En 31 imágenes)”.

Jerusalén, una de las ciudades más antiguas del mundo, tiene un pasado muy complicado: la ciudad fue arrasada 2 veces, asediada en otras 20 ocasiones y capturada y recapturada en más de 40 momentos diferentes. A sus espaldas quedan siglos y siglos de conflicto debido a su idiosincrasia como punto de encuentro entre varios pueblos.

Tierra Santa para tres religiones (cristianismo, judaísmo, islam), Jerusalén, ofrece un espectacular choque de culturas que recompensa al visitante con una experiencia única en el mundo. ¡Haz clic para descubrirlo todo sobre este fascinante destino!!!

✠ IMAGEN I.- “Jerusalén”.





Muro de las Lamentaciones.

Vestigio del antiguo templo de Jerusalén, esta muralla es lugar sagrado para los judíos. No obstante, está abierta para todas las confesiones.

Los judíos no pueden acceder al Monte del Templo, en donde encontramos la Cúpula de la Roca, por lo que este lienzo de muralla, colindante a dicha sección, es el lugar más sagrado en el que se les permite rezar. Los creyentes en el judaísmo suelen recitar las escrituras y besar este muro de 2.000 años de antigüedad.

✠ IMAGEN II.- “Muro de las Lamentaciones.”





Túnel del Muro de los Lamentos.

¡Aventúrate al subsuelo de la ciudad y cruza el antiguo barrio árabe de la ciudad a través de este sistema de túneles! Nota: no apto para claustrofóbicos, puede llegar a ser bastante estrecho.

✠ IMAGEN III.- “Túnel del Muro de los Lamentos”.





Puerta de Jaffa.

La Puerta de Jaffa era una de las seis entradas originales de la ciudad, construida en 1538 por orden del sultán Solimán el Magnífico. Hoy en día es habitual encontrar arpistas en el lugar.

✠ IMAGEN IV.- “Puerta de Jaffa”. (Foto: Flickr/CC BY-NC 2.0).





Murallas de la ciudad vieja de Jerusalén.

Las murallas de la ciudad vieja ofrecen las mejores vistas de Jerusalén. Con 500 años de historia, puedes visitar las secciones que van desde la Puerta de Jaffa hasta la Puerta del Estiércol y desde la misma Puerta de Jaffa hasta la Puerta de los Leones. 

Aviso: no hay sombra y el sol del verano no tiene clemencia.

✠ IMAGEN V.- “Murallas de la ciudad vieja de Jerusalén”.





Vía Dolorosa.

Esta ruta procesional parte de la Puerta de los Leones y cruza el corazón de la ciudad vieja, a través de nueve estaciones del Viacrucis. En esta imagen encontramos la novena.

✠ IMAGEN VI.- “Vía Dolorosa”.





Yad Vashem.

La enorme muralla de los nombres de Yad Vashem es el punto álgido de la visita al Memorial de los caídos en el Holocausto. Esta es la instalación oficial de Israel para las víctimas del nazismo.

✠ IMAGEN VII.- “Yad Vashem”.





Ciudad de David.

Una de las partes más antiguas de Jerusalén, la Ciudad de David alberga varios de los yacimientos arqueológicos más activos de la ciudad. Aunque esta parte de la ciudad no está exenta de polémica, pues algunos consideran que pertenece a Palestina.

✠ IMAGEN VIII.- “Ciudad de David”.





Torre de David.

La antigua ciudadela, conocida con el nombre de Torre de David, fue el palacio de Herodes I el Grande. En la actualidad alberga el gran Museo de Historia de Jerusalén.

✠ IMAGEN IX.- “Torre de David”.





Museo de Historia de Jerusalén.

Recomendamos la visita a este museo durante el primer día en la ciudad, de forma que te puedas empapar de la historia de Jerusalén y consigas apreciar mejor los monumentos que verás más tarde.

✠ IMAGEN X.- “Museo de Historia de Jerusalén”.





Iglesia del Santo Sepulcro.

Localizada en el barrio cristiano, la Iglesia del Santo Sepulcro alberga, según la tradición, los dos lugares más santos del cristianismo: el punto exacto en el que Jesucristo fue crucificado y su supuesta tumba, en la cual se produjo la resurrección.

✠ IMAGEN XI.- “Iglesia del Santo Sepulcro”.





Iglesia del Santo Sepulcro.

Esta iglesia lleva siendo lugar de peregrinaje para los cristianos durante 16 siglos. No puedes perderte el Altar de la Crucifixión y la Piedra de la Unción, en donde descansó el cuerpo de Cristo antes de su entierro.

✠ IMAGEN XII.- “Iglesia del Santo Sepulcro”.





Museo de Israel.

Inaugurado en 1965, este museo alberga una de las mejores colecciones arqueológicas de Tierra Santa existentes en el mundo, además de numerosas muestras de arte judío. Destacan los antiguos ataúdes de Canaán.

✠ IMAGEN XIII.- “Museo de Israel”. (Foto: Flickr/CC BY-NC 2.0).





Museo de Israel.

En una de las alas del museo encontramos el Santuario del Libro, que alberga los Manuscritos del Mar Muerto, los escritos bíblicos más antiguos jamás encontrados.

✠ IMAGEN XIV.- “Santuario del Libro, que alberga los Manuscritos del Mar Muerto”.





Maqueta de Jerusalén del Segundo Templo.

Si quieres descubrir cómo era la Jerusalén del período del Segundo Templo puedes visitar esta enorme maqueta de escala 1:50, ubicada en el patio del Museo de Israel.


✠ IMAGEN XV.- “Maqueta de Jerusalén del Segundo Templo”.





Monte del Templo / Explanada de las Mezquitas.

Los musulmanes la conocen como Al Haram Ash Sharif ("El Noble Santuario", en español), mientras que para los judíos es HaBayit ("Monte del Templo", en español). Pocos lugares sagrados están tan disputados como este.

✠ IMAGEN XVI.- “Monte del Templo / Explanada de las Mezquitas”.





Cúpula de la Roca.

Dentro de la Explanada de las Mezquitas encontramos dos de los edificios más sagrados del islam: la Cúpula de la Roca y la mezquita Al-Aqsa.

✠ IMAGEN XVII.- “Cúpula de la Roca”.





Abadía de Hagia María.

Abadía de Hagia María es uno de los monumentos más reconocibles de Jerusalén. Esta iglesia ocupa el lugar en el que se cree que murió la Virgen María.

✠ IMAGEN XVIII.- “Abadía de Hagia María”.





Puerta de Damasco.

Una de las entradas de la ciudad vieja, la Puerta de Damasco data del año 1537 y se ubica en el barrio árabe, en la muralla norte. Sus almenas triangulares le dan un aspecto de corona.

✠ IMAGEN XIX.- “Puerta de Damasco”.





Mercado Mahane Yehuda.

Mézclate entre los locales y deambula por este mercado con más de 250 puestos de fruta fresca, verduras, pan, pescado, carne, quesos, especias, vino y otros productos riquísimos.

✠ IMAGEN XX.- “Mercado Mahane Yehuda”.





Monte de los Olivos.

Esta montaña, ubicada al este de Jerusalén, ya no está copada de olivos como antaño. No obstante, se trata de uno de los lugares de oración más importantes de la ciudad. Aquí se erige un cementerio de más de 3.000 años de antigüedad, con unas 150.000 tumbas en total.

✠ IMAGEN XXI.- “Monte de los Olivos”.





Basílica de Getsemaní.

Esta iglesia del Monte de los Olivos alberga una sección de la roca en la que se dice que Jesús oró antes de ser detenido. Destacan las columnas corintias de la fachada del templo, acompañadas de las estatuas de los cuatro evangelistas.

✠ IMAGEN XXII.- “Basílica de Getsemaní”.





Iglesia de Santa María Magdalena.

El zar Alejandro III mandó construir este templo de arquitectura ortodoxa, también localizado en el Monte de los Olivos, en el año 1886. En él descansan los restos de la princesa Alicia de Battenberg, madre del Duque de Edimburgo.

✠ IMAGEN XXIII.- “Iglesia de Santa María Magdalena”.





Tumba del jardín.

Desenterrada en 1867, muchos creen que el cuerpo de Cristo descansó en esta tumba, y no en la antes mencionada Iglesia del Santo Sepulcro. Se trata de un popular destino de peregrinación en la actualidad.

✠ IMAGEN XXIV.- “Tumba del jardín”.





Piscina de Bethesda.

Este es el lugar en el que, según el Nuevo Testamento, Jesús curó milagrosamente al hombre parapléjico. Las ruinas de la piscina de Bethesda están ubicadas cerca de la Iglesia de Santa Ana, en un terreno que también ha revelado un templo romano y una basílica bizantina.

✠ IMAGEN XXV.- “Piscina de Bethesda”.






Cueva de Sedecías.

Esta cueva de roca caliza se ubica debajo del barrio musulmán, en la ciudad vieja de Jerusalén. La estructura se remonta a los tiempos de Herodes el Grande y recomendamos visitarla con un guía.

✠ IMAGEN XXVI.- “Cueva de Sedecías”.






Ventanas de Chagall.

La sinagoga del Hospital Hadassah está decorada con cristaleras de colores que hacen referencia a las diferentes tribus de Israel. Son obra del artista franco-ruso Marc Chagall (1887-1985).

✠ IMAGEN XXVII.- “Ventanas de Chagall”.






Valle de Josafat.

Mencionado en la Biblia, se dice que será en este Valle en donde se celebre el Juicio Final. En el extremo sur de esta estrecha franja de tierra encontramos una serie de tumbas que datan del período del Segundo Templo.

✠ IMAGEN XXVIII.- “Valle de Josafat”.






Iglesia del Pater Noster.

Lo que más destaca en esta iglesia, que forma parte de un monasterio carmelita, es la serie de azulejos que ocupan los muros del claustro y que recogen oraciones en más de 100 lenguas y dialectos.

✠ IMAGEN XXIX.- “Iglesia del Pater Noster”.





Barrio armenio.

Uno de los cuatro cuartos de la ciudad vieja amurallada, el barrio armenio se remonta al siglo IV de nuestra era. Disfruta de los grabados en la pared de la catedral de Santiago en Jerusalén.

✠ IMAGEN XXX.- “Barrio armenio”.





Colonia de los artistas.

Hutzot HaYotzer, como se conoce en hebreo, es el lugar de reunión de los artistas en Jerusalén. Se ubica a pocos metros de la muralla de la ciudad vieja y en él podemos encontrar estudios, talleres y galerías de todo tipo.

✠ IMAGEN XXXI.- “Colonia de los artistas”.




FUENTES:

MSN.

Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval. 



Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval. 

 

✠  Estudios y Análisis Históricos. 

 

✠  Efemérides, lugares, personajes y hechos históricos.

 

✠  “LA BATALLA DE LAS NAVAS DE TOLOSA (16.7.1212).”


La batalla de las Navas de Tolosa es de especial importancia para la Reconquista, y un hito en la Historia de la Humanidad.

 

Para llegar a la misma debieron concurrir una serie de hechos: la caída del imperio almorávide propiciada por los almohades; el avance de los reinos hispánicos a costa de las segundas taifas; la proclamación de la yihad en el mundo islámico para combatir a los reinos hispánicos, y finalmente el espíritu de cruzada existente en Roma y en el mundo europeo, que más centrado en el pillaje y en el Medio Oriente, se daba cuenta que en España existía una cruzada secular que no había sido atendida más que por los españoles. Al fin, a pesar de la predicación de cruzada por toda Europa, la batalla decisiva, la de las Navas de Tolosa, sería un acontecimiento estrictamente español. España, en 1212, como en el 721, salvaba a Europa de la barbarie musulmana.

 

Conquistada toda Al Ándalus por los almohades, empezada a urdirse el verdadero destino de éstos: la acometida al mundo hispánico. Su empuje quedó más que manifiesto en la derrota que infligieron a las tropas de Alfonso VIII en Alarcos (Guadalajara), el 19 de Julio de 1195, destruyendo las expectativas del rey castellano, a quién con la derrota se le impidió terminar lo que estaba organizando: una ciudad amurallada como avanzada de la Reconquista. Una gran batalla contraria a los intereses del rey castellano, que a punto estuvo de costarle la vida, y en la que se enfrentó a un enorme ejército almohade apoyado por los rivales leoneses de Alfonso VIII, entre los que destacaba la casa de Castro, y cuyo general era Pedro Fernández de Castro.

✠ IMAGEN I.- “Rey Alfonso VIII de Castilla”.




 

La derrota en Alarcos aportó nuevos sufrimientos, ya que durante los dos años siguientes, los musulmanes razziaron a su sabor el reino de Toledo.

 

Tras la derrota de Alarcos, Alfonso VIII se planteó la revancha, que fue meditando y combinando con los enfrentamientos con los otros reinos cristianos, hasta que finalmente, el arzobispo de Toledo consiguió la proclamación de la Cruzada. Las épocas de paces pactadas con los árabes posibilitaban el fortalecimiento militar de los contendientes. Pero llegaba el fin de las mismas.

✠ IMAGEN II.- “Obispo de Toledo Rodrigo Jiménez de Rada”.




 

Así, en 1211, el almohade Muhammand Al-Nasir, llamado por los cristianos «El Miramamolin«, preparó un gran ejército amenazando a los reinos cristianos. Ambicionaba ocupar completamente la Península Ibérica. El califa logró reunir un ejército de 125.000 soldados bien pertrechados y muy fanatizados. La caída de Salvatierra en manos de los Almohades, alarmó a toda Europa.

✠ IMAGEN III.- “Muhammad Al-Nasir, miramamolín”.




 

Pero Al Nasir, convencido de su victoria, daba rienda suelta al maltrato de sus propias tropas. Las formas aplicadas sobre los soldados eran tiránicas, lo cual contrastaba con las formas aplicadas por los reyes hispánicos.

 

En 1212 el arzobispo de Toledo, Rodrigo Jiménez de Rada, logró del papa Inocencio III la proclamación de Cruzada para la lucha contra los almohades. La bula fue cursada a Alfonso VIII de Castilla, y fue complementada con otra en la que amenazaba de excomunión a quién atacase un  reino cristiano que se encontrase involucrado en la cruzada, en claro aviso al rey de León para que evitase atacar Castilla para recuperar las plazas anteriormente tomadas por Alfonso VIII. Jiménez de Rada, estuvo predicando la cruzada por Francia y en las iglesias de toda Europa animó a los creyentes a alistarse. En Europa existía auténtico pavor ante la posibilidad de una asonada árabe sobre su territorio, por lo que numerosos señoríos franceses respondieron al llamamiento del Arzobispo de Burdeos, el Obispo de Nantes, el Conde de Astarac, Theobald de Blazon ‘Señor de Poitou’, el Vizconde de Turena, el belicoso Arzobispo de Narbona, Arnau Amalric, entre otros.

✠ IMAGEN IV.- “Papa Inocencio III”.




 

De Europa, y en concreto de Languedoc, llegaron contingentes del ejército de Simón de Monfort, habituados a la lucha en la cruzada contra los albigenses, que en ese momento estaba en marcha, importando los métodos allí aplicados: Asaltaron la judería de Toledo, y cuando fueron expulsados de la ciudad, devastaron allí por donde pasaban.

 

Alfonso VIII se presentaría a la contienda con 50.000 hombres comandados por Diego López de Haro, V señor de Vizcaya. Sancho VII de Navarra, Pedro II de Aragón y Alfonso II de Portugal aportarían 20.000 hombres: 30.000 ultramontanos acudieron a la batalla con espíritu poco batallador, y las Órdenes militares acudieron como combatientes que no volvían la espalda y no obedecían sino al Papa. Ahí estaban los Maestres de las Órdenes del Temple y de San Juan de Jerusalén, con sus tropas de élite, así como numerosos caballeros de las Órdenes de Calatrava y Santiago. Por su parte, el rey de León y Galicia, Alfonso IX (1188-1230), condicionó su participación a la devolución de ciertas plazas arrebatadas por los castellanos y, lejos de unirse a la campaña, aprovechó la concentración de tropas en Toledo para atacar la región de Tierra de Campos; no obstante, sí acudieron a la cita importantes contingentes de caballeros leoneses. Los musulmanes presentaban un ejército cuyo número los historiadores hacen oscilar entre 120.000 y 400.000 hombres.

 

El rey de Navarra, debido al enfrentamiento que tenía con Alfonso VIII, no se decidió a participar en la contienda hasta que Arnaldo Amalarico, obispo de Narbona, le convenció.

 

La batalla de Las Navas de Tolosa, llamada en la historiografía árabe Batalla de Al-Uqab, finalmente enfrentó el 16 de Julio de 1212 en las inmediaciones de la población jiennense de Santa Elena al ejército aliado en una actuación que puede entenderse como la primera iniciada por quienes, juntos, constituían España, contra el ejército numéricamente superior del califa almohade Mohamed Al Nasir (Miramamolin). Saldada con una importantísima victoria del bando cristiano, esta batalla fue el punto álgido de la Reconquista y el principio del fin de la presencia musulmana en España.

 

La financiación de la empresa, en un 66 % estuvo a cargo del tesoro castellano y el resto por parte de la Iglesia. De todo el reino llegaron a Toledo armas, caballos y provisiones.

 

Malagón, Calatrava y Alarcos… Tres plazas que había perdido la Orden de Calatrava tras el desastre de Alarcos (único baluarte cristiano al sur del Tajo), ocurrido en 1195, exactamente el 19 de Julio, eran recuperadas 17 años más tarde. La cruzada partió de Toledo el 19 de Junio, y llegó a Malagón el día 24.

 

La actuación de los ultramontanos en Malagón fue la segunda parte de  lo acaecido en Toledo, no estaba en orden a lo previsto por Alfonso VIII, que llegó dos días más tarde a la fortaleza y contempló horrorizado el espectáculo dejado por los tramontanos. Esa no era la batalla que quería el rey de Castilla, había que negociar de otra manera. Empezaron los roces entre los cristianos españoles y los extranjeros.

 

Tras Malagón, Calatrava. Tres días de asedio bastaron para acabar con la mitad de los defensores y la rendición del resto. La fortaleza de Calatrava era de tal categoría que los cristianos discutieron sobre la conveniencia de atacarla. Finalmente lo hicieron y fue entregada a los monjes calatravos, que anteriormente la habían perdido ante las tropas de Miramamolín. Todo lo hallado en ella fue entregado a los ultramontanos.

 

Treinta y cinco caballeros árabes escaparon con vida del sitio, perdonados por Alfonso VIII, y marcharon con Miramamolín (Mohamed Al Nasir), en medio del disgusto de los ultramontanos, partidarios de pasarlos a cuchillo. Este hecho significó su defección de la campaña, aunque finalmente su deseo fue cumplido por parte de Miramamolín, que no perdonó la rendición a los caballeros liberados y mandó degollarlos. Acto seguido, el grueso del contingente ultramontano abandonó la campaña y volvió a sus lugares de origen, poniendo como excusa la magnificencia otorgada a los vencidos. Poco perdía el ejército cruzado al ver marchar un contingente compuesto por soldados, mujeres, niños y enfermos. La cuestión sería lo que debía ser: un asunto estrictamente español.

 

Aproximadamente se marcharon un 27 % del total del ejército. El obispo de Narbona, que se quedó con una treintena de caballeros, señala que el número de los que se retiraron ascendía a 50.000.

 

El día 6 de Julio se tomó Alarcos, y el día siete llegaban las fuerzas a Salvatierra, que se había perdido el año 1211. Mientras, Al Nasir se ocultaba en la sierra, por lo que los reyes hispánicos plantearon una estratagema: volver, supuestamente, para castigar a Alfonso IX de León.

 

En las estribaciones de Sierra Morena estaba el ejército enemigo, esperando que la desmoralización y la falta de avituallamiento cundiese entre los españoles. Y no había para menos, tan sólo un caballo de guerra necesita comer más de una arroba diaria de heno más otra media de avena o cebada; para beber, no pasa con menos de dos cántaros diarios. Pero es que, además de las monturas de guerra, en un ejército como el preparado para aquella expedición van también otras imprescindibles para carga y transporte. Con un caballero de la caballería pesada van cuatro monturas: además del destrier con el que combate, el caballero monta un palafrén durante el viaje y su escudero va en otro caballo, a los que se añade un jumento o mula cargando con las armas y bagajes de los dos hombres. En total, no menos de sesenta mil bestias. Si, obviamente, tenemos en cuenta la comida para los soldados ─a razón de tres libras diarias por persona─, para una expedición que durase un mes, debíamos llevar con nosotros casi cincuenta mil arrobas de comida, aunque mucho de ese peso fuese andante por tratarse de animales que se irían sacrificando. Parece, así, que la deserción de los ultramontanos resultó beneficiosa para la expedición, ya que las provisiones previstas para ellos quedaron con los que siguieron en la campaña.

 

Pero la situación geográfica era muy contraria al ejército español, que tomó y perdió el castillo de Ferral, Al Nasir entendió que con estos movimientos tenía cercados a los españoles.

 

El ejército árabe, compuesto de 120.000 soldados, estaba encabezado por la infantería del Alto Atlas, tras los que se acumulaba un enorme ejército de voluntarios andalusíes cuya idea principal consistía en morir en el envite.

 

Tras esta masa de carne sin formación militar se situaba el ejército almohade con una potente caballería encargada de cubrir los flancos que estaba conformada por caballeros procedentes de todos los lugares del Islam, que habían acudido a la llamada de la Yihad.

 

Tras ellos, los temidos arqueros turcos a caballo, que ya eran conocidos por las fuerzas españolas; unidades de élite que atacaban sorpresivamente y salían huyendo, atrayendo a los españoles a nuevas emboscadas.

 

Y finalmente, la guardia negra, compuesta por esclavos senegaleses que permanecían encadenados y dispuestos a morir en torno al sultán, que dirigía la operación desde el Castillo de Ferral, frente al desfiladero de la Losa.

 

El ejército almohade se preparó para la batalla en la calurosa jornada del día 14 de Julio intentando aprovechar el cansancio de las tropas española e hizo lo mismo el día 15, al frente de la cual estaba el propio Al Nasir. Los españoles, observaban cómo se gastaban las fuerzas del enemigo, que lanzaba escaramuzas con la intención de provocar la batalla en el momento que más les interesaba.

 

El plan de combate de los reyes cristianos consideraba mantener un cuerpo de reserva con el que atacar al enemigo cuando intentara cercar al cuerpo principal. Alfonso VIII quedaría al frente del mismo.

 

El día 16 era el gran día. Don Diego López de Haro al frente, con las huestes del arzobispo de Narbona. En el centro Gonzalo Núñez de Lara y las Órdenes Mlitares de Calatrava, Temple, Santiago  y Hospital. A la  derecha se situó el rey de Navarra, Sancho VII el Fuerte, las milicias concejiles. A la izquierda, las tropas de Aragón, con Pedro II al frente.

✠ IMAGEN V.- “Sancho VII de Navarra, el Fuerte”. 





✠ IMAGEN VI.- “Pedro II de Aragón”.





Entró en combate la caballería pesada haciendo grandes estragos entre la infantería yihadista andalusí así como entre la infantería profesional, tras lo cual, la caballería pesada almohade retrocedió sin entrar en batalla, pero más tarde los infantes musulmanes desorganizaban el ataque de la caballería y descabalgaban a los jinetes castellanos.

 

Entraron en acción, entonces, las líneas medianeras de los cuerpos castellano y aragonés y los almohades simularon una retirada dando paso a las fuerzas de élite y la caballería ligera almohade trata de envolver a los atacantes. Las tropas españolas flaquean y los musulmanes rompieron su formación cerrada para perseguirles, lo que debilitó el centro del ejército almohade. Fue el momento que aprovechó Alfonso VIII para entrar en batalla.

 

Seguido por los reyes de Aragón y de Navarra al grito de ¡Santiago y cierra España! se produjo la gran desbandada agarena, dejando en solitario a Miramamolín con su escolta suicida, que fue arrasada mientras Miramamolín, salía huyendo. Sancho fue el primero en acometer la tienda del tirano.

 

Un Te Deum Laudamus, Te Dominum confitemur selló la gloriosa jornada.

 

La derrota musulmana fue terminante, y abrió las puertas de la Andalucía bética a los cristianos. Cuarenta años después, solo el Reino de Granada se mantenía en manos musulmanas. En cuanto a los Almohades, las crisis internas llevan a su disolución en 1224.

✠ IMAGEN VII.- “Batalla de las Navas de Tolosa”. 




FUENTES:

Cesáreo Jarabo.

España en la historia.

Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠



Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval. 

 

✠  Estudios y Análisis Históricos. 

 

✠  Efemérides, personajes, lugares y hechos históricos.


✠  “PELAYO GALVÁN Y LA QUINTA CRUZADA.”

Dammietta, año del Señor 1218.

A orillas del Nilo, Pelayo Galván se seca el sudor con la manga del hábito. El verano en Egipto es duro, muy diferente al clima de su tierra natal, donde la lluvia y el frío son una parte más de la naturaleza. Aquí el calor es pegajoso y el sol ataca sin piedad, algo que bien podría haber facilitado la toma de la ciudad que los hijos de Alá llaman Dumyāt, la Damietta cristiana, al verse acuciada por la falta de agua, pero aquel caudaloso río a su paso por la villa ha revertido el problema a los sitiadores. O puede que, ironías de la guerra, les reporte la solución definitiva.

Resuenan en el río ruido incesante de martillos, resquebrajar de maderas y órdenes dadas en diversas lenguas del mundo. Después de tres meses siendo repelidos por tierra y ante la falta de material para la construcción de máquinas de asedio, Galván, Oliver de Colonia, Leopoldo VI y Juan de Brienne han tomado la decisión de fijar dos grandes barcos y construir sobre ellos una torre flotante que llegue a la altura de la alcazaba, superando la cadena que impide el acceso a los barcos. La tarea es inmensa, pero de salir bien la ciudad caerá consigo y, con ella, la Quinta Cruzada permitirá por fin recuperar Jerusalén, la Casa de Dios.

✠ IMAGEN I.- “Pelayo Galván”.





Y si Dios lo quiere, Pelayo Galván está dispuesto a ser su brazo ejecutor.

EL PERSONAJE.

Las referencias bibliográficas a Pelayo Galván son casi más escasas que la ingente cantidad de nombres por los que ha pasado a la historia: Pelayo Galván, Pelagio Galvani o Pelayo Gaitán. Nacido en torno a 1165, poco se conoce sobre sus primeros años: se da por cierto que descendía de una familia noble de la Península ibérica, y si bien no existe constancia de su lugar de nacimiento, se considera natural de la provincia de León o de alguno de los pueblos vecinos (Navarrete), si bien existen diversas teorías que lo sitúan en el señorío de Gusendos de los Oteros, en Galicia, mientras otros lo hacen natural de Guimaraens, en el reino de Portugal, posibilidades que no resuelven las crónicas de la época, en las que se habla de Pelagio Calvani, Gaitán y hasta Paio Galvao.

Respecto a su juventud, se sabe que tomó el hábito benedictino a muy temprana edad y que posteriormente partió a estudiar teología en París, donde compartió aula con Lotario dei Conti di Segni, el futuro papa Inocencio III

✠ IMAGEN II.- “Inocencio III”.




Años más tarde, tras un breve paso por la Península para ejercer como profesor, Sancho I de Portugal envió a Galván, antiguo compañero del nuevo pontífice, a presentarle sus respetos. El feliz reencuentro hizo que Inocencio nombrase a Pelayo vicecanciller de la Iglesia y canónigo de San Pedro. En 1205 o 1206 se convirtió en cardenal diácono, siendo uno de los primeros españoles, tras Pedro de Cardona, en recibir esta dignidad. En 1211 fue nombrado cardenal presbítero de Santa Cecilia y en 1213 obispo de Albano, aunque mantuvo su residencia en Roma, donde ocupó un lugar destacado en la Santa Sede.

Era un hombre de mucho espíritu y muy hábil, aunque de un carácter fiero y tenaz (Navarrete).

IV CONCILIO DE LETRÁN.

Pues tres son los que dan testimonio: el Espíritu, el agua y la sangre; y los tres convienen en lo mismo. (Juan 5:7-8).

11 de noviembre de 1215. Inocencio III convocó el Concilio Lateranense IV, llamando a los caballeros cristianos de Europa a la Reconquista de Tierra Santa y la reforma de la Iglesia Universal. La recompensa que esperaba en Oriente a quien se prestara voluntario era considerable: pecados perdonados, indulgencia con los que aportaran dinero, protección de bienes y familias y compromiso eclesiástico de sufragar un veinte por ciento de los gastos totales de la aventura (Francisco García Fitz, Cruzados en la Reconquista).

Se iniciaba así la Quinta Cruzada, auspiciada por las bulas papales Quia maior y Ad Liberandam y convocada inicialmente por Inocencio III, al que le sobrevino la muerte en 1216. Sería su sucesor, Honorio III el que daría el impulso definitivo. 

✠ IMAGEN III.- “Honorio III”.





UN ESPAÑOL EN LA QUINTA CRUZADA.

Andrea II de Hungría organizó el ejército más grande de toda la historia de las Cruzadas, al que se le iría sumando el monarca austríaco Leopoldo VI y caballeros como Jean de Brienne. Los primeros ejércitos cruzados occidentales partieron desde el puerto de la ciudad de Vlaardingen el 27 de mayo de 1217 en trescientos barcos hacia Oriente. Sin embargo, a pesar de la prontitud de la partida, arribaron mucho después que los húngaros y austríacos a Tierra Santa, puesto que hicieron escala en Santiago de Compostela, y una parte de ellos se involucró en la guerra de reconquista portuguesa contra los musulmanes en la Península ibérica.

El destino de los caballeros fue la ciudad de Acre, donde  fueron recibidos por Raúl de Merencourt, el patriarca latino de Jerusalén. Allí se produciría el primer consejo de guerra, con Andrea II, Leopoldo VI, Hugo I de Chipre, el príncipe Bohemundo IV de Antioquía, los tres maestres de la Orden Teutónica y el rey Juan de Jerusalén. El objetivo era (como el de las anteriores cruzadas) rescatar las tierras de manos de los musulmanes, en esta ocasión combatiendo a los Ayubitas en Siria.

Los ejércitos cruzados se dirigieron al sur, hacia la cadena montañosa junto a Acre, y fijaron un campamento en las afueras de Riccardana. El 3 de noviembre el patriarca latino Raúl y el obispo Jacobo Vitry de Acre se presentaron en persona frente al rey húngaro y al duque austríaco, trayendo con ellos un pedazo de la Vera Cruz la cual se había perdido después de la batalla de los Cuernos de Hattin en 1187.

Mientras tanto, Al-Muazzam, hijo del sultán al-Ádil, vigilaba de cerca a los cruzados, aunque sin pretensión de atacarlos. El 4 de noviembre las fuerzas cristianas avanzaron para explorar las cercanías del castillo sobre el monte Tabor y el 10 de noviembre ya habían cruzado el mar de Galilea. 

Es por esta época cuando vuelve a resonar con fuerza el nombre de Pelayo Galván. El papa Honorio III lo había nombrado nuncio, encomendándole la responsabilidad de dirigir a los cruzados hacia Egipto, primero, y Jerusalén, después.

Honorio III le hizo su legado para la expedición a la Tierra Santa, a donde condujo en el año de 1218 un refuerzo considerable de tropas y muchos príncipes y señores principales de la cristiandad (Navarrete).

El objetivo del religioso era el puerto de Damietta, en la orilla oriental del Nilo, un enclave protegido por tres murallas y una infinidad de torres de guardia que, en la práctica, suponía uno de los corazones de la defensa musulmana. A esta acción de Galván, cabeza visible del ejército a nivel religioso, se le sumaron las mesnadas de Oliver de Colonia, Leopoldo VI y Juan de Brienne.

El nuncio fue el responsable de un gigantesco tesoro papal de 35.000 marcos de plata y otros 25.000 de oro. Con él pudo sacar de la indigencia a algunos cruzados y contratar a aquellos soldados que buscaran un pago regular (Christopher Tyerman corrobora esta idea en ‘ The world of the Crusades).

EL SITIO DE DAMMIETTA.

Galván arribó a la ciudad en agosto, cuando Brienne ya había comenzado el cerco.

Las operaciones giraban en torno a bloquear la ciudad y someterla por el hambre, porque la falta de madera impedía la construcción de máquinas de asedio (Tyerman). 

✠ IMAGEN IV.- “El sitio de Dammietta”.





Pelayo se hizo cargo del asedio durante año y medio. Al otro lado de las torres defendía la ciudad Al-Kamil Muhammad al-Malik, uno de los generales más reconocidos de Egipto.

Al-Kamel fue al encuentro con sus tropas, se asustó ante tan elevado número de enemigos y evitó enfrentarse a ellos. Instaló su campamento al sur del puerto de la ciudad de tal forma que podía ayudar a la guarnición sin verse obligado a entablar una batalla directa. La ciudad era una de las mejor defendidas de Egipto. Las murallas estaban rodeadas al este y al sur por tierra pantanosa, mientras que al norte y al oeste el Nilo garantizaba un nexo con Egipto (Amin Maalouf en Las cruzadas vistas por los árabes).

En la práctica Al-Kamel sabía que o los cristianos tomaban el Nilo o no la cercarían de forma eficiente. Y aquello era prácticamente imposible de conquistar por culpa de una gigantesca cadena ubicada entre el castillo y la alcazaba de la ciudad que impedía el acceso a los buques. La tarea era titánica, pero Galván, con ayuda de sus generales, ideó un plan, apoyándose en las flotas de Frisia y una flotilla de la República de Génova al mando de Simone y Pietro Doria:

Durante tres meses vieron rechazados los asaltos a la alcazaba, hasta que se les ocurrió la idea de fijar dos grandes barcos y de construir sobre ellos una suerte de torre flotante que llegaba a la altura de la alcazaba. La tomaron por asalto el 25 de agosto y rompieron la cadena (Amin Maalouf). 

El sitio fue largo y duro, pero finalmente se logró tomar la plaza en 1219. La caída de la alcazaba le provocó tal tensión en al sultán al-Ádil, que falleció de un ataque al corazón. Su sucesor fue Al-Kamel, quien propuso un curioso pacto a Galván: si los cruzados abandonaban la región, se comprometía a entregarles Jerusalén, toda Palestina central y Galilea, además de las reliquias de la Santa Cruz. Por un lado, los franceses de Juan de Brienne y los teutones fueron partidarios de aceptar la propuesta, pero Galván, secundado por los italianos, los caballeros templarios y hospitalarios, se negó.

La decisión final le correspondía a un tal Pelayo, un cardenal español al que el papa había puesto al frente de la expedición. Galván rechazó el pacto y tomó la urbe por la fuerza poco después ante una famélica y escasa guarnición el 5 de noviembre de 1219. (Maalouf).

Una vez tomada la ciudad, Galván consagró la mezquita de la ciudad como iglesia y restauró la sede episcopal y su cabildo, aunque la tranquilidad duró poco. No se habían apagado las ascuas de la conquista cuando comenzaron las disputas entre los cristianos por el control de la ciudad. Pelayo, convencido, proponía llegar hasta Jerusalén, pero su figura cayó a un segundo nivel con la llegada de Federico Hohenstaufen, rey de Alemania y de Sicilia. Poco después, cuando la cruzada perdió fuelle y se barruntaba el desastre, Pelayo regresó a Europa. 

SUS ÚLTIMOS DÍAS.

De regreso en Italia, ejerció como decano del colegio cardenalicio en el cónclave de 1227 en que fue elegido papa Gregorio IX. En 1229, desatadas las hostilidades entre Roma y el emperador Federico II, Pelayo se puso al mando del ejército pontificio que se enfrentó a las fuerzas imperiales.

Ya estaba de vuelta en Roma el año de 1224, y según las memorias de la iglesia de León falleció a 29 de febrero de 1230. A principios de aquel siglo pasó también a visitar los santos lugares de Roma y Jerusalén el famoso Don Lucas, después obispo de Tuy, con cuyo motivo estuvo en Francia, en Italia, en Grecia, en Armenia, en Constantinopla, en Tarso de Cilicia, en Nazareth y en otras varias partes del Oriente, como él mismo refiere; adquiriendo en estos viajes aquel caudal de erudición y conocimientos que le proporcionó las mayores dignidades de la Iglesia de España, y que la gran reina Doña Berenguela, madre de San Fernando, le nombrase su historiador por el reino de León, para perpetuar las hazañas de los reyes sus predecesores (Navarrete).

FUENTES:

Ricardo Aller Hernández. 

España en la historia.

Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval. 

✠ ✠ ✠nnDnn✠ ✠ ✠       



Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval. 

 

✠  Estudios y Análisis Históricos. 

 

✠  Efemérides, personajes y hechos históricos.

 

Tal día como hoy, 22 de Enero, pero del año…

 

✠  “1188.-  EN EL REINO DE LEÓN, ALFONSO IX ES PROCLAMADO REY, TRAS LA MUERTE DE SU PADRE FERNANDO II.”

Alfonso IX. Zamora, 15.VIII.1171 – Villanueva de Sarria (Lugo), 24.IX.1230. Rey de León (1188-1230).

✠ IMAGEN I.- “ALFONSO IX de León.” 




Hijo de Fernando II (1157-1188), rey de León, y de su mujer Urraca Alfonso, llamada “La Portuguesa”, por su procedencia. Fue bautizado en la catedral de Zamora. Dada la anticanónica consanguinidad de sus padres, el matrimonio hubo de disolverse poco tiempo después del nacimiento de Alfonso, en 1175, por lo que su madre desapareció de la Corte leonesa refugiándose en un monasterio portugués; la ilegitimidad del matrimonio de sus padres, y su anulación posterior, no fue obstáculo para que fuese reconocido como legítimo heredero. De su crianza sería responsable la salmantina María Ibáñez y el matrimonio leonés formado por Adán Martínez y María Díez. Pasada la niñez, su formación estuvo en manos de Armengol, conde de Urgel, y de Juan Arias y su mujer, Urraca Fernández.

✠ IMAGEN II.- “Urraca Alfonso, “la portuguesa”




 

Es la pluma de Lucas de Tuy, canónigo isidoriano anteriormente a su condición de obispo tudense, quien, a través de su "Cronicon mundi", nos revela las características físicas del joven príncipe, a quien conoció personalmente: “Es de rostro noble, elocuente, generoso, de gran fortaleza física, diestro en el manejo de las armas y muy firme en su fe católica [...] Cuando se enojaba se asemejaba al rugido de un león. Al revestirse con las armas de guerra y montar a caballo, su gesto manifestaba más fortaleza de ánimo que ferocidad [...] Nunca fue vencido en el campo de batalla, permaneciendo siempre victorioso en las guerras que sostuvo frente a cristianos y sarracenos”. Da a entender el tudense, poco después, que era clemente, misericordioso, pero también aficionado a las mujeres, colérico y de oídos atentos a la calumnia. Añade, además, para grandeza y loor de san Isidoro y de su colegiata leonesa, un milagro del santo en favor del propio Alfonso, a quien curó de ceguera, tras ser lavados sus ojos con agua milagrosa.

 

A la muerte de Fernando II, en enero de 1188, el acceso del príncipe Alfonso al Trono era disputado por el infante Sancho Fernández, hijo legítimo de la legítima unión de Fernando II con Urraca López, de la dinastía riojano-vizcaína de los López de Haro, en esos momentos encabezada por Diego López de Haro, hermano de la reina Urraca. Los apoyos de la Casa real castellana, encabezados por Alfonso VIII (1158-1214), a los López de Haro, suponían un peligro real para que Alfonso IX consolidara su Trono leonés, por proceder de un matrimonio nunca legitimado.

✠ IMAGEN III.- “Alfonso VIII de Castilla”.




 

De hecho, a la muerte de Fernando II los castellanos invadieron tierras leonesas, tomaron Coyanza (Valencia de Don Juan), y algunos enclaves de Tierra de Campos, rompiendo el sistema defensivo leonés en la línea fronteriza con Castilla, disputada a lo largo de los siguientes veinte años. Al fin, el enfrentamiento oponía a los nietos de Alfonso VII el Emperador, aunque se resolvería favorablemente para el Monarca leonés, que consolidó su corona manteniéndola nada menos que durante cuarenta y dos años.

 

La reafirmación del Trono sería definitiva cuando, en la primavera de 1188, el joven Monarca convocó una Curia Extraordinaria en la iglesia de San Isidoro de León. En ella se iniciaba la tarea legislativa alfonsina que se consolidará en los distintos ordenamientos y decreta promulgados durante su prolongado reinado. Esta Curia de 1188 contó con la presencia de procuradores de las ciudades y villas del reino, lo que ha llevado a identificarla con las primeras Cortes. En la Curia de 1188 se revocaron algunas de las donaciones que Fernando II había otorgado en sus últimos años de reinado y que habían cercenado el realengo, fundamentalmente las relativas a los cellarios regios; finalmente, se confirmaron y renovaron otros decretos.

 

El análisis pormenorizado del conjunto legislativo de 1188 ha llevado a señalar que verdaderamente en dicha fecha sólo se realizaron parte de los decreta en que se confirmaban usos y derechos anteriores; mientras que otra parte, los de temática judicial, por ejemplo, serían de formulación posterior. En todo caso, la emblemática Curia Extraordinaria (Cortes Leonesas), de 1188 ha sido identificada tradicionalmente como el inicio de garantías jurídicas que dieron seguridad a los súbditos.

 

Para evitar la guerra, los monarcas de Castilla y de León llegaron a un compromiso que apartaba definitivamente a Sancho Fernández del trono leonés: en Carrión, en el mes de junio, convocada una Curia, Alfonso IX sería armado caballero por Alfonso VIII de Castilla, que así reafirmaba su posición, puesto que el leonés le besaría la mano siguiendo el uso caballeresco. Los acuerdos matrimoniales fijados en este compromiso pretendían la unión de Alfonso IX con una princesa castellana, pero realmente el compromiso nunca se llevó a efecto. En Carrión, se dice (C. de Ayala), nació el profundo leonesismo de Alfonso IX, nunca favorable a compartir el Trono con Castilla, al tiempo que Alfonso VIII no devolvía las plazas ocupadas. Y, de Carrión, el joven Monarca pasaría a Compostela, sin duda su refugio preferido a lo largo de todo su reinado, donde hizo que reposaran los restos mortales de su padre. Aclarada la situación con Castilla, Alfonso IX debió imponerse también respecto al reino vecino occidental, donde Sancho I de Portugal (1185-1211), de la misma manera pretendía aprovecharse del cambio dinástico. Y, por el sur, la subida al trono del monarca leonés coincidió con la gran ofensiva almohade localizada al sur de Coria. Es en estos primeros meses de su reinado cuando Alfonso IX se vio obligado también a tomar medidas económicas ante la mala situación de la Corona, que le incapacitaba para emprender cualquier empresa bélica. La alternativa fue única: recurrir a nuevos impuestos, "el petitum y la moneda forera".

 

A lo largo de 1188 se consolidó la Corona sobre Alfonso IX, que controlaba perfectamente la situación y que ahora aparecía acompañado por su madre, Urraca Alfonso. Un acercamiento a la Corte portuguesa a lo largo de 1190 hizo que Alfonso se olvidase del compromiso matrimonial castellano y solicitase de Sancho I de Portugal el casamiento con su hija Teresa; ello, a sabiendas de la proximidad familiar y la consanguinidad correspondiente: eran primos carnales. La boda se celebró en Guimarães el 15 de febrero de 1191. La unión no fue nunca aceptada por Roma, cuyo pontífice, Celestino III (1191-1198), ante la resistencia de los monarcas a la separación, envió un legado pontificio para llevar a efecto la anulación y, a continuación, aunar las fuerzas de los reinos cristianos contra el peligro almohade. Roma pretendía unir las voluntades de Alfonso VIII de Castilla, Alfonso IX de León y Alfonso I de Portugal.

✠ IMAGEN IV.- “Papa Celestino III”.




 

En 1193, tanto los castellanos como los leoneses estaban interesados en la paz con los musulmanes y para ello desarrollaron, en el norte de África, tareas diplomáticas encargadas de prolongar las treguas. Por su parte, el peligro llevó al Monarca leonés a tratar de fortalecer las Órdenes militares, sobre todo a la poderosa Orden leonesa de Santiago, con el fin de defender la Transierra y reforzar Ciudad Rodrigo y las tierras meridionales. Se intuía una gran ofensiva almohade, que sería una realidad en 1195 y que acabaría con el desastre castellano de Alarcos.

 

En 1194 se celebró el tratado castellano-leonés de Tordehumos, en el que se estipuló la devolución de las plazas ocupadas por Alfonso VIII al acceder al Trono leonés Alfonso IX; estipulación que no se resolvió hasta dos años después. Es también 1194 el año en que Celestino III se vio obligado a excomulgar a Alfonso IX y Teresa de Portugal, por su anticanónica unión, lanzando entredicho sobre sus reinos. Era el final del matrimonio; para entonces, Teresa había dado al leonés tres hijos: Sancha, Fernando y Dulce. Éste es el primer matrimonio de Alfonso IX; matrimonio que nunca fue legitimado y cuya descendencia tampoco lo fue. El acuerdo leonés-portugués fijó la dotación de Teresa, que volvió a su tierra, donde se convertiría en la gran benefactora del Císter (monasterio femenino de Lorvão), si bien sus propiedades leonesas le permitieron mantenerse en ambos reinos.

✠ IMAGEN V.- “Teresa de Portugal”.




 

Reunida la Curia en Compostela, este año de 1194, Alfonso IX continuó su tarea legislativa y siguió afianzando su poder monárquico. Las constituciones aprobadas en este momento tienen como líneas prioritarias la justicia y el orden público: el interés específico del Monarca era el establecimiento de una recta justicia. La falta de entendimiento entre Alfonso VIII y Alfonso IX rompió las expectativas de una lucha antiislámica conjunta de los reinos cristianos hispánicos; la negativa del primero a compensar al segundo por su ayuda, y a replantear el espinoso tema del infantado de Campos y liberar algunos castillos usurpados por el linaje de los Haro, produjo el acercamiento de Alfonso IX a los almohades, contra Castilla, en 1196. Y, como consecuencia inmediata, al leonés le cayó la excomunión de Celestino III, junto con el entredicho sobre su reino. Castilla y León, sus monarcas y sus nobles, se tomaron sus venganzas con expediciones y saqueos de un lado y otro de sus mal definidas y disputadas tierras fronterizas.

 

El califa Ya‘qūb al-Manîūr no aceptó la petición de tregua solicitada por Alfonso VIII, lo que se tradujo, en 1197, en una reanudación de las campañas islámicas, con algaradas devastadoras que pretendían recuperar espacio, aunque fueron realmente poco provechosas para el Califa. Más tarde, éste y el Monarca castellano firmaron una tregua de diez años. Ello rompía las expectativas de Alfonso IX, cuya alianza con los almohades quedaba ahora minimizada y sin resultados. Era el decepcionante momento del Monarca leonés, que veía, además, unirse a Castilla y Portugal, que volvieron a ocupar las tierras de aquél. Cuando el Califa, retirado al norte de África, permitía la paz con los reinos cristianos, éstos volvían a enfrentarse entre sí, en parte alentados por Roma, que pretendía castigar la alianza de Alfonso IX con los infieles. La solución procedió de la reina Leonor de Castilla. Su hija Berenguela, en otro tiempo propuesta en matrimonio al alemán Conrado de Hohenstaufen, era propuesta ahora para el segundo matrimonio de Alfonso IX de León. La princesa Berenguela, en su unión con Alfonso IX, recibiría de sus padres los disputados castillos y villas de Tierra de Campos y otra serie de fortalezas: todo ello formaría un extenso infantado. Si naciese un heredero de esta unión, sería titular de un poderoso imperio. Leonor de Castilla obviaba intencionadamente dos problemas: en primer lugar, el hecho de que Alfonso IX había casado anteriormente con Teresa de Portugal, unión de la que procedían dos infantas y un príncipe, Fernando, heredero del trono de su padre. Ciertamente, el matrimonio había sido disuelto por consanguinidad y era el mismo problema que ahora presentaría el nuevo que se proyectaba: nulo aquél, nulo éste. Si eran ilegítimos los vástagos de Teresa de Portugal, ilegítimos serían también los vástagos que Berenguela le diera a Alfonso. Se esperaba la legitimación por Roma, dado que el parentesco no era tan próximo como en el primer matrimonio; pero nunca llegó, aunque Celestino III (muerto el 8 de enero de 1198), parecía favorable; su sucesor, Inocencio III (1198-1216), fue inflexible.

✠ IMAGEN VI.- “Papa Inocencio III”. 



Alfonso IX, casado, por fin, con Berenguela, convocó Cortes en Benavente. Era el año de 1202. En ellas se recogió el pacto entre el Rey y los miembros de las oligarquías locales, los ciudadanos, para impedir o atajar la devaluación de la moneda. El Rey se comprometía a no alterar su valor y establecía, a cambio, el tributo —moneda— que percibiría de siete en siete años. Para algunos autores este pacto es la base de la representación ciudadana en las Cortes.

 

Mientras Roma amenazaba con la excomunión, Alfonso IX y Berenguela tuvieron cuatro hijos: dos infantes, Fernando y Alfonso, y dos infantas, Berenguela y Constanza. Disuelto el matrimonio, al igual que había sucedido anteriormente, Berenguela de Castilla volvió a su reino. Había dos matrimonios anulados, siete hijos ilegítimos y dos posibles herederos de idéntico nombre: Fernando. Por otro lado, estaba la viuda de Fernando II, Urraca López, madre del infante Sancho Fernández, cuyas aspiraciones al Trono leonés no cejaban, al ser su hijo legítimo de legítimo matrimonio, frente al caos de los matrimonios e hijos de Alfonso IX. Los intereses de Urraca López de Haro habían sido apoyados, como se ha señalado, por Alfonso VIII de Castilla en otro tiempo, mas ahora, con Berenguela y su descendencia, eran insostenibles para la Corte castellana. Era el momento de cortar sus reivindicaciones y Alfonso IX ocupó las fortalezas de Aguilar y Monteagudo, en manos de la viuda de Fernando II, y defendidas por los Haro; el leonés aprovechaba también las malas relaciones entre Alfonso VIII y los Haro, que habían protagonizado ya la huida de Diego López de Haro, refugiado en la Corte navarra de Sancho VI. Mientras tanto, se mantenían las treguas con los musulmanes, y Alfonso IX, en su tarea legislativa, ordenaba los decretos de Lugo de 1204, y se separaba definitivamente de Berenguela, que ya no figura en los documentos leoneses desde fines de dicho año; la ex Reina regresa a Castilla con sus hijos poco tiempo antes del nacimiento del infante Enrique, hijo de Alfonso VIII y Leonor de Castilla y futuro heredero al Trono castellano.

✠ IMAGEN VII.- “Sancho VI de Navarra”.




 

Fracasados ambos matrimonios, una embajada a Dinamarca en 1205, pretendía concertar un nuevo matrimonio para el Monarca leonés, que no fue posible. Por otra parte, la ruptura del matrimonio volvió a enfrentar a Castilla y León, ante la oscura situación del infante Fernando, futuro Fernando III, ahora que el matrimonio estaba disuelto. Nuevamente a punto de la guerra, los Alfonsos no tendrían más remedio que negociar. Alfonso VIII, en su testamento, dejaría a su nieto los castillos objeto de disputa entre ambos reinos: Valderas, Melgar, Bolaños, Villafrechós, Almanza, Castroponce, El Carpio, Monreal, Castrotierra, Siero de Asturias y Siero de Riaño; en conjunto formarían un sólido señorío, enclave divisorio entre León y Castilla, que menoscavaba ciertamente a León. El acuerdo entre Alfonso VIII y Alfonso IX llegó en Cabreros del Monte el 26 de marzo de 1206. En él, sin clarificar aún las expectativas del futuro Fernando III al Trono leonés, se declaraba que los siete hijos de Alfonso IX procedentes de ambos matrimonios, a pesar de ser ilegítimos, eran herederos al Trono de su padre. Además, Berenguela entregaba al infante Fernando, su hijo, los castillos de Luna, Argüello, Gordón y Ferrera más aquellos que constituían las arras que le había entregado Alfonso IX. Así la Paz de Cabreros fijaba definitivamente el patrimonio del infante, primogénito de la unión de Alfonso con Berenguela, y se entregaba la correspondiente indemnización a ésta por la nulidad del matrimonio. La paz con Castilla quedaba resuelta.

 

Sin la materialización de una alianza anglo-leonesa, cuyos contactos había iniciado en el verano de 1207, Alfonso IX se dedicó a la organización interna del reino y convocó nuevamente Cortes en la ciudad de León, en 1208, cuyo ordenamiento es de contenido fundamentalmente eclesiástico. Dedica también sus esfuerzos a favorecer el comercio, orientar la ampliación del espacio en la zona de Extremadura y, sobre todo, hacia las tareas repobladoras; entre 1208 y 1230 la repoblación constituye, sin duda, el punto más importante de su política interna, orientada a reforzar la ocupación del espacio, pero, ante todo, sentando las bases para aumentar sus maltrechas rentas. La colonización de sus territorios comenzó, en el mismo año de 1208, por tierras gallegas con la fundación del puerto de La Coruña en el burgo de la Torre del Faro, seguida, hacia el interior, por tierras de la orensana Limia y la lucense tierra de Lemos y Sarria. Pero su dinamismo repoblador se extendió a todas las regiones de su reino: Asturias, con las polas, bien estudiadas por Ruiz de la Peña (Tineo, Llanes); en la comarca berciana, las buenas villas situadas en el Camino de Santiago y las tierras del interior de Friera y Aguiar; las tierras diocesanas asturicenses que siguen la Ruta de la Plata por La Bañeza (San Martín de Torres), y hacia la zamorana Tierra de Sanabria (Puebla de Sanabria); la extremadura, al sur del Duero (Castelo Rodrigo), consolidando la zona fronteriza con el reino portugués; y, posteriormente, tras la actividad reconquistadora de la etapa final alfonsina, la Transierra, donde las órdenes militares (Alcántara, Santiago) colaboraron activamente en su colonización. Esta obra colonizadora alfonsina se completó con la concesión de fueros, a partir de auténticos modelos forales que constituyen las “familias de fueros”.

 

Alfonso IX utilizó dos grandes modelos, el del Fuero de Benavente y el de Ciudad Rodrigo-Coria, más importante el primero y más difundido por tierras del interior, mientras el segundo se corresponde con un modelo fronterizo. En versión original o refundida, el Fuero de Benavente fue otorgado a La Coruña, Betanzos, Milmanda, Parga y Burgo, en tierras gallegas; a Llanes, en la zona asturiana; a Sanabria, en territorio zamorano; a Villafranca del Bierzo y Laguna de Negrillos, en el corazón del reino de León. Con su otorgamiento, el Monarca buscaba la reactivación económica y comercial en los viejos territorios de su reino. Por lo que se refiere al Fuero de Ciudad Rodrigo, fue otorgado a la comarca portuguesa, entonces leonesa, de Çima-Coa (Castelo Rodrigo, Castelo Melhor, Castelo Bom, Alfaiates), y Coria-Cáceres; de la redacción de Coria pasó a Salvaleón. Dicha política colonizadora y foral creó tensiones y desató conflictos. Alfonso IX, desde su frecuente refugio compostelano, buscaba el incremento del realengo y también un cierto equilibrio con los grandes dominios jurisdiccionales tanto de la nobleza laica como eclesiástica. Hizo donaciones, permitió compensaciones, pero mantuvo una férrea política de control. Estableció concordias con la iglesia y los obispos de su reino, a la vez que, vigilante de sus límites fronterizos, fue perfilando la política de expansión meridional favoreciendo a las órdenes militares, sobre todo a Alcántara y Santiago. Nuevamente se reunieron los monarcas de Castilla y León (27 de junio de 1209), ahora en Valladolid. El primero renunció a sus derechos sobre Villalpando, Ardón y Rueda; al tiempo que el segundo cedía el señorío de dichas villas a su ex esposa Berenguela y, en su defecto, a sus hijos, primero Fernando y después Sancho. Ambos monarcas convenían en que anualmente se reuniesen cuatro prelados, dos por cada uno de los reinos, para dirimir las cuestiones y querellas de sus ámbitos. Alfonso VIII quería que, al acuerdo, se incorporase el reino de Portugal, regido por Sancho I. Sin embargo, la pronta muerte de este último monarca puso a la Corte portuguesa en conflictos que requirieron la atención de Alfonso IX, defensor de los derechos de su ex mujer Teresa, que el hermano de ésta, Alfonso II, nuevo monarca portugués, pretendía recortar.

 

En la primavera de 1211 el Monarca leonés acudía nuevamente a su refugio de Compostela para la consagración de la catedral de Santiago. La intervención del leonés en los asuntos portugueses, al lado de su hijo el infante Fernando, explica la ausencia de Alfonso IX en las Navas de Tolosa, al lado de las tropas leonesas. El 11 de noviembre de 1212 Alfonso VIII de Castilla, Alfonso IX de León y Alfonso II de Portugal establecían las Treguas de Coimbra, un acuerdo conjunto de mantener la paz entre ellos y emprender la guerra contra los almohades, bajo los auspicios del pontificado, regentado por Inocencio III. El acuerdo establecía un respeto de fronteras y reconocía el derecho de cada reino a emprender la reconquista por su sector fronterizo islámico. La proyección del acuerdo está en la recuperación, en 1213, de Alcaraz, por parte de Castilla, que asedia Baeza. Al tiempo, León llega a Alcántara y comienza a planear la ocupación de Cáceres y Mérida.

 

Entre 1213 y 1214 se produjeron cambios dinásticos preocupantes: falleció el infante Fernando de Castilla, con lo que el infante Enrique, niño, dejaba entrever la debilidad que se cernía sobre el frágil heredero al Trono castellano. Falleció también el infante Fernando de León, hijo de Alfonso IX y Teresa de Portugal, que había sido declarado heredero, dejando una difícil situación en la herencia de las dos infantas sus hermanas, Sancha y Dulce. Murió MuÊammad al-Nāşir, dejando un niño como heredero, lo que desencadenó la definitiva fragilidad almohade. Finalmente acabó sus días Alfonso VIII de Castilla. La personalidad de Berenguela, ex mujer de Alfonso IX, regente de Castilla por su hermano menor Enrique I, madre de los futuros Fernando III y Alfonso de Molina, marcó una impronta decisiva en esta coyuntura.

 

La muerte de Enrique I, en 1217, dio lugar a nuevas discrepancias: Berenguela, respaldada por los concejos de Extremadura y un sector nobiliario significativo, cedió sus derechos a su hijo Fernando. Por contra, el padre de éste, Alfonso IX de León, respaldado por Álvaro Fernández de Lara, reivindicaba sus derechos al trono castellano en virtud del tratado de Sahagún de 1158 entre los hijos de Alfonso VII: Sancho III de Castilla y Fernando II de León habían establecido el acuerdo por el que, si uno de ellos o sus descendientes murieran sin herederos, el superviviente ocuparía el trono vacante. En el verano de 1217 Fernando III accedía al Trono de Castilla, cuyo respaldo concejil y nobiliar era superior. Alfonso IX, contrariado, invadió tierras castellanas y logró de Berenguela y su hijo la devolución de algunos castillos, y, para contrarrestar la influencia castellana, decidió que sus hijas, las infantas Sancha y Dulce, serían sus sucesoras en el Reino de León.

✠ IMAGEN VIII.- “Fernando III, el santo”.




 

Es el momento en que Alfonso IX se replantea nuevamente el avance reconquistador, mientras Berenguela, como regente, solicitaba la tregua al califa Yūsuf II. Firmada la definitiva paz de Toro, entre Castilla y León, en el verano de 1218, el Monarca leonés comenzó a diseñar el corredor expansivo hacia Andalucía, hacia Sevilla: Cáceres, Trujillo, Montánchez, Medellín, Badajoz, que le permitiría afianzar su frontera meridional, siguiendo la Ruta de la Plata, para acabar con el reino de Badajoz. Para ello, estructuró la colaboración con las órdenes militares, sin las cuales sus proyectos no podían ser llevados a cabo. En una asamblea celebrada en Ciudad Rodrigo (16 de julio de 1218), Alfonso IX reunió a las órdenes de Calatrava, Temple, Pereiro-Alcántara y los Hospitalarios de San Juan; ausente estuvo la Orden de Santiago, cuyas relaciones con el Monarca pasaron por frecuentes altibajos a lo largo de todo el reinado.

 

Como monarca cristiano hispánico más fuerte, capaz de enfrentarse a los musulmanes, el Monarca leonés recibió también el apoyo de la Santa Sede: castellanos, cruzados gascones y caballeros de la órdenes militares eran el soporte fundamental de la línea fronteriza, cuando el Monarca leonés iniciaba una fallida conquista de Cáceres, comienzo del largo asedio a que sería sometida la plaza hasta su conquista definitiva.

 

El avance extremeño leonés y el manchego de los castellanos acercaban la línea fronteriza cristiano-islámica hacia el Guadiana-Guadalquivir, dejando ya totalmente consolidada la del Duero-Tajo. Por la paz de Boronal (13 de julio de 1219), León y Portugal interrumpían sus enfrentamientos, al finalizar los excesos de Alfonso II de Portugal contra los estamentos eclesiásticos de su reino. La tregua se firmaba por veinte años y suponía la no alteración fronteriza de la línea del Coa por parte leonesa. El portugués se comprometía a apoyar los derechos sucesorios de las infantas Sancha y Dulce al Trono de León, en un momento en que Berenguela de Castilla acordaba el matrimonio de Fernando III con una princesa de la dinastía Staufen, Beatriz de Suabia.

 

La intensificación de la lucha antiislámica comenzó a darle triunfos a Alfonso IX, que, en 1221, conquistaba Valencia de Alcántara y se decidía a asediar Cáceres en 1222. Se iniciaba la gran etapa ofensiva del Monarca leonés, a la vez que se debilitaba el imperio almohade a la muerte de Yūsuf II (6 de enero de 1224). El momento era aprovechado igualmente desde Castilla, que buscaba su propia expansión con el cerco de Jaén.

 

La política belicista de León no impidió a su Monarca convocar nuevamente Cortes: en Benavente (1228). Poco tiempo después, entre 1227 y 1229, Alfonso IX incorporó definitivamente Cáceres. En 1230 seguirían Badajoz, Montánchez, Mérida y Elvas, y, como había proyectado, dejaba expedito el camino hacia Sevilla. Era el final de un reinado. El papel desempeñado por las Órdenes militares, ejemplar en el caso de los caballeros de Alcántara, había sido decisivo. Durante su vuelta a Compostela, el Monarca leonés moría en Villanueva de Sarria en el otoño de 1230.

 

La sucesión al Trono de León no estaba clara: correspondía a los hijos de Teresa de Portugal y Berenguela de Castilla clarificarla y a ambas ex reinas colaborar en el entendimiento de sus respectivos vástagos. Las ciudades, la Iglesia y la nobleza leonesas también tuvieron un peso específico en ello: de hecho, el apoyo a las infantas Sancha y Dulce pronto se cifró en mucho más débil que el otorgado al Rey castellano, que contó desde el principio con el apoyo de la propia capital del reino, León. Ello explica que finalmente Fernando III, rey de Castilla, hijo de Berenguela, se ciñese también la Corona leonesa un mes después de la muerte de Alfonso IX, a pesar de no haber sido designado como heredero por su padre, que siempre se había inclinado por las infantas hijas de Teresa de Portugal. León y Castilla quedaban unidos definitivamente: había desaparecido el último monarca del Reino de León. Sus restos reposarían en su refugio compostelano. La figura yacente de Alfonso IX de León en su sepulcro del Panteón de la Catedral de Santiago de Compostela nos ofrece la serenidad en el rostro de un monarca que murió cuando tenía cerca de sesenta años.

 

FUENTES:

Gregoria Cavero Domínguez.

Real Academia de la Historia.

Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠

Bibl.: J. González, Alfonso IX, Madrid, Instituto Jerónimo Zurita, 1944, 2 vols.; J. L. Martín, “La afirmación de los Reinos (Siglos XI-XIII)”, en Historia de Castilla y León, t. IV, Valladolid, Ámbito Ediciones, 1985; L. Suárez Fernández y F. Suárez Bilbao, “Historia política del Reino de León (1157-1230)”, en El Reino de León en la Alta Edad Media (1109-1230), León, 1993 (Colección de Fuentes y Estudios de Historia Leonesa, vol. 51), págs. 215-350; C. de Ayala, “Alfonso IX, último monarca del Reino de León”, en C. Álvarez Álvarez (coord.), Reyes de León: Monarcas leoneses del 850 a 1230, León, Universidad de León, 1996, págs. 193-215.



Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval. 

 

✠  Estudios y Análisis Históricos. 

 

✠  Efemérides, personajes y hechos históricos.

 

✠  “LAS FUENTES HISTÓRICAS MEDIEVALES CRISTIANAS PARA LA CASTILLA ALTOMEDIEVAL.”




Crónicas.

✠  Crónica arábigo-bizantina del 741.

También llamada Chronica Byzantia-Arabica. Es una breve crónica de autor anónimo que comienza con la noticia de la muerte de Recaredo I en el año 601 y finaliza con el fallecimiento del califa omeya Yazīd II (720-724), la subida al trono de Hisham (724-743), y el anuncio de que Yazīd II ha dispuesto que, a la muerte de Hisham (su hermano), sea designado califa Walīd II (su hijo, 743-744).

Pese a concluir en el año 724, esta obra se fecha tradicionalmente hacia el año 741 (terminus post quem), porque en su cap. 39 incluye la noticia de la ascensión al poder del emperador León III (717-741) y da cuenta de la duración completa del gobierno de éste: “detentó el poder durante 24 años”. De ello se deduce fácilmente que el autor de esta crónica escribía tras la muerte de este emperador, acaecida en 741.

El título de Chronica Byzantia‑Arabica le viene dado en virtud del género al que pertenece, la crónica y de su contenido, pues, después de los primeros 14 capítulos, en los que siguiendo las Historias de los Godos, Vándalos y Suevos de Isidoro de Sevilla, incluye varias noticias sobre el reino visigodo, a partir del reinado de Suintila (621-631), se centra exclusivamente en la historia bizantina y musulmana. José Carlos Martín cree que su autor pudo ser un cristiano de levante convertido al Islam y que probablemente fue escrita originariamente en latín.

Se puede consultar la traducción anotada en http://e-spania.revues.org/329?lang=es#tocto1n2


✠  Crónica Mozárabe del 754.

También denominada Epitome Isidori Pacensis episcopi, Chronicon de Isidoro Pacensis, Anónimo de Córdoba y Continuatio Hispana anni DCCLIV. Es el testimonio histórico más completo y directo del siglo VIII que ha llegado hasta nosotros, lo que la convierte una fuente imprescindible.

Su anónimo autor es un clérigo mozárabe que, según distintas atribuciones, pudo haber vivido en Córdoba, Toledo o Zaragoza. Describe los hechos históricos desde el nacimiento del Islam hasta el año 754, datándolos por la cronología de los emperadores de Bizancio, la hégira, la era hispánica y los años de gobierno de los reyes visigodos y los califas omeyas. Se centra sobre todo primero en el reino visigodo y, posteriormente, en al-Andalus.

Edición utilizada en este sitio web: López Pereira, José Eduardo: Crónica mozárabe de 754. Edición crítica y traducción. Colección Textos Medievales, 58. Zaragoza, 1980.


✠  Crónica Albeldense.

También llamada Epítome ovetense. Se le da este nombre debido a que se ha conservado en un códice del año 976 escrito en el monasterio de Albelda de Iregua (La Rioja). Su autor es anónimo, aunque la mayoría de los estudiosos del texto proponen que sería alguien cercano a la corte real de Oviedo.

Es la primera crónica histórica del reino asturiano, la primera de las llamadas Crónicas Asturianas o del ciclo historiográfico de Alfonso III. Redactada hacia el año 881, tuvo dos ampliaciones, una en el 882 y otra en el 883. Es fundamental para el conocimiento de la historia del reino asturiano. Es la primera crónica en la que aparece el topónimo Castilla en referencia al año 866.

Edición utilizada en este sitio web: Juan Gil Fernández, José L. Moralejo y Juan I. Ruiz de la Peña: Crónicas asturianas, Oviedo, 1985. Texto latino en pp. 151-188. Traducción al castellano en pp. 223-263.


✠  Crónica Profética.

También pertenece al ciclo historiográfico de Alfonso III. Se trata de la segunda en orden cronológico pues está datada el 11 de abril del año 883 y se desconoce su autor. Combina su faceta de crónica con la texto religioso y de propaganda. Ha llegado a nosotros en dos códices: el rotense y en el mismo códice en el que aparece la Crónica Albeldense.

Comienza con una profecía de Ezequiel, continua con la biografía de Mahoma y el dominio musulmán de la península Ibérica y finaliza anunciando el próximo fin de la presencia musulmana para el día de San Martín (11 de noviembre) del 883. Como fuente lo más interesante es un apéndice añadido años después con el título Item nomina regum catolicorum legionensium, un listado de los reyes astures y leones hasta Ramiro II junto con algunos hechos, con cierta preferencia por el territorio riojano.

Edición utilizada en este sitio web: Juan Gil Fernández, José L. Moralejo y Juan I. Ruiz de la Peña: Crónicas asturianas, Oviedo, 1985. Texto latino en pp. 151-188. Traducción al castellano en pp. 223-263. No es una edición al uso sino que se hace referencia a los cambios o novedades que aparecen ella con respecto a la Crónica Albeldense.


✠  Crónica de Alfonso III.

La tercera de las crónicas, de la que también se desconoce su autor, nos ha llegado en dos versiones. La primera versión se llama Rotense, pues se encontró en un códice procedente de Roda de Isábena; la segunda se denomina, desde que así lo hiciera Flórez, Crónica de Sebastián de Salamanca (Crónica ad Sebastianum).

La versión más antigua u original parece ser la Crónica Rotense, con un latín más rústico, de autor anónimo, redactada en fecha poco posterior al año 883, aunque no antes del 884. Esta crónica original sería retocada por un clérigo, perfeccionando el latín y añadiendo y suprimiendo fragmentos, a la vez que ensalzaba a los reyes godos y trataba de exculpar al clero de algunos hechos que aparecían en la versión Rotense. Esta versión aparece precedida de una carta de Alfonso III a un tal Sebastián, del que no se sabe nada, aunque algunos han especulado con que fuera un obispo, coetáneo del rey, que habría regido las diócesis de Ercávica (Cuenca) y Orense. También se llama a esta versión versio regia.

Edición utilizada en este sitio web: Juan Gil Fernández, José L. Moralejo y Juan I. Ruiz de la Peña: Crónicas asturianas, Oviedo, 1985.


✠  Continuación de la Crónica de Alfonso III.

De autor desconocido, continua la crónica anterior con el resto del reinado de Alfonso III y los de García I y Ordoño II, hasta el 924. Ha llegado a nosotros dentro de la Historia Silense. Puede que fuera escrita en un momento indeterminado del siglo X.

Edición utilizada en este sitio web: Justo Pérez de Úrbel, Atilano González Ruiz-Zorilla, Historia Silense, Madrid, 1959, pp. 149-159. No se ha editado de forma separada.


✠  Crónica de Sampiro.

Sampiro es el primer cronista de esta época de nombre conocido. Era notario de los reyes Bermudo II, Alfonso V y Bermudo III y en 1035 fue nombrado obispo de Astorga. El texto fue redactado a principios del siglo XI y relata los hechos de los reinados de Alfonso III a Bermudo II, entre los años 866 y 999.

Se ha conservado refundido en la Historia Silense o Legionense (de forma más fiel), en el Liber Chronicorum del obispo Pelayo de Oviedo y en la Crónica Najerense.

Edición utilizada en este sitio web: Justo Pérez de Úrbel Sampiro. Su crónica y la monarquía leonesa en el siglo X,  Madrid, 1952.


✠  Historia o Crónica Silense o Legionense.

En los últimos años también se denomina Historia legionense. De autoría anónima, posiblemente por un monje que de joven profesó en un monasterio que denomina domus Semenis, que puede que estuviera ubicado en el área leonesa. Durante mucho tiempo se supuso que era un monje de Silos –esa es la razón de su nombre–, pero actualmente se rechaza esa teoría.

La fecha de elaboración se sitúa en el segundo decenio del siglo XII. Sigue fiel mente la Crónica de Alfonso III, y transcribe casi en su totalidad la Continuatio de dicha crónica y la Crónica de Sampiro, añadiendo datos de las campañas de Almanzor.

Edición utilizada en este sitio web: Justo Pérez de Úrbel, Atilano González Ruiz-Zorilla, Historia Silense, Madrid, 1959, pp. 149-159.


✠  Crónica del obispo don Pelayo.

También llamada Chronicon Regum Legionensium. Escrita por el obispo Pelayo de Oviedo y finalizada en algún momento posterior a 1118. La parte más original es la relativa a los reinados de Bermudo II a Alfonso VI, es decir, entre 982 y 1109. Es sobre todo fundamental para el estudio de Fernando I.

Edición utilizada en este sitio web: Benito Sánchez Alonso, Crónica del obispo don Pelayo, Madrid, 1924.


✠  Crónica Najerense.

Otras denominaciones: Crónica leonesa. Posiblemente compuesta por un monje del monasterio de Santa María la Real de Nájera hacia 1160, dedica un apartado al reino astur-leonés y otro expresamente al condado de Castilla.

Edición utilizada en este sitio web: Juan A. Estévez Sola, Crónica najerense, Ed. Akal, 2003.


✠  Liber Regum.

También llamado Libro de las generaciones y linajes de los reyes. Redactado entre 1194 y 12092 en idioma aragonés, es una crónica medieval anónima considerada la más antigua historia general de España escrita en una lengua romance. A la versión en castellano, traducida en torno a 1200, se la denomina Chronicon villarense. Escrito en romance navarro-aragonés, narra la historia desde los romanos hasta Alfonso VIII.

Serrano y Sanz, M.: «Cronicón Villarense: Liber Regum»; B.R.A.E., VI, 1919, pp. 192-220


✠  Chronicon Mundi.

También llamada Crónica Tudense. Escrita por Lucas, obispo de Tuy, el Tudense, terminada en 1236. La obra, escrita en latín, fue un encargo de Berenguela de Castilla en la que se reúnen datos extractados de otras crónicas posteriores a las de San Isidoro. Con ella, el tudense mantiene la idea unitaria de los reinos cristianos en la península, identificando a los pobladores de sus días con los visigodos anteriores a la invasión musulmana de 711.

Edición crítica en latín y castellano de Falque Rey, E: Chronicon Mundi, Corpus Christianorum Continuatio Mediaevalis (CCCM 74), Brepols, 2003.


✠  De rebus Hispaniae o Historia de los hechos de España.

También llamada Historia gótica o gothica. Escrita por Rodrigo Jiménez de Rada, arzobispo de Toledo, acabada en 1243. Ees una historia de la península ibérica escrita en latín por encargo del rey Fernando III el Santo. Consta de nueve libros. Jiménez de Rada empleó por primera vez en la historiografía hispana la ayuda de las fuentes andalusíes y desarrolló una visión de conjunto de todos los territorios peninsulares, tanto los reinos de Aragón, Navarra y Portugal como los de Castilla, León y sus antecesores, los reyes asturianos.

Se ha utilizado la traducción al castellano: Jiménez de Rada, Rodrigo. Historia de los hechos de España. Introducción, traducción, notas e índices de Juan Fernández Valverde, Madrid, Alianza Editorial, 1989.


✠  Estoria de España o Primera Crónica General.

Mandada compilar por Alfonso X el Sabio, escrita entre 1270 y 1290, la Estoria de España, conocida en la edición de Menéndez Pidal como Primera Crónica General, es un libro de carácter histórico que supone la primera historia de España extensa que no era una mera traducción del latín. Su contenido alberga cronológicamente desde los orígenes bíblicos y legendarios de España hasta la inmediata historia de Castilla bajo Fernando III.

La obra no llegó a culminarse en vida del rey Alfonso X. Por ello han llegado hasta nosotros varias redacciones en vida del monarca denominadas comúnmente «versiones alfonsíes», y refundiciones posteriores al siglo XIII llamadas «crónicas alfonsíes». La primera redacción del scriptorium del rey de Castilla fue elaborada entre 1270-1274 y recibe el nombre de Versión primitiva. Bajo la supervisión del propio rey se redactó en Sevilla entre 1282 y 1284 la llamada Versión crítica, algo más sintética.

Ya bajo Sancho IV se elabora, a partir de los materiales del equipo de Alfonso X, la denominada Versión sanchina, terminada en 1289. A ellas se sumarían, en el siglo XIV y siguientes, varias refundiciones derivadas del proyecto del rey Sabio que suelen denominarse «crónicas alfonsíes» entre las que los jalones fundamentales son la Crónica de Castilla (c. 1300), la Traducción gallega (c. 1312)?, la Crónica de 1344 y la Crónica de veinte reyes.

La edición de Menéndez Pidal de 1906, que tituló Primera Crónica General, es en realidad la fusión de dos manuscritos, de los cuales solo uno y la primera parte del otro, corresponden a la labor de Alfonso X. El resto de los materiales del segundo manuscrito que Menéndez Pidal creyó original del escritorio alfonsí, es en realidad un conjunto de refundiciones y continuaciones elaboradas desde los reinados de Sancho IV (1284-1295), hasta Alfonso XI en la primera mitad del siglo XIV.


✠  Crónica de 1344.

La Crónica general de España de 1344 (o Crónica Geral de Espanha de 1344), es una crónica histórica compilada por Pedro Afonso, conde de Barcelos e hijo natural del rey Dionisio I de Portugal. La crónica fue escrita en 1344 y modificada alrededor de 1400. El texto original de 1344 en portugués se perdió, pero el texto refundido de 1400 y las traducciones al español (castellano), de las dos versiones aún existen.


✠  Anales y latercula.

✠  Anales Castellanos Primeros.

También llamados Annales Castellani Antiquiores. Abarcan la historia entre el 618 y el 939, y que pudieron ser redactados hacia el 940. Atendiendo a la historia del reino astur-leonés, tienen un interés especial en la historia de Castilla.

Hemos utilizado la versión más actual publicada en: José Carlos Martín publicada en Los Annales Castellani Antiquiores y Annales Castellani Recientores: edición y traducción anotada, Territorio, sociedad y poder, nº 4, 2009, pp. 203-226. Se pueden también consultar en esta web: Anales Castellanos Primeros.


✠  Anales Castellanos Segundos.

Llamados Annales Castellani Recientores o Anales Complutenses por haber sido encontrados en el archivo de la Universidad de Alcalá de Henares. Abarcan desde el nacimiento de Cristo hasta el 1110.

Hemos utilizados la versión más actual publicada en: José Carlos Martín publicada en Los Annales Castellani Antiquiores y Annales Castellani Recientores: edición y traducción anotada, Territorio, sociedad y poder, nº 4, 2009, pp. 203-226. Se pueden también consultar en esta web: Anales Castellanos Segundos.


✠  Anales Compostelanos.

También llamados Anales Castellanos Terceros. Se encontraron en uno de los Tumbos de la iglesia de Santiago de Compostela. Contienen efemérides datadas referentes a la historia condal castellana.

Edición utilizada: José María Fernández Catón, El llamado Tumbo Colorado y otros códices de la iglesia compostelana. Ensayo de Reconstrucción. Publicado en Archivos Leoneses: revista de estudios y documentación de los Reinos Hispano-Occidentales, ISSN 0004-0630, Nº. 87-88, 1990, págs. 7-292.

Se pueden consultar en esta web: Anales Compostelanos.


✠  Chronicon Laurbanense o Anales de Lorvão.

Breve crónica procedente del monasterio portugués de San Mamede de Lorvão, redactada en el siglo XII, después del año 1118, y que ha llegado a nuestros días en el códice diplomático conocido como Livro dos testamentos de Lorvão (Liber testamentorum coenobii laurbanensis). Escrito en latín, se compone de dos partes bien diferenciadas, escritas por diferentes manos en letra visigótica. La primera contiene una nómina de abades; la segunda un nómina de reyes y seis efemérides. Estos tres reyes pueden ser aquellos que tuvieron jurisdicción propia en Galicia y Portugal en algunos períodos del reino de León: Ramiro II (926-931), Sancho Ordóñez (926-929) y Bermudo II (981-985).

Se pueden consultar esta web: Chronicon Laurbanense.


✠  Chronicum Lusitanum.

El Chronicon Lusitanum o Lusitano (también llamado Chronica Lusitana o Chronica/Chronicon Gothorum) es una crónica histórica enfocada en en los comienzos de la historia de Portugal, desde las primeras migraciones visigodas dentro del Imperio Romano (que las data en el 311), hasta el fin del reinado de Alfonso Enríquez, primer rey de Portugal (1139-1185).

La entradas de la crónica, ordenadas según la era hispánica, van siendo más extensas a medida que corre el tiempo.

El nombre de Chronicon Lusitanum fue otorgado por Enrique Flórez, quien lo editó en su España Sagrada XIV: 415-32, rechazando el nombre original de Gothorum Chronica.

Se puede consultar en esta web las entradas hasta fines del siglo XI: Chronicum Lusitanum.


✠  Chronicon Burgense.

Su nombre deriva de haber sido encontrado en un folio manuscrito, un obituario o calendario del siglo XIII, en el archivo de la catedral de Burgos. Parecen escritos en dicha ciudad y contienen noticias del reino de Castilla y también del reino de Navarra. Abarca desde el nacimiento de Cristo hasta la batalla de las Navas de Tolosa (1212).

Ediciones: Francisco de Berganza, Antigüedades de España, II (Madrid: 1721), 560–62; Enrique Flórez, España Sagrada, XXIII (Madrid: 1767), 307–10; y Manuel Martínez Añíbarro y Rives, Intento de un diccionario biográfico y bibliográfico de autores de la provincia de Burgos (Madrid: 1889), 49–50.


✠  Cronicón romance de Cardeña.

También llamado Chronicon de Cardeña II. Probablemente redactado en el monasterio de San Pedro de Cardeña. Es un laterculum de los reyes godos, astures, leoneses y castellanos hasta la muerte de Alfonso X en 1284. La mención del rey es ampliada con alguna noticia a partir del reinado de Mauregato. Publicado por Enrique Flórez, España Sagrada, XXIII, Madrid, 1767, pp. 376-380.


✠  Memorias antiguas o domésticas de Cardeña.

También llamado Chronicon de Cardeña I. Anales en romance redactados en Cardeña en el año 1327. Publicados por primera vez por Berganza, fueron reeditados por Enrique Flórez, España Sagrada, XXIII, Madrid, 1767, pp. 370-376.
Alcanza hasta 1327.


✠  Anales Toledanos I, II y III.

Son realmente tres anales. El primero abarca hasta 129; el segundo hasta el 1250 y el tercero llega hasta 1303. Los Anales Toledanos I tuvieron como fuente los Anales Castellanos Segundos. 

Edición utilizada: Julio Porres Martín-Cleto: Los Anales Toledanos I y II, Toledo, 1993.


✠  Chronicon perbreve Compostellanum.

Noticias sobre los reinados de Alfonso V, Bermudo III y Fernando I. Ed. A. López Ferreiro, Historia de la Santa A. M. Iglesia de Santiago de Compostela, II, Santiago, 1899, p. 225.


✠  Laterculum regum ovetensium.

La obra más antigua de la historiografía astur. Se ha conservado formando parte de varios Anales como el Chronicon Compostellanum, el Chronicon Iriense y los Anales Portugalenses veteres. Elenco de los reyes astures desde Pelayo hasta Alfonso II redactado después del 791.

Ed. David, P. (1947): “Annales Portugalenses Veteres”, en Études historiques sur la Galice et le Portugal du vie au XIIe siécle. Lisboa, L’Institut Français au Portugal, pp. 291-310.


✠  Laterculum legionense.

Relación de reyes astures y leoneses hasta Ordoño III inclusive (954). Ha llegado en el códice del Fuero juzgo de San Isidoro de León que se encuentra en la Biblioteca Nacional de Madrid.

Edición utilizada en este sitio web: Juan Gil Fernández, José L. Moralejo y Juan I. Ruiz de la Peña: Crónicas asturianas, Oviedo, 1985, p. 100.


✠  Nomina regum catolicorum legionensium.

Relación de reyes asturianos y leoneses hasta Ramiro II inclusive. Se ha conservado en los códices rotense, albeldense y el emilianense. 

Edición utilizada en este sitio web: Juan Gil Fernández, José L. Moralejo y Juan I. Ruiz de la Peña: Crónicas asturianas, Oviedo, 1985, p. 172.


✠  Chronicon Compostellanum.

Relación de reyes asturianos y leoneses hasta Fernando I. Conservado en los mismos códices que la Historia Compostelana.

Última edición en Emma Falque Rey, Chronicum Compostellanum, en Habis 14 (1983), 73-83.


✠  Genealogías Navarras del Códice de Roda.

Encontrados en en el códice Rotense, es la guía más fiable para la historia de los oscuros orígenes del reino de Navarra. Parece ser una recopilación del siglo XI. Incluye textos sobre los reyes de Pamplona, los condes de Aragón, de Pallars, de Gascuña y de Tolosa y de los reyes francos; episcopologios u obituarios de los obispos de Pamplona; la Epístola de Honorio a la milicia de Pamplona; una alabanza a la ciudad de Pamplona (De laude Pampilone); una canción epitalámica con música acerca de la reina Leodegundia Ordóñez, supuesta hija de Ordoño de León, a la que se le supondría casada con un rey pamplonés, quizá García Íñiguez, tras el fallecimiento de su primera mujer Urraca.
Se pueden consultar en: https://www.condadodecastilla.es/cultura-sociedad/fuentes-historicas/genealogias-del-codice-de-roda/

FUENTES:

Javier Iglesia Aparicio.

Condado de Castilla.

Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠



Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval. 

 

✠  Estudios y Análisis Históricos. 

 

✠  Efemérides, personajes y hechos históricos.

 

✠  “EL CASTILLO DE MIRAVET, UN REFUGIO TEMPLARIO A ORILLAS DEL RÍO EBRO.”

 

En la margen derecha del río Ebro y a escasos kilómetros antes de que entregue sus caudalosas aguas al mar Mediterráneo, surge la figura imponente del Castillo Templario de Miravet. Su apelativo de Templario tiene su razón de ser, ya que a pesar de su origen islámico, y de mantenerse activo gran parte de la historia, sus enormes muros fueron construidos por los Templarios para poder ocultar sus grandes secretos.

✠ IMAGEN I.- “Castillo de Miravet”.  


 



La corona de Aragón y los Templarios.

La historia del Reino, posteriormente Corona de Aragón, con los caballeros de la Orden del Temple van inexorablemente unidas. En especial desde la muerte de Alfonso I el Batallador (1134), que tras morir  convierte, entre otros, a los templarios en sucesores de los territorios aragoneses. A pesar de que no acabarán por heredarlos, por injerencias de la más alta nobleza, les reportó una posibilidad única de intervenir en la política aragonesa. Desde ese momento serán imprescindibles en la tarea de conquistar y administrar los territorios musulmanes con los que fue agrandado el Reino de Aragón.

Los templarios y Ramón Berenguer IV.

El elegido para sustituir a Alfonso I fue su hermano Ramiro II, este último impuesto por la alta nobleza, estaba más decidido a dedicarse a la vida monástica que ha reinar el joven reino. Por lo que tras casar a su hija de un año de edad, con el Conde de Barcelona Ramón Berenguer IV, decide dejar la corona en manos de su nuevo yerno.

La primera decisión del nuevo príncipe fue pactar con las órdenes militares religiosas, entre ellos la Orden del Temple, la polémica herencia de Alfonso I. Los territorios del Reino de Aragón serían hereditarios para la monarquía aragonesa, a cambio los templarios recibirían privilegios y grandes dominios de las nuevas tierras conquistadas. Tras el pacto todo estaba listo para la colaboración entre la monarquía, la alta nobleza y los templarios, para conquistar los territorios musulmanes del este de la Península Ibérica.

Conquista o reconquista, según se mire. Exactamente, no vamos en entrar en discusiones, para unos, en este caso los cristianos reconquista, para los musulmanes de enfrente, conquista.  Lo cierto que en pocos años el reino cristiano reconquistó todos los territorios al norte del rio Ebro, como por ejemplo Tortosa en el año 1148 o Fraga y Lérida de 1149.

Los dos últimos reductos musulmanes que quedaron fueron Siurana, un pequeño enclave situado sobre un peñón a más de 700 metros por encima del nivel de mar, y nuestro protagonista de hoy Miravet. Ambos resistieron hasta 1153 el asedio de las tropas cristianas.

La importancia del Castillo de Miravet.

Tras la conquista, Ramón Berenguer IV concede el territorio a  los templarios, que rápidamente inician la construcción sobre la fortaleza musulmana, de uno de los mejores ejemplos de castillo monasterio románico cisterciense, de la Península Ibérica. Su cometido reforzar las líneas defensivas que los ríos ejercían de forma natural en el Reino de Aragón. Por dicho motivo los reyes cristianos concedieron los templarios, aparte de Miravet, Tortosa también en el río Ebro, Monzón en el río Cinca y Gardeny en el río Segre, estos dos últimos con anterioridad a nuestro protagonista. Tras lo cual, los cuatro formaron una línea defensiva, que además sirvió como punta de lanza para la conquista de los territorios valencianos.

✠ IMAGEN II.- “Ramón Bereguer IV junto a sus esposa Petronila.”





La época de mayor esplendor de Miravet llegará con el rey criado como templario en el castillo de Monzón, Jaime I de Aragón (1213-1276). Durante este periodo, cuando se produjeron las grandes conquistas al sur del río Ebro y en el Mediterráneo, la sede provincial del archivo y el tesoro de la corona de Aragón tuvieron su sede en el Castillo Templario de Miravet.

El trágico asedio del Castillo de Miravet.

Como es conocido Jaques de Moley, el último Maestre de la Orden del Temple, es apresado en París en el año 1307. Mientras el Reino de Aragón bajo las órdenes de Jaime II, si primeramente duda de las terribles acusaciones a las que son sometidos los templarios, posteriormente decide pasar a la acción.

A partir de finales de ese año 1307 comienza la persecución de la Orden, que se hace fuerte en algunas plazas como la de nuestra historia de hoy, donde el asedio duró prácticamente un año, hasta que el 6 de diciembre de 1308 los templarios de Miravet capitulan ante el rey de Aragón, Jaime II. Aunque no todos, ya que seis de ellos entre los cuales se hallaba su comendador Berenguer de Sant Just, deciden proteger en la torre principal del castillo el archivo y el tesoro de la orden, hasta el punto de encontrar allí mismo la muerte el día siguiente.

El castillo de Miravet hoy día.

Nada más llegar te das cuenta de que el Castillo de Miravet es un lugar preparado para resistir largos asedios y batallas. Parapetados tras un enorme muro de piedra de más de 25 metros de altura, que parece surgir de la misma roca de la montaña donde se sitúa, encontramos una serie de elementos construidos por los templarios, para convertir Miravet en su refugio particular.

Plantas inferiores.

El acceso principal al castillo se efectúa por la barbacana, es decir una rampa de acceso fuertemente protegida y construida en ángulo para evitar los ataques directos contra la entrada del castillo. Nada más entrar encontramos una gran terraza distribuida en tres niveles para compensar los desniveles de la montaña, dicha terraza se encuentra totalmente amurallada. En la misma encontramos los restos de varios edificios templarios, como almacenes, corrales, e incluso una caballeriza, posiblemente usada por los templarios como almacén de grano. Este último junto a un huerto y un olivar permitieron el autoabastecimiento del castillo.

✠ IMAGEN III.- “Rampa de acceso al castillo.”





Otra pequeña puerta construida posteriormente nos  da acceso hoy día al interior del castillo. Lo primero que encontraremos será el patio de armas, que a parte de su clásica función como punto de reunión de las tropas, servía como punto de unión de las diversas estancias del castillo.

Las primeras dependencias que encontraremos alrededor del patio de armas fueron destinadas a la manutención de los habitantes de Miravet, estas fueron una cisterna excavada directamente sobre la roca y justo enfrente de la cocina principal. Esta última de gran importancia en la orden de los templarios, que a diferencia de otras órdenes, cuidaba muy bien la alimentación de sus caballeros de armas. La estancia anexa a estas es un gran comedor con una bóveda de cañón apuntada. No podía faltar un granero, una bodega y un almacén para recibir los pagos mediante especies de los ganaderos, agricultores e incluso pescadores de la zona.

✠ IMAGEN IV.- “Cocina del castillo de Miravet.”





✠ IMAGEN V.- “Comedor del castillo de Miravet.”





Planta superior.

En ella, a parte de las dependencias de los habitantes más ilustres del castillo de Miravet, como por ejemplo el Comendador, encontramos la iglesia del recinto. Los templarios debían cumplir con los diferentes rezos diarios, en un espacio decorado muy austeramente. Dicha iglesia era de planta basilical cubierta de bóveda de cañón, desde el ábside donde se encontraba una pequeña sacristía surgía un estrecho pasadizo que comunicaba la iglesia con la torre del tesoro, donde con toda probabilidad fueron derrotados los últimos templarios de Miravet.

✠ IMAGEN VI.- “Iglesia del castillo de Miravet.”





Aunque todavía quedaba una planta por encima, pero era simplemente una gran terraza de observación, se accedía y se accede por una estrecha escalera de caracol, y sus vistas son realmente impresionantes.

Miravet tras los templarios.

Tras la desaparición de la Orden del Temple, los hospitalarios se harán con el castillo de Miravet hasta la llegada de las liberaciones y desamortizaciones del siglo XIX. Desde ese momento comenzará un peregrinaje por las manos diferentes particulares, y no será hasta el año 1990 que recaía su titularidad en la Generalitat de Catalunya, hoy día propietaria del castillo.

Durante este periodo será testigo de escasas renovaciones destinadas a las nuevas guerras con artillería. En efecto será testigo de varias guerras, como la de los Segadores en el siglo XVII, la Sucesión en el siglo XVIII,  las guerras carlistas en el XIX y finalmente la guerra civil española del siglo XX.

FUENTES:

Caminando por la historia.

Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠



Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval. 

 

✠  Estudios y Análisis Históricos. 

 

✠  Efemérides, personajes y hechos históricos.

 

✠  “GAILLARD, EL CASTILLO EUROPEO INSPIRADO EN EL CRAC DE LOS CABALLEROS”.

 

Hace pocos días abordábamos una historia sobre la Tercera Cruzada, la cual acabó con el enfrentamiento de dos de los caballeros más importantes de la Edad Media, Saladino y Ricardo Corazón de León. El estudio que hoy os presentamos bien pudiera ser una continuación de aquella historia. Solo hace falta recordar la salida de Oriente de Ricardo I, tras no conseguir reconquistar para los cristianos la ciudad Santa de Jerusalén, y ante los problemas que en Europa le estaba causando su principal enemigo, su compañero de cruzada, el Rey de Francia Felipe II

Dos años tardó Ricardo I en regresar a Inglaterra, ya que, a su paso por Austria el rey de aquel país Leopoldo V, mandó que fuese arrestado para acusarlo de la muerte de su primo Conrado de Montferrato. De la prisión impuesta solo pudo salir gracias a la insistencia de su madre, la gran Leonor de Aquitania, tras reunir la suma de dinero requerida por sus carceleros. En la primavera de 1194 estaba de vuelta en Inglaterra y con las miras puesta en su gran rival.

Es preciso analizar el mapa de Francia para conocer la complejidad política del territorio de los francos a finales del siglo XII. A simple vista observamos la amplia relación de condados y ducados en los que el territorio de la actual Francia se hallaba dividida. El color azul, en los alrededores de Paris, era el único territorio propio de la Dinastía Capeto, la heredera de los reyes francos. Pero lo que nos interesa para nuestra historia es la situación del Ducado de Normandía, en aquellos momentos Ricardo Corazón de León era Rey de Inglaterra y Conde de Normandía, un territorio que no estaba dispuesto a perder.

La ventajosa posición de Normandía era un caramelo para Felipe II, dada la necesaria salida al mar para seguir expandiendo los territorios de Francia, el mejor camino el rio Sena. Es allí, precisamente al lado del pequeño pueblo de pescadores de Les Andelys, donde Ricardo I mandó construir el Castillo de Gaillard, para precisamente evitar dicha expansión.

✠ IMAGEN I.- “Francia a finales del siglo XII”.   


 




✠ IMAGEN II.- “Vistas desde el Castillo de Gaillard”.  


 


El castillo fue construido en solo dos años, los comprendidos entre 1195-1197, según algunos cálculos le pudo costar a la Corona Inglesa la nada despreciable cifra de 20.000 libras. Al no existir ningún tipo de documentación de la construcción se especula que pudo estar dirigida por el propio Ricardo Corazón de León, amparado en su visita a los diferentes castillos cruzados de Siria, entre ellos al célebre Crac de los Caballeros.

✠ IMAGEN III.- “El castillo de Gaillard en la actualidad”. 


   


✠ IMAGEN IV.- “Interesante imagen del Castillo de Gaillard en el año 1900”.    





Como aquel, contaba con anillos defensivos concéntricos, en este caso tres. En el interior se construyó la gran torre principal, para dar cobijo a la residencia real. Alrededor de la misma, se ubicaron las principales edificaciones para el mantenimiento de la tropa, véase, caballerizas, talleres, o almacenes, todo ello con el fin de resistir largos asedios. La muralla exterior era festoneada, en forma de pentágono y con cinco torres defensivas, en ellas se usó por primera vez un sistema importado de Siria, los matacanes, una especie de voladura desde la cual se podía arrojar los proyectiles de forma vertical, a los que intentaba escalar la muralla defensiva.

✠ IMAGEN V.- “Ejemplo de matacanes en el castillo de Caen”. 


  



El castillo era la instalación defensiva principal del rio, pero no la única, al otro lado del meandro se encontraba otra pequeña fortificación y entre ambas un entramado de cadenas que podían ser elevadas al paso de los barcos para impedir su avance. 

Muerte de Ricardo I y pérdida del Castillo de Gaillard.

Poco tiempo debió pasar Ricardo Corazón de León en el Castillo de Gaillard. En la primavera de 1199 dio muestras una vez más de su culo inquieto y firme propósito de pasarse la vida de guerra en guerra. El vizconde de Lemosín (actual Limoges), un tal Aimar V se hace fuerte en el castillo de Châlus Chabrol, por lo que Ricardo decide ir, para proteger el patrimonio de su madre Leonor en el Ducado de Aquitania. El asedio según todos los indicios parecía fácil, las fuerzas del vizconde eran pocas, pero el rey inglés no tomó las precauciones necesarias. Una de las noches, junto a su séquito, salió a comprobar los progresos del asedio sin su malla de cota habitual, con la mala fortuna que una flecha fue a parar en su desprotegido hombro. Una herida habitual en las guerras medievales, pero que ocasionó una gran infección a nuestro protagonista que murió unos días después

✠ IMAGEN VI.- “Ricardo Corazón de León en la Abadía de Fontevrault”.


    



El problema sucesorio de Ricardo I acabará pasando factura al Reino de Inglaterra, Arturo I de Bretaña había sido elegido por el propio Ricardo como su sucesor, pero durante la ausencia de este último en el periodo final de la Tercera Cruzada, el conde bretón había acercado posturas hacia el rey de Francia. Por lo que con el apoyo de su madre Leonor de Aquitania, Juan I era coronado rey de Inglaterra, uno de sus primeros cometidos eliminar la competencia. A ciencia cierta se desconoce los motivos de la muerte de Arturo I, pero la mano de Juan siempre ha revoloteado sobre esta.

Lo cierto es que el heredero inglés, Juan sin Tierra, pronto haría bueno su sobrenombre. La muerte de Ricardo y las disputas sucesorias, fueron aprovechadas por Enrique II para tomar posiciones en Normandía, este último además contó con la ayuda de nobles bretones y normandos poco dispuestos a confiar, tras los sucesos con Arturo I, en el rey inglés. En el verano de 1204 tras un largo asedio y la imposibilidad de Juan I de llegar a la defensa del Castillo de Gaillard, este caía en manos del rey Capeto.

Ocho siglos después de la construcción.

Recordemos que empezábamos comparando el Castillo de Gaillard con el Castillo del Crac de los Caballeros. Dicho esto, es evidente que hoy día no conocemos, tras la guerra de Siria, el estado del Crac de los Caballeros, pero antes de esta última guerra este pasaba por ser el mejor conservado del mundo, hecho que no es extrapolable a nuestro protagonista de hoy.

El Castillo de Gaillard fue espectador desde primera línea de la Guerra de los Cien años, en la que pasó de manos francesas a inglesas en numerosas ocasiones, por lo que sus destrucciones y reconstrucciones le llevaron a un deterioro continuado. En el año 1599, es decir un siglo y medio después de dicha guerra, el rey francés Enrique IV, mandó su destrucción debido al alto coste de sus reparaciones.

FUENTES:

José Mari.

Caminando por la historia..

Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠




Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval. 

 

✠  Estudios y Análisis Históricos. 

 

✠  Efemérides, personajes y hechos históricos.


✠  “JAIME I EL CONQUISTADOR, ASÍ SE GESTÓ EL REY TEMPLARIO.”.

 

Hoy nos encontramos ante la historia de unos de los reyes más importantes de la Corona de Aragón. Podemos decir que además fue uno de los más conocidos, tanto por ser el más longevo en el cargo, con más de 60 años en el mismo, como uno de los mayores conquistadores entre los reyes aragoneses. A pesar de lo cual su valoración histórica se reparte entre los que le culpan de la extraña línea fronteriza que hoy separa las comunidades de Cataluña y Aragón, y los que le alaban como el fundador de los reinos cristianos de Valencia y Mallorca.

✠ IMAGEN I.- “Jaime I el conquistador”.  


  


 

El extraño engaño que propició el nacimiento de Jaime I.

La historia de nuestro personaje comienza en la primavera del año 1207, con el rey Pedro II camino del Castillo de Miraval situado en la Occitania, durante el periodo que esta perteneció a la Corona de Aragón. El motivo del viaje encontrase con alguna de las doncellas occitanas, con las cuales solía tener encuentros amorosos, debido a su nula convivencia con la reina María de Montpelier. Pero la trampa está servida por la nobleza, sobre el lecho se encontraba la reina, la necesidad de un heredero de la Casa de Aragón bien valía la treta. Según la tradición el rey cayó en el engaño, y nueve meses después en Montpelier nacía un niño muy rubio y con ojos claros.

✠ IMAGEN II.- “Inocencio III, y los cruzados contra los cátaros.”.


    


 

La elección del nombre del recién nacido corrió a cargo de un extraño juego. La reina mandó hacer doce grandes lirios, a los cuales bautizó con los nombre de los doce apóstoles, luego mandó prenderlos al unisono, con la promesa de poner al niño el nombre del que tardará más tiempo en consumirse. De esta manera fue bautizado en Montpelier con el nombre de Jaime, por el apóstol Santiago.

 

Jaime I rey a los cinco años.

Pero Pedro II no pareció que perdonara muy fácilmente el engaño. A los cuatro años el joven Jaime fue entregado al noble occitano Simon de Monfort, el motivo a simple vista pareció ser doble, por un lado casarse con la hija de este y por otro alejarlo de la reina. Lo cierto es que las relaciones entre el rey Pedro II y el noble occitano no pasaban por un buen momento, el llamamiento del Papa Inocencio III a la cruzada albigense enfrentaba las aspiraciones de ambos.

Por un lado Simon de Monfort debía defender los intereses católicos del Papa frente a los herejes cátaros, por otro el rey Pedro, aunque declarado católico debía temer perder el apoyo de los cátaros, verdaderos aliados de la Corona de Aragón, frente al poder central de los Capeto franceses. Sin duda estos pretendían usar la cruzada para arrebatar a los aragoneses el reino occitano.

 

Además de la consabida guerra, el año 1213 será nefasto para el joven heredero Jaime. La primera noticia e inesperada llegaba de Roma, María de Montperlier moría en la ciudad Papal, donde había acudido para pedir ayuda al Papa ante los desmanes de Pedro II. Pero no quedaría ahí la cosa, unos meses después el conflicto albigense tiene uno de los episodios más cruentos con la Batalla de Muret. En ella fallecía Pedro II luchando prácticamente en solitario contra los ejércitos cruzados dirigidos por Simon de Monfort, el encargado de custodiar al futuro rey de Aragón, menudo situación tan contradictoria.

 

Tras la muerte de Pedro II, el único heredero consanguíneo de la Corona de Aragón, un niño de cinco años, se hallaba custodiado por un potencial enemigo. La nobleza aragonesa no podía consentirlo así que una delegación encabezada por Nuño Sánchez se dirige Roma. Un inciso para presentar a este noble, auténtica mano derecha del rey Pedro II, especialmente tras su participación en la Batalla de Navas de Tolosa, tras la que fue nombrado señor de la Cerdaña y el Rosellón, dos de los condados catalanes bajo el paraguas de la Corona de Aragón.

 

Las prerrogativas de Nuño Sánchez al Papa Inocencio III tuvieron un efecto positivo. Este último ejerciendo como cabeza visible del cristianismo hizo llegar la orden a Simon de Monfort de la entrega del heredero a la nobleza aragonesa. De tal forma que a principios del verano de 1214, Jaime partía hacia un nuevo destino para seguir formándose como rey de Aragón. Su siguiente instructor sería un compañero de su padre en la derrota de Muret, el maestre de la Orden del Temple Guillem de Montredon, su destino el Castillo de Monzón, donde pasaría los siguientes tres años.

✠ IMAGEN III.- Castillo de Monzón. 




 

La coronación de Jaime I.

El camino hacía Aragón de nuestro protagonista no fue hecho en solitario, junto a él viajaba Ramón Berenguer, su primo, algunos años mayor que Jaime I y que actuaría dentro del castillo como su protector. Sin duda el paso de ambos por Monzón está repleto de incógnitas, lo que debía ser un lugar de aprendizaje, fue visto por ambos y por sus allegados como una especie de cárcel, o al menos es lo que se deduce de las memorias escritas por Jaime I. En las cuales describe su salida del Castillo de Monzón con un lacónico “no podían tenernos encerrados más tiempo”. Lo dicho, una incógnita y más tras ver como se acabará convirtiendo en uno de los reyes aragoneses más prolíferos en cuanto a conquistas, de la mano de sus supuestos raptores los Templarios de Aragón.

✠ IMAGEN IV.- “Las conquistas de la Corona de Aragón en el mediterráneo.”.  


  


 

Por otro lado destacar que el camino al Castillo de Monzón no fue realizado de forma directa. El clima de preguerra entre las diferentes facciones nobiliarias hizo que los nobles más afines al joven príncipe prepararan las denominadas “primeras cortes Catalano-aragonesas”. Estas se celebraron en el castillo de la Suda en la ciudad de Lérida, a pesar de que se suelen considerar las primeras, gran parte de la historiografía duda de esta afirmación. El motivo la gran preparación con la que contaban dichas cortes, a las mismas asistieron gran parte del clero, encabezado por arzobispos, obispos o los principales abades, los más destacados nobles y al menos diez jueces que debían atestiguar lo que allí se firmara.

De esta forma y en los brazos del arzobispo de Tarragona, Aspargo, entró el joven Jaime en el palacio de la Suda, donde se convirtió en Jaime I. Mientras Nuño Sánchez uno de sus protectores quedaba como regente del reino, el nuevo rey partía hacia Monzón para convertirse en un rey a la usanza de los templarios.

La salida del Castillo de Monzón.

El primero en ser “liberado” de Monzón fue Ramón Berenguer, tras un supuesto pacto con los templarios fue rescatado una noche y conducido al puerto marítimo de Salou, donde embarcó camino de la Provenza.

Por lo que respecta al rey Jaime I de Aragón fue rescatado unos días después por una serie de nobles contrarios a Nuño Sánchez, este último parecía estar disconforme con la salida del joven rey de Monzón, era evidente su futura pérdida de influencia.

Pese a estas discrepancias, dos días después de salir del Castillo de Monzón, el rey Jaime I hacia su entrada en Zaragoza, bajo las muestras de júbilo de sus ciudadanos. Acompañado por Rodrigo de Lizana, o Pedro Fernández entre otros, y ataviado con su primera cota de malla prestada. Tenía nueve años y todavía tuvo que esperar uno más, para que de nuevo en las Cortes de Lérida fuera declarado mayor de edad el 2 de septiembre de 1218.

De esta forma se ponía marcha uno de los reinados más fructíferos de la Corona de Aragón. Jaime I tuvo dos esposas, cinco hijas y cuatro hijos, dos de ellos llegaron a convertirse en reyes, como Pedro III y Jaime II. Pero además y junto a sus socios templarios y tras neutralizar las diferentes revueltas de la nobleza, conquistó las Islas Baleares, Valencia y por último Murcia, esta última perdida previamente por los castellanos. Jaime I, el rey Templario murió en el año 1276.

Por último os invito a conocer una de las mejores biografías de Jaime I




FUENTES:

Jose Mari.

Caminando por la historia.

Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.


✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠



Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval. 

 

✠  Estudios y Análisis Históricos. 

 

✠  Efemérides, personajes y hechos históricos.

 

✠  “EL CASTILLO TEMPLARIO DE MONZÓN”.

 

Cuando el papa Clemente V cedió en la cuestión templaria ante Felipe IV de Francia, conocido como El Hermoso, la Orden Militar tuvo sus días contados. Tras las primeras detenciones en el país galo, se extrajeron confesiones bajo tortura. Así, el pontífice decretó que se arrestara a los templarios en toda Europa. Durante el 1308, Jaime II de Aragón fue tomando poco a poco las fortalezas del Temple de su reino. Lo hizo a regañadientes y dio un buen trato a los cautivos. Sin embargo, el castillo de Monzón no se rindió. La plaza fuerte oscense, la última aragonesa en caer, cayó el mayo de 1309.

Un castillo de origen árabe.

Mucho antes de que se diera la heroica resistencia del castillo de Monzón, este fue parte de una plaza árabe. Se desarrolló en los siglos IX y X. Primero en época Omeya y luego como punto de interés de varias Taifas, como las de Huesca y Zaragoza. A esta última fue a la que más atada estuvo. La fortaleza medieval apenas conserva elementos originales. El principal es la llamada Torre del Homenaje. Dominando el antiguo Monzón, se sitúa en el centro del sur del recinto, donde aguardan la mayoría de atractivos.

✠ IMAGEN I.- “Castillo templario de Monzón”.    




La estructura guarda relación con ciertas torres árabes cercanas, como la del Trovador en La Aljafería de Zaragoza. Tiene una planta perfectamente cuadrada, cada lado con 10 metros de extensión. Actualmente luce más chata de lo que era en el medievo. Las reformas modernas la recortaron para evitar convertirla en un blanco fácil para la artillería. Sea como fuere, durante toda la historia ha sido el centro neurálgico del lugar.

En el siglo XI pasó a manos cristianas por primera vez. Fue Sancho Ramírez, rey de Aragón y Pamplona al tiempo, quién la tomó junto a su hijo, el futuro Pedro I. Esto suponía un golpe en la mesa del pequeño reino, que vivía una etapa de expansión. El río Cinca, que controla en buena parte Monzón, fue un frente de batalla clave. El intercambio de manos fue habitual, con dos periodos de dominio musulmán confirmados. El primero fue de 1126 a 1130 y el segundo entre 1136 y 1141.
✠ IMAGEN II.- “Sancho Ramírez, rey de Aragón y Pamplona”. 


   




✠ IMAGEN III.- “Sala capitular y Torre del Homenaje”.    




La gran fortaleza templaria de Monzón.

Alfonso I El Batallador asentó las bases para el futuro del castillo de Monzón. El monarca dedicó su vida a guerrear y legó su reino a las Órdenes Militares. Esta intención no se hizo efectiva, pero sí consolidó la relación entre aragoneses y monjes-guerreros. Tras la tercera conquista de la fortaleza, Ramiro II decidió asegurar la situación y la cedió a los caballeros templarios.

Antes de esto el lugar había tenido diversos añadidos de los que apenas quedan registro. Por ejemplo, se levantó una iglesia en el segmento sueste de la colina en que se sitúa el edificio. Fuera de las murallas, estaba dedicada a San Juan. Se descubrió gracias a trabajos arqueológicos en el año 2000 y apenas quedan restos de los cimientos. Sin embargo, la inestabilidad impidió que el edificio terminara de conformarse.

El año en que los templarios se hicieron con el control fue 1143. Fueron ellos quienes elevaron una mezcla de fortaleza y convento, siguiendo los preceptos cistercienses de su Orden. Fruto de ello surgieron la mayoría de los espacios visitables hoy día. Por ejemplo, la sala capitular, una mole sin apenas decoración exterior que alcanza los 35 metros de largo. Bajo la misma se construyó un aljibe, bien protegido. En el extremo sur del complejo se elevó una torre dormitorio para los hermanos del Temple.

Cerca del anterior hito se sitúa la Torre de Jaime I. En el siglo XII, cuando se construyó, su función era la de calabozo. El castillo templario ya había tenido ese fin durante su época árabe y la mantendría en el futuro. No obstante, el nombre no viene de una reclusión, sino del hecho de que fuera el alojamiento de un rey-niño. El joven Jaime I, que acabaría siendo apodado El Conquistador, fue educado por los Templarios de Monzón entre agosto de 1214 y junio de 1217. Su tutor fue el Maestre de Aragón, Guillem de Montredon, fiel consejero del monarca durante toda su vida.

✠ IMAGEN IV.- “En primer plano Torre de Jaime I a la derecha y torreón de dormitorios a la izquierda”.  


  



También obra templaria es la iglesia de San Nicolás, marcial y de aspecto rectilíneo. Como el resto del lugar, entremezcla tanto románico final como gótico inicial. Su ábside semihexagonal es especialmente llamativo. De esta forma, servía tanto a la defensa como al culto. El conjunto, completado con enormes murallas y un acceso muy fortificado, hizo del castillo de Monzón inexpugnable. Durante esta época, la ciudad albergó varias veces las Cortes de Aragón, en la catedral local. Una muestra de su importancia.

El último castillo del Temple en Aragón.

Cómo se ha dicho al principio, el destino de esta fortaleza fue similar a las del resto de enclaves templarios aragoneses. Mientras que Peñíscola, Miravet o Tortosa cayeron durante el 1308, Monzón resistió hasta la primavera del año siguiente. Por ello es uno de los puntos más épicos asociados a la Orden del Temple en el norte de España. El ejército de Jaime II no pudo arrebatar el control mediante la acción directa. Por ello, planteó un exitosos cerco.

En contra de la creencia popular, los estudios más recientes no apuntan a un final aciago para los templarios aragoneses. Clemente V dejó a cada reino decidir qué hacer con los caballeros apresados y sus sirvientes. Tales acciones se interpretaron como cierto arrepentimiento por dejar vendida a la orden frente a Felipe IV de Francia.

Tras un breve periodo, el castillo de Monzón se dejó en manos de los Hospitalarios, los caballeros de San Juan, Orden a ña que se unieron numerosos caballeros templarios que fueron muy bien acogidos. El desplazamiento de la frontera al sur y la falta de conflictos hizo que durante los siglos XIV, XV y XVI pasara a un segundo plano. En este último se adaptó la sala capitular para que sirviera como cuartel. Sin embargo, no se adaptó en exceso sus características a las nuevas formas de guerra.

Una fortaleza moderna para Monzón.

Durante su historia el castillo de Monzón no dejó de lado su carácter militar. Durante la Guerra de los Segadores, en 1642, cayó en poder de Francia. Un año tardó en regresar a manos de Felipe IV de España. Este episodio dejó claro que su valor estratégico seguía siendo relativamente importante, al dominar el Cinca junto a lugares como Barbastro. Las mejoras que la convertirían en una fortaleza moderna se dieron a partir de entonces.

No obstante, fue durante la Guerra de Sucesión cuando la transformación fue más acusada. Pasó por manos austracistas y borbónicas. Bajo la bandera de Felipe V, en torno a 1710, se levantaron bastiones, se engordaron los muros para hacerlos resistentes a los cañones y se reforzó la triple puerta de acceso. Una escalera en zigzag dificultaba la tarea de posibles asaltantes. Asimismo, la Torre del Homenaje se recortó, como se ha comentado. Su aspecto final se había alcanzado.

✠ IMAGEN V.- “Baluarte frontal del Castillo de Monzón desde la rampa”.    





De nuevo poderosa, su guarnición no fue capaz de aguantar el embate del Mariscal Suchet durante la conquista napoleónica. Años después, el General Copons puso cerco al castillo de Monzón en 1813. Los franceses se plantaron y la resistencia fue numantina. Contestaron a la excavación de túneles por parte de españoles realizando los suyos. Una guerra de topos que evitó la voladura de la muralla.

Durante el febrero de 1814 la suerte cambió. Las intrigas de Juan Van Halen, militar conocido por haber militado en diversos ejércitos sin ser acusado de traición, hicieron caer a los franceses. Sin mediar sangre, una serie de documentos del afrancesado que había servido a José Bonaparte hicieron que se abandonaran las plazas de Monzón, Lleida y Mequinenza. Hasta finales de este siglo XIX pasó a ser un cuartel de artillería.

De bastión a Monumento.

Ya en el XIX, en sus últimos años, se acometieron diversas reformas en el castillo de Monzón. Volvió a tener un servicio asociado a lo bélico durante la Guerra Civil. Entonces, las caballerizas, excavadas en la roca de la montaña, fueron refugios antiaéreos. El Cinca fue uno de las fronteras claves entre golpistas y las eclécticas fuerzas republicanas. Una vez superado el conflicto, en 1941, fue declarado Monumento Nacional.

En 1997 nuevas obras asentaron la propia montaña, así como casas de alrededor de estas y partes del mismo castillo. El nuevo siglo conllevó interesantes añadidos para la fortaleza. Por ejemplo, en el 2000 se destaparon los restos de la iglesia de San Juan extramuros. También logró ostentar el título de Bien de Interés Cultural y sufrió una efectiva musealización en la primera década del siglo XXI. Además, es parte indispensable de la celebración del Homenaje a Guillem de Montredon, que recuerda hechos históricos relacionados con los templarios y el tutor de Jaime I

FUENTES:

España fascinante.

Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠




Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval. 

 

✠  Estudios y Análisis Históricos. 

 

✠  Efemérides, personajes y hechos históricos.

 

✠  “MULIERES TEMPLI”. COFRADESAS (CONSORORES), Y DONADAS DEL TEMPLE EN EL REINO DE NAVARRA (SIGLO XII).


  • INTRODUCCIÓN.

Una de las manifestaciones de espiritualidad y devoción religiosa inherente a la irrupción de los templarios en territorio hispánico, fue la fundación, en el primer tercio del siglo XII, de una cofradía de la milicia del Temple (“confratria Militum Templi”). Hasta el surgimiento de las Encomiendas locales como foco de atracción de fieles, el enclave fronterizo de Novillas (Zaragoza), fue el centro comendaticio que prestó cobertura espiritual a este grupo de asociados laicos. Pese al predominio masculino de sus integrantes procedentes del estamento nobiliario, las mujeres consiguieron integrarse en la órbita de una orden militar, cuya regla primitiva no contemplaba la presencia femenina en los establecimientos templarios. Ello dio lugar a diversas categorías de vinculación laical y al desarrollo de formas de vida semi religiosa que en ciertos casos podrían apuntar a la residencia en dependencias conventuales. Este estudio pretende analizar la integración laica en el Temple de un conjunto de mujeres de la aristocracia pamplonesa dentro del periodo inicial de propagación de los ideales de la milicia en territorio pamplonés y en el valle medio del Ebro. Aunque la modalidad de integración templaria está representada por el grupo de las cofradesas (consorores), nomenclatura con la que son denominados sus primeros asociados, algunas de sus integrantes manifiestan unas prácticas devocionales y comportamientos caritativos distintos, constituyendo la elección de sepultura un rasgo diferencial. Dentro de este colectivo femenino sobresalen dos significativos casos antagónicos, uno cuya interacción derivó en conflictividad con la orden, mientras que otro debió culminar en retiro monástico.





2. BREVE ESTADO DE LA CUESTIÓN.

Han transcurrido casi cuatro décadas desde que el historiador aragonés Agustín Ubieto (1980, pp. 29-94) publicara unas listas de cofrades hispanos vinculados al Temple que se conservan en el Archivo Histórico Nacional formando parte de sus Códices y Cartularios. El estudio de síntesis que precedía a la nómina de asociados laicos, subrayaba el elevado status socioeconómico de sus integrantes, tanto hombres como mujeres, y su pertenencia a la nobleza navarra, aragonesa y castellana, cuya génesis difería de las cofradías locales. A pesar de su importancia clave para el estudio de la irrupción de la Orden en territorio peninsular durante el reinado del Batallador o el origen y trayectorias de algunos dignatarios templarios de raigambre pamplonesa, solo dos trabajos posteriores volvieron abordar este fenómeno de confraternidad. Uno de ellos fue el publicado por José Manuel González (1988, pp. 145-160), quien centrado en el Cartulario 1311, Códice L. 665, y que erróneamente presentaba como inédito, apuntaba planteamientos cronológicos, geográficos y sociopolíticos sobre sus cofrades. El autor destacaba especialmente el acercamiento y las relaciones vinculantes entre la monarquía navarra y el Temple para la obtención de apoyo político y militar frente a Castilla. Finalmente, el profesor José Ángel Lema (1998, pp. 311-332) centrado en el reinado final del Batallador, analizó la compleja introducción del Temple en el ámbito hispano a través de esta cofradía, resaltando los vínculos templarios a través del parentesco y la dependencia vasallática de sus miembros. El trabajo finaliza con una serie de reflexiones sobre la intencionalidad última del monarca concediendo sus dominios regios a la Orden de Jerusalén.





3. INTEGRACIÓN FEMENINA EN LA MILICIA DEL TEMPLE.

A diferencia de otras instituciones religiosas coetáneas como es el caso de la Orden Sanjuanista, la regla primitiva del Temple no permitía que las mujeres residieran en sus recintos conventuales, pues su compañía se consideraba peligrosa y podía desviar a los hermanos del recto camino. Tampoco consideraba apropiado que las viudas de matrimonios asociados a la Orden residiesen junto a hermanos que habían hecho voto de castidad. Sin embargo, los estudios realizados en los establecimientos templarios diseminados por territorio europeo, han demostrado que el Temple acogió en sus Encomiendas y bajo diversas categorías de integración, a asociadas femeninas tanto en estado de viudedad como en matrimonio. Para el ámbito hispano resulta enormemente ilustrativo al respecto el estudio que hace varios años abordó el historiador alemán Peter Schickl (2014, pp. 86-98), quien también analiza el significativo caso de Cintruénigo. Respecto a las modalidades de integración laica en el Temple, no nos detendremos aquí en la compleja cuestión de las categorizaciones, todavía objeto de debate y discusión entre los especialistas de órdenes militares. El carácter polisémico y la ambigüedad de los términos que designan a muchos asociados laicos, dificulta precisar sus grados de vinculación y dependencia con la institución. Pese a ello, existe relativo consenso entre los estudiosos del Temple en el establecimiento de cuatro tipologías de asociación re-presentadas por el grupo de los benefactores/amici, en cuya categoría también puede incluirse a los familiares, seguidos de los conversos, los cofrades y, por último, el colectivo de los donados. No obstante, en las décadas iniciales de desarrollo de este fenómeno de confraternidad, periodo en el que se circunscribe este trabajo, el término confratres fue utilizado para reunir a asociados laicos del Temple con diferentes grados de vinculación a la Orden y algunos se afiliaron a sí mismos con la orden muy estrechamente (Schenk,2008, p. 18). De hecho, en la parte final de la lista de asociados hispanos hay individuos que se entregaron al Temple como donados aunque en los registros no se utilice todavía este término.

✠  Imagen 1. Distribución territorial y procedencia de las consorores del Temple documentadas en el Reino de Navarra (siglo XII).




4.- CONSORORES EN EL REINO DE PAMPLONA/NAVARRA.

Aunque las motivaciones personales para la conversión en cofrade del Temple fueron muy heterogéneas en el conjunto de sus asociados, entre los miembros de la nobleza el factor religioso y de prestigio fueron las causas principales de su atracción por la Orden, permitiendo dicha vinculación una vía de conexión espiritual con Jerusalén y el Templo de Salomón. En el reino de Pamplona, la búsqueda de legitimación política por parte dela monarquía recién restaurada, o el incremento y la consolidación del prestigio social y militar de la aristocracia pamplonesa, también fueron factores claves que explicarían la asociación laical de sus miembros. La mayoría de los ejemplos femeninos que vamos a analizar quedarían incluidos dentro de la categoría de las consorores, ya que el texto que encabeza las listas de asociados laicos los denomina como “Confratres MilitumTempli”. Sin embargo, a pesar de constituir una agrupación en apariencia uniforme y elitista, cuyo denominador común fue el elevado rango social y económico de sus asociados, dentro del conjunto de cofradesas se dieron procesos de interacción diferentes y solo algunas eligieron al Temple para satisfacer sus aspiraciones espirituales. En la integración de las cofradesas objeto de estudio, diferenciamos varios ejemplos cuya pertenencia a la milicia debió estar ligada a potenciar el prestigio del linaje, y otro caso en conexión con las relaciones de dependencia feudo-vasallática entre cofrades. Pero el principal exponente de devoción femenina en el Temple viene representado por las señoras de Cortes y Cintruénigo, con la conversión de una de ellas en donada, condición que más tarde debió comportar residencia monástica en Novillas. Los estrechos vínculos terrenales de estas damas pamplonesas alcanzarán su máxima plenitud en el ámbito de la espiritualidad laica con la sepultura en dependencias templarias, predilección funeraria que se hizo extensiva a otros miembros de su núcleo familiar.

Imagen 2. El linaje de los Cintruénigo y los Cortes y sus vínculos con el Temple (siglo XII).





4.1. Marquesa de Buñuel.

Buñuel fue una villa de señorío nobiliario regentada desde antes de mediados del siglo XII por la familia de los Óriz, grupo de la alta nobleza pamplonesa cuyo núcleo de su poder feudal se localiza en el valle de Elorz, entre la Comarca de Pamplona y la merindad de Sangüesa. Los señores titulares al frente de este dominio fueron el matrimonio formado por el caballero Aznar López de Buñuel y su mujer doña Marquesa, sobrenombre con el que es consignada habitualmente en los registros documentales, a veces acompañado del cognomen toponímico de Buñuel. Fruto de este enlace matrimonial conocemos algunos de sus descendientes, entre los que figura su hija Oria de Oriz, casada con Iñigo de Oriz, de cuyo matrimonio también se documentan a dos de sus hijos llamados Eneco y Jimeno de Oriz. Otra de las hijas de doña Marquesa fue Urraca, probablemente la esposa del caballero Benedet de Cortes, así como una tercera hija de nombre María. En julio de 1214, la citada doña Oria, entregó en prenda, con el beneplácito de sus hijos, la villa y castillo de Buñuel al rey Sancho VII de Navarra hasta que en 1220, su hijo Jimeno de Óriz, los vendió a la Corona quedando este señorío integrado dentro de los dominios del soberano navarro. Pese a que la villa de Buñuel se constituyó en las últimas décadas del siglo XII en sede de una Encomienda Sanjuanista bajo dependencia del Priorato de Navarra, lo cierto es que tanto doña Marquesa como Aznar López, establecieron inicialmente lazos de confraternidad con el Temple. Pero dicha vinculación no impidió una confrontación judicial entre la señora de Buñuel y los templarios por la titularidad de las heredades de Azut y su castillo, cuyo litigio se dirimió a finales de esta centuria.




La integración de doña Marquesa de Buñuel en "la cofradía del Temple" puede situarse en la década de los cuarenta, a cuya institución se comprometió a entregar una vez fallecida un mulo y su manto: «Dona Marchesa, mulier de Acenar Lopez de Bunol: a sua fine unum mulum et suo mantelo». Dos asientos más abajo de la vinculación laical de doña Marquesa como consoror quedó consignado como cofrade su marido Aznar López de Buñuel, por lo que es a ella a quien hay que atribuir la iniciativa de integración familiar en la Orden. A partir de este momento y a diferencia de otros linajes pamploneses, el Temple no figura entre los destinatarios de nuevas donaciones, sino que otras instituciones religiosas se beneficiaron de una parte del patrimonio familiar de los Óriz. Si está documentada la presencia de doña Marquesa en calidad de testigo en algunas operaciones de particulares en favor del Temple, como el reparto de unas heredades en Buñuel recogidas en un documento de abril de 1191, «ista particione fuit factain presencia de domina Marchesa de Bonol», haciendo alarde de su autoridad señorial en la villa. Aunque los miembros de la cofradía actuaron por lo general en beneficio de la institución, lo cierto es que durante esta centuria se sucedieron disputas entre algunos cofrades y dignatarios de la milicia por la titularidad de bienes patrimoniales. Un buen exponente de ello es el ejemplo protagonizado por doña Marquesa en el pleito que en la década de los años 90 mantuvo con los hermanos de Novillas y Ribaforada por la posesión del castillo de Azut y su término: «fratres Templi et domna Marchesa de Buniol habebant contencionem de Açud et de eius termino». El contencioso se resolvió finalmente en 1196 y dictaminó que doña Marquesa obtuviera la propiedad sobre el castillo de Azut con su corral y una tercera parte del término, mientras que los templarios percibirían las dos terceras partes del citado término de Azut. A pesar de que la resolución por vía judicial pudo satisfacer a las dos partes litigantes, resulta evidente que la actuación de doña Marquesa impidió al Temple la concentración de bienes patrimoniales en un área en el que los freires tenían intereses económicos. La asociación laica de los señores de Buñuel en la cofradía templaria no sirvió de acicate para estrechar vínculos con la milicia sino que, con el transcurso del tiempo, la conflictividad por el patrimonio fue la que marcó la relación entre los templarios y este linaje pamplonés. En contra de lo que cabría esperar en una población que albergaba a una comunidad de freires hospitalarios con intereses en este ámbito, todo indica que la referida confrontación de Azut con los templarios pretendió asegurar la transmisión hereditaria de estos bienes entre los descendientes de doña Marquesa.



4.2. Elvira de Cintruénigo.

Dentro del estamento nobiliario pamplonés, el linaje de los Cintruénigo constituye uno de los mejores exponentes de familiaridad religiosa e interacción con el Temple, germen además, de la irrupción ulterior de la milicia en esta población. Durante el reinado de García Ramírez el Restaurador (1134-1150), la villa se convirtió en señorío nobiliario, recayendo su titularidad en manos de García de Ocharra, de cuyo enlace matrimonial con doña Toda se documentan a cuatro de sus descendientes: el caballero y cofrade Pedro de Cintruénigo, heredero del dominio y artífice del establecimiento del Temple en la villa. García de Cintruénigo, caballero que pronunció los votos en la milicia y ejerció como Comendador en Boquiñeni (Zaragoza) y Pedro Pardo, personaje vinculado a la diócesis calagurritana, en cuya sede desempeñó el cargo catedralicio de diácono (Remírez, 2016, pp. 126-182). La única integrante femenina de la estirpe fue Elvira de Cintruénigo, esposa de Rodrigo de San Adrián y madre del caballero Lope de Tarazona, este último también asociado en la cofradía templaria. Un rasgo diferencial respecto a los tres establecimientos templarios documentados en territorio pamplonés, es que antes de la constitución de este dominio en sede de Encomienda, sus señores se integraron en la familiaridad laical de la milicia, solicitando ser enterrados en un cementerio templario. La vinculación de Elvira de Cintruénigo como consoror del Temple se produjo demanera conjunta a la de su linaje familiar, momento que cabe situar a mediados de la decimosegunda centuria. Consignada como hermana de don Pedro, aquí acompañado del cognomen referente al poder señorial ejercido sobre la villa de Cortes, prometió entregar a los templarios a su fallecimiento su cuerpo con su limosna: «Domna Albira, sua iermana de don Pedro de Cortes: post obitum suum corpus eius cum suaelemosina». Dicha afiliación, además de mostrar su predilección por enterrarse en un cementerio del Temple, constituye el primer caso de elección funeraria documentado en la rama femenina de esta cofradía templaria. Este compromiso de ser inhumada en uno de los espacios cementeriales del Temple también va a proporcionar a la institución unos beneficios procedentes de las limosnas para el sufragio de su alma, aniversario so cualquier otra donación que pudieran otorgar familiares y allegados de esta consoror. Aunque los testimonios documentales sobre esta dama pamplonesa son escasos, se conserva un documento de especial relevancia para conocer con mayor precisión el proceso de establecimiento de la milicia en Cintruénigo. Corresponde a un documento de compraventa y permuta de las heredades de doña Elvira fechado en noviembre de 1177, cuya operación con la orden la efectuó María de Cortes, viuda de don Pedro de Cintruénigo y cuñada de Elvira, consignada de nuevo como hermana de don Pedro:«uendo illam hereditatem de Centronic quam habui de dona Aluira sorore de donPetruz in cambio per illa hereditate in Cortes». El conjunto de propiedades obtenido por la milicia estaba formado por casas, piezas de viña, fracciones del horno y molino señorial y diversas tierras con sus derechos de pasto y regadío. La adquisición de este patrimonio la efectuó el Temple al producirse la muerte de don Pedro y cuatro años después de que este les otorgara su señorío y castillo de Cintruénigo (1173). Aunque las cláusulas de dicha donación contemplaban que su cónyuge podía permanecer al frente del dominio hasta su óbito, la obtención de las heredades de Elvira evidencia que la Orden había tomado la decisión de asentarse en este enclave pamplonés como lo certifican los registros posteriores. La operación autorizada por esta cofradesa contrasta con la conflictiva relación mantenida por doña Marquesa de Buñuel sobre las propiedades de Azut, pues la transacción de Cintruénigo no solo permitió al Temple incrementar significativamente su patrimonio señorial en este enclave, sino que además propició el establecimiento de los freires en la villa. Desconocemos si Elvira estrechó sus vínculos laicales con la milicia como sucedió con sus hermanos y que repercusión pudo tener en la religiosidad y en las prácticas devocionales de esta consoror la irrupción de los templarios en el solar de su linaje familiar. Mediante su sepultura en dependencias templarias solicitada implícitamente en su afiliación en la cofradía, Elvira de Cintruénigo perpetuó por vía funeraria su conexión espiritual con el Temple, a cuya comunidad de freires confió la salvación de su alma al igual que lo habían hecho su hermano Pedro y su cuñada María de Cortes.

4.3. Urraca de Cortes.

El linaje de los Cortes representa otro ejemplo paradigmático en las relaciones de confraternidad mantenidas por la aristocracia pamplonesa con la milicia del Temple. La actividad benefactora que desplegaron hacia la Orden contribuyó al incremento patrimonial del centro conventual de Novillas, limítrofe con el señorío de Cortes. Dado el valor geoestratégico de este dominio, no pasó desapercibido el papel que una prestigiosa Orden internacional como el Temple podía ejercer en la consolidación política y fronteriza del reino de Pamplona. Urraca de Cortes contrajo matrimonio con el noble de origen normando Raimundo de Alperche, hermano o al menos pariente del también normando conde Rotrou III dePerche, parentela de magnates ultrapirenaicos en la que también debe integrarse al caballero llamado Counas. Ha sido planteada la probable identificación del señor de Cortes con la figura del vizconde Raimond de Turenne (De Mandach, 1993, p. 148), enclave pamplonés que también identificó su autor con la controvertida Cordres citada en varios pasajes de la Chansond de Roland . El preeminente rango social del linaje también se advierte en los vínculos consanguíneos con la estirpe real pamplonesa, pues sabido es que Alfonso I el Batallador era primo de Rotrou, por tanto emparentado también con el señor Raimundo de Cortes. La entronización más tarde de García el Restaurador (1134-1150), y su primer matrimonio con la dama normanda Margarita de l’Aigle (1130-1141), permitió mantener lazos familiares con la dinastía regia pamplonesa, ya que la reina de Pamplona era sobrina carnal del conde Rotrou, de modo que también debió ser pariente de Raimundo y de Counas. Es muy factible que Raimundo, al igual que la donación de Corella y Tudela otorgada por Alfonso I a Rotrou (1128), también recibiera el señorío de Cortes de manos del monarca navarro-aragonés. Fruto del enlace entre Urraca y Raimundo, únicamente conocemos a María de Cortes, si bien la documentación estudiada consigna a un grupo de descendientes innominados que no hemos podido identificar.

La vinculación de Urraca de Cortes en la cofradía del Temple precediendo a la afiliación de su cónyuge, debió producirse en torno al año 1143 o poco después (Remírez,2009, p. 105), a cuya milicia prometió entregar anualmente un morabetino en la festividad de San Miguel y una vez fallecida su mejor manto: «Domna Urracha, mulierde don Ramon de Cortes, similiter»

[uno morabetino a la festivitate sancti Michaelisunoquoque anno. Et post mortem suam, meliorem mantellum quam habuerat]. Aunque los donativos anuales como el concedido por la señora de Cortes, constituyen unapráctica de caridad extendida entre el conjunto de cofrades, debe considerarse como una contribución voluntaria de sus miembros (Ubieto, 1980, p. 39).

Una vez integrados en la familiaridad del Temple como confratres, los señores de Cortes se convirtieron en auténticos benefactores de la milicia, otorgando un importante flujo de donaciones que se prolongó a lo largo de más dos décadas (1145-1165). Urraca de Cortes efectuó en primera persona las primeras concesiones junto a su marido Raimundo aunque también con su hija María  y tras enviudar, continuó su labor benefactora en compañía de esta y de su yerno Pedro de Cintruénigo. El patrimonio donado por el grupo familiar a los templarios lo conformaba un conjunto heterogéneo de bienes con predominio de propiedades agrícolas, sobre todo tierras de explotación cerealista, seguido de algunas viñas, frutales y derechos de irrigación. La localización dela mayoría de estos bienes raíces en el entorno agrícola de Cortes adquirió gran importancia estratégica y económica para la institución debido a la vecindad geográfica de la Encomienda de Novillas con el ámbito de propiedad dominical de doña Urraca. Dentro de este patrimonio rústico destaca la donación de una hacienda íntegra en Razazol (Gallur), o la mitad del lugar de Mora, este en la divisoria entre Cortes y Buñuel. Tampoco faltó dentro del elenco de donaciones la transferencia al Temple de bienes inmuebles como una casa y un solar edificable, además de la donación de varios exaricos en Cortes, en dos de los casos con los tributos que dichos mudéjares pagaban por su actividad agropecuaria y en otro con sus heredades íntegras. Un hito trascendente en los vínculos religiosos de esta dama pamplonesa con la Orden se produjo en el año 1159, momento en que Urraca de Cortes dictó testamento en favor del Temple, otorgando al maestre Guillem del Basio y a los freires de Novillas por la redención de su alma, la mitad de todos sus bienes muebles una vez fallecida. En la última disposición testamentaria, doña Urraca mandó que su cuerpo recibiera sepultura en la iglesia templaria de San Juan de Novillas: «Et mando ego me ipsa ubicumquetransiero de isto seculo, Sancti Iohannis de Nouellas sepelire corpus meum». Aunque no se detalla en qué lugar del recinto eclesial debían ser enterrados sus restos, no es en absoluto improbable que lo fueran en un espacio funerario privilegiado atendiendo al importante conjunto de donaciones dirigidas hacia la Orden por su linaje familiar. Esta predilección funeraria manifestada por la señora de Cortes muestra el deseo de esta consoror de permanecer espiritualmente ligada a la milicia y que fueran los caballeros del Templo los que velasen por el descanso eterno de su cuerpo.

4.4. María de Cortes.

Como hemos apuntado más arriba, María de Cortes fue hija del matrimonio entre Urraca y Raimundo de Cortes, aunque no parece que fuera la única descendiente de la estirpe. Esta dama pamplonesa contrajo matrimonio con el caballero Pedro de Cintruénigo, señor titular de la villa desde mediados del siglo XII quien, en 1173, la otorgó en donación al Temple junto con su castillo. Los vínculos de María de Cortes con la orden difieren de los establecidos inicialmente por su grupo familiar, ya que su llamativa ausencia en la nómina de confratres donde quedaron asociados sus progenitores y su marido, no permite caracterizarla formalmente dentro de la categoría de consoror. No obstante, es manifiesta su generosa predisposición a favorecer a la institución convirtiéndose, junto a su linaje, en donante y benefactora del Temple, modalidad definida en territorio francés con el término de bienfaitrices, (Carraz, 2006, p. 79). En sus primeras apariciones, fechadas durante la década de los años 50, figura testificando junto a su madre en la donación de heredades sitas en Cortes otorgadas por particulares a la milicia, o actuando en calidad de donante en los referidos casos de Mora, los exaricos de Cortes o diversos lotes de tierras de cultivo. En la década siguiente se repite esta misma pauta de comportamiento, interviniendo también como testigo en operaciones efectuadas por vecinos de Cortes con el Temple o donando con su madre Urraca diversos bienes a la Encomienda de Novillas. En 1165 se fecha la última donación conjunta que María de Cortes efectuó con su progenitora y que puede asociarse al posterior fallecimiento de doña Urraca (Remírez, 2016, p. 159).

Un cambio trascendente en los vínculos religiosos y espirituales de esta dama pamplonesa con la milicia se produjo con la donación del castillo y villa de Cintruénigo que con su consentimiento concedió su marido al Temple (julio de 1173). En la disposición inicial, el matrimonio se entregaba en «cuerpo y alma», tanto en vida como en la muerte, a Dios, a santa María y la casa del Temple: «Maria de Cortes bono animo et spontanea uoluntate donamus et concedimus nos et corpora nostra et animas nostras tam in uita quam inmorte Deo et beata Maria domuisque Templi Salomonis». Aunque las modalidades de asociación laica con las órdenes militares son todavía objeto de debate y discusión, resulta evidente que la fórmula aquí empleada es semejante a la oblación (traditio), y que los investigadores que han estudiado este fenómeno en relación al Temple en Europa, sostienen que los laicos que se entregaron a la orden en “corpus et anima” fueron donados (Magnou,1961, pp. 382-386; Schenk, 2008, p. 16). En nuestro caso, además, la supuesta conversión del matrimonio en donados vendría apoyada por el hecho de que Pedro de Cintruénigo ya estaba integrado como cofrade desde mediados del siglo XII . También la procedencia de la alta nobleza de sus asociados, la alusión a la viudedad o entrar en la religión, son otros indicios que lo avalarían. Otra de las cláusulas contenida en la cesión de este señorío que consolidó la vinculación espiritual y personal del matrimonio con la Orden fue la petición de sepultura conjunta en la Encomienda de Novillas: «mandeamus nos sepeliri in domoeorum Templi de Nouellis», que el cónyuge había manifestado en su vinculación como confrater . Con la transferencia conjunta del «cuerpo y alma» de los donantes y la solicitud de enterrarse en la encomienda de Novillas, María de Cortes estableció una mayor integración y una unión espiritual más estrecha con el Temple que la mantenida hasta ahora. No hay que olvidar el preeminente origen de la señora de Cortes y la devoción profesada por su linaje hacia la milicia eran bien conocidos por la comunidad de Novillas. Este excepcional documento proporciona varias disposiciones de relevancia que nos sitúan ante el destino vital de María de Cortes como son el tema de la viudedad y el mantenimiento de la castidad post mortem que debía mantener si optaba por la permanencia en el castillo de Cintruénigo hasta su muerte. Pero la cláusula que presenta especial interés sobre las formas de integración laica femenina en el Temple y de mayor alcance respecto a los ejemplos pamploneses estudiados, es la relacionada con la vida conventual. En efecto, una disposición final en la donación del señorío de Cintruénigo establecía que si María de Cortes «ha querido entrar o unirse a la religión de los hermanos del Temple», el castillo con todas sus pertenencias quedaría en posesión de la Orden: «ad illam religionem fratrum Templi Salomonis ire uoluerit». En el contexto del estado de viudedad es donde esta disposición adquiere pleno significado pues, fallecido el marido, María podía escoger la opción de retiro y oración, adquiriendo la condición de donada residente para llevar una forma de vida semi religiosa. De acuerdo con otros investigadores que se han referido a este caso, el ingreso “ad illam religionem”, solo puede significar que María de Cortes debió establecer claramente una relación más estrecha con los templarios y debería instalarse en la vivienda de la Encomienda de Novillas (Schickl, 2014, p. 92). De hecho, cuatro años después, la señora de Cortes enviudaba y fue la encargada de efectuar con la Orden una operación de compraventa de la heredades de Cintruénigo que pertenecían a su cuñada Elvira: «Egodona Maria de Cortes uxor que fui de don Petruz de Cortes uendo illam hereditatem deCentronic». De esta operación se deduce que la viuda de don Pedro había renunciado a los derechos sucesorios y al disfrute vitalicio del dominio señorial contemplado en las disposiciones dictadas por su cónyuge, pues es obvio que la adquisición de este nuevo patrimonio estaba dirigida al establecimiento del Temple en la villa. Es un indicio elocuente que apuntaría a que María de Cortes debió optar por el recogimiento y la oración, un retiro conventual y espiritual como preparación ante la muerte junto a los freires de Novillas, en cuya Encomienda templaria precisamente permanecía sepultado su marido, con quien había prometido enterrarse para el descanso eterno.

4.5. Doña Navarra (Cortes).

La familiaridad del linaje de los Cortes con el Temple también alentó la devoción y la integración laical de otros grupos de extracción social inferior, cuya vinculación personal además de motivos estrictamente espirituales y religiosos, también obedece a los lazos feudo-vasalláticos y de vecindad que les unían a los señores de la villa. Este sería el caso de doña Navarra de Cortes, quien a mediados del siglo XII quedó afiliada como consoror en la cofradía templaria, a cuya institución prometió entregar una vez fallecida su cuerpo y su mejor manto: «Domna Navarra, sua mulier, similitersuum corpus et suum meliorem mantellum». Como indica su registro, doña Navarra fue la mujer del caballero García de Agón, asociado como cofrade en el asiento anterior, por lo que constituye una afiliación conjunta del matrimonio previamente acordada. Este caballero asentado en la villa de Cortes vinculado a la red clientelar de doña Urraca y María, figura como testigo en numerosas donaciones otorgadas en favor de la milicia, mostrando así una predisposición favorable a los intereses de una Orden a la que tanto él como su mujer, estaban ligados como miembros laicos. La mayor parte de las veces que testifica lo hizo en donaciones efectuadas en Cortes aunque también estuvo presente en alguna transacción de mayor envergadura y trascendencia como la citada donación del señorío de Cintruénigo a los templarios. No tenemos constancia documental de que su cónyuge testificara en ninguna donación vinculada a la Orden. En la integración de doña Navarra como cofradesa es igualmente reseñable su solicitud de enterramiento en un cementerio del Temple como así lo indica la donación postmortem de su cuerpo, misma concesión realizada por su cónyuge. Ambos ejemplos se suman a la predilección funeraria manifestada por los señores de Cortes y de Cintruénigo, lo que permite una aproximación al estudio del espacio funerario destinado a la nobleza pamplonesa en dependencias conventuales de Novillas.

4.6. Toda de Lehet (Lete, Cendea de Iza).

El linaje pamplonés de los Lehet fue una de las familias nobiliarias más prominentes del reino, cuyo solar de origen según el locativo adoptado por sus descendientes, se sitúa en el lugar de Lete, núcleo enclavado en el sector noroccidental de la Cuenca de Pamplona, hoy concejo perteneciente a la cendea de Iza. Según la documentación conservada, se considera al caballero Fortún de Lehet, consignado en los diplomas con el sobrenombre de «Dodo», como precursor de la estirpe (Fortún, 1986, p. 111), si bien, la verdadera génesis de este grupo alto nobiliario se atribuye a su hijo y sucesor Jimeno Fortuñones de Lehet, primero en ostentar el distintivo identificador del linaje. El señor Jimeno de Lehet contrajo matrimonio con doña Toda, como así lo confirma un documento de donación de diversos bienes que en 1104 ambos otorgaron al monasterio de Leire. La documentación conservada también permite identificar a los principales descendientes de este matrimonio como son María de Lehet, consignada como hija de Jimeno de Lehet en un documento de donación que en junio de 1133 concedió en favor del Hospital de Jerusalén. En otro documento de donación datado en 1147 y dirigido a la iglesia de Santa María de Pamplona, María de Lehet aparece testificando junto a su madre Toda. Otros registros consignan la relación de parentesco y los nombres de otros dos de los hijos de doña Toda y el señor de Lehet como es el caso del caballero Martín y de Sancha de Lehet, dama esta última sobre la que enseguida volveremos. 
Aunque el primer miembro del clan familiar en asociarse como cofrade en el Temple fue el tenente de Peralta Martín de Lehet, siguiéndole a continuación su hermana María, posteriormente también se integró como cofradesa la señora Toda de Lehet, a quien identificamos como la progenitora de ambos. Junto a la forma onomástica que ostenta, otro indicio favorable que permite tal identificación sería la concordancia cronológica existente entre el momento de afiliación de este grupo de cofrades y el periodo en que doña Toda y su hija aparecen en la documentación testificando o concediendo juntas diversas donaciones, es decir, durante la década de los años 40. Toda de Lehet en su asociación como “consoror Templi” prometió una entrega anual de diez mensuras de pan y vino a la milicia, concesión que efectuaría hasta el momento mismo de su muerte: «Ego Tota de Laet: X mensuras inter panem et vinum, anno adanno, usque in finem», es decir, bienes de primera necesidad destinados al sostenimiento de los freires y familiares asociados, sin que nos conste ninguna otra donación posterior dirigida a los templarios. En este caso, la integración de Toda en la cofradía del Temple parece obedecer a una cuestión de prestigio social de su linaje con la afiliación de los principales miembros de su núcleo familiar y no a una manifestación de devoción religiosa personal como se percibe claramente en los ejemplos de Cintruénigo y de Cortes.

4.7. María de Lehet.

Como ya hemos señalado, María de Lehet fue una de las hijas del matrimonio entre Toda y Jimeno Fortuñones de Lehet y también hermana de Martín y Sancha de Lehet, como así queda constancia en la documentación conservada. Esta dama de la nobleza pamplonesa casó en primeras nupcias con el caballero y primer tenente de Soria, Íñigo López, relación matrimonial que pudo perdurar hasta el año 1126 o antes, si es correcta su desaparición de los registros por su participación y muerte en la campaña de Granada (Olcoz, 2018, p. 284). Tras enviudar, contrajo un segundo matrimonio con el señor Lope Iñiguez, tenente de Borobia y Alfaro, de cuyo caballero también quedó viuda tempranamente como la propia María de Lehet señalaba en el documento de donación que en junio de 1133 otorgó al Hospital de Jerusalén.

Tras haber enviudado de este segundo marido es cuando supuestamente debe situarse la integración laica de María de Lehet como consoror del Temple, consignada a continuación de su hermano Martín de Lehet y comprometiéndose a entregar anualmente a la milicia un morabetino en la octava de Navidad (Natale): «Maria soror sua: inunoquoque anno unum morabetinum, et pro meo marito alium, et hoc ac Natale. Etpost meum obitum meliorem bestiam quam abuero». En la concesión de esta cofradesa también se otorgaría otro morabetino cada año en memoria de su marido (¿Iñigo?), y para después de su muerte María reservaría a la Orden la mejor bestia que tuviera. Pero especialmente llamativo dentro de este acto de ingreso es el asiento posterior que consigna donaciones al Temple de uno de sus maridos: «et suus maritus: suum caballum etarma, et in unoquoque anno V solidos. Et si non habebant caballum suum, C solidos». La vinculación como cofrade de este marido de María de Lehet (¿Lope Iñiguez?), donando su equipo militar y una renta anual plantea un problema cronológico, ya que las dataciones que se han planteado para esta escritura entre 1135 y 1140 (Ubieto, 1980,p. 34), no concordarían con la de su óbito antes de 1133, lo que permite plantear dos posibles explicaciones si se descarta que corresponda a un tercer marido: que la fecha en la que se constituyó esta cofradía del Temple pudiera ser anterior a 1135, intervalo de tiempo en que este cónyuge todavía estaba vivo, o que Lope Iñiguez de Borobia se integrara en la cofradía templaria antes de fallecer prometiendo entregar a la milicia una renta anual y sus armas y que, al morir poco después, su registro sea un recordatorio de una donación aún pendiente de entrega aunque se omitiera la expresión debet . De hecho, una de las rentas anuales otorgadas por María de Lehet al Temple corresponde a uno de sus difuntos maridos. Tras su afiliación en la cofradía del Temple no disponemos de nueva documentación vinculada con operaciones dirigidas a la Orden y tampoco por su linaje si exceptuamos una donación concedida por su hermana Sancha con su marido. Varios registros fechados en la década de los 60 en los que María de Lehet  figura como testigo en la donación de bienes a la catedral de Pamplona, aseguran que todavía vivía durante este periodo. Precisamente un documento regio de carácter funerario de julio de 1170, nos revela que poco antes, esta cofradesa ya había fallecido, pues en él, el rey Sancho VI prohibió por petición del obispo de Pamplona, que infanzones y labradores se enterraran en la casa con capilla funeraria que María de Lehet edificó en las proximidades del Ebro, en el término de Cofín (Milagro, Navarra).

4.8. Sancha de Lehet.

Otra destacada descendiente del grupo nobiliario de los Lehet que estableció lazos de confraternidad con el Temple y que cierra el conjunto de cofradesas originarias del reino de Pamplona, fue Sancha de Lehet. La identificación y pertenencia de esta dama a este linaje pamplonés es posible gracias a un escatocolo en el que su marido quedó consignado como cuñado del tenente de Peralta Martín de Lehet, ya que en el resto de registros que conocemos nunca es mencionada con este cognom toponímico. Sancha contrajo matrimonio con el caballero y magnate pamplonés Fortún López de Soria, fruto del cual documentamos a algunos de sus vástagos, quienes se establecieron a lo largo del siglo XII en el valle fronterizo del Alhama y originariamente en la villa pamplonesa de Cintruénigo. Estos lazos de vecindad geográfica permiten explicar, entre otras cuestiones, que unos años antes de que Sancha y su marido se integraran en la cofradía del Temple, el matrimonio y su núcleo familiar otorgó una donación al abad Raimundo de Castellón en Fitero.

La vinculación laica de Sancha de Lehet como consoror del Temple podría fecharse antes de mediados del siglo XII, en cuyo ingreso prometió donar a la cofradía una renta anual vitalicia condicionada por lo que pudiera disponer su marido. Una vez fallecida, también se comprometió a entregar a la milicia su cabalgadura con su correspondiente silla y freno, además de su mejor manto: «Ego Sancia, uxor Fertun Lobeç de Soria, promito animo fidelissime dono prefate confratrie in tota vita mea singulisannis tantun caritatis quantum vir meus prefatus constituit pro sua anima annuatim dare, et in obitu meo, meam equitaturam sellatam et frenatam, et meliorem mantellum». Posteriormente, también su marido Fortún López de Soria se integró como asociado laico, por lo que puede considerarse a Sancha de Lehet como precursora de la confraternidad con el Temple. A su vez, la vinculación templaria dentro del tronco familiar de Fortún hay que buscarla en la figura de su progenitor, el señor Lope López de Mendoza, pues este magnate se encuentra entre los primeros barones pamploneses que quedaron asociados a la milicia. Poco tiempo después de la integración en la cofradía, Sancha de Lehet y su marido Fortún López, donaron conjuntamente en 1148 a los caballeros del Templo de Salomón el molino de Vozmediano (Ágreda), aunque la transferencia de esta propiedad no se produciría hasta la muerte de los donantes: «Ego, Fertunio Lopeç de Alfar et uxor mea dompnaSanga, ex parte Dei omnipotentis et pro eo quod, ad obitum nostrum, in adjutorium etredemptionem nostrorum vincula peccatorum, damus illo molino de Busto Mediano adillos seniores milites Deo et Templum Salomonis». Los receptores de este molino emplazado en las inmediaciones del nacimiento del río Queiles fueron el Maestre de Novillas, Rigaldo Viguer y el hermano Elías Focald, siendo la donación otorgada en Alfaro, dominio señorial de Fortún López y Sancha de Lehet. Esta es la única donación concedida por estos cofrades templarios de la que tenemos constancia, orientada a la expansión inicial de los caballeros del Temple por el ámbito geográfico soriano.

5. CONCLUSIONES.

Desde sus inicios la restaurada monarquía y el estamento nobiliario pamplonés se sintieron atraídos por los ideales y finalidades de la milicia tal como demuestra su afiliación a lo largo del siglo XII en la cofradía del Temple hispana. Aunque los miembros masculinos superaron en número a las mujeres, el papel ejercido por algunas de ellas fue especialmente relevante, enriqueciendo la visión sobre la religiosidad laica femenina en el seno de la milicia. A través de la vinculación como consorores estas damas de la nobleza pamplonesa consiguieron integrarse en la órbita religiosa de una Orden militar cuya regla no permitía la presencia femenina en los establecimientos templarios. A pesar de que el término ha servido para caracterizar de manera uniforme a esta agrupación femenina, comportamientos caritativos distintos o la elección de sepultura son indicios que demuestran que los lazos religiosos y espirituales que les unían a la milicia no fueron iguales. Con la asociación laica en el Temple algunas mujeres buscaron aumentar el prestigio de su linaje, como refleja la integración conjunta de hermanos, madres e hijas o matrimonios, mientras que otras afiliaciones femeninas estuvieron determinadas por relaciones de dependencia feudo-vasallática. Urraca y María de Cortes son el mejor exponente de devoción femenina en el Temple, contribuyendo con sus donaciones o permutas al incremento del patrimonio de la Encomienda de Novillas o propiciando la constitución de nuevas encomiendas como fue el caso de Cintruénigo. Con la sepultura de ambas en dependencias templarias consolidaron los vínculos espirituales con la milicia encomendando la salvación de su alma a los caballeros del Templo, predilección funeraria que también adoptaron otros miembros de su núcleo familiar. De gran interés son los registros de Elvira de Cintruénigo, no solo en el ámbito funerario, sino también su papel benefactor, pues la compraventa de sus propiedades facilitó el establecimiento de los freires en el señorío de su linaje. Comportamiento antagónico al protagonizado por Marquesa de Buñuel, ya que la conflictividad por el patrimonio fue la que marcó su relación con el Temple, contraviniendo valores de la confraternidad como la amistad y la lealtad. Como colofón a las formas de integración laica femenina en el Temple queda el excepcional testimonio de María de Cortes quien, tras una etapa como benefactora, se vinculó como donada, considerando además entrar «ad illam religionem fratrumTempli» y que, tras enviudar, debió culminar en retiro conventual en Novillas.

 

FUENTES:

Salvador REMÍREZ VALLEJO.

Príncipe de Viana.

Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠



Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval. 

 

✠  Estudios y Análisis Históricos. 

 

✠  Efemérides, personajes y hechos históricos.

 

✠  La Orden del Temple en batalla. (Un heroismo legendario basado en una disciplina ferrea y en su Fe inquebrantable en el Señor).


Uno de los aspectos más importantes de la Orden del Temple, y causa de su nacimiento, sin lugar a dudas  fue el  de la guerra. En el año 1118, según nos dicen  las crónicas,  Hugo de Payens junto con otros ocho compañeros,  emitieron los tres votos de castidad, pobreza y obediencia  frente al patriarca de Jerusalén, Gormondo de Piquigny, añadiendo  un cuarto voto, el de la  protección de los  peregrinos y defensa de los Santos Lugares. 

✠ IMAGEN I.- “Hugo de Payens”.




Aunque algunos historiadores sitúan la primera operación guerrera de la Orden del Temple en el año 1129, en el sitio de Damas (Siria), si hacemos caso a la documentación existente, la primera acción bélica en la que intervinieron los templarios, debemos situarla en el año 1138.

El Reto del Bardo. Esa fue la primera misión militar desempeñada por los templarios en Tierra Santa, el proteger a los peregrinos llegados de occidente  que circulaban por un estrecho corredor  que comunicaba  el puerto de Jaffa con Jerusalén. La mayoría de nobles y caballeros cristianos, una vez conquistada Jerusalén, o bien volvieron a sus lugares de origen, o bien se dirigieron en busca de nuevas aventuras y riquezas hacia Edesa y Antioquía, dejando en cierto modo desprotegida esta ruta de peregrinaje.

Es evidente que estos primeros caballeros que realizaban estas misiones de protección de peregrinos y vigilancia de caminos, ya tenían una sólida base militar obtenida en occidente, pero aún así, debieron  desarrollar unas tácticas y técnicas  de combate individuales que fueran capaces de ser efectivas contra los malhechores y ladrones que hostigaban a los peregrinos, ya que estas acciones no pasaban de ser, en la mayoría de los casos, simples escaramuzas, en las que primaban las tácticas de combate individuales,  además de tener que adaptar su modo de combatir al de los sarracenos.

Aunque  algunos historiadores sitúan la primera operación guerrera de la Orden del Temple en el año 1129, en el sitio de Damas (Siria), si hacemos  caso a la documentación existente, la primera acción bélica en la que intervinieron los templarios, debemos situarla en el año 1138. En aquel año, el rey de Jerusalén  Fulco V de Anjou, también conocido como el Joven, tras la caída en el sur del reino de la fortaleza de Barin, se vio obligado a entrar en acción.  Junto a Thierry de Alsacia, conde de Flandes, sitiaron a los musulmanes que se encontraban en una pequeña  fortaleza ubicada entre el Monte Jilad y Ajlun, en la región de Galaad. Sin embargo, viendo los turcomanos en ese momento la ciudad de Jerusalén desprotegida, asaltaron y saquearon la aldea de Teqoa.  En aquellos momentos los templarios eran las únicas fuerzas operativas que se encontraban en Jerusalén, por lo que salieron en  su defensa. Avisados el rey Fulco y el conde Thierry de aquella incursión musulmana acudieron rápidamente a la ayuda de los templarios.

✠ IMAGEN II.- “Fulco V de Anjou”.




Los turcomanos al ver que el ejército de Jerusalén  se les echaba encima se disolvieron en los llanos de Ascalón negándose a entrar en batalla.

El grueso de las tropas francas interpretó la huida turcomana como una victoria  y desoyendo el consejo del maestre templario, cometió el error de  dedicarse al pillaje y a la desbandada, en lugar  de perseguir a los enemigos que se daban a la fuga, por lo que estos se reagruparon atacando por sorpresa a los  cruzados. El Maestre del Temple, Roberto de Craón, al ver la maniobra musulmana,  reunió  a sus caballeros con el fin de proteger a las tropas cruzadas que se encontraban totalmente desordenas y desperdigadas, haciendo frente a  este nuevo ataque, encuentro que tuvo  un desastroso final. Tan solo dieciocho templarios consiguieron salvar la vida. El resto perecieron  en la contienda, entre ellos Eudes de Montfaucon, uno de los más bravos caballeros.

✠ IMAGEN III.- “Eudes de Montfaucon”.




Así narraba  lo sucedido Guillermo de Tiro (1130-1185), en su capítulo VI, titulado “Hierosolymorum rex ultra Jordanem praesidium obsidet et occupat violenter. Apud Thecuam nostri miserabiliter prosternuntur” del libro XV de su  “Historia Rerum in Partibus Transmarinis Gestarum”:

“Erat autem casu Hierosolymis illis diebus ab Antiochia veniens, vir piae in Domino recordationis, miles eximius et in armis strenuus, nobilis carne et moribus, dominus Robertus, cognomine Burgundio, natione Aquitanicus, magister militiae Templi. Hic cum quibusdam de fratribus suis et cum iis qui Hierosolymis remanserant, paucis et promiscui generis equitibus, vexillum regium bajulante quodam domini regis familiari, Bernardo Vacher, subsequente populo, ad locum praedictum certatim et sub omni celeritate contendunt. Audientes itaque Turoi nostrorum adventum, locum deserentes Habehim, Joelis prophetae domum, versus Ebron patriarcharum sepulcrum, fugam inierant; volentes inde in plana Ascalonam versus descendere. Nostri autem, scientes hostium acies in fugam versas, non eisdem vestigiis inhaerentes, tanquam de tropaeo certi, sed ad diversa incaute nimis tendentes, fugientium spoliis magis quam stragi hostium insistebant imprudenter Quod intelligentes qui fugam inierant, iterum more solito conglobati, resumentes animos, dispersas acies, quantum possunt, revocare nituntur, nostrisque ex improviso et nimis confidenter irruentes, passim vagantes et securos invadunt, gladiis obtruncant; paucis tamen resistentibus et collectis adinvicem, pugna committitur.

Inter haec, qui diversa fuerant secuti tubarum clangore, stridore cornuum, equorum fremitu, armorum fulgore coruscantium, vocibus suos adhortantium, simul et pulveris equorum pedibus agitati nebula in sublime rapta, commoniti, ad locum cum properant certaminis. Sed antequam eorum qui restiterant catervis se conjungerent, deficientibus primis et in fugam actis, facti sunt hostes, nostris devictis, superiores. Conversos itaque in fugam nostros, per loca saxis asperrima et prorsus invia, et omnino fugam non admittentia sagittis et strictis gladiis more hostium insectantes, alios ferro perimunt, alios prosternunt praecipites; et a praedicta Hebron, quae est Cariatharbe, usque in fines Thecuae persequentes, stragem multam nimis operati sunt in populo. Ceciderunt autem illa die multi nobiles et inclyti viri, inter quos vir eximius frater militiae Templi, Odo de Monte Falconis, omnes morte sua moerore et gemitu conficiens, occisus est. Hostes vero victoria potiti, caede nostrorum et spoliis laetantes, Ascalonam reversi sunt. Nostri autem qui in expeditione erant, cognito quod apud nos acciderat infortunio, animo nimirum sunt vehementer consternati. Sed tamen intelligentes hanc esse bellorum legem, ut nunc hi, nunc illi variis eventibus fiant superiores, iterum consolationem recipientes, coepto instant operi ferventius solito, et auctore Domino, infra paucos dies praedictum obtinent praesidium, inde cum gloria et triumpho ad propria reversi.”

“Pero estaba por casualidad en Jerusalén aquellos días, venido de Antioquía, un hombre piadoso en el recuerdo del Señor, soldado distinguido y esforzado en las armas, noble en cuerpo y costumbres, Roberto, de sobrenombre Burgundio, aquitano de nación, Maestre de la milicia del Templo. Este, con algunos de sus hermanos, y con aquellos que permanecían en Jerusalén, pocos y sin la distinción del género de la caballería, abrazaron con empeño, seguidos del pueblo, en el citado lugar y con toda prontitud, el estandarte real que portaba el amigo del señor rey, Bernardo Vacher. Así pues, al escuchar a Turoi llegado a nosotros desertando del lugar de Habehim, casa del profeta Joel, emprendió la huida hacia el sepulcro de los patriarcas de Ebron; se quería por ello descender hacia la llanura de Ascalón. Así pues nosotros, sabiendo la perspicacia del enemigo en preparar huidas, no adhiriéndonos a sus vestigios, como de victoria cierta, sino a lo opuesto huyendo de más botín que, ofrecido demasiado incautamente por el enemigo, se daba imprudentemente a estrago. Porque notando los que emprendieron la fuga, por su parte, el retraso habitual, reunidos, recobrando los ánimos, dispersaron las tropas, esforzadas en replegarse, tanto como pudieron y las nuestras, de improviso y lanzándose demasiado confiadamente, atacaron desordenadamente, errantes y confiadas, fueron muertas a espada; no obstante unos pocos resistieron y, reunidos a su vez,  entablaron combate.

Mientras tanto, recuerdo a aquellos que por su parte fueron perseguidos al lugar con apresurado empeño, al son de trompetas, estruendo de cuernos, estrépito de caballos, fulgor de armas chocando, voces alentando a los suyos, al mismo tiempo que el polvo de los pies de los caballos arrebatado en nubes hacia arriba. Pero antes de que se uniesen aquellos que resistían a los escuadrones, abandonaron a los primeros y fueron puestos en retirada, sometidos nosotros por el superior enemigo. Así pues, fueron puestos en fuga los nuestros por un lugar escarpado, escabroso y totalmente inaccesible, y no se permitió en verdad la fuga perseguidos a muerte por las severas flechas y espadas del enemigo, otros destruidos a hierro, otros derrotados despeñados; y desde la citada Hebrón, que está en Cariatharbe, perseguidos hasta el fin de Thecua, demasiados estragos fueron realizados en el pueblo. Cayeron también aquel día muchos nobles y hombres ilustres, entre los cuales murió el distinguido varón, hermano de la milicia del Templo, Odo de Monte Falcón, y todos lamentaron su muerte prorrumpiendo en sollozos. En cuanto al enemigo, obtuvo la victoria aniquilando a los nuestros y, regocijándose del botín, volvieron a Ascalón. Además, los nuestros que estaban de expedición, sabido el infortunio que nos había sucedido, tenían los ánimos demasiado ardorosamente abatidos. Pero sin embargo entendiendo ser así la ley de la guerra, recibiendo el consuelo de que en adelante en aquel lugar los diversos resultados sean mejores, emprendido al instante el trabajo con el ímpetu acostumbrado, y con la autoridad del Señor, pocos días después de lo antedicho obtendrían protección,  y por ello regresarían con la gloria y el triunfo propios”.

Aún así, cabe la posibilidad de  que la primera intervención militar de la Orden del Temple no se produjera en Oriente, sino en la Península Ibérica, ya que  según el "Cartulaire général de l’ordre du Temple", una colección de las actas oficiales de la Orden  fechadas entre 1119 y 1150, frey Raimundo Bernardo, el 19 de marzo de 1128 en la ciudad de Braga, recibe de la Reina doña Teresa de Portugal el castillo de Soure, cerca de Coimbra, castillo fronterizo con los musulmanes, por lo que no es de extrañar que pronto tuvieran que entrar en batalla.

Documento de donación al Temple del Castillo de Soure (Portugal).  19 de marzo de  1128.

Copia  del XV« s., Lisbonne, Arch. da Torre do Tombo, Libro dos Mestrados, fol. LXIV” ; del XVI s. (de don Alvarez), ibid., reg. 234, fol. cxxii. — Cf. Malta Nuova, I, p. 26.

“In Dei nomine, ego regina Tarasia (a) facio ista cartula tes tamen ti Deo et militibus Templi Salomonis, pro remedium animarum mearura et remissionem peccatorum meorum, de castello  scilicet, quod Saurium vocatur. Damus illud castellum Deo et supradictis militibus Templi per suos termines anticos, cum aquis et pascuis, terrenis cultis vel incultis, cum omnibus suis directis ad supranominatum castellum pertinentibus, id est, cum omnibus que michi de supradicto opido vel loco, solito more, erant reddenda, ad milites Templi Salomonis deinceps reddantur, itaque cum quanto  tune in eo  aprestitum est vel fuerit, dono et concedo. Est igitur opidum illud in terretorio Golinbriensi, discurrente aqua Mondego. Si quis ergo hoc factum vel scriptum irrumpere voluerit, anathema  sit. Et ego comite Fernandus  ipso dono que michi fecit regina donna Taresa ibi, ego dono et concedo Deo et Templum.

Facta cartula  testamenti, xmi kalendas aprilis, era millesima C.LXªVIª  Nos supradictos hune testamentum propriis manibus roboraXXXmus  qui presentes fuerunt :

Aldefonsus Legionensis rex confirme.

Gomes Rodrigus  Gallicianus confirme.

Pelagius Suarides confirme.

Egas Gensendiz confirme.

Gunsalvus Didaz, alcaiad Golinbr(ie) , confirme.

Pelagie Nudiz, alcaiad de Montemajore, confirme.

Randulfus testis.

Zalama testis.

Zoleima testis.

Menendus proprie curie notarius scripssit.

Et hanc cartam fuit roborata in manu donni Raymundi  Bernardi, in ci vita te Bracara, tali mode et tali pacte ut si  illud castellum ante mortem nostram  dederimus, nullis de nostris inimicis in eo recipiant, et si ibi intraverit, mittant eum foras, sic qui nulla contraria inde nobis exeant ».

El día 8 de julio  de 1131, Ramón Berenguer III, conde de Barcelona, tras haber profesado en la Orden, redactaba testamento donando al Temple su caballo, de nombre Danc, su propia armadura, y el castillo fronterizo de Grañena, el cual se encontraba en primera línea,  a tan solo seis kilómetros al sur de Cervera, frente a los musulmanes, para que “ad deffensionem Christianitatis, secundum institutionem ordinis milities sue”, es decir “para que  los caballeros del Temple se entreguen a la defensa de la Cristiandad conforme al propio instituto de su milicia” (Gonzalo Martínez Díez, Los templarios en los reinos de España, 2001).

Extracto del testamento de Ramón Berenguer III, conde de Barcelona y de Provenza.

Original : Barcelona, Arch. Cor. Arag. Perg. R. Bereng. IIL nº 316.

“Hee sunt condiciones sacramenterum quarum seriem ordinavi ego, Berengarius, cap(ut) scele atque judex, présente Berengarie (a), Gerundensi episcopo, aliisque nebilibus viris, clericis, monachis sive laicis, scilicet Bernardo, Jherundensi sacrista, et Gauzfredo Bisillunensi archilevita, et Arnaldo Johannis et Olivario et Petre Guillelmi, presbiteris ejusdem sedis, et abbate Riupolli Petro, ejusdem ecclesie priere Guillelmo, nec non et vicecomite Narbonensi Aimerice, et  Guifielmo dapifere et Raiamballo. In hujus igitur judicis presencia et prefatorum hominum noticia, nos testes, scilicet Berengarius episcopus et Aimericus de Narbona, testificamur extremam voluntatem demni Raimundi Beregarii, comitis Barchinenensis ac marchionis, qui obiit quendam. Quapropter nos, predicti testes, verum pariter dantes testimonium, ab eo regati et jussi, juramus super altare sancte Anastasie, quod situm est in ecclesia Sancte Marie sedis Jherunde, quia nos vidimus et audivimus présentes quando prefatus Raimundus comes, jacens apud Barchinonam in palacio sue detentus ab egritudine qua obiit; dum adhuc esset in sua plena memoria ac lequela, ordinavit suam extremam voluntatem et ordinacionem suarum rerum per suum firmum testamentum, per quod censtituit ut essent sui helemosinarii ac manumisseres, scilicet domnus Ollegarius, Terrachonensis archiepiscopus, et Berengarius, Jherundensis episcopus, et Raimundus, Ausonensis episcopus, et Aimericus Narbonensis et Guillelmus Raimundi, dapifer, et Berengarius de Gheralt  et  Gaucerandus de Pinos et Guillelmus de Gardona et Raimundus Bernardi de Guardia et Guillelmus Gauzfredi de Gerviano et Reiamballus de Basifia et Raimundus Renardi, quipus injuncxit distribuere omnia que habebat per ordinacionem prefati testamenti, Sicut ipse disposuit, ita dicendo :

Primum, dimisit Sancte Marie Riupollensis cenobii corpus suum……………

Ad sanctum Sepulcrum Domini.

Ad cavalleriam Iherusalem, equm (sic) suum Danc, cum omni armatura sua.

Fuit factum prescriptum testamentum viii idus julii, anno XXIII regnante rege Ludovico. Firmatum fuit a supradicto conditere Raimundo, nomine suo, propria manu conscripte, et a reliquis firmatoribus, scilicet filio ejus Raimundo  comité et Aimerice de Narbona et Guillelmo Raimundi, dapifere, et Raiamballo de Basifia et Guillelmo Gauzfredi de Girviano et Raimundo Renardi et Ollegario, archiepiscepe, et Berengarie, Dei gratia Gerundensis ecclesie episcopo, atque Bernardo de Belle Loco.

Scriptor Udalgcrius monachus.

Nos, supradicti testes, testificamuret juramus per Deum quod, sicut superius dictum est, ita a supra nominato testatere Raimundo comité ordinatum est et firmatum, nobis videntibus et audientibus, per extremam voluntatem suarum rerum. Late condiciones xiiii kl. septembris, anno XXIII regni Ludovici régis, infra primes sex menses post obitum prescripti testatoris. Berengarius, Dei gratia Gerundensis ecclesie episcopus………..

Udalgerius monachus, qui has condiciones rogatus scripsit die anneque préfixo X. Ermengaudus sac(erdos) et monachus, qui hec transtulit, cum literis rasis et emendatis in linea xxª  iiª r et in xxª  iiiiª   sub die vi kl. septembris, anno XVIIIrégnante Ludovico regejunioris (sic) » .

Al año siguiente, el 19 de septiembre de 1132, Armengol VI, conde de Urgel, dona otro castillo fronterizo a la Orden del Temple, el de Barberá, recibiendo tal donación el maestre provincial del Temple frey Hugo Rigaud. Desde luego el  objetivo de esta nueva donación  es el mismo que el del conde de Barcelona Ramón Berenguer III, proteger las marcas defensivas contra los musulmanes. Pero a pesar de recibir el Temple todas estas donaciones de castillos fronterizos  con el objetivo de proteger las marcas defensivas, es evidente que aún no disponía en esas fechas de una estructura y de una estrategia militar que fuese lo suficientemente efectiva como para poder entrar en batalla con total garantía. Aunque como hemos visto,  bajo el mandato de Roberto de Craón, la Orden del Temple no consigue tener un peso específico en lo concerniente a la batalla, si consigue bajo este Maestrazgo mediante la "bula Omne  datum optimum" concedida por Inocencio II el 29 de marzo de 1139, la creación de “capellanes para el servicio litúrgico y religioso de las casas de la Orden”, es decir, eximir al Temple de toda jurisdicción episcopal, poniéndose así únicamente bajo la tutela del Papa.

✠ IMAGEN IV.- “Inocencio II”.




Sin embargo esta situación de falta de capacidad militar  pronto va a cambiar bajo el Maestrazgo de Everardo de Barres, quien consiguió convertir a las huestes templarias en una unidad de élite capaz de acometer cualquier tipo de acción militar con una contundencia y eficacia capaz de maravillar a los ejércitos cruzados,  tal y como ocurrió en 1147, cuando los templarios  sacaron de un verdadero apuro al rey francés Luis VII ,apodado el Joven, consiguiendo deshacer una emboscada que los turcos al mando de Masud, hijo de Kiliy Arslan, tenían preparada contra las tropas cruzadas, emboscada que de haberse llevado a cabo hubiera desembocado en una desastrosa derrota de las tropas cristianas en Laodicea y Pisidia.

✠ IMAGEN V.- “Everardo de Barres”.




Los templarios habían conseguido una fórmula capaz de conseguir doblegar por fin a su adversario. Se instruyeron en tácticas y técnicas de combate colectivo y de formación , siendo capaces de reaccionar rápidamente ante el hostigamiento musulmán, desplazándose con premura durante el transcurso  de la batalla, y sobre todo sabiendo conservar el lugar y la distancia en las columnas de avance y en las filas de ataque durante todas las hostilidades, sobre todo en las cargas frontales, obedeciendo en todo momento todos los templarios con la misma exactitud, y actuando como si de un solo hombre se tratara.

Esta capacidad de orden y esta exactitud de la caballería templaria al entrar en batalla, chocaba totalmente con la actitud del resto de las tropas cruzadas, incapaces de mantener el orden de combate y su posición en las líneas de ataque debido a las ansias de fama, riquezas y victoria.

El 10 de agosto de 1165, cerca del castillo de Harenc, entre Antioquía y Alepo, debido a la temeridad de los caballeros francos quienes atacaron en desorden  a la tropas del Sultán Nur-Al-Din, buscando precisamente el pillaje y las riquezas, de los sesenta caballeros templarios que participaron en la acción tan solo consiguieron sobrevivir siete.

Pero fue en julio de 1187, cuando se produjo una de las derrotas más estrepitosas de los cristianos en oriente, la de los Cuernos de Hattin.

A consecuencia de  una mala planificación de la batalla y un mal planteamiento de cómo situar a las tropas sobre el terreno, murieron  nada menos que doscientos treinta caballeros templarios. Estos lucharon hasta el final ya que nadie dio la orden de retirada. Pese a ser muy inferiores numéricamente, los templarios presentaron batalla una y otra vez ante el asombro de las tropas de Saladino. Prácticamente ninguno consiguió sobrevivir a esta batalla, ya que los que cayeron prisioneros fueron ejecutados inmediatamente, a excepción de su maestre.

En otros casos, las tropas cruzadas sufrieron grandes derrotas simplemente por hacer caso omiso de los consejos dados por los templarios, mucho más experimentados y con más práctica en la lucha en oriente que los caballeros cruzados  llegados de occidente; el 3 de febrero de 1250 frey Guillem de Sonnac fue acusado de cobardía al aconsejar a las tropas cruzadas no lanzar un ataque sobre Mansurah. Finalmente el ataque se produjo. En este ataque perdieron la vida todos los templarios excepto tres.

¿Pero cuál fue el motivo de que los templarios se vieran obligados a  desarrollar unas tácticas y técnicas  de combate distintas a las habituales? Pues el simple hecho de que los musulmanes utilizaban técnicas y tácticas totalmente distintas a las utilizadas en occidente.

Mientras que en la Europa occidental lo que primaba era la carga frontal de la caballería pesada, choque que podía llegar a tener un poder de penetración de hasta siete u ocho metros desde el momento que el caballero entraba en contacto con el enemigo, los musulmanes basaban sus ataques en acciones rápidas y el empleo intensivo de arqueros a caballo, lo que producía un desgaste en las filas cristianas, desordenando las filas cruzadas y agotando así a la caballería pesada que era incapaz de seguir y presentar batalla a esta caballería ligera.

Las tropas templarias, si consiguieron tener esa capacidad de reacción, movilidad y contraataque  frente a las hostilidades relámpago de la caballería musulmana. De hecho, en muchos casos, el ataque de la infantería y caballería  pesada templaria estaba precedido de un ataque de la caballería ligera, los turcópolos, que no tenía otro objetivo que observar y probar sobre el terreno la capacidad de reacción y la posición de las tropas árabes sobre el campo de batalla.

Pero al igual que como vimos anteriormente, los templarios sufrieron grandes derrotas, también consiguieron grandes hazañas y victorias. Los templarios de Sidón comandados por frey Gautier de Menille, masacraron en una emboscada a los embajadores de Rash ad-din, jefe de los batimíes, quienes pretendían entrevistarse con el rey Amaury.  En otra ocasión las tropas francas entre las que se encontraban ochenta caballeros templarios dirigidos por su maestre Odo de Saint Amand, sorprendieron y derrotaron en Montgisard a las tropas de Saladino.

✠ IMAGEN VI.- “Odo de Saint Amand”.




Ralph de Diceto (1120-1202),  cronista y párroco de la iglesia de  San Pablo en Londres, en su "Historiarum Ymagines" relató la versión de estos hechos según un testigo presencial de la batalla, probablemente dada por un peregrino tras regresar de Tierra Santa:

“Odón, maestre de los caballeros del Temple, como un Judas Macabeo más, disponía de ochenta y cuatro caballeros de su orden que lo acompañaban. Se Lanzó a la batalla con sus hombres, fortalecidos por la señal de la cruz. Cabalgando juntos velozmente, como un solo hombre, cargaron contra el enemigo, sin desviarse a la izquierda ni a la derecha. Cuando reconocieron el batallón que estaba al mando de Saladino, se dirigieron valientemente hacia él. Lo penetraron de inmediato y, sin dejar de abrirse paso a golpes de espada, pusieron en fuga al musulmán, lo atacaron ferozmente y lo aplastaron”.

Pero no solo en oriente los templarios consiguieron grandes victorias. En la Península Ibérica, participaron eficazmente junto a los reyes cristianos en la reconquista, como cuando ayudaron al rey Alfonso VIII  de Castilla a la toma de Cuenca el 21 de septiembre de 1177, o como no, en 1212 en las jornadas de las Navas de Tolosa, donde la actuación del Temple en el centro del ejército fue esencial, pues aguantaron el contraataque musulmán, realizando una labor de desgaste y contención que propició en el momento justo la carga de los tres reyes cristianos con sus tropas de reserva, barriendo toda resistencia almohade. Aunque pagaron bien caro su valor, pues perecieron más de la mitad de los templarios junto con el maestre provincial de Castilla  frey Gómez Ramírez. En esta batalla no solo participaron los contingentes templarios de Castilla, sino que también lo hicieron los templarios de Cataluña, Aragón y Navarra, al igual que los templarios portugueses a la cabeza de los cuales se encontraba su maestre provincial,  frey Pedro de Alvito.

De todos modos y a pesar de estar el Temple ya inmerso de lleno en las grandes batallas, nunca olvidaron su misión de protección, escolta y vigilancia, si bien no de peregrinos en occidente, si de los señores o nobles que se encontraban dentro de las posesiones que ellos gestionaban y así se lo solicitaban, tal y como lo demuestra el siguiente documento del Archivo de la Corona de Aragón, pergamino Pedro II, número 52, recuperado y traducido por nuestro amigo Don Antonio Galera Gracia en su obra “La verdadera historia de la Orden del Templo de Jerusalén a la luz de la documentación histórica” (Edaf 2007):

“Hoc est translatum cuiusdam instrumenti per alphabetum divisi quod subi istis continetur verbis. Notum sit cunctis quod ego Pereta de Argilager et filius meus Arnaldus et uxor sua Boneta insimul pro salute animarum nostrarum mittimus et ponimus in deffensione et proteccione sancte Milicie Templi et fratrum Rius totum ipsum nostrum mansum  de Argilager et totum nostrum alodium quod ibi habemus et corpora nostra et omnes habitatores istius mansi cum omnibus rebus nostris. Et est  ipse mansus et alodium in parrochia sancti Petri de Roda ad ipsas espulgas. Tali pacto ut fratres milicie deffendant et manuteant istum  mansum et alodium et corpora nostra  et habitatores istius mansi cum omnibus nostris rebus  dum sint  Infra cruces sictui res suas propias, et accipiant in isto manso annuatim  ipsi fratres unum par caponum in festo omnium sanctorum  et nichil aliud ibi demandare possint sine nostra voluntate. Quod est factum kalendas augusti anno domini M.C. XC. VIII. Signum Pereta de Argulager. Signum Arnaldi  fili ieius. Signum Bonete uxoris ieius, qui hoc facimus et firmamus. Signum Guillelmi de Cerdaniola procuratoris milicie. Signum Raimundi Mironis bajuli. Signum Andree  sacerdotis et publici ville  Vici scriptoris. Raimundo levita qui hoc scripsit die et anno quo supra.

Ego Petrus de Pausa sacerdos Vicensis canonicus  et decanus ac judex ordinarius qui predicta vidi in origonale non viciato legitime contineri firmo et meum Signum pono. Signum Petri de Ayreis Vicensis canonici et publici ville Vici notarii. Signatum Petri de Alibergo scriptoris jurati qui hoc translatum fecit fideliter translatum  et scribi ac clausit mandato Petri de Ayreis publici Vicensis notarii cum dictione emendata in VI.ª linea ubi dicitur sint, Vº. nonas octobris domini M.ºCC.ºLX.º quinto. “

La verdadera historia de la Orden del Templo de Jerusalén a la luz de la documentación histórica. Antonio Galera Gracia.

“Esto es traído aquí de cierto documento redactado por medio del alfabeto en el cual se contienen estas palabras: Sea dado a conocer a todos que yo Pereta de Algilager y mi hijo Arnaldo y su mujer Boneta, todos a un tiempo por la salud de nuestras almas encomendamos y ponemos en defensa y protección de la milicia del Temple y de sus Hermanos todo lo que hay en nuestra mansión de Argilager y todas nuestras propiedades que allí tenemos y nuestros cuerpos  y todos los sirvientes de esa mansión con todas nuestras cosas y otra mansión que tenemos en propiedad en la parroquia de San Pedro de Roda, junto a las mismas esplugas. Por tal pacto queremos que los Hermanos de la milicia desciendan y mantengan esta propiedad y nuestros cuerpos y a los habitantes de esta mansión con todas nuestras cosas mientras estén en poder de la cruz como cosas suyas propias y reciban en esta mansión anualmente un par de capones en las fiestas de todos los santos y que ninguna otra cosa puedan demandar allí sin nuestra voluntad , lo cual fue hecho en las calendas de agosto del año del señor de 1198. Sello Pereta de Argilager, sello de Arnaldo, su hijo, de su mujer, que hacen esto y lo firman. Sello de Guillermo de Cerdanyola, procurador de la  milicia. Sello de Raimundo Mironis, enterrador. Sello de Andrés, sacerdote, y del escritor público de la villa, Raimundo, aspirante a clérigo  que escribió esto en el año y mes citado arriba.

Yo, Pedro de Pausa, sacerdote de Vicensis, canónigo y decano y juez ordinario, que vi lo antes dicho en su original primero, confirmo estar contenidas legítimamente en regla y pongo mi sello. Sello de Pedro de Ayreis, canónigo de Vicensis, y notario público de la villa de Vicensi. Sello de Pedro de Alibergo, escritor jurado, que hizo fielmente transferida esta transcripción y la escribió y se cerró por mandato de Pedro de Ayreis, notario público de Vicensis , con la fecha enmendada en la secta línea donde se dice quinto, en las nonas de octubre en el año del Señor de 1260.”

La verdadera historia de la Orden del Templo de Jerusalén a la luz de la documentación histórica. Antonio Galera Gracia.

Lo que si debemos tener claro, es que esta eficacia y esta ordenación en combate no hubiera sido nunca posible sin el cumplimiento a rajatabla del escalafón jerárquico bajo el que se encontraban los milites al entrar en combate.

Este escalafón jerárquico se encuentra perfectamente descrito  en los conocidos como “retrais” (RT), una continuación de capítulos o explicaciones que complementaban  la Regla Primitiva de la orden. Los primeros retrais, referidos al escalafón y jerarquía templaria datan del maestrazgo de Beltrán de Blanquefort (1156-1159), mientras que los que hacen referencia a diversos aspectos de la disciplina, sanciones, forma de vida, etc. están fechados en los años 1230 y 1260.

El Maestre (RT.77 al RT.98),  quien tenía derecho a cuatro caballos, debía  estar acompañado por un séquito formado por un hermano capellán, un asistente, un hermano sargento y un caballero llamado de “ayuda de cámara”, que era el encargado de portar su lanza y escudo. También formaba parte de este séquito un herrero, un intérprete musulmán, un cocinero, dos infantes, un turcópolo y un turcomano. Este turcomano, siempre debía ser conducido por un escudero cuando el maestre cabalgaba de un lado a otro de la hueste, volviendo después a su posición en la fila. Sin embargo, en caso de guerra, este turcomano, por lo general uno de los más especializados en la monta a caballo, debía permanecer junto al Maestre y resto de sus caballeros: “…et un turcople, et un cuecq, et puet avoir II garsons a pié et i turqueman qui doit estre gardés en la quaravane. Et quant li Maistres chevauchera de terre en autre, le turqueman doit estre menés en destre par un escuier et par une beste de la quaravane; et quant li Maistres retornera, si doit estre mis en la quaravane, et par guerre le puet tenir  a sa corde”. (RT.77).

También nos dice la regla, que aunque normalmente el Maestre podía contar con dos bestias de carga, si cabalga por lugares en guerra podía contar con cuatro: “…ou que il est guerre, si puet mener IIII sommiers”. (RT.78).

Pero aunque el cargo de mayor rango en la Orden lo desempeñaba el Maestre, quien a pesar de su condición, estaba sujeto a las mismas normas y obligaciones que el resto de los hermanos, el verdadero jefe castrense era el mariscal (RT.101 al 109). 

Al igual que el Maestre, el Mariscal tenía derecho a  cuatro caballos y a una pequeña escolta formada por dos escuderos, un turcomano, un hermano sargento y un turcópolo.

Además de ser el responsable de adquirir las caballerías, examinarlas y repartirlas (incluso los caballos eran entrenados para usar las pezuñas como un arma de combate), era el responsable de todas las armas y todo el equipamiento de los hermanos, lo que incluía la maquinaria bélica y sus municiones; y  aunque todas las armas y equipos de guerra, subastados, de hermanos fallecidos o conseguidos en botín debían ser entregados al Mariscal, existía una curiosa excepción: “…fors arbalestres, qui doivent venir en la main dou Comandour de la terre, et les armes turqueses, que les comandeors achatent por doner as frères sergens des mestiers qui sont en leur comandemenz.” (RT.102), es decir las ballestas, que debían ser entregadas al comandante de la tierra y las armas turcas que los comandantes adquirían  para los hermanos sargentos.

Era también  el encargado de organizar, distribuir y movilizar las fuerzas de combate de la Orden sobre el terreno, “…et il ne doit mètre frères en son leu se il ne vait fors de la terre, ou se il ne fust malades”, (RT.102),  y sobre todo, y lo más importante, era el encargado de preparar las tácticas de guerra, tácticas que de estar mal planteadas podían tener consecuencias catastróficas, ya que cada vez que la hueste templaria era vencida en batalla, como sucedió en más de una ocasión, esta se veía mermada en  muy alto porcentaje, llegando incluso a la desaparición casi total del contingente que había participado en la contienda.  A los casos vistos anteriormente podríamos añadir como ejemplos la descripción que se hace en el “Auctarium Aquicenense” de la toma de Ascalón en 1153, donde perecieron cuarenta templarios junto a su maestre Bernardo de Trémelay, aunque finalmente los cruzados consiguieron conquistar la plaza; la derrota sufrida en 1242 en los desastres de La Forbie y de Gaza, donde de los trescientos cuarenta y ocho templarios participantes en la batalla perdieron la vida en una sola jornada  nada menos que trescientos doce, o en 1291 en la pérdida de Acre, donde de quinientos templarios solo lograron sobrevivir diez.

✠ IMAGEN VII.- “Bernard de Trémelay”.




Traducción realizada por Helen Nicholson del sitio y captura. de Ascalón en 1153 de la Aquicinense Auctarium, MGH SS, vol. 6: p. 396.

“1153. Ascalón fue capturado por el ejército del Señor, es decir por los hombres de Jerusalén, y ocupado por nuestro pueblo: en primer lugar, sin embargo, el ejército padecía gran trabajo y prolongada guerra, además de muchos peligros y graves pérdidas. Porque, en los días siguientes a la purificación de la santa madre de Dios [a la Santísima Virgen María: 02 de febrero], el rey de Jerusalén [Balduino III], moviendo su conjunto, ha invertido la ciudad con su ejército diseminado alrededor, y se mantuvo hasta el día de la  fiesta de la Asunción de la misma Santísima Virgen [15 de agosto]. Al día siguiente de la fiesta más sagrada, se trasladó [asedió], la torre del campanario con sus tropas militares para que minasen sus paredes con los artificios subterráneos, lo que llevó a que el muro cayera proporcionando una amplia entrada a nuestros hombres. El líder jefe y comandante de ese ejército, que sirve desde el Templo bajo la profesión de comunión fraterna, se precipitó con su tropa, y, llegando a un espacio abierto en la ciudad rodeado de su hueste de hombres, estableció una posición; allí, limitada por la estrechez de las calles, cerradas por muros y por el desmantelamiento de los techos de los edificios, y acosado por todas partes por una multitud cada vez mayor, se sintió abrumado y asesinado con el cuerpo entero de sus hombres. Las cabezas de los cuales fueron reunidas en un montón para que se hiciera evidente que el rey de Babilonia [es decir, de Egipto], como un signo de la victoria; colgaron los cuerpos en las paredes, burlándose de nosotros y provocando el ejército de Dios con palabras de blasfemia. Por último, nuestros hombres mucho más fortalecidos en el Señor, comprometiéndose al Señor con la mayoría de oraciones devotas y hacer votos a la santa madre de Dios, atacó la pared a los tres días, manteniéndose firmes en la fe, que se adelantó gracias a los ingenios bélicos, máquinas y balistas. En verdad, la Vera Cruz se presentó ante el ejército en manos del patriarca. Entonces, de hecho, por el poder manifiesto del Señor, todos fueron golpeados por la ceguera, de modo que cuando un tiro de  Balista por la  fuerza de las  piedras de molino lanzadas cayó en medio de ellos, nadie vio el lugar de entrada, por lo que nadie pudo apartarse del lugar y evitar el golpe de la piedra. Por último, en apuros, entregaron la ciudad en mano del rey, y desde ese momento Ascalón se hizo nuestra. , La ciudad está fortificada con torres muy fuertes, cubiertas con techos de los pisos superiores de los edificios en sus calles como una cripta, y en una medida inexpugnable.”

✠ IMAGEN VIII.- “Balduino III de Jerusalén”.




Estas consecuencias catastróficas son muy fáciles de entender si tenemos en cuenta como veremos más adelante, que ningún templario estaba capacitado a abandonar su puesto en el campo de batalla sin autorización expresa, o que una vez apresados la Orden prohibía tajantemente pagar un rescate por ellos, al igual que les prohibía renegar de su fe para salvar su vida.

Buen ejemplo de ello lo tenemos en el trágico final que sufrieron, al menos, nueve de los veintitrés Maestres ultramarinos que tuvo la Orden, por lo menos que se tenga constancia de ello:

Bernardo de Trémelay (1152-1153), muerto en la batalla de Ascalón el 14 de agosto de 1153.

Beltrán de Blanquefort (1156-1159), hecho prisionero junto con ochenta y siete  templarios el 19 de junio de 1156 al ser sorprendido en un desfiladero por el Sultán  Nur-Al-Din en la batalla del lago de Merón. Fue liberado en 1159.

Odo de Sain Amand (1171-1179), muerto en cautiverio el 19 de octubre de 1180 tras la batalla del vado de Jacob.

Gerard de Ridefort (1185-1189), muerto en 1189 durante la batalla frente a las murallas de Acre.

Guillermo de Chartres. (1210-1219), muerto durante el sitio de Damietta al contraer la peste.

Hermann de Périgord (1232-1244), muerto en octubre de 1242 por las heridas recibidas en la batalla de Gaza.

Guillermo de Sonnac (1247-1250), muerto en la batalla de Al Mansurah, el 11 de febrero de 1250.

Guillermo de Beaujeau (1273-1291), muerto el 18 de mayo de 1291 durante la batalla de Acre.

Tomás Berard (1256-1273), prisionero en Saphed. Liberado más tarde, morirá en 1273.

El siguiente en el escalafón militar tras el mariscal era el turcoplier (RT.169 al RT.172), también con derecho a cuatro caballos,  quien tenía como misión durante la batalla organizar a los escuadrones de hermanos sargentos y de turcópolos, caballería ligera templaria formada por arqueros turcos, los cuales servían de avanzadilla, de tropa de reconocimiento, y en muchos casos de nexo de unión entre la infantería y la caballería pesada.

Cuando el turcoplier desempeñaba su  misión de exploración tenía derecho a llevar consigo hasta un máximo de diez caballeros: “Et quant le Turcoplier vait a correors  et l’en li baille V ou VI ou vm chevaliers, de X en aval, il sont au comandement dou Turcoplier”. (RT.170).

Aunque los turcópolos siempre están bajo el mando del turcoplier, los sargentos solo lo están en tiempo de guerra:  “Tuit li frère sergant, quant il sont as armes, sont au comandement dou Turcoplier, et sans armes n’i sont pas; mais li turcople i sont, ou as armes, ou sans armes”. (RT.171).

A pesar de ser el responsable de organizar a estas tropas, bajo ningún concepto podía tomar algún tipo de iniciativa, ya que su obligación era cumplir las órdenes del Maestre, del Senescal, o del Mariscal: “Ne il ne doit poindre ne hardier , se ensi non  come le Maistre ou le Mareschau le comandera”. (RT.170).

Seguía al turcoplier el gonfalonero (RT.177 al 179), con derecho a dos caballos,  quien era el encargado de distribuir a los escuderos, “et tous les escuiers dela maison sont en son comandement en tous les leus ou il est…”, (RT.177),  además de ser el portador del Baucán, la enseña de la Orden del Temple.

El Comendador o comandante  de los caballeros,  y los Comendadores de escuadrón, los cuales ejercían el papel de oficiales en el campo de  batalla,  terminaban de completar esta jerarquía militar de la Orden del Temple.

Pero esta jerarquía, fuera del campo de batalla, todavía era mucho más extensa, ya que a los cargos que hemos visto, deberíamos añadir al Senescal, quien era el encargado de sustituir al Maestre en su ausencia, al Comendador de la tierra de  Jerusalén, que ejercía el papel de tesorero, al Comendador o comandante de la ciudad de Jerusalén, encargado de la protección de los peregrinos que iban al río Jordan, quien  contaba con diez caballeros para realizar esta tarea,  los Comendadores de Trípoli y Antioquía,  al pañero, a los comendadores de las casas, y al submariscal, encargado de los hermanos artesanos.

Como decíamos anteriormente, para que la eficacia y contundencia de la hueste templaria, capaz de movilizar entre cuatrocientos o quinientos caballeros y entre dos mil o dos mil quinientos peones fuera posible, la disciplina debía de ser absoluta. Debían de actuar totalmente al contrario de cómo lo hacía el resto de caballería cruzada, actuación casi siempre identificada con la vanagloria, y la sed de riquezas.

Así pues, tanto caballeros, como sargentos,  turcópolos  y escuderos, además del resto de la mesnada templaria, capellanes, artesanos, sirvientes, etc., debían de cumplir a rajatabla y sin excepción una serie de normas y de pautas con el fin de conseguir esa disciplina tan absoluta.

Todas estas normas de conducta y comportamiento  durante la batalla  también las encontramos en los “retrais” que complementaban la Regla Primitiva de la orden, más concretamente del 148 al 168.  Recordemos que una vez añadidos todos los retraits la Regla del Temple llegó a contar con nada menos que 678 artículos.

Cuando los hermanos debían preparar la marcha, les estaba tajantemente prohibido a todos ellos poner sus sillas y guarniciones a las caballerías, así como montar y desatender sus puestos antes de que el Mariscal hubiera dado la orden (RT.156). Además, se les pedía estar siempre alerta con el objetivo de recoger el campamento y cargar todos sus pertrechos lo más rápido posible para así poder partir en cualquier instante: “Quant le Mareschau fait crier le monter, li frère doivent regarder lor places, que riens de lor hernois ne remaigne…”. (RT.157).

También decía la regla que cuando un hermano necesitara, por el motivo que fuera, hablar con el Mariscal, jamás debía de ir montado en su caballo. Siempre debía de hacerlo a pie y regresar inmediatamente a su puesto a la espera de la orden.

Una vez dada la orden de montar y partir, los hermanos debían de hacerlo después de haber comprobado que no olvidaban  ninguno de sus pertrechos.

También la regla nos dice como los hermanos debían formar la línea de marcha; debían hacerlo siempre en orden, ocupando el sitio asignado en la columna y seguidos de sus escuderos y caballos de carga.

En primer lugar cabalgaba el Maestre, junto con el Senescal y el Mariscal. Por detrás de ellos cabalgaba el comendador de Jerusalén, el pañero, el turcoplier, el submariscal, y el gonfalonero, siempre protegido por una escolta de diez caballeros. Tras el gonfalón, venían los caballeros, sargentos, escuderos, capellanes, y gentes de servicio.

Una vez puestos en marcha, cada uno de los caballeros ordenaba a sus escuderos que pasaran delante de él con sus caballos de carga para así de este modo poder vigilarlos. Si la marcha era nocturna, esta debía de hacerse  en total silencio: “Et se il est nuit, ait  silence, se ce ne fust por aucune besoigne profitable, et puis doit aler bêlement et en pais a sa route jusques a l’endemain que il ayent oy prime ou dite, en la manière que il est establi en la maison, et tant come la herberge dure” (RT.157).

Si durante la cabalgada, algún hermano tenía que hablar por algún motivo con el Mariscal o con cualquier otro hermano, debía de abandonar su puesto siempre con sus escuderos y caballos de carga, para ocuparlo de nuevo inmediatamente después de la conversación.

Cuando un hermano por el motivo que fuere se veía obligado a abandonar su puesto en la formación, debía procurar hacerlo siempre por el lado hacia el que soplaba el viento, para evitar que la polvareda del desierto cayese sobre sus hermanos, lo que impediría la visibilidad de la columna. si por algún motivo  un hermano no puede o no sabe llegar al lugar al que quiere ir en la formación , otro de los hermanos debe ponerse delante de él con el fin de guiarlo, volviendo ambos a su puesto lo antes posible.

Por su puesto, la regla también prohibía salir de la formación para descansar o para charlar sobre temas mundanos, sin embargo,  si un hermano por algún motivo en concreto quería probar su montura, podía cabalgar o saltar con su caballo durante un tiempo breve, volviendo después en silencio a la formación (RT.162). Si  por casualidad la vida de un  cristiano corría peligro porque un turco corría tras él para darle muerte y otro hermano  quería dejar su puesto en la formación para ayudarle, podía tambien  hacerlo sin permiso y luego regresar a su puesto en silencio; “Et se il avenist par aventure que aucun crestien alast folement, et aucun turc li corrust sus, por lui ocirre, et il fust en péril de mort, et aucun  qui fust celé part vousist partir de s’eschele por lui secorre, et sa consciense le repreist que il le peust secorre ,bien le porroit faire sans congié, et puis retorner en s’eschiele bêlement et en pais” (RT.163).

También se prohibía a los hermanos, en caso de guerra y con el fin de evitar las emboscadas, alejarse de la formación incluso para abrevar a sus caballos, teniéndolo que hacer  allí donde se detuviese el gonfalón de la Orden. (RT.159).

En cuanto a como los hermanos debían  de instalar el campamento, la regla nos dice que  ninguno debía de ocupar su puesto por su cuenta, ni tan siquiera descansar, y debían esperar la orden pertinente: “Herbergés vos, seignors frères, de par Dieu”, (RT.148), es decir “Acampad, señores hermanos, en nombre de Dios”. Una vez recibida esta, los hermanos montaban sus tiendas siempre alrededor de la del Mariscal y  de la del Comendador de Tierra Santa. Debido a la inseguridad permanente en la que se encontraban las huestes templarias, estaba totalmente prohibido que los hermanos caballeros enviaran a sus escuderos a buscar leña o herbaje para sus caballos, a no ser que se encontraran al alcance de la voz desde el campamento,  pudiendo mandar solo a uno de cada dos escuderos (RT.149). Cuando el establecimiento se realizaba en una plaza fuerte, esta distancia permitía alejarse a los escuderos a una legua de distancia del campamento.

Una vez en combate, cada uno de los hermanos debía ocupar su puesto en la formación de ataque, y bajo ningún concepto podían abandonarla. Se organizaban en escuadrones, siendo comandados cada uno de estos por un Comendador, los cuales portaban un gonfalón de reserva enrollado en su lanza, y siempre bien guarnecido por diez caballeros.

Antes de lanzarse al combate, el Mariscal tomaba de manos del submariscal el estandarte de la orden, el Baucán, siempre custodiado por los caballeros más experimentados y más valerosos de la orden, en un número de seis a diez.  La misión de estos guardianes no es otra que proteger el gonfalón hasta el final, sin abandonarlo ni alejarse de él bajo ninguna circunstancia, derribando al enemigo en el momento preciso.

A poca distancia del gonfalón principal, cabalgaba el Comendador de los caballeros, quién portaba en su lanza un Baucán de reserva, también protegido por diez caballeros. Su misión no era otra que desplegar su gonfalón en caso de que el Mariscal fuera abatido o su gonfalón  perdido durante la batalla,  con el fin de reagrupar a las fuerzas de ataque.

En el caso de que el Comendador de los caballeros también fuese abatido, su lugar era ocupado por uno de los Comendadores de escuadrón, el cual inmediatamente desplegaba su Baucán con el fin de servir de punto de organización y encuentro de los milites, y así sucesivamente.

Ninguno de los caballeros debía abandonar la batalla mientras fuera visible unos de los gonfalones de la orden, y en el supuesto caso de no divisar ninguno de ellos, tenía la obligación de unirse a las fuerzas de la Orden del Hospital, y en caso de no encontrarlo, debía ponerse bajo las órdenes de cualquiera de los estandartes cristianos que se encontraran en batalla. Bajo ningún concepto un  hermano templario debía retirarse del combate. Los caballeros templarios vencían por Cristo, o morían en Cristo. El no cumplir esta estricta norma era castigado con la expulsión de la orden.

En caso de ser derribados y hechos prisioneros por el enemigo, en ninguno de los casos podían renegar de su fe con el objeto de salvar su vida, y la orden no contemplaba en ninguno de los casos el pagar un rescate por ellos, ni autorizaba a ninguno de los hermanos a hacerlo. A sabiendas de ello, los musulmanes decapitaban a los templarios después de haberlos sometido a todo tipo de torturas, en algunos casos con extrema crueldad, como ocurrió con los prisioneros hechos en la batalla de los cuernos de Hattin en 1187, muchos de los cuales fueron decapitados por ulemas y ascetas, personas sin ningún tipo de experiencia en el manejo de las armas, por lo que en muchos casos el tiempo para realizar el trabajo encomendado se hizo interminable. Antes de ser decapitados, se les dio la oportunidad de salvar sus vidas abrazando la religión del Islam, levantando el dedo y proclamando la ley, mediante la fórmula “Lâ illâha illâh Allâh”, “No hay más dios que Dios”. Ninguno de los templarios renegó de su fe.

Pero esta forma de actuar de los templarios no es nada nuevo. En 1177,  Odon de Saint Amand, maestre del Temple, es  hecho prisionero por Saladino en la batalla de Paneas o también llamada del  Vado de Jacob. El sultán le ofrece un cambio de su persona por uno de sus emires, prisionero de la orden, a lo que frey Odon se niega  respondiendo:

“No quiero autorizar con mi ejemplo la cobardía de aquellos de mis religiosos que se dejarían prender con la mira de ser rescatados; un templario debe vencer o morir, y no debe dar por su rescate más que su puñal o su ceñidor”.

En 1237, espirada la tregua con el sultán de Alepo, los templarios se dirigieron junto a Guillermo de Monferrato, preceptor de Antioquía a sitiar dicha plaza. El sitio nunca se produjo, ya que antes de que llegaran a Alepo los tucos cayeron sobre ellos masacrándolos a todos. En este encontronzazo, llevaba el Baucán de la orden un caballero ingles, frey Felipe de Argenton. Frey Felipe prefirió que le cortaran los dos brazos y las dos piernas antes que rendir el estandarte templario (Historia Anglorum, 1253. Mateo París)

Evidentemente, además de esta férrea disciplina vista anteriormente  y de esta convicción de su fe, los caballeros templarios debían de repetir y entrenar hasta la saciedad sus técnicas de combate y lucha con el objetivo de pulirlas al máximo, además de no perder la forma física, dedicando también gran parte del tiempo a realizar todo tipo de ejercicios ecuestres, ya que al ser su principal arma de ataque la carga  frontal y compacta de sus caballeros, como si de un solo hombre se tratara, era indispensable que tuvieran un control total sobre sus cabalgaduras.

Generalmente, los jóvenes templarios que eran enviados a Tierra Santa, habían pasado un tiempo en sus Encomiendas de occidente realizando labores de patrulla y vigilancia, o bien realizando labores de escolta de altos mandatarios o del dinero de la Orden que era trasladado de una Encomienda a otra.

Una vez concluido este primer período de entrenamiento, el joven templario ya podía ser enviado a oriente, donde completaría su entrenamiento con el aprendizaje de las tácticas de combate y formación.

Sin embargo, este matar por Cristo o morir en Cristo en el campo de Batalla, choca con su mansedumbre en tiempos de paz, si no veamos lo que dice el cronista Usama ibn Munqidh (1095-1188), a cerca de los templarios:

“Cuando visitaba Jerusalén, solía ir a la mezquita al-Aqsa donde estaban mis amigos los templarios. En uno de los laterales, había un pequeño oratorio donde los frany [cruzados], habían instalado una iglesia. Los templarios ponían este lugar a mi disposición para que orara en él. Un día entré y dije: “¡Allahú Akbar!” e iba a empezar la oración cuando un hombre, un frany, se abalanzó sobre mi, me agarró y me hizo girar el rostro hacia Oriente diciéndome: “¡Así es como se reza!”. En el acto acudieron unos templarios y lo alejaron de mí.  Volví a mis rezos, pero el hombre, aprovechando un momento de descuido, volvió a arrojarse sobre mí y me hizo girar el rostro hacia Oriente repitiendo: “¡Así es como se reza!”. Los templarios volvieron a intervenir, lo alejaron y se disculparon conmigo diciéndome: “Es un forastero. Acaba de llegar del país de los franys y no ha visto nunca a nadie rezar sin volverse hacia Oriente”. Contesté que ya había rezado suficiente y salí, estupefacto por el comportamiento de aquel demonio que se había enfadado tanto al verme rezar vuelto hacia la Meca”.

Las Cruzadas vistas por los árabes. Amin Maalouf.

Por su parte, el obispo de Acre, Jacques de Vitry, en su “Historia Orientalis seu Hierosolimitana”, describe a los templarios como “Leones en la guerra y corderos en el hogar, rudos caballeros en el campo de batalla, monjes piadosos en la capilla; temibles para los enemigos de Cristo, pura suavidad para con sus amigos”, además de describir a la perfección como actuaba la caballería templaria en combate:

“Hay en tierra de Jerusalén, Casas Religiosas, a saber, el Templo y el Hospital, abundantes en muchas riquezas, y rentas, que recaudan de toda la Europa, y poseyendo muchas haciendas, y pensiones en toda la tierra de Jerusalén: estos asisten a la Cruz del Señor cuando sale, los templarios a la derecha, y los hospitalarios a la izquierda. El cual Templo tiene buenos caballeros, que traen capas blancas, con una cruz roja sencilla: una bandera o estandarte de dos colores, que llaman Baucant, va delante de ellos en las batallas: con orden y sin algaraza van a la batalla: esperan a los enemigos, y sus primeros ataques: en ir son los primeros, en volver los últimos, porque atienden al mandato de su Maestre. En mandado este pelear, y sonando por la bocina la orden de sus Comendadores, cantan en comunidad todas aquellas palabras de David, con atención y devoción: Non nobis Domine, non nobis, sed nomini tuo da gloriam; esto es: No a nosotros Señor, no a nosotros, sino a tu Santo nombre da la gloria. Armados con sus lanzas acometen al enemigo, y buscando las alas del ejercito enemigo, de un acuerdo, y con mucho brío , sin atreverse a retirarse, o del todo derrotan sus enemigos, o todos mueren, siendo siempre los últimos en retirarse; envían delante a todo el resto de la tropa, tomando a su cargo todo lo demás. Pero si alguno de ellos por algún motivo, en la tierra no se portase con valor, o con menos del que debió, o tomase las armas contra los cristianos, le imponen una dura disciplina”.

Dissertaciones Historicas Del Orden de Cavalleria de los Templarios. Don Pedro Rodríguez Campomanes.

Pero sin duda, es San Bernardo de Claraval, auténtico mentor de la Orden del Temple,  quien mejor describe como debían actuar  los caballeros templarios en la batalla:

“Cuando es inminente la guerra, se arman en su interior con la fe y en su exterior con el acero sin dorado alguno; y armados, no adornados, infunden el miedo a sus enemigos sin provocar su avaricia. Cuidan mucho de llevar caballos fuertes y ligeros, pero no les preocupa el color de su pelo ni sus ricos aparejos. Van pensando en el combate, no en el lujo; anhelan la victoria, no la gloria; desean más ser temidos que admirados; nunca van en tropel, alocadamente, como precipitados por su ligereza, sino cada cual en su puesto, perfectamente organizados para la batalla, todo bien planeado previamente, con gran cautela y previsión, como se cuenta de los Padres.

Los verdaderos israelitas marchaban serenos a la guerra. Y cuando ya habían entrado en la batalla, posponiendo su habitual mansedumbre, se decían para sí mismos: ¿No aborreceré, Señor, a los que te aborrecen; no me repugnarán los que se te rebelan? Y así se lanzan sobre el adversario como si fuesen ovejas los enemigos. Son poquísimos, pero no se acobardan ni por la bárbara crueldad de sus enemigos ni por su multitud incontable. Es que aprendieron muy bien a no fiarse de sus fuerzas, porque esperan la victoria del poder del Dios de los Ejércitos.

Saben que a él le es facilísimo, en expresión de los Macabeos, que unos pocos envuelvan a muchos, pues a Dios lo mismo le cuesta salvar con unos pocos que con un gran contingente; la victoria no depende del número de soldados, pues la fuerza llega del cielo. Muchas veces pudieron contemplar cómo uno perseguía a mil, y dos pusieron en fuga a diez mil. Por esto, como milagrosamente, son a la vez más mansos que los corderos y más feroces que los leones. Tanto que yo no sé cómo habría que llamarles, si monjes o soldados. Creo que para hablar con propiedad, sería mejor decir que son las dos cosas, porque saben compaginar la mansedumbre del monje con la intrepidez del soldado. Hemos de concluir que realmente es el Señor quien lo ha hecho y ha sido un milagro patente. Dios se los escogió para sí y los reunió de todos los confines de la tierra; son sus siervos entre los valientes de Israel, que  fieles y vigilantes, hacen guardia sobre el lecho del verdadero Salomón. Llevan al flanco la espada, veteranos de muchos combates.”

(Capítulo IV de la Loa a la Nueva milicia. Obras Completas de San Bernardo de Claraval, Edición Bilingüe, Edición preparada por los monjes cistercienses de España, Tomo I, BAC,  nº 444, Madrid 1993-2ª,  págs.  494-543).

Como decía Georges Bordonove en su libro “La vida cotidiana de los templarios en el siglo XIII” (Madrid 1989):

¡ASI ERAN LOS TEMPLA­RIOS!

 FUENTES:

Benemérita al dia.

Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠



Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval. 

 

✠  Estudios y Análisis Históricos. 

 

✠  Efemérides, personajes y hechos históricos.

 

✠  Tal día como hoy, 13 de Enero de nuestro Señor…

 

✠  1129.-  En Troyes, Francia, tuvo lugar el concilio donde se reconoció oficialmente a la Orden del Temple.

✠  Las reglas originales de la Orden del Temple.


Desde su fundación en 1118, la Orden del Temple no estaba reconocida por la Iglesia Católica. Por lo que, Hugo de Payns, primer Maestre de la Orden,  en 1127 comenzó un viaje hacia Roma con la intención de que el pontífice reconociera la orden. En aquel momento, el Papa que ostentaba el cargo era Honorio II. Después del encuentro, Payns y sus acompañantes, consiguieron del Papa la convocatoria de un concilio para tratar el asunto.

✠ IMAGEN I.- “Hugo de Payns, primer Maestre de la Orden del Temple”.    





Así, el 13 de enero de 1129 se convocó en Troyes, una ciudad francesa, el concilio que debatiría el tema. En el concilio se encontraban un representante del Papa, 10 obispos, 8 abades de la orden del císter, el arzobispo de Reims y algunos nobles reputados. Delante de todos ellos Hugo de Payns, relató el origen y significado de la orden. Y la necesidad de seguir manteniéndola para poder seguir protegiendo a los peregrinos cristianos que viajaban a Jerusalén.

✠ IMAGEN II.- “Papa Honorio II”.    




Algunos de los miembros del concilio, (San Bernardo de Claraval), redactaron unas reglas para la Orden del Temple. Y la leyeron a los presentes para que la aprobaran. Las ideas fundamentales de las reglas aprobadas fueron: sencillez, pobreza, oración y castidad.

✠ IMAGEN III.- “San Bernardo de Claraval”.    




El Concilio que se inauguró en la Catedral de Troyes el 13 de enero de 1129 estableció la regla de la Orden del Temple, haciendo oficial la primera orden religiosa y militar de la cristiandad. Al regresar de Jerusalén con algunos de sus compañeros, Hugues de Payns movilizó su energía para obtener el reconocimiento del innovador estatus de “monje soldado” que había creado en la Ciudad Santa. Entre el apoyo religioso y político que buscó, el del Papa Honorio II fue decisivo. Prometió a Hughes que convocaría un consejo provincial para dar una regla de vida a la nueva comunidad. El concilio abrió en la catedral de Troyes el 13 de enero de 1129, y la elección de Troyes no debe nada al azar. Hugues de Payns encontró un eco natural en su Champagne natal, con el conde Thibaud II y su aristocracia. Sobre todo, logró convencer al abad Bernardo de Claraval de los méritos de la doble vocación religiosa y militar de la orden. El 13 de enero de 1129, bajo la autoridad del legado del Papa, Mathieu d’Albano, y en torno a Bernardo de Claraval, la figura más influyente de la asamblea, se reunieron los prelados más importantes de las provincias eclesiásticas de Sens y Reims: los arzobispos (Reims y Sens), los obispos (Chartres, Soissons, París, Troyes, Orléans, Châlons, Laon, Beauvais), los abades (Clairvaux, Cîteaux, Vézelay, Pontigny, Trois-Fontaines, Saint-Denis de Reims, Saint-Étienne de Dijon y Molesme). También están presentes algunos laicos: el Conde de Champagne Thibaud II con su senescal André de Baudement, así como el Conde de Nevers, William II. 

Adoptada al final del concilio, la regla primitiva, inspirada en la regla de San Benito, incluye 71 artículos en latín que definen la vida de los Templarios, tanto monjes como guerreros. Los primeros artículos tratan del valor, la disciplina y la humildad, sus cualidades esenciales y primordiales. Rápidamente traducida al francés, la regla se enriquece con nuevos artículos para resolver mejor los problemas cotidianos de su vida comunitaria.




En alabanza a la nueva caballería.

A petición de Hugues de Payns, Bernard de Clairvaux escribió "De laudae novae militiae" o Elogio de la Nueva Caballería, para legitimar la doble vocación, religiosa y militar, de Hugues de Payns y sus compañeros. En ella afirma que la protección indispensable de los Lugares Santos y de los cristianos justifica la guerra contra sus agresores, infieles movidos por el “Maligno”, de ahí el término “maligno”, utilizado para describir el asesinato perpetrado por un Templario.

“Repito, el caballero de Cristo da la muerte con seguridad y la recibe con aún mayor seguridad. Si muere, es por su propio bien, si mata, es por Cristo…. Al matar a un infiel, no actúa como un asesino, sino, me atrevo a decirlo, como un malvado…. No es que sea necesario, además, masacrar a los paganos, si hubiera otra manera de evitar que acosen y opriman demasiado a los cristianos. Pero es mejor, de todos modos, matarlos que dejar que el cetro de los pecadores caiga sobre la parte de los justos a riesgo, para los justos, de tender su mano a la iniquidad”.


REGLA DE LOS POBRES CONMILITONES DE CRISTO Y TEMPLO DE SALOMÓN DE LA SANTA CIUDAD DE JERUSALÉN
(REGLA DE LA ORDEN DE LOS CABALLEROS TEMPLARIOS).

I.- Cómo se ha de oír el oficio divino.

Vosotros, que en cierta manera renunciasteis la propia voluntad, y los demás, que por la salvación de las almas militáis sirviendo al Rey supremo con caballos y armas, procurad universalmente con piadoso y puro afecto oír los maitines y todo el oficio divino, según la canónica institución y costumbre de los doctos regulares de la santa iglesia de Jerusalén. Y por esto, ¡o venerables hermanos! a vosotros muy en particular os toca, porque habiendo despreciado el mundo y los tormentos de vuestros cuerpos, prometisteis tener en poco al mundo por el amor de Dios; y así fortalecidos y saciados con el divino manjar, instruidos y firmes en los preceptos del Señor, después de haber consumado y asistido al misterio divino, ninguno tema la pelea, sino esté apercibido para conseguir la victoria y la corona.

II.- Que digan las oraciones dominicales, si no pudieren asistir al oficio divino.

A más de esto, si algún hermano estuviere distante o en país remoto en negocio de la cristiandad, (que sucederá muchas veces), y por tal ausencia no oyere el Oficio divino, por los maitines dirá trece padres nuestros, u oraciones dominicales, y siete por cada una de las horas menores, y por las vísperas nueve, respeto a que ocupados éstos en tan saludable trabajo no pueden acudir a hora competente al Oficio divino, pero si pudieren que lo hagan a las horas señaladas.

III. Qué se haya de hacer por los hermanos difuntos.

Cuando alguno de los hermanos muriere, que la muerte a nadie perdona ni se escapa de ella, mandamos que con los clérigos y capellanes que sirven a Dios sumo sacerdote, ofrezcáis caritativamente con ellos y con pureza de ánimo el oficio y misa solemne a Jesucristo por su alma; y los hermanos que allí estuviereis pernoctaréis en oración por el alma de dicho difunto, rezando cien padresnuestros hasta el día séptimo, los cuales se han de contar desde el día de la muerte, o desde que se supiere, haciéndolo con fraternal observancia porque el número de siete es número de perfección. Y todavía os suplicamos con divina caridad, y os mandamos con paternal autoridad, que así como cada día se le daba a nuestro hermano lo necesario para comer y sustentar la vida, que esta misma comida y bebida se dé a un pobre hasta los cuarenta días; y todas las demás oblaciones que acostumbrabais hacer por dichos hermanos, así en la muerte de algunos de ellos, o como en las solemnidades de pascua, del todo las prohibimos.

IV. Los capellanes solamente tengan comida y vestido.

Mandamos que todas las oblaciones y limosnas que se hicieren a los capellanes, o a otros que estén por tiempo determinado, sirvan para todo el cabildo, y que los servidores de la iglesia tan solamente tengan, según su clase, comida, vestido, y lo que cristianamente les diere de su voluntad el Maestre.

V. De cuando muriere uno de los soldados que asisten con los templarios.

Hay también soldados en la casa de Dios y templo de Salomón que viven con nosotros, por lo cual os suplicamos rogamos y os mandamos, con inefable conmiseración, que si alguno de estos muriere, se le dé a un pobre por siete días de comer, por su alma, con divino amor y fraternal piedad.

VI. Que ningún hermano templario haga oblación.

Determinamos, como se dijo arriba, que ninguno de los hermanos perpetuos presuma hacer otra oblación, sino que permanezca día y noche en su profesión con limpio corazón, para que en esto pueda igualarse con el más sabio de los profetas, que en el salmo 115 decía: "Beberé el cáliz de salud e imitaré en mi muerte la muerte del Señor", porque así como Cristo ofreció por mi su alma, así estoy pronto a ofrecerla por mis hermanos y he aquí una competente oblación, y hostia viva que place a Dios.

VII. De lo inmoderado de estar en pié.

Habiéndonos dicho un verdadero testigo que oís todo el Oficio divino en pié, mandamos no sólo que lo hagáis, antes lo vituperamos, y prevenimos que concluido el salmo "Venite exultemus domino", con el invitatorio e himno, todos os sentéis, los débiles como los fuertes, y os lo mandamos por evitar el escándalo; y estando sentados sólo os levantéis al decir "Gloria patri" concluido el salmo, suplicando vueltos al altar, bajando la cabeza por reverencia a la Santísima Trinidad nombrada, y los débiles basta que hagan la inclinación sin levantarse; al Evangelio, al "Te Deum laudamus", y durante los Laudes, hasta el "Benedicamus Domino", estaréis en pié, y lo mismo en los maitines de Nuestra Señora.

VIII. De la comida en refectorio.

Creemos que comeréis en refectorio; cuando alguna cosa os faltare y tuviereis necesidad de ella, si no pudierais pedirla por señas, pedirsela silenciosamente, y así siempre que se pida algo estando en la mesa ha de ser con humildad y rendimiento, como dice el apóstol "come tu pan con silencio" y el salmista os debe animar diciendo: "Puse a mi boca custodia o silencio", que quiere decir: deliberé no hablar, y guardé mi boca por no hablar mal.

IX. De la lectura o lección cuando se come.

Siempre que se coma se leerá la santa lección; si amamos a Dios debemos desear oír sus santos preceptos y palabras; y así el lector hará señal para que todos guarden silencio.

X. Del comer carne en la semana.

En la semana, si no es en el día de Pascua, de Navidad, Resurrección, o festividad de nuestra Señora, o de todos los Santos, basta comerla tres veces o días en ella, porque la costumbre de comerla se entiende es corrupción de los cuerpos. Si el martes fuere de ayuno, el miércoles se os dará comida más abundante. En el domingo, así a los caballeros, como a los capellanes, se les dé dos platos en honra de la santa Resurrección; los demás sirvientes se contentarán con uno y den gracias a Dios.

XI. Cómo deben comer los caballeros.

Conviene en general coman de dos en dos para que con cuidado se provean unos a otros, y no se introduzca entre ellos la aspereza de vida y la abstinencia en todo; y juzgamos justo que a cada uno de dichos caballeros se les den iguales porciones de vino.

XII. Que en los demás días basta darles dos o tres platos de legumbres.

En los demás días, como son lunes, miércoles y sábados, basta dar dos o tres platos de legumbres u otra cosa cocida, para que el que no come de uno coma de otro.

XIII. Qué conviene comer los viernes.

El viernes comerá sin falta de cuaresma toda la congregación, por la reverencia debida a la pasión, excepto los enfermos y flacos; y desde todos Santos, hasta Pascua, a excepción del día del nacimiento del Señor, o festividades de nuestra Señora o Apóstoles, alabamos al que no comiere más que una vez al día; en lo restante del año, si no fuere día de ayuno, hagan dos comidas.

XIV. Después de comer, que den gracias a Dios.

Después de comer y cenar, si la iglesia está cerca, y si no en el mismo lugar, den gracias a Dios que es nuestro procurador, con humilde corazón; y mandamos igualmente que a los pobres se les den los fragmentos, y que se guarden los panes enteros.

XV. Que el décimo pan se dé al limosnero

Aunque el premio de la pobreza es el reino de los cielos, y sin duda será para los pobres, mandamos a vosotros dar cada día al limosnero el diezmo de todo el pan que os dieren.

XVI. Que la colación sea al arbitrio del Maestre.

Habiéndose puesto el Sol, oída la señal según la costumbre de esa religión, conviene que todos vayan a completas. Pero antes de ellas deseamos que tomen una colación en comunidad. Esta refracción la dejamos al arbitrio del Maestre, y que en ella se beba agua o vino aguado como él dispusiere, mas que no sea con demasía, que también los sabios vemos desdicen de su conducta y comportamiento con el uso extremado del vino.

XVII. Que se guarde silencio después de completas.

Acabadas las completas, conviene que se vayan a acostar. Después de salir de ellas ninguno hable en lugares públicos si no hubiere necesidad, y lo que se hablare con su escudero, sea en voz baja. Si alguna vez fuese muy preciso que alguno de vosotros, juntos o separadamente, tuviereis de hablar al Maestre, o al que ejerce sus funciones en casa, del estado de la guerra, o de los negocios del monasterio, por no haber tenido lugar en todo el día, mandamos que se haga con las precisas palabras y guardando el posible silencio, porque escrito está: Que en el mucho hablar no faltará pecado; y que también: la muerte y la vida están en la lengua. En aquella junta prohibimos las chanzas y palabras ociosas que ocasionan rizas; y mandamos que si alguno hubiere hablado con poca atención, rece al irse a acostar un Paternoster con toda humildad y devoción.

XVIII. Los que se hallaren cansados no se levanten a maitines.

Porque no es justo que los que se hallaren fatigados se levanten a maitines, mandamos que con licencia del Maestre o del que ocupare su lugar, descansen, y después canten las trece oraciones señaladas, de suerte que se ajuste a las voces la atención, según lo que dice el Profeta: Cantad al Señor sabiamente; y en otra parte: Tendré presente los ángeles cuando cantare tus alabanzas. Esto sea siempre a arbitrio del Maestre.

XIX. Que se guarde igualdad en la comida.

Léese en las sagradas Letras que se daba a todos según lo que había menester cada uno. Por eso mandamos que no se haga excepción de personas, y no se atienda a más que a las necesidades. Y así el que ha menester menos, dé gracias a Dios, y no se entristezca por lo que a otro dieren; y el que necesita más, humíllese por su flaqueza, y no se ensoberbezca por la misericordia que con él se usa, y así vivirán en paz todos los individuos de este cuerpo religioso. Prohibimos se singularice alguno en las mortificaciones, y mandamos que guarden todos vida común.

XX. Del vestido.

Los vestidos sean siempre de un color, blanco o negro, o por mejor decir de buriel. A todos los caballeros profesos señalamos que en verano y en invierno lleven, por poco que puedan, el vestido blanco; pues dejaron las tinieblas de la vida seglar, se conozcan por amigos de Dios en el vestido blanco y lucido. ¿Qué es el color blanco sino entera pureza? La pureza es seguridad del ánimo, salud del cuerpo. Si el religioso militar no guardare pureza, no podrá llegar a la eterna felicidad y vista de Dios, afirmando el apóstol San Pablo: Guardad con todos paz, guardad pureza, sin la cual ninguno verá al Señor. Mas porque con este vestido no se ha de mostrar vanidad ni gala, mandamos que sea de tal hechura que cualquiera solo y sin fatiga se pueda vestir y desnudar, calzar y descalzar. El encargado de dar los vestidos, cuide que ni vengan largos, ni cortos, sino ajustados al que haya de usarlos. Al recibir un vestido nuevo vuelvan el que dejan, para que se guarde en la ropería, o donde señalare el que cuide de esto, a fin de que se aprovechen para los escuderos, criados y algunas veces para los pobres.

XXI. Que los criados no lleven el vestido o capas de color blanco.

Prohibimos absolutamente que puedan los criados y escuderos usar vestidos blancos, porque de este abuso se siguieron graves inconvenientes. Levantáronse en las partes ultramontanas falsos hermanos unos y otros casados, que se llamaban del Templo siendo del mundo. Éstos pues ocasionaron muchos daños y persecuciones a la caballería. Y los demás criados ensoberbeciéndose causaron no pocos escándalos. Usen pues vestidos negros, o si no se hallaren de este color, vistan del más obscuro y basto que se pudiera hallar.

XXII. Que sólo los religiosos profesos vistan de blanco.

A ninguno pues le sea licito traer mantos blancos o capas de este color, sino a los Caballeros perpetuos de Cristo.

XXIII. Que usen de pieles de corderillas.

Determinamos de común consentimiento, que ninguno use pieles preciosas para vestido común, ni para cobertor de la cama, sino de pieles de corderillos o carneros.

XXIV. Que los vestidos viejos se den a los escuderos.

Procure el ropero distribuir con igualdad los vestidos viejos a los escuderos, criados y a los pobres.

XXV. Que al que quisiese el mejor vestido se le dé el peor.

Si alguno pretendiera, como debido a su persona o con ánimo soberbio, los vestidos mas nuevos y curiosos, por tal pretensión se le den los peores.

XXVI. Que se guarde cantidad y calidad en los vestidos.

Conviene que el que distribuya los vestidos procure darlos ajustados a la estatura de cada uno, y que ni sean más anchos ni más cortos de lo que sea menester.

XXVII. Que el que distribuya los vestidos guarde igualdad.

En lo largo de los vestidos, como se dijo arriba, procure con amor fraternal ajustados a la medida, para que los ojos de los murmuradores y que censuran no tengan que notar. Y en todo considere la justicia e igualdad de Dios.

XXVIII. De los cabellos largos.

Todos, principalmente los que no estén en campaña, conviene que lleven cortado el cabello con igualdad y con un mismo orden, y guárdese lo mismo en la barba y aladares para que no se vea el vicio de la gala y demasía.

XXIX. De las trenzas y copetes.

No hay duda que es de gentiles llevar trenzas y copetes; y pues esto parece tan mal a todos, lo prohibimos y mandamos que ninguno traiga tal aliño. Ni tampoco las permitimos a los que sólo sirven por determinado tiempo en esta Orden. Y mandamos que no lleven crecido el cabello, ni los vestidos demasiadamente largos, porque a los que sirven al Sumo Criador les es muy necesaria la interior y exterior pureza, afirmándolo así cuando dice : Sed puros porque yo lo soy.

XXX. Del número de caballos y escuderos.

Cada uno do los soldados puede tener tres caballos, porque la mucha pobreza de la casa de Dios y Templo de Salomón no da lugar a que por ahora sea mayor el número, a no ser con licencia del Maestre.

XXXI. Que ninguno castigue al escudero que sirve sin salario.

Por la misma causa concedemos a cada uno de los caballeros un escudero solamente. Pero si este sirviere sin estipendio, graciosamente, o por amor de Dios, no le es lícito a alguno maltratarle o castigarle.

XXXII. Cómo se hayan de recibir los que quieran servir en la Orden por tiempo señalado.

Todos los soldados que con intención pura deseen militar en servicio de Dios nuestro Señor en su santa casa por tiempo determinado, compren caballos y armas a propósito para las ocasiones que cada día se ofrecen, y todo lo necesario para este efecto. A más de esto, guardándose igualdad por entre ambas partes, juzgamos útil y conveniente se aprecie el coste de los caballos y se note con cuidado. Désele después con toda caridad y según permitieren las rentas de la casa, todo lo demás que hubiere menester el soldado para sí, o para el caballo y escudero. Mas si por algún suceso perdiere el caballo en servicio de la Orden, el Maestre le dará otro, según permitiere la renta del Convento. Pero llegado el tiempo en que ha de volverse a su patria, el soldado perdone por amor de Dios la mitad del precio de su caballo y la otra parte, si quisiere, puede pedirla a la comunidad y debe entregársele.

XXXIII. Que ninguno obre según su propia voluntad.

Conviene que los religiosos militares, que ninguna cosa buscan y aman más que a Cristo, obedezcan siempre al Maestre en cumplimiento del instituto que profesan por la gloria de Dios o por el temor del infierno. Esta obediencia debe ser tal como si lo mandara el mismo Dios, que es a quien representa el Maestre o el que hace sus veces, y a fin de que pueda aplicárseles lo que dice la Suma verdad: en oyéndome me obedeció.

XXXJV. Si pueden salir por el lugar sin orden del Maestre.

Tanto a los fieles o hermanos perpetuos que renuncian su propia voluntad como a los demás que sirven por término señalado en esta milicia, les rogamos encarecidamente y mandamos que sin licencia del Maestre no anden por el lugar sino es para visitar el Santo sepulcro y demás lugares piadosos.

XXXV. Si pueden ir solos.

Los que salieren con el objeto que se ha dicho en el capítulo anterior, no vayan ni de día ni de noche sin compañía, esto es, sin otro Caballero o religioso de los perpetuos. Cuando estuvieren en el ejército, después que estén alojados, ningún soldado o escudero ande por los cuarteles de los demás para ver o hablar con otro, sino con licencia, como se ha dicho. Y así de común consentimiento ordenamos que ningún soldado de esta Orden milite a su arbitrio, sino que se sujete enteramente a lo que el Maestre ordenare, para seguir aquel consejo del Señor: No vine a hacer mi gusto, sino e! de quien me envió.

XXXVI. Que ninguno busque singularmente lo que hubiere menester para sí.

Mandamos que entre las demás buenas costumbres se observe la de no procurarse cada uno sus comodidades. Ninguno pues de los militares perpetuos busque para sí caballos y armas. ¿Cómo pues se ha de portar? Si sus achaques, o las pocas fuerzas del caballo, o el peso de las armas es de tal suerte que el ir con ellas sea de daño común, represéntelo al Maestre o al que ocupare su lugar, y propóngale con sencillez el inconveniente. Y quede a la disposición o voluntad del Maestre, y, después de él, al arbitrio del mayordomo, lo que hubiere de hacerse.

XXXVII. De los frenos y espuelas.

Mandamos que de ninguna suerte se lleve oro o plata (que es lo especialmente precioso), en los frenos, pectorales, espuelas y estribos; ni sea lícito a alguno de los militares profesos o perpetuos comprarlos. Pero si de limosna se les diere alguno de estos instrumentos viejos y usados, cubran la plata y oro de suerte que su lucimiento y riqueza a nadie parezca vanidad. Pero si los que se dieran son nuevos, el Maestre disponga de ellos a su arbitrio.

XXXVIII. Que las lanzas y escudos no tengan guarniciones.

No se pongan guarniciones en lanzas ni escudos, porque esto no sólo no es de utilidad alguna, antes se reconoce como cosa dañosa a todos.

XXXIX. De la potestad del Maestre.

Puede el Maestre dar caballos y armas y todo lo que quisiere y a quien gustare.

XL. De la cota y maletas.

A nadie se concede tener cota y maleta con propiedad. Ninguno pueda usar de ellas sin licencia del Maestre o del que tiene su lugar en los negocios de casa. En esta disposición no se incluyen los procuradores, y los que viven separados en varias tierras, ni los Maestres provinciales.

XLI. De las cartas.

Ninguno de los religiosos puede recibir cartas de su padre o de cualquiera otra persona, ni entre sí unos de otros, sin licencia del Maestre o del procurador. Después que tuviere licencia, lea la carta delante del Maestre si él quisiere. Si sus padres le enviaren algo, no se atreva a recibirlo sin consentimiento del Maestre. Esta regla no habla con el Maestre ni Procurador de la casa.

XLII. Acerca hablar de la vida pasada.

Si toda palabra ociosa ocasiona pecados, ¿Qué podrán responder al Juez riguroso los que hacen gala de sus vicios? Muéstralo bien el profeta. Si algunas veces conviene omitir buenas pláticas por no faltar al silencio, ¿con cuanta más razón, temiendo el castigo del pecado, se han de huir conversaciones impertinentes? Vedamos pues, y con todo esfuerzo prohibimos, que alguno de los religiosos perpetuos se atreva a referir de sí o de otros los desconciertos de su vida seglar, ni las comunicaciones que tuvo con mujeres perdidas; y si alguno oyere a otros tales palabras, hágale callar, y cuanto antes pudiere sálgase de la conversación, y no dé oídos su alma al que pregona tal confesión.

XLIII. Del recibir y gastar.

Si a alguno de los religiosos se les diese sin buscarlo, o de balde, alguna cosa, llévela al Maestre o al despensero. Pero si su padre o algún amigo le diere algo, con tal condición que haya de servir a él sólo, de ningún modo lo reciba sin licencia del Maestre. Nadie sienta que dé a otro lo que a él le presentaren, pues tenga por cierto que si de eso se enoja ofende a Dios. No se contienen en esta regla a los oficiales, a quienes toca cuidar de esto, pero son comprendidos en lo de la cota de malla.

XLIV. De los frenos de los caballos.

A todos es útil este mandato establecido por nosotros para que de aquí adelante se guarde sin excusa. Y así ningún freile se atreva a tener ni hacer frenos de lana o lino para que sirvan a sus caballos. Las riendas podrán ser de estos materiales.

XLV. Que ninguno trueque o busque cosa alguna.

Queda dispuesto que ninguno sin licencia del Maestre pueda trocar cosa alguna con otro religioso, ni buscar o pedir sino cosa de poco precio y estimación.

XLVI. Que ninguno vaya a caza de cetrería.

Opinamos que ninguno debe ir a caza de cetrería, porque no está bien a un religioso vivir tan asido a los deleites mundanos sino oír la divina palabra, estar frecuentemente en oración, y en ella confesar a Dios, con gemidos y lágrimas, cada día sus pecados. Ninguno pues vaya con hombre que caza con halcones y otras aves de cetrería, por las causas que se han dicho.

XLVII. Que ninguno mate las fieras con ballesta o arco.

Conviene a todo religioso andar modestamente, con humildad, hablando poco y a su tiempo, y sin levantar mucho la voz. Especialmente mandamos que ningún religioso profeso intente en los bosques perseguir las fieras con ballesta o arco, ni vaya a este fin con quien cazare, sino para guardarle de los pérfidos gentiles; tampoco incite los perros, ni pique al caballo con intento de coger alguna fiera.

XLVIII. Que maten siempre a los leones.

Porque sin duda se os ha fiado con especialidad a vosotros, y vivís con obligación de arriesgar vuestra vida por la de los prójimos, y borrar del mundo los infieles que persiguen al Hijo de la Virgen, y del León leemos que busca a quien tragar, y que sus garras están siempre contra todos, es preciso que las de todos estén contra él.

XLIX. Que oigan la sentencia que contra ellos se profiriere en cualquier querella.

Sabemos que son innumerables los enemigos de la santa Fe, y que procuran embarazar con pleitos a los que más los huyen. El parecer del Concilio, en esta parte, es que si alguno, en las partes orientales o en otra cualquiera, pidiere contra vosotros alguna cosa, oigáis la sentencia que dieren los jueces correspondientes y amigos de la verdad, y mandamos que sin excusa cumpláis lo que justamente se dispusiere.

L. Que esta regla se observe en todo lo demás

En todas las demás cosas que injustamente os quitaren guardad siempre la regla que antecede.

LI. Que puedan todos los religiosos militares profesos tener tierras y vasallos.

Por divina Providencia, según creemos, se comenzó por vosotros este nuevo género de Religión en los Santos Lugares, para que juntaseis con ella la milicia, y para que la Religión estuviere defendida con las armas para hacer guerra justa al enemigo. Con razón pues juzgamos que si os llamáis soldados del templo tengáis y poseáis (por el insigne y especial mérito de santidad), casas, tierras, vasallos, obreros, y los gobernéis y cobréis de ellos el tributo instituido y señalado.

LII. Que se cuide mucho de los enfermos.

Sobre todo se ha de tener gran cuidado de los religiosos enfermos, y que se les sirva como a Cristo, teniendo muy en la memoria lo que dice en el Evangelio: Estuve enfermo, y me visitasteis. Los enfermos pues se han de sufrir con tolerancia y paciencia, porque sin duda con eso se merece abundante paga de Dios.

LIII. Que se asista a los enfermos con todo lo que hubieren menester.

Mandamos encarecidamente a los enfermeros que con toda atención den lo que fuere necesario para el servicio y curación de cualquier género de enfermedades, según la posibilidad de la casa; a saber, la carne, las aves, y lo demás que sea menester hasta que estén buenos.

LIV. Que ninguno enoje a otro.

Se ha de tener mucho cuidado en no dar uno ocasión de sentimiento a otro, porque la suma clemencia unió con vínculos de hermandad y amor igual a ricos y pobres.

LV. De qué suerte se han de recibir los casados que quisieren entrar en la hermandad.

Permitimos que recibáis en el número de los religiosos a los casados, pero con estas condiciones: que si desean ser participantes del beneficio de vuestra hermandad y comunicación, los dos ofrezcan, para después de su muerte, a la comunidad del capítulo parte de su hacienda y todo lo que adquirieren en este tiempo. Mientras vivan conserven honestidad de vida, y procuren el bien de sus hermanos; pero no lleven el vestido blanco. Si el marido muriere primero, deje su parte a los religiosos sus hermanos, y su mujer se sustente con la otra. Pero tenemos por inconveniente que estos hermanos casados vivan en una misma casa con los que tienen hecho voto de castidad.

LVI. Que fuera de éstas, no se admitan de aquí en adelante otras hermanas.

Peligroso es asociar con vosotros, fuera de las dichas, algunas hermanas, porque el enemigo maligno echó a muchos del camino derecho del Cielo por la conversación con mujeres. Y así, hermanos carísimos, para guardar en su flor la pureza, no se permita de aquí en adelante ese trato y comunicación.

LVII. Que los religiosos templarios no traten con descomulgados.

Temed mucho, hermanos, y prevenid que ninguno de los soldados de Cristo comunique con algún excomulgado en público ni en secreto, ni frecuente sus casas, porque no le comprenda la misma excomunión. Pero si sólo estuviere suspenso, bien podrá comunicar con él y favorecer sus negocios.

LVIII. Cómo se han de recibir los soldados seglares.

Si algún soldado de vida perdida y estragada, u otro cualquier seglar, quisiere renunciar al siglo y sus vanidades, y pidiere ser recibido en vuestra compañía, no se le conceda luego lo que pide, sino, según enseña San Pablo, examínese el espíritu si es de Dios, y de esta suerte sea recibido en la Orden. Léase la regla en su presencia, y si prometiere obedecer con cuidado lo prevenido en ella, (si al Maestre y a los religiosos les pareciera bien el recibirle), convocados y juntos los hermanos, descúbrales y exponga con intención pura su petición y deseo. Después, empero, esté al arbitrio del Maestre el tiempo que haya de permanecer para acabar de probar su vocación, que será con arreglo al género de vida del que solicita ser recibido.

LIX. Que no se llamen todos los religiosos para las juntas secretas.

Mandamos que no se convoquen todos los freiles a consulta, sino solamente a aquellos que al Maestre le parecieren de buen juicio y prudencia. Pero cuando se tratare de otras cosas mayores, como es dar una encomienda, discutir sobre las cosas de la Orden, o recibir algún religioso, entonces, si al Maestre le pareciere convenir, llame toda la congregación, y oído el parecer de todo el capítulo, sígase lo que juzgare mejor el Maestre.

LX. Que recen sin hacer ruido.

Mandamos de común parecer que recen conforme el fervor o devoción de cada uno, sentados o en pié, pero con suma reverencia, con modestia, y sin ruido para no estorbar a los otros.

LXI. Que se tome juramento a los que sirven.

Sabemos que muchos de diversas provincias, así escuderos como criados, desean con pura intención dedicarse por toda su vida al servicio de las almas en vuestras casas. Y así conviene que les toméis por juramento su fe y palabra, no sea que el enemigo ejercitado en hacernos guerra les persuada alguna cosa indigna del servicio de Dios, o los aparte arrebatadamente de su buen propósito.

LXII. Que los muchachos, mientras lo fueren, no se reciban entre los religiosos templarios.

Aunque la regla de los Santos padres permite recibir en los monasterios a los muchachos, no nos parece bien que vosotros os encarguéis de ellos. Pero si alguno quisiere dedicar algún hijo suyo o pariente a esta religión militar, críele hasta que tenga edad para echar esforzadamente, con las armas en la mano, de la Tierra Santa a los enemigos de Cristo. Después, conforme a la Regla, el padre o los parientes llévenle delante los religiosos, y representen a todos juntos su petición, porque mejor es no hacer en la edad primera los votos, que faltar a ellos después en edad madura.

LXIII. Que tengan siempre respeto a los ancianos.

Conviene respetar con piadosa atención a los ancianos, y sobrellevar la flaqueza de sus fuerzas, y no se les dé con cortedad lo que hubieren menester en cuanto lo permitiere la observancia de la regla.

LXIV. De los que andan por diversas provincias.

Los que fueren enviados a diversas provincias, guarden la Regla cuanto sea posible en la comida y bebida, y en todo lo demás, viviendo sin hacerse reprehensibles, para dar buen ejemplo a los seglares. No desdoren de palabra ni obra el instituto de la religión, pero principalmente procuren dar muestras de virtud y buenas obras a los que más de cerca trataren. La casa donde se hospedaren sea de buena y segura fama, y si pudiere ser no falte luz en su cuarto de noche, no sea que a oscuras, lo que Dios no quiera, algún enemigo, fiado en las tinieblas, le dé la muerte. Mandamos que vayan donde supieren que se juntan los militares no excomulgados, pretendiendo en esto no tanto el consuelo espiritual, cuanto la eterna salvación de sus almas. Constituidos pues así los hermanos, que dirigimos a las partes ultramarinas con esperanzas de aprovechamiento, tenemos por loable que a los que quisieren entrar en esta Orden militar, los reciban de esta manera. Júntense ambos delante del obispo de aquella provincia, y oiga el prelado los deseos del que pide entrar en la Orden. Oída pues la petición, el religioso le envíe al Maestre y a los freiles que viven en el Templo de Jerusalén, y si su vida es ajustada y merecedora de tal compañía, recíbanle con toda piedad, si así le pareciere al Maestre y religiosos. Si en este tiempo muriere, hágansele los sufragios como a hermano de esta Orden militar de Cristo, en recompensa de sus trabajos y fatigas.

LXV. Que el sustento se dé a todos con igualdad.

Conviene que a todos los religiosos se les dé el sustento necesario, según la posibilidad de la casa, y con igualdad, porque no parece bien la excepción de personas, bien que es muy necesaria la atención a los que padecen algunos achaques.

LXVI. Que los caballeros templarios posean diezmos.

Creemos que habiendo dejado las muchas riquezas que poseíais os sujetasteis a la pobreza voluntaria. Y así a vosotros, que vivís en comunidad, os concedemos que poseáis algunos diezmos de esta manera. Si el obispo quisiere daros algunos de su iglesia por amor de Dios, de consentimiento de todo el Capítulo se os debe dar a vosotros de aquellos diezmos que se sabe posee la iglesia. Pero si cualquier seglar os quisiere dar la décima parte de su hacienda, obligándola a tal cantidad, sólo con licencia del que presida y de su voluntad, y no a la del Capítulo, se debe distribuir.

LXVII. De los pecados mortales y veniales.

Si alguno en la conversación o en la campaña cayere en alguna falta leve, de su propia voluntad la descubra al Maestre para satisfacer por ella. Culpas ligeras, sino fueren muy frecuentes, castíguense con leve penitencia. Pero si, callando él su culpa, otro se la avisare al Maestre, castíguese con mayor y más rigurosa pena. Mas si la culpa fuere grave, sepáresele de la Comunidad de los demás religiosos, no coma con ellos sino aparte, sujeto en todo a la disposición y arbitrio del Maestre para quedar libre y seguro en el día del juicio.

LXVIII. Por qué delito han de ser despedidos.

Se ha de prevenir primeramente que ninguno flaco, esforzado, poderoso o pobre, si pretendiere sobreponerse y aventajarse a los demás, quede sin castigo. Si no se corrigiere, désele mayor penitencia. Pero si con avisos suaves y amonestaciones no quisiere enmendarse, antes bien se desvaneciere más y más, ensoberbeciéndose, entonces échenle del piadoso rebaño de Cristo, siguiendo al Apóstol que dice: Arrojad de vuestra compañía al malo. Forzoso es arrojar la oveja pestilente de la comunidad de los fieles. El Maestre pues, que tiene el báculo y la vara en la mano (báculo para sustentar los flacos, vara para castigar con celo santo los delitos), no se resuelva a castigar sino con parecer del Patriarca, y habiéndolo encomendado a Dios, no sea, como dice el Máximo, que la demasiada blandura relaje el justo rigor, o la demasiada aspereza desespere los delincuentes.

LXIX. Que desde Pascua hasta todos Santos no vistan sino una camisa de lino.

Por atender al mucho calor que hace en esas partes orientales, dese desde Pascua de Resurrección hasta todos Santos una camisa de lino, y no más, no por obligación, sino por gracia o indulgencia a cada uno, o a aquel digo que quisiere usar de ella. Pero en lo demás del año todos vistan camisas de lana.

LXX.- De lo preciso para las camas.

De común parecer mandamos que si no es con grave ocasión duerma cada uno en cama aparte. Tenga cada uno su lecho decente, según la disposición del Maestre. Parécenos que basta a cada uno un colchón, almohada y manta. A quien le faltare alguna de estas tres cosas, désele un cobertor o cubrecama y en todo tiempo se le permite una sábana de lino. Ninguno duerma sin camisa ni calzoncillos. Nunca falte luz en el dormitorio de los hermanos.

LXXI. Del evitar la murmuración.

Mandamos que huyáis la emulación, envidias, y murmuraciones como de perniciosísima peste. Procure pues cada uno no culpar ni murmurar de su hermano en ausencia, conforme al consejo del Apóstol: No seas acriminador ni murmurador en el pueblo. Cuando supiere claramente que su hermano ha caído en alguna falta, repréndale a solas y con caridad fraterna y pacífica, para cumplir con lo que manda el Señor. Si no hiciere caso de él, llame a otro para el mismo efecto. Si despreciare el aviso de entrambos, avísele delante de toda la Comunidad, porque sin duda están muy ciegos los que murmuran de otro, y muy desgraciados los que son envidiosos y vienen a caer en los lazos de nuestro antiguo y engañoso enemigo.

LXXII. Que huyan los abrazos de cualquier mujer.

Peligroso es atender con cuidado el rostro de las mujeres; y así ninguno se atreva a dar ósculo a viuda ni doncella, ni a mujer alguna, aunque sea cercana en parentesco, madre, hermana, ni tía. Huya la caballería de Cristo los halagos de la mujer, que ponen al hombre en el último riesgo, para que con pura vida y segura conciencia llegue a gozar de Dios para siempre.

Amen.




Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval. 

 

✠  Estudios y Análisis Históricos. 

 

✠  Efemérides, personajes y hechos históricos.

 

✠  Los efectos de la peste negra en Europa.

 

El brote de peste en Europa entre 1347-1352, conocido como la peste negra, (en inglés, la muerte negra), cambió por completo el mundo de la Europa medieval. La despoblación severa alteró el sistema feudal socioeconómico de la época, pero la experiencia de la plaga en sí afectó todos los aspectos de la vida de las personas. La enfermedad a escala epidémica era simplemente parte de la vida en la Edad Media, pero nunca antes se había experimentado una pandemia de la gravedad de la Peste Negra y en más de un sentido no se repitió después y al terminar la plaga no había forma de que las personas reanudaran la vida como la conocían anteriormente. La peste negra alteró el paradigma fundamental de la vida europea en las siguientes áreas:

  • Socioeconómico
  • Conocimiento y práctica médica
  • Creencia y práctica religiosas
  • Persecución y migración
  • Derechos de las mujeres
  • Arte y Arquitectura

Antes de la plaga, el feudalismo separaba rigurosamente a la sociedad en un sistema de castas con el rey a la cabeza, seguido de los nobles, luego los comerciantes más adinerados, y finalmente con los campesinos (siervos), al fondo. El conocimiento médico era recibido sin cuestionamiento de los doctores quienes se basaban en los físicos del pasado y en la iglesia católica. Las mujeres fueron consideradas en gran medida como de segunda clase, y el arte y la arquitectura del tiempo, reflejaba las creencias de la gente en un Dios benevolente que respondía a las plegarias y las súplicas.

✠ IMAGEN I.- “El triunfo de la muerte, (fresco)”.  


 


 

La vida en aquel tiempo no era sencilla de ningún modo y mucho menos placentera, pero la gente sabía (o pensaba que sabía), cómo funcionaba el mundo y como era vivir en el. La plaga cambiaría todo eso y marcaría el comienzo de un nuevo entendimiento que encontró expresión en movimientos tales como: la reforma protestante y el renacimiento.

Aparición, propagación y efectos de la plaga.

La plaga llegó a Europa venida del Este, lo más probable vía las rutas de comercio como la ruta de la seda por tierra, y ciertamente por barco en ultramar. La peste negra, la combinación de la peste bubónica y una afección de neumonía (y también posiblemente una cepa de murrain), había estado ganando impulso en el Este desde al menos el 1322 y para el 1343 había infectado las tropas de la horda dorada mongola comandadad por el Khan Djanibek (1342-1357), quien estaba asediando la ciudad Italiana de Caffa (hoy en día Feodosia en Crimea), en el Mar Negro. 

Como las tropas de Djanibek murieron por la plaga, él catapultó los cadáveres encima de los muros de la ciudad, infectando a los habitantes de Caffa al entrar en contacto con los cuerpos en descomposición. Eventualmente, un número de personas abandonaron la ciudad por barco, primero llegando a los puertos de Sicilianos y luego a los de Marsella mientras que algunos de ellos esparcieron la plaga tierra adentro. Estos infectados usualmente morían a los tres días de mostrar los síntomas y el número de víctimas se incrementó tan rápido que las personas en Europa no tuvieron tiempo para comprender lo que estaba pasando, por qué o lo que deberían hacer ante la situación. El profesor norman F. Cantor comenta:

"La plaga fue mucho más severa en las ciudades que en el campo, pero su impacto psicológico penetró en todos los ámbitos de la sociedad. Nadie, campesino o aristócrata, estaba a salvo de la enfermedad, y una vez contraída, una muerte horrible y dolorosa era casi segura. Los muertos y moribundos yacían en las calles, abandonados por amigos y familiares asustados". (Civilization, 482).

Como la plaga se expandió con mucha fuerza, todos los esfuerzos para parar el contagio o curar a los enfermos falló, las personas empezaron a perder la fe en las instituciones en las que habían confiado siempre con anterioridad. Mientras, el sistema social feudal empezó a desmoronarse debido a la muerte en grandes proporciones de los siervos, los cuales, eran más susceptibles en comparación con los de clases más altas; al vivir en condiciones en las que tenían que estar en contacto cercano unos con otros en el día a día. 

✠ IMAGEN II.- “El triunfo de la muerte, (Museo del Prado)”.  


 

 


La plaga corrió rampante entre los de la clase más baja quienes buscaron refugio y asistencia de los frailes, iglesias y monasterios, llevando el contagio al clero y luego éste lo propagó a la nobleza. Para el tiempo en que la enfermedad llegó a su fin en el 1352, millones estaban muertos y la estructura social de Europa era tan irreconocible como lo era mucho del paisaje desde entonces, cómo Cantor dijo "muchas de las ciudades que florecían se convirtieron virtualmente en pueblos fantasmas por un tiempo", (Civilización,482), y los cultivos yacían pudriéndose en los campos sin alguien que los cosechara.

Efectos socioeconómicos.

Antes de la plaga, se creía que el rey era dueño de toda la tierra la cual asignaba a sus nobles. Los nobles tenían siervos para trabajar la tierra la cual convertían en ganancia para el señor quién a su vez pagaba un porcentaje al rey. Los siervos no ganaban nada por su labor salvo alojamiento y la comida que ellos mismos sembraban. Dado que toda la tierra era del rey el se sentía libre de darla en forma de regalos a sus amigos, parientes y a la nobleza que le había prestado servicio. Y así cada pedazo de tierra para el 1347 había sido cultivada por los siervos bajo las ordenes de alguno de estos señores.

Europa estaba severamente sobre poblada en ese tiempo así que no hubo escasez de siervos para trabajar la tierra y estos campesinos no tenían ninguna opción, salvo seguir su labor (que era en esencia un modo de esclavitud), desde que podían caminar hasta su muerte. No había ascensos en el sistema feudal y un siervo estaba atado a la tierra que él y su familia trabajaban de generación en generación.

✠ IMAGEN III.- “March. Las muy ricas horas”.  


 



Aunque la plaga avanzó, la despoblación fue reduciendo gradualmente la fuerza laboral y el trabajo del siervo se convirtió de pronto en un activo importante (y cada vez más raro). El señor de alguna tierra no podía alimentarse a sí mismo, a su familia, o pagar diezmos al rey o la iglesia sin el trabajo de los campesinos y la muerte de tantos significó que los sobrevivientes ahora pudieran negociar por una paga y un mejor trato. La vida de los miembros de la clase más baja mejoró bastante pues eran capaces de permitirse mejores condiciones, ropa y también ciertos lujos.

Una vez que la plaga había terminado, la mejora de muchos de los siervos fue desafiada por las clases altas quienes estaban preocupados de que las clases más bajas estuvieran olvidando su lugar. La moda cambió dramáticamente cuando la élite empezó a exigir vestimentas más extravagantes y accesorios para distanciarse a sí mismos del pobre que ahora podía alcanzar a pagar ropa más fina que sus prendas y mantas previas. Los esfuerzos de los acaudalados para regresar al siervo a su condición anterior resulto en levantamientos tales como la revuelta de campesinos en Francia en el 1358, la rebelión de los gremios que ocurrió en Florencia en el 1378 y quizá la más radical y significativa la revuelta de los campesinos de Londres en el 1381. Sin embargo no hubo marcha atrás y los intentos de la élite fueron fútiles. La lucha de las clases continuaría pero la autoridad del sistema feudal estaba roto.

Efecto en el conocimiento médico y su práctica.

El desafiar la autoridad también afectó el recibir conocimiento médico y la práctica del mismo. Los doctores se basaban en el físico Romano Galeno (130-210 d.C.), también en Hipócrates (460-370 a.C.), y Aristóteles (384-322 a.C.), pero muchos de dichos trabajos estaban disponibles sólo en traducciones de copias Árabes y frecuentemente eran deficientes. Aún así los trabajos que ellos tenían fueron usados de la mejor manera que les fue posible. El profesor Jeffrey Singman dice:

"La ciencia en la edad media estaba lejos de ser primitiva, de hecho, era un sistema altamente sofisiticado que se basaba en la recopilación de los datos y las teorías de todo el primer milenio a.C. La debilidad de la ciencia medieval fue su orientación teórica, la cual enfatizaba la autoridad de los autores aceptados. El deber de los profesores (y de los doctores), era el de interpretar y reconciliar a estas autoridades ancestrales, el lugar de contrastar sus teorías con la realidad observada".

Los doctores y otros cuidadores morían a un ritmo alarmante mientras intentaban curar a las víctimas de la peste utilizando su comprensión tradicional y, además, nada de lo que prescribían hizo nada por sus pacientes. Para principios del 1349 quedó claro que las personas se recuperaban o morían de la peste sin alguna razón aparente. La cura que había sanado a un paciente fallaría con el siguiente. 

✠ IMAGEN IV.- “Franciscanos curando enfermos”.    





Después de la plaga, los doctores empezaron a cuestionar sus prácticas actuales de aceptar el conocimiento del pasado sin adaptarlo a las circunstancias presentes. El profesor Joseph A. Legan escribe:

"La medicina comenzó a cambiar lentamente durante la generación posterior al brote de la peste negra. Muchos teóricos y médicos destacados perecieron por la plaga, lo que abrió la disciplina a nuevas ideas. Una segunda causa de cambio fue que, mientras la medicina universitaria fallaba, la gente empezó a acudir a otros cirujanos más prácticos...con el auge de la círujia se prestó más atención al estudio directo del cuerpo humano, no sólo en la efermedad sino en la salud también. Las investigaciones y las disecciones anatómicas que rara vez se praticaba en la Europa anterior a la plaga, ahora se llevarían a cabo con mayor urgencia y con mayor apoyo de las autoridades públicas.

La muerte de tantos escribas y teóricos quienes otrora escribieron y tradujeron tratados de medicina al latín, dio lugar a que se escribieran nuevos trabajos que fueron escritos en las lenguas vernáculas. Esto le permitió a la gente común el leer textos médicos que ensancharon la base del conocimiento médico. Además, los hospitales se convirtieron en instituciones más parecidas a las de hoy en día. Previo a la pandemia, los hospitales eran usados sólo para aislar gente enferma; después de la plaga se convirtieron en centros de tratamiento con mucho más alto nivel de higiene y mucha mejor atención y cuidado del paciente.

El cambio en la actitud religiosa.

Los doctores y los teóricos no fueron los únicos cuya autoridad se vio desafiada por la plaga, sin embargo, el clero fue sometido a un mayor escrutinio e inspiró la misma, o mucho mayor, duda sobre su capacidad para realizar los servicios que afirmaban poder realizar. Frailes, monjes, padres y monjas murieron tan fácil como todos los demás (en algunos pueblos, los servicios religiosos simplemente se detuvieron debido a que no había autoridades para precederlos) y, además, los encantos y amuletos que las personas compraban para protección, los servicios que sí atendieron, las procesiones de las que formaron parte, el rezar y el ayuno, todo eso no hizo nada por detener el contagio de la plaga y en algunas instancias, la alentaron.

El movimiento de los flagelantes, en el que grupos de campesinos viajarían de pueblo en pueblo azotándose ellos mismos para redimir sus pecados, comenzó en Austria y ganó popularidad en Alemania y Francia. Estos grupos, liderados por auto proclamados maestros quienes poseían poco o ningún entrenamiento religioso, no sólo ayudaron a esparcir la enfermedad sino que también irrumpieron en las comunidades por su insistencia en atacar ciertos grupos marginados cómo los judíos.

✠ IMAGEN V.- “Los flagelantes”. 


   



Ya que nadie supo la causa de la plaga, ésta se atribuyó a lo sobrenatural (como la supuesta hechicería judía), y específicamente a la furia de Dios sobre el pecado del hombre. Aquellos que murieron por la plaga eran sospechosos de alguna falta personal de fe y, sin embargo, estaba claro que el mismo clero que los condenó murió de la misma enfermedad y de la misma manera. Los escándalos dentro de la Iglesia y el estilo de vida extravagante de muchos clérigos, combinados con las crecientes muertes a causa de la plaga, generaron una desconfianza generalizada en la visión y la autoridad de la Iglesia.

Incremento de la persecución y la migración.

La frustración que sentía la gente por su impotencia frente a la plaga dio lugar a violentos estallidos de persecución en toda Europa. El movimiento de los flagelantes no fue el único al cual perseguían; al contrario, los ciudadanos pacíficos podían caer en un ataque de frenesí y atacar comunidades de judíos, romaní (gitanos), leprosos. Las mujeres fueron abusadas también debido a la creencia de que alentaban el pecado por su parentesco con el personaje bíblico de Eva y la caída en tentación del hombre.

Aún así el objetivo común, solían ser los judíos quienes eran objeto de la hostilidad cristiana. El concepto cristiano del judío como "asesino de Jesús" alentó muchas supersticiones, que incluían la afirmación de que los judíos mataban niños, que usaban su sangre en rituales malditos, y que luego esa sangre era comúnmente esparcida por los judíos en los campos alrededor de un pueblo para causar la plaga, o que los judíos regularmente envenenaban sus muros con las esperanzas de matar a tantos cristianos cómo les fuera posible.

✠ IMAGEN VI.- “Persecución de los judíos durante la peste negra”.  


 



Las comunidades judías fue totalmente destruidas en Alemania, Austria y Francia; a pesar de una bula que emitió el papa Clemente VI (1291-1352), la cual exoneraba a los judíos y condenaba los ataques cristianos sobre ellos. Grandes migraciones de comunidades judías huyeron de las masacres y muchos de ellos finalmente se asentaron en Polonia y la Europa Oriental.

Derechos de las mujeres.

Las mujeres, por otro lado, ganaron estatus después de la plaga. A priori del contagio las mujeres tenían pocos derechos. La profesora Eileen Power escribe:

"Al considerar las características ideas medievales sobre las mujeres, es importante saber no sólo cuáles eran las ideas en sí mismas sino también cuáles eran las fuentes...en la edad media temprana lo que se tenía como la opinión contemporánea (sobre la mujer), provenía de dos fuentes la iglesia y la aristocracia". 

Ninguna, ni la iglesia medieval ni la aristocracia tenían a las mujeres en muy alta estima. Las mujeres de las clases más bajas podían trabajar como: panaderas, lecheras, camareras, tejedoras y, por supuesto, como trabajadores con su familia en la finca del señor, pero no tenían voz en la dirección de su propio destino. El señor feudal decidiría con quién se casaría una niña, no con su padre, y una mujer pasaría de estar bajo el control directo de su padre, que estaba sujeto al señor, al control de su marido, que estaba igualmente subordinado.

✠ IMAGEN VII.- “Mujeres medievales”.    





El estatus de las mujeres había mejorado un poco gracias al culto a la virgen María que asociaba a las mujeres con la madre de Jesucristo pero la iglesia continuamente enfatizaba la condición inherente en las mujeres de pecadoras como hijas de Eva quién trajo el pecado al mundo.

Después de la plaga, con muchos hombres muertos, se les permitió a las mujeres la pertenencia de sus tierras, dirigir los negocios que anteriormente habían sido dirigidos por sus esposos o hijos, y tuvieron mucha mayor libertad en escoger a su pareja. Las mujeres se unieron a los gremios, dirigían negocios de envío y textiles, y podían tener sus propias tabernas y granjas. A pesar de que muchos de esos derechos se verían disminuidos por la aristocracia y la iglesia quienes reafirmaron su antiguo control, las mujeres seguirían mejor después de la plaga que antes.

Arte y arquitectura.

La plaga también afectó dramáticamente el arte y la arquitectura medieval. Las piezas artísticas (pinturas, impresiones en madera, esculturas y otras), tendieron a ser más realistas que antes y casi uniformemente, enfocada en la muerta. La profesora Anna Louisse DesOrmeaux comentó:

"Algunas obras del arte de la plaga contienen imágenes horripilantes directamente influenciadas por la mortalidad de la plaga o de la fascinación que había en la edad media por lo macabro y la conciencia de la muerte las cuáles fueron aumentadas por la peste. Algunas obras documentan las respuestas psicosociales al miedo que la plaga despertaba en sus víctimas. Otra parte de dicho arte es un tema que responde directamente a la dependencia de la gente en la religión para darles esperanza".

El movimiento más famoso era el de "la danza de la muerte" (también conocida como Danse Macabre), una representación de la muerte llamando a la gente de todos los niveles de vida a caminar hacia la muerte con ella. Como DesOrmeaux nota, el arte post-plaga no hace una referencia directa a la plaga pero todo el que vea una pieza entendería el simbolismo. Esto no quiere decir que no hubiera alusiones a la muerte antes de la plaga, solo que tal, se convirtió en algo mucho más pronunciado después. 

✠ IMAGEN VIII.- “Danse macabre en la Iglesia de Santa María de Beram”.  


  



La arquitectura fue influenciada de manera similar como lo observó Cantor:

"En Inglaterra, hubo un aumento paralelo de la austeridad en el estilo arquitectónico que se puede atribuir a la peste negra: un cambio de la versión decorada del gótico francés, que presentaba esculturas elaboradas y de vidrio, a un estilo más sobrio llamado perpendicular, con perfiles más afilados, de esquinas y edificios menos opulentos, redondeados y refinados que los decorados... La causa pudo haber sido lo económica: menos capital para gastar en decoración debido a los altos impuesto de guerra y la reducción de los ingresos de las propiedades debido a la escases de mano de obra y los salarios más altos de los campesinos". (Wake,209).

Desde que los campesinos pudieron exigir un salario más alto, los proyectos de construcción elaborados que se encargaban andes de la plaga ya no eran fáciles de pagar, resultando en estructuras más austeras y con menor costo. Los estudiosos han notado, sin embargo, que en la arquitectura post-plaga también resonó el penetrante pesimismo de aquellos tiempos y la preocupación por el pecado y la muerte.

Conclusión.

No fueron solo los salarios más altos demandados por la clase campesina, ni la preocupación por la muerte lo que afectó la arquitectura post-plaga sino la dramática reducción en la producción y la demanda agrícola debido a la despoblación, la cual llevó a una recesión económica. Se dejaron los campos sin sembrar y los cultivos se pudrieron, mientras al mismo tiempo las naciones limitaron de manera severa las importaciones en un intento por controlar el contagio de la plaga lo cual sólo empeoró sus economías y las de aquellos que eran sus socios comerciales.


FUENTES:

Joshua J. Mark.

Word History.

Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠



Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval. 

 

✠  Estudios y Análisis Históricos. 

 

✠  Efemérides, personajes y hechos históricos.

 

✠  Tal día como hoy, 12 de Enero de nuestro Señor, pero del año…

 

✠  1072 en España, tras la batalla de Golpejera, Sancho II es coronado rey de León.

 

Sancho II de Castilla. ?, 1037 – Zamora, 7.X.1072. Rey de Castilla, de Galicia y de León.

✠ IMAGEN I.- “Sancho II de Castilla”.





Primogénito de los reyes de León Fernando I y doña Sancha, fue hermano de Alfonso, García, Urraca y Elvira. A diferencia de lo que ocurre con sus hermanos varones, se ignora quiénes fueron sus preceptos durante su niñez y adolescencia, aunque las fuentes cronísticas informan que, por deseo de Fernando I, todos sus hijos fueron educados en la lectura y en el ejercicio de las armas por igual, para que a un tiempo se mostrasen sabios a la par que buenos soldados.

Desde su juventud fue destinado por su padre a la frontera oriental del reino, donde estuvo desde 1060 a 1065. En 1063 dirigió personalmente la expedición de ayuda al Sultán taifa de Zaragoza en la batalla de Graus, enemistado con Ramiro I de Aragón, que allí encontró la muerte. Dos años más tarde, en 1065, apoyó el ataque de Fernando I a la taifa del Ebro por su negativa a tributar las parias comprometidas. Desde allí, el Monarca partió a sitiar Valencia, aunque la enfermedad que le condujo a la muerte le obligó a levantar el real y volver a León. Su desaparición hizo efectivo el primer reparto del viejo reino: Sancho, el primogénito, recibió Castilla con título de soberano, junto a las Asturias de Santillana y las antiguas tierras de los Banu Gómez: Liébana, Monzón, Saldaña y Carrión de los Condes. Junto a éstas, se añadían los derechos sucesorios en Navarra así como las parias de Zaragoza. Mientras, para Alfonso (VI) quedó reservado León y las parias toledanas y para el último de los varones, García, Galicia con el condado de Portugal y los tributos de Badajoz y Sevilla. Las dos hijas del desaparecido Fernando I recibieron sendos infantazgos además de los territorios de Zamora para Urraca y Toro para Elvira.

✠ IMAGEN II.- “Alfonso VI de León”.  


 



✠ IMAGEN III.- “García I de Galicia”.   


 



Probablemente Fernando I buscaba con este reparto someter las tierras al sur de la frontera e incorporarlas al gobierno de su estirpe, al tiempo que frenar la expansión natural de los restantes reinos peninsulares con la creación de estas tres marcas, pues si León y Galicia-Portugal se definían en su evidente expansión sureña, Castilla orientaba la suya hacia el valle del Ebro y su salida mediterránea, lo que hubiera bloqueado a Navarra, Aragón y los condados catalanes.

✠ IMAGEN IV.- “Doña Urraca”.




Pero lejos de satisfacerle esta división, Sancho consideró sus derechos de primogenitura mermados por la misma y centró su proyecto político en recuperar el reino de su padre, aunque aguardó para hacerlo a la muerte de su madre, doña Sancha, ocurrida el 7 de noviembre de 1067. Hasta entonces dedicó su atención a asegurarse el pago de parias de Zaragoza y a favorecer la unificación eclesiástica del reino, desde el Cantábrico al Duero, vertebrada coherentemente desde Castilla. También a consolidar su protagonismo frente a Navarra y Aragón.

Sus movimientos iniciales respecto a sus hermanos, Alfonso y García, acontecieron durante el verano de 1068. Cerca de Melgar de Fernamental, en Llantada, tuvo lugar el primer choque de armas entre Castilla y León, un encuentro que, en opinión de los especialistas, ha sido magnificado militarmente, pero que supuso una advertencia de relevancia suficiente como para que los dos más poderosos vástagos varones del difunto Fernando I, Sancho y Alfonso, se replanteen sus relaciones y aún el mismo futuro de sus reinos. De hecho, a finales de marzo de 1071, ambos definieron el reparto de Galicia, en manos de su hermano menor, y para ello contaban con la aceptación de las infantas Urraca y Elvira así como de parte de la nobleza de ambas tierras.

La agresión armada de Sancho a García de Galicia le alcanzó en Santarem, después de atravesar en su camino León sin que Alfonso le opusiera ningún tipo de resistencia en la empresa, antes bien: le facilitara el paso. Como resultado de esta intervención el castellano despojó a su hermano pequeño de Galicia, le aprisionó en el castillo de Burgos y, después de ofrecerle rehenes y rendirle vasallaje, le permitió partir a la taifa de Sevilla. A comienzos de mayo de 1071 Sancho y su esposa Alberta se intitularon en los diplomas reyes de Castilla y Galicia. En noviembre de ese mismo año, el reparto de los despojos territoriales de García ha sido formalizado entre castellano y leonés, pues ambos se denominaban en los documentos Sancho, soberano de Castilla y Galicia, Alfonso de León y Galicia.

En similares fechas, Alfonso comenzó a constar en los escatocolos con la fórmula imperial añadida a su intitulación, lo que alertó a Sancho para intervenir en el territorio de su hermano y, de una vez por todas, solucionar a su favor el, a su juicio, problema hereditario. En enero de 1072, ambos ejércitos, leonés y castellano, combatieron en Golpejera, a pocos kilómetros de Carrión de los Condes. Aunque la victoria favoreció a Alfonso y la hueste de Sancho huyó, durante la noche Sancho reorganizó a sus tropas y, lejos de aceptar la derrota, golpeó al vencedor, pillándole desprevenido y capturando a su hermano, que se había acogido a sagrado en la iglesia de Santa María de Carrión.

Mientras Alfonso era conducido preso a Burgos, Sancho se coronó a sí mismo en León el 12 de enero de 1072, ante la negativa para hacerlo del obispo leonés y la firme hostilidad del alto clero y de la nobleza, fieles a su vencido Monarca. Para abrir una brecha en el sistema de apoyos del derrocado Alfonso, se atrajo el favor de los abades de Eslonza y Sahagún con diversas confirmaciones territoriales. Pero el rechazo leonés superó lo esperado. Tal vez por ello, quizás para evitar problemas mayores, Sancho valoró la posibilidad de inhabilitar para el gobierno al depuesto Alfonso exorbitándole, aunque la oposición en el seno de su propia familia, de la mano de la infanta Urraca, la intermediación de san Hugo, abad de Cluny, y el rechazo abierto a tal medida entre los principales magnates leoneses le llevaron a permitir su exilio en Toledo.

Esta abierta confrontación con la nobleza tuvo un particular eje en torno a la estirpe Banu Gómez-Ansúrez, en cuyas tierras no sólo se rechazó la presencia de Sancho sino, también, se redactaron algunos diplomas con el nombre de Alfonso asociado a la dignidad real de la que su hermano le acaba de privar. A ello, además, hay que sumar la presencia en Toledo, junto al leonés, del conde Pedro Ansúrez, a la sazón jefe de este clan familiar.

Mas fue en Zamora, a cuyo frente se encontraba la infanta Urraca, donde se refugiasen no pocos nobles leoneses enemistados con Sancho o no dispuestos a obedecer sus órdenes como nuevo señor de León. Esta sublevación en la ciudad del Duero supuso una abierta amenaza para el castellano que en pocos días reunió a su ejército y, a marchas forzadas, salvó la distancia que desde Burgos le separaba de la urbe rebelde. Como prueba de las escasas simpatías que despertaba su usurpación de la dignidad real leonesa, a su paso por Carrión de los Condes se le negó la entrada y cualquier tipo de ayuda para su hueste.

Si se prescinde de la leyenda, los cantares de gesta y los romances que han contribuido, siglos después de estos sucesos, a desvirtuar el curso de los acontecimientos con un claro sentimiento antileonés, los hechos debieron acontecer de la manera siguiente: durante el cerco de Zamora, un caballero llamado Vellido Adaúlfiz, vinculado por parentesco con Pedro Ansúrez y los Banu Gómez, fingió desertar y pasarse al servicio del castellano, con quien revisó las defensas que ceñían Zamora el 7 de octubre de 1072. Aprovechando un descuido del Monarca, le dio muerte y huyó a la ciudad, donde fue acogido sin problemas, pues se documenta su existencia años después de este magnicidio.

Mientras el ejército castellano se replegaba con el cadáver de su Monarca, que había fallecido sin descendencia de su matrimonio con Alberta, Alfonso fue informado en Toledo de estos sucesos y, sin oposición, recibió el Reino reunificado por Sancho, que era inhumado, conforme a sus propios deseos, en el Monasterio de Oña, vinculado a la casa condal castellana.

 

FUENTES:

Margarita Torres Sevilla.

Real Academia de la Historia.

Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠



Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval. 

 

✠  Estudios y Análisis Históricos. 

 

✠  Efemérides, personajes y hechos históricos.

 

✠  Los ejércitos cruzados en Tierra Santa.

 

Los ejércitos cruzados de componían de caballería e infantería, así como equipos de asedio.

Caballería cruzada.

La caballería era de dos tipos: la pesada o caballeros y la ligera o turcópolos.

 

Caballería pesada o caballeros.

Los caballeros llevaban cota de malla blandiendo lanzas de unos 4 m, y espadas o mazas. Los caballos también iban protegidos. Al enfrentarse a los jinetes arqueros turcos, dicen que algunos caballeros después de la batalla parecían puercoespines por el número de flechas que llevaban clavadas. No abundaban mucho debido al problema de transporte de los caballos, y los cruzados que fueron por tierra, muchos de los caballos perecían por los combates o bien por enfermedades.

✠ IMAGEN I.- “Equipo caballero templario finales de siglo XIII”.





Hasta que los genoveses diseñaron sus nuevas galeras, no se podía transportar gran número de caballos. Los caballos que usaban eran especiales para la guerra, llamados los «destrier» o destreros, eran más grandes y fuertes que los demás para poder soportar el peso combinado de jinete y protecciones.

La carga de la caballería pesada tenía un enorme poder de choque, podía romper cualquier formación tanto de infantería como de caballería. Su gran servidumbre era que la carga duraba poco, debido al enorme peso que debían soportar los caballos.

Cuando el ejército marchaba parte de la caballería pesada iba a vanguardia y a retaguardia, detrás de los turcopolos. A veces los flancos iban protegidos por la infantería.

✠ IMAGEN II.- “Ejercito cruzado sobre el 1.200. Los jinetes saliendo entre las filas de los infantes. Autor Giuseppe Rava”. 





A menudo, la infantería iniciaba la batalla con una andanada de flechas, con los jinetes en la retaguardia. Cuando aparecía una oportunidad para una carga con éxito, la infantería abriría filas para permitir que la caballería pesada avanzara, o bien lo hacían por los flancos.

El núcleo de las fuerzas pesadas lo constituían las órdenes militares, o monjes soldados, principalmente los templarios y hospitalarios, así como los caballeros de los reinos que tomaban parte en la misma.

Con el tiempo, se dieron cuenta de que debían lanzar las cargas muy controladas, en lugar de lanzarse contra lo primero que veían, como se había hecho antes. Los caballeros templarios hacían muchos ejercicios en formación para mantener la cohesión, y basaron su comportamiento en el campo de batalla en la disciplina. En todo momento estaban organizados por escuadrones, y cada uno seguía a un gran estandarte de batalla llamado “Beau Seant”. En el polvoriento y confuso combate, los caballeros seguían ciegamente al estandarte. Era un objeto sagrado para los caballeros, y tras él se lanzaban a la carga o bien se detenían o cambiaban la dirección del galope. Si un escuadrón perdía su “Beau Seant”, tenían órdenes de unirse a otro, el más cercano, aunque perteneciera a otra orden, con tal de no quedar sin nadie que les dirigiera. Obviamente, el portaestandarte debía ser un oficial veterano, con la suficiente sangre fría para tomar importantes decisiones durante la batalla.

La formación preferida era la de cuña, y era un honor ir en la punta.

✠ IMAGEN III.- “Carga en cuña de los caballeros templarios, ir en la punta llevando el estandarte era un honor”. 


  

 


Los turcopolos.

Los turcopolos no eran necesariamente mercenarios turcos o mestizos, sino que muchos probablemente eran reclutados entre los seljúcidas cristianizados, o entre los cristianos ortodoxos sirios bajo dominio latino. En Tierra Santa, estas unidades estaban más ligeramente protegidas que caballeros y sargentos (hombres de armas a caballo), disponiendo de lanzas y arcos para combatir a las fuerzas musulmanas, más móviles. Los turcopolos sirvieron como caballería ligera en el papel de hostigadores, exploradores, arqueros a caballo y, en ocasiones, en la segunda línea de una carga apoyando a los caballeros y sargentos francos. Sus caballos eran más livianos y veloces que los de las tropas montadas occidentales, y por lo general su armadura consistía sólo en un jubón acolchado o gambesón y un casco cónico de acero.

✠ IMAGEN IV.- “Turcopolo al servicio de los cruzados. Vestían e iban equipados de forma similar a los turcos seljúcidas”. 


 

  


Colaboraron tanto en los ejércitos seculares como en las mesnadas de las órdenes militares. En estas últimas tenían un estatus inferior al de los sargentos francos y estaban sujetos a diversas restricciones, que incluían tener que comer en una mesa separada de los demás soldados templarios u hospitalarios.

Los turcopolos montaban en caballos autóctonos y empleaban el mismo equipamiento que sus oponentes. Los mamelucos consideraban a los turcopolos traidores y apóstatas, de manera que ejecutaban a todos los que capturaban.

Los turcopolos tenían sus propios líderes, llamados turcopolieres, que superaban en rango a los sargentos ordinarios, al menos en la batalla. Entre los altos cargos de la Orden del Temple se incluía el de turcopolier, que mandaba la caballería mercenaria enrolada en Oriente y los hermanos sargentos. Asimismo, entre los asistentes personales del Maestre del Temple se contaba un turcopolo.

Los miembros de estas unidades que sobrevivieron a la caída de Acre siguieron a las órdenes militares en su partida de Tierra Santa y se establecieron en Chipre junto a los templarios y en Rodas y Malta junto a los hospitalarios. Como una reminiscencia moderna, en el priorato de los caballeros de Malta siempre hay un miembro con el cargo de turcopolier. La Orden Teutónica también llamó «Turkopolen» a su propia caballería ligera nativa.

Infantería Cruzada.

Mientras que la caballería cruzada representaba la principal fuerza ofensiva en la batalla, pero «habría sido completamente inútil si no hubieran recibido el apoyo de la infantería«.

✠ IMAGEN V.- “Infantería cruzada formando un muro de escudos”. 


   



La mayor parte de los efectivos de los ejércitos cruzados eran de infantería. Los había que disponían de equipos completos, con casco, protecciones y escudo, y al principio los había que solo tenían un palo, se les daba el armamento capturado al enemigo o de los caídos propios. En el 1.100, los mejor equipados tenían un yelmo tipo spangenhelm o casco con protección nasal o sin ella, cota de malla tipo faldón escudo, espada y lanza, no llevaban protección en los pies. 

✠ IMAGEN VI.- “Evolución del armamento y equipos cruzados: en 1120 estaba compuesto por una cota de mallas y un casco cónico; en 1150, se añadió a la cota de mallas el escudo alargado y la oriflama, yelmo con proteción nasal; En 1250 el calzado de malla hizo que los escudos se acortaran y el yelmo cilíndrico  cerrado”.  


 



A partir de las siguientes cruzadas, en las que la mayoría fueron en barco llegaron soldados más profesionales y mejor equipados.

En el 1.150 el escudo se alargó para proporcionar protección a los pies, y aparecen las oriflamas (banderines en el extremo de las lanzas), los yelmos llevan todos protección nasal y se les añade más protección a carrilleras y cara.

En el 1.250 los caballeros llevan las perneras y calzado de malla, el yelmo es completamente cerrado, el escudo se acorta al no necesitar protección en los pies.

Normalmente la infantería mejor equipada formaba un muro de escudos, que era capaz de parar incluso a la caballería. Detrás se situaban los menos protegidos. Los arqueros y ballesteros formaban delante para recibir al enemigo con una lluvia de flechas, cuando el enemigo estaba cerca pasaban a retaguardia y seguían disparando. Los ballesteros y arqueros llevaban como protección jubones acolchados.

A menudo, la infantería se situaba a vanguardia, con los jinetes en la retaguardia. Cuando aparecía una oportunidad para una carga con éxito, la infantería abriría filas para permitir que la caballería pesada avanzara. Si el caballo sufría un revés, podrían ser socorridos por soldados de a pie.

FUENTES:

Arre Caballo.

Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.



Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval. 

 

✠  Estudios y Análisis Históricos. 

 

✠  Efemérides, personajes y hechos históricos.

 

✠  El ejército Ayyubí. (El ejército musulmán en las cruzadas).

 

Generalidades.

Los cruzados se enfrentaron primeramente con los turcos seljúcidas del Sultanato de Rüm, después contra la dinastía Abasí de Damasco y la dinastía Fatimí de Egipto, a continuación contra la dinastía Ayyubí fundada por Saladino y finalmente contra los mamelucos de Egipto. Los ayyubíes estuvieron desde 1.171 a 1.260, una buena parte de las cruzadas.

No hay una cifra exacta para la población de los distintos territorios bajo dominio ayyubí. Colin McEvedy y Richard Jones sugieren que en el siglo XII, Siria tenía una población de 2,7 millones, Palestina y Transjordania tenía 500.000 habitantes, y Egipto tenía una población de menos de 5 millones de habitantes. Josías C. Russel afirma que en este mismo período había 2,4 millones de personas en la región de Levante que vivían en 8.300 aldeas, una población de 230.000-300.000 habitantes en 10 ciudades, ocho de los cuales estaban bajo control ayyubí. Las más grandes eran Edesa (24.000), Damasco (15.000), Alepo (14.000) y Jerusalén (10.000). Otras ciudades más pequeñas eran Homs, Hama, Gaza y Hebrón.

Russel estima la población del pueblo egipcio sería de 3,3 millones distribuidos 2.300 aldeas, era una alta densidad de población rural atribuida a la alta productividad de la tierra de Egipto que permitió un mayor crecimiento agrícola. La población urbana era mucho menor, de unos 233.100, que suponía un 5,7% de la población total de Egipto. Las ciudades más grandes eran Cairo (60.000), Alejandría (30.000), Qus (25.000), Damietta (18.000), Fayum (13.000), y Bilbeis (10.000). Numerosas ciudades más pequeñas salpicaban el río Nilo, entre los que estaban Damanhur, Asiut, y Tanta. Ciudades en Egipto estaban también densamente pobladas, principalmente debido a una mayor urbanización e industrialización que en otros lugares.

Reclutamiento.

El grupo étnico mayor del ejército era el de los turcos sejúcidas, que habían constituido el elemento militar dominante en Siria desde principios del siglo XlI. Algunas tribus habían emigrado al norte de Siria hacia el año 1.120, pero la mayoría de las tropas turcas eran aun reclutadas entre las tribus turcomanas de la región de Diyarbakr. El segundo en importancia numérica era el de los kurdos, que combatían como caballería y arqueros, si bien aparentemente no utilizaban las tácticas de los arqueros montados, como sus rivales turcos. Los sultanes ayyubíes los reclutaban bien individualmente, o como unidades completas de diversas tribus; estas unidades luchaban generalmente formando un solo bloque en la batalla. El tercer grupo étnico importante era el de los árabes; eran ricos en caballos, tenían pocos arqueros preferían combatir con lanzas o espadas.

✠ IMAGEN I.- “Equipamiento militar de los abasidas siglo XI”.




 

No obstante, los beduinos continuaron aportando la caballería auxiliar, vital para los gobernantes de la Siria del siglo XII (aunque eran vistos con profunda desconfianza por los campesinos árabes asentados y por los habitantes de las ciudades).

Estos beduinos participaban en el ejército ayyubí como qufh o infiltrados de infantería que se especializaban en hostigar las comunicaciones del enemigo y como lisus, cuyo papel consistía en interrumpir las líneas de suministro enemigas infiltrándose a caballo dentro de su territorio.

Los muttawiyah o voluntarios religiosos a menudo prestaban servicio durante periodos muy cortos de tiempo; sin embargo, podían ser muy efectivos, particularmente en los hostigamientos a enemigos los rezagados. A diferencia de los ahdath o milicias urbanas, los verdaderos voluntarios religiosos eran difíciles de controlar. Los ahdath solían ser reclutados entre los sectores más pobres de las poblaciones urbanas.

Los mejores eran los mamelucos de Egipto y los ghulam de Siria que eran esclavos turcos o eslavos y que constituían las guardias personales de los sultanes y emires, los de categoría más baja eran los qaraghulams o ghulams negros por el color de su piel procedentes de Sudán.

Entre los mamelucos había diversas categorías de tropas. Altamente disciplinados y orgullosos de su posición, los askar cuidaban también de las máquinas de asedio, arsenales y otras instalaciones vitales. Los halqa eran, según parece, formaciones de gran tamaño, quizás comparables a un regimiento doméstico. Los tawashiya que comprendían tanto mamelucos como jinetes libres reclutados normalmente, cada uno de ellos con su propio caballo, paje o seguidor, unos diez animales para transportar la impedimenta y un salario para comprar el equipo. Estaban organizados en regimientos de primera categoría que permanecían próximos al jefe durante la campaña; cada tawashi estaba obligado a servir en el ejército durante un determinado número de meses.

Los ajnad o ejército territorial tenían un estatus inferior y aunque también estaban equipados adecuadamente como caballería, pocos parecen haber recibido entrenamiento como arqueros a caballo, estaban bajo el mando de los atabeg que era el gobernador de provincia. El más famoso atabeg fue seguramente Zengi, atabeg de Mosul desde 1.128, y que pronto se hizo independiente y dominó gran parte del norte de Mesopotamia y de Siria (incluida Alepo).

El ejército fatimí fue una fuerza dominada por la infantería, no por caballería. La columna vertebral de un ejército fatimí era una falange de infantería armados con sariyah (lanzas largas) y protegidos por januwiyah (escudos corporales). Caballería, incluía caballeros armenios, faris (caballeros árabes), y los mamelucos (soldados esclavos turcos o kurdos) normalmente la caballería se situaba a los flancos de la infantería.

✠ IMAGEN II.- “Ejercito fatimí o fatimida: a la izquierda del siglo XI: 1 Guardia califal, 2 jinete sahariano, 3 jinete, 4 miliciano voluntario. A la derecha siglo XII: 1 voluntario vestido como un civil a veces no tenían espada, 2 jinete árabe, 3 guardia personal del Califa. Autor Angus McBride”.




Con la llegada de los ayyubíes la infantería pasó a tener un estatus inferior, a pesar de su papel esencial en la guerra de sitio. La mayoría eran arqueros y ballesteros o combatían con lanza y escudo. Probablemente los anib actuaban como una infantería móvil montada, a veces cabalgando sobre mulas; sin embargo, la única elite real entre los soldados de a pie eran los nafatin tropas que empleaban medios incendiarios como la nafta, de ahí su nombre.

Todos los soldados profesionales de infantería recibían un salario, al menos mientras estaban en campaña. Lo mismo ocurría probablemente con los ingenieros de asedio tales como los naqqabun (mineros), los hajjarun (albañiles) y los najjarun (carpinteros).

Sin embargo, eran los servicios de apoyo los que realmente diferenciaban este ejército de sus enemigos latinos. Se ponía gran énfasis en conseguir buenas comunicaciones; el barid (servicio postal) gubernamental usaba palomas mensajeras y correos, mientras que un sistema de balizas podía llevar avisos desde las fronteras a una velocidad extraordinaria. Igualmente importante era la distribución de armas; la mayoría de las ciudades tenía un bazar de armas y muchas, como Alepo, Damasco, El Cairo y Mosul, tenían sus propios distritos de fabricaci6n de armas que eran distribuidas a las tropas desde los arsenales al comienzo de la campana. Sin embargo, durante la marcha las armaduras y la mayor parte del armamento permanecían en el thuql (tren de bagajes). Esto hacia a las tropas más ligeras y rápidas, pero podía ser desastroso si el servicio de información fallaba y se producía un ataque por sorpresa.

Consecuentemente el thuql estaba mandado por un oficial experto y fiable el amif. Los thuql también incorporaban tropas incendiarias, herreros para reparar las armas, equipo de asedio con ingenieros y peritos o agrimensores. Entre los thuql no combatientes se incluían los sirvientes, cuidadores de caballos, conductores de mulas y burros, camelleros, escribas, funcionarios religiosos, médicos y cirujanos. Los servicios médicos, eran muy sofisticados, formaban de hecho un hospital móvil.

El reparto del botín estaba cuidadosamente reglamentado en los ejércitos musulmanes: un quinto era para el gobierno y el resto se distribuía entre las tropas. La mayor parte era vendido a continuación a los mercaderes del suq al’askar (bazar de los soldados) que formaba parte del tren de bagajes y que suministraba también armamento adicional y otros pertrechos militares cuando era necesario.

El método de promoción se lleva a cabo por las acciones en el campo de batalla, los soldados podían acceder por sus méritos al rango de oficial. A diferencia de Occidente en que el linaje de la nobleza era necesario para hacer frente al coraje y lealtad. Un ejemplo revelador fue el acceso al cargo de gobernador de la ciudadela de Damasco en 1.229, de un converso español al Islam que era hermano de un caballero de la orden del Temple.

Tamaño del ejército.

Aun hoy se cree generalmente que los ejércitos islámicos eran inmensos y que los valientes cruzados estaban numéricamente superados. Esto no es lo que se desprende de los hechos; por supuesto el potencial humano de los estados musulmanes era mucho mayor que el de los estados latinos en Siria y Palestina pero, al igual que en Europa, solo una pequeña proporción tomaba normalmente parte en las campañas. No obstante podían reunirse un gran número de fuerzas auxiliares (durante un corto periodo de tiempo), alrededor del askar profesional del gobernante.

Egipto podía permitirse contar con grandes ejércitos aunque incluso bajo el régimen Fatimida, nunca fueron tan grandes como se ha creído a veces, llegando como mucho a unos 25.000 hombres como máximo. En sus primeros días como gobernador de Nur al-Din en Egipto, Saladino heredó algunos regimientos fatimitas y hay documentos que demuestran que en 1.169 contaba con 8.640 tropas regulares, excluyendo las navales, de las que las más fiables eran los 500 pertenecientes a su propia familia más 3.000 turcomanos.

✠ IMAGEN III.- “Saladino y su ejército: 1 Saladino, 2 jinete tawashi o pesado, 3 guardia personal. Autor Angus MacBride”.  


  



En otra ard (revista), que tuvo lugar el 11 de septiembre de 1.171, Saladino reunió a 174 escuadrones de caballería tulb (aproximadamente 14.000 efectivos), mientras que otros 20 escuadrones prestaban servicio en otros lugares, además de unos 7.000 auxiliares beduinos árabes.

Un intento de golpe de estado pro fatimita, en 1174, originó el desmantelamiento de la mayoría de las viejas unidades fatimíes y los auxiliares beduinos quedaron reducidos a unos 1.300 hombres.

En otra ard (revista), que tuvo lugar en 1.181 las fuerzas de Saladino estaban compuestas 9.000 jinetes, entre ellos 1000 bajo las órdenes directas del sultán Saladino con sede en Egipto, 3.000 jinetes en el sultanato de Damasco, 3.000 en Alepo, 1.000 en Homs y Hama, 2.000 para las zonas de Mosul y Jazeera.

La confederación de sultanatos ayyubíes tenía unos 22.000 jinetes en su ejército regular en 1.181. Por comparación los estados Latinos, Jerusalén y los principados cristianos, en el mismo periodo son bastante equivalentes. Había alrededor de 12.000 caballeros y de 15.000-18.000 turcópolos.

Costumbres.

El aspecto físico, vestimenta y una especie de heráldica, aun rudimentaria, distinguía a los individuos y grupos dentro de la organización militar del ejército Ayyubí. Mientras que la familia Ayyubí y los turcos llevaban el pelo largo, los árabes, a excepción posiblemente de los beduinos, se afeitaban la cabeza. Casi todos los hombres musulmanes usaban barba o mostacho, aunque algunos marineros tuvieron que afeitárselos para poder hacerse pasar por cruzados para atravesar el bloqueo latino. Un gorro alto de color amarillo llamado kalawta era utilizado por los ayyubíes, mientras que los diferentes modelos de túnicas envolventes de los turcos del Asia Central se hicieron populares entre la clase dirigente. Los hiyasas o cinturones fabricados con placas de metal unidas entre sí distinguía a los soldados de elite.

✠ IMAGEN IV.- “Sarracenos siglo XI. Autor Giuseppe Rava”.





Las inscripciones en los escudos aparecerían durante el siglo XI y haciéndose más comunes posteriormente, otros emblemas y colores indicaban la influencia iraní probablemente llegada a través del popular Shahnamah (poema épico); sin embargo, no hubo un auténtico sistema heráldico islámico hasta la dinastía mameluca de mediados del siglo XIII en adelante. Los emblemas continuaban siendo personales y no hereditarios y nunca hubo una institución gubernamental que regularizara la heráldica como en Europa.

La bandera personal de Taqi al-Din fue descrita por un testigo cruzado como parecida a un par de pantalones, pero lo que el ignorante europeo probablemente vio, fue más bien un estandarte de doble de manga de viento tal y como había sido utilizado por los turcos y por los persas durante cientos de años, o una bandera con la espada de Ali de doble hoja, o bien un emblema tribal turco llamado tamga.

Ciertamente las tropas de Taqi al-Din marchaban bajo un estandarte amarillo, al ser este color el favorito de los ayyubíes. Sin embargo, este color no era uno de los normales del simbolismo islámico (verde, blanco, negro, rojo), al haber perdido el favor en los años anteriores. Mientras que los árabes y los kurdos utilizaban diversos tipos de bandera, los turcos usaban también el tuq o estandarte de cola de caballo.

Organización.

El ejército ayyubí estaba subdividido en unidades de varios tamaños, aunque los términos utilizados se solapan a menudo. La más pequeña era la jarida (70 hombres), y el tulabah o tulb (de 70 a 200 hombres), con su propia bandera tulabah sanjaq y trompeta.

La jamé era probablemente una formación táctica compuesta de tres jaridas. La sariya era una formación ad hoc formada aproximadamente por 20 jinetes, utilizados con frecuencia en emboscadas, mientras que la saqa era una pequeña guardia avanzada o grupo de reconocimiento.

A diferencia de sus enemigos latinos, los musulmanes tenían también graduaciones específicas de amir (oficiales), que iban desde el isfahsalar (jefe del ejército) y del ustadh al dar y del hajib (chambelán), que eran jefes superiores al amir hajib, amir jandar, khazindar (gobernador de una ciudadela importante), amir kabir (gran oficial) llegando hasta el amir ordinario. Un rais mandaba la milicia ahdath, mientras que el shihna era jefe de policía.

Los soldados regulares recibían una paga regular amakiyah (soldada), o bien mantenían iqta (concesiones de tierra), que tenían características comunes con los feudos europeos. La estructura salarial estaba controlada por un diwan al jays (ministro del ejército), que también llevaba una relación con los nombres de los soldados y dónde estaban estacionados, llevando a cabo revistas para comprobar la instrucción y el equipo. Los soldados que estaban registrados recibían armas gratis procedentes de los arsenales gubernamentales, pero si perdían el equipo, su coste era deducido de la paga. Cualquier cambio de graduación, estado o unidad quedaba también quedaba reflejada en los registros.

✠ IMAGEN V.- “Sarracenos siglo XII-XIII. Autor Andrey Karashchuk”.





La iqta o feudo era vital en este sistema militar. Era en realidad un sistema de tributos sobre las cosechas en el que el terrateniente recibía una parte de los ingresos como pago a la garantía de que los impuestos serían recaudados. Una característica importante que distinguía a la iqta del feudo europeo era que la tierra podía ser recuperada en cualquier momento. En pago por la iqta, el terrateniente mantenía también un número determinado de tropas equipadas.

Algunas iqtas eran enormes propiedades concedidas a miembros de la familia gobernante. Otras eran gobiernos de ciudades, castillos y distritos estratégicos otorgados a oficiales superiores. También había ciudades y pequeñas propiedades concedidas a amirs de menor importancia.

También podían ser iqtas los salarios o las pensiones procedentes de las propiedades gubernamentales.

El valor de las concesiones de tierra variaba considerablemente incluso dentro de una misma región. Solo una generaci6n después de la muerte de Saladino una inspección mostró que las iqtas iban desde una que mantenía a 250 jinetes, a otra que comprendía las ciudades de Nablus y Janin y que mantenía a 120 hombres, llegando hasta una pequeña iqta que mantenía 70 jinetes. Las tierras de inferior calidad eran concedidas como iqtas a la ajnad (milicia), o a los beduinos auxiliares; los muqtas sólo vivían en estas propiedades en caso de haber perdido el favor político.

Armamento.

Saladino ascendió al poder en las regiones centrales del mundo musulmán que eran muy escasas en hierro y combustible para trabajar los metales. La fuente importante más próxima de mineral de hierro era Anatolia oriental, pero en todo lo demás el imperio Ayyubí tenía que confiar en los lingotes importados, aparte de unas pequeñas minas de las montañas próximas a Beirut y los alrededores de Ajlun, ambas virtualmente a caballo sobre la frontera con los estados latinos. No es sorprendente, por tanto, que el comercio a larga distancia en lingotes de hierro y acero refinado, en gran parte procedentes de la India, fuera vital para los ejércitos ayyubíes. A pesar de tales dificultades Egipto tenía tres arsenales estatales bajo el régimen fatimí, uno de los cuales empleaba 3.000 artesanos, y que Saladino heredaría posteriormente. Además de la fabricaci6n de espadas en Damasco, Mosul contaba con un mercado de armas al igual que la cercana Bagdad.

✠ IMAGEN VI.- “Equipamiento militar de los ayyubíes siglo XIII durante las cruzadas. Autor Igor Dzis”. 


   



El gran valor de ese equipo hacía que la captura de los almacenes del enemigo mereciera ser incluidos en los relatos de la época, y cuando una guarnici6n latina se rendía, invariablemente tenía que abandonar sus armas. Los musulmanes podían también exigir el pago de los tributos en armas, que incluían incluso armaduras para los caballos procedentes de los estados latinos, aunque también en enero del año 1.188 una embajada bizantina regaló a Saladino 400 cotas de malla, 4.000 lanzas y 5.000 espadas capturadas a un ejército italo-normando como señal de amistad. Las espadas se importaban comercialmente tanto de Bizancio como de Europa, si bien esto último en contravención directa de una prohibición papal.

Pero una larga campaña podía representar grandes problemas de abastecimiento. Las armas utilizadas por los ejércitos de Saladino eran muy diversas.

El arco compuesto había sido durante mucho tiempo el arma arrojadiza principal en el Oriente Medio, sin embargo, se produjo un cambio importante durante las cruzadas pasando del arco angulado llamado huno, al ligeramente curvado tipo turco. El primero de ellos se tensaba suavemente al principio aumentando suavemente la tensión, aunque adolecía de un desperdicio de energía al soltar las enormes orejas no flexibles. Estas largas orejas podían constituir también un problema para el arquero montado, mientras que el nuevo arco suavemente curvado era más corto y por tanto con menos probabilidades de golpear el caballo del propio arquero, y con una mayor eficacia en la transferencia de energía a la flecha. Por otra parte, el tipo turco llamado tenía un tensado más duro y podía ser menos preciso en las manos de alguien que no fuera un arquero experto. Había otro tipo llamado nawak  que era un hibrido de arco y ballesta, de los que no se han conservado ningún ejemplar. Las fuentes que señalan la ineficacia de los arqueros islámicos contra las armaduras de los cruzados han sido generalmente mal interpretadas, al referirse, como hacen, a los hostigamientos a larga distancia cuyo objetivo era herir a los caballos desprotegidos más que matar a los soldados. De hecho, pruebas efectuadas han demostrado que la malla ofrecía poca resistencia a las flechas, incluso a las disparadas con el arco largo, inferior al utilizado en la Europa occidental.

✠ IMAGEN VII.- “Jinetes musulmanes: a la izquierda jinete árabe o fari siglo XII: observar que lleva una cota de malla sobre acolchado, escudo redondo o tur, observar el tarbazin o hacho mezcla de hacha y martillo . A la derecha jinete persa siglo XIII, lleva una kazaghand similar a la brigandina occidental, una protección lamelar o jawshan, lleva un hacha ligera o durbash”.





Las lanzas eran las dariyah o sariyah tenían una longitud de 3 o 4 metros y eran usadas por la infantería como pica y por la caballería, las sabarbahah eran lanzas más cortas de 2,5 m a veces llevaban gancho cerca de la punta para derribar jinetes, las khisht eran jabalinas ligeras, las furayjiyah que eran jabalinas pequeñas usadas por los fatimíes.

Entre las espadas islámicas había las denominadas sayf rectas, aunque los jinetes turcos empleaban un sable ligeramente curvado llamado kilij, tambien empleaban las khanjar o daga larga sobre todo en caballería.

Como armamento secundario empleaban la latt o maza, durbash o hacha ligera, tabarzin  o hacha de caballería que era a la vez hacha y maza y ocasionalmente lazos.

Como escudos empleaban los januwiyah que eran escudos grandes usados por la infantería, los tariqah o escudos cometas similares a los cruzados, los tur o escudo redondo usado por la caballería, y las adargas o escudos de cuero.

Los yelmos utilizados eran de diversos tipos: uno era el khud que estaba fabricado parcialmente con cuero endurecido, había uno que era segmentado al que denominaban tark, en tanto que los pueblos turcos usaban el sharbush, gorro tieso adornado con pieles y con la parte frontal levantada, entre los árabes se empleada un casco semiesférico llamado beydah (huevo), rodeado por un turbante, los persas usaban un casco cónico con una cubierta encima. Los cascos a veces llevaban sujeto una cota de malla llamada mighfar y también un protector nasal movible o tiraz ricamente bordada con una inscripción que era concedida por los dirigentes a sus seguidores como señal de fidelidad.

Los musulmanes preferían la protección lamelar sobre la de malla, ya que ésta proporcionaba mejor protección contra armas arrojadizas, pero menor protección frente al cuerpo a cuerpo, normalmente iban menos protegidos que los cruzados para tener mayor velocidad y movilidad. Empleaban petos laminados llamados jawshan, mientras que los turcos de Anatolia y el Cáucaso empleaban otro tipo llamado djavshan, también emplearon la jubbah que era una protección acolchada en forma de túnica, encima de la cual se podía poner una cota de malla. Otro tipo era el kazaghand similar a la brigandina occidental, era una camisa de cota de malla cubierta de un buen tejido a veces seda sobre un acolchado. Los caballos iban protegidos por un acolchado llamado tifat.

Tácticas de los musulmanes.

Saladino continuó utilizando las viejas razzias, aunque se habían producido cambios en la forma de llevarlas a cabo. Los viejos ejércitos, mezcla de infantería y caballería, dieron paso a elites más pequeñas de mamelucos consistentes en arqueros montados apoyados por caballería auxiliar que utilizaban las tácticas turcas de maniobra rápida, dispersión y hostigamiento, aunque es posible que los manuales militares de la Edad Media islámica reflejen la teoría más que la realidad.

Sin embargo, la organización de la disposición de una batalla, un campamento, orden de marcha, asedio o contra-asedio, eran muy similares a las de las obras procedentes de los fatimitas, ayyubíes o incluso de los periodos de los mamelucos. Las tácticas de asedio de Saladino eran casi exactamente las mismas que las de sus predecesores fatimíes, mientras las de su caballería eran mucho más flexibles que las de los cruzados. Los jinetes de Saladino podían aguantar si las condiciones eran adecuadas y de hecho se exigía una considerable destreza a los jinetes a finales del siglo XII. Las fuentes literarias dan primacía a la lanza que podía usarse con una o dos manos, ser lanzada a los brazos o piernas del enemigo, o a su cuerpo, y en caso de que las lanzas se partieran, los jinetes desenvainaban sus espadas. Solamente en fuentes turcas muy específicas se concede a los arcos una gran importancia.

✠ IMAGEN VIII.- “Carga de la caballería árabe. Autor Giuseppe Rava”.





Los manuales de caballería que fueron escritos aproximadamente una generación más tarde, tratan del inicio y continuación de un ataque, el fingimiento de una retirada, la media vuelta en la batalla, la evasión ante el enemigo y la renovación del ataque. Los arqueros montados son instruidos sobre cómo controlar sus monturas y como disparar; también se tratan en ellos las ventajas de las diversas formas de los arcos y flechas, así como la utilización de protectores para el pulgar en los disparos a larga distancia y el uso de la jabalina a lomos del caballo. El entrenamiento de los soldados de a pie recibía menor atención, aunque los manuales daban consejos a los arqueros de infantería describiendo las habilidades que necesitaban para combatir en campo abierto. Poco después expertos militares sugerirían que la infantería debía ser capaz de marchar largas distancias, reconocer las formaciones peligrosas del enemigo indicadoras de un ataque inminente, de saber cómo ponerse a cubierto, de detectar y perseguir a la caballería y de cómo dispersar o espantar a los caballos del enemigo.

Una vez en territorio enemigo cualquier fuerza debía mantener siempre abierta una ruta de escape. Esto era particularmente cierto en el caso de los grupos de asalto ligeramente equipados, cuya función insistía en sembrar la confusión y miedo entre el enemigo. Los beduinos árabes auxiliares eran excelentes tendiendo emboscadas, especialmente si eran nativos de la zona. Si la incursión tenía que hacerse por la noche el tiempo lluvioso, ventoso o nublado era el mejor; si el enemigo era fuerte, era aconsejable atacarle justo antes del amanecer mientras aún estaban confusos y adormilados. Las batallas campales eran generalmente evitadas, sin embargo, cuando se producían es difícil estimar hasta qué punto las tácticas de Saladino se ajustaban a la teoría.

La guardia o jandariyah permanecía junto al jefe, y aunque Saladino normalmente situaba a sus mejores regimientos halqa en el centro, las tropas halqa también actuaban como formaciones independientes. La caballería pesada se utilizaba por supuesto para la carga, operando de forma parecida a los caballeros latinos y, al igual que éstos, estaban divididos en pequeños escuadrones o tulb. No obstante los arqueros montados seguían siendo la táctica más efectiva de la caballería.

✠ IMAGEN IX.- “Jinetes-arqueros musulmanes acosando a los cruzados”.





El terreno era aprovechado al máximo. Shirkuh engañó a la caballería latina atrayéndola a una carga imposible de realizar en una pendiente cuesta arriba en un terreno de arena blanda, en 1.167; y Saladino utilizó un tal (montículo artificial de escombros y desperdicios debido a la larga estancia, típico del Oriente Medio), para esconder sus reservas.

Pero estas sofisticadas tácticas de batalla requerían unas comunicaciones fiables, y en este aspecto los musulmanes estaban bien servidos utilizando instrumentos musicales, banderas y pregonaros jawush o munadi.

La guerra de asedio era frecuentemente el objetivo principal de las grandes expediciones. Tropas ligeramente armadas serían las primeras en llegar y cercar la fortaleza enemiga, los atacantes protegían a continuación su posición con empalizadas antes de cavar los atrincheramientos.

A veces se construían torres de asedio y los minadores comenzarían a socavar las murallas del enemigo. Las operaciones de socavación, que requerían personal especializado y una cuidadosa dirección, eran utilizadas por los musulmanes más que por los cruzados. Además de arietes, los musulmanes contaban con una gran variedad de máquinas lanzadoras de piedras, algunas de las cuales eran lo suficientemente grandes como para dañar una muralla, o al menos las almenas que proporcionaban cobertura a los defensores.

Un gran número de máquinas más pequeñas esencialmente se emplearon contra el personal y estaban diseñadas para desalojar a los defensores de sus posiciones antes de realizar un as alto general.

Una de las tareas más importantes de los atacantes consistía en proteger sus máquinas de asedio de madera y sus mineros de los defensores en caso de que estos realizaran una salida. Una vez se había conseguido hacer una brecha o socavar una muralla, la guarnición recibía la oportunidad de rendirse, si esta era rechazada, se organizarían grupos de asalto al mando de los mejores oficiales disponibles. Cuando estos conseguían tomar la brecha solían detenerse de nuevo para ofrecer al enemigo una última oportunidad de rendición. Los asedios podían durar meses y en tales casos el campamento de los sitiadores solía convertirse en una ciudad temporal. En las afueras de Acre en 1.190, la posición de Saladino tenía 7.000 tiendas que incluían 140 herreros, todos controlados por una fuerza de policía. Existían diversos mercados que comprendían ropa y armamento usado o nuevo, además de unas 1.000 pequeñas casas de baño, la mayor parte de ellas regentadas por norteafricanos. El contraste con los campamentos cruzados, azotados por las enfermedades, no podía ser más chocante.

Los ejércitos musulmanes eran también muy sofisticados en la defensa de las fortificaciones, la mayoría de las cuales estaban basadas en diseños establecidos desde tiempo atrás y que se remontaban al periodo preislámico. La burj o torre era una pieza básica en la arquitectura militar islámica. Galerías cubiertas que se extendían a lo largo de la parte superior de las murallas eran también de uso corriente y las murallas de la ciudad tendían a ser más altas que anchas. Los cambios arquitectónicos más importantes aparecieron a principios del siglo XIII como resultado de la invención del mangonel de contrapeso, pero que no habían aparecido todavía en la época de Saladino. Las guarniciones contaban con albañiles, zapadores, ballesteros, lanzadores de jabalinas, tropas contraincendios y operarios para las maquinas lanzadoras de piedras. Si un ataque era inminente las tropas debían contaminar todas las fuentes de agua de las inmediaciones e incluso intentar extender la enfermedad con el viento mediante cadáveres de animales. Si era posible los asaltantes debían a su vez ser atacados por la guarnición antes de que pudieran establecer el campamento. Una vez comenzado el asedio los defensores debían realizar salidas nocturnas para incendiar las maquinas enemigas, pero si se intentaba una salida a la luz del día esta tenía que efectuarse por una formación cuadrada y muy disciplinada.

✠ IMAGEN X.- “Envolvimiento musulmán. Los jinetes musulmanes raramente atacaban de frente, normalmente preferían envolver a sus enemigos por las alas”.





Muchas de estas ideas fueron utilizadas en la guerra naval. Sin embargo, el papel principal de la flota de Saladino consistió en transportar tropas rápidamente desde Egipto a Siria y dificultar el tráfico entre los estados latinos y Europa. Los infantes de marina iban a bordo de grandes buques mercantes así como en galeras de combate e incluían arqueros, tropas contraincendios, y operarios de máquinas lanzadoras de piedras así como especialistas en abordajes.

Cuando se enfrentaban con una flota enemiga, las galeras musulmanas utilizaban formaciones del tipo de media luna o compactas, simulaban la retirada y utilizaban las peculiaridades de la costa para ponerse a cubierto. Aunque el poder naval musulmán había ido declinando desde hacía más de un siglo, en un manual naval del siglo XIII aún se podía proclamar que los musulmanes eran superiores a los bizantinos en guerra naval, aunque no hacia comparaciones con las entonces dominantes flotas italianas. Los buques de Saladino eran esencialmente los mismos que los de sus enemigos. La shini era la galera de combate estándar, aunque muchos buques de carga eran también impulsados por remos. Otros, por supuesto, utilizaban velas y hoy se sabe que los carpinteros mediterráneos musulmanes construyeron buques de tres mástiles más de un siglo antes de que aparecieran en las flotas cristianas. Ya en el año 955 se construyó un gran barco que medía 95 metros de largo y casi 40 de ancho. Sin embargo, los buques de guerra construidos por secciones en Egipto y transportados a continuación a través del Sinaí, a lomos de camello, hasta el golfo de Acaba en 1.170, tenían forzosamente que ser de pequeño tamaño. Otros tipos de buques empleados en el océano Índico podían ser, por el contrario, sorprendentemente grandes. Aquí se utilizaron menos los remos, en parte debido a los fuertes vientos monzónicos, pero sobre todo a causa de que al ser escasas las fuentes de agua, las pequeñas tripulaciones constituían una ventaja. El timón de dirección de popa con goznes, una invención china, fue también conocido por los marinos de la Arabia oriental al menos en el siglo XII.

FUENTES:

Arre Caballo.

Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠



Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval. 

 

✠  Estudios y Análisis Históricos. 

 

✠  Efemérides, personajes y hechos históricos.

 

✠  TEMPLARIOS Y HOSPITALARIOS EN LA RECONQUISTA PENINSULAR.

Templarios y hospitalarios llegaron a la Península Ibérica a principios del siglo XII. Su objetivo era obtener recursos para Tierra Santa. Sin embargo, los reyes cristianos pronto buscaron implicar a las dos Órdenes militares internacionales en la Reconquista hispánica. No obstante, templarios y hospitalarios ibéricos debían enviar cada año parte de sus rentas al Oriente Latino. En consecuencia, su presencia en la frontera sufrió una crisis en la segunda mitad del siglo XII. En cambio, ambas órdenes participaron activamente en el gran avance de la reconquista durante el siglo XIII. En los siglos XIV y XV sólo la Orden del Hospital tuvo una pequeña presencia en la frontera ibérica con el Islam. 

✠ IMAGEN I.- “Órdenes militares internacionales en España”.




Como es bien conocido, entre los siglos VIII y XV se produjo un lento proceso de expansión territorial cristiana a costa de los musulmanes en la Península Ibérica.

Dicho proceso recibe el nombre tradicional de Reconquista. Según es sabido, se trata de un término discutido, discutible y polémico. No obstante, se sigue utilizando por comodidad y pragmatismo.

A partir del siglo XI se producen novedades importantes en la reconquista. Por influencia del resto de Europa, penetran en la Península ideas nuevas como las de guerra santa y cruzada. Dichas ideas se van a mezclar con la idea de reconquista. . La vinculación entre cruzada y reconquista se va a producir justamente cuando la reconquista se acelera entre los siglos XI y XIII.

Junto con la cruzada, a partir del siglo XII aparecen en la Península Ibérica las órdenes militares. Dichas órdenes están estrechamente ligadas al movimiento cruzado, pero sus miembros no eran cruzados propiamente dichos.

Por su propia naturaleza, el voto de cruzada era temporal. En cambio, los miembros de las órdenes militares tenían un voto permanente de defensa de la cristiandad. Una Orden Militar era ante todo una orden religiosa de la Iglesia cuyos miembros estaban dedicados a la defensa armada de las fronteras de la cristiandad. Las primeras órdenes militares nacieron en Tierra Santa a principios del siglo XII durante la época de las cruzadas. Sin embargo, muy pronto se hicieron presentes en las principales fronteras de la cristiandad: el Oriente Latino en primer lugar, pero también en el Báltico y en la Península Ibérica. 

Existían diferentes tipos de órdenes militares. Básicamente se suelen distinguir dos clases: órdenes internacionales, con presencia en todo Occidente, y órdenes nacionales, con implantación preferente en una zona. Se trata de una división tradicional, no muy exacta y que ha sido sometida a crítica. El principal problema es que los términos «internacional» o «nacional» aluden a la existencia de «naciones», algo que resulta anacrónico hasta fines de la Edad Media. Sin embargo, las alternativas que se han propuesto de momento tampoco se han impuesto. Por ejemplo, recientemente el profesor Carlos de Ayala ha propuesto una interesante triple división entre órdenes universales, territoriales y nacionales, pero todavía está por ver si con el tiempo se impondrá.

Por razones didácticas y de pragmatismo vamos a mantener aquí la división tradicional, aún reconociendo sus evidentes defectos. Como es bien conocido, las principales órdenes internacionales o universales fueron el Temple y el Hospital. En cambio, entre las nacionales o territoriales se pueden destacar la alemana de los caballeros teutónicos o las hispánicas de Santiago, Calatrava y Alcántara.

Tradicionalmente, se ha destacado mucho la aportación de las órdenes militares a la reconquista española en los siglos XII y XIII. Sin embargo, en los últimos tiempos se ha tendido a matizar dicha idea. Parece que la aportación militar de las órdenes no fue tan destacada como se creía debido al escaso número de sus miembros. No obstante, se trata de una cuestión que se sigue debatiendo en la actualidad. 

Dentro de esta temática, desde mediados del siglo XX se ha tendido a despreciar y minusvalorar la aportación militar de las órdenes internacionales a la Reconquista. Llevada por un nacionalismo mal entendido, la historiografía española suele valorar muy negativamente la actividad bélica del Temple y del Hospital en la Península. Serían las órdenes hispánicas de Santiago, Calatrava y Alcántara las que participarían de forma más activa en la Reconquista. Al Temple y al Hospital incluso se las llegó a calificar como «Órdenes extranjeras», a pesar de que la mayor parte de su personal en la Península era autóctono.

Quizás el iniciador de estas ideas fue Santos García Larragueta, quien al analizar el caso de la Orden del Hospital en Navarra durante los siglos XII y XIII no detectó ningún tipo de actividad militar. En los años cincuenta del siglo XX dicho autor pensó que el modelo navarro era aplicable al conjunto de la Península. Afirmó que la Orden del Hospital careció por completo de carácter militar en la Península. La mencionada Orden se habría dedicado exclusivamente a actividades económicas y propiamente religiosas en España. Las ideas de García Larragueta tuvieron una amplia difusión y un fuerte impacto en su momento. La verdad es que también fueron deformadas en parte. En cualquier caso, a partir de entonces grandes medievalistas de la época como Julio González se basaron en las teorías de García Larragueta. La difusión y vigencia de estas ideas ha llegado prácticamente hasta nuestros días. De hecho, la historiografía española sigue otorgando una atención preferente a las órdenes militares hispánicas.

En nuestra opinión, se debe revisar y matizar un poco esta visión. Sobre todo, es necesario diferenciar entre ámbitos geográficos dentro de la Península Ibérica. Por eso, nos hemos decidido a analizar dicha cuestión en nuestra aportación al presente estudio.

Las fuentes disponibles para analizar la materia no son muy abundantes. En primer lugar, por supuesto, contamos con las referencias contenidas en las crónicas de la época. Sin embargo, las fuentes narrativas medievales no contienen demasiados datos al respecto. Más interesantes son las fuentes documentales.

Existe documentación sobre las órdenes internacionales en el Archivo Histórico Nacional, Archivo de la Corona de Aragón y Archivo de la Torre do Tombo. No obstante, los diplomas que hacen referencia a su implicación en la reconquista son relativamente escasos. La mayoría de ellos están publicados desde hace tiempo.

Las órdenes internacionales nacieron mucho antes que las nacionales. El Hospital fue la primera en aparecer. Sin embargo, nació como una orden asistencial a fines del siglo XI y principios del siglo XII. Estaba dedicada al cuidado de peregrinos y enfermos en Tierra Santa. Inicialmente, su principal función era mantener un gran hospital en Jerusalén. No se transformó en una orden militar hasta mediados del siglo XII, debido a las acuciantes necesidades defensivas del Oriente Latino.

En cambio, el Temple nació ya como la primera orden propiamente militar a principios de dicha centuria (1118). Al principio, era una pequeña asociación de caballeros dedicados a escoltar a los peregrinos que viajaban entre la costa de Palestina y Jerusalén. Sin embargo, pronto tuvieron un enorme éxito. Se convirtieron en una orden religiosa aprobada por el Papa. Además, su tamaño creció mucho hasta asumir importantes responsabilidades en la defensa de los reinos y principados cruzados a partir de mediados del siglo XII. Por su parte, las distintas órdenes nacionales no empezaron a surgir hasta la segunda mitad del siglo XII.

El ámbito inicial de actuación del Temple y del Hospital fue Tierra Santa. Aquí desde muy pronto se convirtieron en uno de los principales instrumentos de defensa armada del Oriente Latino. El Hospital, por su parte, también siguió desempeñando una importante labor asistencial. Sin embargo, desde muy pronto ambas órdenes empezaron a extenderse por todo Occidente. Fue entonces cuando aparecieron en la Península Ibérica. Muy poco después de su fundación y en fechas sorprendentemente tempranas templarios y hospitalarios comenzaron a implantarse en la Península. Ocurrió por tanto ya a principios del siglo XII.

La estructura básica de ambas órdenes era muy similar. El mando supremo radicaba en un Maestre que estaba establecido en Oriente. Los miembros de la Orden eran de tres tipos: caballeros, capellanes y sargentos.

En Europa la unidad administrativa básica era la Encomienda, que estaba gobernada por un alto oficial llamado Comendador. Las Encomiendas o Bailías de ambas órdenes conformaban una tupida red que cubría prácticamente todo Occidente. Las Encomiendas se agrupaban en provincias que estaban a cargo de un alto oficial llamado Prior en el caso del Hospital y Maestre provincial en el caso del Temple. La mayoría de los miembros de las órdenes en Occidente eran capellanes y sargentos. Los caballeros se solían concentrar en Oriente.

En la Península Ibérica prácticamente hubo una correspondencia entre los límites de las provincias templarias y hospitalarias, y los reinos cristianos. Si acaso, su número era más reducido en el caso del Temple, que fundió en una única provincia a los templarios aragoneses y navarros. En cambio, en el caso del Hospital terminó habiendo más provincias que reinos. A partir del siglo XIV el Priorato de Aragón se dividió en un priorato de Cataluña y otro de Aragón.

Así pues, hubo Maestres provinciales del Temple en Portugal, Castilla y Aragón.

También existieron Priores provinciales del Hospital en Portugal, Castilla, Navarra, Aragón y, a partir del siglo XIV, Cataluña. Por debajo de estas provincias, una densa red de Encomiendas templarias y hospitalarias cubrió prácticamente toda la Península Ibérica. Por encima, en el caso del Hospital existió un gran Comendador de España durante los siglos XII y XIII.

No obstante, la presencia inicial de ambas órdenes en España careció por completo de carácter militar. Al igual que en el resto de Europa, templarios y hospitalarios al principio sólo buscaban obtener donaciones en la Península Ibérica para financiar sus actividades en Tierra Santa. En el caso del Hospital, ni siquiera era todavía una Orden Militar sino asistencial.

Las diferentes monarquías ibéricas recibieron muy bien a las dos órdenes.

Enseguida empezaron a hacerles donaciones. Sin embargo, también desde muy pronto intentaron implicar a templarios y hospitalarios en la Reconquista. El caso paradigmático de esto es el del rey Alfonso I de Aragón. Como es bien conocido, se trataba del prototipo de monarca cruzado de la época en la Península. Seguramente con el fin de implicar a las órdenes militares internacionales en la Reconquista redactó su famoso testamento de 1131. En virtud de dicho texto legó su reino a las órdenes del Temple, Hospital y Santo Sepulcro.

✠ IMAGEN II.- “Alfonso I de Aragón”.




Según es sabido, el testamento de Alfonso I no se cumplió tras su muerte en 1134. Sin embargo, sus inmediatos sucesores tanto en Aragón como en Navarra tuvieron que hacer grandes donaciones a las órdenes militares internacionles como compensación. En especial, el conde de Barcelona, Ramón Berenguer IV, llegó a un importante acuerdo con el Temple para que dicha Orden renunciara a sus derechos a Aragón en favor del conde. Como parte de dicho acuerdo, los templarios recibieron varios castillos en la nueva corona catalano-aragonesa en 1143. En contrapartida, se comprometieron a participar de forma activa en la lucha contra los musulmanes en la frontera sur de Aragón.

✠ IMAGEN III.- “Ramón Berenguer IV”.




Por su parte, el Hospital se encontraba por la misma época en pleno proceso de conversión en una orden militar. En nuestra opinión, dicho proceso se produjo de forma simultánea tanto en Tierra Santa como en la Península Ibérica a mediados del siglo XII. Casi a la vez en ambos ámbitos, los hospitalarios empiezan a tomar posiciones en la frontera y a participar en acciones bélicas contra los musulmanes. En los años treinta y cuarenta del siglo XII la Orden recibe sus primeros castillos fronterizos. Después, empieza a colaborar de forma activa en combates con el Islam. En Tierra Santa, el primer testimonio claro de esto se remonta al asedio de Ascalón en 1153. En España, la primera referencia a una implicación del Hospital en la Reconquista se sitúa en el cerco de Tortosa en 1148.

En definitiva, a mediados del siglo XII y por presión de los reyes ibéricos el Temple y el Hospital se empiezan a implicar de forma activa en la lucha contra los musulmanes en la Península. Hay que resaltar que esto era algo excepcional dentro del contexto europeo. Normalmente, las posesiones del Temple y del Hospital en Occidente carecían de todo carácter militar. Sólo servían como fuente de recursos para el Oriente Latino. La mayoría de los templarios y hospitalarios que vivían en Occidente eran capellanes y sargentos. Había muy pocos caballeros. La mayoría de los caballeros de ambas órdenes servían en Oriente.

Dentro de Europa, las dependencias ibéricas de ambas órdenes eran las únicas que se implicaron de forma activa en la actividad guerrera al igual que en Tierra Santa. Por eso, en las provincias peninsulares del Temple y del Hospital siempre hubo un contingente de caballeros entre sus miembros mayor de lo habitual en Occidente. Esto seguramente era debido a la presencia de una frontera directa con el Islam.

Probablemente por dicha razón dentro de la Península Ibérica, sólo en el caso de Navarra se siguió el modelo general europeo. El citado reino carecía de frontera directa con el Islam desde principios del siglo XII. Por eso los establecimientos navarros del Temple y del Hospital carecieron por completo de carácter militar durante los siglos XII y XIII.

El patrón de asentamiento del Temple y del Hospital en la Península es diferente al de las órdenes hispánicas. Templarios y hospitalarios ibéricos tienen dependencias tanto en la frontera como en la retaguardia de los reinos cristianos. En cambio las órdenes hispánicas, con la única excepción de Santiago, mantienen la mayoría de sus asentamientos en la frontera o relativamente cerca de la frontera.

Las órdenes militares internacionales reciben plazas fuertes destacadas en la frontera peninsular con el Islam a mediados del siglo XII. Es bien conocido el caso de los templarios, que obtienen el importante castillo de Calatrava la Vieja. También reciben Coria en Extremadura. Por su parte, el Hospital consigue otras fortalezas destacadas en la frontera como Uclés, Trevejo o la mitad de Alcántara.

Sin embargo, este programa de instalación de las órdenes militares internacionales en la frontera va a ser muy inestable. La contraofensiva almohade en la segunda mitad del siglo XII va a poner de manifiesto su fragilidad. Tanto el Temple como el Hospital pierden sus principales posiciones en la frontera en beneficio de las órdenes militares hispánicas, que ahora aparecen. El ejemplo más conocido es el de Calatrava la Vieja, que pasa de los templarios a la nueva Orden de Calatrava. Lo mismo ocurre con Uclés, que pierde el Hospital en beneficio de la Orden de Santiago.

El motivo de este retroceso de las órdenes militares internacionales hay que buscarlo en su misma naturaleza. Tanto para el Temple como para el Hospital su principal ámbito de operaciones era Tierra Santa. Todas las posesiones europeas de dichas órdenes, incluyendo las españolas, tenían que enviar un tercio de sus rentas a sus respectivos cuarteles generales en el Oriente Latino. Eran las llamadas «responsiones». Esta sangría de recursos ponía a las órdenes internacionales en una situación de desventaja con respecto a las nacionales, que podían dedicar todos sus medios a la Península.

No obstante, hay que destacar que el retroceso de las órdenes internacionales se limitó a los reinos de Castilla y León. En Portugal y Aragón no se produjo.

Por el contrario, el Temple y en menor medida el Hospital asumen importantes responsabilidades en la frontera meridional de ambos reinos a fines del siglo XII.

En Portugal el Temple cubre la defensa de varios castillos en la línea del Tajo. De forma más subsidiaria, el Hospital portugués colabora en la defensa de una zona vecina. En Aragón, también los templarios se encuentran en vanguardia en la frontera. En cambio, los hospitalarios aragoneses tienden a hallarse más en retaguardia.

Es de destacar que en el caso de Aragón el Temple se vio beneficiado al recibir el patrimonio de una pequeña orden militar hispánica, la Orden de Montjoy, a fines del siglo XII. El monarca aragonés Alfonso II había donado a dicha Orden varios castillos en la frontera. Sin embargo, al final Montjoy no pudo sobrevivir.

Al pasar a integrarse en el Temple, el papel de los templarios en la frontera aragonesa con el Islam se vió considerablemente reforzado.

Además, en el mismo caso de Castilla y León el retroceso fue temporal. A fines del siglo XII y principios del siglo XIII templarios y hospitalarios vuelven a ocupar posiciones en la frontera, compartidas con las órdenes hispánicas. Destaca en especial el caso del Hospital, que asume la defensa de Consuegra, una de las tres principales fortalezas de la frontera castellana junto con Calatrava y Uclés. Tras la derrota castellana en Alarcos en 1195 y la pérdida subsiguiente de Calatrava, el castillo hospitalario de Consuegra quedó en la primera línea de defensa de Castilla frente a los almohades hasta principios del siglo XIII.

Además, tanto el Temple como el Hospital participan en los acuerdos de colaboración militar establecidos entre las órdenes militares en Castilla y León a fines del siglo XII y principios del XIII.

A principios del siglo XIII tuvo lugar la gran batalla de las Navas de Tolosa, que significó el triunfo definitivo de los reyes cristianos sobre los almohades en la Península Ibérica. Como es bien conocido, aquella campaña fue organizada como una verdadera cruzada. En ella intervinieron efectivos pertenecientes a casi todas las órdenes militares, incluyendo las internacionales. Hasta ahora se conocía la participación de los templarios y hospitalarios castellanos gracias al relato de Jiménez de Rada. A esto nosotros podemos añadir ahora, gracias a un hallazgo documental reciente, que también estuvieron presentes los hospitalarios aragoneses.

✠ IMAGEN IV.- “Obispo Jiménez de Rada”.




La victoria de las Navas de Tolosa permitió un gran avance de la reconquista durante el siglo XIII. En el caso de Castilla y León las órdenes internacionales participan de forma activa en el proceso de expansión, aunque su papel es algo secundario. El Temple colabora en la reconquista de Extremadura junto con las órdenes de Santiago y Alcántara. Por su parte, tanto templarios como hospitalarios están presentes en la conquista de la Andalucía Bética, aunque su participación fue bastante poco relevante. El Hospital ya había participado en alguna incursión castellana por la región a fines del siglo XII. Después el Prior de la Orden en Castilla conquistó al menos una villa en el Valle del Guadalquivir a mediados del siglo XIII. Además, conocemos la presencia de templarios y hospitalarios sobre todo en el asedio de Sevilla por algunas citas de la «Primera Crónica General» y de la «Crónica de Veinte Reyes». 

Mientras tanto, hospitalarios y templarios portugueses participan en la toma de Alcacer do Sal a principios del siglo XIII. Cabe recordar que fue una operación en la que también figuraron cruzados procedentes del norte de Europa.

El Hospital además colabora de forma activa en la ocupación portuguesa del Algarve. Por su parte, el Temple ayuda en la toma de las islas Baleares por el rey Jaime I de Aragón, expedición a la que el Hospital llegó demasiado tarde.

Sin embargo, quizás lo más destacado fue la importante participación de las órdenes internacionales en la conquista del reino musulmán de Valencia por la Corona de Aragón. Templarios y hospitalarios ya habían cooperado en la toma de las primeras plazas del norte del reino a principios del siglo XIII. 

Sin embargo, cuando el rey Jaime se plantee la ocupación del conjunto del reino a mediados de la centuria, su ayuda resultó ser decisiva. Cabe recordar que la conquista del reino musulmán de Valencia fue planteada como una verdadera empresa cruzada. El Temple y el Hospital aportaron contingentes armados que se movilizaban con gran rapidez a la llamada del monarca. De hecho, al principio de la conquista hubo alguna campaña donde al comienzo sólo ellos acudieron a la convocatoria del monarca, ante el desinterés de la mayoría de la nobleza.

✠ IMAGEN V.- “Jaime I, el rey templario”.




Sus dirigentes también fueron grandes consejeros del rey en la conquista. En especial, destacó el papel desempeñado por el Prior provincial del Hospital en Aragón, Hugo de Forcalquier. De esta forma, la ayuda del Temple y del Hospital fue muy relevante en la ocupación de Valencia durante el siglo XIII. La autobiografía de Jaime I nos informa ampliamente de ello. Como recompensa, ambas órdenes recibieron varios señoríos en dicho reino que estaban situados sobre todo al norte, donde su participación en la conquista fue mayor. El papel de las órdenes internacionales en la conquista fue tan relevante que uno de los grandes especialistas en el reino de Valencia durante el siglo XIII, el padre Burns, calificó su presencia como «una gracia de Dios».

La última actuación relevante de templarios y hospitalarios en la Reconquista tuvo lugar en el reino de Murcia. Como es bien conocido, este reino musulmán había sido sometido al protectorado castellano a mediados del siglo XIII. Sin embargo, pocos años más tarde intentó sacudirse el dominio castellano aprovechando una revuelta general de los mudéjares de Andalucía. El rey Jaime I de Aragón acudió entonces para reprimir la rebelión murciana en 1266. Una vez más, entre los principales componentes de su ejército figuraron los templarios y hospitalarios aragoneses.

A partir de entonces, la participación de las órdenes internacionales en la reconquista empezó a disminuir. Parece que sufrieron crecientes problemas financieros en la segunda mitad del siglo XIII que les impedían prestar la ayuda militar acostumbrada. El hecho está bastante bien constatado en el ejemplo de los templarios aragoneses. En cualquier caso, la actividad del Temple y del Hospital en la Corona de Aragón empezó a reducirse a proporcionar pequeños contingentes de jinetes que patrullaban la frontera meridional del reino de Valencia. En Castilla, quizás la última acción militar del Temple fue la pérdida y recuperación del castillo de Bullas, en Murcia, a fines del siglo XIII.

A principios del siglo XIV la Orden del Temple fue disuelta tras un escandaloso proceso judicial. En la Península Ibérica, los templarios fueron declarados inocentes pero su Orden fue igualmente disuelta. Su función militar en Aragón y Portugal pasó a ser desempeñada por dos órdenes militares de nueva creación, las Órdenes de Montesa (compuesta prácticamente en su totalidad por antiguos templarios), y de Cristo. Sin embargo, el Hospital (Orden a la que también pasaron a formar parte muchos templarios),  continuó prestando servicio militar cada vez que se producía la amenaza de una incursión musulmana por el sur del reino de Valencia durante el siglo XIV. No obstante, esto se realizaba cada vez con mayores dificultades debido a los crecientes problemas económicos. Es bien significativo lo que ocurrió cuando el rey Alfonso IV intentó organizar una cruzada contra Granada. El Hospital pretendió excusarse entonces alegando dificultades financieras.

No obstante, es interesante observar que precisamente la documentación de este periodo nos permite conocer que cada vez que el rey de Aragón requería el servicio militar del Temple y del Hospital contra los musulmanes, dichas órdenes a su vez exigían la participación de los habitantes de los lugares de su señorío en la expedición.

En Castilla los hospitalarios todavía desempeñaron un papel notable en la llamada Batalla del Estrecho a fines del siglo XIII y comienzos del siglo XIV. Por entonces, la Orden del Hospital empieza a ser designada de forma preferente como Orden de San Juan. Miembros de la Orden incluso tuvieron algún comportamiento heroico durante las primeras incursiones de los benimerines por el Valle del Guadalquivir. Después habitualmente pasan a formar parte del ejército castellano durante las luchas por el control del Estrecho de Gibraltar.

En un momento determinado del siglo XIV la flota castellana en el Estrecho llegó a estar dirigida por un Prior del Hospital. Este hecho es muy significativo, si tenemos en cuenta que el Hospital se había convertido en una orden predominantemente naval a fines del siglo XIII y principios del siglo XIV.

También hubo presencia de miembros de la Orden en la famosa Batalla del Salado a mediados del siglo XIV. Cabe recordar que aquella campaña también fue organizada como una verdadera cruzada. Participaron hospitalarios tanto por parte castellana como por parte portuguesa. Sin embargo, fue una actuación relativamente menor.

Después la Reconquista se paraliza. No obstante, los hospitalarios castellanos siguieron estando presentes en los combates y luchas fronterizas con el reino musulmán de Granada durante los siglos XIV y XV. El Prior de la Orden en Castilla acudía casi siempre cuando el monarca castellano organizaba una campaña contra Granada.

Finalmente, la Orden del Hospital u Orden de San Juan aportó ayuda económica y un pequeño contingente de tropas en la guerra de conquista del reino de Granada por los Reyes Católicos. Sin embargo, la aportación propiamente militar en la última campaña de 1492 fue muy reducida y casi sólo simbólica.

CONCLUSIÓN.

En definitiva, la aportación de las órdenes militares internacionales a la Reconquista fue mucho mayor de lo que generalmente se cree. Su contribución fue muy destacada en los ámbitos de Aragón y Portugal durante los siglos XII y XIII. Incluso en Castilla su presencia militar continuó después de la indudable crisis que sufrieron en la segunda mitad del siglo XII. Sin embargo, hay que reconocer que tenían una clara desventaja con respecto a las órdenes militares hispánicas de Santiago, Calatrava y Alcántara. Por su misma naturaleza, estaban obligadas a enviar una parte importante de sus rentas a Oriente. En consecuencia, no podían dedicar todos sus recursos a su actividad peninsular.

FUENTES:

Carlos Barquero Goñi.

UNED.

Universidad de Alicante.

Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval. 

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠



Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval. 

 

✠  Estudios y Análisis Históricos. 

 

✠  Efemérides, personajes y hechos históricos.

 

✠  La Tercera Cruzada.

 

Pasaron años hasta una nueva intervención europea en el mundo oriental, tras la fulgurante derrota de los cruzados durante la Segunda Cruzada (1144-1148). El gobernante de la dinastía iniciada por Zengi, Nur al Din no pensaba relegar su poder a su primogénito ya que en ese instante tenía once años, sino que pensaba en sus generales como continuadores de su poder.

✠ IMAGEN I.- “Nur al Din”.





Sirkuh y Saladino fueron quienes llevaron a cabo las contiendas en Egipto y tras la muerte del primero, Saladino ascendió como visir en marzo de 1169. Lo cierto es que Saladino ha pasado a la historia como una persona culta, generosa y devota, respetaba a sus enemigos y solía titubear en sus decisiones, hecho que demuestra con los asedios que levantó al alargarse demasiado en el tiempo. También se le considera una persona recta y tajante como observamos en las negociaciones que mantuvo con el rey Ricardo I ante el acuerdo con el que finalizará esta tercera expedición a Tierra Santa.

✠ IMAGEN II.- “Saladino”.





✠ IMAGEN III.- “Ricardo I de Inglaterra, corazón de león”.




Tras su ascensión al poder emprendió una serie de campañas para recuperar ciudades que habían estado bajo el control de Nur al Din, estando en gran estima por la población musulmana. Proclamado como sultán de Egipto y de Siria tuvo que afrontar muchos problemas, entre ellos el provocado por Reinaldo de Châtillon, que será conocido en la historia por la Batalla de los cuernos de Hattin. En este episodio tropas musulmanas y cruzados se enfrentaron en torno a estas colinas, sufriendo los cristianos una aplastante derrota por las tropas de Saladino. La batalla se desarrolló en torno al lago Tiberíades, las tropas de Saladino rodeaban a las tropas templarias y hospitalarias, que se encontraban en lo alto de una colina. Tras la contienda fueron detenidos el Rey Guy de Lusignan, Reinaldo, el maestre de la orden del Temple, que en ese momento era Gerard de Ridefort y el maestre de la orden Hospitalaria. Es sabido que Saladino decapitó a Reinaldo en su tienda, tras el enfrentamiento las tropas de Saladino se hicieron con una de las reliquias más veneradas en el cristianismo, la Vera Cruz.

✠ IMAGEN IV.- “Guy de Lusignan”.





Saladino decidió dirigir sus planes hacia la ciudad de Jerusalén que en ese momento estaba sin un gran número de tropas que la defendiera. El encargado de defender la ciudad Santa era Balian de Ibelin, que habiendo escapado de la matanza de Hattin se vio inmerso de nuevo en el conflicto entre el sultán y los francos. El cerco de la ciudad comienza el 20 de septiembre y 9 días después la ciudad abre sus puertas al sultán, no sin antes llegar a un acuerdo. En dicho pacto se pone precio a los hombres, las mujeres y los niños que vivían en Jerusalén, Saladino tiene que ceder debido a las amenazas de los sitiados de quemar y destruir los lugares sagrados, ante esta actitud Saladino acuerda el precio que deberán pagar por poder huir de la ciudad. Este episodio en Occidente alarma a los monarcas y a la curia papal, que desde hace tiempo requerían de más efectivos para los territorios orientales., ante el temor de un ataque a todas las plazas y fortalezas en Tierra Santa. 

La Tercera Cruzada. La llamada a los reyes europeos.

Los monarcas europeos interpretaron la caída de Jerusalén con una nueva incursión contra el islam en la Tierra Santa, una nueva llamada a la cruzada recorrió Europa de manos del papa Gregorio VIII y posteriormente de Clemente III, en este llamamiento a la cruzada solicitó a los monarcas europeos beligerantes entre ellos que se diese una tregua de siete años y así acudir a la llamada en la Tierra Santa. Un hecho sorprendente que surge en esta cruzada es la introducción del impuesto denominado como “Diezmo de Saladino”, que consistía en gravar un diez por ciento sobre las rentas y los bienes, ya fuesen clérigos o laicos. La única forma de evadir este impuesto era yendo a combatir a Tierra Santa.

En este momento podemos hablar de dos movimientos masivos de fuerzas militares, el primero llevado a cabo por el monarca Federico Barbarroja y el segundo que fue llevado a cabo por Felipe II de Francia y Ricardo I de Inglaterra, que había sucedido en el poder a Enrique II en 1189.

✠ IMAGEN V.- “Federico Barbarroja”.



 


✠ IMAGEN VI.- “Felipe II de Francia”.




Uno de los primeros en acudir a la llamada del papa fue el representante de la casa Hohenstaufen, Federíco I, emperador del Sacro Imperio que no titubeó en ordenar partir a sus tropas hacia Palestina. Parte de Ratisbona en 1189, sin encontrar ningún problema en el viaje hasta los límites del Imperio Bizantino. Tras atravesar Asia menor, en Junio del año 1190 Federico Barbarroja falleció, posiblemente a causa de un infarto, en un río en las inmediaciones de los montes Tauro, provocando que parte de su ejército regresase a sus hogares. Para Saladino y sus hombres este acontecimiento les provoca satisfacción ya que temían a las fuerzas del emperador, y con su fallecimiento estas tropas se vieron muy mermadas, a parte de sufrir de hambrunas, enfermedades y las inclemencias climáticas.

 

Tanto Felipe II como Ricardo eran recelosos entre ellos en cuanto a la partida hacia tierra santa, y esta no se dará hasta el año 1190, debido a que ninguno de los dos monarcas quería dejar su reino desprotegido ante el otro, firmaron un pacto de no agresión en Gisors. Las tropas francesas llegan a Mesina en Septiembre, mientras que el ejército liderado por Ricardo I parte en julio desde Marsella a Sicilia. Ricardo Corazón de León tras una serie de problemas en el viaje desembarcó en Acre el 8 de junio de 1191. Durante su viaje en Chipre tuvo problemas con Isaac Ducas Comneno, y tras una serie de desacuerdos optó por perseguir al emperador por la isla y tomarla, siendo esta de un valor estratégico inigualable en la expedición de reconquista de Tierra Santa. La población chipriota acogió de buena forma a Ricardo y a sus hombres, lo que hizo temblar el poder de Isaac en la isla. A finales de Mayo la isla había sido tomada en su totalidad y Ricardo se embarcó hacia Acre.

Al igual que occidente respondió a la llamada a la cruzada, Saladino ordenó que emisarios recorriesen Siria y se dirigiesen a Damasco con el fin de informar que reyes europeos se acercaban con miles de soldados. También  solicitó ayuda al Magreb y a Al-Ándalus, para que acudiesen a luchar por sus hermanos. 

Las batallas de Acre y Arsuf.

El asedio de Acre fue el enfrentamiento más encarnizado y duradero de la Tercera cruzada, fue un choque de fuerzas que se alargó hasta el desgaste y la aparición de Felipe II y posteriormente de Ricardo I, el asedio se había alargado desde hacía dos años. La idea de asediar un puerto tan estratégico y de tanto valor fue de Guido de Lusignan, el asedio lo iniciaría en Agosto de 1189. La construcción de máquinas de asalto fue crucial para el avance de la contienda, la ciudad de Acre se rindió en Julio de 1191. Las tropas del rey Guido, de Felipe y Ricardo estaban flanqueadas por las tropas de Saladino, el acuerdo fue difícil ya que los cristianos llevaron a cabo una matanza con la población de la ciudad incumpliendo el acuerdo, y Saladino por medio de su labia contravenía las condiciones mediante las cuales la ciudad declaraba que se rendía. Esto hizo que se pospusiera el viaje al sur de las fuerzas cruzadas. También era una estrategia de Saladino, cuanto más tiempo pasase en Acre menos recursos tendrán los francos y más débiles se quedarían sus efectivos, el bloqueo de suministros hizo mella en las fuerzas de combate cristianas por lo que se apresuraron en acordar la caída de la ciudad.

El monarca francés decidió regresar a su país en el mes de agosto, mientras que  Ricardo optó por seguir la línea de costa seguido de sus barcos con provisiones, aunque las tropas de Saladino les seguían paralelamente. Hubo bastantes escaramuzas entre los contingentes y tras quince días de marcha desde Acre, los soldados cristianos se veían acosados por las flechas enemigas ,lo que dio paso a la batalla en la llanura de Arsuf, iniciándose a principios de Septiembre. Fue una derrota para las tropas de Saladino, aunque los dos ejércitos tuvieron pocas bajas, esta batalla hizo mella en el carácter del monarca inglés y Saladino quienes empezaron a gestar la idea de un acuerdo de paz. Tras esta batalla los ejércitos cristianos toman la ciudad de Jaffa, siendo un punto estratégico en su determinación de tomar la ciudad de Jerusalén. Los soldados de Saladino la recuperarán, aunque volverá a caer en pocos días debido a la aparición de Ricardo, quien defendería a los cristianos sitiados en la ciudadela de Jaffa junto a unos dos mil soldados.

El final de la Cruzada.

Comienza una larga negociación entre Ricardo y Saladino, con la finalidad de firmar un acuerdo de paz entre los dos ejércitos. Ricardo se mostró muy defensor de la ciudad de Ascalón, mientras que el sultán no cedió en cuanto a su determinación sobre dicha ciudad. Y tras ser reconstruida por las tropas de Ricardo, al final cedió con el desmantelamiento de la fortaleza. Otro de los puntos a los que se llegó en el acuerdo era sobre el territorio, estableciéndose el control cristiano en la zona costera que va de la ciudad de Tiro a Jaffa. Por último se acordó que los fieles cristianos podrían acceder a los lugares cristianos de la ciudad de Jerusalén sin ningún tipo de condición, a lo que Saladino accedió. La ciudad quedaría dirigida por manos árabes aunque se respetaría la libertad de culto.

Ricardo tras una interminable negociación, ante las noticias que llegaban de su reino y las conjuras que Juan estaba llevando a cabo con Felipe II, y en vista de que si no se machaba ya de Tierra Santa debería esperar a que pasara el invierno, decidió ceder para poder volver a Inglaterra con el acuerdo de paz firmado. Sin conocer a su rival Saladino, ni la ciudad de Jerusalén, el monarca inglés emprendió el camino de regreso a Inglaterra el 9 de Octubre, un viaje plagado de problemas y de aventuras.

Este episodio fue un duro revés para Europa, ya que nunca más se volvería a dominar una vasta extensión de territorio en Tierra Santa, más bien pequeños emplazamientos estratégicos. Fue una sangría para los reinos europeos el mantenimiento de las tropas a cientos de kilómetros de sus países, además de no conseguir el objetivo que se perseguía al comienzo de la campaña militar, que era la conquista de Jerusalén.

FUENTES:

Víctor Vicente García.

Revista de Historia.

Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠



Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval. 

 

✠  Estudios y Análisis Históricos. 

 

✠  Efemérides, personajes y hechos históricos.

 

Tal día como hoy, 7 de Enero, pero del año…

 

✠  891.- Nace en Córdoba, en Al-Andalus (Andalucía, España), Abderramán III, octavo emir independiente (de 912 a 929) y primer califa omeya de Córdoba (de 929 a 961). (Hace 1131 años).  

(Abderramán o Abd al-Rahmán III; Córdoba, 891 - 961). Octavo soberano Omeya de la España musulmana y primero de ellos que tomó el título de califa. Accedió al trono en el año 912, cuando sólo tenía 21, designado por su abuelo para sucederle con preferencia a sus propios hijos; y en el 929 se hizo proclamar califa, rompiendo el último vínculo simbólico que le unía con el califato de los Abasidas.

✠ IMAGEN I.- “Abderramán III”.



 

Dedicó los mayores esfuerzos de su largo reinado a someter el territorio a su autoridad efectiva, sofocando la rebelión de Andalucía (tras la toma de Bobastro en el 928), e imponiéndose por la fuerza a los señores locales semiindependientes. Extendió sus acciones al norte de África, en donde varios jefes rebeldes se declararon vasallos del califa de Córdoba en lugar de acatar el califato autóctono de los Fatimíes; con ello consiguió prevenir las tentaciones expansionistas de los Fatimíes, al tiempo que se apoderaba de plazas costeras tan importantes como Tánger, Ceuta y Melilla.

También combatió contra los reinos cristianos del Norte, aunque con suerte desigual: fue derrotado por los leoneses en San Esteban de Gormaz (917), venció a leoneses y navarros en Mudania (918), en la campaña de Muez (920), y en Irati (924), volvió a perder y estuvo a punto de morir en la «batalla del foso» de Simancas (939)..., pero en conjunto puede decirse que las fronteras permanecieron seguras durante este reinado, y que incluso Abderramán se erigió en árbitro de las disputas internas de los reinos cristianos, convertidos en tributarios suyos desde el 960.

Pacificado el interior y aseguradas las fronteras, el califato vivió una época de tolerancia religiosa y de grandes construcciones (como las de Madinat al-Zahra). El prestigio exterior del califato de Córdoba se tradujo en el establecimiento de relaciones con los emperadores germánico y bizantino y con los reyes de Inglaterra, Francia e Italia.

FUENTES:

Biografías y vidas.

Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠


✠  1325.- En Portugal, Alfonso IV se convierte en rey.

 Alfonso IV de Portugal. El Bravo. Lisboa (Portugal), 8.II.1291 – 28.V.1357. Rey de Portugal.

✠ IMAGEN II.- “Alfonso IV de Portugal”.




Hijo del rey Dionís de Portugal y de la reina santa Isabel, nació en Lisboa el 8 de febrero de 1291. Se casó en 1309, a los dieciocho años de edad, con Beatriz, hija de Sancho IV de Castilla y de la reina María de Molina. Aun siendo infante y sin que pudiera soportar el afecto que su padre el Rey dispensaba a sus hijos ilegítimos (que desempeñaban importantes cargos en la Corte regia), y de un modo particular al mayor, Alfonso Sanches, de quien tenía muchos celos, se sublevó contra su padre y originó una guerra civil que duró seis años, de 1319 a 1324. El heredero de la Corona se sentía amenazado en su porvenir como futuro rey de Portugal. Sentía en particular el peligro que representaba la nobleza, la cual aspiraba a constituir potentados territoriales con características feudales.

Cuando la guerra se presentaba con mayor intensidad, con gran destrucción y muerte, y en el momento en que se preparaba una batalla campal entre el Rey y su hijo en Alvalade (Lisboa), se consiguió la paz de 27 de febrero de 1324 gracias a la intervención pacificadora de la reina Isabel.

Tras el fallecimiento del rey Dionís, el 6 de enero de 1325, el príncipe fue aclamado Rey en las Cortes de Évora de ese mismo año. Una de las decisiones adoptadas por el nuevo monarca consistió en condenar al destierro a su hermano natural, Alfonso Sanches, sobre el cual dictó la sentencia de destierro perpetuo con la confiscación de todas sus propiedades existentes en Portugal. Ofendido con el acto arbitrario de su hermano, Alfonso Sanches invadió Portugal a través de la frontera de Braganza, donde causó innumerables muertes. Esta acción militar fue complementada por un pequeño ejército comandado por su hijo Alfonso de Alburquerque, el cual causó numerosas destrucciones en tierras portuguesas del río Guadiana. Con el intento de anular este ataque, Alfonso IV nombró al maestre de Avis Gonzalo Vaz, frontero de Ouguela.

Los resultados redundaron en un fracaso en la medida en que el ejército del maestre de Avis sufrió una clamorosa derrota. A su vez, Alfonso IV reaccionó al atacar las tierras castellanas de Alburquerque y con el asedio del castillo de Codeceira, el cual, después de una larga resistencia, tuvo que rendirse en 1326 debido al hambre que sufrían los sitiados. Alfonso Sanches tuvo que abandonar su campaña militar debido a una enfermedad prolongada. El Rey regresó a Lisboa y poco después se firmó la paz debido en buena medida a la intervención de la reina Isabel. Al infante le fueron restituidos los bienes patrimoniales que Alfonso IV le había quitado.

Años atrás terminó la guerra civil. El rey de Castilla, Fernando IV, murió en Jaén el 9 de septiembre de 1312. Su hijo Alfonso XI, apenas con trece meses de edad, fue aclamado por su tío el infante Pedro. De nuevo surgían los antiguos problemas. Los poderosos disputaban entre sí la tutela del rey, prevaleciendo así un ambiente de intrigas y violencia. La situación de desorden que predominaba en la Corona castellana obligó a muchas personas a abandonar el país y refugiarse en Portugal y Aragón. Era éste el cuadro político en el momento en que Alfonso XI, en 1325, alcanzó la mayoría de edad y asumió las condiciones de gobernar su reino. Alcanzado el momento de la subida al poder, y cuando Alfonso XI se disponía a asumir en plenitud sus funciones, aparecieron de nuevo ambiciones mal contenidas. Así, Juan Manuel y Juan el Tuerto, conjurados, alimentan sus ambiciones.

Estos infantes se unen contra el Rey y alimentan el proyecto de la boda de Constanza, ya viuda, hija de Juan Manuel, con Juan el Tuerto. Alfonso XI, enterado del proyecto y dispuesto a deshacer el intento, se dispone a esposarse con Constanza, que debido a su tierna edad tardaría muchos años en consumar el matrimonio. Dando muestras de resentimiento, Juan el Tuerto buscó la amistad de Jaime II de Aragón y Alfonso IV de Portugal.

Conocedor de la trama, Alfonso XI atrajo a Valladolid a Juan el Tuerty mandó que lo apuñalaran en el pazo real el 31 de octubre de 1326. Enseguida planeó su casamiento con la infanta María, hija de Alfonso IV. Para ello, envió dos embajadores a Coimbra, encargados de negociar la boda, que se celebró en la villa de Alfaiates, junto a la frontera, en el año 1328.

En 1330 Alfonso XI se apasionó por Leonor de Guzmán, hija de Pedro Núñez de Guzmán y de Beatriz Ponce de León, mujer de rara belleza, de quien tuvo varios hijos. La joven Leonor de Guzmán, de dieciséis años de edad, despertó una enorme pasión en el Monarca, el cual invocaba el disgusto por no tener un hijo de la Reina al cabo de dos años. Ésta tuvo un hijo, Fernando, en 1332, el cual apenas vivió un año. Pasados dos años, la Reina dio a luz un nuevo hijo, Pedro, que sucedió a su padre y sería conocido como Pedro el Cruel.

Alfonso IV disimulaba con dificultad el disgusto que le causaban los malos tratos que su yerno dispensaba a su hija. Trató de negociar la boda de su hijo, el príncipe heredero Pedro, con la hija de Juan Manuel, Constanza, que anteriormente había sido repudiada por Alfonso XI. El acuerdo entre las dos partes se cerró en la ciudad de Estremoz en febrero de 1336. El rey de Castilla se opuso a que Constanza pudiese transitar a través de su reino camino de Portugal, lo que provocó la ira de Alfonso IV. Mientras tanto, empezó la guerra, haciéndose acompañar el rey de Portugal por un numeroso ejército que desde Badajoz fustigó las tierras de Castilla, donde sufrió una derrota en Villanueva de Barcarrota. En el norte fuerzas castellanas invadieron Portugal y alcanzaron en su incursión la ciudad de Oporto. Otros combates se entablaron en el mar. La guerra duró hasta el verano de 1338. Gracias, sobre todo, a la intervención del papa Benito XII se alcanzó la paz, firmada en Sevilla el 10 de julio de 1339.

Desde la primavera de 1339 sonaban rumores de que los musulmanes se preparaban para la invasión de los estados cristianos de la Península Ibérica. Alfonso XI pidió auxilio al rey de Aragón para rechazar a los atacantes. Los cristianos ganaron en los combates terrestres, pero sufrieron derrotas en el mar. La escuadra castellana sufrió una derrota el 4 de abril de 1340. En situación difícil Alfonso XI envió a su mujer María a Portugal con una petición de auxilio.

Apresuradamente Alfonso IV se puso camino de Sevilla con un ejército de mil lanzas. La reunión de los ejércitos de Alfonso IV y de Alfonso XI se produjo el día 20 de octubre. Diez días más tarde alcanzaban una clamorosa victoria en el río Salado.

Alfonso IV fue un buen monarca, a quien cumplió ordenar el territorio e imponer su autoridad. Sufrió durante su reinado dos enormes calamidades: el hambre de 1333 y la peste negra de 1348. Murió en Lisboa el 28 de mayo de 1357.

FUENTES:

Humberto Baquero Moreno.

Real Academia de la Historia.

Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠


✠  1536.- A los 50 años de edad, fallece en el castillo inglés de Kimbolton, donde fue confinada, Catalina de Aragón, que fuera primera esposa de Enrique VIII, durante un matrimonio de 24 años de duración. Aunque nunca renunció al título real, será enterrada en la abadía de Peterborough con un funeral propio de Princesa Viuda en vez del que le correspondía como reina. (Hace 486 años).

✠ IMAGEN III.- “Catalina de Aragón”. 



Catalina de Aragón. Alcalá de Henares (Madrid), 16.XII.1485 – Kimbolton (Reino Unido), 7.I.1536. Infanta de Castilla y Aragón y reina de Inglaterra.

Catalina de Aragón es la más pequeña de los hijos de los Reyes Católicos y tan desventurada como casi todos ellos, viviendo lejos de España y los últimos años de su vida (al igual que su hermana Juana), como prisionera de Estado.

En su infancia le tocó vivir en la Corte itinerante de sus padres, los Reyes Católicos, presenciando hechos de primera magnitud, como la Conquista de Granada (1492), o el regreso de Colón después de su descubrimiento de América (jornadas de Barcelona de 1493). Su formación fue la propia de quien estaba destinada a reinar en uno de los tronos de la Europa Occidental, al igual que sus otras tres hermanas: Isabel, Juana y María; pues Isabel la Católica preparó a sus hijas para futuras reinas, queriendo que fueran las mejores embajadoras de España. De ese modo, la corriente humanista entró en la Corte y Catalina, como sus hermanas, tuvo preceptores italianos, tan notables, como Lucio Marineo Sículo, Pedro Mártir de Anglería y los hermanos Geraldini, de los cuales el menor, Alexandro, le acompañará como su confesor en Inglaterra.

Ansioso por cerrar un frente diplomático contra Francia, en esos comienzos del siglo XVI en los que se decidirá la suerte de Nápoles, Fernando el Católico formalizó una alianza con Enrique VII, cerrándola con la boda de Catalina con el príncipe de Gales, Arturo. Estaban entonces los Reyes en Granada, enfrascados en sofocar la rebelión morisca, lo que les obligó a dejar salir a Catalina de la Corte, con un numeroso séquito, sin la compañía de su madre, la reina Isabel, como se había hecho con Juana, cinco años antes. De ese modo Catalina atravesó España en el verano de 1501, desde Granada hasta Galicia para embarcar en La Coruña con destino a Inglaterra, el 17 de agosto de 1501, si bien los temporales obligaron a aplazar su navegación, no llegando a las costas inglesas hasta fines de septiembre. La ceremonia religiosa de la boda se realizó el 14 de noviembre de 1501, en la catedral londinense de San Pablo, pero la débil constitución del príncipe Arturo impidió su consumación, muriendo al poco tiempo —el 2 de abril de 1502—, lo que dejó a Catalina en una situación embarazosa (fue tratada como princesa viuda de Gales); el hecho de no haberse consumado el matrimonio y, por consecuencia, el no haber podido dar un heredero al reino, debilitaba su situación. ¿Consideró su madre, la reina Isabel, que debería regresar a España? Posiblemente, pero no Fernando el Católico, que en aquellas fechas necesitaba más que nunca de un aliado a las espaldas del rey Luis XII de Francia, estando como estaba en plena guerra por el dominio de Nápoles. ¿No tenían los Reyes ingleses otro hijo, Enrique? Es cierto que todavía era un muchacho (había nacido en 1491), pero cabía esperar unos años; de ese modo, mientras Catalina se hallase en Londres, vendría a ser como una garantía de que la alianza inglesa se mantendría. Ahora bien, en esa interinidad, ¿quién debía costear la Corte de la princesa? Ni el suegro, Enrique, ni el padre, Fernando, se consideraron obligados, lo que llevó a Catalina a vivir en una verdadera indigencia durante aquellos años. La muerte de la reina inglesa en 1503 permitió a Enrique VII abordar un nuevo plan; dado que era viudo, sería él quien casara con Catalina. Un plan que Isabel la Católica rechazó indignada. Muerta también Isabel (1504) y habiendo enviudado su hija Juana en 1506 de Felipe el Hermoso, Enrique VII negoció a toda furia su boda con la más hermosa, pero inquietante hija de los Reyes Católicos, en esta ocasión con el beneplácito de Fernando (“que me place”, se le oyó decir); pero encontrando la negativa rotunda de la interesada, la que había enloquecido de amor por Felipe el Hermoso.

De ese modo, se mantuvo, un poco a trancas y barrancas, el primer proyecto de la boda de Catalina con el nuevo príncipe de Gales, Enrique, al fin consumado, a la muerte de Enrique VII, en 1509.

Enrique VII fallecía el 21 de abril de 1509 y antes de dos meses Catalina y Enrique VIII se desposaban (el 11 de junio) siendo coronados como nuevos reyes de Inglaterra el 28 en la abadía londinense de Westminster.

✠ IMAGEN IV.- “Enrique VIII de Inglaterra”.




Se sucedieron dos años de continuos festejos, culminados por el nacimiento de un príncipe heredero, Enrique, el 1 de enero de 1511. Parecía un feliz augurio, la mejor manera de empezar el nuevo año; por desgracia el príncipe niño murió antes de los dos meses, conforme a la terrible mortandad infantil de la época. De todas formas, durante unos años, Catalina se constituyó en el principal consejero de Enrique VIII, y no sólo para las cuestiones de política interior, hasta el punto de que se pudo decir de ella que era la mejor embajadora de España, en los últimos años del reinado de Fernando el Católico. Su influencia con Enrique VIII su marido, sería muy grande mientras el Rey tuvo esperanzas de que le diera un hijo varón, pero también en función de la alianza imperial.

Una alianza que se remontaba a los tiempos en que Carlos V era todavía conde de Flandes.

En efecto, había sido en 1513 cuando Enrique VIII había conocido a Carlos V en Lille, como miembro más destacado del séquito de Margarita de Austria, gobernadora entonces de los Países Bajos. Era cuando las tropas inglesas y las neerlandesas combatían juntas, en las cercanías de Calais, a las francesas. Se mantenía la tradicional alianza anglo-hispana, que defendía Catalina, entonces en la cumbre de su reinado, gozando de toda la confianza de Enrique VIII. Y ésa sería la misma situación en 1520 cuando la elección imperial de Carlos V presagiaba una fuerte hostilidad del rey Francisco I de Francia. Ambos soberanos pretendían con todas sus fuerzas la alianza inglesa, Francisco I pareció adelantarse preparando una fastuosa entrevista en las cercanías de Calais (el Campo del Paño de Oro), pero Catalina apoyó la candidatura de su sobrino imperial. El propio Enrique VIII, cuando Carlos V desembarcó en Dover, lo llevó a Cantorbery, donde estaba Catalina, teniendo los tres entonces una íntima entrevista a la que ni siquiera fue invitado el poderoso cardenal Wolsey, pese a su cargo de Canciller del reino. Ya Carlos había dejado de ser el tímido muchacho que Enrique había conocido siete años antes en Lille. Era un Emperador, que, hábilmente, supo presentarse como el obediente sobrino que respetaba a sus mayores. Y aunque no dominara el inglés, encontró en su tía Catalina a la mejor y más leal de las intérpretes; una entrevista que se continuó en Flandes, después de que Enrique VIII concluyese las jornadas de Campo de Oro, y esta vez en Gravelinas, como huéspedes los Reyes ingleses del Emperador.

Allí se negoció por primera vez una alianza más estrecha entre las dos Coronas, apuntando al enlace futuro entre Carlos V y la hija de los Reyes, María Tudor, si bien la corta edad de la princesa inglesa, con sus cuatro años, obligaba a esperar. Pero cuando Carlos V, de regreso a España dos años más tarde, visita de nuevo a Enrique VIII y a Catalina, ya cierra con la Corona inglesa el Tratado de Windsor (1522) en la que la alianza entre las dos Coronas se afirma con ese compromiso matrimonial, que hubiera llevado en un plazo de seis años a María Tudor a ser la nueva Emperatriz.

Eran los tiempos de máxima privanza de Catalina, reina de Inglaterra y consejera mayor de su esposo Enrique VIII. Los tiempos en que Luis Vives le dedicaba su tratado sobre la mujer cristiana (Institutio feminae Christianae). Y cuando la Reina, formada en un ambiente cada vez más cercano al humanismo cristiano que predicaba Erasmo, pedía consejos a Luis Vives de cómo se había de educar a su hija, la princesa María, entonces con seis o siete años.

En el mismo tratado de Windsor estaba la semilla de la desgracia de Catalina, al cifrar la alianza con Carlos V en su boda con María Tudor, quien al punto ya había empezado “a vestirse a la española”.

En ese sentido, el viraje de Carlos V, al desposar con Isabel de Portugal (1526), fue un durísimo golpe para Catalina, que empezó a caer en desgracia ante Enrique VIII.

Hubo otros factores. Sin duda, la misma edad, esos seis años que Catalina llevaba a Enrique y que, entrando en los cuarenta, se acusaban más. Por supuesto, la desgracia de perder su primer hijo varón, junto con la sospecha de que no volverían a tener más hijos, después del nacimiento de María en 1516. Y el que Enrique VIII cada vez volviese más los ojos a las jóvenes bellezas de la Corte, entre las que destacaba Ana Bolena. Y Enrique VIII dio en cavilar, acaso porque lo estaba deseando, que su matrimonio con Catalina iba contra las leyes divinas, conforme al mandato bíblico: “no te casarás con la viuda de tu hermano”. ¿No había motivos suficientes para su anulación? La falta de sucesión masculina, ¿no había que tomarla como un signo de la cólera divina? Aconsejado por algunos ministros de dudosa moral, como Cranmer, Enrique VIII se decidió a pedir a Roma la anulación de su matrimonio.

Fue un largo y difícil forcejeo. Clemente VII hubiera querido contentar al poderoso monarca inglés, pero medida tan arbitraria era demasiado fuerte, aparte de que Catalina encontró un poderoso aliado en su sobrino Carlos V. El Rey trató de presionar sobre su esposa para que le facilitara su deseo, exigiéndole que se conformase con el título de princesa viuda de Gales: pero eso hubiera supuesto que Catalina diera por bueno su matrimonio con el príncipe Arturo, y que quedara en entredicho la situación de su hija María Tudor, como fruto entonces de unas relaciones prohibidas, y descolgada de sus derechos de sucesión al trono.

Y Catalina, recordando que era hija de los Reyes Católicos, se negó valientemente, preparándose a una dura y larga batalla, no sólo doméstica, sino también política y hasta religiosa. Si Enrique VIII creyó que podría doblegar fácilmente a su esposa, pronto comprendería que se había equivocado. Catalina no defendía sólo su causa y la de su hija; también la de una religión más pura, de una Iglesia firme frente a las presiones de los poderosos, movidos por sus pasiones. Además sabía que era popular, que el pueblo inglés la quería. Y aunque el futuro que se le presentaba era tan adverso, se dispuso a afrontarlo, segura de que le asistía la razón.

Esperaba contar también con el apoyo de grandes figuras de la Iglesia y de la cultura, defensores de los valores morales, que tan despóticamente atacaba Enrique VIII; tales, el obispo Fisher o el humanista Tomás Moro, a quien el Rey trató de ganar haciéndole canciller de la Corona. También intentó que Roma diese su conformidad a que el pleito se decidiese en Inglaterra, mientras que, a la contra, Catalina apeló a que la sentencia de su causa se fallase en la Corte pontificia.

El Papa acabó sentenciando a favor de Catalina. A Enrique VIII ya no le quedaba más que rendirse o radicalizar su postura. Y ocurrió lo peor: arrancó del Parlamento inglés el Acta de Supremacía de la Corona.

Era el nacionalismo triunfante, también en lo religioso. Nacía la Iglesia anglicana. Inglaterra quedaba descolgada de Roma. Y como se exigía obediencia estricta a las órdenes regias, también en esa materia, comenzaron a caer cabezas de los que afrontaron con valor y dignidad la cruel arbitrariedad del monarca inglés. El obispo Fisher y el propio Tomás Moro, otrora canciller del reino, fueron degollados en 1535. Y ya iniciado el camino de aplicar el hacha para resolver sus problemas, incluidos los domésticos, Enrique VIII ordenó la muerte de la misma Ana Bolena, la que había desplazado en su lecho a Catalina, que tampoco había sido capaz de darle el ansiado hijo varón.

✠ IMAGEN V.- “Tomás Moro”.




Tal ocurrió en la Corte de Londres en 1536.

Para entonces, ya había muerto Catalina, estrechamente vigilada, apartada de la Corte y recluida en el castillo de Kimbolton y sometida a las mayores privaciones.

Murió en su encierro de Kimbolton, el 7 de enero de 1536, a los cincuenta años de edad, mostrando en todo momento el valor y la firmeza con que defendía sus derechos, que eran también los de su hija María Tudor y los de una Inglaterra libre, frente al despotismo de uno de los monarcas más crueles de la historia de la Europa moderna.

Sorprendentemente, fue juzgada por no pocos con dureza, acusada de ser la causante de la escisión de la Iglesia anglicana.

FUENTES:

Manuel Fernández Álvarez. 

Real Academia de la Historia.

Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠



Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval. 

✠  Estudios y Análisis Históricos. 

✠  Efemérides, personajes y hechos históricos.

 

Tal día como hoy, 6 de Enero, pero del año…


✠  1119 - En España, Alfonso el Batallador (rey de Aragón) conquista Zaragoza.

Alfonso I de Aragón. El Batallador. ?, c. 1073 – Poleñino (Huesca), 7.IX.1134. Rey de Aragón y Navarra.

✠ IMAGEN I.- “Alfonso I, el batallador”.



 

Alfonso I fue hijo de Sancho Ramírez, el segundo monarca de la dinastía aragonesa creada tras la división del reino por Sancho Garcés III el Mayor en 1035, y de Felicia de Roucy. Nació, con toda probabilidad, hacia 1073 como segundo de un grupo de hermanos formado por Fernando (c. 1071-c. 1086), y Ramiro (que fue su sucesor). Al mismo tiempo, era hermanastro de Pedro I, nacido de un primer matrimonio de Sancho Ramírez con Isabel de Urgell. Se sabe que fue educado en el monasterio de San Pedro de Siresa (Huesca), y él mismo señala haber aprendido la gramática —es decir, latín, además de unos rudimentos de cultura clásica— con el abad Galindo de Arbués en el cercano cenobio de San Salvador de Pueyo. Es posible que colaborase en su formación el futuro obispo de Huesca, Esteban, que gozó siempre de la confianza real. Se puede añadir, además, que su tutor (o aitán), en asuntos militares y políticos fue el noble Lope Garcés.

 

Durante el reinado de Pedro I, Alfonso fue reconocido como heredero no oficial, en la medida en que el único hijo del rey nunca disfrutó de buena salud y murió en la infancia. De este modo, a partir de 1097 confirma regularmente los documentos reales en una posición distinguida, lo que significa que actúa como copartícipe de las decisiones de su hermano en todos los aspectos importantes de la dinámica política del reino. Por tanto, su acceso al poder, superando la treintena de años y con un amplio bagaje de relaciones con la nobleza navarro-aragonesa, se realizó de manera natural. Las primeras iniciativas de Alfonso, por lo demás, se acomodaron perfectamente a las pautas desarrolladas por sus antecesores.

 

Así, la primera campaña se orientó hacia la conquista de las Bajas Cinco Villas y, en particular, de Ejea, que cayó en manos aragonesas hacia 1105-1106, mientras afianzaba el pacto tradicional con Urgell, para la ocupación en la misma fecha de Balaguer, seguida poco tiempo después por la de Tamarite (1107).

 

Del mismo modo, las políticas ultrapirenaicas de Sancho Ramírez y Pedro I encontraron continuación en esta fase inicial del gobierno de Alfonso, que extendió su influencia en los condados de Toulouse y Béziers, cuyos dirigentes se declararon vasallos del rey aragonés hacia 1108. Por imprecisos que fuesen estos lazos, debe tenerse en cuenta que Alfonso había heredado una hegemonía parecida sobre algunos territorios al norte de los Pirineos navarros, así como en Gascuña —vizcondado de Béarn y condado de Bigorre—, que se añadían al control efectivo sobre el valle de Arán y un protectorado sobre otros núcleos de poder de la región meridional francesa. Se trata de vínculos vasalláticos de una validez relativa a la hora de establecer dominaciones firmes, pero que mostraron su eficacia cuando tuvieron lugar las grandes expediciones en el Valle del Ebro, pocos años después.

✠ IMAGEN II.- “Doña Urraca”.



 

Alfonso llegó al trono soltero y permaneció así en los primeros años de su reinado, de manera que se convirtió en un candidato perfecto para resolver la compleja situación creada en Castilla-León por la sucesión de Alfonso VI, a quien debía heredar su hija Urraca, viuda, que contaba con un hijo del conde Raimundo de Borgoña, el futuro Alfonso VII. Sin una completa unanimidad entre los nobles leoneses, pero con el apoyo de los más implicados en la lucha contra el Islam en el Valle del Tajo, Alfonso aceptó el matrimonio que se le proponía, que se llevó a cabo en el otoño de 1109. Poco tiempo después, grupos nobiliarios relacionados con el conde de Traba, tutor del joven Alfonso Raimúndez, al igual que los ligados al conde Enrique de Portugal y su mujer, Teresa, hija de Alfonso VI, se movilizaron contra los reyes, lo que ocasionó enfrentamientos en Galicia y otras regiones entre los partidarios de Alfonso y Urraca y sus enemigos.

 

La llegada a Zaragoza de los almorávides (mayo de 1110) obligó al monarca a hacer un paréntesis en su actividad en Castilla-León para atacar la capital del Ebro y consolidar una alianza con ‘Abd al-Malik ‘Imād al-Dawla, el depuesto dirigente hudí, que se refugió en la fortaleza de Rueda de Jalón.

 

El retorno de Alfonso a tierras leonesas coincide con movimientos sociales en algunos de los burgos creados en los decenios anteriores a lo largo del Camino de Santiago, conflictos sociales entre una burguesía —que parece haber encontrado la protección del rey aragonés— y dirigentes tradicionales, como los abades de Sahagún, que se resistían a la pérdida de autoridad debida a la exigencias de los francos y burgueses de estas poblaciones. La actitud de Alfonso provocó graves desavenencias con Urraca, que hicieron que se inclinase cada vez más hacia la facción nobiliaria proclive a defender los derechos de Alfonso Raimúndez.

 

El 26 de octubre de 1111, el monarca aragonés derrotó a los partidarios de Urraca en Candespina, pero este éxito no impidió que la reina se aliase con el arzobispo de Santiago, Diego Gelmírez, que le proporcionó ayuda militar en el transcurso del año siguiente.

✠ IMAGEN III.- “Obispo Diego Gelmírez”.



 

La guerra civil se transformó entonces en un conflicto endémico, con guarniciones aragonesas que se comportaban como tropas de ocupación, nobles rebeldes y simples saqueadores que infestaban los caminos.

 

Los agravios inferidos por Alfonso a la nobleza y el clero de Castilla y León hicieron finalmente insostenible la posición del rey, lo que condujo a la intervención de legados pontificios que exploraron la posibilidad de una disolución del matrimonio en el transcurso del año 1113, si bien el proceso se completó algo después, en la segunda mitad de 1114. El final de la aventura castellana (no cerrada del todo hasta el siguiente decenio, puesto que Alfonso conservó varias plazas castellanas y siguió titulándose “emperador”, aunque cada vez con menos entusiasmo), abre un nuevo ciclo en la biografía de El Batallador, caracterizado por la expansión en las tierras del Ebro. A principios de 1118, se reunió en Toulouse un concilio que aprobó los beneficios espirituales propios de una cruzada para una magna expedición de Zaragoza, gracias a lo cual numerosos nobles del sur de Francia se reagruparon bajo el mando de Alfonso para iniciar, el 22 de mayo, el asedio definitivo de la ciudad. Después de algunas escaramuzas y, sobre todo, de un penoso sitio que se prolongó hasta diciembre, el rey pudo entrar en la Aljafería el día 18 y en la ciudad en la jornada siguiente. Referencias indirectas —las capitulaciones de Tortosa y Tudela—, así como las indicaciones del cronista árabe Ibn al-Kardabus, sugieren que Alfonso I acordó con los notables de la capital que quienes lo deseasen podrían emigrar, y quienes prefirieran permanecer bajo la protección real debían abandonar el recinto urbano y concentrarse en un barrio extramuros, pero conservaban bienes y propiedades, al igual que religión y costumbres. Como había sucedido en circunstancias parecidas —la conquista de Monzón, Huesca y Barbastro—, los cuadros dirigentes de la sociedad musulmana optaron masivamente por abandonar el escenario de la derrota, seguidos probablemente por una parte muy importante de la población. No obstante, tanto en Zaragoza como en áreas rurales de los valles de los ríos Jalón, Jiloca, Huerva y Aguasvivas hubo grupos compactos de mudéjares que aceptaron estas condiciones generales y se integraron en la sociedad feudal como una minoría segregada social y culturalmente, con una trayectoria que se mide en siglos, hasta la Modernidad.

 

Alfonso I prosiguió la gran campaña en los meses posteriores, de manera que tomó Tudela el 25 de febrero de 1119 y, a continuación, Tarazona y las tierras del somontano del Moncayo, excepto Borja, cuyo pacto de capitulación data de 1122, y, por fin, Calatayud y la comarca de la cuenca del Jiloca, ya en 1120. Durante los meses siguientes, el rey inició la población de las áreas fronterizas de Soria (con una concesión de fueros en marzo de 1120), que controlaba juntamente con la Extremadura de Segovia, Sepúlveda y el alto Duero. En la primavera de ese año, un ejército almorávide avanzó hacia Zaragoza para recuperar la región, pero fue destrozado en la batalla de Cutanda, cerca de Cariñena, el 17 de junio, con la participación en las filas aragonesas de Guillermo IX, duque de Aquitania, y el antiguo soberano hūdí de la taifa, ‘Imād al-Dawla. La victoria cristiana ratificó la definitiva pertenencia del valle del Ebro al reino de Aragón y segó de raíz cualquier expectativa musulmana de que la situación pudiera invertirse; es, por tanto, difícil exagerar su importancia.

 

Alfonso el Batallador dedicó la primera mitad de la década de 1120 a consolidar este enorme avance territorial, actuando tanto en el terreno diplomático —negociaciones con el conde de Barcelona y con los de Bigorre y Béarn—, como en la repoblación del entorno de Zaragoza, dirigiendo la instalación de inmigrantes montañeses y francos en las ciudades y áreas contiguas a la capital. Es importante subrayar que en este período se unieron a los nobles francos citados (Céntulo de Bigorre y Gastón de Béarn), un amplio conjunto de magnates francos procedentes de Normandía, Perche, Champaña y Borgoña, organizados vasalláticamente alrededor de Rotrou de Perche, Hugues de Châlons y otros dirigentes. Entre estos nobles figuran personajes como Raymond, vizconde de Turenne, cuñado de Rotrou, su nieto Geoffroi Bertrand, Gautier de Guidville, Robert Bordet y el conde Bertrand de Laon, por citar algunos muy destacados.

 

Comenzó entonces una intervención militar en al- Andalus de características muy peculiares que llevó a las tropas alfonsinas a recorrer el Levante peninsular y Andalucía (septiembre de 1125-junio de 1126). La expedición llegó en octubre a Valencia, a Denia a finales del mes, para proseguir hacia Murcia, Baza, Guadix y avistar Granada el 7 de enero de 1126. Al parecer, el monarca tenía contactos con los mozárabes locales que le habían prometido ayuda, y parte de los cuales, implicados en una presunta revuelta, se refugiaron en el ejército aragonés. El itinerario de Alfonso le llevó entonces hacia Córdoba, Cabra, Lucena, Aguilar, para retornar hacia las Alpujarras, Motril, Salobreña y Velez-Málaga, e iniciar el trayecto final hacia Aragón devastando los alrededores de Granada, hacia Guadix, Murcia, Játiva y, finalmente, volver al valle del Ebro. Este sucinto resumen de la campaña apenas hace justicia a las dimensiones y la complejidad organizativa de la expedición y, sobre todo, al impacto que tuvo en el universo almorávide, cuyos gobernadores y emires fueron incapaces de frenar las evoluciones de Alfonso. Es probable que, más allá de hipotéticos planes para crear un principado cristiano en Granada, Alfonso pretendiera destruir los recursos materiales necesarios para que las grandes huestes periódicamente reclutadas por los almorávides pudieran acceder a los territorios recién conquistados.

 

Mientras tanto, el 8 de marzo de 1126 murió Urraca y le sucedió en el trono Alfonso VII, cuya primera preocupación era obviamente acabar con la ocupación aragonesa de Burgos, Castrogeriz, Carrión, Belorado y otras fortificaciones y lugares castellanos.

✠ IMAGEN IV.- “Alfonso VII”.



 

El 30 de abril de 1127, el monarca castellano- leonés se apoderó de Burgos, lo que provocó la respuesta del Batallador, que en julio avanzó hasta el valle de Támara, donde se llegó a un acuerdo tras amplias negociaciones por el cual el rey de Aragón aceptaba restituir estas posiciones fundamentales a su homónimo. Sin embargo, Alfonso retuvo en su poder las tierras que habían formado parte de Navarra hasta 1054, es decir, parte de la Castilla Vieja y Álava, además de la Extremadura soriana, pero aceptó entregar Atienza, Sigüenza y Medinaceli. Dado que estos territorios confrontaban con la zona de Soria, se hacía imperativo afirmar su autoridad sobre estos espacios fronterizos, para lo cual inició una serie de fundaciones de burgos fortificados en la zona turolense, con la finalidad de asentar población y, sobre todo, defender las vías de comunicación (Cella, Monreal, 1128), al tiempo que ocupaba Molina de Aragón, después de un largo asedio (diciembre de 1128). Una nueva expedición contra Valencia, en mayo del año siguiente, se saldó con una amplia victoria de Alfonso en Cullera frente al gobernador almorávide de Sevilla, Yaűyā b. al-Hayy, contrapesada por un fracaso padecido por Gastón de Béarn y el obispo Esteban de Huesca, muertos frente a los musulmanes en mayo de 1130.

 

Poco tiempo después, Alfonso inició el movimiento más enigmático de la etapa final de su reinado, con el sitio durante todo un año (octubre de 1130-octubre de 1131), de Bayona, en el que participó, además, buena parte de la nobleza vetero-castellana afecta al rey, la navarra y aragonesa. El objetivo pudo ser dificultar las relaciones entre Alfonso VII de Castilla- León y Alfonso Jordán de Toulouse, que estaba afianzando notablemente su poder en la región meridional y languedociana del Midi francés, pero esta explicación es únicamente una hipótesis. Lo cierto es que en los últimos días del cerco, Alfonso dictó un testamento y arrancó el juramento de respetarlo a un buen número de nobles. Un testamento que se ha hecho muy famoso, puesto que preveía que el reino fuera repartido entre las órdenes militares del Temple, San Juan de Jerusalén y el Santo Sepulcro.

 

Sin perjuicio de volver más adelante sobre este documento decisivo, hay que hacer notar que, a lo largo de 1132, Alfonso organizaba ya la que sería su última ofensiva, encaminada contra Fraga y Mequinenza, prólogo sin duda de la tentativa de apoderarse de todo el curso inferior del Ebro y Tortosa, algo que hubiera sellado las esperanzas de supervivencia de las ciudades y poblaciones al norte del río. Desde junio de 1133, Alfonso acampaba en las inmediaciones de Fraga, que resistió encarnizadamente durante todo el año siguiente, gracias al apoyo de Ibn Ganiya, gobernador de Valencia y Murcia. El 17 de julio de 1134 se trabó una batalla con un resultado nefasto para los navarro-aragoneses: un documento riojano se refiere a ella como “la grande y terrible matanza de cristianos en Fraga, en la que casi todos perecieron por la espada, salvo unos pocos, que, sin armas, se dieron a la fuga con el rey, el martes, día de las santas Justa y Rufina”. Los nobles francos parecen haber sido particularmente castigados por la catástrofe, en la que murieron Céntulo de Béarn, Bertrand de Laon, además de muchos nobles aragoneses y los obispos de Huesca y Roda.

 

A pesar de la actividad que demuestra en el mes de agosto en la frontera amenazada, Alfonso se encontraba a un paso de la muerte. Enfermó a principios de septiembre en Poleñino (Huesca), donde murió el 7 de septiembre, no sin antes haber hecho aprobar una vez más su testamento de 1131 por los nobles que le rodeaban. Le sucedió su hermano Ramiro, obispo electo de Barbastro, en un ambiente de crisis general del reino.

 

Esta crisis estaba propiciada por la ausencia de un heredero claro —Ramiro era sacerdote y había sido nominado en anteriores ocasiones como obispo—, ante unas disposiciones testamentarias tan extraordinarias como las resumidas en el párrafo anterior. Era materialmente imposible que las Órdenes militares, en vías de organización en Tierra Santa y con una estructura jerárquica electiva, pudieran hacerse cargo de los dominios de la dinastía. Las especulaciones a propósito del testamento han sido múltiples y variadas, pero es probable que la explicación más sencilla sea la correcta: el rey se hallaba bastante alejado de los círculos nobiliarios autóctonos, con la excepción de algunos personajes muy próximos, como Fortún Garcés Cajal, Lope Garcés Peregrino, Galindo Sánchez de Belchite, etc., y muy unido a los nobles francos, ajenos a las experiencias y estrategias de los linajes locales. Es probable que pensara que los juramentos serían suficientes para hacer que se cumpliera su última voluntad y no fuera consciente del peso de su prestigio personal, que acallaba cualquier crítica. La decisión favorable a las Órdenes militares, por otra parte, venía preludiada por la fundación de cofradías militares como la de Belchite y Monreal, que indican la influencia que este tipo de instituciones tenía en el ánimo de Alfonso. La división del reino, ocurrida a lo largo del último trimestre de 1134, que desgajó Navarra y Aragón más o menos según los límites antiguos, no cerró una situación que centró las relaciones diplomáticas de los estados cristianos hasta finales del siglo XII, pero tampoco supuso un retroceso frente a los musulmanes en la frontera del Ebro meridional.

 

Éste es, ciertamente, el logro que merece mayor crédito del reinado de Alfonso I. A pesar de que el momento álgido del poder almorávide había pasado en los inicios de su mandato, las dificultades para continuar la política expansiva de los decenios anteriores no eran pequeñas y las solventó con una mezcla de eficacia y agresividad excepcionales. El Aragón que legaba a su sucesor —y, en menor medida, la Navarra que obtuvo García Ramírez— había doblado la extensión que recibió en su momento y se había dotado de una red de ciudades sólida, una vía de comunicación —el Ebro— esencial y una capital, Zaragoza, que constituía uno de los centros básicos de la estructura territorial de la Península Ibérica.

 

FUENTES:

Carlos Laliena Corbera

Real Academia de la historia..

Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠ 

 

✠  1233 - Fernando III de Castilla inicia el sitio de la ciudad de Úbeda que culmina con su capitulación.

Fernando III y la Cruzada Hispánica.

PLANTEAMIENTO.

La guerra santa fue durante siglos en la Península Ibérica el cauce legitimador de un caudillismo que los reyes utilizaron para afianzar su poder. La ideología que dio cobertura a este planteamiento, la de la ‘reconquista’, empieza a perfilarse con claridad en torno al siglo X en tierras astur–leonesas y navarro–riojanas. Más adelante, en el siglo XII, esa reconquista ya se ha transformado en ‘cruzada,’  y los reyes, además de afianzar su poder a través de ella, justifican una expansión que permite institucionalizar sus respectivas monarquías. Será a partir de las primeras décadas del siglo XIII cuando se dé un paso más en esta progresiva construcción ideológica, y la cruzada pase a ser instrumento al servicio de un proceso de integración territorial expresado en términos de hegemonía peninsular por la Castilla de Fernando III. En efecto, su reinado, primero en Castilla entre 1217 y 1230, y a partir de esta última fecha y hasta su muerte en 1252, en Castilla y León, será el marco en el que se consolide una ‘cruzada hispánica’ cuyo objetivo esencial será el de servir de fundamento legitimador para una cohesión política y cultural del conjunto de la Península bajo la férula soberanista de Castilla. A partir de este planteamiento nos proponemos formular tres preguntas: ¿Cuándo y por qué surge este proyecto cruzadista de integración territorial en la mente de Fernando III?; ¿Qué instrumentos ideológicos se articularon para ello?; ¿Qué fases constituyen su desarrollo y en qué se traduce finalmente? Intentaremos dar respuesta a estos interrogantes a través del presente estudio.

1. LA CONFIGURACIÓN DE UN PROYECTO DE "CRUZADA HISPÁNICA". 

✠ IMAGEN V.- “Fernando III”.




El ascenso al trono de Castilla de Fernando III en 1217 no fue tarea fácil. No lo fue para la reina Berenguela afianzar sus derechos al trono para poder trasmitírselos a su hijo Fernando

Los Lara, que habían gozado de preeminencia durante el reinado de Alfonso VIII, fueron los grandes beneficiarios del de su sucesor, Enrique I, al que controlaron por completo después de desplazar de la regencia a Berenguela, hermana mayor del jovencísimo monarca. Naturalmente este hecho creó una insuperable enemistad entre la regente desplazada y los nuevos dueños de la situación política castellana, que contaban, además, con fuertes intereses en León y el apoyo de su rey Alfonso IX. Era previsible, por tanto, que tras la muerte accidental de Enrique I en junio de 1217, se perfilaran de manera inmediata las dos facciones que aspiraban al control del reino. Por un lado, los todopoderosos Lara y su aliado, el rey de León, que, según la Crónica Latina, quiso en aquella circunstancia resucitar la idea imperial para justificar su intervención en Castilla. Por otro lado, la infanta Berenguela, que con apoyo del arzobispo de Toledo e importantes linajes nobiliarios, en especial los Haro, los Téllez y los Girones, y con el acuerdo también de no pocos representantes concejiles, pudo hacerse con el trono. La idea era la de asociar a la corona inmediatamente a su hijo Fernando, que aunque residía junto a su padre en la corte leonesa, había sido atraído a Castilla antes de que Alfonso IX fuera consciente de la muerte de Enrique I y del engaño de que era objeto. Obviamente las hostilidades no tardaron en estallar y hubo enfrentamientos serios en la frontera. No es descartable que se esgrimieran entonces por parte de los Lara argumentos que pretendían desacreditar los derechos dinásticos de doña Berenguela. Lo cierto es que las hostilidades cesaron en solo unos meses, y al comenzar el año 1218 los Lara estaban ya desactivados y el rey de León había retirado sus hombres de suelo castellano. Comenzaba así el reinado de Fernando III bajo la atenta y soberana mirada de Berenguela, la reina madre. El papel jugado por el papa en la resolución del conflicto parece que pudo ser decisivo. Honorio IIhabía heredado de su predecesor, el gran Inocencio III, un proyecto de cruzada al que dedicó toda su energía. Ello exigía, según las prescripciones del IV concilio de Letrán, la imposición de la paz en todos los reinos del Occidente cristiano, y no había mejor garantía de paz que un gobierno estable y digno de crédito. Para el papa no lo había sido el de Enrique I. La gestión de los Lara al frente de su gobierno no había sido respetuosa con las rentas de la Iglesia y el arzobispo de Toledse había quejado de los desaguisados cometidos por ellos en contra de sus bienes. Sin duda Honorio III tenía mejor imagen de la reina Berenguela que de su predecesor. Honorio la había tomado a ella, a sus hijos y bienes bajo la protección apostólica en noviembre de 1216. 7 Era la primogénita de Alfonso VIII, y aunque el rey de Castilla tampoco había sido siempre respetuoso con los derechos eclesiásticos, era el reconocido líder cruzado de Las Navas, y sin duda su joven nieto Fernando, debidamente aconsejado por su madre, podría quizá ser fiel continuador de la obra de su abuelo. Lo cierto es que el papa apostó por él, y en julio de 1218 deshizo la maldición de ilegitimidad (promulgada a Inocencio III), que sobre él pesaba como hijo de un matrimonio anulado por la Iglesia, y lo reconoció no sólo como legítimo rey de Castilla sino también como sucesor de su padre Alfonso IX al trono de León. Roma bendecía al nuevo monarca y le capacitaba para restaurar la unidad perdida por los reinos de León y Castilla sesenta años antes. Pues bien, es muy probable que a raíz de esta decisión pontificia que auguraba la futura constitución de una fuerte monarquía, el nuevo rey de Castilla, y quizá más aún su madre, idearan un ambicioso proyecto legitimador que no solo confirmara la necesidad de esa previsible sucesión de Fernando al trono de León, sino que contribuyera decisivamente a sustentar y potenciar lo que se preveía como una poderosísima monarquía dual llamada a ejercer la hegemonía peninsular. Ese proyecto legitimador, que habría de contar con el incondicional beneplácito papal, no podía ser otro que el de la cruzada. En efecto, probablemente ya entonces los nuevos responsables del trono castellano empezaron a tejer en torno al joven rey Fernando la imagen de un potencial líder cruzado capaz de abanderar una contundente ofensiva anti–islámica que pudiera determinar el futuro del conjunto de la Península y que, en consecuencia, fuera capaz de inclinar ese futuro del lado de la hegemonía política castellano–leonesa. Es posible que 1218 nos parezca una fecha excesivamente temprana para pergeñar objetivos tan ambiciosos como los que se derivaban de este más que probable proyecto legitimador de futuro, pero algunos indicios podrían apuntar ya entonces en esta dirección. Por ejemplo, el del nombramiento a comienzos de aquel año del arzobispo Rodrigo Jiménez de Rada, el fiel colaborador y soporte político de la reina Berenguela, como legado para la cruzada en España. No se nos escapan los intereses personales del arzobispo que explican esta concesión. Tampoco, la voluntad del papa, inmerso en los preparativos de la cruzada universal, de contar con un representante que activara el frente occidental. Pero nada impide pensar que la inteligencia política de la reina Berenguela supiera manejar convenientemente estas circunstancias para propiciar en manos del arzobispo de Toledo, primado de España, la coordinación de un esfuerzo cruzado que permitiera visibilizar con más facilidad el protagonismo castellano. No en vano la bula papal que nos informa del nombramiento, sin duda redactada en la curia toledana pero obviamente asumida por los responsables de la cancillería apostólica, insiste en la idea del nuevo y esperanzador escenario abierto para la Cristiandad gracias a la reciente y milagrosa victoria de Las Navas de Tolosa. En otro orden de cosas, pero quizá también relacionado muy directamente con este proyecto ideológico de futuro, nos encontramos con la concertación, en 1219, del matrimonio de Fernando III, a instancias de su madre, con la princesa Beatriz de Suabia, nieta del emperador Barbarroja y prima del entonces todavía Rey de Romanos, Federico II.  El matrimonio fue iniciativa castellana, y sin duda iba dirigido a prestigiar con un parentesco doblemente imperial la imagen de la dinastía castellana. Tampoco hemos de olvidar el trasfondo cruzado y pro–pontificio de un matrimonio que anudaba lazos entre Castilla y el inminente emperador Federico, que todavía seguía siendo, aunque no por mucho tiempo, el mejor valedor del papa en relación a su obsesivo proyecto cruzado: de él recibiría la corona imperial en la basílica de San Pedro de Roma en noviembre de 1220. Probablemente entrar en relación con el ámbito imperial, permitía a Castilla afianzar posiciones en el horizonte cruzado que incentivaba la Iglesia. Pero era también, por otra parte, una manera de desligarse de compromisos matrimoniales peninsulares, a los que mayoritariamente se orientaban los reyes hispánicos, y marcar distancias de futuro respecto a ellos. No olvidemos que el liderazgo cruzado de Castilla–León apuntaría a una inevitable hegemonía peninsular. Por lo pronto, la ceremonia de la boda real de Fernando y Beatriz se vio precedida del gesto ritual y simbólico de la asunción de caballería por parte del monarca castellano. Pero si pasamos de los indicios razonables acerca de este temprano proyecto ideológico de signo cruzadista a los hechos más fácilmente probables, podemos afirmar que ya entre 1224 y 1225, aquel proyecto en sus líneas básicas era una realidad formulada y, desde luego, generosamente bendecida por el papa. Debemos al más ‘oficialista’ de los cronistas de la corte, Juan de Osma, la teatralizada descripción de una iniciativa política, la declaración formal de guerra contra los musulmanes, adoptada por el rey en el solemne marco de la curia de Muñó celebrada en la secuencia de la Pascua de Pentecostés de 1224. La curia, que se prolongaría en la de Carrión del siguiente mes de julio, es bien conocida y ha sido descrita en numerosas ocasiones. La escenificación cruzadista del acto y el vocabulario empleado para describirlo, aspectos sobre los que deberemos volver un poco más adelante, no dejan lugar para la duda: a través de este recurso el cronista desea plasmar la realidad de una ruptura de hostilidades que da sentido al propio reinado, es decir, que es capaz de sustentar toda la acción programática del rey. En cualquier caso, quisiéramos subrayar aquí un dato: la reina, que se nos presenta como un sujeto pasivo en toda la recreación cronística, que desea ante todo acentuar la iniciativa personal del rey en la decisión, no es sin embargo ignorada, y es que su papel en la implementación del mecanismo que la puso en marcha, no debió ser ni mucho menos despreciable.

✠ IMAGEN VI.- “Berenguela de Castilla”.




En cualquier caso, el perfil eminentemente caudillista que proyecta el rey en Muñó–Carrión, tiene inmediato refrendo en la curia romana. De hecho, y cuando la ofensiva anti–islámica del rey todavía no había consistido en otra cosa que en la intervención a favor de una de las facciones de la guerra civil en que se traduce para al–Andalus la irreversible descomposición del califato almohade , Honorio III dirige dos cartas a Fernando III en términos de inequívoco elogio cruzadista. La primera de ellas, fechada el 25 de septiembre de 1225, contiene la protección concedida por el papa al rey, su familia y reino con motivo del "negotium" que contra sarracenos "Ispanie" ha decidido proseguir el monarca como ‘príncipe devoto y católico’ movido por el ‘celo de su fe’, por lo que se hacía acreedor del favor de todos los fieles de la Iglesia. La segunda carta, fechada al día siguiente, subraya con especial fuerza el protagonismo del rey Fernando en la lucha contra el infiel en la Península Ibérica. Comienza el papa por afirmar que el combate contra los sarracenos de "Ispanie" es algo que compete al conjunto de la Cristiandad pero de modo especial al rey Fernando y a los "alios Ispaniarum reges", víctimas de la injusta ocupación islámica de su tierra. Prosigue el papa diciendo que ha sido el celo del rey Fernando el que ha constituido la respuesta adecuada por la que da gracias a Dios e impetra su favor en beneficio del monarca castellano. Y a instancia de este último, concede a cuantos "per Ispaniam" decidan comprometerse en el citado "negotium", la misma indulgencia que el concilio general había reconocido a los "crucesignatis" de Tierra Santa, extendiendo también a ellos el amparo pontificio. Le anuncia finalmente el nombramiento de dos protectores, el arzobispo Rodrigo de Toledo y el obispo Mauricio de Burgos, con el fin de anunciar y administrar la citada indulgencia. En efecto, ese mismo día el papa se dirigía a ambos prelados instándoles a anunciar la indulgencia por el reino de Castilla y a erigirse en defensores de cuantos cruzados se sumaran a la empresa "per Ispanias". Antes de acabar el año los dos obispos trasladaban la bula papal al resto de los obispos y vicarios del reino, y les ordenaban la predicación de indulgencia a sus fieles de modo que, "animati ad tam sanctum negotium", pudieran beneficiarse de ella. Era evidente que en 1225 la Iglesia de Roma asumía que la cruzada peninsular—"el sanctum negotium" de que hablaban los obispos castellanos— tenía un máximo responsable en la persona del rey Fernando. Ciertamente estamos ante el inicio de la consagración de la ‘cruzada hispánica’, la dirigida por los reyes peninsulares frente a la ineficacia de las directamente controladas por Roma. Pero, Honorio III, que en las misivas de aquel año se había preocupado de subrayar el carácter universal de la cruzada peninsular no supo o no quiso reaccionar todavía frente al reto que para Roma podía significar la ‘nacionalización’ de la cruzada hispánica. Por ahora, la Sede apostólica se limitaba a bendecir el proyecto cruzadista de Fernando III que no tardaría en mostrar su legitimadora carga política. 

✠ IMAGEN VII.- “Alfonso IX de León”.





✠ IMAGEN VIII.- “Enrique I de Castilla”.



INSTRUMENTOS Y ESTRATEGIAS IDEOLÓGICAS. 

Qué instrumentos y estrategias se utilizaron en el diseño de la imagen de Fernando III como caudillo cruzado dispuesto a liderar la ofensiva peninsular contra el islam, es el tema de que nos vamos a ocupar a continuación. Obviamente es la cronística contemporánea, en cuanto caja de resonancia propagandística patrocinada por la propia monarquía, el primero y principal recurso instrumental creador de imagen. Y en este sentido, hay que decir que Fernando III es un monarca inusualmente tratado por los cronistas de su propio tiempo. Contamos con retratos elaborados por los responsables de las tres grandes crónicas latinas de la primera mitad del siglo XIII. En primer lugar, la conocida como "Chronica regum Castellae", obra con toda probabilidad de Juan de Osma o de Soria, al que ya hemos tenido ocasión de citar; se trataba de un hombre muy próximo al rey que le confiaría la cancillería del reino desde 1217 hasta su muerte en 1246. Como dijimos, es el que nos proporciona el más ‘oficialista’ de los retratos del rey y, sin duda, en quien el perfil cruzadista del monarca alcanza niveles más acusados. Con independencia del grado de difusión de la obra y de su hipotético valor propagandístico, es evidente que refleja de manera fidedigna la imagen que el monarca y su círculo cortesano querían realmente mostrar, aunque, eso sí, el relato se detiene a raíz de la conquista de Córdoba en 1236. Y esa imagen es la que arranca, según hemos tenido oportunidad de ver, de la recreación teatral de la curia de Muñó de 1224, a partir de la cual el cronista se desliga de presupuestos discursivos anteriores y enfatiza la dimensión caudillista y sacral del monarca. La iniciativa de la ruptura de hostilidades anunciada entonces por el rey, no es en realidad de este último sino del mismísimo Espíritu de Dios que irrumpe en su persona y le dicta sus palabras ante los integrantes de la curia, incluida la reina madre. La irrupción del Espíritu divino es un recurso bíblico que nos remite a los caudillos vetero–testamentarios que, por iniciativa de Dios y sin otra mediación que su voluntad, consagraban su vida a la liberación del pueblo elegido. Obviamente tras una consideración sacral de esta naturaleza se esconde una excepcional perspectiva de poder que sitúa con facilidad al caudillo por encima de cualquier otra iniciativa o parecer humanos. Ni siquiera la figura del papa adquiere en este discurso relevancia alguna. La monarquía, a través del recurso a una guerra tan inequívocamente santa, se reforzaba de manera considerable, e incluso encontraba en ella el propio sentido de su existencia. El cronista atribuye al rey un razonamiento realmente contundente: la guerra y las circunstancias con que Dios ahora la facilitaba era el medio que ese mismo Dios ponía en el camino del rey para orientar su vida y evitar la dilapidación de su juventud. Pues bien, este importante pasaje que nos trasmite la idea de que es la guerra contra el islam lo que justifica el reinado, no elude la inclusión de evocadoras expresiones de sabor eminentemente cruzadista: "porta siquidem aperta est et uia manifesta"; ni tampoco perspectivas apocalípticas de un enfrentamiento radical y decisivo: "Christus Deus et homo ex parte nostra; ex parte uero Maurorum infidelis et dampnatus apostata Mahometus". A partir de este momento el relato cronístico no hace sino acentuar los rasgos de un rey comprometido con la causa de Dios hasta el sacrificio, un compromiso que no elude el voto formal de carácter cruzado, y que se materializa en un tesón inagotable y de vocación martirial. La identificación con Cristo hace a Fernando III adquirir ciertas connotaciones mesiánicas, y desde luego una caracterización que lo destaca sobre cualquier otro líder peninsular y lo hace más valioso que sus antecesores. Su esfuerzo en defensa de la Iglesia y de la Cristiandad son la natural expresión de un auténtico "miles Christi", poseedor de virtudes superlativas. Lucas de Tuy es el responsable de la segunda gran crónica latina de la primera mitad del siglo XIII, el "Chronicon Mundi", un encargo de la reina Berenguela acabado de redactar poco después de la conquista de Córdoba, acontecimiento con el que también el Tudense pone fin a su relato historiográfico. La imagen que nos ofrece de Fernando III no es ya la del perfecto cruzado del oficialismo cortesano de Juan de Soria, y es que en Lucas de Tuy se entrecruzan otros intereses particulares que no veíamos en el canciller, y que recubren la idealizada imagen del rey de unos estereotipos compatibles con las dos grandes vocaciones del Tudense: el reino y ciudad de León y la figura y significado de san Isidoro, a cuya colegiata se hallaba vinculado en el momento de la redacción de la obra. En efecto, estas dos circunstancias, unidas a una concepción del poder político más respetuosa que la de Juan de Osma con el papel que corresponde en él a la Iglesia, nos trasmiten una imagen de Fernando IIalejada del caudillismo sacral y autoritario que dibujaba el canciller; en consecuencia, su liderazgo cruzado, sin duda indiscutible, se muestra menos altivo y más dispuesto a la mediación de la autoridad papal. No por casualidad es Lucas de Tuy el único cronista de los que analizamos que alude a la dimensión cruzadista de la legación papal de Juan de Abbeville. En cualquier caso, y como no podía ser de otro modo, en el Tudense la guerra contra los musulmanes liderada por Fernando III adquiere unas connotaciones ideológico–religiosas especialmente significativas después de su acceso al trono leonés. Son los santos de su reino los auténticos garantizadores del éxito de la ofensiva. Santiago había tenido un notable protagonismo en la fase reconquistadora de Alfonso IX, pero es sobre todo san Isidoro quien se mostrará más favorable a su hijo Fernando III. El voto ‘cruzado’ que veíamos asumir al rey en la crónica de Juan de Osma, era ahora solemnemente emitido — "faciens uotum" — ante el altar de San Isidoro en vísperas de la decisiva campaña cordobesa, y naturalmente ese voto consistía en una promesa de botín en beneficio del santuario leonés. La ayuda del santo fue eficaz y la campaña un éxito, y no deja de ser comprensible que el cronista aluda con complacencia a la anecdótica pero muy significativa recuperación de las campanas del santuario jacobeo arrebatadas por Almanzor y depositadas hasta entonces como trofeo de guerra en la antigua capital del califato. Con la conquista de Córdoba el Tudense pone fin a su relato, y con él a uno de los grandes argumentos que lo acompaña, el de la imprescindible aportación de León y su tradición política y religiosa a la recuperación de la dignidad de todos los españoles: es precisamente "beatus iste rex", el que ocupa el trono de León, no lo olvidemos, quien ha sido capaz de desalojar a los ‘bárbaros’ de su sede, restituir las campanas a Santiago, y con ello poner fin al "obprobrium Yspanorum". El tercer gran cronista es obviamente Jiménez de Rada. Su obra, encargo del propio Fernando III, es ligeramente posterior a la de Lucas de Tuy. Fue probablemente redactada a comienzos de los años 1240 y, como la de los dos cronistas anteriores, finaliza con la conquista de Córdoba, aunque el arzobispo añade un último capítulo, en realidad poco más que unas líneas, que llega hasta 1243. Pese a lo que podría pensarse, el retrato que nos ofrece don Rodrigo de Fernando III es el menos cruzadista y más secularizante de los aludidos hasta aquí. Como es sabido, en general la perspectiva fernandina del rey no es la más halagüeña de la que nos ofrecen las tres crónicas: sus intereses, como los de don Lucas, no estaban puestos tanto en la corte como en un reivindicador ‘castellanismo’ que diera justa respuesta al ‘leonesismo’ del Tudense; pero lo que buscaba sobre todo D. Rodrigo era el engrandecimiento de la sede toledana de la que era arzobispo y, de paso, a estas alturas de su vida, el de su propia memoria. Esta perspectiva condiciona pues el retrato que el Toledano nos ofrece de Fernando III. Es sin duda alguna el texto menos propagandístico del rey de los tres analizados. No interesa en él insistir en la imagen de un caudillo cristiano excesivamente sacralizado. Esa imagen reforzaba en exceso un poder regio de signo autoritario que la mentalidad aristocrático–feudalizante de Jiménez de Rada rechazaba. Por eso la “reconquista de Fernando III” se nos muestra desprovista de signos maravillosos, de posesiones divinas del rey, e incluso de planteamientos excesivamente providencialistas. Sus campañas son victoriosas pero normalmente ajenas circunstancias milagreras que confirmen el permanente espaldarazo de Dios a la acción del monarca. Ni siquiera el episodio cenital de Córdoba nos es presentado como el sobrenatural premio al celo guerrero del monarca: la ciudad se rindió por los ataques y la falta de abastecimiento: "afecta pugnis et inedia". Ninguna de las tres grandes crónicas contemporáneas, por tanto, narran el reinado de Fernando III al completo, con lo que la acción cruzada por antonomasia del rey, la toma de Sevilla, queda fuera de su particular análisis. De hecho, no parece que ningún escrito coetáneo al monarca llegara a recoger nunca todo el desarrollo de su gobierno. El único texto que lo hace, la llamada "Crónica particular de San Fernando", fue redactado ya a comienzos del siglo XIV. El análisis de este complejo texto nos permite, al menos, diferenciar dos grandes partes en él: una primera en la que su autor sigue una versión romanceada del Toledano, aunque con alguna ampliación e introducción de glosas, y una segunda parte, llamada el Seguimiento del Toledano, que se centra fundamentalmente en la conquista de Sevilla y en la muerte del rey. Pues bien, pese a que se ha insinuado, no parece probable que concretamente el relato nucleado en torno a la toma de Sevilla contara con un texto primitivo de base redactado en época de Alfonso X. Más bien podría haberse alimentado de tradiciones orales, intermediadas en mayor o menor medida, que tratan de potenciar el recuerdo de las hazañas épicas de ciertos magnates, antes que hacer un seguimiento exhaustivo de los hechos del rey. Éste sí sería el inevitable protagonista de la última parte de la narración, la que se centra en su muerte, y que nos presenta al rey, a diferencia de lo ocurrido con anterioridad, aureolado ya plenamente con la gloria de la santidad. Aparentemente esta fase final del relato bien podría ser obra de una mano distinta de la encargada de recopilar la información sobre las circunstancias previas, cerco y capitulación de Sevilla. 

En cualquier caso, además de tratarse de un texto tardío, "la Crónica particular de San Fernando", desde el punto de vista que nos interesa no presenta un relato cruzadista acorde a los intereses de la propaganda más cercana al trono.

✠ IMAGEN IX.- “Papa Honorio III”.



    


✠ IMAGEN X.- “Obispo Jiménez de Rada”.




CONCLUSIÓN.

Hace algunos años José Manuel Nieto escribía unas interesantes líneas acerca del carácter fundacional de la monarquía de Fernando III. En esa ocasión afirmaba que su época fue “uno de los momentos de mayor plasmación del ideal cruzadista en el medio hispano.” Sin duda fue éste un argumento decisivo en la construcción de ese carácter fundacional de la monarquía que encarnaba el futuro Rey Santo. Era el argumento de la excepcionalidad del poder de quien se erige en caudillo frente a una ofensiva, la del islam (en ese momento ya a la defensiva), presentada por la propaganda contemporánea como un auténtico poder destructor. Era el caudillo de una monarquía que aspiraba a la hegemonía peninsular, según un esquema imperial que, en algún momento, pudo querer transformarlo en realidad jurídico–política. Para ello la coartada del cruzadismo resultaba fundamental. Pero era preciso hispanizar la idea misma de cruzada, arrebatar a los papas la capacidad de iniciativa que, en régimen de monopolio, habían asumido desde que hacía más de cien años la crearon. La coyuntura era favorable para Fernando III. El pontificado empezaba a abandonar los viejos proyectos de cruzada universal, en el que estaba implicado el frente peninsular, justo en el momento en que el rey castellano decidía asumir el suyo propio. Con todo, la bendición del papa siempre sería necesaria, entre otras cosas porque garantizaba la obtención de subsidios provenientes de las rentas eclesiásticas, imprescindibles para poner en marcha y sostener ese proyecto. Lo que cambiaba ahora era el liderazgo efectivo y la elección de los tiempos que ya para siempre quedarían en manos de la monarquía. Los papas, preocupados por la amenaza Stáufica, dejaron hacer, pero las reservas que sostuvieron frente a la utilización abusiva que el monarca hacía de los recursos de la Iglesia, pudo ser quizá uno de los argumentos que ralentizaron más el proceso de santificación del rey. La aureola de santidad, aquilatada en el crisol de la eficaz lucha contra el islam, surgió muy pronto en torno a su figura, pero hubo que esperar siglos para que la imagen de un ‘monarca regalista’ pudiera tener el apoyo oficial de la monarquía hispánica para impulsar definitivamente su proceso de canonización. 

FUENTES:

Carlos de Ayala Martínez.

Universidad Autónoma de Madrid.

Asphs.

Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠

 

✠  1416 - el rey Fernando I de Aragón abandona la obediencia a los papas de Aviñón.

✠ IMAGEN XI.- “Fernando I de Aragón”.




El resultado más importante de su breve reinado fue que accedió en 1416 a retirar su obediencia al Papa de Aviñón Benedicto XIII, ayudando así a poner fin al Gran Cisma, que había dividido a la Iglesia de Occidente durante años. Fernando, olvidando que los representantes del papa, en Caspe, lo habían apoyado, presionó a Benedicto XIII (Pedro Martínez di Luna) para que dimitiera, como lo habían hecho, del antipapa Juan XXIII y del papa Gregorio XII, convencidos por el emperador Segismundo. Pero Benedicto, incluso después de las reuniones de Perpiñán (del 19 de septiembre al 7 de noviembre) con Federico y Segismundo, no se vendió, porque elegido en pleno respeto de las reglas, y, a pesar de que Fernando había retirado su obediencia, el 16 de enero de 1416, fue encarcelado en el castillo de su familia (la luna) a Peñíscola (Valencia), donde resistió hasta su muerte en 1423.

FUENTES:

Kriptic.

Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠

 




Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval. 

 ✠  Estudios y Análisis Históricos. 

 ✠  Efemérides, personajes y hechos históricos.

 Tal día como hoy, 5 de Enero, pero del año…

 

✠  1477.- Tiene lugar la batalla de Nancy, en la localidad francesa del mismo nombre, en la que son contendientes el duque de Borgoña, Carlos el Temerario, y el duque de Lorena, René II. La batalla concluirá con la derrota y muerte de Carlos el Temerario, consolidando la independencia de la Lorena y la anexión de una parte de los estados borgoñones por el rey de Francia Luis XI. (Hace 544 años).

✠ IMAGEN I.- “Batalla de Nancy”.





Batalla de Nancy.

La Batalla de Nancy enfrentó al duque de Borgoña Carlos el audaz contra el duque de Lorena Renato II. la confrontación terminó con la derrota y muerte del temerario. El principal beneficiario de esta batalla fue el rey de Francia, Luis XI, que se apoderó de parte de los Estados borgoñones.

✠ IMAGEN II.- “Carlos el temerario”.



En 1363, Felipe II El valiente, hijo del Rey Juan II de Francia, recibió el Ducado de Borgoña y se casó con una rica heredera, Margarita III, Condesa de Flandes, de Borgoña (Franco Condado), de Artois, de Rethel y de Nevers. Sus descendientes adquirieron de diferentes maneras (matrimonios, herencias, compras y conquistas), una gran parte de lo que hoy constituye el Benelux : los condados de Holanda, Zelanda, Henao y los ducados de Brabante y Luxemburgo. El conjunto de los Estados borgoñones se dividió en dos partes: una relacionada con el Ducado y el Condado de Borgoña, la otra con los futuros Países Bajos españoles (el actual Benelux). Entre los dos, el champán y los ducados de Lorena y Bar. En 1467, Carlos El Valiente tomó el relevo de su padre Felipe III de Borgoña. El propósito de su vida era conectar territorialmente sus dominios y obtener una investidura real, recreando el antiguo reino de Lotaringia. Sin embargo, no partió de Lorena, sino que primero anexionó la alta Alsacia, que el emperador Federico III le había dado como prenda y garantía de un préstamo de cincuenta mil florines y que no pudo devolver. Desde la alta Alsacia, El Duque pensó en salir a conquistar Suiza. En 1473, el daredevil tomó posesión del Ducado de Güeldres. El Duque de Borgoña se dirigió entonces a Lorena. Aprovechando la corta edad del nuevo duque, Renato II, se reunió con él en Tréveris y firmó un tratado según el cual ambos se comprometieron a no aliarse con Luis XI de acuerdo con un entendimiento que podría dañar a la contraparte. Además, René II concedió a Carlos I libre paso en sus posesiones y autorizó el acuartelamiento de guarniciones borgoñonas en Charmes, Darney, Épinal, Neufchâteau y Prény. Hay que decir que Renato II no tenía muchas opciones, ya que no podía contar con la ayuda de Luis XI, que acababa de firmar una tregua con Carlos I. muy rápidamente los incidentes entre la población de Lorena y las guarniciones borgoñonas se multiplicaron. Renato II entonces hizo contacto con los oponentes del Duque de Borgoña: Luis XI, el suizo de la Confederación de los ocho cantones, amenazado por los planes de expansión de Carlos I, las ciudades de la alta Alsacia, que sufrieron los abusos de la administración borgoñona. Luis XI firmó varios tratados: con los suizos (octubre de 1474), con Federico III (diciembre de 1474), con Eduardo IV de Inglaterra (Tratado de Picquigny, 29 de agosto de 1475), que aisló a Carlos el audaz. Fuerte de estas alianzas, Renato II lanzó su desafío al vecino incómodo el 9 de mayo de 1475. Carlos comenzó firmando una nueva tregua con Luis XI, luego en el otoño invadió Lorena. Tosto conquistó Charmes, luego Epinal y finalmente Nancy el 24 de noviembre de 1475, después de un mes de asedio. Cautelosos, los Estados de Lorena se reunieron con el vencedor y Carlos I se proclamó Duque de Lorena. El 11 de enero de 1476, dejó Lorena para luchar contra los confederados Suizos. De hecho, Carlos I había adquirido la alta Alsacia con la intención de conquistar Suiza. Por otra parte, Friburgo y Berna invadieron el cantón del Valais y la región de Vaud, que pertenecía a Filiberto II de Saboya (1456-1482), aliado del Duque de Borgoña, Renato II, por su parte, se unió a la Liga de Constanza, formada por los oponentes de las especialidades suizas y alsacianas de Daredevil. Una primera batalla tuvo lugar en Grandson el 2 de marzo de 1476 y el duque de Borgoña fue derrotado allí. Para vengar la afrenta, Carlos I marchó sobre Morat, donde fue derrotado de nuevo el 22 de junio de 1476 en la batalla del mismo nombre. Su ejército fue aniquilado y la pérdida de artillería lo obligó a volver a Dijon, donde comenzó a reclutar nuevas tropas y reorganizar el ejército. En el anuncio de las derrotas borgoñonas, Lorena se rebeló. Los partisanos de Lorena se apoderaron de Vaudémont, después de lo cual expulsaron a las guarniciones presentes en Arches, Bruyères, Saint - Dié, Remiremont y Bayon. Renato Ise unió a ellos en Lunéville, que fue tomada el 20 de julio. El 22 de julio, se rindió Onpinal. Al día siguiente Renato fue a Friburgo en busca de ayuda, pero sólo recibió la garantía de que ninguno de los enemigos del Duque de Borgoña firmaría una paz separada.

✠ IMAGEN III.- “Renato II de Lorena”.




✠ IMAGEN IV.- “Luis XI de Francia”. 




El 22 de agosto de 1476, a la cabeza de un ejército de 4. 000 - 5. 000 hombres, El Duque de Lorena sitió Nancy, defendida por una guarnición borgoñona de 2. 000 soldados, la mayoría británicos, comandados por Jean de Rubempré. Ninguno de los mensajes enviados por Carlos I para anunciar su próxima llegada llegó a Nancy: todos fueron interceptados por el Ejército de Lorena. En un mes y medio los británicos, cuyo líder había muerto durante una salida, cansados de comer perros, obligaron a Rubempré a negociar. La ciudad abrió sus puertas el 7 de octubre y al día siguiente la guarnición borgoñona dejó Nancy para llegar al conde de Campobasso en Luxemburgo. En realidad estaba reuniendo un ejército en los Estados borgoñones del Norte. El 25 de septiembre el Temerario había dejado Gex a la cabeza de un ejército de 10. 000 soldados se dirigen a Nancy. El 9 de octubre Renato II lo esperó en la orilla este del Mosela para evitar que cruzara el río, pero Carlos permaneció en la orilla oeste y se dirigió a Toul, donde, el 10 de octubre, se unió a Campobasso; este último vino de Luxemburgo al mando del 6. 000 hombres. El 16 de octubre los dos cruzaron el Mosela y Renato, con su 9. 000 hombres, no pudo hacer nada para evitarlo y cayó de nuevo en Saint-Nicolas-de-Port. El 19 de octubre, por consejo de sus capitanes y con la certeza de que Nancy resistiría dos meses de asedio, Carlos se dirigió a Alsacia y suiza para obtener refuerzos. El 22 de octubre el Daredevil sitió Nancy, defendida por 2. 000 soldados, la mayoría veteranos de Morat. Su ejército se estableció en una colina que estaba cerca de la actual Plaza Thiers y se estableció cerca de la encomienda Eclesiástica de Saint - Jean. Los capitanes borgoñones le aconsejaron que levantara el asedio y se trasladara a Pont - à - Mousson o Metz, para reanudar la ofensiva en la primavera, pero Carlos no los escuchó. Los partisanos de Lorena atormentaban regularmente a los borgoñones, y el invierno era duro (400 borgoñones murieron sitiados en Nochebuena), por lo que la moral de las tropas de Carlos I bajó y las deserciones se multiplicaron. Campobasso también desertó el 31 de diciembre con 180 Caballeros. En Nancy, el 23 de diciembre, los caballos fueron sacrificados y los perros, gatos y ratones fueron cazados como alimento. Renato II, por su parte, no permaneció inactivo. La Confederación Suiza no quiso intervenir, pero autorizó al duque de Lorena a reclutar a 9. 000 mercenarios, que hizo financiado por Luis XI. 8. 000 soldados alsacianos se unieron a las fuerzas mencionadas. El lugar de agrupación de ejércitos se fijó en Saint-Nicolas. El 2 de enero de 1477, un destacamento borgoñón, enviado a explorar, fue sorprendido y hecho pedazos. El conde de Campobasso y sus tropas se unieron a Lorena el 4 de enero. Entonces se formó un ejército de 19. 000 - 20. 000 hombres.

 

El duque de Borgoña, al enterarse de la inminente llegada del ejército de René II, tomó una posición en un relieve cerca de Jarville - la - Malgrange. A pesar de la derrota de Morat, donde había sido atacado en el flanco, Carlos descuidó proteger su lado derecho, que yacía en el borde del bosque Saurupt. El domingo 5 de enero, antes del amanecer, René II partió de Saint - Nicolas de Port; su ejército avanzó hacia la campaña de Lorena cubierta de nieve. En Laneuveville algunos de sus exploradores vieron un mirador borgoñón y lo mataron. A partir de ese momento, el Temerariya no tenía información sobre el ejército enemigo que se acercaba. Renato II y sus capitanes, según los informes de los exploradores, decidieron evitar el Ejército borgoñón a través del bosque Saurupt, para atacarlo en su flanco; para engañarlo, enviaron un pequeño departamento comandado por Vautrin Wisse a lo largo del camino de Nancy a Saint - Nicolas. A pesar de las fuertes nevadas que limitaron severamente la visibilidad, los exploradores Aliados se habían dado cuenta de que un asalto frontal a las posiciones de Carlos I sería desastroso, por lo tanto, la vanguardia de alrededor de 7. 000 de infantería y 2. 000 caballeros fueron instruidos para atacar desde la derecha, mientras que el impacto principal vendría de alrededor de 8. 000 soldados de infantería (4. 000 visitas, 3. 000 alabarderos y 1. 000 hombres con armas de fuego) y 1. 300 Caballeros del centro (los llamados Gewalthut). Como se mencionó, fue de hecho esta parte del ejército de Renato la que emprendió un camino alrededor del flanco izquierdo borgoñón. Una pequeña retaguardia de 800 soldados con armas de fuego permaneció como reserva. Después de una marcha de aproximadamente dos horas, los mercenarios suizos emergieron de las laderas boscosas detrás de las posiciones enemigas y se organizaron en cuña. El sonido de los cuernos Suizos resonó tres veces y los soldados cargaron hacia las posiciones borgoñonas. El efecto sorpresa fue total y el destino de la batalla se marcó en pocos minutos. La artillería trató de apuntar al Gewalthut, pero el levantamiento no fue suficiente. Josse de Lalaing sufrió el primer asalto, fue gravemente herido y murió. Aunque el ala derecha de la caballería borgoñona había cortado la rival, la masa de la infantería Suiza avanzó con determinación para dejar a un lado la plaza de la infantería del temerario, numéricamente inferior. La vanguardia hizo retroceder al ala izquierda borgoñona y puso a la artillería en fuga. Tan pronto como Carlos I intentó detener el avance del Gewalthut, transfiriendo tropas desde el flanco izquierdo, el peso de los números desplegados contra él se hizo evidente, y el ejército borgoñón comenzó a desmoronarse. Decidido hasta el final, el temerario con sus generales trató en vano de recoger las tropas que se desmoronaban, pero sin éxito. Su pequeña compañía fue finalmente rodeada por los suizos. Una alabarda dio un golpe fatal al duque de Borgoña golpeándolo en el casco. Carlos I fue visto caer, pero la batalla decayó a su alrededor. Jacques Galleotto, herido, huyó con sus tropas a lo largo del río Meurthe, lo vadeó a Tomblaine y huyó al norte. Campobasso ocupó el puente de Bouxières-aux-Dames, al norte de Nancy, y masacró a los fugitivos, limitándose a no tomar prisioneros, excepto personalidades importantes, incluido Olivier De La Marche. Los defensores de la ciudad hicieron una salida y saquearon el campamento borgoñón. Solo al día siguiente, bajo la dirección de Baptiste Colonna, un paje del Duque de Borgoña, que había visto caer a su Señor cerca del estanque de Saint - Jean, el cuerpo de Carlos I fue encontrado e identificado. El cadáver fue desfigurado y medio comido por los lobos; luego fue enterrado en la Colegiata de Saint-Georges. Más tarde se erigió una cruz para marcar el lugar de la muerte del temerario (hoy Plaza Croix De Bourgogne). Del mismo modo, en la Gran Vía de Nancy, una indicación "1477" en el pavimento indica el sitio donde se colocó el cuerpo de Carlos I antes de ser enterrado.

✠ IMAGEN V.- “Muerte de Carlos I el temerario”.





Luis XI había firmado en 1475, en Picquigny, una tregua con el rey Eduardo IV de Inglaterra. Este último, sin el apoyo del Duque de Borgoña, se vio obligado a renunciar a sus ambiciones por Francia para siempre. Desde el anuncio y confirmación de la muerte de Carlos I, Luis XI se apoderó de una parte de los Estados borgoñones: el Ducado y Condado de Borgoña, Picardía, Artois y Flandes, en detrimento de María de Borgoña, hija del temerario. Se dirigió a su prometido Maximiliano I de Habsburgo, hijo de Federico III; en 1482 recuperó Flandes, Artois y el Condado Franco. Varios siglos de lucha entre los monarcas franceses y los Habsburgo comienza entonces. El Hijo de Maximiliano y María, Felipe de Austria dijo que la bella, se casó con el heredero de España, y será el padre de Carlos V., durante dos siglos, el Reino de Francia estará rodeado por los territorios españoles a lo largo de los Pirineos al sur, en el Franco Condado al este, y los Países Bajos españoles al norte.

✠ IMAGEN VI.- “María de Borgoña”.




FUENTES:

Kripkit.

Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.



Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval. 

✠  Estudios y Análisis Históricos. 

✠  Efemérides, personajes y hechos históricos.

✠  Las fortificaciones militares en Oriente durante las Cruzadas.

Los siglos XII y XIII fueron dos siglos en los que se desplazaron miles de personas del occidente europeo, hacia lo que denominamos como el Próximo Oriente, primeramente con el propósito de tomar la Ciudad Sagrada para los cristianos, Jerusalén.

Tras la predicación de la Cruzada por Urbano II comienza este desplazamiento, en el que se da el peregrinaje por motivos religiosos, comerciales, militares y políticos. Cuando hablamos de las cruzadas hay que entenderlas como un movimiento cultural, en el que se produce un intercambio, tanto de bienes materiales como de conocimiento.

Las fortificaciones militares en Oriente durante las Cruzadas.

Tras el asentamiento y la creación de los Estados Latinos en Oriente surge la necesidad de protección, tanto de los castillos como de las rutas y las ciudades. En la defensa de las fortalezas intervienen las órdenes militares como el Temple y la Orden del Hospital, las cuales tendrán bastante protagonismo. La orden Templaria desde su surgimiento se le asigna la defensa y protección de una marca fronteriza al norte de Antioquía. Aunque la fecha en que se militariza la orden Hospitalaria es discutida, lo cierto es que en el año 1136 el rey de Jerusalén, siendo en ese momento Fulco, (Fulco V de Anjou, también conocido como Fulco el Joven, y desde 1131 como Fulco I de Jerusalén, fue conde de Anjou de 1109 a 1129, y rey de Jerusalén desde 1131 hasta su muerte), entrega a la orden del Hospital el castillo de Bethgibelin para su custodia, y 6 años después el conde de Trípoli les entrega el Crac de los Caballeros. Otra de las Órdenes que surge es la de Santa María de los Teutones, de origen germano en un contexto, hasta ahora, dominado por los francos.

✠ IMAGEN I.- “Crac de los Caballeros”.




En este estudio trataremos de describir las principales fortalezas utilizadas durante estos dos siglos a lo largo de los Estados Latinos, los materiales, las técnicas utilizadas, los esquemas, y las defensas que poseían estas impresionantes construcciones. 

Los materiales constructivos.

Los castillos y fortalezas cruzados que aparecen a lo largo de la línea de costa incorporan novedades europeas y bizantinas, sumado a ello la larga experiencia en los asedios, por lo que aparecen elementos muy prácticos en estas fortificaciones, un ejemplo serían los grandes almacenes excavados, o como las grandes cisternas de agua incorporadas dentro de las murallas.

En cuanto a los materiales utilizados en la construcción de las fortificaciones militares, se observa un cambio hacia la piedra, dejando la madera a un lado, debido a su escasez en Oriente y por la habilidad de las tropas musulmanas en las prácticas incendiarias durante los asedios. Los cruzados utilizaron en sus construcciones un aparejo a base de sillares almohadillados, estos elementos eran muy eficaces absorbiendo los impactos de proyectiles.

En la base de los muros construyeron grandes taludes por dos motivos, el primero como técnica defensiva para evitar las minas y por otro lado como elemento resistente de la estructura ante los terremotos, muy frecuentes en esta región del planeta.

Muchas de las fortalezas que ocupaban eran construcciones previas, por lo que muchos elementos son incorporados a estas nuevas construcciones como en el Crac de los Caballeros, donde previamente existía una fortificación. Tras rendir la fortaleza la Orden de los Hospitalarios en 1271 ante el sultán de Egipto, Baibars, se incluirían elementos nuevos por parte de los soldados musulmanes, como una torre cuadrangular en la muralla sur. 

Esquema constructivo.

Hablar del esquema constructivo en Oriente es complejo, ya que los cruzados incorporaron una serie de técnicas con influencia europea y bizantina. Otro factor a tener en cuenta es que pese a ser un periodo de tiempo relativamente corto encontramos una clara diferenciación de las generaciones constructivas de estas fortalezas. Muchas de ellas eran reconstruidas aprovechando los restos de una antigua fortaleza.

Desde comienzos del siglo XII hasta mediados de la primera década encontramos las primeras construcciones cruzadas, estos asentamientos se localizan en las grandes ciudades y en poblaciones recién tomadas a los musulmanes. Durante esos 15 años se construyen o reconstruyen un total de 29 fortificaciones. Muchas de ellas siguen el estilo constructivo denominado como Keep, se basa en una torre central rodeada por una muralla. Este elemento defensivo como “Torre del Homenaje” ofrecía un segundo recinto protegido en caso de que la muralla fuese derribada,  un ejemplo de este estilo lo encontramos en Chastel Blanc.

✠ IMAGEN II.- “Chastel Blanc”.




Durante lo que denominamos la segunda generación constructiva de castillos y fortalezas, hablamos de los años 1115 al 1167 aproximadamente, las construcciones defensivas las localizamos en las principales rutas, aunque en las fronteras durante esta fase se construyen muy pocas, predominan los emplazamientos con poco riesgo ante un ataque. Durante este periodo las construcción de emplazamientos defensivos es superior a los otros dos. En estas fortalezas se aprecia la funcionalidad en las estructuras, con grandes almacenes, cisternas, cuadras, grandes plantaciones, y no olvidemos, que eran centros administrativos en muchos casos. Un ejemplo sería Montreal donde las tierras a su alrededor eran muy fértiles, lo cual implica que no solo eran puestos estratégicos de defensa, sino que también eran centros económicos y administrativos.

✠ IMAGEN III.- “Castillo de Shawbak  (antiguo Montreal)”.




En lo que denominamos la tercera generación constructiva comprendida entre 1168-1187 aproximadamente, se construyen y amplían las defensas en muchas fortificaciones, sobre todo las que se encuentran en las nuevas fronteras y son susceptibles ante los ataques. Alrededor de estos años fortificaciones como Safad (que en 1168 es entregada a los Templarios), Belvoir, el castillo de Montreal o el Karak , en las inmediaciones de la ciudad Santa, son ampliados y sus defensas se verán mejoradas. Esto responde a las campañas de Nur al-Din durante este periodo, y posteriormente a las de Saladino, en las que el asedio de las fortificaciones era una técnica en la toma de dichos emplazamientos, por lo que en sus defensas se construyen todo tipo de elementos para impedir que el enemigo tome el puesto.

✠ IMAGEN IV.- “Castillo de Belvoir”.




Será la III Cruzada la que dé como resultado un mayor desarrollo en la arquitectura militar, los cruzados se dieron cuenta de las nuevas técnicas defensivas necesarias y por ello observamos que los emplazamientos se encuentran en lo alto de una colina, con varios anillos defensivos, utilizando también los elementos naturales propiamente defensivos, siendo en muchos casos reformadas las fortalezas y ampliadas sus defensas.

✠ IMAGEN V.- “Jabal al habis”.




 

Como últimos ejemplos hay que mencionar una serie de puestos excavados en la roca, unas fortalezas impresionantes, la primera al-Habis Jaldak, o el fuerte de Niha, ambas unas fortificaciones excavadas en la roca, protegidas por los acantilados y desfiladeros y a las que se accede por puntos muy defendidos. el fuerte de Niha se construye a mediados del siglo XII y a mediados del XIII se le entrega a la Orden Teutónica, que lo perderá pocos años después

✠ IMAGEN VI.- “Castillo de Margat”.



 

La seguridad en las fortalezas.

Entre los elementos defensivos en las fortalezas hay que hablar en primer lugar de las puertas de acceso, entre los diferentes modelos encontramos puertas en recodo, puertas de estilo bizantino, que eran construidas a base de un esquema recto, como encontramos en la gran fortaleza conocida como Margat. En las puertas se combinan los elementos defensivos como los rastrillos, o los matacanes, buhederas, y aspilleras, un claro ejemplo de este sofisticado sistema defensivo se encuentra en el corredor de entrada del Crac de los Caballeros. Es un corredor de 160 metros con dos rampas ascendentes, que giran un ángulo de 180º, cubiertas por aspilleras y buhederas, complementada con rastrillos, haciendo del acceso al Crac un impresionante sistema defensivo.

Otro elemento que encontramos entre las puertas es que son de poca anchura, lo cual facilita su defensa. También hay que destacar el acceso de Saone, en el que se excavó un tremendo foso dejando únicamente un punto sin excavar, y sobre este punto colocaron sillares de mampostería que amortiguan el puente de acceso al interior.

Otro elemento defensivo de las fortificaciones militares son las torres, entre los modelos bizantinos encontramos las torres a intervalos regulares en las murallas, este elemento deja pocos puntos ciegos a la hora de defender el emplazamiento. Por lo que la influencia bizantina es muy palpable en estas construcciones, en los anillos defensivos se alternan torres. Existen de dos tipos tanto circulares como cuadradas, cada una con sus ventajas e inconvenientes. Las torres circulares permiten una mejor visión en todos sus puntos y por lo tanto en su defensa. Mientras que las cuadradas podían ser utilizadas como base de máquinas de tiro, algunas de las máquinas de guerra más utilizadas podrían ser la ballesta o el trabuco, este último era capaz de lanzar piedras pesadas hasta trescientos metros, su aparición en el siglo XII puede ser la causa de que se amplíen y mejoren las murallas de los recintos fortificados. El crac de los Caballeros posee un anillo exterior amurallado, en el que en sus muros se intercalan torres de entre 8 y 10 metros de anchura, siendo el muro de 3 metros de anchura tras su remodelación en el siglo XII.

Anteriormente mencionamos que estas fortificaciones desarrollan complejos almacenes para soportar largos asedios, como los del crac de los caballeros de más de 100 metros de longitud. O los de Margat siendo capaces de resistir un asedio hasta de cinco años, esta colosal fortificación se encuentra entre Trípoli y Antioquía. Tiene una forma triangular, estando su vértice orientado hacia el sur, está protegido por una doble línea de muros defendida a intervalos regulares por torres circulares.

Otro elemento defensivo que encontramos es el matacán, mediante el cual proyectaban el fuego a la base de la muralla y evitaban las técnicas de minado y zapa.

Por otro lado también son muy importantes los depósitos de agua y pozos, en el caso de Saone, además del impresionante foso excavado en la roca de 28 metros de profundidad, hay dos depósitos de agua, en el Crac de los Caballeros hay 9 cisternas y un pozo. Otro foso de un tamaño colosal lo encontramos en la fortaleza de Beaufort, es un elemento defensivo crucial para evitar el minado en la base de la fortaleza y de sus murallas.

✠ IMAGEN VII.- “Castillo de Saladino”.




Como el resto de las fortificaciones medievales, el castillo de Saladino - llamado también Qal´at Salah El-Din o castillo de Seoane-, se sitúa en lo alto de una montaña, haciendo inexpugnable su interior. La gran particularidad de este conjunto -que por otro lado le regala su majestuosidad- es el mecanismo defensivo utilizado: no será un foso lleno de agua sino una excavación de la montaña sobre la que se alza la estructura, siendo solamente posible acceder a ella a través de un puente levadizo que cuando estaba abierto, descansaba sobre un pequeño trozo de terreno que los cruzados conservaron con ese fin.

✠ IMAGEN VIII.- “Murallas de Alepo”.




Alepo es la segunda ciudad siria en importancia y tamaño. Sus orígenes se remontan a civilizaciones muy antiguas, habiendo sido el lugar elegido por decenas de ellas gracias a su posición casi fronteriza con el Imperio Bizantino - Turquía en la actualidad- y su proximidad con el Mediterráneo y el Éufrates. Estos elementos hicieron de ella un trofeo que conseguir y un lugar deseado por su posición estratégica, especialmente cuando los cruzados y las tropas árabes luchaban por los lugares santos. Dada la importancia de la ciudad y los continuos saqueos sufridos, en el siglo XII fue amurallada aprovechando los límites naturales de la meseta sobre la que se asienta, de forma casi esférica. Esta nueva protección fue ideada con siete puertas en zonas necesarias para la población pero una sola entrada para aquellos visitantes que viniesen de fuera: la puerta principal, de enorme belleza, recibe al visitante vigilada por una inmensa torre cuadrada jalonada por unos dibujos geométricos a dos colores. Una vez cruzada la puerta, debemos recorrer unos metros sobre el puente que salva el foso de veintidós metros, hasta llegar al segundo de los portones, el cual nos dará paso definitivo a la ciudad antigua. 

FUENTES:

Víctor Vicente García.

Revista de historia.

Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠



Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval. 

✠  Estudios y Análisis Históricos. 

✠  Efemérides, personajes y hechos históricos.

✠  La rendición de Granada a los Reyes Católicos.

Tal día como hoy 2 de Enero, pero del año…

✠ 1492.- Tuvo lugar la capitulación de la ciudad de Granada ante los Reyes Católicos.

✠ IMAGEN I.- “La Rendición de Granada”.




Éstos habían puesto en marcha la guerra para terminar con el reino nazarí diez años antes como un proyecto para aunar voluntades políticas, cerrar las heridas de la guerra civil castellana y mantener ocupada a la nobleza. Pese a que en 1489 ya se había dominado casi todo el reino, hubo que esperar meses para lograr la rendición de la capital. Esto sólo se logró tras un acuerdo diplomático con Boabdil, emir de Granada. La entrega de la ciudad se adelantó por solicitud del mismo ante el miedo a desórdenes internos. En la madrugada del 2 de enero una guarnición cristiana tomó secretamente posesión de la Alhambra, enviando al amanecer la señal convenida: tres cañonazos. Entonces, una gran procesión encabezada por los reyes partió desde Santa Fe hasta Granada, donde Boabdil entregó oficialmente la ciudad.

“Las fuentes de Granada… ¿Habéis sentido en la noche de estrellas perfumada algo más doloroso que su triste gemido?” (Las fuentes de Granada, Francisco Villaespesa). 
La Guerra de Granada (1482-1492), puede ser considerada como la última “guerra medieval” de la Península. Considerados como los creadores de un Estado moderno, en el que la base vasallática dejaba paso a una territorial, Isabel y Fernando aprovecharán las diferentes coyunturas para afianzar el poder de la Corona frente a las distintas fuerzas paralelas. Harían frente a una nobleza que ha perdido su autonomía política y militar; una Iglesia a la que intentan imponer el Patronato Regio de sus cargos y una dinastía nazarí con frecuentes problemas internos. A cambio, ofrecerían a la nobleza la conquista de Granada, a la Iglesia una cruzada religiosa y a la dinastía nazarí la rendición. Una excusa sería más que suficiente para la declaración de guerra, ni el pago de parias (tributos de paz), ni la toma de Zahara por el emir, ni los tristes versos de Boabdil impidieron que en 1492 los Reyes Católicos entraran en la Alhambra con la ciudad de Granada a sus pies. 



Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval. 

✠  Estudios y Análisis Históricos. 

✠  Efemérides, personajes y hechos históricos.

✠  Guillem de Montredon.

Guillem de Montredon fue uno de los templarios más importantes en la península. Ingresó en la Orden del Temple en 1203. Años más tarde, fue nombrado Comendador de Gardeny, uno de los centros templarios de la Corona de Aragón. Después fue nombrado Comendador de Masdeu en la corte del rey Pedro II, acompañándolo en sus campañas militares.

✠ IMAGEN I.- “Guillen de Montredon”




Cuando falleció el rey fue nombrado Comendador de Aragón, Cataluña y Provenza en 1213, adquiriendo entonces un papel esencial. El infante Jaime estaba retenido por Simón IV de Montfort, consiguiendo su liberación tras negociar en Roma con el papa Inocencio III, quién lo liberó y lo entregó a la Orden.

✠ IMAGEN II.- “Castillo templario de Gardeny”.




✠ IMAGEN III.- “Pedro II de Aragón”.




Desde entonces, el templario Guillem de Montredon fue el protector y educador de Jaime I y de su primo hermano Ramón Berenguer V en el Castillo de Monzón. Permaneció siempre al lado de Jaime, siendo su fiel consejero hasta su fallecimiento en Barcelona.

BIOGRAFÍA.

Monredón (Montredón o Mont-Rodón), Guillén de. Taradell, Osona (Barcelona), c. 1165 – Barcelona, c. 1229. Comendador del Temple, preceptor de Jaime I y consejero real.

Guillén de Monredón, hijo de Guillén de Monredón y de Guillermina de Cassá, pertenecía a una familia de la pequeña nobleza comarcal. Hacia 1203 ingresó en la Orden, pero no se poseen noticias de su actividad en ella hasta 1207, cuando salió del anonimato y fue nombrado Comendador de Gardeny, uno de los principales centros templarios de la Corona de Aragón; así se desprende del documento firmado en 1208 por el catalano-aragonés Pere de Montagut, futuro Maestre de la Orden; además, otros escritos lo mencionan como tal (23 de octubre de 1210), en la intervención en una permuta hecha por el rey Pedro II el Católico, de la villa y del castillo de Ascó contra la cesión, por parte templaria, de tres plazas recién arrebatadas a los islamitas valencianos.

Entre finales de 1211 y principios de 1212, Monredón dejó Gardeny y en 1213 fue nombrado Comendador de Provenza, Cataluña y Aragón, sustituyó en esta dignidad a Guillén Cadell, que lo era desde 1212 (al igual que Pedro Alvite en Portugal y Castilla, mientras que el francés Guillermo de Chartres era Maestre de la Orden), firmado como: “magister o Minister humilis Domus Militie in Provintia et Partibus quibusdam Hispaniae”, en un documento datado el 18 de enero de 1214.

La muerte frente al castillo de Muret de Pedro II (13 de septiembre de 1213), desencadenó una de las más graves crisis de la Monarquía aragonesa. Al negarse el vencedor, Simón de Montfort, a entregar a su pupilo, el rey-niño Jaime, nacido el 2 de febrero de 1208, Monredón marchó a Roma a finales de aquel año, al frente de una embajada de caballeros catalanes y aragoneses para obtener de Inocencio III su devolución.

✠ IMAGEN IV.- “Papa Inocencio III”.




El 23 de enero de 1214, el Papa expidió una bula en la que ordenaba a Montfort la entrega del niño al cardenal Pedro de Benevento.

✠ IMAGEN V.- “Simón de Monfort”.




Se dispuso el castillo de Monzón (perteneciente al Temple desde 1143) para la custodia y la educación del infante Jaime y de su primo hermano Ramón Berenguer V, conde de Provenza (hijo del conde Alfonso II, hermano de el Católico, muerto en Palermo, en 1209).

Allí permaneció educado por los freires, mientras la anarquía arruinaba el reino desde mediados de junio de 1214 hasta finales de 1216, fecha en la que Jaime abandonó el castillo con la intención de gobernar solo; poco antes lo había hecho su primo. Durante el resto de su vida, Jaime I el Conquistador (expiró el 12 de julio de 1276) se mostró agradecido con la Orden, a la que favoreció con largueza.

✠ IMAGEN VI.- “Jaime I el conquistador”.





Desde junio de 1214 hasta finales de 1220, Monredón cuyo papel no se limitó a la educación del Rey— permaneció siempre a su lado como eficaz consejero, según el contenido de la bula Dilectis filiis (23 de enero de 1216) de Inocencio III. Cuando en 1221 cesó en su cargo de Comendador provincial, fue sustituido por Guillén D’Azylach (Pedro Anes lo era en Portugal y Castilla, mientras el citado Montagut era Maestre), pero siguió al lado del Rey, al menos hasta finales de junio de 1225; lo prueba su firma en un privilegio concedido por el Monarca a la villa de Alcañiz, el 2 de junio de 1225. Precisamente, las últimas noticias que de él se tienen datan de este año.

Al parecer, murió en Barcelona. Se desconoce el lugar donde descansan sus restos.

FUENTES:

España fascinante.

Real Academia de la Historia.

Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

 

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠


Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval. 

✠  Estudios y Análisis Históricos. 

✠  Efemérides, personajes y hechos históricos.

✠ RUY DÍAZ, LLAMADO EL CID CAMPEADOR.

Hay hombres que son más recordados que naciones enteras (Elisabeth Smart).

 

Burgos, año del Señor 1081.

Como cualquier día de invierno en Castilla, afuera el día es desapacible y el viento del norte arrecia con fuerza, resonando entre los recovecos de la alacena donde la niña lleva escondida un rato escuchando la discusión de sus padres. Llevan un buen rato hablando entre ellos, empleando palabras duras — rey, caballeros, destierro, castigo— que dan a entender la gravedad del asunto, tanto como para que hoy no la hayan dejado salir a pastar el ganado y para que las puertas y ventanas estén cerradas a cal y canto.

✠ IMAGEN I.- “Ruy Díaz de Vivar, El Cid”.




✠ IMAGEN II.- “Rey Sancho II de Castilla”.



Con gran recaudo y fuertemente sellada:

Que a mío Cid Ruy Díaz, que nadie le diese posada

Y aquel que se la diese supiese veraz palabra,

Que perdería los haberes y además los ojos de la cara,

Y aún más los cuerpos y las almas.

Aunque apenas tiene nueve años, la niña ha oído hablar de ese caballero al que llaman El Campeador. Son muchas las historias que su padre le ha contado sobre ese guerrero temible que, por lo que puede escuchar, parece haber caído en desgracia: el rey Alfonso lo ha desterrado, ordenando que nadie lo ayude en su marchar de Castilla, so pena de duro castigo

Le convidarían de grado, más ninguno no osaba;

El rey don Alfonso tenía tan gran saña;

Retumba el ruido de unos golpes en la puerta de la casa, asustando a la pequeña. Insistente. Una, dos, tres veces. Desde la alacena puede ver a sus padres inmóviles, rostros aterrados mirándose entre ellos.

El Campeador adeliñó a su posada.

Así como llegó a la puerta, hallola bien cerrada;

Por miedo del rey Alfonso que así lo concertaran:

Que si no la quebrantase por fuerza,

Que no se la abriesen por nada.

Los de mío Cid a altas voces llaman;

Los de dentro no les querían tornar palabra.

Aguijó mío Cid, a la puerta se llegaba;

Sacó el pie de la estribera, un fuerte golpe le daba;

No se abre la puerta, que estaba bien cerrada.

 

Arrecia el miedo en la casa, pero la niña es de natural resuelta. Si las historias que ha oído sobre ese caballero resultan ciertas no entiende por qué hay que temer a alguien al que se le atribuyen cualidades como el valor, la fe, la justicia, la generosidad, la templanza o la lealtad, así que sale de su escondrijo y se desliza hasta la puerta. Lo que sucede a continuación es historia de la literatura:

 

Una niña de nueve años a ojo se paraba:

—¡Ya, Campeador, en buena hora ceñisteis espada!

El Rey lo ha vedado, anoche de él entró su carta

Con gran recaudo y fuertemente sellada.

 No os osaríamos abrir ni acoger por nada;

Si no, perderíamos los haberes y las casas,

Y, además, los ojos de las caras.

Cid, en el nuestro mal vos no ganáis nada;

Mas el Criador os valga con todas sus virtudes santas.

Esto la niña dijo y tornose para su casa.

 

EL PERSONAJE.

Ya por la ciudad de Burgos el Cid Ruy Dias entró.

Sesenta pendones lleva detrás el Campeador.

Todos salían a verle, niño, mujer y varón,

a las ventanas de Burgos mucha gente se asomó.

¡Cuántos ojos que lloraban de grande que era el dolor!

Y de los labios de todos sale la misma razón:

 

Su padre, Diego Laínez, o Flaínez, fue uno de los hijos de Flaín Muñoz, conde de León en torno al año 1000, y destacó durante la guerra con Navarra en 1054, reinando Fernando I de Castilla y León.

 Rodrigo se crio como miembro del séquito del infante don Sancho, siendo este quien lo nombró caballero y con el que acudió al que posiblemente sería su primer combate, la batalla de Graus (Huesca), en 1063.

 Al fallecer el rey Fernando I en 1065, el reino se dividió siguiendo la vieja costumbre de repartir los territorios entre los hijos: a Sancho, el primogénito, le correspondió Castilla; a Alfonso, León y a García, Galicia. El reparto, a la vista de la historia está, ocasionó graves problemas: Llantada (1068), Golpejera (1072)…El joven Rodrigo luchaba a favor de Sancho como alférez, siendo probable que ya por entonces se ganase el sobrenombre de Campeador.

Sancho II logró reunificar los territorios en 1072, pero la situación seguía siendo muy inestable: un grupo de nobles leoneses, agrupados en torno a la infanta doña Urraca se alzaron contra él en Zamora. Don Sancho acudió a sitiarla con su ejército, cerco en el que Ruy realizó notables acciones, pero que al rey le costó la vida a manos de Bellido Dolfos.

 

EL CID Y ALFONSO VI, UNA COMPLEJA RELACIÓN.

 ✠ IMAGEN III.- “Rey Alfonso VI de Castilla”.  


  

La imprevista muerte de Sancho II dio el trono a su hermano Alfonso. La leyenda nos ha transmitido la célebre imagen de un Ruy tomando la voz de los desconfiados vasallos de don Sancho y obligando a jurar al nuevo monarca en la iglesia de Santa Gadea (o Águeda) de Burgos que nada tuvo que ver en la muerte de su hermano, una osadía que le haría ganar la enemistad real. Cierto o no, la realidad es que el Campeador gozó de la confianza de Alfonso VI, quien lo nombró juez en sendos pleitos asturianos en 1075 y por esas mismas fechas lo casó con una pariente suya, su prima tercera doña Jimena Díaz.

✠ IMAGEN IV.- “El juramento del Cid al rey Alfonso en Santa Gadea”.    



 

✠ IMAGEN V.- “Doña Jimena, esposa del Cid”.




En el tiempo en el que Rodrigo estuvo desempeñando su delegación, el rey Abdalá de Granada, secundado por los embajadores castellanos, atacó Sevilla. Por hallarse Almutamid bajo la protección de Alfonso VI, el Campeador tuvo que salir en socorro del moro, derrotando a los invasores en Cabra y capturando a García Ordóñez y a otros castellanos.

En 1080, mientras el monarca castellano dirigía una campaña de apoyo al rey de Toledo Alqadir, una razzia andalusí se adentró por tierras sorianas. Rodrigo hizo frente a los saqueadores y los persiguió con su mesnada hasta más allá de la frontera y adentrarse en el reino de taifa toledano, saqueando su zona oriental, que estaba bajo el amparo del rey Alfonso. Aquel ataque, sumado quizás a las maledicencias de los favorables a García Ordóñez, que no perdonaban lo sucedido en Sevilla, llevaron al rey a tomar una decisión ejemplar: "el destierro".

EL PRIMER DESTIERRO.

1081. Rodrigo Díaz precisaba un nuevo señor a cuyo servicio ponerse junto con su mesnada. Al parecer, se dirigió primero a Barcelona, donde gobernaban Ramón Berenguer II y Berenguer Ramón II, pero no consideraron oportuno acogerlo en su corte. Ante esta negativa, el exiliado optó por encaminarse a la taifa de Zaragoza, poniéndose a las órdenes del viejo Almuqtadir, uno de los más brillantes monarcas de los reinos de taifas. Poco después moriría el rey, quedando su territorio repartido entre sus dos hijos: Almutamán, rey de Zaragoza, y Almundir, rey de Lérida.

El Campeador siguió al servicio del primero, a quien ayudó a defender sus fronteras contra los avances aragoneses por el norte y contra la presión del hermano por el este: Almenar (1082), Morella, Olocau del Rey (1804)…El Cid era un guerrero invencible.

Jamás, desde que guerreaba, había ordenado a un hombre algo que no fuera capaz de hacer por sí mismo. Eran sus reglas. Dormía donde todos, comía lo que todos, cargaba con su impedimenta como todos. Y combatía igual que ellos, siempre en el mayor peligro, socorriéndolos en la lucha como lo socorrían a él. Aquello era punto de honra. Nunca dejaba a uno de los suyos solo entre enemigos, ni nunca atrás mientras estuviera vivo. Por eso sus hombres lo seguían de aquel modo, y la mayor parte lo haría hasta la boca misma del infierno (Arturo Pérez-Reverte, Sidi).

Almutamán murió en 1085 y le sucedió su hijo Almustaín, a cuyo servicio siguió el Campeador, aunque por poco tiempo. En 1086, Alfonso VI, que había conquistado Toledo el año anterior, puso sitio a Zaragoza con la firme decisión de tomarla. Sin embargo, el emperador de Marruecos desembarcó con sus tropas, los almorávides, para ayudar a los reyes andalusíes frente a los avances cristianos. El rey de Castilla tuvo que levantar el cerco y dirigirse hacia Toledo para preparar la contraofensiva, que se saldaría con la gran derrota castellana de Sagrajas.

El Campeador pasó primero por Zaragoza, donde se reunió con su antiguo patrono Almustaín y juntos se encaminaron hacia Valencia, hostigada por el viejo enemigo de ambos, Almundir de Lérida. Después de ahuyentar al rey leridano y de asegurar a Alqadir la protección de Alfonso VI, Ruy tuvo noticia de que Almundir había ocupado la plaza de Murviedro (hoy Sagunto), amenazando de nuevo a Valencia. La tensión aumentaba y el Campeador regresó a Castilla para explicarle la situación a don Alfonso y planificar las acciones futuras.

Mientras tanto, las circunstancias en Valencia se habían complicado:  Almustaín se alió con el conde de Barcelona, lo que obligó a Rodrigo a su vez a buscar la alianza de Almundir, revirtiendo las vieja alianzas. Cuando el Campeador llegó a Murviedro se encontró con que Valencia estaba cercada por Berenguer Ramón II, lo que auguraba un enfrentamiento que al final no se produjo gracias a la diplomacia.

Regresada la tranquilidad, Ruy comenzó a cobrar los tributos para sí mismo en Valencia y en los restantes territorios levantinos. Tal actitud sugiere que durante su estancia en la corte, Alfonso VI y él habían pactado una situación de virtual independencia del Campeador a cambio de defender los intereses estratégicos de Castilla en el flanco oriental de la Península.

EL SEGUNDO DESTIERRO.

Alfonso VI había conseguido adueñarse de la fortaleza de Aledo (Murcia), amenazando desde la misma a las taifas de Murcia, Granada y Sevilla. Esta situación, más la actividad del Campeador en Levante, movieron a los reyes de taifas a pedir de nuevo ayuda al emperador de Marruecos, Yusuf ben Tashufin, que acudió con sus fuerzas a comienzos del verano de 1088, poniendo cerco a Aledo.

En cuanto don Alfonso se enteró de la situación, partió en auxilio de la fortaleza asediada y envió instrucciones a Rodrigo para que se reuniese con él. El Campeadoavanzó entonces hacia el sur, aproximándose a la zona de Aledo, pero a la hora de la verdad no se unió a las tropas procedentes de Castilla.

El ambicioso plan fracasó, no obstante, y Alfonso VI hubo de regresar a Castilla al poco de llegar a Valencia, sin haber obtenido nada de la campaña, mientras Rodrigo, que se hallaba en Zaragoza negociando una alianza con el rey de dicha taifa, lanzó en represalia una dura incursión contra La Rioja.

VALENCIA.

Mientras Rodrigo prolongaba su estancia en Zaragoza hasta el otoño de 1092, en Valencia una sublevación encabezada por el cadí o juez Ben Yahhaf había destronado a Alqadir, que fue asesinado, favoreciendo el avance almorávide. El Campeador volvió al Levante y, como primera medida, puso cerco al castillo de Cebolla (hoy el El Puig), en noviembre de 1092. Tras la rendición de esta fortaleza a mediados de 1093, el burgalés tenía ya una cabeza de puente sobre Valencia, que fue cercada por fin en julio del mismo año.

El 21 de octubre de 1094, los almorávides intentan recuperar Valencia, con cerca de 10.000 combatientes. Tras una semana de enfrentamientos, una noche el Campeador decidió salir con el grueso de su mesnada y emboscarse a espaldas de la retaguardia enemiga y el Real almorávide, al sur de Cuarte, mientras un segundo cuerpo de caballería salió al alba hacia la vanguardia del enemigo, situada al este de Mislata, con el fin de provocar el avance de la caballería almorávide y emprender una rápida retirada que la atrajera hacia Valencia en una maniobra de distracción. Conseguido el objetivo, Rodrigo atacó la retaguardia almorávide, produjo la desbandada musulmana, tomó el Real y obtuvo una rápida victoria. Fue la primera derrota del Imperio almorávide ante un ejército cristiano.

Valencia capituló ante Rodrigo el 15 de junio de 1094. Desde entonces, el caudillo castellano adoptó el título de «Príncipe Rodrigo el Campeador» y seguramente recibiría también el tratamiento árabe de sídi «mi señor», origen del sobrenombre de mío Cid o el Cid, con el que acabaría por ser generalmente conocido.

¿Qué sucedió? Al parecer, en lugar de esperar en Villena, Ruy acampó en Onteniente, colocando atalayas avanzadas en Villena y Chinchilla, mientras  Alfonso, en lugar de ir al lugar de encuentro acordado, tomó un camino más corto, por Hellín y por el Valle del Segura hasta Molina. No se sabe a ciencia cierta qué sucedió, pero el resultado fue que Alfonso VI consideró inadmisible la actuación de su vasallo y lo condenó de nuevo al destierro, llegando a expropiarle sus bienes, algo que sólo se hacía normalmente en los casos de traición. A partir de este momento, el Campeador se convirtió en un caudillo independiente y se dispuso a seguir actuando en Levante guiado por sus propios intereses.

Ruy comenzó actuando en la región de Denia, perteneciente a la taifa de Lérida, lo que provocó el temor de Almundir, quien envió una embajada para pactar la paz con el Campeador. Firmada esta, Rodrigo regresó a mediados de 1089 a Valencia, donde de nuevo recibió los tributos de la capital y de las principales plazas fuertes de la zona.

Avanzando hacia el norte, la mesnada llegó en 1092 hasta Morella, por lo que Almundir, a quien pertenecía también la comarca, se alió de nuevo contra Rodrigo con el conde de Barcelona y fueron a su encuentro. La batalla tuvo lugar en Tévar, al norte de Morella y allí Rodrigo derrotó por segunda vez a las tropas coaligadas y volvió a capturar a Berenguer Ramón II.

Nada de limitarse a mirar: observaba, y Minaya conocía bien su modo de hacerlo. Siempre que se encontraba en el campo, los ojos de Ruy Díaz estudiaban por instinto los accidentes del terreno, su conformación física, los detalles favorables y las desventajas. Aquello no era deliberado sino espontáneo, igual que un artesano veía la obra en la madera antes de tallarla, o un sacerdote adivinaba gloria o condenación en los susurros del penitente. Era una mirada adiestrada en lo militar y hecha para eso. La mirada de águila de un jefe natural. Aquel infanzón castellano no veía, al mirar en torno, lo mismo que veían otros. Sus ojos eran la guerra (Arturo Pérez-Reverte, Sidi).

En 1097 Rodrigo envió a su único hijo varón, Diego Rodríguez, a luchar junto a Alfonso VI contra los almorávides; las tropas de Alfonso VI fueron derrotadas y Diego perdió la vida en la Batalla de Consuegra. 

A fines de 1097 tomó Almenara y el 24 de junio de 1098 logró ocupar la poderosa plaza de Murviedro, que reforzaba notablemente su dominio del Levante. Sería su última conquista, pues apenas un año después, posiblemente en mayo de 1099, el Cid moría en Valencia de muerte natural, cuando aún no contaba con cincuenta y cinco años.

Su esposa Jimena, convertida en señora de Valencia, consiguió defender la ciudad con la ayuda de su yerno Ramón Berenguer III durante un tiempo, pero en mayo de 1102 la familia y gente del Cid abandonaron Valencia con la ayuda de Alfonso VI, llevando consigo los restos del Cid, que serían inhumados en el monasterio burgalés de San Pedro de Cardeña. Valencia fue conquistada al día siguiente de nuevo por los almorávides y permaneció en manos musulmanas hasta 1238, cuando fue retomada definitivamente por Jaime I.

 EL CID CAMPEADOR.

Ya hemos dicho que Ruy fue conocido como Campeador, y así se atestigua en 1098, en un documento firmado por el propio Rodrigo Díaz, mediante la expresión latinizada «ego Rudericus Campidoctor». En 1098 el Cid consagró la nueva Catedral de Santa María, reformando la que había sido mezquita aljama. En el diploma de dotación de la catedral de fines de 1098 Rodrigo se presenta como «princeps Rodericus Campidoctor».

Ego Ruderico, simul cum coniuge mea, afirmo oc quod superius scriptum est (‘Yo Rodrigo, junto con mi esposa, suscribo lo que está arriba escrito’).

✠ IMAGEN VI.- “Tumba del Cid”.


   

Por su parte las fuentes árabes del siglo XI y principios del XII lo llaman الكنبيطور «alkanbīṭūr» o القنبيطور «alqanbīṭūr», o teniendo en cuenta la forma romance Rudriq o Ludriq al-Kanbiyatur o al-Qanbiyatur (‘Rodrigo el Campeador’).

En cuanto a la combinación «Cid Campeador», se documenta hacia 1200 en el navarro-aragonés Linaje de Rodrigo Díaz que forma parte del Liber regum (bajo la fórmula «mio Cit el Campiador»), y en el Cantar de mio Cid mio Cid el Campeador», entre otras variantes).

El Cid Ruy Díaz soy, que yago aquí encerrado

y vencí al rey Bucar con treinta y seis reyes paganos.

 De estos treinta y seis reyes, veintidós murieron en el campo;

los vencí en Valencia después de muerto encima de mi caballo.

Con esta son setenta y dos batallas que vencí en el campo.

Gané a Colada y a Tizona: por ello Dios sea loado.

(Epitafio épico del Cid)

 MUERTE.

Ruy Díaz fue inhumado en la catedral de Valencia, por lo que no fue voluntad del Campeador ser enterrado en el monasterio de San Pedro de Cardeña, a donde fueron llevados en 1102. A pesar del sepulcro que ordenó esculpir Alfonso X en 1272, sus huesos fueron dando tumbos por el cenobio y la iglesia hasta que el emperador Carlos I determinó en 1541 que fueran recolocados en el centro de la iglesia, hasta que en 1735 las osamentas de ambos fueron recolocadas en una capilla de nueva construcción, la de San Sisebuto, más conocida como la Capilla del Cid. En 1808, durante la Guerra de la Independencia, los soldados franceses profanaron su tumba, pero al año siguiente el general Paul Thiébault ordenó depositar sus restos en un mausoleo en el paseo del Espolón, a orillas del río Arlanzón, siendo de nuevo trasladados en 1826 a Cardeña, pero tras la desamortización, en 1842, fueron llevados a la capilla de la Casa Consistorial de Burgos. Desde 1921 reposa junto a doña Jimena en el crucero de la catedral de Burgos.

 (Epitafio en la tumba del Cid escrito por Ramón Menéndez Pidal).

El ciego sol se estrella

Babieca, por cierto, descansa en San Pedro de Cardeña.

en las duras aristas de las armas,

llaga de luz los petos y espaldares

y flamea en las puntas de las lanzas.

El ciego sol, la sed y la fatiga.

Por la terrible estepa castellana,

al destierro, con doce de los suyos

—polvo, sudor y hierro— el Cid cabalga.

(Manuel Machado, Castilla)

FUENTES:

Ricardo Aller Hernández.

España en la historia.

Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠



Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval. 

✠  Estudios y Análisis Históricos. 

✠  Efemérides, personajes y hechos históricos.

Tal día como hoy, 31 de Diciembre, pero del año…

✠  1229.- En España, Jaime I, el rey Templario,  conquista la isla de Mallorca, arrebatándosela a los musulmanes. La expedición de conquista había zarpado el 5 de septiembre del puerto de Salou, momento oportuno ya que los árabes de África y los de la península se hallaban enfrascados en guerras civiles. (Hace 791 años).

Los primeros años de Jaime I, el Conquistador, al frente del Reino de Aragón no fueron fáciles. El rey al que educaron los templarios tuvo que hacer frente a la desconfianza de los nobles aragoneses y los nobles catalanes. Entre las diferentes familias y también hacia el joven que se convirtió en rey cuando no había cumplido cinco años. Jaime I abordó también la pérdida de prestigio que siguió al reinado de Pedro II, su padre, así como las dificultades económicas que sufría el reino y el descontento generalizado provocado por todo lo anterior. El año en que cumplió veinte años, cuando ya no precisaba de ninguna regencia que gobernase en su nombre, Jaime I decidió que, para atajar todo lo anterior, continuaría el espíritu conquistador que había caracterizado a sus antepasados. Siempre con los templarios a su lado, Jaime I no miró hacia el sur: miró hacia el este.

✠ IMAGEN I.- “Jaime I el conquistador, el rey templario”.


Señalaremos dos hechos fundamentales como inicio de esta conquista. En primer lugar, una velada en el hogar de un noble catalán, momento en el que Jaime pareció convencerse de que Mallorca, en manos musulmanas, debía ser conquistada. Hacía mucho tiempo que los templarios la tenían en su punto de mira; de hecho, hay registros históricos que sitúan ese punto de mira en los años cercanos a la fundación de la Orden. Esta conquista no se hubiera llevado a cabo sin el apoyo de la Orden del Temple, que ya gozaba de una presencia consolidada en la Península.

El reino musulmán se había asentado en el siglo X en el archipiélago balear, que era conocido en el Mediterráneo por estar relacionado con actividades piratas que causaban estragos. Fueron estas actividades en el mar las que provocaron el segundo hecho significativo que precipita la historia: dos barcos del Reino de Aragón fueron secuestrados por los mallorquines. Este fue el detonante definitivo.

En diciembre de 1228, en una reunión celebrada en Barcelona, se decidió que la Corona de Aragón se lanzaría a la conquista. En ésta participarían caballeros aragoneses y catalanes. Con la ayuda de las órdenes religiosas cercanas a la Corona, en septiembre de 1229 partió de la costa catalana una flota cristiana compuesta por 150 barcos. Llegar a la isla no fue fácil, pues se vieron acosados por una gran tormenta que desvió su trayectoria hasta Santa Ponça, donde desembarcaron casi cinco días después.

“Encontramos un lugar que tenía por nombre Santa Ponsa y decidimos que era un buen sitio para atracar. El domingo a mediodía un sarraceno llamado Alí, de La Palomera, vino nadando hasta nosotros, y nos dio noticias de la isla, de la ciudad y del Rey”, contó el propio Jaime, a modo de cronista, en el conocido como Llibre dels feits. En efecto, la intervención de Ibn ‘Abbad o Benhabet, musulmán que dio la espalda a su reino por estar en malos términos con éste, resulta fundamental para comprender los éxitos cristianos. Ali de la Palomera proporcionó información fundamental sobre los ejércitos musulmanes, sus posiciones y sus estrategias. La primera batalla se libró al poco de desembarcar, y fue también la primera victoria cristiana.

El enfrentamiento armado más importante fue la conocida como Batalla de Porpotí, que se libró a medio camino entre el lugar del desembarco y la por entonces llamada Madîna Mayûrqa, la capital de la isla. Tardaron casi tres meses en llegar hasta lo que hoy es Palma de Mallorca, y Jaime I perdió por el camino a varios de sus hombres más importantes, pero conquistó una victoria tras otra, debilitó al ejército enemigo y para cuando sitió la capital, en diciembre de 1229, no había ninguna duda de cuál sería el bando vencedor.

El 31 de diciembre de 1229 se hizo efectiva la conquista de la capital. Los meses que sucedieron a este hecho, sin embargo, no fueron meses sencillos para el ejército de Jaime I, tampoco para el mismo rey. Las tropas que habían participado en el asedio iniciaron un saqueo de la ciudad al que no se puso fin definitivo hasta abril de 1230. Por entonces, repartirse la ciudad ya parecía una tarea complicada. Jaime I intentó, no obstante, que los grandes nombres que habían participado en la conquista recibiera la parte acordada. Uno de los objetivos del rey era, precisamente, lograr un beneficio para todos. Finalmente, dividió la isla en ocho partes. La Orden del Temple recibió la mayor parte de los territorios de Alcudia y Pollença, donde se asentaron.

Pero los casi 20.000 hombres que desembarcaron en Mallorca no se enfrentaron a la muerte solo en el campo de batalla: también lo hicieron después. Los estudios apuntan que fueron, precisamente, 20.000 musulmanes los que fallecieron en ese asedio a Madîna Mayûrqa; el propio Jaime I hablaba de 25.000 muertos. El ejército cristiano, más preocupado por disfrutar de la victoria que por consolidar su presencia en la zona, se olvidó de los miles de cadáveres abandonados en la ciudad. Esto provocó una epidemia de peste que diezmó a las tropas cristianas, y facilitó que muchos musulmanes se refugiasen en la Serra de Tramuntana. La resistencia de éstos últimos duró hasta 1232.

Fue la población catalana la que repobló, en su mayoría, la isla. Alrededor de ésta, continuó la lucha unos cuantos años más. En 1231, Menorca aceptó a Jaime I como rey, con la condición de que se permitiera a sus pobladores continuar siendo musulmanes; su conquista definitiva se hizo efectiva cincuenta años más tarde, con Alfonso III de Aragón. Tanto Ibiza como Formentera quedaron bajo el dominio del Reino de Aragón en 1235. La Corona llegó tan lejos como un día soñó Alfonso I.

✠ IMAGEN II.- “Alfonso III de Aragón”.



.    

Pero Jaime I no se detuvo aquí. Su mirada seguía puesta en el Levante, en la tierra que Aragón había intentado, tantas veces antes, dominar. Valencia sería su próximo objetivo, y también su última gran lucha al lado de la Orden del Temple,de quien nunca tomó distancia. De hecho, los valores religiosos y espirituales de los caballeros que lo educaron fueron siempre un pilar básico en todas las acciones que emprendió el Conquistador…

FUENTES:

España fascinante.

Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

 

 ✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠



Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval. 

✠  Estudios y Análisis Históricos. 

✠  Efemérides, personajes y hechos históricos.

✠  BALDUINO IV, REY DE JERUSALEN.

Balduino IV, el rey «leproso» y «maldito» que humilló a un ejército musulmán con 500 cruzados.

Recordado como uno de los grandes adalides de la cristiandad en Tierra Santa, este monarca murió a los 24 años por culpa de la lepra, una enfermedad que sufría desde su infancia.

✠ IMAGEN I.- “Balduino IV de Jerusalén”.




Fue educado desde su infancia para ser rey y suceder a su padre como soberano de Jerusalén -la ciudad de mayor importancia para los cruzados en Tierra Santa en el siglo XII-. Sin embargo, Balduino IV no pudo poner en práctica durante mucho tiempo las lecciones que sus maestros tan sabiamente le habían impartido. Y es que, murió con apenas 24 años aquejado de lepra, una enfermedad que -por aquel entonces- era considerada una maldición divina que caía sobre los pecadores que habían ofendido a los cielos. Con todo, y a pesar de que solo pudo estar en el trono durante 10 años, tuvo la oportunidad de librar grandes batallas en las que, su mano llena de llagas, empuñó la espada contra los musulmanes.

La más famosa fue la de Montgisard, en la que -con apenas medio millar de jinetes y unos pocos miles de infantes- hizo huir al gigantesco ejército del sultán Saladino, formado por unos 30.000 hombres.

Esta victoria no le sirvió para librarse de la lepra ni de su apodo más conocido: el de «rey cerdo». Un mote que había sido extendido, por los musulmanes, después de que su enfermedad le hiciese perder los dedos de los pies y las manos, le deformase la cara y se «comiese» su nariz. Para entonces, además, su cuerpo era incapaz de sentir el dolor provocado por un corte o el contacto con el fuego, un síntoma clásico de su particular maldición.

Con todo, fue un soberano sumamente querido por sus súbditos y respetado por el enemigo. Así queda claro cuando se leen los escritos árabes de la época: «A pesar de la enfermedad, los francos [los musulmanes llamaban a todos los cruzados francos], le eran fieles, le daban ánimos y contentos como estaban de tenerle como soberano trataban por todos los medios de mantenerle en el trono, sin prestar atención a su lepra». 

Este año, 730 aniversario de la pérdida de Acre (la última gran ciudad cruzada en caer en Tierra Santa), queremos recordarle como el gran líder que era.

✠ IMAGEN II.- “Caída de San Juan de Acre”.




Una maldición divina.

En la Edad Media, la enfermedad que padecía Balduino IV, era considerada una maldición enviada por Dios para castigar a los pecadores. Así queda claro en la misma Biblia, donde son múltiples los ejemplos en los que el Señor escarmienta a algún ser humano enviándole lepra. Uno de ellos fue Uzias, a quien se define en el libro sagrado como descendiente de Salomón. «Tuvo ira contra los Sacerdotes y le brotó la lepra en su frente, y al mirarlo el sumo Sacerdote vio la lepra en su frente, y así el rey Uzias fue leproso hasta su muerte. Lo sepultaron con sus padres en el campo de los sepulcros reales pero fuera de ellos porque dijeron: 'leproso es'», señala el libro sagrado.

Pero... ¿Hasta qué punto la lepra era considerada una aberrante maldición? El estigma que suponía para todo aquel que la padecía. «La lepra era una enfermedad tanto del alma como del cuerpo. Algunos padres de la Iglesia relacionaban pecados específicos con enfermedades específicas. La lepra se asociaba con la envidia, hipocresía, lujuria, malicia, orgullo, simonía y calumnia, entre otros vicios», explica la historiadora experta en la rama de salud Diana Obregón Torres, . A su vez, la lepra era sinónimo de inmoralidad, decadencia ética general y símbolo genuino de la maldad.

La lepra, una muerte en vida.

Al considerar que habían sido malditos (además de porque se creía que era una enfermedad sumamente contagiosa), aquellos que padecían lepra durante la Edad Media eran expulsados de sus hogares y obligados a vivir lejos de los núcleos urbanos. Con todo, hasta llegar a ese punto había que pasar por varias fases. La primera, como bien señala el doctor Enrique Soto Pérez de Celis en su dossier « La lepra en la Europa Medieval», era estar seguro que de que el paciente padecía esta dolencia.

Esta decisión podía ser tomada por el médico de la región, por el sacerdote y hasta por el barbero. Usualmente, todos se basaban en un síntoma tan claro como era «la destrucción masiva de la cara del paciente», en palabras del experto. Al menos al principio pues, con el paso de los años, una denuncia absurda podía llegar a costar el ingreso en una leprosería o el destierro a una persona inocente. Una vez que el experto confirmaba que el paciente sufría lepra, el sacerdote del pueblo hacía participar al afectado en un oficio similar a los que se celebraban durante un funeral. Algo que no era de extrañar, pues se consideraba que el leproso era ya un muerto en vida al que solo le quedaba esperar pacientemente a que llegase su verdadero paso al otro mundo.

«El sacerdote iba a su casa y lo llevaba a la iglesia entonando cánticos religiosos. Una vez en el templo, el sujeto se confesaba por última vez y se recostaba, como si estuviera muerto, sobre una sábana negra a escuchar misa. Terminada la homilía, se le llevaba a la puerta de la iglesia, donde el sacerdote hacía una pausa para señalar “Ahora mueres para el mundo, pero renaces para Dios”», explica el experto. Luego se llevaba al leproso a las afueras de la ciudad, donde se le daba una capucha negra, unas castañuelas para que avisara de su presencia al resto de los habitantes de la región, y se le obligaba a vivir alejado de la civilización.

Además de todo ello, los leprosos tenían una larga lista de prohibiciones para, según las autoridades, evitar la propagación de la enfermedad. «Se le prohibía la entrada a iglesias, mercados, molinos o cualquier reunión de personas; lavar sus manos o su ropa en cualquier arroyo; salir de su casa sin usar su traje de leproso; tocar con las manos las cosas que quisiera comprar; entrar en tabernas en busca de vino; tener relaciones sexuales excepto con su propia esposa; conversar con personas en los caminos a menos que se encontrara alejado de ellas; tocar las cuerdas y postes de los puentes a menos que se colocara unos guantes; acercarse a los niños y jóvenes; beber en cualquier compañía que no fuera aquella de los leprosos y caminar en la misma dirección que el viento por los caminos», añade el experto. Posteriormente, con el nacimiento de las leproserías, se obligaba también a los enfermos a permanecer en uno de estos edificios hasta la muerte.

La infancia del rey maldito.

El futuro rey leproso, o rey “maldito”, nació allá por 1161. Su padre fue Amalarico I de Jerusalén, más conocido por enfrentarse a sangre y fuego contra Nur al-Din -uno de los líderes musulmanes más destacados del siglo XII en Tierra Santa- por el control de Egipto. Su madre fue Inés de Courtenay, esposa y, a la vez, pariente lejana de Amalarico (un hecho que hizo que tuvieran que separarse, pues la ley de la época no permitía a un hombre ascender al trono si estaba casado con un pariente).

✠ IMAGEN III.- “Amalarico I de Jerusalen”.



A pesar de que la separación de sus padres podría haberle dejado fuera de la carrera por el trono, a Balduino se le reconoció rápidamente su derecho a gobernar. Por ello, desde pequeño fue educado por Guillermo de Tiro para ser rey. Este, en sus memorias, afirmó que el pequeño sentía gran interés por la historia y por las letras. A su vez (y tal y como afirma el historiador M. Michaud en su obra «Historia de las cruzadas»), «amaba la gloria, la verdad y la justicia». Por su parte, el investigador germano experto en las cruzadas Hans Eberhard Mayer dijo de él que poseía una gran perseverancia, paciencia y sentía gran amor hacia sus caballos.

Todo era felicidad en la vida de Balduino hasta que, con 9 años, su tutor se percató de que el futuro rey no sentía dolor, un síntoma de que podía padecer lepra. Así lo de dejó explicado en su diario, recogido por Ángel Luis Guerrero Peral en su obra « Manifestaciones neurológicas de la lepra del rey Balduino IV de Jerusalén»: «Mientras jugaba con otros niños nobles, y mientras entre ellos se pellizcaban en manos y brazos como suelen hacer a menudo cuando juegan, los otros gritaban cuando eran heridos, mientras que Balduino lo soportaba con gran paciencia y sin muestras de dolor, como alguien acostumbrado a este, pese a que sus amigos no respetaban especialmente su condición principesca en juegos». En ese momento Guillermo de Tiro supo que, aunque no fuera totalmente seguro, era muy probable que el pequeño acabase siendo un leproso.

Algo que, por cierto, extraña a día de hoy mucho a Guerrero Peral (especializado en neurología). Y es que, este experto afirma que -tras examinar las biografías de Amalarico y su esposa- no hay constancia de que ninguno de ellos padeciese esta enfermedad. Por ello, supone que se contagió de ella por culpa de alguien. «No hay evidencia alguna de que Amalarico, Agnes o María Comnena, la segunda esposa de Amalarico, padeciesen lepra. Posiblemente Balduino contrajo la enfermedad en sus primeros años de vida de algún sirviente de la corte; en cualquier caso, ya en el siglo XXI la mitad de los pacientes de lepra no cuenta con una historia clara de exposición a la enfermedad», completa.

Independientemente de la causa, lo cierto es que -tanto los doctores de la corte como el propio Tiro- esperaron hasta que examinaron varias veces al pequeño antes de poner sobre aviso al reino, pues sabían el estigma social que conllevaría a todo un príncipe de Jerusalén aquella maldición. Esto es lo que escribió el tutor tras una de estas exploraciones: «Percibí que la mitad de su mano y brazo estaban muertas, de forma que no podía sentir en absoluto el pinchazo, o ni siquiera si era mordido». Tras llevar hasta la corte a varios médicos musulmanes para corroborar el diagnóstico, y después de que pasaran varios años, se confirmaron los peores temores de Amalarico: el futuro rey era un leproso. La dolencia se confirmó, todavía más, cuando Balduino ascendió hasta el trono a la edad de 13 años tras la muerte de su padre.


Montgisard, el comienzo.

El año 1177 sería toda una prueba de valía para el rey leproso. Y es que, fue entonces cuando Saladino (el sultán de una cantidad incontable de regiones como Siria, Palestina, Yemen, Libia y otras tantas más), armó un gigantesco ejército de entre 26.000 y 30.000 musulmanes con los que invadir Jerusalén -entonces bajo dominio cruzado-. Por suerte para Balduino, los cristianos habían organizado ya un contingente que contaba con tropas de Bizancio y caballeros recién llegados de Europa con el que pensaban conquistar El Cairo.

Esto permitió al soberano reaccionar rápidamente a las amenazas de Saladino. «Balduino se enteró de los planes del musulmán y decidió ir personalmente en su búsqueda. Fue así como [...] comandó a varios miles de infantes y 375 caballeros [según otras fuentes, 500], en marcha fuera de Jerusalén», explica el medievalista Michael Rank en su libro « Las cruzadas y los soldados de la cruz». Junto a ellos partió el obispo de Belén, quien portaba consigo la Vera Cruz. Una reliquia que, según se decía, estaba elaborada con los restos de la cruz en la que pasó sus últimos momentos de vida Jesucristo.

Balduino decidió dirigir a todo este contingente hasta Ascalón -una fortaleza ubicada a 74 kilómetros de Jerusalén- para defenderse allí de Saladino. El rey partió, a pesar de su debilidad, como un caballero más, dirigiendo a sus tropas y lanzando arengas a pesar de que la lepra le acosaba. Por su parte, ”los caballeros templarios” de la zona decidieron tomar también las armas para unirse al contingente cruzado. No obstante, los «Pobres caballeros de Cristo» se vieron obligados finalmente a retrasar su llegada a Ascalón después de que los soldados de la media luna les sitiaron en Gaza.

Cuando el Rey llegó hasta el castillo de Ascalón, por tanto, se encontró con que -para su desgracia- los poderosos caballeros templarios no habían podido llegar en su ayuda. Así pues, prefirió refigurarse tras las murallas que lanzarse de bruces contra el inmenso ejército musulmán. La situación se puso de cara para el sultán, que -con el contingente cristiano resguardado en el castillo y el paso franco hasta la ciudad santa- ordenó a sus hombres dirigirse hacia Jerusalén para conquistarla. Su última decisión fue dejar un pequeño contingente para evitar que el rey escapase.

✠ IMAGEN V.- “Saladino”.

«Saladino creyó que Balduino estaba atrapado en Ascalón y que, incluso si los cruzados lograban huir, sus fuerzas eran demasiado reducidas como para representar una amenaza a su ejército. A consecuencia de ello, Saladino permitió a sus tropas dispersarse a medida que se dirigían lentamente hacia Jerusalén. Avanzó despreocupadamente, deteniéndose en ciertas ocasiones para saquear villas a su paso, como Ramla, Lydda y la costa en dirección sur y formando un trayecto en círculo de regreso para interceptar el paso de Saladino», explica Rank.

✠ IMAGEN IV.- “Batalla de Montgisard”.



La lógica de Saladino era innegable, pero lo que el musulmán no conocía era el arrojo de Balduino. Y es que, a pesar de no poder tenerse en pie por la lepra, el rey escapó con su ejército del bloqueo musulmán de Ascalón y dirigió a sus huestes tras la retaguardia de los hombres de la media luna. Su objetivo no era otro que atacar al gigantesco contingente enemigo cuando estuviese desprevenido y causar el desconcierto entre sus combatientes.

La idea no era mala, y aún fue considerada mejor cuando un centenar de caballeros templarios, considerados tropas de élite del Rey, se unieron al ejército de Balduino después de haber logrado burlar a los enemigos ubicados en las fuerzas de Gaza. «Este pequeño grupo de caballeros templarios, tenía un poder formidable. Iban bien acorazados y eran expertos en el uso de sus armas», explica el divulgador histórico Martin J Dougherty en su dossier «Montgisard» (ubicado en la obra coral «Batallas de las cruzadas»). Con más tropas y una energía renovada, los cristianos partieron decididos a arrasar a los musulmanes y evitar la conquista de Jerusalén.

✠ IMAGEN V.- “Saladino”.



A finales de noviembre, el ejército cruzado dio alcance a las tropas de Saladino a la altura del castillo de Montgisard (cerca de Ramala). La situación no podía ser mejor para los cruzados pues, motivados por el sultán, las tropas musulmanas se habían diseminado a lo largo de kilómetros para saquear todo aquello que pudieran a los principales pueblos católicos. Cuando se percató de que Balduino estaba a su espalda, el árabe trató de reunir a sus combatientes y formar con ellos una línea de batalla aceptable. Pero ya era demasiado tarde y solo pudo lograr que sus combatientes crearan un desigual frente en el que reinaba la descoordinación.

Además, el ejército de la media luna estaba totalmente agotado por haber aprovechado hasta la última brizna de energía en robar. «La mayoría de los soldados de Saladino estaban cansados a consecuencia de la marcha desde Egipto y los posteriores saqueos, lo que los dejaba muy mal parados para luchar contra los cruzados», determina Rank. El día 25, los cristianos formaron filas para atacar a sus enemigos de la mejor forma que sabían: lanzándose de bruces con sus caballeros totalmente acorazados (al modo europeo), contra la formación contraria hasta que esta huyera. En sus filas se sumaban entre 375 y 500 jinetes, 100 templarios y varios miles de infantes. Por su parte, Saladino tenía desperdigado a su gran ejército de entre 26.000 y 30.000 combatientes.

La gran victoria de Balduino.

En las cercanías de Montgisar, y bajo el sol abrasador de Tierra Santa, Balduino hizo los preparativos para lanzarse sobre los musulmanes mientras estos todavía trataban desesperadamente de organizarse. Apenas podía tenerse en pie por lo avanzada que estaba su enfermedad, pero sabía que su mera presencia inspiraba a los cristianos. Por ello, hizo un esfuerzo para postrarse sobre la Vera Cruz y rezó para que Dios le ayudase a expulsar de aquellas tierras sagradas a los enemigos más odiados de los cruzados. Acabado el rezo y -según Dougherty- con cierto temor ante la visión de un contingente tan grande como el comandado por el sultán, el rey dio la orden de atacar. Así fue como el medio millar de jinetes que portaban sobre su armadura la cruz de Cristo se lanzaron a voz en grito contra los invasores.

✠ IMAGEN VI.- “Carga de la caballería templaria”.



La primera carga fue devastadora, pues las lanzas de caballería aplastaron las primeras líneas de la formación enemiga. Además, fue más efectiva todavía gracias a que Saladino no pudo recurrir a una táctica habitual entre los generales musulmanes. «Una razón por la cual los cruzados muchas veces fracasaban cuando arremetían contra las fuerzas enemigas era la inteligente forma en que maniobraban estas últimas, de modo que los cruzados se encontraban con un espacio vacío en su embestida. A continuación, cuando los caballeros salían en persecución de sus objetivos, que se batían en retirada, se acercaban otras unidades y les disparaban una lluvia de flechas para luego acabar con los agotados supervivientes en un asalto final cuerpo a cuerpo», añade el anglosajón. En este caso, sin embargo, no pudieron más que tratar de resistir la embestida de los jinetes de la cruz. Fue una masacre.

Mientras la carga se sucedía, Balduino rompió los esquemas de todos sus combatientes al no apartarse de la lucha. Por el contrario, prefirió ponerse unos gruesos guantes sobre sus manos llenas de llagas y, al poco, lanzarse también a la carga. Renovados por el ímpetu del monarca de Jerusalén, los caballeros siguieron combatiendo con gran valor hasta que, como si sus lanzas hubiesen sido bendecidas por el mismísimo Dios, atravesaron la formación enemiga. Según cuentan las crónicas, Saladino vio tan mal la situación que huyó a lomos de su camello. Al parecer estuvo a punto de ser capturado  por los cristianos, pero logró huir gracias a la intervención de su guardia personal.

«La victoria de Balduino fue total. Su ejército capturó a la mayor parte de sus fuerzas, incluido a su guardaespaldas mameluco , y mató a su sobrino, Taqi al-Din. Solo el 10 por ciento de las fuerzas de Saladino regresó a Egipto después de la aplastante derrota. Por el lado de Balduino, los registros señalan que murieron alrededor de 1.100 hombres y 750 resultaron heridos», explica Rank. Aquella fue la gran victoria del rey. Una de las últimas, pues la lepra terminó con su vida allá por 1185.

FUENTES:

Manuel P. Villatoro.

ABC Historia.

Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠



Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval. 

✠  Estudios y Análisis Históricos. 

✠  Efemérides, personajes y hechos históricos.

Tal día como hoy 27 de Diciembre, pero del año…

✠ 537.- En Constantinopla (actual Estambul, en Turquía), se termina de construir la basílica de la Santa Sofía. (Hace 1484 años).…

La revuelta popular que se produjo en Constantinopla en el año 532 acabó con la destrucción, entre otros edificios, de la catedral de Santa Sofía. Justiniano no dudó en edificar una nueva catedral, eligiendo para ello a los arquitectos Antemio de Tralles e Isidoro de Mileto. Las obras duraron cinco años, once meses y diez días, siendo consagrado el templo el 26 de diciembre del año 537. Justiniano dijo en aquella ocasión: "Salomón, te he vencido" aludiendo a que con esta nueva iglesia había superado el famoso templo de Jerusalén edificado por el rey israelí. El diseño no tenía antecedentes próximos ya que mezcla la planta basilical -formada por un rectángulo de 77 metros por 72- y la rotonda, combinación que da como resultado un edificio asentado sobre la cúpula, elemento central del edificio. La cúpula de 31 metros de diámetro contrarrestaba sus empujes laterales a través de dos bóvedas de cuarto de esfera, cuyos empujes son a su vez recibidos por otras cuatro menores de igual forma y dos bóvedas de cañón en las naves laterales. Los diversos empujes se contrarrestan al tiempo con gruesos estribos en los que se alojan las escaleras. El acceso se realiza por un atrio, un exonartex y un nartex. En el alzado podemos contemplar las tres naves y los dos pisos de arquerías sobre columnas, aportando mayor ligereza a la construcción. Cuatro arcos sobre pilares soportan toda la estructura de la enorme cúpula, que se asienta sobre pechinas. Esta cúpula se eleva hasta los 65 metros de altura y está reforzada por 40 nervios, entre los cuales observamos ventanas que permiten una mayor luminosidad en el templo, al igual que las ventanas de los arcos y las paredes laterales. Bóvedas y cúpula están cubiertas de mosaicos mientras que las paredes se revisten con zócalos de mármol, material que también se empleó para las columnas.

✠ IMAGEN I.- “Santa Sofía, la divina sabiduría”.


 



Es una de las obras cumbre del arte bizantino. Su significado es "Divina Sabiduría" y está dedicada a la segunda persona de la Santísima Trinidad. Durante casi un siglo fue el centro espiritual del Imperio bizantino, catedral de los patriarcas, escenario de los actos estatales importantes y marco de un esplendoroso ceremonial en el que se manifestaban el poder y la dignidad del imperio teocrático, habiendo sido considerada unánimemente como paradigma del poderío bizantino, encarnando a la vez la idea imperial y el culto cristiano. El espacio que ocupa en la ciudad, coronando la colina de la primera Bizancio y junto al Palacio Imperial, no hace sino reforzar el significado apuntado.

✠ IMAGEN II.- “Justiniano”. 




FUENTES:

ArteHistoria.

EcuRed.

Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠


✠ 1481.- En la actual España, los sarracenos al mando del rey de Granada Muley Abu-al-Hassan toman la población de Zahara, en la frontera de Castilla.

 Zahara, el pueblo que cambió la Historia.

Zahara, erigida sobre una peña entre los ríos Guadalete y Bocaleones, era un punto estratégico de la frontera. Los cristianos la conquistan en 1407 y bajo la Corona de Castilla pertenece durante más de 70 años hasta que el rey granadino Muley Abu-al-Hassan,  (Muley Hacen), del que toma su nombre el pico más alto de la península ibérica, decide tomar la villa por sorpresa. Ocurre el 27 de diciembre de 1481 y nadie podía adivinar las nefastas consecuencias de esta decisión.

Los Reyes Católicos se ven sorprendidos por el movimiento de los nazaríes, con los que habían mantenido una razonable paz desde el inicio de su reinado. Fernando e Isabel no harán esperar su respuesta. Apenas dos meses después, el 28 de febrero de 1482 lanzan una ofensiva sobre Alhama de Granada instalándose el rey Católico en esta población desde el mes de abril. Estos dos acontecimientos darán inicio a una guerra que se extenderá durante más de diez años y que culminará con la entrada de Fernando e Isabel en Granada el 2 de enero de 1492.

✠ IMAGEN III.- “Muley Abu-al-Hassan”. (Muley Hazen).



A Muley Hazen el arrebato de tomar Zahara le costó caro. Cuando dos meses después pierde Alhama las conspiraciones en la corte nazarí no se hacen esperar. Su hijo Boabdil se levantará contra él en una guerra civil en la que padre e hijo se enfrentarán hasta la muerte del primero en 1485.

FUENTES:

Adrián Yáñez.

Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠


Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval. 

✠  Estudios y Análisis Históricos. 

✠  Efemérides, personajes y hechos históricos.

El día 25 de Diciembre, pero del año…

✠ 800.- En San Pedro de Roma (Italia), el papa León III corona a Carlomagno Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, dando comienzo a la fundación del Imperio Carolingio. 

En la Edad Media, con un alto grado de violencia y anarquía rigiendo la vida social, el Imperio supone un gran esfuerzo por organizar la vida política y administrativa. En 814, tras morir Carlomagno, le sucederá su hijo Ludovico y el Imperio aún aguantará esta segunda generación, para comenzar a desintegrarse después con rapidez. En 843 mediante el Tratado de Verdún, el Imperio se desmembrará, siendo reemplazado un siglo más tarde por el Reino de Francia al oeste, y por el Sacro Imperio Romano Germánico al este.

✠ IMAGEN I.- “Carlomagno, (óleo de Alberto Durero)”.


 


Carlomagno.

(Carlos I el Grande; Aquisgrán, 742 - Aix-la-Chapelle, 814). Monarca germánico que restauró el Imperio en Europa occidental. Hijo primogénito del rey de los francos, Pipino el Breve, heredó el trono al morir su padre (768), y lo completó con los territorios orientales concedidos a su hermano Carlomán, al morir éste en el año 771.

✠ IMAGEN II.- “Carloman”.





Su política expansiva continuó con la conquista y anexión del reino lombardo (el norte de Italia), realizada en el 774, mediante una alianza de los francos con el Papado. Dominada Italia (aunque pervivían tendencias particularistas, especialmente fuertes en los ducados meridionales de Spoleto y Benevento), Carlomagno concentró sus energías en la conquista de Sajonia (norte de Alemania), empresa que le exigió dieciocho campañas sucesivas entre los años 772 y 804.

Carlomagno dominaba así el más importante reino de la Europa de su época; pero para mantenerlo tuvo que combatir continuamente: unas veces contra rebeliones o resistencias internas y otras para asegurar las fronteras contra enemigos exteriores.

Entre estas últimas cabe destacar la guerra contra los ávaros en la frontera oriental, que le llevó a dominar los territorios actuales de Hungría, Croacia y parte de Serbia; y también un intento infructuoso de penetrar en España, abortado por la derrota que le infligieron los vascos en la batalla de Roncesvalles (778), pero que le sirvió al menos para crear una Marca Hispánica sometida al reino franco, que iba de Pamplona a Barcelona.

✠ IMAGEN III.- “El imperio de Carlomagno en el año de su coronación (800)”.




La extensión geográfica del reino de Carlomagno correspondía a la totalidad de lo que hoy son Francia, Suiza, Austria, Bélgica, Holanda y Luxemburgo, y la mayor parte de Alemania, Italia, Hungría, la República Checa, Eslovaquia y Croacia. Ha sido considerado por ello un predecesor de la unidad europea. Ningún monarca había reunido en su mano un territorio tan extenso desde la caída del Imperio Romano (476); por lo que no es de extrañar que la idea de la restauración imperial se abriese paso, ligada a la alianza estable que Carlomagno mantuvo con el Papado.

El día de Navidad del año 800 el papa León III coronó a Carlomagno emperador, dando comienzo así un nuevo Imperio germánico, que perviviría hasta comienzos del siglo XIX. Aunque la continuidad de este Imperio germánico con el Imperio Romano de Occidente, desaparecido tres siglos antes, era una ficción, la restauración de la idea imperial significaba una aspiración a un poder universal por encima de los príncipes de los distintos reinos, que sería la contrapartida temporal de la supremacía del papa en lo espiritual. Esta peculiar alianza y complementariedad del emperador con el papa daría lugar a una pugna por la supremacía entre ambos poderes, que se prolongaría a lo largo de la Edad Media.

✠ IMAGEN IV.- “Papa León III”.





Aunque no había una capital fija (la capital del Imperio estaba donde se encontrara el emperador con su corte), la ciudad germánica de Aquisgrán cumplió esas funciones de manera casi permanente. Desde allí, una Cancillería, a cuyo frente se encontraba un clérigo culto, dirigía los asuntos tanto civiles como eclesiásticos; el control del territorio estaba en manos de los condes, salvo en las marcas fronterizas, organizadas militarmente; y unos enviados del emperador (missi dominici), supervisaban la administración en cada rincón del territorio.

La religión cristiana constituía un elemento cultural de integración, de estabilidad y de orden social, que el emperador se encargó de cultivar: protegió a los monasterios y procuró extender la fe cristiana hacia el norte (imponiéndola por la fuerza a los sajones).

Sin embargo, aquel gran conglomerado territorial no sobrevivió mucho tiempo. El propio Carlomagno había previsto que, a su muerte, el Imperio se repartiera entre sus tres hijos; pero la muerte de dos de ellos retrasó la fragmentación hasta el momento en que murió el único sucesor superviviente, Ludovico Pío, que también dividió el Imperio entre sus tres hijos (Tratado de Verdún, 843). La dinastía Carolingia siguió al frente del Imperio hasta comienzos del siglo X, y en el Trono de Francia, hasta el 987.

✠ IMAGEN V.- “Ludovico Pio”.




FUENTES:

Biografías y vidas.

Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠


✠ 1066.- En Inglaterra, Guillermo I el Conquistador es proclamado rey, completando formalmente la conquista normanda de Inglaterra.

✠ IMAGEN VI.- “Guillermo I de Inglaterra”.



La Conquista Normanda de Inglaterra.

La Conquista Normanda de Inglaterra, liderada por Guillermo el Conquistador se llevó a cabo entre los años 1066 y 1071. La conquista condujo a la muerte del rey Haroldo II en la Batalla de Hastings y a la sustitución de la nobleza anglosajona, ya que Guillermo repartió las tierras a sus compatriotas normandos. La coronación de Guillermo I (reinado 1066-1087), ocurrió el día de Navidad. Le tomaría cinco años al nuevo régimen tener por completo el control, derrotando diversas invasiones y rebeliones, pero una vez que se estableció registró profundos cambios en todas las áreas de la sociedad. Estos cambios incluyeron: la reestructuración de la Iglesia, nuevas técnicas militares, arquitectura religiosa, el desarrollo del idioma inglés, la expansión de feudalismo y un gran contacto con Europa continental, en especial con Francia.

✠ IMAGEN VII.- “Harold II, el último rey sajón”.



 

En 1066, cuando la invasión normanda empezó, el rey de Inglaterra era Haroldo II, antes llamado Haroldo de Godwinson, Conde de Wessex. Haroldo II casi no tuvo tiempo de reinar, fue coronado el 6 de enero de 1066 y pronto vería que el trono era el más peleado en la época medieval. Otros dos hombres consideraban tener el derecho a ser el rey de Inglaterra, y los dos eran grandes y peligrosos líderes militares.

Guillermo, Duque de Normandía (duque desde 1035), justificaba su reclamo a la corona inglesa debido al parentesco que tenía con el antecesor de Haroldo II, Eduardo el Confesor (reinado 1042-1066), quien era pariente lejano del Conde Ricardo I de Normandía (abuelo de Eduardo el Confesor y bisabuelo de Guillermo). También, Guillermo reclamaba que Eduardo el Confesor, quien no tuvo hijos propios, alguna vez le prometió a Guillermo que él sería su sucesor. Sin embargo, resultó que en su lecho de muerte Eduardo escogió al anglosajón Haroldo como su heredero legal, miembro de la poderosa familia Godwine y, por consiguiente, el comandante militar más importante en Inglaterra. También, los normandos reclamaban que Haroldo estuvo en Normandía en 1064 y que había sido capturado por el Conde Guy de Ponthieu, según la versión normanda, cuando Guillermo se enteró, ordenó que  se le entregase el prisionero, (pasaje escenificado en el Tapiz de Bayeux), la condición para que Haroldo fuera liberado, era que Haroldo debía hacer juramento como vasallo de Guillermo y preparar el camino para la invasión. Por lo tanto, Guillermo se sintió engañado y preparó un poderoso ejército a gran escala para hacer respetar su reclamo al trono e invadir Inglaterra.

En el verano de 1066 Guillermo dispuso de una fuerza naval muy numerosa, Haroldo II sabía muy bien a lo que se enfrentaba y organizó su ejército para esperar la llegada de la amenaza normanda. Por desgracia, para Haroldo, el tiempo pasó sin que los invasores llegaran y se vio forzado a retirar sus tropas. Peor aún, un tercer pretendiente al trono inglés escogió este momento para sumarse al complicado drama político.

Harald Hardrada, rey de Noruega, (alias Haroldo III, reinado 1046-1066), tenía dos puntos dudosos para su reclamo: primero, creía ser el legítimo soberano de Dinamarca, un reino que había reclamado por mucho tiempo el dominio de gran parte de Inglaterra y en segundo lugar, su antecesor Sweyn (Swein), rey de Noruega, fue hijo ilegítimo de Aelfgifu, esposa del rey Cnut (alias Canuto), rey de Inglaterra desde 1016 hasta 1035. Igual que Guillermo, Hardrada se preparó e insistió en su reclamo por medio de la fuerza, así que reunió una flota la cual zarpó hacia Inglaterra en septiembre 1066. Para Haroldo II el 1066 en verdad, sería un año lleno de incidentes ya que enfrentó una situación irrealizable; dos invasiones en lados opuestos del reino al mismo tiempo.

✠ IMAGEN VIII.- “Harald III de Noruega, el último gran rey vikingo”.





La Batalla de Hastings.

La incursión de Hardrada tuvo éxito al principio, en la Batalla de Fulford, cerca de York, el 20 de septiembre, debido a que el ejército anglosajón estaba dirigido por dos inexpertos condes ingleses. Entonces, Haroldo II marchó con una segunda tropa hacia el norte y cinco días después, tuvo una victoria decisiva en la batalla del Puente de Stamford, también cerca de York, en la cual Hardrada murió junto con Tostig, el hermano traidor de Haroldo II. Más tarde, el 28 de septiembre, Guillermo junto con su fuerza naval invasora, desembarcó en Pevensey, Sussex, en el sur de Inglaterra. Haroldo II no tuvo otra opción más que regresar al sur y combatir por segunda ocasión, la velocidad era primordial, ya que los normandos habían empezado a hacer algunas incursiones en el sudeste de Inglaterra.

✠ IMAGEN IX.- “Una escena del tapiz de Bayeux, del siglo XI d. C., que muestra a la caballería normanda cargando a la infantería anglosajona en la batalla de Hastings en 1066 d. C. (Centre Guillaume le Conquérant, Bayeux, Francia)”.



   



Haroldo II llegó a Londres el 6 de octubre y reunió todos los hombres que pudo; una mezcla del ejército que combatió en el Puente de Stamford y reclutas poco entrenados (fyrd), y menos capacitados, de los condados locales rurales. Ambos bandos, posiblemente, compuestos por 5000 hombres cada uno, se enfrentaron en Hastings el 14 de octubre. La fuerza anglosajona se componía, en su mayoría por infantería, además, de una elite de guardaespaldas del rey (huscarls), quienes vestían cota de malla y empuñaban grandes hachas. Por el contrario, los normandos y sus aliados franceses tenían un número importante de arqueros, una unidad de ballesteros probablemente, y cuando menos una caballería de 1.000 hombres. 

Al inicio de la batalla, cuando Haroldo II se instaló en la cima de una pequeña colina conocida como 'cabeza de martillo', los ingleses resistieron bien los primeros ataques normandos gracias a su estrategia de protegerse mutuamente con sus escudos. Sin embargo, cuando los indisciplinados anglosajones abandonaron la seguridad de la 'muralla de escudos' para perseguir (quizá fingida), la retirada de la caballería normanda, la batalla giro a favor de Guillermo. Finalmente, la caballería tuvo éxito al romper la formación de 'muralla de escudos' de los anglosajones, Haroldo II y sus dos hermanos murieron en la batalla entonces, la victoria para Guillermo estaba asegurada. Según los relatos, el rey inglés fue derribado por una flecha que le atravesó el ojo, cayó al suelo y su cabeza quedó destrozada tras la batalla. Fue una gran victoria para Guillermo quien ordenó que sus hombres descansaran y después se preparó para continuar su invasión sometiendo el sudeste de Inglaterra y así tomar Londres.

La gran ciudad de Londres era una de las prioridades de Guillermo, pero la urbe estaba protegida por el río Támesis por el sur, además, en el único punto por donde se podía cruzar el río había un puente fortificado muy bien defendido. Por consiguiente, el duque normando decidió que su ataque no sería tan directo. De hecho, Guillermo realizó una vuelta gigantesca alrededor del sudeste de Inglaterra y en noviembre de1066, finalmente, estaba en posición de cortar los caminos que conducían a Londres, atacó la ciudad por el norte. Durante el camino llegaron refuerzos desde Normandía, Guillermo tomó pueblos y fortificaciones importantes como Romney, Dover, Winchester y Canterbury. El éxito de Guillermo en otras partes, y en todo caso, se debió a la falta de armamento después de la Batalla de Hastings, testificada por los nobles anglosajones que quedaron y en su nombre, el noble Edgar Ætheling, bisnieto de Eduardo el Confesor (reinado 1042-1066), le entregaron la ciudad y el reino sin necesidad de pelear. 

El victorioso duque normando fue coronado como Guillermo I de Inglaterra, el día de Navidad en 1066 en la Abadía de Westminster, y así terminaron los 500 años de gobernantes anglosajones.


FUENTES

World History.

Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠


✠ 1100.- Balduino, conde de Edesa, es coronado Rey de Jerusalén por el Patriarca Daimberto en la basílica de Belén.

Balduino de Boulogne participó en la Primera Cruzada que conquistó Jerusalén a los turcos en 1099; recibió el condado de Edesa, y en el año 1100, a la muerte de su hermano Godofredo, fue coronado rey del recién fundado reino cristiano de Jerusalén, que Balduino organizó según el modelo feudal francés, además de oponerse a los intentos de la Iglesia de reclamar para sí el nuevo reino.

La política exterior de Balduino I de Jerusalén estuvo marcada por las luchas contra los Fatimíes de Egipto, que bloquearon la progresión de los cruzados hacia el sur, y por los conflictos territoriales con los bizantinos por el control de Edesa y Antioquía. 

El Reino de Jerusalén (o Reino Latino de Oriente), tuvo sus orígenes en la Primera Cruzada, cuando Godofredo de Bouillon tomó el título Advocatus Sancti Sepulchri (Protector del Santo Sepulcro), en 1099 y fue coronado como gobernador de Jerusalén en la Iglesia de la Natividad en Belén. Al año siguiente, su hermano Balduino fue el primero en usar el título de “Rey” y el primero en ser coronado como tal en la Iglesia del Santo Sepulcro del mismo Jerusalén. El actual título de los primeros reyes de Jerusalén fue "Rex Latinitas Ierosolimitanus", (“Rey de los Latinos de Jerusalén”).

✠ IMAGEN X.- “Los caudillos de la Primera Cruzada: Godofredo de Bouillon, Roberto de Flandes, Raimundo de Tolosa y Bohemundo de Tarento. Grabado del siglo XIX”. 


    

 

El Reino de Jerusalén, el único estado cruzado igual en rango a varios reinos de Europa como Francia (el origen de la mayoría de los caballeros de Jerusalén), e Inglaterra, tuvo un sistema de Pares inspirado en el francés y usó el mismo lenguaje que éste. Básicamente introdujo las estructuras feudales francesas en el Levante. 

El reino de Jerusalén era parcialmente electo y parcialmente hereditario. Durante la eminencia del reino, a mediados del siglo XII, hubo una familia real y una relativamente clara línea de sucesión. Sin embargo, el rey era electo, o al menos reconocido, por la "Haute Cour" (la Alta Corte), el consejo feudal de Jerusalén. Aquí el rey era considerado un "primus inter pares" (primero entre iguales) y, en su ausencia, sus deberes eran realizados por su Senescal. El palacio real se localizaba en la Ciudadela de la Torre de David. 

Balduino derrotó a las fuerzas invasoras de los egipcios fatimíes en 1102, 1103 y 1105; y desde 1115 hasta 1118 arrebató territorios a los fatimíes, asegurándose el acceso al Mar Rojo y construyendo la fortaleza de Montreal. Por el norte limitó el acceso de Damasco a las costas mediterráneas apropiándose, en 1101, de Arsuf y Cesarea, de Acre en 1104 y de Beirut y Sidón en 1110. 

✠ IMAGEN XI.- “Balduino I de Jerusalén”.    




Como rey de Jerusalén fue soberano del condado de Trípoli, del Principado de Antioquía y del condado de Edesa; este último ayudó en la defensa contra los musulmanes de Siria. En 1103 pagó el rescate de Bohemundo de Antioquía que había sido capturado en batalla por los turcos Danisméndidas. Ese mismo año se convirtió en el líder de la "Orden de los Canónigos del Santo Sepulcro", fundada por su hermano Godofredo y compuesta por la elite de los caballeros cruzados dedicados a la defensa del Santo Sepulcro.

En 1109 actuó como árbitro en un encuentro entre los más grandes señores feudales, que se llevó a cabo fuera de las murallas de Trípoli y obligó a Tancredo a renunciar a sus pretensiones a la ciudad. Poco después la ciudad cayó en manos de los cruzados.
La vida privada de Balduino fue bastante controvertida. Inicialmente, se casó con una noble de Normandía, Godvera, hija de Raoul de Conches, que también lo siguió en las cruzadas, donde encontró la muerte.

Más tarde se casó con una mujer armenia, Arda, hija de Thoros de Edesa, pero en 1108 la obligó a entrar en un monasterio de Jerusalén, acusándola de haber tenido relaciones con los musulmanes.

En 1113 se casó con Adelaida del Vasto, viuda de Roger I de Sicilia. Las esperanzas de Adelaide de que su hijo Roger II pudiera heredar el reino de Jerusalén resultaron fuera de lugar debido a que el nuevo matrimonio corría el grave riesgo de ser anulado, ya que Balduino todavía estaba casado con su mujer armenia, y ya había gastado toda la dote de Adelaida para pagar los salarios atrasados de sus tropas. Por esto, aprovechando que Balduino estaba gravemente enfermo, Arnolfo, el delegado papal, le arrancó el consentimiento para la anulación de este matrimonio, a pesar de que Balduino no deseaba renunciar a la valiosa alianza con los normandos de Sicilia.

Balduino murió en 1118 (el mismo año en que murieron también Adelaida y Arnolfo), después de una expedición a Egipto, durante la cual conquistó Farama. Su primo, Balduino de Le Bourg, fue elegido como su sucesor, aunque el reino también le fue ofrecido a su hermano Eustaquio, pero éste se negó.

FUENTES:

Biografías y vidas.

Noble y Real.

Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠

 

✠ 1356.- En Metz, el emperador Carlos IV de Luxemburgo promulga la Bula de Oro, ley constitucional fundamental del Sacro Imperio Romano Germánico.

La Bula de Oro (en latín, bulla aurea), a veces llamada bula de oro de Núremberg o bula de oro de Metz, es un texto esencial del Sacro Imperio Romano, promulgada por el emperador Carlos IV en 1356 en la ciudad de Metz. ... Su nombre proviene de la forma del documento original, sellado por una bula de oro metálica. 

✠ IMAGEN XII.- “La Bula de oro de Metz”.


   


Fue un edicto que reglamentaba la elección del emperador, estableciendo que sería elegido por los siete príncipes electores (Kurfürsten), como los responsables de llevarla a cabo, y les otorgaba ese derecho, ellos eran, los arzobispos de Maguncia, Tréveris y Colonia, el Rey de Bohemia, el Conde Palatino del Rin, el Duque de Sajonia y el margrave de Brandeburgo.

Contenía los acuerdos a los que llegaron el emperador Carlos IV y los príncipes electores del Imperio, además de diversos asuntos sobre la paz territorial. Subsistió como constitución del Imperio hasta 1806.

Comprendía la Bula 31 artículos:

  • Cuatro artículos reglamentaban el curso de las monedas, disminuían el número de peajes y proclamaban el restablecimiento de la paz pública.
  • Veintisiete (27) restantes definían las modalidades de la elección imperial.

✠ IMAGEN XIII.- “Carlos IV de Luxemburgo”.




Desde la caída de los Staufen (mitad del s. XIII), el Imperio era electivo y, desde finales del mismo siglo luchaban por la corona real alemana, con resultado variable, las tres estirpes regias, cuyas casas alcanzaron mayor poderío en el este del Imperio, la de los Habsburgo, la de los Luxemburgo y la de los Wittelsbach.

La elección del emperador, en sus inicios, fue un derecho de todo el pueblo alemán. Aunque de hecho sólo actuaran los magnates eclesiásticos y laicos, el resultado se tenía "por voluntad y obra de la comunidad". El resto del pueblo quedó limitado al papel de circunstante y al derecho de aclamación, desaparecido más tarde, en el siglo XVI.

Hasta final del siglo XII no existieron principios fijos sobre la regulación jurídica de la elección. Desde antaño tuvo vital importancia el arzobispo de Maguncia, a quien correspondía la primera voz y la dirección de la elección.

FUENTES:

Ecu Red.

Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠


✠ 1492.- Al llegar Colón a la isla de La Española (actual Haití), la carabela Santa María queda encallada en un banco de arena y deciden construir allí un pequeño fuerte al que bautiza "Navidad", por ser levantado este mismo día con los restos de la carabela encallada. 

En la Nochebuena de 1492, luego de arribar a la isla de Haití, que Colón bautizó con el nombre de La Española, encalló la carabela Santa María, en la que navegaba el Almirante. Este envió a tres hombres a informar de lo ocurrido a Guacanagarix, cacique de la región donde se encontraba, quien envió varias canoas con indios para que ayudaran a descargarla. 

El Almirante resolvió dejar allí alguna gente pensando que la fertilidad de la tierra y, sobre todo, la abundancia de oro permitirían el asentamiento de españoles. Además, los que permaneciesen en ese lugar podrían aprender el idioma de los nativos y averiguar así dónde se hallaban las minas de oro y quiénes eran los señores de la isla. Otra de las razones fue la siguiente: creía que al conocerse en Castilla la noticia de que un grupo de hombres había quedado en tierra voluntariamente, muchos se animarían a viajar allí. 

El 27 de noviembre de 1493 el Almirante retornó al puerto de la Navidad. Al día siguiente desembarcó con toda su flota cerca del fuerte y lo halló quemado. Poco después descubrió once cuerpos de españoles enterrados. Un hermano de Guacanagarix y varios indios le informaron que los españoles habían empezado a reñir entre sí después de su partida, y que habían tomado mujeres nativas, tras lo cual el cacique Caonabo había incendiado el fuerte. Diego de Arana y otros cinco españoles se habían ahogado al intentar huir. Colón se trasladó al poblado de Guacanagarix, al que encontró herido en una pierna. Un cirujano lo examinó y se dio cuenta de que el cacique estaba fingiendo. Entonces los españoles le sugirieron al Almirante que lo prendiese, pero este se negó alegando que con eso no resucitaría a los del fuerte. El rey lo había enviado a poblar la isla y no deseaba que hiciesen guerra. El 7 de diciembre partió de la Navidad a recorrer otras zonas de la isla. Ante el evidente peligro de que Caonabo volviese a atacar la zona decidieron buscar un emplazamiento más seguro hacia el este y allí fundar la primera ciudad española en el Nuevo Mundo: "La Isabela". 

FUENTES:

Ecu Red.

Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠ 



Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠  Estudios y Análisis Históricos.

✠  Efemérides históricas.

Tal día como hoy, 24 de Diciembre, pero del año

✠ 1144.-  La capital del condado de Edesa, cae en poder de Imad ad-Cin Zengi, señor de Mosul y de Aleppo.

Edesa. Nombre antiguo de una ciudad del norte de Mesopotamia, (actual Urfa , situada en la región del sureste de Anatolia, en Turquía).

✠ IMAGEN I.- “Imad ad-Cin Zengi”. (El héroe del Islam).




Edesa fue el primer estado cruzado que se creó, y también el primero que se perdió.

A diferencia de los otros Estados cruzados, de los que estaba lejos, no tenía salida al mar, además las relaciones con el estado cruzado más cercano, El Principado de Antioquía, no eran particularmente buenas. El territorio, al menos en el momento de máxima extensión, se extendía desde Antioquía en el oeste, hasta más allá del Éufrates en el este, al sur y al Este limita con las poderosas ciudades musulmanas de Alepo y Mosul y la región de Jazira. Incluía el área alrededor de Melitene y las regiones de Comagene (alrededor de Samosata y Germanicia), Chabakhtan (alrededor de Turbessel) y Osroene (alrededor de Edesa); varias veces áreas tan al norte como Armenia fueron ocupadas. La mitad del país, incluida su capital, estaba situada al este del Éufrates, a gran distancia de los demás Estados cruzados, y por lo tanto era particularmente vulnerable. La parte occidental del Éufrates estaba controlada por la Fortaleza de Turbessel. 

El Condado de Edesa fue uno de los más grandes de los Estados cruzados en términos de territorio, aunque fue uno de los más pequeños por población. La ciudad de Edesa tenía alrededor de 10. 000 habitantes, pero el resto del condado consistía en su mayor parte en fortalezas. Los habitantes eran en su mayoría cristianos de la Iglesia de Oriente, La Iglesia Ortodoxa Siria y la Iglesia Apostólica Armenia, con algunos griegos ortodoxos y musulmanes. En Edesa coexistieron tres patriarcas, a menudo en buen acuerdo: latín, armenio y jacobita. Aunque el número de Latinos seguía siendo pequeño, constituían la mayoría de la clase dominante del condado.

El Condado de Edesa no fue realmente creado por la Primera Cruzada; en 1050 la ciudad todavía era bizantina, luego, en 1077 un Armenio llamado Filareto Bracamio se apoderó de ella, fue entonces la capital de un principado que se extendía hasta Antioquía. Su poder y posición geográfica la colocaron en el camino de los turcos selyúcidas, que rápidamente conquistaron la mayoría de sus tierras, dejándoles solo los alrededores de Marash; la ciudad de Edesa fue tomada en 1087, después de una campaña que comenzó en 1086, fue gobernada por el Emir turco Buzan (†1094). Alrededor de 1094, El Emir selyúcida de Damasco, Tutush I, capturó Edesa e instaló a Thoros, un antiguo Teniente de Filareto, como gobernador. En 1095, Teodoro eliminó la guarnición turca de la Ciudadela y se convirtió en amo de la ciudad; resistió los ataques de los turcos, pero finalmente se vio obligado a buscar ayuda de los cruzados. En 1098, el hermano de Godofredo de Buglione, Balduino de Boulogne, respondió a la apelación, dejando el cuerpo principal del ejército cruzado, que se movía hacia el sur, hacia Antioquía y Jerusalén, y se dirigió primero al sur hacia Cilicia y luego al este hacia Edesa. Balduino se impuso poco a poco, amenazando con salir para llegar a los cruzados indujo a Teodoro a adoptarlo como su sucesor. Teodoro, que era un cristiano de rito ortodoxo griego, generalmente opuesto a sus súbditos ortodoxos armenios, poco después, (9 de marzo de 1098), fue asesinado durante un motín, tal vez con la complicidad de Balduino, que le sucedió al tomar el título de Conde, (ya era conde de Verdún como vasallo de su hermano en Europa). No se ha demostrado con certeza que la trama que derrocó al anciano Teodoro no fuera inspirada por el propio Balduino, pero su rápida toma del liderazgo de Edesa y el territorio que estaba bajo su control autoriza las sospechas más sólidasde los historiadores. Edesa se transformó en un condado y con Balduino, su primer conde, constituyó el primer estado cruzado del territorio sirio - Palestino.  

De esta forma, los cruzados conquistaron Edesa en 1099, lo que permite llamarla “el primer estado cruzado en Oriente”; sede del condado de Edesa, en la I cruzada, (1095-1099), dirigida por Godofredo de Bouillon, Raimundo IV de Tolosa y Bohemundo I de Tarento y que culminó con la conquista de Jerusalén (1099), tras la toma de Nicea (1097) y Antioquia (1098), y la formación de los estados latinos en Tierra Santa: el reino de Jerusalén (1099), el principado de Antioquia (1098) y los condados de Edesa (1098) y Trípoli (1199). 

Balduino de Boulogne se convirtió en el primer conde de Edesa, posteriormente fue elegido rey de Jerusalén a la muerte de Godofredo de Bouillon.

✠ IMAGEN II.- “Balduino de Boulogne, I Conde de Edesa”.




Zenghi I. Rey de Mosul y de Alepo, nacido en 1085 y muerto en 1146. Se destacó en su lucha contra los cristianos a los que les conquistó Edesa en 1144.

Este poderoso rey turco conquistó Edesa, en su guerra contra los cruzados, en 1144 con un ejército de 30 000 soldados; la destruyó completamente y algunas fuentes citan que la ciudadela fue quemada con los cristianos atrincherados dentro de ella.

Este combate es considerado la primera campaña exitosa de los turcos contra los estados cruzados. Hubo alianzas y desencuentros como Damasco que, durante un largo período de tiempo, prefirió aliarse con el Reino de Jerusalén contra Zengi, en la Segunda Cruzada, marcados por la crueldad en la conquista del Condado de Edesa por Zengi.

Anteriormente, en la batalla de Harran, el conde Balduino fue hecho prisionero; Tancredo pasó a ser regente de Edesa en su ausencia. Tancredo y Bohemundo prefirieron pagar los rescates por sus propios soldados prisioneros, a los turcos selyúcidas, que acordar un intercambio por Balduino; por lo que el conde estuvo cautivo en Mosul hasta 1108, cuando fue rescatado por 60 000 dinares por Joscelino de Courtenay. Tancredo se negó a devolverle Edesa, pero con el apoyo de los armenios, bizantinos e incluso de los selyúcidas, Tancredo se vio obligado a retirarse. En 1109, tras reconciliarse con Tancredo, los dos participaron en el asedio de Trípoli.

✠ IMAGEN III.- “Joscelino de Courtenay”.



Tras la conquista de Edesa, que los musulmanes describieron como “la victoria de las victorias” (Asbridge, 226), los cristianos occidentales fueron asesinados o vendidos como esclavos, mientras que a los orientales se les permitió quedarse. Era necesaria una respuesta. Los cristianos de Edesa habían pedido ayuda, y hacía falta una defensa general del Oriente Latino, nombre por el que eran conocidos los estados cruzados de Oriente Medio.

Los cruzados constataron la urgencia de la respuesta militar cuando Nur ad-Din (también llamado Nur al-Din), sucesor de Zengi a la muerte de este en septiembre de 1146, derrotó al líder latino Joscelino II en su intento de reconquistar Edesa, que fue nuevamente saqueada para celebrar el nuevo dominio de Nur ad-Din. Todos los varones cristianos de la ciudad fueron ejecutados, y las mujeres y niños vendidos como esclavos, igual que había sucedido con sus correligionarios dos años antes.

La pérdida de Edesa y la posterior derrota de Joscelino, fueron los detonantes para comenzar la II cruzada, (1147-1149)…

FUENTES:

World  History.

Kripkit.

✠ ✠ ✠nnDnn✠ ✠ ✠


✠ 1500 - Toma de Cefalonia: El Gran Capitán lidera una importante victoria hispano-veneciana sobre el Imperio otomano.

✠ IMAGEN IV.- “Gonzalo Fernández de Córdoba, “El Gran Capitán”.




Cuando alboreaba el siglo XVI, el mundo mediterráneo era codiciado por las potencias de la zona; por un lado, allí dirimían su hegemonía las civilizaciones de la Cristiandad y el Islam; por otro, también litigaban en ese área las distintas formaciones políticas dentro de cada bloque religioso y cultural: la pugna hispano-francesa en el cristiano y la lucha turco-mameluca en el musulmán. En este caldo de cultivo beligerante y fronterizo menudearon esforzadas empresas como la que protagonizó en Cefalonia Gonzalo Fernández de Córdoba, que estaba labrándose su leyenda de Gran Capitán. Este movimiento en el tablero de ajedrez de la política internacional lo efectuó Fernando el Católico, quien había pasado a dirigir los asuntos exteriores después de la "unión de Coronas" de Castilla y Aragón, con la doble intención de responder a los enemigos francés y turco. El monarca español estaba pergeñando un plan para deponer al rey de Nápoles, don Fadrique, y repartirse el territorio con Luis XII de Francia (rey desde 1498 a 1515). Respecto al sultán Bayaceto, tenía que mantener el pulso después de la conquista otomana de los enclaves venecianos de Corfú y Modón para frenar su ímpetu expansionista.

✠ IMAGEN V.- “Sultán Bayezid I”. (Bayaceto). 





✠ IMAGEN VI.- “Luis XII, rey de Francia”.





✠ IMAGEN VI.- “Fernando el Católico”.




De resultas, el Rey Católico había mandado aparejar una gruesa armada en Málaga, compuesta por sesenta naves, cuatro mil peones y seiscientos jinetes de desembarco y capitaneada por Gonzalo Fernández de Córdoba, con instrucciones secretas "para obrar según las circunstancias y los sucesos -como nos relata el cronista-, ya para poner el reino de Sicilia a cubierto de cualquier hostilidad por parte del francés, ya para mostrar que estaba pronto a auxiliar la república de Venecia contra los turcos". Pertrechóse la escuadra para la ocasión y alistáronse los más prestigiosos militares para tan afamadas jornadas venideras: Gonzalo Pizarro, padre del futuro conquistador del Perú; Diego García de Paredes, cuyas demostraciones de fuerza y extraordinarias hazañas engrosarán el romancero; Pedro Navarro, el Roncalés, héroe en Berbería y tornadizo en Italia; Diego de Mendoza, hijo del Gran Cardenal de España, y otros personajes del mismo tenor. La expedición zarpó del puerto malacitano en mayo de 1500 y al echar el áncora en Mesina se le sumaron las naves venecianas al mando de Benito Pésaro. Llegado el momento de optar dentro de los objetivos de la estrategia fernandina, las órdenes reales se inclinaron por acudir al encuentro de los otomanos en el archipiélago de las Jónicas, porque se satisfacían las expectativas cruzadas de los príncipes cristianos con el Papa a la cabeza y sus proyectos de "Ligas Santas" y se daba ejemplo de fidelidad cristiana al bastardo don Fadrique de Nápoles, que había pedido auxilio a la Sublime Puerta ante su inminente destitución. Al no acudir a tiempo al socorro de Corfú y Modón, se escogió como destino recuperar el fuerte de San Jorge en la ciudad insular de Cefalonia, defendida por setecientos turcos, los más pertenecientes al cuerpo de jenízaros, bien armados y parapetados tras sólidos muros reforzados por su situación sobre una escarpada roca. La lucha fue sin cuartel, con numerosas bajas por ambos bandos, y en la victoria de los expedicionarios fue decisivo el empleo de la artillería y de los minadores cristianos. Por fin después de una cincuentena larga de jornadas de asedio los coaligados dieron el asalto general hasta rendir la plaza y restituirla de nuevo al pendón de San Marcos, que simbolizaba la soberanía veneciana. La fama castrense y el talante liberal del Gran Capitán, vencedor del Gran Turco, recorrieron toda la Cristiandad. Máxime cuando la Serenísima República de Venecia inscribió su nombre en el libro de oro de los nobles venecianos, obsequiándole con lujosos presentes -plata, sedas, caballos, etc.-, a los que renunció remitiéndole a Su Majestad "para que sus competidores, aunque fuesen más galanes, no pudiesen a lo menos ser más gentiles-hombres que él".

 Las tropas venecianas estaban bajo el mando del almirante Benedicto de Pésaro.

Un cronista de la época, Fernández de Oviedo, relata los motivos de este apodo de "El Gran Capitán". (Batallas y Quinquagenas, ed. cit., p. 183):

"Todo quanto hazía paresçía que el çielo lo aprobaba e la tierra lo consentía, e los hombres lo açeptaban. Él nasçió para mandar, e súpolo tan bien hazer en paz e en guerra quanto todos los que le vieron lo sabemos, e los ausentes en la mayor e mejor parte del mundo no lo ygnoraron. Testigos son del valor de su perssona e gran ser suyo todos los christianos de Europa; no lo dexaron de saber los moros e turcos e persianos [...], e mejor que otros entendieron e con su daño lo experimentaron françeses [...] E así los que en sus exérçitos le seguían eran para más que otros hombres, e por tal costumbre e uso de las armas, menos temían la muerte..."

FUENTES:

Arte Historia.

✠ ✠ ✠nnDnn✠ ✠ ✠



Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠  Estudios y Análisis Históricos. 

✠  Efemérides históricas.

Tal día como hoy, 23 de Diciembre, pero del año…

✠ 1235 .- En el marco de la conquista cristiana de Córdoba, los soldados cristianos aprovechan la noche y trepan las murallas de la ciudad con ayuda de escaleras y vestidos con ropas árabes para dar comienzo al asedio. …

ANTECEDENTES:

El monarca de Castilla y de León, Fernando III (El Santo), se centró en la toma de los reinos de Jaén, Córdoba y Sevilla, consiguiendo tomar varias plazas.

✠ IMAGEN I .- “Escultura del rey Fernando III "el Santo". Bronce. Autor: Federico Coullaut Valera. 1933. BIC. Museo del Ejército”.




Los emires de Arjona,  Valencia y Niebla, hacía tiempo que eran independientes de la taifa de Córdoba, por lo que el emir de Córdoba, Ibn Hud, firmó en 1235 una tregua de un año con Fernando III.  Para conseguirlo, tenía que pagar 430.000 maravedíes al rey.

✠ IMAGEN II .- “Emir de Córdoba Ibn Hud”.




Ese año murió la esposa de Fernando III, Beatriz de Suabia, y el rey se trasladó al Norte.

Estando el rey ausente, Ibn Hud,  emir de Córdoba, decidió no pagar lo pactado, por lo que los cristianos de los consejos fronterizos atacaron y tomaron los arrabales de Córdoba, donde se hicieron fuertes. Les ayudó mucho la colaboración recibida de unos desertores musulmanes, que informaron a los cristianos que la ciudad estaba desguarnecida y sería muy fácil llegar a la Axerquía (barrio situado en la zona Este de la ciudad).

Los cristianos, viendo la debilidad en la que se encontraba la ciudad, deciden comenzar la conquista sin la presencia del rey. Una vez dado el permiso, se reúnen estos cristianos, nobles almogáraves (tropas de choque, espionaje y guerrilla), y llegan a Córdoba la noche del 23 de diciembre de 1235. Esa noche, con ayuda de una escalera, comienzan a trepar por las murallas de la ciudad vestidos con ropas árabes, por la zona más cercana a la población mozárabe, pues sabían que éstos apoyarían la causa.

Los nobles consiguieron conquistar todo el barrio de la Axerquía, y abrieron la puerta de Martos para que entrara el resto de la caballería.

TOMA DE LA MEDINA, (CIUDAD AMURALLADA):

Fernando se encontraba con sus tropas en la ciudad leonesa de Benavente, (actualmente pertenece a la provincia de Zamora), a mediados de enero de 1236, cuando llegó un correo del sur que le informó de que la Axerquía de Córdoba, el barrio oriental amurallado de la ciudad, había sido tomada por un puñado de hombres y que éstos pedían refuerzos para completar la toma de la Medina, también amurallada, donde se encontraban el Alcázar andalusí y la famosa Mezquita. El rey, al informarse, juntó fuerzas de las ciudades del reino leonés, de León, de Salamanca, de Zamora, de Toro y de las Órdenes militares, y emprendió la marcha hacia Córdoba, llegando allí el 7 de febrero.

Ibn Hud, alertado por los cordobeses, parte de Murcia con un potente ejército y acampa en Écija. Fernando III se colocó en la orilla izquierda del río para taponar el puente romano, defendido por el castillo de Calahorra. Ésta era una posición arriesgada, pero ese puente comunicaba Córdoba con Écija, Sevilla y toda la parte meridional de al-Ándalus, por lo que era la única posibilidad de los cordobeses, y asumió el riesgo. Mientras, otros cristianos mantenían sus posiciones al otro lado del río, en la Axerquía.

Junto al rey moro se encontraban Lorenzo Suárez y su mesnada, (una compañía de hombres armados), de 200 hombres. Lorenzo Suárez había sido desterrado de Castilla por "malferías que ficiere" y le propuso a Ibn Hud dirigirse al campamento cristiano como espía para informarle de lo que hacían las tropas de Fernando. Sin embargo, lo que él realmente quería era hacer las paces con Fernando III. Cuando Lorenzo Suárez se encontró con Fernando III le propuso lo siguiente: que realizase hogueras en diversos puntos por la noche para dar la sensación de tener muchas tropas, mientras, él volvería a hablar con Ibn Hud para convencerle de la fortaleza del ejército cristiano.

Ibn Hud, que tampoco necesitaba demasiados argumentos para no combatir contra Fernando III, tomó la decisión de retirarse. Jaime I de Aragón estaba acechando Valencia e Ibn Hud planeó dirigirse a Almería para tomar unos barcos e irse a proteger aquella ciudad, dando Córdoba por perdida.

✠ IMAGEN III .- “Jaime I de Aragón”.




La ciudad, abandonada por su emir, planteó rendirse y pedir a Fernando III que les dejase marcharse llevando sus enseres, sin embargo, al notar que el contingente cristiano era muy pequeño, decidieron resistir más. Los concejos de León, al pasar tres meses de campaña, proponen volver ya a su tierra, pero Fernando III persevera.

Fernando III, liberado del peligro de Ibn Hud, firma una tregua con el entonces rey de Jaén, Alhamar, enemigo de los cordobeses y de Ibn Hud, para así, sin enemigos en la retaguardia, poder resistir un poco más.

✠ IMAGEN IV .- “Pacto de Jaén entre Fernando III y el rey Alhamar”.



 

RENDICIÓN:

Córdoba, desgastada por el asedio, decide rendirse. El 29 de junio, fiesta de los apóstoles Pedro y Pablo, se hizo la entrega de las llaves.

Aunque algunos nobles hablaron de pasar a cuchillo a los moros de la ciudad, el rey Fernando III aceptó la rendición en los mismos términos en los que había sido pactada antes: dejar salir vivos y con sus bienes muebles a todos los musulmanes de la ciudad. Todos los edificios quedaron intactos tras la toma. En el alminar del Alcázar fue colocado el pendón de Castilla y un crucifijo. La caída de Córdoba en manos cristianas conmocionó al mundo musulmán, ya que era la antigua capital del antaño poderoso Emirato, y posterior Califato, de Córdoba, la etapa más gloriosa de Al-Ándalus.

El 30 de junio Fernando III hizo su entrada solemne en la ciudad. El obispo de Osma, y el maestro Lope Fitero, futuro obispo de Córdoba, purificaron aquella tarde la Mezquita para el servicio al culto cristiano, bajo la advocación de la Asunción de la Virgen María. Después Fernando III pasó a residir en el Alcázar andalusí. Las campanas de la Catedral de Santiago de Compostela, que Almanzor trajo en 997 a hombros de cristianos, fueron encontradas en la mezquita cordobesa utilizadas como grandes lámparas y fueron llevadas a hombros de moros a Galicia para que sonaran de nuevo en la catedral, ante la tumba del apóstol.

✠ IMAGEN V .- “Mezquita-Catedral de Córdoba”.




REPOBLACIÓN DE CÓRDOBA:

La repoblación de Córdoba tardó en efectuarse, porque estaba lejos de los lugares de origen de los soldados de León y Castilla y éstos quisieron regresar a sus casas tras un asedio tan largo. En el imaginario figuraba una Córdoba musulmana muy próspera, lo que motivó a muchos a ir por curiosidad e interés en un botín que parecía inagotable, pero no siempre pensarían en establecerse.

El rey no pudo impedir la desbandada, pero se quedó en el Alcázar hasta agosto y luego partió hacia Toledo para visitar a su madre, Berenguela.

Sin embargo, a partir de las fiestas de San Miguel (29 de septiembre), cuando concluyó la cosecha y la vendimia, llegaron una multitud de castellanos tan grande que las casas antiguas no podían albergarlos a todos.

A la ausencia del Rey se unió una enorme carestía de víveres y provisiones.

En 1240 regresó Fernando III a Córdoba  y repartió las tierras y premió especialmente a aquellos que ayudaron a ganar la ciudad.

FUENTES:

Museo del Ejército.


✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠


✠ 1292.- En Palencia (España), el Hospital de la Herrada otorga a la aldea Quintanilla de Onsoña la Carta foral…

Carta foral de Quintanilla de Onsoña (o Fuero de solariegos de Quintanilla de Onsoña), fue un fuero dado a los moradores de Quintanilla de Onsoña por el comendador Frey Pero González y los freires del Hospital de D. Gonzalo Ruiz de Carrión, (Hospital de la Herrada*), el 23 de diciembre de 1292. Está basado en el de Carrión de los Condes. Trascrito y publicado por Muñoz y Romero.

* (Hospital de la Herrada. Establecimiento de asistencia a los peregrinos jacobeos y otros viajeros creado en Carrión de los Condes a principios del siglo XIII por Gonzalo Ruiz Girón, mayordomo del rey, Se le da este nombre porque a su puerta había una herrada o cubo con agua para los peregrinos. Otra interpretación, creo que equivocada, atribuye el nombre a la forma de arco de herradura de la puerta principal)

 ✠ IMAGEN VI .- “Vista de Carrión de los Condes”.



Se refieren a él los siguientes estudios:

  • Ensayo histórico etimológico filológico sobre los apellidos Castellanos (1871),[1] de José Godoy Alcántara;
  • Noticia histórica de las behetrías: Primitivas libertades castellanas... (1876),[2] de Ángel de los Ríos y Ríos.
  • Colectivismo agrario en España (1898),[3] de Joaquín Costa.
  • Historia de la civilización española (1902),[4] de Rafael Altamira;
  • El régimen señorial y la cuestión agraria en Cataluña (1905),[5] de Eduardo de Hinojosa Naveros; o
  • Historia de España y de la civilización española (1913), de Pío Zabala.
  • Las sernas en el Becerro de las Behetrías, de Julián Clemente Ramos.

FUENTES:

Es-Academic.


✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠



✠ 1524 .- En Valencia, la regente doña Germana de Foix, concede un indulto a los perayres…

En el año 1519, durante los meses de julio y agosto, se declara en Valencia y parte de la costa del levante español, así como en Mallorca, una epidemia de peste que provoca la huida de las autoridades y nobles al interior del reino. Los habitantes de las ciudades -que se muestran en desacuerdo con la política del rey Carlos I ya que distribuye con largueza prebendas civiles y eclesiásticas entre el séquito de flamencos que le acompaña- aprovechan para unirse en hermandades, que reciben el nombre de Germanías. De hecho, los artesanos del Reino de Valencia adquirieron, durante el reinado de Fernando el Católico, el privilegio de formar milicias en caso de necesidad de lucha contra las flotas berberiscas. Esto se une a una época difícil económicamente. Su inicio es progresivo y jalonado de actos legales y de protesta, y es determinante en ello el hecho de que el pueblo tiene ese permiso real para utilizar armas con las que enfrentarse a las incursiones de los piratas berberiscos.

✠ IMAGEN VII .- “Carlos I de España y V de Alemania”.




Las clases medias y gremiales de la ciudad se hacen progresivamente cargo del gobierno hasta que establecen la Junta de los 13, formada por un representante de cada gremio, para regir la capital valenciana. El rey Carlos I, que está en Barcelona, preparando su viaje a Aquisgrán, toma únicamente ante la revuelta, la medida de prohibir el uso de armas, prohibición que nadie tendrá en cuenta.

Cuando Carlos I ya se ha trasladado a Alemania, el Consejo de Regencia manda al virrey don Diego Hurtado de Mendoza para restablecer la normalidad en Valencia, pero los "agermanados" lo echan de la capital y se hacen dueños de la situación. Las tropas realistas forman dos focos de resistencia: uno, al Norte, capitaneado por Alonso de Aragón, duque de Segorbe; otro, al Sur dirigido por el propio virrey. La sublevación se extiende por todo el reino dando inicio a la guerra de las Germanías (1520-1523).

✠ IMAGEN VIII .- “Virrey Don Diego Hurtado de Mendoza”.




✠ IMAGEN IX .- “Alonso de Aragón, Duque de Segorbe”.




✠ IMAGEN X .- “La paz de las Germanías, por Marcelino de Unceta.”.




La Junta de los 13 intenta instaurar un sistema en el que esté prohibido el trabajo libre no controlado por los gremios. Al principio, su líder es el moderado Joan Llorenç, pero éste muere en junio de 1520, con lo que entran en juego los grupos más radicales, liderados por el terciopelero Vicente Peris. En consecuencia, el movimiento sufre una radicalización progresiva, convirtiéndose en una guerra abierta y con episodios como el asalto e incendio de la morería de Valencia, a la que se acusa de colaborar con los nobles. Por otra parte, la rebelión antinobiliaria se extiende a la huerta, con saqueo de tierras y haciendas de los nobles, y a otras poblaciones y núcleos urbanos del reino, constituyéndose juntas revolucionarias. 

El movimiento de las germanías tiene resonancia en el Reino de Mallorca, estallando en 1521 como consecuencia del encarcelamiento de siete menestrales. Al igual que en Valencia, se constituye una junta formada por trece personas (la Tretzena). Ésta se hace con el control de la capital y destituye al gobernador general, Miguel de Gurrea, que huye a Ibiza. Los nobles que sobreviven a la matanza que se produce en el Castillo de Bellver se refugian en Alcudia, única población que permanece fiel al Rey durante el año y medio que los "agermanados" dominan la isla.

Los "agermanados" realizan en Valencia una serie de bautismos forzosos entre los mudéjares. 

 A pesar de alguna victoria importante por parte del movimiento de las Germanías en Valencia, éste es vencido. En efecto, el 3 de marzo de 1522 entran definitivamente las tropas reales en Valencia, realizándose la ejecución del radical Vicente Peris -líder de los revolucionarios- y sus más directos colaboradores. Únicamente Játiva y Alcira quedan bajo dominio agermanado, produciéndose un rebrote de la rebelión, esta vez acaudillada por un misterioso personaje conocido por «El Encubierto», un impostor que se hace pasar por el infante Juan, hijo de los Reyes Católicos. 

Tras el asesinato en Burjassot de «El encubierto» el 19 de mayo de 1522 por dos seguidores suyos para cobrar la recompensa ofrecida por el virrey, y la caída de Játiva y Alcira, se produce la derrota definitiva de los «agermanats», nombrándose virrey de Valencia a  la viuda Germana de Foix, segunda esposa de  Fernando El Católico (fallecido en 1516), y que se había casado de nuevo, esta vez con el duque de Calabria. Germana organizó una brillante corte en Valencia al tiempo que firmaba sentencias de muerte (se mencionan 800 en varios años). Según otras fuentes, las represalias consistieron en confiscaciones y multas, sobre todo a las organizaciones gremiales, produciéndose escasos casos de pena de muerte. 

✠ IMAGEN XI .- “Germana de Foix”.




El 23 de diciembre de 1524, la regente de Valencia concede un indulto a los «perayres» en un documento oficial que es considerado uno de los primeros redactados en castellano en el Reino de Valencia, lo que ha llevado a que algunos vean en la derrota de los «agermanats» una causa de la imposición de dicha lengua, al considerarlo como una represalia más contra los perdedores.

La pacificación efectiva del territorio no se produce hasta mayo de 1528, fecha en que el rey otorga un perdón general. Fecha muy tardía si se tiene en cuenta lo lejos que quedaba ya la derrota de los amotinados. Al igual que ha ocurrido en Castilla con los comuneros, las aspiraciones de los «agermanats» (agermanados) valencianos, que son en su gran mayoría maestros artesanos y labradores, no se ven cumplidas, volviéndose al anterior estado de cosas. También en el Reino de Valencia queda afirmada la autoridad real, esta vez por medio del virrey, y robustecido el poder de la nobleza. 

FUENTES:

Historia Valencia.

Puzzle de la historia.


✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠

✠ 1569.- En España, el corregidor Juan Rodríguez de Villafuerte Maldonado sale de Granada con 9000 infantes a combatir con los moriscos rebelados, dirigiéndose a Güéjar Sierra.

La Navidad de 1568, durante el reinado de Felipe II, estallaba la rebelión de los moriscos del Reino de Granada. Se iniciaba así un conflicto largo y cruento, conocido también como la segunda guerra de las Alpujarras, que no terminaría hasta el mes de marzo de 1571. El casus belli fueron los decretos de la Junta de Teólogos de Madrid de 1566, publicados el 1 de enero de 1567 en una pragmática dirigida a anular por completo cualquier signo de identidad cultural y tradición de origen islámico: ritos, danzas y bailes, perfumes, baños, vestidos, utilización de la misma lengua árabe hablada y escrita y todas las tradiciones moriscas que significaban una identificación clara con el Islam. Dichas medidas deben situarse en el contexto del triunfo de la política contrarreformista y confesional en la Corte de Madrid, avalada por el ascenso político de don Diego de Espinosa, Presidente del Consejo de Castilla, quien tendría en Granada como su principal factótum a Pedro de Deza, nuevo presidente de la Chancillería. No obstante, las causas de la guerra tienen raíces más profundas y de largo recorrido en el tiempo. 

✠ IMAGEN XII .- “Felipe II”. (Retrato de Sofonisba Anguissola. Fuente: Museo del Prado).


 



✠ IMAGEN XIII .- “Cardenal Diego de Espinosa”.




En primer lugar, el período transcurrido entre 1502, fecha de las primeras conversiones forzosas, y 1568, estuvo presidido por la difícil convivencia entre moriscos y cristianos viejos. Ya en 1526, con Carlos V en Granada, una junta de teólogos denunció ante el emperador el fracaso de la política de adoctrinamiento llevada a cabo con los moriscos. Sostenían que su conversión sincera y asimilación religiosa e ideológica era imposible si no iba precedida de una verdadera política de aculturación que acabase con los signos de identidad islámica. En esa ocasión las medidas de los teólogos no fueron aplicadas, ya que Carlos V concedió una prórroga de 40 años, gracias a que don Luis Hurtado de Mendoza, capitán general del reino, logró negociar con las elites moriscas la concesión de un nuevo servicio de 10.000 ducados, destinado a la construcción del palacio renacentista que hoy se contempla en la Alhambra. No en vano, los Mendoza, como intermediarios entre la Corona y los moriscos, defendieron siempre el lema “más farda que fe”, es decir, nuevos impuestos –de los que ambos actores se beneficiaban- a cambio de respetar sus costumbres y ritos. Sin embargo, con el tiempo la presión de las autoridades eclesiásticas se volvió más agobiante, conocedoras de que los moriscos practicaban el islam en secreto y solo eran cristianos en apariencia. Por otro lado, la carga fiscal se volvió insoportable para los nuevamente convertidos. A ello había que añadir el incremento de los impuestos asociados a la comercialización de la seda, cuya industria, vital para las economías moriscas, entró en crisis en esta época. Otros factores contribuyeron complicar la convivencia entre moriscos y cristianos viejos: el importante aumento de las persecuciones y confiscaciones de bienes practicadas por la Inquisición, así como medidas más selectivas que afectaron especialmente a los representantes de los grandes linajes moriscos, a los que se quitaron privilegios que, junto con la adquisición de cargos en la administración municipal y fiscal, constituían un pilar sólido en el que se sostenía el sistema de pactos con las elites neoconversas. La ruptura de ese pacto suponía un duro golpe para el mantenimiento del equilibrio y la paz social en el reino, a la vez que el incremento de las persecuciones, la presión fiscal y la aplicación de los decretos de aculturación alimentaron manifestaciones de resistencia armada, como fue el caso de las partidas de bandidos moriscos, los monfíes, que se atrincheraron en las sierras granadinas y que a la postre constituirían uno de los sectores más violentos durante la guerra de rebelión.

✠ IMAGEN XIV .- “Carlos I”.




Todos estos factores, que culminaban con la pragmática de 1567, coadyuvaron para que se produjese la revuelta de la Navidad de 1568. La primera parte del conflicto se desarrolló en la comarca de las Alpujarras, zona montañosa poblada por una mayoría de población morisca, liderada por don Hernando de Córdoba y Válor, coronado con el sobrenombre de Aben Humeya. Desde el inicio se pudieron constatar las diferencias existentes en el seno de la comunidad morisca. Por un lado, los más radicales, capitaneados por los líderes de las cuadrillas monfíes más activas e integrados en su mayor parte por naturales de las Alpujarras, que buscarían la creación de un estado islámico dependiente del Sultán Turco. Su jefe más relevante, Faraz Aben Farax, mantenía diferencias importantes con Aben Humeya. Por otro, los moriscos más moderados, que habitaban el barrio del Albicín, en la capital, con amplia representación de los viejos linajes de la aristocracia morisca, interesados en el mantenimiento del statu quo.

✠ IMAGEN XV .- “Aben Humeya”.



 

En el campo cristiano también hubo diferencias. En primer lugar, la reacción a la revuelta fue algo tardía, lo que permitió la extensión de la rebelión a territorios como el marquesado del Cenete, el valle de Lecrín, la costa granadina y algunos emplazamientos en Málaga. Don Íñigo López de Mendoza, III marqués de Mondéjar y capitán general del reino, no actuó con suficiente eficacia, tardó en reaccionar y desde el inicio vio su autoridad contestada por su enemigo, el presidente de la Chancillería don Pedro de Deza, criatura del cardenal Espinosa en la ciudad. No en vano, Deza propició la entrada en la campaña del II marqués de los Vélez, don Luis Fajardo, que mantenía tensas relaciones con don Íñigo. Mientras que Mondéjar entraría por el  valle de Lecrín con un contingente de unos 2.000 hombres que debían dirigirse a la Alpujarra granadina, el marqués de los Vélez comandaría un importante ejército, entrando por Tabernas, para contener la revuelta en el sector oriental del reino y proteger Almería.

✠ IMAGEN XVI .- “Iñigo López de Mendoza”.




Durante los primeros compases de la campaña militar, las fuerzas cristianas, integradas por un escaso número de soldados del sistema defensivo y una amplia mayoría de milicianos sin apenas preparación militar, tuvieron que afrontar graves problemas.  Las Alpujarras constituían una comarca montañosa y abrupta que los moriscos, habitantes de la zona desde tiempo inmemorial, conocían a la perfección. Estos, con la ventaja del terreno y el factor sorpresa, practicaron una guerra de emboscadas y escaramuzas a la que las tropas reales tardaron tiempo en adaptarse. Mientras que en el frente oriental don Luis Fajardo llevó a cabo una campaña especialmente represiva contra los rebelados, en la Alpujarra granadina el marqués de Mondéjar cosechó algunas victorias importantes, como las del puente de Tablate y Órgiva, que le permitieron asegurar la comarca, al mismo tiempo que su hijo, don Luis Hurtado de Mendoza trataba de controlar la comarca del Cenete. En el frente alpujarreño, el capitán general aplicó una estrategia mixta, consistente en medidas represivas contra los líderes radicales que habían protagonizado matanzas como las de Ujíjar, y política de pactos y acercamiento con aquellos moriscos no rebelados y que representaban el ala más moderada, con objeto de alimentar las divisiones internas en el bando morisco.

El plan fue idóneo al principio, ya que gracias a esta doble política consiguió controlar los focos insurgentes más importantes y aislar a Aben Humeya. Sin embargo, después de que Mondéjar, durante los meses de febrero y marzo de 1569 lograrse reducir la mayor parte de las Alpujarras, Aben Humeya consiguió reorganizar sus fuerzas, registrándose una nueva fase en la que los líderes radicales cobrarían mayor protagonismo, partidarios de establecer contactos con los turcos y de extender la rebelión fuera del marco alpujarreño, con objeto de dividir al ejército real. El conflicto, que parecía estar controlado, se volvió a activar en la primavera de 1569. En ello confluyeron varios factores. Primero, las diferencias de planteamiento estratégico entre Mondéjar y los Vélez, la extensión de la indisciplina en el ejército cristiano y la política de mano dura practicada por el presidente Deza en la ciudad de Granada contra los moriscos del Albaicín, que chocaba de lleno con la política de pactos auspiciada por el marqués de Mondéjar. Segundo y no menos importante, el pillaje indiscriminado practicado por las compañías de milicias, integradas por civiles con escasa preparación militar y sin un sueldo regular, cuyo principal incentivo era saqueo y el botín. Episodios de extrema violencia como la batalla de Félix o la toma del peñón de Inox, donde miles de mujeres y niños fueron reducidos a esclavitud, y los saqueos indiscriminados practicados por las compañías que quedaron controlando las Alpujarras, aumentaron la desconfianza de aquellos moriscos que eran partidarios de la negociación y la paz, y ayudaron a que los más radicales reactivasen la revuelta en zonas del reino donde hasta entonces apenas había tenido éxito y en las que, incluso por la fuerza, muchos moriscos se vieron empujados a apoyar la rebelión si no querían perder la vida. 

En abril de 1569 se iniciaba un nuevo período, marcado por la internacionalización de la guerra. Las divisiones entre el generalato cristiano, la escasa eficacia demostrada por las tropas concejiles y el temor a que el sultán Selim II, cuya amenaza se había dejado sentir en el Mediterráneo occidental, prestase una inminente ayuda militar a los moriscos rebelados, convencieron a Felipe II de la necesidad de actuar con mayores recursos el conflicto. Ese mismo mes decidió enviar al reino de Granada a don Juan de Austria como general en jefe del ejército real, asesorado por el duque de Sessa y don Luis de Quijada. La revuelta cobraba una nueva dimensión, pues a fines de abril se extendería a las comarcas malagueñas de Bentomiz y Vélez. No obstante, una maniobra decisiva para el desarrollo de la campaña fue ordenar el envío de tropas del tercio desde Italia, cuya llegada a inicios de junio de 1569 a Torrox y Torre del Mar, al mando de Luis de Requesens, fue fundamental para frenar la extensión de la revuelta a las sierras malagueñas.

 ✠ IMAGEN XVII .- “Sultan Selim II”.




✠ IMAGEN XVIII .- “Juan de Austria”.




Durante el verano de 1569 la guerra se recrudeció. Aben Humeya consiguió depurar a los sectores más moderados mediante asesinatos y se hizo con la fortaleza de Serón, emplazamiento estratégico para controlar el paso hacia la zona del altiplano y llegar a Baza. En su esfuerzo por extender la guerra al flanco oriental del reino, logró encadenar algunas victorias importantes y reforzar su ejército con oficiales otomanos.  A ello contribuyeron también las diferencias y la descoordinación entre don Juan de Austria y el marqués de los Vélez en la dirección de la guerra, y las discrepancias en el seno del alto mando en la ciudad de Granada, donde se produciría la caída política de don Íñigo López de Mendoza, el único que apostaba entonces por una salida negociada al conflicto. Mondéjar fue llamado a la Corte en septiembre, para no volver a ejercer el cargo de capitán general del reino. Sin embargo, Aben Humeyno consiguió extender con éxito la revuelta al litoral almeriense. Cuando intentó establecer contactos con don Juan de Austria para negociar su rendición y obtener garantías para él y su familia, sus cartas fueron interceptadas. El otrora rey de los moriscos fue acusado de traición por sus opositores y asesinado a fines del mes de septiembre. Le sucedió su primo, coronado con el sobrenombre de Aben Aboo, representante de la facción más radical de los rebelados. El nuevo líder era partidario de otorgar nuevos cargos y más poder a los oficiales turcos que Selim II había enviado al reino granadino para adiestrar y mejorar la operatividad del caótico ejército morisco. El giro de los acontecimientos beneficiaba a la Sublime Puerta, ya que al sultán le convenía que una contienda como esta, en el mismo corazón de la Monarquía Católica, se prolongase y de ese modo debilitase la capacidad de intervención militar de Felipe II en el Mediterráneo. 

A partir de entonces la guerra se desarrolló en dos focos: la baja Alpujarra y el altiplano granadino. En la baja Alpujarra, el duque de Sessa logró controlar el avance morisco en Órgiva y en el Valle de Lecrín, muy cerca de la capital. En el altiplano quedaba el marqués de los Vélez con un ejército que ponía sitio a Galera. Sin embargo, don Juan de Austria, que había logrado una importante victoria en Guéjar Sierra, decidió avanzar con su ejército hacia la comarca y apartó del mando al marqués de los Vélez, quien no ocultaría su profunda desafección por considerarse maltratado, dado el enorme esfuerzo que había realizado para movilizar tropas y recursos propios al servicio de la Corona. El hermanastro de Felipe II se lanzó a la conquista de Galera a fines de enero de 1570, sitio que alcanzó elevadas cotas de crueldad y que marcaría el inicio de serie de victorias en el campo cristiano, como la exitosa conquista de Serón. Empero, todavía quedaron focos de resistencia en la comarca de las sierras malagueñas, a lo que se unió la llegada de nuevos refuerzos enviados por el Imperio Otomano, que propiciaron algunos éxitos aislados del bando morisco, como la toma de Castel de Ferro. Fue entonces cuando El Habaqui, líder del sector moderado, consiguió convencer a Aben Aboo de que solo podía producirse una salida negociada al conflicto. Inició conversaciones de paz con don Juan de Austria y declaró el 13 de mayo la rendición de la mayoría de los líderes moriscos. Sin embargo, los cabecillas más radicales, apoyados por los turcos, se resistieron y convencieron de nuevo a Aben Aboo de continuar con la guerra. El Habaquí fue asesinado, terminándose así con la posibilidad de una rendición negociada. La campaña dio sus últimos coletazos con la persecución de los restos del descompuesto ejército morisco en las Alpujarras, mediante expediciones de cuadrillas de soldados que dieron rienda suelta a su odio contra los moriscos, practicando saqueos y racias de una violencia extrema. Con el licenciamiento de las tropas reales en noviembre de 1570 y la salida de don Juan de Austria y don Luis de Requesens del reino, para dirigir la flota de la Santa Liga contra el Imperio Otomano, se producía el final del conflicto, cerrado definitivamente con el asesinato de Aben Aboo el 13 de marzo de 1571 a manos de sus propios hombres, quienes entregaban su cabeza a las autoridades granadinas.

 ✠ IMAGEN XIX .- “Luis de Requesens”.



Sin duda, la rebelión de las Alpujarras marcaría un antes y un después. En el plano militar, sirvió para replantear en adelante toda la política y la estrategia defensiva de la Monarquía de Felipe II, registrándose a partir de la década de 1570 y hasta fines del XVI un importante programa de reformas que buscaban fortalecer el cinturón de defensa peninsular y propiciar la formación de un ejército de reserva, la milicia general de Castilla, que debía estar preparado para su movilización en casos de emergencia. La misma guerra evidenció las carencias de la administración castellana en este punto. Aquella fue especialmente compleja por las características orográficas del territorio donde se desarrolló y mucho más costosa y larga de lo que se había previsto inicialmente. La zona era un territorio montañoso que los naturales conocían muy bien, propicio para el desarrollo de escaramuzas y emboscadas. Por ello buena parte de la campaña se desarrolló como una “guerra de guerrillas” a pequeña escala en la que el terreno fue un actor fundamental, que determinó la prolongación del conflicto. En las operaciones militares de represión participaron tanto tropas de milicias, integradas por civiles sin sueldo, cuyo principal incentivo era el botín y el saqueo de las aldeas moriscas, como tropas profesionales pagadas por la Corona, en su mayoría tercios procedentes de Italia, mucho más disciplinados, mejor armados y más eficaces en el desarrollo de una guerra de guerrillas y de cuerpo a cuerpo. Por otro lado, se tuvieron que movilizar importantes contingentes armados en diferentes sectores del reino, lo que conllevó una evidente complicación en la logística -transporte de tropas y avituallamiento- y un importante gasto financiero durante la contienda, que fue asumido no solo por la Corona, a través de sus pagadores del ejército, sino también por señores como el marqués de los Vélez, con una gran capacidad y contactos para movilizar tropas. Durante la fase final de la contienda, cuando ya se había controlado la mayor parte del territorio, adquirieron gran protagonismo las cuadrillas de soldados, que tenían como misión  perseguir  y reducir los restos insurgentes del ejército morisco. Estas estaban integradas en gran medida por parientes de “mártires” cristianos 

que habían sido asesinados por los moriscos y, en lugar de  guiarse por los planteamientos y tácticas militares de la época, dieron rienda suelta a su odio exacerbado mediante una violenta campaña de asesinatos y saqueos indiscriminados, llevados principalmente por su sed de venganza y sin ningún control por parte de los oficiales militares.

Este último punto es esencial para entender que la guerra de rebelión morisca reunió todas las características de una verdadera conflagración civil en territorio peninsular. En ella se radicalizaron hasta límites insospechados los odios acumulados durante más de sesenta años hacia los cristianos viejos por parte de una población mayoritaria pero marginada y explotada económicamente, del mismo modo que se alentaron los viejos odios y resentimientos de la población cristiano vieja contra sus vecinos moriscos, acusados de ser falsos cristianos y una verdadera “quinta columna” del Turco. Desde el principio se declaró la guerra abierta, con disposiciones tan importantes como la de octubre de 1569, cuando, como nos recuerda Luis del Mármol Carvajal, se declara “guerra a fuego y sangre” contra los rebelados y se concede campo franco a todos los cristianos que colaboren en sofocar la revuelta, a cambio de la promesa del botín íntegro de las capturas de moriscos. La utilización del botín como incentivo para las tropas cristianas dejó la puerta abierta a una auténtica guerra de saqueo y contribuyó a radicalizar aún más los niveles de violencia en el conflicto. Es cierto que las autoridades trataron de limitar estos desmanes, pero no fue suficiente y se vieron totalmente desbordadas, incapaces de mantener el orden social, produciéndose así la pérdida del control de la violencia legitimada por parte de la Corona, rasgo característico de los conflictos civiles.

Episodios como las matanzas de cristianos viejos de Ujíjar, donde numerosos religiosos y civiles cristianos viejos fueron pasados a cuchillo y sometidos a sacrificios, son un ejemplo de los resentimientos y los viejos odios acumulados por los moriscos contra sus vecinos a lo largo de años. Este tipo de masacres, como la producida tiempo después en Andarax, sirvieron para alimentar aún más la sed de venganza de los soldados y civiles cristianos viejos contra los naturales del reino y constituyeron la excusa perfecta para las masacres contra los moriscos, producidas desde los primeros compases de la revuelta. La matanza de más de un centenar de moriscos en las cárceles de la Chancillería en marzo de 1569, las represalias de Mondéjar contra los rebeldes en el Peñón de las Guájaras, la violencia con la que actuaron las tropas del marqués de los Vélez en Félix, la toma del peñón de Inox o la sangrienta conquista de Galera a manos de don Juan de Austria –donde se produjeron miles de muertos- son claro ejemplo de ello. 

En el ámbito social y demográfico el balance de la guerra fue catastrófico. A las muertes producidas en campaña, hay que añadir la destrucción de gran parte del territorio y la represión y expulsión de sus naturales. A pesar de que las autoridades castellanas conocían muy bien las disensiones internas en el bando morisco, no quisieron tener en cuenta estos matices a la hora de aplicar su política de “pacificación” del territorio, aun conociendo la existencia de un importante contingente de “moriscos de paces”, que no se habían rebelado contra Felipe II. Desde la Corte, la rebelión fue conceptualizada como delito de lesa majestad divina y humana. Los moriscos rebelados fueron tachados de traidores e infieles, por lo que quedaba legitimada, desde el punto de vista legal, la esclavitud de los moriscos levantiscos -a excepción de los niños menores de 10 años-.  Sin embargo, las medidas de represión no solo afectaron a los rebelados, también al resto de los moriscos que no apoyaron la revuelta. En febrero de 1571 fueron deportados en masa, repartidos por Castilla y vieron confiscados sus bienes, que a la postre serían repartidos entre nuevos pobladores procedentes de diferentes puntos de Castilla, al objeto de repoblar aquellas áreas que se vieron más afectadas por la expulsión. La salida forzosa de los moriscos del reino de Granada representaba el fracaso de la política de asimilación emprendida por la Monarquía desde principios de siglo y preparaba el camino para la futura expulsión de todos los moriscos de España, decretada en 1609 por Felipe III. Y, lo más importante, conllevó un grave proceso de despoblamiento de regiones donde la mayoría o la totalidad de la población era morisca, y el inicio de un período de crisis económica en el reino, cuya tierra, como recordaba Diego Hurtado de Mendoza, había quedado “despoblada y destruida”. La política de repoblación de Felipe II no solucionó el problema y el territorio tardaría mucho tiempo en recuperarse del impacto social, económico, religioso y cultural de lo que, al decir de los cronistas más importantes del conflicto, fue una auténtica guerra civil. La más importante producida en suelo peninsular en el siglo XVI.

FUENTES:

Antonio Jiménez Estrella

 2.ual.


 ✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠



Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠  Estudios y Análisis Históricos. 

✠ Códice de Juan Diácono/San Isidro/María Magdalena.

El punto de partida para acercarnos a San Isidro lo constituyen los escasos y tardíos datos sobre los orígenes de esta devoción, hasta el punto que lo único que podemos afirmar es que, durante la Baja Edad Media, se documenta en Madrid la existencia de un culto local a unas reliquias aparecidas en el siglo XIII y custodiadas en la parroquia de San Andrés, que tenían fama de taumatúrgicas y propiciadoras de lluvia. Las reliquias serían identificadas con un santo labrador, natural de la villa, y los principales rasgos de su leyenda quedarían registrados en un manuscrito y un arca sepulcral decorada con los milagros atribuidos al Santo. El manuscrito, conocido desde el siglo XVII como Códice de Juan Diácono, y el arca, son los testimonios más antiguos conservados sobre San Isidro y prácticamente los únicos de época medieval. Ambos son coetáneos, realizados a finales del siglo XIII, y constituyen la fuente más directa y principal sobre el Santo y los orígenes de su culto en Madrid. Uno y otro recogen los detalles que la tradición oral retuvo sobre el personaje, centrándose en su actividad taumatúrgica, mientras que los datos estrictamente biográficos son muy escasos y ambiguos. Esos pocos detalles nos dibujan a un santo labrador, con escasos bienes materiales, casado y padre de un hijo, que vivió en los alrededores de Madrid, en una pequeña casa cercana a un campo, propiedad de un caballero de la villa, para el que trabajaba como siervo a cambio de un sueldo anual. Persona sencilla, afable y extremadamente devota, visitaba diariamente las iglesias para orar y practicaba la caridad. A su muerte fue enterrado en el cementerio de la parroquia de San Andrés, donde, ya en el siglo XIII sería localizado su cuerpo y trasladado al interior de la iglesia

✠ IMAGEN I .- “Iglesia de San Andrés”.




✠ IMAGEN II .- “Códice de Juan Diácono”.





✠ IMAGEN III .- “Arca sepulcral de San Isidro Labrador”.




El otro gran bloque de información sobre el Santo está constituido por la documentación relativa a los procesos de canonización iniciados en 1593 y en los trabajos de Alonso de Villegas, Jaime Bleda o Jerónimo de la Quintana, entre otros, sin olvidar la particular aportación realizada por Lope de Vega. A través de ellos se fija el nuevo perfil biográfico del Santo, reelaborado a partir de las antiguas tradiciones medievales recogidas en el Códice, a las que fueron añadidas otras más recientes. En ese momento se concretan las fechas principales de su vida, aunque no siempre con acuerdo general, relacionándola con episodios claves de la Reconquista y de la historia de la Villa, y se matizan los caracteres medievales para adecuarlos a un nuevo contexto social. La geografía urbana se puebla de referencias al Santo, al que se relaciona con lugares, estancias, fuentes y pozos e, incluso, tras el providencial hallazgo de las reliquias atribuidas a su esposa, el área de influencia se ampliará hacia el valle del Jarama y zonas de la sierra norte.

✠ IMAGEN IV .- “San Isidro Labrador".




En el templo más antiguo de la capital cuyos orígenes se remontan al siglo XIII, la ermita de Santa María la Antigua, las manos de las restauradoras van resolviendo, con paciencia, el misterio. Cada centímetro de madera que limpian guarda una sorpresa en una de las dos vigas maestras que sostienen el coro.

 ✠ IMAGEN V .- “Santa María la Antigua de Carabanchel”.




Capa a capa, el hollín, los repintes, los barnices oxidados, estucos y siglos de maltrato, van dejando a la vista la sospecha de un trazo primitivo al temple, las alas de un ángel, un escudo o el color de una túnica. Predominan los tonos rojos, salpicados de verde, azul y negro, con los que la lija y la desidia del hombre, afortunadamente, no pudieron. Allí quedarán también sus marcas. Dentro del frío templo huele a la química necesaria para obrar el milagro.

Los últimos retoques acaban de escribir un nuevo capítulo de su intrigante historia. Escenas perfectamente legibles de la vida de la santa a la que primitivamente estuvo dedicado el templo: María Magdalena. Un trascendental hallazgo que suma interés a este reducto histórico, BIC desde 1981, enclavado en Carabanchel Bajo y cuya vida está asimismo ligada a San Isidro Labrador. «El Códice de Juan Diácono, escrito en torno al año 1275, documenta la presencia de San Isidro (1081 – 1171), en la iglesia de la Magdalena de Carabanchel, donde se produce el llamado "milagro del lobo"».

En un pozo situado bajo la escalera del coro en un lugar inaccesible, una puerta tenía el cartel de “Pozo de San Ysidro”. En aquel lugar encontraron pinturas con las armas del reino de Castilla y León, y decoración geométrica y de motivos vegetales, que ya hacía presagiar el pasado ricamente policromado del sotocoro. 

Incluso entonces ya se vislumbró que la decoración de la otra viga maestra, adosada a la pared del fondo, podría estar dedicada al patrón de Madrid. «En el friso interior del coro, junto a la pared del pie del templo, hay escenas peor conservadas en las que aparece la figura de San Isidro, con calzas, aguijada en el suelo, arando los campos con una cesta de mimbre y a su lado unos bueyes. Estas pinturas corroboran el recuerdo que tenían los habitantes medievales de Carabanchel sobre la presencia de San Isidro en este templo», «En algún momento fueron lijadas y ha sido imposible recuperar mucho más», las escenas, separadas por decoraciones geométricas, pudieran hacer referencia a los milagros del santo madrileño, como pensaban al empezar los trabajos que lo estaría también la que ahora se sabe dedicada a María Magdalena. «Ambas series tienen un sentido catequético.». 

«En el friso superior del coro bajo hay escenas que historian la vida de Santa María Magdalena, titular del templo, en las que aparece la aparición de Jesús resucitado a la Magdalena, el conocido como “noli me tangere”; la comida de Jesús y sus discípulos en casa de la Magdalena en Galilea; y la Magdalena junto al sepulcro de Jesús»,

Entre las claves que permitirán «explicar el edificio y fijar su cronología» están los escudos que abren y cierran la serie de escenas y, concretamente uno central, cuya heráldica coincide con el blasón de la Casa de Luna. «Un escudo con cuatro cuarteles en los que se repite una cruz de Calatrava y un águila, y un escudo episcopal con una media luna, que corresponde a Pedro de Luna y Albornoz, sobrino del Papa Luna, y arzobispo de Toledo entre 1407 y 1414», este detalle «permite fechar las pinturas del coro en esos años». «Algunas de esas escenas de la Magdalena están replicadas en parte de las tablas del actual retablo barroco».

Las vigas policromadas aparecieron en el año 2003, ocultas bajo enlucidos, encalados y empapelados de las estancias que ocuparon ese espacio –destinadas a las labores del camposanto parroquial adosado al templo– y que fueron demolidas. «En el ábside y en la hornacina lateral aparecieron pinturas de estilo románico», «Es una aportación capital para el conocimiento de la pintura medieval en Madrid, tan escasa en la Edad Media, y fija la cronología de la construcción del coro y por tanto del templo. Al tiempo pone de relieve la importancia de esta iglesia, la más antigua de Madrid. «Para Carabanchel es un hecho que evidencia la importancia del núcleo medieval y su contribución a la historia de Madrid». 

La actual ermita de Nuestra Señora de la Antigua de Carabanchel «es la antigua iglesia parroquial del lugar de Carabanchel surgido tras la reconquista de Madrid en 1085». «Bajo la advocación de Santa María Magdalena, marcaba el centro del concejo medieval que a su vez se asentaba sobre un espacio que fue sucesivamente ocupado por poblaciones prerromana, romana, con una villa en sus inmediaciones donde se encontró un mosaico del siglo IV, visigoda y musulmana, por lo que el entorno de la ermita es un yacimiento arqueológico de primer orden para el conocimiento de la historia de Madrid, aún no excavado», «El edificio actual es de estilo mudéjar, y fue construido desde el siglo XIII hasta el XV. Se compone de un ábside semicircular, con un tramo de nave de cañón, un arco triunfal polilobulado que da acceso a tres naves con tejado a dos vertientes y un coro alto a los pies del edificio», describe. «Una torre rectangular con seis huecos para campanas completa el conjunto que fue restaurado por la Comunidad de Madrid en torno al año 2000. Destaca la portada sur con arco de ladrillo, de estilo mudéjar. En el ábside está la única entrada de luz al edificio, un arco de herradura apuntado». Durante años se han dedicado a estudiar cualquier documento accesible sobre la historia de Carabanchel: «Las fuentes históricas nos hablan de la posesión de Carabanchel, en el Alfoz de Madrid desde el año 1181 en diversas manos: el conde Gonzalvo Díaz, Alcaide de Madrid, y otros, hasta que en el año 1218 Carabanchel, que está en posesión del Capítulo del arzobispado de Toledo pasa a pertenecer al titular de la sede toledana, "Rodericus", es decir, don Rodrigo Jiménez de Rada, (arzobispo de Toledo desde 1209 hasta 1247), hasta su muerte, volviendo después al Capítulo de la sede Primada. Carabanchel es por tanto, en esta época, un señorío eclesiástico)». 

✠ IMAGEN VI.- A la izquierda de la imagen, según la lectura realizada por el historiador José María Sánchez Molledo, una figura blanca que se interpreta como la imagen de Jesús resucitado en el huerto (de blanco y con una aguijada), vinculada al célebre «noli me tangere» con María Magdalena; en el centro el escudo atribuido a Pedro de Luna y Albornoz, sobrino del Papa Luna, y arzobispo de Toledo entre 1707 y 1714; a la derecha, se representa el banquete de Jesús en casa de Simón el fariseo, en el que la Magdalena unge los pies de Jesús.


 


FUENTES:

ABC Historia.



"Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval*.

✠ Estudios y Análisis Históricos. 

✠ Efemérides históricas.

Tal día como hoy, 22 de Diciembre, pero del año…


✠ 1248.-  Fernando III entra en la recién conquistada Sevilla. 

✠ IMAGEN I.- “Fernando III de Castilla, el Santo”.




Jaén constituía una base importante para conquistar Sevilla, la capital emblemática de los almohades. Era el siguiente paso obligado para el rey castellano y sus ejércitos. Pero Sevilla, último bastión importante de los almohades, constituía una presa muy difícil a causa de las poderosas defensas de la ciudad, sus riquezas y la numerosa población (se le atribuyen hasta trescientos mil habitantes). Esto, aparte del cinturón de plazas fuertes que la rodeaban, como Cantillana, Carmona y Alcalá de Guadaira, y del río Guadalquivir, que la unía con la poblada comarca de Jerez y con el Norte de África, desde donde le podían llegar víveres para aguantar el asedio, único sistema que para tomarla tenía Fernando III. Los preparativos cristianos fueron largos. Se organizó una flota en los puertos cántabros mandada por Ramón Bonifaz, designado primer almirante de Castilla, para controlar el acceso fluvial a la ciudad e impedir la llegada de bastimentos y refuerzos; se convocaron los concejos para que proveyeran de dinero, hombres y víveres para la campaña para la primavera de 1247, estableciéndose Córdoba como punto de concentración; finalmente, se llevó a cabo una serie de operaciones contra las poblaciones que rodeaban la capital: Carmona, Lora del Río, Setefilla, Cantillana..., que concluyó con la toma de Alcalá del Río, enclave defensivo estratégico a las mismas puertas de Sevilla, que costó un asedio de varias semanas. 

✠ IMAGEN II.- “Almirante Ramón Bonifaz”.




La resistencia de los sevillanos fue digna de ser narrada con todo lujo de detalles por la "Primera Crónica General". Cercados por tierra y por vía fluvial, intentaron infligir algunas pérdidas a las filas castellanas hostigando el campamento del rey, cortando las líneas de aprovisionamiento o robando ganado. Sin embargo, los castellanos tenían todas las de ganar. Desde su postura de fuerza y convencidos de que los asediados no se rendirían rápidamente, evitaron las sorpresas y efectuaron razias contra las poblaciones de Sevilla, necesarias, por otro lado, para avituallarse en la misma zona. Con el buen tiempo y los nuevos refuerzos -encabezados por el heredero del trono, el infante Alfonso-, se intensificó el cerco cristiano con el objetivo de aislar absolutamente la ciudad, privándola de las pocas conexiones que le quedaban con la orilla derecha del Guadalquivir. La flota de Ramón Bonifaz, procedente del Cantábrico, (Santander, Castro Urdiales, Laredo, Santoña, San Vicente de la Barquera y Avilés), impidió la llegada de refuerzos norteafricanos, a la vez que, roto el puente de barcas que unía el castillo de Triana con la ciudad, Sevilla quedaba absolutamente aislada. Ya estaban las tropas cristianas cerca de alcanzar la meta. Al final del verano cayó el castillo y Sevilla se vio obligada a rendirse a las tropas de Fernando III, tras más de catorce meses de asedio -desde agosto del año 1247 hasta el 23 de noviembre de 1248- y sus habitantes se enfrentaron con un largo proceso de capitulaciones. Este se cerró con la firme decisión de Fernando III de expulsar de Sevilla a todos los musulmanes, como lo había hecho antes en Córdoba y Jaén. La continuación de la campaña por la Andalucía Bética fue tarea más fácil. Fernando III, a pesar de su precaria salud, continuó la acción militar hacia el Bajo Guadalquivir, la zona de las Marismas y la comarca próxima al estrecho de Gibraltar e, incluso, preparaba una expedición contra el Norte de África, que no pudo realizar porque le sorprendió la muerte el 30 de mayo de 1252. La ausencia de su empuje guerrero, unida a las dificultades surgidas en Castilla durante los reinados de Alfonso X y de sus herederos, y la insuficiencia demográfica de Castilla, aminoraron la velocidad de las conquistas castellanas y fueron las causas esenciales de que el reino nazarí de Granada sobreviviera dos siglos y medio más. 

✠ IMAGEN III.- “Alfonso X el sabio”.




Nada más acceder al trono, Alfonso X el Sabio se enfrentó con la necesidad de consolidar las conquistas realizadas por su padre en tierras andaluzas y de incorporar lo que quedaba de al-Andalus -Cádiz y Niebla- excepto el reino nazarí de Granada, con el que estableció una relación de vasallaje, similar a la que había mantenido Fernando III. En 1253, recuperó Morón, incorporó Tejada y ocupó la importante plaza de Jerez. A causa de la sublevación de los nobles castellanos, Alfonso X tuvo que esperar hasta 1262 para ocupar definitivamente Cádiz y terminar con la taifa de Ibn Mahfuz, de Niebla, que comprendía, aparte de la capital, importantes localidades como Gibraleón y Huelva. No fue ésta una conquista fácil, por ser Niebla una ciudad muy fortificada y, según parece, a causa de una epidemia que diezmó a los sitiadores. Fue necesario el uso, según dice la "Crónica real", de ingenios o máquinas de guerra por el ejército castellano para que cayera Niebla el 12 de febrero de 1262.

✠ IMAGEN IV.- “Ibn Mahfuz”. 




Se dio así por terminado el período expansivo del reino castellano-leonés que, en unos treinta años, redujo a los musulmanes al reino granadino y limitó la expansión de aragoneses y portugueses hacia el Sur, convirtiéndose así en el reino de mayor importancia de la Península. La acción militar castellana en todos los frentes estuvo acompañada por otra de índole social tan importante como la primera. Por un lado, amortiguar el impacto de la densidad de la población musulmana en las ciudades andaluzas, vaciándolas de sus habitantes, en el caso de haber resistido militarmente ante las tropas cristianas y, en los casos en los que no hubo tal resistencia, permitirles trasladarse a las zonas rurales dejando libres las ciudades. Por otro lado, y simultáneamente, se procedió a la repoblación paulatina de estos territorios a través del sistema de repartimientos en donadíos y heredades. Los donadíos eran grandes extensiones de terreno concedidas a altos mandos militares, a caballeros o a miembros de la nobleza, en recompensa por la ayuda prestada durante las acciones militares contra los musulmanes. Las zonas de la frontera meridional que limitaban con Granada fueron concedidas en donadío a las Órdenes militares para que se encargaran de su defensa y, a la vez, para que fomentaran su repoblación. Las heredades, pequeñas parcelas, se concedían a los que se comprometían a quedarse en ellas, obedecer el fuero de la ciudad y no enajenarlas durante cierto número de años. De esta forma, se impulsó la formación de los concejos, organizados sobre la base de las antiguas ciudades islámicas. Las conquistas cristianas del siglo XIII permitieron la incorporación de feraces tierras a la Corona castellano-leonesa: las vegas del Tajo y del Guadiana y la huerta murciana; se ampliaron también las especies cultivadas, como el olivo y la higuera, hechos todos que facilitaron el despegue agrícola del reino. El contacto con las ciudades hispano-musulmanas contribuyó a la transmisión de un rico legado urbano que jugó un papel importante en el desarrollo de los centros de fabricación de los diversos productos manufacturados y en el fomento de las rutas del comercio. Reflejo de ello es el progreso que se experimentó en Castilla y León en la industria textil debido, por un lado, a la expansión de la ganadería lanar y, por otro, al legado recibido de la tradición artesanal musulmana. El florecimiento del comercio castellano-leonés a escala interna, que se basaba en la institución del mercado, se debió, en gran parte, a la estructuración de este sistema en la tradición de las ciudades islámicas y sirvió de patrón para los mercados castellanos. Hay que destacar, también, el modelo musulmán en las primeras acuñaciones monetarias de los reinos occidentales de la Península, con fuerte significación en el desarrollo comercial y económico de Castilla y León.

Fuentes:

ArteHistoria.


✠ 1491.- Los Reyes Católicos firman las Capitulaciones de Alfacar.

Los Reyes Católicos, Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón, primeros Reyes de la España reunificada, pusieron fin a la Reconquista de España tras la invasión musulmana de la península Ibérica en el año 711, que arrebató sus tierras a los cristianos Visigodos que las poblaban. Prácticamente desde el inicio de esta invasión, los Reyes Cristianos se propusieron reconquistar la tierra usurpada por los musulmanes, algo que se consiguió con la derrota del Reino de Granada a manos de los Reyes Católicos.

✠ IMAGEN V.- “Los Reyes Católicos”.



 

Poco antes de este hecho, acaecido el 2 de enero de 1492 con la capitulación del Reino Nazarí, los Reyes católicos van reconquistando plaza a plaza los últimos territorios de España bajo poder de los usurpadores. En Alfacar, un 22 de diciembre de 1491, Isabel y Fernando, junto a los alcaldes de dicho municipio (Mohamad Alfoaty y Yuca Mocatil), firman la Capitulación de la villa, poniendo fin al asedio y sitio. El objetivo era poder seguir avanzando hacía la reconquista final de Granada. Con la firma de este documento, se entrega la plaza reconquistada y se libera a los prisioneros cristianos, estableciendo el nuevo estatus de la población musulmana que reside y va a seguir permaneciendo alojada en dicho lugar.

El día 23 de diciembre, se entregarían «las torres de la dicha villa», así como los cautivos cristianos que a la sazón hubiere. “Por mandado” de los Reyes.

Dichas capitulaciones están firmadas, por mandato de Fernando, por su secretario Hernando de Zafra.

 ✠ IMAGEN VI.- “Escudo heráldico de Hernando de Zafra”.



Capitulaciones:

1.- En el primero, se acoge a los habitantes musulmanes como “vasallos é súbditos e naturales”; se les dejan “sus casas é faziendas” y se les concede la permanencia en su ley y ser juzgados por sus autoridades “con consejo de sus alcadís”, con todas las garantías de justicia, honra, “amparo é seguro é defendimiento Real” como corresponde a servidores y vasallos.

2.- A quienes quisieran pasar “allende”, se les da todo tipo de garantías, según el orden recogido en la capitulación de la ciudad de Granada.

3.- Se les garantiza total libertad de movimientos dentro de los “nuestros Reynos e señoríos”, así como en las transacciones comerciales, disposición de sus haciendas, etc.

4.- No pagarán en los “puertos” más derechos que los cristianos.

5.- Se les perdonan todos los delitos, aun los de sangre, cometidos en el pasado.

6.- Se les conceden franquicias, por tres años, para veinte casas “quales ellos nombraren”.

7.- Asimismo, para sembrar 170 cadahes de tierra y un molino de aceite de los alcaides citados, “sin las lleuar por las dichas tierras nin por el dicho molino cosa alguna”.

8.- Se ordena la liberación de cuatro moros en poder de sendas personas principales, y

9.- Se asienta que el cadí Abenmuza y Alí Mocatil sean alguaciles de Alfacar con todos los privilegios, “segund que fasta aquí”.

El nombre de Alfacar tiene varios significados, “alfarería”, “barro”, “arcilla”, “monte o alquería del alfarero”, lo que da a entender la importancia artesanal con que contaba la villa. En aquella época residían cerca de unas 980 personas y había 245 viviendas, entre palacios, mezquitas y fortificaciones.

FUENTES:

Casa Real de España.




Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠ Estudios y Análisis Históricos.

✠ Hallazgos históricos.

✠ Hallazgo de una carta inédita de Jacques de Molay.


✠ IMAGEN I.- “Carta inédita de Jacques de Molay”.




Un relativamente reciente hallazgo de Beatriz Canellas, Jefa del Departamento de Descripción del ACA, ha permitido localizar una carta, inédita, dirigida por Jacques de Molay, Maestre general de la Orden del Temple, a Ramon de Bell-lloc, Comendador de la misma, el 21 de enero de 1296. Molay fue el último Maestre conocido de la milicia de los Pobres Caballeros de Cristo y del Templo de Salomón y murió injusta y cruelmente ejecutado en una hoguera de la isla de los Judíos de París en marzo de 1314, en el curso del proceso organizado por el pusilánime papa Clemente V y el avaro, cruel y despiadado rey de Francia Felipe IV el Hermoso contra su Orden. El Temple había nacido en el año 1118, en Jerusalén y reconocido por la Iglesia en el Concilio de Troyes de 1129, con la finalidad de acompañar y proteger a los peregrinos en Jerusalén, en el marco de las cruzadas. Con la pérdida de San Juan de Acre en 1291, la Orden se ve inmersa en la lucha de poder entre el papado y la corona de Francia, lucha que finalmente le resultará fatal, pues en 13 de marzo de 1312 el papa, bajo cuya protección se encontraba jerárquicamente la Orden, firma su decreto de disolución por falsos delitos de herejía. Tras haberse expandido por Francia, el reino latino de Jerusalén, la Corona de Aragón, la Corona castellano-leonesa, Portugal, Inglaterra, Escocia y los reinos germánicos, la Orden fue liquidada y sus bienes confiscados.

✠ IMAGEN II.- “Jacques de Molay”.




La carta que ahora presentamos se inscribe en los preparativos del paso del nuevo Maestre del Temple, que había accedido al Maestrazgo en algún momento entre 1292 y 1293, a la muerte del anterior Maestre Thibaud Gaudin, el 16 de abril de 1292, a Chipre dentro de una estrategia de intento de recuperación del reino de Jerusalén tras el desastre de Acre.

El documento se encuentra inserto en un proceso judicial de la Real Cancillería (ACA, Cancillería, Procesos en folio, legajo 2, núm. 4) y relativo al pleito visto ante la Curia real por el conflicto territorial entre los Templarios de Miravet y Berenguer de Entenza entre 1288 y 1293. El documento, en papel (105x305 mm.), era originariamente un suelto que hoy se encuentra pegado en el último cuadernillo. Se conserva en relativo buen estado; presenta los cinco dobleces y un cuarenta por ciento del sello de cera negra que lo cerraba y validaba y que se rompió precisamente al abrir la carta el destinatario para su lectura. Los restos del sello, que originalmente debía medir 30 mm aproximadamente, permiten distinguir la palabra “MILITV” de la parte inferior de la leyenda (“[+SIGILLVM :] MILITV[M : XPISTI]”), (Sello: Soldados de Cristo), así como los cascos y vientre de un caballo y una cruz griega en el campo. La carta, original, no es, sin embargo, autógrafa del Maestre. Debió escribirla un secretario al servicio de Molay, un francés por el tipo de grafía del documento, similar a muchos pergaminos con origen en Francia de los que se conservan en el ACA.

El cuadernillo en que se inserta el documento contiene copias de cartas entre 1288 y 1294. Le precede inmediatamente el registro de varios salvoconductos firmados por Jaime II a asistentes al Capítulo General de la Orden en Montpellier de 9 de agosto de 1293. El documento previo a la carta es la orden a sus oficiales para que no impidan el paso de Jacques de Molay y los Templarios por sus territorios y está fechado en Tarazona el 24 de agosto de 1293 (registrado en ACA, Cancillería, Registros, núm. 98, fol. 275v), coincidiendo, seguramente, con el viaje que el Maestre tenía previsto hacer para reunirse con el rey de Aragón y tratar el conflicto por la cesión de Tortosa. El ACA conserva otro salvoconducto a beneficio de Molay del 3 de julio de 1294 (en ACA, Cancillería, Registros, núm. 99, fol. 264r).

✠ IMAGEN III.- “Jaime II”.




Con el número 18 del tomo III de su "Acta Aragonensia", el gran historiador alemán Heinrich Finke (1855-1938), recoge una carta del Maestre a Pere de Sant Just, Comendador de Grañena, datada en Roma el 21 de enero (que Finke sitúa con dudas en el año de 1295 y que el historiador francés Alain Demurger retrasa un año, a 1296, fecha de paso de Molay a Chipre, asunto sobre el que versa la misiva). El texto de esta carta es prácticamente idéntico al de la misiva cuyo hallazgo comentamos. En ella le informa de su intención de pasar a Chipre, de acuerdo con el papa, fijando para ello la fecha del 24 de junio, festividad de San Juan Bautista. Antes quiere reunir Capítulo General en Arles (consultado el 7 de noviembre de 2014), aunque la expresión literal del lugar no convenció en el momento de la publicación a Finke. El Capítulo tuvo lugar efectivamente el 15 de agosto de 1296, de modo que, finalmente, su paso a Oriente se retrasó hasta el otoño.

No hemos podido localizar ningún autor que cite esta misiva al Comendador Bell-lloc, en todos los puntos coincidente con la que envió el 21 de enero de 1296 a Pere de Sant Just, que edita Finke y data Demurger. Pere de Sant Just, dice este último autor, fue amigo de Molay. Pero ¿y Bell-lloc? Sant Just era Comendador de Grañena en el momento de remitírsele la carta (el historiador británico Alan Forey no da para Grañena Comendador entre agosto de 1294 y julio de 1297 y sitúa a Sant Just como Comendador en algún momento entre 1301 y 1307). Bell-lloc lo era de Ascó en abril de 1296. Tal vez no sea aventurado señalar que debieron existir algunas cartas más dirigidas a otros Comendadores con la intención de informarles de su paso a Oriente y de pedirles la correspondiente ayuda de sus Encomiendas. En tal caso la importancia de la carta conservada en el ACA reside en su singularidad y al mismo tiempo en ser la confirmación de que Jacques de Molay comenzó a preparar su paso a Oriente con la intención de recuperar los Santos Lugares recabando la ayuda de las Encomiendas occidentales. En su gira europea de 1293 a 1296 había conseguido, entre otros monarcas, de Jaime II, el derecho de las Encomiendas templarias de sus reinos a enviar libremente a Oriente víveres, armas, caballos y dinero. Y esto precisamente, el tercio de rentas con que contribuían las Encomiendas a los esfuerzos bélicos de la Orden, es lo que le pide a Ramon de Bell-lloc en la carta que presentamos.

Esta carta engrosa el breve número de las emanadas de Jacques de Molay, algo más de una veintena entre varios archivos europeos (20 en el ACA, 3 en los Archivos Vaticanos, 2 en la Public Records Office de Londres y 1 en el Archivo Histórico Nacional de Madrid). El ACA custodiaba hasta ahora diecinueve originales y un inserto, veinte a partir de este hallazgo.

Transcripción de la carta.

Frater Jacobus de Molayo, Dei gracia pauperis milicie Templi magíster humilis, religioso et honesto fratri Raymondo de Bello Loco, preceptori domus Templi de [dot…]1 , salutem in Domino. Debet scire vestra discrecio nos pro comuni christianitatis utilitate et comodo domus nostre de transmarinis partibus pervenisse, et non capientes exemplum predecessorum nostrorum nec illorum qui fuerunt loco sui, nec ballivos nostros et ballivias nostras in aliquibus opprimentes, nec pro adventu nostro de transmarinis partibus nec per transitum quod per diversas2 terras evidenter fecerimus neque moram quam in romana curia fecerimus diuturnam, vos inde multum non requisierimus, nec honoraverimus vos in aliquo pro nobis neccesario succurrendo licet fuisset nobis competens et neccese. Nunc autem de voluntate domini pape et nostra progreditur, de quo quam plurimum congaudemus, quod nos debeamus ad instans festum beati Iohannis Babtiste transfretare. Ea propter vobis rogando mandamus quantum possumus neque scimus quod Deum vos habentes pre occulis in nostro passatgio nos iuvetis, ita quod Deus vobis retribuat in eternum et quod mundus de vobis super hoc se teneat pro contempto et nos vobis ad graciarum merita teneamur. Mandantes vobis quod ibi excusatio nulla fiat, nam presens proverbum non mentitur: fidelis amicus in necesitatis articulo comprobatur. Et nos Domino concedente apud Alle3 ante nostrum passatgium quodam faciemus capitulum ubi videbimus qui bene facient cognoscentes unicuique reddentes secundum sue merita probitatis. Valete. Datum Rome XXIº mensis ianuarii. Viro religioso ac honesto fratri Raymondo de Bello Loco, domus miliciae Templi de Turribus4 in Aragonia preceptori. ACA, Real Cancillería, Procesos judiciales en folio, leg. 2, núm. 4, fol. 221r-v. 

Traducción:

Hermano James de Molayo, por la gracia de Dios el pobre maestro de los humildes caballeros del Temple un religioso y honorable hermano Raymond de Beaulieu, preceptor de la casa del templo de [punto…] 1 , salvación en el Señor. Deberíamos saberlo a tu discreción beneficio cristiano y comodo nuestra casa desde el extranjero habiendo llegado, y no adoptando el ejemplo de nuestros predecesores ni de ellos los que estaban en su lugar, ni nuestros alguaciles y nuestros alguaciles en ninguna oprimidos, ni por nuestra llegada de ultramar ni por pasar algo diferente2 Claramente no nos hemos quedado en tierras de Roma. hemos hecho la cancha mucho más larga, no necesitas mucho lo honraremos de cualquier manera que sea necesaria para nosotros con su ayuda y necesitamos ser competentes. Pero ahora con respecto a la voluntad de nuestro Señor y nuestro Papa Progresos de los que nos regocijamos tanto como debemos pase por alto la fiesta instantánea del beato Juan el Babtiste. Ella es para ti haciendo preguntas. ordenamos tanto como podemos, ni sabemos que tienes a Dios a nuestros ojos nos ayudas en nuestro paso, para que Dios te recompense para siempre y que el mundo se aferrará a ti por despreciarnos y por ti estamos comprometidos con los méritos de nuestra gracia. Te ordenamos que no haya excusa El proverbio actual no miente: Un amigo fiel está en el momento de necesidad. es aprobado. Y nosotros con el permiso del Señor en Alle3 antes de nuestro paso Haremos un capítulo determinado donde veremos a los que lo hacen bien sabiendo rendir a cada uno según los méritos de su honestidad. Adiós. Dado en Roma el 21 de enero. Un hermano religioso y honorable Raymond de Beaumont, del Temple sobre Torres4 el preceptor de Aragón. ACA, Real Cancelleria, Procesos Judiciales en folio, leg. 2, n. 4, fol. 221r-v. 

FUENTES:

Archivo de la Corona de Aragón.

Notas Bibliográficas. Rafael Conde y Delgado de Molina (Estudio científico y transcripción).- Epistolario de Jacques de Molay y cartas manuscritas de los templarios. - en “Secretum Templi”.- Valencia.- 2005.- Ediciones Grial. Alain Demurger.- Jacques de Molay. Le crépuscule des templiers.- Paris.- 2002.- Éditions Payot & Rivages.- pp. 118-123 y 338. Heinrich Finke.- Acta Aragonensia.Quellen zur Deutschen, Italienischen, Französischen, Spanischen, zur Kirchen und Kulturgeschichte aus des diplomatischen Korrespondenz Jaymes II. (1291-1327)- III.- Berlin-Leipzig.- 1922.- pp. 31-32. Alan J. Forey.- The Templars in the Corona de Aragón.- London.- 1973.- Oxford University Press. 



Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠ Estudios y Análisis Históricos.

✠ Efemérides históricas.

Tal día como hoy, 20 de Diciembre, pero del año…


✠ 1073.- En Silos, provincia de Burgos (actual España), fallece Domingo de Silos, abad español de la orden de los benedictinos, santificado en 1080. Ingresó a los 30 años en el monasterio benedictino de San Millán de la Cogolla. Poco más tarde fue nombrado prior del monasterio de Santa María de Cañas al que dió nueva vida. Por este bien hacer fue nombrado prior de San Millán de la Cogolla. Tuvo enfrentamientos con el rey de Navarra García Sánchez III al negarle los bienes del monasterio. Por ello hubo de refugiarse en Castilla bajo la protección del rey Fernando I. Éste le puso al frente del monasterio de San Sebastián de Silos y le encomendó su restauración. Por su loable gestión al frente de la vida y del patrimonio monástico, la abadía cambió de nombre para llamarse Santo Domingo de Silos. En su claustro se halla enterrado. (Hace 948 años).

✠ IMAGEN I.- Santo Domingo de Silos.





Domingo de Silos fue pastor durante su juventud y posteriormente, tras ser elevado al presbiterado, se retiró a la vida eremítica. Hacia el año 1030 ingresó en el monasterio benedictino de San Millán de la Cogolla (La Rioja) y, después de desempeñar el cargo de maestro de novicios, el abad Sancho le encomendó la misión de restablecer el priorato de Santa María, cerca de su villa natal de Cañas, (Navarra).

De vuelta a la abadía de San Millán fue nombrado Prior, cargo desde el cual se enemistó con García V el de Nájera, rey de Navarra (1035-1054), al negarse a entregarle los tesoros del monasterio que el monarca navarro pretendía con el pretexto de haber sido donados por sus antepasados. Por este motivo tuvo que abandonar San Millán y expatriarse en Burgos, donde por sus dotes intelectuales y de trabajo, se atrajo las simpatías del obispo de Burgos y del rey Fernando I de Castilla, llamado el Magno (1035-1065), que le propuso para restaurar el monasterio de San Sebastián de Silos (Burgos), fundado por Fernán González, con el cargo de abad.

Tras tomar las riendas del mismo en 1041, Domingo levantó la iglesia románica y el claustro, y organizó el scriptorium o sala de copistas, donde se creó una de las más completas y ricas bibliotecas de la España medieval. Considerado ya en vida como un santo, a su muerte recibió culto como tal; el monasterio que guarda sus restos tomó su advocación, denominándose en lo sucesivo Santo Domingo de Silos. Su vida y los supuestos milagros que la tradición le atribuyen le merecieron el apelativo de gran taumaturgo del siglo XI; según la tradición, liberó milagrosamente muchos cristianos que se encontraban cautivos en manos de los musulmanes. El primer poeta castellano de nombre conocido, Gonzalo de Berceo, trazó su biografía en "la Vida de Santo Domingo de Silos", escrita en el siglo XIII. Su fiesta se celebra el 20 de diciembre.

FUENTES:

Biografías y vidas.


✠ 1334.- En Roma, el francés Benedicto XII es elegido papa, como sucesor de Juan XXII.

Fue el Papa Nº. 197 de la Iglesia Católica y el tercer pontífice que gobernó la iglesia desde Aviñón. Miembro de la orden cisterciense, había sido obispo de Pamiers y de Mirepoix. Como papa, suprimió la encomienda de obispados y abadías (1335), y emprendió la construcción del castillo-palacio pontificio de Aviñón. Durante su pontificado combatió la simonía y el nepotismo y trató de revertir el Cisma de Oriente y Occidente.

✠ IMAGEN II.- “Benedicto XII”.


    


Celoso también por la preservación de la Fe, estimuló a los obispos en los distritos infectados a estar vigilantes en la represión de la herejía, urgiéndoles en el uso de la inquisición como remedio preventivo. Combatió enérgicamente las doctrinas antipapales que los teóricos eclesiástico-políticos de el turbio período de Aviñón habían extendido y que desafortunadamente habían sido apoyados por una escuela de Franciscanos descarriados.

Se le llamaba "el cardenal blanco" por el color de sus hábitos que no eran más que los de la orden cisterciense los cuales decidió conservar; y aunque tenía fama de profundo jurisconsulto y teólogo muy sabio, debió su elección a la circunstancia de haberla rehusado el cardenal de Comminges. 

Intentó infructuosamente impedir el estallido del conflicto entre Inglaterra y Francia que más tarde se convirtió en la Guerra de los Cien Años. Su bula "Benedictus Deus" (1336), estableció la doctrina de la visión beatífica como una visión de Dios concedida a las almas de los justos inmediatamente después de morir.

FUENTES:

Ecu Red.


✠ 1494.- Los Reyes Católicos dictan el fuero para Las Palmas, capital del archipiélago canario.

La Conquista de Canarias generó la presencia de autoridades militares en las islas con unas formas de actuar que dejaban mucho que desear. Dada la distancia, en las islas existía un sistema político algo diferenciado al del resto de la Península. Cuando los Reyes Católicos se enteraron, se decidió desactivar al poder político y poner al mando a un juez para evitar abusos sobre la población civil.

El descontrol de los responsables de la Conquista era tal que hasta el Rey de Gran Canaria, Fernando Guanarteme, cuando estaba de regreso de Córdoba tras pactar con Doña Isabel y Don Fernando, se encontró esclavos isleños en Sevilla y se los debió traer de regreso al archipiélago. Era 1584 y ambas partes cerraban ese año el primer tratado internacional entre una monarquía de renacimiento europea y una monarquía indígena legitimada ante el derecho internacional a través del posterior bautismo en 1484.

 ✠ IMAGEN III.- “Fernando Guanarteme”.    




El papel de Guanarteme era clave para estabilizar la Conquista a fin de no caer, por ejemplo, en manos portuguesas. Las autoridades que mandaron los Reyes Católicos a Canarias se establecieron por su cuenta y se saltaban los mandatos reales. Hasta el Vaticano debió comprar esclavos de Canarias para liberarlos porque generó un «efecto llamada» de piratas berberiscos en las costas insulares.

En un intento de arreglar los problemas internos en Canarias, que además estaba en una fase de no avance por la guerra de guerrillas que había en Tenerife y La Palma, los Reyes Católicos nombraron en 1480 a Pedro de Vera como gobernador de Gran Canaria. De Vera tenía margen de maniobra para nombrar altos cargos de su gabinete y distribuir tierras. Sus marco competencial era único y exclusivamente Gran Canaria.

Además de la Conquista, los altos cargos enviados desde la Península tenían una guerra interna. De Vera vino a ocupar el puesto que había dejado Pedro del Algaba, que murió decapitado por el capitán Juan Rejón, primera autoridad militar de la isla, a la salida de una misa tras acusarle de estar negociando con Portugal en la isla.

En 1488 De Vera abandonó Gran Canaria, como otras tantas veces hacía y dejaba la isla en manos de gente de su confianza, y entra en combate en La Gomera sin autorización de los Reyes Católicos. De Vera ofrece un pacto a los canarios de esa isla: cooperación si se sometían como había ocurrido en buena parte de Gran Canaria. Cuando se alcanzó el acuerdo, rompió su palabra e hizo esclavos a mujeres y niños de menos de quince años. A los hombres, los empaló en playas.

En 1490 los Reyes Católicos, tras enterarse de esta ilegalidad, dado que los gomeros eran cristianos, suspendieron todos los poderes a Pedro de Vera y le abrieron juicio. Y es ahí cuando se nombra a un juez que viene de Castilla a corregir el rumbo que estaba tomando el control de Canarias.

El historiador Leopoldo de la Rosa Ouvera señala: «Pedro de Vera perdió la gobernación de Gran Canaria; ya en documento real de 13 de junio de 1491» se le llama «gobernador que fue de la Gran Canaria». En «el año 1502 un procurador de esta isla le reclama cantidades por la venta indebida de esclavos y ganados». Francisco Maldonado fue quien debió asumir el poder como técnico.

✠ IMAGEN IV.- “Francisco Maldonado”.    



De Vera fue obligado con su familia a abandonar la isla. Tras regresar a la Península, logró formar parte de la Conquista de Granada con el empleo de «guarda mayor de los reales y gente». Murió entre 1503 y 1504 en Jerez de la Frontera. Pero debió pagar un dineral antes de ser rehabilitado.

Se establece Fuero Real en Gran Canaria.

A Pedro de Vera no le sustituye un gobernador porque la autonomía regional precisaba antes depurar responsabilidades. En marzo de 1491 los Reyes Católicos nombran al juez de Salamanca Francisco de Maldonado con el rango de «pesquisidor de la isla de Gran Canaria, quien debía asumir de su predecesor la gobernación y la administración de justicia», de acuerdo con el profesor Mariano Gambín García.

Para Gambín García, «Maldonado, además de su función revisora de la actuación de Pedro de Vera», es decir, tuvo la responsabilidad de atender «las reclamaciones de los vecinos contra los repartos de tierras hechos por el gobernador De Vera y que procediera a hacerles justicia». Maldonado estuvo en esta misión reparadora de la región desde 1491 a 1495. Tuvo problemas para generar confianza tras el mando de más de una década que gestionó Pedro de Vera.

Los Reyes Católicos decidieron en 1495 devolver la autonomía a las islas y nombran al murciano Alonso Fajardo como gobernador de Gran Canaria. Tomó posesión en el Cabildo de Gran Canaria el siete de agosto de 1495. Fajardo devolvió la estabilidad institucional a la isla, que era el centro del poder regional, poniendo en marcha el Fuero Real de Gran Canaria que había sido otorgado el 20 de diciembre de 1494.

FUENTES:

ABC Historia.



✠ 1592.- Tras haber sido fundada en nombre de los Reyes de España el 25 de julio de 1514, día de San Cristóbal, al cual debe su nombre de Villa de San Cristóbal de La Habana y haberse convertido, a partir de 1556, en la capital de la isla, pasando a ser el centro de las operaciones del gobernador español, que se trasladó desde Santiago de Cuba, no es hasta el día de hoy cuando a La Habana, al lado de una hermosa bahía, se le otorga definitivamente el título de Ciudad mediante una Real Cédula del rey Felipe II. (Hace 429 años).

✠ IMAGEN V.- “La Habana”.    






Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠ Estudios y Análisis Históricos.

✠ Efemérides históricas.

Tal día como hoy, 19 de Diciembre, pero del año

✠ 1154.- En Inglaterra, es coronado rey en la Abadía de Westminster, el conde Enrique II de Anjou, nacido en Le Mans (Francia), en 1133 e hijo de Godofredo V Plantagenet, comenzando el reinado de la dinastía Plantagenet-Anjou que gobernará hasta 1399, cuando Enrique de Lancaster obligue a su primo, el rey Ricardo II, a cederle la Corona. Comenzará así la Casa de Lancaster.

✠ IMAGEN I.- “Enrique II de Inglaterra”.    





Enrique II rey de Inglaterra, primero de la dinastía Plantagenet (Le Mans, Francia, 1133 - Chinon, 1189). Era hijo de Godofredo V de Anjou y de Matilde, hija y heredera de Enrique I de Inglaterra. Al morir su abuelo Enrique I en 1135, el trono fue usurpado por Esteban de Blois (nieto de Guillermo I el Conquistador) y se abrió una guerra civil (1139-53), que terminó cuando Esteban reconoció como sucesor al hijo de Matilde, Enrique II.

✠ IMAGEN II.- “Esteban de Blois”.




Accedió, pues, al trono, al morir Esteban en 1154, reuniendo bajo su dominio, además de Inglaterra, los feudos franceses de Normandía, Bretaña, Maine, Turena y Anjou, a los que añadió Aquitania por su matrimonio con Leonor de Aquitania (1152). Enrique II impulsó además la conquista de las islas Británicas bajo dominio inglés, sometiendo Escocia y Gales e iniciando la conquista de Irlanda (1171).

✠ IMAGEN III.- “Leonor de Aquitania”. 


  


El reinado de Enrique II de Inglaterra se caracterizó por un reforzamiento del poder real, en lucha incesante contra los señores feudales y la Iglesia. Reorganizó la administración real en un sentido centralizador, implantando un sistema de inspectores reales itinerantes. Creó un Tribunal del Rey central y cinco tribunales permanentes con normas procesales establecidas, así como un sistema de jurados de elección popular; impulsó asimismo el desarrollo del derecho común y de un ejército permanente (Assize of Arms, 1181).

En su proceso de centralización del poder promulgó las Constituciones de Clarendon (1164), por las que reforzaba la jurisdicción real en detrimento de los tribunales feudales y eclesiásticos. Ello le hizo entrar en conflicto con el papa y con su propio canciller, el arzobispo de Canterbury Thomas Becket; a pesar de la amistad que había existido entre los dos, el rey hizo asesinar a Becket en su catedral en 1170.

✠ IMAGEN IV.- “Arzobispo de Canterbury  Santo Thomas Becket”.    




Arrepentido de aquel acto, Enrique II acabó retirando las Constituciones de Clarendon (1172), pidió públicamente disculpas a la Iglesia e hizo penitencia sobre la tumba del arzobispo asesinado (1174), que había sido canonizado un año antes. Por esa época hubo de hacer frente a la rebelión de sus propios hijos, incitados por la reina Leonor de Aquitania y por el rey de Francia, Luis VII.

✠ IMAGEN V.- “Luis VII de Francia”.    





FUENTES:

Biografías y vidas.



✠ 1186.- En España, el rey Alfonso VIII otorga las villas de Villasila y Villamelendro a Pedro Rodríguez de Castro, en un diploma firmado en Arévalo.

Pedro Rodríguez de Castro, "El Monje". 

Noble castellano, hijo, según las genealogías tradicionales, de Rodrigo Fernández de Castro, "el Calvo" y de Estefanía Pérez de Traba, aunque la documentación informa que Rodrigo casó con la hija de Alvar Fáñez, de nombre Elo. Al igual que su hermano Fernando, Pedro Rodríguez o Ruiz —como suele mencionársele— debió de ingresar en la Corte castellana a mediados del siglo XII y bajo los auspicios de su tío Gutierre Fernández de Castro. Sin embargo, no parece que adquiriese notoriedad, pues no confirma en los diplomas hasta mucho después. Quizás siguió a Fernando, que a principios de la década de 1160 abandonó a los regentes de Castilla, los Lara, y se sumó a Fernando II de León para desbancarlos del poder. En tal caso, pudo acompañarle a tierras musulmanas o retornar a Castilla, pues consta que participó en una donación familiar al Monasterio de Santa María de Retuerta (1165) y se sabe que se hizo con la tenencia de Astudillo, próxima a los dominios de su tío Gutierre. Durante la década de 1170, Fernando, Álvaro y Pedro marcharon al reino leonés, donde éste obtuvo las tenencias de Pravia, Limia y algunas plazas asturianas, regresando a la obediencia de Alfonso VIII a fines de esta década. No parece empero que durase mucho su lealtad, pues volvieron a León al poco tiempo, reino del que Pedro recibió la mayordomía en 1184. Tampoco fue una decisión definitiva, pues a mediados de 1185 su esposa y él se hicieron cargo de la crianza de la infanta Blanca de Castilla, motivo que justificaría la donación regia de dos localidades en el alfoz de Saldaña (1192).

✠ IMAGEN VI.- “Escudo de armas de la Casa de Castro”.    




✠ IMAGEN VII.- “Fernando Rodríguez de Castro”.    




Estuvo casado con Urraca Rodríguez, probablemente hija de Rodrigo Muñoz de Guzmán, matrimonio que concuerda con la temporal presencia de Álvaro y Pedro Rodríguez de Guzmán en la Corte leonesa y con el enlace del primero con una hermana del Castro. Pedro y Urraca donaron, su localidad de Villasila a la Orden de Santiago, institución de la que puede que se hicieran miembros, de ahí que algunos genealogistas le apoden "el Monje".

FUENTES:

Real Academia de la Historia.

Bibl.: L. de Salazar y Castro, Historia Genealógica de la Casa de Lara, Madrid, Imprenta Real por Mateos de Llanos y Guzmán, 1696; P. de Barcelos, Livro dos Linhagens, en Portugaliae Monumenta Historica, Scriptores, vol. I, Lisboa, Academia de las Ciencias, 1856, págs. 236-390 (ed. facs., Liechtenstein, 1967); J. González González, Regesta de Fernando II, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), 1943; El Reino de Castilla en la época de Alfonso VIII, Madrid, CSIC, 1960; J. de Salazar Acha, “El linaje castellano de Castro en el siglo XII: consideraciones e hipótesis sobre su origen”, en Anales de la Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía, t. I (1991), págs. 33-68; M. Torres Sevilla-Quiñones de León, Linajes nobiliarios en León y Castilla (siglos IX al XIII), Salamanca, Junta de Castilla y León, 1999; J. de Salazar Acha, La casa del Rey de Castilla y León en la Edad Media, Madrid, Real Academia de la Historia, 2000; A. Sánchez de Mora, La nobleza castellana en la Plena Edad Media: El linaje de Lara, Sevilla, Universidad, 2006. 

 

✠ 1308 - En España, mediante el Tratado de Alcalá de Henares, Fernando IV de Castilla y Jaime II de Aragón acercan posturas frente al enemigo común, el Reino nazarí de Granada.

Desde 1308, en que tuvo lugar la firma del Tratado de Alcalá, los monarcas de Castilla y Aragón, Fernando IV y Jaime II respectivamente, fijaron sus objetivos estratégicos sobre las plazas de Algeciras y Almería dentro de lo que la historiografía llamó "la batalla del Estrecho". Esta cruzada, pues fue tal gracias al apoyo dado por el papa Clemente V, no tendría los resultados esperados por sus promotores.

✠ IMAGEN VIII.- “Fernando IV de Castilla”.




✠ IMAGEN IX.- “Jaime II de Aragón”.





Los inicios del siglo XIV no fueron fáciles para Castilla. La muerte de Sancho IV en 1295 supuso el inicio de un periodo extremadamente convulso. La querella sucesoria de los infantes de la Cerda, apoyados por el rey aragonés Jaime II, alcanzó su punto álgido durante la minoría de Fernando IV (1295-1301), lo que sumado a los conflictos con la nobleza sumió a Castilla en el caos y la anarquía. Una vez asentado en el trono, y resueltos los innumerables problemas que aquejaban al reino, pudo al fin el joven monarca castellano concentrar sus esfuerzos en la lucha contra el islam peninsular, cuya osadía en estos momentos inquietaba no solo al rey castellano. En efecto, el sultán nazarí Muhammad III había aprovechado la coyuntura favorable para extender sus dominios y hacerse con el control de ambas orillas del Estrecho de Gibraltar mediante la ocupación de Ceuta en 1306, y otras plazas marroquíes durante el año siguiente. El control de Ceuta, Algeciras, Gibraltar, Málaga y Almería daba al nazarí una sólida posición de fuerza en la zona del estrecho que no era vista con buenos ojos por ninguno de sus vecinos.

✠ IMAGEN X.- “Muhammad III”.




Esta actitud agresiva de Muhammad III llevó a Fernando IV a acercarse a Aragón. La alianza castellano-aragonesa fue firmada el 19 de diciembre de 1308 en la localidad de Alcalá de Henares. En virtud de este tratado los firmantes se repartían los dominios islámicos de la Península, correspondiendo a Aragón una sexta parte del territorio nazarí, lo que suscitó las vehementes protestas de una parte de la nobleza castellana, ya que teóricamente todo el territorio musulmán restante correspondía a Castilla. Los monarcas también se comprometían a no hacer las paces por separado con el enemigo y a aportar cada uno una flota de 10 galeras y 5 leños Aragón, mientras que los castellanos aportarían 3 leños. Por último, se sellaron una serie de enlaces matrimoniales entre ambas familias para fortalecer el acuerdo. Las hostilidades contra los musulmanes debían comenzar el 24 de junio de 1309, día de san Juan. Los castellanos atacarían la bahía de Algeciras y los aragoneses la ciudad de Almería. Este ataque cristiano en forma de pinza obligaría a los granadinos a guerrear en dos frentes y a dividir sus fuerzas.

Tras la firma del tratado de Alcalá de Henares ambos reinos dieron comienzo a la preparación de todos los aspectos necesarios para llevar adelante la cruzada. Fernando IV convocó Cortes, que se reunieron durante febrero y marzo en Madrid, para solicitar los recursos financieros con los que poder lanzar la expedición contra los nazaríes. Lo elevado de las peticiones del rey provocó el malestar, nuevamente, de algunos importantes ricoshombres castellanos, que consideraban más sensato simplemente talar la Vega de Granada y obtener un rápido y fácil botín.

En el plano internacional, tanto Fernando IV como Jaime II enviaron embajadores al papa Clemente V, a la corte de Aviñón, para que diese a su empresa conjunta contra los musulmanes el carácter de cruzada, ya que además de los beneficios espirituales, también era muy necesaria la contribución económica que la declaración de cruzada proporcionaba. Por otro lado, y para aislar diplomáticamente a Granada, Jaime II, con la aquiescencia castellana, entró en relación con los benimerines. Comprometiéndose con los norteafricanos a auxiliarles en la recuperación de Ceuta, a cambio de que estos entregasen una parte sustancial del botín una vez la plaza fuese tomada, el monarca aragonés envió una escuadra que bloqueó la plaza por mar, mientras los benimerines hacían lo propio por tierra. El sultán benimerín, Abu Rebia Sulayman, una vez conquistada Ceuta en el mes de julio, olvidó su acuerdo con los aragoneses y volvió a entenderse con sus correligionarios nazaríes. La nueva alianza entre Fez y Granada era sellada mediante un matrimonio entre Abu Rebia y la hermana del nuevo sultán nazarí, Nasr, que entregaba a su esposo como dote las plazas de Ronda y Algeciras. Los bloques que se enfrentarían durante la segunda mitad de 1309 quedaban así configurados. La coalición cristiana peninsular de Aragón y Castilla frente a nazaríes y benimerines.

La cruzada castellana:

Una vez concluidas las Cortes de Madrid, Fernando IV se desplazó a Toledo para ultimar los preparativos de la cruzada. También cursó órdenes a sus nobles para que acudiesen a la frontera junto a él. A pesar de que algunos importantes miembros de la aristocracia castellana se habían mostrado contrarios a los planes del rey, acudieron a su llamada. El contingente reunido por Fernando IV para la cruzada oscilaba entre los 12 000 y los 15 000 hombres, entre peones y caballeros. Sin duda un número muy elevado para la época, y que fue posible reunir únicamente gracias al concurso de la flor y nata de la nobleza castellana para la cruzada, además de los contingentes concejiles de Salamanca, Segovia, Sevilla y otros lugares. También el monarca luso Dionís I colaboró con la empresa enviando 700 caballeros.

✠ IMAGEN XI.- “Dionís I de Portugal”.




A pesar de que Fernando IV y Jaime II fijaron el inicio de las hostilidades para el día de san Juan, algunos caudillos castellanos lanzaron operaciones militares de forma autónoma contra el territorio nazarí antes de la fecha fijada. Estas iniciativas militares, junto a la reunión de la flota aragonesa entre Valencia y Barcelona pusieron en alerta a los nazaríes, pese a las buenas palabras que Jaime II dirigió a Muhammad III, asegurándole que el objetivo de su flota era Cerdeña.

Desde Toledo Fernando IV se desplazó a Córdoba, y de ahí a Sevilla, donde entró triunfante a primeros de julio. En la ciudad hispalense se tomaron las últimas disposiciones para el asedio de Algeciras. Los víveres serían transportados en barco hasta Algeciras mientras el ejército se desplazaba hasta la plaza por tierra. El día 27 de julio una parte del contingente ya tenía al alcance de su vista la plaza. El día 30 de julio el propio rey, junto con la mayoría de los nobles, llegó ante la villa. Una vez comenzado el asedio de Algeciras, y como medio de debilitar la resistencia de los asediados, ya aquejados por la carestía, el monarca castellano envió un nutrido contingente a cercar Gibraltar. Las fuerzas desplazadas a Gibraltar estaban compuestas por algunos miembros de la nobleza más leales al rey, como Alfonso Pérez de Guzmán y Juan Núñez de Lara, además del arzobispo de Sevilla junto con la milicia concejil de la ciudad hispalense.

✠ IMAGEN XII.- “Alfonso Pérez de Guzmán”.




El asedio y la conquista de Gibraltar fue una empresa corta, de apenas un mes de duración, en la que destacó la actuación militar de Alfonso Pérez de Guzmán y las huestes sevillanas. La operación se desarrolló en forma de pinza. Mientras que los hispalenses avanzaban por tierra cruzando el istmo y estableciendo su control sobre el Monte de la Victoria, lo que les daba una posición de superioridad sobre la plaza de Gibraltar y sus arrabales, el resto de las fuerzas cruzaban la bahía, transportadas por las naves, y establecían el asedio frente a la Puerta de Tierra. La ciudad quedó totalmente cercada gracias a la actuación de las naves aragonesas que cerraron la bahía, impidiendo cualquier tipo de refuerzo o aprovisionamiento desde el mar. Los contingentes hispalenses, situados en las alturas, fueron capaces de quebrar la resistencia de los asediados gracias al empleo de dos engennos que lanzaban grandes piedras contra la población. Finalmente, el 12 de septiembre, debido a la dura presión a la que estaba sometida, Gibraltar se entregó a Fernando IV, que se había desplazado desde el cerco de Algeciras. En el acuerdo de capitulación se garantizaba la vida de los 1125 habitantes de Gibraltar, a los que se permitió evacuar la ciudad y marcharse a vivir a la otra orilla del estrecho [10].

Una vez tomada Gibraltar, y dadas las órdenes para que se reparasen sus murallas y se construyesen unas atarazanas, Fernando IV volvía al asedio de Algeciras, cuyo desarrollo no presagiaba un desenlace victorioso como en el caso de Gibraltar. Apenas una semana después de la conquista de Gibraltar fallecía en una escaramuza en Gaucín, Alfonso Pérez de Guzmán. Su muerte fue la primera de las muchas calamidades que sufrirían los castellanos durante los meses siguientes, y que impedirían la ansiada conquista de Algeciras. Apenas iniciado el otoño dio comienzo un temporal de lluvia que no daría tregua durante tres meses seguidos, haciendo penosa la situación de los sitiadores. Por si esto fuera poco, dos de los principales magnates de la hueste, el infante Juan y don Juan Manuel, junto con Fernán Ruiz de Saldaña y 500 caballeros, abandonaban el cerco y volvían a Castilla debido a su enfrentamiento con el monarca. Pese a todas estas adversidades y desgracias, Fernando IV, decidido a vencer o morir, se niega a levantar el asedio o a alcanzar un acuerdo con los nazaríes. No obstante, pese a su decidida obstinación y el refuerzo de 400 caballeros traídos por el arzobispo de Santiago, las imposibles perspectivas de alcanzar la victoria obligaron al joven rey a aceptar un acuerdo con el nuevo sultán, Nasr, que a cambio de la retirada castellana se comprometía a volver a pagar parias, unas 11 000 doblas de oro anuales, y a declararse vasallo de Castilla, además de devolver los castillos de Quesada y Bedmar. De este modo concluía la cruzada castellana. La toma de Gibraltar, una posición de gran valor geoestratégico, pero aislada por tierra del territorio castellano, no compensaba de ninguna forma los gastos y los esfuerzos que la empresa cruzada ocasionó en la empobrecida Castilla de comienzos del siglo XIV 

La cruzada aragonesa:

De forma paralela a los esfuerzos castellanos en la zona occidental del Reino de Granada, los aragoneses, comandados por Jaime II, llevaban a cabo una dura campaña en la zona oriental, ante los muros de Almería. Las huestes aragonesas, al igual que las castellanas, iniciaron la cruzada con cierto atraso. En su camino hacia Almería debieron poner en fuga a un contingente granadino que estaba asediando el castillo de San Pedro, en las proximidades de Murcia. Los diferentes contingentes aragoneses fueron llegando ante los muros de Almería de forma escalonada. Primero la flota y los contingentes transportados por ella el día 10 de agosto, el 12 algunas huestes terrestres, y el 15 ya se encontraban ante la ciudad la totalidad de las tropas, cuyo número ascendía a los 13.000 hombre. Almería fue bloqueada por tierra y por mar.

El primer ataque aragonés que inició la cruzada no se hizo esperar. Apenas establecido el campamento, el día 14 de agosto las huestes aragonesas lanzaban el primero de los asaltos frontales contra Almería. Las fuerzas nazaríes estaban bien informadas de los movimientos cristianos y apenas diez días después de haberse establecido el cerco ya plantearon una gran batalla campal contra los cristianos, la única de toda la campaña, en la que las huestes de Jaime II resultaron vencedoras de manera inapelable, obteniendo vía libre para proseguir el cerco. Los aragoneses reanudaron su presión sobre la plaza, y apenas transcurrido un día del encuentro campal ya empezaban a construir minas y bastidas para atacar la plaza. Pese a las duras acometidas a las que Almería era sometida, la ciudad resistía. A mediados de septiembre las tornas empezaban a cambiar; un nutrido destacamento nazarí se acuartelaba en la próxima localidad de Marchena, complicando la permanencia de los aragoneses sobre Almería mediante una serie continuada de ataques dirigidos por el caudillo norteafricano Uthman ibn Abi l-Ula, que pese a ser repelidos, situaban a los cristianos en una incómoda posición. Los aragoneses se vieron obligados a cavar un foso y a fortificar su campamento. A finales de septiembre, el 23 y el 27, dos nuevos asaltos generales se saldaron con el mismo resultado que los intentos anteriores. La cruzada aragonesa comenzaba a flaquear, al mismo tiempo que las finanzas necesarias para sostener el asedio, debiendo el rey empeñar sus propias posesiones para mantenerse sobre Almería. Durante todo el otoño los ataques se sucedieron, y pese al gran número de máquinas de asedio empleadas por los aragoneses, estos fueron incapaces de tomar la ciudad. A finales de diciembre Jaime II comprendió la imposibilidad de alcanzar la victoria y dio comienzo a las negociaciones con los granadinos.

El final de la cruzada:

A finales de enero de 1310 Jaime II y Fernando IV abandonaban los asedios de Almería y Algeciras respectivamente. Ambos monarcas debieron dar por terminada la campaña en medio de graves dificultades financieras y de una enorme pérdida de popularidad. Las causas que explican el fracaso son varias:

  • En primer lugar, la esperanza aragonesa de formar un frente tripartito contra Granada se desvaneció apenas comenzados los acontecimientos. Los benimerines, una vez recuperada Ceuta con extrema facilidad, llegaron a un acuerdo con Nasr por el cual los nazaríes recuperaban su tradicional alianza norteafricana a cambio de la entrega de las plazas de Algeciras y Ronda. De este modo los granadinos pudieron volcarse en la defensa de su flanco oriental, impidiendo a Jaime II hacerse con Almería, mientras que los benimerines, teóricos aliados de los cristianos, les combatían en la zona occidental del reino nazarí, defendiendo con éxito Algeciras.
  • Tanto Aragón como Castilla comenzaron la campaña más tarde de lo pactado, con la estación muy avanzada, lo que hizo que un otoño excepcionalmente húmedo se les echara encima, haciendo las condiciones de vida de los combatientes muy penosas.
  • Las dificultades financieras de ambos monarcas, así como las ya citadas condiciones atmosféricas adversas, supusieron un notable desabastecimiento, con todas las consecuencias que ello conlleva sobre las huestes y sobre las operaciones militares.
  • Las deserciones de don Juan Manuel y el infante don Juan junto con sus mesnadas, mermaron enormemente la moral de ambos contingentes cruzados.
  • Por último, es necesario destacar el error estratégico cometido en la planificación de la campaña. Un gran número de aristócratas castellanos se oponían al plan de Fernando IV de ir a cercar directamente Algeciras. Consideraban mucho más factible y provechoso realizar una campaña de saqueo por la Vega de Granada. De igual modo, Jaime Ise lanzó directamente contra Almería en vez de llevar a cabo una campaña de destrucción y rapiña. En la guerra medieval, tal y como sabían los contemporáneos de los hechos, para tomar una ciudad fortificada, era necesario llevar a cabo una serie de campañas de destrucción y saqueo previo por toda su comarca durante años, ya que un ataque frontal contra una ciudad a la que no se ha sometido a ese castigo previamente, está condenado a fracasar casi con total seguridad debido a la superioridad de los medios defensivos sobre los ofensivos. La labor de desgaste contra una población como Almería podía durar décadas, como prueban los casos de las conquistas de las otras grandes ciudades andaluzas durante el reinado de Fernando III. La afortunada conquista de Gibraltar, población de menor entidad, fue fruto de una operación secundaria dentro del plan general de la campaña.

FUENTES:

Desperta Ferro Ediciones.

Bibliografía:

  • BAYDAL SALA, Vicent, “Tans grans messions. La financiación de la cruzada de Jaime II de Aragón contra Almería en 1309”, Medievalismo, 19 (2009), pp. 57-154.
  • BENAVIDES, Antonio, Memorias de Fernando IV de Castilla. 2 vols. José Rodríguez, Madrid, 1869.
  • Crónica de Fernando IV, Biblioteca de Autores Españoles, 66:173-392.
  • GARCÍA FERNÁNDEZ, Manuel, “Gibraltar, conquista y repoblación (1309-1310)”, Medievalismo, 19 (2009), pp. 155-169.
  • GARCÍA FITZ, Francisco, Castilla y León frente al islam. Estrategias de expansión y tácticas militares. Siglos XI-XIII. Universidad de Sevilla, Sevilla, 119-121.
  • GIMÉNEZ SOLER, Andrés, El sitio de Almería en 1309, Tipografía de la Casa Provincial de Caridad, Barcelona, 1904.
  • GONZÁLEZ MÍNGUEZ, César, “Fernando IV de Castilla y la guerra contra los moros: la conquista de Gibraltar (1309)”, Medievalismo, 19 (2009), pp. 171-197.
  • MARUGÁN VALLVÉ, Carmen María, “El ejército de la Corona de Aragón en la expedición contra Almería de 1309”, Medievalismo, 19 (2009), pp. 199-142.
  • MARUGÁN VALLVÉ, Carmen María, “El sitio de Almería de 1309: el desarrollo de la campaña militar” en Almería entre culturas: (siglos XIII-XVI), pp. 171-188. Instituto de Estudios Almerienses, Almería, 1990.
  • MASIÁ DE ROS, Ángeles, Relación castellano-aragonesa desde Jaime II a Pedro el Ceremonioso. 2 vols. CSIC, Barcelona, 1994.
  • O´CALLAGHAN, Joseph F., The Gibraltar Crusade. Castile and the Battle for the Strait, University of Pennsylvannia, Philadelphia, 2011.
  • SEGURA GONZÁLEZ, Wenceslao, “Tarifa y el sitio de Algeciras de 1309”, Al Qantir. Monografías y Documentos sobre la Historia de Tarifa, 1 (2003), pp. 1-45.


✠ 1490.- Ana de Bretaña se casa (mediante un representante), con el sacro emperador romano Maximiliano I de Habsburgo.

Ana de Bretaña. Reina de Francia (1477-1514). (Nantes, 1447-Blois, 1514) Duquesa de Bretaña (1488-1514). Hija del duque Francisco II y de Margarita de Foix. Casó con Maximiliano de Austria (1490), I Carlos VIII (1491) y Luis XII (1499). El matrimonio de una de sus hijas con el futuro Francisco I supuso la definitiva incorporación de Bretaña a Francia.

✠ IMAGEN XIII.- “Ana de Bretaña, reina de Francia”.  





FUENTES:

Biografías y vidas.


✠ 1562.- En Dreux, durante la Primera Guerra de Religión en Francia, los católicos, al mando del condestable Anne de Montmorency, derrotan a los protestantes, (hugonotes), liderados por el príncipe Luis I de Borbón-Condé..

✠ IMAGEN XIV.- “Batalla de Dreux”.





Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.


✠ Estudios y Análisis Históricos.


✠ Efemérides históricas.


Tal día como hoy, 18 de Diciembre, pero del año…


✠ 218 a.C.- Segunda Guerra Púnica: las tropas cartaginesas de Aníbal derrotan al ejército romano en la batalla del Trebia. 

✠ IMAGEN I.- “Anibal Barca”.




✠ IMAGEN II.- “Batalla del Trebia”.




La batalla del Trebia (218 a. C.), fue la primera gran batalla de la Segunda Guerra Púnica y representó el primer encuentro serio de Aníbal con un ejército romano. 

Antecedentes:

En el año 219 a. C., el general cartaginés Aníbal Barca emprendió una campaña militar contra la República de Roma, partiendo de Qart Hadasht con unos 40.000 soldados y decenas de elefantes de guerra; el primer episodio fue el sitio de la ciudad de Sagunto, aliada de Roma. Había comenzado la Segunda Guerra Púnica. Bordeando el Mediterráneo, el ejército avanzó por tierra atravesando la cordillera de los Alpes, un duro paso al que sobrevivió solamente la élite de sus tropas. Inmediatamente, el cansado ejército plantó batalla, cerca del río Tesino, a las tropas romanas del general Publio Cornelio Escipión padre (no confundir con el que derrotó a Aníbal en Zama, su hijo), que esperaban al otro lado. El devastador resultado para Roma significó un fuerte revés, pues se presentaba un mortífero peligro en la misma península itálica.


✠ IMAGEN III.- “Publio Cornelio Escipión”.





Surgimiento:

La primera gran batalla de la segunda guerra púnica comenzó pues, con el inicio de las hostilidades cartaginesas, en la península Ibérica, en ese momento, habían diversas tribus, sobre las que romanos y cartagineses ejercían una fuerte influencia, una de estas ciudades íberas, la de Sagunto, estaba en la frontera con el territorio cartaginés en iberia, pero era un aliado de Roma y Aníbal atacó la ciudad, lo que iniciaría el conflicto entre ambas potencias.

El comienzo de la guerra.

Los romanos pensaron que el enfrentamiento tendría lugar en la Península Ibérica. Pero Aníbal, que aunaba una extraordinaria capacidad táctica con una visión estratégica de largo alcance, diseñó un plan más ambicioso para el sometimiento de Roma. Mientras el Senado romano enviaba todos sus efectivos a Hispania, Aníbal dejó a su hermano Asdrúbal al frente de las tropas de la Península, este lanzó a su ejército a una increíble travesía cruzando los Pirineos y los Alpes, para atacar Roma por el Norte.

No se podía esperar que un ejército entero se atreviera a cruzar los terribles pasos de alta montaña en invierno, por sendas nunca antes transitadas. La hazaña le costó a Aníbal la pérdida de un ojo y la muerte de la mayoría de los elefantes. pero las desprevenidas legiones romanas fueron derrotadas por tres veces en el norte de Italia, En las batallas de Tesino, Trebia y Trasimeno.


✠ IMAGEN IV.- “Asdrubal”.






Preparación.

El invierno de diciembre del año 218 era particularmente frío y nevoso. Escipión aún estaba recuperándose de las heridas recibidas en la reciente Batalla del Ticino, pero Sempronio deseaba entablar batalla lo antes posible, particularmente debido a que la época para la elección de los nuevos cónsules estaba cerca. Sempronio realizó los preparativos para una batalla a gran escala, sin hacer caso de la precaución que mostraba Escipión para enfrentarse a Aníbal. La fuerza de Aníbal acampó alrededor del frío y crecido río Trebia. Él había notado, según Polibio, que mediante el uso de espías galos había encontrado un lugar adecuado para tender una emboscada, envió a 1.000 jinetes de la caballería sagrada y a 1.000 infantes bajo el mando de su hermano menor Magón Barca, para que se ocultaran durante la noche. A la mañana siguiente, Aníbal envió a su caballería númida al otro lado del Trebia con la orden de hostigar al campamento romano y después retirarse, para de esta manera atraer a los romanos hacia un lugar donde el destacamento de Magón pudiera aparecer y atacar en el momento oportuno.

Trasfondo.

Los jinetes lograron captar la atención del campamento romano para que Sempronio enviara a su caballería para perseguirlos, y después ordenó a su ejército entero, de más de 20.000 infantes romanos, 4.000 jinetes auxiliares y a 3.000 aliados galos, avanzar hacia el ejército cartaginés. Era muy temprano cuando las legiones cruzaron el Trebia; los romanos aún se hallaban soñolientos. Los cartagineses, por otra parte, se habían alimentado bien y se habían untado con aceite para protegerse del frío antes del combate. Aníbal dispuso a su ejército en óptimas posiciones en un campo de batalla . Colocó un ejército de 1.000 hombres y, detrás de ellos, dispuso la fuerza principal de infantería compuesta por unos 20.000 hombres, un ejército multirracial en el que no sólo había cartagineses, sino también libios, aliados iberos y galos. A su vez, varios escuadrones de caballería (sumando unos 10.000), se situaron en los flancos de la columna principal de infantería, con quince elefantes en cada flanco. Sempronio ubicó a su tropa en formación de (quincunx).

La infantería fue la primera en entrar en combate, pero los velites -mal preparados para el combate cuerpo a cuerpo- fueron fácilmente dispersados. Después de que los velites se retiraran entre los espacios de la línea romana, los hastati y los prínceps tomaron su lugar y se enfrascaron en el combate contra los cartagineses. Mientras en el centro los legionarios seguían luchando cuerpo a cuerpo, la caballería cartaginesa en ambas alas se enfrentó a sus equivalentes romanos, a los que excedían en un elevado número. Gradualmente, los jinetes romanos fueron obligados a retroceder dejando a la infantería romana cada vez más expuesta. Mientras tanto, Aníbal había enviado a todos sus elefantes para atacar a los galos aliados de Roma, los cuales nunca habían visto a tales criaturas, por lo cual se desmoralizaron y huyeron. Con la caballería romana derrotada y en plena fuga, los escuadrones de caballería cartaginesa atacaron sucesivamente a los ya desprotegidos flancos romanos. Al mismo tiempo, la fuerza oculta de Magón Barca emergió de su escondite y cayó sobre la retaguardia romana.

La moral romana se encontraba muy baja debido al frío, la presencia de los elefantes cartagineses y la derrota de su caballería; al ser atacados por todos los flancos, ésta se perdió totalmente; las legionarios rompieron filas y huyeron. Cientos de soldados romanos fueron abatidos sobre el terreno y pisoteados por los elefantes, otros tantos se ahogaron intentando cruzar el río para salvarse. Atrapados entre las fuerzas de Aníbal, los romanos masacrados, perdiendo más de la mitad de sus fuerzas. Los supervivientes huyeron en desbandada, pero fueron capaces de reorganizarse y lograron retirarse hasta la cercana ciudad de Plascencia.

Consecuencias:

Los romanos, consternados por la derrota de Sempronio en Trebia, inmediatamente hicieron planes para enfrentarse de nuevo a los invasores. Sempronio volvió a Roma y fue juzgado por supuesta negligencia, pero fue absuelto, en parte por la declaración a su favor de su co-cónsul Escipión. El año siguiente 217 a. C. los nuevos cónsules elegidos fueron Servilio Gemino y Cayo Flaminio Nepote, el último de los cuales conduciría al ejército romano a la batalla del lago Trasimeno.

FUENTES:

Ecu Red.

Una historia de Roma.

Legionario de Roma.


✠ 1118.-  En España, Alfonso I "el Batallador" conquista Zaragoza.


En el año 1110 los almorávides conquistaron la taifa de Zaragoza. Sin embargo, en aquel territorio, tropezaron con un rival muy peligroso, el rey de Aragón Alfonso I (1104-1134), conocido como "el Batallador". Alfonso I, tenía en su mente, al parecer, la idea de llevar a cabo una cruzada, que comenzaría en Hispania, luchando contra los musulmanes del valle del Ebro, y acabaría, lógicamente, en Jerusalén. En sus primeros años de reinado ocupó las localidades de Egea (1105) y Litera (1107). Mas los complicados problemas derivados de su matrimonio con la reina de Castilla y León, Urraca, le alejaron por unos años de Aragón. No obstante, en el año 1117 reanudó la ofensiva contra los musulmanes, ocupando la plaza de Belchite. Al año siguiente, en el año 1118 tras un largo asedio, cayó en su poder Zaragoza, la que fuera capital de la marca superior de al-Andalus, culminando la conquista de Zaragoza en incorporándola a su reino. Su avance por el valle del Ebro continuó, conquistando, en el año 1119, Tíldela, Tarazona, Rueda y Borja. Un año después, Alfonso I venció a los islamitas en la batalla de Cutanda, al tiempo que ocupó las ciudades de Soria, que luego pasaría a Castilla, y de Calatayud. En 1121, se hizo dueño de Daroca.

✠ IMAGEN V.- “Alfonso I "el Batallador”.




En 1126, llevó a cabo una expedición por tierras de al-Andalus, de la que regresó con muchos mozárabes, que colaboraron en la repoblación del valle medio del Ebro. En 1134, Alfonso I fue derrotado y muerto cerca de Fraga. Al no tener hijos, Alfonso I legó sus reinos a las grandes Órdenes militares internacionales. (Templarios, sobre todo, y hospitalarios).

✠ IMAGEN VI.- “Taifa de Zaragoza en 1080”.    





El territorio ganado al islam por el monarca aragonés era muy extenso, pero sobre todo muy rico, tanto para sus ciudades y villas como por las abundantes zonas de regadío con que contaba. Gran parte de la población musulmana permaneció en sus lugares, aunque fueron obligados a abandonar algunas ciudades como el caso de Zaragoza. Al valle medio del Ebro acudieron numerosos repobladores, unos originarios de las comarcas pirenaicas, otros procedentes del sur de Francia. Los magnates nobiliarios recibieron importantes concesiones. En la zona meridional del reino el papel dominante lo tenían los caballeros, lo que explica que a esa zona se la llame la extremadura aragonesa, por su similitud con las tierras de igual nombre en Castilla y León. 

En los reinos de Castilla y León a la muerte de Alfonso VI accedió al trono su hija Urraca (1109-1126). Viuda del noble francés Raimundo de Borgoña, Urraca casó, en segundas nupcias, con el rey de Aragón Alfonso I. Pero aquel matrimonio resultó un completo fracaso. Una crónica coetánea hablaba, muy expresivamente, de las «malditas y descomulgadas bodas». El reinado de Urraca, por otra parte, fue testigo de violentas sublevaciones de los burgueses de Sahagún y de Santiago de Compostela. Dichas sublevaciones, a las que se sumaron gentes del campo y algunos clérigos, iban dirigidas contra los señores de quienes dependían: el abad del monasterio benedictino de Sahagún, en el primer caso, y el arzobispo de Santiago, Diego Gelmírez, en el segundo. Después de unos años de duras peleas las revueltas fueron sofocadas. El objetivo de los sublevados no era tanto luchar contra los señores feudales sino conseguir garantías para su expansión económica. Urraca hubo de hacer frente, asimismo, a la actitud secesionista de un importante sector de la nobleza gallega, encabezado por Pedro Fróilaz. Paralelamente iba ganando autonomía el condado de Portugal, a cuyo frente se hallaban Teresa, su hermana, y Enrique de Borgoña. Por lo que se refiere a las relaciones con los almorávides, apenas hubo cambios en las líneas fronterizas que separaban a ambos. 

✠ IMAGEN VII.- “Urraca I”. 


  


FUENTES:

Historia de España.


✠ 1271.-  Kublai Khan renombra su imperio Yuan, marcando oficialmente el inicio de la "dinastía Yuan" de Mongolia y China.


✠ IMAGEN IX .- “Kublai Khan”. 


   



Genghis Khan unifico las tribus mongolas y turcas de las estepas y se convirtió en Gran Khan en 1206. Él y sus sucesores expandieron el imperio mongol en toda Asia. Bajo el reinado del tercer hijo de Gengis, Ogodei, los mongoles destruyeron la debilitada dinastía Jin en 1234, conquistando la mayor parte del norte de China. Ögedei ofreció a su sobrino Kublai una posición en Xingzhou, Hebei. Kublai fue incapaz de leer chino, pero tuvo varios profesores chinos de la tribu Han, contratados por su madre Sorgaqtani. Él buscó el consejo de chinos budistas y consejeros confucianos. Möngke sucedió al hijo de Ögedei, Kuyuk, como Gran Khan en 1251. El concedió a su hermano Kublai los territorios mongoles en China. Kublai construyó escuelas para los estudiosos confucianos, emitió papel moneda, revivió rituales chinos y políticas que estimularon el crecimiento agrícola y comercial. Fundo la ciudad de Kaiping, en Mongolia Interior, más tarde rebautizada Shangdu, su capital.

Möngke inició una campaña militar contra la dinastía Song del sur de China. Murió en 1259 sin un sucesor. Kublai regresó de la lucha contra la dinastía en 1260, cuando se enteró de que su hermano, Ariq Böke, estaba desafiando su derecho al trono. Kublai convocó una kurultai en la ciudad china de Kaiping que lo eligió Gran Khan. Un kurultai rival en Mongolia proclamo a Ariq Böke Gran Khan, comenzando una guerra civil. Kublai Khan dependía de la cooperación de sus súbditos chinos para asegurar que su ejército recibiera amplios recursos. Él reforzó su popularidad entre sus súbditos modelando su gobierno en la burocracia de las dinastías chinas tradicionales y adoptando el nombre de la era china de Zhongtong. Ariq Böke se vio obstaculizado por suministros inadecuados y se rindió en 1264. Los otros tres kanatos mongoles reconocieron como Gran Khan a Kublai, pero fueron funcionalmente autónomos. La lucha civil había terminado definitivamente.

FUENTES:

i3campus.



Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.


✠ Estudios y Análisis Históricos.


✠ Efemérides históricas.


Tal día como hoy, 17 de Diciembre, pero del año…


✠ 546.- Totila, rey ostrogodo, y su ejército, conquistan Roma y a continuación la saquean sin piedad hasta la primavera. (Hace 1475 años).

Baduila, más conocido por el nombre de Totila (Treviso, 516? - Caprara de Gualdo Tadino, julio 552), fue rey de los ostrogodos de 541 a 552, durante la Guerra greco - gótica. Logró disputar durante diez años el control de la península italiana al Imperio Bizantino.

✠ IMAGEN I.-Totila, rey ostrogodo. 


 



Totila ("el inmortal" en la lengua gota), ascendió al trono después de la muerte de su tío Ildibaldo y el asesinato de Erarico, un rey de la etnia Rugi, que estaba tratando con la rendición de Italia a Justiniano. Después de las fuertes derrotas sufridas contra el general Belisario y la posterior captura de Vitige en 540, los ostrogodos lograron mantener un estado al norte del río Po. Totila era en ese momento el comandante de las tropas de Gote cerca de Treviso y probablemente fue nombrado rey alrededor de la edad de 25 años, a finales de 541, después de unos meses del reinado de Erárico. Su objetivo era frustrar inmediatamente la política del emperador Justiniano I, que pretendía tomar posesión de Italia. Totila fue inicialmente muy exitoso, aprovechando el hecho de que las tropas de Justiniano I habían estado involucradas desde 540 en una guerra contra los sasánidas en el Imperio Romano de Oriente. Logró éxitos considerables en el campo de batalla sitiando y saqueando Alatri en 543, reclutando campesinos y sirvientes para fortalecer el ejército, y logró conquistar la ciudad de Roma dos veces (a finales de 546 y principios de 550), aunque no pudo mantenerla durante mucho tiempo. Tomando Nápoles en 543, se distinguió por la clemencia hacia la población, distribuyendo alimentos y demostrando una generosidad que Procopio de Cesarea nunca habría esperado de un bárbaro. La primera vez que Totila sitió Roma fue en 544; el 17 de diciembre de 546 los Guardianes acordaron con el ejército ostrogodo y abrieron las puertas de la ciudad, permitiendo su invasión. Totila en esa ocasión aceptó la súplica del diácono Pelagio, que le rogó que perdonara a la población y, además, prohibió al ejército matar a Rusticiana, viuda de Boecio. Tomó posesión del tesoro que el general bizantino Bessa había acumulado, y, después de amenazar con arrasar Roma, pasó de la ira a una derrota de sus tropas en Lucania, y el fracaso de la Embajada de la paz que había enviado a Justiniano, en sí mismo, gracias a una carta de Belisario, que le propuso una fama de los que hablan de la posteridad, si estaba manchado de tal acción. En la primavera de 547 Belisario logró liberar Roma y un segundo sitio de Totila en mayo del mismo año no tuvo éxito. 

✠ IMAGEN II.- Justiniano I.  




✠ IMAGEN III.- Procopio de Cesarea.  





✠ IMAGEN IV.- General Belisario.  





En el otoño de 549 Totila sitió Roma por tercera vez y logró conquistarla gracias a una nueva traición de los guardianes, que abrieron las puertas a su ejército. La ciudad tuvo pocos sobrevivientes, y el Senado se trasladó casi por completo a Bizancio. Totila durante el saqueo prohibió matar e insultar a las mujeres. La Segunda Guerra Gótica fue mucho más sangrienta que la primera de los años entre 535 y 540. Después de la segunda conquista de Roma, Totila también lanzó una campaña de propaganda, en la que comparó el estilo de vida de los ostrogodos, en la época de Teodorico el Grande, con los años de sufrimiento, guerra y política fiscal de Justiniano I. Tuvo menos éxito con la política exterior, ya que no pudo formar una alianza con los francos. En 551 Justiniano I confió el mando del ejército a un anciano eunuco de la corte, Narsete, y lo envió a ocupar Italia; sus tropas entraron en Italia desde el norte a través de los Balcanes, evitando las líneas defensivas Góticas. Totila entonces dejó Roma, llevándose consigo a 300 jóvenes rehenes elegidos entre las familias más importantes de la ciudad. El 30 de junio o el 1 de julio de 552, el ejército gótico fue interceptado cerca de la aldea de Tagina (actual Gualdo Tadino) por Narsete. Después de que Totila se dio cuenta de que tenía un ejército mucho más pequeño que el enemigo, anunció que quería rendirse, pero en su lugar atacó a los bizantinos por sorpresa y conquistó una pequeña colina. El ejército de Narsete se organizó en un "arco" , con la infantería formada por los lombardos y los hérulos en el centro y en los lados Los Arqueros con la caballería detrás. Totila colocó a sus arqueros al frente con la caballería detrás de él. Inicialmente, un grupo de desertores bizantinos se unió a los ostrogodos y comenzaron el combate cuerpo a cuerpo, pero fueron derrotados; en este punto apareció Totila, que realizó una danza de guerra o un ejercicio ecuestre (los testimonios son vagos sobre este punto). Después de que 2.000 Jinetes llegaron a Totila, todo el ejército ostrogodo almorzó; de hecho, el rey quería causar un colapso de la moral en el ejército bizantino. Obviamente Narsete estaba listo para esto y movió a sus arqueros e hizo que la caballería atacara a los lados del lado opuesto, causando enormes pérdidas. A primera hora de la tarde, los ostrogodos estaban completamente desorganizados, y cuando Narsete ordenó un avance general, huyeron y se dispersaron. Los ostrogodos sufrieron un total de 6.000 bajas. El mismo Totila, con algunos seguidores fieles, huyó a Caprae (Caprara, Gualdo Tadino), pero fue herido por las flechas de los tiradores del ejército bizantino, o, según otras fuentes, fue golpeado en el hombro por una lanza y murió; los ostrogodos se unieron bajo el último rey Teia. Sin embargo, debido a la pérdida de la mayor parte de la caballería que ya no podía ofrecer una resistencia adecuada, el sueño de los ostrogodos de una afirmación en Italia llegó a su fin, mientras que la memoria de Totila continuó viviendo como una figura heroica.

El historiador Camillo Ramelli (1804 -1855), definió como fiable la identificación de la tumba de Totila encontrada en febrero de 1759 en Matelica, en el piano dei cavalieri, originalmente llamado Piano delle tombe o delle capre. En la cripta, de origen gota claro, se encontró un cadáver enterrado según las costumbres de los nobles godos, con un anillo de oro en el dedo, cuatro cuerpos de soldados de guardia y una espada. Ramellconsideró el lugar compatible con la descripción de la batalla proporcionada por el cronista Procopio de Cesarea. Esta interpretación ha sido disputada por otros historiadores, que muestra que la descripción del entierro está hecha por el mismo Procopio, según la cual era limitada, ya que los fieles del rey estaban siendo perseguidos por los bizantinos, por lo que el cuerpo fue encontrado más tarde por los seguidores, que lo enviaron a Constantinopla, la armadura, el sombrero adornado con gemas y ropa sucia de sangre.

FUENTES:

Kripkit.



✠ 942.- Guillermo I de Normandía es asesinado por los flamencos en Piquigny (Somme). (Hace 1079 años).


Guillermo Espada Larga (?-942).

Hacia 931, Bretaña ocupada por los normandos del Loira, pasaba por un período dificultoso. Los bretones se rebelaron contra los ocupantes. Guillermo I, apoyado por los normandos del Loira, invadió la Bretaña. Los líderes bretones Alano II Barbetorte de Bretaña y Juhel Berenguer de Rennes fueron abatidos. El primero huyó a la otra Mancha; el segundo se reconcilió con el normando.

✠ IMAGEN V.- Guillermo I de Normandía, “Espada Larga”.




En el 936 Alano II Barbetorte desembarcó cerca de Dol-de-Bretagne con un grupo de exiliados bretones como él, se unió a los partidarios agrupados por el abad Juan. Amagold y Wethenoc enseguida juraron lealtad a Alano. Comenzó la caza de normandos que dominaban el país desde hacía 20 años, el campo Péran fue atacado, y después Plourivo. Alano Barbetorte pudo contar con Hugo el Grande, conde de Maine, rival del príncipe Herber II Vermandois del Norte de Francia y con Juhel Berenguer, conde de Rennes, y Hugo I, conde de Le Mans. Al año siguiente 938 tuvo lugar la batalla de Plourivo, entre Alano II de Bretaña y los normandos de Incon que habían establecido un campamento fortificado en Castel Auffret, el enfrentamiento tuvo lugar en el río Trieux cerca del pueblo de Pleurivo. La lucha fue encarnizada durante todo el día, los normandos perdieron muchos hombres y se retiraron, siendo sorprendidos en su retirada por una marea alta. Tras la derrota de los normandos, Alano fue reconocido como duque de Bretaña «Dux Brittonum«. El 1 de agosto de 939 hubo la batalla de Nantes, esta fecha se convertiría en la fiesta nacional de los bretones.

✠ IMAGEN VI.- Tapices de la entrada de Enrique IV en Rennes y de Alano II de Bretaña.




 ✠ IMAGEN VII.- Hugo el Grande, conde de Maine.




FUENTES:

Meisterdrucke.

Arre Caballo.



✠ 1198.- En Roma el papa Inocencio III aprueba la Regla propia de la Orden de la Santísima Trinidad, (Ordinis Sanctae Trinitatis et Captivorum), a petición de San Juan de Mata. (Hace 823 años).


✠ IMAGEN VIII.- Signum Ordinis Sanctae Trinitatis et Captivorum. 




La Orden Trinitaria es una familia religiosa fundada por el francés Juan de Mata (1154-1213), con Regla propia, aprobada por Inocencio III el 17 de diciembre 1198 con la bula "Operante divine dispositionis". Es la primera institución oficial en la Iglesia dedicada al servicio de la redención con las manos desarmadas, sin más armadura que la misericordia, y con la única intención de devolver la esperanza a los hermanos en la fe que sufrían bajo el yugo de la cautividad. 

✠ IMAGEN IX.- Papa Inocencio III.




✠ IMAGEN X.- San Juan de Mata.





✠ IMAGEN XI.- Sello de la Orden.





Los documentos de la época en que se fundo la orden afirman que toman como base la visión o revelación que Juan de Mata tuvo en su primera misa, celebrada en París el 28 de enero de 1193, y a la que asistieron el obispo de París, Maurice de Sully, y el abad de San Víctor de París. Juan de Mata mandó imprimir unos sellos en los que grabó esta visión, y también mandó realizar un mosaico que colocó en la entrada de la Casa de la Santísima Trinidad de Roma, en el Monte Celio. Ininterrumpidamente, los trinitarios han usado este símbolo como sello propio y de sus ministros, hasta la actualidad.

San Félix de Valois ha sido venerado en la tradición de la Orden como cofundador. Fue uno de los ermitaños que San Juan de Mata encontró en el desierto de Cerfroid, y que pronto se unió a su proyecto, siendo para él un auténtico consuelo y apoyo en las dificultades. Juntos fueron a Roma a solicitar al Papa Inocencio III la aprobación de la regla trinitaria y, consecuentemente, la aprobación de la Orden. Más tarde fue ministro en la casa de Marsella donde murió posiblemente hacia el año 1212, un año antes que San Juan de Mata.

✠ IMAGEN XII.- San Félix de Valois.





La misión por la cual se ha caracterizado a los religiosos trinitarios ha sido la obra de la redención, sin embargo desde los orígenes de la Orden, se han visto otras actividades llevadas a cabo por ellos, como la atención en los hospitales para la acogida de los peregrinos, y la pastoral ministerial por lo que Juan de Mata estipuló que en cada convento al menos haya cuatro sacerdotes.

Teniendo en cuenta los numerales 87 y 88 del Directorio General de la Orden Trinitaria, se puede deducir que la misión de los trinitarios es única, en cuanto a que se identifica con el único carisma misericordioso-redentor de los orígenes, pero en una pluralidad de obras, en cuanto a que, al transcurrir de la historia, la Orden se ha visto en la necesidad de responder a diversas necesidades según el lugar y el tiempo. Así la Orden de la Santísima Trinidad, animada por el carisma redentor, se consagra a prestar ayuda a quienes, por su fe en Cristo son oprimidos y sometidos a persecución, y a los que, por su actividad social, son privados de sus derechos, encarcelados, condenados a trabajos forzados o expulsados al destierro. Pero además, movidos por la misma caridad redentora, socorren a los pobres, abandonados y enfermos que son rechazados por la sociedad, a liberar a quienes padecen varios géneros de esclavitud, y a ayudar en la fe a quienes, de diversas maneras, están en peligro de perderla; lo cual se traduce en un diverso número de obras.

FUENTES:

EcuRed.


✠ 1398.- Tamerlán captura Delhi, capital del Sultanato de Delhi, la ciudad será saqueada por 8 días; su población masacrada, y más de 100.000 prisioneros de la batalla por la ciudad serán ejecutados. (Hace 623 años).

✠ IMAGEN XIII.-Tamerlán.




El Imperio Timúrida fue creado por el líder túrquico-Mongol Tamerlán, que conquistó gran parte de Asia Central (Transoxiana), y Oriente Medio pertenecientes al Kanato de Chagatai, a partir de 1370, formando en la segunda mitad del siglo XIV un vasto imperio con capital en Samarcanda. En 1400 comenzó a invadir Anatolia y en 1402 durante la Batalla de Ancyra, derrotó fuertemente a los otomanos, capturando a su sultán Bayezid I

A su muerte, en 1405, el Imperio se extendía desde el Cáucaso hasta la India, con un área de 4,6 millones de km2, y fue el más grande de su tiempo. Se estima que gobernó el 24,4% de la población mundial en el siglo XV. 

✠ IMAGEN XIV.- Bayezid I.





En unos treinta años, Tamerlán formó un vasto imperio coincidiendo con el área del antiguo Imperio Persa. En 1372 había subyugado la totalidad de Jorasmia (conquista de Urgench), luego hizo una primera expedición al Turquestán Oriental en 1375 contra el Kanato de Chagatai. Entre sus mayores oponentes estaba Toktamish, kan de la Horda de oro, que sin embargo le ayudó en una expedición contra Rusia en 1382, que le llevó a conquistar Moscú. Después de consolidar las conquistas persas en los años siguientes (contra los Muzaffaridas), amplió aún más las fronteras de su reino para incluir Mesopotamia y Siria (captura de Bagdad, en 1393, y Damasco). En 1391 emprendió la segunda fase del conflicto con Toktamish invadiendo sus territorios desde el Cáucaso y finalmente derrotándolo en 1395 (victoria del Río Térek y captura de Elec). En 1398 hizo una expedición contra el Sultanato de Delhi, saqueando y esclavizando a su población, y luego fue trasladado a Samarcanda. En 1403 Damasco fue arrancada de los mamelucos, que gobernaron durante dos siglos. Luego se centró en Ankara, la capital del Sultanato Otomano que tomó, capturando al mismo Bayezid I (Batalla de Ancyra de 1402), y después de eso también abrumó al vecino y languideciente Imperio Bizantino. Cuando murió (1405), Tamerlán se estaba preparando para una expedición contra la China Ming. Nombró como su sucesor al nieto Pir Muhammad, pero sobrevivió a su abuelo solo un año y murió en 1406, por lo que el trono fue ocupado brevemente por Miran Shah. En 1407 el hijo menor de Tamerlán, Shah Rukh, tomó el poder y estableció su capital en Herat, gobernando hasta 1447.

FUENTES:

Kripkit.

 

✠ 1483.- En Mondoñedo (Lugo), es decapitado el mariscal Pardo de Cela. (Hace 538 años).


Pedro Pardo de Cela. "El Mariscal". Galicia, p. m. s. XV – Mondoñedo (Lugo), 3.X.1483. Noble, Mariscal de Castilla, rebelde.

✠ IMAGEN XV.-  Mariscal Pedro Pardo de Cela.




Hijo de Juan Núñez Pardo de Cela y de su primera mujer, Teresa Rodríguez de Aguiar, viuda de Rodrigo Alonso de Saavedra. Los patrimonios e intereses de Pedro Pardo de Cela, en el obispado de Mondoñedo, lo situaron en una posición de poder en el concierto de la nobleza gallega.

Por lo que parece, Pardo de Cela se mantuvo en sus primeros años en la órbita señorial de los Andrade, a los que su linaje estaba unido por viejos vínculos de parentesco y alianza. Más tarde, seguramente a partir de su matrimonio con Isabel de Castro, hija de los primeros condes de Lemos, celebrado ya mediada la centuria, el personaje se alinearía con su suegro, Pedro Álvarez Osorio, quien mantenía alianzas con el arzobispo Alonso de Fonseca y Sancho Sánchez de Ulloa, que luego —desde 1474— se titularía conde de Monterrey. En la década de 1460, cuando se le documenta como justicia y comendero del obispado de Mondoñedo y alcalde de la villa de Vivero, Pardo de Cela comenzó a adquirir un creciente protagonismo en las luchas intestinas de la nobleza gallega, padeciendo en el verano de 1467 el acoso de la rebelión “irmandiña”, lo que le obligó a buscar refugio en la villa de Ponferrada, donde se había resguardado su propio suegro, señor de la misma. Desde allí, ambos personajes secundaron la reacción señorial que, en la primavera de 1469, habían encabezado desde Portugal el arzobispo Alonso de Fonseca, Pedro Álvarez de Sotomayor y Juan Pimentel, hermano del conde de Benavente. En los años siguientes, Pardo de Cela volvió a figurar entre los grandes personajes gallegos, presentándose ahora adornado con el título de “mariscal”. Su presencia, cuanto menos, fue muy cotizada en los conflictos nobiliarios que se sucedieron entonces, aunque son conocidos también algunos golpes de mano de los que no salió ciertamente airoso, como ocurrió en Sobrada de Aguiar o en Samarugo. A la muerte de Enrique IV, Pardo de Cela se apresuró a reconocer a la reina Isabel, alineándose así en el bando que en Galicia encabezaban su suegro, el arzobispo Fonseca y el conde de Monterrey. Hay noticia de su activa participación en diversas acciones armadas, como en el sitio de Pontevedra, en octubre de 1476, así como de algunas importantes recompensas de la Corona, como la confirmación de un juro de 40.000 maravedís para el acostamiento de veinte lanzas.

En 1480, con la llegada a Galicia de Fernando de Acuña y García López de Chinchilla, comenzó el declive del mariscal Pardo de Cela. Los enviados regios, cuya comisión era instaurar la paz y el orden en aquel Reino, actuaron con determinación, logrando un rápido y señalado éxito, sobre todo tras el sometimiento de Fonseca. En los años siguientes parece que los únicos que se resistieron fueron el conde de Lemos, que falleció en febrero de 1483, cuando tenía cercada la ciudad de Lugo, y el propio Pardo de Cela, que se mantuvo firme en el obispado de Mondoñedo. Las noticias, escasas y a veces contradictorias, no permiten reconstruir con detalle el desarrollo de los acontecimientos, ni sus propias implicaciones. Estos acontecimientos alcanzaron gran repercusión y generaron, de inmediato, una corriente mitificadora de tinte popular que desdibujó la realidad y que todavía hoy goza de cierta aceptación.

El mariscal Pardo de Cela tuvo con su mujer, Isabel de Castro, dos hijas: Constanza de Castro, que casó con Fernán Ares de Saavedra, y Beatriz de Castro, que casó primero con Galaor Osorio y más tarde con Pedro Bolaño Ribadeneira, señor de la Casa de Torés.


 FUENTES:

Eduardo Pardo de Guevara y Valdés. 

Real Academia de la Historia.

Bibl.: J. Villaamil y Castro, “El mariscal Pardo de Cela”, en Galicia Histórica, 1 (1901), págs. 83-98 y 147-163; E. Lence- Santar y Guitián, El mariscal Pardo de Cela y la Santa Hermandad, Mondoñedo, Tipografía del Centro de Acción Social Católica, 1930; F. Mayán Fernández, El mariscal Pedro Pardo de Cela a la luz de la nueva documentación histórica, Viveiro, Gráficas A. Santiago, 1962; J. M. Pardo Gayoso, El mariscal Pardo de Cela, último fruto heróico del otoño medieval gallego, La Carolina, Gráficas Impaca-Bibas, 1967; E. Pardo de Guevara y Valdés, El mariscal Pardo de Cela y la Galicia de fines del siglo xv, Lugo, Alvarellos, 1981; Los Señores de Galilcia. Tenientes y condes de Lemos en la Edad Media, La Coruña, Fundación Pedro Barrié de la Maza, 2000; “El mariscal Pardo de Cela. Una injusticia ejemplar”, en Torre de los Lujanes, 55 (2005), págs. 83-108.

 

✠ 1493.- Nace en Zurich (Suiza), Philippus Aureolus Bombast von Hohenheim, que será médico, astrónomo y alquimista suizo, conocido como "Paracelso". (Hace 528 años).
Su relación con la alquimia, con el saber hermético, con la astronomía, con la búsqueda de la Piedra Filosofal, etc. le hará ganar fama y envidia entre sus colegas. Ejercerá la cirugía tratando de dignificarla, al luchar contra la costumbre extendida de que la cirugía es una actividad marginal  (Hace 528 años).relegada a los barberos y que, por tanto, no deben ejercerla los médicos.

✠ IMAGEN XVI.- “Paracelso”.




Médico y alquimista suizo. Hijo de un doctor, durante su adolescencia viajó por Europa y atendió a las universidades de Basilea, Tubinga y Heidelberg, entre otras; sin embargo, siempre mantuvo grandes distancias con la enseñanza reglada de la época y cuestionó la autoridad de los textos clásicos a favor de una aproximación más «experimental» que atendiera el saber popular. 

Famoso por sus supuestas curas milagrosas, en 1526 se estableció en Basilea, donde su prestigio atrajo innumerables estudiantes de todo el continente. En sus clases, Paracelso exhortó a su audiencia a ignorar la herencia de Galeno y Avicena y a centrar los tratamientos médicos en la acción libre de los procesos naturales. En 1536 publicó su "Gran libro de cirugía", que le procuró una todavía mayor notoriedad. Entre sus notables aportaciones a la medicina de la época cabe citar la primera descripción clínica de la sífilis, y, gracias a sus extensos conocimientos de química empírica, la introducción de nuevos tratamientos basados en sustancias minerales como el plomo o el mercurio. 

Su padre, también médico, ejerció en la abadía de Einsiedeln y en varias regiones mineras, como la de Villach (Carintia, Austria), que sirvieron a Paracelso como escuela de iniciación en el conocimiento de la química de los metales y del arte de trabajarlos. Después de ser enviado por su familia a la Universidad de Basilea (Suiza), en 1506, prosiguió sus estudios químicos y médicos en varias universidades de Alemania, Francia e Italia, entre ellas, Viena y Ferrara. Seguidamente, decidió conocer nuevos países y viajó por España, Inglaterra, Egipto y Turquía. 

Tras una ausencia de diez años de tierras de lengua alemana, y protegido por su compatriota Juan Ecolampadio, Paracelso ganó una cátedra en la Facultad de Medicina de Basilea en 1526, y se estableció en esta ciudad. Inició sus cursos combatiendo la medicina clásica representada por los venerados Galeno, Avicena, Averroes o Al-Razi, como símbolo de lo cual, y de que su enseñanza iba a diferenciarse de la hasta entonces reconocida, quemó públicamente libros de todos ellos. En cambio, no se sabe si salvó o no de la quema a Hipócrates, pues poco tiempo después publicó unos comentarios a los Aforismos del tenido por padre de la medicina en los que, no obstante, se ponen de manifiesto las discrepancias entre la forma de entender la medicina de Paracelso y la medicina hipocrática.

Paracelso decidió además dar sus clases en lengua vulgar, en este caso, en alemán, con el fin de que sus lecciones fueran comprendidas por el mayor número posible de oyentes. En 1528, en vista de los frecuentes enfrentamientos que tenía con sus colegas médicos y con farmacéuticos, y de una atmósfera crecientemente adversa, Paracelso decidió abandonar Basilea y se retiró a Esslingen, en las cercanías de Stuttgart (Alemania). Inmerso de nuevo en una vida de médico nómada, ejerció en Alsacia, Baviera, Suiza, Moravia, el Tirol, Carintia y otros puntos de Austria. Se tiene constancia de que residió y trabajó, de forma estable, en San Gall (Suiza), entre 1531 y 1533, en Villach entre 1538 y 1539, y en Salzburgo entre 1540 y 1541.

Durante toda esta época la labor de Paracelso estuvo rodeada, por un lado, del prestigio que sus éxitos en la práctica médica y su elocuencia le proporcionaron, y por otro, de la mala fama a la que daban alas tanto sus enemigos médicos y farmacéuticos como su defensa de las teorías mágicas, astronómicas y de alquimia. Aparte del oscurantismo de uno u otro signo, las doctrinas médicas de Paracelso, concretamente en el campo de la terapéutica, son especialmente importantes en dos aspectos: inició el camino del moderno uso de los específicos, pues, defensor de la teoría de que cada enfermedad debía tener su remedio, luchó contra la idea de que existiera un remedio para curar todas las enfermedades, esto es, la panacea universal buscada por los alquimistas; por otra parte, fue el primero en considerar y defender que ciertos venenos, administrados en pequeñas dosis, podían funcionar óptimamente como medicamentos.

A ello se debe sumar, también en terapéutica, su afán por desterrar del uso médico los polifármacos y por simplificar las elaboraciones más complicadas de otros medicamentos, así como su esfuerzo por divulgar preparados nuevos (descubiertos por él mismo gracias a sus experimentos), a base de antimonio, hierro, azufre, mercurio o sales, o a base de vegetales. Hay que contar en cambio entre sus faltas la poca importancia que concedía a la cirugía y su desprecio por el conocimiento de la anatomía humana, a su modo de ver innecesaria para la práctica de la medicina.

Paracelso consideraba que existían cinco posibles causas de enfermedad: la acción de los astros, la acción tóxica de los alimentos, la herencia y la constitución, ciertos factores anímicos y la voluntad divina. Así mismo, sostenía que el hombre (”microcosmo”), se inscribía en una entidad mayor (el universo o “macrocosmo”), cuyos elementos constitutivos (azufre, mercurio y sal), estaban ordenados dinámicamente por un principio vital denominado arqueus.

Juzgaba Paracelso que la medicina era la ciencia fundamental, por la completa unión que se da en ella del conocimiento de la Naturaleza y del arte de manipularla, y porque su estudio podía alumbrar la correspondencia entre el mundo exterior (”macrocosmo”), y el mundo interior (”microcosmo”). Creía, por otra parte, en relación con el progreso en tal disciplina, que el único modo de avanzar era la experimentación, siempre apoyada en una teoría, pues sin el experimento y la práctica no se conoce la realidad, pero sin la especulación y la teoría el conocimiento no es sino un conjunto de reglas estériles. Para Paracelso, sin embargo, la práctica de la especulación no era contraria a la revelación, pues las consideraba dos modos de conocimiento coincidentes.

Representante característico del Renacimiento en su mezcla de un naturalismo panteísta y de la mística especulativa, Teofrasto Paracelso entendía que el verdadero médico es también el verdadero filósofo, el verdadero astrónomo y el verdadero teólogo. Hay que ligar al concepto paracelsiano de la medicina y a su concepción del hombre (entendido como resultado de la coincidencia de una realidad terrestre, una astral y una divina), su visión de la finalidad de la ciencia fundamental: la de conocer el funcionamiento del alma para dominarla y ampararla de elementos extraños que puedan causarle algún daño.

Entre sus numerosas obras, algunas de ellas sobre enfermedades concretas (la sífilis), o profesionales (de los mineros), destacan las que describen su sistema humano y cosmológico: el "Liber Paragranum" (1530, impreso en 1565), y la "Opus Paramirum" (1532, impresa en 1591). Fueron, sobre todo, las teorías biológicas y alquímicas de Paracelso las que contaron con mayor número de seguidores inmediatos. Tras la muerte del médico, sus partidarios fueron aumentando esencialmente en Alemania y Francia, pero también en la España de los siglos XVI y XVII, e incluso XVIII, a pesar de la fuerza de sus detractores.

FUENTES:

Biografías y Vidas.


✠ 1531.-  En Roma, el papa Clemente VII, a petición del rey João III, autoriza el establecimiento de la inquisición en Portugal. (Hace 490 años).

✠ IMAGEN XVII.- “Joao III de Portugal”.




La Inquisición Portuguesa fue un sistema formal de tribunales, denunciantes y calabozos, que actuó en Portugal y las colonias de ultramar del Imperio Portugués, entre 1536 y 1821, con el fin de perseguir a los no católicos, castigar la disidencia religiosa interna católica y, en general, erradicar las prácticas y opiniones condenadas por la Iglesia Católica, mediante la coacción y censura. Institucionalmente fue análoga a la Inquisición Española, y al igual que ésta tuvo un estatuto especial, que le permitía actuar con casi completa independencia respecto de la Curia Romana y las autoridades civiles locales, contando con las máximas armas y atribuciones otorgadas por la monarquía portuguesa. En los autos de fe realizados entre 1536 y 1794, la Inquisición Portuguesa ejecutó alrededor de 1.183 personas, ejecutó in effigie (destrucción de una representación o retrato, por muerte previa o evasión del condenado, y posterior confiscación de sus bienes) a 663 personas y aplicó diversos castigos a otras 29.611 personas. 

✠ IMAGEN XVIII.- “Papa Clemente VII”.





Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠ Estudios y Análisis Históricos.

✠ El secreto de la símbolos Templarios.

Si hay una orden monástico-militar conocida esa es, sin dudas, la Orden del Temple, de los Caballeros Templarios, más correctamente: La Orden de los Pobres Compañeros de Cristo y del Templo de Salomón, (Pauperes Commilitones Christi Templique Salomonici). 

Dentro de su hitos encontramos hechos que quedaron grabados para siempre en la Historia, su auge y caída propiciada por el propio rey de Francia. Pero los caballeros templarios también dejaron una amplia simbología, tan llamativa como misteriosa y especial, desde la cruz patada hasta las iglesias que construyeron.

✠ Simbología templaria.

✠ Planta de sus iglesias: Solían ser circulares, formadas por un octógono que es la representación del cuadrado, el símbolo de la Tierra, y el circulo, símbolo del cielo. Los ocho lados, el octógono, también es la fusión de dos cuadrados que sería la representación de los cuatro estados físicos entendidos en la época: frío, humedad, calor, sequía; pero también los cuatro elementos: agua, aire, fuego y tierra. Ejemplo de iglesias así tenemos muchas en todos los territorios dominados por los templarios, en España destacan, entre otras, Santa María de Eunate en Navarra, la Veracruz en Segovia, etc. .

✠ IMAGEN I.- Iglesia de Santa María de Eunate.(Navarra).




✠ IMAGEN II.- Iglesia de la Veracruz en Segovia.




✠ La Cruz Templaria: es llamada “cruz patada” o “Cruz de las Ocho Beatitudes”; la cruz invita, en su geometría, a la “meditación”, pero también es la clave maestra para la construcción y poder descifrar del alfabeto secreto de los Templarios.

Representa a los cuatro evangelistas, las cuatro estaciones, los cuatro elementos (tierra, aire, fuego y agua), y los cuatro puntos cardinales. Es también un símbolo solar e insignia de los Caballeros del Temple.

Deriva de la Cruz Celta y del Crismón de 8 radios y la recibieron del Papa Eugenio III.

Esta cruz la utilizaron los templarios como clave para la construcción y desciframiento de un alfabeto secreto. Esta clave estaba montada, a su vez, sobre otra clave de origen Hebraico, que dio nacimiento a un alfabeto secreto utilizado por los Cabalistas. Además la cruz servía como símbolo base para el trazado octogonal de las capillas templarias. 

✠ IMAGEN III.- Cruz de las Ocho Beatitudes.




La “Cruz de las Ocho Beatitudes o de las bienaventuranzas” tiene un significado muy completo en sus beatitudes:

1ª Beatitud: Poseer el contento espiritual.
2ª Beatitud: Vivir sin malicia.
3ª Beatitud: Llorar los pecados.
4ª Beatitud: Humillarse al ser ultrajados.
5ª Beatitud: Amar la justicia.
6ª Beatitud: Ser misericordiosos.
7ª Beatitud: Ser sinceros y limpios de corazón.
8ª Beatitud: Sufrir con paciencia las persecuciones.


✠ Los números para los Templarios

✠ El “7” es el número del Conocimiento; el septenario resume la totalidad de la vida moral, añadiendo tres virtudes teologales que son Fe, Esperanza y Caridad ; y cuatro cardinales: Prudencia, Justicia, Fortaleza y Templanza. El principio del hombre y del Universo. También el “7” está presente en la alquimia cuando vemos los "7" peldaños que deben subirse para alcanzar un nivel superior, donde estaba la piedra filosofal.

En la religión islámica, los peregrinos que van a la Meca, deben dar "7" vueltas a la Caaba, así como"7" recorridos por las montañas míticas de Cafá y Marnia.

Avicena describe a los "7" Arcángeles, Príncipes de los "7" ciclos, que son los "7" veladores de Enoch…

✠ El “8” es el número del equilibrio cósmico, que simboliza el principio de la vida que no muere jamás. Es la resurrección, la inteligencia práctica y la comunicación. También es el símbolo de la justicia y la regeneración, así como el número de las aguas bautismales, por eso no es casual que las pilas del bautismo tuvieran forma octogonal, así como los cimborrios de las iglesias románicas. El “8” también está relacionado con las dos serpientes, equilibrio de las fuerzas antagónicas, que se entrelazan en el Caduceo. La vara de Esculapio, dios griego de la medicina. Es a su vez el símbolo del infinito.

En el nuevo Testamento, tiene especial importancia en la exégesis, porque está relacionado con el 8º día de la creación, concebido como el comienzo de una nueva Era, por lo que se concibe como la Resurrección de Cristo y también la del hombre, transfigurado por la Gracia y que anuncia la beatitud del futuro. “8” son también los ángeles portadores del Trono Celestial.

✠ IMAGEN IV.- Símbolo del infinito.  


 


✠ IMAGEN V.- Caduceo.  




✠ El “9” Es la síntesis final y vuelta al principio de la Creación. Es el número alquímico por excelencia. Observemos que el “9” es una espiral que nos comunicaría con los infiernos, así como el “6” es la misma espiral que conectaría con los Cielos. Es el número de la iniciación y de la cristalización de los objetivos.

Es la imagen de los tres mundos, formados por tres triángulos: El Cielo, la Tierra y los Infiernos. Es el número de los Ángeles pero también de los círculos infernales. En la numerología esotérica, es la cifra relacionada con la Oca, el ave de los Arcanos, vinculada al Camino de Compostela.

El “9” invade toda la cosmología templaria:

9 Caballeros fundadores del Temple.

72 artículos componían su Regla: 72  / 7+2=9.

La génesis de la Orden se prolongó durante 9 años, de 1118 a 1127.

9 fueron las provincias que los Templarios establecieron en Occidente.

9000 fueron sus Encomiendas.

117 cargos condenaron a la Orden, 1+1+7=9.


✠ El “10” Es el resultado de los 4 primeros números, 1+2+3+4= 10, que señalan las cuatro etapas de la Creación. El 10 es el atributo del señor del Agua, Faro y el número de los Mandamientos de Dios. El 10 es un número perfecto que da el conocimiento de uno mismo y el cosmos.

Las 10 Emanaciones Divinas de La Cábala (los sephirot) se concibe también como árbol , cuyo desarrollo es inverso, eleva sus raíces en el Cielo y proyecta la copa a la tierra, con lo cual llegamos a una estrecha relación con los 10 Nombres Secretos de Dios:

  • Eheie.
  • Yah.
  • El.
  • Elohim.
  • Eloi.
  • Mibor.
  • Eloah.
  • Sabaoth.
  • Elohim Sabaoth.
  • Shaday.
  • Adonay.


✠ El “12” Es un número muy vinculado al Universo en su complejidad interna, Proviene de la multiplicación de 4 con el 3. Creación más tiempo sagrado, es decir, Trinidad. Es el Universo acabado.

Caracteriza también al año y al zodiaco, y nos lleva, en el simbolismo cristiano a la Jerusalén Celeste del Apocalipsis: La ciudad de las 12 puertas marcadas cada una con el nombre de las 12 tribus de Israel, cuyo recinto amurallado se alzaba sobre doce bases con los nombres de los 12 Apóstoles.

En el árbol de la vida hay 12 frutos y 12 estrellas sobre la mujer del Apocalipsis.

El 12 representa la Iglesia Triunfante , el término de las 12 fases militante y sufriente. En la mitología Artúrica, en la tabla redonda hay 12 caballeros y, en la templaria, el 12 entronca con los antiguos mitos: Vemos soles con 12 radios, el árbol con 12 frutos, los 12 signos del zodiaco, etc.

–Alfabeto templario: tenía 25 signos y podría jugar un papel vital en mantener ocultos sus mensajes, elemento clave en ello jugaba la cruz y los brazos de la cruz ochava. Tenemos el conocido como “cuadrado mágico”: SARTOR-AREPO-TENET-OPERA-ROTAS, que encontramos en Pompeya, en la Biblia latina del S.VII, en los manuscritos griegos del s.XII, en monedas de Austria del s.XIV, en Santiago de Compostela o en construcciones templarias, su significado es un misterio. Curiosamente, se lea como se lea, siempre tendremos un palindromo.

–Indumentaria templaria y sus símbolos: su indumentaria pasaría entonces a ser temida y respetada. Era característico su manto blanco, que simbolizaba la inocencia y la pureza y sobre él, destacando, una cruz paté roja que simbolizaba su promesa y su martirio. Los grados inferiores lucían manto negro y cruz patada roja, el manto negro significaba la entrega, fuerza, valor, obediencia y sacrificio. El propio San Bernardo de Claraval apoyó fervientemente los ideales de la orden ante noblezas europeas y ensalzó los valores e ideales de la orden.

–Baphomet: representaba la cabeza de una persona, un ser barbado, denotaba el paso del tiempo y de las inclemencias que debió pasar. No parecía un original pero si una copia de un modelo o imagen. Le llamaban Bafomet o Baphomet y era la imagen a la que los caballeros templarios rendían culto y veneración. Esa misma cabeza idolatrada fue la que sirvió de excusa a Felipe IV de Francia, “el Hermoso”, ante el papa Clemente V, para su acusación de herejía.

Para el rey era la excusa perfecta de presentar a la Orden templaria como una organización de herejes que rendía culto al demonio y los bienes materiales…

✠ ✠ ✠ nnDnn ✠ ✠ ✠



FUENTES::

Misterios y Enigmas / Cádiz Directo.

Josep Blanch.

Orden del Temple.




Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠ Estudios y Análisis Históricos.

✠ Efemérides históricas.


Tal día como hoy, 16 de Diciembre, pero del año…


✠ 653.- En Toledo (España), se inicia el VIII Concilio de Toledo. (Hace 1368 años).


"Eruigio regi... cuius clementissimo iussu in unum coetum aggregandi convenimus ... " 

Fue el primer concilio dirigido por un rey, Recesvinto, dando cada vez más pie al unión de la Iglesia con la monarquía, y estableciendo que las leyes dictadas en este contexto «religioso», tendrían carácter estatal y real. Entre las medidas que más destacaron fue que las propiedades expropiadas en los últimos años pasarían a formar parte de la corona, y que los obispos tuvieran la posibilidad de perdonar a traidores. 

✠ IMAGEN I.- Recesvinto en el Codex Vigilanus.




Concilio celebrado en Toledo, en la Iglesia de los Santos Apóstoles con asistencia del propio rey y de cincuenta y dos obispos más los representantes de otros diez, además de diez abades, el arcipreste y el primicerio de la Catedral, (y por primera vez asistieron con voz y voto y firmaron las actas personalidades seculares , concretamente dieciséis condes palatinos). Entre los asistentes figuraba el Obispo de Calahorra, Gavinio, que ya había asistido al IV Concilio. 

Revistió notable importancia, tanto por los temas que abordó como por la numerosa asistencia. Se legisló para restaurar el procedimiento sucesorio electivo, ordenando que el rey fuera designado con asentimiento de los obispos y magnates palatinos, en la ciudad regia o en el lugar mismo donde hubiera muerto el monarca anterior.

✠ IMAGEN II.- VIII Concilio de Toledo.




✠ 755.- En China, el general An Lushan inicia la Rebelión An-Shi en contra de la Dinastía Tang. El conflicto será uno de los más destructivos de la historia china, la primera gran guerra. (Hace 1266 años).

Durante toda la historia han tenido lugar cruentas guerras cuyo número de víctimas se cuenta por millones. A la mente pueden venir esas guerras antiguas llevadas a cabo por el imperio romano en su afán expansionista, las invasiones bárbaras o las devastadoras conquistas de Gengis Khan y los mongoles.

Pero más allá de estas populares guerras que tuvieron lugar o influyeron notablemente en Europa, hubo muchas grandes guerras que para occidente son completas desconocidas. Los ejemplos son múltiples, sobre todo en China, donde la guerra entre las dinastías Ming y Qing produjo 25 millones de víctimas en el siglo XVII, o la Rebelión de Taiping costó la vida a más de 20 millones de personas. Pero su una tuviera que ser la primera gran guerra, esa fue la Rebelión de An Lushan en el siglo VIII.

✠ IMAGEN III.- Rebelión de An Lushan.




Las guerras en China fueron algo común desde la antigüedad. Las continuas disputas entre los distintos reinos y dinastías por la hegemonía causaron cruentos enfrentamientos. Para entender la magnitud de estas batallas hay que tener en cuenta que, pese a que la estimación mundial se estime de entre 200 y 250 millones de habitantes al comienzo de nuestra era, tan sólo en lo que se corresponde a la actual China vivían 60 millones de personas.

La dinastía Tang llegó al poder por segunda vez en el año 705, después de la muerte de la emperatriz Wu Zetian. A lo largo del siglo VII, durante el primer periodo de la dinastía, China tuvo uno de sus momentos de mayor esplendor económico, pero el segundo periodo predominó la inestabilidad social y económica que llevaron al declive a la dinastía.

La situación insostenible, unida a la inestabilidad y las revueltas a las que se enfrentaron durante la primera mitad del siglo VIII las dinastías circundantes, firmaron el detonante para que en el año 755 el general An Lushan comenzara la revolución.

Lo que podría haber sido una victoria rápida con el apoyo del pueblo, se tornó en un tortuoso enfrentamiento. Los rebeldes consiguieron dominar el noroeste de China en tan sólo un año, tras convencer a un gran número de oficiales y suprimir a todos los opositores. Los problemas comenzaron cuando intentaron viajar al este para intentar tomar Chang’an (actual Xi’an), la capital de imperio.

✠ IMAGEN IV.- Imperio de la dinastía Tang, (618-907).


 .


Los rebeldes, pese a su gran poder, no encontraron el apoyo necesario para un progreso continuo, e incluso encontraron revueltas internas. El primer gran varapalo de los rebeldes tuvo lugar cuando An Qingshu, el hijo de An Lushan, mató a su propio padre. Este hecho, que pudiera haber finalizado el alzamiento, tan sólo los hicieron más cruentos. Shi Siming vengó la muerte de An Lushan y continuó con el avance hacia la capital, tomándola en 756.

Al comiendo de 757 la lucha entre los rebeldes y la dinastía Tang se estancó a causa de la igualdad de fuerzas. Esto provocó que los enfrentamientos se alargasen durante 6 duros años en los que no hubo ninguna tregua y descanso. Finalmente, los problemas internos en la zona rebelde hicieron que la dinastía Tang, con ayuda de sus aliados del sur, suprimiera revuelta en el año 763.

En los 8 años que duró la revuelta, el censo de China descendió en 36 millones de personas. Por supuesto, no todos morirían en el campo de batalla, pero los enfrentamientos y la consecuente hambruna y opresión convirtieron la revuelta de An Lushan en la guerra más sanguinaria de la historia de la humanidad durante 1.200 años, siendo superada por la Segunda Guerra Mundial. Aún así, si tenemos en cuenta los porcentajes de población, la Segunda Guerra Mundial tomó la vida de un 2% de la población mundial, mientras que la revuelta de An Lushan supuso la vida de un 15% de la población mundial.

Consecuencias:

Aunque Tang finalmente derrotó a la Rebelión de An Lushan, el esfuerzo dejó al imperio más débil que nunca. Más tarde, en 763, el Imperio Tibetano retomó sus posesiones de Asia Central de Tang e incluso capturó la capital Tang de Chang'an. Los Tang se habían visto obligados a pedir prestado no solo tropas, sino también dinero a los uigures; para pagar esas deudas, los chinos renunciaron al control de la cuenca del Tarim .

Internamente, los emperadores Tang perdieron un poder político significativo ante los señores de la guerra en toda la periferia de sus tierras. Este problema afectaría a los Tang hasta su disolución en 907, lo que marcó el descenso de China al caótico Período de las Cinco Dinastías y los Diez Reinos.

FUENTES:

Recuerdos de Pandora.

Greelane.



✠ 1431.-  En el marco de la Guerra de los Cien años; Enrique VI de Inglaterra es coronado como Rey de Francia en Notre-Dame.

Enrique VI de Inglaterra, (Windsor, 1421 - Londres, 1471). Rey de Inglaterra (1422-1461), hijo de Enrique V y de Catalina de Francia. Un consejo privado, dependiente del Parlamento, gobernó el país hasta su mayoría de edad (1442). Fue también rey de Francia, pero después de la intervención de Juana de Arco, Inglaterra perdió todas las posesiones francesas, excepto Calais. Durante los años que precedieron la mayoría de edad de Enrique VI, las grandes familias se enfrentaron entre sí para conquistar el poder, y en 1455 estalló la llamada guerra de las Dos Rosas. Perseguido en el noroeste del país, donde se había refugiado, Enrique VI fue destronado. Restaurado por Warwick en 1470, fue vencido poco después y recluido en la Torre de Londres, donde murió asesinado.

✠ IMAGEN V.- Enrique VI de Inglaterra.




✠ IMAGEN VI.- Juana de Arco.




Enrique VI de Inglaterra fue el último rey de la casa de Lancaster. Durante su minoría de edad, el regente Bedford logró controlar en el interior los movimientos nobiliarios y mantener en Francia las conquistas del anterior reinado. gracias a la alianza con Felipe de Borgoña, con una de cuyas hijas se había casado Bedford.

Pero en 1429 el desastre de Orleans marcó el inicio del ocaso inglés en la guerra de los Cien Años. Carlos VII pudo coronarse rey de Francia en Reims (1431) y, aunque Enrique VI hizo lo propio en París pocos meses después, los progresos franceses fueron incesantes. Muerto Bedford (1435), Borgoña se reconcilió con el monarca galo y París cayó en manos francesas. Normandía fue invadida y pronto sólo quedó la plaza de Calais en manos inglesas (1435).

✠ IMAGEN VII.- Carlos VII de Francia.




Los desastres bélicos agudizaron el descontento y la anarquía en Inglaterra. Las facciones nobiliarias, acaudilladas por los duques de York y Gloucester, exigían reformas, pero tenían la esperanza de un cambio de dinastía a la muerte de Enrique VI, que hasta entonces no tenía descendencia.

El nacimiento de un heredero y el pasajero ataque de locura que sufrió el rey indujeron al de York a tomar la iniciativa. La batalla de Saint Albans (1455), inició la guerra de las Dos Rosas entre los partidarios de los Lancaster y de los York. El pretendiente yorkista, Eduardo, se hizo coronar rey como Eduardo IV de Inglaterra (1461), y derrotó a las tropas de Enrique VI en Towton. El destronado rey fue encarcelado (1465). Aún en 1470 los partidarios de los Lancaster lograron restituir efímeramente a Enrique VI en su trono, pero la derrota de Banet hundió definitivamente las esperanzas de los lancasteristas; Enrique VI fue encarcelado de nuevo en la torre de Londres, donde fue asesinado.

✠ IMAGEN VIII.- Eduardo IV de Inglaterra.




FUENTES:

Biografías y vidas.


✠ 1470.- En Cataluña (España), Juan de Calabria es nombrado Lugarteniente en sustitución del fallecido Juan de Lorena, su padre. (Hace 551 años).

La Capitulación de Pedralbes, firmada el 24 de octubre de 1472 puso fin a la guerra civil catalana ya que según los términos de la misma no solo se rendía Barcelona, tras el duro sitio al que había sido sometida por el ejército del rey Juan II de Aragón, sino todo el Principado de Cataluña, que se había rebelado contra su soberano en 1462. El tratado era un acuerdo entre el rey y sus súbditos por lo que adoptó la forma de capitulación y cada cláusula acababa con la expresión «Plau al senyor rei» (‘Place al señor rey’).

 La forma tan generosa como trató Juan II a las poblaciones que iban cayendo en su poder desde finales de 1471 ―«perdón general de los crímenes cometidos, incluso los de lesa majestad; confirmación de los privilegios anteriores a la guerra; promesa de restituir los bienes; exención de pago de censos y tributos por un tiempo prudencial con el fin de rehacerse de las penalidades sufridas; libertad de prisioneros y rehenes»― animó a otras localidades hasta entonces fieles a las instituciones catalanas, «rebeldes» a rendirse al bando realista ―«esta prudente política hizo más por la causa del rey que cuatro ejércitos bien adiestrados», comenta Vicens Vives―. Así fueron entregándose Sarriá (24 de abril), Badalona (11 de mayo), Vich (14 de junio), Manresa (17 de junio), La Roca del Vallés, Santa Margarita de Montbuy y Canovelles (24 de junio), entre otras. Sin embargo Barcelona, sitiada por mar y por tierra, continuó resistiendo, a pesar de las duras condiciones económicas en que vivían sus habitantes y de las crecientes disputas internas, a la espera de la hipotética ayuda desde Provenza de Renato de Anjou, proclamado soberano del Principado de Cataluña en 1466 por las instituciones catalanas rebeldes a Juan II y que había nombrado como su lugarteniente a Juan de Calabria, hijo natural de Juan de Anjou, muerto en 1470, o del rey Luis XI de Francia.

✠ IMAGEN IX.- Juan II de Aragón.




✠ IMAGEN X.- Renato de Anjou.




✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠


Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠ Estudios y Análisis Históricos.

✠ Enigmas históricos.

✠ La Orden del Temple y su relación con María Magdalena. (María de Magdala).

María Magdalena fue una apóstol cristiana importante para la Orden del Temple. El sur de Francia es clave en esta conexión.

Según varias investigaciones, los Templarios habrían conocido una historia oculta cristiana: María Magdalena habría llegado a Provenza, en el sur de Francia, para escapar de la persecución en Jerusalén. Ellos también, en sus conocidas excavaciones en los túneles que realizaron, durante 9 años, bajo el Templo de Salomón, habrían descubierto unos pergaminos de los Esenios. En ellos habrían podido comprobar la magnitud de la figura de María Magdalena como una sacerdotisa gnóstica-cristiana del siglo I y el Apóstol más “amado” por Jesucristo. María Magdalena fue venerada como una Apóstol gnóstica y fue canonizada como una Santa católica, (y en otras iglesias como la luterana). En el siglo XI d. C., se desarrolló un llamado «Culto de María Magdalena», cuyo centro fue la región de Provenza, en el sur de Francia.

✠ IMAGEN I.- Caballeros templarios (Public domain).


 

En la Época medieval, hubo una tradición católica que decía que María Magdalena había escapado de la persecución que sufrieron los cristianos en Jerusalén durante el siglo I d. C. Magdalena habría cruzado el mar Mediterráneo y encontrado refugio cerca de Arlés, en Provenza, Francia, una localidad que desde entonces fue conocida como Saintes Maries de la Mer («Santas Marías del mar»). Esta región sureña de Francia fue un bastión clave de los Caballeros Templarios desde la creación de la Orden del Temple en 1118 d. C. El Culto de María Magdalena del siglo XI estuvo muy conectado a la Orden del Temple del siglo XII, formando parte de su herencia hasta en la Época moderna, con los descendientes.

El libro de investigación de Frank Silva, "La primera nación templaria" (The First Templar Nation), habla de la búsqueda de artefactos importantes en el Monte del Templo de Jerusalén, por parte de los monjes-soldados. Ellos habrían descubierto unos pergaminos secretos de los Esenios, una secta judía. Los caballeros regresaron a Europa para descifrar estos documentos.

Estos pergaminos habrían guiado a los templarios hacia la revelación de María Magdalena como una importante discípula gnóstica de Jesús.
La Orden del Temple le daba un gran significado al número siete, asociado a la purificación. Esto está conectado con la espiritualidad de los esenios, quienes realizaban rituales de purificación con el uso simbólico de siete centros de energía (serían los mismos siete chakras). Esta purificación de los siete chakras se puede detectar en evangelios apócrifos cristianos como el Evangelio de Tomás. Los esenios realizaban esta purificación para nombrar a un Sumo sacerdote o sacerdotisa. En el Nuevo Testamento hay referencias a siete demonios exorcizados de María Magdalena por Jesús. Esto puede interpretarse como una limpieza de energía negativa por parte de Jesús, para nombrar a Magdalena como una sacerdotisa cristiana.

✠ IMAGEN II.- Jesús y María Magdalena.



Los esenios y gnósticos también hablan de una figura femenina en la sabiduría de Dios, un aspecto femenino inherente en Dios. Esto también es mencionado en el Antiguo Testamento.

Otro punto interesante está en las catedrales góticas: su diseño lo habría desarrollado la Orden del Temple. Ellos habrían financiado o construido muchas catedrales dedicadas a Nuestra Señora (Notre Dame). Se pensaría que la Señora sería la Virgen María, pero todo indicaría que serían dedicadas a María Magdalena, una evidencia de esto sería la importancia del día 22 de julio para conmemorar aventuras de los monjes-soldados. El 22 de julio es el mismo día de festividad de Magdalena.

Un ejemplo emblemático es la iglesia de Santa Maria do Olival, fundada por ellos en Tomar, Portugal. Tomar es muy similar a Tamar, el nombre de ¡una legendaria hija de Jesús y María Magdalena! Tamar sería la misma Sara. Otro ejemplo está en la comuna de Saint-Jean-Cap-Ferrat, donde una estatua de una virgen negra ha sido asociada a los templarios y a Magdalena.

✠ IMAGEN III.- Iglesia de Santa Maria do Olival, en Tomar, Portugal.




El caso está muy bien evidenciado en varias investigaciones. La leyenda de la descendencia de Jesús y María Magdalena es muy controversial, pero hay muchos indicadores de que la Orden del Temple sabía de María Magdalena como una Apóstol cristiana fundamental y la más "amada" por Jesús...

Algunos investigadores mantienen que la idea de la protección de los peregrinos era el disfraz bajo el que los Templarios llevaban a cabo su misión. Su verdadero objetivo en Tierra Santa era rescatar los documentos enterrados debajo de las ruinas del templo. Para poder rescatarlos, el Priorato de Sión creó un brazo armado, un grupo de nueve caballeros llamado la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo y del templo de Salomón. Más conocidos como los Caballeros Templarios. Nadie lo sabe a ciencia cierta, pero en lo que todos los estudiosos coinciden es en que sí encontraron algo enterrado en las ruinas... algo que les hizo ricos y poderosos más allá de lo imaginable. Los Caballeros Templarios informaron al rey de Jerusalén, que necesitaban de algún lugar donde guarecerse y le pidieron permiso para instalarse en los establos que había bajo las ruinas del templo de Salomón. El rey Balduino lo concedió, y los caballeros ocuparon como residencia aquel devastado lugar de culto. 

El linaje de Cristo se perpetuó en secreto en Francia hasta que en el siglo V, dio un paso osado al emparentarse con sangre real francesa, iniciando un linaje conocido como la Casa Merovingia. Los merovingios fundaron a París. Esa es una de las razones por las que la leyenda del Grial es tan importante en Francia. Muchas de las misiones vaticanas para encontrar el Santo Grial, eran en realidad búsquedas encubiertas para erradicar a los miembros de la familia real. El rey Dagoberto fue apuñalado en el ojo mientras dormía. Fue asesinado por Pipino de Heristal, que estaba confabulado con miembros extremistas de la Iglesia, a finales del siglo VII. Con el asesinato de Dagoberto la dinastía merovingia casi desaparece. Por suerte, su hijo, Sigeberto, logró escapar secretamente al ataque y perpetuó el linaje, que más tarde incluyó a Godofredo de Bouillon, fundador del Priorato de Sión. (Según afirma Pierre Plantard).

✠ IMAGEN IV.- Rey Dagoberto.




✠ IMAGEN V.- Godofredo de Bouillon.



Durante sus años en Jerusalén, el Priorato tuvo conocimiento de una serie de documentos enterrados debajo de las ruinas del templo de Herodes, construido a su vez sobre otras más antiguas, las del templo del rey Salomón. Según creían, esos documentos  eran de una naturaleza tan explosiva que la Iglesia no pararía hasta hacerse con ellos. El Priorato juró que, por más tiempo que les llevara, debían recuperar aquellos papeles y protegerlos para siempre, logrando así que la verdad no se perdiera. Supuestamente, durante siglos, el Santo Grial, cajas que contenían documentos antiguos y unos restos humanos, fue el mayor secreto del Priorato y de su paradero nunca se dejaba constancia escrita. 

Por motivos de seguridad, se transmitía oralmente a los nuevos senescales en una ceremonia clandestina. Sin embargo, en cierto momento del siglo pasado, empezaron a surgir rumores de que la política del Priorato había cambiado. Tal vez fuera a causa de las nuevas tecnologías, que permitían interceptar conversaciones, pero al parecer juraron no volver a pronunciar el nombre de aquel lugar sagrado. El moderno Priorato de Sión tiene una misión trascendental con una triple responsabilidad. La hermandad debe proteger los documentos del Sangreal, hacer lo mismo con la tumba de María Magdalena y, por supuesto, debe nutrir y proteger el linaje de Jesús, es decir a los pocos miembros de la dinastía merovingia que han sobrevivido hasta nuestra época. Además debe presentar ante el mundo los miles de documentos antiguos como pruebas científicas que demuestran la falsedad de algunos testimonios que aparecen en el Nuevo Testamento. Para poder transmitirse el secreto entró en juego la clave de bóveda. Cuando uno de los cuatro miembros más destacados moría, los otros tres escogían, de entre los escalafones inferiores, a un candidato para ascenderlo a senescal. En vez de decirle dónde se escondía el Grial, le planteaban unas pruebas mediante las que debía demostrar al superarlas o no, si era o no merecedor de tan alta dignidad.

Los Grandes Maestres del Priorato tenían también que haber sido prominentes figuras públicas con sensibilidad artística. Buena prueba de ello había quedado demostrado hacía unos años con el descubrimiento, en la Biblioteca Nacional de París, de unos papeles que pasaron a conocerse como "Los Dossiers Secrets". No había historiador especializado en los Templarios, ni apasionado del Santo Grial, que no los hubiera leído. Catalogados bajo el código 4° lm1 249, "los dossieres secretos" habían sido autenticados por especialistas, y confirmaban de manera incontrovertible lo que algunos historiadores llevaban mucho tiempo sospechando, que entre los Grandes Maestres del Priorato estaban algunos de los personajes más cultivados de la historia como Leonardo da Vinci, Botticelli, Isaac Newton, Víctor Hugo y, más recientemente, Jean Cocteau, el famoso y polifacético escritor parisino. La flor de lis, combinada con las iniciales P. S., es la divisa oficial, el escudo de armas, el emblema de esta hermandad. Se llaman a sí mismos Priorato de Sión. Tienen su sede en Francia y atraen a influyentes miembros de toda Europa. De hecho, son una de las sociedades secretas activas más antiguas del mundo. Leonardo da Vinci presidió el Priorato entre 1510 y 1519 en calidad de Gran Maestre de la hermandad.

Los Priores comparten como vínculo fraternal histórico, su fascinación por la iconografía de María Magdalena, a quién llaman la diosa, las deidades femeninas, el paganismo, y su desprecio por la Iglesia. La creencia en la divinidad femenina está muy bien documentada a lo largo de la historia del Priorato. Es más que un culto. Son conocidos por ser los guardianes de un antiguo secreto, que los hizo inmensamente poderosos.

Se creía que los documentos que buscaba el Priorato estaban enterrados en aquellas ruinas, bajo el Sancta sanctórum o cámara sagrada. Durante casi una década, los nueve Caballeros Templarios vivieron en aquellas ruinas, excavando en secreto entre los escombros. Al fin habían encontrado lo que estaban buscando. Sacaron el tesoro del templo y regresaron a Europa, donde su influencia pareció acrecentarse de la noche a la mañana. El papa Inocencio II dictó una insólita bula papal por la que se concedía a los Templarios un poder casi ilimitado y se los declaraba «una ley en sí mismos», un ejército autónomo, independiente de cualquier interferencia de reyes o clérigos, de cualquier forma de poder político o religioso, solo debían obediencia al Papa.

✠ IMAGEN VI.- Papa Inocencio II.



Con su recién adquirida carta blanca otorgada por el Vaticano, los Templarios se expandieron a una velocidad de vértigo, tanto en número como en peso político, acumulando la propiedad de vastas extensiones de tierra en más de doce países. Empezaron a conceder créditos a casas reales arruinadas y a cobrar intereses, estableciendo de ese modo el precedente de la banca moderna e incrementando aún más su riqueza y su influencia.

FUENTES:

Código Oculto.

Monografias.

NOTA de esta Preceptoría Templaria:

Muchos historiadores, absolutamente fiables, creen que estas teorías son falsas y conspiranóicas, sin ninguna base documental que las sostenga, nuestros propios estudios nos llevan a tener lagunas al respecto. Estudiamos una época de la que tenemos poca documentación, por ello, es muy difícil asegurar casi nada con absoluta certeza, lo hemos publicado ya que algunos historiadores, pocos, lo defienden a ultranza, que cada uno saque sus propias conclusiones…



✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠

Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠ Estudios y Análisis Históricos.

✠ Efemérides históricas.

Tal día como hoy, 15 de Diciembre, pero del año…

✠ 533.- Batalla de Tricamerón en África, en la localidad del mismo nombre ubicada 27 km al oeste de Cartago. Las tropas del Imperio romano de Oriente, bajo el mando del general Belisario, derrotan a las tropas del Reino vándalo de África, bajo el mando de su rey Gelimer. (Hace 1488 años).

En el verano de 533 el emperador bizantino Justiniano ordenó a su general Belisario llevar un ejército al norte de África para conquistar el reino vándalo.

✠ IMAGEN I.- Jinete vándalo (o tardorromano), mosaico procedente de la actual Túnez, British Museum.




«Sin embargo, si alguna vez dio la circunstancia de que sucediesen acontecimientos como éstos, yo no estoy en condiciones de asegurarlo: que el cuarto descendiente de Gensérico y su reino, que estaba en plenitud de riquezas y de fuerzas militares fuese completamente desmantelado en tan corto espacio de tiempo por obra de cinco mil hombres venidos del exterior y que no sabían dónde echar el ancla. Ese, efectivamente, era el número de los caballeros que acompañaban a Belisario, esos mismos que también llevaron a término toda la guerra contra los vándalos; porque tanto si esto sucedió por efecto del azar como por alguna clase de valor, cualquiera podría admirarse justificadamente por ello».

"Procopio IV.7.20-2"1

✠ IMAGEN II.- Batalla de Tricamerón.




Tras un largo viaje a través del Mediterráneo, en otoño de 533, Belisario atracó en Sicilia, donde tuvo noticia de que, lejos de esperar un ataque, Gelimer, rey de los vándalos, estaba en el sur del país, en la ciudad de Hermione, a cuatro días de marcha de la costa. También supo que Gelimer había enviado 5000 soldados y 120 navíos al mando de su hermano Tzazón para reprimir la revuelta en Cerdeña de un tal Godas. Animado por la noticia de que podía desembarcar en África de forma segura, Belisario ordenó a sus tropas que reembarcasen y levó anclas.

El ejército bizantino atracó en la costa norteafricana, cerca de la ciudad de Leptis Magna, unos tres meses desde su partida de Constantinopla. Aunque muchos estudiosos aceptan la escasa cifra que da Procopio, una lectura más atenta revela que Belisario mandaba una fuerza considerable. Su ejército consistía en 10 000 infantes y 5000 jinetes, tantos regulares como foederati. Incluía también a 400 hérulos comandados por Faras y 600 hunos al mando de Sinión y Balas. Acompañando a Belisario viajaba su guardia personal (bucellarii y comitatus), aunque no se nos da su cifra. Para transportar este ejército se contó con 500 barcos, tripulados por 30 000 marineros al mando de Calónimo de Alejandría, y 92 bajeles de guerra (dromones), tripulados por 2000 hombres de los que se esperaba que desembarcasen y luchasen en caso de necesidad. Este fue el ejército con el que Justiniano esperaba conquistar el África vándala.

Tras el desembarco, Belisario comenzó el avance hacia Cartago. Para la marcha colocó al frente a 300 bucellarii al mando de Juan el Armenio, su optio, con instrucciones de explorar el camino e informar de cualquier actividad enemiga. Deberían permanecer al menos 20 stades (3,6 km), por delante del grueso del ejército. Los 600 hunos bajo Sinión y Balas, debían guarecer el flanco izquierdo de manera similar, permaneciendo también al menos a 20 stades de la columna principal. Belisario se colocó en retaguardia con el resto de sus bucellarii y comitatus, por si se producía un ataque de Gelimer por la espalda, mientras el resto del ejército marchaba en el centro de la formación. Se ordenó a la flota que se mantuviese a la altura de las tropas mientras estas se desplazaban por el camino de la costa y no se dispuso protección en el flanco derecho, ya que era el que daba al mar y estaba, por tanto, protegido por los navíos.

Cuando Gelimer tuvo noticia de que Belisario había desembarcado, reaccionó con presteza. Ordenó a su hermano Ammatas, que había permanecido en Cartago, que reuniese tropas para detener a los bizantinos en el paso de Ad Decimum, donde el camino atravesaba una serie de empinadas colinas. Por su parte reunió a las tropas del sur y partió para encontrarse con su hermano.

Marchando a una velocidad de 80 stades (14,4 km) al día, el ejército bizantino avanzó hacia Cartago, ocupando las poblaciones de Leptis y Hadrumetum en su avance. Finalmente llegaron a Grase, a 350 stades (63 km) de Cartago, y donde el rey vándalo tenía un palacio. Belisario era consciente de que los vándalos estarían cerca, pero su fuerza y posición le eran desconocidas. Y mientras el ejército se preparaba para acampar en Grase, un destacamento de la retaguardia bizantina chocó con algunas tropas adelantadas de Gelimer. Tras una breve escaramuza ambas partes se retiraron a sus campamentos, pero Belisario ya supo que al menos había algunos vándalos en las proximidades, siguiéndole de cerca.

✠ IMAGEN III.- Belisario, general bizantino.




✠ IMAGEN IV.- Gelimer, rey de los vándalos.




✠ IMAGEN V.- Mosaico de Justiniano en la iglesia de San Vital en Rávena.




✠ IMAGEN VI.- Mapa de la conquista del reino vándalo por Belisario.




Al abandonar Grase, Belisario hubo de seguir la ruta que se alejaba de la costa, por lo que sus barcos no podían ya apoyar directamente al ejército. Ordenó a la flota que rodease el cabo Bon pero que se mantuviese a 200 stades (36 km), de Cartago, mientras que su ejército, en el cuarto día desde su desembarco, avanzó hacia Ad Decimum. Como mucho su fuerza ascendería a 18 000 hombres.

Decimum, donde el camino pasaba por un “estrecho pasaje”, estaba a 70 stades (12,6 km), de Cartago y allí es donde Gelimer planeaba emboscar a los bizantinos. Su plan era sencillo: Ammatus debía salir de Cartago y bloquear la salida norte del valle, posición desde la que podría atacar a la vanguardia de la columna bizantina cuando esta intentara salir. Esperaba que esto causara confusión y desorden, con los bizantinos confinados en un espacio estrecho, mientras él avanzaría desde el sur para atacar su retaguardia. Desorganizados y atacados desde dos direcciones, el ejército de Belisario sería destruido. El plan de Gelimer era sencillo y elegante, pero tenía un inconveniente: dependía de que ambos ataques coincidiesen en el tiempo, y no sería fácil coordinarlos.

No tenemos cifra de las tropas de Gelimer y Ammatus. El total del ejército vándalo debió de rondar los 15 000 hombres, debido a las pérdidas de anteriores guerras y a que 5000 de sus mejores hombres estaban con Tzazón en Cerdeña. Pero es poco probable que Gelimer pudiese reunirlo al completo, debido a la emergencia de la situación y al tiempo que llevaba completar la recluta, así que debió disponer de 10 000-12 000 hombres, con 3000-5000 hombres con Ammatus.

Según Procopio, había en las proximidades tres caminos que llevaban a Cartago, ninguno visible desde el otro debido a las colinas entre las que discurrían. La primera vía era la ruta costera que estaban recorriendo los bizantinos, y que pasaba por Ad Decimum antes de dirigirse hacia Cartago. El camino central llegaba desde el sur, y era el que Gelimer estaba empleando en su avance desde Hermione. Esta ruta se cruzaba con la costera un poco antes del paso de Decimum. Y el tercer camino, que parece inquietaba a Gelimer, estaba más al interior y rodeaba el valle, siguiendo una ruta distinta hacia Cartago. Si Ammatus seguía las instrucciones de su rey, la ciudad quedaría indefensa: incluso una pequeña fuerza bizantina podía avanzar sin oposición hasta Cartago siguiendo esta ruta, y era posible que los ciudadanos, cristianos ortodoxos –los vándalos eran arrianos–, abrieran las puertas a sus correligionarios. Gelimer cambió sus planes y mandó a su sobrino Gibamundo con 2000 hombres para asegurar la tercera ruta y Cartago.

Por el contrario, Belisario no quería una batalla y no tenía planes para combatirla. Todavía no tenía una idea clara del potencial del ejército vándalo o de su composición. Lo que necesitaba era información que pudiese emplear para planificar una batalla que, como muy pronto, daría al día siguiente.

La batalla de Ad Decimum.

Según las instrucciones de Gelimer, en la mañana del cuarto día desde la invasión, Ammatus ordenó a sus hombres que le siguieran hacia el paso, marchando él mismo en cabeza para explorar la zona y decidir el despliegue.

Mientras los vándalos se dirigían hacia Decimum, Belisario también se acercaba al valle. A unos 6 km de Decimum los bizantinos llegaron a una posición idónea para acampar y Belisario puso a la infantería a fortificarla. Con los bagajes en relativa seguridad, se dirigió con la caballería a su disposición en busca de los vándalos, con Uliaris, comandante de su guardia, al frente con 800 hombres. Juan el Armenio y sus 300 jinetes estaban bastante adelantados a la fuerza principal y, a una distancia similar, los hunos en el flanco izquierdo. Sin estar seguro sobre la posición enemiga, Belisario envió al resto de los foederati con Salomón para contactar con Juan e intentar localizar a los vándalos. El general bizantino no sabía todavía que tanto Juan en su vanguardia, como los hunos de Sinnion y Balas a su izquierda ya habían chocado con el enemigo: la batalla de Ad Decimum había comenzado.

Ad Decimum fase 1: la derrota de Gibamundo.

Los dos choques tuvieron lugar casi al mismo tiempo. Hacia el mediodía, el sobrino de Gelimer, Gibamundus, y sus 2000 hombres se toparon con los 600 hunos mientras marchaban por el tercer camino, cerca de Pedion Halon, a 40 stades (7,2 km), de Decimum. Aunque superaban en número a los hunos, los vándalos se detuvieron cuando un único huno, que cabalgaba por delante del resto, les enfrentó: Procopio argumenta que temían su reputación de feroces guerreros. Su inacción espoleó a los hunos, que atacaron de inmediato. Sin siquiera intentar resistir, Gibamundo fue muerto y sus hombres derrotados y destruidos.

✠ IMAGEN VII.- Mapa de la batalla de Ad Decimum. 




Ad Decimum fase 2: la derrota de Ammatus.

Al mismo tiempo, Ammatus había avanzado hacia Decimum con un puñado de tropas para inspeccionar el posible campo de batalla, mientras el resto de sus tropas le seguía en pequeños grupos de no más de 30 hombres, dispersos en una larga columna. Cuando cerca del mediodía alcanzó Decimum, Ammatus se encontró inesperadamente con Juan el Armenio y sus 300 bucellarii, que avanzaban destacados del grueso bizantino. Pese a acabar con 12 bucellarii, Ammatus cayó en combate y el resto de su pequeña fuerza huyó en dirección a Cartago, con Juan y sus hombres pisándoles los talones. Incapaces de concentrar sus fuerzas y organizar la defensa, los pequeños grupos de vándalos que marchaban hacia Decimum por el camino se daban la vuelta y emprendían la huida, en una especie de efecto dominó. El goteo se transformó en inundación, con todas las tropas de Ammatus huyendo hasta Cartago. Juan llegó hasta las mismas puertas de la ciudad, para luego retroceder lentamente por donde habían venido mientras iban despojando los cadáveres vándalos.

Ad Decimum fase 3: la llegada de Gelimer.

Mientras tanto, los foederati bizantinos mandados por Salomón –que Belisario había destacado para contactar con Juan– alcanzaron el punto donde había comenzado el combate con Ammatus. Tras interrogar a algunos habitantes, Salomón no tenía claro qué hacer, así que ascendió a una colina cercana para tener una perspectiva. Desde allí vio una nube de polvo aproximándose desde el sur: era Gelimer y el grueso de las fuerzas vándalas. Inmediatamente mandó mensajeros a Belisario, urgiéndole a que acudiese lo antes posible en su ayuda.

Por desgracia, Salomón y sus oficiales discutieron sobre si atacar o no a los vándalos, un debate que solo sería académico: entre los ejércitos había una colina, la más elevada de la zona. Soldados de ambos ejércitos se dieron cuenta de su importancia táctica y entablaron la lucha por ella. Tras una dura pugna los vándalos fueron los primeros en llegar a la cima y desde allí, aprovechando la ventaja de atacar cuesta abajo y su superioridad numérica, derrotaron a los foederati. Estos huyeron en pánico, intentando alcanzar a Belisario y sus refuerzos, y retrocedieron hasta una posición defendida por los 800 hombres de Uliaris que, como hemos dicho, avanzaban por delante del grueso de las tropas bizantinas. Los foederati esperaban que los guardaespaldas se le unieran para enfrentar el ataque, pero se llevaron una sorpresa: al conocer la derrota, la Guardia se desbandó y huyó hacia Belisario.

Las tropas en fuga llegaron a la posición de este, y su reacción inmediata fue reformar sus líneas antes de abroncarles por la huida. Luego escuchó sus informes, de los que rápidamente conjeturó que Gelimer se había detenido y que un gran número de vándalos ya habían sido derrotados. También sospechaba que sus tropas eran numéricamente superiores a las enemigas. Tenía la oportunidad de infligir un golpe decisivo a los vándalos, así que ordenó a sus tropas que marcharan a toda velocidad hacia Decimum.

Allí Gelimer también tenía que tomar una decisión: podía perseguir a los foederati o marchar hacia Cartago. En lugar de ello, descendió de las colinas al paso y se encontró con el cadáver de su hermano Ammatus. En lugar de actuar, Gelimer comenzó a lamentarse y preparar el funeral, y se permitió a las tropas vándalas que rompiesen la formación y se dispersasen por el paso. Aunque, siguiendo a Procopio, está la versión tradicional, hay que señalar que Gelimer debía encarar otro problema: no sabía que su hermano había sido derrotado por solo 300 hombres, y habría asumido que los bizantinos habían avanzado más rápidamente de lo esperado, cayendo sobre Ammatus en masa. Probablemente creía que el grueso bizantino se acercaba a Cartago, y tenía que tomar una decisión al respecto. Mientras cavilaba, el desastre se abatió.

Ad Decimum fase 4: la llegada de Belisario y la derrota de Gelimer.

Belisario llegó con sus tropas en orden y atacó con premura a los desorganizados vándalos que, sorprendidos, huyeron, aunque no en dirección a Cartago: creían que un ejército romano ya se había adelantado en esa dirección y no querían quedar atrapados entre dos fuerzas. Huyeron campo a través hacia la relativa seguridad de la llanura de Bulla y el camino que llevaba a Numidia.

La batalla de Ad Decimum había acabado y Cartago estaba a merced del vencedor. Con Gelimer y la principal fuerza vándala alejándose de la ciudad, no había en la misma tropas suficientes ni para resistir un asalto bizantino ni para impedir que la población abriese las puertas. Belisario entró en Cartago triunfante. Había ganado el primer asalto.

La batalla de Tricamerum.

Unos tres meses desde su desembarco en África, tras un tiempo en Cartago reparando las defensas y reorganizando a sus hombres, Belisario abandonó la ciudad para la batalla decisiva. Envió a toda su caballería y a sus bucellarii, salvo a 500 hombres, al mando de Juan de Armenia contra el campamento vándalo en Tricamerum. Juan tenía órdenes de escaramuzar con el enemigo si se daba la oportunidad, pero no de aceptar una batalla en toda regla. A la mañana siguiente Belisario le siguió con la caballería restante y la infantería. Mientras, la caballería bizantina había levantado su campamento, dejando una amplia distancia respecto al enemigo.

Tras la batalla de Ad Decimum, el hermano de Gelimer, Tzazón, había regresado desde Cerdeña con sus 5000 hombres, y el monarca vándalo estaba dispuesto al riesgo de una batalla campal. Justo antes del mediodía del día siguiente a la llegada del ejército bizantino, Gelimer sacó a sus tropas del campamento y los formó tras un pequeño arroyo. En el centro se desplegó Tzazon al frente de sus veteranos de la campaña sarda y en los flancos los quiliarcas vándalos con el resto del ejército. Esperaban que durante la batalla, los bizantinos se concentraran contra el centro y no sobre las alas, más débiles, y que seguramente tuvieran un tamaño similar. Detrás del centro vándalo había una fuerza de aliados moros, sin que conozcamos su tamaño. Se habían unido a Gelimer para la batalla, pero decidieron esperar a que el resultado de esta estuviese claro antes de entrar en acción, por lo que se desplegaron a una distancia desde la que observar los acontecimientos sin verse obligados a pelear.

El despliegue vándalo cogió desprevenidos a los bizantinos, y Juan el Armenio dio orden de formar en la orilla opuesta del arroyo. En el flanco izquierdo estaba una parte de los arqueros montados, reforzados por los foederati, armados solo para el cuerpo a cuerpo; probablemente fueran unos 3500-4000. En el derecho se dispuso el resto de la caballería, como mucho unos 4000 jinetes, y en el centro los bucellarii y el estandarte del ejército. En los meses anteriores Gelimer había enviado mensajeros a los hunos de Belisario pidiéndoles que se le pasaran, por lo que, como los moros, se desplegaron separados del ejército bizantino, lo que les permitiría escoger bando cuando vieran por quién se decantaba la lid.

✠ IMAGEN VIII.- Mapa de la batalla de Tricamerum. 




Belisiaro llegó un poco más tarde al campo de batalla: dejando a la infantería atrás, se apresuró como el resto de los bucellarii y apareció poco antes de que se trabara el combate.

La lucha comenzó cuando los bizantinos enviaron a unas pocas tropas a hostigar el centro vándalo, ya fuese para desorganizarlo o para provocar un contraataque que perdiese fuelle y cohesión al cruzar el arroyo. Aparentemente Tzazon se percató de la treta y ordenó una carga limitada que obligó a los escaramuzadores bizantinos a retirase, pero que no cruzó el cauce.

Juan o Belisario llegaron a una importante conclusión: aunque los vándalos no iban a picar el anzuelo, su centro iba debilitándose bajo la acción de los arqueros bizantinos. Además, sus dos alas no se habían movido para apoyar a Tzazon. En un movimiento decisivo, Juan lideró a casi todo el comitatus en un ataque directo contra el centro vándalo; se produjo un feroz combate cuerpo a cuerpo en el curso del cual cayó muerto el líder vándalo.

Según el centro vándalo iba cediendo, los flancos no podían acudir en su ayuda, fijados en su posición por la línea bizantina. Fue entonces cuando Belisario ordenó un ataque total, en el momento crucial. El centro vándalo se colapsó, y en la huida contagió su pánico a las alas: en unos momentos el ejército vándalo se desbandaba aterrorizado. Los hunos se unieron a la persecución, declarando su lealtad a Belisario.

La persecución fue breve: los vándalos regresaron a su campamento, y como la infantería bizantina no había llegado todavía Belisario no disponía de las tropas necesarias para asaltarlo. En vez de eso los bizantinos se dedicaron a despojar los cadáveres enemigos. Procopio afirma que las pérdidas bizantinas fueron de 50 muertos, por 800 vándalos. La batalla de Tricamerum había acabado.

Tras el combate Gelimer escapó del campamento antes de ser asesinado o entregado a los bizantinos y se refugió en las montañas. Poco después, tras serle asegurada su seguridad, se rindió, y la resistencia vándala colapsó. En solo tres meses Belisario había derrotado a los vándalos, ganando la antigua provincia de África para Justiniano y fama imperecedera para él mismo.

FUENTES:

Desperta Ferro-Ediciones.

Procopio: Historia de las guerras. Guerra vándala, libros III-IV, trad. Flores Rubio, J. A.,Gredos (2000).

Bibliografía:

  • Greatrex, G. (1998): Rome and Persia at War, 502-532, Francis Cairns.
  • Hughes, I. (2009): Belisarius: The Last Roman General, Barnsley.
  • Lillington-Martin, C. (2007): “Archaeological and Ancient Literary Evidence for a Battle near Dara Gap, Turkey, AD 530: Topography, Texts & Trenches”, BAR –S1717, pp 299-311.
  • Treadgold, W. (1995): Byzantium and Its Army, 284-1081, Stanford.


✠ 1025.- Muere el emperador bizantino Basilio II que en 1018 conquistó Bulgaria, dejando tras de sí un amplio Imperio que abarca desde el mar Adriático hasta las montañas de Armenia y del Danubio al Éufrates. Tras su muerte, el Imperio irá decayendo poco a poco y cinco décadas después de su muerte será tan sólo una potencia de segundo orden, y se habrá desvanecido casi todo lo que Basilio había reconquistado. (Hace 996 años). 

✠ IMAGEN IX.- Emperador bizantino Basilio II.




Basilio II gobernó el Imperio bizantino entre el 976 y 1025 d.C. Se le conoció como el Asesino de Búlgaros (Bulgaroktonos), por sus excesos en la conquista de la antigua Bulgaria, una dulce revancha de su infame derrota en la Batalla de la Puerta de Trajano. Con un control estricto de los resortes de la economía bizantina y un ejército privado de gigantes vikingos, Basilio derrotó como mínimo a dos usurpadores importantes de su trono, reconquistó Grecia y todos los Balcanes, consiguió victorias en Siria, y dobló el tamaño de su imperio. Este coloso de la historia bizantina fue objeto de una biografía en la "Chronographia", escrita en el siglo XI por el historiador bizantino Miguel Psellos.

Basilio, nacido en el 958 d.C., era hijo del emperador Romano II, de la Dinastía macedónica, y heredó el trono con cinco años de edad, a la muerte de su padre, conjuntamente con su hermano pequeño Constantino. La emperatriz Teófano, esposa de Romano II, actuó como regente, casándose con el general Nicéforo Phokas, que se convirtió en el emperador Nicéforo II Phokas. No fue un matrimonio feliz, y Teófano asesinó a su marido en su lecho en diciembre del 969 d.C. El general Juan Tzimisces se autoproclamó entonces emperador y el mismo año confinó a Teófano en un monasterio. Juan I Tzimisces siguió actuando como tutor de los dos jóvenes emperadores y se embarcó en una serie de campañas triunfales en Oriente Medio. Al morir Tzimisces por enfermedad en el 976 d.C., Basilio asumió su legítimo cargo en el trono del Imperio bizantino. Al menos sobre el papel, Basilio compartió el cargo con su hermano Constantino, aunque en la práctica fue más bien Basilio quien gobernó. 

El joven Basilio no era especialmente bien dotado físicamente, aunque era un buen jinete. Evitaba la vida refinada y no le interesaba demasiado la literatura; en muchos aspectos vivía la vida austera de un monje. Era un hombre piadoso, conocido por llevar una estatua de la Virgen en las batallas. Esas cualidades, junto con su carácter adusto, su brusquedad y su mal genio, combinadas con una total desconfianza en todo el mundo, no es extraño que no despertaran demasiado amor ni admiración entre sus súbditos. Parecía haber una falta de la teatralidad que se podía esperar de un emperador – ni fiestas lujosas, ni vestimentas refinadas, ni anillos brillantes; incluso cuando vestía las ropas púrpura propias de su cargo, no eran más que una sombra pálida de lo que podrían haber sido. De forma análoga, sus campañas militares, a pesar de todos los éxitos, fueron más resolutivas que vistosas, aunque su habilidad en la gestión del imperio le haría ganarse el respeto de sus súbditos y el miedo de sus enemigos. 

El primer problema de Basilio al acceder al trono fue aplastar una rebelión liderada por el aristócrata Bardas Skleros, un general deseoso de mantener la posición privilegiada que había disfrutado bajo los anteriores emperadores. Basilio triunfó, a pesar de algunas derrotas iniciales ante Skleros en Asia Menor, gracias a la ayuda decisiva de su principal administrador y tocayo, el inteligente eunuco Basilio Lecapeno, el parakoimomenos (chambelán del emperador). Basilio II tuvo que dar un nuevo golpe, este contra su corrupto y desleal chambelán, que intentó coronar emperador a Bardas Phokas, un aristócrata líder de un clan. El eunuco Basilio fue exiliado en el 985 d.C. El emperador ya podía concentrar todos sus esfuerzos en gobernar solo y con magnificencia, sin ni siquiera distraerse con el matrimonio o la familia.

✠ IMAGEN X.- Moneda de oro del imperio bizantino (r. 976-1025 CE). Mostrando a Basilio II y su hermano y sucesor, Constantino VIII. (Musée Saint-Denis, París).


 

 

Basilio intentó consolidar su gobierno reduciendo el poder siempre creciente de la aristocracia terrateniente y los monasterios, que expandían sus intereses territoriales a expensas del campesinado pobre, tanto por adquisiciones como por conquistas. Y aún más importante para el estado, los grandes terratenientes a menudo evitaban el pago de impuestos o simplemente recibían exenciones. A Basilio se le ocurrió la idea simple de que los grandes terratenientes, o dynatoi, como eran conocidos, pagaran los impuestos atrasados de los pobres. Ese nuevo programa fiscal, conocido como el allelengyon, encontró una fuerte oposición, no tuvo éxito y fue abandonado por Romano III en 1028 d.C.

Otra estrategia para centralizar más el poder fue permitir la exención del servicio militar mediante pago, en las provincias, reduciendo así el personal de los líderes locales. Basilio podía permitirse la reducción de la fuerza militar por las tropas de élite que le cedían los estados aliados y, muy hábilmente, utilizó los nuevos ingresos fiscales para financiar un nuevo ejército más fiel a sus intereses, que le resultaría útil en la segunda mitad de su reinado.

La primera y peor campaña militar de Basilio tuvo lugar en agosto del 986 d.C., cuando sufrió una sonada derrota frente a las fuerzas de Samuel de Bulgaria (r. 976-1014 d.C.), en un desfiladero en las montañas de Bulgaria conocido como la Puerta de Trajano. El ejército del emperador, de 60.000 hombres, ya había sufrido un episodio vergonzoso con su fallido asedio de Serdica (Sofía), la capital búlgara, pero ahora fue aniquilado, perdidos los estandartes y Basilio forzado a huir de vuelta a Constantinopla. Tendría que esperar 28 años para lograr su revancha, aunque entonces sería completa.

La consecuencia de la derrota en la Puerta de Trajano fue la expansión del reino de Samuel por tierras bizantinas, y el estímulo para dos rebeliones internas lideradas por Bardas Skleros y Bardas Phokas (otra vez él), que incluso llegó a proclamarse emperador en el 987 d.C. Basilio, afortunadamente, pudo pedir ayuda a Vladimiro I de Kiev (r. 980-1015 d.C.), cuyo ejército de 6.000 vikingos dio apoyo a su fuerza naval y permitió al emperador restaurar el orden en el 989 d.C. El ejército rebelde fue derrotado, y a tres de sus mandos se les dio una muerte singular: ahorcados, crucificados y empalados. La ayuda de Kiev tuvo su precio, en forma de la promesa de Basilio de que su hermana Ana se casaría con Vladimiro, a condición de que este accediera a ser bautizado. Ambas partes cumplieron sus promesas, útiles para su alianza. La adopción del cristianismo y su promoción por Vladimiro, que llegaría a convertirse en santo, fue un hecho notable, de consecuencias duraderas para los pueblos rusos.

Además de Samuel el Búlgaro, hubo otros asuntos que atender. Había que proteger tanto a Antioquía como Alepo, en Siria, del dominio árabe, especialmente de los cada vez más ambiciosos fatimíes. El propio Basilio lideró una victoria en el norte de Siria en el 995 d.C., cuando su ejército pudo desplazarse con gran velocidad gracias a que cada hombre disponía de dos mulas, una para él mismo y otra para su equipo. El emperador se basó a continuación en una política a largo plazo de perjudicar la economía de los árabes, restringiendo todo tipo de comercio con el califato.

El principal foco de acción de Basilio, sin embargo, fue el oeste y la revancha de los búlgaros. El historiador J.J. Norwich describe aquí su estrategia militar:

"El éxito de Basilio se basaba en una organización impecable. El ejército tenía que actuar como un único organismo, perfectamente coordinado. Cuando empezaba la batalla, los soldados tenían prohibido romper las filas. Los héroes eran castigados con la destitución inmediata. Sus hombres se quejaban de las inacabables inspecciones de sus jefes, pero estos les inspiraban confianza porque sabían que nunca afrontarían una operación sin la certeza de la victoria". 

El emperador era incansable, y tras años de campañas tanto en verano como en invierno, recuperó Grecia para Bizancio (997 d.C.), y después Pliska (1000 d.C.), Skopje (1004 d.C.) y Dirraquio (ca.1005 d.C.), entre otras muchas ciudades. Finalmente, en 1014 d.C. Basilio logró una decisiva victoria contra los búlgaros en otro paso montañoso, esta vez en Kleidion, en la cordillera de Belasica. Más de 15.000 soldados enemigos fueron hechos prisioneros. El emperador, recordando su derrota frente a Samuel, aplicó la tradición bizantina de mutilar hasta el máximo a sus enemigos y cegar a los cautivos, enviándoles de vuelta a su líder en grupos de 100, conducidos cada uno por un guía tuerto. Se dice que Samuel falleció por un ataque cerebral provocado por la impresión, poco después de recibir ese signo siniestro de la cólera implacable de Basilio.

✠ IMAGEN XI.- Mapa del imperio bizantino en 1025 EC a la muerte de Basilio II (r. 976-1025 EC). (por Necropotame).


 


Tras una débil resistencia por parte de los hijos de Samuel, los territorios búlgaros se incorporaron al floreciente Imperio bizantino, y Basilio marchó victorioso sobre Serdica (Sofía) en 1018 d.C. El desagradable recuerdo de la Puerta de Trajano había sido borrado finalmente. Basilio demostró más generosidad con sus nuevos súbditos que con su ejército. Mantuvo bajos los impuestos – permitiendo el pago en especies en lugar del oro habitual, permitió que algunas provincias continuaran bajo gobiernos de los príncipes locales, dio a ciertos nobles cargos de importancia dentro del Imperio, y permitió a la Iglesia búlgara seguir independiente de Constantinopla, con la única condición de que el arzobispo fuera elegido por Basilio

Basilio siguió con sus campañas hasta el final, con más aventuras de éxito en la Iberia georgiana y en Armenia, en 1021-22 d.C., donde capturó Vaspurakan. Sus territorios se extendieron incluso por Mesopotamia, y se consolidaron dividiendo las regiones conquistadas en nuevas provincias del Imperio. También se reorganizó Italia, y se preparó una nueva campaña contra los árabes, esta vez en su último reducto en el oeste, Sicilia. Pero antes de que esos planes se hicieran realidad, murió el 13 ó el 15 de diciembre de 1025 d.C. Casi había doblado su imperio, que ahora “se extendía desde Creta a Crimea, y desde el estrecho de Mesina y el río Danubio hasta los ríos Aras, Éufrates y Orontes” (Mango, 80) o, dicho de otro modo, Bizancio era ahora “una superpotencia en dos continentes” (ibid, 176).

Al morir Basilio sin descendencia, el título de emperador volvió a su hermano Constantino, que gobernó como Constantino VIII desde 1025 a 1028 d.C., y sus hijas Zoé y Teodora. Desafortunadamente, los sucesores de Basilio dilapidarían su herencia en una o dos generaciones. Las que un día fueron grandes fortunas del imperio se desvanecerían, con un indicador que no puede ser más tangible y simbólico que el contenido de oro, siempre menguante, de las monedas bizantinas. Los días felices de 24 quilates de Basilio II nunca más volverían.

El emperador debería haber sido enterrado en un espléndido sarcófago que le estaba esperando, junto a sus predecesores, en la Iglesia de los Santos Apóstoles de Constantinopla, pero Basilio prefirió una tumba más sencilla en una pequeña iglesia fuera de la ciudad. Su lugar de descanso eterno llevaba esta inscripción:

"Desde el día en que el Rey de los Cielos me eligió para ser el emperador, el gobernante supremo del mundo, nadie vio descansar mi lanza. Permanecí alerta toda mi vida y protegí a los hijos de la Nueva Roma, luchando con valentía tanto en Occidente como en los confines de Oriente… Tú que ves aquí mi tumba, recompénsame por mis campañas con tus plegarias". (Herrin, 219).

Los casi 50 años de reinado de Basilio lograron que el Imperio bizantino alcanzara su cénit, tal como explica aquí el historiador E.R.A. Sewter en la introducción a su traducción de la biografía del emperador escrita por Psellos:

"Basilio dedicó todas sus energías al oficio de gobernar; no se casó, permaneció la mayor parte del tiempo en las fronteras o cerca de ellas, desarrolló una maquinaria militar de una terrible eficiencia, y codició la autocracia, aunque despreció sus símbolos externos. Aplastó rebeliones, sometió a los terratenientes feudales, conquistó a los enemigos del Imperio, especialmente en las provincias del Danubio y en Oriente. En todas partes se respetaba y temía el poder de las armas romanas. El tesoro imperial desbordaba de riquezas con los botines acumulados de las campañas de Basilio. Incluso la llama del conocimiento, a pesar de la conocida indiferencia del emperador, seguía ardiendo, aunque tenuemente. El destino de la gente común de Constantinopla debió de ser suficientemente placentero. Para la mayoría, la vida fue alegre y vibrante, y aunque las fortificaciones defensivas de la ciudad estuvieran en mal estado en algunos puntos, no hubo temor de ataques.

FUENTES:

WORLD HISTORY ENCYCLOPEDIA.

Bibliografía

  • Brownworth, L. Lost to the West. Broadway Books, 2010.
  • Gregory, T.E. A History of Byzantium. Wiley-Blackwell, 2010.
  • Herrin, J. Byzantium. Princeton University Press, 2009.
  • Mango, C. The Oxford History of Byzantium. Oxford University Press, 2002.
  • Norwich, J.J. A Short History of Byzantium. Vintage, 1998.
  • Psellus, M. Fourteen Byzantine Rulers. Penguin Classics, 1979.
  • Rosser, J.H. Historical Dictionary of Byzantium. Scarecrow Press, 2001.
  • Shephard, J. The Cambridge History of the Byzantine Empire. CUP, 2011


✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠

Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.  

✠ Estudios y Análisis Históricos.

✠ Castillos históricos.

✠ Ciudad de Osma. (Soria).

La localidad de Ciudad de Osma pertenece al municipio de El Burgo de Osma-Ciudad de Osma (Soria). En su territorio se encuentra Uxama, una de las tres ciudades prerromanas de interés que puedes ver en Soria hoy en día, además de Numancia y Tiermes.

Osma tuvo especial importancia como núcleo fronterizo entre castellanos y musulmanes durante los siglos X y XI.

Uxama arévaca y romana.

Los orígenes de Osma se encuentran en el siglo IV a.C. Se trata de un ciudad perteneciente a la tribu celtíbera de los arévacos ubicada en el Cerro Castro, a muy poca distancia del actual núcleo de Osma y dominando el curso del río Ucero en la Hoz de Peñalavara.

Seguramente la ciudad participó en las guerras celtibéricas contra los romanos (153-133 a.C). Fue definitivamente conquistada por Roma en el 99 a.C. Poco tiempo después, apoyó la causa de Sertorio y, por ello, fue completamente destruida por Pompeyo en el 72 a.C.

✠ IMAGEN I.- Tésera celtibérica hallada en Uxama. 



Pero fue reconstruida, ya que es mencionada por Plinio el Viejo y por Ptolomeo, como Uxama Argaela. Junto con Tiermes se incluyó en el Convento Cluniensis (a su vez dentro de la Provincia Hispania Citerior Tarraconensis) y, a partir de ese momento, comenzó a configurarse la ciudad hispanorromana, cuyo momento de mayor esplendor se sitúa entre los siglos I y II d. C.

Se convirtió en municipium bajo el emperador Tiberio, empezando un importante proceso de monumentalización, que consistió en la construcción de un pequeño foro, una serie de grandes mansiones urbanas, unas murallas y un verdadero barrio fabril a orillas del río Ucero, llegando a cubrir el espacio urbano y los arrabales unas 28 hectáreas.

Por Uxama pasaba la vía Caesaraugusta – Asturica que unía y comunicaba las ciudades de Zaragoza, Tarazona, Numancia, Clunia, Palencia y Astorga. Desde Uxama, a su vez, partía la vía secundaria que conducía a Termancia, donde enlazaba con las que se dirigían a Sigüenza, Toledo y Segovia.

✠ IMAGEN II.- Yacimiento de Uxama Argaela.



Osma, sede episcopal visigoda.

En época visigoda mutó su nombre por el de Oxoma u Osoma, a la par que era sede episcopal citada por primera vez en el año 597.

De esta época sería la primitiva iglesia de San Miguel situada en el llano, en la zona donde posteriormente se desarrollará El Burgo de Osma. Sobre ella se edificó la primitiva catedral románica.

Osma fue ocupada por los musulmanes seguramente en el 712, en el transcurso de la campaña que llevo a Ṭāriq ben Ziyād hacia Amaya. Sus nuevos dueños la llamaron Waxsima.

Tras la rebelión bereber del 740 es posible que fuera abandonada, al igual que el resto de ciudades musulmanas de la Meseta Norte.

Es una de las plazas que es saqueada por el rey Alfonso I de Asturias. Es posible que tras esta acción el obispo Eterio de Osma se refugiara en el monasterio de San Martín de Turieno. A dicho obispo, Beato de Liébana le dedicó sus famosos "Comentarios del Apocalipsis". En el 811 se cita a otro obispo de Osma llamado Felmiro. Parece que algunos obispos fueron asignados a la diócesis aunque no residieran realmente en la ciudad de Osma.

El rastro documental de Osma desaparece en el siglo VIII hasta comienzos del siglo X.

✠ IMAGEN III.- Alfonso I de Asturias.



Entre Castilla y Al-Ándalus.

En el 912 el conde Gonzalo Téllez ocupó Osma. Se supone que es en ese momento cuando se levanta la fortificación origen del actual castillo de Osma, en el cerro vecino, en la margen izquierda del río Ucero, donde confluye el río Abión en el Ucero, en frente del antiguo núcleo de Uxama.

Durante el siglo X, la plaza es continuamente disputada por castellanos y andalusíes. En el 920 ʿAbd al-Raḥmān III , subiendo hasta el valle del Duero, tomó Osma y San Esteban de Gormaz para luego dirigirse a tierras de Pamplona.

✠ IMAGEN IV.- Abd al-Raḥmān III.




La plaza debió de volver al poco a manos castellanas pues en el 933 y 934 las tropas de ʿAbd al-Raḥmān III asediaron Osma, defendida por Ramiro II de León y Fernán González, aunque no lograron tomarla.

✠ IMAGEN V.- Ramiro II de León.




✠ IMAGEN VI.- Conde Fernán González.


En el 380H (990) Almanzor ejecutó otra campaña, la 34ª, contra Castilla y pidió a García que le entregase a ʿAbd Allāh, su hijo rebelde, y juró que no dejaría de perseguirle hasta que se lo hubiese devuelto. Pero García era obstinado y se negó. Entonces Almanzor, en agosto, conquistó la fortaleza de Osma y asoló el sur del condado castellano. Según las crónicas musulmanas “la pobló con musulmanes para hostigar a los cristianos, pues era su punto más avanzado”.

✠ IMAGEN VII.- Almanzor.




Ante la situación, García acabó aceptando la entrega de ʿAbd Allāh. Osma estuvo en manos musulmanas varios años. Aunque, en el acuerdo de Sancho García con el califa Sulaymān de 1011, era de una de las fortalezas musulmanas que recuperaba Castilla, es posible que no pasara a manos cristianas hasta varios años después.

Osma durante el siglo XI.

Tras la reconquista, una parte de la población de Osma se fue estableciendo extramuros del tercer recinto fortificado, en la margen derecha del río Ucero; alrededor de donde estaban las ruinas de la iglesia visigótica dedicada a San Miguel.

Con la restauración de la diócesis por Pedro de Bourges (San Pedro de Osma), en 1101 se inicia la construcción de la primitiva catedral románica. Desde este momento, se produjo en el pequeño núcleo burgués una rápida transformación urbana en detrimento de Osma, alcanzando entidad jurídica independiente de ella por privilegio de Alfonso VIII, constituyéndose en la villa de El Burgo de Osma.

✠ IMAGEN VIII.- Pedro de Bourges (San Pedro de Osma).




✠ IMAGEN IX.- El castillo de Osma.




El actual castillo de Osma comenzó a ser construido en el siglo X, seguramente a partir de su repoblación en el 912. Durante el siglo X pasó de manos en varias ocasiones hasta que a comienzos del siglo XI definitivamente se consolidó el dominio castellano en la zona.

La fortaleza de Osma tenía tres recintos amurallados de forma irregular, adaptándose al cerro donde se asentaban.

En el primer recinto, o recinto interior, destacan sus aún altos muros y la puerta de acceso, que pudo tener un arco de herradura similar al del castillo de Gormaz. En los extremos del lado este de este recinto se disponen dos torres, una la del Homenaje, y de la otra de donde parte el segundo recinto.

Del segundo recinto, que rodeaba al primero, apenas quedan restos, lo mismo que del tercero, siendo el resto más destacado de éste último la torre del Agua, situada en el extremo norte. La torre del Agua se encuentra en la base del cerro, junto al río Ucero, y protegía tanto el acceso al puente como la recogida de agua.

✠ IMAGEN X.- Castillo de Osma y Torre del Agua.




La fortaleza se encontraba rodeada de atalayas situadas a mayor cota que él, como las de Uxama, Valdenarro y Lomero, con las que se comunicaba visualmente.

Atalayas de Osma.

En el entorno del castillo de Osma se alzan tres atalayas de origen altomedieval, probablemente construidas por los andalusíes a partir del siglo X, tras la toma por Almanzor.

Atalaya del Cerro Lomero o de El Burgo de Osma Sur.

Atalaya musulmana del siglo X, construida en fábrica de mampostería y en bastante buen estado de conservación.

Mantiene unos diez metros de altura, tres metros y medio de diámetro en el interior, y metro y diez centímetros de grosor de sus muros..

La puerta de acceso esta en elevación, a unos cuatro metros y medio, cubierta por un dintel.

Situada al sureste del castillo de Osma, mantiene contacto visual con el castillo de Gormaz, a cual serviría, y con San Esteban de Gormaz.

 ✠ IMAGEN XI.- Atalaya del Cerro Lomero. 



 

Atalaya de Valdenarro o de El Burgo de Osma Este.

Situada en un punto estratégico conocido como Valdenarro, al este del castillo.

Conserva unos ocho metros de altura, y tres metros con sesenta y cinco centímetros de diámetro en el interior. La puerta está en elevación y controla los campos del norte de Osma.

✠ IMAGEN XII.- Atalaya de Valdenarro, El Burgo de Osma.




Atalaya de Uxama.

La atalaya de Uxama se ubica en el cerro de El Castro, al oeste del recinto fortificado, sobre una antigua edificación romana, aprovechando parte de sus muros para la base.

Restaurada y reconstruida, el acceso, que ahora se realiza por una escalera metálica, está situado elevado sobre el suelo, de forma habitual a otras atalayas.

Es de las tres atalayas la que mejor disposición tiene para el control del valle y la calzada por el oeste.

✠ IMAGEN XIII.- Atalaya de Uxama, Osma. 



FUENTES:

Condado de Castilla.


✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠


Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.  

✠ Estudios y Análisis Históricos.

✠ Personajes históricos.

✠ Profecías de Juan de Jerusalén, fundador de la Orden de los Caballeros del Temple.

✠ "Protocolo secreto de las Profecías" .

Juan de Jerusalén, cuyo nombre era Jean d’Avallon, nació cerca de Vezelay, Francia, el año 1042 y fue uno de los 9 fundadores de la Orden de los Caballeros del Temple. Escribió en el año 1118 un libro de profecías que tituló "Protocolo secreto de las Profecías" y falleció poco después en 1119, a la edad de 77 años.

Desde su fundación, los Templarios han estado rodeados de un aura de misterio que perdura hasta nuestros días. Miles de teorías conspirativas han circulado acerca de ellos. Pero existió una figura, relativamente desconocida en su historia, cuyos escritos proféticos y revelaciones, agregan aún más misterios a la leyenda. Se trata de Juan de Jerusalén, uno de los ocho caballeros que fundaron la orden, en 1118.

Se sabe que Juan de Jerusalén, un noble francés, era un sabio, médico, astrólogo, y alquimista; en la Palestina estudió ocultismo y cabalística, pero sobre todo fue un místico y un santo varón,  una especie de santo que “sabía leer y escuchar el cielo”, que solía retirarse al desierto para rezar y meditar, y que estaba en la frontera entre la tierra y el cielo. Juan de Jerusalén tenía facultades adivinatorias y dejó una serie de profecías en un libro secreto del que se hicieron siete copias.

Dichos ejemplares fueron entregados al Maestre de la Orden, Hugo de Payns, quien a su vez los remitió a Bernardo de Clairvaux. Aparentemente, uno habría sido llevado a Roma, y todavía se encuentra en los archivos vaticanos.  Se supone que otro llegó hasta Nostradamus, a quien habría influenciado en su pensamiento.

En un manuscrito anónimo descubierto en Zagorsk, cerca de Moscú, y que data del siglo XIV, califica a Juan de Jerusalén de "prudente entre los prudentes, santo entre los santos y que sabía leer y escuchar el cielo". También señala que Juan solía retirarse frecuentemente al desierto para rezar y meditar, y que estaba en la frontera entre la Tierra y el cielo.

A pesar de su descarnada crudeza , son de una gran belleza poética, lo cual las hace diferentes a otros textos proféticos. Juan de Jerusalén escribió hace casi mil años: "Veo y conozco. Mis ojos descubren en el cielo lo que será, y atravieso el tiempo de un solo paso. Una mano me guía hacia lo que ni veis ni conocéis. Veo y conozco lo que será. Soy el escriba".

✠ IMAGEN I.- "Protocolo secreto de las Profecías" 


Estas profecías estuvieron ocultas durante muchos años. Luego de morir, el viento de la historia pareció borrar su nombre, y el destino mismo de su obra cortejó el olvido. Hasta que en el transcurso de la II Guerra Mundial, en 1941, fueron halladas por la S.S. en una sinagoga de Varsovia; luego de la caída de la Alemania nazi, desaparecieron nuevamente, hasta que fueron descubiertas en años recientes por el profesor Galvieski en los archivos secretos de la KGB soviética, según afirman algunos investigadores. Las investigaciones del profesor Galvieski, le han llevado a la conclusión de la existencia de siete ejemplares del manuscrito. Tres le fueron entregados a Bernardo de Claraval a través del Maestre de los templarios. De los cuatro restantes, hipotéticamente, uno estaría en los archivos secretos vaticanos; otro en la abadía de Vézelay, de donde desapareció durante el proceso contra los templarios; otro en poder de Nostradamus y, finalmente, cabe la posibilidad de que actualmente exista uno en alguno de los veinte monasterios ortodoxos que circundan el Monte Athos, en Grecia. 

Las profecías parecen escritas específicamente para este fin de milenio, como si éste fuera el tiempo en que deben darse a conocer. Todas ellas comienzan con la frase: “Cuando empiece el año mil que sigue al año mil...”

"Veo lo que vendrá. Cruzo el tiempo de un tranco. Una mano me guía hacia lo que tú no sabes, ni podrás saber. Por eso es que lo escribo; para que estés advertido”.

Estas son algunas de ellas que, como se puede comprobar, resultan fáciles de interpretar... 

Cuando empiece el año 1000 que sigue al año 1000...
"La sangre se hará impura; el mal se extenderá de lecho en lecho, el cuerpo acogerá todas las podredumbres de la Tierra, los rostros serán consumidos, los miembros descarnados... el amor será una peligrosa amenaza para aquellos que se conozcan solo por la carne..."

Cuando empiece el año mil que sigue al año mil...

El hambre oprime el vientre de tantos hombres y el frío aterirá tantas manos, que estos querrán ver otro mundo. Y vendrán mercaderes de ilusiones que ofrecerán el veneno... Pero este destruirá los cuerpos y pudrirá las almas; y aquellos que hayan mezclado el veneno con su sangre serán como bestias salvajes caídas en una trampa, y matarán, y violarán, y despojarán, y robarán; y la vida será un Apocalipsis cotidiano". 

Cuando empiece el año mil que sigue al año mil…

El padre buscará el placer en su hija; el hombre en el hombre; el viejo en el niño impúber, y eso será a los ojos de todos... Pero la sangre se hará impura; el mal se extenderá de lecho en lecho, el cuerpo acogerá todas las podredumbres de la tierra, los rostros serán consumidos, los miembros descarnados... el amor será una peligrosa amenaza para aquellos que se conozcan solo por la carne.

Cuando empiece el año mil que sigue al año mil...

... Todos sabrán lo que ocurre en todos los lugares de la tierra. Se verá al niño cuyos huesos están marcados en la piel y al que tiene los ojos cubiertos de moscas y al que se da caza como a las ratas. Pero el hombre que lo vea volverá la cabeza, pues no se preocupará sino de sí mismo; dará un puñado de granos como limosna, mientras él dormirá sobre sacos llenos. Y lo que dé con una mano lo recogerá con la otra. Cuando empiece el año mil que sigue al año mil..... El hombre comerciará con todo; todas las cosas tendrán precio; el árbol, el agua y el animal. Nada más será realmente dado, y todo será vendido.

Cuando empiece el año mil que sigue al año mil…

Los hombres ya no confiarán en la ley de Dios, sino que querrán guiar su vida como a una montura; querrán elegir a los hijos en el vientre de sus mujeres y matarán a aquellos que no deseen. Pero, ¿Qué será de estos hombres que se creen Dios?

Cuando empiece el año mil que sigue al año mil...

El hombre habrá cambiado la faz de la tierra; se proclamará el señor y el soberano de los bosques y las manadas. Habrá surcado el sol y el cielo y trazado caminos en los ríos y en los mares. Pero la tierra estará desnuda y será estéril. El aire quemará y el agua será fétida. La vida se marchitará porque el hombre agotará las riquezas del mundo. Y el hombre estará solo como un lobo, en el odio a sí mismo. Los poderosos se apropiarán de las mejores tierras y las mujeres más bellas; los pobres y los débiles serán ganado, los poblados se convertirán en plazas fuertes; el miedo invadirá los corazones como un veneno.

Cuando empiece el año mil que sigue al año mil...

Las enfermedades del agua, del cielo y de la tierra atacarán al hombre y le amenazarán; querrá hacer renacer lo que ha destruido y proteger su entorno; tendrá miedo de los días futuros. Pero será demasiado tarde; el desierto devorará la tierra y el agua será cada vez más profunda, y en algunos días se desbordará llevándose todo por delante como en un diluvio, y al día siguiente la tierra carecerá de ella y el aire consumirá los cuerpos de los más débiles.

Cuando empiece el año mil que sigue al año mil...

... La tierra temblará en muchos lugares y las ciudades se hundirán; todo lo que se haya construido sin escuchar a los sabios será amenazado y destruido; el lodo inundará los pueblos y el suelo se abrirá bajo los palacios. El hombre se obstinará porque el orgullo es su locura; no escuchará las advertencias repetidas de la tierra, pero el incendio destruirá las nuevas Romas y, entre los escombros acumulados, los pobres y los bárbaros, a pesar de las legiones, saquearán las riquezas abandonadas...

Cuando empiece el año mil que sigue al año mil...

El sol quemará la tierra ; el aire ya no será el velo que protege del fuego, no será más que una cortina agujereada, y la luz ardiente consumirá las pieles y los ojos. El mar se alzará como agua enfurecida; las ciudades y las riberas quedarán inundadas y continentes enteros desaparecerán; los hombres se refugiarán en las alturas y, olvidando lo ocurrido, iniciarán la reconstrucción.

Llegados plenamente al año mil que sigue al año mil…

El hombre conocerá un segundo nacimiento; el espíritu se apoderará de las gentes, que comulgarán en fraternidad; entonces se anunciará el fin de los tiempos bárbaros. Será el triunfo de un nuevo vigor de la fe; después de los días negros del inicio del año mil que viene después del año mil, empezarán los días felices; el hombre reencontrará el camino de los hombres y la Tierra será ordenada...

.../...

En cualquier caso, si uno se despoja de esa rémora conceptual que supone defender el valor del "Protocolo secreto de las profecías" examinando al enemigo contra el que se lanza, podrá apreciar que esa obra interviene el futuro diseñando su forma y su trayectoria. Luego de cada punto y aparte, cada frase del texto comienza con este encanto rítmico: “Cuando empiece el año mil que sigue al año mil”. El resultado no le va muy por atrás al de su homónimo, el autor del Apocalipsis. “Veo y conozco lo que será. Soy el escriba”, dice Juan de Jerusalén. Y dice que ve nuevos continentes y guerras tan numerosas como las cotas de malla de hierro que llevan los caballeros de su Orden, tejiendo nuevos reinos, pobres sublevados, cosechas ardiendo, y el hombre habrá conquistado el fondo de los mares y de los cielos y será como una estrella en el firmamento y habrá adquirido el poder del sol y se creerá Dios, y cuando caigan los muros levantados por los emperadores el imperio no será más que agua cenagosa. Y cuando empiece el año mil que sigue al año mil, el hombre estará frente a la entrada sombría de un laberinto oscuro.

Y esto es ahora...

La población de Vézelay está enclavada en la región de la Borgoña; a doscientos veintiún kilómetros de París. Esta pequeña ciudad que, según el censo del año 1999, contaba con cuatrocientos noventa y dos habitantes, debe su origen a una abadía Benedictina donde, al parecer, se conservan los restos de María Magdalena. En dicha abadía, en el año 1096, Godofredo de Bouillón dio comienzo a la Primera Cruzada. Cincuenta años más tarde (1146), desde el mismo lugar, Bernardo de Claraval, anuncia el comienzo de la Segunda Cruzada.

✠ IMAGEN II.- Abadía Benedictina de Vézelay. (Foto: touristeye). 



En 1840, los trabajos de restauración de la abadía son efectuados por Viollet-le-Duc; amigo y confidente del alquimista que maniobró bajo el seudónimo de Fulcanelli. También, como hecho curioso a destacar, Vézelay es el primer lugar de Francia donde se instauró el culto a María Magdalena

✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠


Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval*.  

✠ Estudios y Análisis Históricos.

✠ Efemérides históricas.


Tal día como hoy, 13 de Diciembre, pero del año…


✠ 1204.-En El Cairo (Egipto), donde fue visir, secretario y médico de Saladino, fallece Moshé Maimónides, nacido en Córdoba (España), filósofo, médico, rabino y teólogo judío español muy célebre durante la Edad Media, que tuvo una enorme importancia y trascendencia como filósofo y religioso, en el pensamiento medieval. Más adelante se trasladará su tumba a la ciudad de Tiberiades en Israel, donde será objeto de peregrinaciones. (Hace 817 años).

Moshéh ben Maimón; (Córdoba, 1135 - El Cairo, 1204)  Hijo de un juez, se educó en colegios musulmanes y judíos de Córdoba. Tras la invasión almohade, que instaló la intolerancia en al-Ándalus, sufrió persecución por motivos religiosos y se vio obligado a huir a Fez (1158), antes de emigrar a Oriente: Palestina, Alejandría y, finalmente, El Cairo (1165).

Allí llegó a ser médico del último rey fatimí, al-'Adid, y nagid o guía espiritual de la comunidad judía de Egipto. Su principal labor consistió en asentar la teología judaica sobre los principios de la razón según la filosofía de Aristóteles, papel comparable al que cumplieron Averroes en el Islam y Santo Tomás de Aquino en el cristianismo. "La Guía de los perplejos" (1190), es su obra más relevante en ese terreno.

Maimónides realizó también aportaciones notables a la medicina y a la jurisprudencia talmúdica. Sufrió continuas dificultades y persecuciones, tanto por parte de los musulmanes (denunciado como apóstata del islamismo, sólo la protección personal de al-Fádil, visir de Saladino, le salvó de la muerte), como de los judíos tradicionalistas que recelaban de su tendencia racionalista (llegando incluso a recurrir a la Inquisición para que condenara sus obras).

 

✠ IMAGEN I.- Moshé Maimónides.




✠ 1250.- Muere en Apulia, sur de Italia, el emperador romano germánico y rey de Sicilia, Chipre y Jerusalén, Federico II Hohenstaufen,. Desde los albores de su mandato mantuvo continuas desavenencias con el papado por lo que se le puso el apodo de "Anticristo". (Hace 771 años).

Emperador de Alemania y rey de las Dos Sicilias, perteneciente a la dinastía Hohenstaufen (Iesi, Ancona, 1194 - Fiorentino, Apulia, 1250). Era hijo de Enrique VI del Sacro Imperio Romano Germánico y nieto de Federico I Barbarroja. Al morir su madre, Constanza de Sicilia (1198), heredó el Reino de las Dos Sicilias; desde entonces fue criado bajo la protección del papa Inocencio III, como un príncipe italiano apenas interesado por los asuntos alemanes. 

No obstante, el papa apoyó con éxito su elección como emperador de Alemania en 1212. A cambio, Federico II Hohenstaufen prometió al papa la realización de una nueva Cruzada para arrebatar a los musulmanes los Santos Lugares; tras posponerla indefinidamente (lo que le costó la excomunión papal en 1227), finalmente lanzó su Cruzada en 1228-29, pero en vez de combatir negoció el establecimiento de un condominio cristiano-musulmán sobre Jerusalén, Belén y Nazaret, a cambio de una indemnización. Indignado por esta acción, el papa apoyó la rebelión de las ciudades italianas contra el emperador, pero hubo de plegarse a la voluntad de éste y retirar la excomunión (1230).

Los veinte años siguientes los pasó en una sucesión de guerras contra sus enemigos: primero contra la rebelión de los príncipes alemanes encabezados por su propio hijo Enrique (1228-35); luego contra las ciudades lombardas, a las que derrotó en Cortenuova (1237); por fin contra las demandas de supremacía del nuevo papa Inocencio IV, que reunió un Concilio en Lyon para declararle depuesto (1245). Entre tantas amenazas, el emperador Federico II encontró tiempo para dedicarse al cultivo y la protección de las artes, las ciencias y las letras, reuniendo en Palermo una brillante corte de influjo oriental.


✠ IMAGEN II.- Federico II Hohenstaufen, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico 





✠ 1294.- El papa Celestino V abdica luego de solo cinco meses, porque desea retornar a su vida previa como asceta. (Hace 727 años).

Nació en Isernia, Italia en 1215.
Monje benedictino a los diecisiete años, posteriormente se retiró a los Abruzzos.
Supo que en una montaña había un ermitaño dedicado a la oración, y se fue hacia allá a que este santo religioso le enseñara el arte de orar y de meditar. Se construyó una celda tan estrecha que apenas cabía de pie o acostado. Y allí estuvo tres años en la más estricta soledad. Muchos hombres, deseosos de hacer penitencia y de conseguir la santidad, se fueron a vivir allí cerca de donde moraba Celestino, para recibir de él sus instrucciones, y así llegó a tener catorce conventos bajo su dirección.

Su fama de santidad y los milagros que obtenía por medio de sus oraciones lo hicieron famoso en todos los alrededores.

Junto a sus seguidores formó la orden de los eremitas que se conocieron más tarde como celestinos. La orden era una rama de los benedictinos.

Fue elegido Papa el 5 de julio de 1294. A su coronación como Pontífice asistieron más de 200.000 personas.

Es reconocido por su santidad y sin experiencia en materias administrativas, permitió al rey Carlos II de Nápoles dictar la política de la Iglesia.

Renunció de forma voluntaria a su cargo el 13 de diciembre del mismo año de su elección. Bonifacio VIII, su sucesor, le mantuvo prisionero en el castillo de Monte Fumone hasta su muerte, el 19 de mayo de 1296 en Ferentino.

Celestino V fue canonizado en 1313. Su tradicional día de fiesta se celebra el 19 de mayo.
   


✠ IMAGEN III.- Papa Celestino V. 




✠ IMAGEN IV.- Rey Carlos II de Nápoles.


✠ IMAGEN V.- Papa Bonifacio VIII.



✠ 1466.- En Florencia (Italia), fallece Donatello, escultor italiano que sin duda ha sido uno de los creadores del auténtico estilo renacentista. Su "David" de bronce y el tratamiento que hizo de los relieves dentro de un mínimo plano son buena muestra de su maestría. (Hace 555 años).

✠ IMAGEN VI.- Donatello.


Donato di Betto Bardi; (Florencia, 1386 - id., 1466). Escultor italiano. Junto con los arquitectos Leon Battista Alberti y Filippo Brunelleschi y el pintor Masaccio, Donatello fue uno de los creadores del estilo renacentista y uno de los artistas más grandes del Renacimiento. Su formación junto a Lorenzo Ghiberti le dejó un importante legado técnico pero casi ningún vestigio estilístico, ya que desde sus comienzos desarrolló un estilo propio basado en la fuerza emocional, y en un singular sentido del movimiento.

Su revolucionaria concepción de la escultura resulta evidente ya en las grandes estatuas para nichos destinadas a Orsanmichele y la catedral de Florencia. La gravedad y el realismo de estas monumentales figuras de mármol contrastan vivamente con la gracia y el decorativismo del gótico internacional, el estilo vigente en Europa hasta entonces. Donatello comenzó esta serie en 1411 con el San Marcos y la concluyó en 1436 con el llamado Zuccone. A esta serie pertenece también el San Jorge, su primera obra famosa, de la que Giorgio Vasari afirmó: «Posee el maravilloso don de moverse dentro de la piedra».

Tras asociarse con su aprendiz Michelozzo, Donatello emprendió, a partir de 1427, la realización en Pisa de la tumba del cardenal Brancacci, en la que esculpió en relieve el tema de la Asunción de la Virgen. Poco después, la tumba de Baldasare Coscia, para el baptisterio de Florencia, permitió al artista dar sus primeros pasos en el difícil arte de la fundición en bronce. 

El viaje a Roma que realizó el escultor hacia 1430-1432, condicionó de manera decisiva toda su producción posterior, ya que le brindó la oportunidad de conocer en directo el arte de la Antigüedad. A su regreso a Florencia comenzó la famosa Cantoría para la catedral, en la que recreó libremente algunos de los motivos clásicos admirados en Roma. Algo posterior es su escultura exenta más famosa, el "David en bronce", comparable en ciertos aspectos al San Jorge de su etapa anterior. 

✠ IMAGEN VII.- Detalle de David (bronce, c. 1440). 



En 1443, el artista se estableció en Padua, seguramente después de haber recibido el encargo de esculpir la estatua ecuestre del Condottiero Gattamelata, la primera de tamaño natural desde la Antigüedad. Realizada al estilo del Marco Aurelio romano, posee la fuerza expresiva característica de sus estatuas anteriores, una fuerza que se transmite también al caballo, representado con brío y vitalidad.

✠ IMAGEN VIII.- Detalle de la estatua ecuestre del Condottiero Gattamelata.



En la misma ciudad obró el retablo mayor del santuario de San Antonio, en el cual combinó siete estatuas y cuatro relieves, en una disposición que fue modificada en el siglo XVI. En estos relieves, que representan los milagros de San Antonio, son por igual magistrales el sentido dramático y la organización del espacio. Donatello volvió en 1454 a Florencia, donde esculpió sus obras de mayor fuerza emocional, en las que trabajó las posibilidades expresivas de la deformación. A este período corresponden Judit y Holofernes y la sublime María Magdalena, en madera. Aunque no tuvo un heredero directo, Donatello influyó de forma decisiva en la escultura florentina hasta comienzos del siglo XVI.


✠ 1474.- En Segovia, España, tras haber muerto el día anterior el rey Enrique IV de Castilla y de acuerdo con el Convenio de Guisando, sale del Alcázar de la ciudad la princesa doña Isabel, para ser proclamada soberana de Castilla en el atrio de la antigua iglesia de San Miguel, en la actual Plaza Mayor de Segovia, al grito de: "¡Castilla, Castilla, Castilla!". Ante las autoridades religiosas, y tras jurar por Dios, por la Cruz y por los Evangelios, que será obediente a los mandamientos de la Santa Madre Iglesia, los caballeros a su vez le juran lealtad. A continuación entra en la iglesia portando el pendón de Castilla. (Hace 547 años).
✠ IMAGEN IX.-Isabel la Católica (Retrato de Juan de Flandes).




También llamada Isabel I de Castilla; (Madrigal de las Altas Torres, España, 1451 - Medina del Campo, id., 1504). Reina de Castilla y León (1474-1504) y de la Corona de Aragón (1479-1504). Hija de Juan II de Castilla y de Isabel de Portugal, Isabel la Católica tenía sólo tres años cuando su hermano Enrique IV ciñó la corona castellana (1454). 

En 1468 Enrique IV, hombre de carácter débil e indeciso, reconoció a la princesa Isabel como heredera al trono en el pacto de los Toros de Guisando, con lo cual privó de sus derechos sucesorios a su propia hija, la princesa Juana. La maledicencia suponía que la princesa Juana era en realidad hija de Beltrán de la Cueva, duque de Alburquerque; de ahí su sobrenombre de Juana "la Beltraneja".

Con el objetivo de consolidar su posición política, los consejeros de Isabel la Católica acordaron su boda con el príncipe Fernando de Aragón, primogénito de Juan II de Aragón, enlace que se celebró en secreto, en Valladolid, el 19 de octubre de 1469. Al año siguiente, molesto por este matrimonio, Enrique IV de Castilla decidió desheredar a Isabel y rehabilitar en su condición de heredera a Juana "la Beltraneja", que fue desposada con Alfonso V de Portugal.

La consecuencia fue que, a la muerte del rey Enrique IV (1474), un sector de la nobleza proclamó a Isabel soberana de Castilla, mientras que otra facción nobiliaria reconocía a Juana "la Beltraneja" (1475), lo cual significó el inicio de una sangrienta guerra civil. A pesar de la ayuda del monarca portugués a la Beltraneja, el conflicto sucesorio se decantó a favor de Isabel en 1476, a raíz de la grave derrota infligida a los partidarios de Juana por el príncipe Fernando de Aragón en la batalla de Toro.

Los combates, sin embargo, se sucedieron en la frontera castellano/portuguesa hasta 1479, en que el tratado de Alcaçobas supuso el definitivo reconocimiento de Isabel como reina de Castilla por parte de Portugal, además de delimitar el área de expansión castellana en la costa atlántica de África. Aquel mismo año, por otra parte, el óbito de Juan II posibilitó el acceso de Fernando II de Aragón al trono de la Confederación catalano/aragonesa, y la consiguiente unión dinástica de Castilla y la Corona de Aragón.

✠ IMAGEN X.-Coronación de Isabel la Católica.



El archivero segoviano Mariano Grau descubrió hace 62 años el acta de proclamación de Isabel como Reina el 13 de diciembre de 1474, un documento que originalmente fue redactado por el escribano del Concejo segoviano Pedro García de la Torre. El texto primigenio despareció tras ser enviado por la Reina para demostrar su proclamación y ayudar a su consejera y amiga Beatriz de Bobadilla en un pleito, pero un hijo de aquel escribano se ocupó de transcribirlo palabra a palabra un lustro después, y ése es el documento que ahora se conserva.

En él se narra cómo, tras el fallecimiento del rey, el Concejo de Segovia le presentó a Isabel una petición para que confirmase los privilegios y libertades de la ciudad, algo que ella aceptó bajo juramento, antes de ser reconocida como Reina de Castilla por los clérigos y caballeros presentes. «Como era y es notorio, el rey don Enrique falleció sin dejar hijo ni hija legítimos herederos que hereden estos reinos, por lo cual la señora Reina, como su hermana legítima y universal heredera, debía sucederle y le sucedía en estos reinos de Castilla y de León, y debía reinar en ellos. Pues en Segovia se hallaba su alteza, aquí debía ser según las leyes de estos reinos recibida y obedecida como Reina y señora de ellos», atestigua el documento que se leyó en su presencia a las puertas de la antigua Iglesia de San Miguel, antes de que ella accediera al templo para rezar y hacer entrega del pendón real.

En la fachada de la actual Iglesia de San Miguel, ubicada a escasos metros de donde se encontraba el templo original, una placa recuerda aquel momento, que concluyó con la nueva reina desplazándose a caballo entre vítores del pueblo hasta el Alcázar, donde fue recibida por el alcaide Andrés de Cabrera, que le hizo entrega simbólica de la fortaleza que hasta entonces había sido la residencia habitual del rey.


✠ 1481.- En Portugal, Juan II es nombrado rey tras la muerte de su padre Alfonso V "el Africano". (Hace 540 años).

El Príncipe Perfecto. Lisboa (Portugal), 3.V.1455 – Alvor (Portugal), 25.X.1495. Rey de Portugal. 

Hijo de Alfonso V y de Isabel, fue bautizado en la seo de la capital portuguesa el 28 de mayo de 1455. Fue proclamado Rey en los pazos reales de Lisboa el 25 de junio del mismo año en que nació. Sucedió a su tío el infante Fernando como administrador del maestrazgo de Avís, función en la que fue confirmado por la bula del papa Pablo II del 10 de septiembre de 1464. Dos años más tarde, el 30 del mencionado mes, su padre le hizo donación de la ciudad de Coímbra y de las villas de Montemor-o-Velho, Tentúgal, Buarcos, Rabaçal, Vila Nova de Ançós y Mira, con el gobierno de sus castillos.

El 12 de enero de 1471 recibió como esposa a Leonor, por palabras presenciales, habiendo sido firmado el matrimonio en la capital el 16 de septiembre de 1473. Acompañó al Rey, su padre, en la expedición militar a Arzila en 1471, siendo armado caballero en esa plaza con quince años. Obtuvo, también, de su padre, el 4 de mayo de 1474, las villas de Viana do Lima, Caminha, Valença, Monção, la tierra de Valadares, la villa de Lagos con su castillo y el castillo de Lapela. Recibió el príncipe el 12 de abril de 1473 las tierras de Ovoa, Barreiro e Senhoriz, localizadas en la región de Beira.

Antes de que su padre, Alfonso V, iniciara su campaña militar en Castilla en su disputa de la Corona con Isabel la Católica, el Rey tomó la decisión de entregar el gobierno de Portugal a su hijo, lo que ocurrió el 25 de abril de 1475. Su padre le entregaba en particular la administración y la defensa del reino. El 25 de enero del año siguiente recibió instrucciones de su padre para que formase un ejército con el cual entraría en Castilla en su auxilio, debiendo en este caso entregar la regencia del reino a su mujer, la princesa Leonor. En Castilla tuvo un papel preponderante en el cerco de Zamora y enseguida destacó en la batalla de Toro cuando se enfrentó con Fernando el Católico.

Su padre le concedió, el 27 de agosto de 1476, la villa de Elvas, como recompensa y reconocimiento de su actuación en Toro. En ese mismo día su padre Alfonso V, que tomó la decisión de partir para Francia en demanda de auxilio de Luis XI a favor de su causa, le designó regente del reino mientras durase su ausencia.

Durante la estancia de Alfonso V en Francia, el príncipe continuó la guerra con Castilla. Se hizo aclamar rey de Portugal el 27 de septiembre de 1477, al tener conocimiento, a través de una carta, de que su padre se encontraba dispuesto a hacerse religioso y a renunciar al cargo de monarca de Portugal. El regreso inesperado de su padre el Rey, que entre tanto había cambiado de opinión, se tradujo en una realeza efímera del príncipe. Con el propósito de halagar al príncipe, su padre le concedió las rentas de la aduana de Lisboa con inicio en el año de 1478, para enseguida hacer lo mismo con los réditos de la aduana de Setúbal. Nuevas concesiones le otorgó el Monarca. El 3 de julio de 1478 le hizo concesión de la villa y del castillo de Penamacor y el 16 de agosto de ese año le adjudicó la villa y el castillo de Mourão. Tres días más tarde le otorgó las villas y los castillos de Portalegre y Alegrete. El 28 de noviembre de 1479 su padre le concedió las rentas de las tierras conquistadas en el Atlántico, a las que añadía, el 7 de diciembre, los tributos pagados por las comunidades musulmanas del Algarbe y de Marruecos sometidas al dominio portugués.

Al morir Alfonso V el 28 de agosto de 1481, le sucedió en el Trono. Aclamado Rey en Lisboa el 1 de septiembre, convocó Cortes, que se celebraron en Évora el 12 de noviembre de ese año. Desde el comienzo de los trabajos se registró un incidente sobre el modo en cómo la nobleza debía presentar su homenaje al nuevo Monarca. Al frente de los contestatarios estaba el duque de Braganza. Este noble invocó sus privilegios enviando a Vila Viçosa a Juan Alfonso para que le recogiese los títulos de sus concesiones. En esta tarea el enviado se hizo acompañar de Lopo Figueiredo, escribano de la hacienda del duque. Por casualidad este funcionario encontró cartas comprometedoras enviadas al duque por Fernando el Católico y, a su vez, de este hidalgo para el rey de Castilla. Impresionado por el hecho, Lopo Figueiredo dio conocimiento del contenido de las cartas al Rey, que las mandó copiar, y colocar los originales en la caja fuerte del duque. En los capítulos de Cortes, los representantes de los concejos criticaban el estado de anarquía en que se encontraba la administración y los actos de violencia de los nobles sobre el pueblo. Solicitaban al Monarca que requiriese a los hidalgos los títulos de posesión de sus bienes. En conformidad, Juan II ordenó a todos los poseedores de patrimonio de la Corona que justificasen su legalidad, dando para el efecto instrucciones a los corregidores para que entrasen en esas tierras que gozaban de inmunidad. El odio del duque de Braganza a Juan II se remontaba a 1480, según el testimonio de una carta enviada por aquel hidalgo a los Reyes Católicos, en que se disponía a darles informes sobre todo lo que ocurriese en Portugal. Cómplice del duque de Braganza era su hermano Juan, marqués de Montemor. Éste, a su vez, actuaba, junto con los Reyes Católicos, acusando a Juan II de que se proponía entrar en guerra con Castilla, manteniendo el acuerdo con algunos Grandes de ese reino en desacuerdo con la causa de la reina Isabel. Afirmaba el marqués que Portugal era pertenencia de Fernando I y no de Juan II. 

Enterado el Monarca de la dimensión de la conjura, ordenó la detención del duque de Braganza en 1483 y fue juzgado por un tribunal de diecinueve jueces que, por unanimidad, lo condenaron a la pena capital. La sentencia fue ejecutada el 28 de agosto de 1484. El marqués de Montemor consiguió huir del reino. El conde de Faro, hermano del duque, igualmente condenado a muerte, murió antes de que se le aplicase la sentencia. Otro de los conjurados, Diego, hermano de la Reina, fue indultado en atención a ella. A pesar de la clemencia real entró en una nueva conjura con el propósito de asesinar al Rey. Los conjurados al mando del duque se disponían a asesinar al Rey cuando éste llegase a Setúbal. Enterado de lo que se urdía, el Monarca le preparó una emboscada y lo apuñaló con sus propias manos el 27 de agosto de 1484.

Durante su reinado se procedió al descubrimiento del reino del Congo. En 1482 Diego Cão, caballero de la casa del Rey, entró en el río Zaire. En 1486 Juan Alfonso de Aveiro descubrió el reino de Benin, no muy distante de la fortaleza de San Jorge da Mina. El viaje de Bartolomé Dias, cuyo objetivo consistió en el paso del cabo de Las Tormentas, que el Rey bautizó, como de Buena Esperanza, se efectuó en el año de 1488, quedando, de este modo, abierto el camino marítimo para la India. Este viaje fue precedido por las exploraciones terrestres de Alfonso de Paiva y Pero da Covilhã, a Egipto y a Etiopía.

De la boda de Juan II con Leonor nació en Lisboa el 18 de mayo de 1475 el príncipe Alfonso, el cual se casó el 23 de noviembre de 1490 con la princesa Isabel, hija de los Reyes Católicos. Un accidente ocurrido el 12 de julio de 1491, una caída del caballo, provocó la muerte del heredero de la Corona. Con esta muerte se abría un grave problema dinástico, pues el Rey no tenía ningún otro heredero legítimo.

Es preciso señalar las gestiones que tuvieron origen en la bula papal de Alejandro VI, del 4 de mayo de 1493, mediante la cual se establecía que todas las tierras situadas al oeste de las Azores y Cabo Verde serían pertenencia de los Reyes Católicos. Las negociaciones que se siguieron entre los dos reinos tuvieron como corolario la firma del Tratado de Tordesillas el 7 de junio de 1494.

El último mes de vida de Juan II transcurrió en condiciones particularmente difíciles. Su enfermedad, con síntomas de envenenamiento, le obligaron a desplazarse en busca de mejoría con las aguas termales de Monchique. Murió en Alvor el 25 de octubre de 1495, a la edad de cuarenta años.

✠ IMAGEN XI.- Juan II de Portugal.

 



✠ 1523.-Con el propósito de encontrar oro por el sur, como demanda Hernán Cortés, llega a Acapulco (México), la primera expedición española al mando de Juan Rodríguez de Villafuerte. Bautizan la bahía con el nombre de Santa Lucía por ser la santa del día. (Hace 498 años).

Juan Rodríguez de Villafuerte fue un conquistador español de la Nueva España. Fue Capitán de uno de los bergantines que vinieron con Hernán Cortés. 

✠ IMAGEN XII.- Bahía de Santa Lucía (México).

 


En México-Tenochtitlan, después de la Caída del Imperio Azteca, en el Templo Mayor, Juan Rodríguez de Villafuerte colocó la Primera Virgen de los remedios en lugar de un monolito a Huitzilopochtli. En 1522 capitaneó la incursión al territorio de del actual estado mexicano de Colima, pero este fue derrotado por el ejército del tlatoani Colímotl en Tecomán. Con la caída del Imperio colimense recorrió Cihuatlán donde se le encomendaron aquellas tierras y que después dejaría para fundar el pueblo de Villafuerte, hoy puerto de Acapulco. Según las noticias de Panes, fue muerto en el pueblo de los Troxes en donde su cuerpo fue desbaratado, y en el lugar en que había fundado el Santuario de Nuestra Señora de los Remedios por mandato de Hernán Cortés.

✠ IMAGEN XIII.- Hernán Cortés.



✠ 1527.- En México se crea la Real Audiencia, cuyo primer presidente fue Nuño Beltrán de Guzmán. (Hace 494 años).

La Real Audiencia fue el más alto tribunal judicial de apelación en las Indias, pues contó con jurisdicción civil y criminal y una amplia competencia extendida incluso al ámbito eclesiástico. Esto último debido a una de las facultades que el Real Patronato otorgó a la corona.

La creación de las Audiencias indianas, tuvo como principal objetivo reafirmar la supremacía de la justicia del rey por sobre la de los gobernadores.

Sobre la Audiencia sólo estaba el Consejo de Indias, al que únicamente se podía recurrir en los casos de mayor categoría. Al mismo tiempo, este tribunal real asesoró a la autoridad política del territorio asignado a su jurisdicción y se constituyó en un organismo consultivo de vital importancia para los virreyes y gobernadores.

Las Audiencias americanas estaban organizadas, al modo del Consejo de Indias, como autoridades colegiadas. Se componían de letrados profesionales que, en principio, fueron cuatro oidores y un fiscal presididos por el virrey o gobernador de la zona. Con el transcurso del tiempo el número de estos funcionarios aumentó en los territorios más extensos. Cada año, rotativamente, un oidor debía realizar viajes de inspección y judiciales por las provincias que formaban parte de la jurisdicción de la Audiencia

✠ IMAGEN XIV.- Nuño Beltrán de Guzmán.




✠ 1533.- En Estocolmo, Suecia, nace Erik XIV, que será rey de Suecia de 1560 a 1568. Durante su reinado tendrá lugar la Guerra Nórdica de los Siete Años al tratar de expandir los dominios suecos en el Mar Báltico. Será derrocado en 1568 y permanecerá preso hasta su muerte en 1577. (Hace 488 años).

Rey de Suecia, hijo de Gustavo Wasa y de Catalina de Sajonia-Luxemburgo, nacido en 1533 y muerto en 1577. Tuvo en un principio el título de duque y el gobierno de algunos estados, cargo en el que manifestó las más funestas cualidades; llenó de amargura los últimos días de su padre, a quien sucedió por fin en 1561. Después de solicitar inútilmente la mano de Isabel de Inglaterra y de algunas otras princesas, se casó con una de sus queridas, Catalina Mansdotter. Celoso del poder de sus hermanos Juan y Carlos que poseían los ducados de Finlandia y Sudermania, hizo encerrar al primero en una prisión durante cuatro años. Una guerra desastrosa con Dinamarca, en que agotó la riqueza y los hombres del país sin hacer otra cosa que sufrir derrotas, produjo gran descontento, y Erik, viendo en todas partes síntomas de conjuración, se entregó a las mayores crueldades. Por último, los hermanos del rey, caudillos de la insurrección, le vencieron y, no menos crueles que él, le tuvieron preso nueve años, haciéndole sufrir toda clase de tormentos; por último le hicieron envenenar. 

✠ IMAGEN XV.- Erik XIV de Suecia.



✠ 1545.- En este día, el Concilio de Trento, el decimonoveno concilio ecuménico que celebra la Iglesia, inaugura sus sesiones que no clausurará hasta 1563, dividido en tres etapas. Aunque se convoca con la intención de responder a la reciente Reforma protestante, en realidad supondrá una reorientación general de la Iglesia definiendo con precisión los dogmas esenciales. Los decretos que de él saldrán, marcarán las prácticas de la Iglesia hasta mediados del siglo XX. (Hace 476 años).
✠ IMAGEN XVI.- Concilio de Trento.




✠ 1553.- En la ciudad francesa de Pau, nace Enrique de Borbón, que será rey de Navarra con el nombre de Enrique III entre 1572 y 1610, y rey de Francia como Enrique IV entre 1589 y 1610, primero de la casa de Borbón. Muchos franceses considerarán que es el mejor monarca que ha gobernado su país. (Hace 468 años).

Enrique IV de Francia y III de Navarra. Pau (Francia), 13.XII.1553 – París (Francia), 14.V.1610. Rey de Francia y heredero de los reyes de Navarra.

✠ IMAGEN XVII.- Enrique III de Navarra y IV de Francia.




Enrique de Borbón nació en Pau (Bearne), desde donde sus padres gobernaban un importante conjunto de señoríos extendido en la vertiente septentrional del Pirineo. Su padre, Antonio, duque de Vendôme, era uno de los “príncipes de sangre” de Francia, como descendiente de Robert de Clermont. Juana III de Albret, su madre, era heredera de los reyes de Navarra y vizcondesa de Bearn, dos territorios que se pretendían soberanos y sin dependencia del rey de Francia. La muerte de Enrique II de Albret (que se hacía llamar Enrique II de Navarra, en 1555), y el ascenso de Felipe II a la Monarquía de España (1556), animaron a Antonio de Borbón a reivindicar una solución definitiva al contencioso de Navarra. Los contactos diplomáticos fueron particularmente intensos en 1558-1562, con ocasión de las negociaciones de paz entre ambas monarquías, y de los problemas sucesorios y religiosos en Francia. Pero ni la reunificación del reino de Navarra, ni una compensación equivalente, maduraron antes de la temprana muerte del duque de Vendôme (1562).

Enrique y Catalina de Borbón quedaron huérfanos bajo la tutela de Juana III. El heredero fue educado con rigor bajo preceptores calvinistas, la religión que su madre había profesado con sinceridad y convencimiento probablemente desde 1556. Su padre nunca tomó una postura tan definida, más preocupado por engrandecer territorialmente su casa y, sobre todo, por aumentar su influencia en el gobierno de Francia. Enrique fue llevado a la Corte de París, donde cursó estudios de Humanidades en el Collège de Navarre, junto con los duques de Anjou y de Guisa, hermanos del rey Carlos IX de Francia. Como lugarteniente general, gobernador y almirante de Guyena, cargos que heredó de su padre, se vio inmerso en las luchas de la Corte justo cuando la debilidad de la realeza y la difusión del calvinismo iniciaban una cadena de ocho guerras civiles-religiosas. Enrique de Borbón se alineó, por motivos de interés familiar y de convicción, junto a la facción “hugonote” que lideraba el almirante Gaspar de Coligny, frente al partido católico de la familia Guisa.

✠ IMAGEN XVIII.- Almirante Gaspar de Coligny.



En 1572, la regente Catalina de Medicis, para restablecer la paz entre ambas facciones y fortalecer la posición de su hijo el Rey, todavía bajo su tutela, negoció el matrimonio de Enrique de Borbón con su hija Margarita de Valois. El novio acudió a la boda (18 de agosto de 1572), como “rey de Navarra”, porque Juana III había muerto dos meses antes. Esto le permitió salvar la vida en la matanza de hugonotes de la “Noche de San Bartolomé” en París, que se desató con ocasión de las ceremonias nupciales. El 26 de septiembre abjuró por primera vez de su fe calvinista y, durante unos años —bien fuese por indecisión, prudencia o duplicidad— Enrique III de Navarra permaneció junto al rey de Francia y dentro de la Iglesia católica.

En 1576 huyó de la Corte, volvió a la confesión calvinista y la asamblea de Montauban le proclamó “protector” de la unión de protestantes y católicos. Comenzó entonces su creciente protagonismo en las guerras internas de Francia. Desde sus bases patrimoniales en el suroeste, demostró su capacidad de, por una parte, moderar las reclamaciones máximas de los calvinistas, que le consideraban un nuevo David, y, por otra, de atraer la colaboración de algunas facciones de la nobleza católica, descontentas con el monopolio del poder que pretendían los Guisa. Su mediación consiguió acuerdos como el de Nerac (1579), por el que, renunciando a la libertad de culto en todo el reino, los hugonotes adquirieron una serie de “plazas de seguridad”.

La muerte del duque de Anjou (1584), le convirtió en heredero del trono, ya que el nuevo rey de Francia, Enrique III de Valois, no tenía descendencia y Enrique de Navarra era el más próximo a la casa real por vía masculina. Esto agravó el problema religioso y la fractura política del país. Sixto V le declaró privado de sus derechos a la Corona, acusado de favorecer la erradicación del catolicismo, y el Rey revocó los edictos de pacificación y prohibió el culto reformado en todo el reino (1585). Enrique de Navarra no aceptó volver al catolicismo, y lideró la guerra con el apoyo de las iglesias calvinistas, de sus estados patrimoniales, y de algunos nobles y ciudades recelosas de la injerencia de la Monarquía española. Pero, al poco tiempo, Enrique III de Francia, para desbaratar el poder de la Liga y de los hermanos Guisa, ordenó su asesinato (1589), lo que suscitó una violenta reacción ultracatólica en París. Ante la rebelión abierta de la ciudad, el Rey se reconcilió con el de Navarra para así someter a los “ligueurs”. En el asedio de París murió asesinado el rey de Francia (1589), no sin antes reconocer al de Navarra como su legítimo sucesor, gracias a una declaración en la que éste prometía mantener la religión católica en su integridad.

✠ IMAGEN XIX.- Enrique III de Francia.



Una vez convertido en rey de Francia, Enrique de Borbón tuvo que afrontar la resistencia de la Liga católica, liderada por el duque de Mayenne y sostenida por Felipe II, que la utilizaba para sus propios fines. La victoria de Ivry (1590), le permitió asediar París, pero hubo de abandonar el cerco ante el socorro de las tropas de Alejandro Farnesio, Gobernador de los Países Bajos españoles. Diversos levantamientos se produjeron entonces en Bretaña, en Languedoc y en Provenza, aglutinando descontentos diversos y con apoyo de España. Desde Bruselas, el duque de Parma, poco antes de morir, levantó el asedio en que Enrique tenía a Ruán (1592).

✠ IMAGEN XX.-Alejandro Farnesio.



Los “ligueurs” y la mayoría católica negaban toda legitimidad a Enrique de Borbón, considerado como un usurpador del trono porque, como hereje, habría sido despojado de su derecho por varios papas. Pero no había otra alternativa. Primero se proclamó al cardenal de Borbón como Carlos X, pero murió a los pocos meses (1590). Entonces, Felipe II presionó para que los Estados Generales de Francia (1593), aceptaran como reina a Isabel Clara Eugenia, que era hija suya y de Isabel de Valois, la hermana mayor de Enrique III y de Carlos IX, quien casaría con un noble francés. Pero esto, además de contradecir la ley sálica que excluía del trono a las mujeres, resultaba inaceptable para la mayoría de los franceses. Entonces Enrique de Borbón se apresuró a abjurar públicamente en Saint-Denis (25 de julio de 1593), lo que le permitió reconciliarse con los católicos. En 1594 fue coronado en Chartres (27 de febrero), entró en París (25 de marzo) y Clemente VIII le levantó la excomunión y le reconoció como Enrique IV de Francia (17 de septiembre de 1595).

✠ IMAGEN XXI.- Clemente VIII.


Felipe II no aceptó una conversión que consideraba fingida y le declaró la guerra. Los combates afectaron a la periferia de Francia, (desde los Países Bajos se tomó Calais y se ocupó Amiens por unos meses), porque Enrique IV, con generosidad, consiguió que la nobleza y las ciudades de casi toda Francia le juraran obediencia. En la Paz de Vervins (2 de mayo de 1598), España tuvo que devolver Calais y retirar sus tropas de Bretaña. Ese mismo año Enrique IV publicó un edicto en Nantes (13 de abril de 1598) que, restableciendo el catolicismo en toda Francia, otorgaba a los calvinistas un estatuto de privilegio, avalado por unas plazas de seguridad, como un estado dentro del estado y con ciertas libertades de culto.

✠ IMAGEN XXII.- Felipe II de España.


Enrique volvió a casar, en 1600, con María de Medicis, de la que nació su heredero. El restablecimiento de la autoridad real, la recuperación de las finanzas y la pacificación interior centraron todos sus esfuerzos de gobierno, de modo que su figura ha pervivido en Francia como la del salvador de la nación, restaurador de la monarquía y pacificador del país. En 1610 se comprometió en apoyo de los príncipes protestantes del Imperio Germánico para frenar la hegemonía de la Casa de Austria, y decidió reemprender la guerra.

✠ IMAGEN XXIII.- María de Medicis.



Pero cuando se disponía a encabezar sus tropas, fue asesinado en París por François Ravaillac, un ultracatólico.

FUENTES:

Alfredo Floristán Imízcoz.

Real Academia de la Historia.

Bibl.: R. Mousnier, L’Assassinat d’Enri IV, 14 mai 1610, Paris, Gallimard, 1964; J. P. Babelon, Henri IV, Paris, Fayard, 1984; E. Le Roy Ladurie, L’État royal 1460-1610. De Louis XI à Henri IV, 1460-1610, Paris, Hachette, 1987; D. Crouzet, Les guerriers de Dieu. La violence au temps des troubles de religion (vers 1525-vers 1610), Camp Vallon, Seysell, 1990; J. Garrison, L’Édit de Nantes. Chronique d’une paix attendue, Paris, Fayard, 1998; J. F. Labourdette, J. P. Poussou y M. C. Vignal, Le traité de Vervins, Paris, Presses de l’Université de Paris-Sorbonne, 2000.


✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠

Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.  

✠ Estudios y Análisis Históricos. 

✠ Efemérides históricas.

Tal día como hoy, 12 de Diciembre pero del año...

✠ 627.- Cerca de Mosul (Irak), el ejército bizantino de Heraclio derrota en la Batalla de Nínive a las fuerzas del sha persa Cosroes II, comandadas por Rhahzadh, poniendo así fin a las Guerras Romano-Sasánidas. (Hace 1394 años). 

Adoptando cierta perspectiva, la Antigüedad podría ser visualizada como la milenaria y renovada pugna entre dos grandes ámbitos de civilización: el grecorromano y el iranio. Desde ese enfoque, la última guerra entre los imperios herederos de dichas tradiciones, Bizancio y la Persia sasánida, podría ser entendida como el punto y final del periodo. Esa titánica guerra, librada en tres continentes y de proporciones que superaron con mucho los anteriores conflictos entre ambos imperios, tuvo su gran y decisiva batalla el 12 de diciembre de 627 en la llanura de Nínive.


✠ IMAGEN I.- Batalla de Ninive.


✠ IMAGEN II.- Sólido bizantino representando a Heraclio y sus hijos Constantino III Heraclio y Heraclonas. 


✠ IMAGEN III.-Moneda que representa a Cosroes II. 


En la guerra mantenida entre los emperadores Heraclio de Bizancio y Cosroes de Persia durante la guerra romano-sasánida, Heraclio logró adentrarse en territorio persa y derrotó a los persas en la batalla de Nínive.  Tras su victoria, los bizantinos avanzaron sobre Ctesifonte, la capital del imperio sasánida. Ante este avance, Cosroes huyó de Dastagird, su residencia favorita, cerca de Ctesifonte, sin ofrecer resistencia. Dastagird fue capturada y saqueada por las tropas de Heraclio.

Mientras Cosroes huía a Ctesifonte, la aristocracia persa se rebelaba contra su emperador. Liberaron al hijo de Cosroes, Kavad, el cual había sido encerrado en prisión por su padre, y lo proclamaron emperador. Kavad II ordenó que ejecutaran a todos sus hermanos y hermanastros y, tres días después, ordenó ejecutar a su padre.

 ✠ IMAGEN IV.- Drachma de Kavad II. 


Tras ascender al trono, Kavad II se apresuró a firmar la paz con Heraclio. Aunque los bizantinos regresaron triunfantes a Constantinopla, el imperio sasánida quedaría sumido en la anarquía y la inestabilidad.


✠ 914.- En León (actual España), Ordoño II es aclamado soberano por los principales magnates, obispos, abades y condes de León, reunidos en asamblea general, ungido por 12 obispos y coronado. (Hace 1107 años).

✠ IMAGEN V.- Ordoño II según una miniatura medieval de la Catedral de León. 


Ordoño II (Hacia 871 - Zamora, 924). Rey de León (914-924). Hijo del monarca asturiano Alfonso III el Magno y de la esposa de éste, Jimena, fue bautizado con el nombre de Ordoño en honor a su abuelo paterno, el también monarca astur Ordoño I. Hacia el año 896 Ordoño contrajo matrimonio con Elvira Menéndez, la cual pertenecía a una de las familias gallegas más importantes de la época, y poco después, en el año 897, fue nombrado por su padre gobernador de Galicia. Dicho nombramiento, ha sido considerado indicio de los deseos de Alfonso III de asociar a su hijo al trono, puesto que desde los tiempos de Ramiro I, el cargo de gobernador de Galicia había sido ocupado por el heredero a la corona.

Desde su llegada a Galicia demostró sus grandes dotes como gobernador: fue capaz de imponer su autoridad en el territorio y sometió al pago de tributo a todas las ciudades, ganándose además el respeto y el cariño de todos sus súbditos. Hacia el año 908 dirigió una expedición militar en contra de los musulmanes de la Bética, en la que consiguió un importante botín, gracias a que asoló prácticamente la ciudad de Regel y sus territorios circundantes.

Se ignora el papel que jugó Ordoño en la rebelión que encabezó su hermano García en el año 909, que obligó a Alfonso III a abandonar el poder, ya que si bien parece demostrado que no participó directamente, tampoco hizo nada por evitarla, lo cual enturbió las relaciones que mantenía con su padre, aunque muy pronto ambos se congraciaron. Al igual que sus hermanos, a pesar de que de hecho era rey de Galicia desde la renuncia de su padre, no adoptó oficialmente el título hasta la muerte de éste, el 10 de diciembre del año 910.

Durante sus años como monarca en Galicia, se llevó a cabo sin problemas la reconstrucción y repoblación de la ciudad de Lugo y fueron frecuentes las donaciones realizadas por los monarcas a la iglesia compostelana. Animado por el éxito de su anterior campaña, en el año 913 inició una nueva expedición militar por tierras de al-Andalus, que en esta ocasión le llevó a Extremadura, concretamente a la ciudad de Evora, donde los ejércitos cristianos obtuvieron una importante victoria. Por lo que respecta a sus hermanos, sí bien el futuro Fruela II mantuvo una relación amistosa con Ordoño, García I nunca perdonó a éste que se hubiera proclamado rey de Galicia, por lo que las relaciones entre ambas cortes fueron muy tensas durante estos años.

Tras la muerte de García I, Ordoño fue coronado solemnemente en la ciudad de León en presencia de algunos de los nobles y obispos más importantes del reino y, desde este momento comenzó para los cronistas el cómputo oficial de los años de su reinado. Ordoño II se comprometió a financiar la construcción de una catedral para la capital de su reino, cediendo para ello sus palacios a la sede legionense, y además hizo todo lo posible por reorganizar el territorio de la diócesis, por lo que también financió la reconstrucción de iglesias y conventos.

✠ IMAGEN VII.- García I de León.


En el año 916 preparó una nueva expedición por tierras extremeñas. Así tras rebasar la línea del Guadiana logró una nueva victoria frente a las tropas musulmanas de la región, que habían sido reforzadas por un poderoso contingente enviado desde Córdoba. La humillación de los cordobeses fue tal que el emir no tardó en reunir un nuevo ejército, en agosto del año 917, para atacar las fronteras cristianas, pero sus esfuerzos fueron inútiles, ya que Ordoño, tras conocer la noticia de la llegada de un ejército enemigo a sus territorios, decidió presentar batalla y atacó su campamento instalado en San Esteban de Gormaz o Castro Muros, destruyéndolo casi por completo en septiembre de ese mismo año.

Aprovechando los efectos que las sucesivas victorias obtenidas sobre los árabes habían tenido en la moral de sus hombres, Ordoño decidió, en la primavera del año 918, llevar a cabo una nueva campaña en contra de la ciudad de Nájera, en compañía de su aliado el rey Sancho Garcés I de Navarra. Pero en esta ocasión no obtuvo el monarca los resultados que esperaba ya que, tras conseguir un cuantioso botín en Nájera y en Tudela, sus tropas sufrieron un tremendo revés en la batalla de Mutonia.

✠ IMAGEN VIII.- Sancho Garcés I de Navarra.


Ordoño organizó una nueva campaña para el mes de octubre del año 919, pero la rápida acción de las tropas musulmanas le obligó a replegarse. Sin embargo, a pesar de la victoria de los cordobeses, Abd al-Rahman III no estaba dispuesto a tolerar por más tiempo las incursiones del rey de León en sus territorios, por lo que decidió acabar con estos ataques personalmente. El 23 de abril del año 920 partió de Córdoba al mando de un poderoso ejército que realizó una brillante campaña por tierras cristianas, enfrentándose finalmente a las tropas de Ordoño y de Sancho Garcés en la batalla de Valdejunquera, donde obtuvo una importante victoria.

✠ IMAGEN IX.- Abd al-Rahman III.


Las pérdidas de los cristianos no debieron ser tan cuantiosas como afirmaron los cronistas árabes, ya que poco tiempo después, ambos monarcas pudieron reorganizar su ejército y marcharon sobre Guadalajara donde lograron obtener un cuantioso botín. Luego Ordoño II partió hacia la ciudad de Zamora, donde a su llegada recibió con gran tristeza la noticia de la muerte de su esposa, la cual había sido la madre de sus 5 hijos: Sancho, Alfonso, Ramiro, García y Jimena.

Tras estos acontecimientos, marchó a Castilla con el fin de acabar con la rebeldía de algunos condes de este territorio. Al llegar a Burgos convocó una reunión en Tejar, lugar donde fueron detenidos poco después los condes Nuño Fernández, Aboldomar Albo y su hijo Diego, y Fernando Ansúez, aunque no duró mucho su cautiverio. Por estas mismas fechas contrajo matrimonio por segunda vez el monarca con una joven llamada Aragonta González, la cual fue repudiada poco tiempo después por no ser de su agrado.

Retomó su actividad guerrera a finales del verano del 923, puesto que decidió acudir a Navarra para respaldar al monarca de este territorio, en los planes que tenía de atacar las fortalezas de Viguera y Nájera. Ambos monarcas obtuvieron notables resultados en sus campañas y Ordoño II, en agradecimiento por su triunfo, fundó del monasterio de Santa Coloma. Las relaciones entre ambos reinos no podían ser más cordiales, y se concertó el matrimonio del monarca con una de las hijas de Sancho Garcés, doña Sancha, la cual se convirtió en su tercera esposa ese mismo año, aunque la unión duró apenas unos meses puesto que Ordoño falleció a principios del verano siguiente (924).

La muerte de Ordoño II se produjo por causas naturales en torno al 20 de junio del año 924, en la ciudad de Zamora, cuando contaba con 52 años. Tras su fallecimiento sus restos mortales fueron trasladados a la ciudad de León, donde fueron enterrados en la iglesia del Salvador que el mismo había mandado construir. Poco días después su hermano Fruela II se proclamó rey, para gran disgusto de sus hijos, que se vieron obligados a refugiarse en Galicia por un tiempo.

✠ IMAGEN X.- Miniatura medieval que representa al rey Fruela II de León. 



✠ 1098.- Durante la Primera Cruzada, tras muchos días de asedio los ejércitos de Raimundo IV de Tolosa y Bohemundo, toman la ciudad de Ma'arrat al Numan, en la actual Siria, al lograr derribar los zapadores un gran bloque de la muralla. Los habitantes que aún quedan en la localidad creen salvar sus vidas tras pagar un fuerte rescate. Pero al amanecer del día siguiente, los francos tomarán sus espadas y masacrarán a unos 20.000 habitantes. La ocupación de la ciudad durará 33 días durante los cuales arrasarán con todo, hasta convertirla en insignificantes ruinas. (Hace 923 años).

Marrat an-Numan  se encontraba bajo la autoridad de la dinastía fatimí. Según las crónicas de la época, tras varias semanas de cerco, la guarnición formada por una milicia de la ciudad cedió la entrada de los asaltantes quienes en represalia, emprendieron de manera sistemática durante varias semanas su pillaje y destrucción, así como la persecución y exterminio de sus habitantes, hasta su partida en enero de 1099. Otras fuentes y testigos cristianos como Alberto de Aquisgrán denunciaron prácticas de canibalismo por parte de los atacantes cruzados

✠ IMAGEN XI.- Raimundo IV de Tolosa (Toulouse-Francia).


✠ IMAGEN XII.- Bohemundo de Tarento.


Después de que los cruzados, dirigidos por Raimundo de Tolosa y Bohemundo de Tarento, lograran con éxito la captura de Antioquía, comenzaron a realizar diversos ataques por los alrededores durante los meses invernales, en una disputa interna por el control de Antioquía y de sus alrededores.
Los cruzados no habían mantenido una buena línea de suministros, lo cual llevó al hambre generalizada y a una grave carencia del necesario equipamiento para los ejércitos cruzados. En junio de 1098, Raimundo Pilet, un caballero del ejército de Raimundo de Tolosa, dirigió una primera expedición contra Maarat, una importante ciudad en la carretera hacia Damasco, pero sus tropas se encontraron con una importante guarnición musulmana que les derrotó con grandes bajas cruzadas. Durante el resto del verano los cruzados continuaron en su marcha hacia el sur y capturaron numerosas ciudades pequeñas, para volver a Maarat en Noviembre. 

✠ IMAGEN XIII.- El sitio de Maarat an-Numan.


Asedio y conquista. Hacia finales de noviembre, miles de cruzados comenzaron el asedio de la ciudad. Los ciudadanos al principio no le dieron excesiva importancia, tras haber derrotado al primer contingente de cruzados, y en la confianza de que los cruzados no podrían mantener el asedio durante el invierno, y que no podrían asaltar la ciudad, protegida por un profundo foso y fuertes murallas. Los defensores de la ciudad, en su mayoría una milicia urbana y ciudadanos sin experiencia, lograron mantener los ataques durante dos semanas, en las que los cruzados aprovecharon para construir una torre de asedio, que les permitió asaltar las murallas mientras que un grupo de caballeros lograba, en la confusión, trepar por el lado contrario utilizando escaleras.
Los cruzados ocuparon las murallas el 11 de diciembre, y los musulmanes se retiraron hacia el interior de la ciudad. Ambos ejércitos se prepararon para descansar durante la noche, pero los más pobres de entre el grupo de cruzados aprovecharon ese momento para entrar en la ciudad y dedicarse al saqueo. En la mañana del 12 de diciembre la guarnición negoció con Bohemundo de Tarento la rendición a cambio de un salvoconducto. Los musulmanes se rindieron, pero los cruzados comenzaron inmediatamente la masacre de la población.
Al mismo tiempo, Bohemundo se hizo con el control de las murallas, mientras que Raimundo controló el interior de la ciudad, en una prolongación de su disputa sobre el control de los territorios conquistados.
Este y otros episodios denunciados de abusos en contra de las poblaciones locales o de prácticas extremas de guerra, fueron difundidos por la tradición oral y amplificados por la propaganda para crear una visión hostil de los invasores que contribuyó al aglutinamiento de la población local. La pervivencia de esta visión, elevada la categoría de mito, es empleada por algunos sectores de la historiografía como argumento en apoyo de las tesis del supuesto enfrentamiento secular sostenido entre sociedades musulmanas y cristianas.



✠ 1408.- El Concilio de Perpiñán declara la legitimidad del papa Benedicto XIII de Aviñón (El Papa Luna).. (Hace 613 años).

El concilio de Perpiñán declara la legitimidad del papa Benedicto XIII, antipapa aragonés en el Cisma de Occidente. Pero éste debe acabar retirándose a Peñíscola, desposeído del título. (El Papa Luna).

✠ IMAGEN XIV.- Benedicto XIII, (El Papa Luna).



Benedicto XIII de Aviñón. Nacido bajo el nombre de Pedro Martínez de Luna y Pérez de Gotor. Papa o antipapa de Aviñón durante el Cisma de Occidente, perteneciente a un noble linaje aragonés (los Luna), mas conocido como Papa luna. Doctor en Derecho Canónico por la Universidad de Montpellier (Francia), donde ocupó la cátedra de Decretales. 

Tras la muerte de Gregorio XI fue elegido como nuevo papa Urbano VI, de origen italiano, quien poco después fue rechazado por algunos de los miembros del cónclave, que ponían en duda la validez de la elección porque había estado condicionada por las presiones y la violencia de los habitantes de la ciudad.

✠ IMAGEN XV.- Urbano VI.


Pedro de Luna, tras el estudio de las cláusulas de Derecho Canónico concernientes a la sucesión papal, se sumó a los cardenales opuestos al nuevo papa. Pocos meses después de la elección Urbano VI fue abandonado por los cardenales, quienes invalidaron su nominación y, reunidos en Fondi (Italia), nombraron papa a Clemente VII, lo que originó el Cisma de Occidente. El papa Clemente se instaló en Aviñón y envió como legado a Pedro de Luna, llamado el Cardenal de Aragón, a solicitar el reconocimiento de los monarcas de los reinos ibéricos.

✠ IMAGEN XVI.- Clemente VII.


Tras su llegada a Barcelona inició su labor diplomática con Pedro IV de Aragón, pero el mantenimiento de la postura de neutralidad o de indiferencia de este último ante los dos papas motivó su traslado al reino castellano al año siguiente. El apoyo de Francia al papa aviñonés y la actividad desplegada a su favor por el Cardenal de Aragón inclinó a Juan I de Castilla, neutral en un principio, a promover un concilio de los prelados de su reino con los legados de ambos pontífices, con la misión de decidir una postura ante el Cisma; reunido en Medina del Campo (Valladolid), en 1380, el concilio determinó ofrecer su adhesión a Clemente VII, lo que condicionó la posición favorable del monarca castellano, proclamada oficialmente en Salamanca en 1381.

✠ IMAGEN XVII.- Juan I de Castilla. 


Tras la muerte de Pedro IV, en 1387, se trasladó a Barcelona para continuar su labor en defensa del papa aviñonés ante el heredero de la Corona de Aragón, Juan I, quien reconoció la legitimidad de Clemente VII en febrero de ese año y nombró a Pedro de Luna su ejecutor testamentario.

✠ IMAGEN XVIII.- Juan I de Aragón.


En 1388 presidió el concilio de Palencia, donde se distinguió por su intervención en la elaboración de la reforma de la disciplina eclesiástica. A la muerte de Carlos II de Navarra, quien había mostrado una postura similar al monarca aragonés, aunque favorable al legado por su mediación ante Castilla para obtener la devolución de parte de las plazas que le habían sido sustraídas a Navarra en el tratado de Briones, su sucesor, Carlos III, declaró la obediencia de su reino a Aviñón en 1390].

✠ IMAGEN XIX.- Carlos III de Navarra.


Pedro de Luna regresó a Aviñón en 1390, aumentado su prestigio por los logros conseguidos en su legación. Durante su estancia en París (Francia), manifestó en la Universidad de la Sorbona su defensa de la "vía cessionis", que buscaba la solución del Cisma en la renuncia simultánea de los dos papas, lo que le distanció de Clemente VII y del colegio cardenalicio, que le acusó de haber propuesto dicha renuncia para procurar su propia elección. Intentó evitar las tensiones trasladándose a España; tras obtener la licencia papal, se instaló en el feudo de Reus, dependiente de la catedral de Tarragona, de la que era canónigo. Al recibir la noticia de la muerte del papa (16 de septiembre de 1394), regresó a Aviñón.

El 28 de septiembre se procedió a la votación, en la que veinte de los veintiún votos señalaron a Pedro de Luna como nuevo pontífice, quien con el nombre de Benedicto XIII fue coronado el 11 de octubre después de ser ordenado sacerdote.

Por iniciativa francesa se envió (1397), una nueva embajada a Benedicto XIII con representantes de Francia, Inglaterra y Castilla —Aragón había negado su apoyo a la empresa—, que seguidamente visitó a Bonifacio IX. Como consecuencia del fracaso de los legados ante los dos pontífices, Francia se declaró indiferente (1398), y se substrajo a la obediencia papal.

✠ IMAGEN XX.- Bonifacio IX.


La resistencia de Benedicto y los seis cardenales que le habían permanecido fieles se prolongó durante cuatro años, en el transcurso de los cuales tuvieron lugar gestiones diplomáticas entre los reinos que le habían ofrecido su apoyo ante la evidencia de que no podrían conseguir su abdicación por la fuerza, y por las continuadas protestas de la población, del clero y de la Universidad parisina ante el mantenimiento de una situación de violencia contra la figura de un papa.

Benedicto XIII decretó la excomunión para quienes le negaran obediencia y convoco un concilio en Perpiñán, donde fue alejado por Martín I el Humano. La reunión conciliar tuvo lugar en noviembre con representantes de la Corona de Aragón, Navarra, Castilla, Lorena, Provenza y Savona, quienes proclamaron su legitimidad pero también la conveniencia de su abdicación y del envío de una embajada al concilio que algunos cardenales aviñoneses y romanos disidentes habían convocado en Pisa para buscar solución al problema de la división de obediencias por la "vía concilii", proclamada como la única posible tras los fracasos del entendimiento entre ambos papas.

En Pisa se procedió a la deposición de ambos pontífices, acusados de cismáticos, perjuros y herejes y declarados responsables del mantenimiento del Cisma.

En 1409 el Papa Luna declaró en Barcelona la excomunión de los participantes en el concilio pisano y escribió, en colaboración con Bonifacio Ferrer, el tratado "De novo subscismate". Tras la muerte sin sucesor de Martín I el Humano (1410), Benedicto defendió la candidatura del infante Fernando de Antequera, perteneciente a la casa de Trastámara, para asegurarse el mantenimiento del apoyo de la Corona de Aragón.

En 1413 organizó una reunión de los más importantes rabinos y talmudistas de la Corona de Aragón, en Tortosa, para discutir sus doctrinas frente a las del cristianismo, con lo que pretendía fortalecer su prestigio ante los demás reinos dando origen a la Disputa de Tortosa, considerada como la principal discusión teológica de la Edad Media entre ambas religiones. Concluida dos años después, provocó la conversión al cristianismo de numerosos judíos.

En 1415 se trasladó a Peñíscola, (Castellón), único sitio donde podía establecer su Sede tras la retirada del apoyo y del reconocimiento de su legitimidad por parte de todos los reinos cristianos, aunque muchos sectores de la Iglesia en la Península Ibérica seguían prestándole obediencia, El concilio de Constanza le depuso (26 de junio de 1417), bajo la declaración de perjuro y cismático, procediendo al nombramiento de Martín V como único papa.

✠ IMAGEN XXI.- Peñíscola, (Castellón).



✠ IMAGEN XXII.- Papa Martín V.


Benedicto se mantuvo firme en la defensa de su legitimidad incluso tras la entrevista con los juristas y obispos enviados (1418), por el rey de Aragón en apoyo de su petición, y fue abandonado por la mayoría de los miembros de la Curia y de los cardenales que todavía le habían permanecido fieles.

Un año antes de su muerte —23 de mayo de 1423, a los 95 años— proveyó a su Sede de cuatro nuevos cardenales para asegurarse la continuidad de su pontificado; posteriormente elegirían como sucesor a Clemente VIII, quien renunció en 1429.

Benedicto XIII recibió sepultura en Peñíscola. Ocho años después de su muerte Rodrigo de Luna ordenó el traslado de su cuerpo al castillo de Illueca.

Su tumba fue profanada durante la Guerra de la Independencia (1808–1814) y de su cadáver momificado sólo se rescató el cráneo, que se conserva en Saviñán (Zaragoza).

✠ IMAGEN XXIII.- Castillo de Illueca, (Aragón).



✠ 1408.- El emperador Segismundo de Luxemburgo, por entonces rey de Hungría crea la Orden del Dragón. (Hace 613 años).

✠ IMAGEN XXIV.- Segismundo de Luxemburgo.



En 1408 el rey Segismundo fundó la que fue la más célebre hermandad militar húngara, la Orden del Dragón, formada por caballeros húngaros y príncipes centroeuropeos procedentes de lugares tan lejanos como Bosnia o Valaquia –cuyo gobernante, Vlad III Tepes, Drácula, recibió el nombre precisamente por su pertenencia a ella–. Además, mediante sus miembros honorarios, tales como los reyes de Inglaterra, Dinamarca o Nápoles, cubría casi la totalidad de Europa y, si bien es cierto que la orden no sobrevivió más allá de la década de 1490, su emblema pervivió a modo de honroso distintivo en la heráldica de muchas familias nobiliarias.

✠ IMAGEN XXV.- Emblema de la Orden del Dragón.



✠ IMAGEN XXVI.- Vlad III Tepes, "Drácula".


La primera y más antigua Orden de caballería real y secular de Europa, la Orden de San Jorge, fue fundada por el rey angevino de Hungría, Carlos I, en 1326. Aunque sus fueros fundacionales se han conservado hasta nuestros días –o una versión actualizada de los mismos– con su gran sello, no sabemos apenas nada acerca de su funcionamiento. Su repentina disolución pudo obedecer al intento de asesinato del rey en su propia corte en Visegrád, cercana a la moderna Budapest (a 40 km de esta), y a la derrota de sus huestes a manos de su vasallo, el voivoda Basarab I de Valaquia, en la batalla de Posada –en el sur de los Cárpatos, en la frontera del voivodato con Hungría–, en noviembre de 1330. En el enfrentamiento, uno de los caballeros del rey llegó a intercambiar su armadura, decorada con su propia heráldica, con la del monarca y, finalmente, a sacrificar su vida por él en el combate. Este comportamiento heroico bien pudo ser consecuencia de su pertenencia a la Orden de caballería recientemente instaurada, pero lamentablemente no lo podemos asegurar, pues la carta fundacional no menciona los nombres de sus miembros.

Por su parte, Segismundo de Luxemburgo, cuya primera esposa fue María, nieta del mencionado Carlos I, fue rey de Hungría desde el año 1387 –así como de Bohemia (desde 1419), rey de romanos (1411) y, posteriormente, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico (1433)– hasta su muerte en 1437. Es probable que su inclinación por el ceremonial cortesano procediera del ambiente caballeresco de la corte de su padre, el emperador Carlos IV de Luxemburgo. Tras la muerte en 1419 de su hermano Wenceslao IV de Bohemia, se convirtió en la cabeza visible de la Orden de la Toalla [Orden militar inspirada en el episodio evangélico del lavado de pies de los discípulos por Jesús, narrado en Juan 13:5] y, como sucesor suyo, ejerció su derecho de designar a sus miembros. Aunque los fueros no lo mencionan, es posible que Segismundo supiera de la fundación de la Orden de San Jorge por parte de su antepasado. El único indicio, quizá, sea la supuesta existencia de una capilla de la Orden de San Jorge en la ya mencionada Visegrád, sede regia a orillas del Danubio, que se menciona en 1425 con ocasión de la llegada de los franciscanos a la ciudad por orden de Segismundo, aunque se señala que ya por entonces estaba en ruinas. 

Pero las similitudes entre ambas órdenes militares terminan aquí. Para la de San Jorge, Carlos I trató de establecer una auténtica comunidad con una sede oficial, un número limitado de miembros y un protocolo muy estricto de reuniones periódicas. Evidentemente, esta orden angevina pretendía además reforzar la autoridad del rey, pero, dado que desconocemos los nombres de sus miembros, no sabemos si estos se elegían entre la aristocracia de alcurnia o entre los caballeros cortesanos.

La orden creada por Segismundo era todo lo contrario: carecía de una advocación oficial –aunque los estatutos aluden hasta en dos ocasiones a san Jorge y su dragón–, sede con capilla, reuniones periódicas, ni se acogía a ningún ideal o modelo de comportamiento caballeresco, exceptuando la obligación de acudir a los funerales de sus miembros o, en su defecto, pagar treinta misas por su alma y vestir de luto por un día. Probablemente el profesor Boulton esté en lo cierto cuando afirma que la orden era “la primera organización de su tipo concebida en términos exclusivamente políticos”, lo que no debe sorprendernos ya que Segismundo era un maestro de las estratagemas políticas y diplomáticas, que obtenía, por medio de la negociación, todo lo que perdía en el campo de batalla. Puede que en un primer momento tuviera en mente una comunidad estructurada, ya que en uno de los primeros estatutos nombró decano y rector de la orden al juez Simón de Rozgony, títulos de los que no volvemos a tener notica de su existencia.

Segismundo y su segunda esposa, Bárbara de Celje, fundaron la Orden mediante un fuero del 12 de diciembre de 1408, en un momento en el que el monarca ya había sufrido sus más amargos fracasos políticos y militares: la derrota de su ejército ante los turcos en Nicópolis, en 1396, y su arresto en 1401 por parte de la aristocracia húngara, que a punto estuvo de destronarlo. Segismundo sobrevivió a ambas crisis y, tras la segunda, se dispuso a consolidar su poder, con tanto éxito que incluso le permitió emprender largos viajes por Europa occidental, de años de duración, sin temer a las revueltas. No sabemos hasta qué punto pudo influir en esto la creación de la Orden del Dragón, pero parece evidente que hacia 1408 la lista de miembros incluía ya a los aristócratas más influyentes del reino y a los principales vasallos extranjeros del rey

El estatuto fundacional resumía en su prólogo los objetivos principales de la orden –cuyo nombre latino era "Societas draconica seu draconistarum, Fraternitas draconum" o, en alemán, Gesellschaft mit dem Trakchen– del siguiente modo:

«[…] con prelados, barones y magnates de nuestro reino a quienes invitamos a participar con nosotros en esta Orden con el fin de erradicar los actos perniciosos del mismo pérfido enemigo y los seguidores del antiguo dragón, y de los caballeros paganos, cismáticos y otras naciones de fe ortodoxa y aquellos envidiosos de la cruz de Cristo y de nuestros reinos».

Conforme a sus fueros, la Orden contaba con veinticuatro miembros –número similar a la Orden de la Jarretera–, entre los que figuraban el rey y la reina de Hungría. En consecuencia, los miembros debían jurar lealtad eterna a la pareja real, así como a sus hijos varones –posteriormente también a las hijas– vivos y por nacer, y defenderse los unos a los otros frente a cualquier agresión. Como contraprestación, gozaban de ciertos privilegios como la protección especial del rey mediante su arbitrio vinculante en las querellas de los miembros.

La Orden contaba, además, con miembros de segunda clase en número ilimitado y abierto tanto a húngaros como a extranjeros, lo que demostró ser un arma muy útil para tejer redes de influencia y cuya composición reflejaba claramente los objetivos de la Orden: más allá de las altas dignidades y la aristocracia del reino, la categoría ajena a la baronía podía contener integrantes de la baja nobleza, que hacían carrera gracias a su pertenencia a la orden, como la casa de Rozgonyi o la de Báthory –algunos miembros de esta última llegaron incluso a alcanzar el principado de Transilvania y, en un caso, la corona de Polonia–.

El listado de miembros de "primera clase" era bastante invariable, como demuestra un tratado de paz entre húngaros y polacos firmado en 1423 en el que aparecían los sellos de veintidós aristócratas húngaros que, en diez casos, eran idénticos a los presentes en los estatutos fundacionales de la Orden. Pero la fama de esta hermandad no se limitaba a las élites, sino que se extendía por el conjunto de la sociedad, tal y como refleja, entre otras cosas, la proliferación de azulejos de chimenea con el emblema del dragón.

Desde un punto de vista húngaro, los gobernantes de los países vecinos eran vasallos de la Corona, aunque dos de ellos, los de Serbia y Valaquia, fueran cristianos ortodoxos. Como aliados y como miembros de la Orden, participaban de la política exterior antiotomana auspiciada por Segismundo y formaban parte del cordón de seguridad en torno a Hungría. Bosnia demostró ser el aliado más problemático. Desde 1387 –más aún desde 1405– obligó a entablar luchas recurrentes contra su líder, el duque Hrvoje Vukčić Hrvatinić, sobre el que Segismundo logró, en 1408, una ansiada victoria en Dobor, en el cauce del río Bosna, que se convirtió en un antecedente directo de la fundación de la Orden. A pesar de que Hrvoje se sumó a ella en 1409, volvió a rebelarse en 1413 y, resulta curioso que el rey le privó de todos sus títulos y posesiones por violar los estatutos de la Orden, pero no de su membresía. Es más, coaligado con los otomanos, Hrvoje derrotó en 1415 a un ejército húngaro en el castillo de Doboj, al oeste de Banja Luka. Segismundo trató entonces de apoderarse de Bosnia por medio de un tratado de sucesión, puesto que el recién coronado rey de Bosnia, Tvrtko II Kotromanić, se casó con Doroteja, hija del primer dignatario del reino, Juan de Gara. Sin embargo, los otomanos socavaron el plan. No ha de sorprendernos, por tanto, que el emblema del dragón se documente en el trono de Tvrkto, en el castillo de Bobovac, lo que demuestra que efectivamente pertenecía a la orden. La estrategia de engrandecimiento de Hungría por vías hereditarias dio sus frutos en el caso de Serbia cuando en 1427, tras la muerte otro miembro de la Orden, el déspota Esteban Lazarević, Segismundo asumió el dominio de la región.

✠ IMAGEN XXVII.- duque Hrvoje Vukčić Hrvatinić.


✠ IMAGEN XXVIII.- Mapa del reino de Hungría bajo el rey Segismundo (1387-1437).



La presión húngara sobre Valaquia fue igualmente decidida. El miembro más conocido de la orden fue sin duda Vlad III Tepes, el Drácula histórico, hijo del por dos ocasiones voivoda Vlad Dracul II (1437-1442 y 1444-1447). Tepes ingresó en la Orden en 1431 y el rey de Hungría Matías Corvino le brindó ayuda militar, si bien, a partir del año 1462 lo mantuvo retenido en Hungría en calidad de miembro de su familia, puesto que había contraído matrimonio con la sobrina del rey. Sus residencias han sido identificadas gracias a la arqueología en las ciudades húngaras de Segesvár (la actual Sighișoara, Rumanía) y Pécs; en esta última tenía una casa que hasta 1489 aún era llamada Drakwlyahaza (“la casa de Drácula”).

✠ IMAGEN XXIX.- Rey de Hungría Matías Corvino.


La concesión del distintivo del dragón iba asociada a un fuero de donación, del que sin embargo solo han sobrevivido dos ejemplos, los del noble húngaro András Chapy y el de Vitautas el Grande, gran duque de Lituania. La Orden contaba con numerosos miembros ilustres de origen no húngaro, como el rey Eric de Dinamarca, Ladislao II Jagellón de Polonia, Oswald von Wolkenstein o Enrique V de Inglaterra. Todos recibieron honoríficamente el título de manos del rey de Hungría como presente diplomático, a menudo con el derecho a cederlo a terceros. Así, por ejemplo, el aristócrata albanés Jorge Castriota (conocido como Skanderberg) lo recibió de manos del rey Alfonso V de Aragón. Parece que, a pesar del número elevado de miembros, la pertenencia a la Orden era algo muy valorado y se ponía mucho cuidado en reflejar el emblema en los retratos, escudos heráldicos y, sobre todo, en las lápidas funerarias, como se documenta en las regiones de Austria, Dalmacia, Eslovenia, Alemania, Suiza, Silesia e Italia.

✠ IMAGEN XXX.- Vitautas el Grande, gran duque de Lituania.


✠ IMAGEN XXXI.- Enrique V de Inglaterra.



✠ IMAGEN XXXII.- Rey Alfonso V de Aragón.



Funcionamiento.

Con ocasión de su coronación como emperador del Sacro Imperio en 1433, Segismundo solicitó del pontífice permiso para modificar los estatutos de la Orden, lo que demuestra su carácter supranacional. Estas enmiendas simplificaron los requisitos en cuanto a la apariencia de sus miembros y prometió privilegios de cruzado a los miembros que combatieran para la Orden. Durante toda su vida, Segismundo consideró el emblema del dragón como símbolo de su reinado, tal y como se documenta en el manuscrito portugués "Livro de Arautos", donde en efecto se representa el escudo de Segismundo con ocasión del Concilio de Constanza de 1416. Más tarde, Segismundo lo mandó grabar en su último gran sello, que empezó a emplear tras su coronación como emperador en 1433.

El ceremonial caballeresco no hizo que se olvidaran los fines políticos con los que se había fundado la Orden, a la que podemos ver actuar en algunos casos, como en 1412, cuando Segismundo apeló a sus miembros para que participasen en la guerra contra Federico IV, duque de Austria. Asimismo, los fueros fundacionales estipulaban la posibilidad de arbitrar disputas entre los miembros y la ocasión para ello se presentó con el enfrentamiento entre los condes Heinrich de Plauen y Alsso von Sternberg de Bohemia, que fue zanjada con un acta firmada por veintinueve miembros procedentes de Alemania, Austria, Bohemia e Italia, “así como otros miembros de la Orden del Dragón”. Hasta el propio duque Hrvoje apeló a dicho arbitrio –o eso afirmó en una de sus cartas– con motivo de su rebelión contra Segismundo en 1413.

✠ IMAGEN XXXIII.- Federico IV, duque de Austria.

 



El emblema de la orden, que se llevaba con un cordel en el lado izquierdo, tenía diversas variantes. El grueso de los miembros, en número ilimitado, exhibía un simple dragón, mientras que los pertenecientes a la baronía tenían derecho a portar el dragón aferrado a una cruz con el lema "O quam misericors est Deus, justus et pius". Tenía forma de broche de distinto tamaño de tejido dorado o corladura cosido sobre la prenda o aplicado a la armadura. Las versiones más exclusivas eran susceptibles de ser empeñadas, tal y como se ha documentado a través de testamentos. Así lo hizo el propio Segismundo –como narra en sus memorias su sirviente Ebehard Windecke– con la insignia de la Orden de la Jarretera cuando se hallaba en Brujas de regreso de un viaje a Inglaterra para conseguir efectivo. Había sido admitido en la orden el 24 de mayo de 1416 en Windsor, en cuya capilla había depositado a cambio como presente una espada decorada con dragones de plata, que se conserva actualmente en York. 


✠ 1574.- En la ciudad de Estambul (Turquía), fallece Selim II, sultán del Imperio Otomano desde 1566 hasta su muerte en el día de hoy. Fue uno de los hijos de Suleiman el Magnífico. Tras acceder al trono mediante intrigas palaciegas y disputas familiares, se convirtió en el primer sultán que no quiso seguir con las campañas militares delegando el control en sus ministros, a cambio de que lo dejaran libre para sus grandes juergas y orgías. Por lo que fue conocido como Selim "el Beodo". (Hace 447 años).

Selim II, (Llamado el Beodo o el Borracho; Magnesia, actual Turquía, 1524 - Estambul, 1574). Sultán otomano (1566-1574). Primogénito de Solimán el Magnífico y de Jurrem Sultan (Roxelana), sucedió a su padre como soberano. Solimán el Magnífico, que se aseguró el trono mediante el asesinato de sus parientes más cercanos, había extendido el Imperio hasta Anatolia oriental y Siria e iniciado la conquista de África del Norte, encabezando él mismo sus ejércitos.

No le imitó en esto su hijo Selim II, quien no llegó a dirigir sus tropas en ninguna batalla, pero sí confirmó su política expansionista e intentó agregar nuevos territorios al Imperio mediante campañas militares que tuvieron una suerte dispar. Así, fracasó en su propósito de conquistar Astracán, y también resultó fallida la incursión de una flota otomana en el mar de Azov en 1569, que lo obligó a la firma de un acuerdo de paz al año siguiente.

El sultán dejó los asuntos de Estado en manos del gran visir, quien buscó pacificar las fronteras mediante la firma de varios tratados de paz, entre ellos uno con el emperador germánico Maximiliano II de Habsburgo en 1568, y otro con el zar Iván el Terrible en 1570.

La iniciativa militar más exitosa de su reinado fue la conquista de Chipre, que suponía una flagrante violación de los acuerdos firmados con Venecia. Esto, unido a la creciente expansión del Imperio Otomano, despertó los recelos del Papa, España, Venecia, Génova y otros Estados italianos.

Todos ellos organizaron la Santa Alianza, que envió contra los turcos una poderosa flota al mando de don Juan de Austria, hermanastro de Felipe II de España. Tras la batalla naval de Lepanto, librada en el golfo de Corinto (7 de octubre de 1571), Selim II mantuvo la posesión de Chipre, pero la destrucción de casi toda su escuadra le supuso la pérdida del dominio casi incontestable que había ejercido hasta entonces en el Mediterráneo.

✠ IMAGEN XXXIV.- Selim II, sultán del Imperio Otomano.


✠ IMAGEN XXXV.- Suleiman el Magnífico.


✠ IMAGEN XXXVI.- Don Juan de Austria.


✠ IMAGEN XXXVII.- Batalla de Lepanto.



✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠

Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.  

✠ Estudios y Análisis Históricos. 

✠ 10 impresionantes monumentos Templarios.

Los Caballeros Templarios protagonizaron numerosas leyendas e historias, pero también han dejado un espectacular legado monumental a lo largo y ancho de España.

En España uno de los símbolos más llamativos es el de la Cruz Templaria. Más allá de esto, existen libros, películas, videojuegos, canciones… Multitud de obras se han inspirado en la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo del Templo de Salomón. Desde luego, el pasado de los Caballeros Templarios trasciende las polvorientas páginas de la historia medieval. Más allá de los misterios y leyendas que la cultura popular les ha atribuido a estos caballeros, lo cierto es que su legado aún permanece muy vivo a pesar del transcurrir de los siglos. Prueba de ello son algunos de los monumentos templarios más impresionantes de España.

Los antiguos reinos de Castilla, Navarra y Aragón no fueron ajenos al legendario pasado de los templarios, que erigieron templos, ermitas y castillos en todos estos territorios. Gran parte de estos monumentos aún resisten el paso de los tiempos, como prueba del vigor y la resistencia de los Caballeros del Temple

✠ 1.- El Castillo de Peñíscola. (Castellón).


La frase tan española de “mantenerse en sus trece” no es nueva. El origen de esta expresión debemos buscarla en el castillo de Peñíscola, donde Benedicto XIII, el llamado Papa Luna, se mantuvo fiel a sus principios y no quiso renunciar a sus privilegios.

Más allá de esta anécdota, la fortaleza castellonense del castillo de Peñíscola destaca además por ser uno de los principales baluartes españoles de origen templario. Solo por contemplar las vistas del mar Mediterráneo que ofrece desde sus almenas y torreones, ya merece la pena visitar este legendario bastión medieval.


✠ 2. El Castillo de Ponferrada. (León).


La historia templaria de España no podría entenderse sin el castillo de Ponferrada, ya que en su interior se puede casi palpar el espíritu de la orden del Temple. El foso, almenas y torreones de esta espectacular fortaleza situada a orillas del río Sil nos trasladan directamente a la Edad Media.


✠ 3. La Ermita de la Vera Cruz, en Segovia.


Gran parte de los turistas que visitan el Alcázar de Segovia, cuando se asoman desde alguno de sus torreones, se preguntan qué iglesia será aquélla que se ve a lo lejos, y que presenta una curiosa forma circular. Este bellísimo templo románico no es otro que la Ermita de la Vera Cruz, cuya construcción se atribuye a los caballeros templarios.

Mucho se ha teorizado sobre este templo, que también fue conocido en el pasado como la Iglesia del Santo Sepulcro. Sean ciertas o no las leyendas templarias que se cuentan sobre este monumento, bien merece la pena ir a Segovia para comprobar su autenticidad.


✠ 4. El Castillo de Jerez de los Caballeros. (Badajoz).


Solo su nombre ya lo evoca todo: Jerez de los Caballeros. Este hermoso pueblo de la provincia de Badajoz alberga, sin lugar a dudas, uno de los castillos templarios más asombrosos de España. Según las crónicas de la época, la fortaleza pasó a formar parte de la Orden del Temple en el siglo XIII, cuando, gracias a los templarios y su legendario heroísmo en batallas, el rey Alfonso IX pudo vencer a los musulmanes y reconquistar esta zona de Extremadura.


✠ 5. El Castillo de Monzón. (Aragón).


El reino de Aragón también acogió a los caballeros de la Orden Templaria. Prueba de ello es el castillo de Monzón, en el que además se educó el futuro rey Jaime I “el Conquistador”. La fortaleza alberga también un centro de interpretación dedicado al Temple, indispensable para conocer la historia de la orden. El castillo resulta una excusa perfecta para visitar el resto del casco antiguo de la localidad, que ha acogido en diversas épocas diferentes sesiones de las cortes de Aragón.


✠ 6. La Iglesia de San Juan, en Castrojeriz. (Burgos).


Castrojeriz, municipio de la provincia de Burgos, alberga uno de los monumentos templarios más impresionantes de España. Se trata de la iglesia de San Juan, muy vinculada a la orden y, por supuesto, al arte románico.  Los enamorados de este estilo arquitectónico, artístico y cultural sin duda tienen una cita en Castrojeriz.


✠ 7. El Castillo de Caravaca de la Cruz. (Murcia).


Plena Reconquista. Un tiempo convulso e incierto, de disputas en frontera. En ese contexto, el rey castellano Alfonso X, apodado “el Sabio”, dona a la Orden del Temple el castillo de Caravaca de la Cruz. Desde entonces, esta fortaleza, una de las más bellas de la Región de Murcia, ha sido objeto de multitud de misterios, leyendas y enigmas que solo pueden ser conocidos cuando uno se adentra en este inexpugnable bastión.


✠ 8. El Castillo de La Zuda en Tortosa. (Tarragona).


Quienes se hospedan en el Parador Nacional de Turismo de Tortosa disfrutan de unas extraordinarias vistas panorámicas sobre el río Ebro. No es para menos, ya que este hotel está ubicado en el castillo de la Zuda: una fortificación que perteneció a la Orden de los Caballeros del Temple.


✠ 9. La Iglesia de Santa María de Eunate. (Navarra).


Una de las principales joyas románicas de Navarra es la Iglesia de Santa María de Eunate que, además, constituye uno de los más destacados monumentos templarios de la región. De hecho, esta iglesia guarda ciertos vínculos y similitudes con la ermita segoviana de la Vera Cruz, mencionada previamente. ¿Casualidad?


✠ 10. El Castillo de San Servando, en Toledo.


Entre las estrechas callejuelas del centro histórico de Toledo y el río Tajo se encuentra el bellísimo puente de Alcántara. Si cruzamos por esta pasarela a la otra orilla llegaremos al Castillo de San Servando: una fortaleza de origen templario que actualmente acoge un albergue juvenil.

Aunque la cuesta hasta San Servando es pronunciada, merece la pena subir hasta el castillo. Bajo sus torreones se puede divisar una de las estampas más bellas de Toledo, con el icónico Alcázar de fondo.

FUENTES:

✠ El Español/Historia.


✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠

Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.  
✠ Estudios y Análisis Históricos. 
✠ Efemérides históricas.

Tal día como hoy, 10 de Diciembre, pero del año…


✠ 1282.- En la Tracia turca, junto a las costas del Mar de Mármara, fallece Miguel VIII, emperador de Bizancio desde 1261 y fundador de la dinastía de los Paleólogos, que gobernará hasta el final del imperio bizantino en 1453. (Hace 739 años).

«Constantinopla, Acrópolis del Universo, capital del Imperio Romano, que había estado, por la voluntad de Dios, bajo el poder de los latinos, se encontró de nuevo bajo el poder de los romanos, y esto les fue concedido por nuestra mediación».

Miguel VIII Paleólogo.

En 1261, Miguel VIII Paleólogo inicia el sitio de Constantinopla  que los bizantinos de Nicea querían reconquistar, pero después de prolongadas escaramuzas también sus murallas le son imposibles de traspasar, y termina haciendo un pacto con el emperador latino Balduino II, en espera de otra oportunidad. 

Tiempo después sabía que tenía mejores posibilidades, porque había conseguido la ayuda de los genoveses, que, movidos por los mismos intereses que los venecianos venían defendiendo hacía siglos en Bizancio, decidieron que era una buena oportunidad para extender sus negocios y aplicar un buen golpe a sus rivales venecianos y pisanos y a cambio de los consabidos privilegios comerciales ofrecieron su marina para sitiar a la capital por mar, algo fundamental para quien quisiese tomarla. 

Sin embargo, la fortuna quiso que algunos soldados de las tropas bizantinas, que estaban desolando Tracia, preparando el camino para un futuro asedio, comandadas por Alejo Strategopulos, se enteren mediante sus informantes de que los defensores no estaban en las murallas esa noche porque los venecianos se los habían llevado a atacar posiciones griegas en una isla del Bósforo. Aprovechan la ocasión para investigar, encontrando una puerta accesible y, forzando por ella la entrada a la ciudad, provocan finalmente, ante la ausencia de tropas latinas, la huida del emperador latino y su corte.

Unos meses después, el emperador Miguel VIII, que se hallaba en Asia al momento de la toma de la ciudad, hace una entrada triunfal en Constantinopla, y poco después es coronado en Santa Sofía, con cuyo acto se volvía a la ya centenaria tradición bizantina de la coronación del emperador por el patriarca en la iglesia más bella de la cristiandad, y, en definitiva, se restauraba en el Imperio su capital tradicional.

Por lo tanto, luego de 1261, Constantinopla vuelve a ser bizantina, pero su vulnerabilidad había sido evidenciada y, por lo tanto, otra época comenzaba para Bizancio, llena de inseguridades y sin poder lograr ya nunca más el prestigio ni el poder de antaño.

Miguel VIII el Paleólogo propone a la Santa Sede la reunión de las dos Iglesias para luchar unidos contra los musulmanes y, también, para evitar que los occidentales intenten de nuevo la conquista de Constantinopla.

Para tratar, en parte, sobre los temas propuestos por Miguel VIII el Paleólogo en 1263 a la Santa Sede, Gregorio X ha convocado para la fecha, el II Concilio Ecuménico de Lyon (XIV Concilio Ecuménico). En este Concilio intervendrá San Buenaventura, aunque morirá antes de su conclusión. En este Concilio, en el que participan más de quinientos obispos, 70 abades y unos mil clérigos, se decide la creación de un cónclave o colegio cardenalicio permanente para la elección de los papas, dándose como norma el sistema del Cónclave, ya empleado en la elección de Celestino IV. También se decide la realización de una nueva cruzada, para financiar la cual el Papa consigue de los principales monarcas europeos la concesión por seis años de los llamados «diezmos de Cruzada».  


✠ IMAGEN I.- Miguel VIII Paleólogo, emperador de Bizancio.




✠ Imagen II.- Papa Gregorio X.



✠ Imagen III.- San Buenaventura.





✠ 1282.- En Cilmeri (Gales) muere en una escaramuza Llywelyn el Último Rey (n. c. 1228), el último príncipe de Gales nativo. (Hace 739 años).

Llywelyn ap Iorwerth, (c 1172 -. 11 de abril 1240), fue un príncipe de Gwynedd en el norte de Gales y gobernante de facto de la mayor parte de Gales. Mediante una combinación de guerra y diplomacia dominó Gales por 40 años.

Durante la infancia de Llywelyn, Gwynedd fue gobernada por dos de sus tíos, que dividían el reino entre ellos, después de la muerte del abuelo de Llywelyn, Owain Gwynedd, en 1170. Llywelyn tuvo el convencimiento de ser el gobernante legítimo y comenzó una campaña para conquistar el poder a una edad temprana. Él era el único gobernante de Gwynedd en 1200 e hizo un tratado con el rey Juan de Inglaterra ese año. Las relaciones de Llywelyn con el rey Juan fueron buenas durante diez años. Se casó con la hija natural de Juan en 1205, y cuando Juan arrestó a Gwenwynwyn ab Owain de Powys en 1208, Llywelyn aprovechó la oportunidad para anexionarse el sur de Powys. En 1210, las relaciones se deterioraron, y el rey Juan invadió Gwynedd en 1211. Llywelyn se vio obligado a negociar unos duros términos y renunciar a todas las tierras al este del río Conwy, pero fue capaz de recuperarlas el año siguiente, en alianza con los otros príncipes de Gales. Se alió con los barones que obligaron a Juan a firmar la Carta Magna en 1215. En 1216, él era el poder dominante en el País de Gales, y se tuvo que celebrar un concilio en Aberdyfi ese año para repartir tierras a los otros príncipes.

Tras la muerte del rey Juan, Llywelyn concluyó el Tratado de Worcester con su sucesor, Enrique III , en 1218. Durante los próximos quince años, Llywelyn participó con frecuencia en luchas con Señores de las marcas y, a veces con el rey, pero también firmó alianzas con varias grandes potencias de las marcas. La paz de Oriente en 1234, marcó el final de la carrera militar de Llywelyn, por la tregua acordada de dos años, ampliada año por año para el resto de su reinado. Mantuvo su posición en Gales hasta su muerte en 1240 y fue sucedido por su hijo Dafydd ap Llywelyn.

✠ IMAGEN IV.- Llywelyn el Grande.



✠ IMAGEN V.-Rey juan I de Inglaterra.






✠ 1576.- En España, y tras permanecer encarcelado sin juicio desde el 27 de marzo de 1572 por haber traducido la Biblia a la lengua vulgar sin licencia, en el día de hoy Fray Luis de León, poeta, humanista y religioso agustino, es absuelto por el Tribunal de la Inquisición. Al impartir su primera clase en su cátedra de Salamanca tras 5 años de ausencia, comienza con la frase: "Dicebamus hesterna die..." ("Decíamos ayer..."). (Hace 445 años).

✠ IMAGEN VI.- Fray Luis de León.




Fray Luis de León, (Belmonte, España, 1527 - Madrigal de las Altas Torres, id., 1591) Escritor español en lenguas castellana y latina. Se le considera el máximo exponente de la literatura ascética del Renacimiento, y, junto con San Juan de la Cruz, una de las principales figuras de la poesía religiosa del Siglo de Oro.

De ascendencia judía, Fray Luis de León ingresó muy joven en la orden agustina. Estudió en las universidades de Alcalá de Henares y de Salamanca, donde obtuvo dos cátedras: la primera de filosofía moral y la segunda de Sagradas Escrituras, que abandonó más tarde para dedicarse a su orden. Fue detenido por la Inquisición y encarcelado durante casi cuatro años (1573-1576) a causa de su Comentario al Cantar de los Cantares (1561), traducción al castellano del texto bíblico, entonces prohibido.

Fray Luis de León fue un gran humanista de espíritu cristiano y muy buen conocedor de los clásicos latinos. Destacó ante todo como prosista en castellano: su conciencia estilística, que se manifiesta en los efectos rítmicos que introdujo en su prosa, y su empeño en conseguir un lenguaje cuidado y natural lo convierten en un escritor fundamental para la consolidación de la prosa castellana.

Destacan en este sentido "La perfecta casada" (1583), sobre las virtudes de la mujer cristiana, y, sobre todo, "De los nombres de Cristo" (1574-1575), un conjunto de comentarios eruditos a los apelativos con que se designa a Jesucristo en la Sagrada Escritura que constituye sin duda su obra más conseguida estilísticamente. Sin embargo, su fama literaria se debe a sus composiciones poéticas, veintitrés poemas publicados por primera vez por Quevedo en 1637 en un intento de ofrecer contramodelos a la corriente culterana encabezada por Góngora.

Tan riguroso como en su prosa, su poesía demuestra un gran dominio del ritmo y del tono. Siguió las innovaciones métricas introducidas por Boscán y Garcilaso, pero se decantó exclusivamente por la lira como forma estrófica. Ejemplo eminente de la fecunda influencia de Horacio en el Renacimiento, consiguió una expresión poética de gran perfección formal y fuerza expresiva, de ejemplar sencillez. Sobre la base de su pensamiento platónico-agustiniano, cantó el ideal de vida retirada y el anhelo de plenitud que prefigura la vida celestial.


✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ 

Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠ Estudios y Análisis Históricos. 

✠ Historia y Leyenda Templaria.

✠ El misterio de la flota desaparecida de los templarios que pudo llegar a América antes que Colón

✠ En 1307, una docena de barcos de la Orden del Temple salieron de Francia huyendo de la persecución de Felipe IV. Nunca se los volvió a ver y, a día de hoy, su paradero sigue intrigando a los historiadores.

Desde que nacieron en "1118" con el objetivo de proteger a los peregrinos cristianos que viajaban a Tierra Santa, los templarios se han hecho famosos por la leyenda negra que les rodea. Un mito que comenzó cuando –apenas con dos siglos de existencia- el grupo fue perseguido y aniquilado debido a la envidia que suscitaban su poder y su riqueza en monarcas y clérigos. No obstante, y aunque una buena parte de las cosas que se cuentan sobre ellos son meras invenciones, sus caballeros sí dejaron en la Historia algunos misterios que, todavía hoy, desconciertan a los expertos. Uno de ellos se sucedió el 13 de octubre 1307 cuando –perseguidos y amenazados por el rey de Francia Felipe IV- multitud de estos soldados tuvieron que huir en una docena de barcos del puerto de La Rochelle (en Francia) para evitar ser capturados. 

✠ IMAGEN I.- Barco Templario.



Aquella armada, que salió al Atlántico enarbolando la cruz roja de la Orden del Temple, desapareció sin dejar rastro en las aguas y, en la actualidad, se desconoce su paradero. Se cree, incluso, que pudo llegar a las Américas antes que Colón. 

✠ El nacimiento de la Orden del Temple.

Hubo un tiempo, mucho antes de hacerse populares debido a las leyendas y a los rumores, en que los Templarios no eran más que unos pocos caballeros dispuestos a defender los intereses de los peregrinos en Tierra Santa. Corría por entonces el siglo XII, una época en la que Jerusalén -la ciudad sagrada en la que había muerto y resucitado Cristo- se encontraba en poder de los musulmanes (creencia que también la consideraban sagrada). Con todo, para los cristianos este hecho no suponía un problema mayor que el de la honra, pues los seguidores de Mahoma no solían poner límites a los peregrinos de otras religiones a la hora de acceder a la urbe y rendir culto a sus deidades. Sin embargo, este ambiente de aparente calma cambió según se fue haciendo más difícil para los europeos llegar hasta la actual Israel debido a la expansión de los turcos selyúcidas. Y es que, estos no solían desaprovechar la ocasión de robar y asesinar a muchos de los viajeros para hacerse con sus posesiones. Y todo ello, además, arrebatando regiones a los reinos que profesaban la fe de Cristo.

Esta retahíla de razones, así como otras tanteas (tanto territoriales como políticas) fueron las que llevaron al Papa Urbano II a declarar la Primera Cruzada en el 1095 para lograr recuperar Tierra Santa. Así fue como, motivados por la aventura y por el propósito de hacer prevalecer su religión por encima de la de aquellos que denominaban «infieles», cientos de caballeros comenzaron a reunirse en gigantescas unidades militares para dirigirse hacia Jerusalén y recuperar por las bravas la ciudad. Un deseo que se materializó el 15 de julio de 1099 cuando un ejército formado por un núcleo principal de jinetes pesados (más de 4.000 habían salido de Europa) acompañados de otros tantos infantes tomó la urbe espada en mano. Militarmente hablando, el plan les salió a la perfección, pero –para su desgracia- pronto se ganaron el odio de la población local. 

✠ IMAGEN II.- Papa Urbano II.



Y lo cierto es que había razones para ello, pues –deseosos de venganza como estaban- cometieron todo tipo de barbaridades cuando entraron en la ciudad. La mayoría, relacionadas con el asesinato y el saqueo masivo. Esto causó todo tipo de problemas a los cristianos que se asentaron en la zona después de que sus compañeros armados se marcharan pues, sin un ejército con el que defenderse de las agresiones sarracenas, cientos de cristianos fueron perseguidos y aniquilados por los musulmanes. «Las legiones de fieles […] volvieron de nuevo a sus hogares después de la matanza, dejando enfrentados a grandes problemas a aquellos de sus hermanos que se habían establecido [allí] y que sufrieron crueles persecuciones de las que hacían una descripción terrible», afirma el divulgador histórico Víctor Cordero García en su obra « Historia real de la Orden del Temple: Desde el S XII hasta hoy». 

En un intento de defender a los peregrinos de los continuos ataques que sufrían, varios grupos de soldados residentes en Jerusalén tomaron las armas contra los «infieles». Uno de ellos, formado por nueve caballeros, se comprometió en 1118 a proteger los caminos y las vidas de los viajeros cristianos del acoso musulmán. Este sería el germen de la futura Orden del Temple. A día de hoy, la Historia todavía recuerda el nombre de sus dos jefes. El primero era Hugo de Payens (futuro primer Maestre de la orden). El segundo era Godofredo de Saint-Aldemar. «En aquel entonces reinaba Balduino I, quien brindó una calurosa acogida a los “pobres soldados de Cristo”, […] como se hacían llamar. Pasaron nueve años en Tierra Santa, alojados en una parte del palacio, que el rey les cedió, justo encima del antiguo Templo de Salomón (de ahí el nombre de Caballeros del Temple)», explica el investigador Rogelio Uvalle en su libro « Historia completa de la Orden del Temple». 

✠ IMAGEN III.- Godofredo de Saint-Aldemar.



✠ Ascenso y caída de los Templarios.

En los años posteriores, Hugo de Payens convirtió a los Templarios en una de las instituciones más importantes de la época. Mediante varios viajes a Europa, logró financiación y, por descontado, que otros soldados se unieran a las filas de la orden. Sin embargo, fue en 1139 cuando logró la expansión definitiva de este grupo al conseguir varias ventajas fiscales. «Además de las generosas donaciones de las que se iba a beneficiar la Orden, también se concedieron una serie de privilegios ratificados por bulas […]. En ellas se concedía a los templarios una autonomía formal y real respecto a los obispos, estando tan solo sometidos a la autoridad del Papa. Tampoco estaban sujetos a la jurisdicción civil y eclesiástica ordinaria. […] También podían recaudar y recibir dinero de diferentes formas, entre ellas el derecho a percibir el ébolo, la limosna de las iglesias, una vez al año», explica el divulgador histórico José Luis Hernández Garvi en su obra « Los Cruzados de los reinos de la Península Ibérica» (editado por Edaf).

✠ IMAGEN IV.-Hugo de Payens. 




Finalmente, y tal y como señala este autor, también se les concedió el privilegio de construir iglesias y castillos allí donde considerasen oportuno y sin necesidad de pedir permisos de las autoridades civiles o eclesiásticas. Aunque puedan parecer ventajas sin excesiva importancia a primera vista, todas ellas hicieron que esta orden fuese acumulando montones de fondos y propiedades por toda Jerusalén y Europa. Esto se vio favorecido, además, por las inmensas riquezas y posesiones de todos los caballeros que entraban a formar parte de la Orden y, finalmente, por el dinero que ganaban comerciando con los excedentes de las granjas y plantaciones que iban acumulando año tras año. Todo ello hizo que, en el SXIII, la Orden del Temple tuviera un auténtico imperio económico. De hecho, alrededor del año 1.250 contaba –según Uvalle- con 9.000 granjas y casas rurales, un ejército de 30.000 hombres (sin contar escuderos, sirvientes y artesanos), más de medio centenar de castillos, una flota propia de barcos y la primera banca internacional. 

Tal era su riqueza, que algunos reyes como Felipe IV de Francia pidieron préstamos a la Orden y se convirtieron en sus deudores. Una aparente ventaja que se terminó volviendo en su contra. Y es que, cansado el monarca del gran poder militar y económico que estaban acumulando los «pobres caballeros de Cristo» (así como de la cantidad de oro que les debía), decidió iniciar una persecución contra ellos en 1307. «Felipe IV consideraba que la idea original de recuperar los santos lugares para la cristiandad estaba anticuada, habida cuenta del despliegue del Islam en Oriente en aquellas fechas. Además, había contraído una deuda con los templarios. Por eso ordenó su disolución y empezó una operación policíaca contra ellos acusándolos de blasfemia, herejía, sodomía…», explica María Lara Martínez, escritora, profesora de la UDIMA, Primer Premio Nacional de Fin de Carrera en Historia y autora de « Enclaves templarios» (editado por Edaf).

✠ IMAGEN V.-Felipe IV de Francia, "el hermoso".



Pero Felipe sabía que, sin el apoyo religioso, no podría terminar con esta poderosa Orden. «Como acababa de morir el papa, buscó un cardenal que fuese pusilánime y proclive a sus decisiones. Lo encontró en la figura del arzobispo de Burdeos. En época contemporánea, como en el cristianismo primitivo, la elección del sucesor de san Pedro se dejaba en “manos” del Espíritu Santo, en el Medievo y la Modernidad había muchos intereses creados en torno a la cátedra de Roma. Así, el soberano francés logró convertirlo en pontífice, como Clemente V, y comenzar con él la redada contra los templarios», añade la experta. 

✠ IMAGEN VI.- Clemente V.




Siete veranos después, en 1314, esta cruel pareja suprimió la Orden y dictaminó que todos sus bienes se trasferirían hasta el tesoro galo. Posteriormente, más de 15.000 caballeros fueron arrestados. Por su parte, el Maestre Jacques de Molay fue detenido, interrogado y quemado vivo frente a Notre Dame, en París, con la plana mayor del grupo. Así fue como, tras 200 años de ascenso y riquezas, se liquidó mediante un severo golpe a la Orden del Temple

✠ El misterio de la flota perdida.

De forma independiente a las leyendas, lo que sí es posible saber es que –según fue aumentando su poder adquisitivo- el Temple adquirió una serie de barcos con los que poder hacer viajes de Europa a Tierra Santa. Por otro lado, también se conoce que el grupo utilizó estos bajeles en aras de comerciar con el excedente de sus granjas. Así lo determina la doctora Lara Martínez, quien afirma que –con el paso de los años- los monjes-guerreros establecieron una serie de rutas marítimas que salían de varios puertos europeos. «El objetivo de estos buques era el comercio y la guerra. Los templarios controlaban las comunicaciones gracias a que, como estudiosos que eran, habían aprendido las claves de la navegación de los fenicios. Tenían una gran armada fondeando en los puertos mediterráneos y atlánticos (en la parte francesa). Esta visión a larga distancia del orbe, junto a la capacidad logística, proporcionaba supremacía si consideramos que, por entonces, el común de los mortales estimaba que en el Estrecho de Gibraltar estaban las Columnas de Hércules, es decir, que no había tierra más allá».

Los templarios lograron hacerse con puertos en Flandes, Italia, Francia, Portugal y el norte de Europa. Algunos de los más famosos eran el de La Rochelle (su centro neurálgico en el Atlántico) y los de Marsella y Colliure en el Mediterráneo. A su vez, estos monjes-guerreros solían estudiar los enclaves en los que recalaban sus bajeles de forma sumamente minuciosa para, llegado el momento, poder salvarlos si eran atacados. «El puerto de La Rochelle, por ejemplo, estaba protegido por 35 encomiendas, en un radio de 150 kilómetros, más una casa provincial en la propia villa»..

Pero… ¿Cuándo comenzaron a formar esta flota? Según corroboran autores como el investigador histórico Juan G. Atienza en sus múltiples libros sobre el tema, la Orden del Temple empezó a adquirir buques pocas décadas después de lograr sus privilegios papales. Así lo denota el que los templarios ofreciesen al mismísimo Ricardo Corazón de León sus barcos para que regresase a su hogar tras terminar la cruzada que protagonizó contra los musulmanes en 1191 (en la cual, por cierto, no pudo reconquistar Jerusalén a los enemigos de la cristiandad). Algo parecido sucedió con Jaime I el Conquistador, a quien estos monjes militarizados brindaron los barcos con los que contaban en Barcelona y Colliure para favorecer que comenzase la reconquista de Tierra Santa.

✠ IMAGEN VII.- Ricardo Corazón de León.



✠ IMAGEN VIII.- Jaime I el Conquistador. 




Mercancía para arriba, peregrinos para abajo, la flota estuvo activa hasta 1307. Ese año, cuando comenzó la persecución a la Orden del Temple, los buques (13, según la mayoría de fuentes) tuvieron que izar velas y salir navegando del puerto de La Rochelle antes de que las autoridades galas encarcelasen a sus capitanes y pasajeros. Ese día marcó el inicio de un gran misterio pues, aunque la Historia nos dice que las naves partieron de Francia bajo la bandera de la Orden, se desconoce dónde atracaron. «Cuando el, 13 de octubre de 1307, Felipe IV desató la persecución, la flota escapó del monarca y nunca más se supo de ella. Es una incógnita que alimenta el halo misterioso de los templarios. No se sabe si se dispersó por las aguas, si se reagrupó en otro puerto… Se ha apostado por la hipótesis de que huyó en bloque del Mediterráneo, dirigiéndose a un destino oculto en busca de seguridad y asilo político, mas ¿adónde?», 

✠ ¿Dónde desembarcó la flota?

La desaparición de esta flota errante ha hecho proliferar a lo largo de las décadas decenas de teorías sobre los lugares a los que pudieron arribar los caballeros de la Orden. Lo mismo sucede con su carga. De hecho, algunos amantes de la conspiración son partidarios de que, en estos buques, los templarios cargaron un gran tesoro acumulado durante décadas para salvarlo de las garras de Felipe IV. Algunas fuentes, incluso, se atreven a afirmar que el mismo Maestre Jacques de Molay iba escondido en estos bajeles, y que solo fue capturado cuando regresó a Europa para protagonizar una misión secreta y desconocida. Fuera como fuese, lo único que se sabe es que la armada se escapó después de ser avisada (probablemente por el Vaticano o la corte francesa) de lo que iba a suceder. Las regiones a las que, presuntamente, habría llegado, son las siguientes:

✠ 1.-Portugal.

Es una de las posibilidades más lógicas y aceptadas debido a que la Corona portuguesa mantuvo –en general- buenas relaciones con la Orden del Temple. Por entonces, en el país luso la Reconquista ya había tocado a su fin, hecho que pudo favorecer que los templarios se dedicasen más a la erudición que a las armas. «Pudieron hallarse en la fundación de la Orden de Cristo». A su vez, marinos portugueses como Vasco de Gama pudieron aprovechar el tesoro de sabiduría templaria para sus descubrimientos en las costas africanas.

✠ IMAGEN IX.- Vasco de Gama.



Eso explicaría el que, a principios del siglo XV, el Maestre de esta Orden, el infante don Enrique el Navegante, invirtiera las ganancias de la Orden de Cristo en la exploración marítima. El papa Calixto III les concedió la jurisdicción eclesiástica en todos los territorios «desde los cabos de Bojador y de Nam, a través de toda Guinea y hasta la orilla meridional, sin interrupción hasta los Indios», según rezaba la bula "Inter caetera" (1456). Y es que, como señala la autora, los templarios eran unos estudiosos de todas las ramas del conocimiento, entre ellas, las artes navales, de ahí el influjo en la escuela de Sagres.

✠ IMAGEN X.- El infante don Enrique el Navegante.



✠ IMAGEN XI.- Papa Calixto III.




✠ 2-Escocia.

«Es posible que los templaros llegasen hasta Escocia. En ese caso, habrían atracado en Argyll y allí habrían descargado mercancías en Kilmory o Castle Suite», destaca la autora. En este caso, algunos investigadores como Ernesto Frers señalan que los caballeros de la Orden habrían entrado en contacto con el famoso líder Robert Bruce, quien –al igual que ellos- había sido excomulgado por su rebeldía. «Este recibió generosamente a los templarios, que a su vez le ofrecieron su colaboración en la campaña contra Inglaterra y sus aliados locales».

✠ IMAGEN XII.- Robert Bruce.




✠ 3-Sicilia.

La tercera posibilidad es una de las más plausibles y, curiosamente, una de las menos barajadas. Esta afirma que las naves templarias se dirigieron hacia las costas de Sicilia, en el sur de Italia. Esta región había sido conquistada alrededor del siglo XI por Roger de Guiscard, un normando cuyas relaciones con el papado (así como las de sus sucesores) fueron controvertidas por momentos. En palabras de Frers, una de las banderas que este linaje utilizaba en sus buques fue posteriormente adoptado por los caballeros de la Orden del Temple, por lo que su llegada hasta la región pudo haberse materializado tras la huida de La Rochelle.

✠ IMAGEN XIII.- Roger de Guiscard.




✠ 4-América.

La última de las teorías –así como la más «conspiranoica»- es la que afirma que los buques de la Orden del Temple cruzaron el Atlántico y llegaron hasta las costas americanas. Todo ello, casi 100 años antes que Colón. «La leyenda dice que, cuando los conquistadores españoles llegaron a la Península del Yucatán, escucharon que unos hombres blancos ya habían estado allí y que habían entregado su conocimiento a los nativos. Otra hipótesis afirma que, de acuerdo al testimonio de religiosos que acompañaron a Colón, los nativos no se extrañaron al divisar las cruces de los guerreros porque ya las conocían. Además, las culturas prehispánicas tenían asumida la idea de que “llegará un día en el que vendrán por mar grandes hombres vestidos de metal que cambiarán nuestras vidas para bien”. Finalmente, también se sabe que los mayas adoraban a Kukulkán, un dios blanco y barbado. Constatación insólita porque esta cultura la formaban hombres lampiños por genética y adaptación al medio».

FUENTES:.

✠ ABC Historia.

✠ Manuel P. Villatoro. 

✠ Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.


✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ 

Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠ Estudios y Análisis Históricos. 

✠ Efemérides históricas.

Tal día como hoy, 10 de Diciembre, pero del año…

✠ 1041.- Miguel V es coronado emperador en Bizancio(Hace 980 años). 

Miguel V, (1041-1042). Emperador de la Dinastía Macedónica, sobrino y sucesor de Miguel IV, Emperador de Oriente. Fue adoptado por Zoe, Emperatriz de Oriente y nombrado César y heredero en 1035, pero una vez que accedió al trono envió a la emperatriz al exilio, acusándole de conspirar contra él. Una revuelta popular en favor de Zoe, terminó sitiando el palacio y Miguel V huyó con su tío y consejero, Constantino. Ambos fueron capturados, cegados y enviados a monasterios. Tras él gobernaron de forma conjunta Zoe  y Teodora, emperatrices de Oriente.

Como emperador, Miguel V demostró tener cualidades negativas para los asuntos de gobierno, así como perversas inclinaciones que le hicieron practicar una política vengativa y reaccionaria. Su primera medida como emperador fue decretar el destierro del todo poderoso eunuco Juan Orfanótrofo, hermano del difunto emperador. Además de semejante medida, al mejor general del ejército bizantino, Jorge Meniakes, le envió al sur de Italia, con el claro propósito de alejarlo de la corte y evitar una probable reacción contra su despótico gobierno. También mandó llamar del exilio al enemigo político de Juan Orfanótrofo, Constantino Dalaseno, al que traspasó todo el poder que antes ostentaba el eunuco. Debido a su total inhibición en las tareas de gobierno, Miguel V delegó todo el poder en su tío, el noble Constantino, el cual no tardó en gobernar de facto todo el imperio. Por consejo de su tío, Miguel V acusó a su otrora protectora, la emperatriz Zoe, de alta traición, y la confinó de por vida en un monasterio de la isla de los Príncipes, sin atreverse nunca a matarla, como realmente era su deseo.

Con todos sus enemigos retirados del mapa político, Miguel V se dedicó a cometer toda clase de abusos y despilfarros. Su actitud provocó el paulatino descontento del pueblo y de la alta nobleza imperial. El 12 de abril del año 1042 se extendió por toda la capital imperial un levantamiento popular, que provocó un gran incendio de casas e iglesias y asedió el palacio imperial. A pesar de la ayuda de su tío y de varios seguidores de Miguel V, la muchedumbre acabó por derribar los muros del palacio y lo saqueó totalmente. Miguel V pudo huir, a duras penas, acompañado de su tío, se refugiaron en el monasterio de Studio, donde finalmente fueron encontrados por la muchedumbre incontrolada,  fueron cegados y enviados a un monasterio de la isla de Quíos, donde ambos murieron al cabo de pocos días, se supone que asesinados.   

✠ IMAGEN I.- Zoe, Emperatriz de Oriente.




✠ 1198.- En Marrakech, (Marruecos), fallece el filósofo, matemático y médico andalusí, nacido en Córdoba, (España), Averroes, uno de los más importantes filósofos árabes y el que más influyó en la filosofía cristiana. Tradujo y divulgó las obras del filósofo griego Aristóteles, comentando alguna de ellas, y las de Platón. Muchas de sus obras se perderán por la censura. (Hace 823 años).

(Abu-l Walid Muhammad ibn Rusd, Averroes en su forma latinizada; Córdoba, 1126 - Marrakech, 1198) Filósofo hispanoárabe. De familia muy distinguida, su padre había sido cadí de Córdoba durante cierto tiempo. Su abuelo, (que llevaba el mismo nombre que él, Abu l-Walid Muhammad), había desempeñado este cargo durante largo tiempo, y había sido luego una autoridad en derecho malikita y consejero de varios soberanos y príncipes. 

Averroes continuó la tradición jurídica de la familia y alcanzó, siendo muy joven, fama de gran jurisconsulto, apoyada en el libro Punto de partida del jurista supremo y de llegada del jurista medio. Estudió al mismo tiempo teología y materias literarias. Hasta este momento no había salido de los programas ordinarios escolares de su tiempo; pero no paró aquí y se dio a conocer al mismo tiempo como médico de gran valor.

Además de medicina, estudió astronomía en el Almagesto, del que hizo un compendio, y filosofía, en la que le iniciaron, sobre todo, las obras de Ibn Bayya, el filósofo hispanoárabe muerto en 1139, conocido en Europa con el nombre de Avempace. Conoció, pues, todo lo conocido en su tiempo y en su ambiente, y a lo largo de su vida no dejó de profundizar, no sólo con nuevas lecturas, sino también con reflexiones y observaciones directas; tanto, que uno de sus biógrafos dice de él que desde la edad de la razón hasta su muerte no cesó de estudiar, salvo el día de su boda y el de la muerte de su padre.

El primer califa almohade 'Abd al-Mumin, (1130-1163), le confió varias misiones; su sucesor Yusuf, (1163-1184), lo tuvo en gran estima. El soberano era entendido en filosofía y planteó problemas de esta disciplina a Averroes cuando le fue presentado por el médico de la corte Ibn Tufayl, otro filósofo hispanoárabe conocido en Occidente por la novela místico-filosófica "Hayy ibn Yaqzan".

Al principio, Averroes se mostró reticente, porque conocía, (y tendría amarga experiencia de ello al fin de su vida), los riesgos de profesar la filosofía en un ambiente que tendía a identificarla con la herejía; pero cuando vio que el mismo califa planteaba un tema arriesgado, ya no vaciló y conquistó con su doctrina el ánimo de su interlocutor, quien le regaló una gran suma, un suntuoso abrigo de pieles y una bella cabalgadura. Lo nombró además médico de corte y le confió, en España y en Marruecos, una serie de misiones que culminaron en 1182, con el nombramiento de cadí de los cadíes de Córdoba.

Bajo el reinado del sucesor de Yusuf, Yaqub al-Mansur, (1184-1199), continuaron los honores; pero en 1195, el califa, cediendo a las presiones de los teólogos y de los canonistas, que veían en las ciencias profanas, y sobre todo en la filosofía, un peligro para la religión, publicó un decreto contra los cultivadores de estas disciplinas y confinó en Lucena, arrabal situado a poca distancia de Córdoba, a su protegido, que había sufrido el disgusto de ver cómo se quemaban sus obras en la plaza pública y de verse expulsado, juntamente con su amigo Ibn Zuhr (Avenzoar), de la mezquita por la plebe fanatizada. Tres años después, en 1198, el califa revocó sus edictos y volvió a llamar junto a sí a Averroes, que murió pocos meses después en Marrakesh.

La filosofía de Averroes.

Averroes fue conocido en Occidente como "el Comentador" por haber traducido y divulgado las obras de Aristóteles. De entre sus numerosas obras, destacan precisamente "los Comentarios a Aristóteles", de los cuales existen "el Comentario mayor", (1180), en el que explica frase por frase "el corpus aristotélico"; "el Medio", en el que explica el conjunto de los textos, y "el Pequeño". comentario o paráfrasis, (1169-78), que resumía su significado general. También comentó "La república" de Platón.

Entre las grandes inquietudes de Averroes destacó la de delimitar las relaciones entre filosofía y religión. Para Averroes, la religión verdadera se encuentra en la revelación contenida en los libros sagrados hebreos, cristianos y musulmanes. Pero libros como el Corán, aun siendo base de la religión verdadera, están dirigidos a todos los hombres, y no todos tienen la misma capacidad de comprensión. La verdad auténtica sólo la alcanzan los filósofos, que basan sus conocimientos en demostraciones rigurosas y absolutamente lógicas. Es obligación de los filósofos descubrir, más allá del sentido literal del libro sagrado, la idea oculta bajo las imágenes y los símbolos.

Así, el Corán ofrece una religión natural, de acuerdo con las enseñanzas de la experiencia común, y capaz de ser entendida por la mayoría de la gente que no va más allá de la imaginación en su forma de entender. En este contexto se ubican las dos pruebas sobre la existencia de Dios propuestas en el Corán. Primera: el mundo no puede deberse al azar, sino que es obra de un creador, porque todo él está adaptado y ordenado para mantener la vida del hombre, de los animales y de las plantas. Todo lo que existe está orientado al servicio del hombre. La segunda: la admirable disposición y coordinación de todas las cosas entre sí exige un creador. Esto constituye la religión natural a la cual podrían haber llegado los hombres a través de las cosas sensibles, con la sola fuerza de su razón, aunque con mucho trabajo, después de largo tiempo y con riesgo de muchos errores.

Pero el Corán ofrece también otras doctrinas reveladas, y su originalidad respecto a otros libros sagrados consiste en que ha expuesto los tres principios esenciales de toda religión en un lenguaje asequible a todos los hombres; es decir, en el nivel de la imaginación. Esos tres principios son: la creencia en Dios creador del mundo, la creencia en la existencia de los ángeles y en la misión de los profetas, y la creencia en la vida del más allá con el premio o castigo correspondiente a cada uno. Esta enseñanza se dirige a todos los hombres. Pero a los filósofos y científicos no les ofrece ideas concretas, sino "sugerencias" en torno a una realidad suprasensible que deben desarrollar.

El eje de la filosofía de Averroes es la diferenciación entre el conocimiento humano y el divino. El conocimiento humano, basado en las cosas sensibles, es de los sentidos y de la imaginación; no es un conocimiento objetivo, el cual se define como "unidad e identidad perfecta bajo todo aspecto entre el sujeto y el objeto". El conocimiento humano mantiene necesariamente una inevitable pluralidad al no estar nunca los inteligibles totalmente desligados de las formas imaginativas. Además es incompleto, porque no capta la esencia de las cosas, sino sólo los "accidentes" de las sustancias.

El conocimiento divino intuitivo, por el contrario, no depende de las cosas exteriores a la mente, sino que las cosas dependen de su conocimiento, que es la causa y razón de la existencia de ellas, y abarca la infinidad de todas juntas. No se basa en la multiplicidad debida a la clasificación de los seres, sino en la unidad orgánica de la esencia de los seres, en cada uno de los cuales se manifiesta la sabiduría divina, unidos entre sí según un orden y coherencia. Dios, conociéndose a sí mismo, produce las cosas, y ese conocimiento es en sí la concreta realidad objetiva del mundo.

Al doble conocimiento corresponden dos modos en la realidad. La realidad nouménica del universo es el objeto del conocimiento intuitivo divino. Ese conocimiento divino es a la vez idéntico a Dios, porque la actividad cognoscitiva de Dios es la misma actividad productora del mundo. En esta realidad nouménica el mundo es una creación continua de la fuerza inmanente en él.

El otro modo es la realidad fenoménica, objeto del conocimiento discursivo cuya mayor realización se da en la filosofía griega con Platón y Aristóteles. Según Averroes, el mérito de estos filósofos está en haber reconocido la necesidad de la existencia de una realidad nouménica superior, (principio supremo, Dios), pero erraron al hablar de ese primer principio en términos derivados del conocimiento empírico. No se puede pensar en la voluntad divina al modo de los agentes de la realidad fenoménica. Averroes señala su posición al respecto en esta escueta afirmación: "Dios conoce las cosas no porque tenga un determinado atributo, sino porque éstas son producidas por él en cuanto él las conoce". O sea, que la actividad cognoscitiva de Dios es por sí misma creadora del mundo.

Siendo el conocimiento de Dios el origen del mundo, está claro que éste, lo mismo que su hacedor, no puede tener principio ni fin. Es nuestra mente quien concibe el principio y el fin del mundo, al considerar la realidad bajo la categoría subjetiva del tiempo. Averroes trata el problema de la distinción entre tiempo verdadero, (tiempo-duración), y tiempo abstracto, (tiempo-medida), en su breve tratado "Solución al problema: creación o eternidad del mundo". El tiempo verdadero no se compone de momentos temporales separados por un principio y un fin. Debe ser considerado, más bien, como una circunferencia en la que todo punto es al mismo tiempo principio y fin de un arco. El tiempo abstracto es el tiempo abstraído de la realidad del mundo, que se le aplica como medida, y es representado como línea recta, (ya sea ésta finita o infinita).

Averrroes sostuvo además el monopsiquismo, es decir, la existencia de una sola mente, (alma), supraindividual y universal, de la que la inteligencia, (psique), sería una simple y provisional manifestación. Es decir: el hombre no posee un alma propia, sino que participa, hasta que muere, del alma colectiva. Contrariamente a las enseñanzas del cristianismo y del islam, desde el punto de vista del individuo no existe ninguna esperanza de eternidad: el alma individual está destinada a morir con el cuerpo.

Nociones como ésta valieron a Averroes una condena de exilio, (en 1195), y suscitarían la sospecha de herejía en el averroísmo latino, orientación filosófica difundida después de 1270 en Occidente y muy particularmente en París, gracias a las enseñanzas de Siger de Brabante. En 1277, el arzobispo Stefano Tempier condenó 219 tesis sostenidas por aristotélicos averroistas, empezando así una polémica filosófica que no terminaría hasta el Renacimiento.

La orientación averroísta que elevaba a Aristóteles a la categoría de auctoritas, incluso por encima de la Biblia, se difundiría a partir del siglo XIII entre las magistri artium, los profesores de formación laica que controlaban en las universidades la enseñanza de las scientiae, (aritmética, música, geometría), y de la scientia prima, la metafísica aristotélica. El choque entre estos intelectuales y la ortodoxia religiosa alcanzó su cima con el Tomismo, pero a pesar de la influencia de Santo Tomás de Aquino, (para quien Averroes había desfigurado las enseñanzas de Aristóteles), el espíritu del Averroísmo sobrevivió en la tradición aristotélica del Renacimiento, (en particular en Pietro Pomponazzi). Su llamada a la superioridad de la razón sobre la fe, al valor de la filosofía natural, (la práctica científica), en oposición a la teología, se convirtió en un importante regulador de la mentalidad científica moderna. En Oriente, en cambio, la filosofía de Averroes pasó prácticamente desapercibida.

✠ IMAGEN II.- Averroes.



✠ 1508.- Luis XII de Francia, el papa Julio II, el emperador Maximiliano I de Austria y Fernando el Católico, forman la Liga de Cambrai para enfrentarse a la República Veneciana en las Guerras Italianas. (Hace 513 años).

✠ IMAGEN III.-Luis XII de Francia. 


✠ IMAGEN IV.- Papa Julio II.


✠ IMAGEN V.- Emperador Maximiliano I de Austria.


✠ IMAGEN VI.- Fernando el Católico.



Liga de Cambrai.

El papa Julio II deseaba recobrar los estados de la Iglesia que la república de Venecia le había arrebatado en guerras anteriores. Para ello invitó a todos los príncipes y soberanos que tuviesen algún conflicto pendiente con Venecia a formar una Liga contra esta República. Las conversaciones diplomáticas fructificaron en la creación de la liga de Cambray, formada definitivamente el 1.508 por el papa Julio II, el emperador de Alemania Maximiliano I, el rey don Fernando el Católico de España y el rey Luis XII de Francia.

Batalla de Agnadelo, (1.509).

De todos ellos, el más belicoso era el rey francés, que deseaba resarcirse de la pérdida de Nápoles en favor de España durante la segunda campaña de Italia del Gran Capitán, (Gonzalo Fernández de Córdoba y Enríquez de Aguilar). Por ello, una vez ratificado el tratado de creación de la Liga, cruzó los Alpes el 15 de abril de 1.509, y con un ejército de 15.000 jinetes, 14.000 infantes franceses y 8.000 piqueros suizos,, invadió el territorio de la república de Venecia. Para detener el avance enemigo, los venecianos reunieron un ejército mercenario de unos 15.000 infantes y unos 4.000 jinetes, cerca de Bérgamo, comandado por Bartolomeo d’Alviano y Niccolò di Pitigliano, ambos pertenecientes a la familia Orsini. Con órdenes explícitas de evitar una confrontación directa con los franceses, tratando de pasar las siguientes semanas hostigándoles mediante pequeñas escaramuzas.

✠ IMAGEN VII.- Batalla de Agnadelo.´


✠ IMAGEN VIII.- ´Situación en el norte de Italia en 1509 tras la batalla de Agnadello.

✠ IMAGEN IX.- Bartolomeo d’Alviano.´



✠ IMAGEN X.- Niccolò di Pitigliano


Los franceses marcharon hacia Adda. El 9 de mayo cruzó el río que estaba sin vigilancia en dos puentes de barcazas en Cassano d’Adda, y se dirigió a Pandino a través de Rivolta d’Adda. Alviano y Pitgliano acamparon junto a Treviglio, sin un plan claro, pues Alviano era partidario de desobedecer las órdenes y atacar a los franceses; finalmente decidieron desplazarse hacia el sur, buscando una posición mejor en las inmediaciones del río Po.

Los venecianos, divididos en dos columnas, también se movían hacia el Sur, Alviano llegó a Agnadelo el 14 de mayo, y se topó con un destacamento al mando del señor de Chaumont, que previamente había establecido sus tropas en los alrededores de Agnadelo. Alviano posicionó sus tropas, que eran unos 8.000 efectivos, en un promontorio sobre unos viñedos, estableciendo sus 20 cañones en posición. Chaumont atacó primero con caballería y después con piqueros suizos. Pero los franceses, en desventaja debido a su posición colina arriba y teniendo que atravesar surcos embarrados por la lluvia, fueron incapaces de romper las líneas venecianas.

Pitigliano había seguido avanzando y llevaba un trecho de ventaja a su primo Alviano cuando éste enfrentó a los franceses. Respondiendo a la petición de ayuda de Alviano, mandó una nota sugiriendo que se debería evitar la batalla, y continuar su marcha rumbo al sur.

La caballería de d’Amboise atacó a los venecianos justo en el campo de batalla, pero fue rechazada. Después de eso, incluso los suizos atacaron la fuerte posición del terraplén bajo la misma suerte. Fue una derrota parcial de la que Alviano intentó explotar con un contraataque local, sin ningún éxito.

La retaguardia francesa compuesta por gascones, mandada por el famoso Bayardo, superó el ala derecha veneciana, atacó con decisión los cañones y la caballería en las alturas. La caballería veneciana no aguantó y huyó, dejando los cánones a su suerte.

Los franceses aprovecharon para girar los cañones y abrir el fuego contra los venecianos. El mismo Alviano fue herido y capturado y más de 4.000 de sus hombres murieron.

Aunque Pitigliano había evitado el enfrentamiento directo, cuando las noticias de la batalla le llegaron por la tarde, la mayoría de sus hombres desertaron en menos de un día. Los franceses seguían avanzando, por lo que optó por retirarse hacía Treviso y Venecia. Luis procedió a ocupar la parte de Lombardía que todavía no controlaba.

Tras la victoria francesa en Agnadello, el 14 de mayo, el Papa y Francia lograron recuperar todas las posesiones que reclamaban y la situación diplomática comenzó a embrollarse, al recelar el resto de miembros de la Liga de que el poder de Luis XII en Italia pudiera estar creciendo demasiado. Venecia trató de atraer a la guerra a Maximiliano de Austria, lo que motivó una dura amenaza francesa: si Maximiliano entraba en el conflicto como aliado de Venecia, Francia no se limitaría a combatir en suelo itálico y llevaría la guerra a tierras de Austria.

En el frente napolitano, Venecia dio orden de entregar sus plazas a España el 20 de mayo, pero los gobernadores de Otranto y Brindisi se negaron, llegando a enviar correos a las fuerzas turcas acantonadas en Valona solicitando ayuda contra las tropas hispánicas.

En junio de 1.509, Colonna consiguió la rendición de las plazas, a cuyo frente se puso a aragoneses familiares o relacionados con el nuevo virrey, Cardona, a fin de asegurar su control y desplazar de las mismas a la nobleza napolitana que no había colaborado con la Corona.

Una vez terminada esta primera fase de la campaña, los miembros de la Liga de Cambrai se reunieron en Cremona, convencidos de la inminencia de la victoria sobre Venecia. Nuevamente se pusieron de manifiesto las discrepancias entre los aliados: Francia y Maximiliano insistían en proseguir la guerra hasta la total aniquilación de Venecia, mientras que el Papa se oponía, por miedo a que la presencia de Francia en Italia se hiciera demasiado fuerte. Para ello, Julio II alegaba que el objetivo principal de la Liga era luchar contra el turco, para lo cual la derrota de Venecia era un medio, no un fin. Cumplido, a ojos del papa, que había recuperado la parte del territorio italiano que reclamaba, era hora de acometer el fin. La llave de la situación diplomática la tenía Fernando, ya que su flota era la única que podía plantar cara a la veneciana si se decidía llevar el conflicto a sus últimas consecuencias.

Asedio de Padua, (1.509).

Una serie de acontecimientos militares decantaron la situación en favor de un acuerdo con Venecia: a mediados de junio de 1.509, las guarniciones imperiales quedaron aisladas en sus fortalezas italianas y se produjo una fuerte reacción local en favor del gobierno veneciano.

El 17 de julio de 1.509, fuerzas venecianas al mando de Andrea Gritti se apoderaron de la ciudad de Padua, ciudad en la que habían sido acuartelados algunos lansquenetes contratados por el emperador Maximiliano I. El emperador, cuyas fuerzas habían capturado la ciudad sólo unos meses antes, reclutó un ejército compuesto principalmente de mercenarios, e invadió el Véneto, en un intento de recuperar Padua.

✠ IMAGEN XI.-Andrea Gritti.


A principios de agosto de 1.509, Maximiliano salió de Trento con un ejército de unos 35.000 hombres y se dirigió hacia el sur, en territorio veneciano; allí se le unieron los contingentes franceses y papales. Debido a la falta de caballos, y, en general, a la mala organización, el ejército no llegó a Padua hasta mediados de septiembre, lo que permitió a Niccolò di Pitigliano concentrar lo que quedaba del ejército de Venecia después de Agnadello, así como varias compañias de voluntarios de la ciudad de Venecia.

El sitio comenzó el 15 de septiembre. Durante dos semanas, la artillería francesa e imperial bombardearon la ciudad, abriendo con éxito brechas en las murallas, pero los ataques fueron rechazados con determinación por la resistencia veneciana cuando intentaron penetrar en la ciudad. El 30 de septiembre, Maximiliano, incapaz de pagar a sus mercenarios, levantó el asedio, dejando un pequeño destacamento en Italia bajo el mando del duque de Anhalt, retirándose a Tirol con la parte principal de su ejército. La derrota fue una pérdida importante para Maximiliano, y el Sacro Imperio Romano no volvió a intentar otra invasión a Italia hasta 1.516.

Santa Liga.

Pero el rey don Fernando el Católico se volvió receloso de las intenciones de Luis XII, y en uno de esos giros de los que tan favorable es la política, en 1.511 firmó una Santa Liga con el Papa y los venecianos para expulsar a los franceses de Italia. Por este tratado, el rey católico español proporcionó un ejército de 1.200 jinetes pesados, 1.000 jinetes ligeros y 10.000 infantes al mando del virrey de Nápoles, don Ramón Folch de Cardona, que llevaba a sus órdenes de Pedro Navarro, Fabricio Colonna y al marqués de Pescara, y que ejercería el mando de las fuerzas combinadas. El papa proporcionó 600 hombres de armas mandados por el duque de Termini.

✠ IMAGEN XII.- Don Ramón Folch de Cardona, virrey de Nápoles.


Esta nueva campaña de Italia, la tercera del ejército español en aquellas tierras, coincidió con las labores diplomáticas de acercamiento al rey de Navarra, para evitar su alianza con Luis XII y que terminó con la conquista de Navarra por don Fadrique de Toledo, duque de Alba, en nombre del rey don Fernando el Católico.

✠ IMAGEN XIII.- Don Fadrique de Toledo, duque de Alba.


Las tropas del virrey de Nápoles iniciaron la marcha hacia el norte, conquistado por el camino la plaza fuerte de Gémbolo. Una vez unidas a las fuerzas del papa, el ejército se dirigió a formalizar el sitio de Bolonia, pero fracasaron en su intento en enero de 1.512.

El ejército francés estaba al mando de Gastón de Foix, nuevo duque de Nemours y nieto de Luis XII. En sus filas militaba como aliado Alfonso de Este, duque de Ferrara.

✠ IMAGEN XIV.- Gastón de Foix, duque de Nemours.


✠ IMAGEN XV.- Alfonso de Este, duque de Ferrara.


Tras haber impedido la caída de Bolonia, Gastón de Foix se dirigió a la ciudad de Brescia, que se había rebelado contra el control francés, siendo guarecida posteriormente por tropas venecianas. Gastón ordenó a la ciudad rendirse; cuando se negó, la atacó. El ataque francés tuvo lugar bajo lluvias torrenciales, en un campo de barro; Gastón ordenó a sus hombres quitarse los zapatos para moverse mejor. Los defensores infligieron numerosas bajas a los franceses, pero estos entraron en la ciudad el 18 de febrero. La infantería gascona y los lansquenetes procedieron a saquear la ciudad, masacrando a miles de civiles durante los siguientes cinco días. A raíz de esto, la ciudad de Bérgamo pagó unos 60.000 ducados a los franceses para evitar un destino similar.

Tras el saqueo, el duque de Nemours se dirigió a Rávena con intención de sitiarla y tomarla para evitar que por su puerto le llegasen refuerzos y suministros a los aliados.

Batalla de Rávena, (11 de abril de 1.512).

Rávena se encuentra en la orilla izquierda del rio Ronco. Los franceses habían establecido su campamento en la llanura que existe entre este río y el Montone, para sitiar la ciudad, tomarla e impedir que sirviese de puerto de entrada de refuerzos y aprovisionamientos para el ejército aliado.

El virrey de Nápoles se aproximó a la ciudad por la orilla derecha para levantar el sitio. Una vez llegado al rio Ronco, desplegó la infantería española en primera línea al mando de Pedro Navarro, y a la infantería italiana detrás en segunda fila. A la izquierda de la infantería desplegó a la caballería pesada de los hombres de armas al mando de Fabricio Colonna. A la derecha y algo a retaguardia colocó a la caballería ligera al mando del marqués de Pescara. Delante de la infantería colocó la artillería de poco calibre y unos 30 carros armados con largos cuchillos que tenían objeto destrozar al enemigo en el momento del choque. La artillería de grueso calibre quedó desplegada delante de los hombres de armas.

✠ IMAGEN XVI.- Marqués de Pescara.


Gastón de Foix, el nuevo duque de Nemours, dejó a 3.000 hombres y 2 cañones frente a la plaza de Rávena para seguir manteniendo el asedio y se dirigió con el resto, (24.000 infantes, 4.000 jinetes y 50 piezas de artillería), a hacer frente al virrey de Nápoles, que contaba con 18.000 infantes, 2.000 jinetes y 24 cañones. Desplegó con la artillería en el centro, la infantería en la izquierda y la caballería a la derecha. Quedaban, pues, enfrentadas ambas infanterías y ambas caballerías. Los franceses iniciaron la batalla cruzando el río Ronco y avanzando sobre el ejército aliado hasta una distancia de unos 150 pasos. En vista de que éste se mantuvo en sus posiciones sin moverse, el duque ordenó hacer alto sin atreverse a atacar. A continuación se inició un vivo cañoneo que duró bastante tiempo y en el que la infantería francesa llevó la peor parte y sufrió numerosas bajas.

En vista de ello el duque de Nemours sacó la artillería del centro de su despliegue y la llevó al extremo derecho, junto a la caballería, al tiempo que comenzó a extender este ala en un movimiento desbordante hasta rebasar el ala izquierda de los aliados y amenazar su flanco y retaguardia.

Una vez finalizado el movimiento desbordante, la artillería francesa rompió el fuego en diagonal contra la izquierda aliada, desordenando las filas de la caballería pesada y provocando numerosas bajas. Fabricio Colonna no pudo soportar resistir el bombardeo de la artillería francesa sobre ellos sin hacer nada, así que ordenó la carga sobre la caballería francesa que tenía frente él, sin que lo autorizara el virrey. Eso era lo que esperaba el duque de Nemours: atraer la caballería enemiga a un terreno más llano y apto para el combate de su caballería, los famosos gendarmes, (hombres de armas). Fabricio Colonna recibió el refuerzo de la caballería ligera del marqués de Pescara, pero a pesar de todo fueron arrollados por los franceses, que cogieron prisioneros a Fabricio Colonna y al marqués de Pescara. Al presenciar este descalabro, las tropas desplegadas en tercera línea y el virrey huyeron abandonando el campo.

✠ IMAGEN XVII.- Batalla de Rávena 1512. Enfrentamiento de caballerías. Se observa la caballería ligera española con adargas. Autor Giuseppe Rava. 


Solo quedaron en su puesto la infantería española e italiana. La española estaba en primera fila y se había librado de los efectos de la artillería echándose a tierra tras unas sinuosidades del terreno. Observaron la derrota de su caballería y la huida de su general en jefe. Una vez finalizada la munición de la artillería enemiga, vieron que todo el ejército francés se les echaba encima. Pero la infantería española reaccionó a la orden de su jefe, Pedro Navarro, y se echó sobre los primeros enemigos, que resultó ser la infantería de lansquenetes alemanes, los rodeleros españoles se situaron bajo las picas empujándolas hacia arriba con sus rodelas, llegaron al combate cuerpo a cuerpo en el que eran expertos, matando a muchos alemanes. Una vez derrotada la infantería alemana, se enfrentaron a la francesa y a la del duque de Ferrara, a las que también vencieron. 

✠ IMAGEN XVIII.- Batalla de Rávena 1512. Autor Pedro Umbert.


Mientras tanto, la infantería italiana de segunda línea fue acosada por un cuerpo de infantería francesa y una compañía de hombres de armas. Esto, unido a las bajas que la artillería les causó, hizo que comenzasen a flaquear. Pedro Navarro se dio cuenta de ello, y en lugar de lanzarse a atacar la artillería enemiga que tenía a su alcance, envió parte de sus tropas a socorrer a los italianos. Con el resto se dispuso a resistir el nuevo ataque de la infantería alemana y francesa, rehechos ya sus cuadros tras el fracasado ataque anterior.

El duque de Nemours se mostró impaciente al ver la resistencia de los cuadros de infantería española, y cargó contra ellos con todo lo que tenía a mano y con la caballería pesada. A pesar de ello, los españoles resistieron la tremenda carga de caballería, en la que el propio duque de Nemours resultó muerto.

✠ IMAGEN XIX.- Batalla de Rávena 1512. Muerte del duque de Nemur, Gastón de Foix. Autor Ari Schaffer museo Hermitage, San Petersburgo.


Muertos casi todos sus coroneles y capitanes, Pedro Navarro aprovechó la confusión de los franceses para emprender ordenadamente la retirada de la infantería española. Pero en el intento el célebre capitán español resultó herido y hecho prisionero por los franceses. Su captura fue funesta para las armas españolas, pues Pedro Navarro se sintió abandonado por el rey Fernando el Católico y pondría su talento al servicio del rey Francisco I.

Las bajas fueron muy altas en ambos ejércitos y pasaron de 11.000 los muertos y heridos. Entre aquellos se contaron Ivo de Alegre, lugarteniente del ejército francés en las dos campañas contra el Gran Capitán en Nápoles, y Pedro de Paz, que se había distinguido a las órdenes de éste también en las campañas de Nápoles. Pedro Navarro, Fabricio Colonna y el marqués de Pescara resultaron prisioneros de los franceses.

A pesar de esta brillante victoria, las tropas francesas de Luis XII acabarían siendo expulsadas de Génova y Milán.

Primera batalla de Pavía (17-19 de junio 1.512).

Tras la batalla de Rávena, el ejército de la Liga comenzó a reforzarse de nuevo para enfrentarse a los franceses. El 10 de mayo, un cuerpo de 42 compañías y 20.000 soldados suizos se concentraba en Coira a cargo de Ulrich von Sax, junto con una quincena de medias culebrinas, botín de la guerra Suaba. El 14 de mayo partían, llegando a Trento el 19 y el 21 a Verona. El día 30 marcharon hacia Villafranca di Verona donde se les unieron las tropas venecianas: 550 jinetes pesados, 1.200 jinetes ligeros y 4.000 infantes con 6 cañones y 3 culebrinas.

El ejército francés al mando del señor de la Palice, compuesto por 8.000 infantes y 800 jinetes, se fue retirando del Veronese y desalojó las plazas que habían ocupado en el Véneto, dirigiéndose hacia el oeste, hacia Lombardía, con el objetivo de hacer resistencia en Pontevico, en el cruce sobre el río Oglio. Casi fueron atrapados en Valeggio sul Mincio, antes de cruzar el río que apellida la localidad, pero consiguen realizar el paso sin bajas de importancia.

El 4 de junio, el grueso de los franceses encontraba en río Pontevico, y el ejército de la Liga en el río Bresciano acosando por la caballería ligera de la retaguardia francesa para frenar su avance. En última instancia, la Palice decidió proseguir con su retirada, para ofrecer resistencia en Pizzighettone con el fin de enfrentarse a sus perseguidores antes del cruce del río Adda, donde fue reforzado por las tropas mandadas por Teodoro Trivulzio, sobrino del gobernador. En las riberas del río Adda, ambos ejércitos, perseguido y perseguidor, acamparon el día 10 de junio.

Aunque los franceses empiezan a construir una fortificación, la artillería veneciana les hace desistir. El cruce del ejército de la Liga se complica al casi romperse el puente tendido al paso de la artillería, cuyo cruce se posterga, retrasándose toda la marcha dos días.

Al tiempo que se producía la llegada del ejército de la Liga, los ciudadanos de Milán se rebelaban, expulsando a los franceses y a su gobernador.

A las puertas de Pavía llegó el ejército francés en retirada, cuyos vecinos se negaron a dejarles entrar. Los franceses se alojaron en el parque de Mirabello, un extenso recinto cercado anexo a los muros de la ciudad, y se mantuvieron allí, perseguidos por los duques de Milán. Pero consiguieron tomar la puerta que les da acceso a la ciudad y los franceses se refugiaron en la ciudad.

El 15 de junio, se asentó la artillería en el parque para tirar abajo las murallas de la ciudadela, entrando y combatiendo con fuerzas francesas que lo defienden. El 18 de junio, tropas de la Liga cruzaron en barca el río Ticino para controlar el paso que comunica Pavía con la otra ribera y estrechar el cerco de la ciudad. Los franceses lo defienden con caballería, y la infantería suiza e italiana tuvieron que retirarse. Los pontoneros venecianos comenzaron a tender un puente.

Viéndose ya casi rodeados, las tropas a sueldo del rey de Francia abandonaron Pavía cruzando el puente de piedra que une la ciudad con la ribera contraria, huyendo camino a Alessandria, con la intención de cruzar el río Po en Valenza y desertan del ejército 1.500 lansquenetes que tienen la intención de volver a Alemania sanos y salvos.

El ejército de la Liga reinició la persecución, matando gran número de soldados en el camino y obligando al resto a un cruce desesperado del Po, donde muchos infantes murieron ahogados. El resto del ejército francés continuó la huida: no son aceptados en Alessandria ni en Asti, por lo que prosiguen la marcha para llegar a tierras francesas.

Las tropas suizas cobraron un mes de sueldo por el hecho de armas, 50.000 ducados abonados por los ciudadanos de Pavía.

La guarnición de Brescia no tardó en pedir salvoconducto para abandonar la ciudad que retenían. En Novara y Cremona quedaron guarniciones que retenían las plazas en nombre del rey de Francia.

Maximiliano de Austria, con un ejército formado principalmente por tropas suizas, arrebató Milán de manos del rey de Francia, que la poseía desde que expulsara de allí a Ludovico Sforza, trece años antes, el Milanesado a manos de Maximiliano de Sforza, al menos nominalmente, pues era rehén de sus costosos defensores helvéticos. Esta victoria podría haber sellado la suerte de la guerra, pero en 1.513 Venecia cambió de bando.

✠ IMAGEN XX .- 1ª Batalla de Pavía.


Batalla de Novara (6 de junio de 1.513).

Tras la muerte del papa Julio II en febrero de 1.513, quién había auspiciado la Santa Liga en 1.511 contra Francia y la elección del nuevo papa León X de la casa de Médici, la corona francesa consiguió que la república de Venecia abandonase la coalición, y firmara en marzo un tratado en Blois de alianza militar.

✠ IMAGEN XXI .- Papa León X.


Luis XII de Francia pugnaba en el norte de Italia por recuperar el dominio del ducado de Milán frente a la casa los Sforza, que había sido parcialmente recuperado por Maximiliano Sforza el año anterior. Venecia quería mantener o ampliar sus dominios en la Terra Ferma. Mientras que la confederación Suiza estaba en un proceso de incorporación de nuevos territorios en la frontera norte del ducado de Milán, aprovechando la debilidad del estado milanés, y al tiempo, mantenía sus mercenarios al servicio de Maximiliano, una fuente de ingresos para los cantones y aliados, así como una opción laboral para muchos suizos.

✠ IMAGEN XXII .- Maximiliano Sforza.


La guarnición francesa de la ciudadela de Novara había capitulado el 28 de diciembre de 1.512, entrando de guarnición tropas suizas. Novara, está ubicada a 40 kilómetros al oeste de Milán, era la segunda ciudad del ducado en número de habitantes. En marzo de 1.513, siendo incapaz el duque de Milán de mantener 12.000 soldados suizos, licenció 8.000 de ellos. En abril de 1.513, entró en Italia por el Piamonte, con permiso del duque de Saboya un ejército francés procedente del Delfinado, mientras que Venecia moviliza un ejército algo menor. Ese ejército francés estaba compuesto por 1.375 lanzas, 613 jinetes ligeros, 7.486 lansquenetes, 4.000 infantes gascones y 2.500 infantes italianos, con 18 piezas de artillería. De todas maneras, este ejército no permaneció reunido toda la campaña, quedando parte de él en Alessandria.

Parte de esas tropas a sueldo del rey de Francia se dirigieron a la ciudad de Novara, que estaba custodiada por unos 3.400 suizos y 400 soldados de caballería con Maximiliano Sforza, sitiándola a partir del 27 de abril, iniciando el bombardeo el 29.

De inmediato se reaccionó a la entrada del ejército francés, y la república de Venecia reclutó dos levas en la confederación Suiza, una de 4.000 infantes y otra posterior de 8.000.

La artillería francesa bombardeaba la ciudad y el 20 de mayo derribaron un lienzo de la muralla de unos 80 pasos de ancho, suficiente para realizar un asalto con los lansquenetes. El asalto del 21 fue rechazado por los defensores suizos, muriendo 800 atacantes y 150 defensores.

El socorro enviado desde Suiza era de unos 16.000 soldados, tanto de levas, (12.000), como aventureros o sea, personas que servían sin sueldo, solo por el botín. Marchó en dos cuerpos con el mismo número de efectivos por dos caminos distintos, siendo el contingente que había atravesado los Alpes por el paso de San Gotardo el que llegó a Novara el día 5 de junio, tras una pausa en Varese de dos días. El otro contingente, dirigido por Ulrich von Hohensax, partió de Varese el día 4. A pesar de venir a marchas forzadas, no pudo llegar a tiempo para la batalla.

✠ IMAGEN XXIII .- Ulrich von Hohensax.


Maximiliano Sforza, se quedó en Novara con un cuerpo de 1.000 suizos a cargo de Arnold von Winkelried. Los suizos formaron en tres cuerpos: vanguardia y retaguardia y una batalla, o cuerpo principal de 8.000 hombres. Marcharon contra la primera línea francesa, cerrando contra los lansquenetes. Si bien la artillería enemiga provocó muchas bajas en el primer escuadrón suizo, pudieron romper a los lansquenetes y trabar combate contra los gascones.

✠ IMAGEN XXIV .- Arnold von Winkelried.


Mientras que la mayor parte de la caballería francesa permanecía inmóvil, Roberto III de la Marck, futuro mariscal de Francia, con un escuadrón de gendarmes, cargó sin éxito, siendo retirado del campo de batalla inconsciente y malherido. Rotas las fuerzas de infantería, la caballería francesa se retiró a Vigevano, dejando a su suerte a los soldados de a pie, que fueron perseguidos y muertos en gran parte por los peones suizos, no obstante no se dispersaron muy lejos de Novara.
Fue una batalla particularmente sangrienta, con 5.000 víctimas en las filas francesas, mientras que los piqueros suizos perdieron 1.500 hombres, principalmente muertos en su avance por fuego de artillería. De acuerdo con una práctica ya conocida en las guerras de Suabia, los suizos ejecutaron a los lansquenetes que capturaron después de la batalla.

✠ IMAGEN XXV .- Roberto III de la Marck.


La aparente pasividad de la caballería francesa se pudo deber a que los suizos plantearon una batalla por sorpresa, estando una buena parte de la caballería francesa sin armar, o sea, sin el arnés completo cuando se produjo el ataque.

La batalla no supuso, ni mucho menos, el final de la guerra, pero en un momento en que la pujanza francesa parecía no ser contenida, se equilibraron las fuerzas en el norte de Italia, lo que supuso prorrogar la guerra unos años más, animando el reforzamiento de la participación española e imperial.

Batalla de Marignano (13-14 de septiembre de 1.515).

Tras la derrota en la batalla de Novara, el rey francés Francisco I reunió en Lyon un ejército de 30.000 hombres, con mercenarios vascos, navarros, alemanes, balcánicos, y la gendarmería o caballería pesada y una artillería de unas 400 piezas y se dirigió a Italia para invadirla. Tropas suizas cortaban los pasos alpinos de Monte Cenís y de Monginebra, informado de esta situación, el Rey decidió sortear esta obstrucción. El Mariscal Jean-Jacques Trivulce se había informado por los habitantes de las montañas que había una serie de senderos más altos que permitían entrar en Italia, (hoy el Col de Larche).

Los senderos se ensancharon mediante el uso de explosivos, se construyeron puentes con troncos para cruzar los torrentes, y a veces los cañones fueron bajados de las rocas mediante cables. El ejército francés apareció en Conti en la parte posterior donde se encontraban las tropas suizas.

✠ IMAGEN XXVI .- Batalla de Marignano 1515. el rey francés Francisco I, cruzando los Alpes por el el Col de Larche. Autor Abert Robida.


Durante la noche del 13 de agosto, el caballero Bayardo y Jacques de Chavannes siguiendo órdenes de Anne de Montmorency, decidieron atacar a la caballería enemiga con 500 gendarmes, (hombres de armas), cruzaron el río Pô y atacaron a las tropas papales suizas y a una compañía española que estaban acampados en Villafranca. La batalla fue violenta y el efecto sorpresa permitió a los franceses apoderarse de varios cientos de caballos y capturar a su comandante Prospero Colonna.

 ✠ IMAGEN XXVII .- Anne de Montmorency.


Este ataque fue un duro golpe para los suizos. La discordia surgió entre algunos de sus líderes a medida en que algunas compañías regresaron a sus bases, pero muchas se quedaron y esperaron la confrontación.

El 30 de agosto, todas las tropas francesas se reunieron en Novarre. Los suizos se reagruparon de nuevo y sin demora se dirigieron hacia Milán. Avanzó sin problemas con ayuda del duque Renato de Saboya y el 31 de agosto cruzaba el río Tesino. El monarca francés intentó ganarse a los locales manteniendo una estricta disciplina entre sus hombres para impedir abusos contra la población civil. En una ocasión, persiguiendo a un grupo de desertores, cayó de su caballo y uno de los fugitivos se detuvo, lo ayudó a volver a montar y después siguió huyendo. El rey quiso recompensar el noble gesto pero jamás encontró al hombre y sus compañeros.

Pronto el monarca amenazó con sus movimientos las rutas que unían Milán con los pasos alpinos, lo que impediría a los suizos retirarse a sus hogares. Esto llevó a los helvéticos a negociar en Gallarate. También mantuvo contactos con Bartolomeo d’Alviano, comandante de los venecianos, que estaba en Lodi.

El 8 de septiembre, el rey Francisco intentó nuevamente negociar con los suizos proponiendo poner inmediatamente 150.000 coronas de oro en una cuenta, para pagar lo que se les debía, pero no tuvo éxito.

Los franceses rápidamente empiezan a rodear la ciudad, mientras buscan pactar con los suizos. El 9 de septiembre el rey Francisco y los capitanes de tres cantones firmaron la paz, y de 10.000 a 12.000 suizos volvieron a sus hogares a cambio de oro. También se comprometió a asistirlos con caballería y artillería en caso de guerra. Los helvéticos aceptaban la anexión francesa de todo el ducado excepto Bellinzona. Así, muchos suizos se marchaban felices de poder disfrutar los frutos de sus victorias de 1.512 y 1.513 sin luchar. La habilidad diplomática francesa dió sus frutos, los suizos demostraron tanta desunión como los milaneses. Los cantones de Berna, Friburgo y Soleura acordaron la paz, pero como cada unidad se mandaba sola, sus hermanos centrales y orientales prefirieron quedarse. Eso equivalía a 20.000 enemigos en el ducado, incluyendo el joven Ulrico Zuinglio, los que decidieron salir de la Porta Romana de la ciudad y marchar a entablar batalla. Aparentemente la decisión fue tomada después que su líder, el cardenal Mateo Schinner de Sion, y los jinetes pontificios tuvieran una escaramuza a las afueras de Milán con exploradores franceses. Entre tanto, dos ejércitos, (venecianos y españoles), de 12.000 hombres cada uno, se enfrentaron alrededor de Lodi.

✠ IMAGEN XXVIII .- Cardenal Mateo Schinner de Sion.


El 10 de septiembre Francisco marchó a Melegnano mientras envió al marqués Luís d’Ars hacia Pavía. Los franceses establecieron su campamento a 5 kilómetros al norte de la ciudad, en la villa de San Juliano. Al oeste estaba el camino de Milán a Lodi y al este el río Lambro, el terreno era pantanoso y se había reforzado con zanjas. La vanguardia era la más cercana a Milán, estaba defendida por una zanja apoyada por la artillería y una línea de tiradores flanqueados por 10.000 infantes franceses armados con alabardas, picas y arcabuces. En segunda línea había 10.000 lansquenetes y 950 hombres de armas.

El centro o batalla lo formaban 9.000 lansquenetes y los caballeros franceses bajo el mando personal de su monarca, (apoyados por hombres en armas, lanceros a caballo y ballesteros). Finalmente, un pequeño cuerpo de caballería a las órdenes de Carlos IV de Alençon estaba 3 kilómetros al sur como retaguardia. 6.000 de los lansquenetes eran mercenarios alemanes de la Banda Negra, rivales profesionales de los suizos, dirigidos por el duque Carlos de Egmond.

✠ IMAGEN XXIX .- Carlos IV de Alençon.

✠ IMAGEN XXX .- Duque Carlos de Egmond.


Primer día de batalla, (13 de septiembre 1.515).

El 13 de septiembre, el cardenal Mateo Schinner, con un ejército suizo llegó al campamento francés en Marignano. Eran 12.000 nombres armados con picas, 2.000 con arcabuces, 2.000 con mandobles, de 800 a 1.000 con alabardas. Su caballería la formaban apenas 200 jinetes pontificios y 8 cañones de bronce, aunque otras fuentes hablan solo de 9 a 10 culebrinas. La mayoría de sus hombres usaban ropa andrajosa y tenían pocas armaduras y protecciones. Ambos ejércitos usaban cruces blancas como distintivos, la única diferencia era una marca blanca que llevaban los suizos en sus escudos. Otro rasgo llamativo, común en las batallas del Renacimiento, era que las huestes iban al combate tocando música religiosa.

La vanguardia de los franceses era de 9.000 lansquenetes en el centro de su línea, y detrás 10.000 franceses, algunos armados con ballestas, (un arma que estaba siendo desplazada por los arcabuces). Los suizos formaron tres grupos o haufen, cada uno con unos 7.000, con los piqueros al frente y alabarderos y ballesteros en retaguardia, trotando al unísono contra la posición enemiga. Eran las 16,00 horas aproximadamente. La caballería francesa fue dispersada sin luchar ante el avance de las picas. Tanto la caballería pesada como la liger,a no tenían posibilidades de éxito frente a los piqueros suizos, sólo podían prevalecer si se coordinaban con la infantería. Impulsados por el momentum y su número, los veteranos suizos avanzaron con cadencia hasta tropezar con los fosos, lo que les hizo romper su línea. Lograron sobrepasar el obstáculo y reorganizarse, pero disminuyeron su velocidad y con ello su efectividad ofensiva. Chocaron con los alemanes, que se mantuvieron firmes, dándose un feroz combate con pistolas, espadas, lanzas, hachas y ballestas que dejó muchos muertos en ambos bandos.

 ✠ IMAGEN XXXI.- Batalla de Marignano, septiembre de 1515. 


Para entonces, la caballería pesada francesa se había reorganizado y cargó contra los flancos suizos, primero dispararon sus pistolas en una formación de caracole, (carga en caracol), y después atacaron con sus lanzas con ayuda del fuego continuo de los ballesteros, absolutamente letales a tan poca distancia. La artillería francesa estaba principalmente en la línea de los lansquenetes y no podía moverse, disparaba contra los suizos, intentando hacer huecos en sus líneas, pero dañando a sus propios hombres. La mayoría de los infantes franceses se habían dispersado, dejando solos a los artilleros. La línea de gascones y lansquenetes alemanes al servicio de Francia pudo colapsar. Sólo la llegada de la noche les salvo. Los hombres, agrupados en pequeños grupos en torno a sus comandantes, se retiraron dejando en el campo los cadáveres y gimientes moribundos, tanto seres humanos como caballos. Muchos de los heridos habían sido aplastados durante el combate. El rey decidió reorganizar sus fuerzas esa noche, uniendo los restos de su vanguardia al cuerpo principal para formar una sola línea. 

✠ IMAGEN XXXII.- Batalla de Marignano 1515. Noche del 13 al 14 de septiembre. Autor Albert Robida. 


Segundo día de batalla, (14 de septiembre 1.515).

Durante la noche, los franceses cavaron fosos y fortalecieron sus defensas a pesar de las escaramuzas, También cambiaron la posición de los cañones. Había una fuerte preocupación por los flancos para evitar ser envueltos. Antes del amanecer del 14 de septiembre, entre las 04,00 y 05,00 horas, el cardenal Schinner hizo caso omiso a las cartas del virrey de Nápoles, Bernardo de Villamarín, que le dijo que esperada su pronta llegada. La infantería de ambos bandos estaba agotada y diezmada, pero de todas maneras formaron para la batalla.

✠ IMAGEN XXXIII.- Batalla de Marignano 1.515. Triunfo de Francisco I y sus aliados venecianos contra el ducado de Milán apoyado por varios miles de piqueros suizos, vencidos finalmente por la artillería francesa y la caballería veneciana. Autor Mitek Jacubiec AKA Ethically Challenged.


Los suizos tocaron su harsthöner, «gran cuerno de guerra», y cargaron. El fuego de arcabuces y cañones al mando de Gian Giacomo Trivulzio, crearon huecos en las líneas suizas, que contaban con muy pocos arcabuces como para hacer daño. A pesar de esto, con las picas bajadas los suizos lograron hacer retroceder el ala izquierda francesa. En la derecha, Borbón lograba rechazarlos y en el centro, los lansquenetes empezaban a retroceder. A las 08,00 la izquierda francesa colapsó pero estallaron gritos de «¡San Marco, San Marco!» anunciando la llegada de refuerzos. Bartolomeo d’Alviano llegaba con 10.000 jinetes pesados y veteranos del ejército veneciano. A las 11,00 los franco-venecianos contraatacaron y rompieron la línea suiza. 400 soldados del cantón de Zúrich se sacrificaron protegiendo la retaguardia del grueso del ejército en su retirada. Tras esto los suizos abandonan Milán en desorden. 

✠ IMAGEN XXXIV.- Batalla de Marignano, 1515. Bajorrelieve de Francesco Primaticcio, mausoleo de Francisco I de Francia en San Dennís. 

A las 14,00 horas, el rey francés había ganado una victoria sangrienta, que marcaría el comienzo de su reinado En la llanura enrojecida de Marignano, los suizos dejaron más de 12.000 muertos, mientras que los franceses tenían alrededor de 4.000. Esta batalla fue considerada durante mucho tiempo como una de las más terribles del siglo XVI.

Al anochecer de este último día de confrontación, el rey de Francia ordenó el cese de la persecución de la infantería suiza.

Secuelas.

Muchos hombres morirían en los días siguientes por sus heridas y otros quedaron mutilados, sin piernas o brazos. Tras la batalla, los únicos suizos que quedaron en Milán eran una guardia en el castillo de Porta Giovia. El duque se entrevista con el rey francés en Pavía el 8 de octubre y acepta renunciar a sus derechos. Militarmente, fue un enfrentamiento entre lansquenetes y suizos equivalentes en número, prevaleciendo los primeros gracias a la artillería francesa. Los suizos firmaron la paz con los franceses en Ginebra el 6 de noviembre de 1.516 con la oposición de los cantones favorables a los Habsburgo, renegociaron y firmaron la Paz Perpetua de Friburgo el 29 de noviembre, que se renovó y modificó con los años.

Gracias a esto, los helvéticos proporcionaron a los franceses mercenarios durante décadas: 20.000 sirvieron con Odet de Cominges en Lombardía en 1.521, 15.000 lucharon en Bicoca en 1.522, 10.000 en la campaña de Cominges contra Nápoles en 1.528, 18.000 en la invasión de Artois de 1.536, 6.000 en la primera campaña de Piamonte de 1.537, 8.000 en la segunda de 1.542 y 5.000 en la tercera de 1.543 y 10.000 en Cerisoles en 1.544.

La retirada de Maximiliano supuso la pérdida de sus posiciones italianas en Brescia y Verona a manos de Venecia. Enfermo, su nieto el rey de España firmó en su nombre la paz de Bruselas el 3 de diciembre de 1.516, por la que Maximiliano renunciaba a los territorios ganados en Italia en favor de Venecia, conservando Roveredo y Riva, y abandonaba Lombardía a Francisco I, finalizando así las guerras de la Liga de Cambrai.

Esa Navidad Francisco I entraba en Milán y el 8 de enero siguiente presidio el Senado local, donde liberó a los rehenes, retornó las propiedades y permitió a los exiliados volver a sus hogares, mostrándose clemente con los agradecidos ciudadanos milaneses. Tras esto volvió a Francia y dejaba a Borbón a cargo del ducado.


✠ 1520.- En Wittenberg, (Alemania), Martín Lutero, tras la petición del Papa para que se retracte de sus tesis, quema públicamente la bula pontificia que le condena y que se llama "Exsurge Domine", decretada contra él, por el papa León X. Con este acto da clara muestra de su firme voluntad de mantener su postura crítica hacia la Iglesia a la vez que reafirma sus tesis reformistas. El próximo 3 de enero será excomulgado. (Hace 501 años).

✠ IMAGEN I.- Martín Lutero. 


Martín Lutero. (Eisleben, Turingia, 1483 - 1546). Teólogo alemán. Las aceradas críticas que Martín Lutero dirigió a la disipación moral de la Iglesia romana, centradas al principio en el comercio de bulas, le valieron una rápida excomunión en 1520, pero también lo convirtieron en la cabeza visible de la Reforma, movimiento religioso que rechazaba la autoridad del Papado y aspiraba a un retorno a la espiritualidad primitiva.

A lo largo del siglo XVI, por la acción de Lutero y de otros reformadores, y con el apoyo de príncipes y monarcas deseosos de incrementar su poder e independencia, la Reforma conduciría al establecimiento de diversas Iglesias protestantes en el norte de Europa y a las llamadas «guerras de religión» entre católicos y protestantes. Con este último de los grandes cismas del cristianismo, el cisma protestante, finalizaba la hegemonía de la Iglesia católica en el viejo continente y quedaba configurado el mapa religioso que en líneas generales ha perdurado hasta nuestros días: Iglesias nacionales desligadas de Roma en los países del norte y pervivencia de la Iglesia católica en los países del sur.


✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠

✠ Arqueología, (excavaciones).

✠ Una misión arqueológica española descubre cinco criptas bizantinas y tres tumbas romanas en Egipto.

✠ La misión arqueológica española de Oxirrinco ha concluido en Egipto una nueva campaña con el hallazgo en la necrópolis de cinco criptas bizantinas, tres tumbas de época romana y dos de época Saíta.

 Así, de las cinco criptas bizantinas, detallan que han sido construidas con bóvedas de cañón hechas en adobe, en cuyo interior había numerosos individuos inhumados. En cuanto a las tres tumbas, son de época romana con individuos momificados, algunos de ellos con cartonajes polícromos y tres con una lámina de oro sobre la lengua, un ritual de protección del difunto característico de este yacimiento. 

Además, bajo una de estas tumbas romanas se ha hallado una estructura funeraria de época persa. Prosiguiendo los trabajos de excavación al este de esta última tumba también se han descubierto dos tumbas de época Saíta, (664-525 a.C.). 

Una de ellas, abierta desde la antigüedad, albergaba un sarcófago de piedra antropomorfo femenino, cuya tapa se encontraba desplazada. En su interior se hallaron gran cantidad de canutillos y cuentas de fayenza, (loza vidriada), pertenecientes a la malla funeraria que cubría a la difunta, así como un amuleto de piedra de un reposa-cabeza de excelente calidad.

 La segunda tumba, cerrada y sellada, contenía un sarcófago antropomorfo masculino con un individuo momificado en su interior con diversos amuletos, (udyats, escarabeos, una figura del dios Horus, tallos de papiro, varias dobles plumas, corazones), un escarabeo de corazón y numerosos canutillos y cuentas de fayenza pertenecientes a la malla funeraria que lo cubría.

 Conservaba todo el ajuar funerario: los cuatro vasos canopes epigráficos con las vísceras momificadas en su interior, 399 ushebtis de fayenza y una jarra de cerámica con restos de vendas. 

La excavación ha contado con el respaldo del Servicio de Antigüedades egipcio y la Universidad de El Cairo. 

Entre el 10 de noviembre y el 10 de diciembre, la expedición española ha desarrollado nuevos trabajos en la necrópolis romana, dirigidos por Maite Mascort Roca y por Esther Pons Mellado, conservadora del Departamento de Antigüedades Egipcias del Museo Arqueológico Nacional.

Esta última campaña se ha centrado en el Sector 36 donde, desde 2019, ya se habían localizado un total de siete tumbas de época Saíto-Persa, y cuatro tumbas de época romana, todas construidas en piedra.

El objetivo de la Misión es dar continuidad a los estudios histórico-arqueológicos de expediciones anteriores y a la vez promover la investigación en Oxirrinco, conservar las estructuras descubiertas y potenciar la museización del yacimiento. 

✠ IMAGEN I.- Piezas de la misión arqueológica de Oxirrinco.

FUENTES:

✠ EUROPA PRESS.


✠ Hallan en Reino Unido la prueba mejor conservada de crucifixión romana.

Los arqueólogos descubren el cadáver de un hombre de entre 25 y 30 años con un clavo en su talón derecho. Fue probablemente un esclavo castigado con la práctica más bárbara de la Antigua Roma.

✠ IMAGEN I.- La tumba en Fenstanton del hombre crucificado. 


Unas excavaciones en la zona de una antigua planta embotelladora de leche en el pueblo de Fenstanton, en el condado de Cambridgeshire, Reino Unido, durante la construcción de una nueva serie de viviendas, han sacado a la luz el ejemplo "mejor conservado" del mundo de una crucifixión de época romana. Se trata del cadáver de un hombre, probablemente un esclavo, de entre 25 y 35 años en la coyuntura de su muerte, registrada en algún momento comprendido entre 130 y 360 d.C. Los arqueólogos han encontrado uno de los huesos del talón derecho del individuo, el calcáneo, perforado por un clavo de hierro de cinco centímetros.

Durante las prospecciones de cinco pequeños cementerios de un desconocido asentamiento romano que contenían los enterramientos de 40 adultos y cinco niños, la mayoría datados en el siglo IV y cuyos huesos han revelado una penosa salud: enfermedades mentales, malaria y lesiones físicas como fracturas. Ninguna de las tumbas parecía extraordinaria in situ, pero la limpieza de los cuerpos en el laboratorio y los análisis de ADN han arrojado una sorpresa mayúscula.

El hombre crucificado fue inhumado sobre una tabla de madera, quizá la misma sobre la que se depositó el cadáver tras ser retirado de la cruz. Sus restos presentaban evidencias de artritis, seis costillas rotas —probablemente como consecuencia de un golpe propinado con una espada— y signos de estrechamiento en la parte inferior de las piernas, tal vez a causa de una infección o de una irritación por estar atado o encadenado. A su alrededor aparecieron doce clavos más. El número 13, el que estaba incrustado en su pie y apelmazado por el barro, solo pudo ser identificado en el laboratorio.

✠ IMAGEN II.- El calcáneo del hombre crucificado y el clavo de hierro. 


"Parece inverosímil que el clavo penetrase accidentalmente en el hueso durante la construcción del soporte de madera sobre el que se depositó el cadáver; de hecho, incluso hay signos de un segundo orificio poco profundo que sugiere un primer intento fallido", han apuntado los expertos de la empresa Albion Archaeology, artífices del hallazgo. Los resultados del estudio, realizados en colaboración con la Universidad de Cambridge, se acaban de publicar en la revista British Archaeology.

Aunque la crucifixión era un castigo común en el mundo romano —estaba reservada a piratas, sediciosos y gentes de las clases más bajas, como esclavos—, encontrar evidencias tangibles resulta extremadamente raro. Como apunta la osteoarqueóloga Corinne Duhig, a los prisioneros normalmente se les ataba a una cruz y sus cuerpos no gozaban de sepulturas tradicionales. Cuando se empleaban los clavos, era habitual quitarlos y reciclarlos para el siguiente reo, e incluso reutilizarlos como amuletos.

"La afortunada combinación de buena conservación y el clavo que quedó en el hueso nos ha permitido examinar este ejemplo casi único, cuando tantos miles se han perdido. Esto muestra que los habitantes de este pequeño asentamiento en el borde del Imperio no pudieron evitar el castigo más bárbaro de Roma", ha apuntado Duhig.

Cuatro ejemplos.

David Ingham, director de las prospecciones de la empresa Albion Archaeology, ha destacado que es "la primera vez que se excava arqueológicamente un esqueleto con un clavo". "Sabemos bastante sobre la crucifixión gracias a las fuentes históricas: cómo, cuándo y dónde se practicó. Sin embargo, esta es la primera prueba tangible que muestra cómo se llevó a cabo realmente", ha asegurado. La práctica fue abolida oficialmente durante el reinado de Constantino el Grande (306-337), aunque desde 212 d.C. se prohibió este castigo para los ciudadanos romanos, exceptuando ciertos crímenes como la traición.

En todo el mundo únicamente se han hallado cuatro evidencias materiales más de crucifixión romana, y solo en uno de los casos se ha encontrado un clavo en el lugar. Fue en un yacimiento en Israel, al norte de Jerusalén, durante unas obras en 1968. En Gavello, Italia, y en la antigua ciudad egipcia de Mendes se han documentado cadáveres con un agujero similar en el pie, aunque ya sin las puntas de hierro.

No obstante, los arqueólogos han destacado que lo extraordinario de este esqueleto, al que le han dado el número 4926, "no es que el hombre fuese crucificado, sino que su cuerpo fue reclamado después de su muerte y se le diese un entierro formal junto a otros, dejándonos esta evidencia extremadamente rara de lo que le había sucedido".

Durante las excavaciones en el asentamiento romano, ubicado en un cruce de caminos de la Via Devana, la calzada que unía las ciudades romanas de Cambridge y Godmanchester, y que pudo funcionar en un principio como punto de avituallamiento para los viajeros, antes de que la villa creciese, se han descubierto broches esmaltados, monedas, cerámica decorada y una gran cantidad de huesos de animales que sugieren que el sitio contó con una notable industria cárnica.

FUENTES:

✠ El Español/Historia.


✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠

✠ Reflexiones para el Templario de hoy.

✠ La grandeza de lo sencillo.

✠ El conocimiento debe ser puesto al servicio del prójimo.

La grandeza del intelecto humano encuentra su culmen, no en la expresión glamurosa del pensamiento, sino en la claridad y sencillez de la exposición del mismo, las palabras logran su real sentido cuando encuentran en el receptor no sólo comprensión sino también aceptación.

Para muchos intelectuales y líderes de opinión demostrar un uso casi inentendible del lenguaje es signo de conocimiento y prestigio, enterrando ideas bajo un sinfín de palabras cuya única utilidad es la de enaltecer el orgullo y la soberbia del autor.

Existe cierta responsabilidad para aquél que posee lucidez y claridad sobre hechos y situaciones que, por su complejidad, necesitan ser explicadas, éstos dones no deben ser utilizados para una vanagloria inútil y egoísta, por el contrario, deben ser puestos al servicio del prójimo y de la sociedad, el conocimiento no es poder, el conocimiento es SERVICIO.

El reconocer y comprender los signos de los tiempos es un don de DIOS, poner claridad donde la oscuridad ha hecho trinchera requiere sencillez y humildad, la palabra entreverada de soberbia termina oscureciendo aún más lo que supuestamente se quiere iluminar, al ser el conocimiento un don divino sólo puede alcanzar su culmen cuando la humildad destierre la soberbia.

Iluminar el pensamiento humano también debe ir en concordancia con la defensa de los más vulnerables, de aquellos que no tienen voz y por ende son excluidos, estar en una posición de privilegio frente a la opinión pública no debe ser confundida con una fama efímera y pasajera, la palestra debe convertirse en voz profética donde los sin voz encuentran representados sus anhelos.

El tratar de llenar de metáforas incomprensibles el conocimiento alejan la verdad y el entendimiento del destinatario, por ello es responsabilidad del poseedor de la palabra tender puentes en medio de la sociedad, compartiendo saberes y denunciando injusticias.

Una idea clara, enriquecida en sencillez e iluminada a la luz del EVANGELIO, tiende a trascender en el tiempo, cumpliendo su misión de iluminar el conocimiento y guiar el entendimiento humano.

El conocimiento no es poder, el conocimiento es SERVICIO y, en base a éste, logra alcanzar su objetivo primario, ser luz en medio de la oscuridad y ser voz de los excluidos.


✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠

Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠ Estudios y Análisis Históricos. 

✠ Efemérides históricas.

Tal día como hoy, 9 de Diciembre, pero del año…

536.- En Italia, el general bizantino Belisario, después de conquistar Sicilia y Siracusa, entra en Roma con 5.000 soldados de infantería. Los ostrogodos, con su rey Vitiges al frente, abandonan la ciudad. Después de 60 años, Roma estaba otra vez en manos romanas. Vitiges tratará de reconquistarla poniendo un cerco a la ciudad, desde enero de 537 a marzo de 538, pero fracasará al llegar refuerzos de Constantinopla para ayudar a Belisario. (Hace 1485 años).

Belisario: Militar bizantino, (Iliria, h. 500 - Constantinopla, 565). Activo ya en el reinado de Justino I, (518-27), culminó su carrera ascendente bajo Justiniano. Belisario contribuyó de manera decisiva a afianzar el poder absoluto del emperador: primero venciendo a los persas en la batalla de Nara, (528), que permitió la firma de la «Paz Perpetua», (532); y luego reprimiendo el levantamiento popular de Nika, (531-32).

Desde entonces el Imperio Bizantino pudo concentrar sus fuerzas en el proyecto de recuperación de la parte occidental del antiguo Imperio Romano; Belisario fue enviado a conquistar el norte de África, (destrucción del reino de los vándalos, 535), y el sur de Italia, (donde combatió del 535 al 540, arrebatando a los ostrogodos Catania, Palermo, Siracusa, Nápoles y Roma).

Pero el emperador Justiniano desconfiaba de él, tanto más cuanto mayores eran sus éxitos: encomendó su vigilancia a otro gran general bizantino, Narsés, con quien Belisario mantenía una áspera rivalidad; fracasado Belisario en la defensa de Roma frente a los ostrogodos, (546), sería finalmente Narsés quien proporcionara a Bizancio el dominio de Italia, (552-55).

En el año 559 Belisario obtuvo un éxito notable al salvar la capital del Imperio, Constantinopla, frente a un ataque de los búlgaros. Celoso de su prestigio, Justiniano le apartó entonces de todos sus cargos e hizo que terminara sus días pidiendo limosna.

✠ IMAGEN I.- General Belisario pidiendo limosna, (óleo de Jacques-Louis David).



✠ 1348.- En España tiene lugar la batalla de Mislata. 

La batalla de Mislata tuvo lugar el 9 de diciembre de 1348, en ella se enfrentaron las tropas de Pedro el Ceremonioso, comandadas por Lope Fernández de Luna, contra las de los unionistas valencianos. (Hace 673 años).

La batalla tuvo como escenario el llano de Mislata.

La Unión de Valencia, al igual que la Unión de Aragón, era un movimiento señorial en defensa de sus privilegios de clase.

El resultado, favorable al rey, que de todas maneras sufrió numerosas bajas, puso fin a la rebelión de la Unión de Valencia contra él. Esta fue la batalla decisiva de la guerras de las uniones. El rey tomó la ciudad de Valencia e hizo ejecutar a los sublevados. También se aplicó a los derrotados unos castigos crueles, como el de obligar a beber el bronce fundido con el que se había fabricado la campana que convocaba las reuniones de los rebeldes.

Cuando los valencianos se sublevaron contra un rey de la Corona de Aragón entregado a Cataluña.

Uno de los momentos más interesantes de la historia medieval de España y más concretamente de la Corona de Aragón fue lo que se conoce como Guerra de las Uniones, en el siglo XIV, en la década de 1340.

Fue una sublevación de la mayor parte de la nobleza de los reinos de Aragón y de Valencia contra el rey de la Corona de Aragón, Pedro IV el Ceremonioso. Sin embargo, fue mucho más que una simple revuelta aristocrática contra el poder real. Se trató también de una lucha interna por el poder dentro de la Corona de Aragón. En Valencia, sobre todo, la sublevación de la “Unión” tuvo también un fuerte componente popular y burgués, de defensa de los Fueros del reino de Valencia, contra un monarca al que se veía entregado únicamente a los intereses de Cataluña.

Ya en la década de 1280 el rey Pedro III, hijo de Jaime I el Conquistador, se había visto obligado a reconocer lo que se conoció como la “Unión” de los nobles aragoneses, así como de las villas de este reino. Los aragoneses estaban descontentos con las frecuentes violaciones de los Fueros y privilegios del reino, que Pedro III, ( Pere II en Cataluña), vulneró con frecuencia, para financiar su ambiciosa política mediterránea. A partir de 1284, el rey tuvo que asumir que sus poderes en Aragón quedaran notablemente recortados, al verse obligado a reconocer los privilegios de la “Unión” para evitar una revuelta.

Todo este conflicto resurgió en la década de 1340. Cuando en ese momento, el rey Pedro IV el Ceremonioso, (Pere III le llaman en Cataluña), muy apoyado por la burguesía mercantil catalana, quiso nombrar heredera a su hija Constanza, lo que violaba flagrantemente los fueros de Aragón y de Valencia, resurgió la Unión aragonesa y se constituyó la “Unión” valenciana.

Ello acabó dando origen a una importante sublevación en Aragón, y más aún, en Valencia, que originó una grave guerra civil en la Corona de Aragón. Frecuentemente se ha considerado esta sublevación y guerra de las Uniones como una simple sublevación aristocrática pero la verdad es que había mucho más que eso.

Como ha señalado el historiador Mateo Rodrigo, uno de los mayores conocedores del fenómeno,  si bien en Aragón fue más fundamentalmente aristocrático, en Valencia, el auténtico origen del descontento fue el autoritarismo y el desprecio que estaban mostrando Pedro IV y sus cortesanos y sus altos funcionarios, en su mayoría catalanes, por los Fueros y leyes del reino de Valencia. Eso explica la magnitud que alcanzó la sublevación en Valencia y también el fuerte componente popular que tuvo e incluso el apoyo de considerables sectores de la burguesía mercantil de Valencia.

Para sofocar este conflicto Pedro IV se apoyó en los recursos de Cataluña, que se le mantuvo fiel. A finales de 1347 el rey convocó Cortes en Zaragoza y se vio obligado a hacer concesiones, pero declaró en privado que ninguna de ellas tenía validez porque las había hecho contra su voluntad.

A finales de octubre Pedro IV volvió a Cataluña y cuentan las Crónicas que, ante sus consejeros maldijo a Aragón, haciendo en cambio grandes alabanzas de Cataluña y su fidelidad hacia él.

Mientras, en Valencia se organizó también la Unión, a instancias de la ciudad de Valencia. En la capital valenciana la muchedumbre saqueó las casas de los partidarios del rey y se empezó a organizar un ejército de nobles y también de plebeyos contra el autoritarismo del rey. No fue, pues, un movimiento únicamente nobiliario, ni mucho menos.

El ejército de la Unión de Valencia derrotó al del rey en la sangrienta batalla de Játiva y volvió a derrotar a las tropas del rey en las batallas de Pobla Llarga y de Bétera, en diciembre de 1347. Finalmente el rey se vio obligado a venir a Valencia a negociar.

En abril de 1348 Pedro IV se vio sometido a una dura humillación, mientras estaba en negociaciones con las autoridades de Valencia. Para empezar tuvo que aceptar la expulsión de Valencia de los consejeros catalanes que le acompañaban. Pero lo peor estaba por llegar.

El 6 de abril de 1348 el rey se vio sorprendido cuando descansaba en el Palacio real por el paso de una comitiva popular de casi 500 personas con tambores y cornetas que obligó al rey a bajar a bailar a la calle. Un hombre, un barbero, apellidado Gonzalbo le cantó en la cara” Mal haja qui marxará, encara ni encara”. Es decir, le gritaban que no le iban a dejar huir a Cataluña, “de momento”, ” de momento”
Era una terrible humillación para un rey. Pedro IV se sentía prisionero en una Valencia hostil. Pero halló al fin la excusa perfecta para irse, a causa de la Peste Negra, que en ese momento devastaba Europa y estaba llegando a Valencia.

Finalmente el rey pudo volver a Cataluña y con la ayuda de los nobles catalanes y de algunos nobles aragoneses y valencianos, (sobre todo la alta nobleza,), que se le mantuvieron fieles, pudo reorganizar su ejército. Entró en Aragón y en el verano derrotó a la Unión aragonesa en la batalla de Epila. A continuación invadió Valencia y el 9 de diciembre se produjo la batalla decisiva en Mislata, cerca de Valencia. Murieron 1500 soldados del ejército de la Unión y las tropas reales entraron en la capital valenciana. El rencoroso Pedro IV quiso entonces arrasar totalmente la ciudad de Valencia e impedir que fuese reconstruida, como recuerda el cronista clásico de la Corona de Aragón, Zurita, aunque finalmente le convencieron de que no lo hiciera.

Pero la represión fue muy dura. Es famoso el hecho de que obligó a algunos nobles sublevados, prisioneros, a beber el metal fundido de la campana con que la Unión de Valencia convocaba sus reuniones. También hizo asesinar a un gran número de plebeyos. Entre ellos hizo traer al barbero Gonzalbo, antes de hacerlo ejecutar en su presencia.

Sin embargo, es cierto que, pasado el primer momento de ira, el rey se mostró más sosegado y en las Cortes de Valencia de 1349 no se atrevió a derogar ni a modificar los Fueros de Valencia. En cierto modo, había aprendido las consecuencias de despreciar al Reino de Valencia.

Pero en Valencia quedó muy vivo el recuerdo de aquella represión. Algunas décadas más tarde les llegó la hora del desquite a los valencianos y aragoneses. Fue en el Compromiso de Caspe, en 1412, cuando los votos de los delegados valencianos y aragoneses fueron decisivos para entregar el trono de la Corona de Aragón al candidato castellano, Fernando de Antequera, de la dinastía Trastamara, en detrimento del pretendiente catalán Jaime de Urgel. En el Compromiso de Caspe tuvo un papel fundamental un gran Santo valenciano, San Vicente Ferrer, nacido en 1350.

Volviendo a 1349, hay que recordar que mientras se desarrollaba esta guerra civil, la Peste Negra devastaba Europa, incluyendo muy especialmente la Corona de Aragón. Y dentro de ella Cataluña acabó siendo la zona más afectada, con diferencia. En Cataluña murieron cientos de miles de personas y el Principado entró en una grave crisis económica de la que tardaría mucho tiempo en salir.
Además esta crisis se agravó con la derrota de Pedro IV de Aragón en la guerra contra Castilla de las décadas de 1350 y 1360.

Posteriormente, en el siglo XV, la Corona de Aragón volvería a un periodo de auge durante el reinado de Alfonso el Magnánimo, de la dinastía Trastamara. En esa época Valencia se convirtió en el centro político, económico y cultural de la Corona de Aragón, desplazando a Barcelona. Y todavía Valencia tendría un importante papel económico durante el reinado de Fernando el Católico.
En definitiva, una rebelión en Valencia, la de la Unión,  y sus circunstancias, que acabaron trayendo largas y seculares consecuencias.

✠ IMAGEN II.- La batalla de Mislata.


✠ IMAGEN III.- Pedro IV de Aragón.


✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠


Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠ Estudios y Análisis Históricos. 

✠ Personajes históricos.

✠ Primeros Reyes de Jerusalén cristiano.


✠ Godofredo de Bouillon.

Caballero de la primera Cruzada, creador del Reino de Jerusalén, (Baisy, Brabante, h. 1061 - Jerusalén, 1100). Era duque de la Baja Lorena, (Países Bajos) y fiel aliado del emperador Enrique IV, a quien había ayudado en sus luchas contra Rodolfo de Suabia y contra el papa Gregorio VII

Cuando el papa Urbano II hizo un llamamiento a la Cristiandad para una Cruzada que liberara los «Santos Lugares» de manos del Islam, Godofredo de Bouillon fue uno de los primeros en acudir, (1095). Vendió la mayor parte de sus dominios para financiar un ejército propio, con el que llegó a Constantinopla en 1096. Prestó vasallaje al emperador bizantino a cambio de que le aportara víveres y tropas. Y, tras su destacada participación en varias batallas victoriosas contra los musulmanes, (Nicea, Dorilea, Antioquía), se convirtió en jefe de los cruzados.

Éstos le nombraron rey de Jerusalén una vez tomada la ciudad en 1099; pero Godofredo no admitió el título, alegando humildad cristiana, (no me pondré una corona donde Jesucristo llevó espinas),  y lo cambió por el de «protector del Santo Sepulcro». Godofredo organizó como una teocracia el nuevo Estado, que se extendía por el territorio actual de Israel, sur del Líbano y partes de Siria y Jordania. Muerto al año siguiente, le sucedió su hermano Balduino I, ya con el título de rey.

✠ IMAGEN I.- Godofredo de Bouillon.


✠ Balduino I, llamado Balduino de Boloña, (c. 1058-1118), conde de Edesa, (1098-1100), y rey de Jerusalén, (1100-1118). Participó en la Primera Cruzada junto a su hermano Godofredo de Bouillon, a quien sucedió como «defensor del Santo Sepulcro». Fue el primero en ostentar el título de rey. Conquistó San Juan de Acre, (1104), Beyrut, (1109) y Sidón (1110).

✠ IMAGEN II.- Balduino I.


✠ Balduino II de Burgo (?-1131), conde de Edesa (1100-1118) y rey de Jerusalén (1118-1131). Primo de Balduino I. Balduino II logró expandir sus dominios con la ayuda de los caballeros templarios y hospitalarios. Sin descendencia masculina, casó a su hija Melisenda con el conde Foulques V de Anjou. Gobernó el principado de Antioquía a la muerte de su yerno Bohemundo II, (1130).

✠ IMAGEN III.- Balduino II.


Balduino III, (1131-1163), rey de Jerusalén, (1143-1163), hijo de Foulques V de Anjou y de Melisenda. Durante el período que reinó con su madre (1143-1151), Balduino III recibió el refuerzo de la Segunda Cruzada, dirigida por Luis VII de Francia y Conrado III de Alemania. Casado en 1158 con una sobrina del emperador Manuel I Comneno, proyectó en vano con éste, atacar a Nur al-Din, que había tomado Damasco, (1153). Murió sin descendencia y le sucedió su hermano Amaury.  

✠ IMAGEN IV.- Balduino III.

✠ Amauri I, (Amalarico,) de Jerusalén.

Fue el segundo hijo de Melisenda y Fulco de Jerusalén. Conde de Jaffa y Ascalón y después Rey de Jerusalén, entre 1163 y 1174, al suceder a su hermano Balduino III. Emprendió contra Egipto una expedición desastrosa y murió en 1174.

El reino pasó a Amalarico cuando murió su hermano Balduino III. La nobleza y el patriarca de Jerusalén hicieron resistencia a la toma del poder sino anulaba su matrimonio con Melisenda. Amalarico cedió y ascendió al trono sin ella, quien mantuvo el título de condesa de Jaffa y Ascalón]]. La iglesia determinó que sus dos hijos eran legítimos, lo que les mantuvo en el orden sucesorio. 

Justificando su acción por una falta de pago del tributo por parte de los fatimíes de Egipto, Amalarico dirigió su primera expedición ese país en 1163. El visir Dirgham enfrentó a los cruzados en Pelusio y fue derrotado por lo que los egipcios abrieron las esclusas del Nilo e inundaron la región.

Distintas luchas internas en Egipto forzaron el retorno de los cruzados en 1164, aunque la presión de Nur al-Din desde el norte no permitía continuidad en sus ataques.

En 1167, Amalarico regresó a Egipto, estableció un campamento cerca de El Cairo y tomó Alejandría, pero tuvo que volver a Jerusalén tras obtener grandes tributos.

✠ IMAGEN V.-Amalarico I de Jerusalén.


Balduino IV, el Leproso, (1160-1185), rey de Jerusalén, (1174-1185), hijo de Amaury I. A pesar de su juventud y su mala salud, Balduino IV fue un gobernante enérgico. Luchó contra Saladino, que extendió sus dominios desde Egipto hasta Siria, mientras el reino se resquebrajaba por las disputas entre los latinos. 

En la famosa batalla de Montgisard, con apenas medio millar de jinetes y unos pocos miles de infantes, arrasó e hizo huir al gigantesco ejército del sultán Saladino, formado por unos 30.000 hombres.

Fue un rey muy querido por los cristianos y respetado por los musulmanes. 

Antes de morir asoció al trono al hijo de su hermana Sibila.

✠ IMAGEN VI.- Balduino IV.


✠ Balduino V, (1176-1186), rey nominal de Jerusalén, (1185-1186). Era hijo de Sibila y de Guillermo de Monferrato y por tanto sobrino de Balduino IV. A su muerte, al cabo de pocos meses de reinado, le sucedió Gui de Lusignan , segundo marido de Sibila. 

✠ IMAGEN VII.- Balduino V.


✠  Gui, (Guido), de Lusignan.

En su reinado, Gui de Lusignan, en el Reino de Jerusalén, (1186-1192). Saladino, dueño de Egipto y Siria, aprovecha la debilidad del monarca y ocupa casi todo el reino.

En julio del año 1187, Saladino, sultán de Egipto y de Siria, derrota al ejército del Reino de Jerusalén en la batalla de Hattin. La batalla de los Cuernos de Hattin fue un importante encuentro armado que tuvo lugar el 4 de julio en Tierra Santa, al Oeste del Mar de Galilea, en el desfiladero conocido como Cuernos de Hattin, (Qurun-hattun), entre el ejército cruzado, formado principalmente por contingentes Templarios y Hospitalarios a las órdenes de Gui de Lusignan, rey de Jerusalén, y Reinaldo de Chatillon, contra las tropas de Saladino. Ambos ejércitos cuentan con unos efectivos similares, en torno a los 17.000 hombres cada uno. Los cruzados avanzan al encuentro de Saladino, pero la previsión nunca ha sido su punto fuerte, y acaban en una zona desprovista de agua. Sus reservas de agua se agotan, y Saladino despliega sus tropas de tal manera, que los cruzados no puedan dirigirse a lugar alguno donde aprovisionarse. Y entonces, cuando ya sufren de sed y se hallan exhaustos, el ejército de Saladino ataca y los deshace.

La derrota en Hattin, significó el principio del fin del reino cristiano en Tierra Santa... 

✠ IMAGEN VIII.- Gui de Lusignan.



✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠ ✠


Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

✠ Estudios y Análisis Históricos. 

✠ Personajes históricos.

✠ Hugo de Payns (o Payens).

No existe una biografía temprana de Hugo de Payns, ni los escritores posteriores citan dicha biografía. Ninguna de las fuentes en su carrera posterior da detalles de sus primeros años de vida. La información es, por lo tanto, escasa e incierta. Las afirmaciones hechas dependen en parte de documentos que pueden no referirse al mismo individuo y de historias escritas décadas o incluso siglos después de su muerte.


✠ IMAGEN I.- Hugo de Payns. 


El nacimiento de Hugo de Payns, fundador y primer Maestre de la Orden del Temple, (Ordo Pauperes Conmilitones Christi), está envuelto en el misterio. Algunos historiadores lo ubican en Ardeche, pero la mayoría está de acuerdo en que proviene de Champagne.

La única declaración tardía de que el fundador de los Caballeros Templarios vino de «Payens cerca de Troyes», tiene alguna confirmación circunstancial ya que, una Encomienda Templaria fue construida en Payens, sin embargo, algunos estudiosos han buscado los orígenes de Hugues en otros lugares.

Hugo de Payns parecía ser una persona importante en el Tribunal del Conde de Champagne. Su nombre se menciona varias veces como testigo de las donaciones hechas por el Conde de Champagne. Nadie puede decir con absoluta seguridad si el caballero participó en la Primera Cruzada o no, sin embargo, es interesante notar que su nombre está ausente de los actos de donación hasta el regreso de los primeros cruzados. 

Con una cierta seguridad podemos decir que de Payns acompañó al Conde de Champagne en su peregrinación a Jerusalén en 1104. Regresó a Francia el año siguiente sólo para regresar a Tierra Santa en 1114 con otros caballeros seculares, apoyados por el Conde. 

Los cronistas posteriores escriben que Hugo de Payns se acercó al rey Balduino II de Jerusalén, cuyo reinado comenzó en 1118, con ocho caballeros, siendo todos parientes por sangre o matrimonio, con el fin de formar la Orden de los Caballeros templarios. Los otros caballeros fueron Godfrey de Saint-Omer, Payen de Montdidier, Archambaud de St. Agnan, André de Montbard, Geoffrey Bison y dos hombres registrados solo con los nombres de Rossal y Gondamer. Balduino aprobó la fundación de la Orden y confió el Templo de Jerusalén a su cuidado. 

✠ IMAGEN II.- Los nueve fundadores.


Es significativo señalar la donación, por el Rey Balduino II de Jerusalén, como sede para la nueva orden, y de ahí su denominación, de la mezquita blanca de al-Aqsa, del Monte del Templo. Creo necesario indicar que en la época, se identificaba dicha mezquita como el emplazamiento exacto del Templo de Salomón, (hoy se sabe que era mucho mayor, y que la mezquita ocupa solamente el atrio de dicho templo), y por ello no es fácilmente explicable como a una recién fundada "policía de caminos" tal era la función principal de los Templarios en sus comienzos, se le fuera donado semejante emplazamiento, donde cabían sobradamente varios millares de caballeros, teniendo en cuenta que solo eran nueve hombres. 

Un hecho que también contiene una cierta dosis de misterio, es que, estos primeros caballeros no admitieron a nadie más en la recién creada orden, durante los nueve primeros años de existencia. Algunas especulaciones relacionan esta decisión con una excavación secreta que llevaban a cabo en los sótanos del Templo, donde pudieron haber buscado el Arca de la Alianza,  tarea de la cual solo unos pocos elegidos habrían tenido conocimiento. 

Así pues, parece ser que durante los primeros nueve años, los Caballeros del Temple no hacen otra cosa que proteger a los peregrinos, sobre todo en el peligroso camino del puerto de Jaffa a las murallas de Jerusalén. Sin embargo, a pesar de su valor y abnegado servicio, no consta que participaran en las campañas de los reyes del nuevo reino cristiano desde el fin de la Primera Cruzada, lo que refuerza la hipótesis anteriormente citada y defendida por algunos historiadores, que les tendría ocupados durante largo tiempo. De todas formas, esto sería entrar en el terreno de la mera suposición.

Un siglo más tarde, el historiador Jacques de Vitry, describe de esta extraordinaria manera lo que fue el origen del Temple:

"Ciertos caballeros, amados por Dios y consagrados a su servicio, renunciaron al mundo y se consagraron a Cristo. Mediante votos solemnes pronunciados ante el Patriarca de Jerusalén, se comprometieron a defender a los peregrinos contra los grupos de bandoleros, a proteger los caminos y servir como caballería al soberano rey. Observaron la pobreza, la castidad y la obediencia, según la regla de los canónigos regulares. Sus jefes eran dos hombres venerables, Hugo de Payns y Godofredo de Saint-Omer. Al principio no había más que nueve que tomasen tan santa decisión, y durante nueve años sirvieron en hábitos seculares y se vistieron con las limosnas que les daban los fieles."

En 1127, el Maestre Hugo de Payns, una vez obtenida la aprobación de los Templarios por el Patriarca de Jerusalén, preparó un viaje a Roma con el fin de obtener una definitiva aprobación pontificia y que, de ese modo, el Temple se convirtiera en Orden militar de pleno derecho. Balduino II, regente de Jerusalén, escribió al entonces Abad de Claraval, Bernardo, para que favoreciese al primer Maestre de la Orden ante la Iglesia.


San Bernardo de Claraval, uno de los iniciadores de la Orden monacal del Císter en Francia era, a sus veinticinco años, una personalidad espiritualmente arrolladora, activísimo trabajador, que funda numerosos monasterios, escribe a reyes, papas, obispos y monjes, redacta tratados de teología, está siempre en oración y batallando a los enemigos de la fe romana. Tenía además, dos pariente próximos entre los nueve fundadores del Temple, (Hugo de Payns y Andrés de Montbard, que era su tío), por lo que parece probable que tuviese ya noticias de la fundación de la nueva agrupación de monjes-soldados. Así pues, como esta nueva Orden colmaba su propia idea de sacralización de la milicia, recibió con todo entusiasmo la carta del rey Balduino y se convirtió en el principal valedor del Temple. 

✠ IMAGEN III.- la mezquita blanca de al-Aqsa.



✠ IMAGEN IV.- Templo de Salomón.


Hugo de Payns y sus compañeros se pusieron al servicio del Canon del Santo Sepulcro para cuidar y proteger a los peregrinos que vinieron a meditar a Jerusalén.

"Año del señor de 1118. Los cruzados occidentales gobiernan Jerusalén bajo el mandato del Rey Balduino II. Es primavera y nueve caballeros, con Hugo de Payns a la cabeza, y a similitud de los ya existentes "Caballeros del Santo Sepulcro", fundan una nueva orden de caballería, con el beneplácito del rey de la ciudad. Han nacido los Templarios".

El primer Maestre, (que no "Gran Maestre", como se repite a menudo erróneamente), Hugo de Payns, nació en un noble caserío cercano a Troyes hacia el año 1080. Con una sólida educación cristiana y un hábil manejo de las armas, sintió desde muy joven la misma vocación de monje que de soldado.

Probablemente se alistó en la Primera Cruzada antes de haber cumplido los veinte años, enrolado quizá entre las tropas del conde Hugo de Vermandois, hermano de Felipe I, Rey de Francia. Es durante dicha cruzada de desbordante fe, cuanto el joven Hugo se da cuenta de que es posible aunar sus dos vocaciones con la creación de una nueva orden religioso-militar, la primera de estas características, destinada al servicio en Tierra Santa. En medio de aquel ejército cristiano, no tardó en encontrar otros ocho compañeros que participaran de su ideal y concepción de la vida.

✠ IMAGEN V.- Felipe I, Rey de Francia.

 

Con este fin, una de sus primeras acciones fue construir la torre de Destroit, en el camino de Cesaree a Haifa. En 1118, crearon la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo que, en 1119, después de haber tomado sus votos monásticos frente al Patriarca de Jerusalén, asumieron el nombre de «Caballeros del Templo de Jerusalén», o más simplemente, Caballeros del Templo, o solo los Templarios. Hugo de Payns fue el primer Maestre de esta Orden floreciente.

Hasta 1127, Hugo de Payns y sus compañeros proporcionaron protección a los peregrinos que iban a Jerusalén. En otoño de este año, Balduino II, rey de Jerusalén, y el patriarca Goromond decidieron enviar a Hugo de Payns y cinco de sus compañeros al Oeste para pedir ayuda. 

✠ IMAGEN VI.- Balduino II.

Al mismo tiempo, Balduino II envió una misiva a Bernard de Clairvaux, (San Bernardo de Claraval), por dos razones: 

Primero, era importante establecer reconocimiento para los templarios.

Segundo, la nueva Orden requería una Regla para vivir y, por lo tanto, alguien para escribirla.

✠ IMAGEN VII.- San Bernardo de Claraval.


Durante los siguientes dos años, Hugo de Payns y sus compañeros viajaron por Francia desarrollando su floreciente Ejército. Sus viajes también sirvieron para asegurar las provisiones indispensables para su funcionamiento en Tierra Santa.

En la primavera de 1129,  Hugo de Payns se embarcó desde Marsella para el viaje de regreso a Tierra Santa. Fue acompañado por sus compañeros y numerosos nuevos Caballeros.

Por el momento, los Templarios habían recibido de los canónigos del Santo Sepulcro la misma Regla de San Agustín que ellos profesaban, pero el abad de Claraval deseaba algo más próximo y original para sus nuevos protegidos. Lo primero que hizo fue gestionar a favor de su pariente Hugo de Payns y los cuatro templarios que le acompañaban, una acogida positiva y cordial por parte del Papa Honorio II, a quien los fundadores del Temple estaban a punto de visitar en Roma. De acuerdo con la propuesta de Bernardo, en la primavera de 1228, se celebró un concilio extraordinario en Troyes, con nutrida asistencia de prelados franceses y de territorios próximos: dos arzobispos, diez obispos, siete abades, dos escolásticos e infinidad de otros personajes eclesiásticos, todo ello bajo la presidencia de un legado papal, el cardenal Mateo de Albano.

 El hábil abad Bernardo, que, de una manera u otra, estaba vinculado a la mayoría de los asistentes, expuso los principios y primeros servicios de la Orden, y luego supo responder con prontitud a todas las preguntas que le fueron formuladas. El Concilio de Troyes, tras varias semanas de interrogatorios y deliberaciones, aprobó a la Orden del Temple con entusiasmo, como una especie de institucionalización de la Cruzada. De esta manera quedó establecida "oficialmente" la Orden del Temple. El concilio pidió a los nobles y a los príncipes que ayudasen a la nueva fundación y encargó a Bernardo de Claraval que redactase para una Regla original para los Templarios. 

La decisión de San Bernardo fue la de adaptar al Temple la dura Regla del Cister, con arreglo a la cual la Orden militar organizó su vida monacal. Los Templarios, en cuanto monjes en sentido pleno, debían pronunciar los votos de pobreza, castidad y obediencia, más un cuarto voto de contribuir a la conquista y conservación de Tierra Santa, para lo cual, si fuera necesario, darían gustosos la vida. 

Hugo de Payns murió, aparentemente en Palestina, en 1136. Las circunstancias y la fecha de su muerte no están registradas en ninguna crónica, aunque los Templarios lo conmemoraron todos los años el 24 de mayo, y se presume que murió de viejo. El historiador del siglo XVI, Marco Antonio Guarini, afirmó que Hugo fue enterrado en la Iglesia de San Giacomo en Ferrara. Fue sucedido como Maestre por Robert de Craon

✠ IMAGEN VIII.- Concilio De Troyes.


✠ IMAGEN IX.-Robert de Craon, segundo Maestre Templario.


"Un Caballero de Cristo es un cruzado en todo momento, al hallarse entregado a una doble pelea: frente a las tentaciones de la carne y la sangre, a la vez que frente a las fuerzas espirituales del cielo. Avanza sin temor, no descuidando lo que pueda suceder a su derecha o a su izquierda, con el pecho cubierto por la cota de malla y el alma bien equipada con la fe. Al contar con estas dos protecciones, no teme a hombres ni a demonio alguno." 

Hugo de Payns fundó una leyenda que perdura hasta nuestros días, pero eso ya es otra historia...


------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.
✠ Estudios y Análisis Históricos. 
✠ ¿Qué fueron las cruzadas?

Las cruzadas fueron campañas militares y religiosas impulsadas por el Papado para recuperar Tierra Santa, que había caído en poder de los musulmanes. Fueron 9 expediciones y tuvieron lugar entre 1096 y 1291. Las más importantes fueron la primera, la tercera y la sexta, ya que permitieron la recuperación temporal de la ciudad de Jerusalén y el establecimiento de varios reinos cristianos en el Cercano Oriente. Todas las demás, antes o después, terminaron en fracasos.
Su nombre proviene de la cruz roja que se cosía en la ropa de quienes participaban en las cruzadas, a los que se llamaba cruzados. Podían ser laicos, religiosos o miembros de órdenes religioso-militares, como la del Santo Sepulcro de Jerusalén, la Orden del Temple y la de los Hospitalarios de San Juan, entre otras.

El Papado también llamó cruzadas a otras campañas militares y religiosas llevadas a cabo durante la Edad Media, por ejemplo, las que se realizaron en la península ibérica con la reconquista, en Europa Oriental y en el sur de Francia contra los cátaros. Este artículo se refiere exclusivamente a las cruzadas a Tierra Santa.


¿Cuántas fueron las cruzadas?

En total, las cruzadas fueron 9 campañas militares y religiosas, aunque algunos autores consideran a la novena como parte de la octava. A continuación, se detallan sus fechas y resultados:

Número       Fecha       Resultado
Primera1096 – 1099Victoria cristiana
Segunda1147 – 1149Victoria musulmana
Tercera1189 – 1192Victoria musulmana
Cuarta1201 – 1204Conquista de Constantinopla
Quinta1218 – 1221Victoria musulmana
Sexta1228 – 1229Victoria cristiana
Séptima1248 – 1254Victoria musulmana
Octava1270Derrota cristiana por epidemia
Novena1271 – 1272Victoria musulmana


Luego del fin de la novena cruzada, la iglesia cristiana intentó organizar, sin éxito, nuevas campañas militares. La caída de la ciudad de Acre, en 1291, marcó el fin de la presencia de los cruzados en el Cercano Oriente.

✠ IMAGEN I.- Representación de la toma de la ciudad de Jerusalén por parte de los cruzados, en 1099. 



✠ Características de las cruzadas.
Las principales características de las cruzadas fueron las siguientes:

- Fueron impulsadas por el Papado y apoyadas por los principales reinos cristianos de Europa, entre ellos Francia e Inglaterra.

- Se organizaron un total de 9 campañas, que tuvieron lugar entre fines del siglo XI y fines del siglo XIII.

- Tuvieron como escenario geográfico las costas del Mediterráneo Oriental.

- Sus motivaciones principales fueron el fervor religioso y los intereses expansionistas de la nobleza feudal europea, que buscaba hacerse de tierras, esclavos y riquezas.

- Significaron persecuciones y muertes de musulmanes, judíos y cristianos ortodoxos.

- El Papado concedió la indulgencia de los pecados a todos aquellos que participaban de las cruzadas.

✠ Origen de las cruzadas.

El origen de las cruzadas se remonta a finales del siglo XI, cuando el papa Urbano II convocó al Concilio de Piacenza, (1095), en el que recibió al embajador del Imperio bizantino. Éste solicitó ayuda para frenar el avance de los turcos selyúcidas, que habían ocupado casi toda Anatolia y se mostraban intolerantes con los cristianos. Ante estas noticias, Urbano II convocó al Concilio de Clermont, (1095), en el que convocó a la primera cruzada.


✠ IMAGEN II.- El Concilio de Clermont - Inicio de las cruzadas.


✠ IMAGEN III.- Papa Urbano II.




El objetivo proclamado por el Papado era recuperar el Santo Sepulcro de Jesucristo, que había caído en manos de los turcos. Como Jerusalén y sus alrededores son de carácter sagrado tanto para cristianos como para musulmanes, los creyentes de ambas religiones se enfrentaron con gran fervor para proteger sus ideales, su fe y sus lugares santos.

Aunque las cruzadas tuvieron una motivación religiosa, también fueron importantes otros factores, como las ambiciones de los nobles feudales europeos, que deseaban conquistar nuevos territorios, y las aspiraciones de los comerciantes italianos, que querían ampliar sus redes mercantiles.

✠ Causas y consecuencias de las cruzadas.


✠ Causas.


Entre las principales causas de las cruzadas se pueden destacar:


- El deseo de los cristianos de recuperar Jerusalén, la cual había caído en manos de los musulmanes.

- La preocupación de la iglesia católica por la expansión del Islam.

- La búsqueda de la fama, riquezas y tierras que prometían las cruzadas. Este fue el motivo por cual tuvieron mucha convocatoria entre reyes, príncipes y nobles europeos de la época.

- Las ambiciones de los comerciantes, en especial de genoveses y venecianos, que deseaban expandir el comercio y establecer intercambios mercantiles entre Oriente y Occidente.

✠ Consecuencias.

Las principales consecuencias de las cruzadas fueron las siguientes:

- Se reforzó el liderazgo del Papa sobre los cristianos de Europa Occidental y la expansión del cristianismo hacia Oriente.

- El agravamiento del conflicto entre Roma y la Iglesia ortodoxa, debido a la ocupación de Constantinopla por los cruzados en 1204.

- El enriquecimiento de la cultura occidental debido a la influencia del arte y la ciencia de árabes y bizantinos.

- La apertura de rutas comerciales entre Oriente y Occidente.

- El fortalecimiento de la naciente burguesía como consecuencia de las ganancias proporcionadas por el aprovisionamiento y el transporte de los ejércitos y el incremento de tráfico con Oriente.

- El debilitamiento del sistema feudal, que paulatinamente comenzó a ser reemplazado por el capitalismo comercial.

- La muerte de gran cantidad de personas, especialmente mujeres, niños y ancianos durante las tomas de ciudades y los ataques a caravanas y peregrinos.

✠ Protagonistas de las cruzadas.

Algunos de los principales protagonistas de las cruzadas fueron:

- Urbano II, (1042-1099): papa de la Iglesia católica entre 1088 y 1099. De origen francés, presidió el Concilio de Clermont y convocó a la primera cruzada.

- Pedro de Amiens, (1050-1115): clérigo de origen francés, también conocido como Pedro el Ermitaño. En 1096 organizó una cruzada integrada en su mayor parte por campesinos, que fue aniquilada por los turcos. Pedro sobrevivió y participó de la toma de Jerusalén.



- Federico Barbarroja, (1122-1190): emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, participó de la tercera cruzada. Luego de vencer dos veces a los musulmanes, se ahogó en Anatolia, al caer en el río Saleh portando una pesada armadura.



- Saladino, (1138-1193): sultán de Siria y Egipto, fundador de la dinastía ayubí. Venció a los cristianos en la batalla de Hattin, (1187), y recuperó Jerusalén para los musulmanes.



- Ricardo Corazón de León, (1157-1199): rey de Inglaterra entre 1189 y 1199, participó de la tercera cruzada. En 1192, firmó con Saladino el Tratado de Ramla, por el que se estableció una tregua de tres años y el libre acceso de los cristianos a Jerusalén, que quedó en manos de los musulmanes.



- Luis IX de Francia, (1214-1270): rey de Francia, de la dinastía de los Capetos. Participó de la séptima cruzada, que lo llevó a Egipto, donde fue tomado prisionero y tuvo que pagar un rescate por su libertad. Organizó luego la octava cruzada, pero después de desembarcar en Túnez se desató una peste y murió víctima de la disentería y el escorbuto.



FUENTES:

✠ Enciclopedia de historia.

✠ Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------


Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.
✠ Estudios y Análisis Históricos. 
✠ Efemérides históricas.
Tal al día como hoy, 6 de Diciembre de nuestro Señor, pero del año...

✠ 574.- El emperador Justino II se retira debido a recurrentes ataques de locura. Abdica el trono a favor de su general Tiberio II Constantino, proclamándolo César. (Hace 1447 años).
Tiberio II Constantino, (nacido en Tracia, muerto el 14 de agosto de 582 en Constantinopla), emperador bizantino desde 578 que logró defender el imperio contra los persas al este, pero sufrió reveses en conflictos con los ávaros y los eslavos del norte y Oeste.
Tiberio sirvió en campañas contra los ávaros en los Balcanes bajo Justin II . Hacia el año 574, Justino sufrió ataques de locura; la emperatriz Sofía y Tiberio asumieron el control del gobierno. Justino adoptó a Tiberio como su hijo, lo nombró César el 7 de diciembre de 574 y lo coronó emperador, (26 de septiembre de 578). Justino murió poco después, (4 de octubre), dejando a Tiberio como único gobernante.
Mientras tanto, en 578, Bizancio y Persia había iniciado negociaciones de paz para solucionar la cuestión armenia. El rey persa Khosrow I parecía a punto de llegar a un acuerdo en los términos de Bizancio, cuando murió a principios de la primavera de 579. Su sucesor, Hormizd IV , sin embargo, rechazó las propuestas de Tiberio y se reanudaron las hostilidades, que continuaron durante el reinado de Tiberio. En la frontera norte, Tiberio intentó pacificar la Avars por un tributo anual; pero, después de un asedio de dos años por los ávaros, se vio obligado, (582) a entregar Sirmium, (ahora Sremska Mitrovica , Yugos.). 
Mientras tanto, los eslavos invadieron Tracia , Tesalia, Ilírico y otras regiones de Grecia .
El mortalmente enfermo Tiberio, en 582 reconoció a Maurice , su comandante en la guerra persa, como su sucesor y lo coronó emperador el 13 de agosto , un día antes de su propia muerte.

✠ IMAGEN I.- Tiberio II, Emperador de Oriente.


✠ 983.- Muere en la ciudad de Roma, actual Italia, el que fuera rey de Alemania desde 962 y emperador del Sacro Imperio Germánico desde 967, Otón II, apodado "El Sanguinario". Durante su reinado continuó con la política de su padre, Otón I, y fortaleció el poder imperial en Alemania al tiempo que se expandía hacia Italia. (Hace 1038 años).

Otón II

✠ IMAGEN II.- Otón II, apodado "El Sanguinario".


(?, 955 - Roma, 983), Rey de Alemania, (961-983) y Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, (973-983). Conocido por el sobrenombre de el "rojo" y el "sanguinario", bajo su reinado se amplió la autoridad regia, pero su derrota contra los musulmanes de Tarento supuso que gran parte de su obra se desmoronase.

Perteneciente a la dinastía de Sajonia, Otón II fue hijo del emperador Otón I y de su segunda esposa, Adelaida. Durante la vida de su padre fue asociado al trono y coronado en dos ocasiones: la primera en Aquisgrán en mayo de 961; la segunda en Roma, en Navidad de 967, de manos del papa Juan XIII. En 962 fue consagrado rey de Lombardía. A la muerte de Otón I en 973, Otón II fue universalmente reconocido como su sucesor. En abril de 972 casó en Roma con la princesa griega Teófano (Teofania), hija de Romano II, con quien tuvo un solo hijo, Otón, que le sucedió, y una hija, Matilde, que fue abadesa de Quedlimburgo.

Durante sus siete primeros años de gobierno, dedicó sus esfuerzos a ampliar su autoridad sobre Baviera y Lorena. En Baviera, Enrique II, "el Pendenciero", disfrutaba de una amplia autoridad y además podía contar con amplios apoyos en Suabia, gracias al matrimonio de su hermana Eduvigis con el duque Burchardo de Suabia. El mismo año del ascenso de Otón II murió Burchardo y el emperador, para contrarrestar la influencia de la dinastía bávara, nombró duque a Otón, hijo del anterior duque, Liudolfo. Poco después designó duque de Carintia a Otón, nieto de Otón I, "el Grande", (igual que Otón de Suabia).

Enrique de Baviera se rebeló contra el favoritismo mostrado por el emperador hacia el hijo de Liudolfo y consiguió el apoyo de su primo Enrique, hijo del duque Berthold de Baviera; de Boleslao II de Bohemia y de Meszko II de Polonia. Se fraguó una conspiración cuyo objetivo era la deposición de Otón II y la entronización de Enrique, "el Pendenciero", pero el emperador les llamó a su presencia y los mandó encarcelar (975).

Con las manos libres, Otón II preparó en otoño de 975 una campaña contra Boleslao de Bohemia para castigar su participación en la conspiración. Pero entonces le llegaron noticias de que un ejército de daneses, bajo Harald, "Dienteazul", había cruzado la frontera y hostigaba tras el Elba. El emperador marchó contra los invasores y les hizo retroceder tras las fronteras, pero no pudo entrar en Dinamarca, donde un formidable ejército estaba preparado. De cualquier manera, Harold se rindió y ofreció su tesoro al emperador a cambio de la paz, pero Otón rehusó; la paz sólo se firmó cuando Otón hubo conseguido la promesa de un tributo y la garantía de llevarse al hijo de Harold como rehén.

En 976 Enrique, "el Pendenciero" escapó de su prisión en Ingelheim y volvió a rebelarse. Hasta que el emperador pudo acudir a Baviera, dos hermanos de la casa de Babenberg, Leopoldo y Berthold, lo contuvieron, pero cuando Otón entró en el ducado, Enrique huyó a Bohemia. Como represalia, en la asamblea de Ratisbona de julio de 976, Otón desposeyó de su ducado a Enrique y lo entregó a Otón de Suabia, si bien la Baviera que recibió Otón no coincidía con los territorios gobernados anteriormente por el Pendenciero y el rey se reservó el control de la Iglesia en el ducado.

Otón II retomó la campaña contra Boleslao de Bohemia en 977 y alcanzó importantes victorias, a pesar de que el cuerpo de ejército bajo el mando de su sobrino, el duque Otón, fue derrotado. Boleslao presentó sumisión e hizo homenaje al emperador en 978. La campaña subsiguiente lanzada contra Meszko de Polonia logró los mismos resultados en 979.

Pero mientras Otón II había estado luchando contra sus enemigos orientales, una nueva conjura creció en Baviera. Enrique el Pendenciero se había aliado con Enrique de Carintia y del obispo Enrique de Augsburgo y se había apoderado de Passau. Otón II cercó la ciudad por medio de un puente de barcas y logró su rendición en septiembre de 977. Los conspiradores fueron juzgados en las Cortes de Pascua de 978, celebradas en Magdeburgo. Los dos duques fueron desterrados y el obispo quedó bajo la custodia del abad de Werden.

Las continuas guerras civiles ocurridas en el ducado de Baviera dieron al traste con su tradicional posición de independencia y con su dinastía condal. El ducado se integró en el sistema nacional preconizado por Otón I, pero la elevación de los dos Otones, nietos del dicho Otón I, causó que la emperatriz Adelaida abandonase la corte y se trasladase a su Borgoña natal, convirtiéndose en opositora a la política imperial.

Otón II y Lorena.

Desde el principio de su gobierno, Lorena se había manifestado como una fuente de problemas para Otón II. La Baja Lorena había caído en la órbita real después de la muerte en Italia del duque Godofredo. En enero de 974 los hermanos Reginardo y Lamberto, hijos del depuesto duque Lamberto de Hainault, hicieron un intento de recuperar el patrimonio paterno y fortificaron la ciudad de Boussu, en el río Haine. Otón II entró en Lorena y se apoderó de la fortaleza, pero dejó escapar a los dos hermanos, que dos años después volvieron a encabezar una revuelta, ayudados esta vez por Carlos, hermano del rey Lotario de Francia, y por Otón, hijo del conde de Vermandois.

El emperador envió al condado de Hainault a Godofredo de Verdún, que logró sofocar la revuelta. Pero en 977 Otón II consintió en entregar el condado a los hijos de Reginardo y nombró a Carlos duque de la Baja Lorena. Parece ser que las relaciones entre Carlos y su hermano Lotario no eran buenas y que el nombramiento de Carlos por parte de Otón II respondió a la necesidad de ganar un aliado en caso de enfrentamiento con el rey de Francia.

Sus precauciones no eran infundadas, porque Lotario de Francia usó el nombramiento de su hermano como excusa para presentar sus reclamaciones sobre Lorena, apoyadas también en su matrimonio con Emma, hija de Lotario II de Italia y de la emperatriz Adelaida, que había sido su primera esposa. Con un fabuloso ejército, el rey de los francos occidentales marchó hacia Aquisgrán, donde Otón se encontraba con su esposa. Cuando el emperador supo de la noticia no la creyó y sólo cuando el ejército de Lotario se encontraba frente a los muros de la antigua capital carolingia, Otón huyó hacia Colonia y Aquisgrán fue saqueada.

Después Lotario volvió a sus dominios y Otón reunió un ejército de 60.000 hombres, con el que en octubre de 978 cruzó la frontera. Asoló el señorío de Attigny y, pasando por Reims y Soissons, llegó al Montmartre, sobre París. Se abstuvo de asediar la ciudad, fuertemente defendida y se conformó con arrasar los alrededores, tomando después la retirada hacia Alemania, durante la cual fue perseguido por las tropas de Lotario. Hasta 980 el rey de Francia estuvo ocupado con problemas en Flandes, pero finalmente accedió a celebrar una entrevista con Otón II en Margut, en la que renunció a cualquier reclamación sobre la Lorena.

Fracaso en Italia y final del reinado.

Con la autoridad imperial suficientemente restaurada en Alemania y en el exterior, Otón II pudo iniciar una campaña para restaurar la autoridad alemana en Italia, fuertemente dañada por la insurrección romana. Otro de los motivos que le llevaron a Italia fue el reconciliarse con su madre, Adelaida, a la que pretendía dar voz de nuevo en los asuntos de gobierno. En noviembre de 980 cruzó los Alpes junto con su esposa, su hijo y su sobrino, Otón de Suabia.

Se entrevistó en Rávena con el papa Benedicto VII, expulsado de Roma por Crescencio, hijo de Teodora. Cuando éste supo que los imperiales se acercaban a Roma, se refugió en un convento y profesó monje. Otón II estableció su campamento fuera de la ciudad y recibió el homenaje del duque de Francia (y más tarde rey), Hugo Capeto, y del duque Eudes de Borgoña. En aquella asamblea se acordó la conquista de Apulia y la expulsión de los sarracenos del sur de Italia.

Las ambiciones imperialistas de Otón II sobre toda Italia causó la unión de los poderes árabe y bizantino, que en 981 se rebelaron contra la presión alemana, dando lugar a la guerra. El emperador se apoderó de Nápoles, Bari y Tarento, pero en 13 de julio de 982 su ejército cayó en una emboscada y fue masacrado cerca de Capo Colonne, en las inmediaciones de Cotrona. El monarca logró escapar en un navío griego que lo transportó hasta Rossano.

Las consecuencias de la derrota fueron graves. Además de la rendición de Apulia y Calabria, el prestigio imperial se desmoronó en Italia. El efecto se extendió hacia las tribus del norte y los turbulentos eslavos del este, que poco tiempo después se levantarían en armas, echando por tierra los avances cristianizadores que habían supuesto las anteriores victorias de Otón II. Los acontecimientos de Italia, combinados con la muerte de Otón de Suabia y Baviera el mismo año que el emperador, (983), causaron la ruina del partido representado por los descendientes de Otón el Grande y marcaron el ascenso del partido encabezado por la emperatriz Adelaida.

En 983 el emperador reunió una dieta en Verona, en la que hizo reconocer como sucesor a su hijo Otón III, de tres años de edad, al que después envió al norte para que fuese coronado. Aquel mismo año regresó a Roma, donde influyó en la elección como papa del obispo Pedro de Pavía, que reinó como Juan XIV.

Su último acto político fue un intento para poner bajo la sujeción imperial el poder de Venecia; el emperador se entrevistó en Verona con Esteban Caloprini, rival de los Morosini, que le ofreció vasallaje si le ayudaba a proclamarse dux en Venencia. Enfermó de malaria en la Ciudad Eterna. Según la crónica, fue consciente de que iba a morir y, no sin haber tomado una sobredosis de medicinas, repartió sus tesoros entre la Iglesia Romana, su madre, su hermana y sus compañeros de armas.


✠ 1492.- En Barcelona, el rey Fernando II de Aragón resulta herido en un atentado llevado a cabo por Juan de Cañamares. (Hace 529 años). 

✠ IMAGEN III.-  Fernando II de Aragón.


El 7 de diciembre de 1492, Fernando «El Católico» salía de una audiencia de justicia de la capilla de Santa Ágata, en Barcelona, cuando un payés llamado Juan de Cañamares le causó una cuchillada en el hombro. «¡O, Santa María, y valme! ¡O, qué traición!», gritó el Monarca aragonés al recibir una puñalada casi a la altura de la nuca, según cuenta el cronista Andrés Bernáldez. Los guardias reales saltaron inmediatamente sobre el agresor, Juan de Cañamares, y si no lo mataron allí mismo fue porque el Rey se lo impidió. Él, más que nadie, quería saber quién se encontraba detrás de aquel atentado.

Salvado por el Toisón de Oro.

Barcelona era una ciudad de cálidas bienvenidas. Los Reyes Católicos abandonaron Granada, ya conquistada por los cristianos, a finales de mayo de 1492 para trasladarse a Aragón.

Tras unos meses de corte itinerante, los monarcas entraron en Barcelona el 24 de octubre y un día después lo hizo el infante Juan de Trastámara, heredero de la Corona de Aragón, entre los vítores de la multitud. El entusiasta recibimiento a la familia real no hacía pronosticar, sino todo lo contrario, que en cuestión de un mes iban a sufrir el intento de asesinato más serio de los que serían objeto Fernando e Isabel. 

Al recibir el ataque, Fernando iba custodiado por unos cuantos funcionarios y un amplio grupo de gente se congregaba en esa plaza para dar la bienvenida al Monarca. Justo cuando se disponía a subir a su cabalgadura se acercó por la espalda Juan de Cañamares armado con un terciado de unos tres palmos de longitud, con el que le asestó al Rey un golpe vertical de arriba a abajo pasando junto a la sien y la oreja izquierda. A pesar de la gravedad de la herida, de unos cuatro dedos de profundidad, el golpe fue amortiguado por el colgante del Toisón de Oro y pareció que no iba a comprometer la vida del Rey. De hecho, Juan de Cañamares fue neutralizado al momento por el camarero real Antonio Ferriol y su mozo de espuelas Alonso de Hoyos, ambos se abalanzaron sobre el campesino y le apuñalaron tres veces con los cuchillos que llevaban al cinto.

Al extenderse el rumor de que el Rey había sido víctima de un ataque volaron las especulaciones. En un primer momento se barajó la teoría de que el agresor fuese moro o de que el ataque hubiera sido dirigido contra otro miembro de la comitiva real. No obstante, las complejas relaciones de Cataluña con los Reyes Católicos hicieron temer a la Reina que se tratase de una sublevación general. Tras recuperarse de un desmayo provocado por el impacto de la noticia, Isabel ordenó que las galeras castellanas se arrimasen a puerto para poder embarcar rápidamente en ellas al heredero Juan y a las infantas si la situación se complicaba.

En una carta escrita entonces a su confesor, Hernando de Torres, la Reina describía su angustia vital en una frase:

«Vemos que los reyes pueden morir de cualquier desastre como los otros, razón es de aparejar a bien morir».

En las primeras horas se llegó a decir que el Rey había muerto, lo que provocó desórdenes callejeros. La población tomó las calles clamando venganza contra el autor del ataque, hasta confluir frente al palacio para comprobar si realmente el Rey, todavía convaleciente, seguía con vida. No obstante, los rumores no iban tan desencaminadas. La herida sangraba abundantemente y, aunque no pareció ser de gravedad en un primer momento, los cirujanos hallaron rota la clavícula, retirando parte del hueso astillado, limpiándola del pelo que había entrado en ella y cerrándola con siete puntos de sutura.

El Rey recayó con fiebre alta en los siguientes días, hasta el punto de que se llegó a temer por su vida. Y es que en el ocaso del año más recordado de los Reyes Católicos, con la conquista de Granada, la expulsión de los judíos y la llegada de Colón a un nuevo continente; casi perdió la vida uno de sus artífices.

Con los ánimos más calmados en la ciudad, la catedral de Barcelona decidió que se mantendría abierta dos semanas en continua oración y se celebraron catorce procesiones por la recuperación de Fernando. El 9 de febrero, el Rey quiso agradecer todo este cariño cabalgando por las calles; en tanto, su esposa repartió limosnas a los pobres. Ya se había descartado completamente que Juan de Cañamares fuera la punta de una sublevación popular.

La condena a un «rusticum mentecaptum».

El magnicida sobrevivió a los espadazos de los guardianes del Rey y fue interrogado bajo tormento, con el fin de descubrir si había actuado en solitario o no. Durante el suplicio confesó que se lo había ordenado el Espíritu Santo, quien veinte años antes le había revelado que él era el verdadero Rey y podía reclamar el trono a la muerte de Fernando. Más horas de tortura, al fin, cambiarían su versión y diría que fue el Diablo quien le había dado las instrucciones: «Temptat del esperit maligne» («Fui tentado por el espíritu maligno»).

Algunas obras literarias, de corte nacionalista, incluso le presentaron como un patriota contrario a aquel Rey casado con una castellana, algo bastante improbable

Sea como fuere, aquellas explicaciones propias de un hombre calificado como de loco, «rusticum mentecaptum», descartaron que se tratara de una conspiración política. Si acaso algunos autores han apuntado –como Henry Kamen en su biografía «Fernando El Católico» (La Esfera de los libros, 2015), que su actitud pudiera ser una consecuencia del descontento de los remensas con su situación social. 

El descontento rural era un asunto recurrente en aquellas fechas. Desde mediados de siglo se vivían fuertes tensiones entre señores y payeses, (campesinos), a propósito de las remensas y malos usos derivados. Fernando, de hecho, había vivido a principio de su reinado un alzamiento de los campesinos catalanes en Mieras, que dio paso a la segunda guerra remensa, (1484-1485). Pero después de este conflicto el Monarca intervino y forzó un acuerdo entre las partes implicadas para aceptar un arbitraje real, lo que vendría a llamarse sentencia arbitral de Guadalupe, del 21 de abril de 1486. El acuerdo dejó satisfechos a la mayoría de payeses y terminó con muchos de los abusos de los nobles.

El estado de demencia llevó al Rey a perdonar a Juan de Cañamares, nacido en Dosrius, (Barcelona), como gesto para la galería, puesto que no pudo evitar que el Consejo Real le condenara a muerte por el delito de lesa majestad. El día 12 de ese mismo diciembre fue paseado en carro y descuartizado públicamente por las calles de Barcelona. El populacho apedreó y quemó su cuerpo, aunque «ahogáronle primero por clemencia y misericordia de la Reyna». El cuerpo fue horriblemente mutilado, como correspondía en aquellos años a quien atentaban contra la Corona.

✠ IMAGEN IV.- Fernando II de Aragón, pintor inglés anónimo - Royal Collection Trust .


✠ 1585.-  Los días 7 y 8 de diciembre en Países Bajos se produce el Milagro de Empel, (se congela la superficie del río Mosa, lo que permite que el ejército español venza a los defensores neerlandeses), por el cual una estatuilla de la «Inmaculada Concepción», (la Virgen María), es proclamada patrona de los Tercios españoles. 

Un golpe de suerte o una intervención divina. Estas eran las únicas formas de que los miembros del Tercio de Bobadilla no fueran masacrados el 8 de diciembre de 1585, mientras defendían el monte de Empel, ubicado en una pequeña isla holandesa. Harapientos, sin provisiones y asediados por una infinidad de buques, a los soldados españoles no les quedó otra solución que rezar pidiendo un milagro, y eso es lo que obtuvieron. Aquella noche, uno de los ríos limítrofes se congeló permitiendo a los defensores cargar contra el enemigo y obtener una victoria por la que nadie hubiera dado medio escudo de oro.

✠ IMAGEN V.- Grabado de la Batalla de Empel, en diciembre de 1585, por Frans Hogenberg y Georg Braun.



Pero en esa funesta jornada el ejército español no solo triunfó en combate, sino que también convirtió a la Inmaculada Concepción en la patrona de su infantería.

Y es que, según cuenta la leyenda, un soldado del Tercio encontró enterrada una imagen de la virgen pintada en madera el día previo a la contienda. Al parecer, este hecho llenó de moral a los soldados, los cuales consideraron el hielo como un regalo divino.

Una guerra de 80 años.

Para llegar a la raíz del conflicto que llevó a estos soldados españoles hasta la isla de Bommel es necesario retroceder en el tiempo hasta 1555. En ese año, Carlos I, (V de Alemania), legó a su hijo Felipe II el gobierno de España y de los estados que hoy ocupan en su mayoría los Países Bajos. De esta forma, el monarca cedía las que durante toda su vida habían sido sus tierras predilectas para, después de una larga regencia, retirarse de la vida pública.

✠ IMAGEN VI.- Felipe II.


Sin embargo, el cambio de gobierno no agradó demasiado a los habitantes de la región, que vieron en Felipe a un rey extranjero que no lucharía por sus intereses. «A diferencia de su padre, Felipe había nacido y se había criado en España, su lengua materna era portuguesa, y desde 1559 hasta su muerte no pisó los Países Bajos. (…) Los flamencos se vieron gobernados por extranjeros», afirman Andrés Más Chao y José María Sánchez de Toca en el volumen titulado «La infantería en torno al Siglo de Oro» de la obra conjunta «Historia de la infantería española».

Finalmente, las tensiones se hicieron irreconciliables cuando Europa quedó dividida entre los seguidores del catolicismo y los partidarios del protestantismo, una nueva religión muy extendida en la región flamenca. Sin remedios para evitar un enfrentamiento latente desde hacía varios años, la contienda se materializó cuando las provincias de los Países Bajos se unieron contra Felipe II. Como contrapartida, desde España se inició la movilización de varios Tercios hacia el territorio para, mediante pica y arcabuz, terminar con las pretensiones de independencia rebelde. Acababa de iniciarse la «Guerra de los ochenta años».

La partida hacia el combate.

Durante años se sucedieron centenares de combates en territorio flamenco, los cuales se cobraron miles de vidas y cubos de sangre española. No obstante, todo pareció cambiar con la llegada de algunos líderes militares como Alejandro Farnesio, quien no tuvo reparos en demostrar la capacidad militar de los tercios en decenas de contiendas.

✠ IMAGEN VII.- Alejandro Farnesio.


Con todo, y a pesar de las victorias hispanas, a finales del siglo XVI todavía eran una infinidad las plazas que estaban en poder de los rebeldes y multitud las que pedían auxilio a los católicos ante la presión enemiga. «Cuando (Farnesio) recuperó Amberes en el verano de 1585, se sintió en condiciones de acudir a las «Islas de Gelanda y Holanda», cuyas poblaciones católicas oprimidas por los rebeldes protestantes le pedían auxilio», señalan en su obra los expertos.

Una vez tomada la decisión de atacar, Alejandro Farnesio puso al mando de su ejército al Conde Carlos de Mansfelt, que recibió órdenes de dirigirse hacia el norte de Brabante, (ubicada en el centro de los Países Bajos), para sofocar las revueltas. A esta fuerza se unió a su vez el Tercio dirigido por el Maestre de Campo Don Francisco de Bobadilla, un militar con una extensa hoja de servicios.

✠ IMAGEN VIII.- Conde Carlos de Mansfelt.


«Ya todos juntos, marchó (…) el conde Carlos de Mansfelt con los tres tercios de españoles del coronel Cristóbal de Mondragón, de D. Francisco de Bobadilla y el de Agustín Iñíguez, repartidos en sesenta y una banderas y con la compañía de arcabuceros a caballo de españoles del capitán Juan García de Toledo», explica el Capitán Alonso Vázquez, contemporáneo de Bobadilla, en su obra «Los sucesos de Flandes y Francia del tiempo de Alejandro Farnese».

✠ IMAGEN IX.- Coronel Cristóbal de Mondragón.


✠ IMAGEN X.- D. Francisco de Bobadilla.

La toma de Bommel.

El camino de la fuerza española se detuvo al vislumbrar el río Mosa, (el que, con casi 1.000 Km. de extensión, corta los Países Bajos de este a oeste). «Mansfelt llegó a la orilla meridional del Mosa, donde hizo acuartelar el grueso, y mandó a Bobadilla que ocupara la isla de Bommel. Esta isla, el Bommelward, tiene unos 25 Km. de este a oeste, 9 de anchura máxima de norte a sur, y está formada por los ríos Mosa y Vaal, que se aproximan mucho al Este de la isla, y están comunicados por brazos de unión en ambos extremos (…). La comarca es baja, fértil y bien trabajada», completan Más y de Toca.

Sin dudarlo, Bobadilla cruzó el río con casi 4.000 hombres y tomó este minúsculo terreno de escasa importancia para los rebeldes. A su vez, envió varias patrullas a proteger los diques de contención construidos para evitar que el agua anegara la isla. Y es que, si el enemigo tomaba varios de ellos, podría llegar a inundar Bommel y lanzar sobre los españoles toda la potencia contenida de los ríos. Con el terreno conquistado, Mansfelt partió hacia Harpen, a 25 Km. de la isla, dejando al Maestre de Campo al Mando.

El Conde de Holac se arma.

Por su parte, los rebeldes no lo dudaron ni un segundo y, aunque la pérdida de la isla de Bommel no significaba ni mucho menos un golpe de efecto, decidieron armarse para dar, por fin, una lección a los Tercios hispanos. «(Los rebeldes) juntáronse en Holanda y Gelanda y armaron y guarnecieron de muy buena infantería más de doscientos navíos, entre grandes y pequeños, porque viendo las fuerzas españolas encerradas en la isla de Bommel les creció un ánimo extraordinario de anegarlos y deshacerlos y quitar de aquella vez el yugo español que tenían sobre sus hombros», añade en su ya antigua obra Vázquez.

El Tercio de Bobadilla tuvo que retirarse a Empel cuando la isla quedó inundada.

Al mando de la armada rebelde se distinguía el Conde de Holac, quien, impulsado por el odio a los españoles, ordenó un ataque masivo desde sus buques. «(A la isla) se arrimaron los rebeldes con su armada y cortaron dos diques junto a la villa de Bommel; pero el que está entre los lugares de Dril y Rosan, que es donde Francisco de Bobadilla tenía alojados y repartidos los tres tercios españoles ya nombrados, no lo pudieron cortar aunque lo intentaron por muchas y diversas partes. (…) D. Francisco con su experiencia y valor había repartido las guardias de manera que, aunque los rebeldes acometieran por cualquier parte, hallaran mucha resistencia», señala el militar.

Comienza la batalla.

A continuación, y sin ninguna piedad, los rebeldes abrieron los diques que habían conseguido tomar por la fuerza. Así, en apenas unos minutos, el agua se lanzó sobre los tercios españoles con más fuerza que una carga de caballería pesada. Bobadilla, casi sin tiempo de reaccionar, ordenó a sus hombres abandonar el campamento y dirigirse con la mayor celeridad posible hacia una de las posiciones más elevadas de la isla: el monte de Empel.

La batalla acababa de comenzar, al igual que el sufrimiento de los soldados de los Tercios quienes, totalmente rodeados de buques enemigos y agua, se aprestaron para la defensa decididos a no regalar su vida sin combatir hasta la muerte. Con todo, los españoles fueron aquella noche cañoneados con fuego de artillería y mosquetería rebelde hasta la saciedad, algo que aguantaron estoicamente durante horas.

Sin embargo, con la llegada de la noche, los decididos miembros de los Tercios españoles, devolvieron el fuego y pusieron en fuga a sus enemigos. Se acababa de ganar una pequeña batalla que podría haber decidido la guerra si los españoles hubieran sido derrotados. Por su parte, Holac, asombrado ante la tenacidad de los defensores, decidió retirar sus barcos del alcance de las armas católicas.

Aunque habían conseguido acabar momentáneamente con sus enemigos, los infantes españoles sabían que, aislados como estaban en un pequeño monte, tenían muy pocas posibilidades de salir con vida. Por ello, y con el conocimiento de que el paso de los minutos disminuía las posibilidades de escapar con vida de aquella encerrona, Francisco de Bobadilla ordenó a un soldado atravesar el bloqueo en una pequeña barca con varias cartas de auxilio. Entre ellas, se podía distinguir una que tenía como destinario a Mansfelt, el que más cerca se hallaba del lugar de los hechos.

Mansfelt, un rescate fallido.

Al día siguiente, y a sabiendas de que el fuego podía acabar fácilmente con ellos, los españoles trataron de fortificar el monte para, al menos, resistir hasta la llegada de refuerzos. El socorro llegó el día 6 cuando Mansfelt envió una carta a Bobadilla proponiéndole un descabellado plan; el Conde planeaba asaltar a la flota rebelde con unas escasas 50 embarcaciones en un intento de romper el sitio. Sólo había una remota posibilidad de conseguirlo, pero era la única opción de salvar a los cercados. Por ello, Bobadilla armó a su vez 9 pleytas –o barcazas– para reforzar el desesperado ataque. 

Los soldados pensaron incluso en suicidarse para evitar morir ante los rebeldes.

«El jueves 5 de Diciembre por la mañana, llamó el Maestre de campo D. Francisco de Bobadilla a los Sargentos mayores de los tres tercios españoles, y les dio orden de que en las nueve pleytas, (tres para cada tercio), embarcasen en cada una diez picas, diez mosqueteros, quince arcabuceros y dos Capitanes escogidos en cada una», destaca Vázquez.

En las barcazas, Bobadilla situó a unos 300 militares dispuestos para el combate. «Los Capitanes y soldados que los sargentos mayores ya habían señalado para este efecto se confesaron y comulgaron, como siempre que han de pelear lo acostumbra la nación española, y conformados todos de morir o salir con tan honrada empresa, estuvieron esperando la orden y hora en que habían de hacer el efecto», añade el militar español.

No obstante, el asalto nunca se produjo, pues las tropas enemigas, aprovechando su inmensa superioridad numérica y armamentística, arrebataron espada en mano varias posiciones a los defensores. Así, si antes la misión era casi imposible, ahora se convertía en un suicidio. Hambrientos, vestidos con ropas raídas, empapados y superados en todos los frentes, los españoles ya no tenían ningún cartucho al que recurrir. Ahora solo les quedaba morir cómo héroes y dejar una huella imborrable en la Historia llevándose consigo a todos los rebeldes que pudieran.

El encuentro con la Virgen.

En la mañana del día 7 todo parecía sentenciado para los soldados españoles. Sin embargo, aquella mañana uno de los miembros del Tercio encontró algo muy especial que, según la tradición, cambió radicalmente el devenir de los acontecimientos.

«Estando un devoto soldado español haciendo un hoyo en el dique para resguardarse debajo de la tierra del mucho aire que hacía y de la artillería que los navíos enemigos disparaban, a las primeras azadonadas que comenzó a dar para cavar la tierra saltó una imagen de la limpísima y pura Concepción de Nuestra Señora, pintada en una tabla, tan vivos y limpios los colores y matices como si se hubiera acabado de hacer. Acudieron otros soldados con grandísima alegría y la llevaron y pusieron en una pared de la iglesia», añade Vázquez en su obra.

El hallazgo fue tomado como una señal divina por los soldados que, después de rezar devotamente a la Inmaculada Concepción, recuperaron las esperanzas de escapar con vida de aquella trampa mortal. «El Padre Fray García de Santiesteban hizo luego que todos los soldados le dijesen un Salve, y lo continuaban muy de ordinario. (…) Este tesoro tan rico que descubrieron debajo de la tierra fue un divino nuncio del bien, (que por intercesión de la Virgen María), esperaban en su bendito día (…). Quedaron tan consolados lo sitiados españoles después de haber dicho la Salve (…) que no sentían tanto el hambre» completa el autor de «Los sucesos de Flandes y Francia del tiempo de Alejandro Farnese».

✠ IMAGEN XI.- La Virgen de Empel.


Una decisión hacia la muerte.

Animados como estaban ahora los miembros del Tercio, Bobadilla tomó la iniciativa y reunió a sus capitanes para decidir cómo actuar. Concretamente, el Maestre de Campo pretendía quemar las banderas, desarmar los cañones y, finalmente, lanzarse en un último y valeroso ataque sobre la armada rebelde hasta derramar la última gota de sangre por España.

No obstante, también hubo partidarios de suicidarse. «A todos les pareció bien la honrada determinación de D. Francisco, aunque algunos Capitanes y soldados (…) dijeron que, en caso que no tuviese efecto lo que se había acordado, se repartiesen en el dique (…) y se diesen la batalla matándose unos a otros, porque los rebeldes y enemigos de Dios no triunfasen sobre ellos. (Pero) D. Francisco mandó que no se diesen oídos a aquellas temeridades», determina el cronista.

Ese mismo día, Holac envió a varios emisarios para ofrecer una rendición honrosa a los españoles. Tuvo una tajante negativa como respuesta. Y es que, los soldados de Bobadilla lo tenían claro: preferían morir cruelmente en combate rodeados de cientos de enemigos, a capitular. Todo quedó visto para sentencia, a la mañana siguiente los miembros del Tercio se lanzarían contra los navíos para librar su última batalla.

El milagro de Empel.

Pero, al amanecer del 8 de diciembre, fiesta de la Purísima Concepción, se produjo un acontecimiento que los españoles no dudaron en bautizar como «el milagro de Empel»: durante la noche, un gélido viento se alzó sobre el río y congeló sus aguas, algo que no había sucedido en Bommel desde hacía muchos años.

El día 8 el agua se congeló de forma inexplicable.

Aquella jornada el frío se convirtió en un factor militar determinante, pues la inmensa flota rebelde tuvo que abandonar el asedio y retirar sus buques para evitar que se quedaran encallados en el hielo. Perplejos por la situación, a los soldados de Holac no les quedó más que maldecir durante su repliegue. «Cuando los rebeldes iban pasando con sus navíos río abajo les decían a los españoles, en lengua castellana, que no era posible sino que Dios fuera español, pues había usado con ellos un gran milagro», completa el militar en su obra.

El asalto final.

El día 9, Bobadilla llamó a voz en grito a sus soldados para que tomaran sus picas, mosquetes y arcabuces, pues era hora de aprovechar su ventaja. Decididos, los miembros del Tercio montaron en sus barcazas –más manejables que los grandes barcos rebeldes– y, tras atravesar con ellas el hielo, asaltaron el fortín que el enemigo había fabricado a orillas del Mosa.

Finalmente, los españoles obtuvieron una victoria inimaginable gracias a los elementos

No obstante, el combate ni siquiera se inició, ya que los rebeldes corrieron para salvar su vida al ver las pleytas hispanas. Con la posición tomada ambos bandos sabían que la contienda había tocado a su fin pues, aunque se produjera un deshielo, los buques de Mansfelt pronto llegarían a socorrer al Tercio de Bobadilla. La batalla había acabado y, para asombro de todos, la victoria pertenecía a los Tercios españoles.

Después de este curioso suceso la Inmaculada Concepción fue tomada como la patrona de los Tercios y, años más tarde, de la Infantería española. Y es que, ya fuera por intervención divina o no, lo cierto es que gracias a la moral que les dio su imagen los soldados vivieron para combatir otro día y gritar, un vez más «¡Santiago y cierra España!».


 ✠ IMAGEN XII.- El milagro de Empel.


--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

✠ Reflexiones de un cristiano templario de hoy.

✠ La destrucción del hogar es la antesala de la perdición. 


El hogar no solamente es una casa común sino el santuario de una familia, su refugio, donde encuentra seguridad y protección cada miembro que la integra. El ser humano no es una isla, no es un animal solitario, es un ser que vive y necesita de la comunidad, del acompañamiento, de la presencia cercana de quienes ama y a la vez le aman.

En la ruta de las ideologías totalitarias siempre ha estado el plan de eliminar la santidad en las familias, porque un hogar sin una familia no es un hogar verdadero, es sólo una casa. La meta para llegar a su hegemonía absoluta sobre la humanidad fue la eliminación de la libertad individual para ser convertidos en masa sin criterio ni poder de pensamiento o decisión y al suprimir esta libertad se está bloqueando la decisión libre de las personas de formar una familia, por tanto al impedir la creación de familias, se destruyen los hogares presentes y futuros, entonces al aniquilar los hogares se somete a la esclavitud civil de las personas frente al gran amo y señor del estado como único ser que puede y debe controlar de forma absolutamente centralizada la vida de todas las personas bajo el efecto opresivo de su dominio total y completo, avasallante y demoledor de la conciencia humana.

Las ideologías anti vida como el aborto, la eutanasia, el feminismo, el machismo y la ideología de género últimamente; no tienen de fondo nada diferente, aunque sí de forma en sus objetivos, con las viejas ideologías del fascismo, el marxismo comunista y el socialismo moderno. De fondo pretenden imponerse por la fuerza segregando y purgando a todo el que no comulga con sus postulados, usando como medio de propagación los medios de comunicación masivos, psicología social para conducir la opinión colectiva, el dinero y el poder político.

De forma difieren, porque persiguen resultados diferentes, pero igual moralmente incorrectos, injustificables e inaceptables. Lo moralmente ilícito o ilegítimo no quiere decir que civilmente, por medio de leyes manipuladas, sea beneficioso para la superación y la felicidad de cualquier sociedad. Las leyes y el derecho son para buscar el bien colectivo y su convivencia pacífica, no para dividir, enfrentar, confrontar posiciones y polarizar a los pueblos que de hecho bajo todas estas expresiones totalitarias, siempre se han sentido amenazados e intimidados. 

La imposición por la fuerza anulando el debate de ideas, pasando con total irrespeto e irreverencia por las opiniones y pensamientos contrarios, sobre todo los de puntos de vista religiosos, es su forma de demostrar menosprecio por la libertad de pensamiento.

Este es el camino que todas estas ideologías han seguido para implantar su semilla del mal en el mundo. No debemos olvidar o hacer a un lado que en la antigüedad; los imperios, los reinados o monarquías, hacían exactamente lo mismo. Usaban a sus ciudadanos como objetos para reafirmar su supremacía señorial, a la vez que forzaban a las personas a adorar su figura con idolatría y vasallaje. La misma historia con diferentes protagonistas, una diferencia de intereses e intenciones, pero un mismo fin de dominación completa.

Particularmente la iglesia católica ha sido el objetivo principal de su trinchera de ataques, ya que los católicos somos los que más nos oponemos a sus inclinaciones doctrinales pecaminosas y malignas que ponen en peligro la vida del hombre y su subsistencia con dignidad.

Dios es custodio de nuestra felicidad y plenitud sin tenernos cautivos, sino que nos deja ir en libertad para decidir si vamos de la mano con ÉL  o si por el contrario, elegimos el mal camino a como naturalmente la humanidad está siempre inclinada a escoger para auto destruirse en el esclavizador cautiverio de la maldad y la perversidad. Así como el amor no está condicionado a existir solamente durante la brillante y esplendorosa belleza pasajera de la plenitud en la juventud, sino para toda la vida en las buenas y las malas; así mismo también DIOS no nos quiere atados al dolor o el sufrimiento como consecuencia de nuestras malas decisiones, sobre todo para no ser manipulados a conveniencia de tanta ideología embustera, demagoga y mentirosa o seamos reemplazados cuando ya nos consideran inservibles como objetos descartables, que es exactamente como la sociedad moderna trata a todo lo que le rodea.

Hablando claro y sin vacilaciones, sin doble moral ni miedo de expresar mi opinión sincera, debo decir obligadamente que la ideología de género amenaza la sobrevivencia de la humanidad no solo como una tiranía filosófica sino como poder político aplastante de los legítimos y verdaderos únicos dos géneros naturales de la creación como es el hombre y la mujer. Esta ideología es depravada y con degeneración total, inmoral e injusta, está corrompiendo al mundo civilizado y lo lleva a la perdición y destrucción social. Esta doctrina fuertemente pecaminosa no puede jamás ser bendecida por DIOS, basta leer la biblia para descubrir que el Señor aborrece estas inmoralidades y le ofenden profundamente. Por tanto como cristianos y católicos no debemos aceptar ni consentir estas ideas avasalladoras de la civilización y la fe cristiana, si es que en realidad, nos confesamos como creyentes en Jesucristo y decimos amar a DIOS.

En cuanto al aborto que hasta se está lanzando como un nuevo derecho humano, me parece el colmo de la cultura de violencia en las altas esferas políticas y de organizaciones mundiales que se supone velarían por el bienestar de la vida humana. Muy al contrario con imponer la doctrina del aborto en el mundo lo que hacen es fomentar el desprecio por la vida. El aborto es un genocidio gigantesco y el más largo de la historia, contra seres indefensos que no tiene voz para defenderse ni opción de ser protegidos incluso por quien debería cuidarlo como es la propia madre y su médico. Es inconcebible hasta dónde ha llegado tan bajo el valor del humano.

Vayamos a la eutanasia y simplemente puedo decir que prefieren mejor matar al enfermo que gastar dinero en alargarle la vida lo más posible. Para eso es la medicina, es para curar no para matar más rápido y ahorrar recursos que se desperdiciarían y usarlos en otros enfermos que no son terminales. Si caminamos bajo este principio anti vida entonces los médicos y la ciencia médica pierden su razón de ser y existir. La vida se defiende hasta el último suspiro con todo lo que esté al alcance sin vacilar en cuidarla por mucho que cueste. Nadie les ha dado poder a los médicos para decidir quién vive y quién muere. La medicina es para alargar la vida, no acortarla.

Ya de por sí las familias se encontraban amenazadas con desintegraciones en su seno por los divorcios en aumento, infidelidades en los matrimonios con separaciones dolorosas, enfermedad incurable de algún miembro, conflictos irreconciliables que no tienen fin, desempleo de los padres que conllevan a crisis económica por no cubrir con gastos mínimos de mantener el hogar, más las infaltables deudas que obligan a tantos a emigrar para buscar mejor vida. Todos estos y otros factores unidos son una conspiración global perfecta para aniquilar los hogares felices.

Todas las ideologías totalitarias y dictatoriales tienen el mismo objetivo de destruir la familia.

Si una corriente de pensamiento logra imponerse sobre todo con principios de dominación mundial para acabar con cualquier disidencia u oposición razonable; lo primero que busca es eliminar los hogares tradicionales, puesto que un hogar con familias desintegradas y divididas no es en realidad un hogar; es solamente una casa  más. A continuación lo que más persiguen y logran, con mucho éxito, todas estas ideologías, es que la gente aparte a DIOS de sus vidas para ser marginado y excluido de la conciencia social al hacer creer que DIOS no es necesario ni indispensable para hacer lo que tú quieres y como o cuándo o de qué modo quieras hacerlo sin importarte. Relativizan la moral y la verdad para que cada quién pueda acomodarla a sus intereses y así es como DIOS se va diluyendo entre tanta doctrina confusa y va poco a poco desapareciendo o haciéndose menos indispensable y mucho menos importante para vivir. De ahí que las sociedades, otrora muy cristianas y devotas, hoy son ateas en su mayoría.

Los católicos no podemos consentir o ser complacientes con estas ideologías anti vida y por tanto contrarias a la voluntad de DIOS. Se han atrincherado en los poderes mundiales con mucho dinero y respaldo político masivo, lo que las hace más peligrosas. No puede ser que las personas que van a misa los domingos y que rezan el rosario sean la gente mala, que los templos sean saqueados y quemados impunemente o que está equivocada y ellos sean los héroes y dueños de la razón como de la verdad. Los cristianos católicos debemos rechazar con firmeza y sin vacilaciones estas ideologías anti familia y anti sociedad.

-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Buenos días mis hermanos en Cristo, feliz y bendecido martes de nuestro Señor.

Hoy, con nuestra Santa Madre Iglesia, Católica, Apostólica y Romana, celebramos el día de:

✠ “SAN AMBROSIO, OBISPO DE MILÁN Y DOCTOR DE LA IGLESIA”.


Se le considera uno de los grandes doctores de la Iglesia de Occidente. Fue Obispo de Milán, inventor de los himnos, iniciador de la mariología y autor de célebres textos litúrgicos. San Ambrosio encarna el ideal del pastor. La Iglesia lo recuerda el 7 de diciembre. 

✠ “Memoria Litúrgica: 6 de Diciembre.”

Felicidades a quienes celebren este Santo Nombre.

Que donde estéis, *Dios os BENDIGA*. Que adonde caminéis, *Dios os GUÍE*. Que en lo que decidáis, *Dios os ILUMINE*. Y en cada instante, *Dios os PROTEJA y AYUDE*…

✠ El Santo del día es una reseña diaria de los santos guardados en la memoria de la Iglesia. Historias de maestros de vida cristiana de todas las épocas que, como faros luminosos, orientan nuestro camino.

*Alba militum Xristos, ad perpetuam milites Xristos, ad maiorem Dei Gloriam*.

✠ Breve Biografía.

El joven prefecto de Liguria y de Emilia, Ambrosio, nació en Tréveris hacia el año 340 de una familia romana. Todavía era catecúmeno, cuando por aclamación del pueblo fue elegido a la sede episcopal de Milán, el 7 de diciembre del 374. En cuestión de religión cristiana tenía que aprender casi todo, y se dedicó sobre todo al estudio de la Biblia con tanto empeño que pronto la aprendió a fondo. Pero Ambrosio no era un intelectual puro; era sobre todo un óptimo administrador de su comunidad cristiana. Fue un verdadero padre espiritual de los jovencitos emperadores Graciano y Valentiniano II y del temible Teodosio I, a quien no dudó en reprochar duramente, exigiéndole una penitencia pública como expiación por haber hecho asesinar al pueblo de Tesalónica para acabar con una revuelta. Ambrosio es el símbolo de la Iglesia que renace después de los duros años del ocultamiento y de las persecuciones. Por medio de él la Iglesia de Roma trató sin nada de servilismos con el poder político.
Sus cualidades personales fueron las que le atrajeron la devota atención de todos. La actividad cotidiana de Ambrosio estaba dedicada a la dirección de su propia comunidad, y cumplía sus compromisos pastorales predicando a su pueblo más de una homilía semanal. San Agustín, quien fue un asiduo oyente de los sermones de San Ambrosio, nos cuenta en sus Confesiones que el prestigio de la elocuencia del obispo de Milán era muy grande y muy eficaz el tono de este apóstol de la amistad.

Sus libros publicados que han llegado hasta nosotros son las rápidas transcripciones y reutilizaciones de sus discursos, poco o nada revisados. Sus famosos "Comentarios exegéticos", antes de ser reunidos en volúmenes, habían sido predicados a la comunidad cristiana de Milán. En ellos se nota el tono familiar del pastor que se dirige con amable sencillez a sus fieles. En ellos se siente palpitar el corazón de un gran obispo, que logra suscitar conmovedora emoción en sus oyentes con argumentos llenos de emotividad y de interés. Como buen pastor le gusta enseñar cantos litúrgicos a su pueblo. Por eso compuso un buen número de himnos, algunos son todavía familiares en la liturgia ambrosiana. Fue él quien introdujo en occidente el canto alternado de los salmos.

Entre sus escritos, que no tienen relación directa con su predicación, recordamos el "De officiis ministrorum", porque, recalcando el conocido texto ciceroniano y acogiendo todos sus elementos, demuestra que el cristianismo puede asimilar, sin peligro de alterar el significado de la buena noticia, esos valores morales naturales que el mundo pagano, y romano en particular, supo expresar. Ambrosio murió en Milán el 4 de abril del 397.


------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del "Priorato Templario de San Bernardo de Claraval".

✠ Estudios y Análisis Históricos. 

✠ LOS TEMPLARIOS EN CASTILLA.

✠ LA ENCOMIENDA DE VILLALCÁZAR DE SIRGA. (Palencia).


  • "Es nueva esta milicia. Jamás se conoció otra igual, porque lucha sin descanso combatiendo a la vez en un doble frente: contra los hombres de carne y hueso, y contra las fuerzas espirituales del mal....
    Marchad, pues soldados, seguros al combate y cargad valientes contra los enemigos de la cruz de Cristo... <Si vivimos, vivimos para el Señor, y si morimos, morimos para el Señor>. ¡Con cuánta gloria vuelven los que han vencido en una batalla! ¡Qué felices mueren los mártires en el combate! Alégrate, valeroso atleta, si vives y vences en el señor; pero salta de gozo y de gloria si mueres y te unes íntimamente con el Señor".

    BERNARDO DE CLARAVAL, "Elogio de la nueva milicia Templaria". (Lib, I. pp.169-170, ed. Siruela, Madrid), 1994. [ca. 1133].

     Cuando San Bernardo pronunció esas palabras, hacía ya casi quince años desde que Hugo de Payens, promotor y primer Maestre, se había decidido a reunir un grupo de caballeros, poco más de una docena de veteranos de la primera cruzada, con la misión de proteger la ruta de los peregrinos, a ellos mismos y a los Santos Lugares, que acababan de ser reconquistados por los cruzados en 1099. Ciertamente el nacimiento de las Órdenes Militares está estrechamente ligado con el fenómeno que conocemos como las Cruzadas.  Su periodo "clásico", abarcó desde el 1095, fecha de la proclamación y llamada de Clermont a la guerra para liberar los Santos Lugares, hasta 1291, cuando Acre y los últimos reductos cristianos en Siria y Palestina cayeron bajo el poder musulmán. La Orden sobrevivió poco tiempo a lo que había sido el motivo de su origen y fundación, ya que en 1313 sería ignominiosamente abolida por el papa a petición, o más bien Orden, del rey Francés, después de montar un complejo entramado de acusaciones de herejía, blasfemia y falsos rumores contra, para la ya entonces, muy rica Orden.

✠ IMAGEN I.- San Bernardo de Claraval.

 Se dice que las Órdenes Militares fueron el reflejo más fiel de la época que vivieron, marcada por el ideal cruzado, dentro de una sociedad feudal. La Orden Templaria fue la primera que se creó. Fue fundada en Jerusalén hacia el 1119. tomando su nombre del edificio que los cruzados identificaron como el Templo de Salomón, donde la Orden estableció su cuartel general. Como ya se ha dicho, nació con el propósito, en principio limitado, de proporcionar protección a los peregrinos que viajaban hasta Tierra Santa; pero muy pronto se encontró formando parte de las fuerzas cristianas que se enfrentaban a los musulmanes en Ultramar, para convertirse poco después en una de las bazas fundamentales de la supervivencia de los estados latinos creados en Oriente. Ciertamente, para la segunda mitad del s. XII, las Órdenes Militares, y especialmente la Templaria, se encontraba en posesión de la mayor parte de los castillos que defendían las fronteras de los reinos cristianos. Las Órdenes Militares, Temple, Hospital, Teutones, Sto. Tomás o S. Lázaro se convirtieron en el único elemento que podía hacer frente a las fuerzas superiores del enemigo infiel, el cual, afortunadamente, se mostraba desunido con bastante frecuencia, favoreciendo así la supervivencia de esos estados cristianos. Las Órdenes aportaban cuerpos armados entrenados de caballeros y peones, de forma permanente y disciplinada. Aportaban hombres, dineros, recursos y experiencia a la causa cruzada, intentando solventar los principales problemas de los propios estados cruzados: la dependencia de éstos de Europa y sus hombres, que sólo llegaban abundantemente con ocasión de las diferentes grandes campañas cruzadas, y que no solían permanecer mucho tiempo en Tierra Santa. Ello, unido a su inexperiencia frente a las tropas musulmanas hacía de lo más necesario el contar con un núcleo aguerrido de tropas disciplinadas y experimentadas , las cuales, de forma permanente, sólo fueron capaces de proporcionar las Órdenes Militares. 

✠ IMAGEN II.- Hugo de Payens, fundador y primer Maestre de la Orden del Temple.


     Las Órdenes Militares, a su vez, conseguían a sus hombres y recursos de la propia Europa y los estados de Ultramar. Su ideal de monjes-soldados, producto de la sociedad feudal hinchada de nuevos ideales y en medio de la expansión ideológica y social de la iglesia, atrajo a un importante números de caballeros. Hombres a los que su mensaje era fundamentalmente dirigido: Ahora, el hombre para salvarse no necesitaba ser monje, como se había considerado hasta la segunda mitad del s. XI. Ahora, también podía conseguir la salvación haciendo lo que mejor sabían hacer los barones feudales: guerrear. Guerrear contra los enemigos de Dios y en pro de la Iglesia. Además, así se conseguían dos propósitos de una vez: por una parte, se conseguía que los barones dejaran de luchar entre sí, manchando sus manos de sangre cristiana y dando un respiro a la violenta sociedad europea; por otra, su lucha meritoria contra los enemigos de la iglesia, les hacía merecedores del perdón completo de sus pecados, lo cual venía  a significar su salvación eterna.

     La Orden gozó de un rápido y gran éxito, debido tanto a su ideal como a su organización. La idea de ganar la salvación eterna haciendo lo que mejor sabían hacer los caballeros, la clase dominante de la época: luchar, atrajo rápidamente gran número de simpatizantes y miembros, incluyendo gran número de familiares del propio San Bernardo. Los miembros de las Órdenes Militares eran el producto y prototipo del perfecto cruzado. En ellos se conjugaba la lucha espiritual del monje, con la lucha material del guerrero medieval. Todo ello fue reconocido por bula papal de 1139, que otorgaba la fundación de la Orden, con estatutos especiales. Entre esos estatutos estaba la independencia canónica de la Orden, cuyos miembros sólo debían responder ante su maestre, y éste sólo debería rendir cuentas ante el papa, saltándose cualquier otra posible jurisdicción eclesiástica. Algo que, por supuesto, no hacía ninguna gracia a los miembros de la jerarquía eclesiástica, con quienes a lo largo de la historia tuvo numerosos problemas, tanto por cuestiones espirituales, como puramente materiales. Mientras que la Orden del Temple desde el principio tuvo un claro papel militar, otras Ordenes que también conocemos como militares, como los Hospitalarios o Teutónicos, en principio tuvieron orígenes más hospitalarios, -atender a los enfermos y heridos-, que militares. Sin embargo las circunstancias de vida en los estados latinos orientales provocaron su progresiva militarización.  Los miembros de la misma se regían por la Regla, -documento base de la Orden-, y las consideraciones, conjunto de deberes, usos y prohibiciones creadas por la costumbre y la experiencia diaria. La primera regla general data de 1129, promulgada en el concilio de Troyes, aunque la primera que conservamos es la de 1139, cuando la nueva regla es aprobada por el pontífice.  La Orden a su vez, comprendía una rama de caballeros laicos, los guerreros, y otra de hermanos religiosos, que eran los que regían las iglesias y conventos de la Orden; cumpliendo todos ellos los 3 votos: castidad, obediencia y pobreza personal. Debido al carácter eminentemente militar de la Orden, la rama religiosa siempre fue dependiente de  la militar o, en todo caso, del Gran Maestre, elegido entre los caballeros freires.  

✠ IMAGEN III.- Concilio de Troyes.


     La Orden, reconociendo Hugo de Payens la importancia que tenía el asegurar los recursos de Occidente, se extendió rápidamente por Europa, especialmente desde el citado concilio de Troyes en Enero de 1129. En Francia e Inglaterra la entusiástica predicación de San Bernardo logró que entre 1128-1130, la Orden ya gozara de una importantísima base de propiedades y miembros con las que sustentar sus campañas orientales. En Portugal, tenemos las primeras donaciones en 1128, cuando se le encomienda la defensa del castillo fronterizo de Soure, así como se les otorgan diversas propiedades en la retaguardia para su mantenimiento. En la Corona de Aragón y su Condado de Cataluña, su presencia también es temprana, datándose en los años 1130-31, mientras que para Navarra la fecha se retrasa hasta 1133.

✠ IMAGEN IV.- Castillo de Soure, (Portugal).


     En los reinos de Castilla y León su aparición parece ser más tardía, siempre recordando que la definitiva unión de estos dos reinos no se produjo hasta 1230. En el reino de Castilla, tenemos su primera referencia como la de un gran fracaso. Es el episodio de la renuncia del Temple a defender la villa de Calatrava. Episodio que daría lugar a la creación de la Orden Militar del mismo nombre, en 1157. Evidentemente antes de esa fecha ya deberíamos contar con la presencia de templarios en Castilla, sin embargo no hay constancia de ello. Ésto nos lleva al principal problema para el estudio de la Orden en Castilla y León: la falta de una colección diplomática de la Orden. La disolución de la misma llevó a la pérdida más o menos interesada de casi todos sus documentos en estos reinos, causa principal de que ninguna autor, hasta ahora, haya querido meterse en el problema histórico de su estudio. En cualquier caso, todo parece indicar que las primeras donaciones a la Orden deben datar de la década de 1140. Aunque haya que retrasar la aparición de las primeras encomiendas templarias independientes en los reinos de Castilla y León hasta finales de los 1150, siendo la zona de Tierra de Campos una de sus primeros feudos.

     La presencia de las Órdenes Militares y especialmente la Orden Templaria, se ha venido analizando desde dos puntos de vista: su función en la península, y su papel en el nacimiento de las Órdenes Militares nacionales, léase Santiago, Calatrava o Alcántara. Con respecto al segundo punto, y aunque algunos autores hayan querido ver en el ejemplo de los ribats, especie de monasterios-fortalezas donde los voluntarios de la guerra santa islámica, (Yihad), hacían vida comunitaria cumpliendo su deber de lucha contra el infiel, el origen de todas las órdenes militares; lo cierto, es que si nos atenemos al estudio de los estatutos o reglas, las Órdenes Militares hispanas, copian en gran medida las reglas de las Ordenes Internacionales. Esto es especialmente evidente en el caso de las reglas de Santiago y el Temple. No obstante, las Órdenes Militares hispanas cuentas con características peculiares que reflejan su mayor compromiso con la vida en la frontera, la vida de reconquista, como el caso que los miembros de las Órdenes hispanas pudieran contraer matrimonio, conservaran parte de sus propiedades, (aunque en teoría no se permitía), y tuvieran una rama femenina, (caso también de los conventos Hospitalarios). No obstante, cabe la duda de preguntarse por qué las Órdenes Militares nacieron antes en Oriente que en la Península Ibérica, donde había una mayor tradición de lucha contra el moro, e incluso existían confraternidades de caballeros, como la de Belchite en Aragón, o Santiago en Castilla, que constituían verdaderos antecesores de las Órdenes Militares propiamente dichas. Probablemente haya que buscar la respuesta en el efectivo control que ejercían los monarcas peninsulares en el desarrollo de la reconquista, en contraste con la falta de liderazgo y recursos que se veía en Tierra Santa.  

     Con respecto al primer punto, el motivo o función de la Orden del Temple en la península, hay dos posturas enfrentadas. Los que defienden que su único objetivo era la extracción de recursos materiales y humanos, para enviarlos a Oriente; y los que defienden que, sin obviar para nada ese papel al que por regla estaban obligados, sí se llegaron a comprometer activa y militarmente en las campañas de la reconquista. Para empezar hagamos dos aclaraciones: 

1.- Hay que diferenciar el papel y la actuación de la Orden en cada uno de los reinos peninsulares, aunque la igualemos para el de los reinos de Castilla-León. 

2.- No cabe duda de que en principio su papel en la península fue la de extraer recursos, a los que por propia reglamentación interna estaban obligadas. De hecho, sus estatutos obligaban a que 1/3 de todas los recursos de cada encomienda se destinara a Oriente, los llamados "responsios". A este respecto tampoco, (y éste es otro de los misterios que rodea a las Órdenes Militares internacionales en general y la Templaria en particular), queda claro cómo sacaban los recursos, en qué consistían y si realmente los extraían fuera de la península; sobre todo, teniendo en cuanta que los reyes, tanto castellano-leoneses, como portugueses o aragoneses, al llevar a cabo una lucha contra el infiel en su propio territorio, con el mismo rango de cruzada, no estaban nada dispuestos a dejar que recursos de sus reino salieran fuera de éstos. En cualquier caso, algún estudio que se ha hecho para la Orden del Hospital muestra que las principales mercancías que se exportaban eran caballos, dinero, grano y algunas armas, además del  propio recurso humano que constituía la integración de un caballero en la Orden. Se supone que al principio la ruta de salida era la catalana, a través de Tortosa y el puerto de Barcelona, o bien llevándolos al puerto francés de Marsella. Sin embargo, desde 1270, Alfonso X promulga una ley por la que establece que toda mercancía que fuera a ser destinada al próximo Oriente y los Santos Lugares debía ser embarcada por lo puertos de Alicante o Cartagena. Esta ley hace mención expresa a las Órdenes del Hospital y Temple, así como cualquier otra Orden. 

✠ IMAGEN V.- Órdenes militares españolas. (Santiago, Alcántara, Calatrava y Montesa)., 


     Con respecto al papel militar, es incuestionable su presencia en numerosos campos de batalla al servicio de los reyes desde la segunda mitad del s. XII hasta finales del s. XIII, interviniendo incluso como consejeros reales, junto a los Maestres del resto de las Órdenes Militares. Hay que destacar que, aun a costa de una división dentro de la Orden, los Templarios fueron los únicos que se mantuvieron fieles a Alfonso X cuando éste se vio enfrentado a su rebelde hijo Sancho, en 1280...interviniendo así en una guerra entre cristianos, entre padre e hijo, y desvirtuando un poco más su propósito fundacional. Así mismo, el papel militar de la Orden, aunque sólo fuera por el número de efectivos, no se puede comparar con el de las huestes reales o incluso el de las Ordenes militares nacionales, como Santiago, Calatrava o Alcántara. Sin embargo, no olvidemos que las Órdenes Militares siempre eran las primeras tropas en estar disponibles ante cualquier situación y que su moral de combate era muy alta, especialmente reforzada por la propia Regla, que en el caso de los Templarios estipulaba que ningún miembro de la Orden podía retirarse sin permiso justificado del maestre, si no se enfrentaba hasta con más de 4 enemigos por cada freire. 

✠ IMAGEN VI.- Alfonso X.


     La discutida vida de los templarios en el reino de Castilla y León tuvo uno de sus máximos exponentes en la encomienda de Villalcázar de Sirga, (Palencia). Situada entre Fromista y Carrión de los Condes, en pleno camino de Santiago y, en principio, con una gran significancia económica, se ha visto rodeada de diferentes incógnitas respecto a su historia y función, así como lo estuvo su propia Orden. No está claro si llegó a ser fortaleza, poseer torre fortificada o tener algún significado militar. De ser así, ¿Cuál habría sido este? ¿Cuál era su función en el camino de Santiago?  ¿Cuál fue el papel de los Templarios en la Reconquista y la Cruzada? ¿Qué pasó en Castilla-León con los Templarios en 1307/13 ante el hecho de su disolución? Estas son algunas de las preguntas a las que vamos a intentar responder, partiendo de la base de que, en la actualidad, una intervención arqueológica en dicha encomienda se vería muy dificultada por su emplazamiento en mitad de un casco urbano completamente conformado en la actualidad. 

✠ IMAGEN VII.- Iglesia Templaria de Villalcazar de Sirga, (Palencia).


     Pero ¿Qué era una Encomienda? No era ni más ni menos que un centro administrativo desde el cual se regía un cierto número de tierras, propiedades y vasallos en sus alrededores. A la cabeza de cada encomienda había un freire Comendador, a cuyas órdenes podían estar otros freires y hermanos religiosos. Debajo de ellos estaban los siervos feudales; y en un escalón intermedio aquellas personas o caballeros que habiendo decidido ayudar a la Orden bien con su trabajo, bien con su esfuerzo guerrero, para gozar de beneficios espirituales, pero sin querer integrarse plenamente en ella, se adscribían a ella por tiempo limitado. En un escalón parecido se encontraban los sargentos, miembros de pleno derecho de la orden pero que no tenían el estatus de caballero. Las Encomiendas podían ser de carácter primariamente económico, militar, en este caso se articulaban en torno a un castillo fuerte, o conventual. Por encima de los Comendadores se encontraban los Maestres provinciales y por encima de todos ellos el gran Maestre, con sede en Tierra Santa, lugar donde se asentaba el cuartel general de las Orden. 

     Antes de entrar en otros puntos, podemos comentar un hecho curioso ¿Cómo es que dos importantes figuras del S. XIII, ambos rebeldes contra sus reyes y al servicio de los reyes musulmanes durante cierto tiempo, acabaron siendo enterrados con todos los honores en encomiendas templarias?. Uno de ellos fue el conde Don Gonzalo, rebelde a Fernando III, el cual habiendo muerto en tierras infieles al servicio de los sultanes, fue llevado por sus fieles vasallos a Castilla y enterrado en la iglesia Templaria de Casinos del Temple. El otro, fue el  infante Felipe, hermano de Alfonso X,  enterrado en esta misma Encomienda de Villalcázar, donde se puede observar uno de los más bellos sepulcros de la plena Edad Media hispana. Quizás no signifique nada, o quizás sea uno más de los ejemplos de caballeros que, llegando su última hora, se decidían a tomar uno de los hábitos de las Órdenes Militares, o monásticas, aunque mucho más raramente, para intentar expiar parte de sus pecados ante del Juicio Final. 

✠ IMAGEN VIII.- Fernando III.


✠ IMAGEN IX.- Encomienda Templaria de Villalcázar de Sirga, (Palencia).


     ¿Cuál fue el papel de la encomienda de Villasirga? Tampoco está claro a pesar de ser una de las más antiguas en el reino Castellano y ser la única que se encuentra al norte del Duero en este reino. En 1307 aparece como Comendador de Villasirga un tal Gómez Patiño, que a la vez era Comendador de Villárdiga al mismo tiempo, y cuyas propiedades se repartían por toda Tierra de Campos como la toponimia de la zona atestigua: Terradicho de los Templarios, riachuelo de los Templarios,....Tradicionalmente se la viene asignando una función casi enteramente económica, al estar enclavada en la rica Tierra de Campos. Sin embargo algunos documentos hablan de una iglesia o casa fortificada. La Orden poseía en Villalcázar su iglesia principal, Sta. María la Blanca, el mismo nombre que el de la imagen de la virgen que aún se conserva en su interior y de la cual poseemos numerosas referencias gracias a la devoción de reyes (Alfonso X y Sancho IV), y peregrinos. Precisamente en cuanto a reyes, ésta encomienda está situada muy cerca de uno de los palacios de descanso más frecuentados por Alfonso X y Sancho IV. ¿Aprovechaban los reyes sus teóricos momento de descanso para consultar discretamente asuntos con los Templarios? De todas formas, su influencia como punto importante de paso en el camino de Santiago queda reflejado en diarios de peregrinos y especialmente, en las Cantigas de Sta. María, de Alfonso X el Sabio, varias de las cuales hacen referencia a milagros que tienen como protagonista a la imagen de la virgen que se veneraba en la Iglesia Templaria, con referencia a peregrinos y locales. Como hemos dicho, esta Iglesia era la casa principal Templaria de la encomienda. Encomienda, por cierto, una de las más grandes que poseía la Orden y de la que, junto a su papel económico y hospitalario, al atender a peregrinos, no deberíamos desechar un posible papel estratégico, de control del área, (sobre todo si se confirmara que la iglesia había estado fortificada), y ruta de peregrinaje. También se ha especulado, sin demostrarse fehacientemente, con que a la Orden también pertenecieran las iglesias de Santiago y Sta. María del Camino, en Carrión de los Condes, que reforzarían su control y presencia en este importante nodo de comunicaciones, junto a otras Órdenes Militares.

✠ IMAGEN IX.- Sancho IV de Castilla.

 


     Con respecto a la iglesia se cree que fue terminada hacia 1196, aunque se sabe que a mediados del s. XIII sufrió importantes transformaciones y mejoras que continuarían hasta el primer cuarto del s. XIV. Las reformas del XIII engloban, entre otras cosas, la capilla donde se construyó el sepulcro de don Felipe. Éste debió ser un gran protector de la Orden, aunque no parece que en vida formara parte de ella. En su sepulcro, entre otras imágenes, se pueden apreciar claramente un grupo de caballeros templarios que le guardan. Por otra parte, además, se ha dicho que llegó a tomar el voto cruzado para Tierra Santa y que ese es el motivo por el que en los escudos que adornan el sepulcro aparezca el motivo de la cruz. Es una razón, pero no tiene porqué ser la más válida. A él le acompaña el sepulcro de su última esposa doña Leonor. En la capilla contigua, encontramos el sepulcro de Juan Pérez, caballero de Santiago, y que explica parte de la historia de la Encomienda. Aunque por decisión papal todos los bienes de la Orden Templaria, a su disolución efectiva en 1217, debían pasar a la Orden del Hospital, lo cierto es que en cada reino se hicieron cosas diferentes. En Castilla-León, muchas de las propiedades se las reservó el rey para sí, otras pasaron a manos de otras Órdenes Militares nacionales, especialmente Santiago y Calatrava, otras a nobles y sólo unas pocas pasaron efectivamente al Hospital. Esto, el no cumplimiento de las órdenes papales, parece ser uno de los motivos de la voluntaria desaparición de documentos sobre los Templarios, además de la propia leyenda que se levantó contra ellos, aunque se ha de destacar que en Castilla-León, después del proceso que se inquirió contra ellos, fueran exonerados de toda culpa. Por lo tanto, Villalcazar, después de un tiempo en manos Reales, pasaría a la Orden de Santiago o a una familia noble que estuviera integrada dentro de ella. Así se explica la presencia del sepulcro del caballero santiaguista en la Iglesia. Lo que es más difícil de explicar es la aparición de un piedra votiva representando a un caballero de Alcántara, y que se halló en 1945, cuando se desmontó el retablo mayor para llevarlo a una exposición, encontrándose la piedra incrustada en la pared, detrás del mismo. La iglesia se derrumbó en gran parte en 1755, y fue tapiada y cerrada sin muchos miramientos, lo que ocasionó la pérdida de multitud de piezas arquitectónicas y, en la actualidad, nos cierra un poco más los ojos para intentar descubrir su significado.

     En 1310, cuando los arzobispados de Santiago y Compostela citan a los caballeros Templarios a comparecer en Medina del Campo para asistir al proceso que se iba a llevar contra ellos y que acabaría en la sentencia de Salamanca, se citan treinta y cuatro Encomiendas, cada una de ellas reuniendo varias propiedades y/o castillos. En Galicia: Faro, (La Coruña), Amoeyro, (Orense), Coya, (Bouzas-Vigo), San Fiz do Ermo, (Lugo), Canabal, (Orense) y Neira, (Lugo). En León: Ponferada y Villapalmaz. En Zamora: Benavente, Villalpando, Villárdiga, Carbajales de Alba, Tábara, Alcañices y en la propia Zamora. En la provincia de Valladolid perteneciente al antiguo reino de León:  Mayorga, Ceino de Campos, y San Pedro de Latarce. En Extremadura: Coria y Alconétar. Y para completar el antiguo reino Leonés, las Encomiendas de Salamanca y Ciudad Rodrigo. En el reino Castellano se citan la encomienda de Alcanadre en la Rioja, Villalcázar de Sirga (Palencia), la de San Juan en Valladolid, Medina del Campo, Yuncos, (Toledo), Montalbán, Villalba de Bolobrás, Caravaca (Murcia), Jerez de los Caballeros (Badajoz), y una de sus más importantes,Ventoso con Frenegal (en término de Burguillos, Badajoz) y Capilla (en unión con Almorchón y Garlitos), junto con casas en Sevilla y Córdoba.  De la de Santa María de Villasirga, se citan a dos hermanos, aunque sabemos de la existencia de un importante Comendador un año antes. La Orden Templaria nunca fue numerosa, y por estas fechas parecía ya contar con menos miembros; citándose en total, de manera individual, a 86 miembros. En cualquier caso, no se cree que la Orden en su conjunto pasara en Castilla-León de los 200 miembros contando a caballeros, sacerdotes y sargentos; frente a los 300 aragoneses o el más del millar franceses.

    Se supone que la Orden había perdido muchas simpatías por su creciente riqueza, falta de modestia, inmiscusión en temas políticos, y pérdida de objetivo, al haberse extinguido en 1291 las últimas posesiones latinas en Tierra Santa. Sin embargo, la piedra de toque para su disolución había sido las ansias del monarca francés Felipe el Hermoso de quitarse de encima a sus banqueros Templarios, con los que había contraído numerosas y cuantiosas deudas, después de haber hecho lo mismo con sus banqueros judíos.... Ello, por supuesto, fue enmascarado bajo acusación de herejía y otras prácticas demoniacas. Lo sucedido en Francia, y teniendo en cuenta el control que ejercía el monarca francés sobre el papado, actuó como catalizador en el resto de Europa. El papa declaró abolida la Orden, sus propiedades confiscadas, y sus miembros pasados a juicio en cada reino ese mismo año, el 22 de Noviembre. En Castilla-León ocurrió lo mismo. Se les convocó en Medina del Campo en la primavera de 1310 y fueron juzgados en el concilio de Salamanca a finales de ese mismo año. La resistencia, a pesar de que contaban con importantes castillos, fue testimonial y no tardaron en ampararse bajo protección real. En ambas ocasiones, se demostró la inocencia de la Orden y sus miembros, de las acusaciones vertidas contra ellos. Pero ante la sentencia papal del 22 de Marzo de 1312 se disolvió de hecho la Orden y sus bienes fueron expropiados. Sus miembros tuvieron la libertad de acogerse a otras Órdenes Militares o monásticas y gozar del usufructo para su mantenimiento, de lo que habían sido sus antiguas posesiones, hasta el día de su muerte. Sin embargo, todo aquel injusto y desgraciado proceso ya es otra historia... 

Ante la falta de un corpus diplomático templario, como ya se ha mencionado, lo lógico es que juntamente con una búsqueda más concienzuda en diversos fondos y archivos, se hubiera procedido al uso extensivo de la arqueología como instrumento más válido para el estudio de la presencia templaria. Así se evitaría tener que confiar en tradiciones populares y leyendas, como muchos hacen. Sin embargo, esto no ha sido así. Bien por desgana , bien por falta de confianza en el método arqueológico medieval, o, simplemente, por falta de presupuesto, el caso es que, 

  • hasta la fecha, aún no se ha excavado ninguna encomienda templaria ni en Castilla-León, ni en el resto de España, como contraste con lo que sucede en Inglaterra, Francia o Israel.. Quizás, la única excepción en España, sea el trabajo que un grupo inglés ha desarrollado durante los últimos años en la casa o conjunto Templario-Hospitalario de Umbel, en Aragón. Afortunadamente, y aunque sólo sea una gota en el desierto, ya podemos decir que otro grupo, esta vez español, está excavando el buque insignia de los Templarios en Castilla: el castillo fuerte de Ponferrada, en la zona del Bierzo leonés y paso obligado a la última etapa del Camino de Santiago. Este magnífico castillo, cuyo parte central fue dinamitada en el primer tercio de siglo para construir un campo de fútbol, está siendo estudiado y restaurado. Esperemos que en un periodo de tiempo no muy largo, las investigaciones arqueológicas nos ofrezcan interesantes datos con los que rellenar el vacío histórico con el que, hasta la fecha, nos encontramos todos quienes nos enfrentamos con el misterio de los Templarios en Castilla-León.

✠ FUENTES:

✠ José Manuel Rodríguez García.

✠ UNED.

✠ Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------

Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.
✠ Estudios y Análisis Históricos. 
✠ Arqueología medieval...


Sólo en los últimos años, la excavación de los campos de batalla y fortalezas diseminados a lo largo de nuestra península, han podido aportar importantes datos históricos que hasta ahora se desconocían. Esta carencia se había tratado de suplir recurriendo a otras fuentes como las iconográficas. Las excavaciones se han mostrado fundamentales en el estudio del armamento medieval peninsular, técnicas militares y de encastillamiento, u otros datos políticos; confirmando, negando o ampliando las tradicionales fuentes escritas. Cinco importantes batallas pueden darnos la clave de tres momentos históricos claves para la historia de Castilla-León: 

✠ 1. Alarcos (1195, Ciudad Real). En un movimiento pendular de la historia, y después de la caída del imperio almorávide, surgieron los segundos reinos taifas en al-Andalus. A todo ello le siguió, como era de esperar, un debilitamiento del poder musulmán y la recuperación de la ofensiva por parte cristiana, en la segunda mitad del s. XII,  encabezada por dos reyes legendarios, Sancho el Fuerte de Navarra y Alfonso VIII de Castilla. Como era de prever los andaluces, a pesar de la lección histórica que supuso la venida de los almorávides, volvieron a llamar al nuevo poder reinante en el norte de África,  los Almohades, alimentados también por sentimientos reformistas. Así como ocurriera con su antecesor Alfonso VI, Alfonso VIII nada más oír la noticia de la llegada de los nuevos refuerzos africanos decidió salir a su encuentro lo antes posible, aun sin esperar la llegada de la mayor parte de las tropas con que el rey podía contar, conformándose con recoger las tropas y mesnadas que se unieran en su veloz viaje al Sur. El choque se produjo en un campo que ya había visto e iba a seguir viendo otras muchas confrontaciones entre moros y cristianos. 

✠ IMAGEN I.- Alfonso VIII de Castilla.


Nos referimos a lo que se conocería como el Campo de Calatrava, al sur de la provincia de Ciudad Real, zona de paso obligado entre la meseta manchega y el campo andaluz, entre Toledo y Córdoba. Una, puerta de Castilla y el otro, paso para Andalucía. La zona, muy fortificada, tenía sus cuatro puntos básicos en los castillos de Calatrava la Vieja, Alarcos, Salvatierra y Dueñas, (o Calatrava la Nueva, como se denominaría después de 1212). Estos dos últimos guardando el vital paso del Muradiel, y los dos primeros ejerciendo el control efectivo del territorio. Calatrava la Vieja, desde que en 1158 los Templarios renunciaran a su defensa, se había convertido en la sede de la Orden Militar hispánica de Calatrava, la cual también controlaba los castillos de Caracuel y Salvatierra, entre otros. Aparte de este eje Norte-Sur, Alarcos, de propiedad compartida entre el rey y la Orden,  también se encontraba en otra encrucijada de comunicaciones Este-Oeste, que hizo que Alfonso VIII, a pesar de lo insalubre del lugar -en principio había sido elegido por razones puramente estratégico-militares ya en época romana-, decidiera impulsar en persona el desarrollo de un núcleo urbano amurallado, alrededor del primitivo castillo. Es precisamente en ese momento, como así han demostrado las hallazgos arqueológicos, cuando se producirán lo hechos históricos aquí narrados. Las excavaciones que han venido desarrollándose durante los 10 últimos años, tanto en Alarcos como en Calatrava la Vieja, aportan importantes datos a la historia. Por una parte se confirma que la batalla tuvo lugar a los pies del castillo y villa de Alarcos, a su Sudoeste, limitado por Alarcos y cerro del despeñadero al norte, el río Guadiana al oeste, y la cima 648, situada al Oeste del actual Poblete. La táctica cristiana tradicional consistía en la carga frontal de su masa de caballería en oleadas sucesivas, intentando reagruparse para volver a cargar. Si conseguían romper las líneas enemigos antes de dispersarse la victoria era suya; si no, se encontrarían envueltos en una "melée" con grandes posibilidades de perder debido a que normalmente eran sobrepasados en número por los musulmanes y acababan siendo rodeados. Fue eso lo que volvió a pasar aquel día. Cuando las tropas cristianas tras su derrota buscan refugio en el recinto, las excavaciones demuestran que hubo una primera resistencia alrededor de las murallas que defendían la nueva villa -que ocupaba todo el cerro-, las cuales aún no se habían acabado de construir. Así tenemos la presencia de cadáveres y restos de la batalla en las fosas de cimentación de dichas murallas, limpias, por otra parte, de cualquier otro elemento extraño al momento. Así mismo, se pudo datar precisamente la cronología de los restos de cadáveres encontrados en las murallas por la localización de monedas contemporáneas. Esa primera resistencia posibilitó la huida del rey castellano por la puerta norte de las murallas de la ciudad, y no del castillo, como dicen las crónicas, ya que no existe una puerta norte en dicho castillo. Los supervivientes de la primera resistencia pasaron a refugiarse en el castillo que corona la cima de Alarcos, donde ofrecieron su última lucha hasta la salida negociada. Calatrava la Vieja fue también asaltada en 1195,  y en 1212, como resultado de la campaña de Las Navas, al igual que ocurriría con Alarcos. Tanto Alarcos como Calatrava la Vieja siguen aún en excavación y constituyen el único campo de batalla medieval excavado en Castilla-León. Los frutos de dichas excavaciones se pueden contemplar in situ, en el museo de Ciudad Real, y en Calatrava la Nueva. 

Uno de los frutos de las excavaciones es que es prácticamente indistinguible discernir si los cuerpos o armas encontradas pertenecían a un bando u otro. Ello nos lleva a pensar que desde mediados del s. XII hay un fuerte proceso de aculturación entre ambos pueblos en la península que hace que adopten vestimentas y armas muy similares. El creciente triunfo de los ejércitos cristianos hizo que el bando andalusí adoptara gran número de las armas y corazas de los pueblos cristianos al asociarlo con sus victorias. Esto fue especialmente patente durante esta segunda mitad del s. XII y gran parte del s. XIII hasta que la llegada de un nuevo pueblo norteafricano viniera a modificar levemente la situación.


✠  1.b.- Navas de Tolosa (1212, Jaén). La dramática derrota de Alarcos había provocado el pánico en los reino cristianos peninsulares, y así lo cuentan las crónicas. La sensación de peligro no sólo era tomada muy en serio por los castellano-leoneses, sino también por el papa y el resto de Europa. Por eso, cuando a comienzos de 1211, la fortaleza de Salvatierra, último reducto cristiano en el vital campo de Calatrava, cayó ante un nuevo empuje almohade, el clamor castellano fue escuchado por el resto de Europa que, ante la predicación papal de la cruzada, personificada en el arzobispo toledano Jiménez de Rada, acudió a la defensa de Castilla. Esta vez el rey castellano Alfonso VIII no iba a estar solo. Además de sus propias tropas, iba a contar con el apoyo de los reyes de Navarra, Sancho VII, y Aragón, Pedro II. Y, a pesar de que el rey leonés no sólo no acudiera a la lucha, sino que incluso aprovechara la coyuntura para tomar algunos castillos fronterizos disputados con Castilla, sí es patente la presencia de nobles y tropas leonesas entre los efectivos cristianos que lucharían en Las Navas. A ellos habría que añadir el importante efectivo de cruzados europeos. 

✠ IMAGEN II.- Arzobispo toledano Rodrigo Jiménez de Rada.


✠ IMAGEN III.- Sancho VII de Navarra, "el fuerte".


✠ IMAGEN III.- Pedro II de Aragón, "el gentil".


No obstante, la mayor parte  -no todos- de éstos últimos, se retirarían en los primeros días de la campaña, tras la reconquista de los castillos de Calatrava y Salvatierra; al parecer por discrepancias en la manera de tratar a los infieles - siendo los peninsulares mucho más tolerante que los ultrapirenaicos- y a la propia dureza de la campaña. 

El califa al-Nasir, también se dirigía orgulloso de su imponente ejército de almohades, tropas africanas, mercenarios, aliados andaluces y voluntarios de la fé -que como siempre formarían la vanguardia-, al encuentro de las tropas cristianas.

✠ IMAGEN IV.-El califa al-Nasir.

Sería demasiado contar todos los acontecimientos de la campaña; baste decir que los musulmanes se aposentaron en una inmejorable posición del paso de Almuradiel, cortando de esta manera el camino a los cristianos a la submeseta bética. De hecho éstos quedaron en una situación harto complicada cuando Alfonso VIII decidió apresurar la marcha, metiéndose de tal manera en la boca del lobo que estratégicamente sólo tenía dos soluciones: una arriesgada y humillante retirada hacia territorio cristiano por donde habían venido y aún así contando con la esperable oposición musulmana; o una muy arriesga apuesta por una batalla en la situación que estaban, debajo del campamento musulmán y rodeados de montañas. Sin embargo, la leyenda vuelve a aparecer diciendo que un pastor de la zona logró conducir a Alfonso y su ejército a través de un angosto y desconocido paso para los musulmanes a través de la sierra, que hizo colocar a las tropas cristianas en la retaguardia de al-Nasir, y teniendo el campo abierto de acceso a Andalucía a sus espaldas. Así, tras unas largas marchas que habían llevado a los cristianos desde Castro Ferral, (donde aún se levantan las ruinas de una antigua torre), a Puerto del Rey, para acabar, gracias al pastor, en la Mesa del Rey, y al obligado traslado del campamento almohade a la colina al Noroeste de la actual Santa Elena, las tropas se enfrentarían el  16 de Julio de 1212, bajo un sofocante calor. La lucha se debió generalizar alrededor de Miranda del Rey, habiéndose colocado el palenque del Miramamolín a la espalda de la colina que protege el asentamiento. Las descripciones de la lucha, con la famosa victoria cristiana, se pueden encontrar en todas las crónicas contemporáneas y posteriores, tanto musulmanas como cristianas. Todas hablan del igualado y sostenido combate, sólo roto por la carga desesperada de los tres reyes al mando de lo que quedaba de las órdenes militares y reservas cristianas. Todas hablan de la encarnizada lucha alrededor del palanquín del califa almohade, rodeado por su guardia negra juramentada; y todos, en definitiva, de la humillante y acalorada huida del califa con sólo un puñado de los suyos, a uña de caballo, a través de Santa Elena en dirección a Vilches y Baeza. La victoria cristiana fue total, el botín inmenso, y la derrota almohade definitiva. Desde ese momento la autoridad almohade en la península empezaría a caer inexorable y rápidamente, y el camino para la reconquista cristiana de Andalucía quedará abierto.

Tampoco de este vital campo de batalla se han realizado excavaciones sistemáticas. Sólo alguna prospección superficial, a mediados de siglo, logró hacerse con un puñado de puntas de flecha y lanza, algunas de las cuales se guardan en el Museo del Ejército de Madrid. Es una pena, ya que el número de efectivos y la riqueza y variedad de sus componentes y armamento debió ser considerable, como se muestran de acuerdo todas las fuentes de la época. Y es razonable pensar que gran número de dichos restos quedaran sobre el campo de batalla. Las excavaciones podrían mostrar el desarrollo y emplazamiento exacto de los acontecimientos, los resultados prácticos de la batalla, el armamento de los combatientes y la composición de los mismos ¿había claras diferencias entre cristianos y musulmanes; entre africanos y andaluces...? ¿Qué hay de cierto sobre las siempre famosas y decisivas cargas de la caballería nobiliaria, no jugaban un papel importante los infantes? ¿Se podrían observar trazas de una defensa o ataque organizado? En fin, tantas cosas que una excavación sistemática y metódica podía responder y que aún no se ha hecho. Actualmente, un tapiz considerado parte de la tienda de al-Nasir, se guarda con el nombre de el "pendón de las Navas" en el monasterio de las Huelgas, en Burgos.

✠ IMAGEN V.- Escudos musulmanes y cristianos hallados en las excavaciones.


✠ IMAGEN VI.- el "pendón de las Navas" en el monasterio de las Huelgas, en Burgos.


✠ 2. Salado (1340, Cádiz).  Después de la conquista de la mayor parte de Andalucía por parte de Fernando III, (reunificación definitiva de Castilla-León, 1230), y Alfonso X, quedaba un espinoso y fundamental problema a resolver si se quería afrontar con éxito la parte final de la Reconquista que daría fin al único reino moro superviviente en la península: el reino nazarí de Granada. Éste, a pesar de ser una poderosa entidad en sí misma, había contado con el apoyo más o menos querido, más o menos soportado, de la tribu benimerí, el nuevo poder norteafricano desde 1270. 

✠ IMAGEN VII.- Fernando III, "el santo".


✠ IMAGEN VIII.- Alfonso X, "el sabio".


Los reyes cristianos veían claramente que sin un control del estrecho de Gibraltar, que pusiera fin a las continuas levas de contingentes africanos dispuestos a luchar contra los cristianos en la península, éstos nunca podrían estar tranquilos. A tal fin iban encaminadas las campañas de Sancho IV de Castilla y León, pero no fue hasta época de Alfonso XI cuando se consiguió dicho objetivo. Entre 1339 y 1345 se desarrollaron  unas duras campañas en las costas y campos de Cádiz y Gibraltar entre ambos poderes por el control del estrecho. 

✠ IMAGEN IX.- Sancho IV de Castilla y León, "el bravo".


✠ IMAGEN X.- Alfonso XI de Castilla.


En 1339, Abu-l-Hasan y sus aliados nazaríes derrotaron a la flota cristiana que guardaba el estrecho. Ello les permitió pasar un impresionante contingente de tropas norteafricanas que deberían reconquistar y asegurar las plazas cristianas del campo gaditano y gibraltareño, empezando por Tarifa. Los benimerines y granadinos pusieron estrecho cerco a la ciudad no antes de que sus defensores enviaran mensajeros al rey informándoles de su situación. 

✠ IMAGEN XI.- Abu-l-Hasan.


Alfonso XI, que ya se temía algo por el estilo, había logrado convocar un importante ejército entre sus súbditos castellano-leoneses, ayudados por portugueses y aragoneses. Con dichas tropas marchó rápidamente hacia la ciudad sitiada. Mientras tanto, los sitiadores haciendo gala de su imperecedero estigma, se habían mostrado incapaces de rendir la ciudad, a pesar de haber contado con importantes máquinas de asedio, (algunos de sus proyectiles de piedra, hallados mientras se excavaban las murallas de la ciudad, se encuentran en el museo provincial). Las tropas de refresco cristianas, logran pasar a marchas forzadas por las últimas estribaciones de los colinas costeras gaditanas hasta plantarse en la orilla occidental del río Salado, a pocos kms al Oeste de Tarifa. Acto seguido, Alfonso XI logra pasar refuerzos al interior de la ciudad sitiada la noche previa a la batalla, que tendría lugar el 30 de Octubre de 1340. La victoria cristiana de Alfonso XI de Castilla-León y Alfonso IV de Portugal, contra Abu-l-Hasan y Yusuf I de Granada, se cimentaría en el logro de las tropas cristianas de vadear el río Salado frente a la oposición musulmana; y se culminaría con la decidida salida de los defensores de la ciudad atacando la retaguardia enemiga. La victoria volvió a ser total, aunque no definitiva. Lo reyes moros lograrían escapar hacia Algeciras, aunque dejando un inmenso número de muertos y botín sobre el campo de batalla. El botín fue tan considerable que el precio del oro y la plata cayó en picado en los mercados de la península y en gran parte del sur Europeo. El pendón de Abu-l-Hasan Alí se guarda en el tesoro catedralicio de Toledo. Las monedas musulmanas circularon con fluidez por Castilla y algunas se encuentran en los diferentes tesorillos que se pueden encontrar por diversas partes de la península. Sin embargo, otra vez, el campo de batalla en sí, no ha sido excavado sistemáticamente. Los únicos restos arqueológicos que tenemos son el pendón, algunas monedas y hierros hallados en prospecciones superficiales, y lo que se encontró en, la por otra parte no completa, excavación de las murallas de Tarifa.

✠ IMAGEN XII.- Alfonso IV de Portugal.


✠ IMAGEN XIII.- Yusuf I de Granada.


✠ IMAGEN XIV.- El pendón de Abu-l-Hasan Alí.



2.b. La victoria no había sido total. Pero ahora la iniciativa la llevaba Castilla. Su flota, reforzada de manera muy significativa por buques genoveses y una flota aragonesa, logra al fin hacerse con el control del estrecho hacia 1242, fecha en la que se iniciaran los preparativos para el cerco y toma de la plaza musulmana de Algeciras. Las excavaciones llevadas a cabo en dicha ciudad, alrededor de su alcazaba y murallas, en conjunción con las crónicas y documentos, nos han permitido conocer de manera más perfecta cómo se desarrolló el cerco y el tipo de ingenios y sistemas que se utilizaron para el mismo. Una vez completado el cerco marítimo se establece el terrestre. Los defensores amparados tras el foso que rodea a las barbacanas, que a su vez protegen a las torres y murallas de la ciudad señoreadas por el alcázar de la misma, esperan refuerzos que serán rechazados por las tropas sitiadoras cristianas. Éstas, a su vez, a una prudencial distancia de las murallas de la ciudad instalan su dispositivo que rodea completamente a la misma ciudad. Tras un foso instalan su barrera o muro de tapial. Tras él, instalan sus torres de maderas o "cadahalsos"; y a una distancia de tiro emplazan sus ingenios de asedio y tiro como los trabucos. La conquista de la ciudad de Algeciras, (1344, Cádiz), tras rechazar los sitiadores diversos intentos de refuerzos musulmanes tanto por mar como por tierra, marca el fin de una época de la Reconquista, y  da el control del estrecho a Castilla y León, dejando casi aislada a Granada que sólo cuenta con sus puertos de Málaga y Almería para mantener sus comunicaciones en medio de un mar controlado por las flotas de Castilla, Aragón y Génova. Así mismo, marcará el fin de la intervención de poderes norteafricanos en lo que resta de reconquista. Por otra parte, la llegada de los benimerines hacia 1270, había puesto de manifiesto las bondades militares de uno de sus aliados: la tribu beréber de los zenetas. Éstos basaban su manera de hacer la guerra en el extensivo uso de la caballería ligera, armado de adargas, jabalinas y un tipo de espada que llegó a definirse como "espada gineta". Estos cuatro elementos fueron adoptados tanto por andaluces como cristianos peninsulares, (excepto el caso de la espada), y así, aunque Castilla-León siempre había contado con un abundante cuerpo de caballería, se recalcó la importancia de la ligera, sin perder la preeminencia de la pesada. Un ejemplo de esa "espada gineta", se puede observar en el Museo del Ejército siendo el ejemplar mostrado el perteneciente a Boabdil el Chico, último rey de Granada, cuando fue capturado en Loja. 

✠ IMAGEN XV.- Espada gineta de Boabdil el Chico, último rey de Granada.

✠ 3. Aljubarrota, (1385, Leiria, Portugal). Fue la más grave derrota infligida por los portugueses a Castilla. Supuso la independencia definitiva del reino portugués y el afianzamiento de su conciencia nacional. Además de la tradicional lucha entre Castilla-León y Portugal, este conflicto también se encuadra dentro de los acontecimientos que conllevó la Guerra de los Cien años. A la muerte del antiguo soberano, Juan II de Castilla, junto con un bando de Portugueses intentó reclamar sus derechos dinásticos al trono portugués, o al menos cederlos a una persona de su confianza. Llevó la lucha hasta Lisboa, que no pudo tomar debido a la férrea defensa que hicieron sus ciudadanos, encabezados por el nuevo aspirante al trono, Juan, Maestre de la Orden Militar de Avis. Éste contaba con la ayuda de los ingleses, que siempre estaban dispuestos a colaborar en cualquier empresa que debilitara a los castellanos, aliados de los franceses en su lucha contra Inglaterra. En la retirada hacia Castilla de dicha campaña fue donde se produjo la decisiva batalla. Afortunadamente, y debido a su transcendencia para el país vecino, el campo de batalla fue intensamente excavado entre los años 1958-1960, cuando el ministerio portugués quería establecer en dicha zona un campamento permanente para la formación de las Mocedades Portuguesas de adoctrinamiento y educación en el culto patrio. Las excavaciones, aunque por su premura y antigüedad requieren una profunda revisión, lograron sacar a la luz importantes vestigios y aclarar numerosas dudas sobre el conflicto en sí. Por ejemplo, durante las excavaciones en Aljubarrota, se demostró que las tropas portuguesas habían tenido tiempo de fortificarse, excavando trincheras y construyendo algunas empalizadas, antes del ataque de los castellanos. Así mismo, se pudo comprobar la presencia de arqueros ingleses entre las tropas portuguesas, ya que en un montículo que se había reforzado con empalizadas se encontraron restos de los típicos arcos ingleses, sus flechas y otros utensilios que demostraron la existencia de una alianza anglo-portuguesa ante el ataque castellano. Dichos montículos se encontraban detrás de una línea principal de trincheras al fondo del valle, así como sobre las pequeñas lomas que rodean dicho final. Se hallaron diversas zanjas, auténticas trincheras, unas relacionadas con empalizadas y otras no. En una de éstas últimas de 182m, se encontró en su fondo grandes cantidades de cantos rodados, del tipo que debieron utilizar los honderos portugueses para frenar la carga de la caballería castellana. Así mismo se demostró la existencia de un entramado organizado de hoyos o pequeñas trincheras, denominadas "pozos de lobo", destinadas a ser camufladas y así detener la carga de la caballería castellana cuando los caballos cayeran inesperadamente en dichos agujeros, al tiempo que los honderos portugueses y arqueros ingleses remataban la faena asando a caballeros y jinetes bajo su lluvia de proyectiles. El resultado parece evidente: la vanguardia castellana -formada por su caballería pesada con jinetes y monturas acorazados- había cargado frontalmente a lo largo del valle hacia lo que parecía un delgada línea de defensores lusitanos, para encontrarse entrampada a mitad de camino entre esas trincheras y pozos de lobo, sufriendo la descarga de proyectiles enemigos. La flor de la caballería castellana, que conformaban la vanguardia aquel día, se perdería en ese campo lusitano, Juan II de Castilla lograría retirarse apresuradamente hacia su reino, y los portugueses, bajo Juan de Avis, conseguían confirmar su independencia. El campo cuenta con un museo propio donde se pueden contemplar los objetos hallados así como paneles explicativos. Por otra parte, no hay que dejar de pasar por el cercano monasterio de Batalha, a unos 15 km, levantado por el nuevo monarca portugués, Juan II (Juan I de Avís), en conmemoración de tan glorioso fasto para la historia lusa; y donde, en la actualidad, se guarda la tumba al soldado desconocido portugués. 

✠ IMAGEN XV.- Juan I de Avís.


✠ IMAGEN XVI.- Juan II de Castilla.


✠ IMAGEN XVII.- Batalla de Aljubarrota.



✠ FUENTES:

✠ José Manuel Rodríguez García.

✠ UNED.

✠ Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval. 

✠ BIBIOGRAFÍA:

  • 1.      ARIAS GUILLÉN, F.  Guerra y fortalecimiento del poder regio en Castilla. El reinado de Alfonso XI. CSIC, 2012
  • 2.      FERNÁNDEZ DE LARREA ROJAS, J.A. El precio de la sangre. Ejércitos y sociedad en Navarra durante la Baja Edad Media (1259-1450). Madrid, 2013.
  • 3.      ECHEVARRÍA ARSUAGA, A. Caballeros en la frontera. La guardia morisca (1410-1467). UNED, 2006
  • 4.      FERRER Y MALLOL, M.T. Entre la paz y la guerra. Madrid, 2005.
  • 5.      GARCÍA DE CASTRO, F.J. La marina de guerra de la Corona de Castilla en la Baja Edad Media. Desde sus orígenes hasta el reinado de Enrique IV. Tesis doctoral, Univ. Valladolid, 2011.
  • 6.      GARCÍA FITZ, F.  Relaciones políticas y guerra. La experiencia castellano-leonesa frente al Islam (s. XI-XIII). Sevilla, 2002
  • 7.      GOMES MARTINS, M. ParaBellum. Organização e Prática da Guerra em Portugal Durante a Idade Média. Tesis doctoral, Univ. Coimbra, 2008
  • 8.      LADERO QUESADA, M.A. Ejércitos y armadas de los Reyes Católicos. Nápoles y el Rosellón, 1494-1504. Madrid, 2010.
  • 9.      LAFUENTE GÓMEZ, M. La guerra de los Dos Pedros en Aragón (1356-1366). Tesis doctoral. UNIZAR, 2009 (versión resumida en: Dos coronas en guerra. Zaragoza, 2012)
  • 10.  QUESADA, F. Ultima ratio regis. Control armas (Polifemo, 2009)
  • 11. SAIZ SERRANO, J. Guerra y nobleza en la corona de Aragón. La caballería en los ejércitos del rey (siglos XIV-XV). Tesis doctoral, Valencia, 2003 (versión: Caballeros del rey. Nobleza y guerra en el reinado de Alfonso el Magnánimo, Valencia , 2008)
  • 12. SOLER DEL CAMPO, A. La evolución del armamento medieval en el reino castellanoleonés y Al-Andalus (s. XII-XIV). Madrid, 1993.
  • 13. VVAA. Historia Militar de España. Dir. H. O´Donell, coord. M.A. Ladero. Vol. II (Madrid, 2010)
  • 14. VVAA. Conquistar y defender. Los recursos militares en la Edad Media hispánica. Número extraordinario de la Revista de Historia Militar, 2001.
  • 15. VVAA Oxford encyclopedia of Medieval warfare… Oxford, 2010


--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------


Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.
✠ Estudios y Análisis Históricos. 
✠ Efemérides históricas.
Tal día como hoy, 6 de Diciembre de nuestro Señor, pero del año...

✠ 1060.- En Hungría, Bela I es coronado rey.
Béla I , (nacido c. 1020 - muerto en septiembre de 1063), rey de Hungría, (1060–63), que libró una guerra exitosa contra el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico Enrique III, para defender la independencia de su país.
Su padre, el príncipe Vazul, (también llamado albahaca o Vászoly), era un sobrino del rey Esteban I . A la muerte de su hijo Imre, Stephen declaró que no a Vazul sino a otro sobrino, el veneciano Peter Orseolo, sería su sucesor. Vazul se rebeló y Esteban lo cegó en 1031. Los tres hijos de Vazul huyeron, primero a las tierras checas y luego a Polonia , donde Béla fue bautizado. Después de deponer y ejecutar a Pedro en 1046, los nobles húngaros llamaron a los hijos de Vazul y Andrew, (Endre), tomó el trono. Hizo a Béla duque de un tercio del reino y también heredero del trono.

Mientras Béla estaba ausente en varias campañas militares, Andrew nombró heredero a su hijo Salamon, de cuatro años. Esto rompió la costumbre húngara de "seniorate", según la cual el heredero era el hermano mayor o el sobrino dentro de la familia extendida . Béla levantó un ejército en Polonia y lo llevó de regreso a Hungría en 1060. Andrew murió en esta lucha interna. Béla fue coronado rey en Székesfehérvár . Fue durante su reinado que János, hijo del jefe tribal Vata, encabezó la última rebelión pagana en Hungría, que Béla aplastó en 1061. Béla se estaba preparando para una campaña militar contra el emperador Enrique IV, que apoyó la reivindicación de Salamon al trono, cuando murió a consecuencia de las heridas que sufrió cuando se derrumbó la estructura de madera de su trono.
✠ IMAGEN I.- Bela I.


✠ 1196.- Tello Pérez de Meneses funda el Hospital de Villamartín y lo dona a la Orden de Santiago.

Hospedería y hospital para enfermos fundado el 6 de diciembre de 1196 por Don Tello Pérez de Meneses como albergue de leprosos, y ubicado entre Carrión de los Condes y Villasirga, en el lugar denominado Villa Martin, entrando en la órbita de la fundación ya existente del Hospital de Las Tiendas, también ubicado a los pies de la ruta Jacobea. 

En 1211 se establece, por parte del Prior de Uclés, cual había de ser el montante de las rentas que había de abonar el hospital, a partir de los ingresos generados, como las rentas y derechos obtenidos de los solares de Villasila y Villamelendro. 

Tello Téllez de Meneses fue el cuarto de los cinco hijos del matrimonio formado por el magnate Tello Pérez y su esposa Gontrodo García, unión en la que se conjugaban las sangres de las principales familias nobles de las tierras entre el Cea y el Pisuerga: los Beni Gómez, condes de Carrión y Saldaña, y los Flaínez, cuya ascendencia puede remontarse hasta comienzos del siglo X.

Junto a sus hermanos, Alfonso, García, Teresa y Suero, su nombre aparece en la documentación leonesa y castellana desde comienzos de la década de 1180. Al igual que su padre, fue uno de los servidores más destacados de la Corte de Alfonso VIII. En 1207 consta su elección como obispo de Palencia, dignidad con la que participó en algunas de las grandes empresas políticas, diplomáticas y culturales del momento.

Así, en 1211, marchó a Roma como embajador del monarca castellano. Apenas un año más tarde, en 1212, Tello Téllez estuvo entre las tropas de retaguardia de Alfonso VIII durante la batalla de las Navas de Tolosa, en la que también participaron sus hermanos Alfonso y Suero.

Personaje influyente en la Corte, convenció al monarca castellano para que atrajera a destacados maestros de las Universidades de París y Bolonia al Estudio General de Palencia que pronto, en 1209, bajo el amparo de la Corona y su directo patrocinio y el empuje del obispo Tello, se convirtió en la primera Universidad española, aunque su vida languideciera apenas sí unas pocas décadas después.

En 1214, como prueba de la confianza del Rey, fue nombrado su testamentario, junto a la reina viuda Leonor y al arzobispo Jiménez de Rada. Fiel seguidor y apoyo de doña Berenguela durante la breve etapa de gobierno de Enrique I, tanto él como sus otros hermanos se convirtieron en los más firmes defensores de esta dama y de su hijo, Fernando. La muerte de Enrique convirtió en señor de Castilla a este último, que no dudó en apoyar las iniciativas culturales de don Tello y su interés por convertir a la Universidad de Palencia en el equivalente hispano de los grandes centros académicos europeos. La muerte de Tello Téllez de Meneses, en 1246, supuso el comienzo de la agonía de la Universidad, cuya memoria se pierde en la década de 1260.

✠ IMAGEN II.- Sepulcro gótico del siglo XIII del desaparecido Monasterio de Santa María de Trianos, hoy en la iglesia de San Tirso de Sahagún, (León).

✠ IMAGEN III.- Aniversario fundado por los hermanos Martínez y sus esposas, entregando como compensación sus propiedades en Villasila, Villamelendro, Villanueva, Villafría, Amayuelas de Abajo y Villafolfo.


✠ 1240 en el marco de la Invasión mongola de Rusia, Kiev, bajo el dominio de Danylo de Halych y Voivode Dmytro, cae en manos de los mongoles de Batu Kan. 

Invasión mongola de Rusia (1.237-1.241).

Los rusos no prestaron atención a los avisos de las primeras incursiones mongolas, y por eso, la invasión de Rusia por los mongoles, les llegó por sorpresa. Los mongoles ya no eran una horda nómada si no que los rusos se enfrentaban ahora a un ejército sino-mongol que había aprendido las avanzadas ciencias militares chinas así como las tradiciones bélicas de Asia Central. Los ejércitos mongoles se mantenían en el campo durante todo el año, y sus métodos de asedio se basaron en gran medida en las habilidades y en especialistas chinos.

Las hordas mongolas, de alrededor de 35.000 arqueros a caballo a las órdenes del khan  Batu y Subotai, cruzaron el río Volga e invadieron la Bulgaria del Volga en el otoño de 1.236. Les tomó un año extinguir la resistencia de los búlgaros del Volga, cumanos y alanos.  Subotai,  después de haber sometido a los búlgaros del Volga, alanos y cumanos, quería continuar la invasión de  Europa que había sido interrumpida años atrás, convenció al khan Batú para realizarlo. Éste pidió ayuda al Gran Khan, Ogedei  quien le proporcionó 50.000 guerreros veteranos para la empresa.

En noviembre de 1.237, el khan Batu envió sus embajadores a la corte de Yuri II de Vladímir para exigir su sumisión. Parece ser que Yuri mató a los embajadores y en el invierno de 1.237, los mongoles cruzaron el río helado Volga y penetraron en Rusia.

El ejército mongol alcanzaba los 120.000 efectivos entre jinetes ligeros y pesados e impedimentas y auxiliares, incluyendo sus catapultas para el fuego pesado y los medios de asedio y para construir éstos. Se había incrementado con las reclutas de turcomanos realizadas en la ruta de avance y autorizadas por Ogedai. La calidad de este refuerzo del ejército de Batu y Subodai era deficiente y variable, en comparación con los mongoles.

Un mes más tarde el 16 de diciembre, los mongoles sitiaron Riazán, (Stáraya), su población era de unas 25.000 personas. En tres lados Ryazan estaban defendidos por murallas bien fortificadas, el cuarto lado se se apoyaba en el río. Pero después de cinco días de asedio, las murallas de la ciudad, fueron destruidas por las poderosas armas de asedio, tras seis días de sangrientos combates, entraron en la ciudad que fue totalmente aniquilada para nunca renacer, el príncipe Yuri junto con su esposa y la mayoría de los habitantes fueron ejecutados.

De aquí los mongoles se dirigieron a Kolomna, cuando la estaban sitiando Yuri II fue capaz de reunir una brigada pesada de caballería al mando del príncipe Vsevolod con el comandante Jeremías Glebovich con unos 1.700 jinetes pesados. La brigada pesada rusa atacó a los sitiadores, cayendo muchos mongoles entre ellos Kyulkana el hijo menor de Gengis Kan. Batú tuvo que emplear a toda su  caballería pesada, y los rusos se replegaron a la ciudad. El príncipe Vsevolod con una pequeña comitiva logró romper el cerco y se retiró a Vladimir. El 20 enero de 1.238 cayó Kolomna después de cinco días de asedio y la ciudad fue completamente destruida.

Después de tomar Kolomna, los mongoles se dirigieron a Moscú que estaba defendida por el más joven de los príncipes de Vladimir, Vladimir Yuri y el gobernador Phillip Nyanka. El 20 de enero de 1.238 Moscú calló y el príncipe Vladimir Yuri fue hecho prisionero.

Gran Príncipe Yuri Vsevolodovich dejó parte de las tropas para la defensa de la ciudad de Vladimir, y se fue al norte para reunir un ejército. La defensa de la ciudad dirigida por sus hijos Vsevolod y Mstislav. Pero antes los invasores asaltaron Suzdal (a 30 km de Vladimir).

El 2 de febrero aparecieron ante los muros de la ciudad de Vladimir un grupo de «mongoles o tártaros”, mostrando a los residentes al príncipe Vladimir Yuri cautivo. El asalto no comenzó inmediatamente, sino que los mongoles rodearon la ciudad con una valla para que nadie pudiese escapar o recibir refuerzos, después situaron las máquinas de asedio dos días después comenzó el asalto general. En la ciudad reinaba la confusión y la desesperación. Vsevolod y Mstislav querían salir de los muros de la ciudad  y morir «con honor«, en particular, estaban ansiosos de pelear, cuando ente los ojos de su madre y de sus hermanos Vladimir Yuri fue asesinado delante de las murallas.

Vsevolod y Mstislav con personal de la milicia hicieron una salida y trataron de abrirse paso, pero el cerco era tan apretado,  que todo el mundo resultó muerto.  El 7 de febrero los mongoles  irrumpieron en la ciudad y comenzó la lucha casa por casa, el 10 de febrero  Vladimir cayó, toda la familia real fue asesinada. La ciudad fue destruida piedra a piedra.

Después de la caída de Vladimir, el khan Batu decidió que los ejércitos principales enemigos habían sido derrotados, así que con el fin de alimentar mejor a sus soldados y caballos, dividió su ejército en unidades más pequeñas: una se dirigió hacia el este siguiendo el eje Gorodéts, Kostroma y Galic; otro se dirigió hacia el oeste siguiendo el eje Pereyaslavl-Zaleski, Volok-Lamsky, Tver y Torzhok, la tercera se dirigió hacia el norte siguiendo el eje Rostov, Yaroslav.

El 14 de febrero, un total de 14 ciudades importantes fueron ocupadas sin lucha, la más difícil de tomar fue la pequeña ciudad de Kozelsk, en la que un muchacho, el príncipe Vasili, hijo de Titus, resistió durante siete semanas, matando a 4.000 mongoles.

Las únicas ciudades de importancia que escaparon a la destrucción fueron Smolensko, que sabiamente se sometió a los mongoles y accedió a pagar tributos, y Nóvgorod y Pskov, que no pudieron ser alcanzadas por los mongoles debido a la lejanía y al frío invernal. Los refugiados de la Rus meridional huyeron al noreste, a la región boscosa situada entre el Volga y el Oká.

El príncipe Yury II de Vladimir-Suzdal huyó hacia el norte a Yuroslav e intentó reclutar un nuevo ejército, para ello reunió a los fugitivos y pidió ayuda a los príncipes vecinos. En su ayuda acudieron su hermano Svyatoslav de Yuriev-Polsky,  Vsevolod Konstantinovich príncipe de Yaroslav, Vladimir obispo de  Rostov y Uglich, el príncipe de Nogorov no aportó fuerzas porque decía que las necesitaba para su propia defensa, las fuerzas se reunieron en un bosque junto al río Volga. Una vez que estuvieron preparados,  envió una fuerza de 3.000 hombres bajo Dorozh para descubrir dónde estaban  los mongoles. Dorozh regresó informando a  Yuri que estaban rodeados. Cuando trató de formar sus fuerzas, fue atacado por los mongoles bajo Burundai que mandaba las fuerzas del norte, evitó el enfrentamiento huyendo, pero fue alcanzado en el río Sit el 4 de marzo y allí murió junto con su sobrino, el príncipe Vsevolod de Yaroslavl. El ejército fue exterminado totalmente por los mongoles.

Los mongoles llegaron a la región Suzdal. Todos los que inclinaron la cabeza, besaron las botas del Khan, y renunciaron a su ciudadanía se mantuvo vivos y con sus posesiones; mientras que  aquellos que no se presentaron fueron destruidos. Los príncipes de Vladimir  Yury y Yaroslav Vsevolodovich se sometieron a Batu Khan. Por lo tanto, la tierra se convirtió en parte del  imperio mongol de la Horda de Oro y su fuerza militar se fusionó con el ejército mongol.

Durante las campañas militares de Yury siguió con el ejército mongol, su hermano menor Yaroslav fue designado príncipe, y tuvo que dejar a Batu a su hijo Alejandro Yaroslavich en calidad de  amanat (rehén). Alejandro sería conocido posteriormente como Alejandro Nevsky.

Batu retiró en la cuenca del Don, donde se reunieron con las fuerzas encabezada por el hijo de Tolui, Möngke, que había operado entre el Volga y el Don. En el verano de 1.238, Batú Kan devastó Crimea y pacificó Mordovia.

En el invierno de 1.239, saqueó Chernígov y Pereslavl-Zaleski. En noviembre llegaron a Kiev.

En ese momento, la ciudad fue gobernada por el principado de Halych-Volhynia. El comandante en jefe de Kiev era Dmytro, mientras que el príncipe de Halych-Volhynia  se encontraba  en Hungría en ese momento, buscando una unión militar para evitar la invasión. El número de los defensores dentro de la ciudad eran sólo alrededor de 1.000.

El ejército de vanguardia estaba bajo el mando de Möngke primo de Batu, que llegó a la ciudad. Möngke aparentemente estaba impresionado por el esplendor de Kiev y envió una embajada con los términos de la rendición de la ciudad, pero sus enviados fueron asesinados, ya que refuerzos con los que podía resistir el asedio. Al Mongol no le quedó más remedio que el asalto a la ciudad.

Batu Khan aplastó a las fuerzas de los vasallos rusos, la chornie klobuki o capuchas negras, que estaban en camino para aliviar Kiev, y todo el ejército mongol acampó fuera de las puertas de la ciudad, uniéndose a las tropas de Möngke.

El 28 de noviembre los mongoles situaron catapultas cerca de la puerta Lechit o del Polaco de Kiev, una de las dos puertas de madera de la antigua Kiev, la otra la Dorada era de piedra y donde los árboles se extendían casi hasta las murallas de la ciudad Los mongoles entonces comenzaron un bombardeo que duró varios días. El 6 de diciembre, se abrió una brecha en las murallas de Kiev, y el combate cuerpo a cuerpo continuó en las calles. Los kievanos sufrieron fuertes pérdidas y Dmytro fue herido por una flecha.

✠ IMAGEN IV.- Asalto mongol de Kiev el 6 y 7 de diciembre de 1240. Autor Alexander Yezhov. 


Cuando cayó la noche los mongoles mantuvieron sus posiciones mientras que los kievanos se retiraron a la parte central de la ciudad. Muchas personas se congregaron en las iglesias. Al día siguiente, cuando los mongoles comenzaron el asalto final, el balcón de una iglesia se derrumbó bajo el peso de las personas de pie en él, aplastando a muchos. Después de ganar la batalla, los mongoles saquearon Kiev. La mayor parte de la población fue masacrada. De los 50.000 habitantes que había antes de la invasión, solo sobrevivieron 2.000. La mayor parte de la ciudad fue quemada y sólo seis de cuarenta edificios principales permanecieron de pie. Con Dmytro, sin embargo, se mostró misericordia por su valentía.

Después Batú khan se dirigió a Galitzia donde el príncipe Daniel opuso  una fiera resistencia, consiguió hacerse con las dos principales capitales de la región, Hálych y Volodímir-Volinski antes de dirigirse a Hungría y Polonia.

Al final, el príncipe Mikhail Vsevolodovich de Chernigov, hermano del más conocido Alexander Nevski fue el último príncipe ruso en rendirse a los mongoles, consiguió llegar hasta la corte del Gran Khan en 1.246 solo para ser ejecutado. Finalmente casi todos principados rusos con algunas excepciones se sometieron a la Horda de Oro.


✠ 1248.- El príncipe Alfonso el Sabio de Castilla entra oficialmente en la ciudad de Alicante, tras la conquista de su castillo dos días atrás. 

Alfonso el Sabio conquistó Alicante y lo incorporó a la Corona de Castilla. El 4 de Abril de 1284 muere el Rey de Castilla Alfonso X el Sabio.

Alicante de la dominación musulmana al Reino de Castilla y del Reino de Castilla al Reino de Aragón.

Alfonso X el Sabio conquistó Alicante y lo incorporó a la Corona de Castilla en 1248. Gran parte de la población musulmana permaneció en la ciudad.

48 años después, en 1926, Alicante se incorporó al Reino de Aragón.

El 6 de Diciembre de 1248 las tropas castellanas mandadas por el infante Alfonso, futuro Alfonso X el Sabio, conquistan la ciudad de Alicante.

En virtud del tratado de Cazola (Soria, 1179) entre Alfonso VII de Castilla y Alfonso II de Aragón, la frontera meridional de Aragón se fijaba en la línea que une Biar, Castalla, Jijona y Calpe. Por lo tanto Alicante pertenecía a la zona de expansión castellana. En el año 1243, el gobernante musulmán de la Taifa de Murcia, Muhamad ben Hud, firmó el Pacto de Alcaraz con el infante Don Alfonso, por el cual el reino musulmán de Murcia se ponía bajo protectorado castellano.


Aunque en principio se procedió a repoblar la ciudad, la carencia de suficientes pobladores cristianos unido a razones económicas prolongó la permanencia de la población musulmana.

Sin embargo, el gobernador de Alicante, Zayyan ibn Mardanish, no aceptó el pacto y fue obligado acompañado de muchos pobladores a abandonar el área en 1247, fecha en la que comienza la soberanía castellana de Alicante. La conquista militar se finalizó el 4 de diciembre de 1248 con las tropas del rey castellano, comandadas por su hijo el infante Alfonso.


Por el Tratado de Almizra firmado en 1244 entre los reyes de Castilla y de Aragón, en el que se fijaron los límites de la expansión de sus respectivos dominios en la línea de Biar a Villajoyosa, Alicante permaneció bajo soberanía castellana por un espacio de 48 años.

El rey Alfonso X el Sabio, una vez tomada la villa a los andalusíes, conmemora la victoria denominando al castillo árabe construido sobre el monte Banu-l-Qatil (de donde proviene «Benacantil») «de Santa Bárbara», por coincidir esta festividad con el día de la toma de la ciudad por la cristiandad. 

Desde el principio, Alfonso X el Sabio intentó establecer en Alicante un grupo de cristianos numeroso dada la importancia militar y mercantil de la villa, pero el proceso repoblador fue lento y se prolongó a lo largo de todo el siglo XIII, aunque está poco documentado a causa de la desaparición de los Libros de Reparto. Los repobladores cristianos, principalmente castellanos y leoneses, recibieron todo tipo de privilegios y franquicias para facilitar su asentamiento.

Con esta finalidad de asegurar mejor su creciente poblamiento e impulsar más activamente su mayor promoción económica y comercial, en agosto de 1252 Alfonso X otorgó a la ciudad el Fuero Real, muy parecido al de Córdoba.

Dotó a la villa de un concejo fuerte, de numerosas exenciones fiscales y de un amplio término municipal, que abarcaba los municipios actuales de Agost, Monforte del Cid, Aspe, Novelda, Elda, Petrel, Busot, Aguas de Busot, Campello, Muchamiel, San Juan y San Vicente del Raspeig. Además, el rey castellano dispensó grandes medidas de favor al puerto de Alicante, considerado de gran valor estratégico.

Debido a una crisis dinástica por la sucesión de Sancho IV el Bravo, Alicante fue conquistada en abril de 1296 por la Corona de Aragón, a pesar de la resistencia del alcaide del castillo Nicolás Peris, terminando con la soberanía castellana.
✠ IMAGEN V.- Castillo de Santa Barbara en Alicante.  


✠ 1285.- En Sevilla, (actual España), nace Fernando IV, que será rey de Castilla de 1295 hasta su muerte en 1312. Su madre, María de Molina, hará frente a los enemigos internos de su hijo. En 1308, junto con el reino de Portugal y la Corona de Aragón, acordará la conquista del Reino nazarí de Granada sin éxito. En 1309 conquistará la estratégica ciudad de Gibraltar tras un duro asedio.

Fernando tuvo como ayo a Fernán Pérez Ponce, un antiguo servidor de Alfonso X el Sabio. En el momento de su nacimiento el matrimonio de sus padres, Sancho IV y María de Molina, todavía no había recibido la necesaria dispensa canónica de parentesco para su validez definitiva, lo cual no dejaba de condicionar de alguna manera, en aquellos momentos, su porvenir, sobre todo teniendo en cuenta los posibles derechos al trono de sus primos, los infantes de la Cerda.

En 1286 Fernando fue jurado como heredero de la Corona en Zamora, ciudad a la que le había llevado su madre para su crianza. Las relaciones y tratados alcanzados por sus padres con Francia, refugio de los infantes de la Cerda, entre 1288 y 1290, permitieron neutralizar los apoyos que estos últimos pudieran esgrimir. En 1291, el ascenso de Jaime II el Justo a la Corona de Aragón propició un nuevo acercamiento a ese reino, segundo de los apoyos fundamentales para los posibles competidores al trono de Castilla del príncipe Fernando. Lo mismo ocurrió todavía con Portugal, cuyo entendimiento con Castilla culminó con el acuerdo matrimonial del heredero y la infanta portuguesa Constanza.

Aún con todo, el porvenir no era seguro para el heredero de Sancho IV, que vio morir a su padre en 1295, cuando contaba apenas nueve años. El propio monarca difunto dejó en su testamento a su esposa, María de Molina, como tutora de su hijo Fernando, sin duda sospechando las discordias que habrían de producirse durante la minoridad. Las previsiones se cumplieron con creces, y los primeros años de reinado de Fernando IV, bajo la tutoría de su madre, quien no había conseguido aún la dispensa canónica para la validez de su matrimonio, representaron un periodo particularmente conflictivo para la historia de Castilla.

Fernando IV fue proclamado rey en Toledo, inmediatamente después de haber asistido a los funerales de su padre; allí juró, junto con su madre, guardar los fueros del reino, rodeado de parientes y magnates. Sin embargo, fueron estos últimos, los infantes (tíos de Fernando) y las cabezas de las principales casas nobiliarias, como Juan Núñez y Nuño González de Lara, los que contribuyeron a la perturbación social y política de aquellos años. Contra ellos, la reina y su hijo sólo pudieron oponer el apoyo circunstancial de las Cortes o la ayuda ocasional de los más fieles. 

✠ IMAGEN VI.- María de Molina y Fernando IV en las Cortes de Valladolid (detalle de un cuadro de Antonio Gisbert).



----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Buenos días mis hermanos en Cristo, feliz y bendecido lunes de nuestro Señor.

Hoy, con nuestra Santa Madre Iglesia, Católica, Apostólica y Romana, celebramos el día de:

✠ “SAN NICOLÁS DE BARI (O DE MIRA), SANTO, OBISPO”.


San Nicolás de Bari, obispo de Mira, en Licia (Turquía), famoso por su santidad y por su intercesión ante el trono de la divina gracia. (Nikolaus en Alemania y Santa Claus en los países anglosajones). († s.IV).


✠ “SAN PEDRO PASCUAL, SANTO, OBISPO DE JAEN”.


Valencia, 1225. Estudia en París, donde tiene como compañeros a santo Tomás de Aquino y san Buenaventura. Se ordena sacerdote. A su regreso a España, fue nombrado canónigo de la catedral valenciana y en 1250 ingresó en la Orden de la Merced. Profesor en Zaragoza del infante Sancho, hijo de Jaime I. Pedro fundó varios conventos de su orden por la Península. En 1297 fue nombrado obispo de Jaén. Cautivo por los moros en 1297, fue llevado a Granada y asignado como esclavo al rey. Fue decapitado en 1300.

✠ “Memoria Litúrgica: 6 de Diciembre.”

Felicidades a quienes celebren estos Santos Nombres.

Que donde estéis, Dios os BENDIGA. Que adonde caminéis, Dios os GUÍE. Que en lo que decidáis, Dios os ILUMINE. Y en cada instante, Dios os PROTEJA y AYUDE

✠ El Santo del día es una reseña diaria de los santos guardados en la memoria de la Iglesia. Historias de maestros de vida cristiana de todas las épocas que, como faros luminosos, orientan nuestro camino.

Alba militum Xristos, ad perpetuam milites Xristos, ad maiorem Dei Gloriam.

✠ Pequeñas Biografías:

✠ “SAN NICOLÁS DE BARI (O DE MIRA), SANTO, OBISPO”.

De San Nicolás, obispo de Mira, (Licia), en el siglo IV, tenemos muchas noticias, pero es difícil distinguir las pocas auténticas del gran número de leyendas tejidas alrededor de este popularísimo santo, cuya imagen presentan todos los años los comerciantes vestido de "Papá Noel" (Nikolaus en Alemania y Santa Claus en los países anglosajones), un rubicundo anciano de barba larga y blanca, y con un costal lleno de regalos a la espalda.

Su culto se difundió en Europa cuando sus presuntas reliquias fueron llevadas de Mira por 62 soldados bareses y colocadas con grande honor en la catedral de Bari, para evitar que fueran profanadas por los turcos. Era el 9 de mayo de 1087. Las reliquias habían sido precedidas por la fama de gran taumaturgo y por coloridas leyendas. En la Leyenda áurea se lee: "Nicolás nació de ricas y santas personas. Cuando lo bañaron el primer día, se paró solito en la tina...". Era un niño de excelente salud y ya inclinado a la ascética, pues, como añade la Leyenda, el miércoles y el viernes rechazaba la leche materna. Ya más grandecito "rehusaba las diversiones y las vanidades y frecuentaba la iglesia".

Elevado a la dignidad episcopal por sobrenatural inspiración de los obispos reunidos en concilio, el santo pastor se dedicó a su grey, distinguiéndose sobre todo por su gran caridad. "Un vecino suyo, encontrándose en grandísima pobreza, ordenó exponer al pecado a sus tres hijas vírgenes para sacar de ese vil mercado el sustento para él y para sus hijas...”. Para evitar ese despiadado lenocinio, San Nicolás, pasando en la noche por frente de la casa de ese pobre, tres veces echó una bolsa de monedas de oro, y las tres hijas con la dote consiguieron un buen marido. Su patrocinio sobre muchachos y muchachas parece que se debe a otro hecho legendario: el obispo habría inclusive resucitado a tres niños, asesinados por un carnicero para hacer salchichas.

Se narra también que, invocado por algunos marineros durante una furiosa tempestad en el mar, él se les apareció y la tempestad cesó inmediatamente. En efecto, parece que con los marineros tenían cuenta abierta: durante una carestía había obtenido de una nave llena de trigo una buena porción para sus fieles; después, cuando los dueños controlaron el contenido de la nave, encontraron que todo el trigo estaba completo. Tras su muerte se convirtió en el primer santo, no mártir, en gozar de una especial devoción en el Oriente y Occidente. Multitud de relatos milagrosos aparecieron sobre él, desfigurando, a veces, su inminente carácter práctico y sencillo.


✠ “SAN PEDRO PASCUAL, SANTO, OBISPO DE JAEN”.

Nació en Valencia, España, en ese momento en poder de los musulmanes, hacia el año 1227.
Los moros dominaban todavía la ciudad con sus intransigencias religiosas y con los sufrimientos que les infligían a los cristianos.
El supo y buscó información acerca de cómo vivían los esclavos creyentes en Cristo.
Influenció a sus padres, que tenían dinero, para que rescataran a muchos.
Y justamente, uno de estos rescatados se convirtió en su preceptor.
Después de la reconquista cristiana, Pedro se fue a la universidad de París a seguir sus estudios.
A sus 29 años se doctoró y llegó a ser profesor del afanado centro. Llevado por el amor a Dios y a las tristes condiciones en que vivían los cristianos apresados por lo moros, pensó que su vocación estaba en hacerse sacerdote de la Orden de la Merced.
El fin de esta Orden era rescatar a los cautivos.
Con el tiempo lo eligieron obispo de Jaén, que estaba también bajo la dominación mora. 


--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Pinceladas de historia de vuestra Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval. 
✠ Estudios y Análisis Históricos. 
✠ Los cátaros ¿Secta herética o movimiento espiritual hacia el purismo de la cristiandad?.
✠ PARTE VI Y ÚLTIMA.

✠ 4.- LA CRUZADA ALBIGENSE. 
A partir de 1209, sin la ayuda de la Corona francesa; pero sí, con numerosos condes y señores del norte de Francia, que acudieron en tropel, da comienzo la cruzada santa, también denominada como cruzada albigense, cruzada contra los cátaros o como campaña relámpago. Entre los cruzados figuraban como jefe militar de la cruzada, Simón de Montfort y como jefe religioso, el legado papal y abad cisterciense, Arnaud Amaury; sobre los que recayó la financiación de la cruzada, que pronto se transformaría en una guerra entre el norte de Francia y las regiones del sur. 
Los cruzados se concentraron en Lyon, uniéndose a la causa más dNació en Valencia, España, en ese momento en poder de los musulmanes, hacia el año 1227.
Los moros dominaban todavía la ciudad con sus intransigencias religiosas y con los sufrimientos que les infligían a los cristianos.
El supo y buscó información acerca de cómo vivían los esclavos creyentes en Cristo.
Influenció a sus padres, que tenían dinero, para que rescataran a muchos.
Y justamente, uno de estos rescatados se convirtió en su preceptor.
Después de la reconquista cristiana, Pedro se fue a la universidad de París a seguir sus estudios.
A sus 29 años se doctoró y llegó a ser profesor del afanado centro. Llevado por el amor a Dios y a las tristes condiciones en que vivían los cristianos apresados por lo moros, pensó que su vocación estaba en hacerse sacerdote de la Orden de la Merced.
 e 200.000 combatientes entre ciudadanos y campesinos, unos 20.000 caballeros y el clero; o al menos, así lo describe el trovador de la época, Guillem de Tudèle. También acudieron un gran número de mercenarios y malhechores, que formaban un irregular conjunto de combatientes franceses, flamencos, alemanes y aquitanos, sin duda atraídos por la posibilidad de obtener un botín.
✠ IMAGEN I.- Simón de Montfort.


Ante la que se avecinaba, Ramón VI de Tolosa actuaría con máxima diligencia, ofreciéndose a participar en la cruzada, forzando el perdón de la autoridad papal.
Sorprendentemente el papa la acepta, pero a cambio, lo humilla públicamente en Saint Gilles, su ciudad natal, forzándolo a aceptar unas duras condiciones. Sólo así es reconocida su buena fe y, el papa Inocencio III, reorienta la cruzada hacia otros señoríos o condados del Languedoc, cuyos nobles no habían frenado el avance de la herejía.
✠ IMAGEN II.- Ramón VI de Tolosa.

Las tropas católicas a cargo de Simón de Montfort partieron hacía el Languedoc, poniendo rumbo hacia los señoríos de la familia Trencavel, a pesar de no haber tenido nada que ver con el asesinato del legado papal. Fueron por el valle del Ródano, hasta llegar al Mediodía francés. Raimundo Roger de Trencavel, vizconde de Carcasonne y conde de Béziers, intentó llegar a un acuerdo con los legados papales, pero fue rechazado por ser sospechoso de herejía. Trencavel se dirigió rápidamente a Béziers, y puso la ciudad sobre aviso e inmediatamente partió hacia Carcasonne para organizar la resistencia. 

✠ IMAGEN III.- Raimundo Roger de Trencavel, vizconde de Carcasonne y conde de Béziers. 

✠ IMAGEN IV.- Ciudadela de Carcasonne. 

Al llegar los cruzados a Béziers, Arnaud Amaury exigió a las autoridades civiles de la ciudad la rendición de más de 220 herejes, que figuraba en una lista entregada por el obispo de Béziers, Renaud de Montpeyroux, y advirtió a las autoridades para que los católicos abandonaran la ciudad y se pusieran a salvo. Las autoridades desoyeron las advertencias y respondieron: ... "Preferimos ser ahogados en el mar antes que entregar a nuestros conciudadanos y renunciar a defender nuestra ciudad y nuestras libertades".

Simón de Montfort y Arnaud Amaury, sabían que el vizconde de Carcasonne se estaba organizando para acudir, en ayuda, a Béziers. Los habitantes de Béziers confiaban en su fuerza y ni se molestaron en cerrar las puertas de las murallas e incluso decidieron atacar a los cruzados, y estos contraatacaron, tomando la ciudad de Béziers, mientras los vecinos huían a refugiarse en las iglesias, herejes incluidos, que para la ocasión no tuvieron inconveniente en acogerse a sagrado. Los curas se vistieron con toda la pompa posible para intentar poner freno a la locura desencadenada por los cruzados que avanzaban, casa por casa, matando a todos. No se respetó ni la misma Catedral de Saint-Nazaire. 

✠ IMAGEN V.- Catedral de Saint-Nazaire de Béziers.


Cuando las tropas del abad llegaron ante las iglesias atestadas de gente, se dieron cuenta que entre los cátaros había otros ciudadanos; y al parecer, (no está documentado), se dirigieron al legado papal Arnaud Amaury, para ver cómo distinguir a los buenos católicos de los cátaros, a lo que Amaury contestaría: ¡Matadlos a todos que Dios reconocerá a los suyos!. No se libraron de la matanza de Béziers, ni los 20.000 vecinos, ni cátaros ni campesinos refugiados tras sus muros; ni tan siquiera los curas, enarbolando custodias y crucifijos, fueron respetados por los cruzados.
✠ IMAGEN VI.- Arnaud Amaury.


Tampoco se ha conseguido documentar, pero según algunos autores, se cree que Arnaud Amaury envió a Inocencio III una misiva, dando cuenta de los sucesos acaecidos el 22 de julio de 1209, en la que un fragmento decía: […] "Nuestros bravos no han respetado ni categoría militar, ni sexo, tampoco rango de edad. Bajo sus espadas justicieras han perecido cerca de veinte mil herejes. "Por último, la ciudad infecta fue saqueada y quemada. ¡La venganza divina ha resultado maravillosa!". 

Las noticias de la matanza corrieron como la pólvora por todo el Languedoc, y muchas poblaciones y castillos se entregaron sin combatir e incluso las encontraron vacías al llegar. El terror que inspiró la matanza de Béziers fue tal, que poblaciones tan importantes como Narbona, se rindieron sin apenas ofrecer resistencia. 


Simón de Montfort dirigió las tropas a Carcasonne; el avance de los cruzados era imparable. Aunque Raimundo Roger de Trencavel se consideraba católico, estuvo muy influenciado por Beltran de Saissac, noble occitano cátaro de Languedoc y vasallo del vizconde de Carcasonne, que había sido su tutor, desde el fallecimiento de su padre.

Trencavel había sido incapaz de expulsar a los cátaros porque había convivido con ellos y decía que los veía vivir con gran honestidad.

El 1 de agosto de 1209, las tropas llegaron a Carcasonne, donde se detuvieron ante las murallas. El joven vizconde, Raimundo Roger de Trencavel,  defendió heroicamente un tremendo asedio a Carcasonne; pero el calor y la falta de agua lo obligaron a entablar negociaciones con los asaltantes, para ello pidió ayuda al rey Pedro II de Aragón, pero éste, sólo consiguió el perdón para él y 12 caballeros que eligiera.

✠ IMAGEN VII.- Pedro II de Aragón.


Trencavel rechazó la propuesta y el asedio continuó, pero la situación era insostenible y el Vizconde se vio  obligado a negociar. Tuvo que entregar Carcasonne a cambio de su vida y las 25.000 personas que se encontraban dentro de la ciudad. Pero el legado papal Amaury y el jefe militar Simón de Montfort, faltaron a su palabra, y lo apresaron, encerrándolo en las mazmorras de su propio castillo, despojándolo de todos sus títulos y bienes en nombre de la Iglesia. Dos meses después murió, supuestamente de disentería, o tal vez envenenado por orden del nuevo vizconde de Carcasonne, Simón de Montfort, que estaba muy interesado en poseer sus tierras y títulos.


Una vez superados los cuarenta días de servicio en la cruzada, muchos combatientes finalizan su intervención en la misma; los grandes nobles franceses, que habían participado en la expedición occitana de 1209, consideraban que la cruzada albigense había finalizado tras la toma de Carcasonne y, a partir de ahí, estimaban que era asunto de Montfort. Entre ellos, quedaba liberado el conde de Tolosa, que aprovecharía para ampliar su actividad diplomática y mitigar las condiciones impuestas por el papa, ya que además de reprimir la herejía, estaba obligado a desmantelar los castillos y expulsar a los caballeros de sus territorios. Ramón VI se alió con los cónsules y los habitantes de Tolosa, en lugar de ir contra ellos, ya que muy pocos deseaban pasar a manos de los invasores franceses; por ello fue nuevamente excomulgado y sería perseguido. 

En la primavera de 1210, Simón de Montfort prepararía la ofensiva contra Minerve, pequeña población entre Carcasonne y Béziers, en la que después del saqueo de Béziers, se habían refugiado los cátaros y faidits, (caballeros y señores del Languedoc que se encontraron desposeídos de sus tierras durante la cruzada), de la región. Las sorprendentes defensas naturales, a las que se sumaba una muralla doble bordeando un inexpugnable castillo, disuadieron a Montfort de intentar un asalto. El lugar sólo podía ser tomado teniendo en cuenta el calor y la sequía; para ello, la catapulta más grande, apuntaba al pozo, con el objetivo de destruirlo.

A principios de verano, en el interior de la ciudad, empezaron a escasear los víveres y tras siete semanas de asedio, destruyeron el pozo y el vizconde de Minerve, Guilhem Bernat III, tuvo que negociar la rendición. Consiguió salvarse él y a todos los habitantes de Minerve, exceptuando a 150 cátaros refugiados en la ciudad, que murieron el 22 de julio de 1210, en una gigantesca hoguera, al no renunciar a su fe. Esta fue la primera gran hoguera colectiva de la Cruzada albigense.

Posteriormente, caerían pueblos y castillos como Termes y Cabaret, quienes mantuvieron fuertes vínculos con los cátaros, acogiéndolos en sus tierras y sufriendo con ello los ataques de los cruzados. El Señor de Termes era un vasallo importante de la familia Trencavel, y su implicación con los cátaros fue muy notoria. Mientras que, el Castillo de Foix, ocupaba una posición estratégica, sufriendo varios asedios en su historia, entre ellos el de la cruzada albigense, pero el castillo era prácticamente impenetrable y Simón de Montfort siempre fracasó. Como resultado, la invasión de los cruzados no tuvo consecuencias graves para el condado de Foix, que se convirtió en refugio privilegiado de los cátaros perseguidos.


✠ IMAGEN VIII.- Blasón Trencavel.


✠ IMAGEN IX.- Restos castillo de Minerve.

 


En pleno mes de agosto de 1210, las tropas de Simón de Montfort se presentan ante la fortaleza de Corbières, población cercana a Perpiñán. Los defensores del castillo, resisten durante cuatro meses el asedio, pero justo, cuando se iban a rendir por falta de agua, la noche de antes cae una enorme tormenta. Los asediados no dudan en beber, pero las cisternas sucias les provocan disentería y días después terminan rindiéndose.


✠ IMAGEN X.- Fortaleza de Corbières.


En marzo de 1211, se reanudan los combates y sitiarían Lavaur, enclave cátaro del Lauragais, donde habitaba la noble perfecta Guiraude. En el castillo contaban con un contingente de ochenta caballeros y con el apoyo del conde de Tolosa y de Foix; que masacraron a una columna de seis mil cruzados germanos que avanzaban hacía Lavaur para reforzar las hordas de Montfort. Aún así, los cruzados, consiguen derribar un tramo de muralla y asaltar la ciudad. Todos sus caballeros fueron masacrados, la perfecta resultó lapidada en el interior de un pozo y unos cuatrocientos cátaros quemados en la hoguera. 


Durante estos dos intensos años, gran parte de la población occitana fue considerada hereje, sufriendo enormes atrocidades y muriendo una parte importante de ella. Circunstancia ésta que obligó a los cátaros a cambiar de estrategia, dispersándose por los sitios más recónditos de la región. La política anexionista de los cruzados franceses constituía una amenaza para los señoríos o feudos de Languedoc y especialmente para la Corona de Aragón. Numerosas poblaciones como Limoux, Fanjeaux, Montréal, Albi, Castres, Lombers, Pamiers, Saverdun y Saisacc, pasarían a manos del líder militar de la cruzada, Simón de Montfort, tras rendirse sin apenas ofrecer resistencia.


El conde de Tolosa, buscaría aliados en el rey de Aragón y en sus vasallos, el conde de Foix y de Cominges. Hasta ese momento, Pedro II el Católico, se había mantenido al margen, ya que la cruzada estaba dirigida contra la herejía, y él, como católico, estaba a favor de la autoridad de la Iglesia. 

Simón de Montfort intentó que Pedro II lo reconociera como señor de las posesiones conquistadas, pero las condiciones impuestas en el Concilio de Lavaur, eran inaceptables para Aragón y Languedoc; sólo resultaban satisfactorias para los intereses franceses. La autoridad del monarca de Aragón en el Languedoc contaba con el reconocimiento del conde de Tolosa, el conde de Foix y Cominges, el vizconde de Bearn y los faydits de los vizcondados de Carcasona y Béziers, (ahora en poder de los cruzados).

Todos ellos se apresuraron en esos difíciles momentos a reconocerse vasallos del rey Católico, por lo que la respuesta, ante el fracaso de la vía diplomática, no podía demorarse más. Pedro II lo intentó todo, llegando incluso a concertar el matrimonio entre su heredero y único hijo, el futuro Jaime I el Conquistador, y la hija de Montfort, entregando al pequeño como garantía en la ciudad de Carcasonne. 

El papa Inocencio III pretendía acabar de raíz con la herejía cátara, aunque ello implicara arrebatar Occitania al rey aragonés y a sus vasallos para entregársela a Francia. Y por otro lado, Montfort quería acabar con el conde de Tolosa, ya que su fin principal era conquistar todo el Mediodía francés; estaba más interesado en satisfacer sus ambiciones políticas, que en restablecer la religión católica en aquellos territorios. Los cruzados habían invadido el Mediodía de Francia, quedando Muret en manos de Simón de Montfort; dada su situación estratégica entre los ríos Loja, (Louge), y Garona, sirvió de base para la sangrienta y decisiva contienda que culminó con la batalla de Muret.

✠ IMAGEN XI.- Batalla de Muret.



La batalla enfrentó, el 13 de septiembre de 1213, a Pedro II de Aragón y sus aliados contra las tropas cruzadas y lideradas por Simón IV de Montfort, que contaban con el apoyo de los Capetos y del papa Inocencio III. La batalla tuvo lugar en una llanura de la ribera izquierda del Garona, cerca del castillo de la localidad occitana de Muret, al sur de Tolosa. Simón de Montfort contaba con unos 900 hombres y pocos víveres para aguantar mucho tiempo, con lo que tuvieron que planear un buen ataque para acabar rápidamente con sus enemigos.
El ejército de Pedro II parecía partir con ventaja, no sólo por contar con más efectivos, sino también como consecuencia de su amplia experiencia, en la reciente batalla de las Navas de Tolosa. Montfort consideraba que refugiarse tras la fortaleza de Muret en esas circunstancias perjudicaría a sus tropas y que de esta forma, la batalla acabaría derivando en un prolongado asedio para el cual no estaban preparados. Sin embargo, lo sucedido en Muret, pronto pondría de manifiesto que los ejércitos comandados por el rey de Aragón tenían puntos débiles. Un error estratégico y político de Pedro II el Católico, provocaría su muerte y la tremenda derrota para Aragón. Las tropas aragonesas y occitanas sufrieron la pérdida de unos 15.000 o 20.000 hombres. El triunfo correspondió a Simón de Montfort, convirtiéndose en duque de Narbona, conde de Tolosa, vizconde de Béziers y vizconde de Carcasonne.
Estos acontecimientos marcaron el inicio de la dominación de los reyes franceses sobre Occitania y el fin de la expansión aragonesa en la zona.
Este hecho acarrearía duras consecuencias para la monarquía aragonesa y sus vasallos, ya que todos ellos serían condenados y sus tierras acabarían siendo confiscadas.
Por tanto, Ramón VI se exiliaría en la corte de Inglaterra; el conde de Cominges volvería a su feudo, tras el juramento de no volver a apoyar a los herejes,  y la obligación de peregrinar a Roma; y, el conde de Foix, vuelve a su feudo porque su castillo resultó inexpugnable para Montfort.
Finalmente, el hijo de Pedro II de Aragón, Jaime, de cinco años, permanecería un año como rehén bajo la custodia de Simón de Montfort, hasta que, el papa Inocencio III, obligó al líder de la cruzada a ceder la tutela del infante Jaime a la Orden militar de los Caballeros del Temple; y permanecería  con los Templarios en el castillo de Monzón, donde fue educado, ya que había quedado huérfano de padre y madre, puesto que ese mismo año también falleció la reina María de Montpellier en Roma, a donde había acudido para defender la indisolubilidad de su matrimonio ante la sede apostólica.

✠ IMAGEN XII.- Mapa de los castillos cátaros.


✠ IMAGEN XIII.- Castillo de Queribus. 


En 1215, en el Concilio IV de Letrán, se le reconoce a Simón de Montfort, el dominio sobre el condado de Tolosa, reservando al hijo de Ramón VI tan solo los marquesados de la Provenza y Beaucaire. En este Concilio es donde se empieza a hablar de procesos inquisitoriales. A partir de 1217, Ramón VI reunificaría de nuevo sus tropas y tomaría Tolosa; antes de su muerte, (1222), había arrebatado al hijo de Montfort casi todas las conquistas de su padre.

✠ IMAGEN XIV.- Concilio IV de Letrán.


Tras la cruzada albigense, surgen las órdenes mendicantes. Son órdenes religiosas, confirmadas por el papa Honorio III, en el año 1216. Nacen con el objetivo de transformar el modo de vida de los católicos, y se caracterizaban por vivir de la caridad y profesar votos de castidad y obediencia. Estas nuevas órdenes mendicantes se dividían en la orden de los Dominicos, fundada por Santo Domingo de Guzmán, que se distinguía por su vocación y por la predicación, y la orden de los Franciscanos, fundada por San Francisco de Asís, que atendía preceptos como no tener propiedades, ni recibir dinero.
✠ IMAGEN XV.- Santo Domingo de Guzmán.

✠ IMAGEN XVI.- San Francisco de Asís.

En 1231, incapaces de acabar con la herejía, se establece el Tribunal de la Inquisición, que acabaría finalmente con el catarismo. No se conoce, a ciencia cierta, la cifra de los cátaros que murieron en los veinte años que duró la cruzada albigense, pero los hombres, mujeres y niños que practicaban el catarismo, fueron masacrados, e incluso quemados vivos, hasta que sus ideas fueron erradicadas, casi por completo. Su historia fue aniquilada en las hogueras, donde quemaron tanto a los cátaros como a todos los que simpatizaban con ellos; esta vez sí que acabaron prácticamente con el catarismo. A partir de 1240, los cátaros se vieron obligados a cambiar de estrategia, pasando a ser más sigilosos y dispersándose por sitios recónditos de la región, albergando una comunidad de unas 500 personas. Se cree que estos cátaros estaban protegidos por el obispo cátaro de Toulouse, Bertrand Martí Guilhabert de Castres. Al parecer, cambiaron sus vestimentas, predicaban en cabañas e incluso las perfectas empezaron a ingresar en el convento de Prouilhe. Los pocos cátaros que quedaban, emigraron a Italia a unirse a sus correligionarios. En Italia los herejes no eran perseguidos, debido a los sentimientos anticlericales y antipapales de los habitantes de las comunas y porque las ciudades eran autónomas; todo ello garantizó protección a la herejía durante la primera mitad del siglo XIII.


✠ IMAGEN XVII.- Tribunal de la Inquisición.


 Los únicos castillos cátaros fueron Montsegur y Quéribus, el resto fueron fortalezas utilizadas como defensa en la cruzada dirigida contra ellos. El castillo de Montsegur construido a petición del clero cátaro, resultó una fortaleza inexpugnable y un centro espiritual, de gran simbolismo cátaro. Algo intolerable, tanto para la Iglesia Católica como para el rey de Francia. La lucha finaliza el 16 de marzo de 1244, cuando después de un duro asedio, motivaría su rendición de sus defensores, y la de unos doscientos cátaros que fueron quemados en la hoguera, lo que provocaría la caída de la fortaleza de Montsegur. 

Y el Castillo de Quéribus también fue una fortaleza cátara, cerca de Cucugnan y en el macizo de Corbières, que sirvió de refugio para los cátaros y fue el último bastión de la resistencia cátara, hasta que, en 1255, cayó en manos de los cruzados. 

✠ 5.- CONCLUSIONES:


Desde mediados del siglo XIII hasta principios del siglo XVII, casi todos los territorios de los señores occitanos fueron incorporados al Reino de Francia. El catarismo se vio muy reducido y los pocos cátaros que quedaban, emigraron a Italia para unirse con sus correligionarios, sufriendo el mayor declive de su historia y desapareciendo totalmente durante el siglo XIV.
La impresión personal es que durante años e incluso siglos, a los cátaros y a su historia se les ha hecho desaparecer, incluso después de muertos, tanto por parte de la Iglesia Católica, como por parte de las instituciones. Es un tema que costó la vida de miles de inocentes y sin embargo, no solo no se estudia en las escuelas, sino que tampoco se estudia, en profundidad, en la Universidad, en los Grados de Historia. Es a partir del siglo XX, cuando surgieron diversos movimientos para preservar y recuperar su cultura y su patrimonio histórico. En numerosos artículos se puede leer sobre el “gran interés” que suscita la existencia de los cátaros; y, aunque es cierto que el tema origina cada vez más interés, no es menos cierto, el desconocimiento de una gran mayoría de la población. Para refutar este hecho, se ha realizado una pequeña encuesta y los resultados muestran que el 74% afirma haber oído hablar de los cátaros y sitúan el Languedoc en el sur de Francia; hasta un 80% asegura haber leído o visto algún artículo o documental; y realmente, son muy pocos, tan solo un 8%, los que saben en qué consistía este movimiento filosófico-religioso dualista, su modo de vida y su historia. Y resulta bastante chocante, que afirmen no saber quiénes son los cátaros; y sin embargo, aseguren haber leído o visto algún artículo o documental sobre los cruzados; por lo que, posiblemente, los confunden con la primera cruzada a Tierra Santa.
Es cierto, que el tema que despierta un “gran interés” es la búsqueda del Santo Grial o cáliz usado por Jesucristo en la última cena; y, la leyenda, asegura que la pieza más preciada del tesoro de los cátaros era el Santo Grial, y que, incluso, estuvo custodiado por Esclaramunda de Foix, (hermana de Raimundo Roger I de Foix), en el castillo de Montsegur. Según cuenta la leyenda, la noche anterior a la rendición, cuatro hombres se descolgaron por las murallas de la fortaleza y por las escarpadas laderas, para poner a salvo el tesoro cátaro en alguna de las grutas o cuevas de la montaña. Jamás se han encontrado evidencias sobre la existencia de dicho tesoro.

En la actualidad, el concepto del catarismo se está explotando con fines comerciales y turísticos, como la marca "Pays Cathare", para la promoción del departamento del Aude o la ruta de los denominados castillos cátaros.


FUENTES:
✠ Francisco Molero Alcalde, historiador, tesis doctoral, "los cátaros".
✠ Universidad de Zaragoza.
✠ Praeceptoría Nacional del Priorato Templario de San Bernardo de Claraval.





























En arstemplum.digital utilizamos cookies para una mejor experiencia en nuestra web.